Conversatorio con Ana Teresa Torres, sobre su libro La favorita del Señor


Este domingo 14 de noviembre, la novelista y ensayista Ana Teresa Torres participará en un conversatorio en torno a su libro La favorita del Señor junto a David Malavé, fundador y propietario de la Librería Kalathos.
Esta reconocida obra de ficción, finalista del Premio La Sonrisa Vertical (Tusquets Editores, España), fue reeditada por Editorial Alfa el pasado mes de octubre, como parte de la colección Biblioteca Ana Teresa Torres.

La favorita del Señor narra el viaje que emprende Aisa, desde su infancia en la casa de las mujeres del palacio de su padre, hasta el final de sus días en una aldea de mar, que la conducirá a vivir los acontecimientos de un destino inesperado. Concebida como un relato de aventuras eróticas, esta novela acompañará a los lectores en la exploración de los caminos del deseo, el amor y la degradación. Con este libro, Ana Teresa Torres evidencia su versatilidad literaria y se consolida como una de las voces más destacadas de la literatura latinoamericana contemporánea.


Ana Teresa Torres -psicóloga, psicoanalista, novelista y ensayista- es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus novelas destacan: Doña Inés contra el olvido (1992), traducida al inglés y al portugués; Los últimos espectadores del Acorazado Potemkin, Premio Municipal de Narrativa 1999; y Nocturama (2006).

El conversatorio, pautado para este domingo 14 de noviembre a las 11:00 a.m., se llevará a cabo en la Librería Kalathos, ubicada el Centro de Arte Los Galpones, (Avenida Ávila con octava transversal, Galpón G11, Los Chorros, Caracas). La entrada es libre.

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La diferencia es la poesía

Por Eduardo Casanova

¿Cuál es la verdadera diferencia entre el ser humano y el resto de los animales? Genéticamente, muy poca. Al ser humano lo diferencia apenas una fracción de su genoma, del chimpancé, y no mucho más de una lombriz de tierra. Tampoco hay mucha diferencia entre el ser humano y muchos animales por la vía del uso de implementos y objetos, o de la construcción de viviendas. Sí la hay en cuanto a la tecnología, que es algo que dice mucho. Recientemente un grupo de científicos determinó que, dentro de la propia evolución del ser humano, la diferencia entre los hombres que eran capaces, como muchos animales, de partir piedras para obtener un instrumento cortante, y los que ya elaboraban instrumentos complicados, como las hachas, se radicó en el lenguaje. El lenguaje implica una gran inteligencia. Se trata de inventar, no de crear, simplemente, sino de inventar, de usar la intención, que lleva a la razón. Creación existe en todo lo que existe. La vida en sí, desde la de un organismo unicelular hasta la de un elefante o un ser humano, es producto de la creación, de la Poiesis, palabra griega derivada de ?????, que significa crear. Y ????? es la acción que todo lo transforma. Que por medio de un proceso que aún no puede ser comprendido del todo, combinó ciertos elementos para que existiera vida, algo que se alimenta a sí mismo y se mantiene en el tiempo, transformándose continuamente. Platón, en su Simposio, relacionó la Poiesis con la lucha por la inmortalidad. Se trata de Diotima de Mantinea (???????), que afirma que el amor es una búsqueda de inmortalidad, y que todo ser humano busca la fama eterna, pero solamente el sabio conoce la diferencia entre el amor físico, que genera la procreación y la preservación de la especie (búsqueda de la inmortalidad a través de la descendencia), y el amor espiritual que genera pensamientos e ideas que resultan inmortales. Es decir, la diferencia entre la Poiesis y la Poesía. Según Diotima, el verdadero fin del amor es ayudarnos a ascender a lo divino. En tiempos modernos y mucho más complicados, Martin Heidegger (1889-1976) definió la Poiesis como “el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve comienza a derretirse», es decir, el instante en que una cosa empieza a transformarse en otra. La mayor manifestación de Poiesis, entonces, es el Big Bang, es decir, el momento en que empezó la expansión observable del Universo, que habría ocurrido hace 13.700 millones de años, momento en el cual el Universo surgió de una “singularidad” infinitamente pequeña, seguida de la expansión del propio espacio, es decir, de prácticamente nada empezó a surgir, mediante un proceso casi infinito de Poiesis, prácticamente todo. Eso se refiere en rigor a lo material. Lo espiritual, diría Diotima, es otra cosa: es la Poiesis dentro de la Poiesis, de donde sale la búsqueda de lo divino, búsqueda que no puede ser simplemente material, no puede hacerse mediante los sentidos, sino mediante el pensamiento, mediante la idea, mediante lo que realmente diferencia al ser humano del resto de los animales, que es la creación de belleza, de armonía, de paz. Eso implica que no es suficiente con cobijarse en una cueva o bajo techo: hay que diseñar casas bellas y espacios bellos, y no es suficiente con los ruidos de la naturaleza, hay que componer música, y no es suficiente con comunicarse mediante palabras, sino hay que crear belleza con la palabra, En fin, la verdadera diferencia entre el ser humano y el resto de los animales está en la Poesía.

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Celebración de nuestro 20 Aniversario

El Círculo de Escritores de Venezuela está de fiesta. Contentos por la labor cumplida en la divulgación de la literatura venezolana e hispanoamericana.

Por eso vamos a celebrar, el martes 23 de noviembre a las 6 de la tarde, el Día del Escritor en la Sala Cabrujas del Centro Cultural Chacao. Tenemos mucho que agradecer a esta Institución, poque nos ha abierto las puertas y nos apoya en nuestra labor. 

Ese día,  vamos a otorgar la Medalla Internacional de Poesía Vicente Gerbasi,  al poeta, ensayista y maestro Armando Rojas Guardia, por su lúcda obra poética y ensayística que nos enaltece como venezolanos. También será entregada la Medalla Internacional Lucila Palacios, al novelista  Francisco Suniaga, por su contribución a la divulgación de la narrativa venezolana más allá de nuestras fronteras. Y se otorgará la Medalla Internacional Tomás Polanco Alcántara, al biógrafo e investigador  Carlos Alarico Gómez, por su amplia e importante obra literaria.

Les esperamos, Amigos del Círculo de Escritores de Venezuela.

 La cita será el martes 23 de noviembre a las 6 pm, en la Sala Cabrujas, Torre El Parque, nivel C-1, entrada lateral, 3ª Avenida de Los Palos Grandes con Avenida Francisco de Miranda (Estacionamiento en Parque Cristal)

Teléfono:

0416 629 70 62

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Libros en la Mesa y Talleres, Noviembre 2010

LIBROS EN LA MESA

  MARÍA GABRIELA MADRID: ENTRE LOS SURCOS DEL RECUERDO

Consta de veintitrés relatos escritos entre el 2002 y el 2006 en Carolina del Norte y Nueva York, según explica su autora. Editado por el Círculo de Escritores de Venezuela. Una síntesis inteligente de verosimilitud y acontecimientos fantásticos cargados de misterio, revela una indagación  de las pasiones a través de la psicología de los personajes, dibujados de manera certera y concisa. Con la misma soltura aborda temas ancestrales, adentrándose en los temores y las inseguridades de la psiquis que se han tratado desde la tragedia griega, hasta asuntos absolutamente actuales y polémicos, como el deterioro del planeta, la esclavitud y la tiranía. Aborda los celos, la envidia, las obsesiones, el desamor, las persecuciones por causas religiosas y el estigma de los prejuicios. Podría decirse que hubiera llegado a ser una buena discípula de Horacio Quiroga, que recomienda escribir con palabras sencillas, sin exceso de adjetivaciones, llevando a los personajes firmemente hasta el final sin que el escritor se distraiga del camino trazado con descripciones tediosas e innecesarias.

CARMEN MANNARINO: LUISA DEL VALLE SILVA, Luchadora y poeta. Ediciones Niebla, Colección Huellas Nº 5, Caracas 2010. Carmen Mannarino, escritora, editora e investigadora venezolana, ha publicado la Biografía de Luisa del Valle Silva, para jóvenes lectores, a partir de los 11 años. Las cuatro primeras biografías de la Colección,  corresponden a Rómulo Gallegos, Francisco Tamayo, Alberto Arvelo Torrealba y Luis Beltrán Prieto Figueroa. La autora recorre la casa de la infancia, las ciudades en su vida, su labor como maestra y alfabetizadota, su obra poética y la labor que realizó Luisa del Valle Silva en el campo social y político. Silva pronunció el discurso de orden con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer en 1944, en  el teatro Nacional de Caracas. Fue una de las apasionadas luchadoras por el logro del derecho de las mujeres a votar. La Asamblea Nacional Constituyente de 1947, concedió a la mujer el derecho pleno al voto.

 ROSALINA GARCÍA: MEMORIA, SANGRE Y FICCIÓN EN ARTURO USLAR PIETRI

Editado por la Fundación Universitaria Cecilio Acosta. Minucioso estudio crítico de la obra de Uslar Pietri. Rosalina García ejerce la docencia universitaria y escribe poesía y crítica literaria. El libro es un análisis crítico de Las lanzas coloradas, El Camino del Dorado, Laberinto de fortuna, Oficio de difuntos, La isla de Robinson,  La visita en el tiempo y otras obras escritas por Uslar. Aborda la visión del hombre latinoamericano y el tiempo y en la narrativa del autor. Es un libro necesario para profundizar en la evolución de la escritura del ser humano universal que fue Uslar Pietri.

