LOS “INFIERNILLOS” DE ANABELLE AGUILAR. POR YADIRA CALVO

 

 

 

Por Yadira Calvo

 Infiernillos (Madrid: Verbum, 2023) es la octava publicación de narrativa de Anabelle Aguilar Brealley, quien también tiene en su haber once obras poéticas. Los 20 relatos cortos como pinceladas de vida que conforman este volumen, se refieren en su mayor parte si no en su totalidad, a niñas contemporáneas suyas o de las abuelas y tatarabuelas. Eran los tiempos en que influenzas y neumonías se curaban con sulfas “porque no había antibióticos” y se intentaba alejar “el mal aire” con jarabe de láudano, licor alcanforado, y germinados al pie de la cama.

Estas historias de infancias que hoy solo viven en el papel, ven reforzado su sabor antiguo con las añosas fotografías esparcidas por el texto como un lenguaje adicional que nos ubica en un pasado de cabecitas con lazos y colochos hace tiempo resueltas en polvo y nada.

Alguna vez se intuye que la protagonista puede ser la misma autora, habitante de una sociedad urbana de mediados del siglo XX que se podría corresponder con el San José de su infancia y juventud. En el artículo “Corazón de oro”, Anabelle se refiere a las tres clases sociales representadas por ella misma y sus compañeras de aula “allá por los años cincuenta”, clasificadas según las cocinas de sus casas. Había las de “pocos recursos cuyos uniformes olían a humo”; las de clase media en cuyos hogares “se alternaban los hornillos eléctricos con los anafres de carbón, y aquellas en cuyas casas se cocinaba con electricidad. Todas se sentían iguales, —dice ella- y constantemente se les inculcaba del deber de tener un corazón de oro para los más necesitados”, como lo tenían Gabriela Mistral y sor María Romero.

Como bien sabemos, sentirse iguales no es lo mismo que ser iguales. Como dice el refrán, “aunque sean del mismo barro, no es lo mismo olla que jarro”. Las niñas de estos cuentos pertenecen a esas mismas clases del artículo y lo único que las asemeja es la domesticidad que marcará sus destinos. Se percibe olor a humo, por ejemplo, en “Amanita Pazos”, exiliada no solo de su país sino de su clase social y de su propia niñez: “Los diez hijos dormíamos en dos camas, en un cuarto pequeño. […] Yo dejé la escuela y me dediqué a criar a mis hermanos”. Ya lo dice el epígrafe de Ana María Matute: “A veces la infancia es más larga que la vida”. “Larga y estrecha como un ataúd”, “oscura”, “siempre gañendo como un animalillo encerrado en un sótano y olvidado”, pudiera haber añadido la danesa Tove Ditlevsen.

El reducido y femenino mundo de los relatos de Anabelle queda patente en los objetos que lo ambientan: “La pequeña sala; sillones pequeños con almohadones y unas mesas con algunos de mis objetos personales. Están mis zapatos, mi cepillo de dientes, dos de mis trajes, uno azul celeste con lentejuelas plateadas y canutillos con brillo multicolor, el otro vino tinto, también adornado con lentejuelas rosadas y pequeñas plumas engarzadas en forma de corazón”. (“Desde la santidad”).

“Eugenia me bordaba las fundas y sábanas, que aún conservo, con motivos naturales, lo hacía con hilos de filoseda matizada” (“El espacio, un punto”).

“La nieta de Alicia vestía con un traje de algodón celeste, un delantal blanco, medias altas de algodón y llevaba un cintillo”. (“Un conejo sin suerte”).

“Acabo de hacer la primera comunión. Mamá fue donde la modista más económica. Llevó una tela vaporosa para el vestido, lo compró en la tienda Mil Colores. El velo me lo prestó la vecina […] Era un velo de tela delicada con una coronita de hiedra con nomeolvides” (“Desde la santidad”).

Velos, cintillos, coronitas, filosedas, conformaban el reducido espacio de la feminidad. Según la norma vigente, las mujeres tenían que llevar la casa porque los hombres llevaban el mundo, que pesaba mucho más. Y aunque la casa eran escobas, fogones y cubos de basura, la representaban metáforas de un mundo almohadilladamente engañoso de cintas de seda pluma y de algodón.

En Anabelle es claro que eso no logra encubrir lo que tiene de espina y piedra. Que la pequeña Emily exhale su último aliento entre aromas de canela y manzanilla, no aliviana la dureza de la muerte temprana; como no aliviana la desgracia de la retardada Gladys su propia idea de haber sido privilegiada en esta vida. La ironía le suma carga a unos infiernos cuyo diminutivo los vuelve mucho más temperados pero no menos crueles que los ríos de azufre y fuego con que alguna maestra imaginativa nos intentaba conducir al bien.

Concluida la última página de Infiernillos, cerrado el libro y echada la vista un buen tramo atrás, es inevitable volver al relato  titulado“ Y así”, resumen de todos los males y terrores sufridos por las niñas de lazos y colochos como lo fue Anabelle y como lo fueron su abuela, su bisabuela y su tatarabuela: “El hilo que no pasa por el hueco de la aguja, aunque sea fino”; “la mano peluda que sale de debajo de la cama”, “las sonámbulas con batas victorianas largas”; “el dedo acusador, de día, de tarde y noche”; “el pecado venial, no tan grave, pero que te lanza a las llamas”; “el pecado mortal, una peste sin perdón”; “el infierno caliente y eterno que produce un olor a carne y pelo quemados […] Y así es como crecimos”.

Leído esto y constatada su verdad en nuestra propia vida, no queda sino pensar, con Tove Ditlevsen, que “vayas donde vayas, acabas siempre dándote de bruces con tu infancia, y duele, porque es angulosa y dura, y no termina hasta haberte destrozado por completo”.

Foto: Anabelle Aguilar

Yadira Calvo Fajardo, filóloga de profesión y profesora universitaria actualmente jubilada, es una ensayista costarricense que ha venido dedicándose desde los años ochenta al análisis y denuncia de la situación de las mujeres en nuestra cultura. A esta labor ha destinado, desde 1981. Su obra incluye decenas de artículos, conferencias, ponencias, 13 libros y colaboraciones en obras colectivas.

Su obra le ha merecido diferentes reconocimientos, entre los que se cuentan dos premios nacionales en ensayo, el Premio Nacional de Cultura Magón y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Costa Rica.

 

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