JOINER BERNAVIL: ACERCAMIENTO A SU POESÍA

Un acercamiento a la poesía de Joiner Bernavil, poeta venezolano

Joiner Bernavil, poeta venezolano, discreto y sensitivo, joven pero protagonista de una poesía que nos demuestra que no hay edad para valorar el ingenio de un creador. Con su definida y clara voz poética emprende su trayectoria a través de variadas actividades culturales como periodista y como editor, destacando como un exponente relevante de la poesía joven venezolana desde el corazón de una región cuna de poetas y músicos por excelencia, el Zulia.

Bernavil nació en San Francisco, Zulia, Venezuela y creció entre esta ciudad y la ciudad de Maracaibo. Cursó estudios de comunicación social mención Desarrollo Social en la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo y fundó la Organización Literaria J. Bernavil para los Pueblos del Mundo, Grupo Bernavil Internacional junto a su familia y profesionales del diseño, las letras y la comunicación. De este modo enmarca su trabajo en el desarrollo sociocultural y en utilizar la poesía como una herramienta que combata la pobreza y fomente la libertad de pensamientos en el mundo.

Su poesía es una de las más sensibles y minimalistas entre los escritores de la actualidad literaria, esto haciendo referencia a los poetas emergentes de la poesía venezolana. Su estilo  extiende la intimidad y la comunicación interior sobre los aspectos de la vida que le afectaron estando en Venezuela. Tal es el caso de su primera obra titulada “Poemas que nunca vivieron” publicada en 2021, aquí relata su estrecha influencia sobre lo que acontecía en su vida tras la muerte de su abuela y cómo veía que su país se consumía en el éxodo y en la crisis.

Para él fue una oportunidad, más que dificultades, escribiendo así su segunda obra poética titulada “Un ángel me dice que le escriba” en 2022, dedicada a su abuela, encontrando la aceptación para recordarla desde lo bueno y no desde la tristeza. Pero este sentimiento impregna su poesía de principio a fin. El papel le sirvió de desembocadura para no inundarse de oscuridad.

En 2023 publica su tercer poemario titulado “Serenidad”, aquí logra transitar en la poética del adiós, exaltando su cercanía con el amor a su tierra pero despidiéndose de personas y lugares que le abrieron el alma; sin embargo, está agradecido, sin su país y sin sus fracasos personales tal vez no hubiese podido escribir tantos entramados. Son las experiencias que dejan las vivencias las que permiten que los poetas narren, describan y canten con fulgor la belleza de sus representaciones artísticas a través de las imágenes y del uso correcto del lenguaje.

El poeta venezolano Joiner Bernavil se encuentra residenciado actualmente en Portugal, esperamos que su poesía siga extendiendo sus raíces a través de los años como nos tiene acostumbrados y en esta ocasión el Círculo de Escritores de Venezuela presenta diez poemas de su más reciente libro titulado “Serenidad”

***

Rayos de recuerdos se agigantan en mi mente

y en el frío de la noche

camino hacia el destino que me espera

más allá de la última vez que te vi.

Convoco la tormenta que trae gotas de miedo.

En la casa de mi madre se observan las auroras.

 

Las rosas blancas en la noche

convertidas en fantasmas por la paz del lugar.

Saben que se ha ido.

***

Desde la ventana miro la lluvia,

avanzando está hacia la casa.

Respiro el aroma, contemplo las nubes ´

para que pertenezcan a la memoria

y existan para siempre.

***

Seré el indicado

en la tarde de matices amarillos

para sentirme pequeño,

contemplando tu ausencia.

***

Hacia el olvido de siempre

van las palomas mensajeras.

 

Aunque mueran en el camino

hacia el centro de la memoria,

algunas apresuran el agitar de las alas

porque llevan tus cosas.

 

Se van perdiendo en la niebla.

***

He venido con la luz que viene de la calma,

también he venido a seguir

un peregrinar a la tiniebla azul.

El miedo es mi barquero…
***

Es un día de calma y tranquilidad.
Es un sendero con ventisca

por donde solo pasa una persona

que tiene mi nombre.

***

Cada vez que voy a tu casa

hay una mariposa.

Abuela ¿eres tú en otra vida?

***

Mi espíritu surca la lejanía,
no encuentra su cuerpo,
a veces sueña

y se deja mover por el tiempo.

Existe un silencio tan profundo.
Tiene ramas en su interior

y algunos recuerdos con forma de pájaros

que vagan en la eternidad.

***

En el silencio, el corazón

se vuelve una llama…

#poetasvenezolanos

#literaturavenezolana

 

Comparte esto:

CARLOS ARMANDO FIGUEREDO: LA ÚNICA SALIDA

LA ÚNICA SALIDA

Carlos Armando Figueredo

 

En estos tiempos de crisis, angustia, temor, desesperanza que afectan el mundo entero, uno se pregunta si hay una salida para librarse de tantos males. Me dediqué a investigar y hallé que el célebre poeta norteamericano, Robert Frost, ha analizado el problema y se ha referido a lo que él llama The Only Way Out”, (La Única Manera de Salirse). Uno de sus poemas más famosos, en el que aborda el problema.

La vida está llena de alzas y bajas, alegrías y tristezas. Con cada experiencia aprendemos y crecemos; en la medida en que progresamos, hay una verdad que se hace clara –el sufrimiento es inevitable.

El sufrimiento humano es una experiencia universal que ha estado presente a lo largo de la historia humana, Hay muchos que han tratado de entenderlo, desde los antiguos griegos hasta los investigadores de nuestros días.

El sufrimiento es un fenómeno único, caracterizado por sentimientos de indefensión, desespero y temor, así como de valentía y esperanza. En la medida en que lidiamos con las complejidades de la vida, puede que se estime que no hay forma de salir de la desesperanza, de la aflicción y del dolor.

Robert Frost, uno de los poetas más admirados del siglo veinte, tiene un enfoque único sobre el sufrimiento humano. A través de sus obras, Frost sugiere que el sufrimiento es una parte inevitable de la vida y que la única de sobrellevarlo, es la de enfrentarlo y sobrepasarlo.

Se piensa con frecuencia que la poesía de Frost provoca el pensamiento y es inspiradora, que nos recuerda que incluso en nuestros momentos más tenebrosos, podemos hallar esperanza y fortaleza para seguir adelante. Su famoso poema, The Road not Taken nos recuerda que la vida está llena de difíciles elecciones y que debemos estar dispuestos a asumir riesgos y soportar el dolor para hallar nuestros propios senderos.

Las palabras de Frost ofrecen un mensaje que prescinde del  tiempo: el único modo de acabar con el sufrimiento es superarlo. “En tres palabras puedo resumir todo lo que he aprendido acerca de la vida: que ella pasa,” dijo una vez. Su famosa cita. “La mejor manera de salir es siempre a través de ella,” habla de la importancia que es sacar provecho de los obstáculos. Esta sencilla pero poderosa declaración ha sido adoptada por muchos como mantra para sobrellevar los más duros retos de la vida.

Su famosa cita. “La mejor manera de salir es siempre a través de ella”, concentrándose en hallar luz en la oscuridad, Frost fomenta que los lectores se enfrenten a su sufrimiento, y se hagan resilientes frente a la adversidad. Uno puede sobrepasar cualquier cosa que la vida le dirija si adopta esa mentalidad.

Si bien no es fácil soportar el sufrimiento, el mismo puede ser una experiencia transformadora que nos permita crecer y desarrollar nuestra resiliencia. Cuando uno se enfrenta a sus retos directamente y trabaja para sobrepasarlos, demuestra la habilidad de rebotar y de adaptarse.

Es indudable que, en los tiempos actuales, los seres humanos a lo largo del mundo, están sufriendo por múltiples razones tales como el hambre, la falta de atención a las enfermedades que padecen, el cotidiano peligro de perder la vida en forma violenta, ya sea por la violencia criminal, por las guerras, la falta de protección contra las calamidades, tragedias causadas por la naturaleza o por otros seres humanos, ya sea con dolo, culposamente, por descuido, ignorancia o despreocupación.

En países que llevan años (algunos más de veinte) sometidos al yugo de una dictadura que cercena la libertad, que comete crímenes tan graves como los que contempla el derecho penal internacional, la salida es resistir y buscar la luz en la oscuridad, hasta ver que haya una pequeña luz al final del túnel, que en el esfuerzo creciente de un pueblo unido, crecerá hasta convertirse en un sol que anuncia la pronta llegada de la libertad, y el final del sufrimiento.

Carlos Armando Figueredo. Abogado, doctor en ciencias políticas por la UCV. Profesor universitario. Poeta, traductor público en inglés y francés. Traductor del alemán, italiano y portugués.  

Editora de la revista: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf #carmencristinawolf

Asesor editorial: Jorge Gómez Jiménez @revistaletralia

Comparte esto:

HORACIO BIORD CASTILLO: RUIDO DE CULEBRA

 

Ruido de culebra

Horacio Biord Castillo

A Xavier, que la enfrentó de principio a fin

Las montañas estaban verdes, inusitadamente verdes para esa época del año, cuando, empezando apenas la sequía, sus laderas suelen vestirse de tonalidades más ocres y amarillas. El calor y la humedad, como siempre, reverberaban en los alrededores del poblado. La iglesia parroquial, pintada de un cálido amarillo oscuro para destacar su antigüedad, presidía el casco central y el trazado de las calles. Días atrás había sentido un ruido extraño al encender el motor de su auto, un vehículo todoterreno que a veces mostraba signos de cansancio y envejecimiento. Sin embargo, con él había recorrido grandes distancias acompañado de amigos y parientes hacia las playas y los llanos, así como por los pueblos circunvecinos.

Aquel ruido no dejaba de preocuparle. En realidad, no resultaba del todo ensordecedor, pero sí preocupante para un conductor acostumbrado a los sonidos habituales de su propio vehículo y a detectar fallas o anomalías que requieren pronto arreglo. No le sonaba a rumor mecánico precisamente y esa impresión estaba lejos de constituir solo un detalle. Tenía un excelente oído musical y para complacerlo, pero sobre todo a su espíritu, trataba siempre de precisar melodías y ritmos. Ese sonido le parecía, en definitiva, casi sobrenatural.

Aquel mediodía regresó de la capital en el ferrocarril, atestado de pasajeros y retrasos en las horas picos aunque más libre a mitad del día. Necesitaba salir al centro a hacer unas diligencias, pero sintió que había llegado el momento de revisar el auto con minuciosidad para dar con la causa del ruido. Encendió el carro animado por la esperanza de que el chirrido hubiera desaparecido por sí solo; sin embargo, se seguía escuchando con gran intensidad. Con determinación, se bajó del carro, levantó el capó que estaba muy caliente y empezó a escudriñar por todos los ángulos y rincones. Revisó las poleas de los correajes y otras piezas, pero no advertía nada significativo.

De pronto, casi por casualidad, a un lado del motor, sobre la varilla para medir el aceite, observó con gran susto que estaba enrollada, replegada y como soñadora, pensó después, una enorme tragavenado, especie de boa cazadora muy común en aquellos lugares. Cerró el capó sin pensarlo dos veces y esperó un rato. Aunque los reptiles le producen grima y miedo, no descartó emplear una rama o un tubo de metal para ahuyentar al bicho. Se dirigió a unos árboles que estaban cerca y encontró algunos palos pequeños que le permitieron tocarlo, oprimirlo y presionarle la cabeza y distintos puntos del cuerpo. El reptil no se movía y permanecía indiferente donde lo había hallado el joven. El sol se tornaba inclemente a aquella hora del día. Pensó que debía empujar el vehículo hacia la orilla de la vía que daba acceso a la urbanización donde vivía. Quizá con el simple movimiento del carro, el animal se moviera.

