Ana Luia Ces: Mi Caracas bonita. Los buenos somos más

Por Ana Luisa Ces

En el letargo de extraordinaria tranquilidad de una ciudad, que siempre se movió en combustiones veloces, es muy raro todo… el demasiado silencio, la incertidumbre política, económica y social, el tráfico fluido de los vehículos, las tiendas cerradas o con poca mercancía, el clima demasiado frío y un sinfín de rarismos que nos han acompañado estas navidades y el arranque de año. En ella parecen surgir los sentimientos más sensibles. No teniendo lo material no quedan más que los afectos.

Tengo unos años viviendo en una callecita donde proliferan los indigentes que cuidan carros, que martillan dinero y comida a cambio de limpiarte los vidrios o el carro, o los que solo deambulan. Eso ya lo he contado muchas veces. El 24, cuando partía a la reunión familiar, hice fajitos de dinero para darles a los que me encontrara camino a buscar el carro. En la puerta del edificio tenía a dos que están casi todos los días y con los que suelo detenerme para escucharles los cuentos… oírlos es algo que he entendido que necesitan mucho, como los niños que cuentan lo que les pasó en la escuela.

Les doy su propina navideña y con cariño les digo que se porten bien, que Dios los bendiga y que se la pasen lo mejor que puedan. A cada expresión decían “gracias”. Al final uno de ellos se aproximó y me dio un abrazo… Cruzar esa enorme barrera que los dos sabemos que nos separan, que fuera él quien respetuosamente tomara la iniciativa, con cara de niño bueno y agradecido, solo me habla de que vivimos un momento-país muy diferente.

Luego, regresando el 25 en la noche, en medio de la calle oscura venía con los brazos abiertos, sonreído, y llamándome “princeeeesa” como quien ve a su amiga del alma, el que lanza besitos con la punta de los dedos. También se aproximó y también me dio un abrazo. Son de esos abrazos que se dan con cariño y un respeto inmenso.

En todos estos años es la primera vez que eso sucede. Quizás porque, incluso con lo frágil que pueden resultar esas relaciones, el saludo constante y el trato respetuoso los hace a ellos dignos. Y porque, ante la escasez de todo, lo que prevalece y fortalece es el afecto.

Atesoro, con extraordinaria alegría y ternura, ese par de abrazos que el Niño Jesús me trajo de regalo esta navidad, en #MiCaracasBonita donde #LosBuenosSomosMas (y los que no quizás necesiten uno).

Que este 2017 sea muy bueno y nos permita a todos ser mejores e inspirar a otros a serlo.

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LA MIRADA EN EL LIBRO. LECTURAS RECOMENDADAS Enero 2017

Por Carmen Cristina Wolf

Poemas, Emily Dickinson. Tusquets Editores, primera edición 1985, Barcelona, España

Emily Dickinon nació en Massachusets (1830-1886), es una de las poetas más importantes de habla inglesa. Escribió casi 1800 poemas, de los cuales fueron publicados apenas una docena, alterados por los editores para adaptarlos a los usos poéticos de su época. Su traductora Silvina Ocampo respeta los signos de puntuación y logra una traducción literal maravillosa, que no trata de “embellecer” los versos.

Dickinson no escribía para deslumbrar a nadie, ponerse de moda ni obtener algún premio. No se exhibió en los salones. Su ars poética deviene atravesada por una fina agudeza y un sentido del humor a veces irónico y rebelde ante una cultura que menospreciaba a las mujeres y ante los convencionalismos de la estricta sociedad de su época. El libro lleva un prefacio de Jorge Luis Borges, quien escribe:No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esa mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo […] Publicar no era, para ella, parte esencial del destino de un escritor”. Después de su muerte, su hermana encontró en sus cajones más de mil hojas manuscritas. Lo que hace excepcional este libro publicado por Tusquets, es el hecho de encontrar un poeta traducido por otro poeta de un modo impecable. Estoy convencida de que el traductor de poesía necesariamente debe ser poeta.

Así dice uno de sus poemas: Hay una palabra / que lleva una espada / puede atravesar a un hombre armado _ / arroja sus barbadas sílabas / y enmudece de nuevo / pero donde cayó / los que se salvan dirán / en un patriótico día / que algún hermano con charreteras / entregó su alma […]

Los poemas de Dickinson rompen con las normas de escritura poética de sus contemporáneos, son de versos cortos e irregulares escritos con aparente jovialidad y sencillez, con un desprecio casi absoluto por las reglas de la gramática. Se centra en temas metafísicos como la muerte y la inmortalidad, y en la observación de la naturaleza y temas cotidianos. Dickinson ha sido una influencia importante en la poesía contemporánea.

Recomiendo también la traducción de Hernán Vargascarreño que lleva por título Quién mora en estas oscuridades? Poesía Emily Dickinson, publicado por Ediciones Exilio, Bogotá.

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Ontología del Lenguaje. Autor: Rafael Echeverría. Dolmen Ediciones, Cuarta edición, Chile 1997

El lenguaje crea y re-crea realidades. Las personas se inventan y se transforman de acuerdo al lenguaje que usan y escuchan. La ontología del lenguaje representa un esfuerzo por ofrecer una nueva interpretación del sentido de lo humano. Su autor reconoce que su inquietud principal proviene del ámbito de la ética. Y ello lo lanza en la dirección de lo que él define como el problema del sentido de la vida. Su planteamiento esencial es que los seres humanos somos seres lingüisticos. Por supuesto, el lenguaje no agota la multidimensionalidad del ser humano, sus emociones, el comportamiento del cuerpo, etcétera. Sin embargo, su comprensión requiere del lenguaje que no solo explica la realidad sino que la edifica.

Recomiendo este libro a las personas interesadas en el fenómeno humano desde cualquier disciplina, ya que no es un conjunto de conceptos alejados de la cotidianidad, sino que ofrece conocimientos y herramientas para la comunicación asertiva y comprensión de los cambios de la sociedad en la que estamos inmersos. Como lo son, por ejemplo, conocer los “actos lingüísticos básicos” y sus consecuencias, tales como las afirmaciones, declaraciones, juicios, peticiones y promesas; el poder de las conversaciones y los estados emocionales básicos. El último capítulo se refiere al lenguaje del poder, la seducción e influencia que ejerce la autoridad en nuestras vidas. Y lo que Rafael Echeverría llama la “política del alma”, la política como ejercicio de la libertad y como el arte de lo posible.

Considerar nuestra existencia como una obra de arte tal vez nos proporcione un magnífico reto para ser mejores personas ante nosotros mismos y para aquellos que nos rodean.

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Una alemana en el Caribe. Autora: Marisol Marrero. Edición del autor en Amazon

Enlace universal: rxe.me/SQI3SS

La novelista y poeta venezolana Marisol Marrero inicia el relato de esta novela con una mujer pionera, propietaria de una casona vieja situada en la Colonia Tovar en Venezuela. El diario encontrado por esta nos conduce a un mundo de emociones, sentimientos, personajes originalísimos, misterio y erotismo. La investigación, documentación y la excelente escritura de la autora nos permite adentrarnos en los estados anímicos de los personajes y en las vivencias de un pueblo que nace a mediados del siglo XIX en una aldea montañosa habitada por alemanes que llegaron a instancias del gobierno para poblar y dedicarse a la agricultura y otras empresas que han sido útiles en el desarrollo del país. La novela relata el nacimiento y formación de la Colonia Tovar, situada en las altas montañas de la costa del Caribe.
Marisol Marrero fusionó en una sola novela la saga de tres libros de su autoría: “Lotte Von Indien, la Coloniera de Tovar”, “Niebla de pasiones”, publicada por Planeta y “Rosas y duraznos”, que se encuentran en las librerías.
Enlace universal en Amazon: rxe.me/SQI3SS

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Enrique Viloria Vera: Mirada y escritura

 

Por Enrique Gracia Trinidad

De la amurallada Ávila a la dorada Salamanca hay exactamente 111 kilómetros por autopista (número mágico como puede verse), algo más si se marcha por lo viejos caminos del siglo XV que recorriera Alonso Fernández de Madrigal, alias «El Tostado» o «El abulense».

Dirás, amable lector, que a qué viene todo esto; pues ya sabes: a la asociación de ideas que a cualquier escritor se nos viene a la cabeza sin que haya trabajo previo de caletre.

Resulta que cada vez que pienso en Enrique Viloria Vera, me viene a las mientes este Fernández de Madrigal, que empezó siendo estudiante en Salamanca y terminó como obispo de Ávila. No porque el Caraqueño Viloria siga esos caminos, que anda más bien al revés, recalando en su madurez en la Ciudad del Tormes, sino por la condición de escritor todoterreno de ambos. Si sobre el polígrafo del siglo XV se acuñó en la Vieja Castilla la frase «escribir más que El Tostado», otro tanto podríamos decir de nuestro caraqueño Viloria Vera, en los últimos tiempos afincado en Salamanca, cercano a su prestigiosa universidad en la que fue alumno y profesor el tal Fernández. Enrique Viloria Vera, en suma, ha escrito y sigue escribiendo «más que El Tostado», dicho sea, con agradecimiento porque es siempre un gozo leerlo y además altamente provechoso.

Adelanta el autor en su breve introducción que este volumen forma parte —y al ser la tercera, cierra— de una trilogía que empezó a punto de terminar el pasado siglo con «Comarcas del ojo», continuó en 2010 con «Predios de la mirada» y remata con este «Territorio de la pupila». Acépteseme la broma si digo que ante la designación de «comarcas», «predios» y «territorio», junto al «ojo», la «mirada» y la «pupila», los que gustamos de la pluma eficaz, fluida y certera de Viloria, estemos deseando que la trilogía se resuelva en tetralogía y aún vaya incluso más allá. Aún le quedan títulos que cumplir con más excelentes miradas de las suyas. Sugerimos Provincias del iris, Barrios de la retina o Avenidas del cristalino.

Hablando de mirar, que como se sabe es el aspecto más voluntarioso de ver, entiendo que esa es realmente la sustancia de este libro, de casi toda la ingente obra de este autor infatigable: la mirada. Resulta fascinante —ojalá coincidas, lector, conmigo—, la forma de mirar de este escritor de auténticas hechuras. Es como si la condición de espectador impenitente formase parte de su ADN o como si, de chico, le hubieran indicado «tú fíjate mucho en todo, que todo es importante», y eso le hubiera inyectado en vena la condición de escritor ya para siempre, de analista de la realidad, de captador de imágenes de todo tipo, de observador del mundo; que no es otra la condición del auténtico escritor.

Su autor, cumple en este libro la antedicha condición de polígrafo esmerado y acumula ensayos, artículos y poemas escritos en los últimos tiempos. Lo hace, además, de una manera generosa puesto que suele utilizar gran cantidad de textos de los autores que reseña y celebra.

Desde el roterdamés Erasmo al abulense Muñoz Quirós, si de escritores hablamos, pasando por el filósofo científico Lennox o los poetas Martí y Pulido. Desde las aves que pueblan los papeles del pintor salmantino Miguel Elías hasta los colores viajeros del también charro Manuel Gutiérrez. Nada escapa al análisis intenso, al comentario amable, a las palabras veraces y emocionales de Viloria Vera. Literatura, arte, política, costumbres, religión, viajes, visiones, complicidades, identidades patrias, observaciones en detalle y visiones panorámicas, todo entra en este y en los otros muchos libros de este personaje nacido para las letras en su sentido más amplio y más rotundo.

Cuando lo conocí en Madrid, al mismo tiempo que el poeta y profesor López Rueda — él lo recuerda en el epílogo de este libro—, eran días de trasiego navideño y ni siquiera sospeché entonces que nos uniría ya para siempre una hermandad personal y literaria. Aquel Madrid de las Letras donde tantos escritores deambularon desde los siglos de oro hasta la actualidad eran el marco perfecto para que Enrique Viloria se sintiese como en su casa. Lorca y Calderón, Lope y Alfonso X el Sabio, Cervantes y Quevedo, Góngora y Bécquer, Valle-Inclán, Pérez Galdós y tantos otros que por allí circularon y andan en estatuas y fachadas, me preguntan cada vez que paso por la zona dónde está el amigo Viloria. Siempre les respondo que en Caracas o en Salamanca. Me preguntan ¿qué hace? y mi respuesta siempre es la misma: escribiendo sin parar, haciendo amigos, preparando proyectos, inventando historias, leyendo sin parar, concibiendo poemas…

Y todos esos habitantes del Parnaso me dan recuerdos para él y me dicen que no se olvide de venir a verlos; para ellos es un camarada, un cómplice, un colega aventajado, un escritor en lengua castellana de auténtica raza.

