El vigilante dormido

Por Atanasio Alegre

Una de las mejores revistas de comunicación en Latinoamérica fue en su momento Video Forum, de 1OBC. Tuvo dos etapas. Dirigió la primera el Profesor Oscar Moraña. Era un experto, tanto en semiótica como en semiología que puso a disposición de los medios nacionales de comunicación su vasto saber. Me tocó dirigir la segunda etapa. Dado que ya Umberto Eco había desistido de suplantar la filosofía por la semiótica ante el anuncio de la inminente globalización, me propuse dedicar la Revista a la teoría de la comunicación.

Para esa época era de obligatoria lectura el texto sobre la comunicación de masas de Pasquali y había regresado, también, al país Manuel Bermúdez de un postgrado en semiótica. Bermúdez era y es uno de los escritores de vena costumbrista y humor aterciopelado que dedicó un tiempo invalorable a la difusión de las teorías semióticas. Es una deuda que los comunicadores sociales tienen con él. En referencia a tales conocimientos, quien esto escribe venía de un largo período de investigación sobre comunicación existencial.

Partimos en Video Forum de los tres puntos que, de acuerdo a Mac-Luhan, debían estar presentes en el hecho comunicacional: quién dice, a quién se dice, con qué canal. Mac-Luhan abrigaba la esperanza de que el día que se globalizara la televisión, el mundo sería mejor. Si se llegaba a conocer televisivamente cómo funcionan la pobreza y la corrupción, que van de la mano, en Africa, la situación de sus habitantes mejoraría ostensiblemente.

Se equivocó. En África las cosas están peor que en tiempo de Mac-Luhan y aquí, en nuestro patio, ni la pobreza ni su correlato, la corrupción, tienden a disminuir por más que ambas se hayan convertido en un espectáculo televisivo. El error hay que buscarlo en que la comunicación se ha convertido en un mero transportador de información. El modelo quién, a quién y con qué canal es insuficiente para el propósito macluhiano de mejorar una sociedad. Ese era un modelo dirigido a contenidos observables, mientras que lo decisivo en la comunicación son los procesos que se desarrollan en el receptor del mensaje, de modo que la clave está, no es quién lo envía, sino en quién lo entiende. Y el proceso de comprensión se produce cuando el receptor que escucha lo que se trasmite es capaz de relacionarlo con conocimientos o con experiencias propias, de modo que la interpretación sobre lo trasmitido es lo que va a influir en él.

En otras palabras, hay que generar credibilidad. Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que haya quien sostenga que el potencial de destrucción de la sociedad reside en la comunicación, mientras que otros- los más- aseguran que la comunicación constituye la única manera de poder llegar a organizar coherentemente una sociedad, desarrollar la técnica o proyectar debidamente la democracia. En lo que se equivocan es en tratar de convertir al comunicador en un vigilante dormido. En el aquí y ahora venezolanos resulta imposible hacer comprender a los decididores, por ejemplo, que a los carburantes líquidos les queda un tiempo limitado de existencia.

Los países que han aprovechado las buenas bazas como Noruega, van a tener como recompensa su inmediata incorporación a los tiempos que se aproximan. Para quien gastó, incluso más de lo que producía- como es el caso nuestro- no le vendría mal recordar aquella fábula de la cigarra, dedicada a la buena vida durante el verano, mientras que la hormiga reunía provisiones para el arduo invierno. Un invierno, por cierto, que podría llegar desde Alaska, si los americanos se deciden a explotar las reservas petroleras de esa región, según exigen tanto republicanos como democratas: drill, baby, drill. Y ello guste o no a los decididores, porque en esto de la comunicación, lo decisivo- ya lo dije- no es quién dice algo, sino quién lo entiende.

Atanasio Alegre es novelista, ensayista e investigador. Psicólogo clínico y filósofo, reconocido escritor; Editor de la Revista Conciencia Activa 21 y Vicepresidente del Círculo e Escritores de Venezuela. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Lengua. Entre sus novelas más recientes se encuentran El mercado de los gansos y El crepúsculo del Hebraísta

Palacio de las Academias de Caracas

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