Día del Escritor; Palabras de Edgar Vidaurre Miranda

Edgar Vidaurre Miranda

Toda la oscuridad en el mundo, no podrá jamás

con la sola luz de una vela..

San Francisco de Asis – Las Florecillas

Gracia y benignidad para todos

Por motivos personales no estoy ahora presente con ustedes en esta fecha tan importante en la cual celebramos el día del escritor, que signa para nosotros los escritores venezolanos el natalicio de Don Andrés Bello, por lo que he rogado a nuestra querida Carmen Cristina Wolf, les lea estas cortas palabras de saludo y sobre todo de esperanza.

Digo esperanza pues Venezuela está hoy viviendo momentos de oscuridad, momentos en donde el odio, la exclusión y la intolerancia, han permeado el corazón mismo de la sociedad y a veces nuestro propio e individual corazón. Son precisamente estos los motivos para haber hecho este corto viaje que me impide hoy estar con ustedes, y así peregrinar para encontrar mi centro, mi núcleo anímico, la razón necesaria y el sentido para resistir y trascender la situacion que hoy todos los venezolanos (menos aquellos que ocupan el poder, cualquiera sea su advocacion) padecemos, no sólo en los aspectos económicos, sino en nuestros valores sociales, familiares y personales..

El corazón de este viaje es la ciudad de Assisi, lugar en donde floreció sobre el año 1300 y justamente a raíz de un proceso de crisis, la que sin duda alguna fue la primera obra escrita en el idioma italiano, lengua recién nacida para ese momento y la más reciente de todas las lenguas romances: me refiero a las pequenas y dulces «Fioretti» de San Francisco. A partir de ese evento y de esa eclosión extraodinaria, surgieron, casi de inmediato, poetas como el Dante, Petrarca, Gaspara Stampa, Vittoria Colonna (sin olvidarnos de los sonetos de Miguel Angel) hasta llegar a esos maravillosos poetas como lo son Ungaretti, Montale, Quasimodo, Pavese o Antonia Pozzi. A esto habría que sumarle los grandes narradores en esa lengua como lo fueron en sus inicios, Boccacio, Maquiavelo, hasta llegar a los maravillosos Papini, Carducci, Deledda, Dario Fo, Pirandelo, Malaparte y otros tantos.

Aunque casi todos estos escritores en algún momento de su vida tuvieron que rebelarse contra los regimenes que los gobernaban, y en algunos casos provocaron las transiciones de sus sociedades hacia la luz, el caso de San Francisco es un hito incontrovertible dentro del fenómeno literario. En su revolución espiritual, Italia se encontraba en plena tensión y en guerras intestinas entre los nobles y los burgueses, entre los burgueses y los pobres, entre los pobres y los nobles. A su vez otros reinos de Europa mantenían entre sí guerras interminables, algunas incluso (o casi todas) promovidas por la Santa Madre Iglesia. Se estaban gestando y produciendo las grandes guerras religiosas y las cruzadas, siendo que todos los valores espirituales del hombre habían sido raptados y secuestrados por los poderes encarnados en los reinados y principados, utilizando estos mismos valores como estandartes para totalizar y ejercer el poder, dividiendo y destrozando el tejido de las sociedades a través de la instalación del odio, la exclusión y la intolerancia.

No es nuevo pues el sufrimiento de las sociedades por parte de regímenes que ellas mismas se han impuesto por la falta de conciencIa colectiva o por el olvido de ese procesos histórico por parte de las nuevas generaciones. Y para eso son precisamente los artistas y los escritores. Para registrar la tensión perpetua entre la luz la sombra, para armonizarla, matizarla y dejar la evidencia de lo que puede hacer el mal a fin de que las generaciones futuras nunca lo olviden.

Creo profundamente que la crisis que en estos momentos vivimos los venezolanos, nos debe transformar en el entendimiento de los valores más esenciales y poder así revocar nuestras circunstancias. Que esta generación de escritores que hoy estamos sentados aqui celebrando el día del escritor, somos privilegiados, pues nos toca y nos seguirá tocando por algún tiempo más, llevar la luz, promover la esperanza y mostrar los caminos de retorno al hombre en la mayor inocencia posible, que no es otra que la de la belleza.

Viendo en estos días un cuadro extraordinariamente conmovedor en donde se aprecia la entrada de San francisco descalzo y casi desnudo en la gran sala papal de Roma, contrastando con la magnificencia y riqueza del traje de Inocencio III y el lujo extremo y exuberante del salón, recordé el diálogo entre ellos, cuando el pobre de Asís, que se llamaba a sí mismo «EL juglar de Dios» le cantó a viva voz sus poemas y canciones, terminando con el cántico de las criaturas y las contundentes verdades del dulce Sermón de la montana mirándoles la cara a todos los cardenales del recinto. En ese justo momento, El Papa no pudo contenerse, se despojó del manto Papal del poder, de sus insignias, y bajando más de 150 escalones para descender hacia donde estaba el santo le respondió: «No es el poder ni la fuerza, ni la guerra quienes preservan al hombre. Esas son mas bien, las causas de su desánimo, de su pérdida de la fe, de la pérdida de la esperanza…hoy tú nos has recordado algo que estaba más atrás y previo al pecado original, que no es otra cosa que la inocencia original.»

Sigamos pues celebrando este día y todos los días encendiendo luces, labrando la esperanza, registrando esta oposición que hoy hacemos a los antivalores que nos gobiernan para que las generaciones futuras nunca olviden, y tengan la certeza que «toda la oscuridad en el mundo, no podrá jamás con la sola luz de una vela…»

Salud

Edgar Vidaurre*

27 de noviebre de 2016

*Poeta, ensayista, editor, Presidente del Círculo de Escritores de Venezuela

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