Falleció el escritor Medardo Fraile

El Círculo de Escritores de Venezuela cumple con el penoso deber de participar el fallecimiento de nuestro amigo Medardo Fraile, Miembro Emérito y Correspondiente del Círculo de Escritores de Venezuela.
Hacemos llegar a su viuda, familiares y amigos las más sentidas condolencias de parte de la Junta Directiva de la Asociación y de sus asociados.

Medardo Freaile nació y vivió su infancia en Madrid, también en Úbeda, de donde era su familia materna y que aparece en su única novela, Autobiografía, con el nombre de Bedua. Durante su época estudiantil, participó en la fundación de “Arte Nuevo”, primer grupo de teatro de ensayo de España tras la Guerra Civil, junto con Alfonso Sastre, Alfonso Sastre y otros; después de obtener un gran éxito con El hermano, abandonó el teatro para dedicarse al periodismo y a la narrativa. Siempre se encontró cómodo en el relato breve, género en el que es uno de los máximos exponentes de la literatura española del siglo XX. Escribió la novela Autobiografía, según sus propias palabras, para demostrar que sabía hacer novela y conseguir que le dejaran tranquilo.

Ha publicado más de ciento cincuenta relatos breves, y más de cincuenta han sido incluídos en numerosas antologías del cuento español de Posguerra en España y fuera de España. Entre sus premios principales se cuentan el Premio Nacional de la Crítica (1965, por Cuentos de Verdad), el Sésamo, el de La Estafeta Literaria y la Hucha de Oro, además del Premio Ibáñez Fantoni de artículos periodísticos. Ha leído cuentos y ha impartido cursos y conferencias en España, Portugal, Francia, Suiza, Reino Unido, Irlanda, Estados Unidos y Canadá. Desde 1964 vive en Gran Bretaña (desde 1968 en Escocia) y ha sido el primer catedrático de Español en la Universidad de Strathclyde, Glasgow, ahora Emérito.

Algunas de las publicaciones del escritor Medardo Fraile:

Relatos:
Cuentos con algún amor (1954)
A la luz cambian las cosas (1959)
Cuentos de Verdad (1964)
Descubridor de nada y otros cuentos (1970)
Ejemplario (1979)
Contrasombras (1998)
Ladrones del Paraíso (1999)
Años de aprendizaje (2001)

NOTA: Sus Cuentos Completos se han editado dos veces: en Alianza Editorial (1991) y, ampliados, en Páginas de Espuma: Escritura y Verdad: Cuentos Completos (Edición y Prólogo de Ángel Zapata. Madrid, 2004). Entre las ediciones críticas, destaca la de Cuentos de Verdad (Edición de María del Pilar Palomo Vázquez. Madrid: Cátedra, 2000).

Cuentos infantiles

El gallo puesto en hora (1987)
Santa Engracia, número dos o tres (1989)
El rey y el país con granos (1991)
Los brazos invisibles (1994)
Claudina y los cacos y otros relatos (1991)

Ha escrito numerosos Ensayos y crítica literaria, y un total de treinta y cuatro libros.

Comparte esto:

A Venezuela le falta Dios

Autor: Fernando Mires, 08/03/2013

La historia se repite. Una vez como tragedia, otra vez como telenovela. Así pensaba cuando veía en la televisión esa masa roja de chavistas sollozando por la muerte del presidente. Ocurrió lo mismo cuando murieron Stalin, Mao Tse Tung, Ho Chi Min, Kim il Sung, y otros faraones. Así pasó también con Evita, la bella Evita. O con Elvis Presley; o con Michael Jackson, y así seguirá sucediendo. Mas, cuando muera Maradona, todos los difuntos famosos habidos y por haber, palidecerán de envidia. Porque los funerales de Maradona serán grandiosos. Si usted está vivo señor, cuando muera Maradona no se pierda la función. No habrá nunca nada igual.

Los sollozantes y tumultuosos funerales de Chávez serán sólo uno más en la ya larga lista de las ceremonias fúnebres paganas. Una gran parte del pueblo venezolano lo llora; y en cierto modo es legítimo. Pero una cosa es llorar a un mandatario y otra muy diferente a un ídolo. Pues, por razones que no atino a descifrar, los pueblos en su orfandad crean ídolos de cristal en los que se reflejan. En cierto modo, pienso, cuando lloran lo hacen por sí mismos. O para decirlo con Santos Discépolo, lloran «la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser». Esa es también la función que juega El Otro (en este caso Chávez) en la psicología analítica. El Otro es el objeto sustitutivo de Dios que te devuelve el reflejo borroso de tu propia imagen, imagen que sin ese Otro, desaparece ante tus ojos

Don’t cry for me Argentina. No Evita, no lloran por ti los argentinos. Los argentinos, como buenos argentinos, cuando lloran, lloran por los argentinos. Tú sólo eras el espejo del llanto de tantos seres que lloran en la muerte del «prójimo-lejano» la propia mortalidad, el miedo innato de no ser más de lo que somos, aunque eso no sea mucho.

Don’t cry for me Venezuela. No, los venezolanos que lloran, lloran porque se sienten solos sin el espejo de Chávez, el padre nuestro que estás en la tierra, el hombre-poder, el Estado convertido en persona, el deseo que trasciende a la multitud, el reflejo del ser fundido en el magma de la muchedumbre. Lloran, en fin, por la nostalgia de Dios que cada uno trae consigo desde que venimos al mundo y que ningún mortal podrá satisfacer.

¿Por qué llorar tanto a Chávez? ¿Fundó acaso una nación? No, la nación ya estaba fundada ¿Liberó a los esclavos? No, no había esclavos ¿Dio de comer a los pobres? A algunos, tal vez; pero los programas sociales de Chávez lograron menos que los realizados en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay ¿Amplió las libertades? Todo lo contrario, subordinó a todos los poderes públicos al Estado y llevó a los militares al poder de un modo aún más radical que todos los generales golpistas del sur ¿Terminó con la corrupción? Ni por nada, Venezuela está en la cima de la corrupción mundial ¿Acabó con la delincuencia? No, la delincuencia aumentó bajo su mandato ¿Liberó a Venezuela de los EE UU? Mentira, nunca la economía de Venezuela ha sido más dependiente del «imperio» que bajo Chávez ¿Detuvo la inflación? Mejor no hablemos de eso.
El pueblo chavista no llora a un buen gobierno. Llora al propio pueblo chavista convertido en el espejo del Otro en pueblo, un pueblo que se vio a sí mismo reflejado en todas sus virtudes y defectos en el rostro de Chávez. Luego, cuando tantos desfilan alrededor del presidente muerto, no pocos asisten a sus propios funerales. Esa es la razón por la cual la mortalidad de Chávez no puede ser aceptada. Para que Chávez siga viviendo en el pueblo, Chávez no debe morir del todo. Por eso será convertido en un objeto inmortal. O lo que es igual: si no puede ser Dios, será al menos un endiosado. Chávez es El Endiosado. Un subrogado venezolano: un ídolo con pies de arepa. De este modo Chávez, como muchos otros mitos, pasará a llenar el vacío de Dios que a tantos atormenta. En lugar de buscar a Dios, al verdadero, el pueblo chavista se conformará con un mito, esto es, con ese vacío que sólo sustituye al vacío.

En Venezuela están construyendo un mito, dicen algunas voces críticas. En parte es cierto, pero sólo en parte. Porque el mito ya existía durante Chávez. El mismo Chávez en sus delirios de omnipotencia ya se había encargado de «inocularlo» en el pueblo. Chávez era, sin duda, un mito viviente. Lo que hoy realiza el Estado en Venezuela es sólo la infructuosa conversión del mito viviente en uno inmortal. Por supuesto, no lo logrará. Ni siquiera Maradona es inmortal. La inmortalidad es atributo de Dios. Tarde o temprano la historia realiza sus correcciones. A Stalin, por ejemplo, lo enterraron junto a Lenin. Después lo llevaron a una tumba chiquitica. Una fotografía genial mostró una vez a un perro meando sobre ella.
Ningún endiosado resiste el paso del tiempo.

El huracán del pasado avanza hacia el futuro convirtiendo a todo lo habido en ruinas como vemos en el Angelus Novus de Paul Klee: el Ángel de la Historia según Walter Benjamin. Esa es la razón por la cual allí donde no está la vida de Dios «vive» la muerte. Ese es también el Dios (la vida) que, como en tantas otras partes, falta en Venezuela: Dios al que nadie ni nada podrá sustituir. Porque allí donde está Dios (la vida) no hay ningún lugar para endiosados. O dicho a la inversa: porque allí donde hay endiosados no hay ningún lugar para Dios.

Ni siquiera Jesús, quien según la lectura cristiana es Dios, aceptó, en tanto ser mortal, ocupar el lugar de Dios sobre la tierra. Cuando uno de sus seguidores se inclinó frente a él, llamándolo «bueno», Jesús respondió: «¿Por qué me dices bueno?; ninguno hay bueno sino sólo uno, Dios» (Marcos 10:18).
Quiere decir: sólo Dios es suficiente; el humano será siempre insuficiente. Luego, adorar a un insuficiente delata la ausencia de Dios. La adoración a Chávez delata, a su vez, que a Venezuela le falta Dios. Nada más.

Fuente: http://polisfmires.blogspot.com/2013/03/fernand-mires-venezuela-le-falta…

Comparte esto:

Carmen Cristina Wolf: Sagrada amorosidad

Por Alfredo Pérez Alencart

¿FE RELIGIOSA O FE POÉTICA?
Tiempo maravillado o júbilo incesante cuando un ser humano quita telarañas y descubre la identidad incandescente del Cristo que quita la sed desde el Principio del connubio. Nobilísima asunción de un Amor al que ya ninguna tormenta desprenderá del corazón creyente. En poesía el Amor invoca o vendimia, pero a veces no puede desdoblarse.

Entonces es usual que surjan divergencias, éxodos hacia uno u otro altar donde ofrendar la mejor plegaria. ¿Fe religiosa o fe poética?, he ahí el dilema que resuelve, de forma novedosa, la poeta venezolana Carmen Cristina Wolf:

Un día te dije:
amo la poesía
tanto como te amo a Ti.

Y Tú me contestaste:
Yo Soy la Poesía.

Así, afirmando que de Cristo brota la Poesía, no hace sino inscribir acta de religación a lo que muchos escribientes saben o intuyen: que Jesús fue, es y será el más profundo Poeta de todos los tiempos, no sólo por ser el Verbo hecho carne. También porque las metáforas de sus parábolas, unidas a la temperatura de su vida (revolucionando a contracorriente de poderes políticos y religiosos) lo tornan en el Creador del canto mejor tensado de la historia. Jesús, el que propicia colmadas primicias, es referencia inequívoca de la autora caraqueña:“Cristo./ Que todas nuestras palabras sean/ a semejanza de las tuyas”. Carmen Cristina Wolf traspasa la comparación de Bécquer, aún sin obviarla, y también va más allá de la atractiva frase de mi recordado amigo Eugenio Montejo: “La poesía es la última religión que nos queda”, asociada por él a lo sagrado primigenio. Ése “Yo Soy la Poesía” constituye una Voz alimenticia para todo poeta creyente. Y así es como redondea su Conocimiento del Señor:

Escribes la Historia
de la eternidad
y nos invitas
a escribir contigo
la historia del Tiempo.

Conozco el evangelio del Amor.

 TRÍPTICO DE UNA RELACIÓN
Nacida en una tierra de magníficos poetas, Carmen Cristina Wolf (abogada, actual presidenta del Círculo de Escritores de Venezuela y directora de Cármina Editores), sigue la estela dejada por otras mujeres de Palabra mayor en la lírica venezolana: Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962), Luz Machado (1916-1999), Ana Enriqueta Terán (1918), Elizabeth Schön (1921-2007) o Ida Gramcko (1924-1994), por mencionar sólo parte de una nómina más amplia. Aquí transcribimos tres poemas suyos:

Te imagino
pescando en las orillas del mar de Galilea,
tallando la madera
con tus manos de bosque repartido
y un halo de aserrín en los cabellos.

Cristo
de la cosecha y de la siembra.

Cristo
del pensamiento y la batalla.

Cristo
del vino y la vendimia.

Cristo
del ideal y la palabra.

Cristo
de la esperanza y de los sueños.

***

Señor,
tú no estuviste sólo
en la Pasión;
el hombre lleva siglos
con su indigencia a cuestas,
con la sangre a cuestas
y carga con la muerte.

El hombre lleva siglos
muriendo contigo en la cruz.

Y tú, lirio coronado de espinas
rosa clavada en el madero,
cáliz derramado en el polvo,
todo el dolor
de los hombres del mundo
se llagó en tus heridas.

Tú eres la Rosa en el desierto,
la rosa única.
La rosa intemporal.

***

Miles de hojas caídas desde el Génesis
me acercan a tus pasos.

Voy por la senda de llegar a ser,
y sólo llegaré a ser
si soy Contigo

Y seré Contigo en tu alegría.

& & & &

TESTIMONIO INÉDITO:

Si el poeta está vivo y uno tiene comunicación directa, lo cierto es que tal realidad resulta de incuestionable ventaja para completar esta labor recopilatoria sin tener que pergeñar demasiadas conjeturas.

En este caso, mantengo amistad desde hace algunos años con Carmen Cristina y, por ello, me permití preguntarle sobre los pasajes de la vida de Jesús que más le marcaron. Aquí su testimonio, inédito hasta hoy:

“Sobre la vida  de Jesús me conmueve la humildad de su acercamiento a Juan el Bautista, cuando le pide que lo bautice. Juan le expresa que él no es quien para bautizar a su Señor, pero Jesús le recuerda que es preciso que se cumpla toda justicia. Luego, la elección de sus Apóstoles entre los más humildes y pecadores, como fue el caso de Mateo el Publicano. A su casa fue a parar Jesús, sometido a la incredulidad y a la crítica del resto de sus amigos. Me conmueve, por ejemplo, la resurrección de Lázaro. La parte humana de Jesús sufre por la muerte de su amigo, pero puede más su fe absoluta en el Padre, se sobrepone y saca a Lázaro de la oscuridad.»

 «Son numerosos los pasajes de la vida de Jesús que me conmueven profundamente. Y de sus palabras, por ejemplo: “Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos”.

«No es fácil seguir estas palabras, a menos que recordemos que las almas pertenecen a Dios, y que el verdadero enemigo es el Mal. ¿Qué mérito tiene amar a quienes nos aman, a os que son amables y justos con nosotros? La fuerza de la oración es inmensa, y si oramos por aquellos que están ciegos, es posible que nuestro amor derrita la dureza de sus corazones y descienda sobre ellos la Gracia.»

La parábola de la oveja perdida es otro de los pasajes extraordinarios. El pastor deja las otras y se va a buscar a la oveja extraviada. Los cambios profundos de personas que han estado extraviadas, por haber cometido delitos, por las drogas y la corrupción, y se transforman, tienen generalmente una causa: el encuentro con Cristo.

Carmen Cristina Wolf, quien hizo estudios superiores en Literatura Hispanoamericana, tiene publicados los siguientes poemarios: Canto al Amor Divino (1998), Prisión Abierta (2002), Atavíos (2007) y Huésped del Amanecer (2008), además del libro de aforismos titulado La llama incesante (2010).

En su poesía podemos atisbar buena dosis de Pasión hacia lo Divino (“Señor, quiero escribir cantos para ti que echen a andar por el mundo, con palabras de cristal, de madera, de fuego transitivo” ). Fuego transitivo, pasión hacia el Amado galileo, en la mejor vertiente de Teresa de Cepeda y Ahumada. Y así, tan hermosamente, lo pregona:

 Amado,
no tendré sed
mientras tu vino
esté servido en mi mesa.

Bastan esos unos breves versos para decir mucho de lo profundamente sentido. Les dejo otra prueba más, extraída de otro poema suyo, donde la voz final vuelve a ser la de su Amado.:

 Porque nos hemos amado tanto.
 Porque nos amamos tanto.

 Porque nos amaremos tanto
e n nuestro último amanecer,
 Señor, Tú nos dirás también:
 Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

 AFORISMOS CRISTIANOS
Conviene, al no ser de fácil consulta, acopiar una amplia muestra de sus aforismos cristianos contenidos en La llama incesante,  libro que también está impregnado de pensamientos éticos, de rescate de los valores morales. Carmen Cristina Wolf tiene muy presente esta deflación moral y batalla a diario contra ella. Baste leer el epígrafe que siempre sale al final de sus correos electrónicos, a modo de pie de página: “La vida es un desafío ético permanente”. Y ya, entrando en su sentimiento más propio de los Evangelios, dice: “Al dejar de contemplarme veo al otro”.

No he logrado atrapar a Dios en una forma. Gracias a Dios.

Vivo en tu misterio y permanezco en ti. Lleva mi ser al centro de tu Ser, quema mi alma en el fuego de tu Alma.
Como flechas ataviadas de su propio blanco, nosotros viajamos de Ti mismo hacia Ti.

Somos los invitados a la comunión del Verbo: amar por el amor de amar y ser por la pasión del ser.

Cristo, eres el corazón del universo.

Siendo infinitamente inocente cargaste sobre ti con los pecados de tus amigos. Y de tus enemigos.

Lirio coronado de espinas, rosa clavada en el madero, cáliz derramado en el polvo, todo el dolor de la humanidad se llagó en tus heridas.

Señor, quiero encontrarme con todos mis hermanos y descubrirte en ellos. Quiero cargar con ellos sus dolores para que no les pesen tanto.

Dios camina conmigo a todas partes. Cuando lo olvido soy el vacío de su ausencia.

Señor, deseo amarte más de lo que puede soportar mi corazón.

Aunque nadie me espere, Dios me espera siempre.

Si llegara a tener todo cuanto deseo, no tendría paz por temor a perderlo. Sólo Dios es plenitud.

Dios, cuando mi mente se cruza con la tuya, te saludo en el mismo idioma.

No encuentra el corazón descanso hasta emprender el camino de retorno al hogar del Padre.

El misterio tiembla en todas partes y sobre todo en lo más simple.

Cuando dejo de ser la protagonista, encuentro lo sagrado.

A la sombra de un árbol o en un soplo de brisa está tu nombre grabado, Señor.

 RESPUESTAS A DOS PREGUNTAS
En su libro Canto al Amor Divino hay una cita de San Juan y otra de Rabindranath Tagore, que anoto: “Un día, un viajero de un país inmortal vino/ A traernos palabras de sus moradas eternas/ Jesús, Tú eres todo nuestro”.

Por ello quise preguntarle si fue el Amor lo que llevó a publicar poemas dedicados a Cristo. Esta su respuesta: “Sí, el amor que sentí por Él desde cuando era niña, así como el recuerdo del fervor y la gran felicidad que hoy ello me producía, fue una de las razones que me movió a escribir Canto al Amor Divino.  También me sentí movida por el amor del amigo poeta Luis Alberto Machado, que escribió un libro llamado Canto a Dios, poemas más teológicos, porque él estudió teología. Pero su gran entusiasmo por este poemario, me impulsó a escribir mis experiencias y vivencias. Él se sintió muy feliz con mi libro y me apoyó para publicarlo. Un amigo creyente es un verdadero tesoro”.

La última pregunta se centró en si no temía cierto rechazo o desdén desde el mundo literario, muchas veces contrarios o intolerantes hacia la poesía mística o religiosa. Ella no titubea en la respuesta: “No pensé en la acogida que tendría el libro en la sociedad de mi tiempo. Fue una necesidad y una alegría del corazón escribirlo”.

 NUNCA UN ADIÓS 
A Cristo nunca le dice adiós. Le dice: “Deseo aprender de Ti/ el lenguaje del alma”. Le dice:

 Quiero vivir
 prisionera de tu Libertad.

 Hoy dejo el Libro abierto.

 Voy a buscarte:
 lo inmortal me llama.

Autor: Alfredo Pérez Alencart, Instituto de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca

Comparte esto:

Heberto Gamero: Caracas – Ushuaia. Un viaje en cuatro ruedas

En febrero de 2013 fue presentado el libro «CARACAS-USHUAIA. UN VIAJE EN CUATRO RUEDAS»del escritor venezolano Heberto Gamero Contín. Editado por Monte Ávila Editores Latinoamericana. Sobre esta obra escribe Krina Ber:

» … La lectura de este singular diario resulta adictiva. Recomiendo degustarlo de manera pausada –una a cuatro entradas por día– para realmente disfrutar de todo lo que nos ofrece y, sobre todo, para acoplar la lectura al ritmo de ese viaje. Así lo hice yo y, al retomarlo cada mañana como lo retomaban sus protagonistas despertándose en un nuevo pueblito o ciudad desconocida, sentía una ilusión parecida a la suya, un poco como si yo misma también estuviese viajando.»

A continuación, transcribimos la Introducción del libro, escrita por Heberto Gamero:

INTRODUCCIÓN
(EL DEDO EN EL MAPA)

Según las informaciones que encontramos en algunas agencias de viaje, desde Caracas, capital de Venezuela, hasta Ushuaia, la ciudad más al sur del mundo en el confín de la Patagonia Argentina, hay aproximadamente unos quince mil kilómetros. Claro, recorrer esta distancia no sería gran cosa si se hiciese en avión, en cuyo caso pasaríamos un par de horas, a lo sumo tres, en el aeropuerto, luego abordaríamos la nave, estiraríamos las piernas debajo del asiento delantero y tal vez con una copa de vino en la mano veríamos la película cómica del momento, leeríamos el periódico o simplemente observaríamos el paso de las nubes a través de la ventana. Luego, diez o doce horas más tarde, quince probablemente tomando en cuenta las posibles escalas y el obligatorio cambio de avión en alguna de las capitales sureñas, estaríamos ya en nuestro destino disfrutando de los deliciosos doce grados del verano austral y de las colonias de pingüinos, focas y demás animales marinos. Pero dado que este recorrido lo realizaremos vía terrestre, tanto de ida como de vuelta, la cosa se complica un poco: todo se multiplica por dos, comenzando por los kilómetros a recorrer que ya serían treinta mil, o alrededor de esta cifra —esto sin contar los desvíos que hay que hacer para ver algunos parajes de obligatoria visita, lo que puede traducirse en algunos cinco mil kilómetros más, me atrevo a calcular ahora—. Por supuesto que el viaje por carretera podría hacerse en menos tiempo del que tenemos pautado, me imagino que no somos los primeros que se lanzan a esta aventura, pero no es nuestro caso el de batir un récord en la distancia ya que la intención será conocer y disfrutar de un viaje que esperamos sea placentero. Para ello nos hemos impuesto la norma, lo que equivaldría a una pro- mesa de riguroso cumplimiento, de no manejar más de ocho horas diarias, cinco días por semana; esto hace que el tiempo en alcanzar nuestro objetivo pueda llegar hasta dos meses, sólo de ida, y un tanto similar de regreso, lo que haría un total estimado de cuatro meses de viaje y de aproximadamente unos treinta y cinco mil kilómetros de recorrido para estar de nuevo en casa; ya veremos al final cuál será la cuenta exacta. A grandes rasgos el itinerario es el siguiente: Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela de nuevo.
Mi amor por los viajes, con preferencia por los viajes terrestres, no es nuevo. Apenas cumplí la mayoría de edad, aunque todavía no tenía carro, me las ingeniaba para salir con amigos y alimentar esas ansias de naturaleza que me llamaban con insistencia. Casi todos los fines de semana íbamos a una playa diferente, mientras más escondida y más intrincado el camino, mucho mejor. Así conocí muchas de las playas del Litoral Central, las de Aragua, las azules y transparentes del Parque Nacional Morrocoy, también las del oriente del país con esa arena color crepúsculo como la de Playa Colorada, o la de arena blanca y brillante como Isla de Plata, las resplandecientes del Parque Nacional Mochima y tantas otras que aún recuerdo como si las hubiera visitado ayer. Cuando las hube conocido todas, o casi todas, me dediqué a frecuentar las montañas, los imponentes páramos andinos de nuestro país que el sólo verlos y disfrutar de su aroma hace agua los ojos y eleva el alma. Así conocí Apartaderos, San Rafael de Mucuchíes, la bella Mérida, el pico Bolívar con su tope siempre blanco, Jají, Egido y tantos otros acogedores pueblitos típicos que con sus iglesias de campanas centenarias y sus plazas centrales llenas de árboles y bancos de madera tiñen de tradición la cadena de montaña.

Unos años después, cuando comencé a trabajar en el área de ventas en una fábrica de ropa, me tocó visitar casi todas las ciudades del país; me llamó mucho la atención el estado Bolívar, especialmente Ciudad Bolívar y Puerto Ordaz; allí conocí los ríos Orinoco y Caroní, de aguas marrones el primero y casi negras el segundo, donde ambos se unen en un abrazo majestuoso para luego viajar juntos hasta el delta y morir allá cobijados por el mar. Luego, en unas vacaciones, fui al río Caura, en Apure, navegué en curiara hasta llegar a una isla llamada La Juana, donde pasé varios días cobijado por la selva y sus sonidos. También hice incursiones por tierra en otros países. Recuerdo en una oportunidad que un amigo estaba en Estados Unidos, en una ciudad cerca de Nueva Orleans, volé hasta allá, pero luego no quise regresar de nuevo en avión y tomé un autobús hasta Miami vía Atlanta. Fueron varios días de paseo conociendo los pueblos norteamericanos que sorprenden por su aseo y organización, por la cantidad de jardines, por lo bien cuidado que tienen todo.
Un día, uno de esos domingos de lectura y bostezos, me dediqué a husmear el Atlas Mundial, específicamente en el mapa de Sudamérica. De pronto recordé un juego que me divertía mucho cuando estaba en primaria: pasaba el dedo por el globo terráqueo de la escuela imitando con la voz un carrito de juguete desde la Península de Paraguaná, mi casa, hasta ese circulito diminuto que se ve en el mapa y que distingue a Ushuaia en la Patagonia Argentina. Entonces me veo, me imagino, sueño nuevamente después de tantos años, recorriendo aquellos parajes del sur, hablando con aquella gente, comiendo sus comidas, oliendo sus aromas, admirando sus paisajes, sintiendo sus costumbres y me dije: «Algún día lo haré, algún día haré este viaje por tierra». Luego mi dedo, como en aquellos años de la infancia, se movió de nuevo, esta vez sobre el papel y, lentamente, con suavidad, como si de un loco pero irresistible atrevimiento se trata- se, comenzó a deslizarse desde Venezuela hasta posarse en aquel circulito al sur del continente sudamericano, en Ushuaia, la ciudad más austral del planeta.

Mis sienes ya se están poniendo grises, llegó la hora de hacerlo.
La preparación previa fue un proceso que llevó algún tiempo e involucró muchas decisiones, entre ellas escoger la mejor época, definir qué carro llevar (hacer un esfuerzo de comprar uno nuevo o, por el contrario, renovar el que ya tenía), los permisos para pasar de un país a otro, la licencia internacional, el pasaporte, el dinero y la forma de cambiarlo en cada país, las vacunas requeridas, el estudio de las carreteras, los posibles hoteles, mapas, etcétera.

Fue en febrero del 2006, tantos años después del globo terráqueo de la escuela y de mi determinación sobre el Atlas Mundial, cuando se encendió nuevamente dentro de mi cabeza la mecha que permanecía dormida y que hizo explotar esas ansias de viajar a la Patagonia a como diera lugar y ver de cerca un lobo marino o tomarme una copa de vino frente a una montaña de hielo.
Lápiz y papel, comencé a anotar ideas sin orden alguno. Lo primero era escoger la mejor fecha, sin duda debía coincidir con el verano austral que va desde octubre a marzo. Esto me daba un rango de seis meses para ubicar los tres o cuatro que tenía planificados tomarme, por lo que planeé mi salida para mediados de noviembre, días más días menos, de ese mismo año. Qué emoción cuando puse la fecha sobre el papel y la subrayé una vez, dos, tres, la envolví en un cuadrado, luego en un círculo, luego la repasé varias veces hasta que los números se hicieron muy negros y brillantes: 15 de noviembre del 2006. Mi mujer, quien sería la copiloto, saltó de alegría cuando le anuncié que por fin haríamos el viaje al Sur.
Según las estimaciones eso significaba que llegaríamos a Ushuaia para finales de diciembre, posiblemente justo para recibir el Año Nuevo. A pesar de que todavía teníamos muchos meses por delante, comenzamos a indagar sobre trámites y papeleo. Lo primero fue ir a la sede del Touring y Automóvil Club situada en la Plaza Venezuela de la ciudad. Allí nos encontramos con un personal muy atento que de inmediato me tomó una foto —inexplicablemente la cámara no sufrió daño alguno— y me afilió al club entregándome un vistoso carné con un logotipo que semeja una rueda de tacos gruesos para luego indicarme con lujo de detalles todo lo que tenía que hacer para viajar sin problemas. Nos facilitaron algunos mapas y esa misma tarde tramité también la licencia internacional. Cuando la tuve entre mis manos, una presión subió a mi cuello, la copiloto emocionada me apretó las manos y un susto sabroso que crecía como la leche hervida nos acompañó hasta el día de la partida. Luego nos dieron una hoja con una serie de trámites indispensables para el vehículo. Su enunciado destacaba en letras color naranja: PROCEDIMIENTOS, DOCUMENTOS Y COSTOS PARA TRAMITAR LA LIBRETA DE PASE POR ADUANA (LPA) PARA VIAJAR A SUR AMÉRICA.
Era una larga lista de papeles que llenaba las dos caras de la hoja y que al final explicaba: «La libreta de pase por aduana (LPA) es el documento que le permite ingresar y circular por todos los países de Sur América con el sólo trámite de sellada aduanal, es aceptado y reconocido por todas las autoridades para su libre circulación. La estadía legal de turismo es de doce (12) meses». Leímos con atención cada uno de los requisitos y a pesar de su extensión no nos pareció complicado recabarlos o cumplirlos. Entre tantas, una de las preguntas que me hizo Pedro, el que nos atendió en la oficina del club, joven de cara redonda, ojos alegres y actitud similar, fue sobre los kilómetros que tenía mi camioneta, yo le comenté que como setenta y cinco mil. Él movió la cabeza de lado a lado, como dudando un poco. Yo le dije que estaba en buen estado pero que aún así tenía intenciones de cambiarla para el momento del viaje. «Es mejor», me dijo. Luego me preguntó cuántas camionetas íbamos. «Sólo la mía», le dije. Repitió el movimiento negativo de cabeza y bajó la mirada por un segundo.
«¿Algún problema?», le pregunté. Él me miró y me dijo que no, que bueno, que siempre es mejor ir acompañado, por cualquier cosa, que uno nunca sabe, etc. Yo le dije que iba con mi señora, que con ella era suficiente y que además, como tenía intenciones de escribir el viaje, necesitaba la mayor independencia posible para hacerlo. Le expliqué nuestras máximas de viajar sólo de día, descansar al menos dos días por semana y tomar siempre todas las precauciones necesarias para no tener problemas. El hombre asintió con la cabeza sin parecer muy convencido de mis argumentos.

A principios de septiembre la resolución de hacer el viaje se había reafirmado dentro de mí con la fuerza con que se sujetan de la tierra las raíces de un árbol centenario. Comencé a buscar presupuesto para comprar una camioneta nueva con ciertas características especiales, como que tuviera un buen tanque de gasolina con la mayor capacidad posible; que fuera cuatro por cuatro, por si acaso nos topábamos con un camino de esos que revuelven el estómago, y de una marca y de un modelo que existiese en todos los países que visitaríamos a fin de poder practicarle el servicio de rigor: cambio de aceite, filtros y todas esas cosas que se hacen cuando uno rueda mucho. Todo iba muy bien hasta que vi los precios de las camionetas con esas características; el asombro fue tal que a partir de ese momento empecé a ver mi camioneta con otros ojos; ahora la veía más nueva que nunca aún con sus ochenta y dos mil kilómetros. «¡Qué buen motor!», me dije mil veces. No pasa aceite, es confortable, potente, nunca me ha dejado accidentado. Además, ¡qué gran tanque de gasolina tiene! En definitiva, no hay necesidad de cambiarla, claro que no: cauchos nuevos, batería nueva, entonación, una revisión general, algunos repuestos que me recomiende el mecánico y listo, ¡a viajar!

Comparte esto:

Las páginas del cuerpo

Ensayo sobre la obra de Harold Alvarado Tenorio

Por Ángel Castaño Guzmán

En carta dirigida a los nadaístas caleños, Amílcar U estima la suya la generación más importante del siglo XX. En contraste, el prólogo de Antonio Caballero a Una generación desencantada (1985) principia aludiendo el pesimismo de los incluidos en el volumen. Mientras el nadaísmo procuraba el inicio de una orgía de trazas iconoclastas cuyo impacto no sólo perturbara la lírica sino los cimientos de la sociedad colombiana, los poetas en un primer momento agrupados bajo el rótulo de Generación sin nombre o Generación del Frente Nacional, no pretendían nada, –de ahí la vigencia de sus voces–, salvo construir un registro estético que diera cuenta de la realidad de una nación con el síndrome de Lady Macbeth: ninguna ablución borra la sangre de sus manos. Huyen de la grandilocuencia tradicional porque, anota Caballero, esa retórica “…los ha acunado, los ha narcotizado”. Casi todos emplean un lenguaje cercano, ajeno a los rebuscamientos idiomáticos, sin renunciar por ello, –es otra de sus características–, a la idea, a la paráfrasis, a la intertextualidad, al componente libresco. Confían en la poesía con la certeza de la inutilidad de ella para resguardarlos de los males del mundo. No firmaron manifiesto alguno y entre sí hay rivalidades enconadas, a la hora de mencionar los abrevaderos de los cuales bebieron coinciden en Luis Vidales, Aurelio Arturo y Jorge Luis Borges. Hoy, los miembros de la generación desencantada ocupan las primeras planas de los periódicos y las revistas cuando editan un nuevo poemario, son las estrellas de una tradición que uno de ellos, Cobo Borda, calificó de pobre; son recitados con fervor por los noveles literatos; una palabra suya a favor o en contra puede, en el cerrado circuito de la poesía colombiana, catapultar una persona o condenarla al ostracismo. Si se hace un gráfico de sus preseas y fracasos, el resultado sería, cómo no, muy parecido a un electrocardiograma. Está, por supuesto, la superestrella: Juan Manuel Roca; los comentaristas del trabajo de los demás: Cobo Borda y Alvarado Tenorio, siendo el segundo temido; los gestores culturales: María Mercedes Carranza, con la Casa Silva, y Miguel Méndez Camacho, con la colección Un libro por centavos. No falta el proscrito ante quien el resto cambia de acera, arruga la nariz y farfulla unos cuantos insultos: Harold Alvarado Tenorio.

Considerado por todos el Caín del grupo, HAT (Buga, 1945) ha construido una obra merecedora de varios premios, entre ellos el Arcipreste de Hita. La fuerza de sus versos proviene del manantial de una personalidad desmesurada y orgiástica, difusa y turbulenta, como la define William Ospina[1] echando mano de un recurso caro para el tolimense: los adjetivos. La condición de personaje contradictorio, canalla lo llama Jotamario Arbeláez[2], eclipsa sus libros. De él se conocen las diatribas, las polémicas, los altercados, no la precisión de sus imágenes poéticas, su lenguaje contenido, claras herencias de la cultura china, cercana a los afectos de HAT desde la militancia maoísta en sus años de estudiante en la Universidad del Valle, donde conoció y compartió con la intelectualidad rebelde que daba bocanadas de aire a la endomingada comunidad vallecaucana: Carlos Mayolo, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Luis Ospina, Andrés Caicedo, Antonio Navarro. Cada tanto conmociona el ambiente literario con una descarga de metralla verbal dirigida a los intocables. Los medios de comunicación de inmediato lo buscan para entrevistarlo y, de paso, sacar utilidad de la munición. En los últimos años lo han reducido a eso, quizá con su aprobación, soslayando al erudito articulista de Fragmentos y despojos (2002), al traductor de Eliot, Kavafis y los Poemas chinos de amor (1992), al experto curador de la Colección de poesía Quinto Centenario, al editor de Arquitrave.

En 1972 aparece Pensamientos de un hombre llegado el invierno, ópera prima de Alvarado Tenorio, con el prólogo apócrifo de Borges. El vitalismo de HAT, el pansexualismo de quien sabe que la voracidad del placer es el anticipo ineludible del olvido, presentes en ese poemario, son elementos constantes en la apuesta de un escritor consciente de la fugacidad de todo empeño. En un aparte de Los hombres, querido mío, estos son arrojados al cesto de las hojas secas, al campo de concentración. En Silla, la prueba es, si cabe, más cruda:

“La caoba es más perdurable que la carne,
el ciprés, más vivo que unos ojos,
el cedro más negro que la piel (…)
Estas basuras
cambian de anciano cada semana”.

Agarrado de un clavo al rojo vivo, el poeta celebra la carne a sabiendas de la corrupción latente. “Todo ocurre en el cuerpo y allí acaba”, dice y no yerra Consuelo Triviño[3] a propósito del arte poético de Alvarado Tenorio. En rigor la afirmación todo sucede en la página y allí acaba complementa lo sostenido por Triviño. Amante de los libros y de los cuerpos, HAT devora los unos y los otros con apetito equiparable; muchos de sus poemas exigen un dotado equipaje de lecturas para ser apreciados en su justa dimensión, verbigracia Taliesin, Tubinga, circa 1807; Una barba de Camden y 1479. Templo y burdel, el cuerpo es explorado en detalle gracias al mapa de la literatura. Varios poemas recopilados en De los gozos del cuerpo (Editorial Universidad de Caldas, 2012), recuerdan el instante definitivo de la adaptación cinematográfica de Muerte en Venecia (1971): Gustav Aschenbach arde en deseos ante la simple contemplación del combate a medio camino del juego y la fuerza de Tadzio, el efebo de sus sueños, con otro chico. El hombre experimenta una suerte de epifanía; la belleza lo turba hasta el punto de conducirlo al sepulcro. La alusión al filme de Visconti no es gratuita: en cada escena el asedio es mostrado con una gracia sutil. De igual manera, el tono apolíneo de HAT no desdibuja el erotismo rampante de los poemas. Bien pudiera suscribir palabra por palabra el inventario de Alrededor no hay nada, soneto de Joaquín Sabina, y su categórico cierre.

La muerte y el sexo son el sustrato de la poesía de Alvarado Tenorio, vistos de cerca no hay diferencia entre ambos:

“Amo esos hermosos cuerpos juveniles
que una vez saciados los deseos
dejando el lecho húmedo
con la bandera roja
entre las manos
en el combate
mueren”.

Ya vienen muertos mas no lo saben. HAT sí y he ahí su desgarradura. Se refugia en la biblioteca en busca de alivio: respira y transpira literatura. La congoja no cesa y lo dice:

“¿De qué sirvieron
las horas gastadas en pos
de una belleza de papel y palabras?”

Ningún bálsamo le procura consuelo; quizá un lecho compartido y una librería aplaquen la ferocidad de la muerte. Deja instrucciones de qué hacer con su cuerpo:

“Cuida de cerrar mis ojos
y que mi boca no sea
violada por las moscas”.

La lucidez para enfrentar los trámites funerarios brilla con ahínco en Proverbios, con justicia el más conocido de los poemas suyos. El desencanto y el cinismo de cada verso, cinismo en la variante de Diógenes de Sinope, lo convierten en una de las cumbres líricas de su generación. Todos los poemas de De los gozos del cuerpo, a excepción de Proverbios, fueron levemente modificados por su autor. En él, el método de Alvarado Tenorio, y de otros poetas entre los cuales destaco a José Manuel Arango, de pasar de una poesía centrada en palabras bellas, sonoras, a una que privilegie el sentido y la significación, se percibe con facilidad. No hay forma mejor de concluir una reseña de su empeño lírico que citando el inicio de Proverbios, almendra de múltiples filosofías y resumen del síndrome Bartlebly:

“No hables,
mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren”.

Enero de 2013

Fuente: www.arquitrave.com

Comparte esto:

Falleció el escritor Eugenío Trías

A principios de los años setenta se podía fumar en casi todas partes. Por supuesto, en las aulas universitarias. Y Eugenio Trías (Barcelona, 1942) fumaba. Y mucho. Era, además, muy tímido, de modo que llegaba a la Universidad de Barcelona, donde iniciaba su carrera docente, con un par de horas de antelación para darse carrerilla. Se metía en el bar, donde también fumaba, y se sentaba con algunos alumnos a los que explicaba la clase que luego iba a dar (Filosofía Contemporánea, era la asignatura). Quizá ese fumar ayudó en demasía a un cáncer que le estalló hace algo más de cinco años y contra el que uno de los filósofos españoles más significados de los últimos años fue luchando sin tregua. Hasta hoy, que le venció de manera definitiva en su ciudad natal, a los 70 años.
La universidad fue siempre su casa. Durante alguno de los cierres con los que la dictadura obsequiaba a los estudiantes, Trías se negaba a cortar el discurso y se reunía con ellos en su propio domicilio o en bares más o menos cercanos al edificio universitario. Allí estaba en su salsa: sin tribuna ni distancia. Quizá era una respuesta a sus orígenes familiares, una alta burguesía catalana a la que perteneció su padre, Carlos Trías Beltrán, político falangista. La política nunca le llamó del todo, como sí le ocurrió a su hermano Jorge Trías. Un tercero, Carlos Trías, con el que llegó a compartir de joven algún libro a cuatro manos en 1970 (Santa Ava de Adis Abebas, firmando bajo el seudónimo común de Cargenio Trías), tiró por la literatura y se hizo escritor.
Él se había licenciado en Filosofía en 1964 en su fundacional Universidad de Barcelona y su brillantez le llevó a que inmediatamente, apenas un año después, fuera profesor ayudante, que pasaría a ser en breve adjunto en el mismo centro y en la Universidad Autónoma de Barcelona. Nada del pensamiento le era ajeno: la ética, la reflexión cívico-política, la filosofía de la religión, la estética… Quizá por ello había publicado ya varios libros antes de haber cumplido los 30 años. Luego, de repente, se fue. A Brasil. Una época explicada con no poco sentido del humor en su autobiografía El árbol de la vida (2003). Pero volvió pronto, y con solo 32 años ya recibía el primero de cerca de una quincena de reconocimientos. Sería en 1974 por Drama e identidad,donde ya dejaba ver su pasión por la música al buscar estructuras comunes entre la sonata y la tragedia. El estudio obtendría el premio Nueva Crítica, que abría un palmarés que le llevaría, solo un año después, al Anagrama de ensayo por El artista y la ciudad. Otro hito de esa trayectoria sería, en 1983, el Nacional de Ensayo por Lo bello y lo siniestro.
Convencido de que la filosofía debía tener “antenas poéticas”, intentó impregnar de ello sus títulos más celebrados en el métier, quizá La filosofía y su sombra y Teoría de las ideologías. Catedrático de Estética desde 1986 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona adonde había llegado invitado por Xavier Rubert de Ventós una década antes, se decía que era el introductor del estructuralismo y de Foucault. Era mucho más, claro, y sabía mucho más, como demostró a lo largo de los casi 30 títulos que publicó hasta casi ayer mismo. En su obra escrita (hay otra obra difusa en las clases impartidas en varias universidades, la última la Pompeu Fabra de Barcelona, en donde desde 1992 ejercía como catedrático de Historia de las Ideas), hay conceptos que resultan clave. En especial, el de límite. La filosofía es pensamiento en el límite y es la noción de límite lo que ilumina el conjunto del ser. Resulta difícil no ver en esta visión del sujeto en el mundo una imagen de una de sus pasiones: el cine. En el cine clásico, la pantalla es el límite que confiere sentido al haz de proyecciones de luz que, sin ese límite, se perderían en la nada, dejaría de ser percibidas por el espectador-sujeto. El desarrollo de esta cosmovisión la expuso en Lógica del límite (1991).

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/04/actualidad/

Comparte esto:

LE CIRQUE DU SOLEIL ROUGE ROUGITO

Por Enrique Viloria Vera

Recordemos que un circo  es un espectáculo artístico que incluye a acróbatas, payasos, magos, tragafuegos, adiestradores de animales y otros artistas, es presentado en el interior de una gran carpa que cuenta con pistas y galerías de asientos para el público. La Revolución Bolivariana, para beneplácito de sus sufridos súbditos, acaba de expropiar – como es política usual del proceso – el nombre Cirque du Soleil para añadirle su calificativo favorito de rojo rojito. Así que de ahora en adelante contamos con un circo socialista y revolucionario. ¡Enhorabuena a todos los camarados y camaradas de la V República!

Nuestro circo rojo – rojito está ubicado en el centro de Caracas, en un edificio blanco, histórico y monumental; su Presidente se encuentra desde hace tiempo de reposo médico aquejado de una dolencia crónica, su estado de salud es desconocido, así que hay un director provisional en funciones. Este personaje circense es retaco, gordito, de mirada lánguida y gritón, le gusta retar a los demás para que se midan en la calle despojados de embozos o investiduras.

A veces, el Presidente del Circo rojo – rojito manda a un representante suyo que llega y se va rapidito, no sin antes insultar a los enemigos del circo y darle loas a su mandante, al Líder de la tropa circense, a quien desea larga vida para que pueda volver a dirigir el espectáculo que nunca se acaba. El circo cuenta además con asesores caribeños expertos en ilusiones y fantasías que le han vendido al mundo como si fueran grandes utopías dignas de emular.

Nuestro circo cuenta con payasos que hacen reír a los presentes a cada rato: sus ocurrencias son de antología, su capacidad de invención y de distracción es para libro de récords, son campeones en inventar trapos rojos como ese de achacarle un apagón a una iguana o el incendio de una refinería a un chigüire.

El circo cuenta también con excelentes amaestradores de animales, en ausencia del Presidente, el Director del Cirque du Soleil Rouge Rougito se ha vuelto experto en amaestrar las focas que son su principal atracción y en aplacar a los tiburones que comienzan a pulular en las filas circenses, el espectáculo a veces incluye también a ratas, alacranes, serpientes, escorpiones y otros animales que se arrastran en busca de protagonismo.

El espectáculo rojo – rojito incluye también a trapecistas expertos en saltar de un lado a otro del recinto, siempre y cuando estén bien pagados, es ampliamente conocido nuestro circo por propiciar el brinco de talanqueras y por las cabriolas de sus dirigentes para congraciarse con el favor del Líder de la carpa. Magos e ilusionistas no faltan, en un santiamén le quitan la gorra tricolor a un contrincante o le hacen desaparecer las pantaletas rojas a aquellas espectadoras que no portan el carné del circo.

Sus incomparables espectáculos pueden ser vistos en vivo y en directo en el Canal de todos los venezolanos o por la señal de ANTV.

Comparte esto:

«Arca de los afectos»: Alfredo Pérez Alencart

El miércoles 23 de enero, la Sala de la Palabra, en el Teatro Liceo de Salamanca, acogió la presentación del libro “Arca de los afectos”, con artículos, poemas y obras artísticas dedicadas al poeta Alfredo Pérez Alencart en su 50 aniversario. Un acto que sirvió también de homenaje a su figura y al que asistieron muchos amigos y colegas del escritor hispano-peruano residente en Salamanca, España.

El libro «Arca de los afectos», compilado por Verónica Amat con la ayuda de la esposa del poeta, Jacqueline Alencar, recoge escritos y obras de 230 artistas de todo el mundo, lo que habla del impacto de la figura de Alfredo Pérez Alencart en la poesía contemporánea. La obre recoge poemas y escritos de algunos conocidos escritores venezolanos. Alencart es Miembre Emérito del Círculo de Escritores de Venezuela.
Cuenta Jesús Fonseca en su crónica del acto en La Razón que este estuvo “marcado por el entusiamo y la hondura de la mejor poesía. Por el buen humor, también, y la incancelable gratitud del mundo hispano”.

Como animadora y presentadora de este encuentro estuvo Pilar Fernández Labrador, que “dio holgura al acto, puso sabiduría y ternura y habló una vez más contracorriente con palabras gozosas e inmenso cariño». Una cita, marcada por la pintura, la música y la palabra, protagonizada por Alfredo Pérez Alencart, como si del mismo Inca Garcilaso se tratara, mestizo como él, y al que Salamanca debe gran parte de los encuentros que con los primeros nombres de la poesía se han celebrado en los últimos años en la capital salmantina”.

El acto lo cerró el mismo Alfredo con su poesía, a modo de acción de gracias, quien se declaró un poeta creyente y comprometido y expresó su amor y gratitud de manera muy especial a su esposa Jacqueline, así como al editor que lo acogió desde el principio, Carlos Palomeque, y al profesor Alfonso Ortega.

Comparte esto:

POESÍA EN TIEMPO PARALELO

Por Miguel Marcotrigiano

Palabras de presentación a 5 poemas para olvidar a la tristeza,
de Luis Beltrán Mago

La historia de las variopintas corrientes en que se ha manifestado la poesía, las escuelas, las modas literarias, los períodos, etc., diríamos que es casi ajena al poeta que solo se deja arrastrar por una suerte de energía interna que comienza en el ojo y la experiencia y termina en la punta de los dedos. Es por ello que, si bien es cierto que todo escritor es hijo de su tiempo y este se ofrece en las diversas formas que dicta el instante, hay quienes se dedican a domar lo que viene de dentro y termina vertido en palabras, sin prestar mayor atención a eso que llaman la “historia de la literatura”.

En los años cuarenta y cincuenta venezolanos proliferaron quienes se sentían movidos por esta especial manera de concebir el mundo (casi siempre centrados en su propia palabra) y no solo escribían sino que vivían poéticamente. Basta dar una mirada a los cuadernos de secundaria de mi madre y mis tías (mujeres entregadas a sus sueños e ilusiones, simples muchachas estudiantes del liceo Rísquez, en La Asunción, edo. Nueva Esparta) para descubrir en la caligrafía de sus compañeros de estudios (pretendientes enamorados o no) cómo el mundo, a fin de cuentas, venía a resumirse en la palabra, el ritmo, la rima y la imagen. Muchos de esos escritos, es cierto, imitaban la buena tradición lírica española e hispanoamericana (alguno, más osado, se aventuraba por los poco explorados senderos de la modernidad de otras latitudes), pero absolutamente todos tenían en sí el germen de una época paralela al tiempo ¿palpable? en que el hombre organizó las experiencias. La expresión era fiel saldo de cuentas de la vida y esta, vale decir, era más que una suma de momentos vividos.

La vida, también, era más lenta. O, por lo menos, desde la distancia y la presbicia con que nos obsequian los años, así nos lo parece. Había más “tiempo” para observar, pensar las cosas, degustarlas, vivirlas. Este aparente juego de palabras y significados mutables tan solo responde a la incapacidad para ver o a la torpeza que nos impone el devenir agitado, ajustado a cada segundo que nos inventamos pero que, irremediablemente, ya nos han hecho presa. Lo cierto es que, para continuar con el “juego” señalado, al revisar los cuadernos y las libretas de aquellas muchachas que aún siguen viviendo su vida adolescente, tenemos casi la certeza de que los poetas de entonces lo eran porque no concebían otra manera de acercarse al argumento que imponía el diario ocurrir.

Hay una palabra que era común cuando se trataba de registrar la sensación que produce lo que ya creemos que no volverá: melancolía. Esta especie de tristeza divina atravesaba por igual los actos y los corazones de quienes fueron entonces y, aún a pesar de ellos mismos, continúan siendo. La nostalgia parecía ya un concepto preconcebido y pre-impuesto en aquellos habitantes de la página. No había que esperar a que corriera el tiempo pues esta idea de la segmentación del transcurrir era ajena a quienes tenían, paradójicamente, tiempo para vivir y, más aún, para soñar con lo futuro o futurible. Cuando en estos últimos días de diciembre y enero leí la poesía recogida en su Antología esencial (2009), la palabra de Luis Beltrán Mago se me hizo extrañamente familiar. Confieso no haberlo leído en otras oportunidades (porque pese a mi afiebrado interés en la poesía nacional es casi imposible que no se nos escapen autores a quienes la crítica y los historiadores de la literatura han prestado poca atención); confieso –repito- no haberlo leído antes y sin embargo sus poemas se me hicieron curiosamente familiares. Sus palabras, sus ritmos, el vaivén de las emociones que flotan en la sensible piel del poema, debo decir, ya los conocía. Hasta fantaseé con la idea de que en algún momento la vida del poeta y mis parientas se cruzaron fugazmente, así sea de manera indirecta (algún jovenzuelo pretendiente-poeta quizás citó, parafraseó, o simplemente coincidió en verso y emoción con el poeta a quien hoy nos honra presentar con una nueva publicación). Y la coincidencia no es gratuita pues ya advertíamos que la melancolía lo teñía todo en esos años, a los que precisamente pertenecen las primeras publicaciones de LBM (ya escribía, y bastante, pero no será sino hasta mediados de los cincuenta cuando aparezcan sus versos recogidos en forma de libros).
Entre los múltiples significados que determinan los especialistas en el término, la melancolía parece caracterizarse por una tristeza cuyo origen no se tiene claro. Quien la padece no encuentra placer ni diversión en nada. Vive en un perenne estado que lo mantiene alejado de la felicidad o de la plenitud. Muchos grandes poetas han sido maestros en esta emoción y pudieron hacer de ella un arte. Una mirada casi desprevenida al romanticismo de cualquier lugar, nos será suficiente para corroborar lo aquí afirmado. En nuestra América Latina, bien sabemos, esta corriente halló tanto asidero, que sembró las raíces para la formación de nuestras naciones y la conformación de nuestro espíritu.

Pero el trabajo que hoy presentamos, 5 poemas para olvidar a la tristeza, se despliega en aguas no tan conocidas. La tristeza de este poema, organizado en cinco partes o momentos, es una que no es aún. La mujer (no sabemos si imaginada, soñada o con referencia en una realidad particular), bautizada con el nombre de Gabriela (mensajera de otras latitudes espacio temporales), pareciera protagonizar unos versos en los que es la emoción melancólica la que lleva las riendas. La emoción difusa de la tristeza melancólica tiene el añadido de que (según el juego de la ficción) aún el “objeto” que la encarna no es conocido por la voz que la nombra. Además de la mujer, la tristeza que no es atraviesa como hilo conductor todo el poema. También una estructura sostenida en la circularidad que da esa brizna que al comienzo es “apenas” una “cálida visión” y al final su “vuelo” es “muy próximo al rostro” pero que no llega a rozarlo, nos hablan de la sutileza de la palabra del maestro Luis Beltrán Mago. Va hilando palabra a palabra, línea tras línea, espacio tras espacio, un entramado tenue, del que apenas tenemos certeza.

Adrede no quise indagar en la anécdota (que tal vez el poeta nos revele hoy) pues siempre he sido defensor de la idea de que un poema no necesita ser explicado para que alcance la orilla del goce en el otro lado de la lectura. Parte de la magia de la poesía reside en que muchas veces dice sin decir a alguien para quien no ha sido pronunciada. Curiosa, destacamos también, la sintaxis del título de este poema, en la que la preposición humaniza, a través de la pócima de la prosopopeya, el sentimiento al que se alude y que -debo insistir- nos elude con arte durante toda la lectura.

Toda interpretación de un poema es burda y poco añade a lo que este, en su infinita capacidad de transmitir, tiene. Lo dice quien ha “vivido” (también en el sentido más tosco) fungiendo de intermediario entre la poesía y quienes, como los que hoy nos encontramos acá congregados, vinimos a escuchar al poeta. Vale decir: a quienes estamos dispuestos a interpelarlo y corroborar en su verso, al que pudimos (o, más bien, “quisimos”) ser.

Miguel Marcotrigiano L.
Librería Kalathos, Caracas,
Domingo 22 de enero de 2013.

Comparte esto:

Luis Beltrán Mago: Cinco poemas para olvidar a la tristeza

El domingo 20 de enero de 2013, a las 11 de la mañana, el Círculo de Escritores de Venezuela y la
Librería Kalhatos, presentarán el libro CINCO POEMAS PARA OLVIDAR A LA TRISTEZA, del poeta venezolano Luis Beltrán Mago.

El bautizo será en la Librería Kalhatos, Centro Los Galpones, Los Chorros, a las 11 am.

El escritor Luis Beltrán Mago ha recibido La Medalla Internacional «Vicente Gerbasi» por su obra literaria.
Ha publicado numerosos libros.

Comparte esto:

Víctor Guédez y los Aforismos

Enrique Viloria Vera

Aunque proceda de un género discutible,
el aforismo constituye un ejercicio de pudor,
ya que permite soslayar la inconveniencia de la plétora verbal.
E. M. Cioran. Desgarradura

No deja nuestro querido amigo Víctor Guédez de sorprendernos en el ámbito de la creación intelectual por su constancia y perseverancia, y por su pasión por lo prolijo y lo minucioso. Pacientemente ha venido construyendo, a lo largo de 30 años de meticuloso trabajo, una verdadera enciclopedia de los aforismos, una suma de lo lacónico, donde lo breve y conciso se hace grande y explayado: 1899 aforismos de 815 autores son evidencia incuestionable de la tenacidad y minuciosidad de Guédez, quien confiesa sin tapujos: “al principio, los aforismos fueron apareciendo según la célebre sentencia de Picasso: “yo no busco, yo encuentro”. Pero, después, el proyecto adquirió un sentido más orgánico que me llevó a buscar deliberadamente”

Hace más de dos décadas en la fría pero cálida Bogotá de sus amores, fui testigo de la acuciosidad del autor cuando emprendía su paciente formulación de escolios sobre aforismos y la recopilación inicial de aforismos sobre el arte que hoy, ampliados, corona en el libro recientemente presentado con prólogo de Joaquín Marta Sosa: El Arte de los Aforismos y los aforismos del arte  (Fundavag Editores, Caracas 2012). En aquella gozosa ocasión le obsequié El Arco y la Lira de Octavio Paz que grandemente lo conmovió, a cambio recibí de sus siempre generosas manos las Desgarraduras de E. M. Cioran que todavía me emocionan.

Guédez no puede prescindir de los aforismos, de esas oportunas y breves citas que le dan sazón a sus enjundiosos textos y a sus vigorosas presentaciones. Es un reconocido experto en colocar en su correcto sitio el aforismo pertinente, el laconismo que corresponde, la cita que promueve la curiosidad y la reflexión del lector o del oyente; en virtud de esa creciente necesidad de apoyar sus ideas con pensamientos de otros autores, el propio autor confiesa: “a partir de esas convicciones y en función de su frecuente utilización, se produjo una secuencial y sostenida acumulación de ellos que, con el tiempo, se convirtieron en una cantidad significativa”.

El libro de marras recoge, además de los propios y significativos escolios de Guédez sobre el aforismo: aforismos sobre el aforismo, aforismos sobre el arte, aforismos sobre la obra de arte, aforismos sobre el artista, aforismos sobre la crítica. Tanto el libro como el autor son un gran aforismo lejano de la aridez, de de la sequedad, del marchitamiento, como bien sentencia Jorge Luis Borges en uno de los 1899 aforismos recogidos por Guédez en su exuberante texto:

“Los aforismos van más allá del texto escrito; no son un final sino un comienzo…podemos sospechar que son el singular misterio de cada instante”

* Enrique Viloria Vera y Víctor Guédez pertenecen al Círculo de Escritores de Venezuela

Comparte esto:

San Agustín: «La medida de amar es amar sin medida»

José Gabriel Escala

Para San Agustín el concepto de FIN es muy claro. Este fin al que debemos unirnos es lo único que nos dará la felicidad, que es Dios mismo como causa final, por ello debemos volcar todo nuestro esfuerzo al realizarlo, por ser un esfuerzo, es un movimiento de la voluntad, una acción y si la vida transitoria desea alcanzar la permanencia, ha de aferrarse a la eternidad del objeto del deseo y volverse uno con él, que no es otro que Dios mismo, es decir el movimiento es el amor, este puede ser amor cupiditas que es el que sentimos por los “bienes” materiales y el Amor Caritas que es el único verdadero y que apunta a un solo “Bien” que es Dios, San Agustín decía que uno debía tener mucho cuidado con lo que amaba, pues tenía que buscar calidad sobre cantidad. “Uno es lo que ama” si amas un objeto del mundo entonces tú serás un objeto del mundo, por lo tanto podrás ser utilizado y manipulado y perecerás como tal.

Si amas al Ser Verdadero serás Ser Verdadero que no está limitado a la temporalidad del mundo, ya que la Verdad no puede estar limitada por el tiempo, porque entonces no sería verdadera.

La doble acepción de fin la recoge San Agustín, cuando distingue entre el “fin de consumación” y “el fin de consunción”. El primero, es el fin que consume, por ejemplo cuando te comes una torta al acabarla se termina, es “finitum est”, es decir que deja de existir, éste se acaba en su extensión y finitud. Mientras que el fin de consunción, es el fin de lo que se perfecciona, por lo tanto cuando se completa, pasa a ser inicio, por lo que es eterno. El ejemplo que da, es cuando se termina de diseñar un traje, éste acabamiento sería el comienzo del mismo, uno termina un traje para luego usarlo y dice San Agustín, “ahora hablamos del fin que es Bien; no del que consume para no ser, sino del que perfecciona para ser pleno”. Y esta causa final como amor solo puede ser el Amor “Cáritas”, ya que lo bueno es lo apetecible, lo deseable, el fin que perfecciona y da felicidad y por ende Libertad.

Por eso el amor «cupíditas» como fin, no tiene la posibilidad de alcanzar la felicidad, ya que la felicidad es un estado y no un instante, los instantes son felicidad aparente e ilusoria, no permanente, porque lo que termina siendo el objeto del deseo no es la propia felicidad, que sería el fin que es Dios mismo, sino el objeto en cuestión, limitado a las cosas del mundo y a su permanencia transitoria, por eso solo el Amor Cáritas es el único que como causa eficiente nos puede llevar a la causa final, que es Dios, es decir la Felicidad, lo Bueno y nuestra propia Libertad. Claro esto no es tan fácil porque el movimiento amoroso para obtener este Fin no solo es teorético sino que debe ser practico y a Dios solo se le ama por triangulación, es decir amando al otro, pero no a los amigos o vecinos, esto sería demasiado fácil, se debe amar al que consideras más diferente e inferior y en el último caso al que te hace daño, si logras amar así entonces no tendrás limites en el amor y estarás amando a Dios, a Dios no se le puede amar con amor humano sino con amor divino de allí parte la dificultad…

No es para nada fácil pero vale la pena intentarlo. San Agustín dice que en lo único que no se puede tener mesura es en el Amor. Primero se ama para ser libre, sino tenemos que conformarnos a ser entes cosificados (corotos) y a ser consumidos y consumidores y perecer como cualquier objeto que se consume a sí mismo en su propia vanidad. Ese sería el verdadero “fin de mundo” para cada uno de nosotros.

*JOSÉ GABRIEL ESCALA, filósofo venezolano

Comparte esto:

Poema de Maite Ayala Brandt: Verde aire, solsticio

un lamento en la subida, huerto

la más obscura subida

el día en que lastimada,

gemía y se agitaba la tierra

un hecho rapaz

que enturbia el agudizado grito

en un cuerpo que sólo anhelaba

abastecer con pan

llevándote a los abismos

derribaron sordos

tu mansedumbre de niño

tu medida de lucero

y trasegaron tu cuerpo

a la gran casa de lo abyecto

donde pulula el levantisco hedor

de aquellos que no deseaban

perder la moneda

así derramaron lo turbio

de su ceguera

dejando al odio nacer

como una chispa

a la que el viento mueve

donde quiere

trasluciendo las más feroces intenciones,

de quienes somos

y todo lo que podemos hacer.

La colina verde, el huerto apacible

te esperan para escuchar

tu voz de azucena, que vierte

verdaderas y reales promesas

como el fulgor de un trueno,

el ala del cielo sobre él, baja

¿y quién ora?

sin devolver su oración

a ninguna parte

Cristo, el hijo del hombre

tumbado sobre sí desgrana

su plegaria:

_Abba, Padre, aparta de mí este cáliz

pero que se haga tu voluntad, no la mía_

vestida de sangre y agua

la noche de oración

mis ojos, tus ojos

los de todos, coronando el mundo

el cielo refleja ya

este huerto

medio verde, mitad negro

con sus estrellas

blancas, azules, metálicas

la agonía de las piedras

acogiendo los brazos

que se extienden sobre ellas

¿y quién habla, si todos duermen?

los ha rendido el sueño

aúlla la soledad, su hierro frío

obscura, sobre los cedros

los olivos

la grama húmeda

la túnica se descuelga

de los hombros

como se descuelga el sueño

se desvanece el calor

refulgente, tiembla

estertor de sombras

sobre el cielo

se proyecta

está sorda

la madrugada

no existen palabras aparte de las suyas

en el horizonte del cosmos

verde aire, verdes jardines

cien heridas.

Ahora hay un silencio

de noche

junto a mí cae el trigo amarillo

densamente aplastado

tu pesar me atraviesa

en el lento pasar de los siglos.

Tú, que eres la conjunción

del amor sin límites

has derramado también

tus lágrimas

para blanquear

nuestro desamparo.

Verde aire, verdes jardines

cien heridas

en el Getsemaní que está sólo.

Maite Ayala Brandt

2004/2005

Gracias a Maite Ayala, integrante del Círculo de Escritores de Venezuela

Comparte esto:

Anabelle Aguilar: La loba y sus oficios

Carmen Cristina Wolf

Como quien se acerca a los libros sacros, me adentro en las páginas de Canis lupus, el nuevo libro de Anabelle Aguilar, cuyo nacimiento celebramos y, que en primera instancia nos enfrenta ante la dualidad del ser real y el yo poético de la escritora. Al leer un poema, no es fácil descubrir quien escribe, cual es la voz predominante, si la del escritor, con su historia, sus emociones y sentimientos, o la voz poética, creada por el escritor y en la cual se mezclan la invención y la imaginería del autor. Cuando se ha leído la obra entera del poeta, al igual que el detective de una novela, resulta menos difícil el descubrimiento del yo poético y el yo real. Estas dos voces, en el caso de Anabelle Aguilar, no están en conflicto, mas bien se complementan. En este libro, cuyo portal abre con la mirada de una loba blanca, la voz poética, como en el teatro griego, emplea la máscara de una loba que nos seduce con los secretos de su condición salvaje. Declara su condición indómita, arbitraria, irreflexiva, desacostumbrada a rendir cuentas para sentir y ser en libertad.
Leamos estos versos del poema Danzante:

… sobre el tambor de la tierra / onírica / alejada de la manada / por tres lunas /
acompasada / en ritmo / percutida / en luz. En este primer poema de Canis lupus, aparentemente no surge aún la mujer, pero es una máscara que la encubre detrás de la joven loba que inicia su aventura de existir.
Como en todos sus poemarios, Aguilar incluye poemas confesionales, íntimos, como aquel que revela su búsqueda de la sabiduría y su amor inveterado por la verdad. Ella “se aventura a buscar en la piedra de los sabios” y en un gesto de rebeldía, apelando al discurso de su amiga loba, expresa su descontento “cuando nace defectuoso / el verso que no se logra”. En el poema que lleva por título Transparencia, confiesa su estirpe de poeta, con un lenguaje de cautivadora belleza:

Dame el cáñamo / el papel / el fuego / (…) acércame el arce / que me inunda / desde la lejanía / no puedo dejarlo íngrimo / a la intemperie (…)

En la intención de estos poemas, subyace la inclinación muy femenina a la solidaridad, ese reunirse para compartir las vicisitudes y los pequeños detalles de la existencia. En el poema que lleva por título Ludus, se lee lo siguiente:

Leyó los ojos de la intrusa / era valiente la otra / orgullosa / de igual jerarquía /
(…) leal / valiente / (…) no era un verbo de loba / el caber /
pero así / conservarían el calor / y podrían conversar / ante un café con leche.
La envidia, los celos, el egoísmo, dañan las raíces de la sociedad. Y qué decir de las sangrientas guerras, de los pueblos que tienen que abandonar la tierra que los vio nacer, cargando con sus hijos, despojados de todo. Esos son temas reiterativos en la poesía de Anabelle Aguilar.
Por eso, ella escribe que caber no es un verbo de loba. No obstante, tal parece que los animales más fieros sienten que sí cabemos, cabemos todos, y la humanidad no quiere entenderlo.
El poema que lleva por título JUNCAL, nos advierte que el ser de la poeta no se conforma con plegarse a los convencionalismos, porque aunque son trece los poemas requeridos, ella quiere escribir más, mucho más, los que desee, sin cortapisas.

Este libro entrega al lector claves que dan a conocer el persistente anhelo de justicia y reconciliación que habita en el espíritu de Anabelle Aguilar, y que la lleva a ponerse en pie de combate ante las timieblas pavorosas del Mal. Anhelo que surge con fuerza en su poemario Sangre ( Editorial Eclepsidra, 2002). Ella nos dice en su poema Noctámbula, de Canis lupus: A través de (…) mi talismán que habita / en mi pata izquierda / le diré / de los oficios / de la fuerza / del misterio / … y de que no se deje engañar / de los lobos taimados / de osamentas hostiles. Estos no son unos poemas candorosos, más bien advierten a los corderos de aquellos hombres de apariencia noble, que se valen de su poder para manipular engañar a los inocentes. Las lobas saben ver en la oscuridad y advierten que en el camino pueden toparse con “armas hirientes, mortales y psicóticas”.

En la obra de Anabelle Aguilar se advierte una profunda rebeldía ante lo establecido. Entendamos aquí que la visión de Anabelle es de una espiritualidad honda, que no acepta los canones impuestos por los hombres, que han interpretado acontecimientos, enseñanzas y escrituras antiquísimas a su más absoluta conveniencia. Esto se puede observar en poemas como Arbitraria, Microcosmos y Temeraria.
Me encantaría continuar hilando en la rueca de la escritora, mas hay que dejar al lector la tarea de encontrar las piedras preciosas y los hallazgos aún por develar.

Gracias a la Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice y a su directora Lesbia Quintero por haberme invitado a compartir esta celebración. A Anabelle, por haberme hacho partícipe de este encuentro con sus poemas, tanto de Canis lupus como de Consumidas por fuego, una delicadeza para los amantes del poema. Y a ustedes, gracias por haberme escuchado con tanta paciencia.
Carmen Cristina Wolf
@literaturayvida

Leído el 8 de noviembre de 2012, en la Librería Alejandría II, Caracas

Comparte esto:

El enigma de la inmortalidad en la escritura de Álvaro Pérez Capiello

Carmen Cristina Wolf
“Reinventarse implica reconocerse, extraer señales de ese caos aparente del quehacer cotidiano, contemplar sin prejuicios el entorno como un niño que se asombra ante la poesía de las formas sin juzgarlas.” Estas son palabras escritas por Álvaro Pérez Capiello en su novela El desván de lo oculto. La publicación de la novela que hoy celebramos, Las pinceladas de la inmortalidad, revela la voluntad de Álvaro Pérez Capiello de “extraer” de manera magistral, los signos y las señales que le proporcionan sus observaciones y experiencias vividas en carne propia y en aquello que acontece a su alrededor.

Las pinceladas de la inmortalidad de Pérez Capiello, confieso que me ha fascinado en cada una de sus páginas. No me atrevo a aseverar que es el mejor de sus libros, pues esto sería capaz de herir la sensibilidad del escritor, considerando además, que leí con fruición sus libros anteriores, Guardatinajas, Laberinto de ilusiones, el Bar de Luso, Entre la verdad y el engaño y El desván de lo oculto.No obstante, su lectura me ha obsequiado una plenitud y una emoción que hacía tiempo no experimentaba con una novela.
Me permito afirmar que la escritura de Álvaro Pérez Capiello tiene mucho que ver con la poesía, si se toma en cuenta el valor metafórico y el refinado tratamiento de las imágenes, logradas en la narración de los hechos más sencillos, hasta en los sucesos de mayor trascendencia. Los viajes por diversas ciudades de España, Italia y Francia son subyugantes. Recordemos que el lenguaje es un campo de energía muy poderoso. Por las obras se conoce quien está alineado con algo superior.

Martin Heidegger se refiere a la creación poética como «alumbramiento», utilizando este término en su sentido más amplio. Explica la poiesis como «el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve que comienza a derretirse». Mediante las dos últimas analogías, Heidegger subraya el momento de éxtasis producido cuando algo se aleja de su posición como una cosa para convertirse en otra. La escritura es poder y este poder es, como dijimos, un elevado campo de energía. Afortunados quienes conectan con esa gravitación.
Es a partir de esta concepción que, en el campo de las artes, poiesis se refiere a la fascinación provocada en el momento en que, mediante múltiples fenómenos asociativos aportados por la percepción, los distintos elementos de un conjunto, se interrelacionan e integran para generar una entidad nueva, denominada estética.

El eje de esta novela es la interiorización de las vivencias del protagonista, y su relación con los objetos y los hechos que se van sucediendo a lo largo de la narración. Este indaga sobre los enigmas de su origen y sobre sus frecuentes estados oniricos. Su existencia apacible le permite dedicar largas horas a reflexionar acerca de hechos inusuales, que solo una mirada esclarecida puede desentrañar.
No deja de ser original que el protagonista lleve el mismo nombre que el autor, y se puede entrever, para los que hemos tenido la fortuna de conocer personalmente al autor, que este relato tiene mucho de autobiográfico. Los que conocemos a Álvaro, damos fe de su aguda observación de las cosas, su amor por la verdad, su temperamento más bien silencioso, que no pierde detalle de lo que acontece. Y el uso frecuente de la ironía y de un fino sentido del humor.

Lejos de mí la pretensión de abrir el abanico de sucesos en los que se ve inmerso nuestro protagonista, mas no puedo dejar de mencionar que este relato toca un tema de trascendencia, que durante siglos ha sido objeto de desvelos tanto para personas del común como para pensadores, teólogos y filósofos. Se trata del desencubrimiento de vidas pasadas, es decir, del fenómeno de la Reencarnación, del cual, si me permiten, he vivido experiencias que me inducen seriamente a creer en ella.

Jesús, a quien podemos considerar Maestro de maestros, nos abre una senda a esa búsqueda de la Verdad, Él dijo (Juan 14.6): “Yo soy la verdad”. En griego, la palabra verdad se traduce del griego aletheia, cuyo significado literal es el estado de algo que no esta oculto o escondido, el estado de lo evidente.” Uno de los pasajes hermosos de la novela Las pinceladas de la inmortalidad, es la referencia del autor a la vida de Marcos el evangelista, que devela la condición de creyente del autor. En el griego clásico , lethe significa “falta de memoria” o “secreto”, en la mitología griega Lethe es uno de los ríos del Hades, el lugar donde llegan los que mueren, aquellos que bebían de él experimentaban completo olvido, falta de memoria. Por lo que aletheia es el estado opuesto al “completo olvido” o “falta de memoria o conocimiento”. Etimológicamente, sería “la revelación de lo escondido”. Si consideramos la Verdad como la “revelación de lo escondido”, podemos creer en Jesús como aquel que puede revelarnos lo que esta oculto a nuestra razón.
En la novela hay pasajes de una verdadera belleza. En los viajes que realiza el protagonista buscando respuestas, surgen personajes de otras épocas, que logran fascinarnos al punto de no querer interrumpir la lectura. Qué relación tiene el Conde Carlo Cesare Malvasia y el pintor Giuseppe María Crespi con el narrador? Escribe Pérez Capiello: “…no pocos hechos y circunstancias de la vida, en apariencia inconexos, adquieren sentido bajo la esperanza de que nos reconciliemos con la realidad”… Cuanto sufrimiento nos ahorraríamos si creemos que los que nos sucede tiene un por qué, una explicación, y que esta vida es una escuela donde hemos venido a aprender.

Álvaro Pérez Capiello nos recuerda que vale la pena aceptar “que primero debemos creer para poder ver. El Reino de Dios, la certeza de nuestra permanencia en el mundo, yace anclada en nuestro interior”…
Esta novela es un clásico, a mi entender, porque nos mantiene con el corazón en vilo, con un perfecto uso del lenguaje y también por las enseñanzas que brotan de la pluma del autor sin este pretenderlo. Como cuando nos señala que “la vida nos regala, a diario, pequeñas claves o toques de campana, capaces de conectarnos con esa verdad interior”…

Alvaro Pérez Capiello es venezolano, nacido en Caracas, egresado de la Universidad Católica Andrés Bello como Economista, con postgrado en Bercelona, España. Ha escrito libros de ensayo, y ha sido articulista de algunos diarios y revistas de prestigio.
Se muestra profundamente crítico ante el derrotero de la civilización actual, cegada por los adelantos de la tecnología y el festín del consumo a ultranza, sin detenernos a volver la mirada hacia adentro de cada uno de nosotros, con descuido de lo verdaderamente esencial del espíritu. Muestra de ello, este pasaje escrito por Alvaro: “…la alternativa es apelar a la vida como un don precioso capaz de estallar y reconstruirse eternamente … Aceptar nuestra herencia divina para así poder crear, indagar y ser libres.”

En su escritura destaca la influencia de sus interminables lecturas e investigaciones acerca del pasado, para descubrir en él claves de la causalidad
Finalizo con esta frase de Pérez Capiello: “Somos aquello que hemos sido y también aquello que seremos … En definitiva, sólo quienes creen en la muerte pueden desaparecer.”

Carmen Cristina Wolf wolfcarmencristina@gmail.com
Twitter @literaturayvida
Leído en el bautizo del libro, el 9 de diciembre de 2012
En la Sala Mozart del Colegio Emil Friedman

Comparte esto: