JUBILEO DE LA ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA

Foto: Horacio Biord

Jubileo de la Academia Venezolana de la Lengua (140 años)

Por Horacio Biord Castillo

La Academia Venezolana de la Lengua arriba a sus 140 años, lo que representa casi siglo y medio de vida, de activa existencia y de compromiso con las realidades del país en distintas horas de su historia. Ese compromiso y la convicción de servicio a la causa venezolana entendida como la tarea inacabada de construir y reconstruir el país, lo que va más allá de gobiernos, circunstancias transitorias, urgencias momentáneas, servilismos y subordinación a determinadas ideas, le han granjeado un prestigio de serena ecuanimidad que no siempre resulta visible fuera de los ámbitos intelectuales, universitarios y literarios. Un reto para el futuro es aumentar la visibilidad de la Academia como institución al servicio de los venezolanos y no de requisa lingüística o literaria.

A pesar de posiciones fundamentalistas de algunos de los miembros a lo largo de su historia, que nunca han sido empero doctrina de la corporación, la Academia Venezolana de la Lengua ha sobrevivido los embates del tiempo y las exigencias de los cambios y transformaciones del país. Comienza su historia institucional el 10 de abril de 1883. En esa fecha, por decreto del presidente Antonio Guzmán Blanco, previo acuerdo con la Real Academia Española, se establece en Caracas como su correspondiente la Academia Venezolana. Esto ocurría justamente cuando Venezuela celebraba el centenario del nacimiento del Libertador. Eran momentos propicios para reforzar el nacionalismo y, en cierto sentido, la fundación de la Academia, que venía a ser la quinta hispanoamericana después de las de Colombia, Ecuador, México y El Salvador, y la primera venezolana, puede entenderse como una forma de promoverlo en los campos lingüístico y literario.

La defensa del español o castellano, como generalmente se ha llamado a nuestro idioma español en los países hispanoamericanos, ratificaba la visión de las élites fundadoras de la República sobre la imaginada unidad nacional: un territorio, una cultura, una lengua. Sería Julio Calcaño, secretario perpetuo de esta academia desde la fundación hasta su fallecimiento ocurrido en 1912, autor del famoso libro El castellano en Venezuela (1897), quien mejor encarnase la posición conservadora en materia de lengua. En ese libro, de muchos méritos no obstante, expondría criterios de gran rigidez y purismo que contrastan con visiones más abiertas, como las de Bello, por ejemplo. Más próxima a estas visiones, la Academia Venezolana no ha asumido el purismo y la mera corrección como posiciones propias, aunque su trayectoria ha jugado un papel importante tanto en la corrección lingüística y el buen decir en nuestro país, sin llegar por supuesto a la condena, como en la valoración del acervo literario.

La creación de la Academia Venezolana estuvo precedida por la obra de autores que se preocuparon, muchos de ellos con un propósito didascálico, de temas lingüísticos, gramaticales y lexicográficos. Debemos señalar tres cumbres como lo han sido el gran gramático Andrés Bello, cuyo influencia en Venezuela fue determinante desde su definitivo exilio en Chile; Rafael María Baralt, el primer numerario hispanoamericano de la Real Academia Española; y el humanista Cecilio Acosta, autor de valiosas observaciones al Diccionario de la Real Academia y que murió apenas dos años antes de la creación de la Academia Venezolana. Bello y Acosta también fueron miembros correspondientes hispanoamericanos de la Real Academia Española.

El decreto de creación de la corporación señalaba ya en su artículo segundo que “La Academia Venezolana, tiene además de los deberes que le conciernen en su calidad de Correspondiente de la Real Española, la obligación de informar al Ejecutivo Federal acerca del mérito y circunstancias de las obras literarias que someta a su examen, y no podrá en ningún caso emitir juicio sobre obra alguna, a menos que sea por expreso mandato de la Real Academia Española”. Queda clara la función consultiva que se le atribuye, junto a la limitación de enjuiciar obras de cualquier tipo, lo cual debe entenderse como una clara intención de evitar las actitudes condenatorias. Este horror inquisitorial lo podemos encontrar años más tarde en los versos de Rubén Darío en el poema “Letanía de Nuestro Señor Don Quijote”: “De tantas tristezas, de dolores tantos / de los superhombres de Nietzche, de cantos / áfonos, recetas que firma un doctor / de las epidemias, de horribles blasfemias, / de las Academias, / líbranos Señor”. A propósito del gran caballero desquiciado por las novelas de caballería, en estos versos de gran musicalidad se recoge la visión de las Academias como instituciones inflexibles, dedicadas a la persecución y la castración de la creatividad.

La Academia Venezolana de la Lengua, por el contrario, ha mantenido ese principio de libertad y amplitud que caracteriza su accionar durante 140 años. Ha sido constante en su colaboración con la Real Academia y en los últimos años activa participante en los proyectos panhispánicos que, con un sentido de inclusión y una perspectiva de lengua pluricéntrica, se han venido desarrollando en el marco de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Como parte de sus labores, ha procurado que en su seno, tanto como numerarios como correspondientes por los estados de la federación venezolana, participen escritores, lingüistas e intelectuales de grandes méritos y reconocimiento social; ha editado desde 1933, su año cincuentenario, un boletín que alcanza ya 209 números; ha creado un importante premio, el Andrés Bello, que se ha entregado en tres etapas con distintas modalidades: una primera a monografías sobre temas señalados por la Academia en cada convocatoria; una segunda a trabajos relevantes en el área de la lingüística y la literatura y la última a la trayectoria de los candidatos; ha editado la colección “Clásicos Venezolanos”, orientada a divulgar a los principales escritores del país; conserva en su biblioteca una importante colección de materiales bibliográficos y hemerográficos; en 1972 organizó en Caracas el VI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española; mantiene, pese a las limitaciones logísticas y económicas, la publicación de libros que últimamente se han ordenado en diversas colecciones en formato electrónico; ha mostrado un sostenido interés no solo por el uso del español en Venezuela sino por la diversidad lingüística del país, especialmente por las lenguas indígenas, incluso en sus primeros años; más recientemente, la Academia Venezolana de la Lengua, al formar parte junto con los directores y presidentes de las otras Academias del país del Comité Interacadémico, ha contribuido a las reflexiones y pronunciamientos que, de manera conjunta y con una finalidad orientadora, se han hecho interpretando el espíritu de los mandatos legales de las distintas corporaciones.

Son hechos que delinean una historia y un compromiso con el país. Fuera de este hermoso y antiguo edificio que nos acoge, nos espera un país que necesita, quizá hoy con especial énfasis y urgencia, de sus intelectuales, escritores e investigadores. La Academia Venezolana de la Lengua mira, por tanto, hacia ese futuro rico en posibilidades. Los próximos años deben ser consagrados a aumentar la presencia corporativa mediante el auxilio de las nuevas tecnologías y de las redes de trabajo basadas en ellas. Así como la creciente presencia del español en el mundo, el contacto de lenguas y culturas en los ámbitos hispanohablantes, la divulgación de la literatura en español y el impacto de las nuevas tecnologías constituyen asuntos de gran importancia para la Asociación de Academias de la Lengua Española a la par que la normalización lingüística ampliamente entendida, tarea que compartimos de manera plena y entusiasta, nuestra Academia tiene también retos particulares que pueden sintetizarse en la ampliación de su accionar y en el estudio, divulgación y mantenimiento de la tradición como hilo conductor de la lengua española en nuestro país, la literatura en todas sus formas y expresiones y el pensamiento humanista venezolano, extraordinario venero para alimentar nuevos proyectos de país.

Iniciamos, pues, un año jubilar que nos permitirá esbozar los lineamientos para el futuro próximo y mediato de la Academia Venezolana de la Lengua. No es tarea de unos pocos, sino de todos, y a todos convocamos e invitamos a ello. De esa manera, podremos actualizar y optimizar la Academia Venezolana de la Lengua para que de la mejor y más asertiva manera pueda cumplir los fines institucionales, habida cuenta del perfil de los centros de investigación, las universidades y las asociaciones y grupos de escritores e intelectuales que pueden apoyar el trabajo de la Academia.

La celebración del Día del Idioma y del Libro sea ocasión propicia para iniciar el jubileo por estos 140 que nos llenan de orgullo y nos comprometen aún más con el país que nos espera, que nos necesita aunque no nos conozca del todo o incluso nos ignore. Vayamos hacia él porque de él y por él venimos.

El futuro, y no solo el pasado o el angustioso presente, nos convoca y a él entramos con una experiencia más que centenaria. Iniciamos el jubileo de estos 140 años mirando hacia adelante, desde el firme pedestal del deber cumplido y de la consciencia de nuestras limitaciones.

(Palabras pronunciadas por el Presidente de La Academia Venezolana de la Lengua en la sesión solemne celebrada en la sede de la Academia, en el Palacio de las Academias, Caracas, el miércoles 26 de abril de 2023. Cortesía de Reporte Católico Laico: https://reportecatolicolaico.com/2023/04/27/jubileo-de-la-academia-venezolana-de-la-lengua-140-anos/)

 

 

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