Caracas en sus 454 años

 

Homenaje a Caracas

Por Yoyiana Ahumada Licea

Un fragmento de eso que llaman ciudad asoma. Mi vista el Noreste. Allá al fondo Petare, nueva geografía de descubrimientos y afectos. El barrio mas grande de America Latina, después de La Rosinha en Rio De Janeiro. Petare, la cuna del gran pintor Miguel Von Dangel que se fue a instalar en la Vía Láctea.

La serpiente de Mil Metros que recorre la ciudad, guarda el rumor del mar. Allí se deslizan patineteros y mascotas en la falda del cerro Ávila. Nuestro testigo vegetal, el verde inmortalizado por Cabré, guardián de aventuras y añoranzas, el volcán dormido, sigue ahí. La caraqueñidad era un título nobiliario después de todo, pocos caraqueños había a mi derredor. Venezuela era un crisol de acentos y nacionalidades, una mano abierta y una promesa de eterna primavera. Quería ser grande para ser caraqueña.

No es fácil amar a una ciudad ruidosa, confundida en sus esquinas, peligrosa. Una ciudad a la que hay que ganarle espacios públicos, lugares para la paz y el encuentro comunitario, una ciudad que muerde, que grita, que siempre anda con prisa y se deja seducir por la propuesta natural. No es fácil no amar los araguaneyes, bucares, los apamates, las trinitarias espinosas, la luz que traspasa la pupila y te hace ver fuegos fatuos como si fueran estallidos de candela. No es posible pese al daño, el abandono y la desidia, no caer rendido ante el dibujo verde de Burle Marx que propone El Parque del Este o el goteo del Parque Los Chorros. No resulta sencillo haber hecho la ruta hacia el zoológico de Caricuao y recordar el tigre de El Pinar.

    Foto: Yoyiana Ahumada 11/0872021

A Caracas se le ama en los ojos de quien la ve. En la nostalgia de ese boulevard de Sabana Grande donde quedaba el Radio City, que proyectó la emblemática película Fantasía de Disney y luego la psicodélica Yellow Submarine de Los Beatles. Asentamiento del Drugsture en el Centro Comercial Chacaito. Allí también un poco más al centro del boulevard, quedaba el famoso BQ que recogió las lágrimas de las mujeres que comenzaban a divorciarse y ya podían usar pantalones largos. Sabana Grande era la acera larga de las grandes tiendas de ropa, de los famosos sombreros de Margot, de la tienda Vogue, de las librerías Cruz del Sur, de Suma: “¿Pasamos por donde Raul para ver si llego ya la nueva del Gabo, de Vargas Llosa, de Carpentier o de Pizarnik, de Durrell…?” Todo llegaba, todo. Pero Caracas también se cuenta desde las incontables subidas al Ávila, campamentos en Los Venados, de aquella casita que miraba el Picacho, donde aprendimos la historia de momificación del Doctor Kanoche y el cultivo de las famosas flores de Galipán.

Visitas al underground, los bares de la Baralt, Catia  y la Libertador y en el extremo opuesto  los rincones sagrados como el bello santuario de los Masones, las iglesias que dibujan el recorrido de los Siete Templos  y en una vuelta de birlibirloque, extintos parques de diversiones: El Conde, Chicolandia, el Tolon…..

Mi Caracas es teatro desde siempre. Inolvidables los domingos de infancia en el parque Arístides Rojas, a la espera de cualquiera de las funciones del Teatro Tilingo, donde aprendimos a ser participantes del hecho escénico, la casa del Ateneo en La Florida, se encargaría de reforzar esa sensibilidad con sus talleres de creatividad. Porque un día salga el sol….sin nubes que lo oscurezcan. Y en la punta de esa madeja, los grandes Festivales Internacionales de Teatro volcados a las cuatro esquinas y avenidas de la ciudad.

Y allí cerquita, a pata e mingo, el Circuito de galerías y museos que hoy naufragan, pero que hacían los domingos en el espacio mágico de Los Caobos. Primero fueron La Galeria de Arte Nacional, el Museo de Bellas Artes e incluso un saludo para el Mamut gigante del Museo de Ciencias. Cruzar la calle para visitar tantas veces sea necesario La Suite Volard ¿y encontrarse con Henry Moore?, ¿Con Rafaela Baroni?, ¿Juan Félix Sánchez? Hablaba del Museo de Arte Contemporaneo Sofia Imber. El banquete no se completaba hasta cerrar con un almuerzo en el restorancito árabe La Soledad.

Los 80 traerían consigo la inauguración del Teatro Teresa Carreño, que junto al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, llenaban de música a la capital, a cargo de las grandes orquestas venezolanas. La Sinfónica, la Filarmónica y luego la Simón Bolívar una vez fundado el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles.

El Centro de Caracas latía también con sus retretas en la Plaza Bolivar, acontecimiento para el que había que trajearse. Visitas de gala al centro, al Municipal.

La tristeza de la ciudad abandonada, dividida y mal habitada la compensa un cielo repleto de guacamayas, unos cielos que conmocionan. El eco de un verso en los innumerables recitales que colmaron plazas y ferias de libros. En el canto de esos cocuyos tenaces que acompañan la noche, está la persistencia del amor.

 

Caracas es mi nostalgia de futuro. Mi amor contradictorio y hondo. Caracas es eso que se fue y lo que está por venir. El eco de la provisionalidad y la errática vocación de belleza por la que vale la pena seguir conquistando espacios y coleccionando atardeceres. Caracas mía ciudad de mis ojos y mi temblor.

Me gusta tu nombre machihembrado, Santiago de León de Caracas. Ruge tu fiera. Volverás al esplendor.

#FelizCumpleañosCaracas

 

#Balcaracas Texto de Yoyiana Ahumada leído por Sheila Gómez, en celebración de los 454 años de la ciudad..

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*Yoyiana Ahumada es periodista, dramaturga, poeta y docente venezolana. Miembro de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela

 

Editora @carmencristinawolf

1 comentario

  1. Me encantó este homenaje que le haces a nuestra Caracas, todos esos recuerdos de una época que muchos vivimos y disfrutamos y finalmente la esperanza que todos tenemos de que los cambios que vengan sean para su beneficio y «esplendor» y alegría de todos los que la vivimos.

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