Taller «APRENDE A ESCRIBIR UN CUENTO»

CÍRCULO DE ESCRITORES VENEZUELA INVITA

Se inició el proceso de inscripciones para el taller “Aprende a escribir un cuento”, que ofrecerán la Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC), Cultura Chacao y el Círculo de Escritores de Venezuela.

Fechas: los días sábados 12, 19, 26 de marzo y 02 de abril, de 9 a 11am, en la Sala Cabrujas de Cultura Chacao.

InstructorHeberto Gamero Contín, ganador del 63° concurso de cuento de El Nacional en el 2008, pertenece al Círculo de Escritores de Venezuela y es autor de varios libros de cuentos, este taller enseñará a los participantes a escribir un cuento básico, siguiendo las normas del cuento moderno. Asimismo, se darán a conocer a los grandes maestros del relato breve y se leerán algunos de los cuentos más relevantes de la literatura universal.

Dirigido a: Público en general

Contenido: En el taller se estudian las características del cuento, la estructura, la brevedad y  sus límites, los escenarios, el tiempo interno en el que se desarrolla, los personajes que en él intervienen, la importancia del conflicto, el punto de vista del narrador, etc. También se analizan las recomendaciones de los más importantes maestros del relato breve. Se leen algunos cuentos reconocidos y se recomiendan los autores y libros clásicos de la cuentística universal.

Sesión I: Antecedentes, características básicas y definición del cuento. El estudiante comienza a escribir un cuento para ser leído y evaluado.

Sesión II: Análisis del personaje. Lectura y corrección de los cuentos de los participantes.

Sesión III: Análisis del conflicto. Lectura y corrección de cuentos.

Sesión IV: Análisis  de algunos decálogos de grandes cuentistas. Lectura y corrección de cuentos.

Metodología: Clases interactivas en todas las sesiones.

Sábados 12, 19 y 27 de marzo, Sábado 2 de abril. Son 8 horas

Lugar: El taller “Aprende a escribir un cuento” será impartido en la Sala Cabrujas, en la Av. Francisco de Miranda con 3º Avenida de Los Palos Grandes, C.C. El Parque, Nivel C-1 (al lado de Parque Cristal).

Las personas interesadas en realizar este curso, deberán formalizar su inscripción por los teléfonos 0416-629 7062 o al 0424 105 3136

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El tiempo derramado

(Del buen decir)

Por Alberto Hernández

1.-

Me inclino ante la voz de quien hizo del buen decir un acto sagrado. Me inclino ante la pureza de espíritu de quien supo que en la poesía estaba el destino humano del mundo. Me inclino ante quien sabía de la humildad y administraba el corazón para buenos propósitos.

Digo hoy –y siempre lo diré- de Pedro Francisco Lizardo, el poeta, el excelente periodista que Venezuela se dio el lujo de tener. Digo de un hombre a quien tuve el honor de oír desde su arcádica estrategia poética, estrechar su mano y saberme arcano a sus afectos por la vía de otros amigos quienes me indicaron el camino de su sabiduría verbal.

En estos tiempos de vulgaridades, de destemplanzas públicas, me adhiero al silencio de Pedro Francisco Lizardo, el nacido en la fronda de Bejuma, próximo a Vicente Gerbasi, el relampagueante de Canoabo. En estos tiempos precarios, engreídos y poco revelados en el buen decir, repito mi porfía por la palabra, por ese buen decir, como rezaban los antiguos del Siglo de Oro. En ese lugar está y siempre estaré el poeta que hoy es silencio, el más sencillo de los silencios, en medio de las estrellas.

2.-

Dejadme con mis fantasmas infatigables,

con mi carga de llanto brumoso,

con mis desesperación ciudadana

en esta hora que se desangra entre paredes.

Dejadme, en lo profundo de mi tosco e inevitable silencio,

cuando todo lo que permanece, pasa, sin pasar y cae.

3.-

Tanto ruido en ls hojas diarias, tanta baratura, tanta falta de inteligencia en el escribir que mancha los ojos de quienes en la calle comentan y desnudan la ciudadanía de amanuenses hechos a la medida de mensajes de empeño banal, abrumados por la viudez de ideas, las poquísimas anidadas en el más cursi de los odios, el asido del miedo y el despecho.

Muchos sufren de arrebatos pasionales proclives a la insensatez verbal. Célebres por sus germanías escritas y por un dudoso humor gráfico, quedan al descubierto, desnudos, esteparios. ¿Quién dijo que no hay manera de controversia mediante conceptos? Aquel que escribe con los mecanismos del peor de los periodismos, inmancablemente tiene como destino los olores de un tanatorio.

Por eso recurro a Pedro Francisco Lizardo, que es atender al eco de los tantos que, aparte de respetar el idioma, son dueños de una sensibilidad entregada al servicio humano. Quien mal dice o mal escribe, estropea a los demás. Pero también devela las miserias que lo habitan.

4.-

Cuando el amor desnudo de palabras erige catedrales en lo alto de la tarde,

como un mango sin luz y sin dominio que perdiera su rumbo.

Cuando no estoy para jugar al escondite,

ni escribir las curtillas cotidianas que se van a la calle inundadas de prisa

y silencios.

Dejadme mirar esta postal desteñida y gloriosa

de la infancia detenida por menos secretos,

por miradas y campanas y vitrales,

por el zumo de la sangre que no muere y se reparte,

por el aire del hueso y su prodigio,

por la pupila llena de mereces y caminos,

por el acre sabor de los recuerdos…

5.-

Las bondades de la palabra del periodista tocan su casa poética, lo desdoblan para enriquecer la diaria lectura. Tanto se me parece Pedro Francisco Lizardo a Eliseo Diego, a Jesús Sanoja Hernández, a Héctor Mujica. Tanto han sido que marcan con hierro en la hondura del espíritu, en la misma superficie de los días.

Perder su presencia, la de un hombre como éste, significa perder el país que tantas veces hemos nombrado, el que soñamos inútilmente porque lo sabemos difícil de alcanzar.

Vergüenza da desconocer en estos y otros días la ciudadanía verbal de un Mario Briceño Iragorry, de todos estos señores del cotidiano horario redaccional. Por eso la pena ajena se instala con facilidad luego de “leer” tantos despropósitos y vulgaridades, esa jerga prostibularia tan bien expresada por Juan Carlos Onetti en la maravilla de sus novelas donde la decadencia social retrata la ciudad que hoy nos agota.

Invadidos por la incuria, una falsa caridad pública, vemos como se desvanecen los dueños de la petulancia, la gresca y esa dolorosa reverencia a lo ásperamente vulgar.

6.-

Pienso en la necesidad de retornar a nuestros muertos bondadosos e inteligentes, a los que desde lejos hablan y escriben. A los que han dejado como heredad la maestría de sus vidas. La pedagogía del silencio conduce a lo inimaginado, a ser hombres en el estricto sentido de la palabra, la poética y la cotidiana. Ser hombre es sinónimo de poder, del más sencillo poder alentado por el buen decir, el buen escribir, el saber respirar con toda la gracia de aquellos que aún hablan en nuestros adentros.

Dejadme por favor, en esta puerta de resplandores y presagios,

malherido y postrado, en pleno corazón,

con mi hospital de recientes nostalgias…

En estos versos, el tiempo derramado, el tiempo líquido, casi perdido entre los dedos.


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PublicARTE, en su tercer aniversario, ¡a todo color!

PublicARTE, el periódico de la cultura, con motivo de su tercer Aniversario, saldrá a todo color a partir del mes de marzo. Su edición es impresa y digital, y se distribuye de manera gratuita en las mejores Librerías y Centros de Cultura de la ciudad de Caracas. También en las Salas de Teatro y Galerías de Arte.

Su Editora, Inés Muñoz Aguirre, es periodista, dramaturga, ensayista y poeta. También es gerente de IMApress Información. Cuenta con la colaboración de Mariam Krasner, Directora de la Revista.

La más cordial felicitación a una revista que se ha editado mensualmente durante tres años, cada vez con mayor calidad en cuanto a contenido, diagramación y fotografía. Un periódico de estas características no ha existido en Venezuela hasta hoy. Y nos hacía muchísima falta.

La información es amplia y ágil, sobre teatro, cine, literatura, libros y entrevistas. Se publican relatos cortos y poemas.

Si deseas consultar la página: http://publicarteblog.blogspot.com/

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El enemigo de la prensa, por Umberto Eco

Una reflexión de Umberto Eco sobre la libertad de expresión

Por Umberto Eco,  3 de Febrero de 2011

Será el pesimismo de la edad tardía, será la lucidez que la edad conlleva, la cuestión es que siento cierta perplejidad, mezclada con escepticismo, a la hora de intervenir para defender la libertad de prensa acogiendo la invitación del semanal L’Espresso. Lo que quiero decir es que cuando alguien tiene que intervenir para defender la libertad de prensa eso entraña que la sociedad, y con ella gran parte de la prensa, están enfermas. En las democracias que definiríamos “vigorosas no hay necesidad de defender la libertad de prensa porque a nadie se le ocurre limitarla.

Esta es la primera razón de mi escepticismo, de la que desciende un corolario. El problema italiano no es Silvio Berlusconi. La historia (me gustaría decir desde Catilina en adelante) está llena de hombres atrevidos y carismáticos, con escaso sentido del Estado y altísimo sentido de sus propios intereses, que han deseado instaurar un poder personal, desbancando parlamentos, magistraturas y constituciones, distribuyendo favores a los propios cortesanos y (a veces) a las propias cortesanas, identificando el placer personal con el interés de la comunidad. No siempre estos hombres han conquistado el poder al que aspiraban porque la sociedad no se lo ha permitido. Cuando la sociedad se lo ha permitido, ¿por qué tomársela con estos hombres y no con la sociedad que les ha dado carta blanca?

Recordaré siempre una historia que contaba mi madre: cuando tenía veinte años, encontró un buen empleo como secretaria y dactilógrafa de un diputado liberal, y digo liberal. El día siguiente al ascenso de Mussolini al poder, este hombre dijo: “En el fondo, vista la situación en que se encuentra Italia, quizá este Hombre encuentre la manera de poner un poco de orden”. Así pues, lo que instauró el fascismo no fue la energía de Mussolini (ocasión y pretexto) sino la indulgencia y relajación de este diputado liberal (representante ejemplar de un país en crisis).

Por lo tanto, es inútil tomársela con Berlusconi puesto que hace, por decirlo de alguna manera, su propio trabajo. Es la mayoría de los italianos la que ha aceptado el conflicto de intereses, la que acepta las patrullas ciudadanas, la que acepta la Ley Alfano con su garantía de inmunidad para el primer ministro, y la que ahora aceptaría con bastante tranquilidad si el Presidente de la República no hubiera movido una ceja la mordaza colocada (por ahora experimentalmente) a la prensa. La nación misma aceptaría sin dudarlo (y es más, con cierta maliciosa complicidad) que Berlusconi fuera de velinas, si ahora no interviniera para turbar la pública conciencia una cauta censura de la Iglesia (que se superará muy pronto porque desde que el mundo es mundo los italianos, y los cristianos en general, van de putas aunque el párroco diga que no se debería).

Entonces ¿por qué dedicar a estas alarmas un número de L’Espresso, si sabemos que esta revista llegará a quienes ya están convencidos de estos riesgos para la democracia, y no lo leerán los que están dispuestos a aceptarlos con tal de que no les falte su ración de Gran Hermano y que, además, en el fondo saben poquísimo de muchos asuntos político-sexuales porque una información mayoritariamente bajo control ni siquiera los menciona?

Ya, ¿por qué hacerlo? El porqué es muy sencillo. En 1931, el fascismo impuso a los profesores universitarios, que entonces eran 1200, un juramento de fidelidad al régimen. Sólo 12 (un 1 por ciento) se negaron y perdieron su plaza. Algunos dicen que fueron 14, pero esto nos confirma hasta qué punto el fenómeno pasó inobservado en aquel entonces, dejando recuerdos vagos. Muchos, que posteriormente serían personajes eminentes del antifascismo post-bélico, aconsejados incluso por Palmiro Togliatti o Bendetto Croce, juraron fidelidad para poder seguir difundiendo sus enseñanzas. Quizá los 1118 que se quedaron tenían razón, por motivos diferentes y todos respetables. Ahora bien, aquellos 12 que dijeron que no salvaron el honor de la Universidad y, en definitiva, el honor del país.

Este es el motivo por el que a veces hay que decir que no aunque, con pesimismo, se sepa que no servirá para nada. Que por lo menos, algún día, se pueda decir que lo hemos dicho. Traducción: Helena Lozano Miralles

.Fuente: Revista El Librero. Para entrar en  la revista, pulse  aquí.

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La Editorial Torremozas

Nuestras amigas de la Editorial Torremozan nos envían un mensaje sobre sus actividades y concursos literarios:

Torremozas es una editorial especializada en literatura escrita por mujeres, independiente, y que cuenta cada día con más suscriptores, que son la base de su objetivo que es difundir la obra de mujeres escritoras.
Tenemos una trayectoria de más de 25 años, en los que hemos publicado más de 500 títulos.
Contamos con el concurso de relatos Ana María Matute
el prestigioso Premio de poesía Carmen Conde
y el Concurso Voces Nuevas -reservado a suscriptoras- que termina el 28 de Febrero (¡anímate a participar!)

Si quieres formar parte de este proyecto, tienes toda la información sobre las suscripciones a nuestros libros de poesía y relato corto.
Gracias a ti podemos hacerlo realidad.

Puedes darte un paseo por la web– Si tienes alguna consulta o sugerencia, ponte en contacto con nosotros en el teléfono + 34  91 359 03 15  o por email: ediciones@torremozas.com

Un saludo muy cordial,

Ediciones Torremozas
www.torremozas.com

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Enrique Viloria ingresa en la Academia de Ciencias Económicas

Nuestras más sinceras felicitaciones al escritor Enrique Viloria Vera, Miembro de la Junta Directiva del Círculo de Escritores de Venezuela, por su designación como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Económicas de Venezuela.

Y felicitamos a la Academia por esta merecida designación. La vasta obra publicada de Enrique en diferentes campos, literario, económico, cultural y gerencial, le acreditan plenamente.


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Enrique Bernardo Núñez: El gran ignorado

Por Eduardo Casanova

Enrique Bernardo Núñez nació el 20 de mayo de 1895, en Valencia de Venezuela, en el Estado Carabobo. Fue y es uno de los valores más notables e importantes de la narrativa latinoamericana y universal, aunque ignorado por su propio país. Cuando apenas tenía catorce años, en 1908, aparece como co-fundador de un periódico, Resonancias del pasado. Un año después se mudó con su familia a Caracas. A los veintitrés años publica su primera novela, Sol interior, que es saludada por la crítica como obra imperfecta de un joven que promete mucho. Un par de años después, cuando acaba de casarse con Mercedes Burgos Müller (“Mochea”) con quien tuvo tres hijos (Isabel, Carmen Elena y Francisco), publica una segunda novela, Después de Ayacucho, claramente incomprendida por la crítica del momento. Es una obra paródica, en la que el joven autor se burla de sus coetáneos y del estilo predominante en su tiempo.

El investigador y crítico venezolano Javier Lasarte, en la década de 1980, reivindicará esta obra y la ubicará en su debido sitio en la narrativa venezolana. En 1931 publicó Cubagua. Era un escritor de treinta y cinco años, que entre los veinticinco y los veintinueve había vivido en el estado Nueva Esparta, integrado por las islas de Margarita, Coche y Cubagua, y varias islillas regadas por un mar precioso. El Presidente del Estado (gobernador), el que lo convenció de que se fuera a vivir a la Isla para fundar un diario que no mucho tiempo después fracasó, era uno de los más notables escritores de nuestro país: Manuel Díaz Rodríguez, modernista. El año de la rebelión de los universitarios, 1928, Núñez, por no ser estudiante no se atreve a unirse a ellos, y como parte de las muchas contradicciones de su vida, acepta trabajar para el gobierno gomecista. Es designado Secretario de la Embajada de Venezuela en Bogotá. Luego pasa a La Habana, y poco después a Panamá. Es en La Habana, en enero de 1929, donde empieza a componer Cubagua. La terminará a mediados de 1930 en Panamá, en donde unos meses después en febrero de 1931, escribió su otra gran novela, La galera de TiberioCubagua fue editada en París en 1931 y olímpicamente ignorada por la crítica venezolana. En 1938 se publicaría La galera de Tiberio, sin que siquiera se tuviera la cortesía de mencionarla. Luego de la muerte de Gómez, en la década de 1940, fue Cónsul en Baltimore por algún tiempo.

Ya entonces se había iniciado su amistad con Rómulo Betancourt y con varios intelectuales ligados a Acción Democrática. Luego de abandonar para siempre la literatura de ficción publicó una crítica biografía de Cipriano Castro (El hombre de la levita gris, 1943), y otra de Arístides Rojas (Arístides Rojas, anticuario del Nuevo Mundo, 1944). En 1947 publicó uno de los libros más bellos que se han hecho sobre Caracas: La ciudad de los techos rojos. En 1948 se incorporó a la Academia Nacional, en el sillón “N». Su trabajo como Cronista de Caracas fue incesante y ejemplar.

Hacia el final de su vida se reunió con su esposa, de quien se había separado muchos años antes para vivir, solitario y un tanto taciturno, en un apartamento en La Candelaria, en el que tenía libros en todos los espacios disponibles. Al mudarse al este de Caracas, uno de los mejores arquitectos de su tiempo le hizo una bella biblioteca de dos pisos, separada de la casa. Lamentablemente su biblioteca no se conservó. Murió el 1º de octubre de 1964 en Caracas.
Su tercera novela, Cubagua, debería haber revolucionado la novelística venezolana e hispanoamericana, pero no tuvo el más mínimo reconocimiento. La novela narra la peripecia del doctor Ramón Leiziaga, “graduado en Harvard, al servicio del Ministerio de Fomento”, que descubre algo así como los dobles de personajes contemporáneos, ubicados en el pasado remoto de Cubagua. Esa duplicidad no se limita a los nombres, sino que parecería que son las mismas personas ubicadas en dos momentos separados por el tiempo pero, a la vez, unidos por el tiempo. Es un hábil truco emparentado con el nominalismo en un juego especular: cada uno de ellos tiene el nombre del otro, pero le debe faltar en parte la realidad del otro. En la novela se funden y se confunden los planos temporales. La búsqueda y explotación de las perlas de ayer es la búsqueda y explotación del petróleo de hoy. De la antigüedad se presenta el Conde de Lampugnano, un aventurero inescrupuloso que logró para sí una concesión del Emperador para explotar las perlas de Cubagua con una máquina maravillosa, y que, luego de caer en desgracia, accedió a envenenar al conquistador Diego de Ordaz como precio de su propia libertad. También es personaje el negrero Pedro Cálice, que existió en realidad, aunque no actuó nunca en Cubagua. En la novela es, a la vez, un enfermo de lepra en pleno siglo XX y un traficante de esclavos en el siglo XVI. Está asimismo la moderna y encantadora Nina Cálice, que se desdobla en diosa pagana. Y, sobre todo, está el misterioso fraile, Fray Dionisio, que parece viajar en el tiempo, y que poéticamente es un fraile que leía en su breviario alumbrándose con un cocuyo, amaba a los indios y viajaba por las regiones ignotas “enseñando el Evangelio”. La novela es justamente eso, un viaje maravilloso en el tiempo, un juego de planos que se mezclan y se confunden, se hacen mitos y construyen un espacio de tiempos mezclados por la mano alquimista de Enrique Bernardo Núñez.

Ese manejo del tiempo y el espacio será lo que tiempo después logrará el milagro de que la narrativa latinoamericana se haga famosa en el mundo. Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, estuvieron entre los primeros lectores de Cubagua, y entre los primeros que se dieron cuenta de que ese era el camino. Luego vendría la otra generación, la de Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, que usarían en plenitud los recursos que Núñez aportó casi sin darse cuenta y, sobre todo, sin beneficiarse para nada. Había abierto un camino, había transitado por él y había permitido que por él transitaran los que sí obtuvieron con él grandes ganancias. Y nadie tuvo siquiera la cortesía de agradecérselo. Siete años después de Cubagua, Núñez nodio a conocer su cuarta novena, La galera de Tiberio, que Domingo Miliani califica como la más importante novela de toda su producción y una obra maestra de la literatura hispanoamericana. Digo no dio a conocer porque por decisión del autor, toda la edición fue destruida, lanzada a las aguas del río Hudson, y apenas se salvaron unos pocos ejemplares, entre ellos uno que quedó en manos de su esposa, y que fue el que usó Miliani para editar de nuevo en Cuba el libro, a pesar de la voluntad de Núñez, que había suprimido varios pasajes que consideró ofensivos a una o dos personas de su entorno. La segunda edición, recortada, que fue la que circuló, tampoco alcanzó el más mínimo éxito. La había escrito inmediatamente después de Cubagua. La empezó en Panamá, en sus tiempos libres en la misión diplomática, y la terminó en Barcelona, en el Oriente venezolano. Para hacerla utilizó técnicas estrictamente cinematográficas, usó el tiempo de manera arbitraria, aplicó fórmulas del surrealismo, en fin, se adelantó como nadie a su tiempo. La novela es un collage, como afirma Miliani, que contiene fragmentos de obras de Andreiev, Paul Morand, etcétera, que se manejan como visiones y lecturas de un intelectual revolucionario, Xavier Silvela. Varios ejes son expuestos en forma magistral para combinar historias del tiempo del emperador Tiberio con otras del tiempo de Núñez, que hace ver que los presidentes norteamericanos actúan como verdaderos emperadores romanos. Hay personajes del mundo diplomático (que Núñez vivía en su realidad), del de los exiliados venezolanos (que le hubiera gustado vivir), así como del ambiente rebelde de los estudiantes de la Generación del 28, que tampoco pudo ser suyo. Mezcla tiempos de una manera ejemplar: así, una galera de los tiempos de Tiberio César atraviesa el Canal de Panamá y convive con buques de guerra yanquis usados para abusar de los latinoamericanos. Alice Ayres, Darío Alfonzo, y otros personajes contemporáneos tienen elementos que pueden ser calificados de mágicos. La ironía hiriente está presente, y es en parte lo que motivó a Núñez a mutilar el texto original, para evitar resentimientos de personas que podían verse retratados en figuras nada felices. Ficción y realidad se combinan, se entremezclan, tal como se hará muchos años después para conquistar un gran mercado al que Enrique Bernardo Núñez no tuvo ni siquiera oportunidad de vislumbrar de lejos, como una posibilidad, como una tierra prometida. Una tierra que merecía y le fue negada.

Fuente: www.literanova.net

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La Búsqueda: La resistencia a los totalitarismos

Una lectura de la novela «La Búsqueda» de Blanca Miosi

He finalizado la lectura de la novela La Búsqueda, (Roca Editorial. Barcelona. 2008) con un sentimiento de desolación. La autora es Blanca Miosi, escritora peruana residente en Caracas y Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela. He sufrido con Waldek Grodek, su inolvidable protagonista el menosprecio y la crueldad, como víctima de dos de los más terribles engendros del mal, el Nazismo y el Comunismo, movimientos políticos inspirados por ideologías que buscaban la permanencia del poder totalitario y la devastación y sometimiento del ser humano. Marcado por un sino trágico, Waldek expresa su pasión por la vida mediante la capacidad que tiene para adaptarse a las situaciones trágicas y una vez superadas,  alcanzar logros desarrollando brillantes proyectos.

El hilo narrativo de esta obra de ficción se extiende entre dos hechos que simbolizan la violencia desmedida del Siglo XX, la invasión de Varsovia por Adolf Hitler el 1º de  septiembre de 1939 y la explosión de las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre  de 1998. Ambos hechos nos enfrentan a una de las mayores desgarraduras del alma universal, al encarar la amenaza del terrorismo y del fanatismo, cuando son usados como instrumento de destrucción y de muerte. Septiembre parece ser en estas páginas, el mes  más cruel, en amplia contradicción con el poema que nombra a Abril.

Como transeúnte de esta centuria he recordado en esta lectura de ficción, pero apegada al acontecer histórico, el drama del hombre contemporáneo. La causa de este drama se debe sin duda a los males acarreados a los habitantes de este planeta por los  gobiernos totalitarios. La peor de todas las consecuencias es la pérdida de las cualidades  indispensables para detentar la condición de ser humano: la dignidad y la compasión junto a las restricciones a la libertad y a los derechos fundamentales del hombre.

Waldek adolescente es apresado por su trabajo en la resistencia contra los invasores alemanes, y llevado a un campo de concentración. En las citas siguientes se testimonia lo expuesto anteriormente. “Empezamos a comportarnos como animales desesperados   por    sobrevivir,   insensibles al dolor ajeno…” (pag.69) “Había perdido casi completamente la capacidad de tener sentimientos, esa fue la peor consecuencia de mi cautiverio. (pag.94-95).

En las situaciones límites, el hombre siempre encuentra la esperanza que le impide caer en la inconsciencia. Si bien, el narrador mantiene el relato de las vicisitudes que soportan quienes son llevados por su credo, su nacionalidad o su posición política a los campos de exterminio de una manera fiel  al horror padecido,  muestra también las experiencias, que por instantes, devolvían a aquellos seres despojados  de toda esperanza, la fe en sí mismos.

Entre los personajes que ayudaron a mantener encendida alguna luz entre tanta oscuridad está el Tío Romatowski,  un  sastre polaco que confeccionaba los uniformes de los oficiales. El animaba a los jóvenes a recibir clases al final de la jornada y repartía entre los asistentes mendrugos de pan y otros alimentos a los que tenía acceso por su trabajo. El protagonista expresa su opinión de la siguiente manera: ”El Tío Romatowski me ayudó moralmente a conservar algo de humanidad.” (pag. Uno de los rasgos que me fascinaron de quien relata la historia, es su hondo conocimiento de la condición humana.  El lector encara la historia del mal, pero no hay una línea que separe  “los buenos” de  “los malos”. Existen pequeñeces, incomprensiones egoísmo y maldad en personas del entorno cercano al protagonista, amigos y familiares. Se señala también gestos de bondad y de grandeza entre los opresores, entre los causantes del dolor y de la tragedia. Es en este caleidoscopio de pasiones donde la novela toma una gran dimensión. El universo que nos muestra la escritora, es el del mundo real. El siglo donde el hombre caminaba al borde del abismo, en el claro oscuro de la vileza y de la generosidad.

Para quien desde temprana edad había sufrido los destrozos de la posguerra, la experiencia de los campos de concentración y una fuga del recién levantado muro de Berlín, el cual abría una incisión en Europa y en el mundo,  no podía tener otro deseo diferente al de viajar para residenciarse en un país de América del Sur. La visión que tenía este personaje de este continente era la de un “Nuevo Mundo” conformado como paraíso terrenal, con apacibles paisajes y sobre todo con la oportunidad de vivir en paz.

Aunque es en estas tierras donde desarrolla su potencial profesional obteniendo el éxito económico, sin embargo las traiciones, las injusticias, la depresión y la muerte lo llevaron nuevamente a vivir situaciones dolorosas.  Primero en Perú  durante el gobierno del General Odría quien repitió la formula de la izquierda radical, expropiando y limitando las libertades individuales y arrastrando al país a la miseria y al atraso. Huyendo de esta realidad Waldek Grodek se traslada a Venezuela, donde es testigo de la conmoción social del 27 de Febrero de 1993. Se inicia con Hugo Chávez una supuesta revolución socialista bajo las banderas del populismo y del resentimiento La resistencia del pueblo desembocó en los fatídicos hechos de Abril del 2002 cuando una gigantesca marcha fue sorprendida por francotiradores que sembraron el pánico y la desesperación dejando las calles bañadas en sangre.

Cómo una serpiente que se come su propia cola, el protagonista cierra su ciclo vital, no sin antes darnos una muestra de la indiferencia del hombre posmoderno y de la ineficacia de las Instituciones Internacionales. En memorable monólogo se duele de la fuerza que lo ha impulsado a huir. Seguidamente reflexiona sobre la vocación de su vida y rectifica. El jamás ha huido, desde los 14 años ha resistido al mal, se ha  enfrentado con valentía y coraje a las fuerzas que han desencadenado la destrucción de la felicidad.  Se hace una pregunta para la cual no hay respuesta: “¿Qué clase de gen de maldad comparten Hitler, Stalin, Bin Laden y otros muchos que han provocado y siguen provocando la desdicha de tantos millones de personas? Y lo más extraño de todo ¿por qué tanta gente los sigue?” (pag.316).

El retrato que hace la autora de los diversos personajes, la descripción de los espacios y el excelente uso de la narración y de los diálogos, enriquecen la estructura de la novela y le proporciona verosimilitud e interés a la historia. Atributos que mantienen viva la atención del lector. Literalmente devoré sus páginas sin poder abandonar aquel relato que me tocaban muy hondo.  Esta novela inspirada en la biografía de un hombre perseguido por los signos de uno  de  los tiempos  más feroces,  nos muestra el triunfo de la vida, del  valor de los sueños y del trabajo en oposición al odio, al poder desmedido causante del mal y de la muerte.

Agradezco a Carmen Cristina Wolf, presidente del Círculo de Escritores de Venezuela,  el haber puesto en mis manos tan excelente obra y reconozco en la pluma de Blanca Miosi, el oficio y la integridad de un narrador con gran potencial. Sería interesante conocer al personaje que inspiró estas páginas.

Lidia Salas

Poeta y crítico.

Caracas, Enero del 2011

*Lidia Salas es Magister en Literatura de la Universidad del Atlántico, Colombia. Profesora de lengua inglesa, con una vasta obra poética publicada e importantes reconocimientos.

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Eso que tú y yo llamamos Libertad

Por Maite Ayala

Ese concepto que llamamos libertad en nuestro país Venezuela ha sido muy mal entendido, convirtiéndose en su mal hijo, el libertinaje, es decir, el hacer lo que a cada quien le viene en gana, traspasando en su búsqueda derechos que son y pertenecen a otros.

La generación actual padece de un egocentrismo elevado a enésimas potencias, ellos comprenden el concepto de libertad en tanto y en cuanto significa todo lo que les otorga placer y huída de la realidad, de sus propias responsabilidades.

En suma, una generación obsesionada con la apariencia y la comodidad que se mira a sí misma como poderosa, pero en el fondo está sumergida en la inmadurez crónica y el cinismo.

Se ha venido afianzando dicho mal arrastrado desde pasadas generaciones, sin colocarse los correctivos necesarios para salvaguardar el futuro de la sociedad en su entera complejidad y totalidad; uno de estos factores fue sin duda el ya mencionado egoísmo, pero hay otros no menos importantes, como lo son el empobrecimiento del individuo en todos los órdenes de su existencia.

Al no haber utilizado el tiempo libre para mejorar la educación y con ello también la herramienta primera de comunicación que tenemos como lo es el lenguaje, hemos perdido una porción invaluable de calidad de vida.

NO DEFENDIMOS EL LENGUAJE, ya sabemos que quien no defiende y amplía lo que le es dado corre el riesgo de perderlo y a veces lo pierde irremisiblemente.

La dignidad que le ha conferido Dios al ser humano,anthropos, confiriéndole no sólo el don de la lengua, el valiosísimo poder de la palabra que lo separa del resto de los animales, sino que también le dió la capacidad de estar erguido para que pueda obtener perspectiva de su entorno y dominar para el bien de todos la creación, a diferencia del mono o del antropoide que no puede comunicarse sino con gestos y sonidos guturales, pero que además no puede erguirse y dominar el entorno en el cual vive, sino que es dominado por este, y su vida se desliza enteramente a merced de los embates de la naturaleza.

Esta dignidad de estar y mantenerse erguido, en pie, que nos ha sido dada como un don precioso y gratuito del creador,  debe entenderse también como sinónimo de dignidad espiritual que en nuestro bello país también se ha ido perdiendo junto con el lenguaje y, como consecuencia la sociedad está sometida no sólo al hampa y a un lenguaje de la más baja calidad posible, sino a un peor sometimiento: el de la mediocridad generalizada que, en consecuencia, es otro modo de esclavitud.

Dime como hablas, dime qué lees, con que alimentas tu espíritu y te diré quién eres…

Maite Ayala de Baldó

Poeta venezolana

23/01/2011

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Dos sonetos de Noé Machado Matheus

DADME, CRISTO LA SANGRE

Dadme, Cristo, la sangre de tu muerte,

dadme la voz del llanto que te aqueja,

la  herida de la lanza  y de la piedra,

la corona de espinas de tu frente.


Dadme tu  sed, Señor, dadme la fuente

bebida  en la maldad aventurera;

el sudario, sudor y la condena

y el llanto de la madre  por tu muerte.


Dadme los clavos que te dio el verdugo,

acostada la cruz sobre la arena;

los golpes del martillo uno a uno


y el látigo, serpiente de la  fuerza;

por último, Señor,  dadme la cruz

para morir también como tú en ella.

&   &   &

TU SOMBRA

Tu sombra no es la sombra que se pierde

debajo de otra sombra que  la cubre;

tu sombra es la nostalgia que en octubre

en su viaje fugaz dejó septiembre.


Tu sombra no es el tiempo detenido

en alas del reloj que se detiene;

es la luz de tu sol donde se tejen

tus pasos en la tierra del camino.


Tu sombra, confidente de mi sueño,

cobijó con su sueño el sueño mío,

y cautivo en tu voz y en el silencio


busqué tu nombre azul desde mi asilo,

mientras mi sombra, errante en tu recuerdo,

buscó a tu sombra errante al lado mío.

*Poeta venezolano. Obra publicada: Fabulario del tiempo, Maracaibo, 2010

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TERESA DE LA PARRA, EN BUSCA DEL TIEMPO ENCONTRADO

Por Eduardo Casanova

Teresa de la Parra (Ana Teresa Parra Sanojo, nacida en París en octubre de 1889 y muerta en Madrid en 1936), no fue la primera novelista venezolana. Ni siquiera fue la primera escritora venezolana. Ess posición le corresponde a Zulima (Lina López de Aramburu), que en 1885 publicó “El Medallón”, en 1889, año en que nació Teresa, publicó “Un crimen misterioso”, y en 1898 “Blanca; o consecuencias de la vanidad”. Pero la posición en las letras venezolanas, americanas y mundiales de Teresa de la Parra va mucho más allá. Domingo Miliani, uno de los más serios investigadores de nuestra literatura, la relaciona con Marcel Proust (1871-1922), Franz Kafka (1883-1924) y James Joyce (1882-1941), es decir, con lo más alto de la novelística mundial de su momento. Fueron suficientes dos libros –afirma Miliani– para que su proyección en la historia de nuestra narrativa emergiera, casi insular, en un arte de la ironía finísima, del humor piadoso ante una sociedad en declive, tratada en tono de añoranza vivencial, con un tiempo lento y perdido, que la aproximó, a los ojos de una crítica más moderna, al nombre de Marcel Proust. José Rafael Pocaterra, en su revista de narrativa, La lectura semanal, había insertado en 1922, un fragmento de Ifigenia, “diario de una señorita que se fastidia”. Dos años después, aquella novela obtuvo un premio de novela en París. Su nombre era casi ignorado hasta ese momento. Vino la crítica, elogiosa. Llovieron las entrevistas y las declaraciones de prensa. Una de ellas, la colocaba como simpatizante del gomecismo y entonces, también supo del escarnio y la negación. Pero la obra, impecable, profunda, crítica de la burguesía provinciana [95] de Caracas, perduró y rompió esquemas y estereotipos. (…) En 1929, su segundo libro, Memorias de mamá Blanca completó el cuadro, menudo en número, cuantioso en hallazgos, de un relato hecho para quedar como un clásico de nuestra mejor literatura moderna. La novela europea escrita por los mismos años en que Teresa de la Parra escribía las suyas, había eliminado ya el proyecto de narrar una historia dentro de tina cronología lineal. Irónica y poética, la novela ahora comienza a “Evocar, en vez de contar, saborear en los hechos la emoción que ellos llevan en sí, más que la lógica de su encantamiento” (…) Ese fue el legado de Teresa de la Parra a la novela venezolana, como fue el de Gide, Rilke, Barres, o Valery Larbaud a la novela europea de los mismos años. Un mundo que Proust había de resumir y agotar en sí mismo. Y en realidad, Ifigenia y Memorias de mamá blanca, son, por sí solas, suficientes para poner el nombre de su autora en la cumbre de la novelística nuestra e hispanoamericana en general.

Nació la novelista en París, en donde sus padres (Rafael Parra Hernáiz, representante diplomático de Venezuela en Berlín, e Isabel Sanojo de Parra) se encontraban de paso. A los dos años se estableció con sus padres en la hacienda de la familia, “Tazón”, que era entonces la salida de Caracas hacia los Valles del Tuy (y volvería a serlo en la década de 1960, cuando se abrió la Autopista Regional del Centro). Con la legada del siglo XX murió su padre, y su madre decidió ir a vivir a Europa. La niña entró a un colegio de monjas, el Sagrado Corazón de Godella, en tierras de la Valencia original, en España. Allí empezó su formación literaria, especialmente por su interés en la poesía. En 1909 ganó un premio por unos versos dedicados a la beatificación de la Madre Magdalena Sofía Barat. Un año después se establecieron en Caracas, en pleno centro, a poca distancia de la Plaza Bolívar (Torre a Veroes). En 1915 publica sus primeros cuentos fantásticos. En El Universal y en Lectura Semanal (Un evangelio indio: Buda y la leprosa, Flor de loto: una leyenda japonesa, El ermitaño del reloj, El genio del pesacartas y La historia de la señorita grano de polvo, bailarina del sol), con el seudónimo “Fru-Fru”. En Actualidades, la revista de Rómulo Gallegos, aparece en 1920 Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente, que no es en realidad un Diario, sino una obra de ficción, precursora de Ifigenia, su primera gran novela, editada en español y francés en 1924, con la que estrenó su seudónimo Teresa de la Parra, y que le valió en París, a donde se había mudado en 1923, el primer premio del concurso literario del Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa. Y además la fama, no sólo en Venezuela, sino en los círculos literarios europeos. En ese tiempo se acercó a otra de las grandes estrellas de las letras hispanoamericanas, Gabriela Mistral. Viajó por Cuba, Estados Unidos, Colombia, y dondequiera fue recibida en forma apoteósica. En 1929 publicó su segunda novela, Memorias de Mamá Blanca, escrita en Vevey, Suiza, y en 1931, luego de recorrer varios sitios en plan de auténtica estrella de las letras, se instaló de nuevo en Europa. Las costumbres sociales de su tiempo, especialmente las de su país, le impidieron tomar el camino que su sexualidad le pedía, y en el terreno sentimental se limitó a mantener una relación más de afecto y amistad que de amor, con el gran escritor y diplomático ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide (1884-1965). Por los problemas pulmonares que la se le manifestaron poco después, buscó la curación en las montañas Suizas, tal como los personajes de La montaña mágica (1924) de Thomas Mann (1875-1955), pero la situación política de Europa la compelió a buscar otros paisajes. Finalmente la tuberculosis acaba con su vida en abril de 1936, en el Sanatorio de La Fuenfría, ubicado en la Sierra de Guadarrama, no lejos de Madrid. En sus últimos momentos la acompañaron su madre, su hermana, María, y su gran amiga cubana Lydia Cabrera (1899-1991), que le dedicó su obra fundamental: Contes nègres de Cuba, editados por Gallimard ese mismo año. Había empezado una biografía de Simón Bolívar que no concluyó. A pesar de la altísima calidad de la literatura escrita por mujeres venezolanas, Teresa de la Parra siempre se destacará entre todos los escritores venezolanos de todos los tiempos.

*Eduardo Casanova, escritor venezolano, novelista, ensayista, biógrafo y editor de la revista digital Literanova. Ha recibido numerosos reconocimientos por su obra literaria. Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela.

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Ana María Velázquez Anderson, ganadora del Premio de Poesía 2011 de Latin Heritage Foundation

Felicitamos a la escritora venezolana por haber obtenido el premio, que  consiste en la publicación del poema ganador en la antología Una isla en la isla a ser distribuida en Estados Unidos e Inglaterra.

También ganadores fueron los autores venezolanos Pedro Segundo Yajure, Damelis Brito, Rosalinda Mariño, Urbano Antonio Durán. 

La antología reunirá a varios autores ganadores de Argentina, Puerto Rico, España, Perú, Cuba, Colombia, Panamá, México, Estados Unidos, Chile, Canadá, El Salvador, Brasil, Ecuador y Polonia.

Ana María Velásquez es ensayista, poeta e investigadora. Ha obtenido un gran éxito con sus libros de relatos, Creí que me besarías antes de partir y Con los ojos abiertos. Es integrante del Círculo de Escritores de Venezuela.
http://www.latinhf.com/premioconcursopoesia.htm

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Helena Sassone: Búsqueda del Yo trascendental y función poética

Búsqueda del Yo Trascendental y función poética en

“Enigmas Calcinados”

 Por LAURA GIMENO SASSONE

  Prólogo traducido al español, de la edición francesa de Enigmas calcinados, de la poeta, novelista y semióloga Helena Sassone

    “Una voz te nombra y no es tu nombre”, así empieza el primer poema del último libro de poesía publicado por Helena Sassone, “Enigmas Calcinados”, marcando el preludio de lo que va a ser una búsqueda exhaustiva de su Yo Trascendental, o según sus propias palabras: 

      “Busco la esencia de mi propio Ser.”

 

   Esta búsqueda nos planteará aparentemente una contradicción de fondo en el pensamiento de la autora, pues habiendo sido su poesía en “Diálogos de la Nada”  un reflejo de su afirmación de la Nada (Nietzche, y la muerte de Dios), de repente Helena Sassone apela a un “Todo” o a una especie de “suma” 

     

      “Dejar a los amigos en la cripta

     vivos o muertos puede que no importe

     todos hacen uno solo eterno…”

 

que existiría en el trasfondo de su búsqueda trascendental del “Yo” y del universo en el que vive. Este cambio casi drástico de pensamiento pierde su dramatismo y entra en el dominio de la lógica si nos atenemos a las palabras de Dubrosky.

 

      “Como en toda superación verdadera, la negación es también  conservación.

      (¿Por qué la nueva crítica?)”

 

      Pero, ¿cómo podríamos definir la Nada en la consciencia de Helena Sassone?

Ella misma nos dará la respuesta:

 

      Existe una soledad, semejante al silencio en música, en el espacio interior del juicio”.

 

Este silencio se verá rellenado por la “suma”:

 

 “Oh, eternidad callada

      belleza austera que nadie ha visto todavía

      sólo eres tal vez la suma

      de quienes aquí yacemos.”

 

y

 

      “entre todos labramos el tumulto que nos iguala

      y determina un ritmo en la conciencia austera.”

 

como hemos visto anteriormente, cuya idea implica una totalidad: así es como nos deslizamos suavemente desde el concepto de la Nada hacia el Todo.

 

      El silencio o en este caso la Nada va a ser colmado por las vivencias de la poetisa que en un acto de alquimia de dimensiones casi sobrenaturales llegará a invadirlo Todo. Este principio de invasión de naturaleza “oceánica” es la definición que nos prodiga Michel de Certeau en su artículo “La mystique”, (Enciclopedia Universalis): el místico se ve avasallado por un “sentimiento oceánico” en el transcurso de su experiencia.

 

      Esta búsqueda muchas veces implacable, de la esencia del Ser en el poeta va a estar compuesta por distintos elementos que serán los testigos de esta lucha interior y conformarán su realidad última: el otro (“Una voz te nombra”), en su pequeña medida de individuo aislado, o en su multiplicidad, reflejando así la totalidad de la humanidad

(no exenta por otra parte de una preocupación por la lucha social: “Mansos”), ya sean seres desconocidos o amigos allegados; la naturaleza, sobre todo los pájaros, que retratará muchas veces el sentir interior del poeta:

 

      “Llegas a sufrir

      de ese amigo de toda la vida

      el silencio de un día sin pájaros.”

 

los viajes y la materia: objetos sin aparente trascendencia (“Inventario”) y , por supuesto, la propia creación poética, el acto de escribir, la soledad inherente del poeta:

 

    2

      “Quisiste gritar tu voz no acudió

      nadie leyó el lenguaje de tu cuerpo”

 

      De esta manera, Helena Sassone va a tejer todo un mundo de dimensiones  ora inquietantes, ora apacibles, en el que el poeta, tras la inmensa lucha con y en contra de su destino, cae agotado y finalmente encuentra sosiego: 

 

       “Recordando las sombras sin ira

      perdonando

      tal vez así

      alma de amor nacida

      a ti regreses.”

 

      Si tuviésemos que trazar esa búsqueda trascendental del Yo en el contexto de un pensamiento filosófico podríamos acudir a la India, siglo VI antes de Cristo y, más concretamente, a las Upanishads, la parte final de los Vedas. En ellas, se describe al cuerpo del Universo como no diferente de su Creador, en un proceso de “Emancipación”

y no de “Creación” del mismo propio del Cristianismo. Los pequeños objetos trascienden su condición de objetos elevando la materia y convirtiéndola en pequeñas partículas del Supremo Ser, aunque sólo sea en una condición un tanto más degradada del mismo (“Inventario”). En este poema la autora siente haber extraviado parte de su Ser trasvasándolo a los objetos perdidos que se tornan, en una extraña y prodigiosa alquimia, en un tiempo:

 

      “Los instantes en que pude buscarme

      simple inventario son .”

 

      Este mismo pensamiento en el que la mera materia es elevada a un reflejo de lo trascendente ha sido ya explorada anteriormente en el Hinduismo, y en Occidente en el Uno de Plotino (siglo I).

 

      Pero, por supuesto, no se puede negar el pozo que ha creado el pensamiento cristiano en la poética de Helena Sassone que así mismo habla del descenso, de la culpa, del  perdón, de la redención, etc., aunando de una manera intuitiva y extraordinaria el pensamiento de Oriente con el pensamiento de Occidente, otorgando a su poemario una belleza extraña de contrastes que estilísticamente se va a ver sumida y reflejada en el uso frecuente de la antonimia  y de la antítesis, llevada éstas a su punto culminante cuando habla de alas sin aves,

 

3

      “Que signos hirientes de tu alma escapan

      preciosas alas volando sin aves”,

 

de “un saber mutilado” o, más conmovedoramente, del silencio del poeta que no tiene público:

 

      “Jamás emergería indemne

      del hermetismo silábico.”

 

      El silencio del poeta supone la muerte del poeta: es un pintor ciego, un bailarín mutilado. Eluard anteriormente había hablado del silencio del poeta. Tras la muerte de su amada Nusch, exclama en “Nuestra Vida”:

 

      “El pasado se disuelve, doy paso al silencio 

 

      Este silencio, acompañado de una soledad extrema, propicia un caldo de cultivo excelente en el que el ser desnudo frente a sí mismo no tiene más remedio que iniciar la búsqueda de sí mismo, es decir, su Yo trascendental, propósito primero y último de la existencia humana.

 

      Por otra parte, si nos atenemos a la función poética del escritor tan bien descrita por Victor Hugo en “Fonction d’un poète”, comprendemos que en éste último libro de poemas Helena Sassone ha cumplido ampliamente lo preescrito: por una parte, llega a su condición de Poeta-Visionario,

 

      “El ve cuando los otros vegetan”

(Victor Hugo: “Función del poeta”)

vehículo de transmisión celestial, entre la tierra y el mundo,

 

      “En el universo en que él es Dios,

      en el que él es el que ve en Dios.”

(Amrouche: “D’un poète”)

 

instándonos con su ejemplo a través de sus versos a que nosotros iniciemos también nuestra propia búsqueda

4

 

      Y sobre todo, podríamos hablar del poder curativo de la poesía y de su función terapéutica tan bien descrita por Alfred de Musset en “Les confessions d’un enfant du siècle”. Esta función terapéutica es doble en el sentido de que el poeta ofrece una vía de curación ante todo para sí mismo, pero también, y quizá sea éste el último propósito de la literatura, para con el otro:

 

            “Habiendo sido aquejado joven aún, por una enfermedad moral abominable,

      cuento  lo que me aconteció durante tres años.

            Si fuese el único enfermo no diría nada, pero como hay muchos otros además de

      mí que sufren del mismo mal escribo para ellos, sin prestar demasiada atención;

      porque aunque nadie me prestase atención habré aún retirado este fruto de mis

      palabras, de haberme curado mejor a mí mismo, y como el zorro cogido en la trampa,

      habré lamido mi pie cautivo.”

 

      La poesía sería susceptible de sanar a la humanidad, al corazón, y con el corazón al cuerpo.

 

      Así pues, el poeta cumple con su doble cometido en el mundo. Al desvelar su mundo propio a través de sus versos, nos ofrece su ejemplo como posibilidad a seguir y, caso de errar el tiro, según las palabras de Alfred de Musset, siempre habrá podido embalsamar su propia herida. La palabra se convertiría en algo así como una “logorrea liberadora”, dentro de un contexto del psicoanálisis ejercido a través de la escritura: por una parte el escritor se libera de su pesadilla interior, ofreciendo al mismo tiempo una posibilidad de catarsis al lector, “salvándolo de la desesperanza” (Simone de Beauvoir).

 

      Helena Sassone va más allá y, trascendiendo esta realidad, eleva la palabra a Verbo, volviendo al “Soñador sagrado” de Hugo:

 

      “La palabra es sagrada

      regresa a la vida eternamente.”        

Prólogo traducido al español, de la edición francesa de Enigmas calcinado de Helena Sassone

 

 

 

 

  

                                      

 

 

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Tres poemas de Ligia Colmenares

Las Nereidas. Gaston Brussiere

Ligia Colmenares, selección de la Antología El Ojo errante. Escritora venezolana, autora de: La mujer de la casa de adobe (El pez soluble, 2005); Desde el patio del limonero, Antología de Talleristas (Monteávila Editores y El Pez Soluble 2006); En el río de la palabra (Universidad Nacional Abierta, 2007). Es integrante del Círculo de Escritores de Venezuela. 

 LIMINAR 

 Blanco sobre blanco 

mórbida textura que incita 

la palabra 

  

Invisibles trazos 

la línea vertical 

el rojo equilibrio 

sostenido en el tiempo 

  

Blanco sobre blanco 

  

La vida 

 &   &   & 

 Boceto a Stravinsky 

 Viva llama en los arcanos 

blanco boceto 

flotando en el espacio 

  

Pájaro de fuego 

menguante luna 

  

En la gravitante noche 

se deshila el azul 

  

Alada mujer 

en tu mano 

la rosa carmesí 

ilumina 

  

 &   &   & 

 Ala en el vino 

El ala es el pájaro de la imaginación 

  

Vuelo de pájaro 

  

Ala 

que embriaga 

la gota de vino 

  

En los labios 

la bermeja lágrima 

  

En el aire 

suspendida gota 

  

que cae 

en el ala 

que cae 

gota 

que cae 

  

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