Unos vecinos lo ayudaron a empujar el vehículo hacia los árboles. Con el capó abierto trató infructuosamente de que la culebra se moviera y saliera de su escondite. Alguien sugirió que se le rociara la cabeza con agua y vinagre a ver si el olor la incomodaba y se iba por su propia cuenta. Una vecina trajo de su casa los líquidos ya mezclados, pero el rociado no surtió el efecto que se esperaba. Otra persona recordó que quizá el humo ayudaría a que el animal se incomodara para respirar y se huyera. Sin embargo, la ubicación de la culebra en el motor del vehículo demandaba mucho cuidado en los métodos que se emplearan para sacarla. Cualquier error podía generar un accidente por la presencia de materias inflamables. Se probaron varias maneras, pero la culebra se quedaba impertérrita, enrollada en los tubos del motor.

La gente se fue dispersando a media tarde, a la espera quizá de que llegara una ayuda especializada. Se había llamado a los bomberos más temprano, pero en ese momento atendían una emergencia en un caserío cercano. La culebra permanecía inmutable en su lecho mecánico, tal vez soñando viajes por muchos caminos y parajes, algunos rocosos como lechos secos de ríos, otros sombreados como los cafetales lejanos, o por la orilla de lagunas artificiales y acequias que ayudan a los agricultores a regar sus sembradíos.

De pronto, como salido de los rincones umbrosos de la arboleda, llegó un hombre con facha de viajero impenitente que parecía venir de los parajes del este, de esos rumbos al menos, de más allá de las otras ciudades de aquel valle que atravesaba un río, otrora más caudaloso, por donde bajaban hacia los pueblos ribereños bongos cargados de productos agrícolas y mercadurías de todo tipo. De esos caminos indescifrables y remotos seguramente venía aquel hombre. Cuando vio el todoterreno estacionado debajo de los árboles, con el capó abierto, se asomó sin mediar palabras con el joven, que era el único que a esa hora estaba aún allí, al lado de su vehículo. «Muchos pueblos a lo largo de la historia han venerado a las culebras como grandes deidades. Algunos las ven como dueñas y señoras de las aguas, otros como representaciones terrestres del Mal. Incluso se comenta que en el Gran Jardín las serpientes recibieron una maldición eterna que las ha confinado a arrastrarse por doquier, sin importar la calidad de los suelos y sus irregularidades”, dijo.

«En las representaciones artísticas y sagradas, algunas culebras aparecen aladas o junto a otros animales, cuyas formas también pueden compartir, para enfatizar de esa manera su carácter sobrenatural, la posibilidad de recorrer tierras innúmeras, cielos y todas las superficies cubiertas de agua». Sus palabras sonaban graves y seguras aquella tarde. «Muchas personas creen que los arcoíris son también culebras, capaces de producir daños y maleficios, o de ofrecer recompensas secretas. En la selva, cruzada por las aguas terrosas del Orinoco, y en las extensas florestas amazónicas se cree que grandes culebras habitan los ríos y remansos y que algunas de ellas tuvieron una actuación fundamental en los días iniciales del mundo, cuando los héroes primigenios de los pueblos originarios boceteaban lo que iban a hacer los mundos, costumbres y palabras de aquellos remotos parajes», precisó.

Una brisa con aroma de samanes y algarrobos refrescaba la conversación. El joven sentía un gran interés por los relatos y dichos del anciano y, a la vez, notaba que lo invadía cada vez con mayor fuerza un vapor somnífero. «Las culebras son seres extraños y poderosos. He escuchado en mis viajes que pudieran ser incluso ángeles caídos tras el triste engaño del Edén. ¡Quién sabe! Siempre habrá un misterio, algo ignoto como los arcanos y la estrella que me convocan. Por eso también se dice que hay culebras buenas y culebras malas, unas sin ponzoña y otras con saliva mil veces venenosa. Hay que respetarlas como a todo ser viviente y tener cuidado, como con todo en la vida». Estas últimas declaraciones llamaron la atención del joven, lo apelaron. Sin haberse desvanecido o llegado a dormir, al escuchar aquello sentía despertarse y como si volviera en sí. «A las culebras no se les debe hacer daño para evitar su furia y las del inframundo», palabras estas que el anciano dijo en un tono apenas audible. Sacándola de un pequeño envoltorio de tela que extrajo de sus bolsillos, comentó que no vendría mal encender una varilla de incienso y la colocó sobre una rama seca junto al auto. «Siempre cargo. Debo llevarlo como ofrenda eterna a la Dulzura». Sus expresiones impresionaron al joven y, sin haberse percatado de cómo se había ido, el anciano ya no estaba junto a él, a pesar de que pocos segundos atrás aún conversaban.

 

A juzgar por el movimiento de las hierbas, parecía que el anciano caminaba por la confusa vereda de un terreno contiguo, rumbo a las calles que morían en sus lindes y que comunicaban con la carretera principal. Un tanto desconcertado por todo aquello, el joven se asomó al motor del vehículo y se percató de que la culebra ya no estaba allí. Sin contratiempos encendió el motor y con sorpresa se dio cuenta de que nada extraño sonaba en el vehículo. Dos o tres veces más apagó y volvió a encender el auto. Ya no se oía aquel ruido. La culebra, definitivamente, debía haberse ido por sus propios medios. No hubo necesidad de espantarla o presionarla con objeto alguno ni con líquidos pestilentes. Tal vez, se dijo, la culebra hubiera entendido a cabalidad, como si fuera persona, las palabras del anciano, una a una, sin perderse ni la más mínima. Todo aquello resultaba poco verosímil, pero sin duda parecía como que si el discurso del vetusto viajero, el aroma del incienso o ambas cosas la hubieran conminado a salir de aquella máquina y a buscar por nuevos derroteros el sitial que le correspondía. Ya no había ruido de culebra, pero sí un misterio por resolver.

                                                         Foto: Horacio Biord Castillo

San Antonio de Los Altos, Gulima, a 6 de enero de 2024, festividad de la Epifanía

(Dibujos originales de Mariángel Villanueva, Ariadna Guarata, Angelina García, Ángel Guarata y Xavier Villegas. Fotografías de Xavier Villegas)

Publicado originalmente en Reporte Católico Laico (Caracas, enero 06, 2024)

URL: https://reportecatolicolaico.com/2024/01/06/ruido-de-culebra/

 

 

Comparte esto:

JORGE GÓMEZ JIMÉNEZ: SELECCIÓN DE POEMAS

Jorge Gómez Jiménez
Jorge Gómez Jiménez (Cagua, Aragua, 1971)

He decidido esta mañana

hacer mi libro de poemas.

Me di un largo baño

y salí a la calle.

En un comercio

no muy antiguo

me hice de una cuerda,

treinta papeles azules,

un pedazo de cartón

que habría de cortar en dos partes.

Me devolví al refugio

con mi botín.

El cartón carcelero del papel,

la cuerda carcelera del conjunto,

Qué inconfesablemente sencillo

es hacer un libro de poemas.

Tengo las flores

(tener es un acto sencillo:

arranque de un jardín

lo que precise),

y su aroma vibra

por encima de mis manos,

haciendo franjas violeta

en el camino.

Tengo las flores,

pero el color y el terco pétalo

son soldados

con manifiestos hechos

en minúsculas.

 

No cabe duda de que los años

tienen patas.

De otra manera

no podrían distribuir vejeces

ni emprender olvidos

que ofrecen de casa en casa,

ni cruzar umbrales

en busca de herrumbre,

ni trepar hasta la azotea

que es siempre más enana,

ni subir a los autobuses

para rasgar los asientos,

ni comprar en los comercios

tintura de canas,

ni ofrecer a los insectos

el papel de la prensa

del fin de semana,

ni tomar fotografías

de cuartos de siglo,

ni podar las ramas

de los árboles,

ni ir de bares

escupiendo en las botellas

que han de añejarse,

ni destruir la relevancia

de las alianzas.

No cabe duda de que los años

tienen patas.

De otra manera

no podrían pisotearnos.

 

Ustedes al menos

confían en el invierno

para justificar

el frío que raya

vuestros huesos.

Esta mañana desperté mejor

No me duelen las decisiones

ni se me ha brotado el pasado.

Esta mañana una sombrilla

hizo el papel de celador

bajo la llovizna y la bruma.

El sol es mío

y lo llevo en los bolsillos

y en la sonrisa.

Quema.

Qué bien me siento esta mañana

que ya empieza a ser ayer.

Frío,

blanco, quieto y frío,

indolente y básico

como el frío,

delirante y soso

como el frío,

muerto, quebradizo y frío,

viento, tiempo y alero

como el frío

ritmo de mis días.

Jorge Gómez Jiménez

jgomez@letralia.com

Escritor venezolano (Cagua, Aragua, 1971). Edita desde 1996 la revista literaria Letralia, Tierra de Letras. Ha publicado los libros de cuentos Dios y otros mitos (Venezuela, 1993) y Uno o dos de tus gestos (Venezuela, 2018), las novelas cortas Los títeres (España, 1999) y Juez en el invierno (Venezuela, 2014), la antología Próximos (narrativa venezolana, bilingüe chino-español; China, 2006), la novela El rastro (Argentina, 2009) y el poemario Mar baldío (Caracas, 2013). Textos suyos han sido traducidos al catalán, al chino, al esloveno, al francés, al inglés y al italiano.

Comparte esto:

A PROPÓSITO DEL LIBRO “LO QUE QUEDA EN EL AIRE”

Jesús Peñalver
Jesús Peñalver.

Por Jesús Peñalver

Rodolfo Izaguirre nació en Caracas el 31 del siglo pasado. Caracas contaba entonces con doscientas mil almas. Se hablaba de almas y no de habitantes. Prefiere decir quien escribe almas porque sugiere algo más leve, espiritual; algo menos banal o cotidiano que habitantes. En la hora actual, Caracas debe andar tal vez cercana a los cuatro o cinco millones de habitantes, pero –al decir de Rodolfo– “muchos hemos perdido el alma”.

No existían clínicas y la Maternidad Concepción Palacios se inauguró en diciembre de 1938 durante la administración de Eleazar López Contreras; de modo que Rodolfo nació en su casa, en la parroquia San Juan, cuando se hicieron presentes el doctor Osío y una comadrona que le servía de ayudante, y hoy sobrevive a sus padres y a sus hermanos. Supo por ellos que la comadrona al no más nacer lo alzó y dijo: “¡Parece un cochino inglés!”.

Era un halago –sostiene Rodolfo–  porque los cochinos ingleses deben ser lindos y rosados, “¡pero me estaba diciendo cochino! “Lo que nunca ha logrado establecer es si su primer llanto fue de rechazo a la exclamación de la comadrona o si, por el contrario, fue de saludo al mundo que lo veía llegar con tan curiosa exclamación.

