Autobiografía de la guerra civil española

UNA AUTOBIOGRAFÍA  DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

ESCRITA POR UNA MUJER EN VENEZUELA.

(An autobiography of the Spanish Civil war written by a woman in Venezuela)

 

Por Laura M. Febres

Universidad Metropolitana.

Ponencia presentada en la Convención Anual AsoVac

Caracas, Noviembre, 2016

 

 

Este estudio pertenece a un proyecto que describe los hitos fundamentales de la narrativa de las migrantes que han vivido en tierra venezolana. Dentro de él son abundantes las muestras que se refieren a la Segunda Guerra Mundial, pero no tanto a la Guerra Civil Española. Hemos escogido para este trabajo la autobiografía de Carlota O´Neill, Una mujer en la guerra de España (OBERON, 2003) porque se refiere a un hecho histórico relevante que motivó la emigración de mujeres españolas a Venezuela.

 

La autobiografía de Carlota O´Neill, Una mujer en la guerra de España, narra su cautiverio de en la cárcel de Melilla durante la guerra civil, cuando su marido el aviador Virgilio Leret fue fusilado por orden de los militares que dieron el golpe de estado contra la República.

La escritora se encontraba con su esposo y sus hijas, el 17 de julio de 1936, en una base militar en el norte de África. La rebelión del ejército español tomó por sorpresa a su marido quien tenía bajo su mando la base de Hidroaviones del Atalayón en Melilla.

El capitán Virgilio Leret, esposo de la autora, defendió la base con escasas municiones y poco personal. Los militares golpistas detuvieron al capitán Leret y a dos de sus sub-oficiales a pocas horas los militares ordenaron fusilarlos.

Carlota O’Neill, la esposa del capitán Leret también fue víctima de los militares, la detuvieron  y la acusaron del delito de “Injurias al Ejército”. Un registro de sus pertenencias reveló 17 cuartillas donde la escritora redactaba una crónica de guerra, bajo el título: “Cómo tomaron las Fuerzas de Regulares la Base de Hidros del Atalayón”. En una de los párrafos se leía: “tropas salvajes y trágicas…que ensangrentaron a Asturias”, frase que un Consejo de Guerra declaró que calificaba como “Injurias al Ejército”, según el Código de Justicia Militar tipificado con una condena de seis años en prisión.

“Seguimos subiendo. Nadie en la ciudad; serían las dos de la madrugada. Sólo retumbaban en el silencio las botas de los soldados que la atravesaban en patrullas; daban el alto al vehículo; cuando lo reconocían, nos dejaban seguir. Alcanzamos la parte antigua de la ciudad, llamada “Melilla Vieja”, reducto que fue de los españoles en la guerra con los rifeños; allí había varios fuertes, levantados para refugio de las tropas coloniales, que eran utilizados como cárceles… Paramos. Allí estaba la cárcel. Confundida en la noche; más negra que la noche; amasijo de piedras negras; gruesas piedras de mazmorra, pues mazmorra clásica era y no cárcel. Se abrieron las puertas de hierro.” (O’Neill, 2003, 44)

La escritora se refiere al fuerte de Victoria Grande construido en el siglo XVIII, situado en una colina frente al mar. La narración de doña Carlota, como era llamada en la cárcel, nos describe sin tapujos el horripilante mundo de la prisión con lujo de detalles. Una mujer elegante y educada, rasgo que transfiere a su escritura a pesar del mundo sórdido que transcribe. Las mujeres no fueron ajenas, en este período histórico a la cárcel, y sin embargo, entre los numerosos testimonios personales de la guerra de España, pocos han sido escritos por mujeres.

“No sólo de mujeres teníamos inundada la cárcel. Las moscas ocupaban su lugar, entre nosotras, con sus hermanos los piojos. Unas y otros nos chupaban, constantes, en turnos bien distribuidos. Las moscas formaban enjambres volantes. Llegaban de unas cochiqueras que había en el campo, cerca de la cárcel. La cárcel era también una cochiquera…Y comenzaron a llegar las prostitutas; nos acompañaron hasta el fin.” (O’Neill, 2003,63)

A una prisionera no le era permitido escribir sobre las condiciones de la cárcel, la escritora hizo notas que le permitieron reconstruir posteriormente la historia  que escribió más de una vez.

“Lector amigo. Me parece que he escrito este libro más de dos veces. Lo tuve escondido, allá en España, bajo tierra, envuelto en un hule; también estuvo dentro de un horno apagado, pero su destino era el fuego. A él fue a parar, empujado por las manos que temblaban de mis dos hijas y mías, cuando la Falange empujaba la puerta de nuestra casa…cuando América era para nosotras más que un presentimiento, este libro se volvía una amenaza. Pero antes de deshacerlo tomé notas para poder seguirlo más tarde.” (O’Neill, 2003,15)

A la escritora le impulsó el deber de contarle al mundo el asesinato de su esposo,  y de relatar la detención de mujeres y hombres, condenados a largos años en prisión. Otros fueron asesinados, siendo los casos más emblemáticos, el caso del político Diego Jaén y el de la joven 18 años Carmen Gómez Galindo.

Una mujer en la guerra de España tiene la característica de ser una muestra de testimonio carcelario por la que no pudimos dejar de relacionarla con un clásico de la literatura venezolana Memorias de un Venezolano de la decadencia de José Rafael Pocaterra, escritor venezolano nacido en 1889 en Valencia, encarcelado por cuatro años. En su libro describe el mundo carcelario de la época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, de manera parecida a como lo hace Carlota O’Neill en su autobiografía en la época del franquismo.  La distancia entre Venezuela y España se acortan al comparar las dos narraciones. Ambos están presos en mazmorras antiguas y oscuras. Ambos son presos políticos y escritores.

“Tenemos sed; tenemos hambre. El frío y la humedad se cuelan hasta nuestros huesos; el calzado se hunde en la arena del calabozo, que resuma agua salitrosa. Estas bóvedas están más bajas que el nivel del mar, y a través de la espesa muralla y del farallón que defienden la fortaleza, se siente el foetazo de las olas, y a ratos parece que estuviéramos en la cala de un barco. Nuestros compañeros nos han abrazado con regocijo melancólico de quienes ven en el prisionero que llega un algo de libertad perdida; y tratan de hacernos compartir una alegría falsa. Nos refieren jocosamente sus hambres, sus miedos pueriles a los cangrejos que salen de las grietas de las piedras a buscar de noche, por el pavimento del calabozo, un desperdicio…Hay ratas, también ratas negras de ojillos feroces que destrozan la ropa y muerden a los durmientes…” (Pocaterra,Tomo I, 37)

Observamos que José Rafael Pocaterra no trata la problemática de la mujer en la cárcel como lo hace Carlota O’Neill debido a que los presos del castillo de Puerto Cabello y de La Rotunda, eran en su mayoría hombres.

En el caso del escritor venezolano, la defensa legal del preso estaba prácticamente ausente. Doña Carlota por su condición de viuda de un capitán, se le asignó un abogado militar que la defiende, sin embargo fue condenada a seis años en prisión.

En aquellos tiempos, como ahora, en algunas ocasiones las presas eran acompañadas por sus hijas y nietas porque no tenían con quien dejarlas. Este es el caso de Isabel, la esposa del político Diego Jaén, quien ingresó a prisión con su niña. En el caso de doña Carlota sus hijas fueron recibidas por familias amigas y más tarde serían internadas en un colegio de huérfanas para hijas de militares.

Al morir la madre de Carlota O’Neill, la escritora y sus dos hijas consiguen viajar a Venezuela, a bordo de un barco petrolero. El director de El Heraldo de Caracas, don Pedro Sotillo, le había firmado un contrato de trabajo pero los antecedentes penales de Carlota O’Neill no eran bien vistos por el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, una vez más tuvieron que sortear dificultades para lograr el visado. La oleada de los republicanos españoles, muchos de ellos periodistas, escritores, profesores universitarios, había llegado unos años antes durante el gobierno de Isaías Medina Angarita y del escritor Rómulo Gallegos.

 

 

Carlota O’Neill a la derecha con sus dos hijas Carlota y María Gabriela,  Higuerote, 1955. Archivo familiar.

 

En Venezuela doña Carlota tuvo oportunidades para desarrollar su carrera profesional, trabajó en prensa, y más tarde en radio y en televisión. Carlota O’Neill decide emigrar a México a principios de los años 60, con el propósito de recuperar la nacionalidad mexicana que heredó de su padre, e inició la búsqueda de una editorial para su manuscrito. La primera edición fue publicada en México en 1964 por Populibros La Prensa con el título de Una mexicana en la guerra de España.  El libro ha sido publicado en polaco con la editorial Czytlnik (1968) y en inglés con Solidarity Books (1978). La primera edición en España se realizó con la editorial Turner (1979) y la segunda edición con la editorial OBERON (2003) ambas de Madrid.

 

Carlota O’Neill publicó otros libros durante su exilio en México así como obras de teatro. La autora regresó a Venezuela a finales de los años 90, aquejada por su delicada salud, vivió sus últimos años en Caracas en compañía de sus dos hijas y nietos.

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

Leret S., Laura (2005, agosto 20). “Regreso al arte testimonial de Carlota O’Neill”. Papel Literario. El Nacional.

O¨Neill, Carlota (2003). Una mujer en la guerra de España. Madrid: OBERON.

Orozco, Kamala (2010, julio 17). “La primera Crónica de la guerra.” Público. http://www.publico.es/culturas/primera-cronica-guerra.html. Consulta, octubre 2016.

Pocaterra, José Rafael (1990). Memorias de un Venezolano de la Decadencia. Tomo I. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Sanz, Víctor (1995). El exilio español en Venezuela. Volumen I. Caracas: El Centauro y la Casa de España.

 

 

 

 

 

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