Una lectura de la Antología “El ojo errante”, por Lidia Salas

 En uno de mis últimos poemas  hay un verso que dice: “Ahora atisbo las señales propicias / en los versos de los poetas errantes”. Ante lo precario he decidido por la ráfaga que constituye las  palabras de otros.  La antología, “El ojo errante” (Ediciones del Taller Editorial El pez soluble. Caracas. 2009) llegó a mis manos en forma inesperada, y con el paso de los días se convirtió en mi libro de compañía, en el lienzo de la Verónica para enjugar lágrimas, en silencio replicante.

En sus páginas la escritura poética de Rubén Ackerman, Hildegart Acosta, DMargot Baptista, Tere Casas, Ligia Colmenares, Leonardo González Alcalá, Ruth Hernández, Aymara Lorenzo, Georgina Ramírez, Marcia Reverón, Anabela San Vicente y Héctor Vera.

Edda Armas, en hermoso prólogo, da testimonio de la intención, el quehacer y la travesía por el escampado de la creación de este colectivo.

He apreciado  las tonalidades diferentes en la tesitura de las voces. Una consistencia en ese “podar” en la “partitura” individual, para lograr la sinfonía, la música de palabras que podrá degustar quienes decidan abrevar su otra sed en este pozo exquisito.   Como se lee en el prefacio, existe una “pluralidad de pasos y de caminos andados”  en el grupo itinerante que se ha reunido cada semana, durante meses y  años con la poeta Armas y con  algunos otros escritores, antes de decidirse a entregar sus textos a los lectores.

Cinco páginas es la ración de blanco asignado a cada poeta. Se inicia con la fotografía de cada uno de ellos. Imagen captada por la sensibilidad y la técnica de Guillermo Suárez. En el respaldo el testimonio de sus dudas y sus certezas, de sus sueños y de su fe en la poesía. En toda la obra  encontré versos que me conmovieron. Palabras que me acercaron a otras vidas, a otras experiencias. Al fondo la inextinguible luz del mensaje poético. En la noche oscura de este momento existencial, perseguí en estas páginas,  luciérnagas, estrellas fugaces, resplandores de alba y también soledad, hondo dolor y pesadumbre.  La reiterada lectura de los versos fue siempre abrazo humano, consuelo y gozo estético.

Un privilegio sería tener el tiempo y el espacio para analizar cada individualidad. Al carecer de ambos factores opto por el acercamiento a tres de ellos. Por estar de primero Rubén Ackerman, vino a mi encuentro con un tema al cual soy especialmente sensible. El dolor, la enfermedad. la muerte  en la causa de los judíos. Su Ars poética tiene la contundencia resumida en la última estrofa: “Lo mejor es quedar suspendido en una metáfora / abrazarla / sin regresar jamás  / al polvo y a la tierra.” ( pag.14)

La Carlota, 1953. Caracas

Los ausentes es el título bajo el cual el poeta hace su reflexión sobre quienes se marchan primero, dejándonos una heredad de recuerdos y de lágrimas. Nos invita a “alucinar en pleno día /” a “restituir el antiguo pacto entre los vivos y los muertos” (pag.13) El poema, Una pequeña oración colgada en el pared es un credo en la palabra, en su poder supremo para rescatarnos de las caídas y de la desesperanza.  Leía sus versos a manera de letanías por aquello de la catarsis. Estos poemas no pueden ubicarse entre quienes tejen su discurso con la filigrana de las imágenes y la musicalidad de los adjetivos. Es un discurso pleno de significado. La semántica de cada término construye un mensaje concreto, arraigado en la condición humana y en su relación con Dios, con el crepitar del alma cuando se queda sin certezas. Tiene un algo que me hizo recordar a César Vallejo, uno de mis poetas predilectos.

Me sorprendieron los versos de Ligia Colmenares.  La modestia con la cual ha asumido su encuentro tardío con la poesía está sobrepasada por  su poética con la cual comulgo.  Cuando dice “Me bautizo con el agua de la poesía” nos ofrece en la sencillez de la frase toda una teoría de gran profundidad. Las sinestesias presentes en Boceto a Stravinski y Ala en el vino comunican a las formas de estos poemas breves, la intensidad del movimiento, de la gracia y la originalidad al expresar en esta forma combinada las diferentes imágenes. Discurso sugerente que atrapa por el ritmo y la evocación totalmente lograda.

En Hildegart Acosta encuentro una voz de mujer que elabora, una escritura amanera de tapiz. Las madejas están conformadas por hilazas cotidianas, con emociones de cada hora.  Es el uso de ese material en la tensión de la palabra lo que seduce al lector. Cuando dice, “He andado errante entre realidad y anhelo buscándome” nos encara a la verdad existencial transitada por quienes  tratamos de ejercer el oficio de vivir mediante la escritura poética.

Mi gratitud y mi aliento a todos y cada uno de los integrantes de este grupo, por su persistencia en el encuentro, por la disciplinada paciencia en escalar el oficio, por estar reunidos en un libro que como objeto, ha sido reconocido por la originalidad y sentido estético de su presentación. He disfrutado, he dialogado, me he emocionado con la lectura de esta antología. La comento para recomendar sus textos ampliamente. El ojo ha dejado en el discurso, lo inasible de la ráfaga, pero lo permanente de la presencia de la poesía, que queda en el recuerdo y en el corazón agradecido.

Octubre de 2010

Lidia Salas  es Magister en Literatura de la Universidad Central de Venezuela. Autora de los poemarios:  Arañando el silencio, Mención de Honor del Primer Concurso de Poesía Libre de la Universidad de Córdoba, Colombia (1984),Coautora con Elena Vera de la Antología Quaterni Deni.  (1992).  Mambo Café, 1º Mención de Concurso de la I Bienal del Ateneo Casa de Aguas (1994). Venturosa Premio Unico Mención Poesía del VII Concurso Nacional del IPASME (1995) .Luna de Tarot  (Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela. 2000). Y de las Plaquettes Sedas de Otoño (Taller Editorial El pez Soluble, 2006). Itinerario Fugaz editado por la Universidad Nacional Abierta en 2008.

Es Directora del Círculo de Escritores de Venezuela.

Ha sido invitada a la Celebración de la  Semana Hispánica por la Universidad de Clemson (Carolina del Sur, USA) en 1989 donde leyó su ensayo “Voces de mujeres en la poesía Venezolana” y a la II Bienal de Poesía Hispanoamericana en la Universidad de George town, Washington. Usa.1997 en donde disertó sobre la vida y obra del poeta chicano Tino Villanueva. Presentó una ponencia sobre la novelística de Marisol Marrero en el Octavo Encuentro Internacional de Escritoras 2008, que se realizó en Caracas.

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