Después de llamarlo cochino, sostiene él, que lo han insultado millones de veces, pero lo de cochino resultó tan fuerte, tan crispante, que no le molesta para nada cuando lo zarandean diciéndole vulgaridades o zalamerías de toda naturaleza.

De niño yendo rumbo a la escuela y pasar por la plaza donde se erigía la estatua de Andrés Bello, Rodolfo le sacaba la lengua, hasta el momento en que supo cabalmente de quien se trataba. Fue entonces cuando le saludaba con reverencia, y hace apenas unos meses fue él, el mismo Rodolfo, designado orador de orden en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) con motivo de un aniversario más del nacimiento de tan ilustre venezolano, hecho chileno.

Vivió tres dictaduras: La de Gómez cuando niño, la de Pérez Jiménez cuando adolescente-adulto, por lo cual sufrió cárcel, y en los momentos actuales, de lo cual no vale la pena ahora musitar siquiera una palabra. Pero eso sí, Rodolfo sigue deslumbrándonos cada domingo con sus magníficos artículos con su estilo muy particular, revelador, estimulante y pleno de esperanzas.

Me agrada contar la historia que sigue porque vive en ella la luz de la imaginación y los resplandores de la libertad que viven en Rodolfo Izaguirre.

Guillermo Sucre –preso con él en la Seguridad Nacional- se le acercaba, lo veía y decía: ¡Vámonos! y caminaban dos o tres pasos en aquel pabellón de tristezas y de pronto estaban en Paris en el boulevard Saint Germain des Prés, viendo a Sartre y a Simone de Beauvoir tomando café en Les Deux Magots; bebían una cerveza en La Coupole, en Montparnasse o caminaban por el Boul´Mitch y cuando se sentían cansados regresaban a la prisión. “Nunca –ha dicho Rodolfo “me he escapado tantas veces de una cárcel como entonces. Pero era mucha la tristeza y la nostalgia”.

Dice Claudio Nazoa: “Rodolfo Izaguirre es el hermano perdido de Augusto y Louis Lumiére. En realidad, la idea fue de él”.

Conversar con Rodolfo Izaguirre siempre ha sido y será interesante, enriquecedor, sublime y, desde luego, placentero al oído y a la imaginación. Porque bien lo dice: “Soy un hombre de imágenes, así me expreso, con imágenes”. Y agrega “Con el cine me convertí en escritor”.

Para beneplácito de los lectores, y los que aquí lo acompañamos, esta novela, o poema largo y hermoso, mejor dicho, dedicado a su mujer y madre de sus hijos, Belén Lobo, servirá seguramente para la esperanza del país que queremos andar junto a él, como queriendo alcanzar el sol. Porque eso logra Rodolfo, quien ha acumulado tanta juventud, tanta brillantez… esa lucidez que nos arropa, enternece y también nos tambalea la conciencia de país.

De él afirma Elías Pino Iturrieta: «A Rodolfo Izaguirre nos lo dejaron Adriano González León y Manuel Caballero, como recuerdo de un tiempo acogedor en el que se construyeron muchas cosas positivas y hermosas que nos mantienen pendientes del futuro”.

Alguna vez, hace quizá setenta años, Rodolfo propinó una bofetada a un compañero de liceo y todavía hoy se arrepiente. Entendió que, en lugar de la violencia, por sus venas navega una sorprendente sensibilidad que acaricia las artes.

Desde entonces vive sumergido en la poesía, es decir, en la música, el cine, las artes plásticas, la literatura. Al hacerlo, ha ido acumulando conciencia del país que lo vio nacer en 1931 y a la muerte de Juan Vicente Gómez pocos años después, y de crecer noventa años a la sombra de dos tiranías militares: la de Marcos Pérez Jiménez y la de la actual pandilla, y entre ambas, cuarenta años de vacilante alternabilidad democrática.

Dice Rodolfo haber sido una flor de loto porque al igual que ella nació en el pantano de un país esencialmente violento. No solamente él. ¡Todos nosotros! Y si hay un secreto que explique su atolondrada “juventud” es la de no tomarse nada en serio.

Sostiene Carolina Jaimes-Branger: «Es inspirador ver a mi querido Rodolfo Izaguirre tan brillante, lúcido y activo a sus 92 años. Si no llego como él, prefiero quedarme por el camino. Admiro su talento, su dedicación y su pasión por la escritura. Sus libros y artículos han dejado en mí una huella imborrable, porque cada palabra que escribe tiene su razón de ser y estar. Agradezco haberlo conocido, conocerlo -mejor dicho-  y haber compartido tantos ratos felices. Mi abrazo apurruñado y celebro feliz esta nueva creación que hoy nos presenta”.

Fue en París, cuando estudiaba derecho en La Sorbona, yendo rumbo a la universidad cruzó en una esquina para toparse con la Cinemateca francesa, sin imaginarse nunca que le tocaría dirigir la venezolana por algo más de cuarenta años. Vale decir que, durante su gestión, la que él y muchos conocieron, se iluminaba con las más gloriosas obras del cine mundial, con sus conferencias y las tertulias o cine-foros que allí se realizaban.

Crítico, escritor, gerente, docente, conferencista de cine, entre otros desempeños vinculados al área cinematográfica, y a la cultura en general, merece toda la admiración y el reconocimiento. El Techo de la Ballena y el Grupo Sardio también tienen su impronta.

Con el cine se le ocurrió algo inesperado: ¡Se hizo escritor! Para expresar con palabras a los lectores su júbilo por la gloria visual de las películas de Akira Kurosawa, para poner un ejemplo, se vio obligado a aprender y dominar su idioma, pulirlo, afinarlo, y así fue convirtiéndose en escritor. Supo que finalmente lo era cuando descubrió la misteriosa música que se oculta detrás de las palabras.

Rodolfo nos enseña que no hay oscuridad. Que la sombra es nuestra propia alma, una parte vital de uno mismo, nuestro alter ego. Una extensión de nuestro cuerpo. Allí donde vayamos ella va; y con ella, el país que también somos. Y nosotros, los afligidos, los perseguidos por los desafueros militares y déspotas civiles, somos la luz que ofrece claridad cada vez que el país se hunde en la oscuridad, y es entonces cuando la sombra reina iluminando su espíritu y el de todos nosotros.

Sus artículos son la expresión política de un hombre de la cultura y no necesariamente de un político de profesión y mucho menos de un aprendiz. Al mismo tiempo, se esfuerza por mejorar cada vez más su escritura, su manera de decir con elegante mordacidad cosas que desagradan. Quiere que no sean ellas, sus palabras, las que estremezcan a los lectores dominicales sino la manera de decirlas. Y es cierto, porque la manera más eficaz de opinar políticamente es refiriendo pequeñas historias personales llenas de vida porque en ellas persiste algo del país que somos.

Seguramente un tema recurrente en sus frecuentes y mudas conversaciones con Soledad, es decir, Belén, la amadísima esposa, mujer y compañera de vida, madre de sus tres amados hijos, es el edénico y maravillado estupor del pas de deux. [No olvidemos que Belén Lobo fue bailarina clásica y luego abrazó la Danza Moderna o Contemporánea liberándose del rigor académico del Ballet).

El pas de deux los acerca, enlaza sus cuerpos, susurra palabras de amor. Y la soledad se llena de rumores, cantos y voces que no parecen ser de este mundo. Y Belén vuelve a decirle lo que le dijo dos días antes de morir: “¡No olvides lo que hice de ti! ¡No permitas que estos chavistas acaben con el país!”.

De eso hablan, creo yo, Rodolfo y Belén. De la danza y del país. Y su amada le pregunta por los hijos. Y cuando es él  quien le pregunta, ¿Cómo es el lugar donde ahora vives?,  le contesta diciendo que, justamente, es más bello que el águila y el relámpago que hoy es Rodolfo.

Hoy asistimos al bautizo y presentación del libro que le prometió a Belén. Un libro sobre ella. No sobre el ballet sino sobre Belén. Por dicha, Rodolfo promete escribir uno sobre su propia vida. Noventa años (y algo más) pueden significar todo un siglo en la riesgosa aventura de vivir en un país como el venezolano.

Rodolfo se ha convertido en un termómetro de la opinión pública con sus acertadísimos y muy leídos artículos dominicales. Lo sé porque lo comentan, porque lo leen con asiduidad y en las redes sociales se replican religiosamente.

Rodolfo Izaguirre es venezolano ejemplar y un escritor de acento estremecido y vibrante. Su prosa acierta como la diamantina hebilla de un personaje de novela fantástica en el bosque oscuro de la historia. A Rodolfo lo ilumina la belleza del lenguaje y los caminos de la libertad. Porque, a sus 90 años, es un atleta de la democracia y la pluralidad como en sus años mozos. Al igual que la gente de su generación se viera sorprendida en plena adolescencia por el derrocamiento en la presidencia de don Rómulo Gallegos. Fuera de la escena de la vida los protagonistas del grupo Sardio, queda él como el último adalid. La madera con la que está hecho el lápiz de escritor de Rodolfo tiene virutas del bastoncito risueño de Charles Chaplin, de quien aprendiera tanto en torno a las maravillas del cine. El coraje con que Rodolfo Izaguirre cuida de los helechos de su jardín es la dádiva de un Patricio para la mirada amorosa de un país.

Y aunque no se lo haya imaginado, sus escritos suscitan tanta atención. Aunque dice ser de naturaleza muy humilde y dar de correazos a su ego cuando trata de alzarse o envanecerse, con tan frecuentes elogios que recibe, debe terminar agotado con la correa en la mano.

Ha dicho Laureano Márquez: «Rodolfo Izaguirre es memora de las cosas más hermosas y conmovedoras de nuestra tierra. En Rodolfo prevalece la dignidad venezolana que cada vez más se extraña y se precisa. Rodolfo es amor hecho persona, es florecimiento cultural, es luz orientadora que se proyecta en momentos de oscuridad, es sensatez, es cordura y, como si todo esto fuera poco: ese bastón que lleva le da una elegancia propia de un gentleman inglés».

Concluyo con esta anécdota reciente, que da cuenta de la generosidad y la sensibilidad de Rodolfo que lo enaltecen y exaltan en grado sumo.  Fuimos juntos a las exequias de un prominente líder político. A los pocos meses cerró sus ojos un reconocido cineasta venezolano. Cuando hablamos por teléfono Rodolfo me dijo:

“Si fui al velorio de Carlos Canache Mata, un demócrata decente, cómo no voy a ir a darle el último adiós a mi amigo Román Chalbaud”.

De este modo Rodolfo hizo honor una vez más a una de sus máximas de vida:

“La amistad es deshacerme de mi sombra y regalarla a mi mejor amigo”.

 

Jesús Peñalver es venezolano, abogado graduado en la Universidad Santa María (USM 1988), poeta, destacado articulista y humorista.

 

Comparte esto:

Carmen Cristina Wolf: Acercamiento a la palabra de Lidia Salas

Acercamiento a la palabra de Lidia Salas

Por Carmen Cristina Wolf

 

Leer las páginas de “La palabra. 7 secretos de su energía creadora” de la escritora Lidia Salas, es toda una aventura espiritual para los lectores, que nos induce a una reflexión profunda por la manera de abordar un tema tan importante como el lenguaje, el mayor de los dones que  ha sido otorgado a la humanidad. Cito lo siguiente: “Es propicio el reconocimiento de los dones que se nos han otorgado. Energías aliadas que se pueden despertar en la palabra (…) Aprendamos a usarlas para que no falten las provisiones del camino (…)

Es importante el recordatorio de Lidia Salas al advertir cuánto valor necesitamos para “derrotar los enemigos”, que se encuentran no solo fuera de nosotros sino en nuestros pensamientos. La existencia nos expone constantemente a nuevos desafíos. Ella pregunta dónde encontrar la verdad que nos sostenga ante “la fuerza arrasadora” de la sociedad, del mundo.

