La presencia dominante de la luz

LA PRESENCIA DOMINANTE DE LA LUZ EN LA OBRA DE LUIS BELTRÁN MAGO

Por Alejo Urdaneta

I Toda la poesía de Luís Beltrán Mago está iluminada, es hontanar de brillos y contrastes. Y puede explicarse: Si en el estilo de un poeta es posible captar los modos del Ethos que lo ha formado, cabe también rastrear los rasgos que definen su estética y sus visiones poéticas. El signo en Luís Beltrán Mago lo proporcionan el mar y la amplitud ilimitada del color y el movimiento; ellos definen las cualidades de la poesía de nuestro poeta. Su mundo está al borde del resplandor de las olas, en la ciudad que ha sido suya: Cumaná, lar marino en el Estado Sucre de nuestra Venezuela. Me detuve en un hermoso poemario cuyo nombre parece contradecir lo que he afirmado antes: ITINERARIO DE LA SOMBRA, y lo hice deliberadamente para descubrir en sus versos la presencia continua y dominante de la luz, no obstante el título de la obra. De esa lectura de indagación hallé a cada paso la irrupción de la luz en su alternado juego con la sombra pero siempre llevando el ritmo.

Después vendrá la oscuridad
Vencida,
La iluminada luz desvanecida

Y nos dice también cómo la sombra se desliza como un relámpago desnudo, porque las sombras nacen por el espejo de la luz, fulgor oculto entre los recovecos del silencio. Nos recuerda el paso del Hombre por Galilea, por donde iban las sandalias empolvadas, y nos dice: «Con Él iba la luz, regresaba la paz». Hallamos en la poesía de Luís Beltrán Mago fanales de lumbre, cantos de cristofué, amanecer de rosa y crepúsculos de fuego; danza en el brillo que cintila en el aire, como sucede en el albor de su mar tutelar; nos asombra el empuje de la luz desde la sombra de la tierra a la rama, para mostrarnos la existencia de la vida, un mínimo de universo en cada hoja iluminada.

II Ese es el primer aspecto a destacar en la poesía de Luís Beltrán Mago. El otro, quizás más importante, lo hallamos en el carácter de la obra del poeta. Él no persigue ni expresa la soledad del hombre; busca, por el contrario, fundirse en el objeto de su contemplación para comulgar con su esencia y ser uno. La religión y la poesía están yuxtapuestas en el orden de la necesidad humana. Ambas tratan de la actitud posesiva del ser humano, pero mientras en la religión el hombre suplica y ama, y su gesto cristaliza en el ruego y la oración para alcanzar el éxtasis místico, en la poesía hay un movimiento hacia la comunión con el mundo. El místico religioso quiere entregarse individualmente a lo absoluto y confundirse con Dios; en tanto el poeta siempre intenta expresar ese mismo absoluto y comulgar con la realidad, camina hacia lo desconocido para reunirse, en compañía de la humanidad, con el objeto de su contemplación.

Hay una extraña idea en el poema: la unión del hombre y el mundo, la revelación de su inocencia original, que se opone a la de la perdida inocencia por el pecado proclamada por la religión. ¿Y como lo hace el poeta? Mediante su recurso único: la palabra. Aristóteles dijo que el hombre es el ser de la palabra, porque es el único que posee ese don divino que lo acerca a Dios.

La poesía de Luís Beltrán Mago no pretende decir cosas bellas, idealizar lo que su palabra pronuncia. Es una poesía que sacraliza la relación humana con su entorno y, ante todo, con su semejante. Es creación privada y personal que susurra al oído su relación con lo absoluto. Y nos lo dice en acto de conciliación y amor: un abrazo al mundo entero.

No es discutible que los poemas de nuestro creador dan una cara de alegría interior y paz. Enciende el poeta la llama de la vela y el claror se extiende en sueños. Acude la meditación y el soñador toma el alimento que le da la vitalidad espiritual que quiere comunicar en acto de prodigalidad. En ese momento, Luís Beltrán Mago comulga con valores que se enfrentan y abre la luz de sus intuiciones para reunirlos, valores e intuiciones, en un solo haz de alto brillo que disipe la oscuridad y la lobreguez.

Comparte esto:

Viajes en la noche, Poemario

Por Isabel Cecilia GONZÁLEZ MOLINA

Viajes en la noche. Autor: Aladár Temeshy
Editorial Diosa Blanca, 2009

En su poemario «Viajes en la noche», publicados por la Editorial Diosa Blanca, Aladár Tameshy crea una secuencia de poemas, libres e independientes, que al leerse en conjunto forman una narración muy cercana a la de los viajes épicos. Al embarcarse en un tren imaginario empieza el viaje del poeta, quien al igual que Ulises desciende a los infiernos, representados en esta oportunidad por la enfermedad, para allí encontrar el camino de regreso a casa, el único lugar en que se es.

«…Quiero irme a mi casa
Donde en cada rincón
Se mueven los recuerdos…»

«…La noche es un pasillo largo con umbrales de dolor…» Era necesaria la noche, cuando empieza el viaje del alma durante el cual los dioses también duermen y la oscuridad se llena de imágenes fantasmales ; era necesaria la ausencia de la luz, para que el poeta Aladár, como muchos grandes poetas, nos condujera dentro de los susurros y los secretos de nuestra propia oscuridad.

«…Los trenes nocturnos te llevan
sobre ruedas y rieles infinitos
a tu propia oscuridad cerrada…

Todos caminamos a tientas, extraviados, durante el día escondemos nuestros miedos y aparentamos la dicha, pero es en la noche cuando las cosas se desvisten de sus disfraces. El momento exacto cuando se cuestiona el quehacer diario, justo antes de cerrar los ojos, el preciso instante en el cual Aladár se vuelve pasajero y se deja llevar al universo de las palabras, para permanecer dentro de su propia caverna, rodeado de sus ideas.

«…Los trenes nocturnos te llevan
por los túneles de la soledad…»

Expresar el dolor interior es casi imposible, pero eso fue lo que se propuso el poeta, ser la voz atrapada en lo más profundo de todo ser humano, la que habla de miedos, delirios, pesadillas y tormentos. La que mide el tiempo y nos enfrenta al absurdo, la que percibe nuestra gran tragedia: el pertenecer a un universo de » peces enlatados», de donde no vamos a escapar.

«alguien habla en el silencio desconocido,
En las bóvedas de la matriz, en la noche…»

Para Aladár únicamente existimos en la palabra, el eco de nuestras voces forma el pensamiento, mientras permanecemos atrapados en la pecera de nuestro mundo, inventados por nuestra imaginación. Somos Wencelav, reyes cansados de la pecera.

Aladár nos muestra en sus poemas como seguimos andando únicamente por la esperanza y «las promesas de recibir un reino bello», mientras se nos escapa la vida, se suceden las estaciones, viajamos de la primavera al invierno, de lo cotidiano a la trascendencia, de la nada para volver a la nada. Por lo que su poesía se propone ser un elemento liberador, capaz de romper los designios de la nada.

Sin embargo, no existe otra posibilidad que la de ser «al margen de la nada», concientes de que el tren se detendrá al final y habremos llegado a nuestro destino. Y es entonces cuando el poeta nos propone quizás el verdadero propósito de la existencia: el amor. El amor es lo único que puede salvarnos.

«Vengo a tu noche
Para quedarme en ti
Viajero cansado
De la vía láctea.»

Al leer este poemario nos daremos cuenta que «Viajes en la noche» representa el recorrido humano que va de la soledad al encuentro con el otro, de la oscuridad al hallazgo de la luz, de la nada al todo,el camino hacia el amor.

Isabel Cecilia González Molina

Escritora.

Autora de Trance, Bañada de Azul y Campos de Neblinas

Aladár Carlos Temeshy von Becker, arquitecto con estudios en Budapest, Viena, Perugia, Los Ángeles y Caracas, con obras sembradas en tres continentes, autor de murales, de artículos y, ensayos sobre urbanismo y arquitectura de comportamiento, ponente en congresos nacionales e internacionales. Perteneció al grupo de Alfredo Silva Estrada, participó en los talleres de Celarg coordinado por el mismo poeta. Ha publicado El libro de las decepciones (poemario) 2008; The city in a mirror (estudio urbanístico) 2007; Hierba alta (poemario) 2006; Estrellas fugaces en les esquinas del mundo (relatos) 2006; El Califato (poemario) 2005; Probando el tiempo (poemario) 2001; Cantata Profana (poemario) 1997; Razones y sin razones de la ciudad (estudio urbanístico) 1996; Líneas cortas (poemario) 1993. Sus artículos han sido publicados en los periódicos El Universal (1992) y La Razón (1995-2005). Ha escrito ensayos sobre La pintura del Trecientos Italiana y La pintura francesa desde Carlo Magno hasta el siglo XIX.

Comparte esto:

Miguel Ramón Utrera: la otra claridad

Por Alberto Hernández

Alguien volverá sus pasos para recordar antiguos nombres
de la ciudad: entre ellos el que linda con la dura comarca de la sed.
Un río fue su imagen: un pequeño río de «verde y apacible ribera»,
en cuyas clarísimas linfas halló sustento la vieja tribu contra el
hambre y la sed.
M.R.U.-

1.-
Miguel Ramón Utrera es un monje que escribe bajo un árbol sagrado. A través de sus hojas, se mete el mundo que sus ojos han visto en sueños. Desde la techumbre de la casa, advierte el arco de la tierra, las curvas soleadas de las serranías y el ojo de Dios calculando la luz. Entonces, San Sebastián de los Reyes es una epifanía, la gran fiesta de una voz hecha sonoridad poética.

El sitio para resguardar el silencio, el tan dicho y pronunciado en su poética, el que retorna en río para destacar la presencia de la noche y sus asuntos:

Alguien debía volver de aquel país de sombra. Y por haber olvidado la clave
de sus pasos, caminaba a tientas, procurando recordar nombres olvidados en
la sombra.

2.-
El sonido de un yo exterior que resalta el cuerpo de adentro del paisaje. Un ojo permanente que desde el cuadro de la ventana imagina el acento de la soledad, de una sombra que jamás se agota, de una claridad enceguecedora. Alguien debía volver de aquel país de sombra. Alguien, sí. Desde ese lugar recurre a una voz que se desliza por el tiempo en que la poesía era oro y silencio.

Quizá pensó en el silencio nocturno de los árboles. Y volvió a caer en la
sombra. Otra silenciosa sombra.

3.-
Con la poesía, con las sombras, con las claridades, ajustamos cuenta con el olvido. Desbrozando el último sueño, nace la antología, el recado vigoroso venido de la noche, de los zumbidos terrenales de San Sebastián, para alegría de lectores y duendes. Miguel ramón Utrera se aleja así del país inasible.

No en vano el poeta Harry Almela, para la edición antológica de La liebre libre, La otra claridad, destaca lo siguiente: No es justo el criterio de quienes desean la presencia de Utrera en el terreno exclusivo del nativismo. Esta doctrina rezuma color local desde el paisaje, entendiendo a éste como naturaleza tamizada por una voz poética.

En efecto, la voz redonda, la que circunda el universo, no se queda en un solo sitio. El paisaje de Utrera emerge de la sombra, de la noche, de la luz del día y se hace otros países, otros lugares, los mismos del espíritu, los mismos que encontramos en cualquier sueño.

Desde su aldea, el poeta Miguel Ramón Utrera es el más universal de nuestros escritores, porque se funda en los sonidos que vienen de otros tiempos que hoy saboreamos con holgura. Desde la sombría celda de Fray Luis. Desde las flagelaciones silenciosas de San Juan. Allí está el oro de este hombre que ha permanecido toda la vida haciendo vida de creador.

Quizás tocó los labios dormidos del agua. Y descubrió que la sed es otra
sombra. Otra dormida sombra.

Quizás llamó a la puerta de alguna choza abandonada. Y sólo halló la res-
puesta de la sombra. Otra abandonada sombra.

4.-
La sed recoge un rumor de voces frescas, pareciera ser el ars poética de Miguel Ramón Utrera. Deshojando su propio árbol genésico, vuelve de la ventana. Adora las estrías de la madera. Celebra el cuerpo añoso de la silla. Vivaquea con el olor húmedo de las paredes. Sorbe, en su más callada hora, el relámpago de la primera lluvia en la montaña. Toda su sangre en el afuera, en el adentro que lo estimula y eleva.

¿Dónde encaja ese país hondo, sumergido entre nubes? ¿De dónde proviene esa voz? ¿Quién la pronuncia? Entonces, más allá del dolor del cuerpo, de la avanzada muerte de las calles del pueblo, de aquella empinada desolación frente a los árboles, el poeta retorna y dice:

Alguien debía volver de aquel país de sueño. Y por haber olvidado la clave
de sus pasos, trataba de alcanzar los caminos donde siempre descansa el úl-
timo sueño.

Quizás tomó la senda de los frágiles cocuyos. Y tropezó una vez más con
las espinas del sueño. Su desgarrado sueño.

5.-
El silencio, los fantasmas, la mirada oscura de quien baja de una a otra casa. La voz inaudible de quien recorre los adoquines del pueblo y se traduce en pájaro en un árbol muerto, sometido a los relámpagos de la mañana. El poeta, de cuerpo enfermo, es el mismo árbol, la misma noche, la mañana cerca del alero mientras el patio convierte en edad temprana la memoria.

El silencio/ fantasma: Guardemos ya nuestras mejores voces, canta y se inmortaliza. Y el misterio de aquel sonido peculiar, de la donosa España escondida, soportada, renegada, relegada, austera en la palabra y rica en la poesía.

Celebramos con vasos de junco las aguas de esta sonoridad, que refresca mucho más la otra claridad de los hombres. Celebramos con jugo de la tierra estas hojas de sueños. El sendero invisible que el tiempo nos tiene reservado.

Quizás trató de seguir el vuelo de las hojas. Y se encontró, de sorpresa,
ante la fronda de otro sueño. Su desgarrado sueño.

Quizás palpó las piedras que ocultan los secretos de la noche. Y junto a ellas
pudo escuchar los ecos de aquel sueño. Aquel desvelado sueño.

6.-
Temerario es el canto, la sombra que lo anuncia. La poesía de Miguel Ramón Utrera, por mucho obligada a ser local, espacio reducido, escapa de quienes favorecen esa aventura. Se trata de una poesía traducida a todos los verbos de nuestro español. A todos los giros que nos nacen a diario, tanto en España como en América Latina. Y su traducción auguraría una sorpresa, una dispersión de opiniones. Utrera es una nación, un continente de ecos, el misterio de la gran poesía.

Alguien debía volver de aquel país de silencio. Y por haber olvidado la clave
de sus pasos, pretendía trepar a las grutas donde moran las arañas del silencio.

Quizás buscó el abrigo de algún recóndito jardín. Y en él contempló, ya
Deshojada, la rosa del silencio. Aquel mustio silencio.

Si ese «alguien» es la duda, no nos extraña que el país de la sombra, de la sed, del sueño habite multiplicado en el silencio, el otro leit motiv del poeta de San Sebastián. Estos elementos, tan sensoriales como reveladores del espíritu, fraguan la invisibilidad de la eternidad, de la luz que invoca. El silencio continúa siendo el lugar donde limar los sentidos apagados.

Quizás descubrió los hilos de otro remoto manantial. Pero en ellos también
dormía el silencio. El más callado silencio.

Quizás volvió a hollar los tenues espejos de la lluvia. También en ellos ha-
bía huellas desvaídas. Las huellas del más claro silencio.

7.-
Claridad versus sombra. O ambos en el convulso sistema espiritual del hombre. El poeta navega en estas aguas. La poesía despeja el paisaje, lo hace visible a todos los ojos. A los ciegos y a los congregados por la luz. He allí la otra claridad, la soledad reencontrada.

Alguien debía volver de aquel país de soledad. Y por haber olvidado la clave
de sus pasos, descansa ahora a la vera de su cansada soledad.

Quizás vació sus lágrimas en el cálido surco de la sombra. Y allí creció,
entonces, el árbol de la soledad. La más armoniosa soledad.

Quizás ató sus pasos a las cálidas raíces del sueño. Allí se abrió, entonces,
la flor de la soledad. La más candorosa soledad.

Quizás dejó caer sus voces en el cálido río del silencio. ¿Recuperó allí la
clave de sus pasos? Desde entonces quedó poblada de música la soledad de
las palabras.

La pregunta del poeta descubre la posibilidad de que la soledad invada las palabras. Es decir, el sonido del mundo, el más hondo, el más humano, la poesía. La fuerza de este poema de Utrera nos lleva hacia el lugar donde desaparece el paisaje restringido. El poeta aragüeño universaliza la lectura, la imagen de un hombre solitario, quien desde los motivos de su afán hace país global, redondo, mundial.

LA SOMBRA TEMERARIA

Hace uno tiempo, el año que Miguel Ramón Utrera ganó el Premio Nacional de Literatura, nos tocó entablar con él una conversación. Habló de su vida, de la vida de otros, de un «inmerecido» galardón que sus amigos le dieron. Habló de poesía, del silencio y de los ruidos más allá del pueblo donde enseñaba y solía encontrarse con la sombra, con el silencio.

