Gabriela Mistral: Breve recorrido por su vida y su obra

igabriela mistral.jpg - 3.24 Kb Por Alejo Urdaneta

PRESENTACIÓN

Es necesario que la vida y obra de la Poetisa chilena Gabriela Mistral renazca en el interés de los lectores de nuestra América hispana de hoy. Que sólo quede de su paso por el Arte Poética el título que recibió en mérito de su trabajo: POETISA DE AMÉRICA, no basta para exaltar su creación artística y mantenerla actual. Y haber nacido el 7 de abril de 1889 en Vicuña, una pequeña población situada en el norte de Chile, y nombrada como Lucila Godoy, es tan solo un accidente del tiempo y del lugar que la vida le impuso como bautismo.

Ya sabemos de ella que era modesta y de carácter retraído, distante de todo lo que significara ostentación o deseo de publicidad. Sabemos que fue maestra, igual que su padre y que su única hermana, a quien Gabriela llamó la «maestra pura…, pobre…, alegre». Y, finalmente, tenemos conocimiento de su sensibilidad ante el tema de la muerte, tema que la asedió desde la pérdida de su amante y le impuso un sello a la creación poética que nos dejó.

La niñez de Lucila Godoy estuvo rodeada del misterio de las montañas y de la influencia de la abuela, Isabel Villanueva, que la indujo a ver el destino en las constelaciones. La Biblia fue libro de sus primeras lecturas, y fue atraída por los Poetas que fulguraban en esa época: Rubén Darío (cuyos poemas siempre llevaba consigo), Gabriel D’Annunzio, El Dante, Tagore, Poe, Rilke. La soledad estimuló su introspección para favorecer la creación poética que hacía en cuadernos apoyados en sus piernas, sin la comodidad de una mesa. El nombre de Lucila fue cambiado por el que la eternizó en el mundo de las letras: tomó el de Gabriela por el Poeta y narrador italiano Gabriel D’ Annunzio, y el de Mistral, del Poeta francés Fréderic Mistral.

El silencio y color del paisaje rural, unidos a la lectura de esos grandes Poetas, forjaron su vocación literaria ya nacida de aquel mundo de misterio:

[«Con las montañas y la luz de Elqui – y más tarde buscará el buen abrazo ceñidor para América toda – , y con la luz de un tiempo sin tiempo, viene para la niña Lucila lo que siguió siendo siempre el hallazgo fundamental de los libros. Primero, cuál mejor que el paisaje: «En las quijadas de la cordillera el único libro era el arrugado y vertical de trescientas y tantas montañas, abuelas ceñudas que daban consejas trágicas». Allí, en los atardeceres de Montegrande, un día descubre el Libro: «Mi abuela estaba sentada en un sillón rígido, y yo me sentaba en una banqueta de mimbre. Ella me alargaba su Biblia, muy vieja y ajada, y me pedía que le leyera. Siempre me la entregaba abierta en el mismo sitio, en los Salmos de David»].

Y llegó para ella el amor con el funcionario de la empresa ferrocarrilera, Romelio Ureta. No era extraño que ocurriera de manera tan espontánea y que su elegido fuese un empleado de ferrocarril: la sencillez y apasionamiento de Lucila no medían clase ni poder económico. Vivieron el romance ideal de los paseos en el paisaje rural, y la niña Lucila descubrió la emoción del amor en experiencia propia, después de haberla buscado en los libros. La tímida Poetisa sintió al enamorarse que el mundo fue más hermoso, y escribió en ese período ilusionado versos de cálido lirismo en una poesía donde se fundían la tierra y la sangre.

Pronto vino la ruptura de sus relaciones amorosas, pero ella continuó amando al modesto funcionario. Al ocurrir la ruptura, la Gabriela campesina se recogió en su dolor:

«Te acordaste del negro racimo,
Y lo diste al lagar carmesí;
Y aventaste las hojas del álamo,
Con tu aliento, en el aire sutil.
¡Y en el ancho lagar de la muerte
Aún no quieres mi pecho oprimir!

(Nocturno, en Desolación)

Ese monólogo patético y desesperanzado era el anuncio de un dolor mayor, enrarecido por la presencia de la muerte violenta del suicidio. Su amado acudió al acto desesperado por motivos económicos y no románticos, como se ha dicho alguna vez. El sabor a ceniza al ver de cerca la muerte quedará unido a ella por toda la vida, y se convierte en un dolor universal cargado de dudas:

«¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?»

(Interrogaciones, en Desolación)

Desde entonces la palabra muerte aparece con insistencia en sus poemas, y con esa presencia invisible su religiosidad e individualismo formarán en ella una voluntad firme, en el ejercicio de la soledad admitida. Nos dice: «Como quien habla en la soledad, porque he vivido muy sola en todas partes». Pero sigue siendo la campesina sencilla y austera que escribe con la palabra llana y sencilla del hombre del campo.

Esta es la mujer que nos dejado tan profunda obra poética, la que alcanzó un reconocimiento que no buscaba y pobló con su espíritu a nuestra América y a gran parte del mundo con su obra, reducida en espacio pero trascendente.

I
LA POESÍA DE LA DESOLACIÓN Y LA TERNURA: INTIMIDAD DE GABRIELA MISTRAL

¿Poesía pura? Nada puro puede coexistir con las vicisitudes de la vida humana. El Poeta no está suficientemente lejos de la tierra ni tan cercano del cielo; tan solo tiene la idea de la perfección, para alumbrar con la llama de su palabra la morada deseada a la que Gabriela Mistral llamó «palabras serenas»:

«Mudemos ya por el verso sonriente
Aquel listado de sangre con hiel.
Abren violetas divinas, y el viento
Desprende al valle un aliento de miel»

(Palabras Serenas, en Desolación)

El poeta inicia su ascenso purificador y se recrea en el mundo ideal. Y sin embargo no puede abstraerse del todo. La inteligencia es vigía del imperio sensorial e interfiere en el acto creador. Ahora el Poeta reconoce su mundo terrenal con sus penas y alegrías, sus anhelos, y es eso lo que puede expresar con la palabra siempre insuficiente. El filósofo Ludwig Wittgenstein, en su empeño de poner límites expresivos a la palabra, nos dejó esta certidumbre: «¿Cómo puedo llegar a tratar de valerme del lenguaje para meterme entre el dolor y su expresión? Pero hay respuesta a tal pregunta diciendo que es ésta la función más enigmática de la poesía: expresar lo que la palabra en sí misma no logra hacer.

Desolación:

En Desolación se define el sentimiento oscuro e íntimo, manifestado como una jeremiada amorosa; pero también está en la obra lo religioso cristiano, casi litúrgico. Gabriela era apasionada y mística, y ese peso cercenaba la palabra fácil y juguetona, que logró en sus poemarios posteriores.

El recuerdo del abuelo mestizo con su caudal de fatalismo y sus rasgos indígenas estuvo siempre en ella, lo mismo que el sentido de la vida, inclinada a la tristeza y la introspección, que en Gabriela tanto pesaban. En el fondo de la naturaleza de Lucila Godoy latía por igual el antepasado vasco, entremezclado con la sangre judía de los ancestros de su madre. La lucha por la sobrevivencia y el acendrado sentido de la muerte eran visibles en Gabriela. Pero es posible que los signos de su estirpe no hayan sido determinantes en la senda que tomó su vida y su obra. Hubo, sin duda, las enseñanzas bíblicas que recibió de la abuela, o las doctrinas religiosas que le fueron inculcadas, pero su tendencia a la soledad y el dolor metafísico pudo nacer cuando se hizo patente la finitud y brevedad de la vida. No existía en la Poetisa el concepto de los límites entre lo natural y lo sobrenatural. Su amor intenso produce separaciones, tajos que separan a los seres, y ella no lo admitía. Su poesía es por eso un enlace entre la realidad y la mística, con acentos mágicos.

Penetra el creador en la esencia poética del mundo, a pesar de sus limitaciones, y no tiene sino el recurso de su propia experiencia existencial y el arma del lenguaje. Eso hizo Gabriela Mistral en su obra: reflejar las emociones propias, en Desolación, ante el dolor:

Iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi Dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!»

(Dolor: En Desolación)

El dolor desplegado en Desolación es purificador, una idea ahondada en el espíritu de Gabriela Mistral, como paso necesario para el ejercicio de su creación poética, que parece haber recibido como don de gracia.

Ternura:

Este libro reúne quizás sus más hermosa poesía. Es una obra centrada en los juegos de los niños, los sueños, los miedos y desvaríos. En fin, la ternura humana expresada en el decir poético, en el rescate de la infancia y en la proclamación del acercamiento al mundo y a los hombres:

«Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
Golondrina me la vuelvan».
(Miedo, de Ternura)

La poesía de Gabriela se ha desembarazado en este poemario de la desolación de sus primeras creaciones. Ahora escuchamos con los ojos, al decir de Francisco de Quevedo, una escritura sencilla en el verbo característico que identifica a nuestra Poetisa, con el vivo léxico rural de su pueblo nativo. Sentimos la proximidad de esta poesía respecto de las viejas tradiciones orales, con el ritmo y tono de conversación usual en el campo del norte de Chile.

Apegada a su tierra como siempre estuvo, Gabriela Mistral nunca declinó su raíz rural ni su pertenencia al campo. La vida y los pesares de los indios fue objeto de su observación sensible.

Lo comprobamos en su poema La tierra:

«Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío. Juega con ella»
(…)
«Cuando muera, no llores, hijo:
Pecho a pecho ponte con ella
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera»

(La tierra, en Ternura)

II
LA POESÍA INDOAMERICANA DE GABRIELA MISTRAL

Otro pilar de la obra poética de Gabriela Mistral es Tala, considerada en su mundo y hasta por ella misma como un hito, como su verdadera obra.

[«Creía fervorosamente en Tala porque estaba allí -según expresara- «la raíz de lo indoamericano». Es el hondón mítico de la tierra, esa Gea permanente que la sobresalta en el amor. Y con ella, fundiéndose ensimismada, vive. Alguna vez predijo: «Tal vez moriré haciéndome dormir, vuelta madre de mí misma. Bendije siempre el sueño y lo doy por las más ancha gracia divina… En el sueño he tenido mi casa más holgada, ligera, mi patria verdadera, mi planeta dulcísimo. No hay praderas tan espaciosas, tan deslizables y tan delicadas para mí como las suyas»]

Fe, consumación del dolor y letanía litúrgica, todo eso hallamos en ésta quizás su última y más lograda poesía, y nos topamos con el alma del indio y de nuestra América. Tala es la voz religiosa y americana.

El uso de la lengua cotidiana y cargada de arcaísmos se conjuga en Tala con lo criollo. Leemos, entremezclados, lo indígena y lo español, para dejarnos una emoción de ofrenda a nuestro dolido continente americano.

El poema AMÉRICA contiene dos himnos despojados de los brillos épicos del romanticismo. Al comentar este poema, la misma autora nos da una visión de los himnos que lo componen:

[«El tono menor fue el bien venido, dejó sus primores, entre los que cuentan nuestras canciones más íntimas y acaso las más puras. (…) Nuestro cumplimiento con la tierra de América ha comenzado por sus cogollos. Parece que tenemos contados todos los caracoles, los colibríes y las orquídeas nuestros, y que siguen en vacancia cerros y soles, como quien dice la peana y el nimbo de la Walquiria terrestre que se llama América»]

(Sol del Trópico, en tala)
«Sol de los Incas, sol de los Mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y en que viejos aimaráes
como el ámbar fueron quemados.
Faisán rojo cuando levantas,
y cuando medias faisán blanco,
sol pintado y tatuador
de casta de hombres y de leopardo.
Sol de montañas y de valles,
de los abismos y los llanos,
Rafael de las marchas nuestras

lebrel de oro de nuestros pasos
por toda tierra y todo mar,
santo y seña de mis hermanos.
Si nos perdemos, que nos busquen
en unos limos abrasados,
donde existe el árbol del pan
y padece el árbol del bálsamo»
(Sol del Trópico, de Tala)

CONCLUSIÓN

Gabriela Mistral nos sigue hablando con su voz susurrante, de nuestra vida, de los pesares que casi impiden existir. Pero también nos cantará muchas veces las canciones de sus niños: piececitos, manitas, nubes blancas. En ella no todo fue desolación o amargura; era mujer íntegra, con sus pechos desbordantes de amor. Amó con amor de mujer, y dio calor y ternura al ser humano despojado de la fe. Amó con entrega a su tierra chilena y americana y a todo nuestro continente.

Nada mejor que concluir estas reflexiones con palabras de Lucila Godoy, doblada en intensidad por su heterónimo universal: Gabriela Mistral, Poetisa de América:

«Raza nueva que no ha tenido la Dorada Suerte por madrina, que tiene a la necesidad por dura madre espartana. En el período indio no alcanza el rango de reino; vagan por sus sierras tribus salvajes, ciegas de su destino, que así, en la ceguera divina de lo inconsciente, hacen los cimientos de un pueblo que había de nacer extraña, estupendamente vigoroso. La conquista más tarde, cruel como en todas partes; el arcabuz disparado hasta caer rendido sobre el araucano dorso duro, como lomos de cocodrilo. La Colonia no desarrollada como en el resto de la América en laxitud y refinamiento por el silencio del indio vencido, sino alumbrada por esa especie de parpadeo tremendo de relámpagos que tienen las noches de México; por la lucha contra el indio, que no deja a los conquistadores colgar las armas para dibujar una ‘pavana’ sobre los salones… Por fin, la República, la creación de las instituciones, serena, lenta…»]

*El texto forma parte del libro inédito Neruda y Mistral por siempre , a ser editado por el Círculo de Escritores de Venezuela en homenaje a la Poesía chilena

El Autor es Narrador, Poeta, Ensayista, su último libro publicado es EL ARTE, una aoreciación personal, Editorial Actum

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Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi

El jueves 16 de octubre de 2008 a las 6 de la tarde se bautizó el libro Ciudades y Escritores, del autor venezolano Enrique Viloria Vera. En dicho evento se confirió el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi al poeta, ensayista, traductor y antólogo Enrique Gracia Trinidad.

Se designó al Historiador Guillermo Morón, Presidente Honorario del Círculo de Escritores de Venezuela. A su cargo estuvo la pronunciación del Discurso de Orden y la presentación del libro. La escritora Carmen Cristina Wolf dio la bienvenida al escritor Enrique Gracia y le hizo entrega del Premio Vicente Gerbasi, acompañada de los integrantes de la Junta Directiva del Círculo. A continuación, dio lectura al texto de Presentación del libro Ciudades y Escritores:

«La publicación de este libro constituye una inmensa satisfacción para el Círculo de Escritores de Venezuela y su Junta Directiva. Ciudades y Escritores de Enrique Viloria Vera, se edita con motivo del nombramiento del Dr. Guillermo Morón como Presidente Honorario de esta Institución. El historiador Guillermo Morón es Miembro de la Academia de la Historia, de la cual fue su Presidente durante largos años, ha sido Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela desde su creación en 1990, un investigador de la historia cuya obra es indispensable para adentrarnos en el acontecer venezolano y en la comprensión del presente. A él corresponde el Prólogo de esta obra.

Por otra parte, siento gran alegría en presentar un libro de Enrique Viloria Vera, un poeta y ensayista cuya escritura me complace, después de algunos años de haber compartido con él las aulas de la Universidad. Él es crítico literario y de artes visuales, polígrafo y doctor en Derecho, con más de ciento diez libros publicados como autor o coautor. Lo considero un ciudadano del Renacimiento, por su capacidad casi ilimitada de investigar y trabajar en diversas áreas del saber. Y es un hombre de bien, que ya es mucho decir en esta época en que se vuelve tan difícil encontrar alguno.

Ciudades y Escritores es una obra fascinante, que induce a recorrer las calles de Barcelona, Buenos Aires, México, Florencia, Madrid, Lisboa, París o Caracas. Son múltiples ciudades, reales o imaginarias, celajes pictóricos y sociológicos de visiones distintas, que corresponden a diversos autores, y en sus páginas encontraremos la mirada lúcida y la escritura lírica, personalísima, vital de Enrique Viloria.

Esta edición no sería posible sin el concurso del Dr. César Navarrete, Presidente de Del Sur Banco Universal. Expresamos nuestra profunda gratitud a este mecenas de la literatura y las artes en nuestro país. Un ser humano a quien profeso gran afecto y admiración por sus cualidades personales y gerenciales, y por su amplia cultura humanística y ciudadana.

Igualmente, agradecemos al novelista y ensayista Álvaro Pérez Capiello, Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela, por el Epílogo a la obra y al editor Sergio Pascual Casamayor (Basílides) director de Epsilon Libros por el amoroso cuidado en la impresión de estas páginas, y por su preciso y generoso texto para la contraportada».

El acto finalizó con un Interludio del músico Saúl Vera, titulado » Temas de Simón» en la Bandola Llanera.

Los Editores

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Helena Sassone por el mundo de la narrativa

Entrevista realizada por Carmen Cristina Wolf

Iniciamos una conversación con esta mujer madrileña, que ha vivido casi todo su tiempo en Venezuela y le dedica gran parte de la existencia a la escritura. Vivaz, inteligente y de gran sentido del humor, residenciada desde muy joven en Caracas. Es una de las fundadoras del Círculo de Críticos de Teatro de Venezuela y de la Asociación Internacional de Críticos de Teatro de Venezuela. Forma parte del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela. Tiene una extensa obra publicada, tanto en poesía como en teatro y novela, y ha colaborado durante muchos años con el diario Panorama de Maracaibo. Parte de su obra ha sido traducida al francés.

—Me gustaría que hablaras de tu segunda novela, No siempre el olvido.

—Se trata de mi obra número 21. En narrativa primero fue un libro de cuentos, Entre cuatro paredes, del cual Benito Milla, entonces director de Monte Avila, tuvo que retirar los ejemplares enviados a España, vetados a causa de la censura franquista. Años después aparecería mi primera novela Toquemos Bach. Ésta se agotó rápidamente, y a pesar de que fue muy leída y comentada, nadie advirtió su estructura musical: claro que estas innovaciones suelen sorprender.

—¿Y el resto de tu obra?

—Estuve muy enfrascada en la crítica literaria, en el ensayo. Para mí junto a la poesía era lo más esencial en el campo de las letras. Por el análisis crítico entraba en el mundo de los otros; por la poesía entregaba mi mundo a los demás. Ha sido mi manera de vivir. En poesía mi primer título fue Entre nubes, entre piedras, editado por Lírica Hispana en Caracas; el primero de mis ensayos, también publicado por Monte Avila, fue Buho de papel.

—De los géneros que cultivas, la narrativa, el ensayo, el teatro, la poesía ¿cuál prefieres?

—Todos los géneros literarios me interesan, pues al representar diversas formas de expresión se relacional con los diferentes que han de buscar la forma del mensaje: el tema que suscita el género. Diríamos que el asunto determina la estructura. La vieja antinomia entre fondo y forma que Croce creyó resolver.

—Si nos circunscribimos al campo del relato, de la novela, Ortega y Gasset dio inicio en la España de su tiempo a una polémica acerca de esto en sus ideas sobre la novela; creo que alguna vez lo has referido.

—Sí, el filósofo sostenía, primero, que la novela era un género muy exigente: «Siempre ha sido muy difícil producir una buena novela … es un error representarse la novela – y me refiero sobre todo a la moderna- como un orbe infinito del cual pueden extraerse siempre nuevas formas … Es prácticamente imposible hallar nuevos temas.» Segundo, «la falta de nuevos temas produce en el lector embotamiento de la facultad de impresionarse.» Tercero, «al padecer el escritor la penuria de temas posibles, necesita compensarla con la exquisita calidad de los demás ingredientes».

Evidentemente, Ortega pensó que la decadencia de la novela podía salvarse porla forma. Yo estoy absolutamente convencida de que las técnicas del lenguaje , la estructura formal, ha acudido en ayuda de su supervivencia. La sobrevaloración de los elementos formales es consecuencia del desarrollo del género narrativo: una dialéctica estructural que empieza por contar, imitar, sigue por interpretar el mundo, continúa por crearlo. De la epopeya, género épico-heroico que se refería a grandes hechos, a la novela documento, el realismo, la novela mimética, el naturalismo, la novela psicológica, se ha llegado a la novela formal, el noveau roman francés de Robbe-Grillet o a la novela Mobil de Butor.

Los estructuralistas por su lado, influyeron definitivamente con su crítica formalista en el cuerpo del relato. Gerard Genette expresó que si nos circunscribimos al campo de la creación literaria, definiremos sin discusión el relato como la representación de un sucedido o de una serie de acontecimientos, reales o fantásticos, por medio del lenguaje escrito. Combinar un conjunto de acciones en un mito, un cuento, una epopeya, una novela.

—En esa vastedad del relato, como narradora y como crítico, ¿qué destino crees asumen los diferentes modos del relato en la narrativa contemporánea?

—La epopeya como género épico heroico juega un papel preponderante en el estudio histórico de las diversas literatura. No leeríamos El cantar de Roldan, la más perfecta epopeya del ciclo carolingio, traducido al español por Benjamín Jarnés, o la famosa epopeya renacentista La Araucana, de Alonso de Ercilla, son joyas de la narrativa. Actualmente «lo heroico» se asume de otro modo, basta recordar La Guerra y la paz de León Tolstoi, y contemporáneamente, el Don apacible de Mijail Scholojov. Sabemos que tanto la epopeya como la novela se caracterizan por su considerable extensión, no obstante, la epopeya propiamente dicha decayó por su infantilidad emotiva normativa.

En cuanto al mito para mí es algo muy serio: un valor cultural universal, cuya denominación griega deslumbra. En Homero, mito quería decir discurso, palabra. Más adelante, mito es fábula o narración maravillosa. Se trata también de una ficción alegórica por medio de la cual se ofrece una enseñanza moral. Recordemos los fablieaux de la literatura francesa o la fábula milesia, cuento o novela inmoral, que actualemte conforman un seudo-género narrativo.

Mas sería incompleta mi respuesta si dejara de referirme a la novela-mito, muy estudiada por Albéres, quien ve en Joice «el último novelista de la Edad Media», o como escribe Michel Butor, de la novela-mito, que no sería otra cosa que la expresión narrativa oponible a la novela popular.

No obstante, hay una vigencia en la clasificación no tan reciente, de Edwin Muir sobre la novela, que cataloga en tres tipos: la Dramatic Novel, la Novel of Charácter y la Chronicle Novel. Raro es la novela que no pertenece a uno de estros tres tipos.

—Dentro de este polifacetismo de la novela, ¿dónde te situarías? ¿Qué ha sucedido en un silencio narrativo de aproximadamente veinte años?

—El perfeccionamiento del oficio en cuanto al género novela, la creación en otras áreas, como la crítica y el ejercicio de la autocrítica, que en aras de la exigencia a veces te paraliza. La poesía era mi afirmación; sin embargo, mis cuentos de Entre cuatro paredes conformaron un Ser que no quise repetir. El cuento es tema único, expuesto en tiempo breve. No me ha tentado sino como un aporte al sentido general de una novela.

—De tu exposición acerca de las diversas estructuras de la novela, y tu identificación con algunas de las ideas orteguianas, podría deducirse tu preferencia por la técnica, es decir la forma el lenguaje, perdiendo relieve el tema o asunto. Si esto es cierto, háblanos de la estructura de No siempre el olvido.

—Comenzaré por observar que, en principio, sin tema no hay forma -aunque puede no haber argumento en el sentido antiguo corriente- porque el tema o «fondo» determina la forma. Pero ésta es el arte del artista, el estilo del escritor, el modo como expone el novelista. A mí me tienta siempre prescindir de lo cronológico, usar el tiempo sin fechas del recuerdo como evocación significante. El tiempo sería la medida de los hechos en el instante de revivirlos, como las notas de una partitura musical que cobran vida al interpretarlas. No siempre el olvido está pensada como estructura musical. Esto es de vieja data: las investigaciones que precedieron. Al estudio semiológico de la crítica de teatro, sobe la que tengo obra publicada, me llevaron a buscar nuevas formas de la novela, cuya lectura siempre terminaba aburriéndome.

Pero he aquí que un día, leyendo un análisis narrativo de Frederick Kart, hallo que éste califica de gran sinfonía el Cuarteto de Alejandría, a la vez que exalta otras composiciones como estructuras musicales de la actual novelística, entre éstas la suite, el tema con variaciones, la fuga y el contrapunto.

En impromptu, cuatro partes y un finale se divide el material narrativo de la obra No siempre el olvido, que tiene un fin crítico-social, no moralizante, entiéndase. Su estructura sería el tema con variaciones.

Estas estructuras musicales no son fácilmente detectables, por otro lado se sabe que el lector de novelas va a la búsqueda del tema o del argumento, es lo que vende, y sólo la crítica avanzada descubre la arquitectura invisible. De la fiebre estructuralista me quedaron algunos hallazgos. De la música, el pensamiento del antropólogo belga Claude Lévi-Strauss toma la dialéctica de los temas y de las variaciones, cuyos análisis aparecen en obras como El arte de la fuga, de Juan Sebastián Bach; en el estudio dedicado a la tetralogía de Wagner, El anillo de los Nibelungos y en las obras sobre Schoenberg, Webern y Alban Serg. A la vista de todo esto y tras las palabras de Lévi-Strauss, de que «estamos a punto de presenciar la desaparición de la novela, cuando la denominada música serial sustituye a la novela como género». Te diré: desde hace muchos años el cine y, ahora, las series televisivas argumentales, son causa de la decadencia de la novela. Las novelas premiadas se comienzan a leer y se abandonan. ¡Es urgente la transformación literaria de la novela!

—Hablemos de diferencias entre tus dos novelas. Técnicas, elementos autobiográficos en Toquemos Bach y No siempre el olvido.

—Creo necesario registrar el tiempo que media entre una y otra; veinte años suponen cambios en el mundo, en la sociedad inmediata al escritor y cambios en quien escribe. Toquemos Bach es una obra más lírica. El encanto inédito de pasar una breve temporada en la ciudad de Telemannn, Magdeburgo, en una Alemania organizada y llena de eventos culturales, como las excelentes orquestas de cámara, el teatro de Brecht y los certámenes literarios, detrás de «la cortina de hierro», como decía la sinopsis de la contraportada, exaltaron mi inventiva. La historia no es autobiográfica. Los personajes tal vez fueron reales, pero desde mi perspectiva. Su estructura también es musical: un trío de cámara cuyos tres instrumentos son los personajes.

Esta estructura pasó inadvertida para ls críticos, entonces como ahora. Aunque en el caso de No siempre el olvido, la clasificación del material podría presumirla. Creo que la narración es fugada, con reiteraciones y temas repetidos, para alimentar cualquier soledad. Como en mi novela anterior, lo autobiográfico es la descripción de las ciudades, la narración de sucesos y circunstancias desde el mirar afectivo del autor. En los relatos, lo argumental no suele ser personal. El punto de vista y la sensibilidad con que se asume y se expone, sí.

En estas dos novelas yo me propuse la crítica social de sistemas que ahogan al ciudadano de nuestra contemporaneidad. La libertad es un duelo entre sendas.

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Huir de Neruda: llegar a Neruda

Por María Antonieta Flores

La existencia gravitante de un Neruda omnipresente, capaz de cantar a todo lo viviente y también a lo ausente, ha vivido los inevitables avatares del deseo.

Desde la más profunda atracción, el afán devorador de poseer todo lo que su palabra abarcó hasta la depresión postcoital de la separación de ese cuerpo nerudiano que su palabra ha conformado, han sido vivenciados por el lector. Y, roto el abrazo cuando nos descubrimos otro, se cumple la separación definitiva y advienen el olvido junto con la evasiva memoria que a veces lo trae. Todo esto habita en el mismo lugar que se abre y se hace más cóncavo para nuevos objetos de deseo que revestidos de novedad traen lo ya conocido para que, al final, sea sólo un primero, ese olvidado objeto que abrió las puertas del deseo y del amor por la palabra.

Sea, quizás, la palabra de Neruda como la de la madre incondicional que todo lo da y que sólo existe en la mente infantil. Por esta razón, para constituirse en individuo, la separación es una obligación. Igualmente, las vivencias y las circunstancias construyen una nueva sensibilidad y ella exige voces distintas que ofrezcan facetas diversas de las experiencias y perspectivas que conforman los tópicos universales de lo poético.

Todo se desgasta, todo cumple un ciclo y todo exige volverse semilla y aguardar. Así, también, la palabra de Neruda, palabra que a veces dice mucho y otras, nada.

La saciedad deja una agobiante sensación y, a veces, abre paso a la repugnancia y al rechazo. Pero el tiempo es certero, y transcurre para colocarnos de nuevo frente a los primeros objetos deseados, estremecidos en las oscuras capas de la memoria. Allí donde «me gusta cuando callas porque estás como ausente» atraviesa un sueño o una pesadilla, obliga a detenerse ante un silencioso rostro sin saber por qué, o ante el silencio del amado o la amada, la mirada se deleita sin saber que es la resonancia de un verso, de un poema, el que cristalizó un deseo antiguo, un instante único del amor.

Pero no es sólo esa presencia que durante más de cincuenta años del siglo XX, acompañó sus avatares y los condensó y dilató en verso, sino una posición ante la realidad que celebrada por algunos, utilizada por otros, rechazada por agotamiento, ofrecía una lectura absoluta del mundo que se descubría relativo y frágil.

Como ya se sabe, hubo y hay mucho de titanismo en la palabra nerudiana, mucho de fe en los poderes de lo humano y una enternecedora ingenuidad al creer en valores inamovibles y en la palabra como expreso vehículo de comunicación y vía unívoca de transformación.

Los grandes relatos que Pablo Neruda plasmó en sus poemas pugnan con los relatos mínimos de su interioridad. Voz desgarrada por el conflicto de su naturaleza melancólica y crepuscular y la voluntad ideológica de cantar y construir a través de la palabra una épica hispanoamericana, construye una obra desconcertante para quienes sólo entienden el mundo desde la coherencia y la norma. Neruda escindido, abierto a las posibilidades de lo diurno y lo nocturno, del largo aliento y el susurro.

Hubo y hay mucho de humanidad fervorosa, dispuesta a quemar sus naves y a navegar por sus circunstancias. Y, precisamente, esta humanidad nerudiana ha creado en sus lectores y a los que entre ellos han sido llamados a la creación, un deseo de huida.

«¿Se va la poesía de las cosas / o no la puede condensar mi vida?».

Huir de un canto general, que ya no podía serlo a medida que avanzaba la segunda mitad del siglo XX, y de los poderes plenos que se adjudicaba a una palabra que cantaba y celebraba las pequeñas cosas, era inevitable mientras se constataban que la amenaza del poder y la guerra, el odio y el mal seguían indiferentes su camino dejando atrás los sueños de progreso. La apuesta ideológica y radical del poeta contribuyó a esa huida.

No era sólo la necesidad de encontrar una voz propia que no fuera devorada por la potencia de su verbo, sino que también las transformaciones políticas, económicas y culturales marcaron otro rumbo. Huir de Neruda era necesario para que la vida y la palabra no se fosilizaran y para que el poema prosiguiera su marcha.

De ahí la necesidad de escapar de una propuesta existencial y estética que devoraba y marcaba, porque así como todo latinoamericano lleva en su palabra y en su psiquis la huella de Rubén Darío, lleva igualmente la de Pablo Neruda. Y, cuando la necesidad de individuación, de crecimiento y desarrollo de identidad detiene al sujeto en la encrucijada de las elecciones, la psiquis cumple con la obligación de huir de aquello que puede apresarla, de una voz como la de Neruda, para poder encontrar su propia palabra, su propia voz. Lo han hecho así, tanto lectores como escritores. También los movimientos de la época y la inevitable Fama, la cantada por Virgilio y Oviedo, la que «vive rodeada de la Credulidad, el Error, la Falsa Alegría, el Terror, la Sedición y los Falsos Rumores, y, desde su alcázar vigila el mundo entero» (Pierre Grimal, 1981, Diccionario de mitología griega y romana, p. 192), impusieron esta huida, mas no la negación de su importancia en nuestras letras. Allá quedaba entronizado, tutelar, pero mudo en su mucho decir.

Acusado de escribir bajo el signo de la abundancia y de lo desbordado, su lectura exige depurar, seleccionar y obliga a escoger. Cada quien tiene su selección de poemas de Neruda y el corpus de sus deseos plasmados en la voz del poeta.

Cuando se cumplieron veinte años de su muerte, el tabú ante lo nerudiano -que en su momento pudo ser un insulto o una descalificación a un texto- empezó a resquebrajarse porque fue el momento oportuno para la reconciliación y para preguntarse qué está diciendo todavía. Pero como bien lo dice el tango, veinte años no es nada y ahora ante el centenario de su nacimiento, se produce un tácito y más claro permiso de regreso. Quizás porque el nacimiento es llegada y no partida.

Pero ya, íntimamente, el regreso se estaba produciendo. Los últimos años del siglo XX y los primeros de éste que comienza, planteaban la lucha y la convivencia de lo público y lo privado, el regreso a la interioridad, a la casa no como hogar sino como refugio ante las contingencias cotidianas. Lo nocturno y lo íntimo prevalecen frente al discurso dominante de la banalidad y el vacío de los ochenta y los años subsiguientes. Y he aquí que de lo nocturno y de lo íntimo oscuro surgió la voz de Pablo Neruda, su tristeza constante, melancolía que buscó en el canto celebratorio de las mínimas cosas, de los pueblos y de cierta ideología, un acto redentor para su naturaleza plúmbea, para su acedia.

Y es a ese Pablo Neruda, al cual puedo regresar, con la vela encendida del ruego y ante el espejo de su voz inmensa.

«Y fue a esa edad… Llegó la poesía / a buscarme.» …

Llegar a Neruda de nuevo era el destino claro de la huida. El camino que abre no sólo para los lectores sino para los poetas es innegable. Sin el Neruda que todo lo incorpora a su canto osada y naturalmente, demasiado naturalmente, y se apropia de la fea y difícil palabra alstromoeria para cantarle a una flor: «la tierna multitud de alstromoeria», no se hubieran podido escribir muchos poemas y obras, hoy fundamentales y universales.

Se descubre, así, entre tanta palabra, entre tanto poema a ese hombre que abre caminos y que invoca lo solar y lo titánico para sobrevivir a esa noche errante que lo nutre pero que también lo devora.

A puro sol escribo, a plena calle,
a pleno mar, en donde puedo canto,
sólo la noche errante me detiene
pero en su interrupción recojo espacio,
recojo sombra para mucho tiempo.

Cuando el lector se vincula con la voz del melancólico que busca desprenderse de las líneas del eterno grabado de Durero y alzar las alas por instantes y a bocanadas, regresa a un poeta lúcido que gracias a la poesía sabe que «de noche y agua está mi boca llena». Y quien, probablemente, gracias a cada poema lograba permanecer.

No hay Canto general sin el «Tango del viudo», uno de sus mejores poemas: «y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,/el largo, solitario espacio que me rodea para siempre».

Se llega de nuevo a Neruda a través de ese hilo que enarbola al otro como vía de salvación, lo femenino. En «Cuerpo de mujer…» ya lo revela:

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero no es sólo el eros redentor el aspecto predominante en este aspecto vital de su poesía, ya que cierta violencia y pugna signan al erotismo nerudiano: desgarrado, desesperado, deudor del erotismo fundado por el romanticismo y el surrealismo se expresa con todo esplendor en el poema «Las furias y las penas»:

nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.
………………………………..
Enemiga, enemiga
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

La intimidad y la fragilidad, el humus que alimentó su poesía de afán épico y fundacional, queda allí para siempre cuando necesitamos regresar a Neruda. ¿Qué otra cosa queda después que se huye? El regreso. Nos llaman sus versos: «Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,/lunar, solar, ardiente y frío, repentino». Pues si la palabra raptó a Pablo Neruda, nos rapta ahora hacia su noche y hacia su húmeda intimidad.

Y en ese llegar a Neruda, termino evocando los versos finales de «Barrio sin luz», que hace ya unos años me regaló la memoria de una amiga y yo terminé escribiendo en una pared rebelde que persistía en la humedad:

Y aquí estoy yo, sentado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.

Leer sobre la autora en la revista El Cautivo

* Este ensayo forma parte del libro Neruda y Mistral por siempre, que será publicado por el Círculo de Escritores de Venezuela

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Poesía de Colombia y Venezuela en Caracas

El 7 de octubre de 2008 Caracas se vistió de gala con el evento Colombia y Venezuela unidas por la Poesía. El Embajador de Colombia dirigió unas emocionadas palabras al público recordando los nexos culturales y afectivos que unen a los dos países. Los organizadores explicaron que en nuevas lecturas se seleccionarán otros autores. Carmen Cristina Wolf expresó que las diferencias políticas, culturales y religiosas de los pueblos, son trascendidas a través de la música, la poesía y el arte.

La hermosura de Marian Valero , la cálida inflexión de la voz y notable presencia escénica de Marcos Moreno, nos brindaron los poemas de los venezolanos Eugenio Montejo, Luz Machado, Ludovico Silva, Ida Gramcko; Rafael Cadenas, Armando Rojas Guardia, Lucila Velásquez, Luis Pastori, Carlos Gottbert y Luis Beltrán Mago.

De los poetas colombianos se escucharon los versos de Porfirio Barba Jacob, Eduardo Carranza, Raúl Gómez Jattin y Jorge Rojas; Carlos Jaramillo Agudelo, Meira del Mar, Giovanny Quessep, Bella Clara Ventura y Harold Alvarado Tenorio.

Se agradeció la generosa colaboración de Juan Manuel Ramírez Pérez, Agregado Cultural de la Embajada de Colombia, así como la participación del escritor Alejo Urdaneta. Los textos fueron seleccionados por Lidia Salas, Magaly Salazar y Carmen Cristina Wolf. El brindis fue un obsequio de la Embajada de Colombia. El público se sintió atendido de manera espléndida por el personal del Centro de Cultura Chacao.

Se anunció que el año próximo continuará el ciclo de lecturas con una selección de poetas de Chile, México y España.

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Colombia y Venezuela unidas por la Poesía

La Embajada de Colombia y el Círculo de Escritores de Venezuela invitan a una Lectura de Poemas de voces fundamentales en la literatura hispanoamericana.

Se leerán poemas de Rafael Cadenas, Armando Rojas Guardia, Lucila Velásquez, Luis Pastori, Carlos Gottberg; Hernán Vargascarreño, Carlos Jaramillo Agudelo, Meira del Mar, Giovanny Quessep, Bella Clara Ventura, Harold Alvarado Tenorio, Eugenio Montejo, Luz Machado, Ludovico Silva, Fernando Paz Castillo, Ida Gramcko. Porfirio Barba Jacob, Eduardo Carranza, León De Greiff, Raúl Gómez Jattin, Jorge Rojas.

Con la participación de los Actores Marian Valero y Marcos Moreno

Fecha: Martes 7 de octubre de 2008. Lugar: Sala Cabrujas, Cultura Chacao, Centro Comercial El Parque, nivel C. Av. Francisco de Miranda, 3era Avenida de Los Palos Grandes. Hora: 6 pm
Agradecimientos: Cultura Chacao; Juan Manuel Ramírez Pérez, Agregado Cultural de la Embajada de Colombia; Escritores: Lidia Salas, Álvaro Pérez Capiello, Alejo Urdaneta, Magaly Salazar.

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Nuevo poemario de Oswaldo Vigas

vigas obra 2007.jpgEn la mañana del 5 de octubre se llevó a efecto el acto de clausura de la exposición Oswaldo Vigas en París. Obra de los años sesenta, y asistimos a la presentación del libro Regreso de la noche , textos de Oswaldo Vigas y prólogo de José Pulido.

La Galería Ascaso en Caracas, se iluminó con los lienzos de Vigas y se escucharon sus poemas:

«Si no fuera por estos dibujitos / que me facilitan la respiración / y que voy desgranando /
a lo largo de los días y las noches / como un rosario de fantasías milenarias /
porque no son de ahora / sino más bien de hace mucho tiempo /
Ellos van por ahí / y yo los espero en el camino / no sé quién los habrá inventado /
ni cuál será su función en esta vida /
Mis dibujitos / hojas de un calendario desconocido / que no me cuestan nada /
que puedo regalar, vender / o repartir a quiem me plazca / porque otros vendrán mañana /
Nunca me quedaré sin capital / yo que soy un gran capitalista / capitalistas somos /
capitalistas estamos / capitalistas seguimos / banquero de figuras imprevistas /
encontradas / soñadas / que nos sirven para dilucidar sus orígenes / prehistóricos /
rupestres / salidas de las piedras / sin otra razón que la de estar allí / y acompañarnos todos los días. /
Aun cuando no dibuje nada / yo sé donde encontrarlas.»

* Oswaldo Vigas es Miembro Honorario del Círculo de Escritores de Venezuela.

Carmen Cristina Wolf

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La polaridad dramática de las ofrendas en la poesía de Lidia Salas

Por Magaly Salazar Sanabria

Como un eco que se escapa de una página abierta a la vida, para cumplir su destino poético, se siente esta frase definitiva: «Ten en ti nuestras venas, palabra». Así decía la gran poeta venezolana, Enriqueta Arvelo Larriva, en su ofrenda a la poesía. Y de qué otra manera se puede comenzar un diálogo poético sino con una voz abrigada por el tiempo y sostenida por el silencioso palpitar de palabra única. Como dice Enriqueta en sus conversaciones con Dios, «No me des nada / pero déjame intuirlo todo» y es el descubrimiento del poema en vías de decirse, lo que espero vislumbrar en la poesía de Lidia Salas.

Entre el claro oscuro de la muerte y la esperanza se trazan simultaneidades cercanas y profundas que imprimen a la obra de esta escritora un carácter de unidad que parece enfrentarse a la rotura, a la conflictividad y a la soledad. Y si antes se habló de polaridad dramática, es precisamente por esas convocatorias conmovedoras establecidas entre la desdicha y la posibilidad de la vida, entre la muerte y el eros; «furia y presa», astilla y permanencia, llagadura y encuentro, embriaguez y deseo, jazz y nostalgia, sexo y derrota; todos los sentimientos expresados o sugeridos con pasión como una palabra que se guarda cual semilla concentrada de significaciones que brota y se propone, como ofrenda y busca una orilla que la albergue, la alimente y la sostenga.

Arañando el silencio (1984), Venturosa, (1993), Mambo Café, (1994), Luna de Tarot, (2000) y Sedas de Otoño, (2007), conforman una obra que intensifica y le da vivacidad a lo vivido. Hay una añoranza, un esplendor, que singulariza esta poesía, pero también un estremecimiento de la sensibilidad.

Entretanto, el amor recorre cada página como una «aguja en los estambres,» de su alma para tejer en sílabas: el apetito de ser, el exilio, las saudades, la oquedad, los extravíos, el naufragio. Así, leemos de Venturosa: «Rutas» «¿En cuál meridiano es el reverso? / ¿Dónde el país de extraña latitud? / Tanto sitio ilusorio, tanto lugar de no llegar/ Allí, en llamas congeladas / la fiesta del encuentro /el dulce instante grabado en la memoria de la sangre. / ¿Dónde la débil quebradura / la fractura / la íntima rendija?» Como podemos observar, las metáforas propuestas se sustentan en la tensión que se ejerce entre el significado y el significante. «el país de extraña latitud» y «el dulce instante, se alejan; luz y oscuridad, como extremos de la quebradura, la fractura, la rendija. En ese momento, la fuerza poética se torna evidente.

Lo de adentro del ser y lo de afuera, lo oscuro y la claridad de la esperanza despliegan su deseo hacia la desmesura del encuentro donde Dios habita ¿Es acaso el reverso de la soledad el que se busca? ¿Y cuál es el lugar de los hallazgos? El hablante poético se encuentra subversivamente con su piel en lo cotidiano, en el espejo, que refleja su yo oculto en el reverso, en la imagen invertida del mundo, porque el alma nunca se ensimisma, ella responde a la llamada de manera dramática, y declara su ofrenda con imágenes, contenidos sensoriales, símbolos, que impregnan el espacio poético de ritmo y calidad estética de verdadera oficiante de la poesía, como se observará en un poema de Sedas de Otoño: «Oficio de Maga»: «Me acecha desde la magia de este oficio / de trenzar palabras/ la soledad, ese ejercicio de vivir muriendo, / la belleza y el amor que es otra forma / de aprehender el latido de Dios» (…)

¿Y quién es Dios sino una polaridad del vivir muriendo y una ofrenda al Creador que pernocta entre la belleza y el amor? La vivacidad de los poemas se constituye en la unión de esos opuestos; una pasión de fuego en la que juegan la energía de la vida y de la muerte.

* Magaly Salazar Sanabria es Licenciada en Letras, Magíster en Literatura Hispanoamericana con Doctorado en la Universidad de Barcelona, España. Es poeta, ensayista e investigadora en literatura hispanoamericana, Actualmente es Directora de Relaciones Institucionales del Círculo de Escritores de Venezuela.

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El amor se llamó, se llama Pablo Neruda

Enamorar y seducir con versos, poder decirle a la amada porqué, cuánto y cómo se la quiere, significa para muchos, entre los que me incluyo, echar mano a los libros del poeta del amor: Pablo Neruda, y, en especial, a aquellos versos donde el Capitán expresa su inconmovible amor.

Los Versos del Capitán son un prodigio de poesía amatoria; no en vano su destinataria, Rosario de La Cerda, confirmó, años, besos, caricias después, que Neruda, su Capitán, no «sabía de sentimientos pequeños, ni tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida…Este amor me traía todo. La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra del río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita.»

En la poesía de Neruda el amor trae todo y también se lo lleva todo, el poeta es capaz de echar la puerta abajo, prescindir de goznes, cerraduras y aldabas, para recuperar, como cortesano caballero, a su milady que reposa indiferente en una torre de silencio y de distancia. Puede incluso transmutarse el escritor en fiero tigre de primarios instintos para acechar a su amada, esperar que se desnude y de un zarpazo derribar sus caderas, beber su sangre y romper sus miembros uno a uno, para quedarse luego y por siempre en la selva, velando los huesos, cuidando las cenizas de su amada: centinela implacable de su amor asesino.

Neruda no se transforma sólo en tigre excluyente y furibundo, puede ser a la vez vistoso y vigoroso cóndor que asalta y levanta del suelo a su amada en «un ciclón silbante / de huracanado frío» para llevarla «a volar sobre el mundo, / inmóvil, / en la altura.» También el poeta se transmuta en diminuto insecto erótico que disfruta, se solaza paso a paso del largo paseo que realiza de «tus caderas a tus pies». Viene y va el poeta por colinas color de avena, se pierde al fin en el musgo gigante del cuerpo amado para descubrir-deslumbrado-el ansiado y deseado cráter, «una rosa de fuego humedecido». Insecto gozoso, satisfecho, desciende por las piernas, por los pies, por las aberturas de «agudos, lentos, peninsulares» dedos para caer al vacío de la sábana blanca y proseguir ciego, hambriento de nuevo,»tu contorno de vasija quemante.»

Pasión y ternura, tormenta y remanso, torbellino y calma, furias y reconciliaciones acompañan a todo amor, el del Capitán y Rosario no fue la excepción, Neruda en uno de sus sinceras cóleras reconoce: «nuestro amor es una cuerda dura que nos amarra hiriéndonos / y si queremos / salir de nuestra herida / separarnos / nos hace un nuevo nudo y nos condena / a desangrarnos y quemarnos juntos.»

Amor de inevitables comparaciones y odiosas preguntas que llevan al poeta a emitir sentencias hipócritas y versos desmedidos: «antes de mí no tengo celos. / Ven con un hombre / a la espalda / ven con cien hombres en tu cabellera» que se traducen en la condena de la amada al peor de los exilios: el del amor solitario y sin convocatoria, «seguirás muerta o sombra o andando sin mí por la tierra:»

Furias pasajeras de un poeta que está decidido, a toda costa, a apoderarse del cuerpo y del alma de su amada; se sabe todopoderoso, invencible. Para que no existan dudas, el Capitán advierte que es, antes que nada y después de todo: «tu dueño, el que tú esperabas, / y ahora entro / en tu vida, / para no salir más…para quedarme…tú no puedes conmigo.»

Pasión escrita e inscrita dentro de la furia, el mal humor, la cólera, el arrebato que, sin embargo, encuentra rápida y prontamente la placidez, el reposo, porque el poeta conoce también el valor de la humildad que lo lleva a pedir, con los ojos cerrados, sin exigencias: «Ámame, tú, sonríeme, / ayúdame a ser bueno / No te hieras en mí, que será inútil, no me hieras a mí por que te hieres.»

Nunca la mujer deseada, amada, ha sido tan ensalzada y repudiada a la vez; amor de Neruda, contradictorio, frenético y convulsivo que va del encuentro, furtivo y magnificado, al olvido anunciado y presentido: «si de pronto / me olvidas no me busques / que ya te habré olvidado». Afortunadamente la sentencia no fue destino, la amenaza no se constituyó en futuro.

Neruda nombra reina a su amada; súbdito sumiso reconoce, consiente en que:»Hay más altas que tú, más altas. / Hay más puras que tú, más puras. / Hay más bellas que tú, hay más bellas. / Pero tú eres la reina.» Majestad soberana por efecto de una emoción que todo lo engrandece y enaltece; sentimiento propiciador de emociones dispares, contradictorias, en tensiones permanentes, capaz de promover, de auspiciar todas las renuncias, las negaciones posibles, menos la única, la fundamental: niégame el pan, el aire, / la luz, la primavera, / pero tu risa nunca / porque me moriría.»

Poesía premonitoria, cargada de futuro, destino en sí misma, que paradójicamente nació para extinguirse en espurios, efímeros papeles escritos entre verso y bala; versos de un capitán sin nombre ni rango que en la guerra civil española conoció el amor y le impuso para siempre su letra: Poemas que todos los días, en otros idiomas, en algún lugar del mundo, un amado apasionado leerá en susurros a su amada, porque sí en algo tuvo visión Pablo Neruda, fue cuando en el último de los poemas de Los Versos del Capitán, en La carta en el camino, sabio, intuitivo, hambriento de futuro, anticipó:

Tal vez llegará un día
en que un hombre
y una mujer, iguales
a nosotros,
tocarán este amor y aún tendrá fuerza
para quemar las manos que lo toquen.

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El compromiso social de Gabriela Mistral y Pablo Neruda

Para comprender el presente, con sus múltiples cursos y recursos, debemos volver la mirada al pasado. Los egipcios aceptaron bien este punto considerando como temas centrales de su arte y arquitectura a la reencarnación, la resurrección, y el viaje del alma por el averno. No en balde, al desmantelar un templo, las piedras que fungían de columnas en la vieja estructura, estaban destinadas a servir como basamentos de la nueva construcción. Los hombres de todas las épocas han sentido una fascinación por los acontecimientos del ayer. Goethe llegó a escribir que: «el arte y la ciencia, como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero, y sólo pueden prosperar con el libre influjo mutuo de todos los contemporáneos, respetando siempre todo aquello que el pasado nos legó». Por su parte, Ortega y Gasset nos advierte: «Quien quiera ver correctamente la época en que vive debe contemplarla desde lejos. ¿A qué distancia? Es muy sencillo: a la distancia que no permite ya distinguir la nariz de Cleopatra». En literatura, toda obra debe batallar, más tarde o más temprano, con el tiempo. Juan Goytisolo señalaba, con acierto, en un ensayo titulado Contra los mandarines de la tecnociencia (Málaga, 1992), que: «Los textos literarios eran algo así como mensajes de náufragos», misivas embotelladas y arrojadas al mar sin una idea clara acerca de su destinatario. El viaje de la botella es incierto y puede durar años, o incluso décadas, como ha sucedido con piezas geniales del tenor de Cubagüa de Enrique Bernardo Núñez, los poemas de Luis Cernuda, o la novela También los hombres son ciudades de Oswaldo Trejo. Hoy, administrando el beneficio que nos lega la distancia, procuraremos aproximarnos a la vida y obra de dos grandes plumas latinoamericanas: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

Lucila Godoy, mejor conocida como Gabriela Mistral, encarna la lucha de la mujer americana a través de la palabra. En sus poemas, advertimos los sueños y esperanzas de los humildes. Vino al mundo en un pueblo del centro de Chile, Vicuña, en 1889. Hija de doña Petronila Alcayaga, y de don Jerónimo Godoy, creció en un ambiente tranquilo y religioso. Las personas son, en esencia, reflejos de lo que escriben y lo que leen, es decir, de los libros que nutren su pensamiento. Lucila admiraba a Rubén Darío, Tagore, Vargas Vila, y otros, durante aquellos primeros años de la adolescencia. Toda esa formación intelectual, se advierte sutilmente en sus primeros escritos en prosa publicados en un periódico de su pueblo natal. Maestra en un pequeño enclave cerca de La Serena, busca el sentido trascendente de la vida, la propia y la de aquellos niños que la entornan. En 1913, al salir impreso en la revista Elegancias su cuento La defensa de la belleza, se cartea con su director, el gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Escribe Lucila: «Yo soy una desconocida, yo maestra, nunca pensé antes en hacer estas cosas que usted, el mago de La niña rosa, me ha tentado y empujado a que haga». Sin duda, en su poesía, tendrá mucho peso aquella única experiencia amorosa con un joven empleado ferroviario de nombre Romelio Ureta, sesgada por el suicidio del amante, en noviembre de 1909. Esta tragedia, nos remite a los párrafos mejor logrados del genio de Baltimore, Edgar Allan Poe, en su obra Eleonora: «Había ella visto que estaba el dedo de la Muerte sobre su seno, y que, como la efímera, no había madurado perfectamente en belleza más que para morir». Así, «de cuando en cuando me arrojaba con precipitación a los pies de Eleonora y le ofrecía jurar ante ella y ante el Cielo que no contraería nunca matrimonio con una hija de la Tierra, que no sería, en modo alguno infiel a su amada memoria ni al recuerdo del ferviente afecto que ella me consagraba». Gabriela Mistral es autora de Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938), y Lagar (1954). En estos volúmenes, evoca los dolores íntimos, le canta a la naturaleza salvaje como lo haría el maestro del impresionismo Paul Gauguin con los pinceles, al tiempo que describe el trabajo, las desgracias y miserias de los campesinos, junto a la maternidad frustrada y el universo de los sueños infantiles. Tras desarrollar una intensa actividad consular, y recibir, en 1945, el Premio Nobel de Literatura, la Hija Predilecta de América, fallece en los Estados Unidos en enero de 1957.

Otro escritor chileno, Neptalí Reyes Basoalto, abordaría con exquisita elegancia el tema erótico en ritmos alejandrinos y endecasílabos. Veinte poemas de amor y una canción desesperada es, sin duda, un texto que denota madurez poética: «Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy,/ el río anuda al mar su lamento obstinado/ abandonado como los muelles en el alba./ Es la hora de partir, ¡oh abandonado!» El desarrollo de una dilatada actividad diplomática, le permite a Pablo Neruda relacionarse con los componentes de la llamada Generación del 27, entre quienes se hallaban: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, y el pintor surrealista Salvador Dalí. Su postura rebelde y combativa, opuesta a la de Juan Ramón Jiménez, se evidencia en un manifiesto publicado en la revista Caballo Verde para la Poesía. Militó en el partido comunista, recibiendo, en 1949, el premio Stalin. Autor de numerosos volúmenes, entre los que se cuentan: El canto de amor a Stalingrado, Canto general, Odas elementales, Navegaciones y regresos, Cien sonetos de amor, Plenos poderes, y Arte de pájaros, le fue concedido, en 1971, el Premio Nobel de Literatura. Para Neruda: «la poesía se aprende paso a paso, entre las cosas y los seres, integrándolos a todos en una ciega extensión del amor». Desde su residencia de Isla Negra, ante ese mar inmenso reflejo del poder de la conciencia, advertimos acaso el mundo personal de un poeta que le cantó a la libertad, a las piedras, a sus amores y fantasmas. Sin duda, un creador universal que trascendió su propio tiempo y espacio. Calzan aquí acaso las palabras de John L. Stephens: «La casa en ruinas yacía ante nosotros como un barco naufragado en alta mar que hubiera perdido sus mástiles, cuyo nombre hubiera desaparecido, cuya tripulación hubiera muerto, y nadie supiera decirnos de dónde procedía, ni cuánto tiempo había navegado, ni cuál había sido la causa del naufragio».

* Forma parte de un libro inédito que será publicado por el Círculo de Escritores de Venezuela

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Asociación Pro Círculo de Escritores de Venezuela

La Asociación Pro Círculo de Escritores de Venezuela tiene como finalidad desarrollar iniciativas orientadas al apoyo, promoción, consolidación y fortalecimiento del Círculo de Escritores de Venezuela. Ha sido aprobado su funcionamiento por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Las Empresas pueden contribuir con el Proyecto de ASOPROCEV, en cumplimiento a la L. O. C. T. I. Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Interesados comunicarse con José Tomás Angola Heredia, Gerente General del Proyecto y Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela. Teléfono: 0414 304 5000

También puede comunicarse con Carmen Cristina Wolf, Vicepresidente de ASOPROCEV, al teléfono 0416 629 70 62.

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Miembros activos

De la A a la C

  • Aguilar, Anabelle
  • Alarico Gómez, Carlos
  • Alegre, Atanasio
  • Altamirano, Elizabeth
  • Angola, José Tomás
  • Armas, Edda
  • Atencio Bello, Heraclio
  • Arráiz, Elisa
  • Arredondo, Belkys
  • Arroyo, Juan María
  • Arvelo, Pierina
  • Ayala, Maite
  • Barroso García, Natividad
  • Bellorín, Luis Felipe
  • Bermúdez, Manuel +
  • Bianco, Rogelio
  • Blasser, Mariflor
  • Bravo, Enrique
  • Briceño, Carlos
  • Bustamante, Nora
  • Campos, Orlando
  • Carrillo Batalla, Tomás E.
  • Casanova Sucre, Eduardo
  • Casas, Maria Teresa
  • Castellanos, Dora
  • Castellanos, Rafael R.
  • Cepeda, Gloria
  • Celis, Aura María
  • Colmenares, Ligia
  • Cupello, Miriam

De la E a la G

  • Del Re, Ana María
  • Díaz Carmona, Carolina
  • Dulcey, Cecilia
  • Erminy, Thaís
  • Escalona, Eunice
  • Escalona, José Antonio
  • Eiras, Ana María
  • Febres, Laura
  • Feld, Eva
  • Fraile, Medardo
  • Gamero, Heberto
  • García Mackle, Miguel
  • Gracia Trinidad, Enrique
  • García, Rosalina
  • Gómez Jiménez, Jorge
  • Gómez Grillo, Elio
  • González, Daniuska
  • González, Isabel Cecilia
  • Gottberg, Carlos
  • García, Rosalina
  • Gluzman, Mario
  • Guerra, Cristóbal

De la H a la K

  • Haack, Milagro
  • Hernández Chiliberti, Milagros
  • Hernández Lara, Asdrúbal
  • Hernández, Ruth
  • Hurtado Yarza, Ximena
  • Ibarra, José Luis
  • Irimia, José
  • Jaimes Branger, Carolina
  • Jaimes, Rosalvina
  • Krispin, Mireya

De la L a la O

  • Lancini, Darío
  • Lander, Astrid
  • Lasser, Alejandro
  • Lázzaro, María Luisa
  • Leret, Laura
  • Liendo, Eduardo
  • López Meléndez, Teódulo
  • López Orihuela, Alcides
  • Losada, Benito Raúl
  • Lovera De Sola, Roberto
  • Machado, Luis Alberto
  • Madrid, Antonieta
  • Madrid, María Gabriela
  • Mago, Luis Beltrán
  • Maldonado-Burgoin, Carlos
  • Maldonado Parilli, Jorge
  • Marta Sosa, Joaquín
  • Martins, Juan
  • Márquez Rodríguez, Alexis
  • Marrero, Marisol
  • Mattar, Garam
  • Mayorca, Juan Manuel
  • Melo, Rosa
  • Mendoza de Pastori, Beatriz
  • Mila, Ángel
  • Miosi, Blanca
  • Monroy, Gladis
  • Moreno de Rojo, Raquel
  • Morón, Guillermo
  • Muñoz Aguirre, Inés
  • Novillo, María Isabel
  • Ogliastri, María Teresa
  • Ontiveros, Alejandro
  • Oropeza, Carmen América
  • Ostfeld, Klara
  • Ottaviani, Marcia

De la P a la S

  • Patiño, María Cristina
  • Pacheco, Carlos
  • Pascual, Sergio Armando (Basílides)
  • Parilli, Elías
  • Paludi Baz, Oscar
  • Pastori, Luis
  • Pérez Capiello, Álvaro
  • Prieto, Luis
  • Proietti, Maribel
  • Pulido, José
  • Quiñones, Trina
  • Rondón, Alí E.
  • Ruiz De Torres, Juan
  • Sánchez Soto, Oscar
  • Simne, Petruvska
  • Quevedo Martín, Agustín
  • Quiñones, Trina
  • Reverón, Marcia
  • Revilla, Gladis
  • Ritter Alzamora, Alejandro
  • Rivas, Luz Marina
  • Rivero, Emilcen
  • Riveros Tejada, Guillermo
  • Rojas Cabot, Román
  • Rumazo, Lupe
  • Russo, Nery
  • Salas, Lidia
  • Salas, Nada
  • Salazar Martínez, Francisco
  • Salazar Sanabria, Magaly
  • Salcedo Pizani, Ernestina
  • Sambrano Urdaneta, Oscar
  • Sanabria, Silene
  • Sánchez Soto, Oscar
  • Sassone, Helena
  • Sjöstrand, Oscar
  • Solaeche, María Cristina

De la T a la Z

  • Teméshy, Aladár
  • Torres, Ana Teresa
  • Torres, Ildemaro
  • Torres Héctor
  • Trujillo, Simon
  • Urdaneta, Alejo
  • Urdaneta, Ramón
  • Velásquez, Ana María de
  • Valeriano, Luisa
  • Velásquez, Lucila
  • Velásquez, Ramón J.
  • Vera M., Víctor
  • Vidaurre, Edgar
  • Vidaurre, Ruth
  • Viloria Vera, Enrique
  • Villa Pelayo, José Jesús
  • Wiese, Gustavo
  • Wiese, Enma Luisa
  • Wolf, Carmen Cristina
  • Yurman, Fernando
  • Ziccarelli, Frank
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Miembros correspondientes

  • Altamirano, Elizabeth
    Perú
  • Aros Pensa, Emma
    Chile
  • Blanco, Diana
    Argentina
  • Colón, Mayda
    Puerto Rico
  • Cruz-Bernall, Mairym
    Puerto Rico
  • Gracia Trinidad, Enrique
    Madrid, España
  • Hernández, Laura
    México
  • Hidalgo de Jesús, Amarilis
    Estados Uidos
  • López Bordón, Mónica
    España
  • López Rueda, José
    España
  • Marta Sosa, Joaquín
    Bilbao, País Vasco
  • Morales, Esther
    Estados Unidos
  • Pérez Alencart, Alfredo
    España
  • Prieto, Luis
    España
  • Ross, Marjorie
    Costa Rica
  • Ruiz de Torres, Juan
    España
  • Socorro, Mármol
    España
  • Torres, Juan Ruiz de
    España
  • Vásconez, Carlos
    Cuenca, Ecuador
  • Vega, Carmen Amarilis
    Puerto Rico
  • Ventura, Bella Clara
    Colombia
  • Verrnengo, Silvia
    Argentina
  • Zurlo, Andrea
    Argentina
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Miembros honorarios con carácter de eméritos

  • Ambroggio, Luis Alberto
  • Bermúdez, Manuel +
    Venezuela
  • Cadenas, Rafael
    Venezuela
  • Fraile, Medardo
    España
  • Gracia Trinidad, Enrique
    España
  • López Álvarez, Luis
    Venezuela
  • López Rueda, José
    España
  • Morón, Guillermo
    Venezuela
  • Pániker, Salvador
    España
  • Pérez Alencart, Alfredo
    España
  • Ruiz de Torres, Juan
    España
  • Salge, Carmen María
    Venezuela
  • Vigas, Oswaldo
    Venezuela
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