Helena Sassone y la Extraña Sonoridad

‘Extraña Sonoridad’ es un título que pre-dispone (en un sentido positivo, opuesto al que se asocia al pre-juuzgar) a la reflexión. En parte, claro está , por el significado de las dos palabras, pero también porque no nos habla de un motivo o de una circunstancia, de un tema al que el poeta dedica su atención, sino de un modo , de una calidad, de una condición del poema mismo, del instrumento mismo con el que el poeta nos invita a ver, a entender o a sentir.
A reflexionar.
 
Y a escuchar. Se trata de ‘sonoridad’ – para entrar ya en el significado- y se trata de una sonoridad peculiar, una sonoridad extraña.
No sabremos, hasta que recorramos las páginas, si la extrañeza a que se refiere la poeta proviene del asombro o de un carácter no reconocido, no familiar. Podría que fuera de las dos cosas.

¿Y de qué sonoridad nos habla? La sonoridad del poema es una sonoridad interior, diferente a la de la música, que se expresa des-bordando el instrumento que la produce. No importa todavía cómo queramos responder, pero sí importa que el poeta haya colocado esa palabra, ese concepto de lo sonoro en el propio título del libro. Nos da a entender, antes de abrirlo, que podemos esperar que allí haya poesía ‘sonora’ , es decir perceptible y sensible, corpórea, material, y no solo intelectual.

Me he conducido pasando de uno a otro poema y deteniéndome en algún título o algún verso.

“Los signos del narrador se esfuman.”

Aquí he sentido confirmarse la presunción inicial de que la extrañeza de la poeta proviene de que la voz que deja oír  no es la voz habitual. Ya se refería ella antes a un «lenguaje desyoizado»  y podríamos pensar que nos hablaba de una idea cercana a la del  » yo es otro» de Rimbaud, central en la reflexión poética moderna, pero pienso que aquí el asunto poético es diferente, porque

“acuden raros presagios con su brillo
a perturbar los sueños
presiente que se equivocó de libro”

…Y nos deja allí, con el interrogante flotando frente a nosotros, como el rastro de un sueño que se nos escapa, sin darnos pista alguna de esos raros presagios que – justamente- perturban los sueños.

Luego nos dirá

“desde la cúspide del sueño os vi
llevar en vuestros picos temerarias
versos sublimes de rebeldes poetas”

y así seguirá , poema tras poema, como quien nos conduce de la mano paso a paso por una escalera que no sabemos si asciende o desciende, pero que – no hay duda- conduce a algún lugar que está más allá del libro y , también, más allá de lo conocido. Allí se descifrará tal vez- o se hará más misteriosa aún- la advertencia inicial sobre esa «extrañeza» que no sabemos si es la de lo insólito o la de lo ajeno.

Hay rellanos en la escalera, hay descansos en el sendero, lugares en que se mira hacia atrás, o hacia adentro.

“Más allá del palpitar de las iras
busco en la fuga incierta de la noche
un rostro de infante”

No puedo sino ver en el poemario entero, más que una colección de poemas de un período, un gran canto articulado, una suite orquestal compuesta por eslabones autónomos pero interdependientes, que recorren un teclado propio de la autora, un naipe de figuras que son las suyas, con las que se lee y nos lee
“oráculos de la mañana

traídos en los picos por esas

aves migratorias del amanecer”

que se decían “flechas/ aves”en un poema/ escalón previo, y que siguen volando página tras página a medida que la poeta nos hace volar con ella, en pos de un poema remoto que

“Se escribe a si mismo”

Éste podría ser el leimotiv general de la composición:

“poeta obsesionado con el signo
creaba con estilo intransferible
Un día escribió un verso sonoro
el mundo lo repitió conmovido”

Y sigue barajando la poeta, y surgen imágenes terribles

“Mi cabeza he visto recién cortada
adornando el centro de la mesa”

Hay que hacer aquí un respiro.
Hay que encontrar aliento, hay que entender que no se puede digerir todo de una vez.

Creo que es un libro de libros.

Más adelante aparecen – como arcanos mayores-  las figuras claves de los ‘antepasados’: Jorge Manrique, Lewis Carroll, Petrarca, Juana la Loca, Van Gogh , Gauguin…

Veo que el tapiz se teje con hilos continuos, que aparecen y desaparecen en el dibujo porque se introducen en el tejido para volver a salir pero que están allí todo el tiempo. La ira,el amor, los sueños, la esperanza recorrida, desmentida, retomada como un astro que cae

 “fruto gigante del árbol de los sueños
multiplicado en luces
se incendió a sus pies”

Seguiré leyendo ‘Extraña Sonoridad’ y no perderé ese placer, pre-sentido desde el título, de la reflexión hecha sonido secreto e íntimo que has decidido, afortunadamente para tus lectores, compartir con total intensidad apasionada.

Gracias Helena.

Tu ferviente admirador artístico,

Pablo Brito

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