ALEJANDRO OLIVEROS Y SUS DIARIOS LITERARIOS: Los diarios literarios
de Oliveros representan otra manera de autobiografiarse. Hacerlo a través de las lecturas y traduciendo imágenes y experiencias con rigor sostenido a lo largo de los años es uno de los logros más evidentes de esta serie, justamente titulada Sin parar un punto.
Esta edición, que forma parte de la colección Papiros de la Editorial Equinoccio, auspiciada por Banesco, recoge buena parte de los diarios escritos a partir de 2004. Estos textos se iniciaron como una en 1995 y son ensayos, relatos, traducciones, poemas y hasta el fragmento de  una novela, a la manera de un laboratorio narrativo.

ALEJANDRO REBOLLEDO, Pim, Pam, Pum. Publicado por Ediciones Puntocero

Pim Pam Pum, de Alejandro Rebolledo, regresa  a los estantes de las librerías, con la misma vigencia de siempre, después de diez años de su primera edición. Este texto, considerado un clásico de la narrativa punk latinoamericana, está ambientado en la Caracas de finales de los noventa, retrata una generación para la cual el único futuro posible es elegir entre el fracaso y el escape.  

 TALLERES

 ESCUELA DE ESCRITORES LANZA NUEVO TALLER

Desde el martes 2 de noviembre se realizará el taller SESIONES INTERACTIVAS LITERARIAS: POESÍA. Con la guía de la poeta Astrid Lander, los participantes podrán asistir a 4 sesiones en las que conversarán con los escritores Ana María Velásquez, Teódulo López Meléndez y Willy Mcky, autores con una obra reconocida y representantes de tres diferentes generaciones y tendencias líricas.

SESIONES INTERACTIVAS LITERARIAS es un formato de taller desarrollado por la Escuela de Escritores para acercar la obra y la experiencia de escritores conocidos. Un híbrido de conversatorio, entrevista y dinámica práctica que permite que los asistentes interactúen cara a cara con los invitados. En esta oportunidad será la poesía el género llamado a ser profundizado.

SESIONES INTERACTIVAS LITERARIAS se dictará todos los martes, desde el 9 hasta el 23 de noviembre, entre las 6 y las 8 y 45 de la noche, en los espacios de la Biblioteca de la UE Carlos Soublette de Chacao.

Una oportunidad diferente y atractiva para explorar la poesía venezolana y su presente.Para más información, consultar  www.escueladeescritores.org.ve

Magaly Salazar y Carmen Cristina Wolf

 

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La zona de broca y la palabra inteligente, por María Isabel Novillo

Cuidado con nuestras palabras, el alma acostumbra mostrarse en ellas”

Vivo en el mundo creado por mi propio lenguaje”

Carmen Cristina Wolf

En el Museo del Hombre de París, trabajó por mucho tiempo una mente brillante: Paul Broca. Su mayor descubrimiento fue una pequeña zona cerebral, situada en la tercera circunvalación del lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral, conocida como “ ÁREA DE BROCA”. Esta área controla la forma articulada del lenguaje, algo tan esencial para un poeta, para el ser de palabra que es el poeta.

La zona de Broca es el asiento de la característica fundamental del ser humano inteligente: la posibilidad del lenguaje. Broca, también puso de manifiesto la separación de funciones entre ambos hemisferios cerebrales y las zonas específicas de la actividad de procesos de pensamiento. También hizo profundos estudios sobre lo que denominó AFASIA.

La afasia se traduce como un menoscabo y, en extremos, una incapacidad de articular ideas. Una incoherencia en el uso del lenguaje. Afecta la selección adecuada de las palabras, así como su uso, tono y concatenación. Acarrea distorsión en los procesos de comprensión, reducción de la calidad del lenguaje y del vocabulario, simplificación de la sintáxis y dificultad para aprender de la información recibida.

“El Acto de pensamiento es Vida”, decía Aristóteles.

Se sabe que toda materia responde a luz y sonido y en ese hecho, la materia, se va configurando en su estructura de cierta forma. Nuestra corporeidad, nuestra materia, tamb ién responde a esa ley física. En ese responder genera movimiento evolutivo o no, es decir su lenguaje le hace responsable de su propio devenir. Así podríamos decir que una persona “es” su pensamiento materializado, Que el mundo que nos rodea es el lenguaje que emitimos. Somos lo que pensamos, sería otra forma de decirlo.

¿Somos lo que escribimos? O ¿escribimos lo que somos?

¿Nuestras obras dependen de nuestro nivel interior?

¿Nuestra vida, su poética, depende de nuestros sistemas de pensamiento?

Sería éste, quizá, uno de los matices de lo que se conoce como el poder creador de la palabra?

¿Así como tener un ala diferente podría dar lugar a una nueva especie de pájaros, tener una consciencia de la palabra creadora diferente y ejercerla con Belleza y con Bien, con Virtud, podría dar lugar a cambios celulares hacia una nueva especie de hombres?

Es posible que la poesía donde la palabra es sustancial permita en otros que se genere respuesta hacia algo más claro en nosotros. Con lo cual la responsabilidad del escritor sería una especie de compromiso, de promesa. Pero , ya se dijo: “que sólo los Hombres Verdaderos son capaces de prometer…”

¿Qué energía mediadora, qué plano puente, debería asistirlo, guiarlo?

Nos dice el poeta Rafael Cadenas: el Arte, es ofrenda o vanidad.

Para alguien que viva la Poesía como una forma de entrega consciente a un propósito superior para el devenir propio y el de otros seres de humanidad , ¿cómo encontrar la forma de entrar en la luz de lo que se dice?

Cito a Armando Rojas Guardia:

Si yo fuera capaz de entrar por fin

en esa pulcritud del aire inmóvil

que he llamado silencio en el poema.

si yo fuera capaz de nombrar árbol

como esta tarde el árbol se mostraba

a sí mismo en la quietud del parque;

si yo fuera capaz de parecerme

al objeto real de mi escritura

(al agua misma cuando escribo agua,

al vaso limpio cuando escribo vaso);

Y si fuera posible merecerte,

cosa que ultrajo en tu mudez precisa

al hacerte sonar en mi palabra,

yo entraría en la luz de lo que digo.

Hay diferencia, hay profundas diferencias, entre los que viven al amparo de la poesía y los que se establecen en su misterio.

¿Qué asiste innombrable, como el Tao, a ciertos poemas, a lo que se ha llamado silencio en el poema. Ese más allá de las palabras, ese significado que, suponemos, una forma de lenguaje puramente espiritual, y que puede modificar el corazón de un lector, tocar sus íntimos filamentos y grabar, allí, como en cera virgen, como en lámina de cobre pulida para el Arte?

Esa tela en blanco entre el poeta y el lector que permite que lo no escrito, el pensamiento silencioso, entre como un rayo…. Rayo que al alcanzarme…. decía Juan Liscano. Donde hay esa fuerza hay un poema con magnetismo tácito que trabaja, opera, obra, en quien lo recibe. Puede que por mucho tiempo ciertos escritos sean un mensaje en una botella hasta que encuentran su decodificador. Su receptor real.

Pero, hay pocos receptores reales. Dado que vivimos en un sistema de referenciales –y no sólo de referenciales de lenguaje- erróneos. Como un mal sueño, en que los códigos originales se encontraran infiltrados y nos moviéramos con una pérdida de los referenciales creativos correctos. Todo en su mayoría enajenado, claudicado a la mentira, a una esfera ajena. Esfera enajenante que devora los pensamientos y hace pasto de sus intereses . Una forma de domesticación de la verdadera creatividad.

¿Cómo dejar de ser personajes y llegar a la mínima fuerza de pureza necesaria? A ese Verbo, el del principio.

No confundir lenguaje y verbo, dijo Mallarmé.

Es propicio recordar los escritos de José Angel Valente sobre las palabras sustanciales. Aquéllas que van siempre con nosotros, aún cuando callamos, especialmente cuando callamos. Las que operan, como en un recóndito laboratorio en nosotros, y en ocasiones, pocas, se trasladan al decir.

Quizá en nosotros , como materia creada, que responde por ley a la Ley del Universo se encuentre instaurado otro lenguaje, tal el anhelo aquél de quienes buscaban en el Esperanto, un cifrado de unión comunicadora entre los humanos. Quizá a nivel íntimo, celular, hay otras informaciones en semilla en nosotros, que esperan una cierta luz y calor interiores , un sol, para comenzar a germinar .

Sería Belleza y Bien ponderar las palabras, las muchas no dichas, de un hombre que mucho miró al cielo: Nicolás Copérnico.

“ Mi tiempo en esta vida ha sido guíado por la fidelidad. Sólo el Sol me recordaba el significado de otro orden de ideas, de pensamientos, que emanando de su esfera, pueda transmutar todo lo que aquí se nos impone, como a esclavos. Escribir todo eso ha requerido un esfuerzo de cierta clase. Prefiero el silencio de las estrellas. Temo la enfermedad de lo dicho, ver cómo las personas se dañan unas a otras, se son letales por la intención de sus voces. Aquí nos guía la imaginación ciega, pues los espejos giran y se da vueltas en un círculo que se repite siempre. Gente imaginaria hablando de gente imaginaria ¿Cómo despertar? “

Así, y como pareciera que mirar largo al cielo aclara las ideas, finalizo con las palabras de alguien que, mucho tiempo después, escribió algo muy cercano: Albert Einstein

“Sólo me interesan los pensamientos de Dios. Lo demás son detalles.”

