Heberto Gamero: Puerta 32

Puerta 32

Por Heberto Gamero

Cuando salí del edificio donde vivo encontré una ropa tirada en el suelo. Había un vaquero, una franela de los Rolling Stone, una chaqueta de bluyín y una gorra con visera; también ropa interior, zapatos deportivos y una cartera de hombre.

Miré a mi alrededor y no vi a nadie. Era domingo, al amanecer, la calle estaba desolada y hacía un frío que picaba. Me senté en un banco cercano a disfrutar del nuevo día; el bulto de ropa ahí, en el suelo,frente al edificio. Por el tipo de ropa pensé que pertenecía a un hombre joven, pero cuando recordé el nombre del grupo inglés pensé que también podía ser de un sesentón de esos que viven en el pasado.

Un par de muchachos pasaron frente a mí. Trotaban a buena velocidad. Otros, un poco más allá, reían a carcajadas mientras se empinaban una botella de licor. Qué hace que haya seres humanos tan diferentes, pensé, hasta llegar al extremo de, por ejemplo, dejar la ropa a la entrada de un edificio. Una anciana que paseaba a su perrito dio la vuelta antes de llegar adonde yo estaba. Tal vez olvidó algo, o quizás el perrito la haló hacia el lado contrario y por eso se regresó… quién sabe.

Fui a un concierto de los Rolling Stone, una vez, cuando tenía algo así como veinte años. Estaba en primera fila y deliraba de la emoción. Sudaba, no paraba de saltar y de dar palmadas en el aire. Fue genial. La chica que me acompañaba —ya olvidé su nombre— gritaba y saltaba a mi ritmo. Era rubia de pelo corto. Recuerdo claramente sus ojos verdes como el césped recién nacido. Reía mucho. Sus dientes brillaban. Sus ojos brillaban. Toda ella brillaba. No la volví a ver, pero recuerdo su cabello rubio y sus ojos verdes en medio de unas facciones borrosas. Qué habrá sido de su vida, ¿se habrá casado?

Nadie venía por la ropa frente al edificio. Tenía la esperanza de que su dueño la recogiera. Saber por qué la dejó ahí. Me acerqué un poco y vi que los vaqueros eran más o menos de mi talla. Me los puse y, efectivamente, me quedaron como hechos a la medida. También la franela de los Rolling Stone y lachaqueta de bluyín. Por casualidad la gorra era del tamaño de mi cabeza y cuando me puse los zapatos me sorprendí de lo bien que me quedaban. Me senté en el banco de nuevo. Ya no hacía tanto frío.

De pronto una mujer se acercó, recogió la ropa interior del suelo, también la cartera y se sentó a mi lado. Le pedí disculpas por haberme puesto la ropa de un desconocido. Me dijo que no importaba. Era una hermosa mujer, a pesar de su edad. Tenía los mismos ojos verdes de aquella chica del concierto.

Fuente: Tomado del libro Tras la puerta de abril

@hebertogamero en Instagram

*Heberto Gamero Contín. Destacado narrador venezolano y estudioso del género breve. Novelista y cuentista. Creador de la Fundación «Aprende a escribir un Cuento». Dicta talleres y ha formado a numerosos escritores jóvenes. Cuenta con una amplia obra publicada. 

5 comentarios

  1. Es un poema. Un gran poema. Llega al fondo del alma. Lo felicito, mi estimado escritor.
    Un abrazo.
    posdata:
    Esa ropa era mía. Los ojos verdes siguen siendo tuyos.

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