Decíamos:

«Cuando la muerte reposaba en la puerta, Miguel Ramón Utrera no se negó a presentirla. Con los años la hizo sombra, sueños y fantasmas en los lomos empedrados de su San Sebastián de los Reyes, donde el sur es memoria y distancia».

Entonces entendimos el poema, la belleza de su misterio:

Esta sombra nos sigue, de puntillas;
se oculta en nuestras horas claras;
y así mismo se infiltra en nuestras voces
con leves ademanes de fantasmas.

La sombra, la persistencia de la sombra, esa, la temeraria que de puntillas lo sigue mientras baja a desayunar a la casa de su hermana. Acogido por un clima benigno, el poeta se amiga con su bastón, siente los límites del dolor en las coyunturas, en los ligamentos del alma. Por eso, sabe que la sombra es plural, mirada de quienes se sienten seguidos por ella:

La entrevemos, siguiendo nuestros pasos,
y trepando por todas las palabras;
inasible, fugaz, sin rumbo fijo,
pero presente siempre y siempre extraña.

El soneto se hace muchas voces. Un poeta es capaz de multiplicarse, de reflejarse en la misma sombra, en esa aventurera incursión.

Guardemos ya nuestras mejores voces.
Deshilando la hebras de este sueño,
esperemos la luz de la mañana.

Un viejo recuerdo de oro: Calderón de la Barca, la vida es sueño, la muerte es sombra, la mañana es la única posibilidad de salir del río infinito.

Cuando el día retorne con sus sones,
en el diálogo puro -lumbre y sueño-
se rasgará la sombra temeraria.

La otra claridad es la sombra que nos sigue. La que habrá de desaparecer con la muerte. La que habrá de regresarnos a la luz.

Ese día de visita al poeta, dejamos escrito:

«En san Sebastián de los Reyes nadie duda de la sombra de Miguel Ramón Utrera, nadie calumnia los pasos que se siguen oyendo frente a la iglesia, en el corazón del cedro o en la hojarasca retraída de Semana Santa.

Otra cosa es el silencio. Porque «hay ahora un silencio hondo que destila soledad sobre las voces aún dormidas».

Su voz, silencio que no lo agota, suena a pared de casona. Es una poesía llena de regresos. Y el jardín donde aún encuentra la soledad es el mismo silencio de otros patios. Una cronología de palabras que encajaron en la fuente de los cerros, en la mirada sobre la «huella impaciente» del tiempo.

Se extravía en sus propias huellas, las que preguntan. Tomará «el cauce de estas voces/ que nos llegan de lejos».

Alguien acaba de ver al poeta Miguel Ramón Utrera metido en unos libros, cubierto de polvo nocturno, recogiendo los pasos, recobrando su sombra».

Los que regresamos desde esa sombra, de la que el mismo poeta fundó, aún lo vemos trajinar por las calles, la única que bajaba y subía, a recoger los restos del silencio.

Comparte esto:

Conversatorios 2009 El Librero

El próximo miércoles 27 de Mayo, a las 7 pm, continúa el ciclo de Conversatorios 2009 El Librero,

un espacio privilegiado para conversar abiertamente con escritores venezolanos.

En esta oportunidad, el encuentro será en torno a la Memoria de los inmigrantes, con la participación de Guadalupe Burelli, Alejandro Martínez Ubieda, y Susana Soto, tres de los entrevistadores de la serie 20 Testimonios de la Fundación para la Cultura Urbana.
El moderador de este encuentro será Harrys Salswach, editor y filósofo.

Los esperamos.

El Librero

Día: miércoles, 27 de mayo de 2009
Lugar: Centro Cultural Chacao, Avenida Tamanaco, El Rosal
Hora: 7 pm
Entrada libre

Piedras Pintadas, Venezuela

Comparte esto:

Edda Armas y su programa Entreversos

ENTREVERSOS CON EDDA ARMAS
En el Canal i de la Televisión Venezolana

El único espacio dedicado a la Poesía y el Arte en la televisión …

El Estreno es los lunes a las 7 pm. y la Reposición domingos a las 9 pm.

El domingo 24 de mayo: «Cuando las palabras vuelan»

Entrevistas a: Alfonso Paolini, Arquitecto/ Ilustrador; Rubí Guerra, Escritor
Clip del poeta Ludovico Silva y Poemas de León Felipe, Fray Luis de León y José Hierro.
ABC de la Poesía: Palabras con eco

GUIÓN, TEXTOS y ENTREVISTAS: Edda Armas
PRODUCCIÓN Y EDICIÓN: Isaac Uzcategui

Canal i: SUPERCABLE 40; DIRECTV 105; INTERCABLE 18;
Nacional 53 y 55 (señal abierta); Maracaibo 53; Barquisimeto 63

Comparte esto:

Un pisito justo encima del bar

Por Atanasio Alegre

Eso pide en su canción un cantante andaluz para su chica que, aunque no es virgen, él la tiene en un altar. El piso equivale al apartamento nuestro. Y diré que el piso y el bar son las dos obsesiones del español de hoy y de una buena parte del europeo contemporáneo. El piso es una obsesión antes de tenerlo y, una vez metido en la hipoteca, la obsesión se transforma en pesadilla a fin de cada mes. El bar, que viene siendo la segunda morada parcial de una buena parte de los españoles, es un amago de desplazamiento hacia otra parte distinta del hogar, preludio a su vez de otro mayor, el turismo vacacional. A lo de la vivienda se la ha llamado la burbuja inmobiliaria, que venía siendo el primer motor de la economía española hasta que explotó; el segundo motor es el turismo, hoy de capa caída.

Escribo esta crónica teniendo a la vista uno de los conjuntos urbanísticos modernos más apacibles vistos hasta ahora en mi recorrido europeo. Tengo delante el nuevo Museo de la ciudad de León, una gozosa jerigonza de color enmarcado en formas cuadriláteras que hacen sospechar que el arquitecto anda en la idea de que el color no sólo sirve para realce de la arquitectura, sino que podría ser la arquitectura misma. Detrás, frente al conjunto de edificaciones de gran modernidad futurista —el edificio de la Junta de León, entre ellas— de camino por una avenida bordeada de árboles que parece que hubieran estado allí siempre se yergue el viejo edificio de San Marcos convertido hoy en uno de los hoteles emblemáticos de Europa y, antaño, en la cárcel donde Quevedo pasó tres años de su vida que acabaron con su salud. No me resisto a transcribir en sus palabras la miseria de su prisión. Digamos antes, que ella se debió al contenido de un memorial que pasó camuflado en una servilleta al Rey Felipe IV para advertirle de las malandanzas de su valido y primer ministro, el Conde Duque de Olivares: «Fui traído en el rigor del invierno sin capa y sin camisa, de sesenta y un años, a este Convento Real de San Marcos donde he estado durante este tiempo en rigurosísima prisión, enfermo de tres heridas que con los fríos y la vecindad de un río que tengo por cabecera, se me han cancerado y por falta de cirujano, no sin piedad, me las han visto cauterizar con mis manos, tan pobre que de limosna me han abrigado y entretenido la vida. El horror de mis trabajos ha espantado a todos. Vivo en conversación con los difuntos y escucho con los ojos a los muertos.»

Vivir en conversación con los difuntos y escuchar con los ojos es tal vez uno de los recursos que le quedan al hombre de todos los tiempos cuando los gobernantes son víctimas del poder que un día soñaron conquistar, pero que, a la postre, fue el poder sin medida el que los conquistó a ellos.

El español de hoy que cobija su andar bajo los mismos cielos abiertos que lo hiciera el más grande prosista de la lengua castellana, pide hoy, en verso y en prosa, un piso y un lugar, tanto dentro como fuera de la ciudad donde desplazarse. La llamada burbuja inmobiliaria, empero, ha enturbiado el presente español, como comienza a enturbiar el del venezolano de a pie la llamada economía del sablazo, hija legítima de la exarcebación del poder por el que atraviesa la República.

Parodiando a Sartre, bien podría afirmarse que el mal gobernante es el ser a través del cual llega la nada a los países. El mal o la nada.

Y para que no queden dudas de qué va la cosa, la economía del sablazo es la antítesis de la del ahorro hecha sobre el esfuerzo, levantada, ladrillo a ladrillo, sobre el trabajo honrado y disciplinado.

& & &

Atanasio Alegre, Psicólogo Clínico, Novelista, Investigador, Ensayista. Vicepresidente del Círculo de Escritores de Venezuela. Director de la Revista ConcienciActiva 21.

