Anabelle Aguilar: La loba y sus oficios

Carmen Cristina Wolf

Como quien se acerca a los libros sacros, me adentro en las páginas de Canis lupus, el nuevo libro de Anabelle Aguilar, cuyo nacimiento celebramos y, que en primera instancia nos enfrenta ante la dualidad del ser real y el yo poético de la escritora. Al leer un poema, no es fácil descubrir quien escribe, cual es la voz predominante, si la del escritor, con su historia, sus emociones y sentimientos, o la voz poética, creada por el escritor y en la cual se mezclan la invención y la imaginería del autor. Cuando se ha leído la obra entera del poeta, al igual que el detective de una novela, resulta menos difícil el descubrimiento del yo poético y el yo real. Estas dos voces, en el caso de Anabelle Aguilar, no están en conflicto, mas bien se complementan. En este libro, cuyo portal abre con la mirada de una loba blanca, la voz poética, como en el teatro griego, emplea la máscara de una loba que nos seduce con los secretos de su condición salvaje. Declara su condición indómita, arbitraria, irreflexiva, desacostumbrada a rendir cuentas para sentir y ser en libertad.
Leamos estos versos del poema Danzante:

… sobre el tambor de la tierra / onírica / alejada de la manada / por tres lunas /
acompasada / en ritmo / percutida / en luz. En este primer poema de Canis lupus, aparentemente no surge aún la mujer, pero es una máscara que la encubre detrás de la joven loba que inicia su aventura de existir.
Como en todos sus poemarios, Aguilar incluye poemas confesionales, íntimos, como aquel que revela su búsqueda de la sabiduría y su amor inveterado por la verdad. Ella “se aventura a buscar en la piedra de los sabios” y en un gesto de rebeldía, apelando al discurso de su amiga loba, expresa su descontento “cuando nace defectuoso / el verso que no se logra”. En el poema que lleva por título Transparencia, confiesa su estirpe de poeta, con un lenguaje de cautivadora belleza:

Dame el cáñamo / el papel / el fuego / (…) acércame el arce / que me inunda / desde la lejanía / no puedo dejarlo íngrimo / a la intemperie (…)

En la intención de estos poemas, subyace la inclinación muy femenina a la solidaridad, ese reunirse para compartir las vicisitudes y los pequeños detalles de la existencia. En el poema que lleva por título Ludus, se lee lo siguiente:

Leyó los ojos de la intrusa / era valiente la otra / orgullosa / de igual jerarquía /
(…) leal / valiente / (…) no era un verbo de loba / el caber /
pero así / conservarían el calor / y podrían conversar / ante un café con leche.
La envidia, los celos, el egoísmo, dañan las raíces de la sociedad. Y qué decir de las sangrientas guerras, de los pueblos que tienen que abandonar la tierra que los vio nacer, cargando con sus hijos, despojados de todo. Esos son temas reiterativos en la poesía de Anabelle Aguilar.
Por eso, ella escribe que caber no es un verbo de loba. No obstante, tal parece que los animales más fieros sienten que sí cabemos, cabemos todos, y la humanidad no quiere entenderlo.
El poema que lleva por título JUNCAL, nos advierte que el ser de la poeta no se conforma con plegarse a los convencionalismos, porque aunque son trece los poemas requeridos, ella quiere escribir más, mucho más, los que desee, sin cortapisas.

Este libro entrega al lector claves que dan a conocer el persistente anhelo de justicia y reconciliación que habita en el espíritu de Anabelle Aguilar, y que la lleva a ponerse en pie de combate ante las timieblas pavorosas del Mal. Anhelo que surge con fuerza en su poemario Sangre ( Editorial Eclepsidra, 2002). Ella nos dice en su poema Noctámbula, de Canis lupus: A través de (…) mi talismán que habita / en mi pata izquierda / le diré / de los oficios / de la fuerza / del misterio / … y de que no se deje engañar / de los lobos taimados / de osamentas hostiles. Estos no son unos poemas candorosos, más bien advierten a los corderos de aquellos hombres de apariencia noble, que se valen de su poder para manipular engañar a los inocentes. Las lobas saben ver en la oscuridad y advierten que en el camino pueden toparse con “armas hirientes, mortales y psicóticas”.

En la obra de Anabelle Aguilar se advierte una profunda rebeldía ante lo establecido. Entendamos aquí que la visión de Anabelle es de una espiritualidad honda, que no acepta los canones impuestos por los hombres, que han interpretado acontecimientos, enseñanzas y escrituras antiquísimas a su más absoluta conveniencia. Esto se puede observar en poemas como Arbitraria, Microcosmos y Temeraria.
Me encantaría continuar hilando en la rueca de la escritora, mas hay que dejar al lector la tarea de encontrar las piedras preciosas y los hallazgos aún por develar.

Gracias a la Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice y a su directora Lesbia Quintero por haberme invitado a compartir esta celebración. A Anabelle, por haberme hacho partícipe de este encuentro con sus poemas, tanto de Canis lupus como de Consumidas por fuego, una delicadeza para los amantes del poema. Y a ustedes, gracias por haberme escuchado con tanta paciencia.
Carmen Cristina Wolf
@literaturayvida

Leído el 8 de noviembre de 2012, en la Librería Alejandría II, Caracas

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