Tres textos de Inés Muñoz Aguirre

Escritos y leídos por la escritora y periodista Inés Muñoz Aguirre, Directora Editorial del Círculo de Escritores de Venezuela, en la celebración del Día del Escritor, el 23 de noviembre de 2010, en la Sala Cabrujas del Centro Cultural Chacao. Textos dedicados a Armando Rojas Guardia, Francisco Suniaga y Carlos Alarico Gómez, quienes recibieron las Medallas Internacionales: «Vicente Gerbasi», «Lucila Palacios» y «Tomás Polanco Alcántara», respectivamente.

A  ARMANDO ROJAS GUARDIA:

Dios miró la flor, el ave, la montaña y el mar.  Dios vio de nuevo. El cielo. Horizonte, luz y oscuridad. No muy convencido aun de la maravilla gestada accionó el verbo y convirtió la acción en poesía. Desde el mismo instante en que Rojas Guardia se encontró con tanta maravilla se tejieron moléculas, cadenas y ovillos que más tarde caerían sobre la hoja en blanco para convertirse en testimonio eterno de lo humano y lo divino.

Un halo de luz penetró por la ventana tiñendo su cabeza de blanco. Pincelada incuestionable a su personalidad, que nos permite distinguirlo a lo lejos. Siempre cálido. Pausado. Reflexivo. En su armazón se atrapó la vida, que gotea palabra a palabra hasta hacerse verso. Rojas Guardia es el libro caminante que se deslizó por Guaire y llegó hasta Tráfico. A pesar de su inesperado silencio. A pesar de la pregunta constante sobre ese Dios que ha querido ver frente a frente.

Armando la oración, precisa que le permita desentrañar los misterios de la vida; se ha hecho laberinto del amor, del desequilibrio, de la ciudad, del deseo, del misticismo, de la demencia y de Dios. Cada mañana cuando se mira al espejo, si es que alguna vez se mira, no se sabe si el reflejo que descubre es el de sí mismo o el del abecedario de la vida.

 A FRANCISCO SUNIAGA:

 La huella del mar dejó rastros en su piel. Sucede con todos los nacidos en una isla. Los líquenes, algas y caracolas se vuelven anclas, y atrapan; sino la carne el espíritu. A Suniaga  las sogas se le volvieron cuentos y los cuentos se le volvieron sueños. Se le volvieron el vuelo que lo alejó de la isla, por encima de las espuma de las olas. Los sueños le tendieron puente rumbo a tierra firme y se le hizo pequeño el mundo. Los sueños se le volvieron vida y escribió. Rascacielos de por medio. Escribió. Entregándose al parque en sus caminatas matutinas. Escribió. Y se le abrieron las páginas de los diarios donde quiso más y escribió.

Surgió entonces la intranquilidad y el  desasosiego hasta que entendió que ya no tenía escapatoria. Suniaga fue atrapado por el papel, el delirio de sus personajes y sus propias cadencias.   A medio camino de la vida decidió recoger las pasiones y ofrecérselas a la tinta de la imprenta. Como el mismo ha dicho lo que iba a hacer en la vida lo había hecho, y lo que iba a ser como persona ya lo había sido. En su hacer talló la palabra melancolía. Sólo en la narrativa y en el ensayo. En el gesto lo atrapó el país hasta convertírsele en jaula. Mientras cada lector descubre su alma atrapada en sus páginas, el renace en cada una de sus ideas.

A CARLOS ALARICO GOMEZ:

 Los días pasan y en el tic tac del reloj se diluye la acción. Ayer, hoy y mañana. Esa cadencia no tiene otra respuesta y nos volvemos frágiles, si no hay quien atrape, si no hay quien escriba. La pregunta puede quedarse sin respuesta y la imagen sin historia, si no hay quien enlace acción y sentimiento.

En la búsqueda natural que genera la existencia, se tropezaron Carlos Alarico Gómez y la vida misma. La pasión por detenerla y contarla a fuego lento; para que otros se alimenten con su caldo se volvió talla, se volvió reto. Honra el quehacer porque Carlos Alarico Gómez sufre la pasión del periodismo, la docencia, la investigación y el orden. En cada una de esas pasiones atrapa lo que a otros se les escapa, por ello la comunicación se le ha vuelto un desafío.

Sus fantasmas tienen vida propia y a veces pareciera que se han empeñado en vivir para que Carlos contara el porqué de sus vidas. Los entrega, para que los hagamos nuestros. Una vez que se han ido como un prestidigitador nos los devuelve atrapándolos en la hoja eterna que se hace libro. Una vez que accionan nos lo presenta como forjadores de la historia. Carlos Alarico Gómez en cada uno de sus libros se ha convertido en la historia misma.

 Caracas; 23 de noviembre de 2010

Día del Escritor.

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