Lidia Salas mediante este libro nos invita a emprender el estudio de las palabras, que van desde lo cotidiano al misterio de lo Divino. Insiste en la energía creadora del lenguaje, que es nuestra visión del mundo. Tengo muy presentes las palabras de Rafael Cadenas:

Un pueblo sin conciencia de la lengua termina repitiendo los slogans de los embaucadores, es decir, muere como pueblo.

Hace algunos años escribí un ensayo sobre el Ser y la Palabra y decía que los seres humanos no tenemos otro apoyo ni otro refugio más que el lenguaje y el amor. Nos vamos haciendo, crecemos y nos construimos a través de lo que pensamos, decimos y creamos. O nos conformarnos con un molde ya hecho, lo que significa repetir patrones, o nos damos a la tarea de construir nuestro propio mundo. Ahondar en el ser del lenguaje permite encontrar caminos y avizorar horizontes para encarar el peor de los males de este mundo: la pérdida de sentido de nuestra propia existencia.

Salas considera de vital importancia que ahondemos en la energía creadora de la palabra. Nuestro universo personal se transforma mediante lo que decimos. No hay palabras inocentes que caigan en saco roto. Toda frase construye un mundo de significados y genera acciones constructivas, respetuosas, amorosas o perversas. El lingüista Mortara Garavelli señala que uno de los secretos del buen empleo de la teoría de la argumentación es saber guardar silencio cuando es menester. Es preferible hablar menos y reflexionar más sobre lo que pensamos y decimos. Este ejercicio puede convertirse en un juego fascinante, en un arte placentero. Ya la vida está muy enredada últimamente para pretender algo que vaya más allá de pensar apasionadamente en las cosas.

La autora escribe: “La energía  creadora que tiene la palabra,  es un conocimiento estudiado por  un grupo reducido de maestros, desde la más remota antigüedad. Con esta energía se puede alcanzar, siempre  que se tenga el  entendimiento para sintonizarse con la vibración de la realidad posible,  el propósito  que se espera al decirla.  De esta manera,  mediante su potencia, la palabra  transmite sabiduría y amor, es el medio   para   compartir experiencias vividas, aumentar  la salud, la abundancia, la justicia, y la paz. Conseguir sueños y proyectos, propiciando el dulce sosiego de la felicidad verdadera.”

No me parece adecuado develar los siete secretos de la energía creadora que propone este libro, solo deseo hacer énfasis en mi recomendación de la lectura de este libro, que he leído varias veces y debo detenerme en algunos párrafos esclarecedores de mi propia realidad. Por fortuna, se encuentra en librerías de Caracas como El Buscón y Kalathos. También en Amazon para los que se encuentren en otros países.

Lo cierto es que las grandes transformaciones de las sociedades se inician con palabras.  El poeta alemán Hölderlin escribió: “Al hombre se le ha dado el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Y yo agregaría: lo que es y también lo que no es, porque el lenguaje está al servicio del albedrío del ser humano, para manifestar lo mejor de nosotros mismos y también para generar confusión y guerras. Agradezco de todo corazón a Lidia Salas por haberme permitido leer este libro que hoy se presenta en Caracas, porque ha sido un instrumento de nuevos aprendizajes y de grandes sorpresas. Su observación sobre la trascendencia del ser humano en su paso por este mundo estoy segura que hará sentir una inmensa emoción al lector.

Deseo concluir esta breve nota, citando un párrafo que esclarece el contenido de este libro:

Todas las personas pueden… “convertir el lenguaje en instrumento de evolución espiritual, y conseguir mediante su adecuado uso, todo lo que se necesita para vivir. Para conectarse con esta  energía creadora, se  debe cambiar la manera de pensar, vigilar para que las imágenes de la mente sean creadas  desde  la parte iluminada del espíritu; sólo así, los pensamientos resuenan en alta vibración, y como las semillas, germinan en tallos de bien, proporcionando amor, salud, sabiduría, abundancia, inspiración y consuelo. Por esta razón se le llama también: palabras vivas. Porque sólo lo que tiene la génesis de la vida, puede engendrar realidades positivas.”

Carmen Cristina Wolf

Caracas, octubre de 2023. Leído en la Sala Cabrujas de la Fundación Chacao,  en la presentación del libro

#carmencristinawolf

@carmencristinawolf Instagram 

Comparte esto:

JOSÉ PULIDO: ACEITE DE NARDO

José Pulido (Villa de Cura, Aragua, Venezuela, 1945).

 

ACEITE DE NARDO

José Pulido

El agua crea, el agua canta,

su ausencia mata

la tierra se disuelve con el agua

el agua se disuelve con el fuego

el fuego se disuelve con el aire

el aire se disuelve en la conciencia.

Eso dice el libro de los muertos.

 

No dejes que tus pensamientos

vaguen errantes, escucha lo sabido

habiendo luz puedes concentrarte

en hallar el lugar donde es posible

cultivar cepas de amor y compasión

como una misma casta del sentir

 

El “Nardostachys jatamansi”,

nace en el Himalaya desafiando

el colérico y pacífico y poderoso frío

una pequeña planta tan endeble

en el inmenso cielo congelado

 

desde la más lejana antigüedad

sobrepasa el misterio de las cimas

cuando su olor sagrado se desprende

como el alma del cuerpo agonizante

 

Perfume de nardo puro

vertió sobre Jesús

la agradecida María de Betania

y al perfumar los ampollados pies

ella usó como paño su larga cabellera

y después de aquello, todo el tiempo

los cabellos de María de Betania

olían a Jesucristo

 

José Pulido nació en Villa de Cura, Venezuela. Destacado poeta, narrador,  periodista y editor.  Actualmente reside en Génova, Italia. Es Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela.

 

Comparte esto:

RAQUEL MARKUS-FINCKLER: LAS HORAS NEGRAS

Palabras de Raquel Markus – Finckler en la presentación del poemario «Las Horas Negras. Poemas que expresan emociones de manera profunda y conmovedora relacionadas con el “Holocausto». El acto tuvo lugar en la Feria del Libro del Oeste de Caracas FLOC UCAB 2023, en los espacios de la Universidad Católica Andrés Bello el pasado lunes 27 de noviembre:

Muchas gracias a quienes me honran con su presencia en la tarde de hoy, gracias por acompañarme en esta presentación.

Gracias a mis editores: los hermanos Rodolgo, Tomas, Miguel Osers por creer en mí y llevar adelante esta publicación con su Editorial Osers & CO. Gracias Judith Osers Muller, quien diseñó y maquetó esta publicación y es la autora de las hermosas ilustraciones que lo acompañan.

Gracias al autor del prólogo más poético, sincero y estremecedor que ha podido tener mi poemario, Jesús Peñalver.

Gracias a Luis Alejandro Aguilar Pardo y a don Rodolfo Izaguirre por las hermosas, profundas y enaltecedoras palabras que le dedicaron a mi poemario en la presentación de hoy.

Gracias a mi niña grande, Samantha Finckler, por ser la conductora de este evento.

Tomas, Jesús, Luis Alejandro, Don Rodolfo, Samantha: estuvieron impecables, inmensos, impresionantes… cada uno dictó cátedra… cada uno dio grandeza, determinación, conocimiento y sensibilidad… les agradezco que ofrecieran un espectáculo precioso en honor a todas las almas presentes, de aquellas que estamos hoy aquí y las de los muertos que honramos … sé que fue una ofrenda espiritual y que en algún lugar invisible así llegó y así se sintió. Honrada y agradecida con ustedes por haberme dedicado sus más elevados vocablos. Yo los aplaudo de pie.

Como autora tengo algunas impresiones que quiero compartir con ustedes. La más importante, tal vez, es que en este libro no pretendo ponerme en los zapatos de quienes vivieron y sufrieron el horror que significó persecución y aniquilación sistemática, auspiciada por el estado, de los judíos europeos por parte de la Alemania nazi y de sus colaboradores entre 1933 y 1945. Yo no pasé por ello, no logro imaginarme lo que se debe haber sentido estar atrapado dentro de esa feroz e inhumana maquinaria, y no pretendo hacerlo en mis poemas.
Las Horas Negras refleja lo que mis abuelos paternos, y otros sobrevivientes que he conocido a lo largo de mi vida, lograron transmitirme sobre el dolor, la tristeza, la desesperación, la soledad, el miedo, la rabia que atravesaron en un viaje físico y emocional que les permitió salvarse del Holocausto, salvar sus vidas y escapar como pudieron de la muerte, la deshumanización y la destrucción total.
Mis abuelos paternos Mordejai y Haike Markus sobrevivieron y buscaron refugio en las hermosas, amables y muy humanas costas venezolanas, en donde pudieron comenzar sus vidas nuevamente, formar una familia; trabajar, vivir y aportar en una sociedad que los valoraba, en donde eran bienvenidos y necesarios.
Mis abuelos me enseñaron que se puede trabajar para crear luz sin importar que por dentro estemos llenos de sombras. Ellos no quisieron transmitirme la tristeza y el dolor que seguramente llevaban por dentro debido a todo lo que dejaron atrás, por todo lo que perdieron en su periplo hacia la vida. Sin embargo, se podía adivinar en sus miradas, en sus expresiones, en sus manos y en todo lo que callaban…
En el silencio era mucho lo que se decía y también era mucho lo que se callaba… pero las almas siempre terminan por entenderse entre ellas, y aunque yo era bastante joven cuando ellos dejaron este mundo físico, tuve oportunidad de aprender mucho de ellos… de lo bueno de la vida, de la esperanza, de las lucha y de la fe… pero también de lo malo que puede llegar a habitar dentro de seres que alguna vez fueron humanos y que se transforman en otra cosa… en una maquinaria aniquiladora… en una herramienta para la maldad, la depravación y la muerte…
Las Horas Negras es un grito desesperado, una advertencia, una señal de neón en la carretera… pues aquello que pasó una vez, puede volver a repetirse si nos equivocamos, si llegamos a olvidar, si no insistimos en repetir una y otra vez que eso sí pasó, que eso sí nos pasó. Los judíos, los humanistas, los que estamos del lado de lo humano tenemos que gritar más fuerte que los negacionistas, los revisionistas y los relativistas del Holocausto. No podemos rendirnos, no tenemos derecho a cansarnos, no podemos quedarnos callados. Nuestra consigna es y debe seguir siendo “no olvidamos, esto no debe volver a ocurrir nunca más”.
Este poemario pretende representar la voz de la tercera generación de sobrevivientes del Holocausto… no de la segunda, y ciertamente, no de la primera, es decir, la de mis abuelos. La poesía es un excelente puente para llegar, tocar y sacudir las emociones humanas… espero que mis palabras tengan el poder de hacerlo… el poder de crear sensibilidad, de hacer conciencia, de sembrar preguntas importantes, de poner a pensar y especialmente de poner a sentir a sus lectores… Sólo cuando hay una conexión emocional las personas podemos lograr la empatía, el entendimiento, la comprensión… y eso es lo que necesita este mundo, más personas capaces de conectar con su lado más humano por medio de la cultura y del arte… siempre he creído que la poesía nos salva, hoy más que nunca sé que la poesía nos salva de nosotros mismos.

Gracias a Milos Alcalay, a José Pulido y a Rafael Rattia por engalanar este libro con sus palabras. Gracias a las instituciones que lo avalan: el Círculo de Escritores de Venezuela, Espacio Anna Frank y la Fraternidad Hebrea B´nai B´rith de Venezuela.

Gracias a mi alma mater, la Universidad Católica Andrés Bello por abrirme hoy sus puertas nuevamente, ya no como estudiante en formación, esta vez como una autora que se honra en presentar su tercer poemario en los espacios que tanto ama, añora y admira, en los espacios que la vieron crecer y prepararse. Gracias a los organizadores de la Feria del Oeste de Caracas FLOC UCAB 2023, especialmente a Marcelino Bisbal y Jonathan López, por permitirme este espacio dentro de su programación.

NADA

Raquel Markus – Finckler. Del poemario «Las Horas Negras».

Se construyeron monolitos de cemento

y tumbas simbólicas sin nombres ni apellidos.

Se erigieron museos dedicados al horror

y monumentos que impresionan por su arte.

Se colocaron zapatos de bronce frente a un río.

Se amontonaron pilas de maletas que no llegaron a destino.

Se revelaron fotografías que retratan cuerpos famélicos y agotados.

Se sacaron publicaciones que cuentan y muestran lo que nunca debió ocurrir.

Se proyectaron películas que conmueven hasta las lágrimas.

Hubo algunos juicios y algunas sentencias.

Los testimonios quedaron grabados, editados y resguardados

 

Todo para llenar el vacío de la nada…

con algo, con todo, con poco.

Pues no hay forma de llenar el vacío de la muerte…

El vacío de seis millones de muertes.

De seis millones de nada.

Nada, así como suena.

Nada en singular.

La nada no se puede conjugar en plural.

La nada es única y eterna.

La nada es indivisible e inevitable.

No hay seis millones de nada.

Hay una sola y absoluta nada.

 

Y nada de lo que hacemos puede llenar el vacío que nos dejaron.

Nada quedó de mi familia paterna.

Nada del pueblo donde nació mi abuela.

Nada de mi tía abuela ardiendo en una hoguera.

Nada del primogénito que no pudo ser enterrado

y que murió de hambre con menos de un año de nacido.

Nada de recuerdos.

No hay retratos heredados ni manuscritos

con firmas añejas que me conecten al pasado.

No hay libros ni joyas en mi legado…

Y son pocas las historias que me quedan…

 

Nada es la respuesta a la pregunta que no llegué a formular.

Nada es la excusa que no alcanza para nadie.

Tratamos de llenar la nada que nos dejó la muerte,

pero no alcanzamos, no abarcamos, no entendemos…

 

Pero lo que más temo no es la nada que ellos nos dejaron

como herencia de su paso por Europa…

Lo que más temo es que parece

que este mundo bruto, sordo y ciego

no ha aprendido…

NADA

no ha entendido…

NADA.

 

Comparte esto:

LAS HUELLAS DE UN POETA

Alvaro Pérez Capiello

 

Por Álvaro Pérez Capiello

Conocí a Juan Manuel Ramírez Pérez en Caracas, hace más de una década, cuando se desempeñaba como Consejero Cultural de la Embajada de Colombia en Venezuela. En aquellos días, Enrique Vargas estaba al frente de la misión diplomática de esta nación hermana. Doy fe de la extraordinaria gestión realizada por Juan Manuel en favor del arte y la cultura, cuestión que nos hizo coincidir en recitales poéticos, obras de teatro y conferencias, donde participaron numerosos intelectuales pertenecientes al Círculo de Escritores de Venezuela y la Academia de la Lengua. Hoy, ha llegado a mis manos el libro Huellas Cifradas, publicado en Cúcuta por Opinográfica Impresores. El primero de los poemas que componen este volumen está dedicado a esos días de lluvia, colmados de nubarrones, donde el paisaje natural se torna «lánguido y cetrino» a decir de Juan Manuel Ramírez. Esa oscuridad, empero, permite al caminante conectarse con su esencia, y ser partícipe de una revelación, de ese nuevo día luminoso, en ciernes, que el poeta es capaz de vislumbrar con su pluma. Definitivamente, resulta complicado seguirle los pasos a un poeta… Siempre he creído que todo texto, más que respuestas, debe proponernos interrogantes y llevarnos a territorios inexplorados, carentes de perchas, que acaban por desestabilizar al lector para, después, anclarlo a ese imaginario que el escritor ha recreado en las páginas del libro. Si bien en muchos poemas de Huellas Cifradas, la naturaleza adquiere un carácter protagónico, con sus manglares, sus montañas, sus salinas, el azul del mar Caribe y el sol del Trópico, la mirada del escritor no se contenta con describir la realidad sino que la reinterpreta para sacar de ella una reflexión existencial. En el jardín de rosas se contienen, pues, las ilusiones y las esperanzas, la nostalgia de aquello que dejó de ser, pero que Juan Manuel trae a la memoria con el tránsito de las hormigas y el rumor de las abejas.

Como espectador, me propuse seguir, a mi manera, el rastro de las huellas dejadas por el poeta en su andadura. En ese camino, surgen retratos de personajes históricos, artistas, políticos, y también, ¿por qué no?, Juan Manuel se mira a sí mismo en el espejo azogado de la España que conoció y en las sombras evanescentes de la vieja casa de sus recuerdos infantiles.

Al final, todo pasa… La vida es un ciclo interminable de nacimientos, muertes y nuevos comienzos. Más que el punto de partida o de llegada, importa el transitar. Recuerdo una frase colgada en la finca Twelve Oaks, propiedad de la familia Wilkes en el largometraje «Lo que el viento se llevó», basado en la novela homónima de Margaret Mitchell sobre el Viejo Sur: «No malgastes el tiempo, porque la vida está hecha de eso». Esa imposibilidad de volver atrás, de retornar sobre nuestros mismos pasos, sobre las huellas de lo ya caminado, habla sí de lo fugaz y de lo pasajero de todo cuanto nos rodea, pero, también, del valor de la experiencia.

Sabido es que los poetas le cantan al amor. En el recorrido que nos propone Juan Manuel Ramírez Pérez no podía faltar la complicidad de los amantes que han dejado huellas indelebles en la historia: la relación epistolar de Abelardo y Eloísa en el Paraclet, la pasión arrolladora que llevó a Juana de Castilla al borde de la locura, el amor imposible de Romeo y Julieta en el seno de dos familias enfrentadas, los triunfos que dedicara Don Quijote a la «Señora de sus Pensamientos», aquella campesina bautizada Aldonza Lorenzo a quien el caballero andante eleva por encima de todas las doncellas como Dulcinea del Toboso, y la lista sería larga… No faltó en esa escogencia Santos Luzardo y Marisela, los personajes de Doña Bárbara, la obra cumbre de Rómulo Gallegos. Poco a poco, vamos armando, entonces, ese rompecabezas de la existencia que Juan Manuel ha concebido a partir de muchas lecturas, recuerdos, sueños compartidos, paisajes, auroras y noches estrelladas sacudidas por el viento. Solo hay que atreverse a iniciar un viaje a través de la palabra, que, inevitablemente, nos llevará a reconciliarnos con la vida y sus protagonistas.

Álvaro Pérez Capiello

Economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas, Venezuela). Realizó un postgrado en Gerencia y Administración (Barcelona, España). Ha sido profesor universitario.

Algunos de sus libros publicados son: Ventanas (Ensayo), Guardatinajas (Novela), Sombras bajo el Sol (Novela), Razones para Vivir (Ensayo), Laberinto de Ilusiones (Novela), El Bar de Luso (Novela), Entre la Verdad y el Engaño (Cuentos), La Memoria de un Símbolo (Ensayos). (Ensayo), El Desván de lo Oculto (Novela), Las Pinceladas de la Inmortalidad (Novela), En el tiempo de las arañas (Novela),De epitafios y de tumbas (Cuentos) y Relatos de la Tierra Negra (Cuentos).

Ha formado parte de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela.

@circuloescritoresvenezuela en Instagram

Editora de esta revista: @carmencristinawolf

Comparte esto:

ACERCAMIENTO A LA PALABRA DE LIDIA SALAS

 

Por Carmen Cristina Wolf

 

Leer las páginas de “La palabra. Siete secretos de su energía creadora” de la escritora Lidia Salas, es toda una aventura intelectual y sensible por la reflexión tan profunda con la que aborda un tema tan importante como lo es el lenguaje, el mayor de los dones que  ha sido otorgado a la humanidad. Cito lo siguiente: “Es propicio el reconocimiento de los dones que se nos han otorgado. Energías aliadas que se pueden despertar en la palabra (…) Aprendamos a usarlas para que no falten las provisiones del camino (…)

Llega muy adentro el recordatorio de Lidia Salas al advertir cuánto valor necesitamos para “derrotar los enemigos”, que se encuentran no solo fuera de nosotros sino en nuestros pensamientos. La existencia nos expone constantemente a nuevos desafíos. Ella pregunta dónde encontrar la verdad que nos sostenga ante “la fuerza arrasadora” de la sociedad, del mundo.

Lidia Salas mediante este libro fascinante nos invita a emprender el estudio de la palabra, que va desde lo cotidiano al misterio de lo Divino. Insiste en la energía creadora del lenguaje, que es nuestra visión del mundo. Tengo muy presentes las palabras de Rafael Cadenas:

Un pueblo sin conciencia de la lengua termina repitiendo los slogans de los embaucadores, es decir, muere como pueblo.

Hace algunos años escribí un ensayo sobre el Ser y la Palabra y pensaba que los seres humanos no tenemos otro apoyo ni otro refugio más que el lenguaje y el amor. Nos vamos haciendo, crecemos y nos construimos a través de lo que pensamos, decimos y creamos. O nos conformarnos con un molde ya hecho, lo que significa repetir patrones, o nos damos a la tarea de construir nuestro propio mundo. Ahondar en el ser del lenguaje permite encontrar caminos y avizorar horizontes para encarar el peor de los males de este mundo: la pérdida de sentido de nuestra propia existencia.

 

La escritora Lidia Salas considera de vital importancia que ahondemos en la energía creadora de la palabra. Nuestro universo personal se transforma mediante lo que decimos. No hay palabras inocentes que caigan en saco roto. Toda frase construye un mundo de significados y genera acciones constructivas, respetuosas, adorables o perversas. El lingüista Mortara Garavelli acota que uno de los secretos del buen empleo de la teoría de la argumentación es saber guardar silencio cuando es menester. Es preferible hablar menos y reflexionar más sobre lo que pensamos y decimos. Este ejercicio puede convertirse en un juego fascinante, en un arte placentero. Ya la vida está muy enredada últimamente para pretender algo que vaya más allá de pensar apasionadamente en las cosas.

La autora escribe: “La energía  creadora que tiene la palabra,  es un conocimiento estudiado por  un grupo reducido de maestros, desde la más remota antigüedad. Con esta energía se puede alcanzar, siempre  que se tenga el  entendimiento para sintonizarse con la vibración de la realidad posible,  el propósito  que se espera al decirla.  De esta manera,  mediante su potencia, la palabra  transmite sabiduría y amor, es el medio   para   compartir experiencias vividas, aumentar  la salud, la abundancia, la justicia, y la paz. Conseguir sueños y proyectos, propiciando el dulce sosiego de la felicidad verdadera.”

No me parece adecuado develar los siete secretos de la energía creadora que propone este libro, solo deseo hacer énfasis en mi recomendación de la lectura de este libro, que he leído varias veces y debo detenerme en algunos párrafos esclarecedores de la realidad que transito.

Lo cierto es que las grandes transformaciones de las sociedades se inician con palabras.  El poeta alemán Hölderlin escribió: “Al hombre se le ha dado el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que es”. Y yo agregaría: lo que es y también lo que no es, porque el lenguaje está al servicio del albedrío del ser humano, para manifestar lo mejor de nosotros mismos y también para generar confusión y guerras. Agradezco de todo corazón a Lidia Salas por haberme permitido leer este libro que hoy se presenta en Caracas, porque ha sido un instrumento de nuevos aprendizajes y de grandes sorpresas. Su observación sobre la trascendencia del ser humano en su paso por este mundo estoy segura que hará sentir una inmensa emoción al lector.

Deseo concluir esta breve nota, citando un párrafo que esclarece el contenido de este libro:

 

Todas las personas pueden… “convertir el lenguaje en instrumento de evolución espiritual, y conseguir mediante su adecuado uso, todo lo que se necesita para vivir. Para conectarse con esta  energía creadora, se  debe cambiar la manera de pensar, vigilar para que las imágenes de la mente sean creadas  desde  la parte iluminada del espíritu; sólo así, los pensamientos resuenan en alta vibración, y como las semillas, germinan en tallos de bien, proporcionando amor, salud, sabiduría, abundancia, inspiración y consuelo. Por esta razón se le llama también: palabras vivas. Porque sólo lo que tiene la génesis de la vida, puede engendrar realidades positivas.”

Lidia Salas. Poeta colombiana residenciada en Caracas. Magister en Letras, con varios libros publicados y numerosos reconocimientos.

Editora: @carmencristinawolf en Instagram

@literaturayvida en X (antes twitter)

Carmen Cristina Wolf en Facebook

 

Comparte esto:

POEMA DE RAQUEL MARKUS – FINCKLER

HOY NO QUIERO PALABRAS HUECAS

Por Raquel Markus – Finckler

Hoy no quiero palabras huecas.

Hoy necesito que sean sinceras.

Hoy solicito oraciones certeras.

Palabras que pesen y encierren.

Semántica que marque una diferencia adentro y fuera de mí.

Frases que curen pesares,
construcciones que alivien temores, que sean consuelo
o elixir de amores.

Vocablos que lleguen directo,
que sumen certeza,
que calman la rabia,
y entiendan el ruego sincero
de una voz desgarrada.

Tan solo deseo que respeten el duelo.

La tristeza suplica
un espacio de calma.

Ya no sé contener estas lagrimas
que de tanta fluir están devaluadas.

¿Cómo hago para refrenar tantos gritos que de tanto esconderse
se han vuelto delirios?

No logro entender esta sangre sufrida que de tanto hervir se ha vuelto amarilla.

Quisiera seguir aferrada a mi fe
mientras ordeno a mi pecho que se olvide de arder.

No encuentro lugares para engañar la esperanza
para librarla del odio que aprieta las gargantas.

No acopio las fuerzas
para seguir caminando
en este mundo incierto,
con mil grietas en su centro,
con una antorcha viva que consume la fe,
con este miedo hambriento que se recuesta en la piel.

Aprieto los puños,
me muerdo la lengua,
me clavo las uñas
convoco al dolor.

Cualquier herejía hoy parece buena.

Cualquier pesadilla
es mejor que el temor.

Por eso hoy no quiero más palabras huecas.

Por eso hoy no quiero verdades a medias.

Prefiero la sal escociendo en la herida.

Prefiero llorar que pelearme con Dios.

Nota de la autora:
Escribo este poema a nueve días de empezada la guerra que un movimiento terrorista le declaró a mi pueblo, a mi país, a mi gente… Todos en Israel son mi familia. Todos los muertos son mis muertos. Todos los heridos son mis heridos. Todos los secuestrados me duelen y temo la suerte de cada uno de ellos. Soy judía y soy sionista. Estoy orgullosa de pertenecer al pueblo judío y de mi amor por el Estado judio. Pero ante todo soy miembro de la especie humana y a pesar de lo que dice mi poema ni mi sangre ni mis lágrimas son amarillas. Para entender lo que siento no es necesario ser judío, no es necesario ser israelí o ser simpatizante del pueblo o del Estado de Israel… tan solo hace falta ser, y no solo parecer, un humano.

Raquel Markus-Finckler. Poeta, periodista, Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela.

 

Comparte esto:

JOSÉ PULIDO: UN POEMARIO DE CARMEN CRISTINA WOLF

 

Un poemario de Carmen Cristina Wolf. Donde no cuenta el iempo

Por José Pulido

 

Charles Baudelaire vivió un infierno cuando publicó su poemario Las flores del mal, y sufrió un poco más después de escribir Un comedor de opio, el libro que habla con mucha nobleza y pasión sobre uno de los autores que más admiraba: Thomas de Quincey, quien vivió una mala temporada afectado por las drogas y por la incomprensión pública.

Baudelaire escribió con el deseo de ver valorada la obra de Thomas De Quincey en toda su extensión poética, intelectual y ensayística. Y una de las interrogantes que planteó en esa tarea fue la siguiente: “¿Lo Bello no es acaso tan noble como lo Verdadero?”

Entre otros libros, Thomas De Quincey escribió Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Y de acuerdo a lo que tantos investigadores literarios han señalado, no solo influyó en Baudelaire: también marcó a Virginia Woolf, Lewis Carroll, Charles Dickens, Chesterton, D.H. Lawrence, Proust, Edgar Allan Poe y Jorge Luis Borges. Probablemente, quienes más lo mencionaron en su escritura fueron Baudelaire y Borges.

Comienzo de esta manera lo que quiero expresar sobre el recién publicado libro Donde no cuenta el tiempo de la poeta Carmen Cristina Wolf, porque precisamente ella destaca en el prefacio lo que opina Baudelaire sobre De Quincey, quien daba la vida por estar encerrado cálidamente y poder leer y escribir en protectora soledad, durante los aciagos días en que su adicción al opio lo mantuvo al borde de la muerte.

En relación con ese drama, Baudelaire escribió que afuera el invierno hacía estragos y adentro estaba De Quincey en su encierro pertinaz pero buscando la obra, la hechura del arte escrito:

“Una bonita habitación, ¿no hace el invierno más poético? y el invierno, ¿no aumenta la poesía de la habitación?”

Carmen Cristina trae a colación el tema, para comentar luego con toda propiedad: “Las fuerzas del cielo se desatan y somos como las ramas indefensas de un gran árbol. Ah, pero la casa nos protege, nos guarda, la habitación nos arropa y abraza para que nada malo nos pase. Adquiere la entidad de un ser amable y protector”.

Lo hace para recordar la casa de su abuelo donde la literatura transformó su infancia y su existencia. Aquella casa que era un refugio para los sueños, las ideas, la formación de un amor por la lectura y la escritura.

Y creo que todo esto ha sido una bella manera de dar inicio a un poemario que Carmen Cristina ha titulado Donde no cuenta el tiempo y en cuyas páginas van fluyendo poemas que contienen la sabiduría y la emoción que la poeta obtuvo desde la niñez, hasta convertirse en lectora y escritora. Sus alusiones a Baudelaire y De Quincey son el reflejo de las vivencias culturales y espirituales que los libros han dejado en ella.

También menciona a Rilke, Emily Dickinson y Armando Rojas Guardia. Es como una puerta bien alumbrada que ella abre para que sea visitado el jardín que en definitiva resulta ser su libro.  Allí se encuentran poemas que son motivos de emoción, de placer, que funcionan como espejos poderosos para las preguntas del lector. Como ejemplo, he aquí uno de sus poemas:

HE VISTO TANTO

(A Jaroslav Seifert)

 Me enamoro de las palabras

por eso olvido los hechos

cuánto quisiera decir

y aunque estoy atenta

enmudezco de pronto…

Leo tu canción de amor

y me enseña que oyes

lo que es silencio para los otros…

miras los pies descalzos

pisan la hierba y tú ves

lo que los otros no atisban

ciegos de tanta mente inútil

 Ves amor

donde otros no sienten más que indiferencia

EL RECORRIDO

Carmen Cristina recorre de nuevo con ojos de infancia los lugares que nunca desaparecen porque se alojaron en su memoria y los menciona usando la imágenes frescas, transparentes y completamente sinceras de la niñez: esa búsqueda de la magia, eso que solo ocurre la primera vez que se revela.

Luego va surgiendo la juventud con sus poderes, sus modos de mirar como los tifones leves que se lanzan a conocer la textura y los olores que la naturaleza surte para complementar transiciones. Y los ojos van madurando y las palabras también comienzan a tener alas, misiones de mujer, de amiga, de compañera.

Los lugares que ha visto y conocido comienzan a transformarse en patrimonio personal, en riqueza de recuerdos íntimos, solo compartidos en el momento en que se materializan en poemas y el libro abre sus alas para transportarlos.

Su voz alcanza un nivel muy alto con el poema Silencio y hoja en blanco que inicia el libro y posteriormente surge en una magnífica variación. Después ensayará el haikú y conseguirá un cierre precioso que hace girar el planeta de sus sensaciones y retorna al principio de la dulce y antigua idea:

¡Descubrimiento!

Todavía quedan libros

es mi consuelo

 

José Pulido. Destacado escritor venezolano. Narrador, poeta, periodista, ensayista y editor. Autor de siete novelas, cuentos, biografías y  entrevistas. Actualmente vive en Génova, Italia.

#JosePulido #literaturavenezolana #literaturahispanoamericana

#carmencristinawolf

Comparte esto:

LOS “INFIERNILLOS” DE ANABELLE AGUILAR. POR YADIRA CALVO

 

 

 

Por Yadira Calvo

 Infiernillos (Madrid: Verbum, 2023) es la octava publicación de narrativa de Anabelle Aguilar Brealley, quien también tiene en su haber once obras poéticas. Los 20 relatos cortos como pinceladas de vida que conforman este volumen, se refieren en su mayor parte si no en su totalidad, a niñas contemporáneas suyas o de las abuelas y tatarabuelas. Eran los tiempos en que influenzas y neumonías se curaban con sulfas “porque no había antibióticos” y se intentaba alejar “el mal aire” con jarabe de láudano, licor alcanforado, y germinados al pie de la cama.

Estas historias de infancias que hoy solo viven en el papel, ven reforzado su sabor antiguo con las añosas fotografías esparcidas por el texto como un lenguaje adicional que nos ubica en un pasado de cabecitas con lazos y colochos hace tiempo resueltas en polvo y nada.

Alguna vez se intuye que la protagonista puede ser la misma autora, habitante de una sociedad urbana de mediados del siglo XX que se podría corresponder con el San José de su infancia y juventud. En el artículo “Corazón de oro”, Anabelle se refiere a las tres clases sociales representadas por ella misma y sus compañeras de aula “allá por los años cincuenta”, clasificadas según las cocinas de sus casas. Había las de “pocos recursos cuyos uniformes olían a humo”; las de clase media en cuyos hogares “se alternaban los hornillos eléctricos con los anafres de carbón, y aquellas en cuyas casas se cocinaba con electricidad. Todas se sentían iguales, —dice ella- y constantemente se les inculcaba del deber de tener un corazón de oro para los más necesitados”, como lo tenían Gabriela Mistral y sor María Romero.

Como bien sabemos, sentirse iguales no es lo mismo que ser iguales. Como dice el refrán, “aunque sean del mismo barro, no es lo mismo olla que jarro”. Las niñas de estos cuentos pertenecen a esas mismas clases del artículo y lo único que las asemeja es la domesticidad que marcará sus destinos. Se percibe olor a humo, por ejemplo, en “Amanita Pazos”, exiliada no solo de su país sino de su clase social y de su propia niñez: “Los diez hijos dormíamos en dos camas, en un cuarto pequeño. […] Yo dejé la escuela y me dediqué a criar a mis hermanos”. Ya lo dice el epígrafe de Ana María Matute: “A veces la infancia es más larga que la vida”. “Larga y estrecha como un ataúd”, “oscura”, “siempre gañendo como un animalillo encerrado en un sótano y olvidado”, pudiera haber añadido la danesa Tove Ditlevsen.

El reducido y femenino mundo de los relatos de Anabelle queda patente en los objetos que lo ambientan: “La pequeña sala; sillones pequeños con almohadones y unas mesas con algunos de mis objetos personales. Están mis zapatos, mi cepillo de dientes, dos de mis trajes, uno azul celeste con lentejuelas plateadas y canutillos con brillo multicolor, el otro vino tinto, también adornado con lentejuelas rosadas y pequeñas plumas engarzadas en forma de corazón”. (“Desde la santidad”).

“Eugenia me bordaba las fundas y sábanas, que aún conservo, con motivos naturales, lo hacía con hilos de filoseda matizada” (“El espacio, un punto”).

“La nieta de Alicia vestía con un traje de algodón celeste, un delantal blanco, medias altas de algodón y llevaba un cintillo”. (“Un conejo sin suerte”).

“Acabo de hacer la primera comunión. Mamá fue donde la modista más económica. Llevó una tela vaporosa para el vestido, lo compró en la tienda Mil Colores. El velo me lo prestó la vecina […] Era un velo de tela delicada con una coronita de hiedra con nomeolvides” (“Desde la santidad”).

Velos, cintillos, coronitas, filosedas, conformaban el reducido espacio de la feminidad. Según la norma vigente, las mujeres tenían que llevar la casa porque los hombres llevaban el mundo, que pesaba mucho más. Y aunque la casa eran escobas, fogones y cubos de basura, la representaban metáforas de un mundo almohadilladamente engañoso de cintas de seda pluma y de algodón.

En Anabelle es claro que eso no logra encubrir lo que tiene de espina y piedra. Que la pequeña Emily exhale su último aliento entre aromas de canela y manzanilla, no aliviana la dureza de la muerte temprana; como no aliviana la desgracia de la retardada Gladys su propia idea de haber sido privilegiada en esta vida. La ironía le suma carga a unos infiernos cuyo diminutivo los vuelve mucho más temperados pero no menos crueles que los ríos de azufre y fuego con que alguna maestra imaginativa nos intentaba conducir al bien.

Concluida la última página de Infiernillos, cerrado el libro y echada la vista un buen tramo atrás, es inevitable volver al relato  titulado“ Y así”, resumen de todos los males y terrores sufridos por las niñas de lazos y colochos como lo fue Anabelle y como lo fueron su abuela, su bisabuela y su tatarabuela: “El hilo que no pasa por el hueco de la aguja, aunque sea fino”; “la mano peluda que sale de debajo de la cama”, “las sonámbulas con batas victorianas largas”; “el dedo acusador, de día, de tarde y noche”; “el pecado venial, no tan grave, pero que te lanza a las llamas”; “el pecado mortal, una peste sin perdón”; “el infierno caliente y eterno que produce un olor a carne y pelo quemados […] Y así es como crecimos”.

Leído esto y constatada su verdad en nuestra propia vida, no queda sino pensar, con Tove Ditlevsen, que “vayas donde vayas, acabas siempre dándote de bruces con tu infancia, y duele, porque es angulosa y dura, y no termina hasta haberte destrozado por completo”.

Foto: Anabelle Aguilar

Yadira Calvo Fajardo, filóloga de profesión y profesora universitaria actualmente jubilada, es una ensayista costarricense que ha venido dedicándose desde los años ochenta al análisis y denuncia de la situación de las mujeres en nuestra cultura. A esta labor ha destinado, desde 1981. Su obra incluye decenas de artículos, conferencias, ponencias, 13 libros y colaboraciones en obras colectivas.

Su obra le ha merecido diferentes reconocimientos, entre los que se cuentan dos premios nacionales en ensayo, el Premio Nacional de Cultura Magón y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Costa Rica.

 

Comparte esto:

Poemas de Carmen Cristina Wolf. Traducción al italiano de Hebe Muñoz

 

DONDE NO CUENTA EL TIEMPO

(DOVE IL TEMPO NON CONTA)

 Autora: Carmen Cristina Wolf. Traducción de Hebe Muñoz

RENACER EN PRIMAVERA

                     A Odiseo Elitys

Dejar atrás la tristeza

olvidar los días de soledad

vivir el tiempo de los días felices

 

Renacer

como fresca primavera

en el pecho

RINASCERE IN PRIMAVERA

                    A Odisseo Elitys

 Lasciare la tristezza alle spalle

dimenticare i giorni solitari

vivere il tempo dei giorni felici

 

Rinascere

come la fresca primavera

sul petto

 AIRES DE LIBERTAD

Te pierdes tras los edificios

me quedaré con tu espuma y tus formas

los pies se quedan anclados en el polvo

tú flotas más allá de las copas de los árboles

hasta que cae la lluvia en algún prado

El aire es libre, más aun que las nubes

El hombre permanece asido a sus apegos

sembrado en algún punto de la tierra

va pegado a su sombra

a veces el alma escapa de su cárcel de huesos

Solo es libre su esencia

ARIA DI LIBERTÀ

 Ti perdi dietro gli edifici

resterò con la tua schiuma e le tue forme

i piedi restano ancorati nella polvere

galleggi oltre le cime degli alberi

finché non cade la pioggia in qualche prato

L’aria è libera, ancor più delle nuvole

L’uomo rimane aggrappato ai suoi attaccamenti

piantato da qualche parte sulla terra

è attaccato alla sua ombra

a volte l’anima fugge dalla sua prigione di ossa

Solo la sua essenza è libera

  Foto de Hebe Muñoz, traductora

A LO LEJOS

A lo lejos la montaña y él del otro lado

ella lo imagina en aquella ciudad

donde los días se vuelven largos

 

Cuando era joven preguntaba

si el amor aguardaría en la ciudad

dispuesto a venir

a solo un chasquido de los dedos

No hay distancia mayor

que la lejanía de los amantes

IN LONTANANZA

In lontananza la montagna e lui dall’altra parte

Lei lo immagina in quella città

dove le giornate si allungano

 

Quando ero giovane chiedevo

se l’amore aspetterebbe in città

disposto a venire

basta uno schiocco di dita

Non c’è distanza maggiore

che la distanza degli amanti

 

 DÍAS DE INFANCIA

(GIORNI D’INFANZA)

1

No eres flor de invernadero

tus versos son florecillas al borde del camino

entre hierbas y maleza palabras sin pretensiones

como hojuelas de avena

¿Serás digna de ser tomada en cuenta

por celebrar el milagro del día?

 

2

Cuando un poeta sufre te estremeces con él

si es magistral en el dolor del lenguaje

Si la niebla es densa prefieres no escribir

Otros rasgan sus vestidos en público

mientras tú cubres la herida

 

con el atavío de la seda

1

Non sei un fiore da serra

i tuoi versi sono fiorellini sul ciglio della strada

tra erbe ed erbacce parole senza pretese

come i fiocchi d’avena

Sarai degna di essere preso in considerazione

per celebrare il miracolo del giorno?

2

Quando un poeta soffre, tremi con lui

se è magistrale nel dolore del linguaggio

Se la nebbia è fitta preferisci non scrivere

Altri si strappano i vestiti in pubblico

mentre tu copri la ferita

 

con l’abito della seta.

 

9

No es un tiempo son tiempos

Se impone un inventario

que pasa como el tren de los deseos

Aquel que nos traspasa

sin ser notado y no hace ruido

 

No podemos detener las horas

el tiempo suele escapar

de nuestras trampas.

9

Non è il momento   sono i tempi

Viene imposto un inventario

che passa come il treno dei desideri

Quello che ci trafigge

inosservato e non fa rumore

 

Non possiamo fermare le ore

il tempo di solito sfugge

dalle nostre trappole

 

IV

A FUEGO DE ALMA

(A FUOCO D’ANIMA) Capítulo Completo

1

Pensar de nuevo al mundo

tomarlo por alguno de sus hilos

escribir en constancia

del asalto de dudas y afanes

Algunos días acostumbro

 

acariciar los prados y dejarme

cortejar por la brisa

de interminables filas de palmeras

mientras las mujeres dejan su huella

en las caminerías de la playa

 

2

En la habitación frente a la mesa

la mecedora de madera cruje

Soporta mi peso y las ausencias

la hoja en blanco y el silencio

 

Las horas se deslizan sin ruido

el poema halló su lugar en la página

 

3

Cada día llevo el golpe de la calle

ya no escribo como antes

los verbos peso y mido

los aquilato

 

en mi país

la libertad está asediada

 

 

4

Bajo mis pies la espuma dibuja frías panteras

se enrosca en mis tobillos como una serpiente de plata

 

Cuánto duele la piel de la palabra

desnuda ante la piedra

antiguos cantos surgen en el fondo de mis sienes

 

1

Ripensare al mondo

prendilo per uno dei suoi fili

scrivere con costanza

dall’assalto di dubbi e preoccupazioni

Alcuni giorni lo faccio

 

accarezzare i prati e lasciami

corteggiare dalla brezza

di interminabili filari di palme

mentre le donne lasciano il segno

nei marciapiedi della spiaggia

 

2

Nella stanza davanti al tavolo

la sedia a dondolo di legno scricchiola

Sostieni il mio peso e le mie assenze

la pagina bianca e il silenzio

 

Le ore scorrono senza rumore

la poesia ha trovato il suo posto sulla pagina

 

3

Ogni giorno porto con me il ritmo della strada

non scrivo più come prima

i verbi li peso e li misuro

li valuto

 

nel mio paese

la libertà è sotto assedio

 

 

4

Sotto i miei piedi la schiuma disegna fredde pantere

si avvolge attorno alle mie caviglie come un serpente d’argento

 

Quanto fa male la pelle della parola

nuda davanti alla pietra

canti antichi sorgono nel profondo dei miei templi

 

MANOS Y HUELLAS

(MANI E ORME)

 

1

Quisiera descansar en mis manos ahora

No deseo sentir el frío del volante

o la mínima curva del teclado

Prefiero la tibieza de la taza

a las noticias frías de la pantalla

Ya no soporto

oír la guerra en Ucrania,

la miseria en el sur los secuestros al este

los niños desnutridos las mujeres sin fe

 

2

Mis manos acarician la seda de la nieve

reconocen arenas del camino, verde de las riberas

desaplican las cartas, cascan nueces, aplauden

soportan asperezas

trenzan lazos, escriben

se vuelven rojas, pálidas,

se estremecen antes y después de la cocina,

del jabón, del carbón

 

3

Con la perseverancia de semilla

las manos interrogan la palabra

que cae bajo el peso de las cosas

y transportan cansancios de la sangre

la dulce muerte mínima

textura, impactos, roces

abrazos de las formas

 

Manos viajeras en los pasos del tiempo

1

Vorrei riposare nelle mie mani adesso

Non voglio sentire il freddo del volante

o la curva minima della tastiera

Preferisco il calore della tazza

alle fredde notizie sullo schermo

Non sopporto

ascoltare la guerra in Ucraina,

la miseria al sud i rapimenti all’est

bambini malnutriti le donne senza fede

 

2

Le mie mani accarezzano la seta della neve

riconoscono la sabbia del sentiero il verde delle rive

annullano le lettere, spaccano le noci, applaudono

sopportano la rugosità

tessono legami, scrivono

diventano rosse, pallide,

rabbrividiscono prima e dopo la cucina,

di sapone, di carbone

 

3

Con perseveranza da seme

le mani interrogano la parola

che cade sotto il peso delle cose

e portano la stanchezza del sangue

la dolce morte minima

consistenza, urti, tocchi

abbracci delle forme

 

Mani viaggiatrici nei passi del tempo

 

 MUJERES

(DONNE)

 

En las noches

luego de innumerables gestos me acompañan

sentándose conmigo en el sillón

Sin reposo

pasan páginas, cosen

dibujan geometrías en el aire

y lucen sus pulseras

 

 

Las manos hilan en su rueca de horas

sin importar presagios inquietantes

se yerguen más allá de su indigencia

no llevan cuenta de su desamparo

el corazón cosido a la galaxia

 

Si lo hicieran

no se moverían más

no encontrarían el rastro para volver al polen

 

ni hallarían gozo

en el vórtice de líneas en conflicto

esas coordenadas efímeras del alma

 

Es tarde

aún en el fondo de la noche

no abandonan su costumbre de amar

reclinan la fatiga en el silencio

retiran cobertores

sirven vasos de leche

y acompañan las últimas historias

Las hadas

las conducen al libro de los cuentos

así cumplen su ciclo

eterno de palabras

 

 

Nelle notti

dopo innumerevoli gesti mi accompagnano

sedendosi con me sul divano

Senza riposo

girano pagine, cuciono

disegnano geometrie nell’aria

e indossano i loro braccialetti

 

Le mani filano nel fuso delle ore

indipendentemente dai presagi nefasti

si elevano al di sopra della loro miseria

non tengono conto della loro impotenza

il cuore cucito alla galassia

 

se lo facessero

non si sarebbero più mosse

non troverebbero la traccia per ritornare nel polline

né troverebbero gioia

nel vortice di linee contrastanti

quelle effimere coordinate dell’anima

 

È tardi

ancora nel cuore della notte

non abbandonano l’abitudine di amare

adagiano la fatica nel silenzio

rimuovono trapunte

servono bicchieri di latte

e accompagnano le ultime storie

Le fate

conducono al libro di fiabe

è così che completano il loro ciclo

eterno delle parole

 

HAIKUS Y DIVERTIMENTOS

(HAIKU E DIVERTIMENTI)

 

15

Lavo mi cara

y cuido mi jardín

Solo eso sé

 

16

En la vitrina

reluce la manzana

¡Quién se resiste!

 

17

En la montaña

Niño, dame la mano

para subir

 

**********************

 

15

mi lavo la faccia

e mi prendo cura del mio giardino

solo questo lo so

 

16

Nella vetrina

brilla la mela

Chi resiste!

 

Carmen Cristina Wolf. Nació en Caracas, Venezuela. Poeta, ensayista, editora y correctora  literaria. Abogado graduada en la Universidad Católica Andrés Bello con estudios de Gramática española y Ontología del Lenguaje. Es Locutora con título obtenido en la Universidad Central de Venezuela. Ocupación actual: Escritora, gestora cultural, correctora literaria, asesora en publicación de libros. Imparte talleres de escritura. Actualmente es Directora Ejecutiva del Círculo de Escritores de Venezuela y Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua.

Obtuvo la Medalla Internacional de Poesía “Vicente Gerbasi”.

Obra publicada: Canto al Amor Divino, Cármina Editores,  Canto al Hombre, Cármina Editores, Caracas 1996, tres ediciones (traducido al francés y publicado por la Biblioteca de Analítica). Fragmentos de isla, Editorial Poiesis, Caracas 1988. Escribe un poema para mí, Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela, Caracas 2000. Prisión abierta, Editora Al tanto, Caracas 2002. Atavíos, Editorial El Pez Soluble 2007. Huésped del amanecer, Ediciones de la Universidad Nacional Abierta, Caracas 2008. La llama incesante, Aforismos, Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca en coedición con Editorial Diosa Blanca, 2013 (4 ediciones). Vida y Escritura. Ensayos. Amazon.com 2014, Publicado por Editorial Diosa Blanca. Donde no cuenta el tiempo, Editorial Bernavil, publicado en Amazon.

Hebe Muñoz. Nacida en Pto. Cabello, Venezuela, reside actualmente en Italia. Es poeta ítalo-venezolana,  profesora de idiomas. Ha publicado los poemarios bilingües: (it-esp) PEGASA, Renacida de las aguas (Editorial Feltrinelli. 2014), presentado en el Festival Internacional del Libro BookCity de Milàn, Italia-Sala Khaled al-Saad, MUDEC Museo de las Cuklturas. 2016; ESCUDEROS de la Libertad (Editorial Feltrinelli 2018) presentado con lectura pública en el marco del evento “Venezuela” del Festival Internacional de Poesía de Génova y EXILIADOS, historia de la diáspora venezolana en Italia (Editorial Mondadori. Crowfounding. 2019. En colaboraciòn con la fotógrafa Irene Nasoni. Edición en italiano)

 

Comparte esto:

AURELIO GARCÍA MARTÍNEZ , SELECCIÓN DE POEMAS

 

AÑORANZA

 Recuerdos y deseos,

irreverente mezcla

en días de encierro.

 

Los rostros mutan,

se transforman en espejos,

reflejan por igual

alegría y melancolía,

rabia y serenidad,

pasión y apatía.

Caminos complejos.

¡Añoranza de un nuevo renacer!

.

 

LA SONRISA DE MI PADRE

En recuerdo de mi padre: Aurelio García Merlo

 

Siempre el rostro de mi padre

mantuvo una sonrisa.

Alegría innata de su ser.

Cantaba mientras trabajaba

viejas melodías de su tierra natal.

Contaba chistes por horas

al bromear con amigos y familiares

sin vicio que lo acompañara.

Laboró muy duro,

horas y horas sin descanso,

sus finas manos convertían

rústicas maderas en preciada mueblería,

trabajo fuerte y agotador,

pero regocijo de su espíritu.

Yo, de niño pensaba:

papá nunca se enferma

porque siempre está sonriente.

Desengaña el tiempo

llega el deterioro

empiezan a pesar los años,

sentidos y fuerza se reducen.

 

Al acercarse la cuerda de su reloj al fin

mi padre a sabiendas sonreía.

 

EL MUNDO PROHIBIDO

 

Llega la luz,

un día más de encierro,

afuera está el mundo prohibido,

ahí, detrás de la ventana.

 

Diviso algunos transeúntes

autorizados o irresponsables,

llevan barbijo y caminan rápido.

Un gato toma sol sobre un auto.

La vecina pasea a su perro,

no recoge la caca,

tal vez la considere abono.

.

Cruje la ventana con el viento,

los árboles se bambolean

empieza una pertinaz lluvia.

Me gustaría ser el cristal

donde rebotan las gotas.

¡Un beso bajo la lluvia!

 

El trópico fija sus reglas,

se abre el cielo

el sol resplandece.

Cantan los pájaros,

el gato sube de nuevo al auto.

 

Bajo el enorme jabillo del jardín,

debe ser agradable leer,

un clásico sería ideal,

aunque… el perro lo orinó.

 

Cargado de sutilezas,

un colorido caleidoscopio celeste

presagia la partida de la luz.

¡Se desvanece otro día de encierro!

 

LOS LIBROS Y SU DESTINO

Veo libros tristes en algunos lugares:

en las bibliotecas bajo régimen militar.

En las librerías en reclusión condicional.

Los colocan en estricta formación,

organizados por tipo, conocimiento,

nombre, aspecto, ubicación o moda.

Números y códigos los identifican.

En cambio,

en una casa se ven felices.

Se ubican en cualquier espacio,

el lugar no representa nada.

Pueden jugar al escondite,

llamar la atención

o desaparecer en manos ajenas.

No hay restricciones,

disfrutan de libertad.

 

Sin embargo, algún día…

por necesidad de espacio,

renovación, cansancio o nuevos dueños,

con suerte…

serán donados a una biblioteca,

o terminarán en ventas de libros usados.

 

En caso contrario,

¡florecerán cómo papel reciclado!

 

MI CONFIDENTE

 Mi encierro lo acompaña

una silenciosa confidente,

sobre ella derramo:

problemas, miedos y ambiciones.

 

Nos conocemos de siempre,

antes las noches eran nuestras,

ahora somos una constante.

 

Escuchó mis primeros versos,

supo de mis desamores.

Consuela mi soledad.

Ante cualquier desaliento,

abrazo su cuerpo con fuerza

y hundo mi cabeza en su ser

en busca de sosiego.

 

Nunca obtengo respuesta,

ella se impregna con mis lágrimas.

Solo escucha.

 

Si la rabia me invade,

maltrato con furia su fragilidad.

Y no le importa,

no se inmuta,

mantiene su actitud servicial.

 

Recluido en la casa,

cansado de la rutina,

corro a su lado

y ahí está ella,

esperando.

¡Mi inseparable almohada!

Reseña biográfica:

Aurelio García Martínez. Caracas. Ingeniero Electricista / UCV. Ha participado en diversos talleres literarios. Sus relatos han sido publicados en la Antología del Trasnocho (Fondo Editorial Caribe, 2007), en la Revista Nacional de Cultura (número 337, 2009), en la Antología Fiesta de la Ficción (bid & co, editor, 2010), en la antología Nudos y desenlaces (bid & co, editor, 2013), en la antología El nombre de la ficción (bid & co, editor, 2016) y en la antología Entre la vida y la ficción (IPD 2017). En el año 2016 le fue publicado el libro de relatos: “Sutilezas entre armas y delincuentes” (2016). Ganó una mención en el concurso de literatura Salvador Garmendia 2009 y en el concurso de cuentos de la Fundación en Plural 2019. Es miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela y forma parte de la Peña Literaria Sinenomine.

@aureliusg1    @AureliusG        aureliusag@gmail.com

 

Comparte esto: