Los cien años de luz y poesía de Luis Beltrán Mago

Por Horacio Biord Castillo:
Los años se van contando como se cuentan las sílabas, los versos y las estrofas. Se suman uno a uno, no sin un ligero sobresalto, a veces con un ligero temblor, con una contrastante, paradójica y ambigua sensación de fugacidad y permanencia. Al principio contamos los años sin prisa. Luego lo hacemos de otra forma, con más parsimonia que apuro; pero el tiempo no nos espera. Va fraguando nuestros contornos, nos hace y deshace siempre de manera continua y paralela.
Como si fuera un deber escolar, sumamos los años con un ábaco de emociones. Hoy contamos diez veces, con los diez dedos de las manos extendidas, los años de vida y creación de Luis Beltrán Mago Gómez. Son cien años que se dicen como quien mira estrellas en la quieta piel del río vestido con su traje de noche, como quien va de a poquito y de pronto se percata de que ha seguido de largo con la cuenta y ha sumado mucho, pero no demasiado.
Muchos, en verdad, pero no excesivos, son los años de Luis Beltrán Mago. Contamos cien, como versos de estrofas que se alargan en un poema que es su vida misma. Cien años, un siglo entero, ¡oh Señor del tiempo y todos los hombres! Es un siglo, sí; un siglo que guarda la historia y la escritura de Venezuela y el mundo.
Cuando Luis Beltrán Mago nació aún vivía José Antonio Ramos Sucre y Andrés Eloy Blanco, pariente de Mago, ya había empezado a cosechar laureles. Rómulo Gallegos aún no había escrito La Trepadora ni Doña Bárbara y Arturo Uslar Pietri tampoco había compuesto Las lanzas coloradas ni Enrique Bernardo Núñez Cubagua, la historia ficcional de una isla alucinante, llena de bellezas e historia, muy cerca del lar nativo del hoy centenario Luis Beltrán Mago. El general Gómez miraba impertérrito las montañas y los valles del norte aragüeño. En la mayor parte del territorio de Venezuela no había luz ni carreteras, tampoco muchos automóviles y el petróleo era aún algo mágico que demiurgos de entreguerras manipulaban para moldear un nuevo tiempo. Los estudiantes de la generación de 1928, que tanto habrían de influir luego en la historia política venezolana, apenas entraban en la adolescencia y jugaban aún con hermanos, primos y vecinos porque Venezuela era todavía un país rural de amigos, compadres y parientes.
Poeta en una familia de poetas y escritor en un país que precisa ser escrito y fabulado para que pueda comprenderse, abogado y hombre de bien, intelectual y amigo, Luis Beltrán Mago ha tenido la bendición del Cielo de llegar a los 100 años. Parece mucho, o bastante al menos, para vivir y soñar, pero poco para querer y ser querido. Si algo caracteriza a Luis Beltrán es, precisamente, ese don de la bonhomía y la amistad, en especial si consideramos que ser “buena gente” es uno de los mandatos más sagrados y de las necesidades más urgentes e ineludibles de los seres humanos.
Cien años atrás, el 15 de enero de 1922, hace de hecho miles de lunas y puestas de sol, bajo miríadas de estrellas, en Cumaná, la ciudad primogénita y mariscala, como se deleitaba en referirla su apasionado cronista don Alberto Sanabria, nació Luis Beltrán Mago. Hizo allí sus estudios de primaria en la Escuela Simón Bolívar y de secundaria en el Liceo Gran Mariscal de Ayacucho. Llegó muy joven a Caracas, a estudiar Derecho en la Universidad Central de Venezuela, que aún funcionaba en la antigua sede del convento franciscano donde hoy está el Palacio de las Academias. En 1951 Luis Beltrán Mago se graduó de abogado y doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Luego hizo su carrera en la Fiscalía General de la República, organismo del que se jubilaría cumplidos los extremos legales para ello, y simultáneamente también ejerció la docencia en La Escuela de la Policía Técnica Judicial, entre 1984 y 1991.
Pero la gran vocación de Luis Beltrán Mago ha sido la poesía y la escritura, porque además de poeta ha sido ensayista y articulista. Escribe a diario y cualquier acontecimiento o vivencia le proporciona elementos para una recreación poética de la realidad y los sentimientos. En los últimos años, con el impulso de las circunstancias del país, su poesía también ha transitado los fueros de la denuncia y el compromiso con los valores civilistas y patrióticos.
Habla con frecuencia de los nuevos libros que ha de escribir, de las compilaciones que está realizando y de un misterioso personaje femenino. Se llama Gabriela, la grácil mujer que ha creado en su poesía, de su propia esencia o costilla poética, a partir de la idealización, síntesis y abstracción de muchas damas que el poeta ha frecuentado, imaginado o incluso deseado, en muchos aspectos.
Luis Beltrán Mago hace de sus versos un ejercicio vocálico de pausas y cesuras que a veces pudieran parecer arbitrarias, pero que responden a visualizaciones y percepciones de las realizaciones fonemáticas, la prosodia y la cadencia como componentes esenciales de la lengua poética. Si bien ha cultivado el verso libre, Mago ha hecho del soneto su expresión poética por antonomasia. Ama el soneto, busca el soneto, lo labra y probablemente piense y sueñe en sonetos a tal punto que acaso pudiera decirse que cumple cien años o un índice de 7,14 sonetos (100/14). Ha escrito, según su propia cuenta, más de cuatro mil sonetos, que por sí solos representan ya 56.000 versos.
La poesía de Luis Beltrán Mago se centra en el amor, el mar, las emociones, el vino, la amistad, el misterio de la vida, la literatura y la poesía misma, enhebrando esos contenidos y potenciándolos con imágenes. De esos ejes o manantiales brotan como arroyuelos innúmeros muchas corrientes temáticas que discurren reiterando el tema original o confluyendo con otros derivados de los ejes centrales de la poesía de Mago. Se trata de una continua celebración de esos temas, como debe ser la vida, expansión continua de la idea de ser en el amor, la armonía y el solaz que vienen a ser la luz vital. Por eso, en un poema titulado “la magia de la luz” (2021) el poeta Mago nos recuerda que “Lo iluminado de lo / luminoso / está en la luz que / pasa / como alumbrando / briznas”.
Luis Beltrán Mago, miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por su nativo estado Sucre, presidente fundador y miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela, entre otras instituciones de las que forma y ha formado parte, es sin duda uno de los poetas más activos y empecinados en el hacer escritural de Venezuela, y por supuesto uno de los más longevos que hayamos conocido.
Entre sus poemarios podemos mencionar Bajel hacia la estrella (1956); Sonetos a la isla (1956); Los pasos de la noche (1965); No es tiempo de callar (1969); Y había una muchacha (1973); Los eucaliptos miran hacia el sur (1976); Cartas intemporales (1980); Del mar donde nací (1985); Morada en el mar (1993); Presencia del aire (1994); Poemas devocionales (Catorce sonetos dedicados a Andrés Eloy Blanco) (1997); Canciones del amor y el viento (1998); Del agua y de la lluvia (1999); Poemas de enero (1999); Itinerario de la sombra (2000); El mundo de la piel (2005); Canto de amor por Cumaná (2011); El mar también lo sabe (2013) y Los ocasos de un poeta (2020). De igual manera deben citarse las plaquettes Sonetos a Caracas (1966) y 5 poemas para olvidar la tristeza (2012) así como la Antología esencial de Luis Beltrán Mago, publicada en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela en 2009. Entre los ensayos destacan Biografía espiritual de Margarita (1957); Geografía emocional de Cumaná (1973); Andrés Eloy Blanco: Poeta de la pasión (1976); Antonio José de Sucre: Biografía apologética de una personalidad (1986).
En sus archivos reposan inéditos muchos poemarios y libros, en su mayoría ya concluidos, otros en proceso de elaboración, a los que dedica sus afanes cotidianos. Cuando escucho repiques jubilosos en mi teléfono, sé que es Luis Beltrán. Tras un afectuoso saludo pasa a comentarme, como a diario hace con muchos de sus amigos, que ha escrito un poema y que quiere leérmelo. Disfruto no solo la audición del poema, sino la emoción desbordante y evidente del poeta al leerlo y la alegría de saber que sigue activo, soñando, planificando, ejecutando la música de sus versos a tan venerable edad, acuciante ejemplo para continuar los laberintos de la existencia.
Que Luis Beltrán Mago siga viviendo y brillando mucho más y que su poesía nos alumbre el tiempo y los caminos, las incertidumbres y el porvenir.
Felices cien años, poeta.-
Barranquilla, 15 de enero de 2022
Horacio Biord Castillo
Escritor, investigador y profesor universitario
Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua
Fuente: Reporte Católico Laico
Contacto y comentarios: hbiordrcl @ gmail.com
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LO QUE LA EDAD ME PERMITE Y CUENTA POR MÍ

 

Por  Farah Cisneros

 

 

Los Editores de esta revista, recomendamos la lectura del libro ¡Haz lo que te dé la gana! de Farah Cisneros, en su segunda edición, que estará en la Librería El Buscón y en la Librería Kalathos y en Amazon.

“Si logro ocuparme en aceptar lo que no puedo por alguna razón cambiar, perdonar lo que mi realidad pudo creer y agradecer en la pureza y humildad de mi niño interior, estoy integralmente suficiente”.

Hace unos meses celebré mis sesenta años.  La interrogante que merodeaba en los jardines aún floridos de mi mente era la pregunta:  ¿Cómo me sentía realmente?…  Con los años uno puede sentirse de mil y más maneras diferentes!  Primero porque cada cuerpo físico posee su propio ADN y después por el uso y abuso que ha tenido esa humanidad.  Luego está la mente y la espiritualidad.  Soy de las que cree que el ser humano está integrado por una trinidad perfectamente divina: cuerpo-mente-emociones (espíritu).

Encontré que eran propicios los tiempos que vivimos todos por la Pandemia-2019 que nos arrancó  de raíz  de nuestros estados ordinarios para confrontarnos a una separación de índole social y hacernos refugiar en las guaridas seguras de nosotros mismos, las que en muchos casos yacían en el abandono de sus propietarios quienes ni siquiera sabían que existían ya que no habían dispuesto tiempo para estar  con ellos mismos.  Con la celeridad de los tiempos y las imposiciones permanentemente renovadas con etiquetas de progreso, éxitos y bienestar, hubiera resultado absurdo y nada probable que el ser humano de manera voluntaria incluyera en su Agenda el “desatino” de dedicarse las atenciones de introspección en la unitaria sencillez de lo tangible.

Pues claro entonces que dejando de lado cualquier síntoma de achaque atribuible a la edad, pudiera entonces yo centrarme en el ejercicio de evaluar el agua que tenía mi vaso en lugar de fijarme en la carencia por el agua faltante.

Al emerger desde mi interior la sublime y exquisita gratitud, inicié una envidiable tendencia al disfrute por el milagro de la vida, todo ello en la más absoluta intimidad de mí ser.  Dándole rienda suelta a mi valiente niña interior, me hice la pregunta: ¿Qué puedo permitirme en este nuevo ahora?

Me embargó una gran e inesperada emoción de encuentro y libertad. He empleado parte de mi tiempo en estos últimos años investigando sobre las neurociencias y su relación con la psicología por lo que, de inmediato se sumó a mi estado emocional una emergente curiosidad.

Cualquier edad o etapa de la vida puede ser lo suficientemente buena según la actitud que tengamos.  Juega un importante papel la disposición que generemos para relacionarnos con el amor, la gratitud y el respeto.  A veces pienso y me recreo en la premisa de que nuestro mundo podría ser más seguro y equitativo si, unificáramos la cultura genuina del bien común.  ¿Será esto posible?

Con los nuevos tiempos han surgido también los cambios de paradigmas.  Es así cómo llegar a esta edad puede ofrecer  una serie de plus con aportes de valiosos conocimientos y experiencias con increíbles toques de sabiduría al colectivo.  Si se entiende así esto, se extiende el tiempo útil en rendimiento y efectividad de quien así lo asume y amplía las colaboraciones de crecimiento y evolución a la humanidad.

En mi caso me doy cuenta que hoy puedo permitirme una enorme lista de cosas que antes no hubiera podido, no se me ocurrían o no eran de mí interés.  Añadido está que con el entrenamiento integral de consciencia activa que ahora deseo mantener en práctica, puedo desde la alquimia del interés del amor, apoyar y acompañar a otros en sus procesos.  Incluso y esto es realmente importante, observar mantenernos en autosuficiencia e interdependencia.

“Los tesoros más preciados son custodiados por el dragón más terrible.  Para alcanzar los tesoros, hay que ir al dragón… y besarlo”.  BertHellinger

Flexibilizarnos para abrirnos a las posibilidades que latentes aguardan por nosotros, me emociona ya que podemos mantener la inquietud, que nace en la inspiración que hagamos para ejercer otros roles, obtener otras vivencias y por encima de todo…

¡Regocijarnos en cada uno de los ciclos de permanencia temporal de nuestra vida corporal!

Los abrazo siempre;

FARAH CISNEROS

2022

Puede adquirir el libro a través de 0424 1556770

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@circuloescritoresvenezuela

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2022, tiempo de esperanza

Los integrantes de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela  les deseamos se cumplan sus mejores propósitos en 2022, que este año les señale caminos de creatividad, paz, bienestar y unión.

Edgar Vidaurre, Magaly Salazar Sanabria, Luis Beltrán Mago, Carmen Cristina Wolf, Yoyiana Ahumada, Ildemaro Torres, Farah Cisneros, Yoyiana Ahumada, María Isabel Novillo

Con gran afecto, compartimos con ustedes un texto de Carmen Cristina Wolf con el cual nos sentimos identificados, porque estamos de esperanza en un año pleno de creatividad y logros.

2022, un tiempo de esperanza

Por Carmen Cristina Wolf

Hoy 30 de diciembre, las horas pasan veloces como un avión en el cielo hacia el inicio de un año lleno de expectativas. Hemos tenido que afrontar una amenaza global que ha puesto en jaque lo más preciado que tenemos, nuestra salud, física mental y emocional. Para los que piensan que la Vida es un milagro, surgen sentimientos encontrados, mas no dejo de sentir una profunda gratitud por haber viajado en este tiempo de dificultades y retos.

Haciendo un recuento de los mapas que me han permitido sortear posibles naufragios, debo mencionar la escritura como un timón que me ha conducido a lo más profundo del ser y me ha dado a conocer aspectos de mi psiquis que estaban escondidos. También la lectura, me he solazado al releer viejos y queridos libros que han sorprendido con nuevos mensajes, enfoques, sensibilidades. Permanecer la mayor parte del tiempo en mi casa me ha ofrecido un sosiego nunca antes experimentado. Sé de otras personas que se han dedicado  a la pintura, la artesanía, manualidades, toman clases de cocina  y de idiomas desde sus hogares. Otros salen a trabajar o cumplen sus obligaciones a través del teletrabajo, con la suerte de librarse del contagio del amenazante Covid.

En ese recuento de bienes, no puedo dejar de referirme a la unión con mi familia y amigos, que paradójicamente se ha estrechado más que nunca a través de audios y video llamadas. Nunca antes me había comunicado tanto con hermanos,  primos, cuñados y amistades. El exceso de actividades, muchas de ellas innecesarias y hasta agobiantes nos alejaron de nuestros seres queridos y de nuestras amistades.

El momento es propicio para mencionar a nuestro Círculo de Escritores de Venezuela, al cual he dedicado parte de mi vida,  y recordar el libro  “El vuelo y la claridad”, antología que reunió a cincuenta escritores en el 2020, publicado en co-edición con la Editorial Diosa Blanca. Edgar Vidaurre escribe en el prólogo:

“El mundo en general, y Venezuela en particular, está sumergido de manera circunstancial en una crisis de amplio espectro que involucra lo individual y lo colectivo. Todos los paradigmas humanos y meta-humanos están en una etapa histórica de deconstrucción. Ya los viejos y cambiantes paradigmas están perdidos en esa historia y estamos presenciando el retorno a la naturaleza y a las fuerzas trascendentes de la creación. La pandemia general le ha recordado a la humanidad y al hombre que hay algo que nos trasciende y nos determina más allá de los paradigmas sociales, políticos, económicos y científicos, para devolvernos con fuerza a los paradigmas eternos de la Belleza y del asombro. Y es por ello que, justamente a nosotros, los escritores de este momento dimensional ?en espacio y tiempo? nos toca asumir la responsabilidad sagrada de seguir registrando, expresando y comunicando el despliegue existencial de la humanidad, pero sobre todo resaltar el vínculo de esa existencia con los aspectos esenciales y universales que nos unifican y nos mantienen bajo la conciencia de que somos un todo, que la humanidad es un ente trascendente a nuestras duraciones y a nuestras historias individuales.”

En noviembre de 2021 celebramos el Día del Escritor en Venezuela, como  reconocimiento al genio de Don Andrés Bello y a los escritores de todas las latitudes e idiomas. Hicimos una celebración conjunta con la Academia Venezolana de la Lengua y el acto tuvo lugar a través de las pantallas de Zoom; primera vez que el día del escritor no se lleva a efecto en un lugar real,  como lo era por ejemplo nuestra querida Sala Cabrujasen Caracas. Fue en un espacio virtual, aproximándonos al nuevo “metaverso”. Las palabras que se pronunciaron ese día fueron memorables. Vimos en nuestras pantallas a un entrañable grupo de escritores desde los cuatro confines,  se transmitieron vídeos en homenaje a Elizabeth Schön y a Luz Machado. Y se presentaron tres libros: “Corpus” de Elizabeth Schön, nueva edición “La casa por dentro” de Luz Machado y “Tiempo de diluvio, tiempo de demonios” de Horacio Biord (publicados por Editorial Diosa Blanca).

Luego de agradecer a la Voluntad Divina por traerme hasta este tiempo en nuestro hogar temporal que es la Tierra, a todos los que han hecho más fácil y placentera la existencia y me han tendido la mano cuando lo he necesitado, solo me queda mirar hacia adelante con fe y esperanza, para cumplir lo que considero es mi misión.

A todos quienes me leen y acompañan, les deseo se cumplan sus mejores propósitos y, por encima de todo, que no les falte el amor. Concluyo con este pasaje de la Carta de Pablo a los Corintios:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás.”

Fuente: Termómetro Nacional

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#literaturavenezolana

#circuloescritoresvenezuela

“metaverso”

#edgarvidaurre

 

 

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Homenaje a Ana Teresa Celis

Por Carmen Cristina Wolf

Nuestra admirada y querida poeta y arquitecto Ana Teresa Celis partió de este mundo el pasado 13 de septiembre a los 92 años. Una mujer brillante, que transmitía a todos su amor por la vida. Integrante del Círculo de Venezuela. Amante esposa y compañera del arquitecto y pintor Carlos Celis Cepero.

 

A continuación, transcribo el prólogo que escribí para su segundo poemario, «Dualidad», publicado en el 2018. Una aproximación a la poesía de Ana Teresa Celis, una escritora cuya voz poética es reflexiva, mística y luminosa y nos sumerge en el misterio y el milagro de la belleza.

ANA TERESA CELIS Y  EL POEMARIO DUALIDAD

Escribir el prefacio de Dualidad,  libro de la poeta Ana Teresa Celis, es un verdadero reto y un privilegio. Al adentrarme en sus páginas encuentro magníficos hallazgos poéticos y significados de profundo contenido existencial y metafísico.

El lenguaje es el don más preciado que se le ha dado al ser humano. No tiene precio en el mercado, no puede cambiarse por monedas ni venderse en la bolsa de valores.  En cuanto a la poesía, ella es un encuentro con el ser más íntimo, es un puente tendido al otro, una invitación al diálogo y a la comunión. Nombrar significa en un primer momento, intentar la representación de  las cosas. En un comienzo, las palabras tienen el poder de recrear los objetos con verdadera eficacia. La vida de los pueblos y su evolución se refleja y revela en el lenguaje. Aquello que no puede ser nombrado es como si no existiera. Por ello, los hombres que han alcanzado cierto grado de sabiduría le dan tanta importancia al lenguaje. Octavio Paz en su libro El arco y la lira reseña que en el Libro XIII de los Anales, le preguntaron a Confucio: Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo:La reforma del lenguaje. No sabemos dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro”.

Aunque es difícil acertar en aquello que un poeta expresa en sus versos, intuyo en primer lugar, que la “dualidad” a la cual se refiere Ana Teresa Celis es a la unión y revelación de la palabra y el ser humano. También alude al mundo tangible y al universo de lo invisible. Y, por supuesto, a la unión ancestral del masculino y el femenino.  El protagonista central de este libro es el poema, esa extraordinaria metáfora que nombra las cosas. El primer poema del libro es el siguiente:

“desprovista de materia

inquieta lanzadera

poesía urde insospechados mundos”

El poemario Dualidad nos sumerge en el origen del universo, lo intemporal, con una escritura en instantes diáfana y otras veces cargada de hermetismo, pero siempre en la búsqueda de la belleza y profundidad del lenguaje:

“escapadas del océano original

vibrátiles fuerzas asidas a su libertad

se vuelven sobre la creación” (…)

Los primeros versos del libro permiten al lector hallar la esencia de la voz poética de Ana Teresa Celis, quien nos recuerda el primer versículo del Evangelio de San Juan: “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”. Para la autora, en una visión lírica de la Creación,  en el principio, que ella nombra como “un tiempo sin memoria”, la Poesía es la semilla del cosmos:

 

“bendecidas por el Verbo

pertenecientes a un mundo inaudito

donde

generación dos punto cero les transmite su esencia

poseen la divina partícula

lo finito

lo infinito”

La Palabra se encarna en el primer hombre y la primera mujer. ATC intuye la significación del ser humano en las figuras de Adán y Eva,  Presiente la semilla y se atreve a nombrarla: “poesía”. Antes del tiempo no existía la dualidad memoria/olvido, aún no existían seres para recordar ni olvidar. Entonces, no se sabe cómo, no se sabe cuándo, el Verbo divino transforma aquello inasible, invisible, inapreciable, en “corporalidades”. Empleo aquí una palabra con la cual bautiza ATC su primer poemario. Refiriéndose a este libro, el poeta Edgar Vidaurre Miranda escribe sobre la manera “más que asombrosa” en que “nuestra poeta, como una especie de profeta susurrante eleva su canto hacia las nubes, revelándonos desde lo más esencial de su corporalidad, el secreto de la Creación … Nosotros somos el secreto de la creación.” Leamos este verso de Corporalidades: “Existo / trasciendo el infinito”.

Y volvemos a los poemas de Dualidad, que se presentan como una concepción metafísica del mundo y al mismo tiempo, revelan la sensibilidad de quien escribe y la concepción de la Poesía en la vida de la Humanidad. Uno de los poemas que nos sumergen en lo entrañable de lo cotidiano, de una especial belleza y sensibilidad, es el siguiente:

“ese hoy / rozaba mi piel / sentía su abrigo / cotidianidad // música de cacharros / olores cocineros / cantos buranos / sol calentándome / leche calentando la mesa calentando mi entraña // un azulejo / contrasta / azul sobre verde. ”

ATC conduce al lector del sin tiempo desconocido al presente con la imaginación de los niños, que alzan vuelo sujetos mágicamente a un paraguas. La “semilla de mostaza”, la poesía, representa lo posible: “algo parece llamarnos para que sigamos un camino determinado”, al decir de la psiquiatra Magaly Villalobos, “es un daimon, una fuerza misteriosa … un plan secreto” guardado en una caja negra, un impulso repentino, una fascinación que nos empuja a hacer una elección, a tomar una determinación. Es una especie de voz inaudible, inexplicable por la razón que se atreve a decirnos aquello que debemos alcanzar, lo que debemos ser. Y cuando el llamado no es tan claro, se presenta como una serie de circunstancias que nos inducen en un sentido o en otro. Al igual que en la semilla está contenido el árbol en toda su expresión y maravillosos detalles, en ese tiempo sin memoria está cobijada la semilla del Ser,  la Poesía, desde siempre, por siempre.

La voz poética de ATC apuesta al juego de los contrastes. Siendo arquitecto de profesión, el poemario levanta un hermoso edificio de original diseño. Como poeta y mística del lenguaje nos lleva desde los orígenes del cosmos a la aparición de los primeros seres humanos que atienden a un llamado de trascendencia, oyen “voces / cantan gritan / murmuran cuentan”. Son impulsados por el anhelo de “trascender como seres creados, perdurar”.

La poeta nombra fugacidades en tránsito al paso imbatible de las horas que la conduce, como condujo a Alicia, a través de espejos que intentan desdibujarla. Mas ATC no se pierde en laberintos de sueños. Ella no se resigna al olvido que intenta confundirnos y desaparecernos. ATC tiene conciencia de ser, escucha su propia voz y las voces de “una humanidad perpleja peregrina interrogante”. Celis ecucha su propia voz y las leyendas de los antepasados. Porque ella descubre su esencia: “soy conciencia de ser”. Y advierte que desde aquel antiguo hoy surge un arrullo  que la circunda :

Desearía ir deshilando el entramado de este poemario de ATC y no apartarme de él por mucho tiempo, para permitir que sus versos penetren profundamente en mí. Este libro es un valioso hallazgo para los amantes de la poesía. Cómo no asombrarse con la esencia profunda de este poema:

al crecer como semilla de mostaza

                                        el verbo

haciendo camino es libertad”

La poesía de Dualidad abre sendas profundas en el espíritu. En el preámbulo del libro Ana Teresa Celis confiesa que se ha sumergido en el tiempo escribiendo los poemas como quien cuenta un cuento para hacernos llegar a su tiempo interior, esa “sinfonía de presentes” mediante la cual, a través de la magia del lenguaje, ella alcanza su plenitud dejando huella. En la voz poética se advierte la presencia de la infancia que significa confiar. Los niños confían en el mundo que los rodea. Creen en lo que les decimos. Y si no les ha sucedido algún hecho lamentable que les genere temor, los niños no sienten miedo. Pero el tiempo pasa por nosotros y sobrevienen los temores, las dudas. El mundo es contradictorio y las personas también. Somos justos a veces, otras veces somos injustos. Somos generosos y egoístas. Llevados por corrientes encontradas, a través de un río entre luz y sombras que no elegimos. Ello produce un desasosiego y quisiéramos navegar siempre por el lado cristalino de las aguas.

Concluyo esta aproximación a la poesía de Ana Teresa Celis, una escritora cuya voz poética es reflexiva, mística y luminosa y nos sumerge en el misterio y el milagro de la belleza.

Carmen Cristina Wolf

Caracas, Octubre de 2018

#AnaTeresaCelis

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La atemporalidad de la poesía

 Foto: Lidia Salas

La atemporalidad de la poesía

Por Lidia Salas

Después de leer el libro de María Isabel Novillo: Poemas Peregrinos, (Premio de Poesía 2004 Simón Darío Ramírez) reafirmamos el concepto de la atemporalidad del mensaje poético, certeza que comprobamos en su lectura.

Lo primero que se advierte es la unidad que estructura los textos a través del tema del viaje, expresado en el   nombre del poemario y en el epígrafe inicial de Frank Kafka: «Es posible que en el viaje alguien haya logrado escapar el canto de las  sirenas. Pero a su silencio… A su silencio jamás.»

Sin embargo, como en todas las palabras escritas desde la luz, la semántica del lenguaje alude a varias significaciones.

En el presente papel de trabajo, analizaremos  tres planos  vislumbrados en su escritura: El recorrido entre diversos lugares, el tránsito existencial y el viaje místico del alma.

El peregrinaje a través de la geografía, es la bitácora inicial de estos versos. Se nombra a varias ciudades y países en la errancia del personaje que habla: «Camino por Madrid como un Paria.» «Estaciones de los Austrias.» «En las costas del Sur de Inglaterra.»

«Debía hacer calor. / Pero una lluvia fría asola las calles de Rouen.»

«…A las puertas de la catedral de Lima», «En las aldeas de Bolivia», «Miro el Barrio Judío de Venezia», «El mercado en la Rambla y todo el Barrio Gótico», «El vino verde de las Tabernas de Lisboa.»

Sin embargo, quien se desplaza lleva una intención devota, por eso expresamente señala a los otros, en el poema Venezia, como: «… y el tumulto/de todos los que pasan / mirando sin ver nada.»

La poeta emplea símbolos que hacen referencia a las  artes, la filosofía y las experiencias psicológicas, las cuales enriquecen los poemas, casi todos de largo aliento.

El hablante poético, usa la metáfora de su continuo trajinar para reflexionar sobre la conciencia de soledad que implica ser extranjero, la miseria de los emigrantes en las grandes en ciudades, la anónima  identidad de los usuarios de metros y tranvías.

La cadencia de los versos se apacigua hasta el susurro, cuando de experiencias amorosas se habla, se eleva en exultante arpegio para expresar los momentos de dicha, como se aprecia en el poema, Jájome.

El tránsito que recorremos los humanos desde el nacimiento hasta la muerte, es el segundo plano imbricado en estos versos.

La vida está nombrada desde la música, desde las notas, que ella como individuo, aporta a la gran sinfonía universal.

Reiteradamente aparecen imágenes relacionadas con canciones, con instrumentos musicales, con la escala de los sonidos. Hay  un verso donde se implora:

«Música Serenísima / no retires tu mano de mi hombro.»

A veces en tono confesional, pero siempre bajo la  máscara de realidades artísticas, de experiencias culturales e históricas,  su escritura revela el miedo en la infancia, el anhelo de un cobijo seguro, la experiencia de recaer en el error,  y el estremecimiento ante la muerte.

Se celebra el ejercicio de vivir, cuando este conlleva conciencia y pasión.

Quienes leemos los versos en estas páginas, observamos cómo las palabras van hilando una atarraya que abraza gaviotas, gorriones, corderos, flores, brotes, eucaliptos, tierras rojas o arenas de oro. La poeta se sabe parte de ese universo descrito desde una mirada amorosa y cercana.

El amor enriquece este recorrido vital:

«Acuesto mi corazón sobre tus claves / con el rostro apoyado a tu caja sonora / barnizada al cristal.»

Amor sin apegos que puede decir: «No.  Yo no te extraño a tí.

He extrañado la esencia de aquel tiempo.»

El viaje místico del alma a la Luz Padre de donde procede, es el tercer plano presente en el libro de María Isabel Novillo. Desde los primeros poemas se escuchan los principios ascéticos que deben observarse para escalar las alturas. El amor es la energía indispensable para avanzar, sin embargo, desde el primer poema anuncia:

«Aún queda por cruzar la oscuridad mayor“

Quienes se aventuran a travesías espirituales, conocen del trabajo delicado y difícil que enfrentan. Las experiencias se relatan desde las metáforas relacionadas con la expresión musical y el cuidado de aromas o cristales.

Ha sido una experiencia estética y humana, nuestro paso por las páginas de Poemas Peregrinos, donde encontramos una voz profunda, delicada y diferente de la literatura venezolana.

Lidia Salas

Altos de Gengibrillar. Agosto del 2021

*Lidia Salas, nacida en Colombia, ha vivido gran parte de su vida en Caracas. Es una destacada poeta y ensayista, Licenciada en Letras, con una extensa publicada. Integrante de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela. 

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Rendirnos por un momento…

Por: Farah Cisneros

 

 

“Aprender el valor que tiene la vida, nos permite sentir y apreciar el respeto hacia el otro, coincidiendo en el interés común por la trascendencia de todos”

 

Los tiempos cambian y las cosas pasan… es una frase bien sustentada que escuchaba decir una que otra tarde en los almuerzos familiares que se daban en casa de mis abuelos maternos.  Creo que era una manera aliviadora que encontraban mis abuelos para ofrecer a los demás, confianza y tranquilidad ante situaciones de incertidumbre y conflicto. Este, es un recuerdo que conserva mi mente y que corresponde al pasado como muchos otros.

Con los años entiendo que los retos están permanentemente en todo aquello que las decisiones o circunstancias motivan.  Las experiencias son la consecuencia obligada del ejercicio de existir.  Unos con menos y otros con más, cada quien hace lo mejor o peor que puede con su vida.

En la psicología del triángulo dramático de Karpman se exponen para identificar ciertos comportamientos en los seres humanos en los roles de salvador, víctima y perseguidor.  Lo cierto y a lo que voy es que, sin darnos cuenta, “todos poseemos una altísima importancia en nuestras competencias  como hacedores e influenciadores en nuestras sociedades”

Tomarnos en serio ahora, en los actuales momentos, el tiempo que discurre inexorablemente y la ferocidad de los cambios podría servir de instrumento impulsador para llevarnos a establecer, plantearnos y sincerar el curso que le hemos estado dando a nuestro hacer en el medio ambiente que ocupamos.

Hemos desplazado nuestros intereses prioritarios para atender necesidades creadas por los estándares de una sociedad donde el poder, el éxito y la realización personal esclaviza la libertad, la salud y hasta el planeta que tan gentilmente nos ha brindado hospedaje hasta ahora.  A muchos literalmente se nos va la vida, buscando sino el logro de llegar a estas cúspides de excelencia establecidas en los mercados de las bolsas financieras, aprender a cohabitar de la mejor manera posible lo cual puede desencadenar en muchos casos malestares, e impaciencias con un tanto de frustración.

Estas luchas por alcanzar el logro hace que en algunos casos se tergiverse absolutamente lo que podrían ser incentivos y oportunidades para crecer en sano bienestar y es cuando el ser humano se declara en retos donde es capaz de arriesgarse a sí y a los otros en pro de alcanzar sus triunfos lo más rápido y fácil posible incluso sin evaluar concienzuday suficientemente lo expuesto que queda para colocar en entredichos  ciertos principios fundamentales en cuanto a ética, moral y buenas costumbres.

Son muchas las puertas que se han abierto inusitadamente con la llegada de esta pandemia que azota el mundo desde el año 2.020.  Se presentan  como no cuantificables el significativo número de decesos por el virus pandémico.

Inequívocamente nos enteramos que esta situación de altísimo peligro es un desafío adicional que se le suma a la ya significativa lista de obstáculos en el camino…  es solo que ya no se trata de superar para obtener el poder del éxito, ahora se trata de obtener la oportunidad para preservar la vida y el planeta  ¿Esto estará lo suficientemente claro?

Cuando la actitud “de hacerse el loco” muestra a la gente con espíritu de ruindad en un hacerse mercantilista, y aprovechamiento en general de cualquier evento para sacar provecho cabe preguntarnos: ¿Hasta qué punto estamos entendiendo la situación?

Los patrones mentales que fijan nuestra conducta obedecen a lo predeterminado; a lo ya establecido en nuestro estado de consciencia.  Hacer los cambios necesarios para adecuar nuestra mente a una nueva realidad, exige ponerle un cote e iniciar un valioso plan de re programación neurolingüística.  ¿Cómo se logra?

Podemos lograr los cambios necesarios mediante la  aceptación de la realidad objetiva y este, es el enfoque que pueda aportarnos notables beneficios para solventar la situación y salir adelante en bienestar común.  La única o la más importante herramienta para ser empleada de manera altamente eficiente son “el encuentro y colaboración en equipo”.

Aprender el valor que tiene para uno mismo la vida nos permite sentir y apreciar el respeto hacia el otro, coincidiendo en el interés común por la trascendencia de todos.

Hoy más que nunca valorar que el brazo del otro es la extensión del mío operará el milagro de amor más grande.  ¡El logro de sentirnos uno siendo muchos!

¿Lo lograremos?  Sin lugar a dudas dependerá del consenso que hagamos para recibirnos desde la confianza, el trabajo en equipo, el compromiso y la Fe que comodones de la naturaleza sembrada en el corazón humano activemos en gratitud y cooperación permanente.

“La esperanza es el sueño del hombre despierto”  Aristóteles

¡Los abrazo siempre!

FARAH CISNEROS

 

Facilitadora en Procesos de Cambio y Transformación Personal

Master Coach Neuro-Linguistic Programming PNL

Certified Heal Your Life Teacher Philosophy Louise Hay

Abogado con estudios de Postgrado en Derechos Humanos – Empresaria

Fundadora y Directora de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores

Autora del libro ¡Haz lo que te dé la gana!

Produce, coordina y desarrolla el Programa de Entrenamiento y Desarrollo Integral Personal-PEDIP de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores

Directora de Relaciones Institucionales del Círculo de Escritores de Venezuela.

Promueve proyectos de emprendimiento, y participa como Asesor y Consultor en metodologías organizacionales en las áreas de planificación, sistemas y procedimientos administrativos.  Dedicada con pasión a la investigación,  formación y capacitación académica en el desarrollo del comportamiento y potencial humano en psicología humanista e inteligencia emocional. 

Coach & Mentoring  en ejercicio activo.

@FARAHCISNEROS
farahcisneros@hotmail.comescueladegerenciaypensadores@gmail.com

http://egpvenezuela.wix.com/egpvenezuela

http:egpvenezuela.wix.com/farahcisneros

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Beatriz García Naranjo: Rituales de la casa

La escritora venezolana Beatriz Alicia García Naranjo escribe en sus poemas sobre un  tema recurrente: la Casa, el hogar. Sus libros «Mudanzas»,  «Propósitos y olvidos», «Música de fondo», «Tentando al silencio» y el más reciente, «Rituales de la casa», revelan la honda nostalgia en el imaginario de la poeta y el significado que tiene para ella la Casa:

Rituales de la casa

Por Beatriz Alicia García Naranjo

He habitado muchas casas, además de la casa familiar. En mi juventud y luego no tan joven, fui una suerte de nómada. Llegué a mudarme por diversas razones tres veces en un mismo año. Escribí incluso un libro que se llama «Mudanzas». Nunca he tenido una casa, un hogar mío, quiero decir.

Paradójicanente, la casa, lo doméstico es un eje fundamental en mi poesía, desde mi primer libro «Música de fondo», hasta en el más reciente «Rituales de la casa»

LA CASA

a Marisol Marrero

La casa
antes de ser casa
fue sentimiento.
Hizo sus paredes
en nosotros
y en los que nos precedieron.
Se hizo refugio.
Pero la casa un día
empezó a derrumbarse,
la casa un día
se hizo intemperie.

(«Rituales de la casa», 2018)

Hoy no es día
para palabras limpias
bien puestas en la mesa

comámonos
estos restos
ya no importa saber
si nos alimentan

devoremos
de una vez por toda
lo que queda
las moscas el mantel sucio
el no te creo

(«Música de fondo, 1983-1987)

ANTICUARIO

Esos objetos
que rondan por la casa
guardan historias
esas llaves
esas viejas fotografías
semblantes severos y melancólicos
los cuellos altos
las faldas largas
y ese abuelo
con la mirada perdida
pañuelo en el bolsillo
su taza en la mano

Refugios en páginas amarillosas
ensueños grises
llenos de olvido

Esas otras casas
llenas de silencio
perdidas en el claroscuro
de otros tiempos

(«Música de fondo», 1983-1987)

Estas habitaciones transitorias
me olvidarán
acogiendo nuevos huéspedes
-quizá menos furibundos-
mientras en mí tallan
islas a medianoche
muros

(«Mudanzas», 1993)

No quiero ir a casa
quiero alejarme
perder toda certeza
todo centro
no quiero ir
a ninguna parte
quiero el lugar
donde se desvisten
los sueños
se quema
la ilusión
por ser un veneno
peor
que el dolor venidero

(«Propósitos y olvidos», 1992-1998)

*** *** ***

Deambulo en la casa vacía,
la que no me espera,
como una pesadilla interminable,
me hago a su aire de respiraciones entrecortadas,
a su espesa niebla acariciándome.
Alguien me casó con ella,
me puso un anillo oscuro
con la cara hacia la muerte.

(«Tentando al silencio», 1998-2003)

Escritora, docente y editora. Actualmente dicta Talleres de escritura en colaboración con La Poeteca de Caracas.

@bagtalleresliterarios  @lapoeteca en Instagram  #LaPoeteca
#casas #casaypoesía #memorias #casashabitadas #espaciosdelacasa #familiaycasa

 

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Margarita Belandria: Vereda solitaria

Margarita Belandria

Lo que le aconteció a Irene con motivo del viaje a visitar a sus padres fue lo más insólito que le sorprendió en su vida. Disponía de una semana de vacaciones y estaba ansiosa no solo de ver a su familia y disfrutar del clima frío, sino de contemplar las bellísimas montañas y abrazarse a los árboles en los selváticos y angostos caminos de la sierra.

Disfrutaba de viajar sola con sus dos niños, haciendo paradas para mostrarles las flores del páramo, sus lagunas y erguidos collados tan oscuros como carbones gigantes. Esta vez decidió invitar a Mercedes, la niñera que desde hacía cinco meses la asistía en su cuidado, principalmente a Gabriel, el menor, que a sus dos años de edad ya había puesto en fuga a otras buenas chicas que habían precedido a Mercedes. Un hermoso chiquillo de carácter terrible. Ninguna comida le gustaba y armaba los más inquietantes berrinches, ante cualquier oposición a sus deseos, que a Irene casi la hacían enloquecer porque habían arreciado en la medida en que avanzaba su tercer embarazo y ya no podía cargarlo en brazos como él de manera intransigente demandaba, impidiendoa todo trance que más nadie pudiese suplantar a su madre en la atención de sus caprichos, a pesar de que él ya sabía caminar con firmeza y valerse por su cuenta en las necesidades inmediatas, dando muestras de gran precocidad.

Alivio grande y sorpresa había sido la llegada de Mercedes.De inmediato el pequeño tirano se dejó cargar en sus brazos, reía jocoso con más frecuencia y con gusto se comía todo lo que ella, sentándolo en su regazo, le ofrecía. Algo milagroso, pensó Irene y se iba encariñando con la muchacha, bastante alta y de complexión corpulenta para sus apenas dieciséis años, que desde el primer momento le había despertado inmensa simpatía. Un rostro de lindas facciones y mirada afable; quizás un poco desproporcionada de cuerpo,le pareció a Irene, al ver que era muy recta de talle, sin ninguna ondulación en la cintura, pero cada día sentía más estimación por esa chica tan paciente y bondadosa en el cuidado de los niños. ¿Cómo no invitarla al viaje que tenía planeado para el día siguiente en la madrugada?Los ojos de Mercedes brillaron de alegría. Su sueño empezaba a trocarse en realidad. Viajaría. Conocería otra ciudad más bella, ascendería por el teleférico más alto del mundo, conocería la nieve y retozaría con ella entre sus manos. Rebosante de entusiasmo le anunció que bajaría a obtener el permiso de su hermana mayor, quien residía a unos setecientos metros de distancia y,como siempre, se llevó al pequeño Gabriel en sus brazos; desde el principio se le había echado de ver el regocijo de salir con ella a todos lados. Nunca antes vio Irene tan feliz a su pequeño cascarrabias que en los últimos meses había ido deponiendo tan exasperante actitud y no le perdía pasos a Mercedes. Hasta intentaba apoyarla en sus labores, doblando ropa o barriendo el piso con una pequeña escobita que su madre le había comprado al verlo tan entusiasta ayudando a la joven que con santa paciencia lo mimaba.

Al salir Mercedes a casa de su hermana, Irene procedió a preparar el equipaje y fue a la habitación de ella a sacar las maletas de debajo de la cama. Igual que en viajes anteriores, organizaría primero lo de uso inmediato de los niños en el maletín rojo. Al extraerlo, lo depositó sobre la cama. Le pareció extraño que estuviese pesado, puesto que ahí no había guardado libros de los que no cabían en el estante. Abrió la cremallera y vio adentro ropa vieja de Mercedes. Qué raro.Y la rareza surgió con una bocanada de olor fétido. Inclinó entonces el maletín sobre el suelo y continuó deshaciendo el envoltorio de trapos. Un grito de pavor y casi cae desmayada.Sus manos instintivas se ciñeron protectoras sobre el hijo que trepidó en sus entrañas.

A sus pies yacía un niño varón, verdoso y amoratado,unido a la placenta todavía. Agobiada de estupor y apoyándose en las paredes consiguió llegar hasta un sillón de la sala donde se derrumbó deshecha. Poco a poco fue tratando de ordenar el torrente desbordado en su cabeza. Pese a que Mercedes continuaba manteniendo igual su corpulencia, cinco días atrás, cuando a las siete de la noche llegó Irene del trabajo, la encontró acostada y con la luz de su dormitorio apagada; se quejó de que tenía mucho dolor de cabeza e Irene había salido corriendo a la farmacia a comprarle analgésico y se lo había dado a tomar con infusión de manzanilla.

Incrédula aún, resolvió levantarse del sillón para ir a inspeccionarle minuciosamente el dormitorio. Retiró sábana y tendido de la cama y no vio ningún tipo de mancha en el colchón. Entró entonces a la pieza de baño. Todo se vía limpio, pero entre las baldosas comenzó a distinguir pequeñas gotas de sangre; también algunas en la superficie del inodoro y varias un poco más grandes en la madera de la puerta.

No había duda, era de ella la infeliz criatura. Debió de haber tenido el parto en la tarde, antes de que el niño mayor llegase del kínder. ¿Habría nacido muerto el bebé? ¿O lo envolvió súbitamente entre los trapos sin dejar que respirara? ¡Y Gabriel! ¿Estaría dormido a esa hora? ¿La habría ayudado también en la fatídica tarea?¡Dios Santo!, exclamó aterrada. ¿Qué hacer ahora?, se preguntó espoleada por la apremiante urgencia de deprenderse del maletín y su doloroso fardito ensangrentado. La asaltó la idea de correr en ese mismo instante a otro sector más lejos y depositarlo en un contenedor de basura. Se estremeció. Le pareció una crueldad.  La avasallaron terribles imágenes de titulares rojos en las letras más grandes posibles con su fotografía abarcando la primera plana de los diarios, multitudes desquiciadas lanzándole improperios, crujidos de rejas cerrándose tras su espalda en sombríos calabozos. No. Ella jamás descendería a chapotear en las pestilencias del fango.

Lo que su práctica razón le sugirió, le arrancó un sollozo, sí, por el enorme cariño que a Mercedes le tenía, pero un niño muerto en su casa en esas circunstancias era a todas luces un asunto de la ley. ¿Y quería acaso en su hogar un escándalo policial con tropeles de uniformados, aullidos de sirenas y un gentío aglomerado fisgoneando? Tenía que actuar con discreción.

Llamó entonces directamente al cuerpo técnico judicial. En veinte minutos se presentaron dos jóvenes agentes con indumentaria habitual. Mercedes no había regresado todavía. Provistos de guantes y mascarillas inspeccionaron a la desventurada criatura. Lo envolvieron tal como estaba entre la ropa ensangrentada de la madre y lo recubrieroncon un lienzo blanquecino, adhiriéndole en contorno un precinto azul con insignias del organismo. Hecho esto, se sentaron a esperar el regreso de la chica; el avanzado embarazo de Irene la descartaba como sospechosa y habían sido suficientes sus respuestas.

Minutos más tarde entró Mercedes, quien al ver la escena se frenó pasmada en la puerta. Su rostro enrojecido por la caminata bajo el sol se tornó más pálido que el desdichado paquetito que yacía en el piso. Irene saltó frenética a tomar a Gabriel de entre sus brazos y haciéndole preguntas a borbotones:¿Por qué me lo negaste el día que te lo pregunté?¿Nació muerto el niñito?…Debió detenerse porque uno de los funcionarios la mandó a callar: No puede usted hacerle ninguna pregunta, señora.

Por qué no, exclamó ella, aquí la queremos mucho, ocurrió en mi casa y necesito saberlo todo. No, señora, el interrogatorio le corresponde a la  autoridad, objetó el hombre mientras abría un par de esposas metálicas engarzadas con una pequeña cadena que provocaron un funesto traquido al aprisionar las manos de Mercedes. Irene suplicaba angustiada que no la esposaran ni se la llevaran; era una menor de edad y ella misma asumiría la responsabilidad de llevarla a la sede a declarar, pero ellos le advirtieron que la ley es la ley. Una vez esposada, le depositaron el fardito blanco entre sus brazos para que ella misma lo llevara.

Con la impasibilidad de una esfinge, mirando al frente y sin derramar una lágrima salió Mercedes caminando por la estrecha vereda, en medio de los dos funcionarios, hasta el vehículo que en la calle los esperaba; mientras que Irene, viéndola alejarse así por la vereda solitaria, se quedaba para siempre sin respuesta al más grueso aguijón que le punzaba el alma. ¿Lo envolvió súbitamente entre los trapos sin dejarlo respirar?

 

*Margarita Belandria. (Canaguá, Estado Mérida, Venezuela, 1953). Magister en Filosofía. Profesora Titular del Programa de Promoción al Investigador (Ministerio de Ciencia y Tecnología). Imparte docencia en el área de Lógica y Filosofía.
Actualmente es Coordinadora de la Maestría de Filosofía, Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela. Directora fundadora de la Revista Dikaiosyne. Miembro del “Grupo de Investigaciones sobre Lógica y Filosofía del Lenguaje” (GISLOFIL), adscrito a la Maestría de Filosofía. Miembro del Grupo de Investigaciones sobre Filosofía, Derecho y Sociedad (G-SOFID). Líneas de investigación: Lógica clásica. Hermenéutica. Ética. Filosofía kantiana. Derecho Natural. Derechos Humanos. Ha publicado numerosos artículos y ensayos en revistas filosóficas.
Entre sus obras literarias destacan: Qué bien suena este llanto [Coedición del CENAL y la AEM. Mérida – Venezuela, 2006. Esta novela recibió Mención de Honor otorgada por la AEM en el Concurso de Narrativa “Antonio Márquez Salas” el 22-09-2004 y ha sido objeto de estudio en el “Seminario de escritoras iberoamericanas” de la Maestría de Literatura Iberoamericana de la ULA, 2008]. Otros puntos cardinales. [Coedición CENAL-AEM, Mérida, 2006). Este libro de poesía recibió Mención de Honor otorgada por la AEM en el Concurso de Poesía “Simón Darío Ramírez”, del 2005]. Otros poemas han sido publicados en: “Al Pie de la Letra”, Diario Frontera, el 12/06/2004. I Antología de Poesía, AEM 2005. III Antología de Poesía, AEM 2006.
Aparece como autora estudiada por distintos autores en la IV Antología de la Asociación de Escritores de Mérida (AEM) “Escritoras venezolanas ante la crítica”, 2007.

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Alfredo Armas Alfonso: Homenaje en su centenario

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Alfredo Armas Alfonzo: cantor y cronista del Unare

Homenaje en su centenario

Pot Horacio Biord Castillo

 

Para Edda Armas

 

Hoy, 6 de agosto, se celebra el centenario del nacimiento de Alfredo Armas Alfonzo, fallecido en Caracas el 9 de noviembre de 1990, a los 69 años. Había nacido el 6 de agosto de 1921 en Clarines (estado Anzoátegui), a orillas del caudaloso Unare, un río llanero que a contracorriente, en vez de desembocar en el Orinoco, crea su propia cuenca y vacía sus aguas en el azul Caribe. Así, también a contracorriente, caudalosa y llena de recuerdos y vivencias como alimentan biodiversidad el río y sus vertederos, resulta la obra del autor clarinés.

Mi primer acercamiento a la singular obra de Alfredo Armas Alfonzo fue gracias a ese extraordinario libro que es El osario de Dios[1]. Como joven lector, me sorprendió el formato de microrrelatos o relatos breves que, en conjunto, constituían un gran relato, acaso una novela regional con cientos de microhistorias y relatos paralelos, entrelazados por los referentes geográficos y socioculturales y también por la visión poética y retórica del autor. Este, desdoblado en el narrador, enuncia, sugiere y deja que el lector encaje las piezas, en apariencia inconexas o desconectadas, y arme la gran historia que cuenta el libro en su completitud. Luego leí otros textos de Armas Alfonzo. Uno de ellos, incluido en la serie de Cuadernos Lagovén, sobre Clarines y sus gentes[2], enfatizando el plural, me conmovió no solo por sus aciertos literarios e históricos, sino también por la utilización de la iconografía que alumbra y complementa el discurso.

Un segundo acercamiento lo constituyó la lectura de varios de sus textos con el objeto de identificar e integrar evidencias literarias que me ayudaran a reconstruir y contextualizar la historia reciente del Oriente de Venezuela y, en especial, de los indígenas kari’ñas. Necesitaba reconstruir el impacto que sobre ellos y otras poblaciones locales, incluidos los cumanagotos del Unare, tuvo el petróleo. Requería precisar ese momento en el que la explotación petrolera anunciaba riquezas inimaginables, nuevas y sorprendentes tecnologías y satisfacciones vertiginosas a cambio del entonces inadvertido deterioro ambiental, la destrucción de modos de vida y costumbres y la transformación de lo que el Oriente venezolano y sus habitantes habían sido hasta ese momento. Recuerdo la evocación de un personaje que miraba pasar los camiones sobre las aún escasas «carreteras negras» o asfaltadas. Su mirada combinaba sorpresa y desconcierto, y quizá envolvía el deseo de seguirlo hasta los imaginados territorios del progreso, tal como sucedía quizá en Ortiz, otro pueblo llanero, del llano guariqueño, repleto ya de Casas muertas, cuando pasaban camiones y autobuses con un destino incierto y quizá imaginario que luego Miguel Otero Silva recrearía en Oficina número 1.

Mi tercer acercamiento a la obra de Armas Alfonzo lo hice tras varios años de trabajo de campo en sus propios comederos del Unare, visitando comunidades del pueblo indígena cumanagoto. Allí he ido recogiendo datos y testimonios de historia y tradiciones orales y he apoyado a docentes y promotores culturales empeñados en recuperar sus recursos culturales, entre ellos la lengua. Ese proceso de reconstrucción de su identidad reviste no solo un gran interés etnográfico e histórico sino también un valor simbólico muy grande: gente invisibilizada que asume el protagonismo social y se visibiliza, a la vez que une fragmentos de su historia y de su cultura para no dejarlos morir. La obra de Alfredo Armas Alfonzo aporta una gran riqueza e importancia para ello por los datos que ofrece, por la manera como los conecta o relaciona, por el valor atribuido a lo sencillo, a lo particular, a lo local. Estas dimensiones adquieren en sus narraciones un valor universal.

Volver a la obra de Alfredo Armas Alfonzo tras vivir el Unare permite sentir la fuerza de su propia voz, de las voces que recrea en sus libros, las voces de las poblaciones locales, sus recuerdos y vivencias, el hilo nada frágil que sostiene la continuidad de su identidad. De los labios de muchas personas en diversas comunidades recogí, por ejemplo, noticias y testimonios orales sobre el padre Manuel Estanga Ledezma, nativo de El Chaparro, capital del municipio Mac Gregor, en las inmediaciones del Guárico, más cerca de Zaraza, la Atenas del Llano, que de Barcelona. Vino al mundo a finales del siglo XIX y murió, siendo párroco allí, en Clarines el 13 de junio de 1949, festividad de san Antonio de Padua. Era un hombre muy popular que recorría campechano y sencillo los campos y nada humano le era ajeno. Alfredo Armas Alfonzo lo recuerda, en El osario de Dios, de esta forma “Manuel Estanga Ledezma era ancho como un borongo y todo cuanto en él se contenía era de la naturaleza de la bretónica y de las rosas, y él se cuidaba de no saberlo cuando arremangándose la sotana, se iba a la laguna de La Escondía con una escopeta a cazar cochinos cimarrones que engordaba[n] la bora, el Platanillo y la libertad. Su ministerio se inspiraba en la filosofía de que no había que temerle a la fortuna” (Nº 5). ¡Ah, padre Estanga, cuántas historias aún corren de boca en boca y cuántos testimonios de simpatía en esos caminos que su mirada rehízo tantas veces!!!

Las historias tragicómicas y los giros lúdicos de la lengua, en un intento de recrear la variedad diatópica del español del Unare y el Oriente de Venezuela en sus usos coloquiales, enriquecen el tratamiento literario: “A Francisca Quintero Bocaetubo, la muy hijaeperra de Cariaco, Bombilloeburdel le cambió el armador padentro. [/] La Bocaetubo, que no hace sino añorar a su golfo, se tiraba desde el chinchorro con toda su rabia para recibir el golpe en el vientre, y así escapó de la fatalidad, creía ella”. (Nº 8). Se trata de una historia escabrosa, presentada de manera amable.

Del mismo estilo de la anterior es una historia un tanto jocosa y tremendamente humana sobre un caso de travestismo: “Mantenía y satisfacía queridas en más de siete sitios de los de su recorrido de arriero a veces hasta más allá de Panaquire y se anotaba tantas pendencias como años se le acumularon. [/] Se enfermó de la cabeza en Guanape y a la fuerza, entre los que se prestaron y los que obligó el policía lo encalabozaron. Ahí se postró. En hamaca lo cargaron hasta Clarines. Ahí empezó a morirse y así y todo se negaba a que lo desvistieran. [/] Lo desvistieron a pesar de que se opuso con toda la fuerza que le quedaba. No era hombre. Con las paraparas del conejo y un viril de res se había confeccionado las artes de que se creyó capaz. Trinidad Portillo, que asistió al descubrimiento de la mujer, estuvo conmigo un día de los difuntos, buscando el lugar de la tumba del Viejo Lucas en el cementerio de arriba. Aquello era un guaritotal” (Nº 20). La referencia a las festividades del Día de los Fieles Difuntos es un fiel retrato de las costumbres de origen indígena de honra y recuerdo a los parientes fallecidos. La historia del Viejo Lucas recuerda, entre otras, la de la Monja Alférez, Catalina de Eraúso.

Alfredo Armas Alfonzo, como apunta Milagros Mata Gil en varios estudios sobre el gran escritor, puede catalogarse como un narrador-cronista. Su obra transparenta y desvela incluso un fotógrafo, que también lo fue, de fino ojo para documentar vivencias mínimas que, sin embargo, al unirse y compactarse, crean la gran historia, el maravilloso mosaico del Unare y sus alrededores. Todo ello viene a ser una extraordinaria metáfora y emblema tal vez de la Venezuela interiorana, de la Venezuela profunda e inadvertida, de comarcas solo formalmente ficticias que florecen en la pluma de tantos escritores latinoamericanos, pero palpitan en los rincones todos de nuestros países hermanos.

 

[1] Armas Alfonzo, Alfredo. 1993. El osario de Dios y otros textos. Caracas: Biblioteca Ayacucho (Nº 201). Selección de José Ramón Medina y Domingo Miliani. Prólogo de Domingo Miliani. Cronología y bibliografía de Horacio Jorge Becco.

[2] Armas Alfonzo, Alfredo. 1981. Un pueblo hechos de recuerdos. Clarines bien lejos. Caracas: Cuadernos Lagoven.

 

Lechería, estado Anzoátegui, 6 de agosto de 2021.

 

Horacio Biord Castillo

Escritor, investigador y profesor universitario

 

 

Foto: notiguanipa.blogspot.com

Publicado originalmente en Reporte Católico Laico el 6 de agosto de 2021

FUENTE: reportecatolicolaico.com

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Caracas en sus 454 años

 

Homenaje a Caracas

Por Yoyiana Ahumada Licea

Un fragmento de eso que llaman ciudad asoma. Mi vista el Noreste. Allá al fondo Petare, nueva geografía de descubrimientos y afectos. El barrio mas grande de America Latina, después de La Rosinha en Rio De Janeiro. Petare, la cuna del gran pintor Miguel Von Dangel que se fue a instalar en la Vía Láctea.

La serpiente de Mil Metros que recorre la ciudad, guarda el rumor del mar. Allí se deslizan patineteros y mascotas en la falda del cerro Ávila. Nuestro testigo vegetal, el verde inmortalizado por Cabré, guardián de aventuras y añoranzas, el volcán dormido, sigue ahí. La caraqueñidad era un título nobiliario después de todo, pocos caraqueños había a mi derredor. Venezuela era un crisol de acentos y nacionalidades, una mano abierta y una promesa de eterna primavera. Quería ser grande para ser caraqueña.

No es fácil amar a una ciudad ruidosa, confundida en sus esquinas, peligrosa. Una ciudad a la que hay que ganarle espacios públicos, lugares para la paz y el encuentro comunitario, una ciudad que muerde, que grita, que siempre anda con prisa y se deja seducir por la propuesta natural. No es fácil no amar los araguaneyes, bucares, los apamates, las trinitarias espinosas, la luz que traspasa la pupila y te hace ver fuegos fatuos como si fueran estallidos de candela. No es posible pese al daño, el abandono y la desidia, no caer rendido ante el dibujo verde de Burle Marx que propone El Parque del Este o el goteo del Parque Los Chorros. No resulta sencillo haber hecho la ruta hacia el zoológico de Caricuao y recordar el tigre de El Pinar.

    Foto: Yoyiana Ahumada 11/0872021

A Caracas se le ama en los ojos de quien la ve. En la nostalgia de ese boulevard de Sabana Grande donde quedaba el Radio City, que proyectó la emblemática película Fantasía de Disney y luego la psicodélica Yellow Submarine de Los Beatles. Asentamiento del Drugsture en el Centro Comercial Chacaito. Allí también un poco más al centro del boulevard, quedaba el famoso BQ que recogió las lágrimas de las mujeres que comenzaban a divorciarse y ya podían usar pantalones largos. Sabana Grande era la acera larga de las grandes tiendas de ropa, de los famosos sombreros de Margot, de la tienda Vogue, de las librerías Cruz del Sur, de Suma: “¿Pasamos por donde Raul para ver si llego ya la nueva del Gabo, de Vargas Llosa, de Carpentier o de Pizarnik, de Durrell…?” Todo llegaba, todo. Pero Caracas también se cuenta desde las incontables subidas al Ávila, campamentos en Los Venados, de aquella casita que miraba el Picacho, donde aprendimos la historia de momificación del Doctor Kanoche y el cultivo de las famosas flores de Galipán.

Visitas al underground, los bares de la Baralt, Catia  y la Libertador y en el extremo opuesto  los rincones sagrados como el bello santuario de los Masones, las iglesias que dibujan el recorrido de los Siete Templos  y en una vuelta de birlibirloque, extintos parques de diversiones: El Conde, Chicolandia, el Tolon…..

Mi Caracas es teatro desde siempre. Inolvidables los domingos de infancia en el parque Arístides Rojas, a la espera de cualquiera de las funciones del Teatro Tilingo, donde aprendimos a ser participantes del hecho escénico, la casa del Ateneo en La Florida, se encargaría de reforzar esa sensibilidad con sus talleres de creatividad. Porque un día salga el sol….sin nubes que lo oscurezcan. Y en la punta de esa madeja, los grandes Festivales Internacionales de Teatro volcados a las cuatro esquinas y avenidas de la ciudad.

Y allí cerquita, a pata e mingo, el Circuito de galerías y museos que hoy naufragan, pero que hacían los domingos en el espacio mágico de Los Caobos. Primero fueron La Galeria de Arte Nacional, el Museo de Bellas Artes e incluso un saludo para el Mamut gigante del Museo de Ciencias. Cruzar la calle para visitar tantas veces sea necesario La Suite Volard ¿y encontrarse con Henry Moore?, ¿Con Rafaela Baroni?, ¿Juan Félix Sánchez? Hablaba del Museo de Arte Contemporaneo Sofia Imber. El banquete no se completaba hasta cerrar con un almuerzo en el restorancito árabe La Soledad.

Los 80 traerían consigo la inauguración del Teatro Teresa Carreño, que junto al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, llenaban de música a la capital, a cargo de las grandes orquestas venezolanas. La Sinfónica, la Filarmónica y luego la Simón Bolívar una vez fundado el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles.

El Centro de Caracas latía también con sus retretas en la Plaza Bolivar, acontecimiento para el que había que trajearse. Visitas de gala al centro, al Municipal.

La tristeza de la ciudad abandonada, dividida y mal habitada la compensa un cielo repleto de guacamayas, unos cielos que conmocionan. El eco de un verso en los innumerables recitales que colmaron plazas y ferias de libros. En el canto de esos cocuyos tenaces que acompañan la noche, está la persistencia del amor.

 

Caracas es mi nostalgia de futuro. Mi amor contradictorio y hondo. Caracas es eso que se fue y lo que está por venir. El eco de la provisionalidad y la errática vocación de belleza por la que vale la pena seguir conquistando espacios y coleccionando atardeceres. Caracas mía ciudad de mis ojos y mi temblor.

Me gusta tu nombre machihembrado, Santiago de León de Caracas. Ruge tu fiera. Volverás al esplendor.

#FelizCumpleañosCaracas

 

#Balcaracas Texto de Yoyiana Ahumada leído por Sheila Gómez, en celebración de los 454 años de la ciudad..

@BALcaracas

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@yoyiahu Twitter

@circuloescritoresvenezuela Instagram

 

*Yoyiana Ahumada es periodista, dramaturga, poeta y docente venezolana. Miembro de la junta directiva del Círculo de Escritores de Venezuela

 

Editora @carmencristinawolf

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Margarita, ¿se hunde?

 

 

 

Por Enrique Viloria Vera

Si los socialistas del siglo XXI

estuvieran encargados de prender el sol

… viviríamos a oscuras.

 

Cinco pequeñas islas del Pacífico han desaparecido debido a la subida del nivel del mar y la erosión costera, según una reciente investigación científica. Las islas sumergidas están al norte del archipiélago de las Islas Salomón, donde se han registrado ascensos anuales del nivel del mar de 7 milímetros, más del doble de la media global. Las islas tragadas por el mar tenían una superficie de entre 1 y 5 hectáreas y ninguna de ellas estaba habitada. Son (o eran) Kale, Rapita, Rehana, Kakatina y Zollies. Las cuatro últimas se han esfumado entre los años 1962 y el 2002, mientras que Kale ha desapareció recientemente.Nuevamente tres islas de Indonesia también se han hundido.

Los habitantes de Margarita, llámense oriundos, pronúnciese viejos navegados o, como en mi caso, recién arrumbado, tenemos la sensación de que la isla se está hundiendo, no por efecto del cambio climático, sino por la desidia, la ineficiencia, la indiferencia, tanto del gobierno nacional como del estatal y municipal.

Ciertamente es una desgracia nacional, una bofetada a la felicidad, una muerganada, que esta bellísima obra de la naturaleza se encuentre tan deteriorada como está: el mantenimiento brilla por su ausencia, el ornato público se fue de viaje, el hambre y el desempleo campean, el transporte público es un desastre, las escuelas están heridas de desidia, internet, agua y luz son objeto de aplausos cuando se les ocurre llegar, caso contrario mentadas de madre y cacerolazos son genuina expresión del descontento citadino, los ferry destartalados,  la salud precaria, sobra la caña y falta la comida…     Margarita está cada vez más aislada.

Protegida o desprotegida – a los efectos prácticos de la vida cotidiana lo mismo da; el Plan de Bolinaga de unir a la isla con Tierra firme mediante la construcción de un puente multiuso, muerto reposa en los cementerios ministeriales, mientras tanto el salitre y la corrosión del mar hacen de la suya con los acueductos y cables submarinos.

Pronto se acabará la ilegal protección decretada por los demócratas gobernantes que no respetan la voluntad popular, la ilusión de una divina comedia llegará a su fin, la terrenal tragedia continuará.

En fin, Vallita, Virgen del Valle, sigue velando por estos desolados súbditos bolivarianos… a los culpables de tanto desastre nacional y local:

¡No los perdones, porque sí saben lo que hacen!

Amén

#IsladeMargarita

#EnriqueViloriaVera

 

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Ana María Hurtado: El sueño

El sueño
El sueño nos es dado, creado y re-creado por el Otro que nos habita y que nos sueña en la vigilia. Ese Otro que intuyó Rimbaud y que nos sumerge en un estado de la materia que oscila entre lo líquido y lo gaseoso.
También siento que el poema sucede y nos es concedido como un sueño. Esos momentos marginales donde nos damos cuenta que soñamos, me parecen paralelos a esos momentos de la vigilia en los cuales descubrimos que se nos ha filtrado un sueño, que allí surge la arquitectura onírica con esas flores imposibles o los perros jubilosos que se bañan en los estanques de los parques.
Suele ocurrir en los sueños un voltear repentino buscando el error, el olvido o la incongruencia, para terminar percibiendo que todo sigue allí, puntual y consistente. A veces, en contrapartida, se nos muestran en la vigilia estrechos espacios de incongruencia, asombro o desapariciones: vemos algo, volteamos y ya no está, una esquina desaparece para siempre, aquel que nos daba la espalda en la despedida, apenas pestañeamos y ya desapareció sin retorno… tantas combinaciones posibles, tantos intercambios entre la arquitectura onírica y la de la vigilia.
«We are such stuff as dreams are made on, and our little life, is rounded with a sleep.»

@anamariahurtado

Ana María Hurtado. Nació en Caracas, poeta, ensayista, médico psiquiatra y psicoterapeuta. Ha colaborado en diversas revistas y páginas literarias,de arte, psicoanálisis y de psicología junguiana. Varios libros publicados.

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Puerta 17 (Milagro). Cuento de Heberto Gamero Contín

—Hola, Gilberto, ¿cómo van las cosas?

—Bien, muy bien, Andrés, preparando mi viaje.

—Sí, ya me enteré de que viajas a España y si no es molestia me gustaría pedirte un favor.

—Lo que sea.

—Se trata de una pieza de porcelana. Tal vez la viste cuando estuviste en casa. Quiero venderla… Verás, es parte de una vajilla que tiene años, posiblemente siglos, y abrigo la esperanza de que tenga algún valor. Mi abuelo la recibió de su abuelo y así por varias generaciones. En Europa siempre hay mercado para estas cosas… tú sabes… hay más gente interesada en viejos objetos… coleccionistas… casas de subasta… Mira, tiene una marca en la parte de abajo. Tal vez ellos sepan en qué año se fabricó. Parece asiática. Entiendo que es solo una pieza, la azucarera, y eso quizás le reste valor, pero no dormiría tranquilo si al menos no lo intentara. Las cosas no andan bien por aquí, ya sabes. Matilde enferma, las secuelas del virus… y el tratamiento cuesta una fortuna —Andrés bajó la voz— (diez mil dólares, unos nueve mil euros). Sí, ya sé que es mucho dinero por una simple azucarera, pero en estos momentos, querido amigo, después de haber vendido casi todo lo que teníamos, no descarto ninguna posibilidad por lejana o absurda que parezca. Bueno, bueno… perdona… a ver qué puedes hacer por allá… te lo agradecería mucho.

Gilberto le dijo que tocaría algunas puertas y le avisaría en cuanto tuviera alguna noticia. Apenas llegó a Madrid, antes de museos, tapas y fútbol, se dispuso a trabajar en el encargo de su amigo. Le pareció que lo más indicado sería visitar una casa de antigüedades. Consultó en Internet y dio con una de las casas de antigüedades más prestigiosas de toda España. Para no perder tiempo decidió llamar por teléfono y pedir una cita. Dos días después se entrevistaba con el propio dueño de la casa, David de la Fuente y Valdés, cuyos ancestros fundaron una fábrica de porcelana que supuso el primer horno que para ese fin se instalaba al sur de Europa.

Era un hombre cercano a los setenta, de pelo y barba blancos, gran coleccionista, que se jactaba de tener entre sus existencias las piezas más antiguas y auténticas de toda España: lámparas a granel —la mayoría Tiffany—, relojes de pared de diferentes épocas, fonógrafos similares a los de Edison, óleos de autores anónimos de siglos pasados y en muy buen estado, muebles Luis XV, floreros y jarrones chinos, vasijas peruanas, libros ribeteados en oro y tal miscelánea de objetos que no había espacio para meter un dedo, y el olor que flotaba en el ambiente era el de una reseca caverna medieval.

Cuando vio la azucarera de Andrés se quitó los lentes y la acercó lo más que pudo a sus ojos. Luego la puso bajo la luz de una bombilla y lanzó una sonora carcajada.

—¡Yo tengo una vajilla como esta! —dijo—. No aquí, la conservo en casa. No sería capaz de venderla. Se la compré a un coleccionista chino por una fortuna. Pensé que era la única que quedaba sobre la tierra. Ja, nunca la usamos, pero la disfruto de vez en cuando limpiándola a fondo y preservándola para mis hijos. Los amigos quedan extasiados cuando me visitan —todos grandes conocedores del tema— y la ven tras los cristales de la vitrina. Qué caras de envidia. Debo estar atento porque con estas joyas no se puede confiar ni en los amigos. ¿Dónde la encontró? Esto es un verdadero hallazgo, señor mío. Mire —con cuidado acarició el borde de la pieza. Gilberto no dejaba de sorprenderse—, es de una porcelana muy fina, auténtica. No le hará falta visitar una biblioteca para informarse sobre esta joya: yo le diré todo lo que tenga que saber. No estamos hablando de una Limoges ni de una Wedgwood, Meissen o Doulton, mucho más que eso, es un sello chino muy antiguo de la época Kangxi —el hombre señala con el dedo la parte inferior de la azucarera—. Si simplemente dijera “Bone en China” o “English Bone China” sabríamos que fue hecha después de 1891, pero no se consideraría una antigüedad en todo el sentido de la palabra (recuerde que la mayoría de las piezas modernas se fabricaron en el siglo XX). Quiero decir, sería una pieza muy vieja pero no una antigüedad como sin duda lo es la que me ha traído. El solo tocarla me llena de emoción. Su vajilla data de siglos antes, señor mío, siglos. Se lo digo con propiedad porque pasé semanas investigando a fin de convencerme de que el elevado monto que pedía el coleccionista chino era justo. Y sí, lo era, incluso pudo haber cobrado un poco más porque no solo estaba completa sino que al parecer nunca fue usada. Qué suerte tuve. Observe, aquí puede ver el pequeño dragón pintado en azul. Un azul ya casi celeste, apenas visible, el mismo celeste que a través de los años ha tomado la que tengo en casa. No hay duda de que son de la misma época: finales del siglo diecisiete y comienzos del dieciocho, años en los que reinó en China el emperador Kangxi. Generalmente el sello o símbolo que aquí vemos da una idea bastante exacta de la fecha de fabricación. Y este es uno de los más antiguos que existen, se lo garantizo. Además, si quiere comprobar que lo que tiene entre las manos es auténtica cerámica china lo único que tiene que hacer es golpearla levemente así —y le dio un pequeño toque con el dedo medio— y ella debe resonar como un metal. ¿Oyó? Es lo primero que hago cuando me dicen que una cerámica proviene de China; luego me dedico a realizar las investigaciones de rigor.

Gilberto apenas pestañeaba. Sintió temor de la reacción del especialista cuando se enterara de que apenas contaba con una pieza, que el resto había desaparecido por el uso diario, los descuidos y, quizás, por las peleas familiares. Pero aún tenía la posibilidad de alargar aquella charla.

—Dígame, ¿cuánto podría costar?

—Es difícil saberlo, hoy en día. Yo compré la mía hace poco más de diez años y, como le dije, pagué mucho dinero. Y no le recomiendo que vaya a un tasador profesional porque yo soy uno de ellos y si quien contrate es bueno en su oficio le dirá lo mismo que yo le estoy diciendo ahora, con la diferencia de que le cobrará una buena pasta por un informe técnico a veces cargado de faltas de ortografía. Tampoco le podría decir que vaya a una casa de subasta porque le dirán que vale muy poco, que tiene defectos, que la pintura del sello no parece genuina. Todo lo contrario de lo que dirán el día que la subasten, por supuesto. Y la verdad que esta pieza… mire usted qué blanco, qué consistencia… no es la típica cerámica blanda (o tierna, como algunos le llaman), tampoco la exclusivamente caolinita o la elaborada con cenizas de hueso o esmalte de estaño, o la que hacen principalmente con polvo de alabastro o mármol, o la que lleva cuarzo, magnesio, potasio, aluminio… es todo ello junto: una maravilla del arte chino magnificado por estas hermosas y coloridas flores en miniatura. Es cierto que en Europa se reinventó la cerámica, pero jamás alcanzó la exquisitez de la china, ¡jamás! Y nosotros, usted y yo, poseemos lo mejor de su producción; al menos de lo poco que sobrevive de aquellos lejanos tiempos. ¿Un precio? Dígame antes, ¿su vajilla está completa, tiene alguna pieza rota y restaurada, alguna astilla quizá, ha perdido el brillo o está manchada?

Después de algunos carraspeos y de esbozar una tímida sonrisa, Gilberto dijo:

—Solo puedo ofrecerle esta pieza.

—¿Solo esta pieza? —casi grita el hombre.

—Sí, esta azucarera. Es todo lo que tengo. El resto… En realidad no es mía, un amigo me pidió que vendiera esta única pieza.

El hombre lo miró fijo un par de segundos y en me97

dio de una repentina pérdida de interés le dijo que lo sentía mucho pero que las piezas por separado tenían poco o ningún valor.

—Pero está en muy buen estado —insistió Gilberto—. Puede verla. No está manchada ni astillada y su blanco es muy puro. Además, como usted dice, pertenece a la dinastía Kangxi.

—De eso no tengo ninguna duda, señor mío, y luce como nueva a pesar de los siglos, pero entenderá que mis clientes son muy exigentes y de verdad no creo que ninguno de ellos se interese en comprar una sola pieza. Puede intentarlo, pero tampoco creo que tenga suerte en otra casa de antigüedades. Tal vez un museo pueda darle algo por ella o, lo más probable, se la pida en donación.

Gilberto se masajeó la nuca. Pensó en Andrés, en los diez mil dólares que costaba la operación, en lo mucho que amaba a su mujer, en la falta que les haría a sus hijos. También en lo bien que lo trataron el tiempo que vivió con ellos al divorciarse y quedar en la calle.

—¿Así que no ve otra posibilidad? —dijo Gilberto. O más bien murmuró para sí.

El hombre pareció impaciente por terminar la conversación.

—La única posibilidad, señor mío —dijo con cierto sarcasmo y ya levantándose de la silla—. La única posibilidad —repitió—, si es que existiera una, de que usted venda esta pieza, y la venda al precio que más le convenga, es que se reúnan tres condiciones importantes, y eso es casi imposible.

Gilberto preguntó con la mirada, aferrándose a un soplo de aire.

—La primera es que alguien tenga una vajilla exactamente igual, la segunda que le falte justo esa pieza y la tercera que sea un coleccionista tan apasionado como lo puedo ser yo y esté dispuesto a pagar lo que fuera para completar su colección. Condiciones, señor mío, muy difíciles de lograr. Sería un milagro.

Gilberto salió cabizbajo de la casa de antigüedades. Durante varios días visitó otras casas que igualmente rechazaron comprar la pieza, museos que le ofrecían muy poco o nada porque su autenticidad no venía respaldada por un documento legal, casas de subasta que esgrimían la misma razón y que de cualquier manera no comprarían una vajilla incompleta, y no faltó quien se riera descaradamente cuando les decía que se trataba de una pieza de la dinastía Kangxi.

Cansado de arar en el mar optó por disfrutar de sus vacaciones y olvidarse del asunto. Lo que logró con poco éxito por cuanto no dejaba de pensar en el encargo de su amigo. Hasta que poco antes de regresar a su país tuvo un sueño. Soñó que el hombre de pelo y barba blancos, mientras limpiaba su valiosa vajilla, la azucarera, como tomando vida propia, saltó de sus manos y cayó al suelo haciéndose añicos. El hombre lloraba de rodillas tratando de juntar los pedazos en una pequeña montaña que se derrumbaba una y otra vez.

Gilberto despertó sobresaltado. Se rio de sí mismo cuando recordó el sueño y le pareció tan real que pensó en llamar al hombre de la casa de antigüedades con la esperanza de que, más que un sueño, aquello fuera una revelación, un milagro de Dios, y no el producto de su frustrada imaginación. Pero se sintió en extremo ingenuo al albergar ese tipo de pensamientos y desechó la idea.

Así llegó el día de la partida. La maleta lista, los documentos en orden, la pequeña azucarera en el maletín y la espinosa sensación de que algo faltaba. Ya a punto de salir del centro de la ciudad, el taxi que lo llevaba al aeropuerto tuvo que desviarse por trabajos en la vía y pasar por el frente de la casa de antigüedades. Esto es demasiado, pensó. ¡Pare!, dijo de golpe. Lleno de una repentina confianza le pidió al taxista que lo esperara y a paso rápido entró a la tienda.

—Señor mío —dijo el coleccionista apenas lo vio—, por fin aparece, lo he estado buscando por toda Madrid, ¿cuánto quiere por su azucarera?

Gilberto no pudo evitar que se le aguaran los ojos solo de pensar que el milagro había sucedido y en lo feliz que se pondría Andrés cuando se enterara de la noticia.

—No lo va a creer, pero sé exactamente lo que pasó con su azucarera.

—¿Sí?, entonces podrá decirme cuál de mis amigos la robó.

 

 

Relato del libro «Tras la puerta de abril». Autor: Heberto Gamero

www.hebertogamero.wordpress.com   @hebertogamero  #hebertogamero https;//www.amazon.com/Heberto-Gamero-Cont%C#%ADn/e/BOOCF157DW

Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela @circuloescritoresvenezuela.org

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INDEPENDENCIA Y REFUNDACIÓN DE VENEZUELA

Independencia y refundación de Venezuela
Por Horacio Biord Castillo:

La conmemoración de la independencia de un país o cualquier efeméride relativa a acontecimientos y personajes fundamentales para su historia constituyen ocasiones propicias para reflexionar sobre el camino andado y el porvenir. Casos relativamente recientes de ese espíritu festivo que envuelve celebraciones centenarias fueron, en 1976, el bicentenario de la independencia de los Estados Unidos de América y, en Venezuela, el bicentenario del Libertador en 1983, que fue antecedido dos años antes por la conmemoración del de Andrés Bello en 1981.

Lamentablemente, debido a la gran polarización actual del país se desperdició la primera de las dos décadas del bicentenario de la independencia de Venezuela. En conjunto, ofrecían una extraordinaria oportunidad para repensar el país y construir un nuevo proyecto histórico, verdaderamente inclusivo. Aún estamos a tiempo de aprovechar el resto de la segunda década, hasta 2030, para pensar con sosiego el futuro de Venezuela y los venezolanos. Ese reto adquiere aún más pertinencia ante la convocatoria de diversos sectores a concretar y no solo ofrecer un entendimiento que permita la salvación colectiva del país. En otras palabras, o logramos un acuerdo entre los sectores enfrentados o la situación se tornará cada vez más difícil de controlar y el porvenir de los venezolanos se verá mermado, por decir lo menos.
El preámbulo de la Constitución de 1999, establece como uno de sus objetivos más importantes “refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado”. Sin embargo, lejos de haberse logrado en veinte años una sociedad democrática y un Estado de justicia, federal y descentralizado, el poder se ha centralizado cada vez más, minando los principios federales que el texto constitucional mismo no desarrolló, sin embargo, a cabalidad, como sucedió en anteriores Constituciones. Una federación de suyo incompleta, como la que se ha dibujado en Venezuela en sucesivos textos constitucionales, quizá se deba al miedo atávico de construir un verdadero régimen federal, en el que los estados aun agrupados en regiones tengan mayor autonomía. Adicionalmente en estos años que corren desde 1999 la democracia y el imperio de la justicia, como su mayor basamento, han sido mediatizados por la adhesión al proyecto político del oficialismo y la imposición de una ideología. De esta manera, lamentablemente, el “poder popular”, la “democracia participativa y protagónica” y el “carácter multiétnico y pluricultural” han quedado más como consignas y reiteraciones discursivas que como una verdadera praxis con todas sus consecuencias en cuanto a los principios de diversidad y pluralismo. Tales principios se refieren de manera indubitable y consistente tanto a identidades y prácticas sociales como a ideas y posiciones ideológicas.
Así, pues, el objetivo de refundar la República con el objetivo de lograr una sociedad más justa en todo sentido no se ha alcanzado y cada vez parecería menos posible de completarlo sin rectificaciones fundamentales y sustantivas. Como si fuera una absurda carrera de obstáculos, de la cual sin embargo pudiéramos aprender mucho para la construcción del Bien Común, se perdió el rumbo; Venezuela y los venezolanos lo perdimos. De allí la necesidad de plantearse, a la luz de las experiencias vividas, el reencuentro de todos los ciudadanos y una verdadera y no meramente discursiva refundación de la República. Para ello resulta necesario repensar y proyectar para mediados del siglo XXI y de allí en adelante el país y sus distintos segmentos sociales constitutivos desde una perspectiva de amplitud, solidaridad y convivencia fundamentada realmente en la diversidad.
Recientemente se ha celebrado el bicentenario de la batalla de Carabobo que consolidó el proceso independentista y con el sentimiento de haberse logrado hace 200 años lo que parecía tan difícil debemos mirar las tareas pendientes más que la simple evocación de lo grandioso de aquella gesta. La conmemoración de los 210 años de la firma del acta de Independencia nos convoca, este 5 de julio de 2021, a buscar una salida urgente a la obstrucción de la vida republicana, la desinstitucionalización del país y los resquebrajamientos de convivencia ciudadana. No está de más reiterar que vivimos difíciles y contradictorias circunstancias, agravadas por la terrible situación socioeconómica, la emigración que ello ha ocasionado, la crisis política y la pandemia por el coronavirus.
Luce, pues, como una prioridad el encuentro de todos los venezolanos para, de manera mancomunada, sin exclusión de ningún tipo, persecuciones ni discriminaciones de cualquier género, fijar los parámetros necesarios para refundar verdaderamente la República, para constituir el pacto social requerido para recobrar la normalidad de la vida del país, tanto institucional como social. Esa tarea ha sido enfatizada como prioritaria por la directiva de la Conferencia Episcopal que conforman los arzobispos y obispos católicos de Venezuela mediante el “Mensaje de la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana al pueblo de Venezuela con ocasión del bicentenario de la «Batalla de Carabobo»”. Al referirse a tal efeméride, los directivos de la Conferencia Episcopal sostienen que “No celebramos un evento cualquiera y tampoco lo debemos reducir a simples actos protocolares adornados con monumentos recordatorios que quedan plasmados en la frialdad del mármol. Debe ser una ocasión para que los habitantes de Venezuela hagan una seria revisión de vida sobre lo que ha significado esa gesta independentista y acerca de los desafíos de cara al futuro. Desde esta perspectiva, queremos ofrecer algunas ideas para ayudar a todos, sin excepción, a leer este “Bicentenario de Carabobo” como un “signo de los tiempos” que ha marcado (y sigue haciéndolo) la vida e historia de nuestra patria.”
Esa lectura del bicentenario de la batalla de Carabobo y del bicentenario íntegro del proceso independentista vivido entre 1810 y 1830, que posibilitó la fundación del estado nacional venezolano (incluida la efímera concreción del sueño unitario de Bolívar y tantos libertadores y su posterior e irracional destrucción, tan irracional como eventos repetidos a lo largo de nuestra historia republicana), ha de permitirnos la visualización de Venezuela, en su completitud e intrínseca diversidad y en el contexto latinoamericano, dentro de un mundo crecientemente complejo y globalizado. Mirarnos, mirando nuestros alrededores y los escenarios que nos aguardan, debe ser la meta, no destruirnos, perseguirnos o aniquilar el porvenir de todos, individual y colectivamente considerados.
Por ello insiste la directiva del episcopado venezolano, “Nuestra mirada ha de dirigirse al futuro, no como si se esperaran nuevos mesianismos o se le viera con resignación fatalista. La tarea de todos hoy, en la que se puede contar con el compromiso de la Iglesia, es la de vencer todas las Batallas que sean necesarias y defender la auténtica Independencia. Esto conlleva promover la conciencia del protagonismo de todos los miembros del pueblo venezolano, único y verdadero sujeto social de su ser y quehacer. En este sentido, los dirigentes políticos, del oficialismo y de la oposición, están llamados a sentirse miembros de ese pueblo”.
El término “pueblo”, aunque referido en singular en ese documento del episcopado, debe entenderse como un colectivo diverso, pero solidariamente unido y articulado por un pacto social inclusivo y lo suficientemente amplio y flexible como para garantizar la plena realización de todos sin menoscabo de sus condiciones específicas, en tanto personas y colectividades.
Entre otras instituciones y personas, mediante un comunicado fechado el 1º de julio de 2021, la Sociedad Venezolana de Filosofía se ha adherido a la propuesta de refundar la República formulada por la directiva de la Conferencia Episcopal Venezolana, recordando que “el país atraviesa por una profunda crisis nacional expresada en todos los órdenes de la vida republicana”. Simbólicamente, fe y reflexión profunda nos instan a la noble tarea, aunque no fácil ni ingenua, de refundar el país repensándonos. Ello implica revisar aciertos, pero también reconocer errores y omisiones, unos y otros de gran gravedad.
El “desierto” de la verdad, como lo han vivido muchos místicos, la conciencia de lo apropiado y el dolor por los aspectos inadecuados de nuestra historia republicana, en especial de los períodos más recientes desde mediados del siglo XX, han de conjugarse y presidir la refundación de una verdadera y justa, amplia y consustancialmente diversa nueva República.
Horacio Biord Castillo
Escritor, investigador y profesor universitario
Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua
Contacto y comentarios. hbiordrcl @ gmail.com
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ACTUALIDAD DE LAS EDITORIALES VENEZOLANAS

LABOR DE LAS EDITORIALES VENEZOLANAS

Por Carmen Cristina Wolf

En estos tiempos de transformación global, en las últimas  décadas hemos visto cambios inimaginables; pero ninguno supera lo que hemos vivido en el último año, desde la pandemia que nos trajo el covid 19 al planeta. No hay una actividad que no se haya visto afectada. Durante meses múltiples actividades culturales debieron ser suspendidas. Cerraron museos, galerías de arte, teatros, cines. Se suspendieron ferias de libros, conciertos, conferencias, en resguardo de la salud, por el avance vertiginoso de los contagios alrededor del mundo. Poco a pocos diversas actividades comenzaron a realizarse vía internet.

 

Entre los eventos que se iniciaron se encuentra la presentación de publicaciones en línea, (online), que ya estaban en proceso cuando se inició la pandemia, o que surgieron con motivo de esta. En Venezuela, felizmente, el trabajo editorial no se ha detenido, aun cuando hemos visto cerrar librerías y han desaparecido eventos relacionados con el libro de la agenda pública y el emprendimiento privado, algunas de nuestras editoriales han continuado publicando libros de los más diversos géneros. Con la colaboración de Beatriz García Naranjo, investigamos sobre las publicaciones más recientes. Veamos algunas de ellos.

La Editorial Eclepsidra, cumplió 26 años de haber sido fundada en el 2020, bajo la dirección de la poeta y docente Carmen Verde Arocha. Tiene en su catálogo más de 60 libros publicados, algunos de los últimos títulos que han salido a la luz, son: “Los hilos subterráneos” de Alejandro Sebastiani Verlezza; “Hermana pequeña”, de Sonia Chocrón; “Polifemo”, de Erik Del Búfalo; «Viaje al poscomunismo» de Ana Teresa Torres y Yolanda Pantin; “Urgente”, de Bera Lisboa; “Madera de orilla”, de María Antonieta Flores. “Sable”, de Edda Armas, fue el primer libro del catálogo de Eclepsidra  en 1994.

En palabras de su directora, la editora Carmen Verde Arocha, Eclepsidra “busca restablecer el puente entre las nuevas voces y la tradición, en homenaje y reverencia a los creadores que nos preceden».

La editorial Lector Cómplice, que dirige Les Quintero, ha sido una de las más activas en la última década, cuenta entre sus obras publicadas en los últimos años: «El demonio que me habita» de Leoner Ramos; «Calendario» de Linda D’Ambrosio Morales; «El vuelo del ave» y «Brasil en salsa» de Pedro Mora Izturriaga; «Written with accent» de Israel Centeno; «Cinco puntas» de Leopoldo Brand Graterol y la antología «Pasajeras» que recoge testimonios de escritoras venezolanas escritos durante la pandemia.

La editorial Kalathos, creada por Ángel Malavé y Artemis Nader en 2008, en los últimos años ha continuado su producción editorial desde Madrid, bajo la dirección de Davil Malavé. Publican autores venezolanos. Entre los títulos recientes pueden mencionarse: en narrativa, «Los años sin juicio» de Federico Vegas; «Deshabitando el alma» de Manuel Hernández Silva; «El silencio de los abedules» de Carmen García Guadilla y «Ver Barcelona» de Dorelia Barahona Riera. En Poesía, «No fall (diario entre otoños) de Salvador Galán Moreau; «El conjuro de los cardos» de John Petrizzelli; «Fruta hendida» de Edda Armas; «Toledana/Bruxa» de Sonia Chocrón.

La Editorial Diosa Blanca,  ha editado títulos poéticos, en cuidadas ediciones, bajo la dirección y coordinación del poeta y ensayista Edgar Vidaurre.  Presenta una amplia colección de títulos, entre ellos “Visiones extraordinarias” de Elizabeth Schön, poemarios de Alfredo Silva Estrada, Aladar Temeshy, Ana María Hurtado, Gema Matías, Ida Gramcko, entre otros. Presentó también una antología de ochenta escritores en el 2020, «El vuelo y la claridad». Así mismo, el libro del maestro Luis Beltrán Mago «Ocasos de un poeta».

Mientras que el trabajo editorial de Gisela Cappellin Ediciones se inició en el 2005 con el libro «Roraima: Cuaderno de Viaje» de la propia Gisela Cappellin que narra la experiencia que vivió junto a su familia al visitar el majestuoso tepuy Roraima, uno de los escenarios más sublimes de Venezuela. Posteriormente, continuó publicando la obra de Cappellin: los poemas «Sicalipsis» (2007), su novela  «La cena» (2009), el libro de relatos «Espacios privados» (2013). En los últimos dos años publicó «Haikus caraqueños» (2019) de Federico Pacanins, quien se expresa en el género poético japonés para reflejar la cotidianidad de la capital venezolana con sus temas y frases típicas. El más reciente libro de Gisela Cappellin Ediciones es «Recetas infalibles para sufrir con propiedad» (2020), de María Dolores Ara, una hermosa y lúdica colección de desplegables en los que dialogan la poesía y la imagen, generando en el lector una experiencia estética y conceptual cuyo eje es el amor.

Desde mediados de 2020, Ediciones Pavilo, con publicaciones de larga data en Venezuela, inicia la serie Manuscritos Madrileños. Publica “En busca de los orígenes”, del autor Abdón Vivas Terán; “Poemas ciegos borgeanos”, de Alberto Hernández; “Praderas del cristalino”, “Poemas de tránsito” y “Poemas pandémicos”, de José Pulido y Enrique Viloria Vera. “Nunca es artificio el viejo exilio”, de José Pulido.

Desde 2015,  Dcir ediciones, bajo la dirección editorial de Edda Armas y María Clara Salas, se desempeña como equipo editorial independiente, con una apuesta por la sobria proeza de editar exclusivamente poesía, dedicados a hacer libros de alta factura gráfica, en los que las artes se conjugan y dialogan. El diseño del Logo es de Carlos Cruz-Díez, Miembro Fundador de la editorial. La colección Dcir cuenta con 12 títulos publicados (2015-2020), incluye poetas consagrados y noveles. En 2019 Dcir publica “Estructura / venado en fuga”, de Blanca Elena Pantin y “Canto de chicharra”, de Carlos Iván Padilla. En 2020 publica “El cuarto jugador” de Christiane Dimitriades y “23 Shots [Una meditación]”, de Adalber Salas Hernández.

La Editorial Ítaca apareció formalmente en noviembre del 2020 bajo la dirección de la narradora y periodista Milagros Mata Gil. Ha publicado  «Los Espacios del Adiós», de José Pulido; «El país de los Turpiales», de Eziongeber Chino Álvarez, «Voces/Escrituras de la Literatura Venezolana», de Blanca Elena Pantin y «El Diario Íntimo de Francisca Malabar», de Milagros Mata Gil. Aunque es una empresa de libros virtuales, ofrece servicios de impresión por demanda. En resumen, Ítaca ha publicado en eBooks:

“El Ojo de Consuelo”, thriller de Alberto Hernández; “Te voy a llevar al cielo”, thriller de Golcar Rojas; El Diario Íntimo de Francisca Malabar, de Milagros Mata Gil; El Camino de Ledesma, de Eduardo Casanova; “El País de los Turpiales”, de Eziongeber Chino Álvarez; “Retrato frente al mar y otras historias”, de Ana Teresa Torres

 

Publicarte Ediciones, proyecto editorial dirigido por Inés Muñoz Aguirre y Mariam Krasner, surgió con el objetivo de ofrecer la posibilidad de edición de libros de cuidada factura, de fácil acceso para todos los géneros, incluyendo géneros poco editados como la dramaturgia. Entre los autores editados en su catálogo se encuentran Carolina Jaimes Branger, Javier Vidal, Marcia Reverón, Alicia Alamo Bartolomé, Elio Palencia, Alejandra Machado, Gerardo Blanco y Carlos Suñer.

El surgimiento de la plataforma digital Pasión País y los problemas de papel hicieron necesaria la migración a las ediciones digitales, las cuales pueden descargarse gratuitamente en la Biblioteca de la página Pasión País. Entre los títulos más recientes publicados por la editorial se encuentran: «Juicio a Bolívar» de Gabriela Betancourt, «Diario poético de los tiempos adversos» y «Los días aciagos» de Inés Muñoz Aguirre; así como la antología «Confinadas».

Oscar Todtmann editores, bajo de dirección de Luna Benítez, es una editorial  especializada en novelas, poesía, libros de arte, fotografía y ensayo. Algunos de sus libros publicados: “El sol de la ceguera” de Kira Kariakin, “Daño oculto” de Georgina Ramírez, “Hacer daño” de Carlos Omaña, “Caracas Mortal” de Claudia Noguera Penso.

La editorial Bid & co, bajo la dirección de Bernardo Infante, cuenta con una hermosa y cuidada colección, mencionamos algunos títulos: “Teatro estático” de Fernando Pessoa, “El dolor” de Margueritte Duras, “Fuera de tiesto” de Armando Rojas Guardia, “El eterno aprendiz” de María Auxiliadora Álvarez, “Poemas selectos” y “Amante” de Rafael Cadenas, “Perfiles de la noche” de Rowena Hill.

 

Los editores venezolanos, venciendo las dificultades, han seguido ofreciendo a los lectores venezolanos y del mundo, un excelente catálogo, tanto en ediciones en físico como digitales. Los felicitamos por su extraordinaria labor.

Fuente: Termómetro Nacional

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#carmencristinawolf

#editorialesvenezolanas

 

Carmen Cristina Wolf Losada. Poeta, ensayista, cronista y editora. Dicta talleres de escritura creativa. Directora del Círculo de Escritores de Venezuela

 

 

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