Comparte esto:

El Universo del Arte y la Palabra: Charlas 21 de mayo

EVENTO Jueves 21 de mayo de 2009 a las 6 pm:

& & & Charla a cargo de Álvaro Pérez Capiello sobre Giuseppe María Crespi, , pintor y dibujante del Barroco Italiano. «Y así ascender despacio en un inmenso amor / de la prisión terrestre / a la belleza del día» Arthur Rimbaud

& & & Charla a cargo de Carmen Cristina Wolf : Reflexión sobre la Palabra. «Algunas de nuestras palabras / son fuertes, francas , amarillas / otras redondas, lisas, de madera…» Eugenio Montejo.

Lugar: Sala Cabrujas CIRCULO DE ESCRITORES DE VENEZUELA INVITA
Centro Cultural Chacao, Centro Comercial El Parque, Nivel C 1. 3ª Avenida de Los Palos Grandes cruce con Avenida Francisco de Miranda.
Entrada por el lado derecho del Edificio.
(Al lado de Parque Cristal)

Mujeresescritoras

Literatura y Vida

Comparte esto:

Heberto Gamero: Solitario

Solitario

Apenas había salido el sol. El hombre iba cabizbajo, caminando y hablando por la orilla de la playa. El olor de las algas marinas predominaba sobre el del mar y las gaviotas danzaban muy cerca de él. Sus pies descalzos dejaban sus huellas solas que la próxima ola se encargaría de borrar, y la próxima, y la próxima, huella tras huella, sólo eso se borraría de su corazón. Tenía cerca de sesenta, el pelo rayado de canas y la piel tostada por el sol.

La posición de su mano parecía tener tomada a la de alguien. De vez en cuando reía y volteaba hacia un lado, como si realmente ella lo estuviese escuchando y compartiera con él cualquiera de esas conversaciones tan peculiares que solían sostener.

Hoy caminaremos hasta las rocas —dijo él.

Sí, vamos, me encanta ver cómo el agua choca contra las piedras y luego se retira como si nada.

Si, es irrespetuosa, la golpea, la provoca, la reta, se va y luego vuelve con la misma fuerza a hacerlo de nuevo, sin temor alguno —dijo él. Así es. Y la piedra resiste estoicamente sus embates. Los resiste, pero el mar sabe que un día la vencerá y la hará polvo —dijo él.

Y…, ¿ella lo sabrá? ¿Sabrá que algún día el mar la destruirá?

Sí, debe saberlo —dijo él.

Entonces, ¿por qué lucha?

Es su naturaleza, mientras no se pulverice, tiene expectativas —dijo él.

¿Expectativas? Sí, expectativas —dijo él. Expectativas, ¿de qué? No sé, de seguir existiendo, me imagino —dijo él.

Es lo razonable. No olvides lo que has dicho —él sintió cómo ella chapoteaba los pies en el agua y la espuma se le desvanecía entre los dedos.

Qué hermoso amanecer.

Muy bello —dijo él. Las nubes huyeron. Quizá estén desayunando —dijo él, sonriendo. Es posible.

Y…, ¿qué estarán comiendo? —dijo él. A ver, a ver, ¿qué tal cereal de cactus con aire del desierto?

¡Hum, qué rico! —dijo él. Con bastante miel.

Si, con mucha miel —dijo él.

¿Y de tomar? ¿De tomar ?… No sé, pueden estar tomando jugo de sueños marinos —dijo él. Sin azúcar.

Sin azúcar, claro, para que no se pongan gordas y luego nos manden un diluvio de esos que nos quitan el sol por varios días —dijo él.

Entonces, sin azúcar. Hablas de las piedras como si pensaran —dijo él.

¿Quién dice que no? Bueno, obviamente no tienen cerebro para hacerlo —dijo él. Pero, tienen vida, ¿no? De alguna forma nacen, crecen, se desarrollan y mueren. El principio de la vida, ¿no es así? Sí —dijo él, pensativo.

Entonces, ¿ quién dice que en aquella maraña de átomos duros no se desarrollan algunas conexiones que hagan las veces de cerebro humano y den lugar a sensaciones como el amor, el miedo y tantas cosas más que nos afectan? No me imagino a una piedra llorando —dijo él. No como nosotros, claro, pero quizá tengan su propia forma de hacerlo, y nosotros, habitantes de este mundo, amos y señores de todo lo que nos rodea y también de lo que no entendemos, descartamos de plano cualquier otra forma de existencia, simplemente porque no concuerda con lo que llamamos lógica.

En conclusión, lo que quieres decir es que todo es posible —dijo él.

Eso creo. Ya estamos cerca de las rocas —dijo él. Sí, ya se escucha el ruido profundo de las piedras abatidas por el mar.

Suena doloroso, triste. Si los elementos o las cosas pudiesen sentir, ¿quien sufrirá más, el agua o la piedra? —dijo él

Ahora que lo preguntas, no sé. Me imagino que la piedra, que es la que recibe la embestida de las olas.

Parece lógico —dijo él. Pero, ¿y si lo vemos de otra forma, una más alegre, más positiva? Podemos hacerlo, podemos elegir cómo ver las cosas, ¿no crees? ¿Cuál? —dijo él. Qué pasaría si esa es la manera en que el mar demuestra su afecto hacia la roca y ese constante golpetear es su forma de abrazarla y de decirle que la ama.

Puede ser —dijo él. Y que además la roca recibe ese impacto no como algo que duele y que eventualmente la destruirá, sino como ese gesto de amor que sí, que terminará pulverizándola, pero con la intención de que un día la llevará a fundirse en una sola con su amada. Sí, prefiero pensar eso —dijo él.

Qué maravilla, viéndolo así ya no se sufre por la roca.

¿Y por el mar? —dijo él. Tampoco por el mar.

Mejor —dijo él. Sí, Mucho mejor, ya no hay dolor. Ya no hay lucha.

No, tampoco lucha —dijo él. Sólo una manera de amarse. Así es —dijo él. ¿Qué cambió, el mar o la roca? Sabes que ninguno de ellos —dijo él. ¿Qué, entonces? Quiero oírlo.

Nosotros cambiamos. Simplemente, ahora lo vemos diferente —dijo él. Sí…, de eso depende todo. Así parece, aunque no es tarea fácil —dijo él.

Pudimos habernos retirado antes de nuestra vida ajetreada en la ciudad, de los compromisos, del humo, de las cornetas y de tantas cosas que sin darnos cuenta nos agobiaban, nos desgastaban y nos impedían vivir de verdad y disfrutar de este sol, de esta brisa, de este mar, desde mucho antes. Qué tarde lo descubrimos.

Es cierto, apenas un año duró lo que pensábamos sería el resto de nuestras vidas. Muy poco. Fue el mejor de todos los que pasamos juntos. Pero, ¡oh Dios, fue tan corto! Lo lamento tanto. Lamento no haber apreciado lo valioso de aquellos momentos, que por alguna estupidez humana pensé que serían eternos y que no merecían la importancia de lo escaso, de lo que no abunda. En aquellos días que te tenía a ti, que lo tenía todo, no pensé… no pensé… te extraño tanto —dijo él.

También yo… Sentémonos un rato.

El sonido es imponente, se siente en el pecho. El mar se mete con fuerza debajo del peñasco y lo hace gritar de dolor —dijo él.

Quedamos en verlo como de alegría. Sí, lo siento, de alegría. Ya no sé, de verdad quisiera pensar eso, quisiera pensar que las piedras sienten, que el mar ama, que todo lo que duele uno puede cambiarlo sólo modificando el punto de vista…

Se está tan bien aquí… No quisiera hablar de ello, pero dime, dime por qué… —dijo él. No lo sé, yo también quisiera saberlo.

Todo fue tan rápido, tan fugaz… —dijo él. Sí, teníamos tantas conchas que lanzar al mar, tantas gaviotas que ver danzando sobre nuestras cabezas, tanta arena por pisar con nuestros pies descalzos, tanta agua fría que sentir, tanto sol naranja que ver… Pero l a gente enferma y muere… De eso se trata la vida. Pero… —dijo él. Pero…, no hay nada que hacer, lamentablemente. Debes aceptarlo, yo no podía ser la excepción de los mortales, aunque de verdad lo intenté; como esa piedra se resiste al mar, así lo intenté. No puedo aceptarlo, es algo más fuerte que yo —dijo él.

Tienes que hacerlo. A ti te toca vivir los años que yo no pude, no los desperdicies. ¿Cuál?

¿Bajo qué punto de vista se puede borrar este dolor? —dijo él.

Piensa en que todo esto es un experimento del cual somos parte. Piensa que el tiempo pasa muy rápido y que muy pronto nos encontraremos en otro sitio. Piensa que como la piedra y el mar en algún momento nos fundiremos en uno sólo y para siempre. Quiero que me lo prometas, quiero que dejes de hacer estas caminatas día a día y soñar que hablas conmigo, que todavía existo y que nada ha cambiado.

Pero … —dijo él, con sus ojos flotando en el agua que veía. Promételo. … Al día siguiente, al salir el sol.

Hoy caminaremos hasta las rocas… —dijo él. Sí, vamos…

Comparte esto:

Qué sucede del 11 al 17 de mayo de 2009

Actividades y eventos que nos ofrece la Ciudad en esta Semana:

Martes 12

Círculo de Lectura con Eduardo Liendo y su novela El último fantasma (Alfaguara)
Lugar: Fundación Francisco Herrera Luque, Avenida San Juan Bosco, Centro Altamira, Mezanina Local 2, Altamira / Hora: 5:00 pm

Bibliotecas en la literatura en Radio Relecturas
Lugar: Emisora Cultural de Caracas 97.7 FM / Hora: 8:00 pm

Miércoles 13

Conferencia Dante Alighieri: aportes hebreos e islámicos en la Divina Comedia, dictada por el Prof. Giorgio Battistoni, organizada por el Instituto Italiano de Cultura en la Universidad Católica Andrés Bello
Lugar: Sala de usos múltiples. Edif. Cincuentenario, UCAB / Hora: 2:00 pm

Jueves 14

Recital de William Osuna, Beverly Pérez Rego y Víctor Alarcón, organizado por Monte Ávila Editores
Lugar: Estación del Metro El Valle / Hora: 4:00 pm

Presentación de los libros Sin partida de yacimiento, de Luis Barrera Linares, y El cantante asesinado, de Mario Amengual, editadas por BID&Co., con palabras de presntación a cargo de Carlos Sandoval.
Lugar: Librería Lectura, Centro Comercial Chacaito / Hora: 7:00 pm

Presentación del libro Penélope, de Ignacio Castillo Cottin, editado por Random House Mondadori, con palabras a cargo de Diego Rísquez y Rafael Arráiz Lucca
Lugar: Plaza Ávila del Centro San Ignacio / Hora: 7:30 pm

Sábado 16

Un libro para Miranda. Si lo leíste, pásalo, organizado por Relectura y el Iabim
Lugar: Plaza Alfredo Sadel, Av. Ppal. de Las Mercedes / Hora: 2:00-6:00 pm

Tertulia con Enrique Guillén: El corazón Vs. la razón
Lugar: Librería Libroria, Calle Madrid con Trinidad, Las Mercedes / Hora: 4:00 pm

Domingo 17

Presentación del poemario Viajes en la noche, de Aladár Temeshy, editado por la Editorial Diosa Blanca y el Círculo de Escritores de Venezuela
Lugar: Sala José Ignacio Cabrujas, Fundación Cultural Chacao, Centro Comercial El Parque, Los Palos Grandes / Hora: 10:30 am

Noticias

Presentada antología de jóvenes cuentistas venezolanos traducidos al chino. «Próximos; antología de la nueva narrativa venezolana», es el nombre del libro presentado el pasado jueves 24 de abril en la Biblioteca Pública Central Agustín Codazzi, de Maracay, en el marco de la Semana del Libro de Maracay, el cual reúne textos de trece jóvenes narradores venezolanos, en edades comprendidas entre los 25 y los 35 años, en una edición bilingüe español/chino compilada por el editor de Letralia, Gómez Jiménez la cual ya había sido publicada en diciembre de 2006 por la Embajada de Venezuela en China, bajo la responsabilidad editorial de Wilfredo Carrizales, entonces agregado cultural de esa entidad.
La traducción al chino de los textos de Próximos, fue realizada por el profesor Zhao Deming, catedrático de la Facultad de Español de la Universidad de Beijing, vicepresidente de la Sociedad China para el Estudio de las Literaturas Española, Portuguesa e Hispanoamericana y consejero de la Asociación de Hispanistas Chinos, y contiene textos de Javier Domínguez, Diana Garrido Sylvester, Eduardo Mariño, Roberto Martínez Bachrich, Jesús Nieves Montero, Luis Nouel Trenard, Carlos Padrón, Daniel Pradilla, Fedosy Santaella Kruk, Susana Sussmann, Leopoldo Tablante, Valentina Truneanu Castillo, y Orlando Verde.
La presentación fue realizada por Manuel Cabesa y el compilador, Jorge Gómez Jiménez, y contó con la presencia de tres de los autores incluidos: Susana Sussmann, Javier Domínguez y Leopoldo Tablante.

A fin de que pueda ser disfrutada por lectores de todo el mundo, en las próximas semanas Editorial Letralia publicará una edición digital que incluirá los relatos en ambos idiomas, según anunció Gómez Jiménez al cierre del acto.

Fuentes: http://www.ficcionbreve.org
http://literaturayvida.blogsome.com

Iglesia San José Puerto Cabello, Venezuela

Comparte esto:

Donemos un libro a las bibliotecas mirandinas

Un libro para Miranda

Donación de libros en la Plaza Sadel de Las Mercedes.
Sábado 16 de mayo. De 2:00 pm a 6:00 pm.
Organizado por ReLectura y el IABIM

Hace aproximadamente un mes apareció en la prensa nacional la noticia de que 62.262 libros de las bibliotecas mirandinas habían sido desincorporados y, muchos de esos ejemplares, vendidos como pulpa de papel entre 2007 y 2008, en una operación ajena a las normas de descarte de material de la Biblioteca Nacional.

Por este motivo, ReLectura y el IABIM (Instituto Autónomo de Bibliotecas del Estado Miranda) han organizado el evento «Un libro para Miranda», una actividad de donación de libros, con la cual queremos compensar de alguna forma la pérdida sufrida por estos organismos educativos y culturales del Estado Miranda. Invitamos a todas las personas, editoriales, distribuidoras, empresas e instituciones a sumarse a este operativo de donación de libros que a todos nos beneficia.

Y les recordamos no llevar ejemplares en mal estado: deteriorados, rotos o incompletos. Y algo muy importante: sólo se recibirán libros pertenecientes a las siguientes áreas temáticas:

  1. Libros sobre la cultura, el folklore, la tradición y la historia del estado Miranda.
  2. Libros de referencia: diccionarios, enciclopedias, etc…
  3. Libros para niños.
  4. Literatura venezolana.
  5. Literatura clásica universal.

Pueden llevar el número de libros que deseen, siempre y cuando pertenezcan a las áreas temáticas antes mencionadas.

¡Corran la voz! Los esperamos con sus libros el sábado 16 de mayo en la Plaza Sadel de Las Mercedes, entre las 2:00 pm y las 6:00 pm.

www.relectura.org
Contactos: Luis Yslas. Cel. 04127195025 / luisyslas@yahoo.com

Comparte esto:

En Memoria de Miguel Ángel Salas

«Vivo en tu misterio y permanezco en ti. Lleva mi ser al centro de tu Ser,
quema mi alma en el Fuego de tu Alma.»

Nos unimos a la tristeza que embarga a nuestra querida escritora y amiga
Lidia Salas Rincón, a su familia y amigos, por el fallecimiento de su hermano
Miguel Ángel Salas.

Círculo de Escritores de Venezuela

Comparte esto:

Un paseo por la casa de Pablo Neruda en Santiago de Chile

Por Heberto Gamero

I

…Con el libro El cartero de Neruda, de Skármeta, bajo el brazo y después de una larga caminata llegamos al barrio Bella Vista en busca de la casa de Neruda —ahora una zona donde abundan restaurantes y terrazas cerveceras, muy cerca del Cerro San Cristóbal. Un hombre delgado, alto, de barba corta, como de setenta, suéter y boina negra que se cruzó en nuestro camino con mirada espectral nos indicó el sitio. Seguimos sus instrucciones y después de subir una calle con una leve cuesta nos encontramos con la casa del premio Nobel, el responsable de tantas reflexiones e inspirador de tantas almas. La Chascona (despeinada), la llamó el poeta en honor a su mujer, quien al parecer dejaba que el viento se hiciera cargo de su cabello; o quizás no era el viento sino los dedos abiertos del poeta que se paseaban apasionadamente sobre la cabellera de su amada. Su construcción comenzó en 1953 cuando el poeta era amante de Matilde Urrutia y la utilizaban como su refugio secreto. Un par de años después Neruda se separa formalmente de su segunda esposa y decidieron ampliarla y ocuparla definitivamente. La entrada es sólo una puerta de madera fijada en una gran pared sin mayores detalles, algo sencillo, sin porche externo ni portones imponentes, sólo una puerta de madera sobre una acera angosta de una calle cualquiera llena de vecinos cotidianos. Al traspasar dicha puerta un mundo de frescura se abre ante la vista en medio de un espacio tan singular como los versos del poeta. Y es que las dependencias están separadas, sólo unidas quizás por las escaleras al aire libre y los pasillos empedrados que llevan de un lugar a otro. Pero lo que más cautiva es el riachuelo que baja de la montaña y atraviesa la casa por debajo; para ello Neruda hizo construirla con cierta elevación precisamente para disfrutar del sonido del agua día y noche, como una lluvia continua, como las olas del mar, fuente de inspiración de la mayoría de sus obras.

La dependencia principal es más bien rústica, de dos pisos en forma de barco como la casa toda. De la planta baja, pintada de amarillo y con marcos, puertas y ventanas en blanco, sobresale un gran ventanal de piso a techo que como la punta de una proa mira hacia la ciudad como si fuese el vidrio que en los buques separa al capitán del amplio mar. Dentro, un sin fin de perifollos cubren la estancia como si de una tienda de adornos se tratara: floreros de variadas formas y colores, lámparas de barco, abanicos gigantes, fotos de poetas y escritores, cuadros sobre las paredes de piedra, botellas azules, verdes, grandes y pequeñas, sombreros, muñecos de madera, de plástico, mapas… El guía comentó que cuando alguien llamaba al poeta coleccionista, éste lo corregía y le decía que no, que él era sólo un cosista, porque cualquier cosa le parecía bella y digna de ser exhibida; y tenía tantas como para llenar un museo de considerables proporciones, sin exagerar.

En el segundo piso, pintado de un azul subido, también con marcos de puertas y ventanas en blanco, una terraza preside el templo del escritor, un pequeño cuarto con escritorio frente a la ventana que deja la mirada libre para llegar hasta las montañas nevadas, más allá de los árboles que rodean la casa y los edificios que limitan la ciudad; es el sitio donde Neruda se eleva con las musas y las hace suyas en medio de caricias vocales que ellas no pueden resistir. En el ambiente flotan las palabras del poeta, se siente el suave olor de aquéllas, se escuchan sus cánticos a través de sonido de las hojas y se toca el verso en cada cosa que por no sé qué impulso uno roza con los dedos al pasar. En esta habitación estuvimos largo rato. Mi piel se erizó al ver sus lápices verdes sobre el escritorio, la silla donde se sentaba frente a la ventana, las manos de Matilde acariciando sus hombros cansados.

Salimos de esta parte de la casa y fuimos a otra totalmente diferente de paredes blancas y tejas en el techo donde se ubica el comedor y otras áreas. Sobre la mesa de madera de araucaria, larga y robusta y el piso de piedra barbarita, está todo servido: la vajilla inglesa de vistosos estampados, las copas portuguesas verdes, rojas, azules y amarillas, de vidrio grueso y dibujos en relieve, los cubiertos de plata, las sillas de espaldar alto y los cuadros de patillas, o sandías, como se les conoce por estos lados. Sólo al entrar se pueden escuchar las voces y risas de los amigos que felicitan a Matilde por lo buena cocinera que es. En el aire se ven los brazos alzados de pintores, escultores, escritores y más poetas que ríen y el choque de las copas alegra el recuerdo y trae a los sentidos el efecto del vino que se mece con entusiasmo dentro del vidrio reluciente. De pronto los invitados callan para escuchar al poeta declamando una de sus obras. Todos escuchan atentos, los ojos brillan, los corazones suspiran y los aplausos aún se sienten rebotar en las ventanas y paredes de la estancia como ecos inmortales.

No todo era seriedad; en aquellos encuentros de copas y anécdotas también el vate gustaba bromear a sus invitados. Por ejemplo, el salero de la vajilla dice marihuana y el pimentero morfina, y celebraba con gruesas risas cada vez que alguien las vertía sobre la comida. A veces se despedía por un rato y cuando todos se preguntaban dónde se había ido, aparecía por una puerta secreta que había cerca del comedor disfrazado de pirata, capitán de barco o mesonero. En una de las estancias, justo al abrir la puerta por lo que es difícil no mirarlo, hay un kaba kaba (figura representada por un muñeco con expresión malévola; tiene los ojos brotados sin párpados ni pestañas, ni labios que cubran sus dientes; sus pómulos sobresalen como pelotas al igual que su nariz y cejas forman un puente que dibuja una cruz en su rostro. Está hecho en una madera oscura, ya extinta, proveniente de la Isla de Pascua). La posición del kaba kaba debe ser, en cualquier casa, cerca de la puerta y mirando hacia ella, donde todo el que llegue lo pueda ver, ya que se cuenta que si alguien entra con malas intenciones a una casa donde esté uno de estos centinelas de aspecto alienígena y lo mira directo a los ojos, entonces quedará maldito para siempre y sus intenciones quedaran sin efecto y se le devolverán multiplicadas a quien las gestó.

Pasando el jardín y subiendo por una estrecha escalera, sombreada por altos árboles, se encuentra otra pequeña habitación donde está el salón de lectura y biblioteca. Allí reposan sus diplomas, discursos, fotos, condecoraciones y la medalla del Premio Nobel de Literatura que le fuera otorgado en 1971 de manos del Rey de Suecia. También una versión de los Versos del Capitán, un libro de poemas de amor que dedicó a Matilde cuando eran amantes. Lo hizo bajo seudónimo y aún así fue un éxito. La gente comentaba que se trataba de un libro escrito por algún comunista en mala situación y que por eso escondía su nombre. No fue sino hasta que se hubo casado que develó el secreto de quién lo había escrito. La foto de Matilde está por todos lados. Una delgada mano de bronce destaca sobre su escritorio. El poeta decía que era la mano de Matilde que lo inspiraba a escribir.

El famoso pintor mejicano Diego Rivera, dado que la relación del poeta con su amante aún no era pública, le regaló un cuadro de Matilde con dos caras; una era la de Matilde, claro, y la otra era la del poeta, cuyo perfil estaba genialmente silueteado en el cabello de la mujer, el cual se aprecia sólo después de observar con detenimiento su roja cabellera. En el estudio previo del cuadro, que Neruda tuvo oportunidad de apreciar, no aparecía esta travesura del pintor sobre el pelo de Matilde, chanza que el poeta no pudo ver ni aún terminada la obra hasta que Rivera se la señalara con cara traviesa, causando de pronto una alegre sorpresa en el vate que vio emerger su papada, calva y nariz, entre los cabellos de su amada. El cuadro lleva fecha de 1953. En la dedicatoria dice: «Para Rosario y Pablo». Curiosamente el libro Los versos del capitán, de supuesto autor anónimo, está dedicado a Rosario de la Cerda, y el nombre completo de Matilde era Matilde Rosario Urrutia de la Cerda.

Una placa de mármol destaca el nombre del poeta Jan Neruda, nacido en Praga (1834- 1891), de quien Neftalí Reyes Basoalto tomó como seudónimo su apellido. El cambio de nombre del poeta no obedece a un simple capricho, en cierta forma se vio obligado a hacerlo ya que su padre, autoritario y estricto, no quería que él fuera poeta, por lo que aún muy joven se inventa el seudónimo para poder realizar sus primeras publicaciones. En 1946 cuando ya era senador de la república, adopta el nombre de Neruda oficialmente.

En una parte de la habitación está una foto de los que más influenciaron su poesía: el ruso Vladimir Mayakof, el peruano Cesar Vallejo, el nicaragüense Rubén Darío; los americanos Edgar Allan Poe y Withman, los franceses Rambuw y Badelir; los chilenos Alberto Rojas Jiménez, Rubén Azocar, Juvencio Valles. En una esquina, entre tantos adornos y figuras, está la mesa de un café parisino donde muchos escritores famosos apoyaron sus brazos y dejaron sus prosas; la trajo en uno de sus viajes y de vez en cuando apoyaba sus codos en ella y hacía parodias sobre lo que allí se pudo haber escrito. La sala de lectura tiene el piso ligeramente inclinado, lo cual hizo a propósito para tener la sensación de movimiento de barco bajo sus pies al caminar. Con respecto a las cartas de navegación que con celo guardaba, les decía a los amigos que las tenía para no perderse. En una de las paredes hay un cuadro hecho en colores oscuros con una mujer entrada en años, realmente fea, de cara inflada, muy seria y con bigotes. El poeta decía que lo compró y lo puso en ese sitio, frente a su silla de lectura, para cuando estuviera leyendo y por cualquier cosa se distrajera y levantara la vista, y mirara a la señora del bigote, de inmediato retomar la lectura.

Al salir nos sentamos un rato en una pequeña plazoleta frente a la casa del poeta. Una fuente plana recibe un brazo del riachuelo que baja de la montaña y por gravedad lo conduce a través de un laberinto de pequeños canales que distribuye el agua de forma tal que nunca lo rebasa. Mirarlo es quedar hipnotizado. En unas columnas de granito se recuerdan algunos versos del poeta y más allá, sobre las paredes de la calle, unos graffitis dibujan su retrato y otros poemas recuerdan al escritor.

El día aún era claro y la brisa del Cerro San Cristóbal llegaba fresca y pura. Y pensar que todo está reconstruido me dijo la copiloto mientras miraba la colorida y ahora impecable casa del poeta. Así es, le respondí. Fue en septiembre de 1973 cuando, aún Neruda vivo y poco después del golpe de estado que acabó con la vida del presidente Allende, los militares la inundaron rompiendo sus cañerías, saqueando y también quemando parte de ella, que de no haber sido por los árboles cercanos que tomaron fuego y alertaron a los vecinos se habría destruido por completo.

Tomamos una cerveza en una de aquellas terrazas cerveceras cerca de la casa. Todavía las voces venían a mi cabeza y el ruido de las copas al chocar en el aire, las risas, las atenciones de Matilde y el susurro de los poemas de Neruda se acrecentaban a cada trago. Ya en el hotel, el libro de Skármeta y la dulce historia del pescador que se hizo cartero para atender la localidad chilena de Isla Negra, casa de playa donde Neruda pasó sus últimos días y donde la única persona que enviaba y recibía cartas era precisamente el poeta, me distrajo un poco de los recuerdos de La Chascona. Creo que me quedé dormido cuando el cartero, ya amigo del escritor, en su intento de también ser poeta, le pregunta a Neruda qué son las metáforas. Le explica con breves palabras, pero el cartero le pide un ejemplo. Entonces Neruda le declama un bello poema rebosante de metáforas que hace alusión al mar. Cuando el poeta le pregunta qué le había parecido, aquél le dijo que un poco raro, no el poema, sino lo que sintió mientras lo escuchaba, algo así como un mareo, como si navegara en «un barco temblando en sus palabras». El poeta asombrado le dijo: «¿sabes lo que has hecho, Mario? Una metáfora».

20-02-2007

II

Isla Negra

Aún poseído por las casas de Neruda, como si un embrujo se hubiese apoderado de mí, le comenté a la copiloto que no podía irme de esta parte de Chile sin conocer su otra casa, la de Isla Negra, donde pasó sus últimos años, donde está enterrado junto a su amada Matilde; le dije que se me apareció anoche entre sueños, que lo vi escribiendo versos y arrojándolos al mar dentro de caracoles y que de ese mar, entre la espuma blanca y bailarina, brotaban las manos de Matilde que los aprisionaban entre sus dedos para luego hundirse con ellos en el azul profundo.

Así que muy temprano tomamos la autopista hacia Isla Negra -que no es realmente una isla, sino el nombre que el poeta le dio a su casa por lo aislado que estaba y por la cantidad de rocas negras que hay a un extremo de la playa-. Siguiendo por la misma vía que en el autobús habíamos tomado hacia Valparaíso y doblando un poco antes unos kilómetros hacia el sur, atravesando varios simpáticos pueblitos de playa, llegamos a la famosa Isla Negra, según los entendidos la casa más querida del poeta y, como las otras, convertida en museo años después de su muerte. Los avisos anunciándola comienzan a aparecer desde mucho antes de llegar. A nuestra izquierda, entre casa y casa, entre pueblo y pueblo, nos sigue el Pacífico con su capa azul rey faralá y chispas brillantes que cabalgan sobre ellas como un halo interminable. Un aviso final anuncia la entrada al estacionamiento desde donde luego, a pie, se atraviesa un pequeño bosque y otras casas de aspecto acogedor para finalmente arribar a Isla Negra, un sitio mágico, místico, con el magnetismo de un castillo Medieval sin serlo, de un templo sin serlo, de un monasterio sin sus paredes frías. Lo primero que se ve en el jardín es el vagón de una locomotora antigua pintada de negro y rojo, un bote y una campana sujeta por una estructura de madera. Acerca del bote, el poeta decía que como amaba tanto al mar y no podía navegar en él porque se mareaba como ninguno, decidió poner ese bote en tierra para montarse en él las veces que quisiera y mirar al mar sin temor a enfermarse. Sobre la campana se dice que la utilizaba cuando regresaba de viaje para avisarles a los vecinos, a las garzas, al viento y al mar que había llegado, también a su amigo el cartero.

Después de hacer una pequeña cola para comprar el tique entramos a la casa. De nuevo esa sensación de ahogo, esa cuerda de horca apretando mi cuello, esas ganas de convertirme en parte de las paredes de piedra, de los mascarones de proa, de la vajilla inglesa, de las copas portuguesas, de las lámparas de barco, de las botellas de vidrio, de las mesas marinas, de los timones, de los caballos, de la rueda de carreta, de las múltiples miniaturas, de los barcos de madera, del astrolabio, de la brújula, de los bustos, de las fotos, de los cuadros, de los materos, de la chimenea, de las anclas, de las mariposas, de los kaba-kaba, de los cofres, de los tambores, de los barriles, de las lupas, de los candelabros, de los caracoles, de las campanas, de los retablos, de las máscaras, de las cerámicas, de las jarras, de los relojes, de los pisos de madera, de los de piedra, de las esculturas, de los mosaicos, de las manos, de los vitrales, de las vitrinas, de las conchas incrustadas en el piso, de los botellones de colores: azul hacia el mar y verdes y marrones hacia la tierra, y de la vista, ¡ah, esa vista!, que hace que el mar bañe con su vaho hasta el último centímetro de la casa.

Caminamos pausadamente por cada estancia. El gusto del poeta y Matilde por las ventanas de piso a techo, como en las otras casas, se mantiene en la sala, el comedor, el bar y en cada habitación. En la sala amplia, de mullidos muebles y piedra en paredes y pisos, destacan los mascarones de proa que en su tamaño original cuelgan del techo mirando hacia el centro de la estancia, y otros hacia el mar. El poeta los fue coleccionando a lo largo de su vida, por lo que en cualquier puerto, en cualquier muelle paraba a preguntar, a ver, si algún barco de los de antes había sido desmantelado y algún mascarón quizás había sido arrumado a la bahía. Muchos los trajo de Europa con su pintura descascarada y sabor a sal, algunos tuvo que restaurarlos; había mujeres, niños, piratas, marineros, reyes y reinas en actitud serena, con sus pechos erguidos, confiados en que el mar los favorecería en sus incontables viajes. En otro salón destaca la chimenea hecha toda en lapislázuli; un diseño de su amiga escultora Maria Marner, quien fue su vecina en La Sebastiana y decoró varios espacios en sus casas. Se dice al respecto que la gran cantidad de lapislázuli que se necesitó para construir la inmensa fachada de la chimenea perteneció a un minero que cuando murió le dejó a su esposa varios sacos de esta extraña piedra azul y ésta, habiéndose enterado del gusto del poeta por cualquier cosa elaborada u obtenida en condiciones especiales, se las ofreció, a lo que Neruda dijo sí de inmediato.

También abundan las fotos con sus amigos, con Matilde y su hermana Laura. Ninguna de su papá, o de su mamá, que (como ya se dijo) falleció apenas el poeta tenía un mes de nacido, tampoco de la pequeña hija que perdió el vate de su primer matrimonio. Los nombres de sus amigos muertos están grabados en la madera del techo del bar; decía que así nunca se olvidaría de ellos, tampoco los que visitaran la casa. Entre las rocas negras cercanas donde se estrella el mar, y la campana y el barco que están en el jardín, sobresale la tumba de piedra del poeta. A su lado yace Matilde. Ambos miran al mar como siempre lo quisieron. Todo acabó, por lo menos por esta vida. Con sus libros nos dejó parte de su espíritu que ahora, seguramente convertido en musa, merodea sobre las cabezas de otros poetas. Arriba, en el estudio del vate hay una mesa sobre la que solía escribir. La había recogido de la orilla de la playa después de esperar durante horas que por fin el mar la depositara en la arena. La tomó, la llevó al carpintero y se hizo fabricar la mesa. Sobre ella, como pisapapeles y al lado de sus cuadernos y plumas de tinta verde, reposan las manos de Matilde esculpidas en bronce.

Comimos en el pequeño restaurante del museo y compramos en la tienda su libro Odas Elementales, también un ancla. Al salir de la casa vi a Mario Jiménez despidiéndose del poeta cuando éste fue trasladado hacia la clínica en Santiago. Lloraba aferrado a su bulto vacío de cartas, sabiendo que jamás lo volvería a ver y que quizás no ganaría el premio de poesía porque el poeta no tuvo tiempo de aderezar su poema.

24-02-07

Heberto Gamero. Narrador venezolano, Premio de Cuentos del diario El Nacional 2008.


Pablo Neruda y uno de sus Mascarones de Proa

Comparte esto:

Rinoceritis, por Atanasio Alegre

Por Atanasio Alegre

Cuando la mujer entró en el bar diciendo que un rinoceronte había aplastado al gato que llevaba en los brazos, uno de los parroquianos de nombre Botard, militante de izquierda, dijo que no existían tales paquidermos en el poblado y que eso correspondía a una conspiración inventada por «cierta» prensa». Su compañero de oficina, un hombre diplomado, no negó la evidencia, pero alegó que en ninguna parte los rinocerontes son tan numerosos como para alarmarse ni resultan tan peligrosos, lo que hace falta es no cruzarse en su camino.

(El lector se habrá dado cuenta que estoy glosando la obra Rinoceronte de Ionesco, uno de los maestros del absurdo).

Que se hubieran visto dos rinocerontes, uno de un cuerno y otro de dos —lo que obligó al profesor de lógica a concluir que se traba de dos ejemplares distintos, uno de raza africana y el otro asiática— fue parte del tema que se comentó un domingo a eso del mediodía en el bar de la plaza de la iglesia.

Pero la sorpresa de lo evidente, como si se tratara de una lista de presencia, la experimentó un tal Berenguer cuando la secretaria Daisy le comunicó, días después, que el ruido y los aullidos que llegaban sin sordina hasta el cuarto donde discutían provenían de una manada de rinocerontes. «El del sombrerito de paja ladeado sobre unos de los cuernos, es el lógico», dijo entonces Daisy, el profesor que habló el domingo de rinocerontes africanos y asiáticos. Por lo visto él mismo ha sido victima, de la rinoceritis a la que eufemísticamente llaman ahora la transformación.

Más tarde, a esa hora de las discusiones entre amantes, de si yo te quiero por encima de todo y ella, que eso ya lo había dicho, y él que no le gustaba lo que estaba oyendo, y como volviera a dejarse sentir el ruido de los paquidermos, Daisy se lanzó despechada escaleras abajo para incorporarse a la manada. Y no hubo manera de que Berenguer, el amante impidiera la transformación de la muchacha. ¡Pobre chiquilla abandonada en este universo de monstruos!

«Lo que pasa es que a mí no me brotaron cuernos ni se me volvió rugosa la piel y de color verde oscuro… y a lo mejor son ellos los que tienen razón».

Y de esta forma, por una razón o por otra, solamente Berenguer, el bohemio, no resultó víctima de la rinoceritis que afectó a toda una población convertida en rinocerontes sin que nadie supiera por gracia de qué.

Y ya lo ven, así son las cosas de la literatura. José Ortega y Gasset en otro contexto completamente diferente, había clamado, treinta años antes, en un artículo titulado: El error de Berenguer por la vuelta de España —entonces en dictadura— a la democracia. El artículo, de marras, el de Ortega, digo, concluía con estas palabras: Españoles, vuestro estado no existe. ¡Reconstruidlo!

Atanasio Alegre: Novelista, investigador, psicólogo clínico. Vicepresidente del Círculo de Escritores de Venezuela. Director de la Revista ConcienciActiva 21.

& & &

Comentario de la Editora: No pareciera casual que la afilada ironía de Atanasio Alegre escriba esta narración tan peculiar en un país que, como Venezuela, se va poblando de «rinocerontes» y otros especímenes foráneos que nos están robando nuestra democracia.

Hago mías las palabras de Ortega y Gasset y le respondo a Alegre: Venezolanos, vuestro estado no existe. ¡Reconstruidlo!

Carmen Cristina Wolf

Comparte esto:

En memoria de Omar Cadenas González

«Si ya no queda nada
a donde uno debiera ir,
es venturoso el regreso.»

I Ching
Hexagrama 40, La Liberación

Nos unimos al pesar del poeta Rafael Cadenas, de su familia y amigos, por el fallecimiento de su hermano Omar Cadenas González. Que su espíritu se una a la Conciencia del Gozo Insondable.

Sólo queda a los nobles de espíritu transitar el misterio de retorno hacia el lugar de origen con la mayor templanza.

Círculo de Escritores de Venezuela

Caracas, 27 de abril de 2009

Comparte esto:

Una decisión inteligente

Por Simón Alberto Consalvi

Domingo, 26 de abril de 2009
El Nacional

Los periódicos de la ciudad han informado que el busto de Rómulo Gallegos colocado en los exteriores del Palacio de Miraflores fue removido, enviado al desván, y en su lugar colocado el del general Cipriano Castro. Me parece una decisión inteligente y, ruego que la palabra no suscite extrañezas. Quizás no sea un agravio al novelista, quizás sea una consideración especial. Créalo o no.

Gallegos, fundido en bronce, era un símbolo ajeno al paisaje palaciego de los tiempos que corren. Los símbolos son cuestión de épocas, de creencias y de principios. Son símbolos también de respeto, de coincidencias profundas, de ejemplo. Como tal, Rómulo Gallegos no solo era ajeno al paisaje, sino adverso, incómodo, indeseable. ¿Qué hacía allí el novelista, solitario, mal visto, incompatible, considerado como un intruso? Enhorabuena. El bronce de su retrato probablemente haya sido fundido para otros destinos, como hacer balas, por ejemplo.

Gallegos es el símbolo venezolano de la civilidad. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la inteligencia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la tolerancia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la creación. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la concordia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Desde el lugar donde esté, no en el bronce simbólico sino en el espíritu, el escritor no debe alarmarse con las jugadas de Ño Pernalete. En el hato de El miedo conspiran Pernalete y Melquiades Gamarra, los Mondragones y Balbino Paiva. Estos personajes eran otra clase de símbolos, no los de la emulación y del ejemplo, como el modestísimo busto de bronce de Miraflores, sino sus antípodas. Los símbolos negativos. El escritor lo definió en su conferencia «La pura mujer sobre la tierra», dictada en la ciudad de La Habana, en 1949, antes de que el golpe de Estado de «un sargento llamado Batista» lo lanzara a otro exilio. Dijo:

«¿Símbolo? Sí. De cuanto entonces era predominio de barbarie y de violencia de mi país. La codicia y la crueldad campando por sus fueros; el espaldero siniestro, y no uno sino todo un ejército que otra función no tenía; los Mondragones… que hacían ceder los principios ante el empuje de apetitos arbitrarios y ponía las limitaciones de las leyes donde lo quisieran las ganas del poderoso; el Balbino bribón, el Míster Danger aprovechador; el Pernalete autoritario y bruto y el infeliz Mujiquita, encargado de prestarle intelectualidad a todas las apetencias del Jefe: Sí, mi general. Sí, mi general».

Doña Bárbara fue editada en España en 1929. El ensayista Mariano Picón- Salas escribió: «Es el libro en que mejor cabe, hecho símbolo, la tragedia que vivía Venezuela. Doña Bárbara es el instinto puro y devorador que consume toda construcción, todo orden de la inteligencia y de la cultura. Ella se yergue ardorosa y terrible en su voluntad de barbarie». Al cabo de 80 años, Pernalete y Melquiades Gamarra, los Mondragones y Balbino Paiva confabulan contra el novelista, y Mujiquita vuelve a prestar «su intelectualidad».

No cabe duda, ¿qué mejor celebración de los 80 años de Doña Bárbara que ésta de enviar su busto palaciego al desván o fundido su bronce para otros apremios? Bien estará allá don Cipriano que también es un símbolo, el que representa de manera fiel a quienes así lo exaltan. En su espejo se miran, y en sus arrebatos se inspiran. Poco después del derrocamiento de Castro por su compadre Gómez, el joven Rómulo Gallegos escribió en la revista La Alborada, en marzo de 1909, lo siguiente en un artículo llamado «Los poderes». Leamos:

«La experiencia nos acaba de enseñar otra vez, cómo fue de fatales consecuencias para el país, aquella atribución omnímoda que se arrogó el ex presidente Castro, de legislador y juez supremo, creando leyes que a él solo le favorecieran, administrando justicia según su propia conveniencia. Y Castros habrá mientras el presidente de la República no vea en torno suyo más que hombres dispuestos a todas las transacciones… (…) y, -es necesario decirlo-, bondad será de quien ejerza el Ejecutivo reconocer en los otros una soberanía que hasta ahora no han tenido».

La revista La Alborada fue clausurada poco después por órdenes tal vez no de Gómez sino de los Mujiquitas que ya le prestaban «su intelectualidad», y vislumbraban en los escritores veinteañeros una amenaza para la dictadura naciente. Un siglo después, Rómulo Gallegos vuelve a ser prohibido. Saludemos la decisión inteligente, sagaz, precavida, de expulsarlo del palacio de Miraflores. Era el más incómodo de los testigos.

«Y Castros habrá…»

Comparte esto: