Milagro Haack: Trazo para otro mañana

 

Blog Mujer, ilustración

Selección del libro inédito: Trazo para otro mañana
Milagro Haack

IV

Parece
que tienes sed
me lo arrojas cruzando el canto
entre la niebla y mi esperarte
en la puerta de la casa

cambio el sonido
vuelvo a la incómoda silla

descanso
sobre tantas palabras
mientras espero su llegada

noche

cuanto amo tu sed
mosaico hondo por ánimas
su mirada
cazando lo húmedo del viento
entrando a la casa

XIV

Levanta la mirada
luz
entrando de a poco

no importa
lo bueno es mirarte
como un cuadro en la pared
mudable
que resucita de la noche
cuando se espera el goteo de cruza
sangre
preñada de mi preclaro óvulo
saneando la mano
los buenos días
que reconocen toda la casa

aplaudo

la cerca del día

XVII

La pared que despierta mi mano
húmeda
roza
ya el mediodía

un marco de luz
baña la forma de los pilares
donde se encuentra la sombra
junto al aire
por la lluvia de hace días

hermana mano
cambia la corona
la llena con diferentes aguas
de frente a la puerta de la entrada
a la casa

así,
nacemos
así,
comenzamos a tomar el aroma
de lo buenos días

tocando madera

XVIII

Llega

sobre la mesa
dos copas de agua
una que bendice los pasos
la otra en su fondo reposa la cruz

abre lo blanco
despliego las imágenes
que rompe el silencio

espejo de mi eco
espía desde el cuello
movimiento de largos pasos
hacia un cierre de puerta

detrás

al borde de la caída tarde
un doble incienso
viaja con la llama de la vela

alargándose

sobre el bordado cerrojo de la mesa

 

*Gracias por esta selección a Milagro Haack, poeta, investigadora, ensayista y editora venezolana. Miembro activo del  Círculo de Escritores de Venezuela

 

Comparte esto:

El Mundo de Beatriz, por Carmen Mannarino

Carmen Mannarino

Aquella idea feliz de Octavio Paz: los poetas no tienen biografía, su obra es su biografía es aplicable con justeza a Beatriz Mendoza Sagarzazu, escritora discreta e indesprendida de la palabra, de su incansable cancelación. Ella lo ha dicho en dos breves versos: Me tientan las palabras / todo lo que ocultan. Y en un calmo moldear ha permanecido sin prescindir de engarzar aconteceres, sentimientos y emociones personales en el tejido de su obra poética. Y, como en todo verdadero poeta, al transmutar las referencias individuales en poesía, adquieren la dimensión que ésta demanda. Además, la belleza que siempre fluye de su obra, emana de la persona de manera visible e invisible. Y como todo en Beatriz es poesía, cuando debutó, sin proponérselo, en el ensayo, con el introductorio a La infancia en la poesía venezolana, en vez de un mero antecedente explicativo de la selección antológica, se detiene en lo indefinible de la poesía, y en especial de la escrita para niños y jóvenes, como venía al caso. Y, con madurado criterio, amplio y certero, moderno y permanente, sobre el mundo de la infancia y la adolescencia, en una prosa que delata a la poeta que nunca ha dejado de ser.

El mundo de sus creaciones literarias es uno solo, totalizante, sintetizable

en la fijación en la existencia humana en medio de satisfacciones y vicisitudes y

ante el acoso del tiempo y la irremediable finitud. Ella, sabiamente, lo ha

transmitido en alta poesía, la de todos y para siempre, y en la otra para niños y

adolescentes, ambas con indeclinable calidad artística. Consciente la poeta de que esta última sería lectura de quienes transitan hacia la adultez, les ofrece su mundo en progresivas dosis de sugerencias por medio de imágenes y metáforas al alcance de la aprehensión de las distintas edades, sin lacerar esos espiritus en evolución. Porque si algo distingue a BMS es este don, que no todos los humanos conservan durante su trayecto vital, de saber comunicar a edades lejanas el descubrimiento y la experiencia de la vida, sin que sus expresiones dejen de revelar una delicada sensibilidad en el tratamiento del detalle de lo inmediato, detenida en cosas del entorno (la casa, los árboles, la lluvia) y en pequeños y cotidianos seres (la rosa, la hormiga) y los engrandece al construir con ellos imágenes y metáforas que sugieren reflexiones sobre la existencia; pues ella, tras el logro de una difícil sencillez siempre va a la hondura

De su entrega a la palabra de su obra han emanado tres vertientes diferenciables. La más extensa de la poesía como cultivo durante casi medio siglo, desde los poemas de la juventud, casi secretos, luego, en parte reunidos en Cielo elemental, la primera publicación hecha en 1948 por el esposo- poeta Luis Pastori, en esmerada edición diminuta y de ejemplares numerados, portada de Ramón Martín Durbán y viñetas desprendibles de Marius Sznajdermans; hasta los poemas contenidos en la plaquette Elegía de febrero, de 1994, conjunto de poemas con sustancia de comienzos y declinaciones, de lo permanente y lo perecedero. Y entre los dos: Al sexto día (1957 ), el libro de la plenitud del amor, la espera y el milagro de la maternidad, conducidos en un cantar de versos breves y brevísimos entrelazados temáticamente y en sucesión de situaciones y momentos insustituibles en cada historia de vida de mujer. Concierto sin música (1965), reunión de sensaciones personales suscitadas por obras de los grandes músicos de preferencia de la autora, en sensible transmutación de los sonidos en palabras. Y Esta sombra creciente (1992), libro de la vida afectada por la oscuridad progresiva en el transcurrir vital y la certeza del final.

Otra vertiente, muy suya, identificable de individualidad, la de los dos libros desprendidos del surtidor de la vida dejada atrás iluminando recuerdos de origen y formación y despertando evocaciones y nostalgias. Libros integrados por fragmentos o estampas, como la vida, en prosa poética permeada de recuerdos, sorpresas y sentimientos aposentados en el reservorio de los individuales haberes que el tiempo va cubriendo con la magia de los primeros años y el asomo confuso a la ventana de la adultez. En la visión de personas, lugares, objetos, naturaleza, de una pretérita realidad están recogidas la frescura de los primeros años y la experiencia adulta en mirada retrospectiva que, en conjunto, ofrecen parte de una biografía espiritual poetizada. En Viaje en un barco de papel (1956, 1996 y 2007) cada página, finamente ilustrada por María Tallian, dice de la vida retenida en cada motivo, de las preguntas formuladas por el ser humano de siempre sin posibles respuestas; de las ausencias y su siembra de vacíos y soledades; de la valoración trascendente de momentos vividos con la sola sensación de cotidianidad o de natural costumbre. En La muerte niña (1974) una visión aún más madura recubre iguales lugares, personas, cosas y naturaleza, más otros añadidos a manera de completación del microcosmos del sitio de origen, mención escogida por la poeta en las palabras leídas en el408ºAniversario de la fundación de la ciudad de Valencia, su ciudad natal, en semejante expresión poética. Los veintidós años transcurridos entre uno y otro libro dicen de la sostenida inquietud motivacional y temática, requerida de una adecuada expresión de ese callado reservorio para ser compartido con sensibles receptores.

La tercera y no menos importante vertiente de los libros para niños y para jóvenes de BMS se presentan demarcados por la curiosidad y la sorpresa del descubrimiento del mundo y de la vida en Tarea de vacaciones (1977), y por el alborear del sentimiento amoroso con sus satisfacciones, desengaños y añoranzas en Casi abecedario (1996), motivo casi inédito en la poesía escrita para jóvenes y que la voz del hablante lírico lo hace desde la interioridad de ese ser desconcertado y cambiante del adolescente, al que poco han tomado en cuenta nuestros poetas. La brevedad de los dos libros implica concentración cualitativa, solidez de visión, distintivos de los que poco dicen los títulos, por el halo pedagógico que tanto y por largo tiempo ha cercado la poesía para niños y jóvenes y que Beatriz rechaza sin desprenderse de los altos valores percibibles en los poemas.

(Primera parte)

  • Carmen Mannarino es narradora, ensayista, biógrafa, fundadora y directora de la Editorial Niebla. Es Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela.

Blog Cezanne

Comparte esto:

Hacia ti va mi vuelo

 

CarmenCristinacloseup 2014

MI VUELO ES HACIA TI

La medida de amar es amar sin medida

San Agustín

Teresa… Teresa…

El roce del ramaje y las hojas caídas

en juego con el viento

el tictac de la lluvia en los aleros

dicen Teresa… Teresa…

Dejas quehacer, consejos y enseñanzas

Presiente tu razón que en esta vida

nada te hará feliz, solo la aurora

suspira el alma por su amor que anhela

y todo lo abandonas que te esperan

Los sonidos del bosque se acallaron

atrás quedan ruidos cotidianos

Una espada flameante te traspasa

y ya no eres Teresa sino espíritu alzado

en tu Señor el cuerpo permanece

Presiento tus palabras

Lleva mi ser al centro de tu Ser

quema mi alma en el fuego de tu Alma

Carmen Cristina Wolf

Publicado en Travesías del alma, 12 escritoras con Teresa

Trilce Ediciones, Salamanca 2015

Comparte esto:

Un lunes cualquiera en la vida de Cecilia

Mujer 1

Por Natividad Barroso García

¿Qué hace que, de repente, en medio del apuro de la rutina diaria de una ciudad acelerada desde la madrugada, sientas que el impulso básico hacia la vida, el Eros esencial, se te hace presente?