Maria Isabel Novillo. Poeta y ensayista venezolana. residenciada en Mérida. Su último libro publicado, Memoria del Caballero de la Isla, bid & co editor. Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela

María Isabel Novillo - Foto Vladimir Serna
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Taller sobre Literatura Confesional, sábado 6 de noviembre

Taller intensivo de Mairym Cruz-Bernal, poeta y ensayista puertorriqueña, en la Colonia Tovar.

Una oportunidad única para acercarse a la obra de los más destacados  escritores confesionales.

La autora tiene un Taller Permanente de Escritura Creativa y es requerida para dictar Talleres, en universidades e institutos de varios países, por sus amplios conocimientos sobre el ars poética.


Sábado 6 de noviembre, de 10 am a 4 pm. En un hermoso salón, rodeados de naturaleza.


Contamos con vehículos pata el desplazamiento.

Interesados, comunicarse con autoresvenezolanos@gmail.com

Una experiencia inolvidable!

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Mairym Cruz-Bernal, Escritura Confesional

Damos la bienvenida a Mairym Cruz-Bernal, poeta puertorriqueña que ha venido a Caracas a dictar un Taller sobre Escritura Confesional, diseñado para escritores, con énfasis en el estudio del movimiento confesional en la literatura. ¨Lo mejor de la literatura viene de lo más íntimo, de la confesión¨, ha dicho Mairym. ¨Los poemas, las memorias, novelas y cuentos, se escriben desde ese material soterrado ás allá de la conciencia.¨

Hoy 30 de octubre, en los espacios del Centro Cultural Chacao, invitada por el Taller de Astrid Lander y Autores Venezolanos, Mairym ha dictado una charla sobre la esencia de la literatura confesional y post-confesional. Compartió con la audiencia un análisis de gran profundidad, sobre lo que significa para ella la escritura de confesión, literatura de evidencia. Nos acercó al doloroso proceso psicológico que significa despojarse de las máscaras y expresarse en abstracciones, para dar paso a las más íntimas y desgarradoras revelaciones.

La escritora expresó su admiración por la escritura de la filósofa española María Zambrano, que enfatiza la maravilla que es vivir en lucidez, aunque cause sufrimiento. En este momento leo un revelador párrafo de María Zambrano

¨El límite de la contemplación es aquel punto en el que la realidad duele, pero también en el que del ser y del estar consciente en el mundo. No existe dolor más grande que el de vivir en lucidez, ni mayor pesadumbre /que la vida consciente.¨

Se extendió sobre los más importantes exponentes de la poesía confesional, entre los cuales destacó, entre otros, a Silvia Plath, Allen Ginsberg, John Berryman, Robert Lowell, Theodore Roethke, Walt Whitman y Rainer María Rilke, Alejandra Pizarnik

Mairym afirma que el escritor confesional crea una mitología de sí mismo. La poesía no es una terapia, es una obra de arte. Se escribe a partir de mirarse hondamente al espejo y tratar de descubrir la verdad de nuestros fracasos, de nuestros miedos. La poesía revela al lector aspectos del escritor que puede que este ignore.

Mairym Cruz Bernal nació en San Juan de Puerto Rico, en 1963. Es poeta y ensayista. Estudió un B.A. en Psicología en Loyola University, New Orleans (1983), y una Maestría en Escritura Creativa en Vermont Colege Norwich University (1994). Sus poemas han sido traducidos al macedonio, árabe, croata, eslovenio, italiano, portugués, inglés, alemán y polaco.

Es Miembro Correspondiente y Emérito del Círculo de Escritores de Venezuela y Miembro Honorario de Autores Venezolanos.

Los breves poemas de Mairym van deslizándose hacia la derecha de las páginas, y no sabe uno cuál escoger para compartir en la intimidad de la lectura. Elijamos algunos:

En la mano / Me crece / Una planta salvaje

Me crece / Un poema / Como raíz salvaje

Tu amor sanará la herida / De haber nacido / Nacer es saberse sola

He dicho que te amo / Con la seriedad inminente / De un árbol

Una reinita hace su nido / En mi lámpara / Quién la puede encender

Carmen Cristina Wolf

Caracas, 30 de octubre de 2010

Mairym Cruz Bernal ha publicado Ballad of The Blood/Balada de la sangre (1995), Poemas para no morir (1995), Cuando él es adiós (1997), On Her Face the Light of La Luna (1997), Ojo de loba (plaquette, 1998), Soy dos mujeres en silencio que te miran (1998), Querida amiga, querido amigo (coautora con el cantante Danny Rivera, 1999), Encajes negros (1999), Alas de islas (2003), Ensayo sobre las cosas simples(2006), Canción de una mujer cualquiera (2008), Ese lugar bajo mi lámpara y Cielopájaro (2010). Su último libro Ese lugar bajo mi lámpara, de tapas púrpura con letras doradas, cubiertas con una senefa de encaje negro y un botón de rosa en el centro, se inicia con una dedicatoria de la autora: Al último hombre /Herida de mar / Entrego este canto.

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Abismo, poema. A los 33 Mineros de San José

Por Carmen Cristina Wolf

Tarde tapiada con sello de tarde final

Enriqueta Arvelo Larriva

Un silencio de muerte después del hundimiento.

Muñecos rotos

desvanecidos en cenizas

Atraviesa el sepulcro un olor de metal

¿Son nuestras estas lágrimas de espanto

O son más bien claveles moribundos

ciegos, vacíos, y nos cansamos de contarnos

y volver a contarnos, ¿falta alguien?

Pasemos lista, digan algo, ¡presente! Como en la escuela…

Uno, dos, tres… treinta y dos… treinta y tres

latidos al unísono quiebran el duermevela

somos nosotros, compañeros abatidos

casi cadáveres en sepultura trágica

¿Quién sabrá?  Alguien se empine

una voz  grite y presienta las almas, que se escuchen plegarias

los pasos de los vivos y sus palas cavando

hacia nosotros,  en este horror sin fondo

Enterrados en vida, compañeros

Buscar, otear, tocar las nervaduras de la roca.

Recordar la aridez de las colinas, al aliento de sal

la limpidez del agua.

Pura noche y más noche y noche interminable

Con hambre y frío hasta los huesos

muy cerca del infierno desolado y confuso

hablamos para espantar fantasmas

cantamos para no enloquecer

Si vuelvo, amada, te compraré un anillo

si retorno, levantaré mi casa derruida

plantaré un árbol y tendré más perros

le diré a madre que la quiero

haré mis oraciones cada noche

Un solo pensamiento, retornar de las sombras

al punto donde comienza el alba

Regresar, no volver a extraviar el camino…

13 de octubre de 2010

(Fragmento)

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Una lectura de la Antología “El ojo errante”, por Lidia Salas

 En uno de mis últimos poemas  hay un verso que dice: “Ahora atisbo las señales propicias / en los versos de los poetas errantes”. Ante lo precario he decidido por la ráfaga que constituye las  palabras de otros.  La antología, “El ojo errante” (Ediciones del Taller Editorial El pez soluble. Caracas. 2009) llegó a mis manos en forma inesperada, y con el paso de los días se convirtió en mi libro de compañía, en el lienzo de la Verónica para enjugar lágrimas, en silencio replicante.

En sus páginas la escritura poética de Rubén Ackerman, Hildegart Acosta, DMargot Baptista, Tere Casas, Ligia Colmenares, Leonardo González Alcalá, Ruth Hernández, Aymara Lorenzo, Georgina Ramírez, Marcia Reverón, Anabela San Vicente y Héctor Vera.

Edda Armas, en hermoso prólogo, da testimonio de la intención, el quehacer y la travesía por el escampado de la creación de este colectivo.

He apreciado  las tonalidades diferentes en la tesitura de las voces. Una consistencia en ese “podar” en la “partitura” individual, para lograr la sinfonía, la música de palabras que podrá degustar quienes decidan abrevar su otra sed en este pozo exquisito.   Como se lee en el prefacio, existe una “pluralidad de pasos y de caminos andados”  en el grupo itinerante que se ha reunido cada semana, durante meses y  años con la poeta Armas y con  algunos otros escritores, antes de decidirse a entregar sus textos a los lectores.

Cinco páginas es la ración de blanco asignado a cada poeta. Se inicia con la fotografía de cada uno de ellos. Imagen captada por la sensibilidad y la técnica de Guillermo Suárez. En el respaldo el testimonio de sus dudas y sus certezas, de sus sueños y de su fe en la poesía. En toda la obra  encontré versos que me conmovieron. Palabras que me acercaron a otras vidas, a otras experiencias. Al fondo la inextinguible luz del mensaje poético. En la noche oscura de este momento existencial, perseguí en estas páginas,  luciérnagas, estrellas fugaces, resplandores de alba y también soledad, hondo dolor y pesadumbre.  La reiterada lectura de los versos fue siempre abrazo humano, consuelo y gozo estético.

