Entrevista a la escritora Helena Sassone

Por Carmen Cristina Wolf

El Círculo de Escritores de Venezuela celebra la aparición de la novela de Helena Sassone, No siempre el olvido, quien ha publicado 21 obras. Nacida en Madrid en 1938, poeta, dramaturga y autora de numerosos ensayos de crítica literaria. Desde 1955 reside en Venezuela y sus lectores han disfrutado de una escritura lúcida y de vanguardia, de sus obras de teatro y participación en foros, conferencias y lecturas de poesía.
No siempre el olvido (Monte Ávila Editores Latinoamericana), es el título de la novela, ambientada en la Europa comunista. La protagonista vive el drama de la lucha de clases y la consolidación del socialismo con miras a una irrealizable utopía, y narra el desencanto y la fatiga de unos seres humanos perseguidos por el régimen que ven sus existencias destruidas. Andreína Guenni Bravo, en una reseña publicada en el Papel Literario de El Nacional el 23 de febrero de 2008, escribe:
“El personaje central de este nuevo regalo de palabras parece materializar, sin saberlo, la lucha de quienes viven con las huellas de los años de opresión. La tragedia y la gloria del renacer de las sombras de una vigilancia sin medida, la confianza sobre la idea de que entre la tormenta de incertidumbre, soledad, miedo y desilusión, es posible hacer camino.”

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Iniciamos una entrevista con esta mujer madrileña, vivaz, inteligente y de gran sentido del humor, residenciada desde muy joven en Caracas. Es una de las fundadoras del Círculo de Críticos de Teatro de Venezuela y de la Asociación Internacional de Críticos de Teatro de Venezuela. Forma parte del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela. Tiene una extensa obra publicada, tanto en poesía como en teatro y novela, y ha colaborado durante muchos años con el diario Panorama de Maracaibo. Parte de su obra ha sido traducida al francés.

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—Me gustaría que hablaras de tu segunda novela, No siempre el olvido

—Se trata de mi obra número 21. En narrativa primero fue un libro de cuentos, Entre cuatro paredes, del cual Benito Milla, entonces director de Monte Avila, tuvo que retirar los ejemplares enviados a España, vetados a causa de la censura franquista. Años después aparecería mi primera novela Toquemos Bach. Ésta se agotó rápidamente, y a pesar de que fue muy leída y comentada, nadie advirtió su estructura musical: claro que estas innovaciones suelen sorprender.

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—¿Y el resto de tu obra?

—Estuve muy enfrascada en la crítica literaria, en el ensayo. Para mí junto a la poesía era lo más esencial en el campo de las letras. Por el análisis crítico entraba en el mundo de los otros; por la poesía entregaba mi mundo a los demás. Ha sido mi manera de vivir. En poesía mi primer título fue Entre nubes, entre piedras, editado por Lírica Hispana en Caracas; el primero de mis ensayos, también publicado por Monte Avila, fue Buho de papel.

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—De los géneros que cultivas, la narrativa, el ensayo, el teatro, la poesía ¿cuál prefieres?

—Todos los géneros literarios me interesan, pues al representar diversas formas de expresión se relacional con los diferentes que han de buscar la forma del mensaje: el tema que suscita el género. Diríamos que el asunto determina la estructura. La vieja antinomia entre fondo y forma que Croce creyó resolver.

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—Si nos circunscribimos al campo del relato, de la novela, Ortega y Gasset dio inicio en la España de su tiempo a una polémica acerca de esto en sus ideas sobre la novela; creo que alguna vez lo has referido.
Sí, el filósofo sostenía, primero, que la novela era un género muy exigente: “Siempre ha sido muy difícil producir una buena novela … es un error representarse la novela – y me refiero sobre todo a la moderna- como un orbe infinito del cual pueden extraerse siempre nuevas formas … Es prácticamente imposible hallar nuevos temas.” Segundo, “la falta de nuevos temas produce en el lector embotamiento de la facultad de impresionarse.” Tercero, “al padecer el escritor la penuria de temas posibles, necesita compensarla con la exquisita calidad de los demás ingredientes”.

—Evidentemente, Ortega pensó que la decadencia de la novela podía salvarse por
la forma. Yo estoy absolutamente convencida de que las técnicas del lenguaje , la estructura formal, ha acudido en ayuda de su supervivencia. La sobrevaloración de los elementos formales es consecuencia del desarrollo del género narrativo: una dialéctica estructural que empieza por contar, imitar, sigue por interpretar el mundo, continúa por crearlo. De la epopeya, género épico-heroico que se refería a grandes hechos, a la novela documento, el realismo, la novela mimética, el naturalismo, la novela psicológica, se ha llegado a la novela formal, el noveau roman francés de Robbe-Grillet o a la novela Mobil de Butor.
Los estructuralistas por su lado, influyeron definitivamente con su crítica formalista en el cuerpo del relato. Gerard Genette expresó que si nos circunscribimos al campo de la creación literaria, definiremos sin discusión el relato como la representación de un sucedido o de una serie de acontecimientos, reales o fantásticos, por medio del lenguaje escrito. Combinar un conjunto de acciones en un mito, un cuento, una epopeya, una novela.

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—En esa vastedad del relato, como narradora y como crítico, ¿qué destino crees asumen los diferentes modos del relato en la narrativa contemporánea?

—La epopeya como género épico heroico juega un papel preponderante en el estudio histórico de las diversas literatura. No leeríamos El cantar de Roldan, la más perfecta epopeya del ciclo carolingio, traducido al español por Benjamín Jarnés, o la famosa epopeya renacentista La Araucana, de Alonso de Ercilla, son joyas de la narrativa. Actualmente “lo heroico” se asume de otro modo, basta recordar La Guerra y la paz de León Tolstoi, y contemporáneamente, el Don apacible de Mijail Scholojov. Sabemos que tanto la epopeya como la novela se caracterizan por su considerable extensión, no obstante, la epopeya propiamente dicha decayó por su infantilidad emotiva normativa.
En cuanto al mito para mí es algo muy serio: un valor cultural universal, cuya denominación griega deslumbra. En Homero, mito quería decir discurso, palabra. Más adelante, mito es fábula o narración maravillosa. Se trata también de una ficción alegórica por medio de la cual se ofrece una enseñanza moral. Recordemos los fablieaux de la literatura francesa o la fábula milesia, cuento o novela inmoral, que actualemte conforman un seudo-género narrativo.
Mas sería incompleta mi respuesta si dejara de referirme a la novela-mito, muy estudiada por Albéres, quien ve en Joice “el último novelista de la Edad Media”, o como escribe Michel Butor, de la novela-mito, que no sería otra cosa que la expresión narrativa oponible a la novela popular.
No obstante, hay una vigencia en la clasificación no tan reciente, de Edwin Muir sobre la novela, que cataloga en tres tipos: la Dramatic Novel, la Novel of Charácter y la Chronicle Novel. Raro es la novela que no pertenece a uno de estros tres tipos.

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—Dentro de este polifacetismo de la novela ¿dónde te situarías? ¿Qué ha sucedido en un silencio narrativo de aproximadamente veinte años?

—El perfeccionamiento del oficio en cuanto al género novela, la creación en otras áreas, como la crítica y el ejercicio de la autocrítica, que en aras de la exigencia a veces te paraliza. La poesía era mi afirmación; sin embargo, mis cuentos de Entre cuatro paredes conformaron un Ser que no quise repetir. El cuento es tema único, expuesto en tiempo breve. No me ha tentado sino como un aporte al sentido general de una novela.
De tu exposición acerca de las diversas estructuras de la novela, y tu identificación con algunas de las ideas orteguianas, podría deducirse tu preferencia por la técnica, es decir la forma el lenguaje, perdiendo relieve el tema o asunto. Si esto es cierto, háblanos de la estructura de No siempre el olvido.

Comenzaré por observar que, en principio, sin tema no hay forma –aunque puede no haber argumento en el sentido antiguo corriente- porque el tema o “fondo” determina la forma. Pero ésta es el arte del artista, el estilo del escritor, el modo como expone el novelista. A mí me tienta siempre prescindir de lo cronológico, usar el tiempo sin fechas del recuerdo como evocación significante. El tiempo sería la medida de los hechos en el instante de revivirlos, como las notas de una partitura musical que cobran vida al interpretarlas. No siempre el olvido está pensada como estructura musical. Esto es de vieja data: las investigaciones que precedieron. Al estudio semiológico de la crítica de teatro, sobe la que tengo obra publicada, me llevaron a buscar nuevas formas de la novela, cuya lectura siempre terminaba aburriéndome. Pero he aquí que un día, leyendo un análisis narrativo de Frederick Kart, hallo que éste califica de gran sinfonía el Cuarteto de Alejandría, a la vez que exalta otras composiciones como estructuras musicales de la actual novelística, entre çestas la suite, el tema con variaciones, la fuga y el contrapunto.

En impromptu, cuatro partes y un finale se divide el material narrativo de la obra No siempre el olvido, que tiene un fin crítico-social, no moralizante, entiéndase. Su estructura sería el tema con variaciones.
Estas estructuras musicales no son fácilmente detectables, por otro lado se sabe que el lector de novelas va a la búsqueda del tema o del argumento, es lo que vende, y sólo la crítica avanzada descubre la arquitectura invisible. De la fiebre estructuralista me quedaron algunos hallazgos. De la música, el pensamiento del antropólogo belga Claude Lévi-Strauss toma la dialéctica de los temas y de las variaciones, cuyos análisis aparecen en obras como El arte de la fuga, de Juan Sebastián Bach; en el estudio dedicado a la tetralogía de Wagner, El anillo de los Nibelungos y en las obras sobre Schoenberg, Webern y Alban Serg. A la vista de todo esto y tras las palabras de Lévi-Strauss, de que “estamos a punto de presenciar la desaparición de la novela, cuando la denominada música serial sustituye a la novela como género”. Te diré: desde hace muchos años el cine y, ahora, las series televisivas argumentales, son causa de la decadencia de la novela. Las novelas premiadas se comienzan a leer y se abandonan. ¡Es urgente la transformación literaria de la novela!

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—Hablemos de diferencias entre tus dos novelas. Técnicas, elementos autobiográficos en Toquemos Bach y No siempre el olvido.

—Creo necesario registrar el tiempo que media entre una y otra; veinte años suponen cambios en el mundo, en la sociedad inmediata al escritor y cambios en quien escribe. Toquemos Bach es una obra más lírica. El encanto inédito de pasar una breve temporada en la ciudad de Telemannn, Magdeburgo, en una Alemania organizada y llena de eventos culturales, como las excelentes orquestas de cámara, el teatro de Brecht y los certámenes literarios, detrás de “la cortina de hierro”, como decía la sinopsis de la contraportada, exaltaron mi inventiva. La historia no es autobiográfica. Los personajes tal vez fueron reales, pero desde mi perspectiva. Su estructura también es musical: un trío de cámara cuyos tres instrumentos son los personajes.
Esta estructura pasó inadvertida para ls críticos, entonces como ahora. Aunque en el caso de No siempre el olvido, la clasificación del material podría presumirla. Creo que la narración es fugada, con reiteraciones y temas repetidos, para alimentar cualquier soledad. Como en mi novela anterior, lo autobiográfico es la descripción de las ciudades, la narración de sucesos y circunstancias desde el mirar afectivo del autor. En los relatos, lo argumental no suele ser personal. El punto de vista y la sensibilidad con que se asume y se expone, sí.
En estas dos novelas yo me propuse la crítica social de sistemas que ahogan al ciudadano de nuestra contemporaneidad. La libertad es un duelo entre sendas.

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