Kosmos, la IDEA de poesía en Nada Salas

Por LUBIO CARDOZO

Poeta Nada Salas
Caracas.

Recordada. En el ‘Romance del conde Arnaldos’ cuando le pregunta al marinero a quién le canta, el nauta le responde «Yo digo mi canción a quien conmigo va.»
He hilvanado las frases del escrito adjunto a esta carta para retribuir en algo las largas horas de solaz lectura de tus opúsculos. Nunca se agota la riqueza de un poema por muy detenida sea la mirada estudiosa sobre él. Van en estas hojas mis silenciosos diálogos con tus versos junto con mi afecto por esa admirable poeta, además mi solidaridad de tributo por los comunes amigos Humbolt, Andrés Bello, grandes hacedores del Nuevo Mundo. Acéptalo cual humilde trabajo literario de regalo de cumpleaños o Navidad, es tuyo.

Concluía «Kosmos la IDEA de poesía en Nada Salas» con dos notas, la «Nota 2» no la anexé, aún dudo si en verdad armoniza con los párrafos de acercamiento a tu lírica. Pero la incluyo a manera de postdatum de esta misiva para tu lectura y criterio.

Tu lector,
Lubio Cardozo

POSTDATUM: Percíbese en mi escrito un leve aroma helénico, su
explicación se halla en mi concepción de la Grecia de hoy: Esta, a mi manera de entender el acontecer intelectual contemporáneo, se extiende desde los irregulares litorales del Mar Egeo, incluido obviamente su archipiélago, hasta los extensos litorales del Nuevo
Mundo en el Océano Pacífico: la Nueva Magna Grecia del presente se llama Occidente, los inmensos territorios cruzados por el Sol en su camino hacia la noche, el ‘espérios’ griego, el dorado Occasus de los romanos de la latinitas, el «Occasus Solis» en lossuspiros de Cicerón, desde la terraza de su villa en Tusculum; en fin, las dulces
comarcas del Poniente, cuyo ‘omphalós, cuyo umbilicus, lo constituye la Grecia histórica, la eterna, con Atenas por capital. Ergo, quienes nacimos -favorablemente- en este
hemisferio (aunque aquellos griegos tal vez nos hubieran nominado «bárbaroi ‘ellenikoi’, bárbaros helenizados) formamos parte del reino, también nos pertenece esa lengua sagrada. Cie-
rro estas líneas con un párrafo del libro -Aportes a la filosofía
ACERCA DEL EVENTO, (Buenos Aires, Biblos, 2006. p. 59) del eximio filósofo Martin Heidegger:

«Pero la peligrosidad de la pregunta, quiénes somos, es a la vez, si el peligro puede forzar lo sumo, el único camino para llegar a nosotros mismos y con ello iniciar la salvación originaria, es decir, justificación de Occidente a partir de su historia”.

GARUA, de Nada Salas:

Cernida

por el tamiz de
la distancia

aterriza con dulzura.

Y sin embargo

no hay terrón

que su toque

no suavice,

ni simiente tan dura

que no ablande.

Fluye

como el rumor
de la palabra

cuando pasa

por la criba del amor,

que de cada letra

hace una semilla

saturada de aroma

en los jardínes

del corazón.

(‘Celajes’. Caracas, 2011. p. 41).

KOSMOS: LA ‘IDEA’ DE POESIA EN NADA SALAS

Conforman las piedras circuidas por las espirales del vacio el
Universo, en la amorosa dynamis eterna del Caos uncido al Cosmos, infatigables espíritus de la existencia. Hay entre ellos un rey, el sílex junto a su corte de mil nombres minerales, origen o principio de todo lo demás. En este bello planeta llamado Gea
por los griegos, Tellus por los romanos de la latinitas, Tierra en nuestra voz, sobre sus rocas descansan los océanos, sobre sus riscos comenzaron un largo camino los líquenes, los licopodios, los musgos, los gimnospermas, hasta el advenimiento de los árboles con flores, los insectos, los vertebrados, el humanus. Si paseando por un camino alguien una menuda piedra recoge y grita: «¡Tengo en mi mano un pedazo de Universo!»…
Dice la verdad sin lugar a dudas.  Ese mismo grito pero en el tejido
de los versos expresado para armar sus diáfanas odas, lo disparó a los cuatro vientos Nada Salas en su primer poemario ‘ Lapislázuli’ (1993).

Las composiciones de este singular libro de Nada Salas, rinden un homenaje a los minerales dotados de la sorpresa, lejos de cualquier calificativo banal, van sólo en esas páginas por cuanto poseen algo robado a la naturaleza del relámpago.

Disciplinada poeta
Nada Salas, ante estas piedras admirables cualquiera tentación erudita soslaya, apenas un poco de su encantamiento extrae, para equivalerlo con aspectos de la vividura del humano enamorado del Universo:

ZAFIRO
Pedazo de cielo
venido a menos.

Añico del techo celeste.
De la profunda tierra

sumida en tinieblas
precioso tragaluz.
(…)
(p. 189)

 Este ludismo de cruzar los ejes de la gracia del metal con
perfiles de la contingengencia del viandante muy bien lo registra en

«EL AZOGUE

 (…)

¿De qué fragua fantástica

manan tus gotas

pulidas y pesadas?

 ¿En qué magnífico manantial

fueron forjadas?

(…)
Azogue. Tan desconcertante
como el mismo corazón
del hombre:
Puedes roer como un
diente feroz
y brillar, a la vez,

como la Luna
redonda.» p. 41).

El ámbito inmediato, continuo, envolvente de los guijarros, de los
riscos, de la arena milagrosamente compactada en sus brillantes formas, se nomina celeste atmósfera, maternal abrigo transparente del Planeta. Entiendo acá, erigió con sus sentimientos junto a sus reflexiones sobre las estrofas, la poeta, un ara de
ofrenda lírica al gran ciudadano de la humanidad Alejandro de Humbolt «el descubridor científico del Nuevo Mundo» tal lo definió Bolívar. Pues bien, vuelca la atmósfera desde las estrellas la cornucopia de los prodigios de la luz, de los vientos, de la lluvia, el
rayo siempre sorprendente, la fiesta del trueno, la femenina inquietud del relámpago, el esplendor de la nieve, la vorágine de los huracanes, las tormentas del malhumorado Bóreas o las cálidas corrientes empujadas por el muelle Notos, ya la en todas partes
Aura -la tan deseada brisa- ya Céfiro con su viento suave, templado, del oeste -tan amado de los trovadores.

 Para aquellos antiguos griegos -creadores de Occidente- eran las
Horas: Eirene, Eunomía, Dike, las responsables de los caballos del Sol, custodiaban las puertas del cielo, disponían las nubes, atalayas en fin del clima, de la temperie.

Una vez le preguntaron al filósofo ´presocrático Anaxagoras de
Clazomene (s. V a. c.) cual fin tenía la vida, él respondió: «para contemplar el Sol, la Luna, las estrellas, el cielo»…Más de dos mil años después Kant categóricamente afirmará en el ‘Colofón’ de su ‘Crítica de la razón  práctica’: «Dos cosas colman el
ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuando más frecuente y continuamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.» Pero revelar en la red de los versos ese capítulo del Planeta
Azul fácil no resulta. Además de la autenticidad de la empatía erótica con la tierra, el vate o la vidente deben poseer la fortitud del vocablo helénico «parresía»: con esa voz los escritores grecorromanos identificaban la libertad del lenguaje, la autonomía de hablar, la franquía de decir, hasta de disparatar por
placer. Mas la libertad de la palabra exige valentía. Clamaba Pïndaro con vehenencia por esa virtud para los cantos de sus coros: «Oh augusta Musa, madre nuestra, yo te
suplico»…(NEMEA III).

Palabra libre, coraje, belleza el alma poética esencian. Nadie es
dueño de la poesía -a no ser Homero, Píndaro, Garcilaso, Darío-, el regalo divino de la creatividad lírica no posee dueño, sí la máxima exigencia, sí apuntar hacia lo bello en el espacio de la ódica. Escribió Nada Salas a la atmósfera, a su intrincada riqueza
fenoménica, un hermoso opúsculo: ‘Celajes’ (2011). Laboreo sutil, videncia, emotividad verbal para depositar en esos cantos el inquietante relampagueo de lo sorpresivo, transmutado en brillo, en artisticidad expresiva. Certum esse: Se pone ante los ojos
del lector el inmediato poema al azar tomado.

CIELO ABORREGADO DE NUBES

Guiados

por pastores invisibles,

al son de pifanos

inaudibles por la grey de abajo,
en trashumancia serena y segura,

hacia ignotos prados

se desplazan

por los campos celestes.

¡Qué solemnidad silente!

¡Qué contraste con el paso
de la gárrula gente

que no sabe
cómo orientar sus pasos,
mientras en turbelento desfile

se traslada
 hacia los ineludibles
prados del poniente!»

(p. 27).

 La poesía libertad significa, pero esa libertad requiere de la
valentía en el hacerse, necesita aventura, audacia en la creatividad verbal -‘poietiké’. El sacro misterio milagro de la belleza, el coraje de ser aportativo, la palabra franca, la esencia de la lírica vigorizan. Presente dicha ‘virtus fortitudinis’ en Nada Salas, porello en sus textos ódicos se atrevió plasmar los alaridos de la
fronda, el murmullo de la floresta. ‘Raigambre’ (2001) un fehaciente obsequio del valor de escribir así sobre este horizonte de laberíntico mundo del Planeta Azul, más de cien odas para celebrar el reino vegetal. Grita la Madre Gea sus salmos al través de
las formas de sus criaturas. Sabe oirlas Nada Salas. Escucha el díalogo de las plantas con el viento, el clamoreo de los cerros, de los ríos, del mar, el bramar de las ventiscas, el rin-rin del grillo, el trombón de los abejorros, el croar de las ranas, el serio rugir de los felinos, el trino de los pájaros celajes. Con la misma devoción
por los escenarios botánicos de este Continente del cantor de la «Zona Tórrida» Andres Bello, vertió con sabiduría la poeta en las estrofas de ‘Raigambre’ las cantigas de los padres árboles percibidas por el encantamiento del verdor, mediante la
constante presencia del entrecruzamiento lúdico de los entes de la naturaleza exterior con la ventura íntima del humano, así pues tradujo al papel el susurro de

EL MANGO
Pomo paradisíaco.
Seductora manzana de la Zona Tórrida
nacida de ramaje
que periódicamente
-ya porque la Luna brilla
ya porque las aves cantan
y perfume esparce la brisa-
al aire decide echar una cana
cambiando por rojo cobrizo
el verdor de su cabellera.

Si en el jardín de Hurácan
fuiste modelada
por voluptuosas manos sin forma.

Si te sazonaron
los ósculos miel-canela
del astro canicular.

Si te pintó

el pincel abigarrado
del ocaso tropical.
Si hálitos ajenos a esta tierra
aromaron
a delicia de tu pulpa…..

¿Serían tus carnes de Eva

y no las curvas de una fruta

con casto corazón de nieve
lo que Adán no pudo resistir
allá en el Edén?»

p. 80).

 Las amadísimas Diosas de los dominios nemorosos, las selvas, la
fauna silvestre, Artemis, Diana, al contemplar el laboreo composicional de Nada Salas, agradecidas sonreirán por la amorosa centinela de sus reinos aunque sólo utilice para la defensa de esos territorios las saetas de sus ritmos.

Hasta el presente (2112) en cada unidad composicional lírica de
Nada Salas tres ejes paradigmáticos rielan: el ente proveniente del paisaje sólo iluminado en su belleza, la cual a si vez reflecta el gesto, un rasgo espiritual de la poeta o de otro noble humanus, segundo eje; el tercer nivel reposa en el tratamiento
literario de la elocución, en su melodía, en la escogencia de los vocablos, en la elegancia expresiva: en este último carril, meramente formal, la voluntad de lo novedoso perfila, basada en la unicidad, en la imparidad bien tramada de dichas odas cual
invisibles estructuras de apoyo a la sorpresa, de invitación a la lectura. Celebre, a colación, el axioma de León Tolstoi:  «Sin novedad no hay arte».

Ocupa el reino animal el corpus de su grato libro ‘Arca de Papel’
(2006). Admírase la espontaneidad de la escogencia de sus invitados a la eternidad del canto, igual así su bondad de alumbrar a estos amables compañeros -suelo nominarlos, por lo menos a los vertebrados, ‘humánidos’ de la maravilla de la andanza. Tal vez
la poesía para Nada Salas la gran aventura durante su peregrinaje por el dilatado país de los días signifique. Pero ¿de dónde brota esa singularidad de su escritura lírica? ¿Reminiscencias de la absoluta noche originaria interpeladas cual un don o un destino, enhebradas en estrofas mediante la imaginación enriquecedora? Misteriosa
(¿explicita evocación por ello?) su composicion ‘Falena’ del mencionado opúsculo,

«Noctívaga.
En desatinada errancia

su solemne vuelo.
Desde la
oscuridad del insomnio

aterrizó

delante de mi lecho.

De la luz enamorada

condenada a ser sombra.

Fantasma
en solitaria ronda

buscando adónde

despojarse de su pena.»
(p. 53).

La esencia de la creatividad de Nada Salas libertad se llama,
insisto. Exige la anámnesis expedita vía, franquicia elocutiva sobre los rieles de una auténtica musicalidad para asomarse a lo recóndito por los postigos de los versos.
Hace más de dos mil años el dramaturgo romano Gneo Nevio (s, II a.c.) lanzó su solemne a la par de famoso reto: «Libera lingua loquemur» («dejemos la lengua hablar con
libertad»)…

«QUETZAL
En cenital ascenso
desprendida del arcón de la selva
una esmeraldina gema
enjoya

el aire de la mañana.

¡Es un quetzal en vuelo!

(…)

(p. 95)

¿Es Nada Salas, su poesía, cual esa ave?

NOTA: Inicia el rótulo de este escrito la palabra KOSMOS, en laude a la monumental obra de Alejandro de Humbolt, ‘Kosmos o descripción física del mundo’
(Berlin, 1845-1859), rica en abundantes descubrimientos e investigaciones
aportativas del ilustrísimo intelectual alemán.  Nada Salas, heredera sentimental del gran hombre, le prodiga, indirectamente, tributo con su obra lírica.

Lubio Cardozo

Mérida, febrero 2012

Desde la Torre de Segismundo, Mérida, el país de las nubes.
Uno de marzo de 2012.

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Sobre Lubio Cardozo
Nació en Caracas, Venezuela, 1938. Poeta, ensayista y bibliógrafo. Profesor e investigador Titular Jubilado de la Escuela de Letras, de la Universidad de Los Andes. Comienza su vida literaria en la revista En Haa junto con Teodoro Pérez Peralta, Jorge Nunes, José Balza, Carlos Noguera y Argenis Daza Guevara. También colaboró con Jakemate (Caracas, 1972) y Falso Cuaderno (Caracas, 1976). Creador de las revistas Axial y K (1966 y 1971). Lubio Cardozo ha dedicado buena parte de su vida a la investigación literaria, la crítica y la documentación. Fue Director de la Escuela de Letras (1975-1976), Director-fundador del Instituto de Investigaciones
Literarias «Gonzalo Picón Febres» de la ULA (1977) y Decano de la Facultad de Humanidades (1977-1980). Recibió el Premio Municipal de Literatura de Mérida (1982), Premio de Ensayo en la Universidad del Zulia (1969).

Publicaciones. De crítica literaria y estudios bibliográficos ha editado más de treinta títulos entre libros y folletos. Entre su obra destacamos: Antología de la poesía merideña (1969). La poesía de Mérida en Venezuela (1971), Epítome de la poesía en Mérida (1993), Andrés Bello: Antología distinta (1975), Bibliografía de la literatura merideña (1967), Bibliografía de Bibliografías sobre literatura venezolana en bibliotecas de Madrid, París y Londres (1975), Formas estructurantes del poema lírico (Solar, 2003). Entre sus poemarios: Extensión habitual (1966), Apocatástasis (1968), Contra el campo del rey (1968), Salto sobre el área no hollada (1971), Fabla (1974). Paisajes (1975), Poemas de Caballería (1983), Solecismos (1986), Poemas (1992), Lugar de la palabra (1993), Un verso cada día (1995) y Ver (1999).

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