Un privilegio sería tener el tiempo y el espacio para analizar cada individualidad. Al carecer de ambos factores opto por el acercamiento a tres de ellos. Por estar de primero Rubén Ackerman, vino a mi encuentro con un tema al cual soy especialmente sensible. El dolor, la enfermedad. la muerte  en la causa de los judíos. Su Ars poética tiene la contundencia resumida en la última estrofa: “Lo mejor es quedar suspendido en una metáfora / abrazarla / sin regresar jamás  / al polvo y a la tierra.” ( pag.14)

La Carlota, 1953. Caracas

Los ausentes es el título bajo el cual el poeta hace su reflexión sobre quienes se marchan primero, dejándonos una heredad de recuerdos y de lágrimas. Nos invita a “alucinar en pleno día /” a “restituir el antiguo pacto entre los vivos y los muertos” (pag.13) El poema, Una pequeña oración colgada en el pared es un credo en la palabra, en su poder supremo para rescatarnos de las caídas y de la desesperanza.  Leía sus versos a manera de letanías por aquello de la catarsis. Estos poemas no pueden ubicarse entre quienes tejen su discurso con la filigrana de las imágenes y la musicalidad de los adjetivos. Es un discurso pleno de significado. La semántica de cada término construye un mensaje concreto, arraigado en la condición humana y en su relación con Dios, con el crepitar del alma cuando se queda sin certezas. Tiene un algo que me hizo recordar a César Vallejo, uno de mis poetas predilectos.

Me sorprendieron los versos de Ligia Colmenares.  La modestia con la cual ha asumido su encuentro tardío con la poesía está sobrepasada por  su poética con la cual comulgo.  Cuando dice “Me bautizo con el agua de la poesía” nos ofrece en la sencillez de la frase toda una teoría de gran profundidad. Las sinestesias presentes en Boceto a Stravinski y Ala en el vino comunican a las formas de estos poemas breves, la intensidad del movimiento, de la gracia y la originalidad al expresar en esta forma combinada las diferentes imágenes. Discurso sugerente que atrapa por el ritmo y la evocación totalmente lograda.

En Hildegart Acosta encuentro una voz de mujer que elabora, una escritura amanera de tapiz. Las madejas están conformadas por hilazas cotidianas, con emociones de cada hora.  Es el uso de ese material en la tensión de la palabra lo que seduce al lector. Cuando dice, “He andado errante entre realidad y anhelo buscándome” nos encara a la verdad existencial transitada por quienes  tratamos de ejercer el oficio de vivir mediante la escritura poética.

Mi gratitud y mi aliento a todos y cada uno de los integrantes de este grupo, por su persistencia en el encuentro, por la disciplinada paciencia en escalar el oficio, por estar reunidos en un libro que como objeto, ha sido reconocido por la originalidad y sentido estético de su presentación. He disfrutado, he dialogado, me he emocionado con la lectura de esta antología. La comento para recomendar sus textos ampliamente. El ojo ha dejado en el discurso, lo inasible de la ráfaga, pero lo permanente de la presencia de la poesía, que queda en el recuerdo y en el corazón agradecido.

Octubre de 2010

Lidia Salas  es Magister en Literatura de la Universidad Central de Venezuela. Autora de los poemarios:  Arañando el silencio, Mención de Honor del Primer Concurso de Poesía Libre de la Universidad de Córdoba, Colombia (1984),Coautora con Elena Vera de la Antología Quaterni Deni.  (1992).  Mambo Café, 1º Mención de Concurso de la I Bienal del Ateneo Casa de Aguas (1994). Venturosa Premio Unico Mención Poesía del VII Concurso Nacional del IPASME (1995) .Luna de Tarot  (Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela. 2000). Y de las Plaquettes Sedas de Otoño (Taller Editorial El pez Soluble, 2006). Itinerario Fugaz editado por la Universidad Nacional Abierta en 2008.

Es Directora del Círculo de Escritores de Venezuela.

Ha sido invitada a la Celebración de la  Semana Hispánica por la Universidad de Clemson (Carolina del Sur, USA) en 1989 donde leyó su ensayo “Voces de mujeres en la poesía Venezolana” y a la II Bienal de Poesía Hispanoamericana en la Universidad de George town, Washington. Usa.1997 en donde disertó sobre la vida y obra del poeta chicano Tino Villanueva. Presentó una ponencia sobre la novelística de Marisol Marrero en el Octavo Encuentro Internacional de Escritoras 2008, que se realizó en Caracas.

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La primera novelista venezolana

Por Eduardo Casanova En el siglo XIX venezolano, en una sociedad que la mujer ocupaba un lugar subalterno y secundario, es extraordinario que apareciera de repente una escritora, como fue el caso de Lina López de Aramburu, que usó el seudónimo “Zulima”, posiblemente para protegerse de las críticas ácidas que despertaría su audacia. “Zulima” es un nombre de origen semita que significa “mujer pacífica”, lo que podría implicar mucho en su caso. Y no publicó una sola novela, sino tres: “El Medallón” (1885), “Un crimen misterioso” (1889) y “Blanca; o consecuencias de la vanidad” (1896). Es, pues, la primera novelista venezolana, la primera en abrir un camino que después recorrerían Teresa de la Parra, Trina Larralde, Antonia Palacios, Lucila Palacios, Antonieta Madrid, Laura Antillano, Ana Teresa Torres, Margarita Belandria y muchas otras escritoras exitosas y de gran valía. Pero hay que subrayar que Lina López de Aramburu, la primera mujer novelista del país, no fue, ni mucho menos, defensora de la mujer y sus derechos. De ella se sabe muy poco, o nada. Tuvo por lo menos un hijo, por la dedicatoria contenida en el prefacio escrito de su novela “Blanca; o consecuencias de la vanidad”, que dice así: “A mi hijo Eduardo (…) A quién sino a tí puedo dedicar esta última producción de mi intelecto;… Acéptala, pues, para que más tarde se la hagas leer a tus hijos, para que recojan en parte, la simiente que he procurado cultivar en el corazón de los míos…” En el “Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes” (Caracas, 1895), Manuel Landaeta Rosales la menciona como poeta y novelista caraqueña. De resto, no hay información sobre su vida. Sí se encuentra información, en cambio, sobre sus novelas, las primeras escritas por una mujer en Venezuela. O, si se quiere, las primeras publicadas por una mujer en Venezuela.

En sus tres novelas, publicadas en un plazo de once años, “Zulima” se centra en lo moralizador y, sobre todo, en el papel de la mujer en la sociedad, pero, repito, no se trata en absoluto de una defensa de los derechos femeninos, sino casi todo lo contrario. La mujer debe ser sumisa, obediente, dedicada la maternidad, fiel hasta la muerte, y esas condiciones deben llegarle a través de la educación, en la que no debe haber demasiada cultura (Berta en “Un crimen misterioso”). En las tres hay una clara diferenciación entre los “buenos” y los “malos”, pero también aparece como elemento central la redención de los “malos” por el arrepentimiento, y, sobre todo, la defensa del derecho a arrepentirse que asiste a los “malos”. En “El medallón”, Agricio Coenta, (¿“Agricio” por agrio?) del bando de los “malos”, es elogiado por estar “arrepentido y lleno de arrepentimiento y de dolor”. En “Un crimen misterioso” tanto Berta como su marido, Santelmo, que han actuado mal, terminan plenamente redimidos por la contrición. Y lo mismo ocurre con Blanca, la protagonista de “Blanca; o consecuencias de la vanidad”, la mimada que llega a la degradación de la locura y es finalmente perdonada y redimida. Para “Zulima” el papel de la mujer en la sociedad está definido por Berta en el capítulo I (“Berta de Santelmo”), cuando en un parlamento la protagonista dice “Querido Esteban –le decía Berta–, la verdadera felicidad se encuentra en el hogar doméstico, las alegrías fuera de él, siempre ofrecen al fin penas y desagrados porque el verdadero afecto lo dan la esposa, la madre y los hijos”. En general se acepta que “Un crimen misterioso” es la mejor de las tres obras de López de Aramburu. Se inicia con un “Prólogo” que está absolutamente de más, pues no aporta nada a la narración, ni siquiera suspenso. Sus primeros párrafos son los siguientes: “Una mañana del mes de enero del año 1861, los vecinos de los alrededores de la Matanza Real, fueron sorprendidos por un acontecimiento bastante raro en la ciudad de Caracas. (…) La Matanza Real como se llamaba entonces, era un edificio derruido donde no se beneficiaba y sólo servía de refugio a familias paupérrimas. (…) Este antiguo edificio, convertido hoy por nuestro Regenerador en elegante matadero, estaba circuido por incultas vegas que servían de camino a aquellos pobres vecinos para ir a surtirse de agua en el río Guaire. (…) En esa mañana que era fría y neblinosa y en la vega limítrofe a dicho río, se veían agrupados los vecinos, llenos de sorpresa. (…) Era la causa, que había amanecido en dicho lugar la ropa blanca y algo del mobiliario de la casa que revelaba ser de una familia acomodada; allí había trajes de señora, de ricas telas, desde la pieza interior hasta las joyas de oro. (…) La sorpresa era general, pero tras el asombro se alzó la codicia y aquellas gentes empezaron a cargar con todo para sus hogares y en poco tiempo todo fue llevado de allí; pero cuando ya iban a terminar, una anciana se inclinó para tomar un colchón que estaba arrollado, pero al cogerlo, éste se desenvolvió, y un grito unánime se escapó de todos los presentes. (…) Al abrirse el colchón, salió de él y cayó al suelo una cortina de damasco desgarrada y toda ensangrentada. (…) En el colchón había una charca de sangre congelada y en dos partes estaba atravesado por dos puñaladas.” Lo curioso es que ese hallazgo no desata investigación alguna, y la el contenido del “Prólogo” no genera en realidad curiosidad, ni siquiera cuando la novelista aplica un recurso que será absolutamente común en las novelas del siglo siguiente: el flash back, y pasa a contar en forma lineal la historia que la motiva, que no es otra que la del asesinato de una joven esposa por su marido, el oficial centralista Pablo Querales, que quiere casarse con Alicia Santelmo, hija de Berta Osorio de Santelmo y su marido, Esteban de Santelmo (que al principio de la obra parecen ser los protagonistas únicos, pero esa función luego se disuelve entre varios personajes). A mi juicio tampoco se justifica la narración de la vida de Berta, que recibe una educación nada común, y al casarse con Santelmo la deja de lado para convertirse en la perfecta casada, ni la historia secundaria en la que cuenta que Santelmo la desprecia con el hecho de tener queridas y aventuras por doquier. La verdadera historia central de la novela es otra. A lo largo del texto el lector descubrirá que Querales, varios años antes, asesinó a su esposa y a su cuñado, oficial federalista, por un equívoco terrible, y creyó matar también al único testigo del crimen, su ordenanza, que se salvó por casualidad y será el instrumento para que, cuando Querales trate de casarse con Alicia Santelmo, sea descubierto y se sepa hasta que se cambió de bando, de paecista a federalista, para encubrir su crimen. La novela se resuelve con el suicidio del perverso Querales y, tres años después, el feliz matrimonio de Alicia con otro pretendiente (Arturo Montiel) que no tiene esa espantosa carga criminal en su pasado. Y todo termina con un edulcorado “Epílogo”, un happy end de película no muy intelectual.

