Dos poemas de Guillermo Arciniegas

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Gracias al poeta Guillermo Arciniegas por enviarnos algunos de poemas de su nuevo libro Entre la nada y la vida:

La vida está hecha de círculos,

de ciclos que abren y cierran una intimidad.

En silencio, mientras labro mi huerto

he atisbado sus orbes de compás invisible.

Lo he visto en la ruta de los astros y de mi sangre;

lo dicen las aguas que caen y ascienden,

y el viaje de la simiente que retorna en el fruto;

lo contemplo en los seres que renacen,

y en el hombre que gira en torno a su vacío,

(al que él ha dado muchos nombres).

Está hecha de círculos esta vida

como los iris de nuestro ojos,

esos blancos oscuros

donde dispara sus presencias la tierra;

dianas a la distancia del otro

donde un día se nos clava una súplica o un rostro;

redondos pasajes donde juega el amor

y en los que a veces entramos

sin volver jamás.

La vida está hecha de comienzos y de fin,

pero ella no comienza ni acaba;

somos un punto cualquiera de su órbita ilimitada;

y nos mueve como una rueda hacia otros destinos,

nuevos comienzos;

vamos con ella cuesta abajo

y ningún paraje, ningún sentimiento,

ninguna doctrina la detiene.

Sólo en el vértigo de ser nos recoge y devuelve

a nuestro centro,

y allí nos aquieta;

en el punto inmóvil del eje que nos sostiene nos da el descanso.

Somos un retorno.

Como vuelve el amor una vez acallada otra desilusión,

y florecen los árboles nuevamente, a su tiempo,

así nosotros regresamos hacia alguna parte.

Nuestras almas son discos inmensurables

que caben de alguna manera en nuestros cuerpos,

y han sido lanzados al desamparo por nosotros mismos;

llevan grabado a un tiempo

nuestro sino real y nuestra fiebre,

el silencio y la música de nuestro sueño.

Pero la vida nos aguarda, nos espera;

y aunque cada desvío nuestro es un nuevo rodeo

en torno a aquello que nos cansa,

y dibujamos los vicios como aros en la mesa

con nuestros vasos amargos,

ella nos arroja hacia un solo confín

y nos atrae hacia el amor;

y así, algunos pocos, como tú,

girando cada vez más cercanos de su rojo vivo,

han dejado de resistir

para precipitarse lentamente

en su inmenso círculo de sol.

Marzo 25, 1989

                   &   &   &   &   &  

La vida es una verdad simple,

una mujer que nos aguarda en la casa

encendiendo la lámpara y el corazón.

Andamos entre el alma visible de las cosas

contemplándola, abrazándola como enamorados,

danzando y discutiendo con ella

sin conocerla aún;

abriendo a veces, sin saberlo,

sus tiernos botones, sus frutos prematuros,

como preguntando por nosotros mismos.

Durante años buscamos por doquier su rostro,

del cual, cada línea exige una travesía.

Alguna vez, como por descuido,

en un rincón de nuestro interior

la vemos mirarse en el espejo de nuestro anhelo,

sonreír y desaparecer.

Cambiamos su vestido con cada credo, cada creencia;

no palpamos sino en raras ocasiones su perfecto contorno.

De su retrato cae un tiempo que madura

y se nos pudre.

En su cuerpo de tierra

una mano suya nos siembra y la otra nos recoge,

y en esa brevedad

vamos moldeándola con nuestras manos y sentimientos,

conquistando sus bosques en flor,

socavando sus ríos escondidos,

martillando sus hierros y sus joyas,

persiguiéndola por los vastos horizontes de la imaginación.

Así, caminamos de su brazo por la arena

a la orilla de nuestros días,

donde las olas de su mar

en un instante borran nuestros pasos,

nuestro pasado,

los pequeños castillos de nuestros sueños.

Una noche, inesperadamente,

nos asalta en el lecho y nos entreteje

en las cálidas trenzas de su destino,

nos roba un fuego y escapa presurosa,

y concibe ante nosotros otra imagen, otro yo,

otro misterio suyo.

Ya viejos, antes quizás, cansados de no alcanzarla,

aprendemos a amarla sin poseerla,

en el olvido propio;

nos entregamos mansos al ocaso en que nos apresa,

nos movemos despacio con cada gesto suyo;

un ademán desvía un camino,

una mirada dicta nuestros actos.

Sólo sus hondos ojos abren nuestra pasión,

sólo sus labios pronuncian nuestro verdadero nombre,

y sus pies apaciguan la voluntad.

Acudimos a ella ansiosos y postrados,

hasta que un día,

el amor la despoja de nuestros mantos y velos,

de nuestras palabras y nuestra historia,

y nos la entrega desnuda.

Entonces sus brazos nos arrebatan los sentidos,

la voz, el pensamiento,

y nos hallamos en ella;

comprendemos que en su seno

descansa nuestra fatalidad y nuestro sentido;

y al fin somos nosotros mismos

porque somos suyos.

Diciembre 3, 1989

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Heberto Gamero en el encuentro de narradores

La FAEC enseña nuevos modos de vida a través de la literaturaHeberto Gamero Contín, el creador y presidente de laFundación Aprende a Escribir un Cuento y ganador del Concurso de cuentos El Nacional (2008) conLos zapatos de mi hermano. Desde 2009, la Fundación Aprende a Escribir un Cuento se dedica a dictar talleres en los que seofrecen técnicas narrativas a jóvenes con inquietudes literarias. La organización busca hacerseespacio en los lugares más pobres de Venezuela para llenarlos de historias y ganas de leer

Palabras pronunciadas en el encuentro de narradores organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela en la Sala Cabrujas del Centro Cultural Chacao:

Primero que todo un saludo afectuoso para los escritores que hoy me acompañan en este encuentro literario, al público presente y muy especialmente para Antonieta Madrid por coordinar este evento. Vaya mi reconocimiento también al Círculo de Escritores de Venezuela, a su junta directiva, que a pesar de todas las adversidades todavía se mantiene firme en su empeño de construir un mejor país.

Ayer en la tarde llamé a Antonieta y le pregunté cuál era el tema principal de este encuentro y me dijo: “muy sencillo, qué significa la escritura para ti”.

En ese instante la primera palabra que se me vino a la mente fue “Romance”. Es cierto, desde el 2002 la escritura y yo hemos mantenido un romance que cada vez se hace más intenso hasta el punto de que dudo mucho que alguna vez nos separemos. Nuestro primer contacto formal, es decir, de reconocernos como pareja, de tomar consciencia del amor que comenzaba a crecer entre nosotros, fue cuando sin saber por qué, siguiendo un impulso irresistible, tomé un lápiz, un cuaderno y comencé a escribir una novela, aún inédita, titulada Quién dijo que Dios no sabe de negocios. Cuando digo papel y lápiz lo digo de forma literal porque (me da un poco de pena decirlo) a los cincuenta años todavía no sabía escribir sobre un teclado. Y la culpa de esto la tienen las queridas mujeres, porque cuando estaba en la universidad siempre había una dispuesta a escribirme los trabajos a máquina, lo mismo me pasó en los diferentes trabajos que tuve a lo largo de mi vida. Así que cuando comencé mi romance con la literatura no tenía mucho que ofrecerle: papel, lápiz y, eso sí, muchas ganas de trabajar. Poco apoco nos fuimos conociendo. A medida que iba aprendiendo los secretos del teclado y era absorbido por el género breve (finalmente fue en el Cuento donde me sentí más a gusto), me fui dando cuenta de lo exigente que era mi nueva novia, y ella se fue dando cuenta también de lo obstinado que era su pretendiente, un admirador que parecía no detenerse ante las dificultades, que sería capaz de, si no de conquistarla del todo (algo imposible), sí de arrancarle una parte de su sabiduría.

Así que hemos llegado a conocernos bastante bien. Sabe de los sacrificios que he hecho por ella: renuncié medio día de trabajo en la oficina, dejé de tomar porque hacerlo me restaba creatividad (aunque a muchos se las motiva), dejé de trasnocharme porque al día siguiente no podría estar con ella, comencé a caminar todos los días porque con el ejercicio se vuelve más complaciente, comencé a dedicarle largas horas de lectura a Chéjov, a Cortázar, a Benedetti, a Hemingway, a Uslar, y me ayudó a que esto, lejos de un sacrificio, se convirtiera en un placer. Porque siempre los maestros tienen un secreto que contar; es lo que me susurra al oído cuando paso un tiempo sin leerlos.

La verdad es que nos hemos hecho inseparables: cuando duermo se va conmigo a la cama y hace que me levante para que anote algo que olvidamos escribir, y cuando hablo con alguien paso vergüenza porque no estoy allí, frente a esa persona, sino que estoy con ella en medio de un diálogo o recreando el final de un cuento.

Es un tanto posesiva mi amiga, ya lo creo. Y yo me dejo llevar por ella en un frenesí sin límites.

Así que la literatura significa casi todo para mí. Y digo “casi” porque no es la única, tiene una gran competencia que inteligente y generosamente se ha convertido en su mejor cómplice: mi esposa.

Muchas gracias

Heberto Gamero

Caracas, 11 de junio de 2016.

*Heberto Gamero Contín. Comenzó a escribir narrativa en 2002. Entre otros premios fue ganador del Concurso de Cuentos de El Nacional (2008). Cuenta con once obras publicadas: Los zapatos de mi hermano (Equinoccio, 2010), Cuentos de pareja (Casa Andrés Bello, 2010), Caracas-Ushuaia (Monte Ávila, 2012), Escritores, Pintores y Músicos inmortales (Lector Cómplice, 2014), Taller Aprende a escribir un cuento (Círculo de Escritores de Venezuela, 2015). Además de los anteriores, sus libros: La marca, Inventores, La verdadera historia de los crímenes de la calle Morgue y Dos regalos están disponibles en Amazon. Dicta talleres a beneficio de la Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC). Vive entre Caracas, Madrid y la isla de Margarita.

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Entre la brevedad y los silencios

Cadenas 2009  II

 Por Rosario Anzola

Rafael Cadenas me resulta cercano por la poesía, por los amigos compartidos y por nuestro común gentilicio. He seguido su huella, siempre encandilada por la fuerza de su poética. He leído cada uno de sus libros, revisado sus textos con mis alumnos y celebrado cada uno de sus reconocimientos como si fueran propios, porque la palabra de Cadenas nos pertenece, es inherente a quienes vivimos con devoción la literatura. En mis conversaciones con poetas de otras latitudes, una de las referencias más admiradas es la poesía de Cadenas y eso me llena de inmenso orgullo, casi como si fuera mi mérito personal, comprobación de lo que acabo de referir: a Cadenas uno lo concibe como “propio”, por la gracia de la admiración y del afecto.
A Rafael le acaban de entregar el Premio Internacional de Poesía García Lorca 2015. Desde su anuncio hubo jolgorio para la literatura de habla hispana. Mucho se ha escrito en estos días sobre Cadenas. Se desentrañan los escondrijos de su escritura, se reflexiona sobre sus pasos, se buscan sus libros en los anaqueles, se recuerdan sus versos y frases. Hay un entusiasmo renovado en sus seguidores y es un poeta leído por la juventud, hecho inusual en un mundo donde escasean los lectores. Rafael Cadenas rumia los misterios desde la esencia de lo mínimo. Hay quienes lo sitúan en las cercanías de los Haikú japoneses por la brevedad de su discurso poético. Yo apelo a una licencia caprichosa que me permite abordarlo a escala nanométrica, imaginando los átomos y moléculas de sus ideas y palabras.