Siempre coincido con ellos y siempre deseo encontrarme con mi tocayo Enrique Viloria Vera, sea en una lectura literaria, en una tertulia de amigos o delante de un chocolate con churros en las tripas del viejo Madrid. Lo que sea con tal de disfrutar de su sabiduría y su desbordante personalidad.

Te aviso, lector: cuando leas este libro te va a pasar lo mismo, quedarás, como se dice, enganchado, y ya formarás parte de todos esos amigos que estamos deseando siempre volver una y otra vez a sus páginas. No podrás escaparte. Este escritor es una autopista de literatura por la que da gusto circular sin frenos. Pisa el acelerador y déjate llevar.

Enrique Gracia Trinidad. Poeta epañol, editor, artista plástico. Con numerosos premios y reconocimiento por su vasta obra publicada, recibió la Medalla Internacional Vicente Gerbasi otorgada por el Círculo de Escritores de Venezuela.

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Alberto Hernández: Anarquismo de carne en vara

Crónicas del Olvido

En el tono de Luis Castro Leiva

ANARQUISMO DE CARNE EN VARA”

-Alberto Hernández-


I
Los lugares comunes se han entronizado en este pobre país, el mismo que dijera el poeta Valera Mora al referirse a nuestra pobre canción de 1811. Los lugares comunes cabalgan en el lomo de los que repiten en descargo de sus culpas, de los demonios que perturban el sueño y la ansiada tranquilidad, perdida por alcanzar un status quebrantable, un rostro lavado con el detergente de la adulancia y la amargura.
Las palabras del doctor Luis Castro Leiva, pronunciadas el 23 de enero de 1998, reeditan la angustia de los venezolanos que entendimos, hace ya muchos años, que lo que decía el filósofo profesor universitario sería un destino calcado por el lugar común, el mismo que nos marcó para siempre por mano de Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y luego cuatro décadas de descuido partidista y ciudadano.
Los lugares comunes, los extraídos de los cuarteles, de la boca de un pez que escupe el agua sin darse cuenta de las llagas que muestra el cuerpo de la República, hoy aturdida, amenazada, cuestionada por su propia arrogancia. Los lugares comunes, los aspavientos de civiles que aprendieron en la cartilla militar la hueca resonancia del miedo. Los lugares comunes, esos que atienden a ese “anarquismo de carne en vara” que dijera Castro Leiva en su famoso discurso del año 98, un poco antes de comenzar a sentir la destemplanza de una demencia a punto de conducirnos al destierro, a la cárcel o a la muerte, si recitamos la consigna cubana instalada en la puerta de los cuarteles venezolanos. Ese “anarquismo de carne en vara” es la propuesta del llamado parlamentarismo y asambleísmo de calle, que como dijo Castro Leiva precisa de una loncherita, una vianda para regocijar el acratismo bajo una mata de mango, a la luz de un sol declinante. Y mientras el lugar común se refocila en el espíritu de algunos periodistas, alabarderos de las marchas militares, de una dirigencia que comió de la mano de una república hoy pasada por aceite hirviente, de una militancia que se vaciló a AD, COPEI y el MAS, sobadora del ego presidencial, los que nos alejamos del barranco sabemos que nos tocará también limpiar nuestras culpas, nuestros olvidos y vanidades, porque así nos lo tiene jurado el verbo tonante del que hablaba sin parar y ahora del que para sin hablar, un tonto de capirote, extranjero y poco claro de ideas.


II
Sin dejar de sentir que ese olvido nos sigue persiguiendo, la fiesta que consumimos a diario nos reclama no bajar la guardia, no perder el ritmo cardíaco de la democracia que anhelamos. No se trata de confiscar el pasado y colocarle velas, adornos e incienso. El pasado, pasado es. Y aunque somos el bagazo del pasado, debemos aliviar su carga para hacernos el presente/ futuro. La anarquía que nos somete, la que impulsa Miraflores con la fuerza de las amenazas, es la misma de Zamora y sus acólitos, aquella superada presencia temporal. Nos queda revertir el libertinaje, no esconder la cabeza para lo que viene –no sabemos qué es, de allí el temor- nos tome de sorpresa. 
Los adulantes, los que escriben los panegíricos del poder, son los mismos de Gómez, Guzmán, Pérez Jiménez. Son los mismos con los mismos apellidos. La carga de nuestro ADN político comporta una maldición. De allí el lugar común de los auspiciantes del despotismo, de un totalitarismo que se muestra como salvación, a través de un mesías hablachento o bigotudo a lo Hitler, dislocado históricamente, aislado y corrompido por el ego más grande que se haya visto en este país. De allí la “anarquía de carne en vara” que sentimos en las calles, en los poderes amarrados por una sola mano, en el discurso de los que rasguñan la sintaxis de la adoración.


III
Oigo con frecuencia el discurso de Castro Leiva. Repuesto hace poco en televisión, sentí de nuevo el escozor del miedo que recorre nuestras calles. Siento la pobreza de los lugares comunes en la miseria de quienes reconocen estar colgados de las polainas de un sujeto que se dice parte del Antiguo Testamento y se regodea en las palabras de Simón Bolívar, Fidel Castro, Sai Baba o el Negro Felipe. Oigo y leo con frecuencia a quienes sonríen sin enterarse que mañana podrían llorar en nombre de sus hijos y nietos, porque no se trata de regresar al ritornello discursivo de aquella izquierda que se quedó calcificada en los huesos de muchos, la mayoría oportunistas luego de haber pasado por el filtro del MAS y por los torniquetes de AD y COPEI. Los que viven pegados de la ubre del estado, los que siempre lo hicieron y hasta naufragaron en pequeños y grandes delitos, tan olvidados por la moral y la ley, que los hicieron crecer en fama en las universidades, pedagógicos, esquinas y bares de ésta u otras ciudades del país.
Esos lugares comunes, propios de quienes doblan la cabeza frente a una gorra, un quepis o unas botas bien lustradas, conforman la tragedia griega de esta nacionalidad que nos acosa y hasta nos ha convertido en traidores en la boca de los dueños de esta “verdad” convertida en otro lugar común.
Ojalá estos “lugarcomunistas” puedan acceder a la lectura de Castro Leiva, a la lectura de aquel miedo que una vez derrotaron nuestros abuelos, nuestros muertos lucientes, siempre en cada letra que pronunciamos.

 

Alberto Hernández, poeta, narrador y ensayista venezolano

Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela

adezgalina@gmail.com

Facebook: Alberto Hernandez

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Ana Teresa Torres: Palabras para el Día del Escritor

Palabras para el día del escritor, Círculo de Escritores.

Caracas, Sala Cabrujas, 26 de noviembre, 2016.

Ana Teresa Torres

¿Qué puede decirse sobre la literatura, me pregunto, en medio de un secuestro que nos obliga a todos, sean cuales fuesen nuestras opiniones y sentimientos con respecto al destino del país, a vivir permanentemente sometidos al seguimiento de lo que acontece? Probablemente, pienso, esta escena en la que somos actores hoy les parecerá a muchos una suerte de evasión o de aislamiento de la “realidad nacional” –por llamar de alguna manera a nuestro secuestrador–, e incluso no descarto que alguno nos tomara por locos. La dificultad que me sobreviene no es la de la página en blanco, sino muy al contrario, la de la página demasiado llena de preocupaciones legítimas pero enemigas en ese momento de mi propia posibilidad de ser y hablar como escritora venezolana, que es finalmente la identidad por la cual estoy aquí y la razón que justifica esta invitación tan honrosa. No les oculto que desde hace un tiempo ya demasiado largo vengo experimentado que mi página está tan abarrotada de “realidad nacional” que no logro imponerme a ella, y a pesar de ella escribir acerca de mi propia realidad, o como quiera llamarse eso de lo cual se escribe. Y esta lucha por zafarme del secuestro es lo que me parece guía estas consideraciones. El combate por resistir la tentación que me hubiera llevado a interrumpir su escritura. Pero todos aquí estamos en el mismo saco, todos allí aquí somos resistentes del secuestro y eso nos une. Hablemos, pues, de literatura.

Un tiempo como el que vivimos, si bien para el acto material de la escritura es profundamente perturbador, es también un tiempo fecundo. No quiero decir que sea un productor de temas, sino un generador de conciencia de la literatura. Y quisiera hacer aquí un recordatorio de Imre Kertész que para sorpresa de muchos –y probablemente de él mismo– ganó el Premio Nobel en 2002. Kertész escribió durante más de treinta años una obra literaria totalmente desconocida, pero no sólo internacionalmente sino dentro de su propio país, Hungría, en donde vivía un secuestro incomparablemente más empecinado y cruel. Salió por primera vez de su país cuando tenía unos sesenta años. En su memoria “El otro, crónica de una metamorfosis” leemos su resistencia como escritor, para mantener por sobre todas las cosas su identidad de tal, escribiendo en un idioma que difícilmente puede ser leído fuera de sus fronteras, y sin ser leído dentro de ellas. Lo que he encontrado en el caso Kertész es una respuesta, o al menos una referencia por el lado del camino interior que me consuela en la experiencia de haber comprobado en vivo que de pronto la identidad de escritor sea tan frágil que pueda desvanecerse en medio de la atronadora voz del discurso del poder.

Ni los escritores –ni los críticos, los investigadores y docentes– debemos avergonzarnos de una condición que es consecuencia inmediata de nuestra identidad y de nuestro trabajo: el hecho evidente de que no podemos, en tanto tales, surgir a la palestra con una solución a cualquiera de los problemas del país, ni tenemos ni tendremos jamás una voz que se eleve en medio de una historia dominada por la pasión de poder, como creo que es la nuestra. El poder no es necesariamente nuestro enemigo, pero con seguridad nunca es nuestro aliado. Los escritores que han sucumbido a la tentación del poder han terminado por dañar su escritura, o lo que es peor, su conciencia. La escritura es lo contrario del poder. O si se quiere dicho de otro modo, no se puede escribir desde el poder. El poder es ese ciego, certero y sólido monstruo, amo del corazón de los hombres y que solamente es dominable, custodiable, amansable, en aquellas sociedades lo suficientemente inteligentes para reconocer su voracidad, que no es nuestro caso. El poder en Venezuela es ubicuo, crónico, tan presente como el sol que encandila los ojos acostumbrados a un mismo paisaje que apenas si lo vemos salvo cuando algunos momentos de la historia lo quieren así, y me pregunto si la débil presencia de la literatura, y de la cultura en general, no tendrá que ver con el hecho de que son acciones que generan en nuestra sociedad muy escaso poder. O en todo caso, poder de camarilla, pero no el poder duro, poder de verdad verdad. Y probablemente nosotros, me refiero a estos extravagantes personajes que somos los reunidos hoy aquí, lo sabemos y lo hemos sabido siempre. Y eso nos avergüenza, nos debilita, nos arrincona. Quizá también la diferencia entre la cultura y la barbarie sea precisamente el lugar que se le da a lo que no genera poder. Pero, volviendo a Kertész, me preguntaba cómo este hombre pudo resistir años construyendo una obra a contra marcha de la sociedad asfixiante en la que vivía, rechazado por las editoriales, silenciado por el poder totalitario. Creyó consistentemente en la importancia ineludible para él de ser alguien que escribe. Creyó en la escritura como el soporte indispensable de su supervivencia.

Pero hablemos de nosotros. Partir de algún punto que ordene el transcurso de estos años, me digo, para pensar el tiempo que he sentido a veces vertiginosamente escandaloso y otras discurriendo en la reiteración de situaciones, discursos, incidentes. Un tiempo abrumador en el que con frecuencia me encuentro desorientada sin poder precisar la ocurrencia de tal o cual suceso. Un tiempo detenido en los rituales de la confrontación política, distorsionado en pensamientos y actos gobernados por la convulsión. Un tiempo abarrotado de acontecimientos que se han acumulado como una quincalla en la que cuesta distinguir lo principal de lo accesorio, lo efímero de lo permanente, lo propio de lo ajeno. Un tiempo de escritura a saltos y sobresaltos por donde la literatura ha proseguido su silenciosa marcha, y los escritores, a pesar de la furia de la historia, hemos continuado ejerciendo el oficio, desafiando el riesgo de que se nos vuelva irrelevante (en varias ocasiones le escuché a Michaelle Ascencio su lucha contra el sentido de banalidad que la invadía al trabajar en una novela cuya protagonista pertenece al siglo XIX). Y sin embargo, allí está la clave. En el registro personal que cada quien habrá consignado de esta encrucijada en medio de la cual vive Venezuela desde el fin del siglo XX.

No hay separación aséptica entre lo que ocurre allí, fuera de mí, en el mundo del poder, y mi propia vida. No es (no ha sido) una época de torres de marfil, si es que en algún momento esos recintos han existido. No hemos sufrido tampoco el volcamiento en la tragedia del país aceptando una suerte de abandono sacrificial de lo que para el escritor es más amado. Hemos vivido y escrito en el país, del país, sin el país, con el país. Ha corrido un tiempo que nos ha obligado a todas estas contradicciones, vericuetos, incertidumbres, y así hemos construido (construimos) una experiencia única, que no del todo podemos clasificar en algún memorable de lo sucedido en otras lugares. No hay duda. El paisaje ha cambiado. Definir el destino de sus transformaciones resulta prematuro, apenas si comenzamos a divisar un conjunto diferente, pero todavía amorfo, incipiente, no sabemos si efímero. Intentemos palpar sus contornos.

Se ha publicado mucho en estos años. La mayoría de los títulos van por el ensayo, periodismo, historia, estudios sociales y económicos, análisis políticos y jurídicos, entrevistas; y últimamente ha surgido con mucha fuerza la crónica, como testimonio de lo que ocurre y lo que se vive. También las invitaciones para presentaciones de libros literarios son constantes. Antes tenían el carácter de reuniones de secta o de amigos del autor, ahora los asistentes son frecuentemente multifacéticos. Personas antes ajenas al movimiento literario se han aproximado, al menos con curiosidad, a los encuentros de escritores convocados desde distintas instancias. Sobre las mesas de las librerías reposa una considerable cantidad de libros de autores venezolanos. Las librerías son parte activa dentro del estímulo promocional de los libros nacionales; tiempo atrás -con las excepciones de rigor- eran reacias para aceptarlos en los anaqueles. Hoy el libro venezolano, literario o no, comienza a ser apetecible como consecuencia del control de cambio que ha encarecido o imposibilitado la importación, pero también por una necesidad de comprender qué pensamos de nosotros mismos.

En una intervención de hace muchos años, durante la Feria del Libro de Caracas, aproveché para exponer algunas consideraciones acerca de la conciencia del escritor y de su lugar en Venezuela. Me parecía entonces –y creo que mantendría mi parecer- que la intervención del Estado en la cultura, y por ende, en la literatura, había generado efectos benéficos en la medida en que se recibieron recursos sin precedentes que permitieron crear una importante infraestructura cultural en todas las áreas; pero también efectos perversos, en tanto se produjo una suerte de paralelismo entre el sector cultural y el resto de la sociedad. Veo ahora con claridad lo que en aquel momento apenas intuía: “El sostenimiento, preservación y circulación de nuestro patrimonio literario exigirá una decidida voluntad porque quizás no contará con otro recurso que el de nuestra inteligencia”. Y ciertamente, cuando los escritores comprendimos que ya el Estado no nos patrocinaba, o ya no queríamos que lo hiciera, comenzaron a multiplicarse las iniciativas privadas. Yo veo con maravillado asombro cómo nacen nuevos sellos editoriales y como se anuncian títulos en los más diversos géneros, y dando voz a viejos y nuevos autores. No podemos hacer vaticinios, pero lo que sin duda es un hecho es comprobar y celebrar su existencia, ser testigos de que los escritores venezolanos y los editores no se amilanaron ante las circunstancias adversas, y por el contrario buscaron y produjeron soluciones. Cuál será el destino de muchos de ellos, no lo sabemos. Resistirán la situación económica o morirán en el intento. Por el momento parecería suficiente afirmar que resistimos y sigamos haciéndolo.

La poesía, sin duda, ha tenido un papel fundamental. Cuantos poemarios no se vienen publicando, así como recitales, jammings, presentaciones. La resistencia ha sido activa, en defensa de nuestros valores democráticos, de libertad, de cultura ilustrada. Todo lo que hemos venido haciendo, escribir, leer, reunirnos, existir juntos, en suma, es una forma de lucha y sin duda que la persistencia del Círculo de Escritores es un magnífico ejemplo a seguir. Cuando más adelante los reseñadores de la literatura hagan el recuento de este tiempo no tengo ninguna duda de que la presencia constante de los escritores ocupara un lugar muy claro en su trabajo, a veces silencioso, de mantenerse en pie y continuar la tradición literaria venezolana, una de las más ricas de la lengua, aunque algunos no lo sepan.

Palabras pronunciadas por la escritora venezolana Ana Teresa Torres, en la celebración del Día del Escritor, evento organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela el día 27 de noviembre de 2016

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Día del Escritor; Palabras de Edgar Vidaurre Miranda

Edgar Vidaurre Miranda

Toda la oscuridad en el mundo, no podrá jamás

con la sola luz de una vela..

San Francisco de Asis – Las Florecillas

Gracia y benignidad para todos

Por motivos personales no estoy ahora presente con ustedes en esta fecha tan importante en la cual celebramos el día del escritor, que signa para nosotros los escritores venezolanos el natalicio de Don Andrés Bello, por lo que he rogado a nuestra querida Carmen Cristina Wolf, les lea estas cortas palabras de saludo y sobre todo de esperanza.

Digo esperanza pues Venezuela está hoy viviendo momentos de oscuridad, momentos en donde el odio, la exclusión y la intolerancia, han permeado el corazón mismo de la sociedad y a veces nuestro propio e individual corazón. Son precisamente estos los motivos para haber hecho este corto viaje que me impide hoy estar con ustedes, y así peregrinar para encontrar mi centro, mi núcleo anímico, la razón necesaria y el sentido para resistir y trascender la situacion que hoy todos los venezolanos (menos aquellos que ocupan el poder, cualquiera sea su advocacion) padecemos, no sólo en los aspectos económicos, sino en nuestros valores sociales, familiares y personales..

El corazón de este viaje es la ciudad de Assisi, lugar en donde floreció sobre el año 1300 y justamente a raíz de un proceso de crisis, la que sin duda alguna fue la primera obra escrita en el idioma italiano, lengua recién nacida para ese momento y la más reciente de todas las lenguas romances: me refiero a las pequenas y dulces «Fioretti» de San Francisco. A partir de ese evento y de esa eclosión extraodinaria, surgieron, casi de inmediato, poetas como el Dante, Petrarca, Gaspara Stampa, Vittoria Colonna (sin olvidarnos de los sonetos de Miguel Angel) hasta llegar a esos maravillosos poetas como lo son Ungaretti, Montale, Quasimodo, Pavese o Antonia Pozzi. A esto habría que sumarle los grandes narradores en esa lengua como lo fueron en sus inicios, Boccacio, Maquiavelo, hasta llegar a los maravillosos Papini, Carducci, Deledda, Dario Fo, Pirandelo, Malaparte y otros tantos.

Aunque casi todos estos escritores en algún momento de su vida tuvieron que rebelarse contra los regimenes que los gobernaban, y en algunos casos provocaron las transiciones de sus sociedades hacia la luz, el caso de San Francisco es un hito incontrovertible dentro del fenómeno literario. En su revolución espiritual, Italia se encontraba en plena tensión y en guerras intestinas entre los nobles y los burgueses, entre los burgueses y los pobres, entre los pobres y los nobles. A su vez otros reinos de Europa mantenían entre sí guerras interminables, algunas incluso (o casi todas) promovidas por la Santa Madre Iglesia. Se estaban gestando y produciendo las grandes guerras religiosas y las cruzadas, siendo que todos los valores espirituales del hombre habían sido raptados y secuestrados por los poderes encarnados en los reinados y principados, utilizando estos mismos valores como estandartes para totalizar y ejercer el poder, dividiendo y destrozando el tejido de las sociedades a través de la instalación del odio, la exclusión y la intolerancia.

No es nuevo pues el sufrimiento de las sociedades por parte de regímenes que ellas mismas se han impuesto por la falta de conciencIa colectiva o por el olvido de ese procesos histórico por parte de las nuevas generaciones. Y para eso son precisamente los artistas y los escritores. Para registrar la tensión perpetua entre la luz la sombra, para armonizarla, matizarla y dejar la evidencia de lo que puede hacer el mal a fin de que las generaciones futuras nunca lo olviden.

Creo profundamente que la crisis que en estos momentos vivimos los venezolanos, nos debe transformar en el entendimiento de los valores más esenciales y poder así revocar nuestras circunstancias. Que esta generación de escritores que hoy estamos sentados aqui celebrando el día del escritor, somos privilegiados, pues nos toca y nos seguirá tocando por algún tiempo más, llevar la luz, promover la esperanza y mostrar los caminos de retorno al hombre en la mayor inocencia posible, que no es otra que la de la belleza.

Viendo en estos días un cuadro extraordinariamente conmovedor en donde se aprecia la entrada de San francisco descalzo y casi desnudo en la gran sala papal de Roma, contrastando con la magnificencia y riqueza del traje de Inocencio III y el lujo extremo y exuberante del salón, recordé el diálogo entre ellos, cuando el pobre de Asís, que se llamaba a sí mismo «EL juglar de Dios» le cantó a viva voz sus poemas y canciones, terminando con el cántico de las criaturas y las contundentes verdades del dulce Sermón de la montana mirándoles la cara a todos los cardenales del recinto. En ese justo momento, El Papa no pudo contenerse, se despojó del manto Papal del poder, de sus insignias, y bajando más de 150 escalones para descender hacia donde estaba el santo le respondió: «No es el poder ni la fuerza, ni la guerra quienes preservan al hombre. Esas son mas bien, las causas de su desánimo, de su pérdida de la fe, de la pérdida de la esperanza…hoy tú nos has recordado algo que estaba más atrás y previo al pecado original, que no es otra cosa que la inocencia original.»

Sigamos pues celebrando este día y todos los días encendiendo luces, labrando la esperanza, registrando esta oposición que hoy hacemos a los antivalores que nos gobiernan para que las generaciones futuras nunca olviden, y tengan la certeza que «toda la oscuridad en el mundo, no podrá jamás con la sola luz de una vela…»

Salud

Edgar Vidaurre*

27 de noviebre de 2016

*Poeta, ensayista, editor, Presidente del Círculo de Escritores de Venezuela

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Giovanni Bocaccio, por Heberto Gamero Contín

La FAEC enseña nuevos modos de vida a través de la literaturaHeberto Gamero Contín, el creador y presidente de laFundación Aprende a Escribir un Cuento y ganador del Concurso de cuentos El Nacional (2008) conLos zapatos de mi hermano. Desde 2009, la Fundación Aprende a Escribir un Cuento se dedica a dictar talleres en los que seofrecen técnicas narrativas a jóvenes con inquietudes literarias. La organización busca hacerseespacio en los lugares más pobres de Venezuela para llenarlos de historias y ganas de leer

ESCRITORES INMORTALES
Por Heberto Gamero Contín

Giovanni Boccaccio
Algo le faltaba al genio italiano Giovanni Boccaccio cuando comenzó a escribir, algo que no sabía cómo explicar, que le creaba dudas, que lo hacía sentir inseguro en las largas horas que pasaba frente a su escritorio de Florencia, pluma en mano, mirada ausente, tratando de definir qué era aquello en su escritura que le creaba cierta molestia o qué nueva e incomprensible forma de escribir tocaba a su puerta
sin interpretarla aún, sin percibir su color, su textura, el olor que despedía. Por el momento lo único que advertía es que no le causaba risa lo que dejaba sobre el papel, no había ironía ni ternura ni humanidad, por el contrario, cierta pesadumbre se asomaba a su ánimo cuando ponía fin a cualquiera de sus trabajos: era la primera señal. Influenciado, como la mayoría de los jóvenes más instruidos de la época, por Dante
Alighieri, que roían sobre el purgatorio, el paraíso y el infierno como si otros temas fuesen intrascendentes o no valieran la pena tratarlos, Boccaccio en cambio estaba más interesado en el aquí y en el ahora, en lo terrenal. Sin embargo los asuntos del más allá también lo inquietaban y la admiración que sentía por su predecesor quedó demostrada al escribir una biografía, la Vida de Dante, de gran relevancia, pero sin el éxito que esperaba. Podría pensarse que no llegó a interpretar a la Divina Comedia con todo su significado por estar inmerso en su propia comedia humana, la que, a la sazón,
vendría a abrir nuevos caminos en la literatura universal. Su permanente sonrisa no ocultaba un dejo de inquietud. Ese algo desconocido lo llamaba desde el centro de su corazón y sus esfuerzos por descubrirlo parecían perderse en un mar de hojas garabateadas que no terminaba de darle respuesta. Un buen día fijó su atención en el lenguaje utilizado hasta el momento. No se conocía otra forma, así se escribía, esa era la manera de decir las cosas sobre el papel, exaltando las creencias medievales, la
teología y lo divino; mientras Dante había concentrado su obra en los amores espirituales de Beatriz, por ejemplo, ya Boccaccio miraba con agrado el amor material de María. Seguramente fue un claro día de primavera, muy temprano, la llama de la vela ya innecesaria, la ventana abierta, el trino de un ave a lo lejos, un rayo de sol sobre el papel, cuando Boccaccio entendió con satisfecha alegría que era en el lenguaje, en el estilo recargado y arcaico, excesivamente florido, adornado, en el exagerado artificio
literario, donde radicaba toda aquella ansiedad. Su personalidad agradable y bonachona, sencilla, de un jovial humor que a todos contagiaba, contrariaba desde sus raíces toda aquella literatura rimbombante y llena de ornamentos que había conocido y practicado. Quiso estar a la par de sus contemporáneos, escribir como ellos, escarbar en una mina ya explotada que se presumía inacabable, un deseo que lo había convertido en uno más, una repetición de lo ya existente. La prosa docta y pomposa no era ya para el risueño Giovanni, se dijo un día con un grato placer no carente de temor tras la conclusión. Aún así, a gatas por ese camino de evolución literaria del que aún no decidía destetarse, escribió Filococo, novela romántica, larga y aburrida, sin encanto por su exagerada erudición. El escritor no lograba sacar de su pluma al verdadero Boccaccio, se perdía en pretenciosas frases que formaban laberintos interminables.
Citemos un ejemplo. Para describir el amor entre dos jóvenes, escribió: “Seres en la aurora de la vida, que han desplegado las velas en sus mentes vagarosas a las brisas que avientan los áureos abanicos plumíferos del joven hijo de Citerea”. No obstante Filococo fue un éxito, la gente recibió con agrado lo que posteriormente la crítica consideraría el primer intento de novela moderna en la humanidad. Su inquietud persistía aunque aún no era capaz de asirla con firmeza, se le resbalaba entre los dedos como un cuerpo aceitoso… Escribió La Tesaida, poema épico inspirado en La Eneida de Virgilio, con el mismo buen resultado pero una vez más sin esa originalidad que el escritor ansiaba y no se atrevía a exteriorizar… Ya no podía esperar. La inmortalidad lo llamaba. Pero no lo haría de un tirón, sin preparación alguna, lo haría lentamente; el verdadero Boccaccio llegaría a la orilla asegurándose antes de que su embarcación no haría aguas. Así escribió Filóstrato, donde Boccaccio se acerca un poco más a
ser él mismo, a dar rienda suelta a su imaginación, abordando más abiertamente los temas cotidianos, realistas, terrenales y las costumbres de la época. Sus dos personajes, Troilo y Crésida, ofrecen al mundo por vez primera dos formas de pensar diferentes, dos personalidades definidas y modernas, que alejan al escritor de toda aquella grandilocuencia y acercan al lector a personajes como ellos: humanos, creíbles.
Finalmente Giovanni Il Tranquillo parecía haberse encontrado a sí mismo; el filósofo de buen humor, el satírico guasón de permanente sonrisa, daba inicio a un nuevo género en las letras mundiales. Giovanni el poeta va dando paso al Giovanni humanista. Amorosa visión lo adentra un poco más en ese nuevo esquema del realismo y de lo cotidiano, de lo menos pomposo y más natural. Inspirado en un poema de
Dante, se aleja de lo abstracto para cimentarse en lo concreto: “El amor ya no es un pecado; es un gozo”.
Llegó la hora tan esperada. Pasadas todas las pruebas habidas y por haber, finalmente el genio italiano decide ser él mismo en su totalidad y escribe el Decamerón, su propio mundo, su obra maestra, donde los personajes abandonan el existencialismo, la espiritualidad y comienzan a divertirse como cualquier ser humano común y corriente lo haría, actúan con independencia y dicen lo que se les antoja en el lenguaje de todos los días, ven la vida de forma frívola y sincera, no pretenden ni les importa arreglar al
mundo sino vivir y disfrutar despojados de todo fanatismo medieval, cumplen con la máxima que pregonaba el autor: “Vivir y dejar vivir”. Con los cien jocosos cuentos de el Decamerón (diez personajes, diez cuentos cada uno en diez días alejados de la peste) Boccaccio se encontró a sí mismo, enseñó a reír a la gente, a afrontar su dolor pese a las adversidades, humanizó la literatura… ya nada le inquietaba. Todo debe de haber ocurrido un claro día de primavera, alrededor de 1350, muy temprano, la
llama de la vela ya innecesaria, la ventana abierta, el trino de un ave a lo lejos, un rayo de sol sobre el papel…

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Página – Pantalla

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Proyecto Página – Pantalla

Video recital de poesía

El sábado 19 de noviembre se estará realizando el video-recital de poesía del proyecto Página = Pantalla en la Librería Lugar Común de Altamira, en Caracas. El evento consistirá en la proyección de los videos del proyecto audiovisual de poesía, seguido de un recital de poesía de la mano de Virginia Riquelme, Erika Ordosgoitti, Andrea Paola Hernández, Graciela Yáñez Vicentini, y Francisco Catalano.

Página = Pantalla es un proyecto audiovisual producido por Francisco Catalano, con la colaboración de María Ruiz García, en donde se graba para cámara a 12 poetas reconocidos de la generación literaria más emergente de Venezuela. A los nombres dados encima se le suman el de Victor Manuel Pinto, Daniel Oliveros, César Panza, José Delpino, Jairo Rojas Rojas, Natasha Tiniacos y Jesús Montoya.

Este sábado los clips de video serán proyectados por primera vez antes de ser subidos al canal de youtube del proyecto. A continuación los poetas presentes en Caracas leerán poemas suyos y de los otros para los presentes en la librería. El proyecto es una búsqueda de difusión de poesía a través de medios no tradicionales, como el video, para acercar la producción local de poesía a un público más global a través de un medio masivo del siglo XXI como lo es la internet. 

Envía: Graciela Yañez Vicentini. Gracias

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Helena Sassone y la Extraña Sonoridad

 

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Helena Sassone y la Extraña Sonoridad

‘Extraña Sonoridad’ es un título que pre-dispone (en un sentido positivo, opuesto al que se asocia al pre-juzgar  a la reflexión. En parte, claro está , por el significado de las dos palabras, pero también porque no nos habla de un motivo o de una circunstancia, de un tema al que el poeta dedica su atención, sino de un modo , de una calidad, de una condición del poema mismo, del instrumento mismo con el que el poeta nos invita a ver, a entender o a sentir.
A reflexionar.

Y a escuchar. Se trata de ‘sonoridad’ – para entrar ya en el significado- y se trata de una sonoridad peculiar, una sonoridad extraña.
No sabremos, hasta que recorramos las páginas, si la extrañeza a que se refiere la poeta proviene del asombro o de un carácter no reconocido, no familiar. Podría que fuera de las dos cosas.

¿Y de qué sonoridad nos habla? La sonoridad del poema es una sonoridad interior, diferente a la de la música, que se expresa des-bordando el instrumento que la produce. No importa todavía cómo queramos responder, pero sí importa que el poeta haya colocado esa palabra, ese concepto de lo sonoro en el propio título del libro. Nos da a entender, antes de abrirlo, que podemos esperar que allí haya poesía ‘sonora’ , es decir perceptible y sensible, corpórea, material, y no solo intelectual.

Me he conducido pasando de uno a otro poema y deteniéndome en algún título o algún verso.

“Los signos del narrador se esfuman.”

Aquí he sentido confirmarse la presunción inicial de que la extrañeza de la poeta proviene de que la voz que deja oír  no es la voz habitual. Ya se refería ella antes a un «lenguaje desyoizado»  y podríamos pensar que nos hablaba de una idea cercana a la del  » yo es otro» de Rimbaud, central en la reflexión poética moderna, pero pienso que aquí el asunto poético es diferente, porque

“acuden raros presagios con su brillo
a perturbar los sueños
presiente que se equivocó de libro”

…Y nos deja allí, con el interrogante flotando frente a nosotros, como el rastro de un sueño que se nos escapa, sin darnos pista alguna de esos raros presagios que – justamente- perturban los sueños.

Luego nos dirá

“desde la cúspide del sueño os vi
llevar en vuestros picos temerarias
versos sublimes de rebeldes poetas”

y así seguirá , poema tras poema, como quien nos conduce de la mano paso a paso por una escalera que no sabemos si asciende o desciende, pero que – no hay duda- conduce a algún lugar que está más allá del libro y , también, más allá de lo conocido. Allí se descifrará tal vez- o se hará más misteriosa aún- la advertencia inicial sobre esa «extrañeza» que no sabemos si es la de lo insólito o la de lo ajeno.

Hay rellanos en la escalera, hay descansos en el sendero, lugares en que se mira hacia atrás, o hacia adentro.

“Más allá del palpitar de las iras
busco en la fuga incierta de la noche
un rostro de infante”

No puedo sino ver en el poemario entero, más que una colección de poemas de un período, un gran canto articulado, una suite orquestal compuesta por eslabones autónomos pero interdependientes, que recorren un teclado propio de la autora, un naipe de figuras que son las suyas, con las que se lee y nos lee
“oráculos de la mañana

traídos en los picos por esas

aves migratorias del amanecer”

que se decían “flechas/ aves”en un poema/ escalón previo, y que siguen volando página tras página a medida que la poeta nos hace volar con ella, en pos de un poema remoto que

“Se escribe a si mismo”

Éste podría ser el leimotiv general de la composición:

“poeta obsesionado con el signo
creaba con estilo intransferible
Un día escribió un verso sonoro
el mundo lo repitió conmovido”

Y sigue barajando la poeta, y surgen imágenes terribles

“Mi cabeza he visto recién cortada
adornando el centro de la mesa”

Hay que hacer aquí un respiro.
Hay que encontrar aliento, hay que entender que no se puede digerir todo de una vez.

Creo que es un libro de libros.

Más adelante aparecen – como arcanos mayores-  las figuras claves de los ‘antepasados’: Jorge Manrique, Lewis Carroll, Petrarca, Juana la Loca, Van Gogh , Gauguin…

Veo que el tapiz se teje con hilos continuos, que aparecen y desaparecen en el dibujo porque se introducen en el tejido para volver a salir pero que están allí todo el tiempo. La ira,el amor, los sueños, la esperanza recorrida, desmentida, retomada como un astro que cae

 “fruto gigante del árbol de los sueños
multiplicado en luces
se incendió a sus pies”

Seguiré leyendo ‘Extraña Sonoridad’ y no perderé ese placer, pre-sentido desde el título, de la reflexión hecha sonido secreto e íntimo que has decidido, afortunadamente para tus lectores, compartir con total intensidad apasionada.

Gracias Helena.

Pablo Brito

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Carmen Cristina Wolf: Poema a don Miguel de Cervantes

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NO TEMO AL DESPERTAR DEFINITIVO

A don Miguel de Cervantes, dedico

 

            Puesto ya el pie en el estribo

            con las ansias de la muerte,

            gran señor, esta te escribo.

                                      Miguel de Cervantes

 

 La mirada no quiso recorrerme

en el espejo, menos aún las manos

perdida ya su firmeza y tersura.

 

Veo los una vez amados muros

de la casa que antes me habitaba

no tan altos y fuertes como antaño.

 

Mis amigos mejores se alejaron

y quedo en compañía de los libros

             entre la tarde y el silencio.

 

Los padres, los abuelos se marcharon

a esa región inalcanzable

y sin alzar la voz llaman a veces.

 

Almas libres de su cárcel de huesos,

cansadas ya de tantas necedades

y tanto mal que en este mundo ronda.

 

Así me canso yo de la molienda;

no temo al despertar definitivo

al vivo encuentro con la hermana muerte.

*Epígrafe: Fragmento de Cervantes dedicado al Conde de Lemos

Poema publicado en la revista Crear en Salamanca

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POEMAS DE RAÚL HENAO, J. C. LÓPEZ PINTO, C. C. WOLF Y T. ACOSTA PÍRIZ. XIX ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

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La poética de la casa

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Por Carmen Cristina Wolf

Este texto forma parte del libro Vida y escritura, publicado en Amazon en 2014 por los editores Enrique Vélez Rosas y Sofía Greaves y con una nueva versión revisada para próxima publicación impresa.

Cuando me invade el temor, el desasosiego o la angustia ante la amenaza de los tiempos actuales, vuelvo a leer a Baudelaire, en su libro Los Paraísos Artificiales, quien describe la felicidad de Thomas de Quincey, resguardado en su habitación y leyendo a Kant, mientras afuera la nieve había decidido cubrir el mundo y pregunta: “Una agradable habitación, no hace más poético el invierno, ¿y no aumenta el invierno la poesía en la habitación?”.

En este país del trópico, donde la nieve nos ignora, me refiero a este tema por cuanto una tormenta de nieve puede equipararse a los peligros de la noche en nuestra ciudad de Caracas que, sobre todo cuando no hay luna, son aún mas feroces que las tormentas. A menos que estemos en casa. Es mejor quedarse en la habitación a resguardo de aquellos seres que han perdido la conciencia y no nos ven como sus hermanos.

El poeta Rilke, se siente sobrecogido en medio de la tormenta y escribe: “¿Sabes tú que en la ciudad me asustan esos huracanes nocturnos? Diríase que en su orgullo, los elementos ni siquiera nos ven”. Y en un poema, nos dice:

Por qué arrastrarme a esos torbellinos

de confusión y luces?

No quiero ya mirar vuestra locura.

Yo quiero, como un niño, enfermo y en su estancia,

solitario, secreta la sonrisa,

erigir día tras día ensueños suavemente”.

(De Primeras Poesías)

Bachelard, en su Poética del espacio, le otorga entidad a la casa, refiriéndose al “drama cósmico” que esta debe sobrellevar, personificada en un cuerpo que siente y sufre. Él prepara el momento de la tempestad recreando la inmensidad del silencio: “Nada sugiere, como el silencio, el sentimiento de los espacios ilimitados (…). Los ríos colorean su extensión y le dan una especie de cuerpo sonoro (…) es la sensación de lo vasto, de lo profundo, de lo ilimitado, que se apodera de nosotros en el silencio. Me invadió, y fui, durante unos minutos confundido con la paz nocturna. La paz tenía un cuerpo. Prendido en la noche. Hecho de la noche. Un cuerpo real. Un cuerpo inmóvil. Luego viene la angustia cósmica que preludia la tempestad. Se abren las gargantas del viento”.

Las fuerzas del cielo se desatan y somos como las ramas indefensas de un gran árbol. Ah, pero la casa nos protege, nos guarda, la habitación nos arropa y nos abraza para que nada malo nos suceda. La casa adquiere la realidad de un ser amable y protector.

La casa, sea humilde o lujosa, es una de las cosas preciadas que tenemos. Así sea una habitación, nuestra habitación, ella es la madre que nos arropa en la oscuridad amenazante.

Cuánto debo agradecer a mis abuelos y a mis padres el haberme proporcionado una casa. Recuerdo con veneración la casa de los abuelos Benito y Zoilita, acogedora, con sus cómodas poltronas, los libros, la máquina de coser, el viejo radio Singer, la hamaca… Sobre todo, el patio, con su árbol de mango, que nos parecía tan grande. Una casa con techo a dos aguas, de tejas verdaderas, de ventanas sin rejas. En lugar de muro, un seto de arbustos. Porque no había nada que temer.

&   &   &   &   &

Hoy recuerdo la casa del abuelo, con su serena sabiduría, siempre enseñándonos gramática y literatura. Mamaíta, con sus consejos sobre cómo llevar un hogar y sus meriendas tan deliciosas…

Cada vez que paso por la quinta Alma, en Las Mercedes, en Caracas, que todavía conserva algo de la magia y la elegancia que una vez tuvo, no puedo menos que dar gracias a ellos y a Dios, porque allí viví los mejores días de mi vida. Cuando tiempos lejanos me llevan a Lobaterra, la casa colonial del abuelo Federico en San Esteban, vienen a mi memoria los juegos en el río, el croar de las ranitas, los enormes árboles de caimito, el miedo a los fantasmas que rondan los viejos muros. El susurro del viento entre las ramas…

Amo mi casa, con su ausencia de pretensiones y sobre todo mi habitación, testigo de tanto escribir poemas y notas sin importancia. Y tengo presente a Virginia Woolf, para quien la felicidad y realización de una mujer escritora consistía en disponer de treinta libras al año y una habitación propia. Es bastante.

En Santiago de León de Caracas

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Carmen Cristina Wolf: El mundo de la palabra

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El Mundo de la Palabra

Por Alejo Urdaneta Fuenmayor

La prolífica muestra literaria que nos presenta la poeta Carmen Cristina Wolf, nos exigiría hacer una apreciación en detalle de los ensayos que componen su obra Vida y escritura. En el libro que nos ofrece se perciben las emociones que la lectura de las obras reseñadas ha dejado en ella, lo que hace del conjunto algo más que un análisis crítico de cada obra y nos lleva a aproximarnos a la sensibilidad de la autora.

Se trata en verdad de una recopilación selectiva de autores y sus obras. Poetas, ensayistas, narradores pasan por el tamiz de la percepción de Carmen Cristina Wolf, para dejarnos ver un gran mural de creatividad literaria. Se nos muestra la visión espinozista de Elizabeth Schön, junto al silencio fecundo de Rafael Cadenas y nos incita a la evocación de Sor Juana Inés de La Cruz, cuando nos recuerda que callamos no porque no tengamos nada que decir, sino porque no sabemos decir todo lo que necesitamos expresar. Y esa es una misión de la poesía: mediante el ritmo natural del universo, el poeta funge de mago para darle al sonido de la palabra un orden verbal, en sucesión de golpes y pausas dirigidas a un significado. Y ya con eso el poeta nos ha dicho su creación mítica de encantamiento.

Cada arte cuenta con su crítico: el actor lo es del drama y muestra la obra del poeta en su método propio. Su gesto y su voz son la revelación de la pieza dramática. Si Carmen Cristina se nos hubiera presentado como crítica literaria en esta selección afortunada, sería intérprete y hubiese tratado de revelar el enigma de cada poema, de cada narración y hasta de los claros ensayos. En tal caso, intensificando su apreciación en entrega personal, pudiera haber calado en la personalidad artística de los escritores que nos presenta en esta obra. No ha sido ese el propósito de nuestra autora. La visión que da a sus ensayos es la de una poeta, no la del crítico que analiza una obra mediante la visión de conjunto resultante de los fragmentos en que la ha descompuesto para analizarla.

¿Puede llegarse al fondo de una obra de arte? Escuchamos a Rubinstein tocando la Sonata Hammerklavier de Beethoven y advertimos que nos ofrece en su ejecución parte importante de mismo, al mismo tiempo que devela el sentido de lo que el espíritu del músico quiso expresar. Asimismo, Hamlet no existe en la realidad; hay tantos como pasiones y melancolías.

En esta pléyade de artistas que nos trae Carmen Cristina como cálido homenaje, todos merecen un estudio detallado que haría este prefacio interminable. Venezolanos insignes como Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Luz Machado, Eduardo Casanova o Armando Rojas Guardia, entre muchos escritores, junto a otros de nacionalidades diversas, bastarían para justificar un análisis de la obra de la totalidad de los creadores literarios presentados en el ensayo, que han dejado en la comentarista y poeta huellas espirituales trasladadas a este ensayo de original factura, mezcla de reflexión y sentimiento, rumores de lluvia, el misterio del amor como sentido de la vida misma.

Es esa la razón por la cual he detenido mi comentario en dos de los artistas, escritoras universales que ya han muerto y han dejado una obra reconocida, ambas amadas por nuestra autora. La muerte iguala a los hombres, pero en el arte va poniendo señales al porvenir para destacar las luces que más brillan en el firmamento. El crítico intérprete nos mostrará esta vez la creación artística en alguna nueva relación con nuestra época. La obra de arte es una cosa viva, y, diría más: la única cosa viva. A medida que avance lo que erróneamente llamamos civilización, pues ella representa la abolición de los mitos para organizar la vida humana en función de orden, a veces contra la libertad; a medida que progrese el hombre en prosperidad, los espíritus críticos velarán menos el sueño de la vida real para fijar su observación en el arte, porque solo por su mediación podemos aproximarnos a la perfección que nunca se alcanza. El arte nos preserva de la caducidad de la existencia real, limitada en sus energías porque también es limitado el contenido de sus ofrecimientos.

La Plenitud

María Zambrano es el pedestal donde Carmen Cristina Wolf ha colocado su vocación de poeta y pensadora. Porque para la artista malagueña la utopía y la belleza son la misma cosa y se asemeja a la espada de un ángel que nos conduce hacia lo que sabemos imposible.

Desde Platón se planteó el combate entre la filosofía y la poesía, expresiones únicas del ser humano, y de la lucha resultó la condenación de la poesía. Sin embargo, el tiempo ha mostrado el parentesco de las dos formas de expresar la realidad humana. El filósofo aspira a la totalidad, lo quiere TODO; el poeta no teme a la nada y quiere también el todo, pero uno desde el cual posea cada cosa, para nombrarlas todas y ponerles rostro y darles la realidad verdadera, no conceptual, la realidad radical de que hablaba Ortega y Gasset.

Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que solo brota desde un aislamiento afectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas. El escritor sale de su soledad a comunicar el secreto. Luego ya no es el secreto mismo conocido por él lo que colma, puesto que necesita comunicarle. ¿Será esta comunicación? Si es ella, el acto de escribir es solo medio, y lo escrito, el instrumento forjado. Pero caracteriza el instrumento el que se forja en vista de algo y este algo es lo que le presta su nobleza y esplendor.

En un comentario acerca de un maravilloso texto de Carmen Cristina Wolf, dedicado al poeta Rafael Cadenas, dije que este en su poesía da vida a las cosas, al modo de las pinturas de Rembrandt, en las que un humilde lienzo blanco o gris, un utensilio de pobreza de menaje del hogar más humilde, se ve envuelto en una atmósfera lumínica y radiante, que otros pintores vierten solo en torno a las cabezas coronadas de los santos. Carmen Cristina ha seguido la intuición del poeta Cadenas, que es la misma que preside la obra de María Zambrano, y ha santificado las cosas. Cada una de ellas esconde sus tesoros interiores y es menester exaltarlas para que desnuden su belleza.

Su otra Luz

Nos dice Carmen Cristina, cuando revive en nosotros el interés por Emily Dickinson, que Jorge Luis Borges escribió: No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y más solitaria que la de esa mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo… publicar no era, para ella, parte esencial del destino de un escritor. Después de su muerte, que acaeció en 1886, encontraron en sus cajones más de mil piezas manuscritas… No es cotidiano el hecho de un poeta traducido por otro poeta… la cadencia, la entonación, la pudorosa complejidad de Emily Dickinson aguardan al lector de estas páginas, en una suerte de venturosa transmigración”.

Algo en un día de verano

una profundidad –un azul–

un perfume

trasciende éxtasis.

(…)

¡Es tanta la alegría!

Si tuviera que desfallecer ¡Qué pobreza!”

La naturaleza era para Emily Dickinson un ente de razón tan abstracto como Dios, o como el amor. El humor que la acerca a nuestro tiempo impregna sus versos y ella lo hace con una fina ironía, desprendida de misma en forma natural y sin agravio. En la poeta se expresa también el filósofo que aspira a la totalidad. La mística de lo doméstico se observa en cada frase: una brizna de hierba, un grillo, el colibrí en movimiento son suficientes para formar el cuerpo sólido de su poesía. Y es que la poeta describía en términos sencillos la casa que desea ser cantadala poesíapara aproximarse a la casa encantada de la naturaleza:

“Tráeme el ocaso en una copa,

cuenta las jarras de mañana

y di cuántos rocíos,

dime qué lejos salta la mañana.

A qué hora duerme el tejedor

¡y quién hila la anchura del azul!”

Y como reafirmación de lo dicho, nos proclama Carmen Cristina Wolf, nuestra bella autora:

El poema es sufrimiento o alegría sin trampas de lenguaje, se dice a mismo como una palabra quelleva una espadaypuede atravesar a un hombre. El poema deja sentir el rapto de la pasión,como los hombres ciegos conocen el sol. E. D. agoniza de sed, y sabe que corren arroyos por las praderas, pero esa no es su agua y la deja correr. Ella quiere la suya, no otra.

Con estas palabras nos invita Carmen Cristina Wolf a entrar en su propio bosque poético, que es como el otro bosque, el que recorren sus comentados durante la noche ceremonial de la poesía.

Autor del ensayo: Alejo Urdaneta Fuenmayor, narrador, ensayista y poeta venezolano.

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El culto al cuerpo en la sociedad actual

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El culto al cuerpo en la sociedad actual

Por Ernesto Marrero Ramírez

Quisiera comenzar este artículo con una de las enseñanzas que Buda le daba a sus discípulos en relación a la contemplación del cuerpo, por eso cito del Satipatthana Sutta la sección correspondiente a la reflexión sobre la repugnancia del cuerpo:

Asimismo, monjes, un monje reflexiona sobre su propio cuerpo, envuelto en la piel y lleno de impurezas, de la planta de los pies hacia arriba y de la coronilla hacia abajo, y piensa así: «Hay en este cuerpo: pelos en la cabeza, vello en el cuerpo, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, tuétanos, riñones, corazón, hígado, pleura, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, estómago, heces, bilis, flemas, pus, sangre, sudor, grasa sólida, lágrimas, grasas líquidas, saliva, mocos, fluido sinovial, orina.»

Es como tener un saco de provisiones, de aquellos con dos aberturas, lleno de diversas clases de grano, tales como: arroz de montaña, arroz corriente, alubias, guisantes, sésamo, arroz perlado, y un hombre que tiene buenos ojos lo abre, lo examina y dice: «Esto es arroz de montaña, esto arroz corriente, esto son alubias, esto son guisantes, esto es sésamo, esto es arroz perlado.» De la misma manera, un monje reflexiona sobre su propio cuerpo de las plantas de los pies hacia arriba y de la coronilla hacia abajo, envuelto en la piel y lleno de impurezas. «En este cuerpo hay pelo en la cabeza, vello en el cuerpo, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, tuétanos, riñones, corazón, hígado, pleura, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, estómago, heces, bilis, flemas, pus, sangre, sudor, grasa sólida, lágrimas, grasas líquidas, saliva, mocos, fluido sinovial, orina.

Así vive contemplando el cuerpo en el cuerpo…”

He traído esta enseñanza budista con la intención de confrontarlo con la necesidad, que existe en la sociedad contemporánea, de rendirle culto al cuerpo. Un espacio donde el narcisismo, el individualismo, la competitividad y el afán de la perpetuidad de la vida, han tomado la batuta.

En la actualidad se puede percibir ese vehemente deseo de encontrar «el elixir de la eterna juventud», algo que en la antigüedad intentaron fabricar tantos alquimistas; esa sed de embellecer nuestro físico, y combatir así el flagelo de la vejez que a su vez anuncia la cercanía de la muerte. El Dalai Lama comenta una de sus experiencias, en occidente, al respecto de la dificultad de tantas personas en aceptar la vejez:

 […] En ocasiones, cuando me reúno con amigos de toda la vida ?como ciertos cenadores de países como los Estados Unidos?, les saludo con las palabras «viejo amigo», lo cual significa que nos hemos conocido durante mucho tiempo, no necesariamente que seamos ancianos. Pero cuando pronuncio esas palabras, siempre hay algunos de ellos que me corrigen enérgicamente: « ¡No somos viejos! Somos amigos desde hace mucho tiempo». En realidad ellos sí que lo son ?tienen pelos en las orejas, señal de ancianidad?, pero se sienten incómodos por el hecho de serlo. Eso es absurdo. 

Tratamos de alargar la juventud e invertimos grandes cantidades de dinero en medicamentos, dietas, centros de belleza y en cirugías estéticas que nos ayuden a mejorar nuestra imagen corporal. Aunque puede haber muchos casos en que se justifique en este tipo de operaciones, sobre todo para corregir malformaciones congénitas o víctimas de accidentes, otros, por su parte, viven visitando los quirófanos con un problema de tipo psicológico que busca compensar el vacío existencial que manifiesta su espíritu, anhelando un sentido vital que les pueda brindar peso y profundidad a su paso por este mundo temporal.

La belleza física viene acompañada de un componente cultural muy significativo, y puede variar según la moda, la época y la región. Así se puede comprobar como las mujeres de diferentes tribus y países practicaban diversas tradiciones para verse más atractivas. Por ejemplo La tribu Mursi en Etiopía posee la tradición de insertar platos de barro en el lóbulo de sus orejas y en los labios. Los Botocudos (del portugués botoque, que significa tapón, disco, plato), eran una tribu que vivía en las selvas amazónicas y tenían la costumbre tradicional de insertarse tapones o discos de madera en los lóbulos de las orejas y en los labios, que a veces alcanzaban los diez centímetros de diámetro.

Las Kayan, también llamadas cuellos de jirafa, son mujeres que pertenecen a la tribu o grupo étnico Karen, de Birmania, y tienen la tradición de colocarse collares de latón en el cuello con forma de anillos para alargárselo, para ellas esto es sinónimo de belleza y comienzan a utilizarlos desde los cinco años.

En la China, muchas mujeres practicaron la reducción del tamaño del pie, hasta mediados del siglo XX, como un símbolo de feminidad. Su tamaño podía disminuir hasta un tercio de su tamaño normal, mediante el uso de vendas iban atrofiando el desarrollo de la extremidad hasta que quedaran muy pequeñas. Si un hombre llegaba a conseguir una pareja de pies reducidos para contraer matrimonio, gozaba de un enorme incentivo erótico ya que poseía una mujer mucho más atractiva que las demás.

Así como los ejemplos citados anteriormente, se pudieran mencionar muchos más, donde diferentes tipos de pueblos interpretaban un significado distinto al atractivo corporal. Pero como vemos, este tipo de apreciaciones o cualidades van de la mano con la época que se vive y con la interpretación cultural de la belleza de dicho momento.

Es cierto que el cuerpo es necesario mantenerlo en buenas condiciones físicas: alimentación, higiene, ejercicios, relajación y salud en general; pero el culto al cuerpo, el poseerlo como un centro de veneración, puede convertirse en algo patógeno que terminará por manifestarse en depresiones y angustias ante el deterioro irreversible que la vejez producirá en él. Además este tipo de fijaciones producen que orientemos nuestra existencia hacia factores superficiales que jamás podrán sustituir al universo de posibilidades que habita dentro de nosotros. Vivimos tratando de parecer y no de ser, la autenticidad surge sólo excepcionalmente y nos abocamos a copiar esquemas externos en vez de voltear la mirada hacia nuestro potencial interior que está a la espera de ser descubierto. Martín Heidegger decía que el hombre vive en un «estado de interpretado», copiando esquemas sociales o modas y manejado por medios comunicacionales o entes de poder. Vivir como parte de una masa adormecida, perder la posibilidad de conocernos y realizar un aporte trascendente en nuestro tiempo histórico, darle mayor énfasis a la estética que al aspecto ético, son condiciones que parecen multiplicarse cada vez más en nuestra sociedad.

El complejo de Adonis, o mejor conocido como la «vigorexia», es un flagelo que actualmente está profundizándose en nuestras sociedades occidentales causando que las personas estén cada vez más inconformes con su estética personal y sigan exigiendo mayor perfección. La vigorexia puede definirse como un tipo de trastorno psicológico caracterizado por la presencia de una preocupación obsesiva por el cuerpo físico, es la obsesión por alcanzar un cuerpo perfecto, musculoso y escultural.

Esta loca obsesión parece que se ha convertido en un tipo de epidemia social, de constantes transformaciones y una creciente demanda de técnicas y procesos con fines estéticos enfocados en una ilusoria búsqueda de la perfección física. En este afán de adaptarse a las modas, y a las exigencias del mercado publicitario, en cuanto a la imagen óptima corporal, una gran cantidad de personas han llegado a la anorexia y la bulimia y otros, decepcionados por su aspecto físico, se han refugiado en mundo de las drogas y el alcohol.

El hombre de nuestras sociedades vive aletargado y desconectado de su mundo interior. Se sumerge en la carrera desenfrenada de la cotidianidad donde se enfoca en cumplir con lo urgente pero no con lo importante, y pierde así la oportunidad de encontrarle un sentido profundo a su existencia. Esta situación le produce un vacío existencial y un miedo a enfrentar la finitud de su corporalidad que lo desvía hacia los placeres superficiales, la búsqueda de la belleza física, la acumulación de riquezas y la adquisición casi frenética de novedades tecnológicas.

A veces deberíamos preguntarnos qué es más importante en esta existencia temporal, si la cantidad de vida o la calidad de vida. Resulta interesante mencionar algunos personajes, aunque sea al azar, que murieron jóvenes pero que su paso por este mundo resultó sumamente fértil y marcaron huellas que muchos han podido transitar para aclara su camino:

 San Pancracio, 14 años

Juana de Arco, 19 años
John Keats, 25 años

Masaccio, 27 años

Julián del Casal, 30 años

Santa Rosa de Lima, 31 años

Alejandro Magno, 33 años

Mozart, 35 años

San Antonio de Padua, 35 años

Martin Luther King, 39 años

Blaise Pascal, 39 años

Franz Kafka, 42 años

Kierkegaard, 42 años

San Francisco de Asís, 44 años

Estos son sólo algunos ejemplos de individuos que vinieron a iluminar este mundo y dejar su legado, para que otros puedan abrirse paso dentro de la maleza de la vida y escalar, aunque sea unos peldaños, a la cima del conocimiento o de la fe. Como modelo magistral de una existencia entregada a la humanidad tenemos a Jesús de Nazaret que con tan solo 33 años partió la historia en dos: a.C. y d.C.

¿Por qué tanto afán en la permanencia si sabemos que la vida es finita y transitoria? Tal vez si aceptáramos que nuestro paso por este mundo es temporal y que en algún momento tendremos que partir, ¿no pudiéramos hacer nuestro limitado tiempo más fructífero y menos egoísta?, ¿no trataríamos de buscar un sentido más profundo de nuestra existencia que el mero hecho de satisfacer deseos tras deseos?, ¿no nos evitaríamos muchos pesares si tomáramos a la muerte como un hecho natural, en vez de evadirla?

No sería mejor pensar como el Mahatma Gandhi que dijo en una ocasión: Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre.

Con mucha claridad lo indicó el filósofo y escritor Michel de Montaigne cuando expresó:

Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormentas de pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué desesperación! […]

No es en el cuerpo temporal sino en el espíritu eterno donde habita la belleza del individuo, tampoco es en la esbeltez corporal sino en la profundidad moral e intelectual que pueda desarrollarse en la vida. No es en el egoísmo de verse constantemente al espejo, al estilo de la bruja de Blanca Nieves, y preguntarle quién es el más hermoso, es en el desarrollo de nuestra autenticidad, la ampliación de nuestra capacidad intelectual, la filantropía de los objetivos de vida y en el servicio a la humanidad donde radica la trascendencia, la libertad y el verdadero sentido de nuestra existencia.


Ernesto Marrero Ramírez. Narrador, poeta y ensayista. Miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela

Blog: vivirytrascender.blogspot.com/2012/03/el-culto-al-cuerpo-en-la-sociedad.html

Blog: ernestomarreroramirez.blogspot.com

ernestomarreroramirez@yahoo.es

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Georgina Ramírez, selección de poemas

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Selección de poemas de Georgina Ramírez

Del libro  Daño oculto, publicado en el 2015 por ot editores, caracas venezuela:

MANTIS

Se abre la pierna para fracturar el mundo

Y la boca

que en vano intenta desviarse

se enreda

Un caudal en ráfaga

hace estragos

los olores arañan

la lengua devora todo resto

cae rendida ante el follaje

perece

Hay presas que merecen ser mordidas

& & & & &

EL ÚLTIMO ALFABETO

Te aprendí

en todos los idiomas

hasta el peso exacto de tu cuerpo

tu mirada

tus caminos

Estabas

entre mis manos

y no pude percibirte

sostuve mi puño

para no perderte

sólo la nada

me pertenece

& & & & &

INTEMPERIE

Él le regala su último adiós

La despide con la mirada envejecida

como quien ha visto tanto amanecer a su lado

que conoce todas las noches de su cuerpo

Ella le sujeta el alma

la anuda con palabras que ya no dicen

que son sólo errancia

Promete otra noche

una última noche estragada que no sepa de mañanas

que estalle en el temblor de las carnes

Hay recuerdos que no saben despedirse

& & & & &

ORÁCULO

Tengo tanta infancia blindada

me veo caer

y me aferro

¿Dónde los rostros que te reflejan

extraviados en lágrimas

que entran por mi ventana

y se revelan

en las letras

de un poema inconcluso?

En cada esquina de esta casa

está tu sombra

salpicada de noche

amaneciendo

Padre

no apagues la luz

& & & & &

EN EL SEMÁFORO

Ellos te miran

esconden sus miedos

lavados al sol

la armadura de cristal

separa su hambre

de tu duda

Inevitable la luz verde

& & & & &

Del libro Lo que calla la noche, publicado por ediciones del movimiento, maracaibo Venezuela:

Era imposible salir ilesa

de toda la oscuridad

que eres

——

Si al menos un árbol

revelara

todo lo que calla la noche

——

El ángel pidió

un sacrificio de amor

lo llevé a mi infierno

lo hice arder

Un pájaro intenta

el escampado en mi ventana

no sabe del diluvio dentro

del libro artesanal

PIEL DE DURAZNO

¿Cómo apagar el fuego que dentro quema?

si ni siquiera la piel

disuelta

intenta calmar el volcán

que detonó el encuentro

aún en solitario

sigue encendido el refugio

donde antes tú.

——

Hay una filtración

en mi cama

no hay materia que resista

tanta humedad

humedad si te nostalgio

humedad si te deseo

No fue posible

dos idiomas más disímiles

en este adiós.

Nota biográfica de Georgina Ramírez

Georgina Ramírez, Caracas Venezuela, 1972

Licenciada en Trabajo Social especialista en Dinámica de grupo

Creadora y directora de la A.C. LA PARADA POÉTICA

Sus poemas han sido publicados en las antologías poéticas: El Ojo Errante (Venezuela); La Mujer Rota (México); La voz de la ciudad (Venezuela); Miradas y palabras sobre Caracas, para bien o para mal (Venezuela); Arte Poética (Argentina); 102 Poetas Jamming (Venezuela)

Autora de:

Piel de Durazno (plaquete de poesía) Taller Editorial El pez soluble

Lo que calla la noche, Ediciones del movimiento

Daño oculto, Oscar Todtmann editores

Administradora de los blogs: poesía-en-georgia.blogspot.com y laparadapoetica.blogspot.com

Twiter: @georgiatwitea y @laparadapoetica

Instagram: @georginaramirezavile y @laparadapoetica

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Rafael Cadenas: Honestidad del lenguaje

Cadenas en OripotoPor Carmen Cristina Wolf

Este ensayo pertenece a la primera edición del  libro Vida y escritura, publicado en Amazon en el 2014.

RAFAEL CADENAS: HONESTIDAD DEL LENGUAJE

La poesía pertenece a lo más íntimo, lo más sagrado, lo más tembloroso del hombre; no es asunto de frases bonitas (algunas veces es todo lo contrario)”.

Rafael Cadenas, entrevista publicada en El Nacional en 1966

Hace algunos años tuve la fortuna de asistir a un recital de los poetas Rafael Cadenas y Eugenio Montejo. Fueron momentos inolvidables cobijados por la hondura de los versos de estos dos escritores venezolanos. Cadenas es poeta, ensayista, traductor y profesor de literatura. Es una voz poética lúcida, penetrante, que obedece a una visión del mundo fruto de un pensamiento profundo y de alcance universal. 

Entre sus obras se encuentran: Cantos iniciales (1946), Una isla (1958), Los Cuadernos del destierro (1960), Derrota (1963), Falsas maniobras (1966), Anotaciones (1973), Intemperie (1977), Memorial (1977), Amante (1983), Dichos (1992), Gestiones (1992). Se han publicado varias Antologías de su obra y el Fondo de Cultura Económica publicó su Obra entera. Sus ensayos son referencia indispensable del pensamiento contemporáneo. Sus libros En torno al lenguaje y los Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística son objeto de estudios e investigaciones. Recibió el Premio Nacional de Literatura, el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde, la Beca Guggenheim y Doctorados Honoris Causa de las Universidades Central de Venezuela y Los Andes. Recientemente ha recibido el Premio de la Feria Internacional del Libro otorgado en Guadalajara.

Estas líneas que ofrezco a continuación son apenas unas notas, una reflexión muy personal en torno a la visión poética que se revela en la obra del venezolano Rafael Cadenas. Acercarme a desentrañar algunos rasgos en su poesía es un ejercicio que emprendo con timidez, porque es asomarse a su alma. La lectura de sus poemas, escritos y entrevistas es un solaz para el espíritu. Comienzo haciendo mías estas palabras escritas a Rilke por Lou Andreas-Salomé en 1914:() empecé a vivir con el poema mismo, pues en los primeros momentos su sentido objetivo me subyugó demasiado como para poder hacerlo. Y ahora lo leo, o mejor, no paro de recitármelo a misma. Hay en él como un reino recientemente conquistado, todavía no se distinguen bien sus fronteras, se extiende más allá del espacio que se puede recorrer en él; se lo adivina más amplio ()”. (Correspondencia, Hesperus 1989).

Así suele suceder con los poemas de Cadenas: pueden algunos de ellos ser como una pluma de ave que penetra sin ruido en mi ventana, otros rasgan silencios a tambor batiente, mas cada uno conduce a un reino de significaciones y cuando creo haber agotado su sentido surge otro y otro; es una poesía que mueve los cimientos de lo habitual y nos lanza hacia las profundidades del misterio que somos.

Cadenas 2009  II

El Personaje

A pie descalzo y con un candil en la noche suelo leer a los poetas cuyos versos dejaron de pertenecerles para volverse míos. Cadenas, a quien no parece gustarle mucho que le llamen poeta, estará acostumbrado a serelucidado, disecado, menguado, enriquecido, exaltado y maltratado, haciendo valer las palabras que escribe Paul Valéry sobre mismo en el Prólogo al Cementerio Marino. Por esta razón no quiero hablar de ese hombre pausado, de caminar distraído, a quien podemos encontrar en las Librerías El Buscón, Kalathos, Alejandría o Lugar Común. No me atrevería siquiera a asomar algún sesgo de su forma de ser, él que se confiesa aprendiz, siempre joven ante el hallazgo que es la misma vida. Dejo constancia de que a veces saluda con una secreta alegría y en ocasiones parece que mira pero no nos está viendo y hace un esfuerzo para saludar, como si no estuviera allí. Otro día vuelvo a encontrarle sentado en un quicio a la espera de que abran las puertas de algún teatro y nuevamente sonríe enigmático, juvenil, y sus ojos café se vuelven claros como el color de su portafolio de cuero. Me recuerda unas líneas que leí siendo muy joven:

() él había pensado más que otros hombres, poseía en asuntos del espíritu aquella serena objetividad () y sabiduría que solo tienen las personas verdaderamente espirituales a las que falta toda ambición y nunca desean brillar, ni convencer a los demás, ni siquiera tener razón ()”. (El Lobo Estepario, Hermann Hesse). Me atrevo a agregar que Rafael Cadenas es un personaje distinto para cada uno de los seres humanos que le conoce y permanece siempre a contraluz, en los linderos del misterio, transformado día a día en la medida en que crece su obra. Su lenguaje se enriquece y se amplía la comprensión amorosa hacia el ser humano. Es lo que percibo en su poesía y siento que ninguno de sus poemas es prescindible, cosa poco frecuente en la obra de la mayoría de los escritores.

Su estar en el mundo inspira una gran paz, aunque a veces hay que sobreponerse a esos silencios suyos tan férreos y armarse de valor para osar romperlos. Él es apenas un postigo entreabierto, nada más un vértigo hondo de presencia, tan dado a marcharse y regresar intacto más cercano cuanto más distante. Atravieso las páginas de sus libros y me dejo caer al vacío, al fin y al cabo florecemos / en un abismo”.

Y en lugar de elucubrar o suponer, prefiero atenerme a sus propias palabras, tomadas del libro Entrevistas (Ediciones La Oruga Luminosa, 2000) y de recortes de prensa. En Últimas Noticias el 26/06/02, a la pregunta ¿Cuál es su forma expresiva?, él responde: Escribo poemas en prosa. Acerca de sus influencias, dice: Durante un largo período la influencia principal fue de poetas franceses como Michaux, Rimbaud, Char. Después volví a la forma del verso libre”. ()De la India más que su literatura me ha interesado su filosofía clásica, el pensamiento que parte de los Upanishads. También me atrevo a adivinar en su obra la lectura atenta de Lao Tsé, Chuang Tzu, Li Po, Rilke, Whitman, Lawrence…

Ante la interrogante sobre si la poesía debe tener un mensaje ideológico o religioso, Cadenas responde:No. Lo que pasa es que lo que el poeta piensa se trasluce en lo que escribe. Si uno piensa en grande. Figuras como Dante, uno sabe que detrás de su poesía había un pensamiento filosófico, el de Tomás de Aquino. En el caso de Shakespeare se ha señalado sobre todo la influencia de los estoicos, especialmente de Séneca () Hay un vínculo entre filosofía y poesía aunque no se deben confundir ().

En el libro Conversaciones, traducción realizada por Cadenas a una selección de notas de Walt Whitman (Ediciones Monte Ávila Editores Latinoamericana 1994), se lee este fragmento de Whitman: Bueno, está muy bien la cadencia, bastante bien; pero hay algo anterior, más imperativo. Lo primero que se necesita es el pensamiento () Soy muy reflexivo, me tomo mucho trabajo con las palabras () lo que persigo es el contenido, no la música de las palabras”. Encuentro en la poesía de Rafael Cadenas una tendencia carcana. No se pueden leer sus versos de una sola vez, cada cuatro o cinco palabras conviene detenerse y buscar su resonancia dentro de nosotros.

Desde una Isla a un Destinatario Desconocido

En el poemario Una isla, el joven Cadenas escribe en 1960:

Si el poema no nace, pero es real en tu vida,

eres su encarnación.

Habitas en su sombra inconquistable.

Te acompaña

diamante incumplido”.

Una existencia vivida con autenticidad puede ser tan o más poética que el poema mismo. Una isla se forja desde esta reflexión sin ser una escritura de tinte filosófico, porque emerge en la matriz luminosa del mar y ese esplendor acompaña casi todos sus poemas. Plantea la paradoja de la realidad y el lenguaje que la nombra, hasta el punto de considerar la existencia del hombre como unasombra inconquistablede lo real, que es el poema. Lo cual nos pone ante los ojos el antiguo interrogante de si la palabra crea las cosas o estas surgen antes que el lenguaje. ¿O son inseparables la realidad y la palabra? A veces me atrevo a pensar que la esencia es la palabra y el origen de todo es el lenguaje. Me reconozco cautiva de los primeros versículos de Juan evangelista:En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio en Dios”. (Juan, 1,1-2). Lo visible no es sino una sombra de aquello que ES, el poema supremo de mismo.

Cuando se vive en una isla arrojado al desarraigo se está uno sometido a la caricia o a la garra de luces y sombras, doble visión que viene de lo alto y se refleja en las aguas. Por eso la luz entra a raudales en este poemario:

Muelle de enormes llamas / Navíos que viajan al sol / () Ciudad de corazón de árbol / () La luz golpea mendigos ()”.

Y la significación polifónica de los versos abarca el lugar donde se refugia un personaje femenino:

entras en la luz ()

comienzas a recorrer el tiempo como un licor ()

tu cuerpo es un arrogante / palacio / donde vive / el / temblor”.

El amor transforma el exilio en libertad, porque cuando somos libres y estamos bien, poco nos damos cuenta de ello y se nos pasa la vida sin pena ni gloria, aferrados a la rueca de los hábitos que nos convierten en máscaras de mueca inmóvil:

El amor nos transformael pobre carcelero se creía libre porque cerraba la reja, pero a través de ti yo era innumerable.

() El amado pronuncia el encantamiento que cubre una zozobra”.

Mas el poeta advierte que nada ni nadie en este mundo es para siempre y hay que partir de todo en cada instante:

No hay luz que nos enlace

() nuestras fiestas convertidas en fogatas / que avientan su ilusorio mediodía”.

En el exilio del alma los pequeños detalles salvan de la desolación, aun en la más triste de las separaciones: El exiliado deplora las patrias / Rehuye escisiones. Se encamina hacia el instante. Siempre lo acompaña un diamante incumplido: la libertad de poetizar.

En su obra se aprecia una observación rigurosa de su propio espíritu, así como de los pequeños sucesos cotidianos, como por ejemplo, escuchar las voces infantiles de los niños de la casa pidiendo un helado o salir a comprar el periódico. Encuentro una síntesis de la existencia y su valoración, una visión del hombre acerca de mismo, de sus vivencias, una conmovedora comprensión de sus propias marchas y contramarchas y una prontitud esencial en el uso del lenguaje. Visión que siempre será fragmentaria, pues ningún ser humano puede aquilatar la verdadera dimensión de otro ser, que es infinita.

Cuadernos del Destierro

Busca tu alma, ámala, tócala, cultívala, escribe Rimbaud en su Carta del Vidente. Se percibe en la poesía de Cadenas a un ser que se adentra en profundidad en su condición más íntima y la desviste de eufemismos:

Yo, envés del dado, relataré no sin fabulaciones mi transcurso por tierra de ignominias y dulzuras, rupturas y uniones, esplendores y derrumbes”. (Del libro Los Cuadernos del destierro 1960).

El que observa sin velos la caída de sus propias máscaras anhela imperiosamenteversu verdadero rostro. ¿Quién soy, cuál de mis yoes, quien es el que Es?:

() Un día comenzó la mudanza de los rostros () todos escenificaban una danza de posesos sobre mis hombros (). Mi rostro ¿dónde estaba? Debí admitir, tras dolorosa evidencia, que lo había perdido”.

Revela el desconcierto de quien despierta en una irrealidad habitada por cientos de espejos deformantes y no sabe cuál de todas esas imágenes es la verdadera. Estos versos desgarradores de Cadenas me hacen pensar en las palabras de Rimbaud en su Carta del Vidente:

El primer estudio del hombre que quiere ser poeta es su propio conocimiento, entero; busca su alma, la inspecciona, la tantea, la aprende. En cuanto la conozca, ¡debe cultivarla! () El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desajuste de todos los sentidos. ()”.

Falsas Maniobras

Cuando se vive la experiencia de un fracaso es frecuenta que la persona se sienta más cerca que nunca del propio ser. De los triunfos poco aprendí, ellos me alejaron del encuentro con lo insondable que se esconde más allá de la apariencia. Por eso me conmueve el poemaFracaso” del libro Falsas Maniobras. Es la extraña y honda hermosura que siento en unos versos traspasados de lucidez:

Cuando ponías tu marca sobre mi frente, jamás pensé en el mensaje que traías, más precioso que todos los tiempos.

Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para salvarme () Gracias por apartarme”.

Cuando el hombre se sumerge en su propia soledad surge el poema, bien sea hecho de palabras o de sangre. ¿Quién sabe de la Noche?, escribe Juan Liscano en el primer poema deNuevo Mundo Orinoco”. ¿Quién sabe de la desolación y del abatimiento a muerte, del fracaso absoluto sino aquel que lo padece?”.

En el vórtice del torbellino más negro puede asomar un celaje de esperanza. Por eso me gusta el poemaBeloved Country”, con su arcoiris de sentidos, porque según sea el estado del ánimo de quien lo lee, significa el canto nupcial con el mismo, o la llama del encuentro con el amado(a), tal vez el regreso al núcleo de la tierra, o también el reencuentro con la palabra que se había negado a volver al poeta en su abandono:

Cuánto tuyo no se desenvuelve como música perdida en mí.

País al que regreso cada vez que me he empobrecido.

()

Nunca me has negado tu leche de virgen.

Mi reflujo, mi fuente secreta, mi anverso real.

Ignoro el alcance de tu olor de especia, pero que has estado en todos mis puntos de partida, envolviéndome. Oriente solícito, como una ceremonia.

País donde van las líneas de mi mano, lugar donde soy otro, mi anillo de bodas. Seguramente estás cerca del centro”.

Este poema trae el lejano aroma de la raíz que tiene sed de beber en la fuente de la vida y se hunde al fondo de la tierra en búsqueda de la madre, amante, esposa y alma en exilio. Que no otra cosa es estar en este mundo más que un exilio del alma que ha sido apartada temporalmente de la palabra que la creó.

Intemperie

Del poemario Intemperie me cautivan estos versos:

Hazte a tu nada

plena.

Déjala florecer.

Acostúmbrate al ayuno que eres.

Que tu cuerpo se la aprenda”.

(Poemas selectos)

Esta referencia trae a mi mente los versos sobre laNadaleídos en el libroLa Nueva Tierradel hombre nuevo (Ediciones Custodia de Tierra Santa, 1977):

LaNadaes lo más cercano al Ser

y es lo que somos:

somosNada.

LaNadaestá más allá del pensamiento,

ella está por encima del entendimiento.

Por tanto, no se llega a ella por el conocimiento,

sino por larenunciación.

Para llegar al Ser hay que dar un salto

en el vacío,

esevacíoes laNada’ ”.

En casi toda la poesía de Cadenas y sus escritos en prosa, como los Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística se percibe un desprendimiento para alcanzar la sabiduría en la más absoluta sencillez, sin pretender ser moralizante, lejos del culto a la personalidad. En la flaqueza y sobre todo a través de ella se roza el borde del amor, en la mayor indigencia se siente la intensidad de lo hermoso, esediamante incumplidoque se haya detrás del espejismo de la nada.

Amante

Como si no se pudiera respirar, en un ahogo, en asfixia casi mortal se vive cuando se está lejos del amado. Nada interesa al cuerpo, todo es baratija, remedo de vida cuando él o ella no ama o no sabe que ama:

¿Cómo pudiste vivir

de la idea

que la ocultaba,

con un sabor

que no era el de ella,

huyendo

de su aparecer

que era también el tuyo?”

(Amante)

Cuando se está lejos de la presencia amada el mundo se desdibuja, pierde peso, se regresa al bosquejo, a aquello en el anhelo bosquejado. Únicamente importa él o ella, su latido, su respiración. Quien se enamora está dispuesto a traer, como escribe Emily Dickinson rosas de Zanzíbar / abejas por millas, / desfiladeros azules / ejércitos de mariposas”. Ningún elixir calma la sed ni cura el mal; apenas se respira y el pulso se suelta a latir sin concierto porque uno se quiebra y es capaz de lo imposible. Es el enamoramiento sin correspondencia una semilla de la más loca imaginación, lo imaginado sobrepasa casi siempre a la realidad, es más atrayente porque no se transforma en concreciones que suelen no cumplir el ensueño. Muestra de ello la pasión del Quijote por su adorada Dulcinea del Toboso, ejemplo de la hermosura y el encanto que el propio Quijote inventó en su pensamiento y en su corazón. El dolor del amor ausente no desaparece sino con presencia tangible:

Llegas

no a modo de visitación

ni a modo de promesa

ni a modo de fábula

sino

como firme corporeidad, como ardimiento,

como inmediatez”.

(Amante)

La realidad refleja casi siempre un solo lado de las cosas y si nos damos vuelta, el espejo, con esa terquedad tan lógica de su sino, continuará revelando tan solo el otro lado del ser. Así también, los otros reflejan nuestro rostro empañado por sus ideas predeterminadas sobre cómo se imaginan que somos, o como quisieran que fuéramos.

Nadie logra conocernos absolutamente. Solo existe un ser que en un instante es capaz de ver, sentir, saborear y saber cómo somos. Debiera decir, más bien, qué somos, quiénes somos:

Eludías

el encuentro

con el

magnífico,

el que te toma

y te anula como tempestad

y de ti arranca al que busca”.

(Amante)

El amante posee por entero nuestra imagen y nos la devuelve intacta, íntegra, plena de toda plenitud. Nos entrega también algo más que antes no éramos, porque habíamos sido fragmentados, porque cuando llegábamos a ser, no había espejo que nos contemplara, ni había cáliz que contuviera nuestra sangre toda.

Después de haber vivido la experiencia de la otredad salvada y vencida por lo inexorable, el amor, que se revela por encima de cualquier pensamiento, de cualquier medida, el hombre se encuentra íntegro ante y adquiere la conciencia cósmica que nace de una compenetración del fondo más profundo del individuo con la vida de todos los seres y con el universo, esa conciencia a la cual se refiere Rafael Cadenas en el prefacio a su traducción de algunos fragmentos de Walt Whitman (Conversaciones). Me gusta pensar que cuando Cadenas se refiere a esa conciencia cósmica, se describe también a mismo.

Y el poeta deja de verse separado, fragmentado, solo de toda soledad, porque posa el pie en la experiencia única, irrepetible, imborrable de ser uno con la vida, de ser vida en la Vida.

No es el éxtasis de los amantes la única vía del encuentro con la totalidad. Recordemos a San Juan de la Cruz: Sin arrimo y con arrimo / sin luz y a oscuras viviendo / todo me voy consumiendo. / Mi alma está desasida / de toda cosa criada / y sobre sí, levantada / y en una sabrosa vida / sólo a su Dios arrimada. La agonía y el éxtasis del fraile Juan florece en la unión con el Amado.

Voluptuosa experiencia irreversible, restaurada inocencia, florecimiento en un abismo, el abismo del ser. Cadenas invita aVivir / en el sabor de ser.

Y nos confiesa:

Solo he conocido la libertad por instantes, cuando me volvía de repente cuerpo”. Manera de decir, con prontitud de lenguaje, haber encontrado un rostro ajeno que lo refleja íntegro y le permite ser con absoluta libertad, porque decir cuerpo es decir un todo, es no estar escindido en esas incómodas, a veces penosas categorías del cuerpo y el alma. Versos que ya son míos y de todo aquel que sea tocado por ellos. Palabras que conducen al resplandor, magnífico y terrible, de entregarnos al abrazo del origen:

Y ella lo obligó a la más honda encuesta,

A preguntarse qué era en realidad suyo.

Después lo tomó en sus manos

Y fue formando su rostro

(…)

y lo devolvió a los brazos del origen”.

(Amante)

Importancia del Lenguaje

En 1984 Cadenas escribe: () La situación de deterioro que he descrito de manera muy sucinta tiene graves consecuencias para el venezolano. El desconocimiento de su lengua lo limita como ser humano en todo sentido. Lo traba; le impide pensar, dado que sin lenguaje esta función se torna imposible; lo priva de la herencia cultural de la humanidad () lo convierte en presa de embaucadores, pues la ignorancia lo torna inerme ante ellos y no lo deja detectar la mentira en el lenguaje (). Nunca como hoy tiene validez esta aseveración, cuando la falsedad se extiende cada vez más en casi todos los ámbitos.

Estamos ante una de las reflexiones esenciales contenidas en este libro. Un lenguaje deficiente y empobrecido hace a un pueblo esclavo de la ignorancia. Con frecuencia recuerdo las palabras del profesor de Fonética Higgins, personaje de la obra Pigmalión de Bernard Shaw, que se conduele amargamente de la joven vendedora de flores por suespantosamanera de hablar, con graves errores en la pronunciación del idioma inglés. Él asegura que si tuviera ocasión de enseñarle a expresarse correctamente, la joven se convertiría en una dama capaz de ser la dueña de una floristería. No es asunto de afincarse en el sentido utilitario de dominar una lengua, más bien se trata del dolor que causa el incomprensible desprecio por aquello que nos es más ínsito. No amar el lenguaje es dejar de amarnos a nosotros mismos.

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