No deja de ser una novela interesante, a pesar de sus muchos defectos, entre los que destaca, además de los ya señalados, el excesivo uso de diálogos con guiones (muy de esa época y de la técnica folletinesca) y el uso de expresiones forzadas, que ya no se utilizaban en el tiempo de la acción.

De “Blanca; o consecuencias de la vanidad” (1896) puede decirse más o menos lo mismo que de “Un crimen…”. Su argumento es algo más simple: gira sobre Blanca Villamizar, niña muy linda y manipuladora que fue malcriada por su padre y creció sin verdaderos valores, y que tiene como contraparte a Julia Urquiza. Blanca, para demostrar que es mejor que Julia (que se va a casar con Roberto Montijo), se casa con el ricachón y poco agraciado Jacinto Salinas. Tiempo después, Blanca, ya señora de Salinas, tiene un flirt con Julián Rovira, empleado de Salinas, el marido cree que ella le ha sido infiel y la arroja de su casa para irse con sus hijos a Europa. Blanca se niega a apelar a su familia y se vuelve loca. Tiempo después hay una acción secundaria protagonizada por Oliver, el hermano de Blanca, que pretende a una joven que lo rechaza a causa de un secreto. Por casualidad y para hacer el cuento corto, Julia encuentra un día a Blanca, convertida en “la loca de Tacagua”, y la rescata para que un médico la trate y la cure, y le haga creer que lo que sufrió fue un sueño. Casualmente el marido de Blanca descubre que no le fue infiel. Blanca recupera la cordura y hasta tiene otros dos hijos. Todos terminan “radiantes de felicidad” por haber redimido a Blanca. Colorín colorado… Hay varias maneras de interpretar esa trama, una se desprende de algo que cita la autora, atribuyéndoselo a un escritor que no quiere nombrar: “si hacemos mujeres sabias, se acabarán las madres de familia”, pero que en su disquisición ella misma casi anula al decir: “La mujer verdaderamente instruida, debe por razón natural formar con más facilidad una familia, sin que su vasta ilustración coarte en nada los santos y sublimes deberes de la maternidad; por el contrario, eso sería luchar con la ley divina, sería menoscabar ella misma su gran misión en la tierra”. Y la otra parte de la misma disquisición, pero un poco más arriba, que dice: “¡Pobres hombres! –¿Qué sería de vosotros sin la mujer? Os creéis omnipotentes y nada sois sin ellas; os creéis poderosos y nada podéis si ella no os ayuda en vuestro poderío. ¿Por qué, pues, le negáis una educación igual a la vuestra? ¿Por qué las condenáis a esa mediocridad que las ata cortándoles el vuelo a su intelecto a su espíritu? ¿Por qué? decid ¿por qué?”, en lo que, sin duda, hay una cierta resonancia de las famosas “Redondillas” de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, o sea, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), que dicen: “Hombres necios que acusáis / a la mujer, sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis”, con la clara diferencia de que las palabras de la mexicana son de altiva protesta y las de la venezolana implican una cierta sumisión, a pesar del reclamo relacionado con la educación, puesto que supone que la educación de la mujer depende del capricho del varón. ¿O no?

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CAUDALÍA, nuevo libro de poemas de Magaly Salazar Sanabria

CAUDALÍA, hermosa plaquette, creación editorial de PUBLICARTE, con excelente diseño de portada, fue presentada en La Asunción, Isla de Margarita, en el Centro de Arte “Omar Carreño” como actividad central del acto “Cante y Poesía al Sereno”, conjuntamente con el libro CUERPOS DE RESISTENCIA. La programación consistió en un recital de la poeta Magaly Salazar Sanabria y la actuación especial de la cantante Carmina y los músicos: el pianista Gilberto González, el percusionista Nelson Correa, en el bajo Patricio Maureira, José González Vicent, guitarra y Jhonny Escobar, mandolina. Los padrinos de las publicaciones fueron el escritor y productor musical Federico Pacannins y Angel Marino Ramírez, Galeronista y Director del Festival Internacional de Coros D´Canto.

Desde una metáfora del aire aparece esta CAUDALÍA, palabras que suenan como una plática entre el silencio y el eco aleteante de algún pájaro o el tiempo del sorbo  de un vino entre olfato y gusto, algo que va de lo volandero a lo eterno. Según la prologuista, la artista Inés Muñoz Aguirre: “En CAUDALÍA, Magaly Salazar transita de la nostalgia al desamor, del sentimiento a la fuerza de la naturaleza y todos sus elementos, y finalmente nos deja allí, plantados ante la emoción real de que todo pasa por nosotros tan rápidamente, que la vida misma se sostiene sólo el tiempo necesario como para permitirnos oler, oir, ver, saborear y sentir aquello que nos llega buscando algo, sin que nada se albergue mucho más de lo que habremos esperado o decidido.”

Entretanto, el tiempo de la palabra pasa por “la fascinación de una corola en fulgente huída”, “un fuego que se aprieta donde lo anuncia la divinidad”, cuando se refiere a los colores de los árboles y las voces del amor como “medianía entre el cielo y la tierra”. Y refiriéndose a un bello poema dedicado al Mar, la poeta se declara “polizón junto a los alcatraces en vigilia/ relámpago y grito en la ardentía de sardinas/ y mientras el movimiento resplandece, / la Osa Mayor entusiasma los sueños”. Así, la mirada abarca “aquello” más allá del silencio, la demasía de un sorbo noctámbulo.

Magaly Salazar Sanabria es venezolana, Magister en Literatura, poeta y ensayista. Actualmente se desempeña como Directora de Relaciones Instiucionales del Círculo de Escritores de Venezuela.

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Carmen Mannarino: Era un mundo de rieles

         El tiempo de la infancia se presenta asistido en mi memoria por una insinuación de rieles. Por razón de ellos vino mi abuelo desde el puerto francés de Marsella. En los trajines de puntualidad por causa de llegadas y salidas de trenes invirtió muchos años mi padre. En la vida de mi madre fueron  obligado sitio recreacional y hasta de destino. Los rieles presidieron mis horas de expansión cuando niña. Mis pasos sobre ellos u orilleándolos siempre tuvieron sabor de aventura, de gozo o de necesidad. Después fueron nostalgia.

            Lustrosos al sol, ocultos en la niebla, sumergidos en los pozos dejados por las lluvias, perlados de garúas o aéreos en el viaducto, vivían esa alternancia de apariencias como variación del estatismo. Luego del ajetreo de las locomotoras parecían la estela dejada por la vida en deslizamiento, rozadura apenas con aquella otra estática y silente, soledosa, propicia para la rememoración o la melancolía más que para el estremecimiento.

            Los rieles eran el aguardo paciente de la agilización y el silencio en acecho de nueva algarabía. El paso de vagones con pitos estridentes, sonido de metales y penacho de humo negro evidenciaba la existencia de otros mundos, nos aguijoneaba el interés por lo desconocido. En la contemplación del paralelismo adelgazando en la distancia saboreé lo inapresable, la sensación de poseer lo  huidizo. Los rieles son mi inevitable recurrencia. Como si mi vida siempre partiera y siempre regresara a través de esas líneas adheridas a un microcosmos oculto, resguardado en el tiempo. Permanente imagen que de modo irremediable me posee y revive ataduras telúricas.

            Rieles. Siempre rieles.

[…]

                              PUEBLO DE RIELES Y NEBLINAS

            Un pueblo es apenas una casa, un solar, una cuadra, un río, una plaza o una totalidad. El ámbito raigal de cada vida. Para mí es una estación  en medio de verdores expandidos, con llegadas y partidas de trenes que a través de

unos rieles, perforando neblinas, insertaban en el letargo la evidencia de un mundo desconocido, incitante.

           Bajo las frondas y por las veredas de eucaliptos, pinos y datileras de penachos nos acostumbramos a convivir con personas de muy variados tipos, edades y lenguas. En aquel recinto natural, creado por un fundador de profundos amores vegetales, en total ignorancia de contenidos, percibíamos como familiar la sonoridad de lenguas nórdicas, germanas y eslavas. Nos parecía natural ese medio de comunicación entre ellos, como entre nosotros,   a ratos y por conveniencia, el lenguaje del cuti o el del re: cuti me – cuti bus – cuti cas – cuti ma – cuti ña – cuti na – cuti más – cuti tem – cuti tem – cuti para – cuti no. Hasta la lluvia se nos hizo hermana de tanta garúa  descendida a diario, empañando la visibilidad de los cerros contorneados de espigas luminosas y encendidos capinmelaos. Para qué paraguas, si ella siempre era inesperada y nos había habituado al humedecimiento de la ropa que luego el sol se encargaba de secar. ¡Cuántos aguaceros bajo limoneros franceses, nísperos del Japón, pomarrosos o granadillos!, hasta -a falta de mar- en el pretendido fondo del mar: honda y olorosa alfombra de residuos de pinos, nos guarecimos de los palos de agua, niños temerosos en la oscuridad provocada por el impedimento del follaje de conáceas a la entrada de los rayos de sol. Otros niños macilentos y descalzos que miraban nuestros juegos desde sus viviendas al otro lado del lindero, eran nuestros posibles salvadores. Al cese de la lluvia, de regreso a las casas, nada había sucedido; en cambio, ellos permanecían con el alambre de púas ante sus mradas.

            Muchas correrías por el descampado de la estación en busca de viejitas. De pronto, la alegría y el miedo confundidos en gritos anunciaban hallazgo.

Habría entonces trofeo para exhibir ante los desconocidos del andén y los curiosos de las cuadras vecinas. En deseos de más riesgos, la audacia conducía al viaducto, imaginando y hasta oyendo voces  que anunciaban la súbita cercanía de una locomotora. Los burlados guardias, ocultos en neblinas,

estimulaban el aprendizaje de una serenidad  aparencial, luego del terror perseguido.

La agudeza del pito anunciador del tren que raudo deslizaba a nuestro lado, interrumpía el encantamiento de juegos a príncipes y reinas en aéreas raíces de árboles centenarios. Cuando la humareda nos envolvía ya no veíamos más brujas encima de las copas, ni sentíamos los pliegues de tules y terciopelos sobre armadores, ni los polisones, los cuellos erectos, las coronas, los encajes ni los rizos. Los remolinos de humo germinaban en otra ensoñación más etérea y difusa: ansias de vuelo, ímpetu de ascenso.   

Al bajar la mirada, lánguidos rostros de tuberculosos, con fe en el milagro del carbón, aspiraban el pretendido humo sanador. Eran los mismos que en romería se iban también al matadero a ingerir sangre de res recién ultimada, y los que en cuartos con ventanas hacia la calle, cubiertas por blancas cortinas de visillos, permanecían en sus camas, meditabundos, aguardando la curación o la muerte, imprecisos como el tiempo de espera, y mientras languideces y ensimismamientos iban colmando sus paciencias.          Cada enfermo era personaje de una historia de vida trunca, de posibilidades cercenadas. Parece que historias semejantes a la de la dama de las camelias, con variantes sociales, se sucedieron en el pueblo; y otros muchos amores inconclusos, por causa de la tuberculosis, derivaron en resignados celibatos y viudeces sin consuelo.

            Muchas familias llegadas de todas partes a ese Leyzing venezolano continuaban en el pueblo después de muerto el familiar enfermo, ya habituadas a aquel entorno de vegetación, de rieles y de brumas. Gentes con destinos semejantes advertían la posibilidad de una digna existencia con escasos recursos. Desde entonces y para siempre, montañas y neblinas se anteponían a lejanas transparencias.

            […]

                                                   TREN DEL ENCANTO

            Los domingos estiraban el tiempo del fastidio. El día, liviano de atareos, extendía el silencio por el  pueblo. La inercia colectiva pesaba, porque las distracciones eran reserva familiar.  Las voces masculinas aglomeraban sus murmullos en sitios distanciados y fijos, donde grupos afines compartían alguna diversión de tiempo libre en galleras, bares y clubes. Un objeto rodante alteraba el silencio con su ruido metálico y de viento. El silbato anunciaba la cercanía de un cargamento de alegría bulliciosa. Verlo siquiera, aunque no se abordara, era como el desquite de la pautada inercia, de ese descanso semanal ayuno de emociones. El chirrido de raíles se hacía imperceptible  bajo la algarabía de gente ilusionada con un día vegetal decorado por cascadas. Las manos aleteantes eran aves ocultas en círculos de humo. La bandada se nos iba acercando y descendía completando figuras dispuestas al saludo, al baile, a consumir bebidas contra el frío, previos a la esperada estancia con más densas neblinas. Las novias, habitantes del pueblo o llegadas días antes para un temperamento, acudían a esperar a  sus enamorados que viajaban a verlas los domingos. Años atrás, iban ataviados con pajilla o camarita, distintivos de sociedad que adornaban el sencillo ambiente pueblerino.

            En el andén se producía una fiesta improvisada antes que los viajeros se internaran en espesos verdores, túneles y viaductos. En el trayecto se encendía la mirada con la múltiple llama de bucares en flor. Eucaliptus y pinos  prodigaban los aires de pureza que sólo aquel Halcón contaminaba. Árboles centenar0ios expandían sus ramajes hasta hacerlos techumbres, reunidos en parajes para el feliz descubrimiento estaban los helechos, musgosos escalones conducían hacia un encantamiento de pozos y cascadas o a quioscos donde se compartía el bastimento.

De tanto encuentro y atrevimiento a cortar con audacia el susurro de las hojas y la canción de pájaros del frío, ya la locomotora era una hermana. Ir y venir era la obligación de la esperanza, porque después de un día en El

Encanto el deseo de volver surgía renovado.  Gratuita recreación en permanente oferta cuando viajar era privilegio de ricos. Nuestro campo de cerros, garúas y neblinas, tan cercano a Caracas, con un tren incansable,  convocaba  por medio de los rieles para sentir a Dos en sus creaciones y era marco de paz a los afectos.

            Por la tarde, cuando el último tren cumplía su regreso, se reanudaba en el andén la fiesta. Todo eso se acabó. Quienes un día asaltaron el tren como tributo a una violencia estéril hizo inolvidable la masacre y el poder miró corto: hizo tapiar los rieles. El viaducto quedó como mudo testigo de la vía clausurada. Feneció la estación y sus verdores y el andén sólo existe en el recuerdo. El tren, después de reconstruido, tuvo que recortar su itinerario, aunque mantiene, en su humilde presencia, el eco de infinidad de voces de existencias concluidas, de imposibles regresos.        

[…]

.                                    Y SIEMPRE LA ESTACIÓN

            Los rieles se quedaron en el pueblo. Yo partí. Igual mis compañeros. Por años escapé a su enmarcamiento. Variados incentivos me atraían como delta en oferta de rutas tentadoras, por igual absorbentes.

            Con los rieles nació en mí un ansia de viajar, de desplazarme, una sed de horizontes, aquel deseo de transponer la niebla y abordar los vagones hacia las lejanías donde iban los rieles trazados por mi abuelo.

            Mi regreso a la estación de ferrocarril, inexistente ahora, persiste sólo en vaguedad de nieblas. La evolución de una vida transformada por el aventamiento y la estancia en otros mundos, asomados antes a través de los trenes, y en otros paraderos sin rieles y sin brumas, impelida por recuerdos vuelve insistentemente a su lugar de origen. Reiteración de andén, de paralelas líneas aceradas, de aleros y locomotoras que inevitablemente nos hablaron con pitos, penachos de humo negro, chirriar acompasado de metales, de la certeza y de la tentación por lo desconocido.

 (De: Era un mundo de rieles. Los Teques: Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1984)  

Carmen Mandarino, venezolana, nació en Los Teques, estado Miranda. Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Literatura Latinoamericana de la Universidad “Simón Bolívar”. Ha ejercido la docencia durante más de tres décadas en Educación Secundaria y Superior (tercero y cuarto nivel). Hasta hace poco fue Catedrática Titular en el Instituto Universitario de Teatro (I.U.D.E.T.).  Como Investigadora de Literatura Venezolana  ha trabajado en el Centro de Investigaciones Literarias “Rómulo Gallegos”, actual Fundación C.E.L.A.R.G., en el Instituto Universitario de Teatro (I.U.D.E.T., actualmente adscrito a la Universidad de las Artes), por contrato con otras instituciones y regularmente a título personal. Tiene obra publicada de investigación, ensayo, crónica y ficción. Entre otros títulos:  Era un mundo de rieles (Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos, 1981);  Obra. Tomo I: Poesía y Tomo II: Prosa de Enriqueta Arvelo Larriva (Barinas: Fundación Cultural Barinas, 1985);  De propios y de extraños (Academia Nacional de la Historia,1986);  Orlando Araujo: violencia, nostalgia y bohemia (Universidad de los Andes, 1995) Mención de Honor en Investigación Literaria del Premio Municipal del Distrito Federal 1996;  Dramaturgia de búsquedas, experimentación y crecimiento: 1950-1969 (C.O.N.A.C./ I.T.I. UNESCO);  Lucila Palacios (Caracas, Colección Biográfica del diario El Nacional, Nº 61, 1996). También es autora de una serie de biografías de venezolanos del siglo XX, destinadas a jóvenes lectores, que publica Ediciones Niebla, una editorial alternativa que creó y dirige en aprovechamiento de su experiencia en el campo de la literatura infantil y juvenil y la promoción de la lectura. Es colaboradora de prensa y de revistas especializadas y suele dictar conferencias,  participar en foros y coordinar talleres de literatura. Actualmente es integrante del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela.

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Mario Vargas Llosa, por Carlos Pacheco

Discurso de Orden en el acto de conferimiento del

Doctorado Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar a

Don Mario Vargas Llosa

Por Carlos Pacheco

Manizales 1971: Éramos unos quince. Estudiantes todos de Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana. Veníamos al Festival Internacional de Teatro Universitario con nuestros morrales llenos de expectativas y fuimos acogidos en un albergue improvisado por la Universidad de Caldas. La primera noche quedamos impactados por la potencia dramática y el desparpajo de Tu país está feliz, un montaje tan idealista como contestatario del grupo venezolano Rajatabla. Pero nuestra razón mayor para venir al festival era su invitado de honor: el aún joven pero ya reconocido autor de La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en La Catedral, ante cuyas páginas nos habíamos desvelado tantas noches. Al día siguiente daba una conferencia en la universidad y podríamos conocerlo.

Sartenejas 2008: Treinta y siete años más tarde tengo el privilegio y la exigente responsabilidad de presentarlo en este acto donde la muy querida universidad donde he desarrollado casi toda mi vida académica le rinde homenaje. No sólo es un acto de justicia sino también un gesto de pedagogía social: en uso de su legítima autonomía, esta corporación universitaria elige destacar en él un conjunto de virtudes y valores que estima oportuno –para este momento venezolano y global– resaltar como necesarios y deseables.

Un aporte llamativamente vasto, multigenérico y sostenido a la escritura literaria es naturalmente la razón más obvia. Y la precocidad de sus varias vocaciones es digna de mención: entre los 15 y 17 años, aún en bachillerato, publica su primer cuento, milita en una célula de extrema izquierda, comienza a trabajar como reportero en el diario La Crónica y escribe La huida del inca, su primera obra de teatro. Allí estaban en germen el narrador y el político, el periodista y el dramaturgo. El muy ulterior desarrollo de esta inclinación por el teatro nos ha regalado ya media docena de piezas, desde La señorita de Tacna hasta Al pié del Támesis, cuyo estreno presenció en Caracas hace pocos meses.

Manizales ´71: Llegamos temprano, pero ya el modesto auditorio estaba casi repleto. Como disciplinados pichones de investigadores de la literatura, habíamos devorado toda su obra. Pero estábamos inquietos y confundidos porque él, por su crítica a la dirigencia revolucionaria cubana en el famoso caso Padilla, ocupaba entonces el ojo de una polémica que nuestras discusiones replicaban en miniatura. “Ese engominado peruanito es un traidor”, nos gritaba el mono Múnera, mientras Luz Mary ponderaba su valentía para rectificar y enfrentarse a la censuradora ortodoxia revolucionaria. Poder escucharlo directamente nos mantenía en vilo, pues la conferencia no acababa de comenzar. De repente empezamos a oír un escándalo en la entrada principal.

Sartenejas 2008: Todos sabemos que su renombre universal se funda ante todo en su trayectoria novelística, pero sería insensato pretender siquiera una panorámica sucinta de la diversidad temática y procedimental y de la relevancia estética de las catorce novelas que se han sucedido desde La ciudad y los perros y La casa verde; ésas que lo catapultaron, aún bastante joven, como uno de los más influyentes y admirados autores del famoso boom, cuando por ellas recibió tan resonantes premios como el español Biblioteca Breve y el venezolano Rómulo Gallegos, respectivamente. Insensato y tal vez innecesario, pues este auditorio está repleto de lectores que han venido a conocerlo y a escucharlo –estoy seguro– porque han sido atrapados una y otra vez por esas novelas; con Zavalita, Pantaleón y doña Lucrecia han pasado ratos inolvidables y al cerrar la última página se han sentido huérfanos y exiliados de aquel mundo ficcional al con tanto gusto se habían mudado.

Por su reconocida capacidad de observación y su balzaciana retentiva, la experiencia vital del escritor ha sido fuente valiosísima para algunas de estas novelas, como La tía Julia y el escribidor o Travesuras de la niña mala. Los más diversos escenarios y conflictos de la sociedad peruana lo han sido también, por ser el novelista un muy informado estudioso y activo participante (no importa donde resida o a qué latitudes lo lleven sus viajes) de la realidad de su país, como puede apreciarse en Conversación en La Catedral o en Lituma en los Andes. Otras, como Elogio de la madrastra o Los cuadernos de don Rigoberto, observan –como por el agujero de una cerradura–, los goces y conflictos del amor y la pasión. Otras, finalmente, se atreven a abandonar los espacios y tiempos de la experiencia directa y levantan sus tramas ficcionales sobre realidades históricas a veces muy distantes, como La guerra del fin del mundo o La fiesta del chivo.

La impresionante cantidad de información histórica factual que sostiene estos relatos evidencia el trabajo de investigación que los precede. Los bibliotecarios del Instituto Iberoamericano de Berlín aún recordaban en 2000 las miles de páginas que unos años antes debían suministrar cada semana al investigador Vargas Llosa sobre todo lo relacionado con Rafael Leonidas Trujillo y su dictadura. El rigor y exhaustividad de esas indagaciones evidencia el talante apolíneo del escritor tanto como la planificación, consistencia de los personajes y nitidez estructural de sus novelas.

Manizales ´71: El alboroto iba creciendo. Una fuerte discusión y un forcejeo parecía enfrentar a los vigilantes con un grupo decido a entrar a la fuerza. En ese momento vimos a Marta Canfield ubicarse unas filas más atrás. Tan joven y diminuta como inteligente, uruguaya exiliada entonces por la dictadura y hoy prestigiosa catedrática en Florencia, Martha era nuestra profesora favorita. Su conocimiento de la literatura y de los debates literarios en la politizada Latinoamérica de entonces, hacían que no le perdiéramos palabra. Tocada con una gorrita escocesa, creímos ver en ella una versión femenina de Sherlock Holmes que nos saludaba. Justo entonces entró Vargas Llosa con sus acompañantes. A pesar del escándalo, la charla parecía a punto de comenzar.

Sartenejas 2008: Menos conocida es su obra como investigador literario, crítico, ensayista, profesor y conferencista, pero nuestro Vargas Llosa es también un académico de plena ley: Licenciado en Literatura por la Universidad de San Marcos y Doctor en Filosofía y Letras de la Complutense de Madrid, además de profesor invitado de las más distinguidas universidades del mundo y miembro de las Academias Peruana y Española de la Lengua. Por eso, no ha dejado de alternar su obra creativa con la de investigación y ha producido sustantivos estudios sobre Flaubert, Arguedas, Víctor Hugo, Rubén Darío y pronto Onetti, entre muchos otros. Estos estudios me han hecho descubrir en Vargas Llosa a un colega, pero uno dotado del formidable poder de comunicar sus hallazgos a un público amplio, con la claridad y amenidad proverbial de sus novelas. Entre las dos docenas de sus libros que se han ido apilando en mi mesa en estas semanas recientes, me ha conmovido en particular reencontrar el manoseado volumen de Historia de un deicidio, su tesis doctoral, profusamente subrayado y anotado por aquel estudiante javeriano que aspiraba a culminar algún día su propio doctorado y veía un modelo en aquel prodigio de francesa nitidez conceptual, donde además se expresaba por vez primera su poética narrativa del novelista creador de elocuentes mundos autónomos y de la resultante verdad de las mentiras.

Manizales ´71: Apenas iniciada la conferencia, una treintena de estudiantes trotskistas irrumpieron al salón para boicotearla. Gritaban, agitaban pancartas y vociferaban originalísimos improperios del tipo “lacayo del imperialismo yanqui”. El poeta y crítico Juan Gustavo Cobo Borda trataba inútilmente de imponer silencio, mientras el novelista, ya acostumbrado a estos rituales de la intolerancia, esperaba sereno el desarrollo de los acontecimientos. Martha Canfield nos miraba fijamente, ponderando nuestra frustración. Nos unimos a los que se atrevían a reclamar su derecho a escuchar al conferencista, pero sin resultados. De pronto, ella se movió y nos quedamos estupefactos.

Sartenejas, 2008: Esta memoria ficcional de la conferencia de Manizales me da pie para ir concluyendo. La variedad, consistencia y sostenida calidad de su obra literaria son sin duda en sí mismas razón poderosísima para este homenaje, especialmente en una universidad que se ha caracterizado desde su fundación por sostener el mérito y la excelencia profesional y académica como criterios superiores. Pero junto a la razón estética, está la razón ética: la responsabilidad y constancia encomiables con las que a lo largo de toda su trayectoria ha asumido Vargas Llosa su papel como influyente intelectual y encabezado una cruzada en pro de la pluralidad y el respeto a los derechos humanos, la tolerancia, y la libertad como valores superiores de la vida humana.

Una manifestación suprema de este compromiso fue naturalmente el sacrificar los apremios de su vocación literaria (como lo hiciera por cierto nuestro Rómulo Gallegos 40 años antes), para participar como candidato en la contienda presidencial peruana de 1990. Sin embargo, mayor alcance ha logrado sobre un público más amplio como multifacético periodista, a través de sus artículos y crónicas, publicados en los mejores diarios del mundo y luego recogidos en libros, verdadera piedra de toque de la opinión pública internacional, estratégicamente reforzada por frecuentes conferencias. Fundado en una rigurosa información documental y a menudo experiencial de primera mano, ha podido iluminar así con su aguzado análisis y certero criterio las más diversas polémicas y acontecimientos de la cultura, la política y la vida social contemporánea.

Manizales ´71: Ante nuestros ojos incrédulos, Martha avanzó hasta el estrado, tomó con toda calma el micrófono del podio y se subió a una silla para hacerse notar. Con una entereza, una serenidad y un vigor que parecían incompatibles con su diminuta humanidad, nuestra profesora les cantó a los vociferantes la cartilla del respeto a la libertad de pensamiento y de expresión. Les pidió que si no estaban de acuerdo con el conferencista, lo rebatieran luego con argumentos, si es que podían; y que mientras tanto, hicieran silencio y respetaran nuestro derecho de escucharlo. Un unánime, prolongado y sonoro aplauso del público refrendó sin apelaciones sus palabras y los gritones tuvieron que retirarse.

Sartenejas 2008: Una misma concepción filosófica y ética reúne la diversidad inmensa de este abanico de asuntos y formas discursivas en su obra periodística, ensayística, crítica, narrativa y dramática: el principio de la libertad; el respeto a la diferencia; la promoción de sociedades abiertas, democráticas y socialmente responsables; sin fundamentalismos ni autoritarismos de ningún signo que pretendan forzar un pensamiento único o censurar la creatividad. Ese mismo principio hace coincidir también la lección aprendida en Manizales hace 36 años, cuando finalmente logramos oír a Vargas Llosa, con la que se deriva de este doctorado honoris causa. Así lo comentamos años después con Martha Canfield, quien además de respetada profesora se volvió nuestra amiga para siempre: agredir a quien piensa diferente sólo descalifica al agresor; no es necesario coincidir en todo con el otro para respetarlo; sólo en el diálogo el abierto y en la aceptación gozosa de la diferencia es posible profundizar en las propias convicciones y construir así una sociedad donde valga la pena vivir.

Sartenejas, 8 de diciembre de 2008.

El escritor venezolano Carlos Pacheco es Miembro Activo del Círculo de escritores de Venezuela. Director de la Editorial Equinoccio, estudioso de la literatura, profesor universitario.

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Entrevista a Carmen Cristina Wolf en la Feria del Libro de Baruta Sábado 5pm

¨El poder le teme al amor, porque el amor no teme a nada¨. Es uno de los aforismos de La llama incesante, el último libro de Carmen Cristina Wolf.

A partir de las 5 de la tarde del sábado 23 de octubre, Jon Aizpúrua entrevistará en vivo a la escritora venezolana Carmen Cristina Wolf, para el programa radial Valores del espíritu. Se escuchará a través de Unión Radio en todo el país. La programación se desarrolla en el marco de la Feria del Arte y del Libro de Baruta, en la Plaza Alfredo Sadel.

La autora ha escrito que la lectura crea espacios de libertad y desarrolla el sentido crítico. Para ella leer ha sido siempre uno de los mayores tesoros y el gozo existencial que produce a nada puede comparársele. Ha dedicado numerosos escritos a la importancia del lenguaje, el verdadero hogar del ser humano. Wolf  ha dicho que las palabras que emplea una persona, la van modelando y transformando en lo que ella es y será, por eso hay que cuidar tanto lo que se dice.

El Centro de estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS) ha publicado su libro La llama incesante, Aforismos, en una segunda edición. Escribe:

¨Quiero escribir cantos para ti, que echen a andar por el mundo, con palabras de cristal, de madera, de fuego transitivo¨

Algunos de sus poemarios son: Huésped del amanecer, Escribe nn poema para mí, Atavíos, Canto al Amor Divino, Canto al Hombre, Prisión abierta. Y un libro de ensayos que lleva por título Retorno a la Vida.

Los ensayos y monografías de Carmen Cristina Wolf, sobre la obra de autores venezolanos e hispanoamericanos, han sido publicados en diarios y revistas nacionales e internacionales. Los más conocidos tratan de la obra poética de Rafael Cadenas, Luz Machado. Juan Liscano y Eugenio Montejo. La recopilación de sus ensayos forma parte de un libro inédito.

Fernando Bosch Cárdenas

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Sobre la novela El desván de lo oculto, de Álvaro Pérez Capiello

El desván de lo oculto

Ayer terminé de leer la novela El desván de lo oculto, del venezolano Álvaro Pérez Capiello. Una extraña sensación quedó entre mis dedos que no conformes con haber estado durante varios días frotando sus páginas volvieron al inicio para repasar brevemente algunos párrafos subrayados. Un joven contador, víctima de unos extraños sueños, descubre con cierta emoción que tal vez la solución a sus graves conflictos existenciales puede surgir de la interpretación de esos sueños, de los mensajes que, vislumbra, tratan de comunicarle. Nos encontramos con un personaje reflexivo, analítico, algo le inquieta, no está contento, ansía respuestas; su sólida educación lo lleva a no conformarse, a buscar, a cuestionarse a sí mismo a través de profundos monólogos, cantos de buena literatura, que develan su sensibilidad, el vacío que le llena, la manera profunda y analítica de ver todo lo que le rodea y, lo más significativo, el agudo poeta que subyace detrás de toda esa personalidad confusa y melancólica.

Cuando su abuela, ya fallecida, se le aparece una noche en medio de un sueño profundo, él se resiste: “Al principio traté de aferrarme a la almohada de plumas, era un intento frustrado de contener la realidad, luego comprendí que debía marcharme, fundirme con la brisa y contemplar mi rostro desde lo Alto como lo hacen los ángeles”. Del cuello de Mamá Luisa pende un medallón que marca el inicio del misterio, el inicio también de las respuestas que persigue el atribulado personaje: “Era una figura compuesta por dos troncos cruzados en ángulos agudos y obtusos formando un aspa… un objeto antiguo y sumamente preciado. Ella tomó el medallón y lo colgó de mi cuello sin decir nada”. Aquella aparición y el hechizo que le inspiraba aquel objeto ya inexistente en la realidad pero grabado en su cabeza con maravillosa exactitud, enfrenta al contador consigo mismo un cotidiano día de trabajo: “Diez años pueden transcurrir sin escándalos en una oficina ajena a los ruidos de la ciudad, a las voces que se recuestan de los bancos de piedra en las esquinas, diez años con el mismo traje y los mismos zapatos, con el llavero de cuero y la corbata a rayas, diez años que buscan asombrarse con los remiendos del pantalón y las mangas arrugadas de las camisas, diez años y ninguna historia digna de ser recordada”. Los cambios no se harían esperar: “Hoy, sin embargo, la oficina luce diferente, hoy otro hombre se sienta a mirar las decoloradas matas de plástico y el viejo gabinete de madera que atesora con celo una cafetera eléctrica y dos paquetes de vasos desechables… Hasta la triste labor de rellenar planillas puede manifestarse como la más excitante de las actividades humanas si tras de ella gravita una idea”.

Su querida Mamá Luisa, la que “sostiene mi brazo por las noches cuando el silencio se levanta”, esta vez le traía un regalo, un medallón con la cruz de San Andrés, un enigma que le llevará meses de largas y agotadoras jornadas de investigación histórica en las que se las verá con temas tan diversos como las Cruzadas, los Templarios, el misterio de la reencarnación… La narrativa de Pérez Capiello nos hala de la mano con firme suavidad hacía Borgoña y nos pasea por “la historia de Francia hasta el advenimiento al trono de la casa de Valois” con la maestría de un historiador experimentado. Finalmente, un viaje que nos transporta al París de hace siglos, única ciudad y tiempo donde encontrará respuestas a las inquietudes que lo atormentan, develará con sorpresiva originalidad un desenlace por demás inesperado.

Heberto Gamero Contín

17-10-2010

Alvaro Pérez Capiello, novelista venezolano. Ha escrito Guardatinajas, Laberinto de ilusiones, El bar de Luso, Entre la verdad y el engaño (Cuentos). Es biógrafo y ensayista

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