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Enigmático
Cadenas es enigmático y difícil de adivinar, como genuino representante de la poética de los silencios. Tiene fama de distraído, sin embargo solo se trata de su permanente y acostumbrado ensimismamiento. El silencio arropa su personalidad y se hace estridencia en la semántica de sus pausas. Su mirada es también silenciosa y su conversación, minimalista, aun cuando sus claves son verdaderas revelaciones en prosa y en verso. Como profesor y expositor, conduce a sus receptores por las sendas de lo místico y lo monástico, y como ensayista proporciona a los lectores curiosas oportunidades de meditación.
Desde 1984, su libro En torno al lenguaje es un texto fundamental para todo aquel que se desempeñe como modelador: padres, maestros y dirigentes. Cadenas expone allí su preocupación por la deficiente enseñanza de la lengua y llega a afirmar lapidariamente: En Venezuela nunca se ha enseñado castellano. Habla, lectura y escritura son tratadas por él de una manera religiosa, afirmando que quien mal habla, mal piensa y mal actúa, a sabiendas de que el venezolano por lo general no lee ni redacta bien. Traigo a colación este libro para invitar a su lectura. A más de treinta años de su circulación tiene una vigencia excepcional.
La sensibilidad de Rafael Cadenas no es un asunto meramente estético. Le duele la palabra mal dicha, mal leída, mal escrita, así como le duele la pobreza, las injusticias y las dictaduras. Compartió la utopía de los comunistas soñadores de los años sesenta, de aquellos que creyeron posible un mundo de igualdad y libertades. En esa época de comeflores, de hippies, de canciones de protesta y de aperturas sociales, quien no padeciera esa epidemia socialista no podía ser idealista. Como la gran mayoría,  padeció el desencanto y la decepción de un ideario convertido en represión, mentira y persecuciones. Y es así como en el año 2009, cuando fue el poeta homenajeado en la Feria del Libro de Guadalajara, pronunció unas palabras sorpresivas y estremecedoras: …defiendan su democracia aunque tenga fallas, aunque exija reformas. En el mismo sentido y a propósito del reciente premio otorgado en España, señaló: El premio significa mucho para mí, para los poetas venezolanos y para mi país que está sufriendo más de lo soportable a causa de una crisis total de la que es responsable el actual régimen.
Magistral
Al recibir su reciente premio hizo referencia a su oficio primordial, con un planteamiento magistral: En realidad, no sabemos lo que es la poesía, pero la reconocemos cuando aparece, sea en el vivir, sea como escritura. Por eso se desliza en todos los terrenos y en todos los géneros. A veces, paradójicamente, no está en el poema. Hay épocas en las que la prosa dice más que la poesía, porque ésta que es un milagro no aparece. Oigamos una estrofa de San Juan de la Cruz cuando interroga a las criaturas: “Y todos cuantos vagan/ de ti me van mil cosas refiriendo/ Y todos más me llagan/ y déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo”.
Hoy quiero brindar por él, en el recuerdo de Caupolicán Ovalles, Adriano González León, Salvador Garmendia, Manuel Alfredo Rodríguez, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo y Alberto Anzola, que -desde algún lugar- lo estarán celebrando entre discursos, risas y versos.
raconvivarte@gmail.com
@rosarioanzola

Fuente: El Universal, Venezuela

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CÓMO ESCRIBIR

Mujer leyendo 3

Por: Antonieta Madrid

¿Que cómo comencé a escribir?

Muy fácil: tomé palabras de órdenes,

gestos de seres extraños

y la palabra fue como un relámpago

que estalló en un solo rostro.

A. M.

Escribir ¿cómo?

Colocando en la página la palabra

que se ha guardado en la carne

y en el alma,

para ser revivida en la ficción.

A. M.

Escribir es silencio y soledad. Es como viajar sin mapa, desde las zonas más recónditas, hacia lugares desconocidos, dibujando sobre la marcha, las distintas rutas. Es como ir a la cantera de la memoria, registrar entre las piedras, recogiendo algunas para tallarlas y pulirlas después. Es como asomarse al vacío y ante un abismo sin fondo, pararse en el umbral y clavar los pies en la hierba, como si fuesen pezuñas, respirar profundo y comenzar a trabajar. Pero escribir también es un oficio, un vicio, un artificio, una catarsis y hasta un exorcismo y una evasión…

Escribir es desdoblarse, simular, atravesar el espejo, cambiar de cara y de nombre, ponerse una máscara y adentrarse en el dédalo de la imaginación y la memoria hasta borrar la realidad inmediata y una vez metamorfoseada en otra, comenzar a jugar. Se escribe para dar vida a los recuerdos, por el solo placer de reconstruir los olvidados rostros, la magia de los momentos vividos, porque el tiempo de la memoria es intermitente, los recuerdos son como relámpagos y sólo registramos los más significativos porque el objetivo de quien escribe es fijar aquellos recuerdos que puedan figurar como hitos en la narración.

Mientras escribe, el escritor va desarrollando en su mente un teatro de marionetas, una suerte de guiñol, porque la escritura también es parodia, imitación, representación, simulacro de una realidad alterada y modificada ad infinitum, donde quien escribe debe desdoblarse y ser todos y cada uno de sus personajes como una manera alternativa de vivir la cotidianidad a través de seres ficticios, de los diversos yoes (egos) del escritor, desdoblados durante el proceso. Escribir es ampliar el espectro de la memoria personal al enigma del inconsciente colectivo, entonces, como guiado por una mano mágica, el escritor se pregunta, indaga, devela incógnitas en diccionarios y libros especializados, hasta dar con la respuesta tranquilizadora…

Escribir tambien es explorar, reinventar, auscultar la realidad mediante un interminable trabajo de zapa. Se trata de una mezcla de imaginación y de memoria donde los recuerdos, una vez recreados, desplazados, trastocados, descolocados, yuxtapuestos e imbricados, deben ser reordenados, enriquecidos por la imaginación, porque el escritor es por naturaleza un investigador de la vida, un lector incansable, un prestidigitador, un mago y sobre todo, un inventor empedernido…

Escribir es sumergirse en un tiempo transhistórico, circular y colectivo, no limitado al reloj, ni a la linealidad cronológica, ni a la memoria personal, sino al tiempo de la vida, estableciendo un puente entre la cotidianidad y el arte; entre la realidad recordada y la realidad reinventada de la escritura, porque la novela, con un ritmo urbano -los relojes se hicieron para ser usados en la ciudad, mientras en el campo, el tiempo se mide por el sol, la luna y los cambios de la luz en el paisaje- y un espacio en constante evolución, es la obra en movimiento, como un tornasol cambiante como las olas del mar, como la vida…

La escritura de una novela es un proyecto de largo aliento que nos hace sentir como si estuviésemos habitados por un duende que nos dicta sin parar. Se trata de otra historia que se va desarrollando en tu interior, que embarga los sentidos y captura totalmente tu atención hasta que sale de ti cuando consideras que ya la has terminado, que no puedes hacer más nada, que las cosas deben quedarse como están, porque ya lo has dado todo en tu afán de presentarlas lo mejor posible. Sólo entonces puedes decir que has concluido la novela. Entonces, la publicas y ya no te ocuparás más del asunto. El proceso de construcción de una novela puede durar un año, dos, tres años, o muchos años más…

Una propuesta válida para la escritura de una novela podría residir en la entronización del fragmento narrativo: textos sueltos, tiempo y espacio descolocados, ya que en ambos se trata de pequeños fragmentos encadenados que dan al lector la sensación de continuidad (tiempo) y contigüidad (espacio) hasta lograr un movimiento ilusorio como el provocado por los fotogramas encadenados de un film. En una escritura por capas, a la manera de un palimpsesto (en pintura: petimento), escribir será un juego entretenido, como un viaje a través de la memoria y la imaginación que arrojará como resultado una novela aparentemente caótica y desmembrada, como la vida, pero secretamente interconectada y siempre sostenida por el principio inquebrantable de la verosimilitud…

En realidad, no sé exactamente por qué escribo. Nunca me he planteado esta pregunta. Sólo escribo y punto. Ahora que me lo pregunto, pienso que escribo por múltiples razones: Por la simple pulsión de escribir, de decir algo; por mi carácter introvertido tal vez; porque crecí entre una familia numerosa y en una casa grande donde me resultaba difícil expresarme libremente, lograr que fuera escuchada mi propia voz, y siempre terminaba optando por el silencio. Era más cómodo permanecer callada y entonces se me fue desarrollando la imaginación, esa otra mirada paralela (propia de la condición del escritor), con la que se va construyendo la ficción…

Tampoco recuerdo con exactitud cuándo comencé a escribir, sólo recuerdo que aún era una niña, pero sí cuándo descubrí que podía escribir: yo estaba en sexto grado de primaria, en un colegio de monjas, cuando me ordenaron un trabajo sobre el río Motatán que se encuentra cerca de Valera y mientras trataba de desarrollar el trabajo que me habían encargado, me concentré tanto en la escritura, que comencé a escribir sobre la gente que vivía alrededor del río, sobre lo que pasaba en las inmediaciones y todo lo fui complicando de tal manera que cuando la monja leyó el trabajo, me dijo: “¡Ah, no! Esto es como un cuento, es pura ficción. Esto no es lo que te pedí …” Entonces, me percaté de que podía escribir y seguí escribiendo lo que el travieso duende de la escritura me iba dictando y fui desarrollando esa mirada paralela sobre la realidad cotidiana, que a la vez va configurando la realidad recreada con la que se va construyendo la ficción. Pero, aunque ya sabía que podía escribir, no tenía la intención de convertirme en escritora. Eso vino después…

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Sobre los géneros literarios

Blog Cezanne

SOBRE LOS GÉNEROS

Por Antonieta Madrid

Las consideraciones sobre los géneros, disecan las obras, las encierran en compartimentos, fabricando así, modelos rígidos y conminatorios… La noción de género no sirve para nada. En primer lugar porque todas las grandes obras tienden a destruir (trasgredir) la caparazón del modelo de género, y es precisamente la disidencia respecto a lo preexistente, un síntoma de valor.”

Y porque, cuando se pretende que una gran obra funda un género y actúa así como un gendarme de las obras futuras, obligándolas a adecuarse al modelo, se tergiversa completamente su carácter y su propia razón de ser que es justamente la de abrir perspectivas nuevas y no la de restringir el campo de significaciones posibles, al obligar a las obras que vendrán, a transitar determinados caminos, so pena de excomunión” (Tomado de: Raúl Beceyro. Sobre la fotografía. Edit. Equinocio (USB). Caracas. 1979. Pgs. 75-76)

Sobre los géneros literarios, en la Gran Enciclopedia Espasa, encontramos: “Género Literario se refiere a csada una de las categorías o clses en que se pueden ordenar las obras literarias. Tradicionalmente se distinguen tres géneros mayores denominados: Lírica, Épica y Drama, pero a pesar de la continua evolución de la teoría de los géneros, y de los vaivenes, que han llegado incluso a negar su existencia, persiste el concepto de género literario a través de la historia (…) La hibridación quizá entorpezca el estudio crítico de una obra y su adscripción a un género concreto, pero sin duda es fuente de riqueza y ha hecho crecer la historia de la literatura…”

En realidad no podemos confundir un ensayo con una novela, un cuento o un poemario. Hasta ahora el único género que puede contener a los demás géneros es la novela porque en una novela se pueden incluir ensayo (reflexiones, opiniones), relatos interconectados, poesía y hasta drama, permitiendo siempre al escritor total libertad para construir su obra, guardando siempre la ineludible coherencia básica.

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Otras recomendaciones:

Seducción, Placer y Goce:

Busca tu propio placer al escribir, de lo contrario la escritura resultará forzada, ripiosa y sobre todo, aburrida. Si el escritor se encuentra seducido por la escritura, transmitirá su propio placer al lector. En lo que respecta al “goce”, el cual, según Roland Barthes, “irrita y perturba al lector”, tenemos que al reflexionar sobre lo leído, en un proceso natural de “rebote”, de “regurguitación”, ese mismo lector reconocerá el valor de lo que en un primer momento tanto le había incomodado.

Inmanencia y Pertinencia:

La inmanencia y la pertinencia, como dos leyes inviolables del tan injustamente calumniado estructuralismo, resultan imprescindibles para todo tipo de escritura, aunque en algunos casos como en la novela de situaciones, de fusión de géneros o en la novela fragmentaria (construída mediante fragmentos encadenados e interconectados), modalidades practicadas en los tiempos más recientes, estas leyes podrían ser trasgredidas sin afectar la coherencia básica de la escritura.

-¿Cómo escribir?:

Por capas de escritura, como si se tratara de pintar un mueble: una primera versión, espontánea; una segunda versión, revisada y corregida; una tercera versión con los ajustes imprescindibles y después, tantas lecturas, revisiones y correcciones como sean necesarias hasta que consideres que la obra está concluida porque ya no lo puedes hacer mejor. De lo contrario, la escritura también podría convertirse en un proceso interminable de revisiones y correcciones, porque siempre habrá algo por cambiar o corregir y nunca lograremos la obra perfecta…

Finalmente, narrar es como desenredar las hebras de un ovillo y mediante la memoria y la imaginación, sin patrón previo, tejer un tapiz. Como se vayan enredando los hilos, se va desenvolviendo la narración y así mismo las historias, al igual que la estructura, se van construyendo solas.

Las ideas, como los recuerdos, una vez ficcionalizados y convertidos en narración, son como las piedras en bruto de una cantera que una vez talladas y pulidas se convierten en los diversos módulos narrativos que van integrando los cuentos y novelas

NOTA: Tomado de: Antonieta Madrid. “Del Cuaderno de Notas. Apuntes para un Taller”.

*SEMBLANZA DE ANTONIETA MADRID

Antonieta Madrid nació en Valera en 1939 y alguno de sus relatos evoca con nostalgia las vivencias y los recuerdos, tanto de la región como de la saga familiar. Durante los años sesenta estuvo en Caracas y cursó estudios de Educación en la Universidad Central de Venezuela desde 1963 a 1968. Durante las suspensiones de clase, ocasionadas por los disturbios de la época, viajó a París (1964), Berkeley (USA, California. 1965) y Gaineville. Florida (l966). Ha ejercido el Periodismo Cultural desde 1965. En 1969, ya graduada, viajó a Estados Unidos invitada por la Universidad de Iowa, como escritora residente, para participar en las actividades creativas del International Writing Program (University of Iowa, School of Letters) y allí permaneció durante dos años, entre l968 y l97l fue escritora residente en los Estados Unidos. Vivió un tiempo en Nueva York donde editó su texto de poesía Nomenclatura Cotidiana., este libro de traducción bilingüe constituye su primera incursión en la lírica.

En la misma época comenzó a escribir algunos relatos contenidos en Reliquias de Trapo. Uno de sus cuentos «Psicodelia» fue enviado al Concurso Latinoamericano de Cuento y obtuvo el Primer Premio. En Iowa también comenzó la primera versión de su novela No es tiempo para rosas rojas; con este material en su primera versión y los catorce relatos de Reliquias de Trapo regresó a Caracas. En 1972, Monte Ávila le publicó el libro de relatos. En la Universidad Simón Bolívar cursó la maestría en Literatura Latinoamericana desde 1981 hasta 1985, fecha en que obtuvo el título de Magister. El Trabajo de Grado constituyó un estudio crítico acerca del corpus novelístico anglo caribeño incorporado al tronco común de la literatura latinoamericana. Esta investigación, conocida con el nombre de Novela Nostras, obtuvo el Premio de Ensayo de FUNDARTE en 1989 y ha sido su última publicación hasta el año de 199l. Como investigadora, ha sido miembro del grupo Interdisciplinario de Estudios Caribeños (GIEC) desde 1985, en el Decanato de Investigaciones de la Universidad Simón Bolívar.

Su labor literaria ha sido merecedora de muchos reconocimientos: Primer Premio del Concurso Latinoamericano de Cuento del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), Caracas l97l; Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal, Mención Narrativa, l974; Primera Finalista del Concurso de Cuentos de El Nacional, Caracas, l98l; Premio Único de la Bienal de Literatura «José Rafael Pocaterra»; Mención Narrativa, Valencia l984 y Premio de Ensayo FUNDARTE, l989. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas y forman parte de numerosas antologías, estudiadas en universidades nacionales y en el exterior.

En l983, en Caracas, desempeñó el cargo de Jefe de Taller de Narrativa en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Su vida política también ha sido fructífera porque ha desempeñado cargos diplomáticos en las Embajadas de Venezuela en Buenos Aires (l975-l976), Atenas (l976-l980) y en el Servicio Interno de la Cancillería Venezolana. Actualmente, l99l, desempeña funciones diplomáticas.

Entre sus obras, se cuentan Naming day by day, Nomenclatura Cotidiana (1971) y es una edición bilingüe de poemas, inglés-español. A la par de esta breve incursión en la poesía, Antonieta Madrid ha experimentado con la narrativa y por la proliferación de este género en su obra literaria ha demostrado, desde Reliquias de Trapo, que posee una facilidad mayor en lo que respecta a narrativa e incluso ensayo. A partir de este abigarrado conjunto de relatos, la escritora abrirá las puertas a la síntesis de la vanguardia, que la caracterizará dentro del ámbito literario venezolano. El relato «Psicodelia» del libro Reliquias de Trapo tiene mucho de germen de su primera novela No es tiempo para rosas rojas.

En l975 aparece la primera publicación de No es tiempo para rosas rojas, la segunda aparecerá en l983 por la misma editorial Monte Ávila Editores. Esta obra plantea las experiencias de finales de los sesenta. En l983 nace Feeling, otro excelente volumen de relatos. En este texto, aparece un primer cuento titulado «En defensa propia» (p.15), que corresponde a la novela «bonsai» aparecida en la obra Ojo de Pez, lograda novela de la escritora.

En l983 la Academia de la Historia le publica su libro de ensayos Lo bello/Lo feo. Este texto contiene en gran parte teorías acerca de su obra literaria. En general este libro de ensayos es un razonamiento crítico acerca de la escritura, principalmente la narrativa que tanto llama su atención. En l984 Antonieta Madrid gana el Premio Único de la Bienal «José Rafael Pocaterra», otorgado por el Ateneo de Valencia, con Ojo de Pez., novela inédita hasta l990, fecha en que fue publicada por la Editorial Planeta. Su último libro de relatos se titula La última de las islas y corresponde a una selección de los mejores cuentos ya publicados en las obras anteriores. Desde l989, Antonieta Madrid representa a Venezuela como funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores en China. En el mes de mayo de l99l vio luz su última publicación en Caracas: Novela Nostra, donde se encuentra una visión del trauma psicológico del hombre latinoamericano, su búsqueda y reencuentro de la identidad perdida a través del lenguaje. (Tomado de Liduvina Carrera)

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Sobre el poemario Andar con la sed, de Magaly Salzar Sanabria

MujerBeatrízy libro

Andar con la sed, de Magaly Salazar Sanabria

Por Carmen Cristina Wolf

La poeta venezolana Magaly Salazar Sanabria, con la escritura de este libro que hoy presentamos, Andar con la sed, emprende una senda en búsqueda de la excelencia literaria y la espiritualidad a través de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. La escritura de Magaly se caracteriza por una fuerza y lucidez extraordinarias. Ella descubre en toda su obra, con una delicadeza excepcional, que existen máscaras en cada uno de nosotros, mas por instantes descubrimos nuestro verdadero ser, Entonces las máscaras se desmoronan, pierden la preeminencia que les hemos conferido . La poeta descubre, en el estudio de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, la existencia de la búsqueda y empeño que puso sor Juana Inés por hallarle un sentido a la vida, su amplia cultura y conocimientos literarios y su amor por nuestro Señor Dios Padre.

Tantas aguas navegadas y sendas perdidas en la ignorancia de que el viaje del ser humano tiene un propósito esencial: retornar al Origen, la verdadera Realidad.

Hoy celebramos la aparición de este poemario de Magaly Salazar Sanabria, ANDAR CON LA SED, Palabreos con Sor Juana Inés de la Cruz, que inicia con un epígrafe de Rilke:

Un vuelo en Dios / un contrapeso en el que rítmicamente me realizo”.

La persona que adopta la vía mística para su realización, como lo hizo Sor Juana Inés, asume la belleza en su mente y en su corazón. Porque anhelar las cosas invisibles es un llamado insistente. Magaly Salazar nos muestra, de una manera diáfana y plena de belleza, la senda que Juana siguió en la certidumbre de que el Señor Dios Padre era su verdadero y único amor. Y dedica buena parte de sus horas al recogimiento y a la meditación.

Magaly, con sensibilidad a flor de piel, escribe:

Enciende tu fe… y el prodigio de amor llega/ y es deslumbramiento, olvido de sí mismo.”

Sor Juana desea fervientemente, durante toda su vida, un encuentro personal con lo divino, tal como dice Magaly: “en demanda de aquello que el alma pretendía”.

Durante casi toda su vida, Sor Juana permaneció, como escribe Magaly:

Tras las rejas de la celda,/la feminidad de Sor se le revela

como imagen de su vida: /apetencias de saber,

relación amorosa con Dios. /intenta, un pensamiento libre,

y el verso la sostiene, /es su esencia;

el respeto a la mujer, /el respeto al indio,

el respeto al meztizo, ”

Sobre el deseo de Juana por el acercamiento a Dios, Magaly Salazar escribe:

…El ardor guarda un misterio

Dios y belleza, energía

que purifica

así lo requiere

la poesía del Padre.”

Uno de los aspectos más sublimes y profundos de este libro, Andar con la sed, se encuentra en este verso:

…”así lo requiere / la poesía del Padre”… Rozar el misterio, la energía y la hermosura que purifica.

Magaly emprendió un camino de profundo respeto y afecto por sor Juana a través de su vida, por el carácter, el temperamento, los deseos, intereses, cultura, curiosidad de la monja. Y nos muestra que la poesía de Juana es “música / métrica/ pausas/ acentos/ armonías / cadencias”…

El poemario Andar con la sed es también una oración, una plegaria. Tanto Juana, de quien se hace compañera y amiga, como la poeta Magaly Salazar Sanabria, esperan bendiciones y agradecen conmovidas la ssabiduría del corazón y del conocimiento.

Añoran ambas poetas, la generosidad y la valentía de la palabra franca.

Uno de los más hermosos versos de este libro:

De tanto preguntar al infinito

decidió pedir prestada la curiosidad.”

Cada poema de Andar con la sed, es una revelación:

Se llama fuego de amor

pero el viento corre y sofoca. “

Magaly inicia una conversación con sor Juana Inés de la Cruz, un palabreo como ella misma dice y le pregunta:

¿En dónde estuviste que te oprimías?

¿Qué te excedió?

¿Qué hiciste mientras Dios te esperaba?

Después del vacío dijiste: “sin mí voy”

y llegaste a su Casa descalza.”

La autora venezolana penetra en las costumbres de la época y en la opresión en que vivía la mujer de su época:

Mientras las llamas y el aire

clarifican lo vasto,

se eleva el espíritu

de una mujer alerta

habitante de una sociedad

que la vigila. ”

Imágenes del sueño

sujetas al convento,

a la prisión de las “hablillas”,

a sus lecturas.

allí nace, vuela

y vuelve a nacer.”

Y la poeta adivina la aguda curiosidad de Juana por la naturaleza de las cosas

y por el milagro de la vida:

?Sor Juana Inés confronta al universo;

la poesía es la imagen

de todo; ”

…en su interior: la naturaleza

y el lugar de Dios.

Su espíritu es espejo

del alma universal …

Cocluyo esta brevísima nota sobre Andar con la sed, libro de una agudeza y lucidez magníficas, con este poema de Magaly:

Cuando la libertad,

la igualdad

y la justicia, llegaron

ya tú estabas allí

con una flor nomeolvides

en la mano.

Sangra,

porque sabiendo su agudeza,

las espinas de la envidia

se levantaron contra ella.”

* Magaly Salazar Sanabria

· Nació en La Asunción, Estado Nueva Esparta

·Se Licenció en Letras en la Universidad Central de Venezuela

· Cursó la Maestría de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador y estudios de Doctorado en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad de Barcelona, España.

· Se ha desempeñado como profesora de Literatura y Español en la Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar y Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico de Caracas, donde ejerció la Jefatura de la Cátedra de Literatura Venezolana y dictó las Cátedras de Tutoría y Poesía Venezolana en La Maestría del I.P.C.(1995)

· Fue Jefe de Relaciones Públicas de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador,(UPEL) Sede Rectoral (16-5-1988-10-88) Co-organizadora de los Actos de la Consolidación de los Institutos Pedagógicos en la UPEL.

· Desde 1989 a 1992 estuvo al frente de la Secretaría General de la Asociación  Venezolana de Escritores, Zona Metropolitana de Caracas.

· Desde 1988 hasta 1990, fue Miembro Coordinador de  las Manifestaciones Culturales de todas las Universidades del País y de  las actividades desarrolladas en la UPEl, que se exhibieron en el Poliedro de Caracas durante un mes.

· Dirigió  Opinión Pedagógica, Revista General de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador

· Fue Directora Editora fundadora de la Revista Topoi  del Instituto Pedagógico de Caracas.

·Sus artículos y poemas han aparecido en periódicos como El Nacional, El Universal; Ultimas Noticias, El Impulso, Diario de Caracas, El Semanario de Chacao, El Carabobeño, Antorcha, Panorama, El Norte, El Diario del Caribe, El Sol de Margarita, La Hora, Caribazo, ABC y  Gaceta Asuntina.

· Ha publicado en importantes revistas literarias como: Actualidades, Poesía, Insula, Tiempo Real, En Negro, Actual, Caronicuar, Aremi,  Caracola, Opinión Pedagógica, Topoi, Revista Nacional de Cultura, Poda, Tropel de luces, Margariteñerías, Investigación y Posgrado IPC, Letras.

· Ha realizado muchos cursos y recitales,  y ha asistido a Seminarios  de interés profesional  tanto en Venezuela como en el exterior.

·En Octubre de 1997, representó a Venezuela, como Directora del Capítulo de Caracas, en el III Encuentro de las Academias Iberoamericanas de Poesía del mundo. Evento celebrado en la Georgetown  University, Washington USA.

·Invitada por  University of West Indies de Barbados a dictar el curso Cultura Latinoamericana, a través del convenio establecido entre la Cancillería  Venezolana y la Universidad mencionada. (septiembre a Diciembre 1998)

·Obra Publicada: No apto para los ritos de la sacralización, Ardentía, La casa del vigía, Mención de Honor, Premio Fondene. Bajío de sal,  Levar fuegos y sietes y Cuerpos de resistencia. Caudalía-  En co-autoría:  Quaterni Deni y Lo visible , lo decible y El verbo iluminado. El Pequeño Teatro Andante de la UDO  realizó un montaje teatral-musical a partir del libro Ardentía, que se llamó “Sentidos de la Ardentía (1995)   Levar fuegos y sietes fue puesta en escena en un performance por el Teatro Simón Bolívar de Juangriego , dirigida por Rodolfo Rodríguez el 10 de abril de 1999. En mayo 2006 recibe un Diploma de Honor en el Concurso Lincoln-Martí de Miami.

· Su obra ha sido reseñada en varias Antologías de Poesía, entre ellas: Antología de la Poesía amorosa venezolana, Editorial Espada Rota (1995),Quienes escriben en Venezuela. (Diccionario Abreviado)del Profesor Rafael Rivas Dugarte 2004, Antología de Poetas Venezolanas de José Antonio Escalona (U.L.A.2002 )  Antología poética, del Círculo de Escritores de Venezuela (2005)

· Ex Directora de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de Caracas, desde 1997 hasta 1999

· Fue Coordinadora de la Fundación Cultural Arismendi y dirigió la Casa de la Cultura” Monseñor  Nicolás Eugenio Navarro” de La Asunción. (2000-2003)

ExVice-Presidente del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela (2005-2008) y actualmente es Directora de Relaciones Institucionales de  la misma Institución (2011)

· En la actualidad cursa un Doctorado en Arte y Cultura Latinoamericana y del Caribe en el IPC, Universidad Pedagógica Experimental Libertador (2011)

· Se desempeñó como Secretaria de Actas e Información de la Asociación de Profesores del Instituto Pedagógico de Caracas.

 

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«RAVINS» nuevo poemario de Alexandre Ritter

Academias Caracas

Con gran lucimiento se realizó en la Maison de l’Amérique Latine de Paris, con auspicio de la Embajada del Ecuador en Francia, presidida por la Embajadora María de la Paz Donoso la presentación del sexto poemario de Alexandre Ritter, titulado Ravins, editado por la prestigiosa editorial Les Presses Littéraires, bajo la conducción del Señor Jerome Fricker, que también acompañó el acto.  «Actuó como presentador el doctor Daniel-Henri Pageaux, Catedrático Emérito de la Literatura Comparada de la Sorbonne Nouvelle, autor del postfacio del volumen, quien hizo…» autor del postfacio del volumen, quien hizo un análisis comparativo excelente con su anterior libro Vermeil, los dos, en su criterio, un auténtico humanismo, encontrando a aquel todavía más vivencial. Se refirió a la nueva lectura que ofrece Ravins, tanto en un sentido plástico como también como desarrollo conceptual; a la captación de un mundo fragmentado tanto ontológica como cósmicamente; a la presencia de un universo de violencia, al que trata con gran expresividad; y especialmente a la conquista de la idea, al debate de las mismas, dentro del mejor sentido de la poesía de Paul Valéry.

Ravins por otra parte ha sido elogiado por la autoridad de Giuseppe Bellini, uno de los mayores conocedores de la literatura latinoamericana, catedrático de la Universidad de Milán, fundador de los estudios latinoamericanos en Italia y en cuyo homenaje la Biblioteca de Autor de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes lleva su nombre. Considera, en crítica de gran profundidad, que “Ravins conquista al atento lector por la particular armonía del dictado y por la profundidad del concepto en la interpretación de la complejidad del mundo y en la revelación personal del poeta frente a esa realidad, ante los eventos, las personas, los afectos; y revela una preocupación constante del fondo que circunda el misterio, del cual se convierte en intérprete impaciente, pero ardiente”. Además que “invita a la meditación, a través de una armonía compositiva que convence”.

En efecto, en Ravins, en apreciación de Lupe Rumazo, “hay una poesía con carácter de destino, de profundidad abismal, ya no cribada sino plena; y con una belleza, con encarnadura fúlgida, del paso del hombre por sus años de pastel y luego de su tránsito por las cicatrices de piedra. Se detendrá en La Perla, en “el medio del camino” –como en la Divina Comedia–, que nutrirá la doble estancia, la de la juventud y la de la adultez y que es el amor”.

Al terminar el acto en el que hubo palabras elocuentes de la Embajadora del Ecuador María de la Paz Donoso, Alexandre leyó una selección de sus poemas. Alexandre conquista con este peldaño un nuevo hito en su trayectoria que se inició a los diez años y que ha merecido el elogio de José Saramago, Luis Pastori, Luis Alberto Crespo, Filoteo Samaniego Salazar, Liliana Weinberg, Luis Beltrán Mago, Carmen Cristina Wolf, Víctor Bravo, Pálmenes Yarza, y los anteriormente mencionados Pageaux, Bellini, Rumazo, entre varios más.

Marzo de 2016

*Alexandre Ritter Alzamora Rumazo es Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela

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Miranda y los derechos de la mujer

Francisco_de_Miranda

MIRANDA Y LOS DERECHOS DE LA MUJER 

Por Simón Trujillo

El  26 de octubre de 1.792, Francisco de Miranda le envía desde Valenciennes a su amigo y protector en el seno de la revolución francesa Jerone de Villanueve Petión, presidente de la Asamblea Nacional  una misiva, la cual se inicia solicitando Miranda al legislador que: “No me lea hasta que Ud. Tenga veinte minutos libres, ya que es importante que Ud. lo lea todo “ , en este documento el caraqueño pide a la Asamblea Nacional Francesa la concesión de derechos políticos  a las mujeres, al respecto Miranda escribe lo que considera una necesidad social  “ Le recomiendo una cosa de mi parte, sabio legislador  ¡ y con las mujeres ¡ ¿ Por qué, en un gobierno democrático la mitad de los individuos no está directa o indirectamente representada, mientras que ellas están igualmente sujetas a la misma severidad de las leyes que los hombres han hecho a su voluntad?  ¿Por qué al menos, no se les consulta sobre las leyes que les atañen más directamente como son las del matrimonio, divorcio, educación de los hijos etc…? Confieso a usted que todas estas cosas me parecen usurpaciones irritantes y muy dignas de ser tomadas en consideración por nuestros sabios legisladores. Si yo tuviera aquí mis papeles, encontraría algunas observaciones que he hecho sobre este mismo tema, hablando de ello con algunos legisladores de América y Europa, que nunca me dieron ninguna razón satisfactoria, habiendo convenido en su mayoría en la injusticia”. 

Esta propuesta, tiene sus antecedentes históricos  en el libro publicado el 3 de enero 1792 de Mary Wollstonecraft “A Vindication  Of The Rights Of Woman” que constituye “el primer documento que da testimonio de la humanidad intrínseca de las mujeres y reclama su reconocimiento oficial”.  A esta autora le había precedido el Márques de Comdorsett en sus” letress d´ un bourgois de newjaben” y “ sur l´ admisión des femmes au droit cité”, quien en la Asamblea Constituyente  reclamó los derechos de la mujer, argumentando que sus “cualidades como seres sensibles, capaces de razonar y con ideas morales al igual que los hombres, y por tanto las consideraba dignas, no solamente al derecho del voto, sino de ser elegidas, alegando que la exclusión de ellas, era una doble injuria en relación a los electores, pues su libertad a elegir se veía restringida, al negársele elegir a las mujeres”. 

Al respecto las mujeres francesas en la toma de la Vastilla solicitaron” Que se estableciera la igualdad entre el hombre y la mujer, que se les diera libertad de trabajo y ocupación: Y se les reservasen puestos apropiados a sus capacidades”. 

El otro antecedente lo encontramos en la escritora y dramaturgo Olympe De Gouges, la cual publicó su” Declaration  des Olroits de la femme et de la Citoyen” cuyo contenido en 17 artículos fue presentado a la Comuna de Paris bajo el lema: “Si la mujer tiene derecho de subir al patíbulo, también tiene derecho de subir a la tribuna”. Esta declaración constituyó un escrito paralelo a la” Declaración de los Derechos del Hombre”; Olympe de Gouges terminó en la guillotina. 

Estos personajes junto a Miranda constituyen los pioneros de los derechos de la mujer en la sociedad moderna, derechos políticos que con el correr del tiempo han sido logrados por las féminas. 

Miranda líder universal de pensamiento y acción, no se le escapó detalle alguno en el acontecer humano, por ello no olvidó a la mujer en su justa reivindicaciones sociales, políticas y económicas. Con la mujer en la geografía de aquellos tiempos trazó una vida de amistad, de amor, de intercambio intelectual y de familia. 

Francisco de Miranda solicita que así como se están exigiendo derechos para la humanidad, estos deben ir en favor de la población femenina en igualdad de condiciones con la población masculina, porque la mujer constituye el 50% de los individuos de la especie humana. Al respecto opina que si las mujeres están sujetas a la “Severidad  de las leyes que los hombres hacen a su gusto” cómo es posible que se consideren personas para la dignidad, para el castigo, para la pena, la flagelación pública, para el presidio, para morir guillotinada por sus ideales políticos; Pero no son personas para las dignidades, para elegir a los representantes o para ser ellas electas, para ejercer cargos públicos, o asistir a planteles educativos universidades, decidir sobre su vida personal, de sus hijos, etc. 

El caraqueño intercede por los derechos de la mujer y hace un llamado a fin de que se les consulte, se les oiga, se les tome en cuenta. Miranda se pregunta: ¿Por qué se les discrimina? ¿Por qué se les excluye de las bondades de las leyes? ¿Por qué ni siquiera se les oye en temas relativos al matrimonio, divorcio, educación de las niñas, etc? 

Francisco de Miranda reta a los legisladores y les señala que son unas” Usurpaciones inauditas ”, las cuales deben ser consideradas, estudiadas y reparadas por ellos, deben buscar una explicación lógica y racional. Igualmente se pregunta cómo legisladores de América y Europa ante sus planteamientos “jamás le han dado razón satisfactoria”. Clama por que se les dé a las mujeres voz, consentimiento y plena participación en el gobierno y en los poderes de representación popular. 

La  exposición de Miranda ante la Asamblea Nacional Francesa, creo un poco de conciencia en los miembros de este poder legislativo, así fue como en 1793 fue propuesto para revisión el reclamo del voto femenino, pero llegado al poder la izquierda jacobina, con ella llegó el terror, prohibiéndose la representación de la mujer en la Convención Nacional, se prohibió igualmente a la mujer participar en las reuniones políticas, se eliminaron los clubes de mujeres, se implantó la flagelación publica como castigo junto a la guillotina. Hoy la mujer en el mundo Occidental, goza de derechos políticos y su voluntad es decisiva en la constitución de las instituciones democráticas a través del voto. 

Es necesario que en el día mundial de la mujer, Francisco de Miranda sea recordado junto a valientes y heroicas mujeres de los distintos continentes, como un verdadero precursor de los derechos de la mujer. Sus planteamientos ante la Asamblea Nacional Francesa y ante diferentes gobernantes de Europa y América fueron demasiando adelantados para su época,  tiempo en que se dudó que las mujeres fuesen seres pensantes, pues se les consideraba “que solo tienen cabellos largos  y mente corta”.   

*Simón Trujillo, Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela

                                                                                                    SimónTrujillo         trujillosimonjose@hotmail.com                                                   

 

 

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El efecto Hemingway

 

Guayana

El efecto Hemingway

Por Fausto Ramos*

El viejo Ernest asentó la frente

contra los cañones de su escopeta,

cerró los ojos, vio que un león se acercaba

y disparó. Ya era hora de que volviera a disparar.

Francisco Hernández

 

El día de mi encuentro con Marcelo Chiriboga, el cielo

tenía un color cenizo azulado que parecía augurar tormenta. Lo

encontré sentado por la Plaza Foch, a la salida de un café, sobre

una cómoda silla de mimbre y bajo una sombrilla, meciendo su

moccacino. Al acercarme se apoderó de mi brazo:

Fausto, mucho tiempo sin leerte –sonrió sarcástico.

Marcelo, tanto tiempo sin escuchar tus chistes agrios –

repuse también sonriendo.

Sigues a la defensiva como siempre… olvidemos lo pasado

y conversemos de nuestros planes futuros.

¿Quieres tomar algo?

Marcelo me invitó, dijo que quería proponerme un plan que

al fin le traería la fama que siempre nos había sido esquiva.

Recordamos entre risas el día que nos conocimos en un taller

literario, al que asistíamos únicamente por la convicción de hacer

arte, de crear. Recordé una frase de algún escritor francés que

decía que este oficio era un oficio de infelicidad, pero sin el cual

no podríamos tampoco vivir.

Escribíamos libros para repartirlos, como postales navideñas,

entre los familiares y conocidos, y gastábamos siempre de nuestro

agujereado bolsillo para organizar el lanzamiento en un aula que

parecía ser la más grande del mundo, porque jamás se llenaba. Sin

embargo, nos poseía un sentimiento especial de meta cumplida

mirar esa sala completamente vacía, con familiares y unos pocos

amigos que acompañan más por solidaridad que por interés

cultural.

¿Recuerdas? Cuando caminas desde el podio y subes las

gradas para recibir los abrazos de los amigos de siempre y de uno

que otro curioso que llega al final del evento, seguramente con

más afán de participar en el brindis que de la obra.

Y luego, durante el brindis, se formaba un enjambre de

voces con gente arrojándose a las bandejas con vasos de vino

Clos de Pirque, el más decente y barato que podíamos comprar, y

devorando los bocaditos como refugiados somalíes.

Claro, se iban formando los grupos para la sesión fotográfica

y al final, se dispersaban como fantasmas, ya sea por la hora o

porque se acababa el vino… o porque se lo escondía para que Le

groupe Vin saliera a libar en otra parte.

Tú les bautizaste así al grupito de borrachines que, con sus

mejores galas, asistían a todos nuestros lanzamientos con el único

afán de empinarse todo el vino que fuera posible.

Al final de cuentas, hay que ser compasivos con ellos… son

el público más fiel con el que contamos hasta ahora.

Sí, es cierto. Al menos hacen compañía. Es que no tiene

sentido escribir para que nadie te lea, regalar los libros a los

conocidos y repetir el ciclo interminablemente hasta ver si ocurre

un milagro y la crítica se fija en tu obra.

Y luego acudir a librerías para que reciban tus libros a

consignación y llamarles meses después para saber que siguen

empolvándose en sus estanterías.

Cuando el dinero escasea se te ocurre golpear las puertas

del Gobierno, para que tu creación forme parte de una lista

interminable de obras sin publicarse. Instituciones que más

parecen bodegas de añejamiento, porque, al parecer, creen que

los libros reposados adquieren cuerpo y un buqué más sutil para

el lector luego de siglos de estancamiento.

Sí, es la única manera de explicarse por qué esas instituciones

siguen publicando las mismas obras que la crítica extranjera miró

como pioneras muchos años atrás.

¡Cabrones! Como si eso fuera lo único que se produce en

el país. ¿Qué hay de nosotros, de los nuevos escritores, de los

que escribimos en computadora y ya no en máquina de escribir,

de los que regalamos vino y bocaditos junto con nuestras penas

volcadas en el papel para que alguien nos regrese a ver? ¿Qué

hay con nosotros, la generación de los ‘impublicados’? –Marcelo

se exaspera y continúa–. Si se te ocurre presentar tu obra para

concursos en los que dicen fomentar el rescate de los valores y

cultura locales, resulta que se premian obras que rinden culto a

lo escatológico. Y cuando al año siguiente escribes algo siniestro,

no te dan ni agua porque dicen que esa temática está decadente.

A mí se me ocurrió participar en una feria de libros,

exhibirme como un arlequín de circo o como diría un amigo

escritor: transmutar en un fenómeno de feria para ver cómo la

gente olisquea tu obra y pasa mirándote raro, haciéndote sentir

una especie en vías de extinción, por los miserables índices de

lectura que existen en el país: medio libro al año. ¿Te imaginas? Es

lo que un niño debería leer en una semana –y seguí elucubrando–.

¿Escribir para quién? ¿Escribir para qué? Sin embargo, lo

seguimos haciendo, Marcelo. ¿Cómo le puedes decir al salmón

que ya no navegue contracorriente? ¿Cómo le puedes decir a un

teatrero de la calle que no repita el mismo chiste agrio?

¿Cómo le puedes decir a un escritor que deje de crear

literatura? Pero todo esto va a cambiar, he hallado la fórmula para

que el mundo sepa de mi trabajo.

Miraba intrigado a Marcelo, tal vez porque era de las pocas

veces que invitaba algo o por la ansiedad de escuchar su idea para

salir del anonimato literario.

Te escucho Einstein. ¿Cuál es tu fórmula para alcanzar el

éxito?

El efecto Hemingway –dijo secamente.

¿Qué?

Efecto Hemingway –repitió impaciente–. Te explico, pocos

escritores en vida han sido reconocidos y únicamente cuando ya

no puedes siquiera orinar te premian. Analizando los antecedentes,

si quieres obtener fama rápida, solo queda una opción práctica:

escribir una buena obra y suicidarte, así como hizo Hemingway.

Dicen que sus sesos aún están regados del escopetazo que se dio,

pero él lo tuvo todo, fue corresponsal de guerra, un apasionado

de la vida, escritor, deportista, combatiente, bebedor y seductor

empedernido, prototipo del macho triunfante, ícono de la cultura

popular; solo le faltaba pasar a la inmortalidad y eso lo logró con

aquel disparo: “Ernest Hemingway despierta en su casa de campo.

Se pone la bata a la que llama la túnica del emperador, sale de

la habitación cuidando no hacer ruido para evitar despertar a su

esposa y va al cuarto donde guarda sus armas. De entre rifles,

pistolas y escopetas, elige una y baja al recibidor. Toma asiento y

apoya la frente contra los cañones”1.

¿Quieres decir que vas a suicidarte para que alguien te lea?

Técnicamente… sí. Pero en realidad, solo sería un adelanto

a la muerte con fines transcendentales –y me extendió un sobre–.

Es mi examen oncológico. El único que se fijó en este escritor, fue

el cáncer. Me diagnosticaron dos meses de vida y antes de morir

1 Rafael Vargas, Hemingway: el trauma que culminó en suicidio, Revista

Proceso, 2011.

quiero irme de aquí escribiendo una obra póstuma que el mundo

lea. Así como Larsson con su trilogía Milenium.

Pero Larsson murió de un paro cardiaco, subiendo al

ascensor y sin imaginarse que estaba escribiendo un bestseller.

Muerte, al fin y al cabo. Quiero pedirte un favor –me dijo–.

No voy a hacer un drama de esto, no tengo el coraje de hacer algo

espectacular como Hemingway, y lo único que sé es que el día

de mañana ya no estaré vivo. Quiero que tomes este borrador y

lo publiques como una obra póstuma, con tu prólogo. La obra se

llamará Palabras sombrías. También deberás ayudarme con el

lanzamiento de la obra y de lo que logres reunir con las ventas,

te quedas con el diez por ciento y el resto se lo das a mi esposa.

¿No decías que la odiabas y que ya no querías saber de ella?

Sí, pero hasta lo que odias lo terminas extrañando. Además,

de esa manera le demostraré que puedo servir, aunque sea de mal

ejemplo.

¿Y has decidido cómo terminar? –planteé tratando de

disuadirlo.

He estado investigando sobre el tema, mira por ejemplo

Alfonsina Storni, en lugar de caminar aguas adentro, como dice

la canción de Ariel Ramírez y Feliz Luna, se lanzó desde un

acantilado de la playa La Perla, en Mar del Plata.

Acá no podrías hacer eso. Tal vez buscar el puente del

Chiche o el de Guayllabamba.

O la poeta Marina Tsvetaeva, se colgó de una cortina en su

habitación.

Podría ser una buena alternativa.

Pero habría que ver un lugar alto y la buhardilla donde vivo

es una ratonera.

O Emilio Salgari, que se abrió el vientre con cuchillo –Dije.

Demasiado agónico para mi gusto, quiero algo más rápido

y efectivo.

Dijeron que Poe se suicidó envenenándose.

Es una teoría, pero usar veneno para ratas tampoco es una

medida que me seduzca. Como podrás ver, definitivamente la

clásica bala es uno de los métodos más populares: Jacques Rigaut,

Hunte Thompson, Sandor Marai y por supuesto Hemingway,

entre otros.

¿Y no podrías optar por una alternativa desesperada, como

seguir viviendo? Es también una forma de suicidarse…

No, ya está decidido. Y quiero que me ayudes a cumplir

mi última voluntad. Así confirmaremos si mi teoría del Efecto

Hemingway es cierta.

Desistí continuar hablando del tema y consideré la absurda

idea de Marcelo como un desahogo a su penosa situación. Preferí

conversar de temas más agradables y recordamos anécdotas

graciosas de nuestra vida bohemia, como aquella vez en que las

viejitas de un café nos confundieron con vividores. Al final nos

acercamos a ellas, siguiéndoles el juego, pero luego Marcelo se

acarameló con una y no la soltó en toda la noche. Me comentó

que la viejita era una solterona que le llevó a su casa y al día

siguiente le había servido el desayuno y embarcado en taxi, no sin

antes pagarle por sus servicios. Cuando le pregunté cómo se había

sentido, su respuesta me desternilló de la risa: “si eres bueno,

luego te pagan. La primera vez que recibes dinero te sientes mal,

luego ya te acostumbras. El problema es que después quieres

cobrar a todas las que se acuestan contigo”.

También recordamos que utilizábamos los libros como

divisa, ya que los intercambiábamos por otros libros usados o

nuevos, y a veces hasta eran una forma de pago para aplacar el

hambre atrasada o la última cerveza, donde la dueña del local, con

cara de madrastra, aceptaba el libro sin convicción.

Nos despedimos dos horas después y me hizo prometerle que

publicaría su obra póstuma.

En la noche recibí una llamada. Era Marcelo diciendo que

fuera a verlo. Considerando su estado depresivo y sus oscuras

intenciones, no dudé en acudir, era lo menos que podía hacer por

un colega de letras e infortunios. Llegué hasta el cuartucho que

arrendaba en San Juan y golpeé la puerta.

Entra Fausto –oí su voz desde adentro que me invitó a pasar.

Al correr el cerrojo, una detonación violenta explotó en mis

oídos. Y lo que miré me hizo recordar a Hemingway. Marcelo

había adecuado la puerta para que yo accionara el gatillo al entrar.

Ahí estaba un amasijo deforme… ahí estaba Hemingway… ahí

estaba un cojudo escritor ecuatoriano jugando a ser inmortal.

Llamé a la policía y luego llegaron los familiares. No había

dejado ninguna nota explicando su decisión y preferí respetar su

última voluntad.

Luego de responder algunas preguntas de rigor, acerca de

cómo se dieron los hechos, me dejaron marchar y llegué a la casa

con una curiosa morbosidad por leer el borrador de Marcelo.

Al hojear el trabajo, descubrí un alma atormentada que

seguramente había amado y odiado con intensidad. El libro de

relatos, Palabras sombrías, daría mucho de qué hablar a una

sociedad hipócrita como la nuestra, donde la moral viste velo de

beata, sale a misa de madrugada y se entrega lujuriosa por las

noches.

En el entierro de Marcelo supe que mi amigo sufría una

profunda depresión desde la ruptura con su esposa y que el tema

del cáncer era mentira, como lo comprobaron los resultados

forenses. Posiblemente tenía cáncer al alma. Me mintió para que

su decisión tomara fuerza, luego de yo haber aceptado continuar

con el plan que había urdido.

Palabras sombrías. Relato oscuro erótico, contiene una

ácida crítica a la sociedad, mostrando el lado oculto de nuestros

corazones. Y como Marcelo lo narra en su obra, la naturaleza

humana es claro-oscura y para demostrarlo, decidí hacer algunas

variantes al imprimirlo.

El libro se titulará Palabras sombrías y yo seré su autor. En el

prólogo aparecerá Marcelo Chiriboga y le daré el diez por ciento

de los ingresos que obtenga con su publicación a su exesposa. La

zorra se merece menos que eso, pero seré magnánimo.

Al hacer pública mi decisión de ayudar a la esposa de

Marcelo, los medios de comunicación han difundido el libro y la

crítica ha sido benevolente. Incluso tengo propuestas de editoriales

extranjeras para traducirlo, así como para escribir sobre la trágica

vida de mi entrañable amigo… quién sabe y algún día hasta le

hagan una película taquillera.

 

*FAUSTO RAMOS

(Ambato, Ecuador, 1970).

Escritor y gestor cultural de Letrábilis, grupo de gestión y difusión cultural de Literatura Ecuatoriana. Ha publicado los libros de cuentos El Señor de los Cuentos : Historias Perdidas de la Mitad del Mundo (Editorial Lagarto Azul 2011), género fantástico- ecuatorial; Palabras Sombrías (Editorial Rampi 2012), género relato oscuro; El Señor de los Cuentos II: Crónicas Fantásticas del Equinoccio (Editorial Rampi 2014), género fantástico- ecuatorial.

Su obra Palabras Sombrías se hizo acreedora a la mención de honor a las mejores obras Publicadas en género cuento, Premio Joaquín Gallegos 2012, otorgada por el Municipio de Quito.

Ha participado en una antología nuevos escritores ecuatorianos titulada Luz Lateral 2 bajo el Sello Editorial Jaguar.

Su relato corto Deja Vu está incluida en el proyecto Minicuentos de autores del Ecuador, Fundación Cultural Rocío Durán Barba y traducido al francés por la Casa Internacional de Poetas y Escritores de Saint Malo.

Sus próximos proyectos son la saga del Señor de los cuentos 3: Siniestro, historias de terror ecuatorianas, así como continuar con la construcción de su primera novela.

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Astrid Lander: «Jean Aristeguieta es un milagro en la poesía venezolana»

 

Por Astrid Lander

 

 

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Cuando se aborda a Jean Aristeguieta, una primera sorpresa nos brinda: es la poeta venezolana viva que más ha publicado libros tanto en Venezuela como en el exterior. Se cuentan al menos 60 libros editados, además posee otros 50 poemarios inéditos. Esto testifica su fertilidad creadora y dedicación exclusiva a la poesía. Otra sorpresa: la distribución de sus libros por internet. A este respecto, la poeta no está al tanto de que a través de ese medio se pueda obtener referencias acerca de ella. Y enternece la curiosidad de la poeta por saber de qué se trata. Es una lección de vida constatar que a esta edad respire tanta ilusión.

Poeta viajera, vivió en España unos años, donde publicó gran parte de su obra, además fundó en Madrid la revista de poesía “Árbol de fuego”, con poemas de diferentes poetas del mundo y también crítica, reseñas, meditaciones estéticas, siempre desde la poesía misma. Ha sido traducida a varios idiomas y dialectos, publicada en antologías de poesía internacional y sobre todo, cuenta con la admiración de personas honorables en el medio literario mundial, y amigos poetas que la veneran.

Poeta premiada, posee el José Vasconcelos de México, el Diploma Maestro de Poesía de Chile, la Medalla Institucional en su Clase Única de la Asociación de Escritores Venezolanos, el Premio de Poesía Hölderlin y entre otras distinciones literarias, goza del título de Condesa Paladina Von Derneck, el cual le fue adjudicado por su distinción como mujer y como defensora de la poesía. Además, por su afán en abanderar la voz poeta sin distingos de lo femenino ni masculino y actualmente le emociona constatar que esta idea se ha fortalecido con los años.

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Jean Aristeguieta es un milagro en la poesía venezolana
Mujer célebre que es, tanto en su persona como en su poesía, melómana, lectora infatigable de los poetas consagrados, seguidora de Francisco de Asís y Santa Teresa de Jesús, profesa un culto por la Hélade, por todo lo que evoca el mundo griego, su filosofía y poesía, catarsis teatral, mitología, sus templos e islas. El hermoso libro “Hélade” es una suerte de contemplación poética de su viaje por Grecia, narrado en tercera persona. Conmueve el primer párrafo en el que escribe: “Cuando en la adolescencia vio grabado el nombre de Safo en una goleta que navegaba por el Orinoco, percibió lo legendario”. Ahí pienso que germinó y se iluminó la pasión poética en Jean Aristeguieta.

Entonces publica su primer poemario “Alas en el viento” en 1942, y desde allí se perfila la riqueza de su poesía, la cual la hace una de las protagonistas del desarrollo de la poesía venezolana. Cuando la leemos, hallamos la fineza en sus poemas-joyas, y asimismo advertimos la constante formalidad de la poeta cuando tiende a juntar con guión, dos o tres palabras, para ampliar la resonancia multifacética del lenguaje. También visualizamos la audacia adelantada de la presentación de sus versos sin comas, sin puntos seguidos ni puntos aparte, que fluyen sin trabas y siguen la libertad de la forma en la poesía, sin perder la coherencia ni la cadencia poética. Otro recurso efectivamente logrado es la reiteración de sustantivos en la misma línea para adjetivar la segunda y tercera repetición del sustantivo. Todo ello le confiere sonoridad a su poesía, la cual es además de acústica, contemplativa, palpable, emotiva. Tal es el resultado de las descripciones, de las imágenes tan vívidas.

 

 JEAN ARISTEGUIETA 3

Ha sido traducida a varios idiomas y dialectos, publicada en antologías de poesía internacional.

Poeta solar, que celebra la belleza, la luminosidad, la pureza, la fe en la vida como tal. Elevada, armónica, libre. Aun cuando hable de la oscuridad, allí mismo alumbra una chispa de luz, así cuando versa a la muerte, viva como la vida.

Jean Aristeguieta es un milagro en la poesía venezolana, basta leer un poemario suyo para detectar la paz, la plenitud, la gracia. Es su obra una poesía de la flora y fauna, con la enumeración detallada de la naturaleza para hacerla suya. Parte desde su paisaje oriundo de selvas y piedras preciosas de la Guayana, de la aldea natal Guasipati, y se contagia entre los paisajes del mundo que ha recorrido e imaginado. En el libro “Poemas Venezolanos” el poema titulado “Un texto para mi aldea” escrito en la distancia, desde Madrid, en 1965, culmina así: “Ninguna como ella la aldea cuya inmanencia / cubre de abrasadora belleza cuanto escribo”

También descubrimos en esta poeta numerosos poemas ars poética. De poesía como oración, como puente a lo sagrado. Poesía como verdad. La espiritualidad de la poesía se respira en los textos del poemario “Antología del ser”, publicado en Chile, en el 2002: “Descripción de la poesía / itinerario del delirio / diccionario de arcángeles / epigrafía de las flores / imagen de los espejos”

Con equilibrado estilo destila versos como torrentes, límpidos y níveos. En “El país de las mariposas” las palabras como mariposa, fábula, rocío, magia, arcángel, son leit motiv que la acompasan, como ecos deleitables, a la par que expresan luminosidad.

La doble lectura que detectamos en la totalidad de su poesía, la simbolización, lo enriquecedor de sus metáforas, da cuenta de lo que esta poeta inmedible contiene, de la expansión de su poesía.

Tal vez por su dulce humildad y sencillez no ha sido reconocida en el país como se lo merece, aun cuando está en el pedestal de la poesía. Tal vez no la hemos leído con detenimiento para seguir su legado y aprender de su perseverancia: “Pasan los años como cenizas y yo sigo creyendo en la belleza…Voy hacia la eterna poesía por siempre para siempre”. Esta es Jean Aristeguieta, tal como ella misma escribe: “mujer mujer mujer / poeta desvivida”.

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CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE

Blog Mujer, ilustraciónGracias a la conocida periodista Faitha Namens por escrbir  en facebook lo siguiente:

Elisa Lerner, la amada, me envía este artículo sobre la fuerza hipnótica de las redes; llega por ellas, sí, y es conmovedor… (never surrender).

CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en periodismo.
Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.
Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.
Claro, es cierto, no todos son así.
Pero cada vez son más.
Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.
Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?
Así con todo.
¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.
¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? Silencio.
¿Qué partido es más liberal, o está más a la «izquierda» en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.
¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!
¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.
Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.
En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: “todavía existen kioscos que venden diarios y revistas….
En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas. Con la nueva generación no se necesitan las pinzas. Una sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba. El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.
Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.
Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante. No quiero ser parte de ese círculo perverso. Nunca fui así y no lo seré.
Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible. Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook. ¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!
También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador. Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: «¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!».
Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.
Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.
Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Ellos querían que terminara la clase.
Yo también.
Leonardo Haberkorn
(Leonardo Haberkorn es un periodista muy conocido, era hasta este artículo el Coordinador de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la ORT. Tiene un blog que se llama El Informante, al cual pueden acceder a través de internet. En ese blog, escribió este artículo que prendió fuego Twitter y FB)

 

 

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Despedida a Jean Aristeguieta

Jean Aristeguieta 002

Por Horacio Biord Castillo

Palabras para despedir a doña Jean Aristeguieta

(Guasipati, julio 31, 1921 – Caracas, enero 08, 2016),

Miembro Correspondiente por el estado Bolívar de la Academia Venezolana de la Lengua

La Aurora no quiso tocar el día con sus rosados dedos. Se puso un guante, un guante viejo y transido de dolor. Brisa y humo de otros recónditos lugares nos convocan. Brisa de un mar abierto, lleno de peces, un mar que no da cosecha, pero lleva a islas y playas ignotas o cercanas. La arenosa Pilos. Ítaca, la tierra a la que se llega tras anfractuosos viajes. El Olimpo sagrado donde Zeus tonante y Pallas Atenea, la de ojos siempre brillantes, Febo Apolo, Artemisa y Hermes nos aguardan. Y Lesbos, la isla de la barca que Jean vio en el Orinoco.

Acaya, la Hélade clásica, ha querido desviar los ríos brumosos que corren por el Hades y abrir un resquicio de luz, con rosas que brillan como coloridas botellas en cuadros que engalanan y perfuman, para recibir a una musa guayanesa que hoy nos deja y no nos deja, porque -como la poesía y la literatura- es y no es, viaja y no viaja, pero siempre brilla, Jean. Árbol de luz. Árbol de fuego. Árbol de vida y no mera ciencia.

Jean nos deja porque tiene que reencontrar otros brazos, otros labios, y oír otras palabras, voces niñas, voces adolescentes, voces de madurez y plenitud. Jean nos deja porque quiere estar siempre con nosotros estando con Aquel a quien ya intuían los moradores del Olimpo y quienes, reverentes, les ofrecían hecatombes o libaciones. Jean nos deja porque quiere besar a los suyos en la bruma de la tarde, los seres queridos, las manos que pintaban y volvían a pintar su mundo y el mundo de los vivos, de esos que aún respiran o están vivos porque permanecen en el recuerdo. Jean nos deja porque su obra se hizo grande y venturosa, clásica, como las columnas y arquitrabes del templo de Atenea, como las uvas que producen dulce vino o los hornos que cocinan suave el pan. Clásica como la música de los poemas más antiguos, clásica como la antigüedad escondida en las piedras y en las voces casi invisibles que pueblan la selva de Guayana, Jean nos deja porque su frente lleva los diplomas, los títulos, las dignidades académicas, los sobrados méritos de una anciana siempre juvenil en la evocación y el amor. Jean nos deja porque otros mundos, sus mundos, otras almas, las más amadas, la llaman, la esperan, la celebran, en el Absoluto canto de querubines, tronos y principados. Jean nos deja para que la vida continúe en sus versos, en su pasión, en su huella.

Y por eso mismo Jean no nos deja. No puede dejarnos quien deja tantos libros, tantos poemas, tantos ensayos, tantas cartas, tantos números de revistas bellamente editados. No puede dejarnos quien deja una obra tan densa, cartas tan hermosas, gestos, sonrisas, anhelos, deseos. No puede dejarnos quien nos deja también preces e invocaciones al Señor de los tiempos y de la luz, de la luz eterna. No puede dejarnos quien amó junto al Ávila (que sus coterráneos más antiguos llamaran Guarira Repano) y más allá de las columnas de Hércules, en las tierras arcaicas del olivo y el laurel. No puede dejarnos quien viajó amando, escribiendo y dedicando sus versos al sentimiento más sublime. No puede dejarnos quien, como Safo, se entregó al oficio de orfebre de la palabra y la pasión. No puede dejarnos quien, como Whitman o Lorca, buscó playas más nítidas para cantar. No puede dejarnos quien, como Kavafis, entendió con exquisitez y excelsitudes el sentido de la tradición y la esencia de lo clásico. No. No puede dejarnos quien como Homero no necesitó luces en los ojos para sentir el resplandor de los dioses, las finuras de las diosas, de seres inmortales que tomaban figuras humanas, pinceles del amor. No. No puede dejarnos alguien que escribió testamento tan hermoso: versos, prosas, pensamientos. No.

En mis días adolescentes, en mis momentos juveniles, el nombre de Jean Aristeguieta era un lucero inalcanzable, un placer de lectura, éxtasis puro. Nada me decía entonces que más tarde, no en la tarde sino en la plenitud del mediodía, en el pináculo del plenilunio (porque la vida es noche, por ser sueño y anhelo) tendría la bendición de oír la voz de Jean, voz de Guayana y voz de Grecia, en un hogar bendecido por el amor y el recuerdo, y de besar sus manos de poeta, sus manos hechas poesía, a la par que mis ojos se deleitaban en las formas, colores y luces de mil tonos que brotaban, que brotan, de los cuadros de Elvira Senior. Pocos regalos como ese, poquísimos como saber que Jean, que Jean Aristeguieta, que doña Jean Aristeguieta, dama de la poesía y las letras universales, oyó mis –ante ella- balbuceantes palabras y leyó mis –ante las suyas- torpes líneas. Gran regalo del Cielo, cuyas puertas imploro abiertas para esta mujer que nos deja y no nos deja, que se va y no se va porque siempre ha de volver, como mujer de letras, como poeta, como mujer hecha por y para el amor.

Jean, nos dejas el camino, nos abriste el camino, entre tantos peñones como Escila y Caribdis, como tantos seres sobrenaturales metamorfoseados en piedra en los ríos y raudales de la Guayana, en sus selvas, como esos dioses y diosas que tanto amaste con palabras que se lleva el viento, que nos las trae y siempre ha de traer.

Nos dejas y no nos dejas. Te vas y no te vas. Tu alma siempre, como Tiresias, acaso, nos alumbrará los caminos, nos dirá las señas para llegar a los más ansiados amaneceres, a los incansables en su rubor dedos de la Aurora. Tus palabras, Jean. Tu ejemplo, Jean. Tu amor, Jean. Tu entrega, tus voces, tus silencios, tus páginas todas, escritas a máquina o con la ambrosía caligráfica de tus lápices tornados pinceles y poemas en los cuadros del amor y la admiración por el más puro sentimiento que, junto a la idea de lo divino, una o muchas, no importa, nos hace humanos.

Vivirás entre nosotros, Jean. Regresa a Ítaca. Allí, ahora, lo sabes, te esperan, derrotados los impertinentes que asediaban el palacio y el amor que resplandece en tu obra, tras dibujar y desdibujar el cuadro del infinito anhelo. Viaja tranquila, Jean. Los vientos te sean, te serán, favorables.

Mil veces seas bendita, poeta.

Horacio Biord Castillo

San Antonio de Los Altos (Gulima), a 9 de enero de 2016

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Cuento de Reyes

Reyes-Magos

Por Horacio Biord Castillo

El más moreno de los tres,

que ya había muerto cuando Jesús visitó sus tierras,

se llamaba Sair o Seir. Murió con el bautismo de deseo

Beata Ana Catalina Emmerich[1]

 

El agua transparentaba la piel de la venera. Reflejaba los rayos solares, las arenas y una música que ya había oído antes, que le parecía haberla oído. El agua agitó en la concha olas de espuma y el mar, lleno de peces, se abrió. Arpegios y brisa se confundían, lenta, aceleradamente después y de nuevo en forma muy calma y sosegada. Voces, gritos lejanos, como susurros en la distancia. Una luz intensa coronaba la noche y llenaba de sutiles reflejos de plata las culebrillas que transitaban cada día pastores y mercaderes, acaso algún salteador, pordioseros y vagabundos. Una mujer caminaba con un niño a cuestas, perdida, intrigada por el paisaje. Una cría de camello mamaba bajo la corta sombra de una palmera. Balidos. El ruido de la arena al danzar besando al viento.

Las tiendas se alzaban al caer la tarde y los sirvientes tocaban arpas y cítaras. Del agua emergían los rollos que acariciaba con fervor. Los mapas del cielo y la tierra se confundían entre sus dedos. En la mano, como un globo de fuego, se le posaba una bola de cristal donde leía las constelaciones y los recovecos de cada arcoíris, sus voces, incluso las más silenciosas y reprimidas. El cielo mostraba la ruta cada noche, cada mañana cuando aún la luna trasnochada brillaba sobre las tibias arenas o se confundía con el olor de cabras y ovejas o con la mirada espesa de los camellos de la caravana. Sonaban arpas y cítaras y algún bailarín hacía piruetas y con sus negros tobillos agitaba cascabeles, fabricados de pezuñas secas y metales. Escarabajos y toros alados, señores de músculos vengativos se veían estremecidos entre los orificios de la concha. Dorados becerros, seres antagónicos. Sus rostros se alargaban hasta desdibujarse como gotas que caían sobre el polvo. Polvo eran, polvo volvían a ser, polvo que ahora sus ojos veían extraño e impuro, cenagoso.

La luz seguía en el cielo. Derrota de astros guiada, cada paso contaba para apurar la marcha, cada desfiladero, cada oasis para abrevar y recoger dátiles. Llegaba la hora de la brisa y un olor de nardos impregnaba las ruinas que divisaban a lo lejos, algunas junto al mar, en las rutas más antiguas y transitadas, olorosas a seda y especias. Estrella partida en mil pedazos, luceros diminutos, mediodías como alfombras sobre el mar color vino que no daba cosecha, cada tarde volvía a pensar en aquellos relámpagos que brillaban y ardían más en la mente que en la bóveda celestial. Una noche se quedó dormido fuera del lecho, junto a las paredes de la tienda, sobre una manta de arabescos áureos y encarnados. El desierto se hizo cerúleo y luego mar, como las estrías brillantes de la concha, y el mar se abrió en una música de azahares. La ciudad estaba repleta de gente y hombres y mujeres hablaban con desparpajo. Unos llevaban pan, otros bajo el brazo gallinas y las mujeres se peleaban por ánforas y platos de cerámica. Un pastor, en el sueño, lo miró con asombro. La caravana seguía al compás de aquella música de alas, a ratos luz y sándalo, incienso.

Debajo de la concha una escalera conducía a una gruta oscura y con trazas de humo. Arriba, más arriba del agua abierta como un mar, flotaba un pez, y más arriba un cordero, y luego una paloma, una blanca paloma de alas muy precisas y tierna mirada. Muchos reyes se asomaban al camino. Algunos se postraban. Otros besaban la concha y se impregnaban la frente con el índice. Otros seguían impertérritos con hachones humeantes y sin brillo en las manos. Un caballo cornudo, de marfil tocado entre las crines y los ojos, galopaba con dulzura. Recorría praderas y selvas. Un niño vestido de pieles hecho hombre cantaba junto a un río. La concha brillaba entre aquellas manos benditas y el agua reflejaba su rostro y, en su mirada, las vistas de aquellos días, tantas voces y aromas, la música y la luz, la esperanza de llegar adonde los rayos iluminaban la tierra y cesaba cualquier resquicio de tiniebla. Las tiendas se recogían al amanecer y proseguían al encuentro, con lentitud pero sin sosiego.

Al postrarse sintió, tantos años atrás, la fuerza de las olas de aquellos océanos incontenibles que palpitaban, se abrían y volvían a cerrarse ahora, en la pequeña concha de venera. Sus ojos seguían mirando la luz, no tanto las luces palpitantes del cielo, sino aquella luz diminuta que hacía brillar la paja del establo y el hocico de las bestias, aquella luz que se hacía mirra y sal, aquella luz que era un camino y un altar en el silencio y el frío de la noche. Aquella luz no lo encandilaba sino abría el corazón de la concha, las entrañas del molusco, su canto de eternidad, como olas presas en el aroma y el candor de aquellos mapas celestes que mostraban geniecillos y bestias en las formas del cielo, retazos de historias, leyendas. De hinojos escuchaba el ruido del estandarte, la búsqueda sin fin, la senda del pastor tras los balidos de una oveja descarriada, cantos graves, llanos, simples, monódicos. Seguía con emoción el sonido bárbaro de los textos. La bola de cristal se hacía más transparente, como el globo de fuego que ardía sobre zarzas y olivos, sobre laureles y acacias sin quemarlos.

El mar abierto proseguía agitándose en aquella concha. El agua regaba tierras lejanas y naves ventrudas caminaban sobre lagos y ríos, como señores que sienten el deseo de llegar al aposento tantos años ansiado, un mundo sin torres inclinadas, sin carros desuncidos, sin seres atados y dubitativos. El agua caería como lluvia sobre tierra fértil, llena de granos y semillas. No llevaba turbante ni corona, solo sobre sus sienes el recuerdo de aquel viaje enigmático que de nuevo lo convocaba, que nunca había dejado de convocarlo veinte generaciones atrás. Su tumba en lejanos parajes sería venerada en relicario de oro. Sus pasos serían seguidos en cabalgatas por ancianos y niños, por ancianos que suspiraban como niños, por niños que debían seguir siendo como niños para llegar algún día a ser ancianos y comprender a plenitud el misterio de las cabalgatas. El agua era perfume y viento, suave viento del jardín, aroma de cuatro ríos. La gota era aquella mirada, aquel cántico de paz, aquella sinrazón suficiente para ser la única razón de cruzar desiertos y pasar al filo de acantilados y abruptas cañadas.

Décadas después, sus huellas se reflejaban en las aguas bendecidas que ansiaba para lavar su frente por última y definitiva vez, como tantas veces sus manos o los pies, despojadas las sandalias, llenos de polvo, de ese polvo del camino que recordaba el polvo primigenio, el barro y lo transitorio del crepúsculo. Deseaba beber aquella agua, vasta como los océanos, agitándose y, a la vez, aquietándose en la concha de la venera, beberla en la frente, sentirla cada día en los dedos, en los pasos, humedeciéndole las huellas, fecundándolas. Solo eso, entre tantos objetos del palacio, deseaba. Solo ese momento, entre tantos vividos, entre tantas profecías y anuncios del cielo lleno de estrellas, deseaba. Paja y musgo de un establo, cántico de criaturas simples, luz potente en la luz más tenue, hálito y modorra de pastores. Al nombrar creaba. Al desear nombraba lo creado. El agua se agitaba tranquila en la concha. Alfa y omega. Tres soplos estremecían la concha, el agua.

 

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Cumaná y José Tomás Angola

Enrique Viloria

Cumaná y José Tomás Angola

Por Enrique Viloria Vera

José Tomás Angola Heredia es dramaturgo, poeta, narrador, director teatral, guionista, ahora se nos revela como bucólico ventrílocuo. Los Legajos del Marqués, no son de ningún Marqués, en realidad son los suyos; le permiten al escritor concretar una elegía poética a la ciudad de Cumaná, en lengua cumanagota unión de mar y río, fundada oficialmente en 1521 por Gonzalo de Ocampo – aunque ya desde circa 1515 utópicos misioneros franciscanos y dominicos crearon un poblado y construyeron un modesto convento – es con justicia considerada la primogénita del continente americano. Muchos nombres tuvo a lo largo de su accidentada y guerrera consolidación como villa: Nueva Toledo, Nueva Córdoba, hasta que finalmente se impone el originario nombre de Cumaná, formando parte de la extensa y muy rica Provincia de Nueva Andalucía. A continuación, dos poemas de José Tomás Angola:

Barbas y cabellos tanto mecido

por los días de travesía lengua

que ya el mare no recuerda a los idos.

Pero agora los caminos temidos

de astrolabio y arenga

se hacen de golpe caminos perdidos.

* * *

Con el sol rabioso del mediodía

asando cabo corchado y chicote

aguas verdinas cuando en felibote

ancoré en la Nueva Andalucía.

Menuzas urcas sin altanería

galeotas con el velamen arlote

tan triste parece simple capote

mientras descansa la marinería.

En puerto del paraíso soñado

do los ángeles son aves fermosas

y el mar un manto de azul templado.

Y es que lo nunca antes imaginado

a no ser me digan que falseo cosas

aquí se hace delirio de afiebrado.

José Tomás Angola

Desempolvando viejos legajos escritos en castellano antiguo, el poeta realiza un verdadero ejercicio de arqueología lingüística para rescatar las voces y usanzas de la época de la conquista, utilizadas por la gente del común mucho antes – para nuestro bien o nuestro mal – de que la Real Academia de la Lengua uniformizara y regulara el habla, ahora idioma. Recoge Angola en sus legajos la nota inicial escrita de su puño y letra por “D. Cristóbal del Hoyo – Solórzano y Sotomayor, Primer Vizconde de Buen Paso y Segundo Marqués de la Villa de San Andrés, ilustre poeta tinerfeño”, apodado también “el aventurero venturoso”, “el Quevedo de Canarias”, cuyo revelador texto reza de este tenor:

Así las encontré. Hojas leonadas escondidas bajo estoque, calabozo, contería de Taguache, boemios raídos, un coselete enmohecido, ruinosa talega, una Chaguala que algún salvaje le obsequió o él apropiose guerreando. Creí que serían sólo hojas sueltas de algún Auto. A lo mejor Probanza de haber asistido de mirada y oída a las maravillas de la Nueva Andalucía. Todo lo supuse, yo que fui vueso hijo. Pero e allí que he descubierto verso clarísimo pergeñado por él. Él que sólo berso había servido. Aunque me tenéis por travieso y díscolo, no se crea que estas hojas mías son. A él pertenecen. Y agora que duerme cual durmiente de sueño cristiano en esperanza de último día, yo le hago justicia y a luz saco, para avío de mi suerte y patronímico, este escrito. Y agora reconozco que salí bardo porque de bardo él hubo ejercido. Y si yo espada como él manejo, agora sé que ambos pluma compartimos. Que la suya fue secreta y la mía con ruido. Ahí les dejo, lectores míos, las letras de un Marqués que soldado ha sido y yo jamás con musa e ingenio le hubiese creído. Ahora que yo soy, por herencia, el Marqués y él se ha ido .

Cristóbal P V C D B P

Y menuda sorpresa recibimos los lectores contemporáneos de estos vetustos pliegos escritos – ahora lo sabemos con certitud de escribano poético de D. José Tomás – por ”D. Gaspar del Hoyo – Solórzano y Alzola, quien en vida fuese el Primer Marqués de la Villa de San Andrés según reza en real despacho firmado por D. Felipe V y fechado en Madrid el 2 de enero de 1708”. Leamos el mamotreto inicial del Marqués de Angola:

CARTA DE RECOMENDACIÓN A QUIEN OSE AVISTAR ESTOS VERSOS

Que no se me acuse de poeta sin haber cumplido. Yo, el más bizarro entre los bizarros. Puño de fierro. Alabarda en ristre. El primero que siempre acometió apicar. Que montonería supe desde niño. ¡Ay, cuántas escaramuzas sin peto! Ni falta hizo. Ya con mi alma de soldado tenía. Y yuso de la piel este corazón empeñado al Altísimo porque patrono del Convento de los Recoletos del Espíritu Santo de Icod he sido. Y fue a vuestra Magestad a quien serví con fervor. Serví á ella en las Islas de Thenerife, y la Palma, mas de veinte y un años, los diez primeros de Capitán de Infantería Española de una de las Compañías del Tercio, y Partido del Lugar, y Puerto de Garachico, en virtud de Patente del Governador, y Capitan General de aquellas Islas. Yo no era extraño desas comarcas. En desta villa de Garachico se me oyó llorar por vez primera al alumbrar desde las fuentes de mi madre. Y fue uno de mis grandes abuelos D. Hernando del Hoyo-Solórzano, valiente y bizarro “mozo de espuelas” de D. Fernando el católico. Espuela dorada hubo de ser tenido. Y llegó como conquistador destas tierras en las que se me vieron pacer y berrear como crío. Passé al empleo de Capitán de Cavallos del Tercio de la Palma, en que serví interpoladamente mas de once años con entera satisfacción de mis Cabos Superiores, y Capitanes Generales de las referidas Islas, considerándome digno de las honras que me hiciessen, como con efecto se me confirió en las Indias el Govierno, y Capitanía General de la Provincia de Cumaná en diez de Mayo de mil seiscientos y ochenta y ocho, y exercí este empleo con toda aprobación. Fui a tierra americana a quedarme con el noble empleo que Don Gaspar Mateo de Acosta acometiera con fortuna que no toca acuento. Ansí exercí de primera jefatura de provincia, yo, un cavallero del hábito de Calatrava, un maestre de campo aburrido de los vientos de isla de mi nacimiento y presto a la aventura. Allí conocí de las calenturientas fiebres que me hicieron soñar lo que acá escribo. Padecí de sarampión cuando la peste inundó Nueva Andalucía y de Viruela cuando en el año del señor de mil seiscientos y noventa y cinco el castigo asoló la tierra a mí encargada. Ansí le escribí al buen rey Carlos II al Consejo de Indias. Contele que con el sarampión no quedose muger con marido y al llegar la viruela tan sólo cinco poblados quedaron en pie y dellos muy despoblados. Fuese durante esos quebrantos que, calenturiento y malo, di en escribir destos versos. Y sólo sea la fiebre malsana la excusa de mi osadía de facer de poeta cuando soldado he sido. Mas no obviaré lira para cantaros de lo que estos sueños afiebrados diéronme en cantar. Que en dellos la América toda se guarda. Sirva a Dios y a mi buen Rey este discurso y perdónenme poetas y bardos por la osadía pues Nueva Andalucía, Nueva Barcelona, Cumaná toda, quedáronseme en la sangre y sólo escribiéndolas habré de purgármelas.

