AURELIO GARCÍA MARTÍNEZ , SELECCIÓN DE POEMAS

 

AÑORANZA

 Recuerdos y deseos,

irreverente mezcla

en días de encierro.

 

Los rostros mutan,

se transforman en espejos,

reflejan por igual

alegría y melancolía,

rabia y serenidad,

pasión y apatía.

Caminos complejos.

¡Añoranza de un nuevo renacer!

.

 

LA SONRISA DE MI PADRE

En recuerdo de mi padre: Aurelio García Merlo

 

Siempre el rostro de mi padre

mantuvo una sonrisa.

Alegría innata de su ser.

Cantaba mientras trabajaba

viejas melodías de su tierra natal.

Contaba chistes por horas

al bromear con amigos y familiares

sin vicio que lo acompañara.

Laboró muy duro,

horas y horas sin descanso,

sus finas manos convertían

rústicas maderas en preciada mueblería,

trabajo fuerte y agotador,

pero regocijo de su espíritu.

Yo, de niño pensaba:

papá nunca se enferma

porque siempre está sonriente.

Desengaña el tiempo

llega el deterioro

empiezan a pesar los años,

sentidos y fuerza se reducen.

 

Al acercarse la cuerda de su reloj al fin

mi padre a sabiendas sonreía.

 

EL MUNDO PROHIBIDO

 

Llega la luz,

un día más de encierro,

afuera está el mundo prohibido,

ahí, detrás de la ventana.

 

Diviso algunos transeúntes

autorizados o irresponsables,

llevan barbijo y caminan rápido.

Un gato toma sol sobre un auto.

La vecina pasea a su perro,

no recoge la caca,

tal vez la considere abono.

.

Cruje la ventana con el viento,

los árboles se bambolean

empieza una pertinaz lluvia.

Me gustaría ser el cristal

donde rebotan las gotas.

¡Un beso bajo la lluvia!

 

El trópico fija sus reglas,

se abre el cielo

el sol resplandece.

Cantan los pájaros,

el gato sube de nuevo al auto.

 

Bajo el enorme jabillo del jardín,

debe ser agradable leer,

un clásico sería ideal,

aunque… el perro lo orinó.

 

Cargado de sutilezas,

un colorido caleidoscopio celeste

presagia la partida de la luz.

¡Se desvanece otro día de encierro!

 

LOS LIBROS Y SU DESTINO

Veo libros tristes en algunos lugares:

en las bibliotecas bajo régimen militar.

En las librerías en reclusión condicional.

Los colocan en estricta formación,

organizados por tipo, conocimiento,

nombre, aspecto, ubicación o moda.

Números y códigos los identifican.

En cambio,

en una casa se ven felices.

Se ubican en cualquier espacio,

el lugar no representa nada.

Pueden jugar al escondite,

llamar la atención

o desaparecer en manos ajenas.

No hay restricciones,

disfrutan de libertad.

 

Sin embargo, algún día…

por necesidad de espacio,

renovación, cansancio o nuevos dueños,

con suerte…

serán donados a una biblioteca,

o terminarán en ventas de libros usados.

 

En caso contrario,

¡florecerán cómo papel reciclado!

 

MI CONFIDENTE

 Mi encierro lo acompaña

una silenciosa confidente,

sobre ella derramo:

problemas, miedos y ambiciones.

 

Nos conocemos de siempre,

antes las noches eran nuestras,

ahora somos una constante.

 

Escuchó mis primeros versos,

supo de mis desamores.

Consuela mi soledad.

Ante cualquier desaliento,

abrazo su cuerpo con fuerza

y hundo mi cabeza en su ser

en busca de sosiego.

 

Nunca obtengo respuesta,

ella se impregna con mis lágrimas.

Solo escucha.

 

Si la rabia me invade,

maltrato con furia su fragilidad.

Y no le importa,

no se inmuta,

mantiene su actitud servicial.

 

Recluido en la casa,

cansado de la rutina,

corro a su lado

y ahí está ella,

esperando.

¡Mi inseparable almohada!

Reseña biográfica:

Aurelio García Martínez. Caracas. Ingeniero Electricista / UCV. Ha participado en diversos talleres literarios. Sus relatos han sido publicados en la Antología del Trasnocho (Fondo Editorial Caribe, 2007), en la Revista Nacional de Cultura (número 337, 2009), en la Antología Fiesta de la Ficción (bid & co, editor, 2010), en la antología Nudos y desenlaces (bid & co, editor, 2013), en la antología El nombre de la ficción (bid & co, editor, 2016) y en la antología Entre la vida y la ficción (IPD 2017). En el año 2016 le fue publicado el libro de relatos: “Sutilezas entre armas y delincuentes” (2016). Ganó una mención en el concurso de literatura Salvador Garmendia 2009 y en el concurso de cuentos de la Fundación en Plural 2019. Es miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela y forma parte de la Peña Literaria Sinenomine.

@aureliusg1    @AureliusG        aureliusag@gmail.com

 

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CARLOS ALARICO GÓMEZ, A UNA ROSA CENTENARIA

 

A UNA ROSA CENTENARIA

Canto de amor filial

Por Carlos Alarico Gómez

 

Un dieciséis de abril nació una rosa

linda, sutil y llena de alegría,

una princesa que colmó de amor

el hogar de Carlos y María.

 

La niña creció feliz en su jardín de rosas,

con su muñeca de trapo y de papel,

y en el afán de cultivar mimosas

cada mañana regaba su vergel.

 

Su padre le escribía poesías,

que llenaban su mente de ilusión,

forjando hermosas fantasías

en su bello mundo de ficción.

 

Le contó una vez que fue en Canaima

donde el dios Amalivaca la vida concibió,

así surgió la tierra del Roraima

y junto al Imataca el macizo despuntó.

 

 

Rosita era feliz en su Guayana

hasta que un día se oscureció su amanecer

no la arrullaba ya su padre en las mañanas,

lo que hizo su voz enmudecer.

 

El Yuruari detuvo su carrera

su dolor en la Gran Sabana resonó,

mas un ángel acudió a su lado

y la reflexión su entorno iluminó.

 

En ese afán se encontraba ensimismada

cuando de pronto apareció el amor,

era un joven que venía de tierra extraña

y delicado le contagió su ardor.

 

Ese ignoto virus embriagó su mente

motivaba su tierno corazón,

viajó con él a su privado ensueño

y muy pronto se convirtió en pasión.

 

Era entonces una linda damisela

cuando sucumbió al embrujo seductor

del joven Rubén que venció su casta estela

y con varonil tesón ganó su amor.

 

A Rosita no la atemorizó el peligro

su afecto en fervor se convirtió,

y llegó el día que en su regazo tuvo

a su primer hijo, al que llamó Almanzor.

 

Fue la madre más feliz de la comarca,

su primer retoño la hizo enternecer,

la linda niña del jardín de rosas

era ahora una mujer.

 

Rosita logró tenerlo todo:

la prole, la esperanza y el amor;

y para corresponder al hombre de sus sueños

año tras año le regaló una flor.

 

Ahora su realidad eran sus niños,

fueron flores que le dieron madurez,

y con el tiempo solo recordó a Guayana

con su muñeca de trapo y de papel.

 

Mas a Rosa no le alcanzó su tiempo

para ver a sus hijos despuntar.

Su misión la terminó en Caracas,

donde un ángel la vino a buscar.

 

Fue muy triste el día de su partida

dejó tras sí su espacio terrenal,

a su familia la marcó una herida

con un dolor inmenso y abismal.

 

Rosa descansa hoy en camposanto

hace un siglo que inició su trajinar

a mil kilómetros está su Tumeremo,

de donde se tuvo que marchar.

 

Se fue Rosita, la feliz muchacha,

la que en su niñez forjó un dulce vergel

quien con su risa cristalina y pura

prodigó su alegría por doquier.

 

Hoy está junto a Carlos y María,

la compañera de viaje de Rubén,

al lado de varios de sus hijos

que con ella están en el edén.

 

Y aquí termino de contar la vida

de quien pequeño me hizo comprender

la importancia de vivir queriendo

y de adquirir la dicha de aprender.

 

Poema escrito en endecasílabos al estilo clásico

Carlos Alarico Gómez. Destacado escritor venezolano. Magister en Historia y profesor,  con una amplia obra publicada. Sus libros se encuentran en Amazon.

Editora de la web: @carmencristinawolf en Instagram

@literaturayvida en Twitter

 

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LA PROCRASTINACIÓN… Cuando tenga tiempo, empiezo

LA PROCRASTINACIÓN…   Cuando tenga tiempo, empiezo

Por Ernesto Marrero Ramírez

En la actualidad se ha puesto muy de moda el termino procrastinar, el cual consiste en posponer o retrasar tareas importantes para después, aunque se posea el tiempo para eso o se presente la ocasión y en muchos casos se sustituyen por otras situaciones más irrelevantes, ya sea por flojera, miedo o simplemente por el hecho de postergar las cosas para un mañana. Tal vez un mañana que nunca llegue.

La palabra «procrastinar» se origina del latín procrastinare y denota «dejar de hacer algo para mañana o para un mañana». Sus componentes léxicos son el prefijo pro, que remite a ‘adelante’, y el término cr?stinus, por ‘mañana’.

Es cierto que la rutina del día a día crea una especie de adormecimiento o sonambulismo en las personas que solamente piensan en cumplir el objetivo del día y ya, al día siguiente lo mismo y así continúan este círculo vicioso, otros son arrastrados como manada que corre a ciegas para seguir a los demás, guiados por modas que, en muchos casos, lo que hacen es deteriorar a la sociedad con antivalores, en vez de reforzar sus bases con patrones constructivos. Por otro lado, se suman las exigencias y distracciones que plantean las redes sociales que, en un alto porcentaje, transmiten ideas vacías, tan solo por incentivar el espectáculo y así poder captar más likes y seguidores. Todos estos factores tienden a alejar aún más a los individuos de plantearse objetivos profundos en sus vidas de tipo existencial o de cimentar legados que ayuden a encaminar los derroteros de la humanidad, ejemplos virtuosos que ensalcen el honor y la dignidad de las personas.

En mi artículo “La muerte, una oportunidad para vivir”, hablé sobre la necesidad de tener consciencia sobre la finitud de nuestras vidas, sobre ese corto período de tiempo que estamos en este mundo, tan corto que los orientales dicen que pasa más rápido que un parpadeo del ojo de Dios; y allí expliqué: “Esta conciencia (la que entiende la finitud de nuestras vidas) nos llevará a ser menos apegados a las cosas materiales, a ser más humildes y menos arrogantes porque entendemos nuestra fragilidad, a examinar nuestro comportamiento y corregir los errores, a revisar constantemente la vida que llevamos y preguntarnos si en realidad estamos luchando por nuestros sueños, si hemos perdonado a quien deberíamos perdonar, a hacer aquello que nos llena y a dejar de perder el tiempo en cosas triviales o a estar sumergidos en la sempiterna rutina de la cotidianidad que nos conduce al adormecimiento, y termina por convertirnos en esclavos de una sociedad que se especializa en fabricar nuestros deseos y hacernos olvidar que estamos de paso por este mundo. A no dejar pasar los días como si fuéramos a vivir para siempre y a no posponer para un futuro incierto lo que para nosotros es importante ahora, y después arrepentirnos de no haberlo hecho, en otras palabras, a preguntarnos si estamos cumpliendo con la frase de Gandhi que nos invita a vivir como si fuéramos a morir mañana y a aprender como si fuéramos a vivir para siempre”.

En este mismo sentido, tenemos la frase Carpe Diem del pensador romano Quinto Horacio Flaco, mejor conocido como Horacio, que se traduce del latín como “aprovecha el día”, expresión que también se ha puesto mucho en el tapete en estos días. En su oda número 11 verso 8, que habla sobre la inevitable muerte, nos dice Horacio: carpe diem, quam minimum credula postero, que se traduce como “aprovecha el día, no confíes en el mañana”. Aquí nos invita a reflexionar sobre nuestro tiempo presente, que en realidad es lo único que poseemos, ya que el ayer es solo un recuerdo, una experiencia y el mañana una proyección, una expectativa.

Esto nos lleva también a la confrontación entre Cronos y Kairós. El primero es el dios del tiempo, pero del tiempo lineal, cuantitativo, aquel que puede ser medido y que todo lo devora, como lo hizo con sus hijos, porque es indetenible. Él es el que nos recuerda los segundos, minutos, horas, días y siglos que transcurren en el hilo de la historia, el que se coloca del otro lado del espejo y nos muestra las marcas que la vida deja sobre nuestro rostro con el transcurrir de los años. El otro es Kairós, que es el dios de la oportunidad, la personificación de la Ocasión. Habitualmente es considerado el hijo más joven de Zeus, aunque no se conoce sobre su madre o descendencia. Es representado como un ser pequeño y calvo con un único mechón de pelo que colgaba en la parte posterior de su cabeza, si la persona era capaz de sujetarse de él en el momento preciso, le sonreía la suerte, la felicidad, pero si tardaba un solo instante más, sus manos resbalaban y perdía la oportunidad de alcanzar ese estado de plenitud. Él representa un lapso indeterminado en que algo importante sucede, son los momentos en que podemos vivir una situación o un evento y nos olvidamos de todo, es cuando se vive un presente con intensidad y el tiempo parece detenerse. Se dice que cuando Kairós se manifiesta en su totalidad vence a Cronos.

Y si solamente contamos con este presente, por qué postergar tanto esas cosas relevantes que debemos solventar o materializar, esos sueños que por años hemos querido cumplir y no nos atrevemos a hacerlo.

A continuación, transcribo este apólogo titulado “Cuando tenga tiempo, empiezo”, que extraje de mi libro, con el mismo nombre, y que intenta mostrar la importancia de ejecutar hoy las tareas que nos hemos propuesto, y evitar postergarlas para después.

 

Cuando tenga tiempo, empiezo

Era un hombre muy ocupado. Su vida transcurría entre el tráfico, el trabajo y su familia, pero para él no tenía tiempo porque era una persona que vivía envuelta en sus ocupaciones. Nunca disponía de un espacio para hacer las cosas que en realidad le agradaban, como ir al gimnasio, continuar sus estudios universitarios, cantar en una coral y buscar su realización interior, aunque en muchas ocasiones se le presentaba la oportunidad de realizarlas y terminaba diciéndose: «cuando tenga tiempo, empiezo».

En algunas circunstancias la vida nos enseña que estamos equivocados en nuestra forma de pensar, y así sucedió en esta historia:

Ese día había sido muy estresante; en la empresa le habían dado el cargo a un compañero que acababa de terminar su carrera universitaria, pero a él no porque carecía del perfil académico exigido. De regreso a su casa visitó al médico, y éste le dijo que debía hacer ejercicios y modificar su régimen alimentario porque estaba pasado de peso y, además, tenía el colesterol y los triglicéridos demasiado elevados. Los nervios lo invadieron y entonces recordó los comentarios de unas secretarias que hablaban sobre la visita al país de un reconocido sabio, que venía a pasar unos días en la ciudad para reunirse con sus discípulos y, además, dictaría unas conferencias. En ese momento decidió ir a conocerlo.

Cuando llegó al lugar estaba vacío, pero encontró varios cojines en el suelo colocados en forma de círculo, y se sentó en uno de ellos.

«Seguro que llegué muy temprano», pensó, «esperaré a que vengan los demás… Ojalá que logre relajarme, estoy muy tenso».

Un anciano tembloroso que caminaba con un bastón se acercó:

—Disculpe, ¿puedo sentarme en esta silla? —preguntó mientras señalaba con el índice a una que estaba junto a la pared—. Es que mi cuerpo ya no da para usar un cojín, eso es para los jóvenes.

Le acercó la silla al anciano y continuaron conversando.

—Yo estoy esperando a que lleguen otros asistentes; creo que me vine muy temprano, ¿y usted?

—Sólo venía a conversar con este famoso maestro de quien me han hablado mucho —manifestó el anciano.

—¿Y tiene usted algún problema? —indagó con curiosidad.

—Es que mi cuerpo ya no responde igual —comentó con una mueca de dolor—. Pasé muchos años trabajando para tener una casa, un carro y mi familia. Nunca tuve tiempo para hacer las cosas que deseé en la vida porque estaba muy ocupado y, ahora que lo tengo porque estoy jubilado y mis hijos se casaron, ya mi cuerpo no me responde como quisiera; además, sé que la muerte me espera y por eso he venido a buscar una orientación espiritual, y así encontrar un poco de paz en mi mente.

En ese momento, él comenzó a verse reflejado en el anciano; cuando transcurrieran los años seguramente terminaría igual.

—Pasé mi vida acumulando logros materiales —continuó con el relato—, pero nunca me dediqué a elevar mi conciencia, ni a escuchar las exigencias de mi espíritu; tampoco pude hacer realidad mis sueños más profundos. Para todo tenía una excusa y así fui postergando las cosas para después, pero los años pasaron más rápido de lo que yo pensé, y ahora mi cuerpo no responde igual que antes… Siento que el final se acerca.

—Nunca es tarde señor, todavía puede hacerlo, lo importante es que ahora sí tiene tiempo —dijo el hombre para alentarlo.

—Me siento alegre porque al menos podré iniciar mi búsqueda interior, pero estoy consciente que no llegaré a la meta final porque me quedan pocos años de vida, y lo ideal es entregarse a este camino con un cuerpo fuerte y una mente lúcida… Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y recomenzar; debí haber llevado un mayor equilibrio entre lo material y lo espiritual. Ahora entiendo que somos cuerpo y espíritu y, sobre todo, hubiese enfatizado en materializar mis sueños. La música y la pintura siempre me fascinaron, pero nunca les dediqué tiempo… siempre lo dejé para más adelante. Me pareció que tenía otras prioridades, pero ahora me doy cuenta de que todo lo que alimente el alma es necesario para conocernos internamente y alcanzar un equilibrio emocional, por eso nunca debe postergarse.

—Yo también soy así señor —confesó el hombre que hablaba con un nudo en su garganta— y usted me acaba de enseñar que debo cambiar y comenzar desde hoy a escuchar a mi corazón, porque mañana seguramente será tarde… Gracias por este mensaje.

El anciano se sonrió y, de momento, su cara tomó otro semblante; parecía que una fuerza celestial se había apoderado de él. Su espalda se enderezó, se puso de pie y dejó el bastón a un lado. Las arrugas desaparecieron de su rostro y se movió con mucha agilidad, luego se sentó en el cojín donde iba el maestro.

—Has aprendido la lección —dijo con una enorme sonrisa en los labios.

—Pe…pe…ro, ¿quién es usted? —preguntó perplejo.

—Soy el reflejo de tu conciencia y la vida te ha traído hasta aquí para que cambies. Tomé esta representación sólo para que te reflejaras en ella y empezaras desde ahora a vivir el presente, y a buscar dentro de ti tu verdadera identidad. Para todo hay tiempo en esta vida siempre que lo sepas distribuir. Los extremos te llevan al desequilibrio, el verdadero sendero es el del medio.

En ese instante comenzaron a llegar los discípulos para sentarse alrededor del supuesto anciano, quien en realidad era el sabio.

Desde ese día el hombre cambió su ritmo de vida y empezó a buscar el equilibrio entre el mundo material y el espiritual. Culminó sus estudios universitarios, entró en un gimnasio y actualmente canta en una importante coral; también entendió que la vida es transitoria, y que el proceso del autoconocimiento y la realización interior deben comenzar desde hoy.

Ernesto Marrero Ramírez. Es poeta, cuentista y novelista venezolano. Es licenciado en Administración, cursó estudios de posgrado en Filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello. También realizó estudios de psicología existencial en la Universidad de Winner de Lima. Y de Psicología Analítica  en el Centro de Estudios Junguianos de Caracas. Cursó un Diplomado sobre Narrativa Contemporánea en la UCAB. Es investigador, articulista, conferencista y productor de micros radiales.

Libros publicados: El pececito que quería ser humano, La leyenda del sabio de la montaña, Cuando tenga tiempo empiezo, Pasajes secretos del alma, El jardín de la existencia, El futuro nos alerta, El Tiempo y su legado. Algunos de sus títulos han tenido excelente acogida en el mundo literario y en las instituciones educativas.

Editora: @carmencristinawolf

 

 

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CABALLOS, CABALLOS Y MÁS CABALLOS

Alvaro Pérez Capiello

 

CABALLOS, CABALLOS Y MÁS CABALLOS

Álvaro Pérez Capiello

Sánchez Espacio Arte, galería ubicada en el CC Terraza de Lomas de La Lagunita, inaugura el domingo 16 julio la muestra Equos Aeternus, una exposición colectiva que gira en torno a los caballos, como símbolos de libertad, resistencia, determinación y coraje. La cita, reúne obras de: Alirio Palacios, Jorge Dáger, Eduardo Azuaje, Leonel González, Alexis Fernández, Roger Sanguino y José Enrique González. Todos, creadores de reconocida trayectoria en el campo de la plástica, quienes ofrecen sus visiones del tema empleando diversos formatos y soportes.

Para los griegos, el primer caballo creado fue Pegaso, hijo de Poseidón y de Medusa, una de las tres parcas a quien Perseo cortó la cabeza. Este caballo de Zeus, residente alado del monte Olimpo, refleja el lado instintivo del ser humano, estando, por ende, a contrapelo de las emociones. Otro héroe de los tiempos heroicos, Aquiles, aquel de «los pies ligeros» de La Ilíada, también tuvo dos caballos legendarios: Xanthus y Balios. Asociado con el poder y la virilidad, este animal fue clave para la expansión del pueblo mongol en los años de Gengis Kan, al punto que se decía que: «un mongol sin caballo era como un pájaro sin alas». Los chinos, lo consideraron como la representación del amor y la estabilidad, usándolo como un signo del zodíaco. Lo cierto es que el caballo fue una pieza clave en la conquista y el poblamiento del Nuevo Mundo descubierto por Colón y, en la actualidad, continúa prestando un servicio determinante en la agricultura, así como en otras actividades productivas.

En el terreno de la literatura, resulta difícil no recordar a Bucéfalo, a Rocinante, fiel compañero de Don Quijote en sus hazañas como caballero andante, o a Babieca, el caballo de Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador). La lista sería larga, por lo que conviene detenernos aquí… Refiriéndonos a la pintura venezolana, grandes maestros han representado en sus creaciones a los caballos, colocando de manifiesto la belleza y la importancia de estos animales, cuyas primeras representaciones en el arte rupestre se remontan al año 3000 a. C. Me vienen a la memoria, cuadros de: Arturo Michelena, Tito Salas, Carlos Otero, César Prieto, y tantos otros.

La muestra que nos ocupa, refleja una acertada escogencia por la calidad de los trabajos exhibidos. En la acera de los motivos, vemos a caballos saltando obstáculos, a galope, en reposo, o simplemente bebiendo agua de un riachuelo. También, elementos asociados con la equitación, como: sillas de montar, fustas, o botas. Obras muy coloridas que, de seguro, transportarán a los espectadores a momentos de su niñez, o a citas tan emblemáticas como los clásicos corridos en el Hipódromo de La Rinconada o, en épocas más lejanas, en los terrenos de El Paraíso. Recomendamos, pues, visitar Equus Aeternus en Espacio Sánchez para dejarse conquistar por la magia de los caballos.

#alvaroperezcapiello

Áñvaro Pérez Capiello, destacado  novelista, cuentista y ensayista venezolano. Abogado, profesor universitario.

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RAQUEL MARKUS-FINCKER: LA POESÍA Y LOS CONCURSOS

La poesía y los concursos

Tengo sueños grandes y siempre apuesto por ellos

 Por Raquel Markus – Finckler

Estos días he estado recibiendo buenas noticias de concursos internacionales de poesía en los que he participado recientemente. No logré el primer lugar; sin embargo, en ambos certámenes pude posicionarme en el top six de los finalistas escogidos por prestigiosos y preparados jurados calificadores.

En ambos certámenes resulté la representante de Venezuela que más lejos llegó en la calificación final, pues los primeros puestos quedaron ocupados por poetas procedentes de América del Sur (más específicamente: Uruguay, Chile y Argentina). Lo que no es de extrañar, pues en estos países hay un apoyo más evidente de la sociedad y del Estado al desarrollo de la cultura, de la literatura y de la poesía.

El primero de ellos fue organizado en España y tiene un gran renombre en el medio literario internacional. Sobre este logro solo puedo comentar por el momento que, entre los más de trescientos poemarios participantes (los cuales debían tener una extensión mínima de quinientos versos), el Comité de selección eligió doce trabajos que correspondían a poetas de España, Portugal, Uruguay, Cuba, Venezuela, Argentina, Perú, México y Panamá; y que al anunciar el veredicto final, el presidente del muy calificado jurado me informó que mi obra resultó calificada como una de los seis primeras de esta edición.

El segundo certamen al que hago referencia es la Competencia Poética Oscar Wilde 2023, organizada por el Grupo Editorial Bernavil Internacional de Venezuela, liderada por Joiner Bernavil quien, al igual que yo, es miembro del Círculo de Escritores de Venezuela. Esta tercera edición logró la participación de más de quinientos poetas provenientes de Argentina, Chile, Panamá, Colombia, México, España, Perú, Cuba, Guatemala, Bolivia y Venezuela que aceptaron la convocatoria realizada por el Grupo Editorial con la intención de salvaguardar y proponer espacios para la cultura poética en nuestros pueblos de habla hispana. El jurado calificador de este año lo integraron dos reconocidas poetas españolas: Patricia Crespo y Mónica Moranchel Matarranz.

Mi poema “Prófuga de la vida” quedó de sexto en la clasificación final, entre los cincuenta y dos Poetas Oscar Wilde Internacional seleccionados, y fue elegido como el mejor del team Venezuela, el país latinoamericano con mayor número de participantes en este concurso que es organizado por una firma editorial que ha logrado posicionarse en Venezuela como la de mayor prestigio en el occidente del país, específicamente en el estado Zulia.

Ambos resultados me llenan de orgullo, satisfacción y, por supuesto, de emoción; y también me convidan a preguntarme por qué me ha interesado tanto participar en concursos internacionales relacionados con el área literaria. Me miro en el espejo y me pregunto si será un asunto de ego, y para ser sincera conmigo misma, la respuesta me indica que no está relacionada directamente con ese asunto.

Entonces ¿de qué se trata?, ¿será acaso la adrenalina que despierta cualquier competencia en la que tengo oportunidad de resaltar?, ¿la posibilidad de medir mi talento con otras personas que no conozco y no me conocen?… Tal vez hay un poco de eso, pues reconozco que soy competitiva… pero sigue sin ser la respuesta que más me satisface… así que sigo viajando dentro de mí para llegar a algo más profundo y sincero…

Luego de meditar mucho sobre el asunto, la mirada en el espejo me devuelve la respuesta más certera, la competencia no es con los demás: la competencia es conmigo misma. Es una especie de pasión que arde en mi interior y que me lleva a querer llegar un poco más lejos, un poco más adentro y también un poco más alto…

Desde pequeña, la poesía me ha permitido salvarme, me permitió seguir creyendo y creando… Me permitió edificarme como ser humano… Llenó mis vacíos y mi soledad existencial con palabras sublimes, etéreas y preciosas… Me aportó la fortaleza que me transmitieron poetas que nunca llegué a conocer, pero cuyas palabras me acompañaban, me curaban y me animaban a seguir buscando dentro de mí el increíble manantial de esperanza, fe y valentía que significaba para mi alma la palabra poética… Mi búsqueda de la excelencia me ha llevado a convertirme, cada día, en un mejor ser humano, en una mejor escritora y, por lo tanto, en una mejor poeta…

Para mí la poesía es sinónimo de vida. Si tengo un estímulo o aliciente que me permita seguir en contacto con ella, (con la que leo, con la que siento, con la que creo) … es razón suficiente para zambullirme dentro de esos caminos que me conducirán nuevamente al encuentro de la Verdad y la Belleza, los dos valores más certeros que residen en la palabra poética. La participación en estos concursos significa una increíble motivación para seguir buscando dentro de mí los caminos más certeros, adecuados y directos que me permitan seguir bebiendo del manantial de la poesía y, por lo tanto, me animan a seguir descubriendo y desarrollando una voz propia y particular.

 Los concursos literarios son una invitación a seguir creando poesía creando buena y verdadera poesía o, al menos, una poesía que me satisfaga, que me llene, que me retrate y me desconcierte a mí… Pues, aunque al final sean otros los que me lean, evalúen y califiquen… la verdad, es que yo escribo para y por mí. Soy mi primera lectora, la más exigente y la más crítica. Soy mi primer jurado, el más severo y el más riguroso.

Luego de meditarlo mucho, aunque me resulté atractiva la idea de medirme con otros poetas en este tipo de certámenes, en realidad, en el terreno de la literatura, y de la poesía en particular; la competencia es conmigo misma. También logré entender que mi barra está cada vez más alta… tan alta como el vuelo en el que me llevan las alas de la poesía en que creo, y de la poesía que cree en mí. Tan alta como mis anhelos y deseos.

Ya lo he expresado antes: yo tengo sueños grandes y siempre apuesto por ellos…

El Círculo de Escritores de Venezuela felicita a la poeta, comunicadora social y periodista por este Premio obtenido en la Competencia Oscar Wilde 2023

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G. GALO, SELECCIÓN DE POEMAS

Galo (Caracas, 1995) es poeta y cineasta. En 2015 aparece su primer libro de relatos: Ucronías,  ficciones filosóficas (Ed. Eclepsidra). Se han estrenado las óperas de cámara con libreto de su autoría Melpómene (2017) y Disparatismo o cómo acabar con el arte (2019) ambas del compositor Felipe Hoyos González—, así como el musical Raíces Rojas (2019) del compositor y letrista Camilo D. Salas. Sus libretos de ópera mencionados, así como el de una tercera, La superstición de la paloma, han sido reunidos en el volumen Teatro para ser cantado, publicado en Madrid en 2022 (Kalathos Ed). En 2020, con su poema Eros II, resultó merecedor del segundo premio del 5to Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, y así figura en la antología publicada por la Fundación La Poeteca de Caracas. También ha aparecido en diversas antologías de poesía en revistas y folletos literarios.

Realizador de Cine por la Escuela Nacional de Cine de Colombia —casa de estudios de la que es actualmente docente—, se ha diplomado en Escritura de Guion Largometraje por la Universidad Católica Andrés Bello y en Escritura Creativa por la Pontificia Universidad Javeriana. Desde 2016 es dramaturgo para el colectivo escénico La Nueva Escena; y desde 2018, Director de Proyectos en la casa editorial Proteo. Actualmente continúa su formación en Filosofía en la UNED de España.

 

Eros II

ciego onírico hacía muchos años

en la noche del beso volví a sostener un sueño

se me probaba como jinete

sobre un potro del que no tengo ya recuerdo

ante un coliseo americano y excesivo

 

ahí las venias de mi infancia ante ojos jurados

 

tan pronto saludé

el caballo fue al galope inadvirtiendo

dos portones de vidrio sin sentido en pleno arco de salida

 

atravesamos con alegría la gasa de laceraciones

y a pesar de la profunda sangre

en su cuerpo                              en el mío

galopamos en el yermo campo de otoño

 

libres

 

él no se detenía                          yo tampoco

y nos espoleábamos

 

lejos

 

en cada bache de la tierra

mi caballo cojeaba

y yo le sometía al fuste

 

de quién teníamos noticia adónde

 

cuando al fin mermó su paso

quise revisarle y vi su pata henchida

de vísceras húmedas y prietas

 

lacrimoso el hueso

le sobé el lomo

palmadas firmes para que sienta

sin saber si así se pide piedad

 

enfilé de vuelta al coliseo

donde supe que se le sacrificaría

ofrenda del disfrute de los hombres

 

 

mi sangre ya no podía importar a nadie

(a Lucas)

Este poema mereció el segundo premio del V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Ha sido publicado en la antología homónima del concurso, al cuidado de la Fundación La Poeteca.

           ***

enamorarse

sea tan solo de fantasmas

 

especulares      firmes

en el largo pasillo donde la vista es

lo único

 

y el ojo una idea

templada

lejos de vidriarse

 

espacio ancho y sutil entre intocados

un sereno es y un vendrá sin confundir

la bestial osamenta

 

no ser la concha vacía

retumbando como un mar sin poseerlo

***

Confesiones o arte poético es decir lo mismo es decir arte pudendo

 

la línea, si ya no circunferencia

que contiene, infinita, toda esencia

—Primero sueño

 

abrazo con la lánguida forma de la palabra

macilenta

 

pidiendo está del cuenco la oquedad

donde derramarse

forma de lo que no tiene

las orillas enfrentadas manchando el mismo río

o el capricho de los fiordos

 

con larga antena bronceada

descampado corro y casi aúllo

 

las tormentas de la sangre son mi poltrona

la espesura donde intento

galvanizarme

 

entre mutismos me marcaron con una loriga de bulla

atada y bien atada cada infancia

el peso protector donde exijo

una familia por llegar

 

pasante

 

en todo aire eléctrica

tormenta de la sangre he dicho

o alma

 

la imagen poética

es una palabra desmenuzada

cuyas letras estiradas son la maternidad

de las patas que hacen correr al ciervo

 

allá afuera hay calendario

después del vidrio

plantas

 

también las caminantes bautizadas como mascotas

 

la fe llamada poema no tiene agua ni ojos

 

sí la dilación el atropello la cojera

donde martillas órdenes en la sintaxis

esa atávica costumbre que habla sin voz

[1] Este poema fue merecedor del segundo premio del V Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. Ha sido publicado en la antología homónima del concurso, al cuidado de la Fundación La Poeteca.

#poesíavenezolana

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

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DE MÚSICA, POESÍA Y CERCANÍAS, POR LIDIA SALAS

DE MÚSICA, POESÍA Y CERCANÍAS

En el libro Religare, el poeta y pianista canario Fermín Higuera ha titulado la primera parte del mismo: Del Arte de Tocar el Piano, anunciando que el proceso del pianista por encontrar  la resonancia que exprese la melodía, se asemeja al impulso del poeta por encontrar lo que resuena en su alma para expresarlo en versos. Describe desde la belleza, el proceso mediante el cual los dedos, al deslizarse sobre las teclas blancas y negras  de ese espejo negro  que es el piano,  muestra su propio resplandor. Él como concertista de renombre internacional  conoce el poder seductor de sus cadencias, entona entonces en estas páginas su canción, con la certeza humilde de que nada somos, de que nada nos pertenece, pero que el aprendizaje y la práctica de años lo ungirán una vez más, para apropiarse de una parte de la sonata del universo. Lo explica en el lenguaje profundo de estos versos: Solo has de aceptar la canción / que buenamente se te entregue / ni siquiera la necesitas pero la amas.

La seducción de la música fascina a todas las personas que se  permiten vibrar en la frecuencia de unas notas que expresen la sed de horizontes / que iguale la llanura y los obstáculos / la playa y los desfiladeros / en una melodía. Los arpegios comunican el sentir del compositor,  del ejecutante  a ese oyente anónimo, arrastrándolo en una comunión de almas que redime por instantes el vacío de la soledad que  nos aísla y nos separa.  Higuera entona en estos versos con sílabas, no con notas, pero con igual pasión, un himno que habla del dilatado  viaje hacia nosotros mismos, declara con certeza que es larga la vigilia / de aprender a reconocerse, pero sobre todo para trascender en la libertad de la iluminación interior.   

El poeta como sacerdote de la tribu traduce en sus palabras, el  eco  del gozo y del dolor presente en el ser humano. Porque sufre la contradicción entre el espíritu que vuela en la levedad de aves migratorios, y su naturaleza física que lo arrastra a las simas del cieno que la conforma. Su voz afinada celebra el tránsito por los días desde la luz transparente del amanecer hasta las nubes ensangrentadas del ocaso. Confiesa en sus memorias de infancia como la ternura maternal lo empujó hacia el instrumento amado aunque ella en su niñez no había tenido la misma oportunidad.

En este poemario hay un canto de amor, el arte como artificio para abrirnos al otro,  para buscar la magia de las tonadas que hechizarán, el que habrá de tocar nuestro cuerpo en el arco del abrazo, para ser cruz del sentir que fluye y nos borra. Sólo el acto de amar hace desaparecer la amenaza de  la muerte, disuelve el ego que dimensiona la materia, para disfrutar de la nada del ser junto al amado.  Siguiendo la  metáfora de la música sostenida a través del poemario, reflexiona sobre propósitos de gran hondura: Todo sea para oír lo inaudible / para tocar lo impalpable. Estos poemas poseen una cadencia líquida, de aguas bautismales que conmueven por el  fluir sonoro del piano que es un faro / que atrae hacia la luz / los seres extraviados.   

La segunda parte del libro Higuera la ha nombrado: Esbozos para un concierto de piano solo. Es la celebración de las sinfonías que ha amado en su experiencia como concertista.  Está escrita en una prosa lírica en la que  se agolpan las imágenes de  gran belleza, en una profusión delirante y surrealista. Nos movemos en las cercanías como las sierpes en las aguas densas. Se leen estos poemas con la emoción de quien siente el concierto en la piel del corazón. Las frases   brillan y se apagan como juegos pirotécnicos, sobre el oscuro de la imaginación. Menciono algunas para compartir el sentimiento: como el palacio que se construye con lo etéreo de los sonidos, silencios ensimismados, orfebrería del fuego,  como  los acuerdos entre campanas y petirrojos, hilar los acordes de los árboles. Y todo este ejercicio poético lo hace  para tornar diáfano las huestes pétreas de lo negro.   

Terminan estas páginas recordando algunas piezas clásicas de grandes  compositores. Cito una muy especial en mi experiencia personal. Preludio nº 14 Op 28 de Chopin. Dice así: Una fidelidad oscura / que me obliga a atarme al lastre en el naufragio. La conjunción de músicas,  del poema y de la sinfonía se expresan, en el poemario de Fermín Higuera con la maestría, de quien la ha conseguido con disciplina y talento. Se aprecia en el tejido profundo del lenguaje la sabiduría del mensaje, donde la verdad y la belleza han pactado con las palabras. En el ritmo diáfano de los versos se presiente el secreto que los dioses conceden a los nacidos para ser  juglares. Poesía con un caudal inmenso de seducción.

Lidia Salas.

Caracas, 21 de junio del 2023

Lidia Salas, poeta, ensayista, nació en la ciudad de Barranquilla, Colombia. Es colombo-venezolana. Licenciada en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico. Forma parte de la Junta Directiva del Círculo de Escritores de Venezuela. Con amplia obra poética publicada, premios y reconocimientos.

 

 

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JUAN MARTINS, SELECCIÓN DE POEMAS

LIDIA DE CADAQUÉS  es el nombre que veo sobre la sinuosidad del mar y ante tus pies de barro. Sé que le acompañabas cuando morías de ti. Y ahora descansas de la memoria. Todo se agrume en la voz del pintor que supo recitar sobre la piel. Si ese sueño fuera surrealista entonces esa memoria es el polvo de Portlligat que te tiene para su gloria en el nudo de las paredes. Siempre escribo con minúscula tu sensualidad y me educa en la mística del pincel. No pude poseer tus sueños pero tu trazo penetra cualquier sentido de pureza. Así logro imaginar que tu vientre suda por los labios del incesto.

EL CORTEJO DE esta enfermedad medieval alcanza mi rostro en el fallido intento de la mirada. Tus movimientos quieren que seas un trozo intangible del deseo que se entrega al desgarro de mis ojos. Y eso no te produce el más mínimo dolor, pero nadie pone en duda de que tu enfermedad se prolonga como el placer. Poco antes debo tomar este libro, leerlo, y dejar que la ciudad muera detrás de ti, reposando del otro cuerpo.

OÍR LA CAÍDA de los yerbazales en el silencio de la ciudad.

ESTA CIUDAD metida en la noche padece de su ritmo por tu apego sentimental hacia las formas. En su sitio te encuentras con el desprecio emocional de los cuerpos. Sabes que lo que acabo de decir es una ironía del placer. Descuida, han desavenido sobre su víctima el beso que ahora te penetra como si el gesto fuera un acto de Dios. Y lo es. Cada transeúnte se despide del vértigo, se despide de tu voluptuosa permanencia. Nadie les mira, arrastrados por la tarde, no tienen tiempo para más nada.

Del libro ESE ANIMAL QUE ENGAÑA MI VIENTRE

1ª. edición, mayo de 2012 Colección: Faisán. Ediciones Presagios. México.

                        ******

PAUL GAUGUIN en un presagio suave y dulce

como el ojo de tu madre.

Y tú con la piedra de su escándalo,

en una soledad de los espejos benévolos

de la cura emocional. Ni Copenhague ni París

están en la silueta de un velado viaje a la

soledad de la miseria de tu pincel sordo y crudo

en un mundo arcaico y secreto de Teha’amana,

del espíritu que piensa en las formas cenias

de tus acuarelas, ritmos, rostros de signos

curvos por el final de tus fuerzas.

O voluptuosos al límite también de una sabiduría

y de un Taití rumiante de aquel escándalo.

Se burlan de ti porque sus dioses no están

en el corazón gris de Europa, cuyos

desnudos en nada se parecen al catálogo

de la muerte como celebración.

Y el dejo de las Islas Marquesas,

donde tu talento no es

ahogado por los negruzcos lienzos del pasado.

Aquel presagio de la Polinesia, en cambio,

devuelve la historia de los colores.

Y tú, como dices, serás algo grande en las manos

de los otros.

Y tú, no eres Van Gogh del cielo amarillo,

donde los espíritus de los muertos no velan a nadie.

O cantas las resonancias de las formas y del sexo

como lenguaje de los sueños y la naturaleza

eterna que los ojos mudos no ven:

Y tú, no ofendiste a Dios, sino que le sonreíste.

 

En mil ochocientos cuarenta y nueve naciste, eso sí,

en mi corazón: esa cabaña, el país que quiero.

Y tú, Paul Gauguin, vives.

******

ALGUIEN me lastima

en el cuerpo del otro

para este hundido resto que soy.

Hasta amarte por separado

de la luz que se revienta

sobre mi sueño,

lidiando en el tallo de tu sexo,

como este proverbio del reflejo

que se yergue de lo eterno

cuando te excitas con la idea

de lo sagrado,

de saberte morir

en un abrazo anegado y disuelto.

******

EN LA COMISURA del mar,

donde las palabras

salvan la sierpe de tus dedos,

aprendí a ver hacia adentro

ese patio que se arrinconaba

en mi reino de pájaros,

pero eran inocentes

de mi crueldad

cuando recorrían con vuelo

mi voz de mando

que un niño puede decretar

de su retiro, como una higuera

metida en el llanto,

sufre por no extender

el muro de su eternidad

y me arranca el aliento

en un lugar común de este verso.

Del libro  SUELE VESTIR DE SOMBRA

Colección Voz Aislada. El Taller Blanco Ediciones. Cali, Colombia

 

******

                                                            A Ana Ajmátova

 

                                                      En este mundo la belleza es común

Jorge Luis Borges (Elogio de la sombra)

 

 

Me morderán los labios de tu muerte

por recibir su desagravio,

esta parte de la tierra que se hunde

al olvido de los cuerpos.

 

La caída tiene rostro humano

porque el labio marca el puñal abstracto

de su belleza.

He encendido su rostro secreto

que no ha llegado a mi cordura,

brindo entonces en la oscuridad de otro pecho

cuando el recuerdo no existe

sino el deseo

sobre su muro bramido.

Me morderán los labios de tu muerte

afuera de la noche

y sabré de tu acento travestido por los años.

Nacida en Odessa haz muerto en el mundo

cuando se ha doblado la ciudad

que nos separaba.

 

A Emily Dickinson le debes el ardor de tus manos

porque la noche escupe dentro del ave

como esfinge sobre la piel

y el amor tendrá nombre de mujer.

Hasta el temor del destino broquela

la escritura de esa mañana

para besar los pedazos de tu cabeza

que me niegan

aquel instante del respiro

cuando todos los hijos son moribundos

de la verdad.

El nombre de tu escándalo es voluptuoso

en la boca de los años.

Después del beso sobre el féretro

volvemos al mismo lugar

de la ruina.

La ruina, tu beso heterodoxo de la homofobia.

La vigilia se detiene por el canto de Dylan

donde William Blake ha cegado al aire.

 

Los cuerpos no regresan

—convéncete—

por los excesos que llevan a la sabiduría.

Esta ética de la voz que se escribe en

el seno oscuro de la niña.

La niña, el rostro de tu viril protesta

que se agolpa con astucia

sobre las multitudes de tus canciones,

cuando cantaste arriba de Kerouac

después de su muerte,

donde aprendí amar a los cuerpos.

¿Sabrán de ti que los ídolos no existen

en el coito de tus labios?

Y legitimaras el afecto de su semejanza

por su belleza común.

 

******

La memoria me borra de sus labios,

donde los fenicios vierten el continente

en la resonancia del miedo.

El día es oscuro por voluntad del odio

—todos lo saben—,

cuando respiramos sobre la voz del mar.

 

Sin saber del golpe que sacude,

de tu hondo apagar la sangre,

arriba en lo desconocido del risco

y sobre las puertas del inconsciente.

 

Quizás sus recuerdos le hayan abandonado.

 

Ignoro su honda permanencia

en la ciudad que me engaña

como a una mujer,

donde la piel se ajusta

a la blanda sombra de su espejo

y esta sangre se escurre por la vida

desde la ansiedad de sus amantes.

Al ser recibido de una población asolada

como el jardín de una realidad,

siempre abstracta y albedrío

por un gris eterno de tus restos.

 

La belleza tiene ese saludo que desprecio

porque el cielo se harta de los que mienten.

 

La ciudad, otra vez la ciudad, no descubre

dos cosas iguales en un poema de los muros.

 

Has venido para recordar que tu reino ha sido perdido

en el extremo de un Oriente

que nadie conoce por su nombre de Dios.

En la cima de ese viaje, al paso de hierro, sonríes

sobre la historia de la noche cuando repito el título

de esa escritura persa que te olvida.

Mi corazón es un alfabeto inclinado al que nadie acude.

 

La noche, ajena a todo, escupe dentro del ave

como esfinge sobre la piel.

Repito el verso hasta el libro

por la incapacidad de mi escritura.

La noche, sigue allí sin las palabras.

La noche del olvido es silente sin tus manos

como un punto dibujado en el desamor.

Del libro SOY UNA HERIDA QUE SE DEJA ATENUAR

Premio III Bienal Abraham Salloum Bitar. bid & co editor

 

JUAN MARTINS. Poeta y dramaturgo. Escritor. Magíster en Literatura Latinoamericana (UPEL). Crítico Teatral con trayectoria internacional. Director de la revista de Crítica Literaria y Teoría Teatral «Teatralidad». Editor. Destacado con varios premios. Como investigador es coautor del libro «Análisis de la dramaturgia venezolana actual» (2017). España, Ediciones Antígona, S.L., bajo la dirección de José Luis García Barrientos y coordinado por Leonardo Azparren Giménez.. Ha recibido también el premio «Mejor dirección» con el espectáculo Mariana de José Ramón Fernández e interpretado por la actriz Mirla Campos en el «III Festival Internacional de Teatro Clásico Adaptado 2012. Argentina». Publicado «Ese animal que engaña mi vientre» Ediciones Presagios (2012), México. «Él es Vila-Matas, no soy Bartleby» (2014), «El delirio del sentido, ‘desde una poética del dolor y otros ensayos’» (2014), «Novelas son nombres, ‘ensayos inexactos’» (2016), «De qué hablo cuando hablo de Murakami» (2016) son sus libros de ensayos publicados en Ediciones Estival, Venezuela. Galardonado con el «Premio III Bienal de Literatura de Poesía Abraham Salloum Bitar (2018)» por «Soy una herida que se deja atenuar», editado por bid & co. editor (2019). Habría que destacar su publicación «Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto» (2019), patrocinado por la Fundación Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camões Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros. Y su libro de relatos «El vuelo fractal de la mosca» (2020), bajo el aporte de Centro de Língua Portuguesa UPEL Maracay y al Camões, Instituto da Cooperação e da Língua de Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros. Su poemario «Suele vestir de sombra» (2021) recién ha sido publicado en Colombia por «El Taller Blanco Ediciones».

 

 

 

 

 

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JUAN LISCANO, HIJO DEL SOL Y DE LA NOCHE

Juan Liscano: Hijo del Sol y de la Noche

Mi afición por la obra de Liscano y por lo que él representó y representa para nuestro país data de muchos años  atrás, cuando encontré en mi casa un libro Nuevo Mundo Orinoco en una edición de 1960. Desde ese momento entendí que estaba en presencia de uno de los poetas trascendentales de América. En sus versos se siente con fuerza su vocación de ciudadano universal, para quien la condición más importante es la Libertad de todos los seres humanos. Liscano sufría por las  injusticias del mundo y sobre todo por la inconciencia de aquellos hombres depredadores que están destruyendo nuestro planeta. Son los grandes poderes económicos, la ciencia mal utilizada puesta al servicio de la ambición, que destruye nuestros ríos, contamina el agua, hace desaparecer  los bosques.

 

La obra poética de Liscano se encuentra sostenida en una unidad temática signada por el deseo de desentrañar el misterio del Origen. Se trata, como lo expresa la filósofa española María Zambrano, de arrancar al Creador aunque sea una palabra, un signo que nos devele el hilo del orden cósmico.

 

Unas veces en un sufrimiento que se le hacía casi insoportable, traducido en queja destemplada, otras veces en apelación a la infinita misericordia de la divinidad, Liscano intenta contactarse con lo intangible, que significa para él el nexo más importante y la razón última de todo cuanto existe.

 

Liscano nació en Caracas en 1915. Fue conocido como poeta, crítico literario, columnista de agudos análisis y protagonista de luchas políticas por la libertad. Supo interpretar el pensamiento y las tendencias de su tiempo; sus escritos tuvieron como tema esencial  la trascendencia ontológica.

 

Fue un hombre de coraje en la exposición de sus ideas, aunque estas estuvieran en contradicción con las opiniones de la mayoría o de aquellos que detentaban el poder. Defendió sus puntos de vista con apasionada vehemencia.

 

Conocía en profundidad las enseñanzas  contenidas en el Libro de las Mutaciones de Confucio, Los Upanishads, El Bhagavad Gita,  y El Tao Te King, así como la concepción judeo-cristiana del mundo.

 

Su visión recibe gran influencia de la concepción del cosmos como el juego de los opuestos: el  Absoluto, Eterno Masculino, inmanifestado y manifestado a la vez, en unión con el Eterno Femenino, la energía creadora.

 

Una buena parte de su obra, recuerda los reclamos  que le hace Job a su Dios ante las calamidades que le azotan, mas en el caso de Liscano su protesta no se refiere  a una situación personal, sino  a los males que se ciernen sobre los seres humanos.

 

Dios es el compañero inseparable del poeta, bien sea para increparlo o para pedirle claridad y sabiduría, precisamente por su ausencia y su silencio.  A medida que Liscano adviene a su etapa de madurez, la íntima soledad, que se hace inexorable para todas las personas, lo acerca cada vez más a sus interrogantes.

En una entrevista que concede a Rubén Wisotski le confiesa: “¿Esperanzas? La única esperanza que tengo es la poesía. Yo en ella, y con ella, me abro un espacio. La poesía es la única que me convence como  opción. Luego viene el trabajo interior, mi preparación para la muerte y mi meditación sobre el más allá”.

 

Se siente en sus poemas de los últimos veinte años que la vida ya no lo sorprende. Se instala en él un desencanto de las apariencias y una desconfianza en la posibilidad de que el hombre en su conjunto pueda trascender su propio egoísmo.

 

La soledad que crea lo desconocido es un estado que raras veces permitimos que aflore. Preferimos distraernos para no pensar en ello por miedo a acercarnos al abismo. Este no es el caso de Liscano, quien siempre bordea los desfiladeros de lo inexplicable. Por momentos él permite que el pensamiento acalle su conceptualización, sus juicios,  tal vez por haber cultivado largamente la disciplina de la meditación.

 

Sus reflexiones están signadas por la angustia que le causa lo que para él representa la prisión del ego, fuente de toda ignorancia y sufrimiento para el ser humano.

 

Sus escritos también están impregnados de una visión mítica y simbólica del mundo.

 

En el Espacio Liscano recientemente creado por el diario El Nacional, Arráiz Lucca hace un  análisis de la manera de ser de Liscano, de su forma de comprender al hombre y su circunstancia.

 

Escribe Arrráiz: “Los graves asuntos del espíritu y la trascendencia evocan en el lector la calma, pero no en Liscano. No era el disfrute pacífico de un sabio oriental que encontró finalmente el secreto de la verdad en la meditación o el autocontrol, sino el terrible drama de la laceración de la conciencia y la lucha interna de los opuestos que impide al acceso al origen armónico (…). La irrupción temática de Liscano es de naturaleza obsesiva”.

 

La presencia del erotismo es muy fuerte en casi todos sus poemas. El establece una distinción entre el deseo sexual y el erotismo. Dice Liscano: “El deseo sexual le es dado a todos los seres vivientes… y su manifestación tiende a cumplirse de la manera más rápida. En cambio, el instinto erótico no le es dado sino al hombre y cuenta con todas las posibilidades de embellecimiento o de destrucción (…)”.

 

Su preocupación por el deterioro del planeta y la extinción de las especies fue constante. “El hombre es el único animal capaz de matar a sus semejantes en masa. Los tigres no han decidido matar a los leones. Se comen entre sí cuando tienen hambre”. El ser humano decide acabar con todos los grupos que le estorban conforme a su ideología: indígenas, judíos, gitanos (…)”.

 

Dice Ricardo Gil Otaiza en el Universal: “Liscano intenta erigir una obra signada por el pensamiento sublime, la trascendencia del hombre, los valores de la raza y el develamiento de la ignorancia como certera arma para su extinción. A pesar de su amor por las tradiciones y por las costumbres del hombre común y de la tierra venezolana, Liscano deja un legado cultural y literario disidente, díscolo, que se niega a ser clasificado dentro de categorías preexistentes… leer la ensayística de Liscano es remontar en cada palabra toda una abrupta cima de verdades que lógicamente hostigan el intelecto de muchos y los pone a la defensiva frente a una prosa fluida, descarnada, aguda, hiriente, que no hace concesión posible a la complicidad o a la infamia”.

 

“(…). Fue Liscano una fuente constante de sabiduría y de templanza que denunció los horrores de una civilización asqueada y de rodillas, frente a una ciencia y a una tecnología mal interpretadas”.

 

Julio Ortega escribe sobre Liscano: “El tiempo fue su obsesión central, y casi todo lo ha visto en el devenir, hacer y deshacer, de las temporalidades. Primero, las del origen, que desatan al tiempo cronológico con su espectáculo mítico, con sus ciclos de fecundidad, gestación y abundancia. Segundo, las del diálogo erótico, que es una de las formas privilegiadas de exceder el tiempo (…)”.

 

Patricia Guzmán escribe: “Juan Liscano sigue siendo. Seguirá siendo entre nosotros como San Francisco de Asís ‘en su duración celeste’ (…) vidente del alma (…)”.

 

Y Antonio López Ortega escribe: “Muere con Juan Liscano buena parte del siglo XX venezolano. Mueren los afanes de una generación (…) muere el deseo civilizador, muere la esgrima de las ideas, muere la visión totalizante de la realidad, muere un concepto de esperanza que no se disminuía ante ningún desafío (…). Muere con Juan Liscano el último de nuestros renacentistas, el sentido de la cultura como centro de las transformaciones sociales (…) muere con Juan Liscano algo de nosotros mismos, algo de la certidumbre con la que recorremos el mundo, algunas de las verdades que nos han guiado, una lectura cabal de nuestros desmanes y logros, una apuesta por el ser  más allá de la adversidad (…)”.

 

Lo cierto es que Liscano nunca permaneció ajeno a los asuntos que conmovían a sus contemporáneos y señalaba con fiereza todo aquello que hacía sufrir a los venezolanos, cuando era por causa de la ignorancia o del egoísmo alguno; “Creo que los poetas de hoy son muy egocentristas. Se han enfrascado en un purismo estético y además sufren de cierto hermetismo. Son bastante indiferentes a lo que se sale de su obra. Precisamente yo he tenido el problema de meterme a opinar de otras cosas fuera de la poesía y ese deseo de amplitud me ha hecho daño”. (Entrevista en julio de 1990).

 

Mi profunda gratitud a Juan Liscano por haberme honrado con su amistad y por haber sido una voz que no tuvo miedo de expresar sus ideas, aunque estas fueran contra las corrientes de pensamiento de su tiempo, aunque pudiera ser tildado de estar fuera de época o  criticado por sus posiciones. Así fue siempre, ataviado de nobleza y luz, así lo tengo presente y espero encontrarlo en el Corazón de Dios: “Mas yo soy hijo del Sol y del Lucero de la Tarde y en mi pecho reposan el león coronado y el toro en llamas”. (Del libro “Recuerdo del Adán caído”). La muerte y la vida son los atavíos de la eternidad.

Carmen Cristina Wolf. Nació en Caracas. Poeta, ensayista, editora y promotora cultural. Actualmente es Directora ejecutiva del Círculo de Escritores de Venezuela.

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UN PERRO Y CUATRO NIÑOS NOS ENCONTRARON EN LA SELVA COLOMBIANA

Por Claudio Nazoa
@claudionazoa
         Largo título para una historia difícil de imaginar por Steven Spielberg y Julio Verne. Una de esas historias, disculpando el lugar común, en donde la realidad supera con creces a la fantasía.
         Por supuesto, me refiero a la increíble aparición, después de cuarenta días, de cuatro niños colombianos, ahora inmortales, sobrevivientes de un accidente aéreo en una de las selvas más intrincadas del mundo.
         Al momento de escribir esto, aún no está muy claro de cómo ocurrió este milagro de súper-supervivencia humana. Desde aquellos famosísimos sobrevivientes de Los Andes, no había sucedido una historia tan espectacular con el detalle, sin desmeritar a los sobrevivientes uruguayos, de que se trata de cuatro niños incluido un bebé quien cumplió un año de edad estando perdido en la selva.
         En esta historia hay que destacar la tenacidad, la experiencia y perseverancia de los equipos de búsqueda y de rescate de Colombia, así como la colaboración de las comunidades indígenas y el ejército. Fue una búsqueda que hará historia cuando en el futuro se hable sobre operaciones de rescate.
         Como soy escritor, me gustan las historias detrás de las historias y me he emocionado con un héroe no humano como lo es un perro pastor alemán llamado Wilson, pieza clave en esta odisea.
         Wilson, un perro entrenado en búsqueda de personas desaparecidas, encontró rastros de los niños en la intrincada selva y como si supiera que ellos estaban esperándolo, se adelantó a sus entrenadores, quienes, gracias a él, lograron el final feliz que estamos celebrando. El perro encontró a los niños y estuvo con ellos dándoles ánimo durante cuatro días; cosa que les trajo alivio a los pequeños, ya que intuían que sus salvadores estaban cerca, razón por la cual esperaron en el sitio del rescate.
       Lamentablemente, Wilson, quizás por hambre o por su instinto de búsqueda, al cuarto día de estar con los niños, desapareció. Hasta ahora no han podido encontrarlo. Confió en que San Francisco de Asís nos ayude a recuperar a este héroe.
         Estos increíbles niños sufrieron un espantoso trauma, muy difícil incluso para cualquier adulto. Primero, el accidente aéreo en sí mismo; luego, estar con el piloto y otro pasajero muertos los dos y lo peor, ver a su madre gravemente herida durante cuatro días hasta que fallece. Realmente cabe preguntar: ¿de dónde sacaron las fuerzas necesarias para seguir adelante y luchar por salvarse?
         Por supuesto, en esa historia, hay también una heroína, la hermana mayor de los niños quien con tan sólo trece años, se responsabilizó de sus hermanitos y, cargando al bebé entre sus brazos, me imagino que les dijo: “¿Saben qué? ¡Estamos vivos y vamos a salir de esto!”.
         ¿Qué hicieron? ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué comían? ¿Cómo bregaron y alimentaron durante cuarenta días a un bebé de un año? Aún, hasta hoy, no lo sabemos, pero pronto nos enteraremos.
         Esta historia me tiene y creo que tiene a la humanidad conmovida. Esta historia, habla de cuán frágiles y fuertes somos a la vez. Estamos vivos y en el siguiente segundo podemos estar muertos.  Esta historia, habla de que la vida nos la han prestado por un ratico. Nos habla de que nuestros problemas, por más difíciles que sean, tienen solución. Nos habla sobre un amor intenso que salva vidas cuando una niña de trece años, cargando a un bebé y cuidando a otros dos niños, guiada e iluminada quizás por Dios, logra un milagro. En fin, esta historia, nos cuenta sobre unos niños perdidos que lograron encontrarnos a nosotros, para que tuviéramos la fuerza de afrontar la vida con amor y esperanza.
         Cuatro niños perdidos y un perro, nos han enseñado que no todo está perdido.
Claudio Nazoa, venezolano, escritor, conferencista, humorista y comediante. Interesado siempre en el bienestar de su país y de las causas nobles. 
Editora: Carmen Cristina Wolf
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EL INDESEABLE, POR EDINSON MARTÍNEZ

 

El indeseable

Por Edinson Martínez

En países como el nuestro, donde el verano está separado del invierno por un aguacero, y no por un otoño, como inspiradamente escribiera Regis Debray en su novela El indeseable, la exótica comparecencia de sucesos y contextos queda singularmente expresada, casi con asombro, por el autor, cuando actúa en ejercicio omnisciente, como también para varios de los personajes de la trama. Por eso, en algún instante fugaz, a medida que avanzaba en la lectura de la apenas conocida obra del filósofo francés, se me ocurrió pensar –ubicándome un poco en la labor narrativa del escritor al momento de plasmar sus ideas– en la confrontación a la que hubo de avenirse para, con una realidad tan extraña a él, absolutamente bizarre, poder entregarnos el texto que nos presentó hace más de cuarenta años.

El libro ha estado rodando en mi biblioteca por mucho tiempo, resistiendo incluso varias mudanzas y cambios en mi vida, desde mis tiempos de estudiante universitario, fecha en la cual creo haberlo comprado a un librero de la facultad, hasta el presente.

Cuando lo leí la primera vez, en seguida comenté su contenido entre varios amigos, destacando la similitud de uno de los personajes con alguien a quien todos conocíamos. Pasó el tiempo, y viéndolo de vez en cuando entre mis otros libros, con su portada ya pálida, y su enorme equis escarlata atravesándola como diseño, hace unos días volvió a llamarme la atención.

De pronto llegué a pensar, como en un centellazo precipitado, en las verdaderas proporciones del realismo mágico, ya no como expresión literaria vernácula, sino en la presencia cotidiana, en el doméstico transcurrir de la vida como materialidad permanente en nuestro modo de ser, cuyas resultas, para otras regiones del planeta, es una suerte de revelación fantástica imposible de asumir como una verdad plena.

Así, en la obra citada, el personaje principal descubre dicha sustantividad en medio de una conflagración civil intentando derrocar al gobierno de un país. Esta nación no se menciona expresamente, pero, por todas las referencias a lugares, sucesos, incluso, las menciones a las fuerzas en pugnas, representadas en este caso, por el gobierno y quienes pretenden su derrocamiento, nos retrata claramente a la Venezuela de la década del sesenta, y a ese experimento político tan genuinamente latinoamericano, como fue la guerrilla urbana de aquel entonces.

El autor, no se ahorró pormenores extraídos de la realidad insurreccional de aquellos años, trastocando parcialmente, eso sí, los hechos y sus protagonistas con un ejercicio ficcional válido que, ciertamente, desde el punto de vista literario sirve para eludir el oficio testimonial, pero que, en este caso, sin embargo, no alcanza a generar un cosmos auténticamente imaginativo. Los acontecimientos, o, mejor dicho, el contexto histórico con los personajes que inspiran la trama, resultan perfectamente identificables –grotescamente reconocibles, diría yo–. Por lo que, en ocasiones, el proceso narrativo se vuelve un poco cansón, lento y un calco ordinario de la realidad que, por cierto, él mismo, conociera de primera mano durante su permanencia en Suramérica, al menos en 1963, como bien lo señala Teodoro Petkoff en una entrevista concedida a Norman Gall entre junio y diciembre de 1971, y publicada bajo el título La crisis de un revolucionario profesional.

 

“La huelga general que convocamos, el 19 de noviembre de 1963, diez días antes de las elecciones, fue el canto de cisne de las FALN. Anunciamos una huelga para bloquear las elecciones generales y fuimos capaces de paralizar la ciudad. Paralizamos la ciudad de una manera absurda, con balas. Ese día nadie se movió en Caracas. Regis Debray estaba en Venezuela en ese momento y dijo que ni siquiera en Argelia había visto algo así.”

 

El escritor y filósofo tenía entonces 23 años de edad, era como, en ocasiones se referían a él, una especie deenfant terrible incursionando en política en un continente absolutamente extraño para él. Su propia hija, Laurence Debray, en una conversación con Alberto Barrera Tyszka, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2018, donde presentaba su libro Hija de revolucionarios, afirma:

“Mira mi padre, que fue a hacer la revolución en América Latina, pero no cogió las armas en Francia contra De Gaulle. Se va a meter en Venezuela donde había una democracia.”

La entrevista fue publicada por el diario El PAIS el 28 de noviembre de 2018.

El indeseable, se imprimió originalmente en francés bajo la denominación de L’indésirable, así la traducción de su título al español, corresponde estrictamente a su contraparte francesa. La edición, primera y, entiendo, como la única, al menos en español, se hizo en 1977, por cuenta de Monte Ávila Editores, mientras que en su idioma original se publicó en 1975.

La novela, de muy limitada repercusión en el ámbito literario, diríamos nula, en tributo a la honestidad, está llena de apreciaciones del autor, en ese desdoblamiento personal de quien escribe y la voz que narra. Estas subjetividades, expresadas naturalmente en su condición omnisciente, revelan una evidente impronta autobiográfica. Por lo que hemos de apuntar, a modo recordatorio, que Regis Debray tuvo una larga estadía en Latinoamérica, involucrado en sus procesos políticos, abarcando, cuando menos, una década entre idas y venidas de Europa a nuestro continente.

El escritor, como se sabe, fue detenido en Bolivia unos meses antes de la captura y muerte del Che Guevara. Ya, entonces, como señalamos al principio, había estado en Venezuela, además sus publicaciones y escritos, todos de orden político, eran célebres por su esmero en plantear una suerte de teoría revolucionaria, conocida en aquellos años como foquismo, cuya idea se resume en la conformación de una vanguardia armada –un foco guerrillero, de ahí su nombre– para estimular la combatividad de los pueblos latinoamericanos y conducirlos a la toma del poder. Revolución en la revolución, es el título de su publicación en 1967 sobre el tema.

Regis Debray alcanza notoriedad internacional cuando es apresado en Bolivia, donde estuvo acompañando al Che Guevara, gestándose todo un movimiento de intelectuales que solicita su liberación, hecho ocurrido en 1970. A propósito de esta incursión del francés en Bolivia vale la pena mencionar el comentario de Pablo Neruda en su libro Confieso que he vivido. Memorias.

“Me halagó lo que me dijo de mi libro [Neruda se refiere al Che Guevara] Canto General. Acostumbraba leerlo por la noche a sus guerrilleros, en la Sierra Maestra. Ahora, ya pasados los años, me estremezco al pensar que mis versos también le acompañaron en su muerte. Por Regis Debray supe que en las montañas de Bolivia guardó hasta el último momento en su mochila dos libros: un texto de aritmética y mi Canto General.

Su paso por Venezuela, durante los violentos momentos de la insurrección armada, y del conocimiento que de ella pudo tener posteriormente, a la distancia, a través de sus múltiples vinculaciones con varios de sus protagonistas, le permitió armar la historia de El Indeseable como su primera novela. La obra, a mi juicio, no es de un gran valor narrativo, como antes señalé, porque la percibo como un calco poco imaginativo del contexto político que vivía el país en ese periodo, pareciendo a veces una trama testimonial, en cuyo caso, como se comprenderá, el halo ficcional de toda novela pierde fuerza.

En realidad, sólo son dos aspectos los que motivan el presente texto. Digamos que, como en cierta ocasión insinuara Fernando Savater, creo que la falta de memoria sólo engendra ignorantes, aquí su comentario:

“Me dicen que los jóvenes ya no conocen a Ava Gardner y acaban de enterarse de quién fue Franco gracias a la agitación publicitaria de sus desenterradores. De modo que Herbert Marcuse o Rudi Dutschke seguramente pertenecen al secreto del sumario. Y no digamos Régis Debray, cuya peripecia latinoamericana algunos veinteañeros seguimos con preocupada atención en los años sesenta del siglo XX.”.

Así pues, no sería de extrañar, como bien apunta la cita, que, a vuelta de muy poco tiempo, el autor de El Indeseable, y peor aún, los sucesos que lo inspiraron, terminen sepultados en el más hiriente olvido.

De tal manera, que el primero de los motivos animando esta publicación, se remite a la forma particular en cómo el autor manifiesta su perplejidad a la revelación telúrica que lo confronta; una genuina exposición retórica cargada de imágenes comparativas de un encanto excepcional.

“¿Cómo inventar la melodía de un tiempo cómplice en una región que no tiene estaciones? ¿Cómo componer una partitura para dos voces y un violoncelo donde hace más de treinta grados a la sombra desde la mañana a la noche y nunca menos de veinte desde el atardecer a la mañana? ¿Dónde el verano está separado del invierno por un aguacero y no por un otoño? ¿Dónde los verdes son verdes lo mismo en julio que en enero y las corolas de los tulipanes escarlatas durante todo el año…? El año de Europa es una montaña rusa, un folletín de episodios…”

Buena parte de la novela es atravesada por afirmaciones como las precedentes. Debray se resiente ante la realidad con la que se topa, como si en el torbellino de acontecimientos, los protagonistas, y él mismo, cuando la narrativa toma vuelo, se hallaran ante un abismo, sobrepasados por tan exótica sustantividad. Y, en efecto, era así, un extravagante piélago de singularidades, políticas, históricas, sociológicas y culturales, que causarían asombro a cualquiera que por primera vez viniera a la región.

“Como cualquier otro, Frank había nutrido su sueño americano a distancia mediante la ayuda de novelas y libros de historia leídos del otro lado del Atlántico. Y ocurría ahora que Márquez y Carpentier lo habían propulsado, diminuta pelotita de cartón, a un continente duro y chato, a un mundo de instantes centelleantes, sin espesor, virgen de huellas y recuerdos. Todo es posible cuando uno se ha liberado de la memoria. Hasta la felicidad incluso. Todo, salvo la Historia.  Había ido para preguntarse si un pueblo, lo mismo que un hombre, no obtiene el futuro de su pasado; si esa memoria anterior a la memoria –esa prehistoria que no había pintado ningún bisonte sobre los muros de ninguna Altamira, pero que se manifiesta en la manera de manejar el tenedor, de soñar por la noche, o de desvestir a las mujeres que uno se cruza en la calle– no crearía en el fondo un lazo más fuerte entre los hombres que los productos de la inteligencia o las decisiones de la voluntad; y si no sería necesario primero estar ligado a esa prehistoria antes de pensar en hacer la Historia con los demás.”

Regis Debray, no se ahorra disquisiciones de orden filosófico durante toda la novela, naturalmente, una trama de ficción no suele pasearse por este campo, pero, en este caso, resulta casi inevitable para quien tiene formación como filósofo, deslizarse rapidamente por estos ámbitos. Por otra parte, hemos de agregar que su experiencia como narrador, es esencialmente la de ensayista. Por eso comprendemos la frecuencia con las que se deja llevar al hacer conjeturas de orden existencial, a veces, en boca del personaje principal (Frank), y en otros momentos, él mismo, como narrador, dando rienda suelta a sus convicciones ontológicas, eso sí, siempre motivadas por una perspectiva política, pues, precisamente, esa es su naturaleza: un político en ejercicio literario.

“Pretender romper la corteza de una nuez con un martinete de estacas no parece responder a un buen cálculo y sin embargo es precisamente lo que hace quien pretende amar a una americana con amor europeo. […] Querer hacer la revolución en las orillas del Orinoco con los infolios de Karl Marx a manera de brújula, ¿no es acaso una sandez del mismo género? Aquí y allá el espacio y el tiempo no tienen las mismas medidas. ¡Dos geometrías de postulados incompatibles!”

La segunda razón que me ha impulsado a escribir sobre El Indeseable después de tanto tiempo, es la similitud que guarda su trama –como señalaba antes– con el proceso político venezolano conocido como la Lucha Armada.

Cuando la novela se editó en español (1977), esta etapa de la violencia política en Venezuela ya era historia. Así que, en realidad, la publicación pasó desapercibida; no generó ningún tipo de interés, ni como pieza literaria ni como documento histórico, si acaso se cometiese la imprudencia de elevarla a tal condición. Algunos de los hechos políticos que se narran –un traslado ordinario de sucesos efectivamente acaecidos–, ya eran harto conocidos por el país.

“Frank desliza el periódico bajo los ojos de su interlocutor: el día anterior se ha encontrado, resto flotante devuelto por las olas a una playa desierta, el cadáver hinchado de uno de los secretarios militares del Frente, exdiputado. Muerto bajo la tortura en un campamento militar. Se olvidaron de practicarle una incisión en el abdomen y como el cuerpo no muestra ningún impacto de bala, subió a la superficie a pesar de los kilos de hierro con que lo habían lastrado…”

El caso citado en la novela, –muestra de la reproducción narrativa de una realidad bien conocida– se refiere a un hecho registrado varios años antes de la edición de El Indeseable. Se trata de la desaparición y muerte del dirigente político Alberto Lovera en octubre de 1965, cuyo cuerpo apareció sumergido en las aguas próximas a la playa de Lecherías, en Puerto La Cruz, estado Anzoátegui.  En el libro de José Vicente Rangel, Expediente negro (1967), el hecho se denuncia con todos sus pormenores. En su momento, el abominable crimen, generó un intenso debate en el Congreso Nacional, teniendo a este, en su condición de diputado, como el principal propulsor de la investigación.

En la trama, por otra parte, aparece una especie de contrafigura de nombre Joaquín que, aún con los ejercicios de alteración literaria, de metamorfosis deliberada de la realidad para, precisamente, no perder el propósito del género novelesco, es posible reconocerla entre los personajes políticos más celebres de nuestra historia reciente. No daré su nombre, prefiero dejar a los lectores el trabajo de precisarlo, de identificarlo. Estoy seguro que será más fácil que pelar mandarinas por la similitud de lo narrado con el hecho histórico que lo involucra.

“…Entonces Joaquín se retuerce sobre las baldosas, gime, lanza alaridos. Desconcierto en el pabellón. Pánico, luego escándalo, pues los compañeros de la división política –y a la cabeza de ellos los miembros de la Mesa Política– exigen a coro y a gritos la inmediata presencia de los enfermeros. Joaquín se muere, Joaquín está muerto. Por fin llegan los camilleros con un teniente. Al ver a este último, Joaquín hace un esfuerzo sobrehumano, pero la sangre no quiere salir. Sin embargo, un vago escupitajo teñido de rojo afianza la convicción. Dirección: Enfermería. […] “Hemorragia por ruptura de ulcera gástrica”. Hay que conducirlo urgentemente al Hospital Militar…”

Es que este episodio, tan idéntico a la versión tantas veces contada por su protagonista verdadero, tuvo este que habérselo comentado con lujo de detalles en algún momento –hago la afirmación sin ninguna prueba que lo confirme, claro está–. Quizás posteriormente a 1970, o incluso, ese mismo año. Insisto en recordar que El Indesable se publica por primera vez en 1975.

[…] Y allí está Joaquín, recluido en el octavo piso, en la sección penitenciaria reservada a los inculpados que están sometidos a la jurisdicción militar, y donde no hay más que una cama disponible en una celda para dos personas. Bajo el colchón de la primera cama, hay una cuerda de nylon de unos cincuenta metros de largo, una sierra para cortar metales, y un traje nuevo de tergal azul.  […]  Entonces atan el cordón de nylon a una cañería, Joaquín se mete en su traje azul y he aquí que se balancea a cuarenta metros del suelo, trapecista pálido, ebrio de aire, agarrado de esa cuerda lo bastante gruesa para no lastimarse la palma de las manos. Son las once de la noche. […] Todo es silencio, salvo en el cuarto piso, donde dos viejecitos, que contemplaban el cielo estrellado platicando tranquilamente en sus camas, se incorporan de golpe, espantados por la visión de dos pies, de dos piernas, y luego de un hombre entero que se desliza detrás del vidrio, endomingado como un joven novio.  Se disponen pues a gritar, a pedir auxilio, a llamar a la enfermera con el timbre, cuando ven que Joaquín les dirige a través del vidrio una guiñada de connivencia y les reclama silencio con dedo que no admite réplica. […] Unos segundos después, Joaquín toca el suelo…”

Hay un aspecto destacable en la narrativa de esta obra que vale la pena mencionar, así sea de pasada, al tomar en cuenta la cronología de los hechos que inspiraron la novela; el  periodo de la Lucha Armada en Venezuela (1961-1967), y la fecha en que se publica (1975), es posible notar un leve cambio de postura del autor, aquí, una mirada tímidamente crítica de aquel periodo –¿más serena, quizás?– que no llega a manifestarse con el mismo ardor con el que publicara sus ensayos políticos, se rebela casi inadvertida.

“…Vivimos en una época en que las grandes palabras deben escribirse con minúsculas. Lo cual es muy molesto.

Hoy ya no se puede ser revolucionario haciendo de la revolución un valor absoluto. […] Hoy, un comunista que no abrigue dudas sobre el comunismo es un imbécil peligroso.”

Esta reflexión, ya terminando El Indeseable, expresada en 1975, cuando el mundo todavía se repartía a dos, tiene un importante valor, un reconocimiento, digamos en voz baja, de las consecuencias de un experimento político, visto en la distancia, tan delirante como disparatado. Basta leer Revolución en la revolución en el presente para admitir el tamaño de tanto infantilismo político. Por ahí lo tengo, guardado como una reliquia, con un prólogo del poeta cubano Roberto Fernández Retamar, el mismo que Neruda en Confieso que he vivido. Memorias, le dedica estas breves y lapidarias líneas:

“…A Retamar sí. En La Habana y en Paris me persiguió asiduamente con su adulación. Me decía que había publicado incesantes prólogos y artículos laudatorios sobre mis obras. La verdad es que nunca lo consideré un valor, sino uno más entre los arribistas políticos y literarios de nuestra época.”

Por último, me gustaría añadir la respuesta de Teodoro Petkoff ante dos preguntas de Alonso Moleiro en su libro Solo los estúpidos no cambian de opinión. ¡La vida de Teodoro! Que considero ilustran un poco el contexto de la rectificación de aquello que Regis Debray narra como ficción y devota admiración.

“–Los frentes guerrilleros seguían vivos, la invasión por Machurucuto estaría en marcha. Por esa época mataron al Che Guevara. ¿Dónde estaba usted cuando se enteró?

–Estaba en Paris en esta diligencia, explicando la necesidad del repliegue. Pensé que quizás estaría bien conversar con algunos periodistas franceses interesados en América Latina. Estuve en Le Monde, pedí hablar con Marcel Niedergang que era el gran especialista en los temas latinoamericanos. Comienzo a explicarle las condiciones políticas existentes en el país y la necesidad del repliegue y de pronto el tipo me interrumpe y me dice: “¿de qué política me hablas. No te entiendo?” Entonces le digo: “¿de qué quieres que te hable? ¿de arcos y flechas, tú no crees posible que allá se hable de política?” Sintió el trancazo y cambió el talante.  […] Fui a Le Nouvel Observateur: me recibe un periodista displicente, cuyo nombre no puedo recordar, que ni siquiera se molestó en tomar nota de lo que le decía. Cuando me estoy yendo, me enseña la portada de esa semana: era una imitación del dibujo de Picasso del Quijote, pero con una imagen del Che. Estaba escribiendo un reportaje ditirámbico sobre el foquismo: Guevara el guerrillero heroico, tu sabes la típica vaina de los Ramonet de todos los tiempos. Me pregunta ¿qué te parece? Yo le digo: pues mira, el reportaje está muy bien escrito, pero te puedo vaticinar una cosa: en América Latina esto va a terminar en una tragedia.  Ese es un error colosal lo que está cometiendo esa guerrilla en Bolivia. Lo que no me imaginaba entonces era que parte de la tragedia iba a consistir en que el Che iba a morir también. […]

–¿Regis Debray no conversó con usted entonces?

–Claro, era un gran amigo. Regis también venia entonces de regreso. Me regaló un libro con una enorme dedicatoria:

“A Teodoro, el primero de nosotros que entendió”.”

Ciudad Ojeda, 01 de abril de 2023

 

Edinson Martínez (Cabimas, Venezuela, 1957) escritor, economista, editor y radiodifusor, autor de las novelas Vidas paralelas (2017), Las horas perdidas (2021), El tiránico dominio del azar (Una novela corta y cuatro relatos breves) (2022), y Piratas de plenilunio (2022).  Ha cultivado diversos géneros, tales como la crónica literaria, el artículo de opinión, el ensayo y el relato, sumando cuatro publicaciones en el lapso comprendido entre 1995 y 2016.  Ha sido profesor universitario, colaborador en páginas de opinión en diversos medios digitales e impresos del país, promotor cultural y concejal de la ciudad donde vive.

#edinsonmartinez Foto

@carmencristinawolf editora

 

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Navegar entre dos orillas con el dulce ron de la poesía que embriaga

Por Edda Armas

Buen día, agradecemos su compañía en este bautizo-recital-celebración, y sin más preámbulos les comento que cuando con entusiasmo acepté preparar unas palabras para presentar hoy 28 de mayo esta antología –en la librería-café de Kálathos– ni imaginaba que este domingo estaría yo en Madrid, pero la vida corre llena de sorpresas y sucedió.  Pero, siendo la palabra escrita nuestra aliada más perfecta, serán ellas las que les digan de la emoción que he sentido leyendo este libro que, igualmente, nos reúne hoy en Caracas, dando las gracias a la querida poeta Kira Kiriakin que aceptó leérselas.

 

Un texto breve se agradece, más aún en este día, con el deseo de dar mayor espacio a la ofrecida lectura poética, a modo de brindis por la vida y la conjunción alcanzada. Inicio entonces, afirmando que considero que éste es un libro bien particular y único, signado por la estrella de la generosidad, entre cuyas páginas resuena el poder estrepitoso de un océano que en apariencia separa, pero que en esta oportunidad reúne voces poéticas de dos orillas, abriendo paso a un territorio para el intercambio, salvando las incomprensibles y absurdas distancias, en estos tiempos convulsos por demasiadas razones.

 

Hablo de un territorio poético cuyos puntos cardinales sean la libertad y el diálogo, al tenderse un puente que propicia el encuentro con la deseada pluralidad, tejiéndose una red con voces actuales y activas –de Canarias y Venezuela– que en él convergen.

 

El símbolo del ave delirante en ambos cielos, a dos extremos del Océano Atlántico, nos recuerda la libertad ilimitada del viaje poético, en este ir y venir navegando las orillas temáticas donde hay convergencias evidentes, en las exploraciones emprendidas hacia el interior de lo que nos interroga y nos hace escribir, allá o aquí, aquí y allá. Me refiero, al entrañable viaje de las palabras durante el hacer poético sin tregua, por cada una de las voces que dan armadura a este libro antológico (sin la pretensión del rigor académico al ser concebido) lo cual, en este caso, tal vez sea una de sus cualidades, ya que no responde a cánones ni generaciones literarias, pero sí al intenso movimiento de una poesía que se está escribiendo, allá y aquí, con representatividad de poetas consagrados y poetas que van haciendo carrera editorial (con libros publicados y obra inédita en busca de editores) respondiendo a una urgencia de diálogo bidireccional, entre los autores reunidos y también con los lectores que se enganchen, para que salga ganando la visibilidad para el abanico de poéticas que se desarrollan en ambas orillas.

 

Deseo expresar mi más cálido agradecimiento a Josefa Molina Rodríguez, periodista, editora y escritora, directora de la Colección “Palabra y Verso” en su editorial Beginbook Ediciones, por idear y editar este libro desde España, coordinando a los participantes en colaboración al poeta de Santa Cruz de la Palma, Antonio Arroyo Silva, autor del esclarecedor texto Para un diálogo sin orillas, que presenta el dossier de 31 poetas canarios, en el que enfatiza que este volumen “quiere mostrar la gran variedad que existe en los autores seleccionados que están en plena ebullición creativa, desde el mayor de edad, Alberto Omar, al menor Santiago Jatib.”

 

En contraparte, el dossier de 29 poetas venezolanos, lo presenta el poeta y ensayista Joaquín Marta Sosa con un sentido texto intitulado Poesía para ser libres y encontrarnos en la libertad, advirtiéndole al lector que “ante sus ojos tiene una suerte de río intermedio entre la compilación y la antología, más que la primera y menos que la segunda, principalmente de poetas que nacieron a partir de los años cincuenta del recién pasado siglo XX, con ligeras visitas a quienes nacieron antes y algo después”, refiriéndose a los maestros Rafael Cadenas y Alfredo Chacón (nacidos en los 30) y a la poeta Hildegart Acosta (nacida en los 40), lográndose que un total de 60 autores conformen el corpus de este libro que reclamaba existir, el cual –para alegría en ambas orillas– se erige en memoria de nuestro querido poeta mayor Armando Rojas Guardia, llevando por título un verso de su emblemático poema Aves, que completo se incluye a modo de epígrafe único, dando al lector la bienvenida al viaje de alternancias y diálogos que nos propone, lanzada una pregunta qué el mismo poeta se hacía: ¿qué ron dulce las embriaga?

 

La poesía no tiene fronteras se afirma en este libro, atreviéndome a alegar que si algo se respira entre las páginas de este libro-barco es la hermandad y cercanías entre las voces poéticas de dos orillas dialogantes que, aunque el Océano Atlántico las separe, la migración (desde 1948 de Canarias hacia Venezuela, y desde 1999 de Venezuela hacia Canarias) hace que nos miremos en espejos similares, atravesando temáticas contemporáneas en sostenido diálogo, tomando las voces reunidas otra dinámica pues no habrá océano que pueda separar lo que el poeta proclama como tierra ganada. Ganada por la permanencia, pues todo poeta en su ardua tarea de decir se hace “vocero de la más oculta necesidad”, como lo asoma Cadenas en su poema Musa. Cercanía ganada también en el impostergable intercambio para dejar testimonio de lo que acontece en diversas realidades, ya que como lo dijo Stefan Zweig y nos lo recuerda Marta Sosa: “los poemas se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.”

 

Celebraré siempre que iniciativas como ésta que generosa motorizó, Josefa Molina, desde Canarias sigan tomando cuerpo y den alas. Que la poesía así ofrecida logre pellizcar y alertar el alma de lectores de aquí y allá, adentrándonos en los universos personales de los poetas presentes, dando continuidad al deseo chispeante que le dio origen, abogando –con otros versos iluminadores de Armando– a que estalle “su plumaje en oro caliente y derramado. Y el cielo ha quedado entre sus alas como una mancha viva.” Invitándonos el poeta a mirar “cómo se enredan entre los suaves hilos del aire que se enciende” en su poderoso poema Ave, que, en este caso, fue el talismán invocado.

 

Muchas gracias a todos los poetas reunidos en El dulce ron que las embriaga, en el que personal y particularmente celebro la presencia de los poetas canarios Cecilia Domínguez Luis, Ernesto Suárez y Rafael-José Díaz (que nos han visitado y leído sus poemas en Caracas). Levantemos nuestras copas para honrarlos a todos y a esta lograda edición impresa, enalteciendo la belleza y riqueza de la lengua del Quijote compartida, y el Premio Cervantes entregado recientemente, de manos de los reyes de España a nuestro amado poeta mayor Rafael Cadenas, invocada la palabra poética que alto vibre, y de seguidas en las voces que le dan vida, aquí y ahora; y más allá, luego y por siempre…

 

 

Madrid, 26 de mayo de 2023 (levantando hoy el telón la Feria del Libro de Madrid)

Edda Armas

Edda Armas. Escritora venezolana (Caracas, 1955). Poeta, psicóloga social y productora de eventos culturales. Con una amplia obra publicada. Facilita talleres de escritura creativa.

#circuloescritoresvenezuela

Foto de Edda Armas cortesía de la revista Letralia

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CARMEN CRISTINA WOLF. POEMA A EUGENIO MONTEJO

En la memoria del poeta Eugenio Montejo, Carmen Cristina Wolf escribió Extraño sin su sombra cuando le llegó la infausta noticia de la muerte del poeta Eugenio Montejo. No lo esperaba, era su amigo y siempre llevaba sus libros dondequiera que iba, se sabía de memoria sus poemas.

 EXTRAÑO SIN SU SOMBRA

Carmen Cristina Wolf

                           A Eugenio Montejo, en su memoria

Corríjame si no, poeta, amigo

debe usted sentirse extraño sin su sombra

abiertos los portones de los huesos.

Habrá mucho por ver

sin la cárcel de piel y sin anteojos

Gran Sabana, Aponguao, praderas siderales

árboles centenarios, pensativos.

Y se enterará usted de los que han muerto

sin saberlo, porque no habrá de preguntarse:

“Qué será de la vida de aquel hombre

que vendía quesos en la esquina. No he visto más

su silueta cansada ni escucho su pregón.”

 

Habrá salido a recibirle

su hermano el rey Ricardo, sus ancestros

y los poetas, Ludovico, Adriano

Elízabeth y Hanni, ¿cuántos más?

Gerbasi, Octavio Paz, Elena Vera…

Ya podrá usted viajar a cualquier parte

sin cargar el paraguas.

 

Se paseará por calles y ciudades

visitará Lisboa sin maletas

y Madrid y Los Andes sin sufrir mal de páramo.

 

Aun así es invitado

a pasar por mi casa alguna vez

y sentarse a escuchar

al tordo en su ramaje que acostumbra.

No encontrará mi casa con una silla ausente

porque estarán sus libros

ajados ya de tanto andar conmigo.

Es momento de abrir “Muerte y Memoria”

y detenerse donde dice

seré un cadáver fácil de llevar
a través de los bosques y los mares…
seré un cadáver inocente, …
cavilador, absorto en lo sagrado …

Podrá venir tranquilo

por el trinar de los turpiales

y el cristofué, él no falta a la cita en los jardines.

Están muy cerca el parque y la montaña

Usted me dirá cosas

con su voz matizada de viajes y de sueños

desde Algunas palabras

en Trópico absoluto

y seguiré soñando con Manoa

escucharé el murmullo de los árboles

aunque hablen poco y de eso usted sabía.

 

El duende se paseará por calles y ciudades

Lisboa, Madrid y Roma, y Estambul

Mientras aquí su amiga emborrona cuartillas

sin lograr el milagro del poema

que la persigue siempre desde siempre.

 

Sepa usted que le debo

los instantes mejores de la noche

desde sus versos dichos de memoria.

Aprendo a desprenderme suavemente

de las lianas del mundo

para no pesar tanto

cuando sea el tiempo del no tiempo.

Me espera la poesía

me espera Dios. Quién sabe

¿o lo llevo conmigo?

 

Nos veremos poeta, no sé cuándo.

Corríjame si no.

 

©Carmen Cristina Wolf

Caracas, 6 de junio de 2008

Carmen Cristina Wolf. Nació en Caracas. Poeta, ensayista, editora y Correctora literaria. Libros Publicados: Fragmentos de isla, Atavíos, Prisión abierta, Canto al Hombre, Canto al Amor Divino, Escribe un poema para mí, Huésped del amanecer, Vida y Escritura, La llama incesante.  Recibió el Premio de Poesía Vicente Gerbasi. Es Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua.  @carmencristinawolf en Instagram. @literaturayvida en Twitter.

 

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JOSÉ PULIDO: LA CIUDAD Y LOS ESCRITORES

                                                                   José Pulido

LA CIUDAD Y LOS ESCRITORES

Por José Pulido

Un conocido poema de Kavafis dice:

“No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas

calles. Y en los mismos barrios te harás viejo;

y entre las mismas paredes irás encaneciendo”.

Cada ciudadano crea con su huella una partícula de ciudad. El ciudadano construye la ciudad; inclusive el ciudadano que jamás coloca un ladrillo, o una piedra, un cable o un tubo: todos los habitantes van haciendo la ciudad según sus intereses y sus ignorancias, sus conocimientos y sus sentimientos.

Y al mismo tiempo, la ciudad va procreando los ciudadanos que necesita para descomponerse o embellecerse, para sublimarse o envilecerse.

Hay paisajes en la ciudad que pueden marcar para siempre una vida o muchas vidas. Cada paisaje urbano contiene otro paisaje y dentro de ese otro paisaje anidan los espacios que usa el alma para ejercer la nostalgia o el ensimismamiento. He ahí los paisajes de la memoria, manifestándose en los sueños de los seres que disfrutan y padecen los laberintos de la urbe.

¿Cómo influye la ciudad en el conductor de autobús? Hace que coloque en su vehículo un enorme anuncio de su fe, la imagen de una virgen, un santo o cualquier deidad milagrera, sin que esto le impida detestar a los ancianos porque se mueven lentamente y no pagan pasaje.

Todo eso y más, hacen que la ciudad a su vez sea un caos en lo metafísico, en lo amoroso, en lo auditivo, en lo visual. Pero ese caos es lo que genera situaciones de asombro que pueden constituirse en obra de arte y en historia. En literatura, poesía, teatro, cine o danza. Creaciones que sirven en todo caso para enaltecer la espera. Porque como ya lo dijo Jorge Luis Borges hay que ensayar el futuro ¿y cómo se ensaya el futuro? Pues con la esperanza.

Escritores que vivieron en Venezuela

Algunos destacados escritores de otros países vivieron mucho o poco tiempo en Caracas y escribieron una o varias obras en este lugar. ¿Cómo influyó en ellos la ciudad? Seguramente eso equivale a hurgar más minuciosamente en sus textos, pero sin duda alguna debe haber algo en sus escritos que refleje el tiempo vivido en estas calles y en estos cuartos amparados por el Ávila.

En el año 1894 se estableció en Caracas el poeta José Asunción Silva como Secretario de la Legación de Colombia en Venezuela. Y aunque su estadía fue de pocos meses, resultaron tan intensos que se dedicó a escribir una novela titulada “Amor”, regresó antes de tiempo a Bogotá y se dio un tiro en el corazón.

José Asunción Silva decía que El Cojo Ilustrado era “Un periodicazo mensual donde escriben los mejores”. El Cojo Ilustrado, dirigido por Herrera Irigoyen, anunció que publicaría los cuentos negros de José Asunción Silva y una novela que titularía “Amor”. El poeta se encerró a escribir la novela, pero de repente sintió deseos de ir a Bogotá. Entonces su barco naufragó y después de eso, ocurrió el suicidio.

Caracas le había dado muchas alegrías. A Emilio Cuervo Márquez le confesó: “Aquí me han recibido como no merezco; no sé cómo hacer para devolver atenciones y bondades y fiestas. El país va bien, rebosa de oro, tiene el sentimiento del arte y adora la buena literatura. En Bogotá hay muchos que creen lo contrario en lo referente a los dos últimos párrafos; pues bien, están equivocados de medio a medio”.

En Venezuela vivieron y trabajaron Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Manuel Mejía Vallejo, Manuel Puig, Plinio Apuleyo Mendoza, Alfredo Pérez Alencart, José López Rueda, Tomás Eloy Martínez, Isabel Allende entre otros.

Su estancia en Venezuela le aportó más conocimientos a Carpentier sobre la lengua castellana enriquecida y divinamente atormentada por el Nuevo Mundo; le destapó más claridad respecto a las maravillas del trópico; le suministró los nombres de las cosas olvidadas, silvestres, diminutas y clandestinas; le hizo comprender al detalle la presencia del barroco en lugares que fueron puertos donde se mercadeaba la modernidad, como Ciudad Bolívar, que alguna vez vio pasar barcos de vapor similares a los que recorrían el Mississippi.

Venezuela le proporcionó a Carpentier un ambiente idóneo para desarrollar varias de sus obras. Según ha escrito el profesor Alexis Márquez Rodríguez:

“Residenciarse en Caracas, contratado para un trabajo publicitario que él dominaba como pocos, bien remunerado y en compañía de un equipo en que figuraban varios intelectuales, entre ellos jóvenes escritores y artistas en ciernes, le proporcionó a Carpentier algo que siempre había buscado afanosamente: tiempo y tranquilidad para emprender la obra literaria que, por vocación y por responsabilidad ciudadana, se sentía obligado a realizar”.

Alejo Carpentier vivió durante catorce años en Venezuela, junto con su esposa Lilia. Fue contratado inicialmente por su amigo Carlos Eduardo Frías para trabajar en la agencia pionera ARS Publicidad. También escribía en El Nacional sobre libros y música. Le gustaba caminar y se iba desde el lugar donde quedaba la agencia publicitaria hasta el periódico. Allí se encontraba con otro de sus amigos: Miguel Otero Silva.

Varias de sus novelas fueron escritas en Caracas. Después regresó a Cuba donde ejerció funciones diplomáticas para el gobierno cubano.

Mejía Vallejo

Manuel Mejía Vallejo, el narrador colombiano, trabajó en Maracaibo desde 1950 hasta 1952. Se ganó el concurso de cuentos de El Nacional de Venezuela y el concurso de cuentos de El Nacional de México. Fue el primer latinoamericano que ganó el Premio Nadal y muchos años después de eso obtuvo el Premio Rómulo Gallegos con su novela La casa de las dos palmas. Era periodista. Trabajó como redactor de planta del diario Panorama de Occidente, en Maracaibo. El gobierno de Pérez Jiménez lo expulsó por sus editoriales. En Maracaibo se sintió tan a sus anchas que escribió sus cuentos más reconocidos y premiados.

García Márquez

En 1957 Gabriel García Márquez estaba en París, sin trabajo y sin dinero. Su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, era jefe de redacción de la revista Élite de Caracas y le pidió varios trabajos para la publicación caraqueña. Luego Plinio Apuleyo Mendoza le consiguió trabajo en la revista Momento; Trabajó en Venezuela durante los últimos tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez escribiendo crónicas inolvidables.

En marzo de 1958 viajó a Barranquilla para contraer matrimonio con Mercedes Barcha. En mayo de ese mismo año apareció El coronel no tiene quien le escriba, en la revista Mito de Bogotá. El Gabo también trabajó en las revistas Élite y Venezuela Gráfica. Abandonó su colaboración en la revista Momento porque estaba escribiendo Los funerales de la Mamá Grande.

El Gabo es el más venezolano de los escritores colombianos y aunque tuvo tiempos mejores en otros lugares, nunca dejó de recordar su paso por Caracas. El otoño del patriarca su obra maestra incomprendida, revela lo que fue una marca existencial para él. En una reseña biográfica lo señalaron: “Aunque su actividad periodística en Venezuela es muy intensa, García Márquez no abandona el quehacer literario: escribiendo sólo los domingos, redactó casi todos los cuentos de Los funerales de la Mama Grande”.

Según Plinio Apuleyo Mendoza, uno de sus mejores amigos, la caída del dictador venezolano fue el germen de «El otoño del patriarca».

 William Faulkner y Juan Rulfo

En una ocasión vino invitado a la hacienda de un amigo, el escritor William Faulkner. Estuvo en Caracas. Se reunió con los escritores agremiados. No sé mucho sobre esa visita, pero Faulkner es uno de mis escritores preferidos. Sí conocí a Isabel Allende, y a Manuel Puig, también a Tomás Eloy Martínez. Y tuve el privilegio de ser amigo de Manuel Mejía Vallejo, quien se quedaba en nuestra casa cuando visitaba Caracas.  Manuel Puig era un ser humano extraordinario. Estuvo poco tiempo en Venezuela porque no le ofrecieron un empleo que le sirviera para escribir con tranquilidad.

Juan Rulfo vino una sola vez y no sintió ningún deseo de quedarse en Caracas. Lo atracaron por los lados de Parque Central y lo golpearon con tanta saña que al día siguiente parecía un boxeador que ha perdido la pelea.

Sobre Rulfo sí puedo decir, con toda certeza, que esta urbe intensa y atropelladora lo marcó para siempre. Fue una vergüenza para el gentilicio. Porque en vez de golpear a ese señor han debido leerlo.

José Pulido. Poeta, escritor y periodista venezolano, nació en Villa de Cura, el 1° de noviembre de 1945. Actualmente vive en Génova, ciudad de Italia. Estuvo a cargo de la revista BCVCultural, del Banco Central de Venezuela hasta el año 2012. Y de la revista Circunvalación del Sur editada por el Círculo Metropolitano de poesía, 2008. Dirigió las páginas de arte de El Nacional (1981-1988), El Diario de Caracas (1991-1995) y El Universal (1996-98). Miembro fundador de los suplementos Bajo Palabra (Diario de Caracas-1995) y El otro cuerpo (Suplemento del Ateneo de Caracas, en El Nacional-1997-1998). Jefe de redacción, bajo la dirección de Salvador Garmendia, de la revista Imagen (1994-1996). Corresponsal de Agencia Venezolana de Noticias, Venpres en Perú, 1990. Corresponsal de la Organización de Estados Iberoamericanos, (Ciencia y Cultura)1992; y asesor del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber. 1996.

En el 2000 le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos.
Obtuvo el segundo premio Miguel Otero Silva de novela, que promueve la editorial Planeta, con su novela Una mazurkita en La mayor.

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JUBILEO DE LA ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA

Foto: Horacio Biord

Jubileo de la Academia Venezolana de la Lengua (140 años)

Por Horacio Biord Castillo

La Academia Venezolana de la Lengua arriba a sus 140 años, lo que representa casi siglo y medio de vida, de activa existencia y de compromiso con las realidades del país en distintas horas de su historia. Ese compromiso y la convicción de servicio a la causa venezolana entendida como la tarea inacabada de construir y reconstruir el país, lo que va más allá de gobiernos, circunstancias transitorias, urgencias momentáneas, servilismos y subordinación a determinadas ideas, le han granjeado un prestigio de serena ecuanimidad que no siempre resulta visible fuera de los ámbitos intelectuales, universitarios y literarios. Un reto para el futuro es aumentar la visibilidad de la Academia como institución al servicio de los venezolanos y no de requisa lingüística o literaria.

A pesar de posiciones fundamentalistas de algunos de los miembros a lo largo de su historia, que nunca han sido empero doctrina de la corporación, la Academia Venezolana de la Lengua ha sobrevivido los embates del tiempo y las exigencias de los cambios y transformaciones del país. Comienza su historia institucional el 10 de abril de 1883. En esa fecha, por decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco, previo acuerdo con la Real Academia Española, se establece en Caracas como su correspondiente la Academia Venezolana. Esto ocurría justamente cuando Venezuela celebraba el centenario del nacimiento del Libertador. Eran momentos propicios para reforzar el nacionalismo y, en cierto sentido, la fundación de la Academia, que venía a ser la quinta hispanoamericana después de las de Colombia, Ecuador, México y El Salvador, y la primera venezolana, puede entenderse como una forma de promoverlo en los campos lingüístico y literario.

La defensa del español o castellano, como generalmente se ha llamado a nuestro idioma español en los países hispanoamericanos, ratificaba la visión de las élites fundadoras de la República sobre la imaginada unidad nacional: un territorio, una cultura, una lengua. Sería Julio Calcaño, secretario perpetuo de esta academia desde la fundación hasta su fallecimiento ocurrido en 1912, autor del famoso libro El castellano en Venezuela (1897), quien mejor encarnase la posición conservadora en materia de lengua. En ese libro, de muchos méritos no obstante, expondría criterios de gran rigidez y purismo que contrastan con visiones más abiertas, como las de Bello, por ejemplo. Más próxima a estas visiones, la Academia Venezolana no ha asumido el purismo y la mera corrección como posiciones propias, aunque su trayectoria ha jugado un papel importante tanto en la corrección lingüística y el buen decir en nuestro país, sin llegar por supuesto a la condena, como en la valoración del acervo literario.

La creación de la Academia Venezolana estuvo precedida por la obra de autores que se preocuparon, muchos de ellos con un propósito didascálico, de temas lingüísticos, gramaticales y lexicográficos. Debemos señalar tres cumbres como lo han sido el gran gramático Andrés Bello, cuyo influencia en Venezuela fue determinante desde su definitivo exilio en Chile; Rafael María Baralt, el primer numerario hispanoamericano de la Real Academia Española; y el humanista Cecilio Acosta, autor de valiosas observaciones al Diccionario de la Real Academia y que murió apenas dos años antes de la creación de la Academia Venezolana. Bello y Acosta también fueron miembros correspondientes hispanoamericanos de la Real Academia Española.

El decreto de creación de la corporación señalaba ya en su artículo segundo que “La Academia Venezolana, tiene además de los deberes que le conciernen en su calidad de Correspondiente de la Real Española, la obligación de informar al Ejecutivo Federal acerca del mérito y circunstancias de las obras literarias que someta a su examen, y no podrá en ningún caso emitir juicio sobre obra alguna, a menos que sea por expreso mandato de la Real Academia Española”. Queda clara la función consultiva que se le atribuye, junto a la limitación de enjuiciar obras de cualquier tipo, lo cual debe entenderse como una clara intención de evitar las actitudes condenatorias. Este horror inquisitorial lo podemos encontrar años más tarde en los versos de Rubén Darío en el poema “Letanía de Nuestro Señor Don Quijote”: “De tantas tristezas, de dolores tantos / de los superhombres de Nietzche, de cantos / áfonos, recetas que firma un doctor / de las epidemias, de horribles blasfemias, / de las Academias, / líbranos Señor”. A propósito del gran caballero desquiciado por las novelas de caballería, en estos versos de gran musicalidad se recoge la visión de las Academias como instituciones inflexibles, dedicadas a la persecución y la castración de la creatividad.

La Academia Venezolana de la Lengua, por el contrario, ha mantenido ese principio de libertad y amplitud que caracteriza su accionar durante 140 años. Ha sido constante en su colaboración con la Real Academia y en los últimos años activa participante en los proyectos panhispánicos que, con un sentido de inclusión y una perspectiva de lengua pluricéntrica, se han venido desarrollando en el marco de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Como parte de sus labores, ha procurado que en su seno, tanto como numerarios como correspondientes por los estados de la federación venezolana, participen escritores, lingüistas e intelectuales de grandes méritos y reconocimiento social; ha editado desde 1933, su año cincuentenario, un boletín que alcanza ya 209 números; ha creado un importante premio, el Andrés Bello, que se ha entregado en tres etapas con distintas modalidades: una primera a monografías sobre temas señalados por la Academia en cada convocatoria; una segunda a trabajos relevantes en el área de la lingüística y la literatura y la última a la trayectoria de los candidatos; ha editado la colección “Clásicos Venezolanos”, orientada a divulgar a los principales escritores del país; conserva en su biblioteca una importante colección de materiales bibliográficos y hemerográficos; en 1972 organizó en Caracas el VI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española; mantiene, pese a las limitaciones logísticas y económicas, la publicación de libros que últimamente se han ordenado en diversas colecciones en formato electrónico; ha mostrado un sostenido interés no solo por el uso del español en Venezuela sino por la diversidad lingüística del país, especialmente por las lenguas indígenas, incluso en sus primeros años; más recientemente, la Academia Venezolana de la Lengua, al formar parte junto con los directores y presidentes de las otras Academias del país del Comité Interacadémico, ha contribuido a las reflexiones y pronunciamientos que, de manera conjunta y con una finalidad orientadora, se han hecho interpretando el espíritu de los mandatos legales de las distintas corporaciones.

Son hechos que delinean una historia y un compromiso con el país. Fuera de este hermoso y antiguo edificio que nos acoge, nos espera un país que necesita, quizá hoy con especial énfasis y urgencia, de sus intelectuales, escritores e investigadores. La Academia Venezolana de la Lengua mira, por tanto, hacia ese futuro rico en posibilidades. Los próximos años deben ser consagrados a aumentar la presencia corporativa mediante el auxilio de las nuevas tecnologías y de las redes de trabajo basadas en ellas. Así como la creciente presencia del español en el mundo, el contacto de lenguas y culturas en los ámbitos hispanohablantes, la divulgación de la literatura en español y el impacto de las nuevas tecnologías constituyen asuntos de gran importancia para la Asociación de Academias de la Lengua Española a la par que la normalización lingüística ampliamente entendida, tarea que compartimos de manera plena y entusiasta, nuestra Academia tiene también retos particulares que pueden sintetizarse en la ampliación de su accionar y en el estudio, divulgación y mantenimiento de la tradición como hilo conductor de la lengua española en nuestro país, la literatura en todas sus formas y expresiones y el pensamiento humanista venezolano, extraordinario venero para alimentar nuevos proyectos de país.

Iniciamos, pues, un año jubilar que nos permitirá esbozar los lineamientos para el futuro próximo y mediato de la Academia Venezolana de la Lengua. No es tarea de unos pocos, sino de todos, y a todos convocamos e invitamos a ello. De esa manera, podremos actualizar y optimizar la Academia Venezolana de la Lengua para que de la mejor y más asertiva manera pueda cumplir los fines institucionales, habida cuenta del perfil de los centros de investigación, las universidades y las asociaciones y grupos de escritores e intelectuales que pueden apoyar el trabajo de la Academia.

La celebración del Día del Idioma y del Libro sea ocasión propicia para iniciar el jubileo por estos 140 que nos llenan de orgullo y nos comprometen aún más con el país que nos espera, que nos necesita aunque no nos conozca del todo o incluso nos ignore. Vayamos hacia él porque de él y por él venimos.

El futuro, y no solo el pasado o el angustioso presente, nos convoca y a él entramos con una experiencia más que centenaria. Iniciamos el jubileo de estos 140 años mirando hacia adelante, desde el firme pedestal del deber cumplido y de la consciencia de nuestras limitaciones.

(Palabras pronunciadas por el Presidente de La Academia Venezolana de la Lengua en la sesión solemne celebrada en la sede de la Academia, en el Palacio de las Academias, Caracas, el miércoles 26 de abril de 2023. Cortesía de Reporte Católico Laico: https://reportecatolicolaico.com/2023/04/27/jubileo-de-la-academia-venezolana-de-la-lengua-140-anos/)

 

 

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