Ya había hecho parte del recorrido mañanero: salida apresurada del edificio, rápido caminar de una cuadra, fugaz paso por la vía conocida del centro comercial, descenso al subterráneo por la escalera mecánica, por la escalera corriente, espera del tren del Metro entre cientos de personas, entrada apretujada en el vagón, veloz avance asida a las manillas por ocho estaciones, llegada a la Plaza Venezuela y salida a la superficie de nuevo. En la cola de la buseta para la Alta Florida, hacia donde se dirigía para dar las clases particulares diarias, empezó a sentir algo distinto a lo cotidiano. El aire parecía más puro, respiraba mejor, sentía que su percepción se estaba agudizando. Ya en la buseta, cuando iban por las altas calles arboladas, tranquilas (a pesar de ser paralelas a la Cota Mil), el ambiente desplegaba sus atractivos y, de pronto, se sintió atrapada por él. Ya eran las 8:10 a.m. Las hojas de un árbol iluminadas por el sol mañanero, su fulgor entre las otras oscuras, atraparon su mirada. Al mismo tiempo, empezó a oír claramente el sonido de los pájaros, aun de los chirriantes.

Al bajar en la parada de siempre y empezar a caminar por la empinada y solitaria calle de todos los días, los detalles de la reparación en progreso de las paredes de una casa se le hicieron más nítidos. Observó con gusto los avances logrados desde que ella había comenzado a pasar por allí dos veces por semana.

Se dio cuenta de que ese día estaba sintiéndose plenamente viva. Se hizo a sí misma la pregunta: ¿Qué te devuelve la alegría de vivir?

De inmediato, se le presentaron imágenes casi superpuestas que se verbalizaron en voz alta. No le quedó más remedio que sacar su cuadernito de notas que siempre llevaba en la cartera y empezar a escribir, mientras caminaba, la respuesta:

El recuerdo de tus ojos enamorados.

La sonrisa pícara cuando se planifica una travesura.

Mi papá haciendo del abuelito que nunca llegó a ser en vida.

Esa rosa roja y esos geranios intensos en aquel jardín.

Las células batalladoras de tu sangre.

La nieta francesa y los nietos por venir.

El musgo que está convirtiendo a esta ciudad en lagunera o casi gallega.

Las mínimas plantitas que ciñen este muro.

El juego en las nieves de Andorra con tu primer amor.

Las palabras que vuelven a brotar.

Ese helecho especial que no veías desde el patio de la casa de la calle Pérez Galdós.

El saludo de la buena gente que encuentras por las calles.

El violeta de esas hermosas flores colgantes de un arbusto casi parásito.

El recuerdo de la amplitud de miras de Cervantes.

El reto de seguir escribiendo y publicando.

Tu subida en zigzag por estas agudas calles avileñas.

Las palabras resplandor, añoranza, travesías, faroles y un grandioso párrafo del mundo de barcos y juguetes de Gustavo Pereira del cuento que presentaron el otro día.

Contemplar el querido Ávila y estar escribiendo esto mientras llegas a una más de tus clases privadas para la subsistencia.

Y, en ese instante, algo aun más llamativo la atrajo tanto que tuvo que detenerse del todo: En ese pequeño jardín delante de una de las tantas típicas quintas de esa calle había un espectáculo que no podía pasar desapercibido por nadie.

Era una extraña flor que, casi instantáneamente, reconoció como la concretización de la que se le había presentado en aquella duermevela de su huerto en la pradera, a las cuatro y media de una de las tantas madrugadas cuando se despertaba repentinamente ante la visión de palabras de un texto, a veces a color, que copiaba en el cuaderno que siempre estaba al lado de la cama:

CINTILANTE

El extraño color de mis pétalos atrae a todo el que me ve. Su delicada tonalidad entre morado y rosado me convierten en una rara flor. Su geométrico contraste en listas es hermosamente abstracto. Sin embargo, su serpentina, lanceolada longitud y delgadez tornasolada producen cierto rechazo. El hecho de que desde el bosque de hojas gigantescas y vulgares de las ramas de mi planta brote con tal elegancia y exotismo no cabe dentro del esquema general de las flores. Mi fuerte y penetrante aroma nocturno desquicia a todo el que lo perciba.

A los escasos que mantienen su atracción por mis poco comunes características, el descubrir ?sorpresiva e inevitablemente? la brevedad de mi existir los hunde en desolación.

Se encontraba en una de las urbanizaciones construidas en los años finales de la década de los cuarenta del siglo XX a los pies del Ávila y que se han quedado como oasis entre dos de las arterias para la circulación asfixiante de vehículos automotores. En esa zona se viaja al pasado reciente de la ciudad ya que se mantiene en sus años sesenta. Se vive como en las pequeñas poblaciones andinas. No hay tráfico. En las aceras y en los jardines más grandes de algunas de las casas resisten casi todos los árboles sembrados originalmente. Se oyen los pájaros casi todo el día. En una de sus calles se siente el sonido continuo del agua que todavía desciende de la montaña por una quebrada oculta detrás de altos muros. Hay partes en que se mantiene una humedad que produce musgo.

Sin embargo, la creciente inseguridad de la macro-ciudad ha llegado hasta aquí: Ahora, a pesar de las casetas con vigilantes en algunas de las esquinas cerradas con barras movibles, muchas de las quintas han levantado altos muros en que culminan espirales metálicas capaces de ser electrificadas. De todos modos, aunque no se puedan contemplar sus jardines, se ven las ramas de algunos de sus árboles y se oye el canto de las aves. Algo de la antigua Caracas se niega a desaparecer del todo.

La calle comenzaba en una bajada bastante pronunciada y, más o menos, a la mitad, seguía en una subida empinada. Luego se abría en forma de “Y” en dos calles que ascendían aun más perpendicularmente. Había muchas quintas que evidenciaban su largo abandono. La mayoría estaba siendo objeto de reparaciones y adaptaciones, especialmente por el lado izquierdo de la calle. Una había sido convertida en un edificio de cuatro plantas.

En la calle empinada, aun cuando la mayoría de ellas conservan su correspondiente pequeño jardín, el tamaño y exuberancia de las abundantes, largas y apretujadas hojas de las plantas desde donde surgía la flor que había llamado la atención de Cecilia lo hacen destacar entre todos. La quinta está ubicada en donde la calle empieza a ascender. Su percepción agudizada desde temprano en aquel lunes rutinario se sintió atraída de inmediato por esos colores rosado y morado en listas paralelas perfectamente trazadas de los pétalos lanceolados y delgados que se volvían tornasolados bajo el brillo de los rayos del sol y por el ligero movimiento de la brisa. La extraña configuración de los extremadamente largos pétalos de dibujo abstracto –que surgían desde un conjunto de unas veinte corolas de color morado oscuro y de formas parecidas a los jarrones que elaboraban las civilizaciones antiguas– así como el contraste sobre el marco verde oscuro de las abundantes hojas de la planta constituían un atrayente espectáculo. Decidió darle el nombre de su premonición textual: “Cintilante”.

Tardó bastante tiempo en reanudar su camino. Cuando lo hizo, iba alimentada de algo nuevo.

Al regresar a su casa, Cecilia se dedicó a averiguar qué tipo de flor era aquella. En sus libros de botánica, no la encontró. El miércoles siguiente se decidió a tocar en la vivienda para preguntarles a sus ocupantes. Lamentablemente, quien contestó se veía que era simplemente alguien contratado para cuidarla. Solo le pudo informar que había oído decir que era un lirio. Al recorrer sus libros, ya ella había pensado que podría ser un tipo de lirio extraño, cuyo nombre no había podido localizar. Los lirios son herbáceos de la familia de las iridáceas, que son plantas con rizoma.

En los días subsiguientes, se detenía brevemente a contemplar la extraña flor, tanto en el ascenso como en el descenso. Pero, la vida de ese tipo de plantas es muy breve. Una de esas mañanas, se sintió desolada al observarla totalmente marchita. Solo quedaba esperar hasta la próxima ocasión en que algunas de las otras flores del enorme conjunto de ramas y tallos tuvieran su momento de eclosión y esplendor.

No se necesitaba mucho para caer en los pensamientos filosóficos sobre la brevedad de la vida y de todo lo que la compone. Cecilia recordó sus amores, sus viajes, sus bailes, sus grandes momentos vitales; cómo también habían tenido sus puntos de esplendor y de ocaso. Observó cómo se marchitaba su propia piel y contempló la cercanía de su propio fin físico. Se sintió solidaria de Cintilante; sin embargo, como ella, sabía que no desaparecería del todo. Le acababan de comunicar el nacimiento de otra nieta y la publicación de su primer libro. En ambos continuaría su esencia.

En Caracas, a principios del siglo XXI

Publicado en: Narradores por la tarde. Caracas: Editorial: Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. 2008-10-15. Del libro inédito: Zarandeos infinitos y una mirada impávida.

  • Natividad Barroso, poeta y narradora, Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela

 

Comparte esto:

Hedy Lamarr (1914-2000), por Heberto Gamero Contín

 

Heberto Gamero Contín

Hedy Lamarr (1914 – 2000)

Por Heberto Gamero Contín

19 de enero del año 2000. Tenía ochenta y cinco años.

Y tenía veintitrés años cuando dejó al marido, vendió sus joyas y escapó a América. Sola.

Siempre tuve el temor de morir antes y perder la posibilidad de saber de ella hasta el final de su vida, pero por otro lado no me importaba partir primero si fuera el caso y así ella podría disfrutar de unos años más. ¿Qué es lo que no estaría dispuesto a hacer por Hedy Lamarr? No llegué a conocerla, pero, desde que vi Éxtasis, su quinta película, filmada en 1933 cuando apenas tenía diecinueve años, mi misma edad, nunca dejé de admirarla, de soñar con ella, de vivir para ella. Y la admiraba no porque hubiese sido la primera mujer en el mundo que aparecía desnuda en una película comercial, ni por su hermoso cuerpo ni por la infinita belleza de su rostro, sino por ese atrevimiento, ese desplante, esa encendida inteligencia que brotaba de sus ojos con la naturalidad y la violencia de un volcán a veces dormido a veces en plena erupción. A diario la revivo. Sus fotos cubren las paredes de mi habitación, el marco de la ventana, me sonríen desde el techo cuando aún no he apagado la luz y el silencio de la noche se hace presente con su abrumadora soledad. En aquella primera película, Hedy no solo me embrujó a mí: un imberbe fascinado ante la pantalla que retorcía su boina entre las manos y cuya expresión era solo comparable al título de la película, y que un grupo de amigos calificaba de obsesivo por ir al cine con más frecuencia que al bar, sino también a un hombre de muy pocos escrúpulos, Friedrich Mandl, un millonario, experto en armas y negocios macabros, que no se detuvo ante ningún obstáculo para, literalmente, obligar a la todavía domable Hedy Lamarr a casarse con él. Cretino, como me hubiera gustado tener su cuello entre mis manos y apretarlo y apretarlo hasta que de sus ojos salieran lágrimas de arrepentimiento. Sí, pactó con el padre de la artista (¿le pagó?) a fin de que este la obligara a casarse con él so pena de quién sabe qué castigo. En una de las fotos está desnuda, tomada cuando rodaban Éxtasis. Nunca olvidaré esa escena: ella aparece en un paraje de la campiña checa, los pequeños senos al aire, el cabello abundante, su hermosa cara de niña, nadando en un lago y luego corriendo tras su caballo, Loni, que de improviso, como si alguien le hubiese clavado un par de espuelas en su cuerpo, se había ido al galope llevándose la ropa que ella había dejado sobre su montura. A lo lejos, un grupo de personas filmaban una película. Temerosa de ser vista, Hedy se esconde tras unos matorrales y espera. El director de la cinta corre tras el caballo, lo detiene y regresa en busca de su dueño. La encuentra tras los arbustos, apenada y temerosa. El hombre le devuelve su ropa sin intentar mirar la desnudez de la joven de ojos azules como el borde de una llama, que de inmediato lo cautivaron. El caballo se aleja de nuevo en busca de la yegua que antes lo había hechizado, se acerca a ella, la huele y la acaricia con su cabeza: una tierna alusión a lo que luego pasaría entre la pareja de artistas. La he visto cientos de veces. A veces me levanto a mitad de la madrugada, me echo en el sillón y la veo una vez más, y una vez más. Me hace compañía. Aunque duele saber que ya no está, me sigue haciendo compañía. Hermosa, siempre hermosa, aquí estás de nuevo. Su boca es como la del corazón de un ángel, su cabello negro hace un fascinante contraste con sus ojos, con sus largas pestañas, con los majestuosos arcos que dibujan sus cejas… También yo era así de hermoso ?me río al anotar esto en mi diario?, cuando la edad no era una preocupación y en el gabinete del baño sólo había desodorante, agua de colonia y todas esas cosas; nunca medicinas. Cómo me hubiera gustado ser su amigo, su biógrafo, estar cerca de ella y escribir para ella, intentar curarla de aquella primera y frustrante experiencia. Pero, nunca contestó mis cartas. No la culpo, las mías seguramente eran unas más entre las recibidas por miles de admiradores que como yo querían ser parte de ese otro mundo mágico y privilegiado que ella representaba. Pensemos también que el temor de encontrarse con otro Mandl debe de haberla traumatizado. Cómo se puede tratar a una mujer de esa manera: no le permitía salir, tener amigas, enviar y recibir cartas a menos que antes no las revisara él. Hedy menciona en sus notas que la vigilaba hasta cuando se bañaba. Y cuando salía en viajes de negocios la llevaba consigo para exhibirla como una reluciente joya y no la apartaba ni un minuto de su lado. Sus celos llegaron a tal punto que pagó para que se recogieran las copias de Éxtasis que pudiesen haber en los cines de toda Europa. En resumen, era una prisionera que sólo se podía mover dentro de las cuatro paredes de un castillo de oro. Pobre mujer. Sin embargo un día los guardaespaldas de Mandl se descuidaron y, con la cartera cargada de joyas saltó por una de las ventanas de un restaurante en que celebraban la firma de un negocio más, huyó del lugar y se fue a París y luego a Londres. Europa no le pareció lo suficientemente grande para escapar de su marido: sabía que en algún momento podía encontrarla, por lo que vendió sus joyas y se embarcó hacia los Estados Unidos. Fue lo mejor que pudo haber hecho, ya lo creo. Yo vivía en aquel entonces en Alemania, en Berlín, y trabajaba como ayudante en una librería: limpiaba y ayudaba a vender. En las tardes, al cerrar la tienda, con la condición de que no las arrugara, me podía llevar algunas revistas para mi habitación. Era muy bueno el señor Singer. Teníamos el mismo apellido. Tal vez por eso me adoptó. Me encontró en el orfanato judío de Berlín-Pankow un tiempo después de que muriera su mujer; también su hijo, en la guerra. Yo, por mi parte, no conocí a mi padre, y mi madre murió de tuberculosis; eso me dijeron en el orfanato cuando una vez se me ocurrió preguntar. Tampoco conocí a mis abuelos. Otro día me dijeron que no me quedaban tíos ni primos; fue cuando decidí no tener familia. Qué sentido tenía. Pero había algo que, como ahora y a pesar de todo, me hacía feliz: ver sus fotos, acostarme con las manos entrelazadas a mi nuca y pasearme por cada una de ellas, sentir su mirada desde cada rincón de mi pequeño mundo. Antes de Éxtasis, y antes de que el malvado la secuestrara, había filmado cuatro películas en Alemania, todas extraordinarias: Dinero en la calle, La mujer de Lindenau, Las aventuras del señor O.F. y No necesitamos dinero. Ella le daba a la película el color que no existía en las cintas de aquella época. Extraordinaria. No sólo era una joven y hermosa actriz sino que también había sido una muy buena alumna que había entrado a estudiar Ingeniería de telecomunicaciones con tan sólo dieciséis años. Aún conservo las fotos de aquellos años, aquí, frente a mis ojos, sobre mi escritorio, en todo lo que me rodea, siempre seria, cautivadora, viva y muerta a la vez, como de otro mundo. No necesito más compañía que sus fotos y películas, esa es la verdad, aunque la ilusión de un día conocerla en persona haya desaparecido para siempre. Una ilusión que me empeñaba en mantener a sabiendas de que nunca se materializaría pero, estaba viva, había visto todas sus películas, la había seguido a Norteamérica, le había enviado mil cartas, era uno de los tantos que la saludaba y gritaba su nombre cuando pisaba la alfombra roja… Sí, en aquellas revistas la vi por primera vez y conocí parte de su historia; esas revistas que el señor Singer me permitía llevar a mi cuarto y yo devolvía intactas a su lugar y que apenas podía compraba para recortarlas y empapelar mi vida. Era judía, como yo, su madre era pianista y su padre banquero. No da la impresión de que su familia tuviese problemas económicos pero tal vez sí morales. Quizás pensaban que entregándola a un multimillonario con supuestas buenas intenciones su hija dejaría de hacer películas que mancillaran el buen nombre de la familia, y el de ella misma. Es posible. Casi lo logran. Su verdadero nombre era Hedwig Eva María Kiesler y desde muy pequeña fue considerada una superdotada. Se dice que a los cuatro años desarmó y armó de nuevo el reloj de su padre con increíble facilidad. Ah, qué niña, ya desde pequeña se comportaba como una fierecilla. Se puede creer en estos detalles si tomamos en cuenta que a la par de su carrera como actriz mi querida Hedy se convirtió en una notable inventora: lo más trascendente que inventó y de lo que hoy más que nunca se beneficia la humanidad fue un sistema de comunicaciones secreto con la idea de disparar torpedos y misiles teledirigidos por radio con señal indetectable por el enemigo, hecho que quedó registrado bajo la patente número 2.292.387 con fecha 11 de agosto de 1942. Pero, ¿por qué Hedy tomó este camino? ¿Tenía alguna razón especial para ello? Desde su punto de vista la tenía, eso imagino: no olvidaba los sufrimientos de los que había sido víctima por parte de Mandl, tampoco la lealtad debida a los Estados Unidos, país que la había acogido como una más de sus habitantes. En aquellos viajes de negocios, donde su marido la obligaba a acompañarlo y a estar presente hasta en las conversaciones más privadas para tenerla a la vista, la inteligente Hedy Lamarr grababa en su cabeza todo cuanto escuchaba; cada vez que tenía oportunidad con gran astucia preguntaba y recababa información extra y privilegiada de otros clientes y proveedores que invariablemente asistían a estas reuniones e, incapaces de resistirse a los encantos de la hermosa dama, hablaban sin tapujos sobre sus proyectos e incluso, al oído, para embriagarse con su olor, de sus secretos más reveladores, como podían ser los pormenores de la tecnología armamentista de aquellos años. A la sazón todos sabían que el multimillonario Friedrich Mandl proveía municiones, aviones de guerra y sistemas de comunicación a Adolf Hitler y a Benito Mussollini, con quienes, más allá de los negocios, mantenía una amistad personal. ¿Qué mejor forma de compensar o intentar mitigar los agravios sufridos por parte de su primer marido, de detener aquellos terribles homicidas, que ofreciendo a sus benefactores toda la información que había recabado a lo largo de cuatro años de “esclavitud”? Ninguno de los que integraban aquella camarilla de horror imaginó que detrás de su cara bonita se encontraba una potencial enemiga. Su invento entonces, también llamado Técnica de comunicación de frecuencias o Salto de frecuencias, fue ofrecido a los americanos, que a los pocos años lo perfeccionaron pasando de un sistema mecánico a uno eléctrico, lo que les permitió aplicarlo con éxito en sus comunicaciones, proyectos militares y, más allá de eso, al pasar de los años, algo que quizás nunca Hedy imaginó, aplicarlo también en la telefonía celular, incluyendo la comunicación de datos hoy día conocida como Wifi. ¡Qué personaje! A pesar de su drama matrimonial y de su aventurada salida de Europa, se podía decir que era una mujer con suerte: en el barco donde huía, ya libre de todo temor, conoció a Louis B. Mayer, empresario de la Metro Goldwyn Mayer, quien seguramente, como yo, también era su admirador. No quiero saber lo que pasó en aquel barco, pero las revistas anunciaron que después de la larga travesía Hedy Lamarr llegó a los Estados Unidos con un contrato por siete años. ¿Celoso? Sí, por un tiempo lo estuve. Pero, la verdad, fue lo mejor que le pudo haber pasado a mi querida amiga. Además, quién puede juzgarla. Le esperaba la vida que había soñado: paz, fama, fortuna y mucho trabajo; filmó treinta películas, entre ellas la famosa Sansón y Dalila, compartió el escenario con los grandes de la época, inventó cosas importantes, tuvo todo lo que el viejo continente le había negado… Y se retiró joven, cuando aún las arrugas no habían surcado su rostro y el brillo de sus ojos no se había opacado. Así la recuerdo.

¿Yo? Volví a Europa cuando supe que sus restos habían sido trasladados a Viena. Nunca la conocí pero, no sé cómo explicarlo, no podría estar lejos de ella. No sería vida. Mientras espero que se extinga mi luz continuo mirándola tan hermosa como siempre en las paredes de mi habitación, en los portarretratos sobre mi escritorio, en el marco de la ventana y, en las noches, antes de acostarme, antes de apagar la lámpara y encontrarme inmensamente solo, escribiéndole cartas que ya no le envío pero que me ilusiona conservar.

Nada remediaré con lamentaciones, pero Hedy Lamarr se casó en seis oportunidades. Sí, tuvo seis esposos. Y ninguno pudo darle lo que yo tenía en abundancia.

Comparte esto:

ENTREVISTA A NERY RUSSO

Sombrero Mujer11

Hace un tiempo tuve el gusto de visitar el hogar de la escritora venezolana Nery Russo. Elegantemente vestida, peinada con cuidado y el maquillaje discreto, de punta en blanco como decían los caraqueños de principios del siglo XX, nos recibe la polifacética dama a Heberto Gamero y a esta admiradora, dispuesta a concederme una entrevista para la revista del Círculo de Escritores de Venezuela.

Después de los saludos de rigor nos cuenta que nació en Río Caribe, Estado Sucre, cerca del mar y de las colinas donde termina la Cordillera de la Costa, lo que de alguna forma debe de haber influido en su espíritu de mujer libre, luchadora y de una jovialidad que todavía hoy, a los 99 años, refleja en su trato y cordialidad. Es una mujer de temperamento vital, mirada penetrante y sonrisa fácil. Le pregunto por su infancia y dice que siempre era la primera de la clase. Sus maestras la tomaban en cuenta por su aplicación e inteligencia, por su desenvoltura y buena dicción. Por lo general la elegían para actuar en los actos de fin de curso, leer poemas y discursos.

Comenzó a escribir desde los 14 años. Su primer libro lo publicó en la década del 40: “Norte y Sur de mi mundo”, y confiesa con humor y cierta ironía que este libro “no tenía norte ni tenía sur”.

A los 16 años vino a estudiar a Caracas y se graduó de periodista en la Universidad Central de Venezuela. Desde muy joven comenzó a escribir reseñas y crónicas para algunos diarios como La Esfera, El Heraldo, El Universal y El Nacional. Fundó la revista Páginas, con temas sociales, políticos, culturales, de farándula y recreativos. Nueve años después fundó la revista Ellas. Fue una promotora cultural de primer orden.

Nery Russo tuvo al mismo tiempo una intensa vida social que la llevó a crear el certamen Princesita Venezuela. Perteneció a la Asociación Venezolana de Autores y Compositores (AVAC), fundada por la compositora María Luisa Escobar, de quien afirma: “Era como una madre para mí”. Nery Russo fue asimismo cofundadora del Colegio Nacional de Periodistas y Miembro del Ateneo de Caracas. Actualmente es Miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela y algunos de sus poemas están recogidos en la Antología Poética de nuestro Círculo.

Cuando le pregunto por su actuación en la política señala que nunca se sintió atraída por ocupar cargos públicos ni por descollar en este campo. Sus intereses iban más bien hacia el periodismo. Escribió numerosos artículos en este sentido y aunque que no participó como activista político asistía a las manifestaciones por la conquista del sufragio de las mujeres.

Sus novelas Zori, La mujer del caudillo y Con los pasos del perro tuvieron gran acogida en su época. La mujer del caudillo, biografía novelada de Luisa Cáceres de Arismendi, fue lectura obligatoria en los colegios durante varias décadas.  Escribió también un hermoso libro dedicado el Ávila y en la actualidad escribe una novela autobiográfica muy extensa. “Casi mil páginas”, dice entre risas.

NERY RUSSO

Cuando le pregunto por la situación actual de Venezuela, nos dice: “Yo estoy muy descontenta con la situación que vive mi país, con la sociedad enfrentada y dividida y por la descomposición social, falta de valores y el resentimiento que se ha creado. Es muy triste todo esto, señala.

En su apartamento predomina un ambiente propio de una escritora. Una valiosa colección de cuadros de pintores venezolanos y extranjeros ocupan casi todas las paredes. En el centro de la sala, un hermoso retrato suyo realizado por su ex-esposo, el pintor español Felipe Vallejo, nos la muestra en todo su esplendor. Flores y delicadas figuras de porcelana de Sèvres adornan la mesa de centro y laterales. Cientos de libros integran su biblioteca y un escritorio cuidadosamente ordenado conforman su mundo de letras y memorias. Más allá, un mueble con puertas de vidrio guarda todas las medallas, premios y diplomas recibidos.

Luego de un delicioso té servido por la propia Nery Russo, nos despedimos de esta mujer que todavía ostenta el título de condesa, al contraer nupcias con el Conde italiano Hugo de Chiara Falangola.

Nery Russo, un personaje, un ejemplo, una vida de trabajo incansable. Una admirable mujer.

Para finalizar manifiesto mi profunda gratitud a Heberto Gamero Contín (gran amigo de Nery) por su gentileza al haber propiciado este encuentro inolvidable.

Carmen Cristina Wolf

Santiago de León de Caracas

26 de octubre de 2015

Comparte esto:

Carmen Cristina Wolf: Selección de poemas

Presentación del libro Atavíos,  por Alfredo Pérez Alencart

Selección de siete poemas

Biografía de la autora

VIGAS FUERTES DE CARMEN CRISTINA WOLF

Alfredo Pérez Alencart

Universidad de Salamanca

Oigo a una voz necesariamente enclaustrada rompiendo complicadas geografías, no sin antes advertir:No abandones tu rincón secreto / sin tender el hilo que te llevará de vuelta. Es, me percato, la poeta C. C. W., erigiendo un orbe nuevo para que sus invocaciones se posen sobre el oro molido del recuerdo, cierto, pero también dentro de la certeza de los sueños: Eres el sueño de aquel / en quien florecen siempre las palabras, como tan bellamente anota en otro de los diecisiete cánticos acopiados lentamente, cuales frutos de su inabarcable vida interior, porque son muchas las vidas que salen por las ventanas de su Espíritu; es más, algunas todavía no han nacido en esa casa cómplice del Tiempo: Me acostumbré a vivir / con un pie en su morada // y otro en el infinito.

Ella, que nunca abandona a sus amigos (confesión de antaño y de hoy, cual refugio), teje las sílabas de de este Vértigo hondo de presencia, con la alquimia del milagro de vivir y las brasas ardientes del amor-amante: No dejes caer la noche sin decírselo. / La rosa no se avergüenza de velar / en lucidez al alba.

Confluyen ausencias, desolaciones, promesas, años de niñez, manos, viajes, esperanzasLos textos se desbordan y se contienen, siempre en espera de un corazón que los sienta y los adopte. El mío lo torna su alimento y publicita la afirmación lírica-aforística de Carmen Cristina Wolf.

Celebro este alumbramiento múltiple. Celébrenlo conmigo, repitiendo al menos un par de versos: La espera, un eterno comienzo /El oficio, aguardar / en la ciudad que se abre al horizonte.

Octubre y en Tejares

Alfredo Pérez Alencart

Universidad de Salamanca

Carmen Cristina 3 2002

Selección del Libro: Atavíos de Carmen Cristina Wolf. Ediciones El Pez Soluble

1 LA CASA Carmen Cristina Wolf

¿Es ciego el giro de la casa

tan sola y huérfana?

Será que se detiene algunos días

sin darnos cuenta

se acicala con campos de espigas

y trae consuelo a dolores antiguos

La mecedora de la abuela levita suavemente

la persiana se mueve

.-.-.-.-

en clave morse

se balancea el móvil de corales

Millones de mensajes cruzan el corredor

sin golpear los retratos

provenientes de los siete confines

El aire se recrea con murmullos

salidos de laptops relucientes

El caserón de todos, no sabemos por qué

guarda secretos desde su pétrea hondura

le gusta cambiarse los vestidos

y lavarse la cara de pisadas maléficas

o besarse ella misma las memorias

Algunos días soleados acostumbro

acariciar los prados y dejarme

cobijar por la sombra

de las interminables filas de palmeras

mientras cientos de pies dejan huella impaciente

en los portales, apenas entran y se van

para dejarse caer un día u otro

en su regazo

Me acostumbré a vivir

un poco en su morada

y por instantes en el horizonte

& & &

2 ORIGEN Carmen Cristina Wolf

Eres el sueño de aquél

en quien florecen siempre las palabras

Entre piedras que exudaban templanza,

caíste millares de veces en las playas de todos los océanos

Cuando aún no existía el cántaro ni el día,

se cumplió el ritual de la gota de luz en la penumbra

Sudaste al calor de ríos de lava y al frío de las cavernas

confundida entre hipocampos y corales

enredada en celacantos sin mirada

Las tortugas gigantes llevaban en sus casas

grabadas las señales del que sería mi cuerpo y el de todos

Había un itinerario

en el centro del alma, era fácil sentirlo

casi imposible hallarlo persiguiendo las sombras

Era extravío seguro atarse a los deseos

& & &

3 PROMESA Carmen Cristina Wolf

Traje conmigo algunas piedras de la ciudad perdida

y un puñado de versos sin destino

Respirar lo imposible, no esperar noticias

recrearse en la experiencia de la sed

El oleaje aparenta una conversación con las otras máscaras

Mejor no oír su voz, quebrantaría el inquieto sosiego del mar

Si los sueños dejaran de serlo se perdería el gozo de la promesa

La espera, un eterno comienzo

Miré en celaje el vuelo de tus cabellos a través de la vidriera

Recé para que no fueras tú. Así nunca te poseería del todo

El vuelo del alma no debe caer abatido en la piedra más honda.

El oficio, aguardar

en la ciudad que se abre al horizonte

& & &

4 AUSENCIA Carmen Cristina Wolf

Los minerales permanecían mudos

sus contornos buscaban las formas

– aún no había tonos verdes

El germen de conciencia

se dejaba ceñir por los océanos

Él se acercó, tenía atisbos de aurora en su mirada

mis manos fueron el refugio exacto de sus cabellos

y un temblor de sangre abrasó mis entrañas

Desde entonces –cuando regreso a este mundo

suelo sentir los pasos de su ausencia

& & &

5 MEMORIA Carmen Cristina Wolf

Él nombraba las cosas con sonidos graves y conocí la risa

su porte recordaba el vuelo del albatros y el tornasol del tigre

Íbamos los dos solos intensamente unidos

Desde entonces, asistí innumerables veces a nuestro nacimiento

Alguna vez regresa el esplendor

Espero que regrese su mirada de mineral profundo

& & &

6 INFANCIA Carmen Cristina Wolf

Me encuentro entre los niños que abandonaron pronto los patines

y le fueron infieles a los cuentos por viajar en un tren de compromisos

Osar volver a ser

un corazón de pequeño latido

pasear de nuevo en el carro de los bomberos

Eso haré, si es posible

dibujaré un caballo estremecido de praderas

pintaré líneas de tiza en el garaje

para advertir al auto que detenga sus ruedas

Es el espacio de los pies desnudos

con cientos de caminos y hojas de tonos sepia

& & &

7 AMANTE Carmen Cristina Wolf

No dejes caer la noche sin decírselo

La rosa no se avergüenza de velar

en lucidez al alba

Tu cuerpo suele ser casa soñada

en los días del verano

y aún callas, tontuelo!

Mejor un instante de atrevido sonrojo

a mil versos de sensata palidez

Selección de poemas de Carmen Cristina wolf, escritora venezolana

Abril 2012

Síntesis biográfica de Carmen Cristina Wolf

Poeta, ensayista y editora nacida en Caracas, Venezuela. Abogado con Estudios Superiores en Literatura Hispanoamericana. Obra publicada: En poesía: Canto al Hombre, Cármina editores 1997. Canto al Amor Divino, Cármina Editores 1998; Escribe un poema para mí, Círculo de Escritores de Venezuela 2001; Prisión Abierta, Al Tanto 2002, Colección Las iniciales del tiempo; Atavíos, Editorial El Pez Soluble 2007; Huésped del Amanecer, poemas, Ediciones Universidad Nacional Abierta 2008. La llama incesante, edición del Instituto de Estudios Iberoamericanos de Salamanca 2010; Retorno a la Vida, Ensayo, Cármina Editores; Poesía Femenina y violencia, ponencia publicada en Antología Encuentro Internacional de Escritoras 2008; Acontecer fecundo: Estudio sobre la obra de Luz Machado, publicado por la Asociación de Escritores de Mérida 2008; Aproximación a la obra de Rafael Cadenas, publicado por ConcienciActiva 21.

Actualmente tiene un libro de Ensayos inédito: VIDA Y ESCRITURA. Ha sido publicado en amazon. Contiene textos sobre autores venezolanos e hispanoamericanos.

En dos oportunidades ha presidido el Círculo de Escritores de Venezuela. Obtuvo el Premio al Concurso de Cuentos 2005 de la Librería Mediática. Finalista en el Concurso de la Sociedad de Arte y Literatura con el libro El huésped insomne. Obtuvo la Medalla Internacional de Poesía Vicente Gerbasi.

Su obra aparece en Antología de Poetas Venezolanos de José Antonio Escalona, Universidad de Los Andes 2002.. Quiénes escriben en Venezuela (Conac 2004); El Hilo de la Voz 2004; Antología del Círculo de Escritores de Venezuela 2005; Biblioteca de Venezuela Analítica; Mujeres Venezolanas ante la Crítica de la Asociación de Escritores de Mérida 2008; Antología Octavo Encuentro Internacional de Escritoras, de la Asociación de Escritores de Mérida, 2008; Antología de Versos de Poetisas Venezolanas Editorial Diosa Blanca 2006;

colaboró con el periódico de la cultura PublicARTE, Una muestra de su poesía aparece en el libro La Mujer Rota (Primer Foro Internacional de Poesía); Literalia Editores México 2008; y en las Revistas Circunvalación del Sur, Conciencia Activa 21, Ateneo de Los Teques y otras.

Ha escrito numerosos ensayos, publicados en diarios y revistas nacionales e internacionales. Sobre su obra han escrito: Helena Sassone, Alfredo Pérez Alencart, Alejandro Lasser, María Isabel Novillo, Miguel García Mackle, Edgar Vidaurre, Lidia Salas, Alejo Urdaneta, Eduardo Casanova, Enrique Viloria, Pedro Pablo Paredes, Milagro Haack y Lubio Cardozo. Es Directora de Cármina Editores y actualmente es Directora Ejecutiva del Círculo de Escritores de Venezuela.

Su nuevo Blog: La llama incesante carmencristinawolf.wordpress.com

Comparte esto:

Lidia Salas: Selección de poemas

 

Lidia Salas 2013

Ciudad de azul y vientos

en las memorias del ayer.

De tus ráfagas de arena

caían pájaros en llamas de las horas.

Ahora cuando es irremediable la distancia

la seda de acordeones me devuelve

la belleza desnuda de tus noches.

El arroma de heliotropos humedece

el recuerdo donde alguien con mi cuerpo

atraviesa tus sombras.

¿Cuál destino dilata los secretos

anhelos de la sangre que me trajo

a esta orilla de tu ausencia?

Atrás queda el asombro por la vida,

el grito estremecido de los sueños,

el vino del adiós.

¿Es ilusorio el gesto de alcanzarte

en el poema?

Ciudad de azul y vientos, tu aire

ardía en alas de candela.

          &   &   &  &  &   &

El estropicio

de las gotas resuenan

sobre el zinc de la memoria.

Remota llovizna de la infancia.

Atisbo la alegría elemental

de la niña que fui bajo tus aguas.

Es la misma canción estremecida

por la risa de mi hija, con sus brazos

abiertos, flor que gira bajo la lluvia

ardiente, en el patio de mi madre.

Un día somos y el torrente del tiempo

nos lleva y nos devuelve al verdín de las acequias

a muros carcomidos por la ausencia,

a la humedad de lluvias que continúan

cayendo para siempre, sobre las palabras.

          &   &  &   &   &   &

El tiempo

se deshace en el sepia de las tardes,

en las hojas al viento y en el rastro

de jazmines entre abiertos.

Íngrima soledad de las alcobas.

Ventana donde mamá secaba

cortezas de naranja en espirales

para el té de las tardes.

Casa arrasada por crueles

despedidas. Sus frágiles destellos

se derraman en la melancolía

de las lágrimas.

Junto a la hornilla del corazón

las tintas del achiote tiñen

la antigua melodía. Canción

ajena que hice mía:

No volveré jamás, jamás se vuelve

El sitio de la vuelta es siempre otro”

Del libro de poemas Ciudad de Azul y Vientos, Caracas 2015

Lidia Salas es Magister en Literatura Latinoamericana y en Idiomas, graduada en la Universidad del Atlántico, Colombia; poeta, ensayista y docente, distinguida con varios premios. Miembro de la Junta Directiva del Círculo de Escritores de Venezuela

Comparte esto:

La Nostalgia en duermevela, porque si el tiempo olvida, la poesía muere

La Nostalgia en duermevela, porque si el tiempo olvida, la poesía muere.

Comentarios al libro Ciudad de Azul y Viento de Lidia Salas

Por: Magaly Salazar Sanabria

El tiempo de la poesía está inmerso en ella, la acompaña por siempre, a menos que el poeta se desprenda de su fardo y la deje morir. Por eso, la nostalgia trae consigo los recuerdos y actúa muchas veces en sentido terapéutico cuando la memoria es indulgente.

La poeta Lidia Salas en su libro Ciudad de Azul y Viento, dedicado a su tierra natal, Barranquilla, recrea los espacios amados, los personajes arropados en los cuidados de su alma, las flores que todavía perfuman los días de su vida, las canciones de los bares, los avatares y murmullos del mar con su puerto de esperanza, adioses, esperas. Así, como el rompecabezas de un mago va apareciendo la ciudad que nos empapa con su salitrosa belleza y querencia. En el poema “Saudade”, el hablante poético sepregunta “¿Cuánto duele el acíbar de tanta lejanía?” respuesta que sólo se escribe en sus versos

La autora no hace un registro de objetos, calles, gente. Ella recorre de nuevo cada rincón con sus misterios, pesares, alegrías, bellezas y va descubriendo en cada uno de estos parajes la inefable certidumbre de lo que vivió y quiere revivir y lo dice en poesía para que su Barranquilla no muera en ella y así dice: “Ciudad donde por vez primera conocí la belleza” para afirmar la frase de Rabindranath Tagore que dice: “La belleza es verdad”

En el poema “Tajamares”, se lee: “ciudad que giras / en las canciones de mi boca.”

Los versos anteriores ratifican lo que hemos sostenido hasta ahora. El recuerdo tiene mayor filiación con el corazón que con la mente y es a través de la palabra como, Lidia Salas, demiurga de la poesía, da rienda suelta a sus encantamientos para manifestar, en un bello cosmos poético, a su ciudad natal. Y podemos afirmar que, a pesar de los recursos poéticos, hay elementos vitales que conforman su experiencia del adentro y del afuera de la ciudad, que nos acerca cada vez más a Barranquilla.

Mujer 1

Ese cosmos esconde los fragores nocturnos y eróticos de los marineros, de los amantes, del amor a los padres, a los amigos y la madeja del amor se va estrechando hasta transformarse en un hilo conductor que atraviesa todo el andar de Ciudad de Azul y Viento, convirtiéndolo en un poemario de amor y de reflexión. En el poema “El estropicio” dice: “Un día somos y el torrente del tiempo / nos lleva y nos devuelve/ al verdín de las acequias/ a muros carcomidos por la ausencia…”

Todos los sentimientos afloran envueltos en el lenguaje musical de la tierra. La naturaleza está presente y comparte con nosotros sus misterios y deslumbramientos. Naturaleza mitificada por las querencias de la lejanía. No es un paisaje simple, es la búsqueda de las mieles y el acíbar, de los ángeles y los demonios de cada rincón, de cada calle. El poema “El miedo” anuncia una tragedia: “ser herida caminante / entre los cardos / sin óleos para cicatrizar /las pieles desgarradas.” en donde el yo poético confiesa el inmenso dolor de la separación, de las raíces mutiladas y de la soledad.

La misma poeta se refiere a la pena con estos versos: “Ancestral desgarradura./ Sentirse extraño con restos de palabras/ que golpean tan duro como los guijarros. / Triste tonada de la despedida/ sonaba cuando fuiste arrojado de tu casa / a lo lejos del camino.” En estos poemas hay canto y pesadumbre. El canto celebra la naturaleza, el amor, la vida, las flores y plantas, el mar, los barcos, el puerto, los padres, hermanos, amigos, maestros, a los artistas, pintores, escritores, poetas, músicos. También, festeja al hombre simple como personaje popular y a lo doméstico. Lidia Salas vuelve a la infancia, a través del sepia de la fotografía y del recuerdo. Lo sentimos en: “¿Captarían los espejos de la cámara / la nostalgia de la infancia?”

Entretanto, la aflicción denuncia la muerte, el acoso de la dicha, de las condiciones más estimadas del hombre, en síntesis la fragilidad de la vida.

Aunque este lenguaje se puede definir como de la terredad, tendríamos que señalar lo trascendente de la nostalgia en duermevela que responde al universo del espíritu. Agridulce de la vida que la escritora, como una confesión, dicta al yo poético y en donde se reconoce un vacío, que es la vastedad de los deseos, de la nostalgia.

La intimidad tiene su anchura en esta obra: En el poema “El tiempo” se refiere a la madre y la “la casa arrasada por crueles despedidas” .Todo, hasta “la antigua melodía”, está untado del achiote amoroso de los fogones y de la infancia. La soledad también se revela: “Lacerada de olvido/ navego por dársenas ajenas./ A las espaldas/ sólo la sombra de la muerte.” Ya la alteridad está en entredicho y la identidad ha perdido la brújula afectiva.

De acuerdo con el oficio de Lidia Salas, la poesía es “como un barco que zarpa hacia el oculto esplendor de las palabras.” La escritura termina pero sus enigmas continúan fluyendo entre el olor de los rones de las tabernas y los colores de los almendros, cayenas, robles en flor, en una absurda competencia de hieles y mieles. El poemario concluye con versos de amor dedicados a su amado esposo, ido, cuando sólo Dios le dio permiso. Como en oración de la mañana, parecida a la que hacía el hijo de Dios en un lugar solitario (Marcos 1:35), Lidia escribió hacia la ventana del cielo estos versos: “Hechizo de Isla”/ “A tus labios, goce donde se deshacen /las sales del exilio. /A tu lengua, roca donde me astillo /y permanezco./ Magia de una dicha que se esparce/ desde el centro del ser estremecido./ Deslumbramiento en íntimos fulgores, el amor.” Para cumplimentar la musicalidad del lenguaje de esta obra, terminamos con una cita del poeta costarricense, Francisco Amighetti, que dice: “El poema es también/ la noche en la ventana/ en donde el ruiseñor/ de una constelación canta”

Noche de Solsticio de verano en la Isla de Margarita. 2015

Magaly Salazar Sanabria

Poeta / Ensayista./ Ph.D. en Literatura

libros-de-distintos-generos-literarios-1

Comparte esto:

Silene Sanabria: Mujer de pan y lluvia

Mujer leyendo 3

Mujer de pan y lluvia, publicado en Caracas en el 2014, nuevo libro de la poeta venezolana Silene Sanabria, ha sido dedicado a las mujeres de todas las latitudes, como escribe su autora en el epígrafe inicial:  «A ti, mujer, en el mundo».

La escritora Lidia Salas, poeta y estudiosa de la poesía iberoamericana, escribe en el amplio prólogo de la obra: «Con profundo conocimiento, delicadeza de espíritu y su experiencia de vida la poeta desliza su pluma desde los tiempos iniciales de la culpay de la pérdida del paraíso, paradigma del cual se deslastra para convertir ese ser proscrito por la cultura judeocristiana, en diosa, objeto mítico del arte y de la literatura». Escribe sus versos «a manera de manifiesto» por las mujeres cautivas de civilizaciones arcaicas, a quienes no se les conceden los derechos esenciales del ser humano, atadas a regímenes donde la mujer es un objeto para el uso y disfrute del varón, por razones religiosas o de cualquier otra índole.

Este poemario no será olvidado, su escritura revela  la maestría de la poeta en su oficio de andar y desandar con delicadeza y fuerza las letras. A continuación, transcribimos tres poemas de Mujer de pan y lluvia:

Eres objeto  /  figura de vidriera /  el masculino engreimiento  /marca la codicia  / hacia tu estirpe en el complacer ajeno / Eróticas campanas vibran / en uso y desuso de lo natural / de banales diseños / Tu apagado ciclo / merece un cetro diferente

&   &   &   &   &

A Elizabeth Schön, in memoriam

En el marco de tus ojos / duermen presagios / de tibieza infinita / claridad que algún astro dejará / cercano a sus destellos / Referencias del tiempo / marcan paso de tu voz / calmando las aguas / de otros manantiales / Mujer de soledades cósmicas / y frescura de viento / en el sitial de las estrellas/ las formas inmutables se fragmentan / con la armonía de tu palabra

&   &   &   &   &

Describir la trascendencia / es arte de mujer que lleva el mundo / y la voz de Dios / en diseño de lunas/ esconde su silueta / se reafirma / cuando logra aprehender / su vocablo original / que pone al desafío palabras / y brinda su legado de ansias contenidas / en su paso inmediato

&   &   &   &   &

Un tinte visionario / denota sus proezas / gimen en su regazo / huellas vencedoras / Dios obsequió laureles al talento / de la mujer atrapada en sus causas / mártir cautiva de heróica entrega / Luisa Cáceres / La fe emancipadora del valiente ideal / en la hoguera del coraje / Juana de Arco / El recuerdo que no sesa / y emblema de amor / trazó la salvadora osadía / Manuelita Sáenz / Mujeres victoriosas / catedrales del tiempo / leyendas que asumieron la historia

Mi más profunda gratitud a Silene Sanabria por este libro que hago mío por su infinita delicadeza y decir que traspasa mi condición y espíritu femenino.

Carmen Cristina Wolf

Santiago de León de Caracas, 29 de agosto de 2015

 

 

 

 

 

 

Comparte esto:

Sincronías. Crónica de un duelo, por Luz Marina Rivas

Sombrero Mujer4

En estos momentos, hoy 16 de mayo, en la Sala Cabrujas de Caracas, la escritora, crítica y amiga Laura Febres, está leyendo un texto mío sobre mi dulce esposo Carlos Pacheco, en su faceta de escritor. Acabo de ver en Twitter una foto de Laura leyendo “Pacheco, el escritor”, publicada por Benjamín Scharifker. Precisamente en estos momentos he comenzado a escribir este nuevo texto.

Esta mañana me quedé un rato en cama, pensando en Carlos, sintiéndolo, imaginando su presencia. Entonces decidí releer un texto suyo, “Santa Mimía”, escrito a los 49 días de la partida de su mamá, en 2003, en que hablaba de los sentimientos que le despertaba pensar en ella durante el duelo. Lo imprimí para verlo el Día de la Madre y enviárselo a sus hijos y otros familiares (hace una semana) y lo había dejado al lado de la cama. Conté cuántos días han transcurrido desde la partida de mi amor al día de hoy. Son exactamente 49, la misma cantidad de días transcurridos entre la partida de Mimía y la escritura del texto. En ese texto, encuentro las siguientes palabras de Carlos: “(…) esa presencia interior de ella en nosotros tiene un brillo, una armonía, una fragancia que, en lugar de conducirnos al pozo sin fondo del llanto, de la desesperanza, nos eleva a una condición privilegiada de visión clara, donde lo que corresponde es agradecer infinitas veces por el privilegio de haber tenido, como madre o como abuela a un ser como ella.” Desde la partida de Carlos, hace 49 días, no ha transcurrido uno sin que llore su intempestiva muerte, tanto, que ya he pensado ir a visitar a un oftalmólogo, pues mi vista parece haber empeorado. Sin embargo, conozco esa presencia interior, esa dulzura, ese brillo del que habla Carlos, que parece también hablarme ahora a través de tantas coincidencias o simultaneidades que rodearon su muerte. Encuentro, además, en “Santa Mimía”, mis propias palabras reproducidas por él: “A menudo, cuando siento el impulso de llamarla por teléfono, tal como hacía dos o tres veces por semana, me adelanto al dolor nostálgico y recuerdo lo que me decía Luz Marina: ´Puedes llamarla y hablar con ella cuando quieras; sólo que ahora ya no te hace falta el teléfono…´”.

Pienso en las múltiples sincronías y me doy cuenta de que aún no las he recogido en la escritura. Quiero hacerlo. Son memorias que atesoro y que me permiten intentar darle un sentido a este dolor que no termina de quitárseme.

Hace unos meses, terminando el 2014, cerca de la Navidad, Carlos me dijo que él sentía que ya había cumplido con todo lo que tenía que cumplir en la vida, que ya podía irse tranquilo, si le tocara. “No me malentiendas”, me dijo. “No es que yo quiera morirme. Yo deseo estar contigo y tengo muchos deseos de ver graduarse a mis nietos, pero creo que ya he hecho todo lo que tenía que hacer, profesionalmente y en todo lo demás. Si tuviera que irme ahora mismo, creo que ya he cumplido con lo que tenía que cumplir en esta vida” Aquello me produjo una sensación extraña, mezcla de dolor y deseo de aferrarme a su presencia. Estuvimos muy juntos esos días. Pasamos un diciembre hermoso, disfrutando en familia.

Antes de su último viaje, de Caracas a Bogotá, le pedí algunos libros, que dejé en nuestro hogar en Venezuela, entre ellos, Las noches oscuras del alma, de Thomas Moore. Este libro habla de cómo las grandes pérdidas transforman las vidas de las personas. No sé por qué se lo pedí. Creo que en los últimos meses, con mucha frecuencia, tantos cambios de vida me estaban afectando y sentía que ese libro me haría bien. Él cumplió y no solo me trajo ese, sino otro del mismo autor que él tenía en inglés: Care of the Soul. Este autor lo conocí por Diana Rísquez, cuando yo dictaba mi taller de Literatura para sanar. Ahora me resultan indispensables ambos libros.

El viernes 21 de marzo llegó a Bogotá. Yo estaría dando una clase por la tarde y nos reuniríamos en casa a su llegada. Así fue. Esa noche, ya habiendo regresado a la casa, recibí una llamada de Carlos. Me decía que estaba cerca. Le dije que bajaría a esperarlo, lo que hice enseguida. Cuando bajé, lo vi muy cerca de nuestro edificio, ya dentro del conjunto donde vivimos tantas cosas. Venía sonriente, arrastrando su maleta. Me le tiré encima a abrazarlo y besarlo. Estábamos como en un éxtasis. Él me dijo: “Esto es como Love story”. Unos años antes, comparando nuestras vidas antes de conocernos y recordando él sus años de estudiante javeriano en Bogotá, concluimos que debimos haber visto esa película en el mismo cine de Chapinero, él veintiañero y yo, apenas una adolescente de trece años. “Como Love Story, no”, le dije, mientras sentía una sombra sobre nosotros. “¿Por qué?”, contestó él. “Porque Love Story termina con una muerte”, le contesté. “Huy, bueno, como Love Story, entonces no. Yo no soportaría quedarme solo”. La sombra pasó y vino la alegría de estar juntos. Aquellos días fueron especiales. El lunes siguiente, incluso, era feriado y yo podía no ir a trabajar. Disfrutamos de caminar, descansar, ir al cine, leer juntos, hablar y hablar. Nunca se nos agotaban los temas. Juntos, nos hacíamos grandes conversadores.

Al día siguiente, Carlos me dijo que sabía que el Cirque du Soleil estaba en Bogotá. Tenía muchas ganas de ir. Era sábado y nos habíamos acercado a la agencia de viajes del Centro Comercial Santa Fe para pedir presupuestos de pasajes. O él o yo debíamos viajar en junio. Por circunstancias que no vale la pena comentar, él pensó que sería él quien debería venir en junio a Bogotá. En ese mismo centro comercial había un puesto que vendía las entradas para el circo. Yo estaba escéptica. Sabía que había personas que las habían comprado con un año de anticipación. Carlos consiguió comprarlas ese día para asistir al día siguiente, su último domingo en este mundo. Llegamos al circo y la función estuvo estéticamente hermosa, aunque el tema era fúnebre. Un payaso estaba a punto de morir y, desde su cama, podía contemplar toda su vida. Creo que la muerte ya nos rondaba.

Uno de los planes que teníamos para aquellos días en que Carlos estaría en Bogotá, era conocer al psiquiatra junguiano Eduardo Carvallo. Antes de venir a Colombia, la querida Diana Rísquez me había dicho que lo buscara, cosa que aún no había hecho yo. Nuestra amiga Olga Lucía Toro, compañera de Carlos en sus tiempos universitarios, estaba asistiendo a un taller dirigido por él, le habló de nosotros y, a mitad de semana, nos invitó a cenar en su casa después de la Semana Santa.

El otro plan importante era asistir al concierto que daría la extraordinaria pianista venezolana Gabriela Montero. El concierto tendría lugar en el Teatro Colón, el teatro más emblemático y con más historia, en el centro de la ciudad. Se haría justamente el viernes de concilio, el 27 de marzo. Ese día, estuvimos también conversando sobre muchas cosas, entre ellas, el hecho de que en Bogotá no teníamos un seguro funerario. “Si yo me muriera”, me dijo, “me gustaría que me cremaran”. Dijo que le gustaría que sus cenizas fueran llevadas a Venezuela. No podía yo sospechar que unas cuantas horas después, esas palabras me obligarían a tomar decisiones”.

Aquella noche, fuimos hasta el centro de Bogotá. Debimos caminar unas cuadras y disfrutamos de la caminata nocturna por el centro de la ciudad. Esperamos a mi hija Karina y entramos al teatro. Carlos estaba fascinado con este, cuando tomamos posesión de nuestros asientos. Lo vio hermoso; le dije que estaba recién remodelado. Se contentó al ver el piano de cola completo, majestuoso. A los pocos minutos, sentado en su silla, sintió que le faltaba el aire. El resto es historia. Murió en pocos minutos, pero yo no lo sabía. Pedí auxilio. Grité pidiendo un médico. Enseguida llegaron los paramédicos del teatro y tres médicos voluntarios. Entre ellos, el Dr. Eduardo Carvallo, cuyo hombro fue el primero sobre el cual lloré mi angustia. Más tarde, en la funeraria, él me diría que no acostumbraba a identificarse como médico, pero que en aquella ocasión sintió el impulso de hacerlo.

Cuando hice la difícil llamada a Fianna, la hija mayor de Carlos, para comunicarle su fallecimiento, ella me recordó que él quería ser cremado. Recordé, entonces, la conversación que habíamos tenido ese día.

Mi familia estuvo conmigo en el hospital, adonde llegamos en ambulancia. Mi hija Karina, que había ido al concierto con nosotros, me acompañó y sufrió conmigo aquellas horas terribles. Cuando llamé a mi hija Yazmín, ella estaba viendo una película con nuestra amiga Sandra Quiroz, justamente “La teoría del todo” y estaban viendo justamente la escena en la que el protagonista, el científico Stephen Hawkings, sufre un paro respiratorio en un teatro, cuando se disponía a ver una ópera. Mientras la película mostraba cómo lo sacaban de emergencia y lo llevaban a un hospital, sonó el teléfono.

Esa noche terrible tuve muchas solidaridades, aparte de las de mi familia -mis hijas, mi tía Cecilia y mi prima Marcela-. Agradecí mucho la siempre cariñosa y respetuosa presencia de Olga Lucía Toro, que llegó de primera a consolarme. También llegaron al hospital Sandra Quiroz, Oscar Rubén Duque y Cristo Figueroa. Fue importante la atención constante de Manuel José Álvarez, Director del Teatro Colón, que me informaba de lo que iba pasando con Carlos mientras intentaban resucitarlo. Al día siguiente, me puso en contacto con la propia Gabriela Montero, que quiso manifestarme su dolor por mi pérdida y que le dedicó el concierto a Carlos.

Días después, salí a acompañar a mi hija Yazmín y a mi tía Cecilia a hacer unas diligencias. Pasamos por un supermercado y, de repente, mi vista se posó en un libro colocado en los estantes de libros para todo público: El manejo del duelo, de Santiago Rojas, un médico colombiano, a quien yo había conocido en Caracas muchos años antes. Una nueva sincronía.

En aquella terrible semana, hubo una nueva casualidad. Me escribió un amigo de Carlos de la infancia, Sálvano Briceño, que se había enterado de su fallecimiento y que, por casualidad, pasaba esos días por Bogotá con su esposa, nacida en Colombia, como yo. Compartir con ellos un rato en esos días fue muy consolador.

No fue fácil regresar al trabajo después de la Semana Santa, habiendo recogido en el cementerio Jardines de Paz las cenizas de Carlos justamente el Domingo de Resurrección. Además, me tocaba trabajar con mis alumnos la novela más fúnebre posible: Pedro Páramo, el martes, cuando volví a la Universidad.

Antes del fallecimiento de Carlos, pocos días después de su llegada, me había comprometido con Sandra Caula para escribir sobre Contigo en la distancia, del escritor venezolano Eduardo Liendo, para la nueva revista El estilete, que estaba por salir justo después de la Semana Santa. Era la única obra de Eduardo que yo tenía en Bogotá. Sin embargo, no la había leído. En medio de mi dolor, quise cumplir con el compromiso, de manera que le pedí a Sandra unos días más y me leí la novela en dos días. Era sobre la muerte. Su protagonista, un niño que toma un autobús del que nadie se puede bajar, observa su vida por la ventanilla y recibe como compañeros de viaje a personajes literarios y cinematográficos, seres queridos, personas que pasaron por su vida. El niño es a la vez viejo y niño. Poco a poco se comprende que el autobús lleva a los pasajeros al final del fin. Escribí un trabajo titulado “La muerte como celebración de la vida”. La muerte aparece como la cima de una vida creadora y fructífera, como la de Carlos.

Uno de esos días tuve que ir con mi hija Karina al Centro Comercial Santa Bárbara, que no visito con frecuencia. La acompañé a comprar algo que solo conseguiría allí. Mientras la esperaba, me puse a mirar las tiendas vecinas y había una con figuras de santos. Me encontré con la sorpresa de que había allí una estatuilla pequeña de la Virgen de Coromoto, la patrona de Venezuela, con una pequeña placa que decía exactamente eso: “Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela”. Esa es la advocación de la Virgen María que veneraba la familia de Carlos, cuyas hermanas tienen ambas Coromoto como segundo nombre. Carlos y su hermana Beatriz hicieron la primera comunión en Guanare, en el templo dedicado a la Virgen de Coromoto. Por supuesto, entré en la tienda. Ahora tengo en mi casa una imagen de la Virgen de Coromoto, sentada en su pequeño trono, con el Niño Jesús en su regazo, adquirida en Bogotá.

Unos diez días después del fallecimiento de mi Carlos, una persona que no me conocía, conmovida por mi luto, me hizo llegar otro libro que fue fundamental para mí, Experiencias con el cielo, de la Doctora Elsa Lucía Arango, prologado por Santiago Rojas. La Doctora Arango, psicóloga colombiana, especialista en procesos de duelo, habla también de la vida después de la vida en un sentido cercano al de la Doctora Elisabeth Kübler Ross, cuya obra La rueda de la vida había leído yo hacía ya algunos años. Creo que es el mejor libro que podría haber leído en este trance difícil y desolador. La gran casualidad es que acaba de salir al mercado este año.

El once de abril era sábado. No había reparado en algo increíble. Con Carlos, al día siguiente de su llegada, el 22 de marzo, habíamos comprado unas margaritas anaranjadas para adornar la casa. Las puse en un florero entre la cocina y la sala, y Carlos las cambió de sitio. Le parecía que se veían más hermosas sobre la mesa del comedor. 22 días después estaban las flores frescas allí, donde Carlos las puso. Yo ni siquiera les había cambiado el agua. Tuve que tomar una foto para que me creyeran. Aquel sábado comencé a fijarme en mi casa, que no había arreglado en los quince días que habían pasado desde su fallecimiento.

He soñado con Carlos dos veces. En ambas lo he visto volver a la vida, sabiendo dentro del sueño que ya ha muerto. Ha sido muy impactante. Con el transcurrir de los días, me van llegando más sincronías. Me han llegado mensajes que puedo sentir como suyos de cuatro personas. Una me dijo que Carlos estaría conmigo mucho tiempo; otra me dijo que él estaba cerca; otra, que sentía que estaba allí, conmigo; otra más, desconocida para mí, pero amiga de él, soñó con él, que se le aparecía para pedirle que hablara conmigo. En el sueño, esa persona estaba acompañada de un familiar que necesitaba ayuda. Dos días después, tuve noticias de este familiar, que en efecto necesita ser ayudado. Siento que Carlos me habla a través de todas estas sincronías. El dolor es inmenso, pero no puedo negar que a través de todas estas cosas, él sigue conmigo. Puedo sentirlo dentro de mí, como decía él de su mamá, en su texto “Santa Mimía”: “como una luminosidad sonriente, como una compañía tierna, cálida, gozosa. De esta presencia suave y dulce, amorosa y persistente, no tenemos ni sombra de duda.”

Luz Marina Rivas

Bogotá, mayo de 2015.

* El homenaje al escritor, investigador y docente Carlos Pacheco, fue organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela, el 16 de mayo en la Sala Cabrujas del Centro Cultural Chacao, Caracas.

Comparte esto:

Treinta años de la publicacion del ensayo Dios de la Intemperie de Armando Rojas Guardia

El Dios de la Interperie

 

Hola Amigos del Circulo de Escritores

La Guayaba de Pascal  te invita a participar en la celebracion de los Treinta años de la publicacion del ensayo  Dios de la Intemperie de Armando Rojas Guardia

En este homenaje nos acompañaran:  Fernando Rodriguez, Ana Maria Hurtado.
Alejandro Sebastiani y Luisa Helena Calcaño
Dia:  sabado 23 de mayo de 2015
Lugar: Libreria El Buscon
Hora: 4,30 pm

Tambien te invitamos a comprar el libro El dios de la Intemperie con un valor de 850 bolivares. Puedes hacer la transferencia al    Banco   Mercantil, Cuenta de Ahorro, Nº  01050079610079326749, Luisa  Elena  Calcaño,  CI Nº 2938368

Telefono: 0212 243 17  42 y 0416 802 28 35

Comparte esto:

Jurado del Concurso Iberoamericano de poesía Entreversos

Logo Concurso Dic

La convocatoria estará abierta hasta el 31 de Julio de 2015
Presentado el jurado del Primer Concurso Iberoamericano de Poesía

ENTREVERSOS

Caracas, 29 de abril de 2015. La Fundación MAR AZUL – asociación civil sin fines de lucro- presentó formalmente al jurado del Primer Concurso Iberoamericano de Poesía, Entreversos. El prestigioso jurado está conformado por los poetas: Armando Rojas Guardia (venezolano), Gioconda Belli (nicaragüense) y Antonio Gamoneda (español), ellos tendrán la responsabilidad de seleccionar al ganador que se llevará el único premio del concurso, USD 100.000 y que se dará a conocer en el mes de noviembre de este año.

La convocatoria va dirigida a todos los escritores de habla española. En esta primera edición, podrán concursar, autoras y autores de obras escritas en idioma español, cualquiera sea el país de residencia, con poemarios inéditos y sin proceso de edición. El período para enviar el material abarca del 21 de enero hasta el 31 de julio de 2015. El Jurado elegirá 5 finalistas y de ellos saldrá el ganador del concurso. El veredicto final debe estar listo el 1° de Noviembre.

El premio se concederá a la autora o autor del mejor poemario de poesía postulado, escrito y presentado en idioma español, durante el término establecido en las bases del concurso. Consistirá en la cantidad de cien mil dólares (USD 100.000,00) y será entregado en el mes de diciembre.

Este certamen fue concebido por iniciativa de la Fundación MAR AZUL, A.C., para reconocer la creación poética de habla hispana actual, ampliar los horizontes del quehacer cultural de los países iberoamericanos, fortaleciendo los vínculos culturales entre sí y como un aliento de estímulo y promoción tanto a jóvenes poetas como a los escritores ya consagrados a seguir registrando el acontecer anímico y poético de nuestros ámbitos.

Sobre el Jurado:

Armando Rojas Guardia

Nació en Venezuela en 1949. Su vocación como escritor se inició en su hogar y jugó un papel importante en el Talle de Calicanto y Antonia Palacios.

Ha desempeñado una amplia labor cultural una amplia labor cultural y docente vinculada a la literatura y es una de las voces fundamentales de la poesía venezolana contemporánea, así como un destacado ensayista.

Gioconda Belli

Nació en Nicaragua en 1948. Su producción literaria se divide en tres etapas, en las que abordó desde la poesía revolucionaria hasta la novela y el cuento infantil

A grandes rasgos, algunas de sus obras más renombradas son: “Sobre la grama”, con la que obtuvo el premio de poesía Mariano Fiallos Gil, “Línea de Fuego”, “Truenos y Arco Iris” y “De la costilla de Eva”.

En 1978, obtuvo el prestigioso Premio Casa de las Américas, en el género poesía.

Antonio Gamoneda

Nació en Oviedo, España en 1931. Es una de las voces de la poesía española más relevantes y se caracteriza principalmente por no haberse unido a ninguna tendencia y por tener un estilo auténtico que escapa de las estructuras pautadas por los movimientos poéticos.

Ganador del Premio Nacional de Literatura en 1988, Premio Cervantes en 2006, Premio Quijote en 2009.

Algunas de las obras de Gamoneda que gozan de mayor prestigio son “Edad”, “Libro del frío” y “Solo Luz”.

¿Cómo participar en el Concurso?

1. Para participar se deben registrar en la página y aceptar los términos y condiciones.

2. El participante debe subir en el registro su poemario en formato PDF.

3. En el concurso puede participar cualquier autor cuyo material inscrito sea una “Obra inédita”, es decir que no haya sido publicada.

4. Se aceptará un poemario por persona.

5. Los poemarios serán evaluados por el Jurado.

6. El plazo de inscripción es desde el 21/01/2015 hasta el 31/07/2015.

Toda esta información será ampliada a través de www.entreversos.com, donde se canalizará todo lo referente al Primer Concurso Iberoamericano de Poesía ENTREVERSOS.

Redes Sociales

Twitter: @conentreversos

Facebook: Concurso Iberoamericano de Poesía ENTREVERSOS

Comparte esto: