La mirada femenina desde la diversidad cultural de las Américas: Una muestra de su novelística de los años sesenta hasta hoy

Universidad Metropolitana, publicaciones arbitradas. I

Por Isabel Cecilia González Molina – Escritora

«Antonio López de Santa Anna, tras haber sido depuesto del gobierno mexicano por la revolución liderada por Benito Juárez, se exilió en los Estados Unidos. Mientras vivía en Staten Island, Nueva York, se hizo llevar un cargamento de chicle natural, al que era muy aficionado. Un conocido suyo, el industrial e inventor Thomas Adams concibió el proyecto de utilizar el material como sustituto del caucho. Sin embargo, la resina del zapota se mostró demasiado blanda para ese fin, y Adams perdió grandes cantidades de dinero en el proceso. La afición del general López de Santa Anna a mascar el material le sugirió la idea de comercializarlo con ese fin. En 1869 obtuvo una patente para la goma de mascar, y dos años más tarde comenzó a comercializarla en masa bajo la marca Adams New York Chewing Gum. En 1875 tuvo la idea de mezclar el producto con jarabe de arce y regaliz para darle sabor». De esta manera se narra la historia en Wikipedia de un producto tan común en nuestras vidas, pero si nos fijamos bien, como lo hacía notar el historiador Oswaldo Spengler, el recorrido de cualquier objeto, es el camino de un producto cultural. Cualquier objeto es valido para narrarnos. En casa no se nos permitía mascar chicle ni tomar refresco. No importaban los alegatos, ni la influencia del exterior, en casa se hacía lo que mamá ordenaba. Claro está que crecemos para desobedecer, ese afán de meterse en problemas, apurados por tomar nuestras propias decisiones, de aferrarnos a nuestras ideas y conceptos, deseosos de derribar el muro de protección familiar. A papá y a mamá le creemos a medias, así que un día nos ponemos en camino, nos proponemos la tarea de escribir nuestro relato. Igual ocurre con la sociedad, pertenecemos a un grupo, tal cual quien se asocia a un club, pero luego de ir domingo a domingo, comenzamos a fijarnos al otro lado de la cerca. La simple mirada del allá nos contamina el aquí. Podemos concluir que al igual que nuestra estructura molecular, somos la combinación y la recombinación de millones de posibilidades. En el encuentro y el desencuentro con el otro formamos nuestra cadena de conocimiento. En la medida en que los medios de comunicación y las redes de transporte se han hecho más eficientes, las personas se van movilizando de un sitio a otro, nacemos en un rincón del planeta y progresivamente vamos agregando kilómetros. La globalización nos empuja en todas las direcciones, nos influenciamos los unos a los otros, nos contagiamos de perspectivas comunes, somos el gran conjunto de la manada. Y sin embargo, la experiencia humana, siendo terriblemente individual, nos hace distanciarnos, nos obliga a mirar el mundo desde nosotros mismos, a buscar explicaciones que confirmen nuestros puntos de vista, a rellenar el hueco negro del yo. Somos todos y somos uno. La mirada femenina, objeto primordial de este estudio, sin proponérselo ha reafirmado el hecho de que la mujer se fija en detalles que los hombres no toman en cuenta. Ambos observamos los acontecimientos desde otro lugar, es cuestión de los puntos de referencia. En la física existe una ley que determina que el observador influye en la observación, en la literatura se cumple esta misma ley. Una mujer observa desde su perspectiva de mujer, ocupa un aquí pre-establecido y narra desde su visión lo que para ella es el sentido de las cosas. Alejada por muchos años de los intentos masculinos de abarcar el conocimiento universal, la mujer integrándose recientemente a la academia se pregunta el porqué de tanta pretensión, los hombres se han dedicado a la tarea de pensar pero con ello se alejaron del sentir, los hombres se propusieron eliminar al observador sin entender que es el observador quien da la valoración a la materia. El devenir humano se sustenta en la influencia de los unos sobre los otros, la experiencia individual que influye sobre la del vecino, la madre que impone sus reglas y organiza el hogar, el hijo que mira hacia fuera y lucha, como en el vientre, por ser. El observar siempre contaminará la observación y con ello le dará sentido a lo que no tiene explicación, a lo que simplemente sucede. La mirada femenina no pretende ser una explicación del universo sino una observación de aquellos detalles que para los hombres no tienen relevancia, y sin embargo, marcan profundamente el acontecer. La mirada Femenina desde la diversidad cultural de las Américas: una muestra de su novelística de los años sesenta hasta hoy, es un trabajo de investigación que abre los ojos al lector a una novelística llena de nuevos rincones. Tras el estudio minucioso de las voces femeninas, temas como el desarraigo, el desamor, el destierro, la exclusión, el olvido, surgen como constante en la ciudad multicultural americana. Establece la narración de un espacio inexistente, el de la mujer desde sí misma. El estudio formal y académico de esta temática, al parecer tan nuestra, así como la elección de escritoras y novelas no tan conocidas, impulsa la propuesta de que las voces que parecieran permanecer en el desván ya no callan, sino que van propagándose.

La Universidad Metropolitana, la Dra. Laura Febres como compiladora, Matilde David, María Eugenia Perfetti, Ana María Velásquez, Hélene Ratner, Ana González,Judith Hernández-Mora, Maria Miele, María Dolores Peña, Gloria Hintze, Ana Teresa Torres, Luz Marina Rivas, Lidia Salas y Jesús Nieves, abrieron el baúl de los libros y se hicieron a la tarea de mostrarle al mundo que la escritura es el mayor testimonio de la existencia. Tanto los hombres como las mujeres tienen mucho que contar

* Isabel Cecilia Gonzáles es narradora, poeta y ensayista. Miembro Correspondiente de Cove- Rincón Internacional, Directora de Asuntos Internacionales del Círculo de escritores de Venezuela.

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