Exegi monumentum aere perennius.”

La sorpresa y estupefacción que experimenta D. Gaspar a su llegada a la Nueva Andalucía, a la Tierra de Gracia, es la misma que plasmaron en sus cartas los conquistadores iniciales, al enfrentarse con un nuevo escenario humano y físico- un Nuevo Mundo – sin precedentes en sus vivencias y realidades, lo que dio origen a las célebres Crónicas de Indias, fuente del Realismo Mágico latinoamericano. El mismo descubridor Cristóbal Colón en carta enviada a su financista el sefardí Luis de Santangel, en febrero de 1493, cuenta:

La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos del mar, aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos y yerbas hay grandes diferencias de aquella de la Juana: en ésta hay muchas especierías y grandes minas de oro y de otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos”.

El Marqués, por su parte, no se queda atrás en la descripción de las maravillas que fue encontrando en sus andanzas por Cumaná y sus cercanías, en verso rimado, el poeta venezolano habla por el ancestral poeta español:

A orillas de Cumaná no hay pecado

mas los sacadores de la nueva era

hunden su notomía en la cantera

do sirenas dejan perlas a nado.

Llegaba el caballero alistado

empleada la aguja capotera

que yesca y pólvora poca no era

con que mucho había disparado.

Piqueros guerreando a indios sin fajina

aves de canto raro y vuelo contrario

y noches zorras y luna cansina.

Que todo era invertido y milenario

pues la beldad desta ciudad marina

es beldad como trinar del canario.

Ya conocía dessas vecindades perdidas

historias de desastrados y luchas fragosas

de chuchear tras animales de tierras montuosas

de pejes de faz extraña y hablas escondidas.

Yo con color pues veía más de mil Ducados

el escondido Dorado y los cayres indianos

y los Reales de plata y cientos de Castellanos

y Maravedíes y los Vellones ansiados.

Arrobaba el amarillo del deslumbrante oro

mis ansias pecadoras de hidalgo sin decoro

sin saber que no era la gallardía del toro

lo que siempre ha buscado con suerte el noble moro.

Y no sabía del capó de garzo quemado

ni los dientes del yarbé o caimán bautizado

del yaguare de pelaje ambarino rayado

de aquel tupoco salvaje o cangrejo llamado”.

Sin embargo, no puede ocultar el Marqués recién llegado al Paraíso Terrenal, su profunda y genuina nostalgia por el reino dejado atrás, en melancólicos, tristones y mohínos versos, Gaspar se regocija a la vez que se lamenta:

Calores foscos, hirviente tremedal

descastados céfiros chamuscados

lambisqueando mis carrillos dorados

y venía de Capitán General.

Hincando la bota en la costa de sal

gallardete en mano de adelantados

toda España cargada en mis costados

alcanzando tierra que no ha visto mal.

Cumaná, niña recién parida

era yo padre asombrado y prestado

desta la dicha criatura habida.

Ya vendría la memoria ida

para recordar el reino dejado

llanto al oír la guitarra tañida”.

Ya más afincado en la Cumaná de sus nuevas querencias, asediado por piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, aquejado por las fiebres y los delirios, asustado por las inclementes tormentas y los mortales terremotos, y acongojado por el dolor de ver su patria de adopción – ya no sólo su Nueva Andalucía sino toda Venezuela, incluyendo la malhadada del siglo XXI – a punto de fallecer, el Marqués escribe este desolado y casi postrero poema, que habla de sus angustias y esperanzas, de sus alegrías y tristezas:

Al borde del desfiladero de una ventana

en este fortín descastado de San Antonio de la Eminencia,

bajo los cabellos de una lluvia,

en las fauces de Cariaco,

con la amargura de Araya la tristísima,

conviven tormentas y chicharras.

Descienden los truenos en carros incendiados

y el martilleo de la luz sobre mares de vapor

acosa a una luna sacra.

Sobre la frontera

que se yergue más allá de esta fortaleza,

se baten las horas en un duelo con las luciérnagas.

Es este abismo de temporal

donde los pretores hechos relámpagos

se ensañan con las vírgenes que fueron estrellas,

y un agujero impúdico penetra la bóveda

por el que miles de lenguas

gritan naranja.

El péndulo rubio antes virrey,

duerme su magnificencia

entre los senos de una noche desesperada por parir,

y alguien, sabe Dios dónde,

sigue ordeñando las ubres del cielo.

Se cuecen rugidos y rayos en esta olla

y mientras se ahogan los minutos en el patíbulo del véspero,

las vísceras del cosmos se revuelcan

y vomitan bilis.

Bilis que cae en techos de palma y tonsuras de cura,

en despechos indianos y cardonales,

en calzadas pedrosas y perros famélicos,

en bateles mohosos y en Cumaná la olvidada.

Bilis que apacienta locuras

y amasa el detritus de los puertos maléficos.

Bilis que santifica soldados y borrachos,

que bautiza niños y esclavos,

que abraza muros y cañones,

en este castillo cobarde de San Antonio de la Eminencia.

Bilis que reclama redención para una noche fosca,

y espera el sueño de un amanecer,

y desata mareas en el viento antiguo.

Tormenta que azota el ventanal de mi alma

por tu nación de futuro

que está a punto de perecer”.

*Enrique Viloria Vera, poeta, ensayista, polígrafo venezolano, Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela. Ha recibido numerosos reconocimientos por su obra literaria.

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Cuento de Ana María Velásquez

MujerBeatrízy libro

El mismo espanto que convierte la palabra en una mueca

Por Ana María Velázquez

Tercer Lugar en Cuento corto del VI Festival Literario ucevista, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2003

Los soldados avanzan y por donde pasan no queda nada. Con tanques y explosivos van devastando los edificios, las calles, los postes, los cafés, las librerías, los bares, las salas de video juegos, las estaciones de metro, los tenderetes de discos y de pinturas de labios.

No estoy despierta. Estoy soñando con la guerra, con el fin de todo lo que un día tuvo sentido en esta ciudad de decadencias interminables.

¿Acaso moriré? ¿Será este sueño el presagio de mi próxima muerte? ¿Será una profecía del porvenir oscuro que nos aguarda, a mí, a todo este pueblo de olvidos y abandonos infinitos?

Después nos acostumbraremos a las calles sin pavimento, destruidas por las bombas que lanzaron los aviones, a la suciedad de los albañales rotos y al excremento en todas partes, a la oscuridad de las noches sin bombillo callejero, a los apartamentos vacíos, a los mercados sin provisiones. Los que sobrevivan se acostumbrarán, irán de aquí para allá mirando sin ver porque ya no habrá capacidad para más asombro, serán como una horda de ciegos apretujándose en todas partes, en las paradas del autobús, en los centros de distribución de gasolina, de alimentos, de medicinas, a las puertas de los hospitales, de los consulados, de la Cruz Roja, de los crematorios comunes.

Pero un sueño es siempre un sueño, sólo una visión que, aunque conmueva el alma, no tiene necesariamente que cumplirse. Espero que pase rápido, que no sea tan cruel, que al menos nos dejen las viviendas para refugiarnos, los mercados para proveernos, los servicios básicos, que no destruyan los museos, que dejen tranquilas las bibliotecas y la estatua de Balzac, también la de Martí. Ojalá que no se ensañen contra las obras de Léger de la Universidad, que no quemen las muñecas de Reverón ni nos arrebaten los chicalotes y las dulcamaras, esa plantitas que se agarran con fuerza a los abismos de Luvina.

Sueño y, como en un sopor, veo las acciones confusas de los seres humanos buscando algo que no encentran más que en los depósitos de basura, en los restos de lo que quedó olvidado en las aceras, sucio, roto, inservible, barcos de papel a la deriva, guiñoles desmembrados, cometas llenos de huecos, con sus hilos enredados en los cuerpos entumecidos de pavor y las caras paralizadas de asombro.

Sueño y olvido que sueño porque la claridad de las imágenes me hace pensar que es real aquel mundo de humaradas negras, llantos interminables y relojes eternos, ding dong, que marcan el tiempo preciso de cada lágrima, de cada gemido, ding dong, como si las lágrimas y los gemidos fueran parte de una melodía, ding dong, de una sinfonía, si se le agregan los gritos nocturnos de las pesadillas.

Ahora estoy en el paseo junto al río, aquél donde sacaba a caminar a Olga, animal de dulce expresión que acompañó mi vida. Pero, en vez de parque con los bancos de madera de siempre, encuentro una gran fosa, un lugar al que se lo ha tragado la tierra y, en medio de aquel hueco negro, una bolsa de basura con un perro adentro reventándose de podredumbre. Sé que es Olga, no puedo soportarlo, quiero despertar, pero mi voluntad no cuenta, la muerte cruel de mi perra me persigue aunque corra buscando una salida. Sé que era ella, sé que era su cuerpo el que se descomponía en la fosa donde alguien la dejó olvidada porque no hay cementerios para perros. Pero por más que corra estoy presa de los caminos misteriosos de la visión que salen del paseo junto al río y me llevan hasta donde están los cadáveres que van a ser cremados, sin rezo, sin misa, sin nombre, porque no hay tiempo para averiguar identidades y saber quién es quién y quién debe cargar con cuál muerto.

Algunos buscan el que les corresponde, yo me uno a ellos, con el miedo pegado al costado, temerosa de que los aviones vuelvan a bombardear la ciudad, pero me afano en mi labor junto con los demás, con apuro, con ahogo por el hedor insoportable.

Trato de encontrar a mis padres para llevarlos a sus tumbas, los pondré allí para que descansen de todo esto, para que puedan olvidar lo que han pasado, lo que han vivido en aquellos días de la crisis antes de la guerra, los días del desasosiego. Quiero que puedan dormir en paz, quizás soñar, ¿pueden todavía soñar? ¿Qué pueden soñar los muertos?

Una vez acabado el trabajo me quedo en sus tumbas acostada en la tierra que remuevo con mis manos de vez en cuando, como queriendo que se abra y me deje entrar a mí también, como deseando que lleguen los soldados y me corten los brazos para poner uno en cada tumba y así poder abrazar a cada uno de mis padres eternamente.

Sueño con tumbas, miles de tumbas, miles de desaparecidos, de torturados, de ajusticiados y siento en la piel la angustia de aquellos días cuando todo el mundo sabía que habría guerra, pero nadie lo decía, cuando preferíamos callar y explicar que todavía estábamos a tiempo de hacer algo para evitarla. Es la angustia del que sabe y calla y callando muere o tiene que matar, con el mismo miedo muere o mata, el mismo sudor frío recorriendo la espalda, el mismo espanto que convierte la palabra en una mueca.

Morir, dormir, soñar. Aquí en mi refugio de imágenes puedo gritar tanto como quiera porque nadie vendrá a rescatarme, es sólo un sueño.

Pero entonces, al desviar la mirada del fusil que me apunta, no encuentro mi cama, ni mi lámpara, ni la mirada apacible de Olga que siempre cuidaba mis sueños porque sabía que eran nerviosos. No encuentro a Olga, lo que encuentro es la sangre que me salpica, todavía caliente, de los que acaban de caer a mi alrededor.

Con el ruido del disparo, mi cabeza gira con violencia en la almohada y, al cambiar de posición, comienzo a soñar que he despertado, que acabo de regresar de la tierra arrasada y que alguien me ha pegado un tiro en la cabeza mientras soñaba, ¿sueño que muero? ¿O muero y sueño que me han matado?

No sé, no sé. En el vértigo siento que es lo mismo, que es igual, que es el mismo sudor frío recorriendo la espalda, el mismo miedo, el mismo espanto que congela la palabra en una mueca.

*Ana María Velásquez, narradora, investigadora, docente de la Universidad Metropolitana de Caracas.. Ha recibido importantes premios y menciones honoríficas. Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela.

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