Presentación de la novela de Hans Römer Santaella

Acrcamiento a la novela “Un santo día… Los Römer y los Meinhardt»

Por Gloria Römer de Santaella

Palabras de presentación en la Librería Kalathos

Queridos familiares y amigos, con gran emoción les damos la bienvenida en

este hermoso y acogedor espacio de la “Librería Kalathos”, dando gracias

infinitas a Dios por proporcionarnos el motivo tan especial que nos

convoca, como es el bautizo de la primera novela publicada por Hans

Gustav Römer Santaella.

Su trabajo literario data de algunos años atrás, cuando su pasión por

escribir lo adentró en las crónicas periodísticas, relatos, cuentos y novelas.

Aunque déjenme referirles como anécdota, que su primera obra la editó a

los cinco años, cuando escribió un cuento de su invención en un minúsculo

librito, lo encuadernó, lo empastó y lo forró, como un obsequio para su

papá.

Gustav, como lo llamamos en casa, nació en Caracas en el año 1986,

recibió una educación bicultural, tanto en el hogar como en sus estudios,

primero en el preescolar de la “Congregación San Miguel” de habla

alemana y posteriormente, en el Colegio Humboldt, donde aprendió el

idioma alemán. Participó de varios intercambios, donde como una suerte

de trueque nos enviaban por una temporada jóvenes alemanes y luego

nosotros les enviábamos a los jóvenes nuestros, experiencias fascinantes

para los muchachos y de mucha responsabilidad para las familias de

ambas latitudes, en nuestro caso, con la única complicación del apego

enorme que los muchachos alemanes sintieron por Venezuela, al punto de

no quererse regresar y lo difícil que nos resultó convencerlos, a pesar de

los afectos mutuos, de  que debían devolverse a su país.

Cursó estudios superiores en la Universidad de Monterrey, México, donde

obtuvo el título de Licenciado en Ciencias de la Información y

Comunicación y allá ejerció por unos años su carrera como articulista de

periódicos como Publimetro y conduciendo programas de radio y televisión

como entrevistador, en el Grupo Milenio y Milenio Noticias, entre otros.

Gustav se radica en el año 2012 en Münster, Alemania, donde alterna su

pasión por la cocina con la escritura y después de revalidar su título,

en el año 2021, retoma el ejercicio de su carrera escribiendo para la revista “Sperre”, sobrecultura, política y asuntos sociales.

La historia familiar que Gustav nos presenta hoy, es un relato cierto y

apasionante con algunos personajes de ficción que rodean a la de sus

antepasados alemanes, dueños de un reconocido instituto educacional

privado en pleno corazón de Munich, regido por su tatarabuelo Nikolaus

Römer. A ese colegio iban internos jóvenes hijos de familias alemanas

que residían en el extranjero. Allí se conocieron los jóvenes estudiantes de

apellido Schlageter y Max, bisabuelo de Gustav, quien entusiasmado por

los relatos de los amigos, decide venirse a Venezuela, como pionero de los

referidos intercambios en el año 1926.

El sello familiar se fundará años después con la unión entre Max y Otilde

Meinhardt, hija de inmigrantes alemanes, cuyo padre ingeniero fue uno de

los responsables de las grandes obras del “Gran Ferrocarril de Venezuela”

en la era de Guzmán Blanco.

Siegfried, abuelo de Gustav y Hans, su tío abuelo, los hermanastros de

ellos, la estricta Hermana María Asunción  (Zulme Meinhardt), las demás

tías de la familia, al igual que los tíos aguerridos de Munich,

involucrados en la gran guerra, subtenientes de las Fuerzas de Liberación

Bávara entre otros, son algunos de los protagonistas de la primera parte

de esta novela, que se desarrolla en tiempos paralelos y en dos

continentes, en los que Gustav nos narra los avatares de sus familias,

enmarcadas en los acontecimientos de cada país y dibuja con exuberante

colorido la vida cotidiana,  las costumbres de cada época y por supuesto,

nos muestra el contraste de las dos culturas.

Esta novela es producto de un trabajo que Gustav comienza como una

investigación periodística, hurgando en los archivos de su papá, donde

encontró gran cantidad de material fotográfico, documental y epistolar.

Más tarde, como él lo refiere en la dedicatoria, los enriquece con los

relatos en sus conversaciones grabadas y en apuntes con su tío Hans, a

quien visitaba por las tardes en sus días de vacaciones en Caracas.

 

Gustav crea una novela a partir de un trabajo de investigación, que un

escritor con formación periodística como él, nos ofrece y nos propone

como algo más emotivo y profundo. Nos sumerge en un “triller” sicológico

de personajes ceñidos en sus dramas personales, que exploran sus

vivencias más íntimas, descritas de una manera emocionante y

conmovedora.

 

Entrelaza personajes reales y ficticios y va entretejiendo historias verídicas

y fabuladas, tal como el diálogo del encuentro casual de la matrona Römer

con un pintor ambulante en Munich, que años más tarde se revelaría como

el mismísimo “Führer”.

No es una historia familiar común, más bien extravagante, donde narra las

vicisitudes de su familia alemana desbaratada por la guerra y la revolución

bávara, y que carga luego con la consecuencias mortales por disentir del

nazismo.

Mientras aquí, en la apacible Venezuela, el desarrollo económico y político

se va viendo reflejado a medida que se iba agrandando su familia, hasta

que Max decide en el año 1939 regresarse a Alemania, justo cuando

comenzaba la segunda guerra mundial y se lleva a escondidas de la

madre a sus pequeños hijos Siegfried, abuelo de Gustav y Hans, su tío, de

apenas 8 y 4 años de edad respectivamente.

Esta apocalíptica historia nos la narra Gustav en la segunda parte de esta

novela. ¿Cómo sobreviven los niños con su padre alistado en el ejército?

¿Qué hace una madre desesperada en Venezuela por recuperar a sus

hijos? ¿Encuentran esos niños quién los proteja en medio del horror?…

De ese trabajo periodístico, de investigación exhaustiva y de dedicación y

propósito, nace esta copiosa novela, que tengo el orgullo de presentarles

“UN SANTO DÍA”… y su segunda parte aun por publicar  y, como diría

Santa Teresa de Jesús, refiriéndose a la imaginación, “la loca de la casa”

hizo todo lo demás…

 

Y ya que menciono esta frase de Santa Teresa, quiero aludir brevemente

a la laureada escritora española Rosa Montero, autora del fabuloso ensayo

“LA LOCA DE LA CASA” y cito dos de sus frases acerca del axioma de

ser un escritor: «Ser novelista es convivir felizmente con la loca de arriba,

es no tener miedo de visitar todos los mundos posibles y algunos

imposibles».  «La cabeza del novelista marcha por sí sola; está poseída

por una suerte de compulsión fabuladora, y eso a veces es un don y en

otras ocasiones es un castigo». Deseo para Gustav que ese ingenio sea

un don que él albergue cómodamente en su mente y lo haga feliz.

 

Por último, reflexiono que en Venezuela, como país que recibió multitud de

inmigrantes en tiempos de las grandes calamidades de tantos países,

existen millares de familias con historias fabulosas y extraordinarias,

quienes por extrañarse de las guerras, férreas dictaduras, persecuciones

políticas, hambre y pobreza, levantaron en esta tierra emporios de la nada,

otras legaron exitosos profesionales, gente de ciencias, humanistas y de

las artes para orgullo de la nación, y muchísimos otros, contribuyeron y

contribuyen  hoy al desarrollo del país con su trabajo, todos con arraigo

fervoroso, a pesar de no haber restañado las heridas de la partida y amor

a esta “patria adoptiva” que siempre les dio cobijo. De ellos provenimos y

todas esas historias merecerían ser contadas y escritas para las

generaciones futuras… Nosotros tuvimos el privilegio de que Gustav lo

hiciera y nos las cuente hoy de viva voz…

 

Caracas 17 de febrero de 2024.

Gloria Santaella de Römer

@kalathoslibros en Instagram

Editora de la web: @carmencristinawolf en Instagram

Hans Römer en Librería Kalathos

EDINSON MARTÍNEZ: UNA MIRADA AL PASADO

 

Por Edinson Martínez

 

 

Por Edinson Martínez

@emartz1

 

Un viejo amigo y tocayo a la vez, regresando de Chile se trajo un montón de libros para obsequiar entre sus conocidos, en el grupo venían títulos nuevos y otros ya no tan recientes, a mí me correspondieron con su respectiva dedicatoria dos de estos últimos. Uno de Isabel Allende (El plan infinito), y el otro de nuestra paisana María Elena Lavaud (La Habana sin tacones). Ambos me los leí con especial interés, de modo simultáneo mientras escribo estas notas y culmino al propio tiempo Otras fabulas del agua (2022) del poeta zuliano Alexis Fernández, a quien dedicaré un artículo especial en los próximos días.

Sobre la escritora chilena es poco lo que este servidor podría agregar en torno a su ya prolongada carrera literaria, abunda en todo el ámbito de las letras, crítica y análisis de su obra, de modo que prefiero limitarme a comentar el otro de los títulos, La Habana sin tacones

Este libro, en realidad, es una extensa crónica periodística realizada por la autora sobre su visita a la mencionada ciudad. La obra fue editada por Libros Marcados en 2011, de modo que a la fecha tiene ya casi trece años de haberse publicado. En ella recoge las impresiones que le causaron su estadía; su particular desasosiego ante una realidad que muestra tan opresivamente la desigualdad entre sus habitantes. En su relato se manifiesta, en no pocas ocasiones, a modo de reflexión, sus aprensiones sobre el devenir político de nuestro país. Así, entonces, el libro viene a ser la consecuencia de una mirada escrutadora de quien escribe, indagando con perspicacia y cautela sobre aquella realidad mezcla de mito y lucubraciones. Su narrativa no tiene el desempeño de la prosa poética de un escritor de novelas, ni las reflexiones con las vertientes filosóficas que con frecuencia se escogen para justificar el proceso cubano o bien para vituperarlo. Es un trabajo periodístico que reúne habilidosamente testimonios, pondera lo que observa y traga grueso ante el surrealismo trágico de lo que sus sentidos perciben.

 

“A raíz del triunfo de la Revolución, en 1959, la mayoría de las familias que vivían en aquellas hermosas casas de Miramar, abandonaron Cuba. Algunas de las casas fueron adjudicadas por el gobierno. Otras quedaron durante algunos años en manos de las mucamas y jardineros, en espera del posible regreso de sus dueños, muchos de los cuales hasta el sol de hoy no han vuelto, con lo que han pasado a las irremediables manos del gobierno.”

La Habana sin tacones. (2011). María Elena Lavaud.

 

La periodista viajó a La Habana a mediados de agosto de 2010, treinta y dos años antes, casualmente durante el mismo lapso, quien les escribe este texto, caminó con mochilas aquellas calles que tan bien describe en su crónica María Elena Lavaud. Nada de lo que relata me es extraño, incluido el tormentoso agobio calórico con su humedad atontando al más pintado. Aquel disco leonado sembrado en la bóveda celestial pareciendo levantado con exclusividad para esa ciudad, no daba tregua a ninguna hora del día, sin embargo, para los jóvenes que asistíamos al XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, el interés se enfocaba sobre los aspectos centrales de aquella convocatoria masiva de ilusos de todos los continentes. A ratos esa porción de la isla se transformaba en una bulliciosa presencia de jóvenes por todas partes, algunos asistíamos a charlas, a conferencias o foros y a intercambio de experiencias intelectuales de diverso género, mientras otros simplemente disfrutaban aquel carnaval mudado para el séptimo y octavo mes del año a causa de tantos buscando novedades en la exótica revolución.

Entre muchos de mi edad, dos muchachos mexicanos que todavía recuerdo, Roberto Zamarripa y Marina Stavenhagen, durante la primera semana de estadía nos hermanamos para desandar juntos los diversos rincones de aquella ciudad asediada por extranjeros imaginando cambiar el mundo desde una isla que, como en un relato de realismo mágico, tenía por primera autoridad a una leyenda viviente, un mítico líder que nadie sabía desde dónde despachaba y en qué momento, del modo más sorpresivo, podría aparecerse en una esquina cualquiera conduciendo aquel jeep que usó durante el recorrido por La Habana junto a Salvador Allende años antes. Fidel estaba en todas partes, en los afiches, en sus lemas escritos en las paredes como versículos de alucinante emulación; en grandes carteles, y en boca de la gente. Su apellido era una inexistencia, ya no hacía falta, bastaba su nombre de pila para verse multiplicado en cientos de miles.

En la plaza de la Revolución, lo vimos y escuchamos una multitud enorme de personas, había de todas las edades y en especial una legión de muchachos levitando con la cabeza alborotada por quimeras que cada vez que intentaban construirse resultaban peor que la enfermedad queriéndose curar. En aquella plaza de convocatorias frecuentes, el Comandante, iniciaba con una arenga que, para ser una cita de jóvenes por la paz; sin embargo, elevaba a términos dramáticos su verbo guerrerista. Como en la novela de George Orwell (1984), donde el Ministerio de la Paz, en verdad se dedicaba a los asuntos de la guerra, en esta oportunidad, aquella congregación de encandilados bajo el lema Por la solidaridad, la paz y la amistad, aplaudía fervorosamente todo lo opuesto al sentido de la convocatoria de más de 18.000 jóvenes creyendo ver, como alguien escribió, la primavera con la turbidez del trópico.

 

“Todas las causas justas, las más nobles actividades a las que consagra hoy sus esfuerzos el género humano estuvieron aquí representadas.

Brillaron especialmente los sentimientos de solidaridad y paz, que inspiraron el lema de este Festival. Solidaridad necesaria, imprescindible, ineludible entre los abanderados y combatientes del progreso humano, para darnos las manos, estrechar filas, multiplicar fuerzas, derribar obstáculos, vencer poderosos enemigos y marchar unidos por los caminos de la libertad, la dignidad, el bienestar y la felicidad del hombre. Paz que los pueblos anhelan, que los jóvenes y niños del mundo demandan con fuerza incontrastable en esta era nuclear, para preservar su derecho a la vida y un destino mejor para todos los pueblos. Frente a los aventureros, los guerreristas, los insaciables devoradores de hombres y de pueblos.

¡Guerra a la guerra! proclaman los jóvenes del mundo.”

Fragmento del discurso de Fidel Castro durante la clausura del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Agosto de 1978

 

Contraria a la costumbre del gobernante, su discurso fue corto, quizás unos veinte minutos o un poco más, un verdadero record por su brevedad, conocida su tradición por hacer alocuciones de varias horas apenas pausadas por los aplausos. Mientras hablaba, mis amigos y yo, aunque pendientes de lo que decía, una pareja de edad madura, entusiastas como todos los que allí estábamos, en un instante fugaz cruzamos nuestros gestos y miradas, y enseguida se nos presentaron con extrema cordialidad, con esa musicalidad en el habla tan propia de los cubanos, al poco rato ya estábamos hablándonos como viejos amigos que se encontraban después de mucho tiempo. Tenían dos hijos, más o menos de la misma edad que Roberto, Marina y yo. Ambos habían sido enviados a Angola como parte de la avanzada militar de Cuba en África para combatir al lado del MPLA (Movimiento para la Liberación de Angola) respaldado por la URSS contra una facción aupada por fuerzas prooccidentales en una prolongada guerra civil después de conseguida la independencia de Portugal. Una vez que regresaran de aquella confrontación que tan ajena les era, serían condecorados y ostentarían el prestigioso título de Guerrilleros Internacionalistas o algo parecido.

La presencia cubana en Angola se inicia a finales de 1975 y de manera consistente se mantuvo por varios años. Se ha señalado que el número de efectivos cubanos entre Angola y Mozambique alcanzó la cifra de 35.000 soldados a través de la llamada Operación Carlota. En 1991 concluyó esa estrambótica asistencia militar, que solo es comprensible en el marco de una confrontación geopolítica con la que se mueven las piezas del ajedrez mundial por las grandes potencias del momento, Cuba era apenas un peón del tablero.

 

Por toda la ciudad proliferaban las ventas de libros, usados en su mayoría, en muchas de ellas nos detuvimos a curiosear y comprar ejemplares de varios autores y temas, abundaban, naturalmente, los concernientes al ámbito político, los discursos de Fidel, sus escritos y reflexiones, y desde luego, su imagen, como parte de esa omnipresencia siguiéndonos a todas partes. En una de las librerías me llamó la atención un libro -que todavía conservo- en formato de esos que llaman de bolsillo, tenía una curiosa portada consistente en una especie de diosa mitológica levantando su brazo derecho al cielo con un ramillete de flores en la mano, como la figura aparece plasmada en tonos de gris y negro, en un contraste de sombras con fondo naranja, su cabeza, parecía tener una boina similar a las que usaba el Che. Su título es Circunstancias de poesía y su autor Roberto Fernández Retamar, el mismo que Pablo Neruda volvió trizas en sus memorias y Reynaldo Arenas lo remata con sus opiniones en Antes que anochezca. (1992). Entonces no tenía idea de quién era, le di una hojeada a la obra, me gustó y la compré, y debo confesar que aún me gusta su poesía. Y quizás sea un buen poeta, pese a su incondicionalidad política a un modelo que no tiene nada de poético. Para algunos el autor cubano, quien fuera presidente de la Casa de las Américas (la institución cultural oficial de Cuba), y además miembro del Consejo de Estado, máximo organismo ejecutivo del país, que encabezaba Fidel Castro, es una suerte de perseguidor intelectual, fervoroso defensor de esa versión del quehacer cultural que solo admite la que cultiva el Estado. De allí que su obra ocupa un lugar menos destacado que su gestión oficial al servicio de un proceso político, es, en dos platos, un poeta de la Revolución, y con ese cristal se lee su obra, por lo demás, él mismo pareciera sentirse cómodo con esa apreciación cuando refiere en una entrevista en la Revista Trilce lo siguiente:

 

“Debo decir que tengo una desconfianza enorme sobre lo que un autor pueda decir de sí. Trabado entre modestias y vanidades (que pueden ser lo mismo), y sobre todo impedido insalvablemente de mirarse con los ojos con que los ven —y sobre todo lo verán— los otros, su testimonio sólo puede tomarse con las mayores cautelas. Desautorizadas así la líneas que siguen, añadiré que quizás en el futuro, si algún ocioso quiere ocuparse de mis versos, descubrirá que, después de ilusionados pastiches, a mis veintitantos años, voluntariamente influido por la poesía inglesa (que en general conocí y sigo conociendo mal, pero así son las cosas), y especialmente por Eliot (que acaso conocía un poco menos mal), y queriendo salir de un ambiente poético enrarecido, di en buscar una poesía que se acercara a la conversación en su idioma, a los inmediato en sus asuntos (…) pero no fue sino hasta la Revolución Cubana, en 1959, que empecé a trabajar con ese idioma que había intuido, necesitado.”

Revista Trilce. Chile.  1968

 

El poemario Circunstancias de poesía fue editado en 1977, en La Habana. Es una compilación de poemas con un acento intimista en su mayoría, ausentes de la torcedura proselitista aspirando devotos para una causa, ese hecho convierte su trabajo en una obra de calidad excepcional. Pero, ese, en definitiva, es otro Retamar, incluso no de su agrado enteramente, por lo que él mismo expresa en su entrevista.

En los sistemas totalitarios el predominio que el sesgo ideológico impone sobre la creación artística es la peor de las invenciones humanas, algunos lo hacen convencidos de su labor, otros para sobrevivir, y otros más por escasez de talento. Para el lector despreocupado de ambiciones proselitistas a través de unos versos, de seguro advertirá en este Retamar a un escritor menos confesional, quién sabe si más auténtico, y con una perspectiva de entrañable sensibilidad. Al admirado Pepe Mujica en cierta ocasión le escuché decir “Todo hombre tiene un lado heroico y otro miserable”.

 

Los amantes tienen un poco de presente,

Hecho de encuentros furtivos, de llamadas

azarosas;

Y hasta pueden tener una especie de pasado,

Intercambiándose a retazos nostalgias del uno

o del otro,

Ráfagas de la infancia, un sitio roto, una ruina

que fue una casa.

Lo que apenas tienen los amantes es porvenir,

Y por eso la dama del perrito se irrita o solloza

silenciosamente junto a la lámpara,

Porque sabe que no pueden alimentarse de esa

sustancia impalpable

Sin la cual la vida es como una danza grotesca,

Aunque la iluminen los relámpagos de los besos

y la sacudan tempestades reales.

Tiempo de los amantes.

Circunstancias de poesía. 1977

 

De Roberto y Marina nunca más supe, nos despedimos intercambiando promesas que jamás cumplimos, tampoco de la pareja con ambos hijos en Angola, abrigo la esperanza de que hayan vuelto vivos para recibir al menos sus respectivas medallas. A ellos dedico esta mirada al pasado.

Pasaron los años y cuando parecía que soplaban vientos de cambios, después del desplome de la Unión Soviética, y de una probable apertura económica durante la presidencia de Raúl Castro, hace unos días las noticas sobre la isla destacan un nuevo plan de ajustes que no presagia sino más penurias.

La creación literaria ayuda a las personas a elevarse sobre sí mismas, influye en quien escribe y al propio tiempo en quien las lee. Porque cada texto al mostrar una realidad, sensibiliza doblemente, así sea una mera ficción, pues concita una reflexión y un ejercicio de la intelectualidad; el atributo más extraordinario de los seres humanos, el único que posibilita la permanencia de la civilización.

Por eso, María Elena Lavaud, en un fragmento del epílogo de La Habana sin tacones, entre la conmoción y el espanto, se despide aún con optimismo.

 

“He escrito estas crónicas desde el corazón, en una suerte de tributo a cada uno de esos seres especiales que me mostraron su realidad con tanta franqueza. Desde aquí los admiro, y lo haré siempre, guardando la secreta esperanza de poderlos tener más cerca en futuro no muy lejano.”

*Edinson Martínez. Escritor, economista, editor y radiodifusor.  Miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela. Es autor de la novela Vidas paralelas (2014) y es articulista de conocidos diarios.

PRÓXIMAS ACTIVIDADES EN LA POETECA. FEBRERO 2024

Estas son las próximas actividades en la Fundación La Poeteca, de la reconocida poeta, crítica, investigadora y profesora Gina Saraceni.

El martes 20 de febrero a las 4:30 p.m., con entrada libre, sostendrá una conversación con el profesor Jorge Romero, titulada «Mar y migración en Adriático», a propósito de su más reciente poemario, publicado en Bogotá por Editorial Pontificia Universidad Javeriana.
Por otra parte, el lunes 26 y martes 27 de febrero, de 3:00 a 6:00 p.m., Gina Saraceni dictará el seminario «La voz de la poesía: escucha y sonoridad en la poesía venezolana y latinoamericana», articulado alrededor de la pregunta por la voz y el oído de la poesía: ¿cómo habla la voz de la poesía?, ¿qué escucha su oído? A partir de algunas perspectivas de la teoría crítica y cultural sobre la sonoridad como materia que registra tanto sonidos «comprensibles», como sonidos «sensibles». El seminario, que con una inversión de $40 podrá tomarse de manera presencial o virtualmente, y se propone «escuchar» la voz de la poesía en una selección de textos poéticos venezolanos y latinoamericanos que muestran cómo las tramas acústicas humanas y no humanas, traducibles y disonantes, dan cuenta de otras lógicas y formas de la significación que abren camino a otra experiencia del conocimiento.

Las inscripciones para el seminario deben hacerse a través del correo cursoslapoeteca@gmail.com
Gracias a la poeta Jacqueline Goldberg por esta valiosa información.
#jacquelinegoldberg
@lapoeteca en Instagram

Heberto Gamero: Wolfgang Amadeus Mozart

Wolfgang Amadeus Mozart

Heberto Gamero

—Por favor, Anna, dile al niño que no moleste —le dijo Leopold a su mujer cuando le daba clases a María Anna, hermana mayor de Wolfgang Amadeus. El niño aún no había cumplido los cuatro años y ya parecía interesarse en la música: mientras su hermana se sometía a interminables sesiones de clases impartidas por su estricto padre, el pequeño de ojos vivaces escuchaba atento y movía su cabecita con gracia, como si dentro de ella se formaran carruseles de colores y los caballitos de madera no fueran tales sino notas musicales que subían y bajaban formando una alegre melodía que le hacía respirar profundo y sonreír con los ojos cerrados. A veces, cuando su hermana se iba a descansar y Leopold a su trabajo, él se subía en el pequeño cajón de los muñecos para alcanzar el banco frente al piano y poder sentarse a tocar algunas teclas con sus manitas estiradas, tan altas frente a él que tenía que estirar también su cuello para ver dónde las ponía. María Anna lo escuchaba desde su habitación y con incrédula sorpresa notaba que aquello tenía sentido, que había armonía en aquellas notas con las que el niño inocentemente jugaba. Después de una hora el pequeño Wolfelr se ponía a llorar cuando su hermana, cuatro años mayor que él, lo bajaba del banco y tenía que conformarse con escucharla sentado en el cajón de muñecos cuyos muñecos poco le interesaban. La madre, a pesar de estas primeras muestras de talento que daba su único varón, tenía poca fe en que sobreviviera. El hecho de haber perdido a cinco hijos y de no haber podido amamantar a este, a lo que atribuía su escasa estatura y su preocupante delgadez, le hacía pensar que como los demás la abandonaría pronto y no valía la pena entonces crearse nuevas esperanzas si una vez más el sufrimiento de otro hijo muerto desgarraría su corazón. Sin embargo ahí estaban. Las esperanzas. Muy dentro de ella, rogando que estos dos, todo lo que tenía en el mundo, sobrevivieran. No deseaba otra cosa, solo que sobrevivieran.

—El niño no molesta, solo presta atención —le respondió su mujer con la labor en las piernas mientras una vez más admiraba la dedicación con la que María Anna, o Nannerl, como la llamaban en casa, con los dedos rápidos sobre las teclas seguía las instrucciones de su padre, y la forma en la que el pequeño Wolferl parecía esperar que las notas cayeran del piano para recibirlas con sus manos hechas una copa y hacerlas suyas—. Deberías escucharlo.

—Qué dices, mujer, si apenas camina.

 

—Sí, padre, debería escucharlo —adelantó la hija—. Cuando usted sale al trabajo y yo me voy a descansar de las lecciones, él se sube al banco del piano y…

—Es cierto —interrumpió la madre—, yo lo he escuchado y lo he visto. Pensaba que era Nannerl, pero un día, cuando no lo encontré en su cuna, buscándolo por todas partes me asomé al salón y lo vi allí, sentado frente al piano, las piernitas al aire y las manitas en el teclado, tocando algo que nunca he escuchado pero que se oía bien.

—Es cierto, papá —insistió la hija.

El diminuto Wolferl sabía que estaban hablando de él. Se reía y hacía muecas con la cara. Luego ponía los dedos en el cajón de los muñecos y los movía de un lado a otro como si en verdad estuviese recorriendo la extensión de un piano e interpretando una partitura que de vez en cuando levantaba la cabeza para leer, igual como lo hacía su hermana o su padre al sentarse frente al piano. Luego reía a carcajadas y aplaudía sus propias ocurrencias. A veces, en medio de la risa de los parientes, quienes no podían ignorar las graciosas salidas del benjamín de la familia, se levantaba e imitaba al padre cuando, no hacía mucho, agradecía al público por el aplauso que daban a una de sus obras hechas para la corte de Salzburgo, donde trabajaba como violinista y compositor. Se subía sobre el cajón de los muñecos, hacía como si se secara el sudor y con una sonrisa claramente fingida abría los brazos en medio de una aparatosa reverencia, que una vez le hizo perder el equilibrio y caer cuan largo era frente a su madre, hermana y Leopold. En esa oportunidad hizo unos pucheros que terminaron también en carcajadas cuando Anna, apuradita, lo recogió del suelo y se dio cuenta de que todos, al ver que nada le había pasado, se desternillaban de la risa.

—No —le dijo Leopold a Anna y a su hija— es solo un bebé. Tan solo nos imita. Claro, no tiene otra cosa que hacer. No tiene hermanos varones con los que jugar. Más adelante, cuando estemos seguros de que entenderá las notas musicales, comenzaremos con las clases.

De pronto el estruendoso chillido de un cerdo se escuchó muy cerca de la casa. Varias veces, como si lo estuvieran jalando por las orejas para que entrara a la porqueriza.

—¡Sol sostenido! —gritó el niño con todas sus fuerzas.

Nannerl y su madre se miraron las caras con asombro y complicidad. Leopold enrojeció tanto como cuando escuchaba los aplausos en la corte de Salzburgo. No podía ser cierto. Miró a su hija, luego a su mujer. Incrédulo se acercó al piano y lentamente, aún a sabiendas de lo que se iba a encontrar, tocó la tecla de Sol sostenido. Y sí, no había dudas, era la misma nota que había dado el cerdo orejón.

 

Del libro Músicos inmortales

*Heberto Gamero Contín. Empresario y escritor venezolano residente en España. Es presidente de la FAEC, institución que dicta talleres de cuentos. Algunos de sus libros publicados: Escritores inmortales, Pintores del Siglo , Ushuala, un viaje en 4 ruedas, Los zapatos de mi hermano, Cuentos de pareja y otros relatos y otros.

 

Editora: Carmen Cristina Wolf. @carmencristinawolf Instagram

#HebertoGamero

 

Fracaso, poema de Rafael Cadenas traducido al francés

Rafael Cadenas

Fracaso

Rafael Cadenas

Traducción al francés, por Carlos Armando Figueredo Planchart

Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.

Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entreleer es tu letra.

Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje
que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para
salvarme.
Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles
éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches
me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer
prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas.

Tú siempre has venido al quite.

Sí, tu cuerpo llagado, escupido, odioso, me ha recibido en mi más
pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.

Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja
áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla,
cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel,
mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios,
reñir las jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado
ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.

Me has brindado sólo desnudez.

Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú misma traías el cauterio!,
pero también me diste la alegría de no temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti, que me has privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has obligado.
Gracias por construir con barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.

(De Falsas maniobras, 1966)

 

Défaite

Bien que je n’aie jamais eu un boulot

Qu’affaiblit devant tout adversaire

Qu’ayant perdu les meilleurs titres pour la vie

Qu’en arrivant à un lieu je m’en vais (comme si le déménage servirait)

Que les plus aptes m’ont nié et bafoué’

Que je m’appuie sur les murs pour ne pas tomber

Que je suis sujet de mon propre rire

Que je crus l’éternel de mon père

Que fus humilié par les profs littéraires

Qu’un jour j’offris mon aide et grand rire fut réponse

Que jamais pourrai-je bâtir un foyer, ni être brillant, ni triompher dans la vie

Que ce sont beaucoup ceux m’ayant abandonné, du fait que je ne parle guère

Que j’ai honte des actes jamais commis

Que peu m’à manqué pour courir sur la rue

Qu’ai perdu un centre que jamais ait heu

Que fus pour beaucoup le clown du fait de vivre aux nuages

Que jamais trouverai-je qui m’appuie

Que fus laissé de coté pour plaire ceux plus misérables que moi

Que c’est ainsi que je passerais toute la vie et que l’année prochaine serai-je moqué bien des fois pour ma ridicule ambition

Que souffre fatigue due aux conseils d’autres plus engourdis que moi (« Vous êtes très arriéré, fouettés vous, réveillez -vous»)

Que jamais pourrai-je visiter L’Inde

Que des faveurs j’ai reçu sans les rendre

Qu’à la ville je me mène d’un coté à l’autre tel une plume

Que je laisse que d’autres m’entrainent

Que je manque de personnalité et n’en veut pas

Que tout le jour ma rébellion je la cache

Que n’ais pas cherché les bandes

Que n’ais rien fait pour mon peuple

Que n’ais rien à voir avec le FALN et me désespère devant toutes ces choses et     d’autres dont leur numération serait interminable

Que ne peux sortir de ma prison

Qu’étant inutile j’ai été radié partout

Qu’en réalité n’ais pas pu me marrier, ni aller à Paris ni avoir un jour de sérénité

que refuse connaitre les faits

Que bave toujours sur mon histoire

Que suis imbécile et plus qu’imbécile de naissance

Que perdis le fil du discours qu’avais dans ma tête et n’ait pu le trouver

Que souffre et pleure quand je le désire

Que partout suis en retard

Que tant de marches et contremarches m’ont ruiné

Que souhaite parfaite immobilité et brise impeccable

Que ne suis pas ce que suis et que ne suis pas

Que malgré tout j’ai un orgueil satanique même qu’à certaines heures j’étais humble jusqu’à joindre les pierres

Qu’ai vécu quinze ans au même cercle

Que m’ai cru prédestiné pour ce qu’est hors du commun et rien ai achevé

N’aurais jamais de cravate à mon cou

Que ne trouve pas mon corps

Que par éclaires j’ai perçu ma fausseté et n’ais pu m’abattre, tout balayer et créer mon indolence, ma flottation, une nouvelle fraicheur m’à égaré, et obstiné me suicide à portée de ma main

Me lèverai du sol encore plus ridicule continuant à me moquer des autres et de moi jusqu’au jour de jugement final.

  • Traducción de Carlos Armando Figueredo Planchart. Poeta, Traductor público en inglés y francés. Traductor en alemán, italiano y portugués. Abogado y profesor en Derecho Penal.

JOINER BERNAVIL: ACERCAMIENTO A SU POESÍA

Un acercamiento a la poesía de Joiner Bernavil, poeta venezolano

Joiner Bernavil, poeta venezolano, discreto y sensitivo, joven pero protagonista de una poesía que nos demuestra que no hay edad para valorar el ingenio de un creador. Con su definida y clara voz poética emprende su trayectoria a través de variadas actividades culturales como periodista y como editor, destacando como un exponente relevante de la poesía joven venezolana desde el corazón de una región cuna de poetas y músicos por excelencia, el Zulia.

Bernavil nació en San Francisco, Zulia, Venezuela y creció entre esta ciudad y la ciudad de Maracaibo. Cursó estudios de comunicación social mención Desarrollo Social en la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo y fundó la Organización Literaria J. Bernavil para los Pueblos del Mundo, Grupo Bernavil Internacional junto a su familia y profesionales del diseño, las letras y la comunicación. De este modo enmarca su trabajo en el desarrollo sociocultural y en utilizar la poesía como una herramienta que combata la pobreza y fomente la libertad de pensamientos en el mundo.

Su poesía es una de las más sensibles y minimalistas entre los escritores de la actualidad literaria, esto haciendo referencia a los poetas emergentes de la poesía venezolana. Su estilo  extiende la intimidad y la comunicación interior sobre los aspectos de la vida que le afectaron estando en Venezuela. Tal es el caso de su primera obra titulada “Poemas que nunca vivieron” publicada en 2021, aquí relata su estrecha influencia sobre lo que acontecía en su vida tras la muerte de su abuela y cómo veía que su país se consumía en el éxodo y en la crisis.

Para él fue una oportunidad, más que dificultades, escribiendo así su segunda obra poética titulada “Un ángel me dice que le escriba” en 2022, dedicada a su abuela, encontrando la aceptación para recordarla desde lo bueno y no desde la tristeza. Pero este sentimiento impregna su poesía de principio a fin. El papel le sirvió de desembocadura para no inundarse de oscuridad.

En 2023 publica su tercer poemario titulado “Serenidad”, aquí logra transitar en la poética del adiós, exaltando su cercanía con el amor a su tierra pero despidiéndose de personas y lugares que le abrieron el alma; sin embargo, está agradecido, sin su país y sin sus fracasos personales tal vez no hubiese podido escribir tantos entramados. Son las experiencias que dejan las vivencias las que permiten que los poetas narren, describan y canten con fulgor la belleza de sus representaciones artísticas a través de las imágenes y del uso correcto del lenguaje.

El poeta venezolano Joiner Bernavil se encuentra residenciado actualmente en Portugal, esperamos que su poesía siga extendiendo sus raíces a través de los años como nos tiene acostumbrados y en esta ocasión el Círculo de Escritores de Venezuela presenta diez poemas de su más reciente libro titulado “Serenidad”

***

Rayos de recuerdos se agigantan en mi mente

y en el frío de la noche

camino hacia el destino que me espera

más allá de la última vez que te vi.

Convoco la tormenta que trae gotas de miedo.

En la casa de mi madre se observan las auroras.

 

Las rosas blancas en la noche

convertidas en fantasmas por la paz del lugar.

Saben que se ha ido.

***

Desde la ventana miro la lluvia,

avanzando está hacia la casa.

Respiro el aroma, contemplo las nubes ´

para que pertenezcan a la memoria

y existan para siempre.

***

Seré el indicado

en la tarde de matices amarillos

para sentirme pequeño,

contemplando tu ausencia.

***

Hacia el olvido de siempre

van las palomas mensajeras.

 

Aunque mueran en el camino

hacia el centro de la memoria,

algunas apresuran el agitar de las alas

porque llevan tus cosas.

 

Se van perdiendo en la niebla.

***

He venido con la luz que viene de la calma,

también he venido a seguir

un peregrinar a la tiniebla azul.

El miedo es mi barquero…
***

Es un día de calma y tranquilidad.
Es un sendero con ventisca

por donde solo pasa una persona

que tiene mi nombre.

***

Cada vez que voy a tu casa

hay una mariposa.

Abuela ¿eres tú en otra vida?

***

Mi espíritu surca la lejanía,
no encuentra su cuerpo,
a veces sueña

y se deja mover por el tiempo.

Existe un silencio tan profundo.
Tiene ramas en su interior

y algunos recuerdos con forma de pájaros

que vagan en la eternidad.

***

En el silencio, el corazón

se vuelve una llama…

#poetasvenezolanos

#literaturavenezolana

 

CARLOS ARMANDO FIGUEREDO: LA ÚNICA SALIDA

LA ÚNICA SALIDA

Carlos Armando Figueredo

 

En estos tiempos de crisis, angustia, temor, desesperanza que afectan el mundo entero, uno se pregunta si hay una salida para librarse de tantos males. Me dediqué a investigar y hallé que el célebre poeta norteamericano, Robert Frost, ha analizado el problema y se ha referido a lo que él llama The Only Way Out”, (La Única Manera de Salirse). Uno de sus poemas más famosos, en el que aborda el problema.

La vida está llena de alzas y bajas, alegrías y tristezas. Con cada experiencia aprendemos y crecemos; en la medida en que progresamos, hay una verdad que se hace clara –el sufrimiento es inevitable.

El sufrimiento humano es una experiencia universal que ha estado presente a lo largo de la historia humana, Hay muchos que han tratado de entenderlo, desde los antiguos griegos hasta los investigadores de nuestros días.

El sufrimiento es un fenómeno único, caracterizado por sentimientos de indefensión, desespero y temor, así como de valentía y esperanza. En la medida en que lidiamos con las complejidades de la vida, puede que se estime que no hay forma de salir de la desesperanza, de la aflicción y del dolor.

Robert Frost, uno de los poetas más admirados del siglo veinte, tiene un enfoque único sobre el sufrimiento humano. A través de sus obras, Frost sugiere que el sufrimiento es una parte inevitable de la vida y que la única de sobrellevarlo, es la de enfrentarlo y sobrepasarlo.

Se piensa con frecuencia que la poesía de Frost provoca el pensamiento y es inspiradora, que nos recuerda que incluso en nuestros momentos más tenebrosos, podemos hallar esperanza y fortaleza para seguir adelante. Su famoso poema, The Road not Taken nos recuerda que la vida está llena de difíciles elecciones y que debemos estar dispuestos a asumir riesgos y soportar el dolor para hallar nuestros propios senderos.

Las palabras de Frost ofrecen un mensaje que prescinde del  tiempo: el único modo de acabar con el sufrimiento es superarlo. “En tres palabras puedo resumir todo lo que he aprendido acerca de la vida: que ella pasa,” dijo una vez. Su famosa cita. “La mejor manera de salir es siempre a través de ella,” habla de la importancia que es sacar provecho de los obstáculos. Esta sencilla pero poderosa declaración ha sido adoptada por muchos como mantra para sobrellevar los más duros retos de la vida.

Su famosa cita. “La mejor manera de salir es siempre a través de ella”, concentrándose en hallar luz en la oscuridad, Frost fomenta que los lectores se enfrenten a su sufrimiento, y se hagan resilientes frente a la adversidad. Uno puede sobrepasar cualquier cosa que la vida le dirija si adopta esa mentalidad.

Si bien no es fácil soportar el sufrimiento, el mismo puede ser una experiencia transformadora que nos permita crecer y desarrollar nuestra resiliencia. Cuando uno se enfrenta a sus retos directamente y trabaja para sobrepasarlos, demuestra la habilidad de rebotar y de adaptarse.

Es indudable que, en los tiempos actuales, los seres humanos a lo largo del mundo, están sufriendo por múltiples razones tales como el hambre, la falta de atención a las enfermedades que padecen, el cotidiano peligro de perder la vida en forma violenta, ya sea por la violencia criminal, por las guerras, la falta de protección contra las calamidades, tragedias causadas por la naturaleza o por otros seres humanos, ya sea con dolo, culposamente, por descuido, ignorancia o despreocupación.

En países que llevan años (algunos más de veinte) sometidos al yugo de una dictadura que cercena la libertad, que comete crímenes tan graves como los que contempla el derecho penal internacional, la salida es resistir y buscar la luz en la oscuridad, hasta ver que haya una pequeña luz al final del túnel, que en el esfuerzo creciente de un pueblo unido, crecerá hasta convertirse en un sol que anuncia la pronta llegada de la libertad, y el final del sufrimiento.

Carlos Armando Figueredo. Abogado, doctor en ciencias políticas por la UCV. Profesor universitario. Poeta, traductor público en inglés y francés. Traductor del alemán, italiano y portugués.  

Editora de la revista: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf #carmencristinawolf

Asesor editorial: Jorge Gómez Jiménez @revistaletralia

HORACIO BIORD CASTILLO: RUIDO DE CULEBRA

 

Ruido de culebra

Horacio Biord Castillo

A Xavier, que la enfrentó de principio a fin

Las montañas estaban verdes, inusitadamente verdes para esa época del año, cuando, empezando apenas la sequía, sus laderas suelen vestirse de tonalidades más ocres y amarillas. El calor y la humedad, como siempre, reverberaban en los alrededores del poblado. La iglesia parroquial, pintada de un cálido amarillo oscuro para destacar su antigüedad, presidía el casco central y el trazado de las calles. Días atrás había sentido un ruido extraño al encender el motor de su auto, un vehículo todoterreno que a veces mostraba signos de cansancio y envejecimiento. Sin embargo, con él había recorrido grandes distancias acompañado de amigos y parientes hacia las playas y los llanos, así como por los pueblos circunvecinos.

Aquel ruido no dejaba de preocuparle. En realidad, no resultaba del todo ensordecedor, pero sí preocupante para un conductor acostumbrado a los sonidos habituales de su propio vehículo y a detectar fallas o anomalías que requieren pronto arreglo. No le sonaba a rumor mecánico precisamente y esa impresión estaba lejos de constituir solo un detalle. Tenía un excelente oído musical y para complacerlo, pero sobre todo a su espíritu, trataba siempre de precisar melodías y ritmos. Ese sonido le parecía, en definitiva, casi sobrenatural.

Aquel mediodía regresó de la capital en el ferrocarril, atestado de pasajeros y retrasos en las horas picos aunque más libre a mitad del día. Necesitaba salir al centro a hacer unas diligencias, pero sintió que había llegado el momento de revisar el auto con minuciosidad para dar con la causa del ruido. Encendió el carro animado por la esperanza de que el chirrido hubiera desaparecido por sí solo; sin embargo, se seguía escuchando con gran intensidad. Con determinación, se bajó del carro, levantó el capó que estaba muy caliente y empezó a escudriñar por todos los ángulos y rincones. Revisó las poleas de los correajes y otras piezas, pero no advertía nada significativo.

De pronto, casi por casualidad, a un lado del motor, sobre la varilla para medir el aceite, observó con gran susto que estaba enrollada, replegada y como soñadora, pensó después, una enorme tragavenado, especie de boa cazadora muy común en aquellos lugares. Cerró el capó sin pensarlo dos veces y esperó un rato. Aunque los reptiles le producen grima y miedo, no descartó emplear una rama o un tubo de metal para ahuyentar al bicho. Se dirigió a unos árboles que estaban cerca y encontró algunos palos pequeños que le permitieron tocarlo, oprimirlo y presionarle la cabeza y distintos puntos del cuerpo. El reptil no se movía y permanecía indiferente donde lo había hallado el joven. El sol se tornaba inclemente a aquella hora del día. Pensó que debía empujar el vehículo hacia la orilla de la vía que daba acceso a la urbanización donde vivía. Quizá con el simple movimiento del carro, el animal se moviera.

Unos vecinos lo ayudaron a empujar el vehículo hacia los árboles. Con el capó abierto trató infructuosamente de que la culebra se moviera y saliera de su escondite. Alguien sugirió que se le rociara la cabeza con agua y vinagre a ver si el olor la incomodaba y se iba por su propia cuenta. Una vecina trajo de su casa los líquidos ya mezclados, pero el rociado no surtió el efecto que se esperaba. Otra persona recordó que quizá el humo ayudaría a que el animal se incomodara para respirar y se huyera. Sin embargo, la ubicación de la culebra en el motor del vehículo demandaba mucho cuidado en los métodos que se emplearan para sacarla. Cualquier error podía generar un accidente por la presencia de materias inflamables. Se probaron varias maneras, pero la culebra se quedaba impertérrita, enrollada en los tubos del motor.

La gente se fue dispersando a media tarde, a la espera quizá de que llegara una ayuda especializada. Se había llamado a los bomberos más temprano, pero en ese momento atendían una emergencia en un caserío cercano. La culebra permanecía inmutable en su lecho mecánico, tal vez soñando viajes por muchos caminos y parajes, algunos rocosos como lechos secos de ríos, otros sombreados como los cafetales lejanos, o por la orilla de lagunas artificiales y acequias que ayudan a los agricultores a regar sus sembradíos.

De pronto, como salido de los rincones umbrosos de la arboleda, llegó un hombre con facha de viajero impenitente que parecía venir de los parajes del este, de esos rumbos al menos, de más allá de las otras ciudades de aquel valle que atravesaba un río, otrora más caudaloso, por donde bajaban hacia los pueblos ribereños bongos cargados de productos agrícolas y mercadurías de todo tipo. De esos caminos indescifrables y remotos seguramente venía aquel hombre. Cuando vio el todoterreno estacionado debajo de los árboles, con el capó abierto, se asomó sin mediar palabras con el joven, que era el único que a esa hora estaba aún allí, al lado de su vehículo. «Muchos pueblos a lo largo de la historia han venerado a las culebras como grandes deidades. Algunos las ven como dueñas y señoras de las aguas, otros como representaciones terrestres del Mal. Incluso se comenta que en el Gran Jardín las serpientes recibieron una maldición eterna que las ha confinado a arrastrarse por doquier, sin importar la calidad de los suelos y sus irregularidades”, dijo.

«En las representaciones artísticas y sagradas, algunas culebras aparecen aladas o junto a otros animales, cuyas formas también pueden compartir, para enfatizar de esa manera su carácter sobrenatural, la posibilidad de recorrer tierras innúmeras, cielos y todas las superficies cubiertas de agua». Sus palabras sonaban graves y seguras aquella tarde. «Muchas personas creen que los arcoíris son también culebras, capaces de producir daños y maleficios, o de ofrecer recompensas secretas. En la selva, cruzada por las aguas terrosas del Orinoco, y en las extensas florestas amazónicas se cree que grandes culebras habitan los ríos y remansos y que algunas de ellas tuvieron una actuación fundamental en los días iniciales del mundo, cuando los héroes primigenios de los pueblos originarios boceteaban lo que iban a hacer los mundos, costumbres y palabras de aquellos remotos parajes», precisó.

Una brisa con aroma de samanes y algarrobos refrescaba la conversación. El joven sentía un gran interés por los relatos y dichos del anciano y, a la vez, notaba que lo invadía cada vez con mayor fuerza un vapor somnífero. «Las culebras son seres extraños y poderosos. He escuchado en mis viajes que pudieran ser incluso ángeles caídos tras el triste engaño del Edén. ¡Quién sabe! Siempre habrá un misterio, algo ignoto como los arcanos y la estrella que me convocan. Por eso también se dice que hay culebras buenas y culebras malas, unas sin ponzoña y otras con saliva mil veces venenosa. Hay que respetarlas como a todo ser viviente y tener cuidado, como con todo en la vida». Estas últimas declaraciones llamaron la atención del joven, lo apelaron. Sin haberse desvanecido o llegado a dormir, al escuchar aquello sentía despertarse y como si volviera en sí. «A las culebras no se les debe hacer daño para evitar su furia y las del inframundo», palabras estas que el anciano dijo en un tono apenas audible. Sacándola de un pequeño envoltorio de tela que extrajo de sus bolsillos, comentó que no vendría mal encender una varilla de incienso y la colocó sobre una rama seca junto al auto. «Siempre cargo. Debo llevarlo como ofrenda eterna a la Dulzura». Sus expresiones impresionaron al joven y, sin haberse percatado de cómo se había ido, el anciano ya no estaba junto a él, a pesar de que pocos segundos atrás aún conversaban.

 

A juzgar por el movimiento de las hierbas, parecía que el anciano caminaba por la confusa vereda de un terreno contiguo, rumbo a las calles que morían en sus lindes y que comunicaban con la carretera principal. Un tanto desconcertado por todo aquello, el joven se asomó al motor del vehículo y se percató de que la culebra ya no estaba allí. Sin contratiempos encendió el motor y con sorpresa se dio cuenta de que nada extraño sonaba en el vehículo. Dos o tres veces más apagó y volvió a encender el auto. Ya no se oía aquel ruido. La culebra, definitivamente, debía haberse ido por sus propios medios. No hubo necesidad de espantarla o presionarla con objeto alguno ni con líquidos pestilentes. Tal vez, se dijo, la culebra hubiera entendido a cabalidad, como si fuera persona, las palabras del anciano, una a una, sin perderse ni la más mínima. Todo aquello resultaba poco verosímil, pero sin duda parecía como que si el discurso del vetusto viajero, el aroma del incienso o ambas cosas la hubieran conminado a salir de aquella máquina y a buscar por nuevos derroteros el sitial que le correspondía. Ya no había ruido de culebra, pero sí un misterio por resolver.

                                                         Foto: Horacio Biord Castillo

San Antonio de Los Altos, Gulima, a 6 de enero de 2024, festividad de la Epifanía

(Dibujos originales de Mariángel Villanueva, Ariadna Guarata, Angelina García, Ángel Guarata y Xavier Villegas. Fotografías de Xavier Villegas)

Publicado originalmente en Reporte Católico Laico (Caracas, enero 06, 2024)

URL: https://reportecatolicolaico.com/2024/01/06/ruido-de-culebra/

 

 

JORGE GÓMEZ JIMÉNEZ: SELECCIÓN DE POEMAS

Jorge Gómez Jiménez
Jorge Gómez Jiménez (Cagua, Aragua, 1971)

He decidido esta mañana

hacer mi libro de poemas.

Me di un largo baño

y salí a la calle.

En un comercio

no muy antiguo

me hice de una cuerda,

treinta papeles azules,

un pedazo de cartón

que habría de cortar en dos partes.

Me devolví al refugio

con mi botín.

El cartón carcelero del papel,

la cuerda carcelera del conjunto,

Qué inconfesablemente sencillo

es hacer un libro de poemas.

Tengo las flores

(tener es un acto sencillo:

arranque de un jardín

lo que precise),

y su aroma vibra

por encima de mis manos,

haciendo franjas violeta

en el camino.

Tengo las flores,

pero el color y el terco pétalo

son soldados

con manifiestos hechos

en minúsculas.

 

No cabe duda de que los años

tienen patas.

De otra manera

no podrían distribuir vejeces

ni emprender olvidos

que ofrecen de casa en casa,

ni cruzar umbrales

en busca de herrumbre,

ni trepar hasta la azotea

que es siempre más enana,

ni subir a los autobuses

para rasgar los asientos,

ni comprar en los comercios

tintura de canas,

ni ofrecer a los insectos

el papel de la prensa

del fin de semana,

ni tomar fotografías

de cuartos de siglo,

ni podar las ramas

de los árboles,

ni ir de bares

escupiendo en las botellas

que han de añejarse,

ni destruir la relevancia

de las alianzas.

No cabe duda de que los años

tienen patas.

De otra manera

no podrían pisotearnos.

 

Ustedes al menos

confían en el invierno

para justificar

el frío que raya

vuestros huesos.

Esta mañana desperté mejor

No me duelen las decisiones

ni se me ha brotado el pasado.

Esta mañana una sombrilla

hizo el papel de celador

bajo la llovizna y la bruma.

El sol es mío

y lo llevo en los bolsillos

y en la sonrisa.

Quema.

Qué bien me siento esta mañana

que ya empieza a ser ayer.

Frío,

blanco, quieto y frío,

indolente y básico

como el frío,

delirante y soso

como el frío,

muerto, quebradizo y frío,

viento, tiempo y alero

como el frío

ritmo de mis días.

Jorge Gómez Jiménez

jgomez@letralia.com

Escritor venezolano (Cagua, Aragua, 1971). Edita desde 1996 la revista literaria Letralia, Tierra de Letras. Ha publicado los libros de cuentos Dios y otros mitos (Venezuela, 1993) y Uno o dos de tus gestos (Venezuela, 2018), las novelas cortas Los títeres (España, 1999) y Juez en el invierno (Venezuela, 2014), la antología Próximos (narrativa venezolana, bilingüe chino-español; China, 2006), la novela El rastro (Argentina, 2009) y el poemario Mar baldío (Caracas, 2013). Textos suyos han sido traducidos al catalán, al chino, al esloveno, al francés, al inglés y al italiano.

A PROPÓSITO DEL LIBRO “LO QUE QUEDA EN EL AIRE”

Jesús Peñalver
Jesús Peñalver.

Por Jesús Peñalver

Rodolfo Izaguirre nació en Caracas el 31 del siglo pasado. Caracas contaba entonces con doscientas mil almas. Se hablaba de almas y no de habitantes. Prefiere decir quien escribe almas porque sugiere algo más leve, espiritual; algo menos banal o cotidiano que habitantes. En la hora actual, Caracas debe andar tal vez cercana a los cuatro o cinco millones de habitantes, pero –al decir de Rodolfo– “muchos hemos perdido el alma”.

No existían clínicas y la Maternidad Concepción Palacios se inauguró en diciembre de 1938 durante la administración de Eleazar López Contreras; de modo que Rodolfo nació en su casa, en la parroquia San Juan, cuando se hicieron presentes el doctor Osío y una comadrona que le servía de ayudante, y hoy sobrevive a sus padres y a sus hermanos. Supo por ellos que la comadrona al no más nacer lo alzó y dijo: “¡Parece un cochino inglés!”.

Era un halago –sostiene Rodolfo–  porque los cochinos ingleses deben ser lindos y rosados, “¡pero me estaba diciendo cochino! “Lo que nunca ha logrado establecer es si su primer llanto fue de rechazo a la exclamación de la comadrona o si, por el contrario, fue de saludo al mundo que lo veía llegar con tan curiosa exclamación.

Después de llamarlo cochino, sostiene él, que lo han insultado millones de veces, pero lo de cochino resultó tan fuerte, tan crispante, que no le molesta para nada cuando lo zarandean diciéndole vulgaridades o zalamerías de toda naturaleza.

De niño yendo rumbo a la escuela y pasar por la plaza donde se erigía la estatua de Andrés Bello, Rodolfo le sacaba la lengua, hasta el momento en que supo cabalmente de quien se trataba. Fue entonces cuando le saludaba con reverencia, y hace apenas unos meses fue él, el mismo Rodolfo, designado orador de orden en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) con motivo de un aniversario más del nacimiento de tan ilustre venezolano, hecho chileno.

Vivió tres dictaduras: La de Gómez cuando niño, la de Pérez Jiménez cuando adolescente-adulto, por lo cual sufrió cárcel, y en los momentos actuales, de lo cual no vale la pena ahora musitar siquiera una palabra. Pero eso sí, Rodolfo sigue deslumbrándonos cada domingo con sus magníficos artículos con su estilo muy particular, revelador, estimulante y pleno de esperanzas.

Me agrada contar la historia que sigue porque vive en ella la luz de la imaginación y los resplandores de la libertad que viven en Rodolfo Izaguirre.

Guillermo Sucre –preso con él en la Seguridad Nacional- se le acercaba, lo veía y decía: ¡Vámonos! y caminaban dos o tres pasos en aquel pabellón de tristezas y de pronto estaban en Paris en el boulevard Saint Germain des Prés, viendo a Sartre y a Simone de Beauvoir tomando café en Les Deux Magots; bebían una cerveza en La Coupole, en Montparnasse o caminaban por el Boul´Mitch y cuando se sentían cansados regresaban a la prisión. “Nunca –ha dicho Rodolfo “me he escapado tantas veces de una cárcel como entonces. Pero era mucha la tristeza y la nostalgia”.

Dice Claudio Nazoa: “Rodolfo Izaguirre es el hermano perdido de Augusto y Louis Lumiére. En realidad, la idea fue de él”.

Conversar con Rodolfo Izaguirre siempre ha sido y será interesante, enriquecedor, sublime y, desde luego, placentero al oído y a la imaginación. Porque bien lo dice: “Soy un hombre de imágenes, así me expreso, con imágenes”. Y agrega “Con el cine me convertí en escritor”.

Para beneplácito de los lectores, y los que aquí lo acompañamos, esta novela, o poema largo y hermoso, mejor dicho, dedicado a su mujer y madre de sus hijos, Belén Lobo, servirá seguramente para la esperanza del país que queremos andar junto a él, como queriendo alcanzar el sol. Porque eso logra Rodolfo, quien ha acumulado tanta juventud, tanta brillantez… esa lucidez que nos arropa, enternece y también nos tambalea la conciencia de país.

De él afirma Elías Pino Iturrieta: «A Rodolfo Izaguirre nos lo dejaron Adriano González León y Manuel Caballero, como recuerdo de un tiempo acogedor en el que se construyeron muchas cosas positivas y hermosas que nos mantienen pendientes del futuro”.

Alguna vez, hace quizá setenta años, Rodolfo propinó una bofetada a un compañero de liceo y todavía hoy se arrepiente. Entendió que, en lugar de la violencia, por sus venas navega una sorprendente sensibilidad que acaricia las artes.

Desde entonces vive sumergido en la poesía, es decir, en la música, el cine, las artes plásticas, la literatura. Al hacerlo, ha ido acumulando conciencia del país que lo vio nacer en 1931 y a la muerte de Juan Vicente Gómez pocos años después, y de crecer noventa años a la sombra de dos tiranías militares: la de Marcos Pérez Jiménez y la de la actual pandilla, y entre ambas, cuarenta años de vacilante alternabilidad democrática.

Dice Rodolfo haber sido una flor de loto porque al igual que ella nació en el pantano de un país esencialmente violento. No solamente él. ¡Todos nosotros! Y si hay un secreto que explique su atolondrada “juventud” es la de no tomarse nada en serio.

Sostiene Carolina Jaimes-Branger: «Es inspirador ver a mi querido Rodolfo Izaguirre tan brillante, lúcido y activo a sus 92 años. Si no llego como él, prefiero quedarme por el camino. Admiro su talento, su dedicación y su pasión por la escritura. Sus libros y artículos han dejado en mí una huella imborrable, porque cada palabra que escribe tiene su razón de ser y estar. Agradezco haberlo conocido, conocerlo -mejor dicho-  y haber compartido tantos ratos felices. Mi abrazo apurruñado y celebro feliz esta nueva creación que hoy nos presenta”.

Fue en París, cuando estudiaba derecho en La Sorbona, yendo rumbo a la universidad cruzó en una esquina para toparse con la Cinemateca francesa, sin imaginarse nunca que le tocaría dirigir la venezolana por algo más de cuarenta años. Vale decir que, durante su gestión, la que él y muchos conocieron, se iluminaba con las más gloriosas obras del cine mundial, con sus conferencias y las tertulias o cine-foros que allí se realizaban.

Crítico, escritor, gerente, docente, conferencista de cine, entre otros desempeños vinculados al área cinematográfica, y a la cultura en general, merece toda la admiración y el reconocimiento. El Techo de la Ballena y el Grupo Sardio también tienen su impronta.

Con el cine se le ocurrió algo inesperado: ¡Se hizo escritor! Para expresar con palabras a los lectores su júbilo por la gloria visual de las películas de Akira Kurosawa, para poner un ejemplo, se vio obligado a aprender y dominar su idioma, pulirlo, afinarlo, y así fue convirtiéndose en escritor. Supo que finalmente lo era cuando descubrió la misteriosa música que se oculta detrás de las palabras.

Rodolfo nos enseña que no hay oscuridad. Que la sombra es nuestra propia alma, una parte vital de uno mismo, nuestro alter ego. Una extensión de nuestro cuerpo. Allí donde vayamos ella va; y con ella, el país que también somos. Y nosotros, los afligidos, los perseguidos por los desafueros militares y déspotas civiles, somos la luz que ofrece claridad cada vez que el país se hunde en la oscuridad, y es entonces cuando la sombra reina iluminando su espíritu y el de todos nosotros.

Sus artículos son la expresión política de un hombre de la cultura y no necesariamente de un político de profesión y mucho menos de un aprendiz. Al mismo tiempo, se esfuerza por mejorar cada vez más su escritura, su manera de decir con elegante mordacidad cosas que desagradan. Quiere que no sean ellas, sus palabras, las que estremezcan a los lectores dominicales sino la manera de decirlas. Y es cierto, porque la manera más eficaz de opinar políticamente es refiriendo pequeñas historias personales llenas de vida porque en ellas persiste algo del país que somos.

Seguramente un tema recurrente en sus frecuentes y mudas conversaciones con Soledad, es decir, Belén, la amadísima esposa, mujer y compañera de vida, madre de sus tres amados hijos, es el edénico y maravillado estupor del pas de deux. [No olvidemos que Belén Lobo fue bailarina clásica y luego abrazó la Danza Moderna o Contemporánea liberándose del rigor académico del Ballet).

El pas de deux los acerca, enlaza sus cuerpos, susurra palabras de amor. Y la soledad se llena de rumores, cantos y voces que no parecen ser de este mundo. Y Belén vuelve a decirle lo que le dijo dos días antes de morir: “¡No olvides lo que hice de ti! ¡No permitas que estos chavistas acaben con el país!”.

De eso hablan, creo yo, Rodolfo y Belén. De la danza y del país. Y su amada le pregunta por los hijos. Y cuando es él  quien le pregunta, ¿Cómo es el lugar donde ahora vives?,  le contesta diciendo que, justamente, es más bello que el águila y el relámpago que hoy es Rodolfo.

Hoy asistimos al bautizo y presentación del libro que le prometió a Belén. Un libro sobre ella. No sobre el ballet sino sobre Belén. Por dicha, Rodolfo promete escribir uno sobre su propia vida. Noventa años (y algo más) pueden significar todo un siglo en la riesgosa aventura de vivir en un país como el venezolano.

Rodolfo se ha convertido en un termómetro de la opinión pública con sus acertadísimos y muy leídos artículos dominicales. Lo sé porque lo comentan, porque lo leen con asiduidad y en las redes sociales se replican religiosamente.

Rodolfo Izaguirre es venezolano ejemplar y un escritor de acento estremecido y vibrante. Su prosa acierta como la diamantina hebilla de un personaje de novela fantástica en el bosque oscuro de la historia. A Rodolfo lo ilumina la belleza del lenguaje y los caminos de la libertad. Porque, a sus 90 años, es un atleta de la democracia y la pluralidad como en sus años mozos. Al igual que la gente de su generación se viera sorprendida en plena adolescencia por el derrocamiento en la presidencia de don Rómulo Gallegos. Fuera de la escena de la vida los protagonistas del grupo Sardio, queda él como el último adalid. La madera con la que está hecho el lápiz de escritor de Rodolfo tiene virutas del bastoncito risueño de Charles Chaplin, de quien aprendiera tanto en torno a las maravillas del cine. El coraje con que Rodolfo Izaguirre cuida de los helechos de su jardín es la dádiva de un Patricio para la mirada amorosa de un país.

Y aunque no se lo haya imaginado, sus escritos suscitan tanta atención. Aunque dice ser de naturaleza muy humilde y dar de correazos a su ego cuando trata de alzarse o envanecerse, con tan frecuentes elogios que recibe, debe terminar agotado con la correa en la mano.

Ha dicho Laureano Márquez: «Rodolfo Izaguirre es memora de las cosas más hermosas y conmovedoras de nuestra tierra. En Rodolfo prevalece la dignidad venezolana que cada vez más se extraña y se precisa. Rodolfo es amor hecho persona, es florecimiento cultural, es luz orientadora que se proyecta en momentos de oscuridad, es sensatez, es cordura y, como si todo esto fuera poco: ese bastón que lleva le da una elegancia propia de un gentleman inglés».

Concluyo con esta anécdota reciente, que da cuenta de la generosidad y la sensibilidad de Rodolfo que lo enaltecen y exaltan en grado sumo.  Fuimos juntos a las exequias de un prominente líder político. A los pocos meses cerró sus ojos un reconocido cineasta venezolano. Cuando hablamos por teléfono Rodolfo me dijo:

“Si fui al velorio de Carlos Canache Mata, un demócrata decente, cómo no voy a ir a darle el último adiós a mi amigo Román Chalbaud”.

De este modo Rodolfo hizo honor una vez más a una de sus máximas de vida:

“La amistad es deshacerme de mi sombra y regalarla a mi mejor amigo”.

 

Jesús Peñalver es venezolano, abogado graduado en la Universidad Santa María (USM 1988), poeta, destacado articulista y humorista.

 

Carmen Cristina Wolf: Acercamiento a la palabra de Lidia Salas

Acercamiento a la palabra de Lidia Salas

Por Carmen Cristina Wolf

 

Leer las páginas de “La palabra. 7 secretos de su energía creadora” de la escritora Lidia Salas, es toda una aventura espiritual para los lectores, que nos induce a una reflexión profunda por la manera de abordar un tema tan importante como el lenguaje, el mayor de los dones que  ha sido otorgado a la humanidad. Cito lo siguiente: “Es propicio el reconocimiento de los dones que se nos han otorgado. Energías aliadas que se pueden despertar en la palabra (…) Aprendamos a usarlas para que no falten las provisiones del camino (…)

Es importante el recordatorio de Lidia Salas al advertir cuánto valor necesitamos para “derrotar los enemigos”, que se encuentran no solo fuera de nosotros sino en nuestros pensamientos. La existencia nos expone constantemente a nuevos desafíos. Ella pregunta dónde encontrar la verdad que nos sostenga ante “la fuerza arrasadora” de la sociedad, del mundo.

Lidia Salas mediante este libro nos invita a emprender el estudio de las palabras, que van desde lo cotidiano al misterio de lo Divino. Insiste en la energía creadora del lenguaje, que es nuestra visión del mundo. Tengo muy presentes las palabras de Rafael Cadenas:

Un pueblo sin conciencia de la lengua termina repitiendo los slogans de los embaucadores, es decir, muere como pueblo.

Hace algunos años escribí un ensayo sobre el Ser y la Palabra y decía que los seres humanos no tenemos otro apoyo ni otro refugio más que el lenguaje y el amor. Nos vamos haciendo, crecemos y nos construimos a través de lo que pensamos, decimos y creamos. O nos conformarnos con un molde ya hecho, lo que significa repetir patrones, o nos damos a la tarea de construir nuestro propio mundo. Ahondar en el ser del lenguaje permite encontrar caminos y avizorar horizontes para encarar el peor de los males de este mundo: la pérdida de sentido de nuestra propia existencia.

Salas considera de vital importancia que ahondemos en la energía creadora de la palabra. Nuestro universo personal se transforma mediante lo que decimos. No hay palabras inocentes que caigan en saco roto. Toda frase construye un mundo de significados y genera acciones constructivas, respetuosas, amorosas o perversas. El lingüista Mortara Garavelli señala que uno de los secretos del buen empleo de la teoría de la argumentación es saber guardar silencio cuando es menester. Es preferible hablar menos y reflexionar más sobre lo que pensamos y decimos. Este ejercicio puede convertirse en un juego fascinante, en un arte placentero. Ya la vida está muy enredada últimamente para pretender algo que vaya más allá de pensar apasionadamente en las cosas.

La autora escribe: “La energía  creadora que tiene la palabra,  es un conocimiento estudiado por  un grupo reducido de maestros, desde la más remota antigüedad. Con esta energía se puede alcanzar, siempre  que se tenga el  entendimiento para sintonizarse con la vibración de la realidad posible,  el propósito  que se espera al decirla.  De esta manera,  mediante su potencia, la palabra  transmite sabiduría y amor, es el medio   para   compartir experiencias vividas, aumentar  la salud, la abundancia, la justicia, y la paz. Conseguir sueños y proyectos, propiciando el dulce sosiego de la felicidad verdadera.”

No me parece adecuado develar los siete secretos de la energía creadora que propone este libro, solo deseo hacer énfasis en mi recomendación de la lectura de este libro, que he leído varias veces y debo detenerme en algunos párrafos esclarecedores de mi propia realidad. Por fortuna, se encuentra en librerías de Caracas como El Buscón y Kalathos. También en Amazon para los que se encuentren en otros países.

Lo cierto es que las grandes transformaciones de las sociedades se inician con palabras.  El poeta alemán Hölderlin escribió: “Al hombre se le ha dado el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Y yo agregaría: lo que es y también lo que no es, porque el lenguaje está al servicio del albedrío del ser humano, para manifestar lo mejor de nosotros mismos y también para generar confusión y guerras. Agradezco de todo corazón a Lidia Salas por haberme permitido leer este libro que hoy se presenta en Caracas, porque ha sido un instrumento de nuevos aprendizajes y de grandes sorpresas. Su observación sobre la trascendencia del ser humano en su paso por este mundo estoy segura que hará sentir una inmensa emoción al lector.

Deseo concluir esta breve nota, citando un párrafo que esclarece el contenido de este libro:

Todas las personas pueden… “convertir el lenguaje en instrumento de evolución espiritual, y conseguir mediante su adecuado uso, todo lo que se necesita para vivir. Para conectarse con esta  energía creadora, se  debe cambiar la manera de pensar, vigilar para que las imágenes de la mente sean creadas  desde  la parte iluminada del espíritu; sólo así, los pensamientos resuenan en alta vibración, y como las semillas, germinan en tallos de bien, proporcionando amor, salud, sabiduría, abundancia, inspiración y consuelo. Por esta razón se le llama también: palabras vivas. Porque sólo lo que tiene la génesis de la vida, puede engendrar realidades positivas.”

Carmen Cristina Wolf

Caracas, octubre de 2023. Leído en la Sala Cabrujas de la Fundación Chacao,  en la presentación del libro

#carmencristinawolf

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JOSÉ PULIDO: ACEITE DE NARDO

José Pulido (Villa de Cura, Aragua, Venezuela, 1945).

 

ACEITE DE NARDO

José Pulido

El agua crea, el agua canta,

su ausencia mata

la tierra se disuelve con el agua

el agua se disuelve con el fuego

el fuego se disuelve con el aire

el aire se disuelve en la conciencia.

Eso dice el libro de los muertos.

 

No dejes que tus pensamientos

vaguen errantes, escucha lo sabido

habiendo luz puedes concentrarte

en hallar el lugar donde es posible

cultivar cepas de amor y compasión

como una misma casta del sentir

 

El “Nardostachys jatamansi”,

nace en el Himalaya desafiando

el colérico y pacífico y poderoso frío

una pequeña planta tan endeble

en el inmenso cielo congelado

 

desde la más lejana antigüedad

sobrepasa el misterio de las cimas

cuando su olor sagrado se desprende

como el alma del cuerpo agonizante

 

Perfume de nardo puro

vertió sobre Jesús

la agradecida María de Betania

y al perfumar los ampollados pies

ella usó como paño su larga cabellera

y después de aquello, todo el tiempo

los cabellos de María de Betania

olían a Jesucristo

 

José Pulido nació en Villa de Cura, Venezuela. Destacado poeta, narrador,  periodista y editor.  Actualmente reside en Génova, Italia. Es Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela.

 

RAQUEL MARKUS-FINCKLER: LAS HORAS NEGRAS

Palabras de Raquel Markus – Finckler en la presentación del poemario «Las Horas Negras. Poemas que expresan emociones de manera profunda y conmovedora relacionadas con el “Holocausto». El acto tuvo lugar en la Feria del Libro del Oeste de Caracas FLOC UCAB 2023, en los espacios de la Universidad Católica Andrés Bello el pasado lunes 27 de noviembre:

Muchas gracias a quienes me honran con su presencia en la tarde de hoy, gracias por acompañarme en esta presentación.

Gracias a mis editores: los hermanos Rodolgo, Tomas, Miguel Osers por creer en mí y llevar adelante esta publicación con su Editorial Osers & CO. Gracias Judith Osers Muller, quien diseñó y maquetó esta publicación y es la autora de las hermosas ilustraciones que lo acompañan.

Gracias al autor del prólogo más poético, sincero y estremecedor que ha podido tener mi poemario, Jesús Peñalver.

Gracias a Luis Alejandro Aguilar Pardo y a don Rodolfo Izaguirre por las hermosas, profundas y enaltecedoras palabras que le dedicaron a mi poemario en la presentación de hoy.

Gracias a mi niña grande, Samantha Finckler, por ser la conductora de este evento.

Tomas, Jesús, Luis Alejandro, Don Rodolfo, Samantha: estuvieron impecables, inmensos, impresionantes… cada uno dictó cátedra… cada uno dio grandeza, determinación, conocimiento y sensibilidad… les agradezco que ofrecieran un espectáculo precioso en honor a todas las almas presentes, de aquellas que estamos hoy aquí y las de los muertos que honramos … sé que fue una ofrenda espiritual y que en algún lugar invisible así llegó y así se sintió. Honrada y agradecida con ustedes por haberme dedicado sus más elevados vocablos. Yo los aplaudo de pie.

Como autora tengo algunas impresiones que quiero compartir con ustedes. La más importante, tal vez, es que en este libro no pretendo ponerme en los zapatos de quienes vivieron y sufrieron el horror que significó persecución y aniquilación sistemática, auspiciada por el estado, de los judíos europeos por parte de la Alemania nazi y de sus colaboradores entre 1933 y 1945. Yo no pasé por ello, no logro imaginarme lo que se debe haber sentido estar atrapado dentro de esa feroz e inhumana maquinaria, y no pretendo hacerlo en mis poemas.
Las Horas Negras refleja lo que mis abuelos paternos, y otros sobrevivientes que he conocido a lo largo de mi vida, lograron transmitirme sobre el dolor, la tristeza, la desesperación, la soledad, el miedo, la rabia que atravesaron en un viaje físico y emocional que les permitió salvarse del Holocausto, salvar sus vidas y escapar como pudieron de la muerte, la deshumanización y la destrucción total.
Mis abuelos paternos Mordejai y Haike Markus sobrevivieron y buscaron refugio en las hermosas, amables y muy humanas costas venezolanas, en donde pudieron comenzar sus vidas nuevamente, formar una familia; trabajar, vivir y aportar en una sociedad que los valoraba, en donde eran bienvenidos y necesarios.
Mis abuelos me enseñaron que se puede trabajar para crear luz sin importar que por dentro estemos llenos de sombras. Ellos no quisieron transmitirme la tristeza y el dolor que seguramente llevaban por dentro debido a todo lo que dejaron atrás, por todo lo que perdieron en su periplo hacia la vida. Sin embargo, se podía adivinar en sus miradas, en sus expresiones, en sus manos y en todo lo que callaban…
En el silencio era mucho lo que se decía y también era mucho lo que se callaba… pero las almas siempre terminan por entenderse entre ellas, y aunque yo era bastante joven cuando ellos dejaron este mundo físico, tuve oportunidad de aprender mucho de ellos… de lo bueno de la vida, de la esperanza, de las lucha y de la fe… pero también de lo malo que puede llegar a habitar dentro de seres que alguna vez fueron humanos y que se transforman en otra cosa… en una maquinaria aniquiladora… en una herramienta para la maldad, la depravación y la muerte…
Las Horas Negras es un grito desesperado, una advertencia, una señal de neón en la carretera… pues aquello que pasó una vez, puede volver a repetirse si nos equivocamos, si llegamos a olvidar, si no insistimos en repetir una y otra vez que eso sí pasó, que eso sí nos pasó. Los judíos, los humanistas, los que estamos del lado de lo humano tenemos que gritar más fuerte que los negacionistas, los revisionistas y los relativistas del Holocausto. No podemos rendirnos, no tenemos derecho a cansarnos, no podemos quedarnos callados. Nuestra consigna es y debe seguir siendo “no olvidamos, esto no debe volver a ocurrir nunca más”.
Este poemario pretende representar la voz de la tercera generación de sobrevivientes del Holocausto… no de la segunda, y ciertamente, no de la primera, es decir, la de mis abuelos. La poesía es un excelente puente para llegar, tocar y sacudir las emociones humanas… espero que mis palabras tengan el poder de hacerlo… el poder de crear sensibilidad, de hacer conciencia, de sembrar preguntas importantes, de poner a pensar y especialmente de poner a sentir a sus lectores… Sólo cuando hay una conexión emocional las personas podemos lograr la empatía, el entendimiento, la comprensión… y eso es lo que necesita este mundo, más personas capaces de conectar con su lado más humano por medio de la cultura y del arte… siempre he creído que la poesía nos salva, hoy más que nunca sé que la poesía nos salva de nosotros mismos.

Gracias a Milos Alcalay, a José Pulido y a Rafael Rattia por engalanar este libro con sus palabras. Gracias a las instituciones que lo avalan: el Círculo de Escritores de Venezuela, Espacio Anna Frank y la Fraternidad Hebrea B´nai B´rith de Venezuela.

Gracias a mi alma mater, la Universidad Católica Andrés Bello por abrirme hoy sus puertas nuevamente, ya no como estudiante en formación, esta vez como una autora que se honra en presentar su tercer poemario en los espacios que tanto ama, añora y admira, en los espacios que la vieron crecer y prepararse. Gracias a los organizadores de la Feria del Oeste de Caracas FLOC UCAB 2023, especialmente a Marcelino Bisbal y Jonathan López, por permitirme este espacio dentro de su programación.

NADA

Raquel Markus – Finckler. Del poemario «Las Horas Negras».

Se construyeron monolitos de cemento

y tumbas simbólicas sin nombres ni apellidos.

Se erigieron museos dedicados al horror

y monumentos que impresionan por su arte.

Se colocaron zapatos de bronce frente a un río.

Se amontonaron pilas de maletas que no llegaron a destino.

Se revelaron fotografías que retratan cuerpos famélicos y agotados.

Se sacaron publicaciones que cuentan y muestran lo que nunca debió ocurrir.

Se proyectaron películas que conmueven hasta las lágrimas.

Hubo algunos juicios y algunas sentencias.

Los testimonios quedaron grabados, editados y resguardados

 

Todo para llenar el vacío de la nada…

con algo, con todo, con poco.

Pues no hay forma de llenar el vacío de la muerte…

El vacío de seis millones de muertes.

De seis millones de nada.

Nada, así como suena.

Nada en singular.

La nada no se puede conjugar en plural.

La nada es única y eterna.

La nada es indivisible e inevitable.

No hay seis millones de nada.

Hay una sola y absoluta nada.

 

Y nada de lo que hacemos puede llenar el vacío que nos dejaron.

Nada quedó de mi familia paterna.

Nada del pueblo donde nació mi abuela.

Nada de mi tía abuela ardiendo en una hoguera.

Nada del primogénito que no pudo ser enterrado

y que murió de hambre con menos de un año de nacido.

Nada de recuerdos.

No hay retratos heredados ni manuscritos

con firmas añejas que me conecten al pasado.

No hay libros ni joyas en mi legado…

Y son pocas las historias que me quedan…

 

Nada es la respuesta a la pregunta que no llegué a formular.

Nada es la excusa que no alcanza para nadie.

Tratamos de llenar la nada que nos dejó la muerte,

pero no alcanzamos, no abarcamos, no entendemos…

 

Pero lo que más temo no es la nada que ellos nos dejaron

como herencia de su paso por Europa…

Lo que más temo es que parece

que este mundo bruto, sordo y ciego

no ha aprendido…

NADA

no ha entendido…

NADA.

 

LAS HUELLAS DE UN POETA

Alvaro Pérez Capiello

 

Por Álvaro Pérez Capiello

Conocí a Juan Manuel Ramírez Pérez en Caracas, hace más de una década, cuando se desempeñaba como Consejero Cultural de la Embajada de Colombia en Venezuela. En aquellos días, Enrique Vargas estaba al frente de la misión diplomática de esta nación hermana. Doy fe de la extraordinaria gestión realizada por Juan Manuel en favor del arte y la cultura, cuestión que nos hizo coincidir en recitales poéticos, obras de teatro y conferencias, donde participaron numerosos intelectuales pertenecientes al Círculo de Escritores de Venezuela y la Academia de la Lengua. Hoy, ha llegado a mis manos el libro Huellas Cifradas, publicado en Cúcuta por Opinográfica Impresores. El primero de los poemas que componen este volumen está dedicado a esos días de lluvia, colmados de nubarrones, donde el paisaje natural se torna «lánguido y cetrino» a decir de Juan Manuel Ramírez. Esa oscuridad, empero, permite al caminante conectarse con su esencia, y ser partícipe de una revelación, de ese nuevo día luminoso, en ciernes, que el poeta es capaz de vislumbrar con su pluma. Definitivamente, resulta complicado seguirle los pasos a un poeta… Siempre he creído que todo texto, más que respuestas, debe proponernos interrogantes y llevarnos a territorios inexplorados, carentes de perchas, que acaban por desestabilizar al lector para, después, anclarlo a ese imaginario que el escritor ha recreado en las páginas del libro. Si bien en muchos poemas de Huellas Cifradas, la naturaleza adquiere un carácter protagónico, con sus manglares, sus montañas, sus salinas, el azul del mar Caribe y el sol del Trópico, la mirada del escritor no se contenta con describir la realidad sino que la reinterpreta para sacar de ella una reflexión existencial. En el jardín de rosas se contienen, pues, las ilusiones y las esperanzas, la nostalgia de aquello que dejó de ser, pero que Juan Manuel trae a la memoria con el tránsito de las hormigas y el rumor de las abejas.

Como espectador, me propuse seguir, a mi manera, el rastro de las huellas dejadas por el poeta en su andadura. En ese camino, surgen retratos de personajes históricos, artistas, políticos, y también, ¿por qué no?, Juan Manuel se mira a sí mismo en el espejo azogado de la España que conoció y en las sombras evanescentes de la vieja casa de sus recuerdos infantiles.

Al final, todo pasa… La vida es un ciclo interminable de nacimientos, muertes y nuevos comienzos. Más que el punto de partida o de llegada, importa el transitar. Recuerdo una frase colgada en la finca Twelve Oaks, propiedad de la familia Wilkes en el largometraje «Lo que el viento se llevó», basado en la novela homónima de Margaret Mitchell sobre el Viejo Sur: «No malgastes el tiempo, porque la vida está hecha de eso». Esa imposibilidad de volver atrás, de retornar sobre nuestros mismos pasos, sobre las huellas de lo ya caminado, habla sí de lo fugaz y de lo pasajero de todo cuanto nos rodea, pero, también, del valor de la experiencia.

Sabido es que los poetas le cantan al amor. En el recorrido que nos propone Juan Manuel Ramírez Pérez no podía faltar la complicidad de los amantes que han dejado huellas indelebles en la historia: la relación epistolar de Abelardo y Eloísa en el Paraclet, la pasión arrolladora que llevó a Juana de Castilla al borde de la locura, el amor imposible de Romeo y Julieta en el seno de dos familias enfrentadas, los triunfos que dedicara Don Quijote a la «Señora de sus Pensamientos», aquella campesina bautizada Aldonza Lorenzo a quien el caballero andante eleva por encima de todas las doncellas como Dulcinea del Toboso, y la lista sería larga… No faltó en esa escogencia Santos Luzardo y Marisela, los personajes de Doña Bárbara, la obra cumbre de Rómulo Gallegos. Poco a poco, vamos armando, entonces, ese rompecabezas de la existencia que Juan Manuel ha concebido a partir de muchas lecturas, recuerdos, sueños compartidos, paisajes, auroras y noches estrelladas sacudidas por el viento. Solo hay que atreverse a iniciar un viaje a través de la palabra, que, inevitablemente, nos llevará a reconciliarnos con la vida y sus protagonistas.

Álvaro Pérez Capiello

Economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas, Venezuela). Realizó un postgrado en Gerencia y Administración (Barcelona, España). Ha sido profesor universitario.

Algunos de sus libros publicados son: Ventanas (Ensayo), Guardatinajas (Novela), Sombras bajo el Sol (Novela), Razones para Vivir (Ensayo), Laberinto de Ilusiones (Novela), El Bar de Luso (Novela), Entre la Verdad y el Engaño (Cuentos), La Memoria de un Símbolo (Ensayos). (Ensayo), El Desván de lo Oculto (Novela), Las Pinceladas de la Inmortalidad (Novela), En el tiempo de las arañas (Novela),De epitafios y de tumbas (Cuentos) y Relatos de la Tierra Negra (Cuentos).

Ha formado parte de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela.

@circuloescritoresvenezuela en Instagram

Editora de esta revista: @carmencristinawolf

ACERCAMIENTO A LA PALABRA DE LIDIA SALAS

 

Por Carmen Cristina Wolf

 

Leer las páginas de “La palabra. Siete secretos de su energía creadora” de la escritora Lidia Salas, es toda una aventura intelectual y sensible por la reflexión tan profunda con la que aborda un tema tan importante como lo es el lenguaje, el mayor de los dones que  ha sido otorgado a la humanidad. Cito lo siguiente: “Es propicio el reconocimiento de los dones que se nos han otorgado. Energías aliadas que se pueden despertar en la palabra (…) Aprendamos a usarlas para que no falten las provisiones del camino (…)

Llega muy adentro el recordatorio de Lidia Salas al advertir cuánto valor necesitamos para “derrotar los enemigos”, que se encuentran no solo fuera de nosotros sino en nuestros pensamientos. La existencia nos expone constantemente a nuevos desafíos. Ella pregunta dónde encontrar la verdad que nos sostenga ante “la fuerza arrasadora” de la sociedad, del mundo.

Lidia Salas mediante este libro fascinante nos invita a emprender el estudio de la palabra, que va desde lo cotidiano al misterio de lo Divino. Insiste en la energía creadora del lenguaje, que es nuestra visión del mundo. Tengo muy presentes las palabras de Rafael Cadenas:

Un pueblo sin conciencia de la lengua termina repitiendo los slogans de los embaucadores, es decir, muere como pueblo.

Hace algunos años escribí un ensayo sobre el Ser y la Palabra y pensaba que los seres humanos no tenemos otro apoyo ni otro refugio más que el lenguaje y el amor. Nos vamos haciendo, crecemos y nos construimos a través de lo que pensamos, decimos y creamos. O nos conformarnos con un molde ya hecho, lo que significa repetir patrones, o nos damos a la tarea de construir nuestro propio mundo. Ahondar en el ser del lenguaje permite encontrar caminos y avizorar horizontes para encarar el peor de los males de este mundo: la pérdida de sentido de nuestra propia existencia.

 

La escritora Lidia Salas considera de vital importancia que ahondemos en la energía creadora de la palabra. Nuestro universo personal se transforma mediante lo que decimos. No hay palabras inocentes que caigan en saco roto. Toda frase construye un mundo de significados y genera acciones constructivas, respetuosas, adorables o perversas. El lingüista Mortara Garavelli acota que uno de los secretos del buen empleo de la teoría de la argumentación es saber guardar silencio cuando es menester. Es preferible hablar menos y reflexionar más sobre lo que pensamos y decimos. Este ejercicio puede convertirse en un juego fascinante, en un arte placentero. Ya la vida está muy enredada últimamente para pretender algo que vaya más allá de pensar apasionadamente en las cosas.

La autora escribe: “La energía  creadora que tiene la palabra,  es un conocimiento estudiado por  un grupo reducido de maestros, desde la más remota antigüedad. Con esta energía se puede alcanzar, siempre  que se tenga el  entendimiento para sintonizarse con la vibración de la realidad posible,  el propósito  que se espera al decirla.  De esta manera,  mediante su potencia, la palabra  transmite sabiduría y amor, es el medio   para   compartir experiencias vividas, aumentar  la salud, la abundancia, la justicia, y la paz. Conseguir sueños y proyectos, propiciando el dulce sosiego de la felicidad verdadera.”

No me parece adecuado develar los siete secretos de la energía creadora que propone este libro, solo deseo hacer énfasis en mi recomendación de la lectura de este libro, que he leído varias veces y debo detenerme en algunos párrafos esclarecedores de la realidad que transito.

Lo cierto es que las grandes transformaciones de las sociedades se inician con palabras.  El poeta alemán Hölderlin escribió: “Al hombre se le ha dado el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Y yo agregaría: lo que es y también lo que no es, porque el lenguaje está al servicio del albedrío del ser humano, para manifestar lo mejor de nosotros mismos y también para generar confusión y guerras. Agradezco de todo corazón a Lidia Salas por haberme permitido leer este libro que hoy se presenta en Caracas, porque ha sido un instrumento de nuevos aprendizajes y de grandes sorpresas. Su observación sobre la trascendencia del ser humano en su paso por este mundo estoy segura que hará sentir una inmensa emoción al lector.

Deseo concluir esta breve nota, citando un párrafo que esclarece el contenido de este libro:

 

Todas las personas pueden… “convertir el lenguaje en instrumento de evolución espiritual, y conseguir mediante su adecuado uso, todo lo que se necesita para vivir. Para conectarse con esta  energía creadora, se  debe cambiar la manera de pensar, vigilar para que las imágenes de la mente sean creadas  desde  la parte iluminada del espíritu; sólo así, los pensamientos resuenan en alta vibración, y como las semillas, germinan en tallos de bien, proporcionando amor, salud, sabiduría, abundancia, inspiración y consuelo. Por esta razón se le llama también: palabras vivas. Porque sólo lo que tiene la génesis de la vida, puede engendrar realidades positivas.”

Lidia Salas. Poeta colombiana residenciada en Caracas. Magister en Letras, con varios libros publicados y numerosos reconocimientos.

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