EL NACIMIENTO DE LA NOVELA VENEZOLANA

Por Eduardo Casanova

Cuando se publicó la primera novela venezolana (“Los mártires”, de Fermín Toro, 1842), la novelística española tenía siglos de existencia. Pero la hispanoamericana no, aunque muchas de las crónicas coloniales tenían muchas características de novela, sobre todo si nos atenemos a la definición que del género ha adoptado la Real Academia de la Lengua Española (“Obra literaria de cierta extensión y en prosa, que narra sucesos ficticios o reales en parte y describe la evolución de los personajes. 2 Género literario formado por estas obras. Alcanza su pleno desarrollo en el s. XIX con el realismo y el naturalismo. 3 fig. Ficción o mentira. Etc.”). Fray Pedro de Aguado, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Fray Toribio de Benavente, Pedro Cieza de León, Bernal Díaz del Castillo, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, José de Oviedo y Baños, Fray Bernardino de Sahagún, el Inca Garcilaso de la Vega y el resto de los llamados Cronistas de Indias y sus sucesores fantasean a más y mejor en sus obras que, por lo general, son inclasificables o, mejor aún, bien pueden clasificarse como novelas, puesto que narran en prosa “sucesos ficticios o reales”.
Quizá el caso más notable en ese sentido es el del propio Descubridor, Cristóbal Colón, que al ver por vez primera lo que después se convirtió en Venezuela (en su tercer viaje, aun cuando hay serias sospechas de que su encuentro con nuestras costas fue en el primero pero lo ocultó para no pagar derechos a los monarcas), a fines del siglo XVI, escribió aquello de “Yo no tomo que el Paraíso Terrenal sea en forma de montaña áspera como el escribir de ellos nos muestra, salvo que él sea en el colmo, allí donde dije la figura del pezón de la pera, y que poco a poco, andando hacia allí, desde muy lejos se va subiendo a él; y creo que nadie no podría llegar al colmo como yo dije, y creo que pueda salir de allí esa agua, bien que sea de lejos y venga a parar allí donde yo vengo y haga este lago. Grandes indicios son éstos del Paraíso Terrenal, porque el sitio es conforme a la opinión de estos santos y sacros teólogos, y asimismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí que tanta cantidad de agua dulce fuese así dentro y vecina con la salada; y en ello ayuda asimismo la suavísima temperancia. Y si de allí del Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan hondo”, que bien podría ser parte de cualquiera de esas novelas que en pleno siglo XX han sido catalogadas dentro del realismo mágico o “lo real maravilloso”.

No en vano se ha dicho que esa forma de escribir novelas (el realismo mágico) se nutrió esencialmente de las Crónicas de Indias. Así como se ha explicado que aquellas crónicas tenían que ser fantasiosas por la religiosidad de sus autores, en cuyas mentes aún vivía lo mágico y lo milagroso, directamente relacionado con el mundo medieval. O, quizá, porque se sentían obligados, consciente o inconscientemente, a idealizar lo que encontraban para alentar a los que se habían quedado en el Viejo Mundo a emprender la aventura del Nuevo. En todo caso, como afirma Arturo Uslar Pietri, gracias a Colón y a los Cronistas de Indias, se supo en Europa que la magia estaba viva, y gracias a ese conocimiento científico nació la Utopía.
De lo que no pueda haber duda es de que la novela, la novela hispanoamericana, había nacido en textos como el de Bernal Díaz del Castillo (en referencia a lo que cuenta Francisco López de Gómara sobre la batalla de Centla, en la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, que dice: «Aquí es donde dice Francisco López de Gomára que salió Francisco de Morla en un caballo rucio picado, antes que llegase Cortés con los de a caballo, y que eran los santos apóstoles señor Santiago o señor San Pedro. Digo que todas nuestras obras y victorias son por mano de Nuestro Señor Jesucristo, y que en aquella batalla había para cada uno de nosotros tantos indios que a puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran misericordia de Nuestro Señor en todo nos ayudaba». Es obvio que no se está haciendo historia, sino algo que, si no es gallo, es un ave que no vuela o vuela poco y tiene cresta, plumas, pico de gallo, ojos de gallo, patas de gallo y canta en la madrugada, aunque también canta de día y pisa a las gallinas.

De modo que no es del todo cierto que la novela no haya existido en tierras americanas antes de que se publicara “El periquillo sarniento”, de José Joaquín Fernández Lizardi en 1816, en pleno proceso de la guerra de independencia de México. La novela había estado entre nosotros desde mucho antes, escondida, disimulada, camuflada para engañar al censor español y para complacer a los protagonistas y sus relacionados. Pero eso sí, viva y presente. Y en aplicación del mismo racionamiento, no sería cierto que la primera novela venezolana haya sido “Los mártires”. Es la primera novela escrita y publicada en la Venezuela independiente, pero antes se habían dado a conocer en nuestro territorio, cuando era territorio del rey español, los textos de don José de Oviedo y Baños, que nació en Bogotá en 1671 y murió en Caracas en 1738.

Aunque quizá a Oviedo y Baños habría que considerarlo colombiano, salvo por el hecho de que hasta que se logró la Independencia todos los nacidos en nuestros territorios, incluidos Bolívar y Andrés Bello, eran españoles, y Colombia nació casi 80 años después de la muerte del cronista. Oviedo y Baños, cronista español de nuestras tierras, nació en Bogotá y luego de formarse en Lima, vivió la mayor parte de su vida en Venezuela, a donde llegó muy joven, huérfano de padre, con su tío, el obispo Diego de Baños y Sotomayor, y aquí escribió su “Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela”, uno de los libros fundamentales para conocer los primeros años de Venezuela, en el que buena parte, por supuesto, tiene mucho de novela en tono y en su fantasear, que además ha servido en más de un caso como “fuente” de novelistas..
En todo caso, lo que es innegable, es que la novela de Fermín Toro es la primera escrita por un venezolano en Venezuela como país independiente, aun cuando ni los personajes ni el tema tengan nada que ver con Venezuela. De ella hablaremos después.

*Eduardo Casanova Sucre nació en Venezuela. Novelista, ensayista y biógrafo con amplia obra publicada. Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela

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