Metamorfosis de un propósito

Alvaro Pérez Capiello

Metamorfosis de un propósito

Alvaro Pérez Capiello

Caracas es una ciudad que ha inspirado a muchos creadores: pintores, escritores, músicos, escultores… Pareciera que nadie puede resistirse a transitar los secretos de sus calles, esquinas, plazas y parques cobijados por la imponente estampa de la montaña. El Ávila, al cual Manuel Cabré dedicaría sus mejores pinceladas y Juan Antonio Pérez Bonalde inmortalizaría en aquellos versos: «Caracas, allí está; vedla tendida/ a las faldas del Ávila empinado,/ odalisca rendida/ a los pies del sultán enamorado (…)». Las urbes, siempre están en movimiento perpetuo, nunca se detienen. Recientemente, acudimos a la exposición Metamorfosis de un propósito en la Galería Raise de Los Palos Grandes. Una muestra que reúne el trabajo de trece participantes de un taller dictado por Ricardo Benaím en el TAGA, entre junio y octubre de 2024.

Pese al auge de las nuevas tecnologías, el libro mantiene hoy plena vigencia. No solo como reservorio de conocimientos, sino como objeto de culto. Ninguno de los talleristas es, en estricto sentido, un editor, aunque eso no les impidió entregarse a la magia de las palabras. Sabido es que el lector completa el proceso que el escritor ha iniciado, de la misma forma que ocurre con el espectador, parado frente a cualquier pieza artística. Daniel Perozo, uno de los jóvenes expositores, realiza una suerte de libro-escultura cuyas formas calzan perfectamente con el espacio urbano. Una gama de grises, se unen, pues, al negro y al blanco, para componer muros y habitaciones imaginarias que, sin embargo, resultan teñidas de realidad. En esas construcciones fantasmales, si bien no se contienen personajes, la presencia humana está latente. Hay, quizás, alguien que lo sabe y lo ve todo detrás de cada pared, cada viga y cada puerta, a medida que lanzamos una mirada a la obra de Daniel Perozo. Él, viene de culminar estudios de fotografía y de diseño gráfico, por lo que se ancla en esa divina capacidad de las imágenes para contar historias.

Otra propuesta, esta vez de Manuel Aranguren, se centra en las siete letras que componen la palabra Caracas. Su búsqueda, lo lleva a preguntar a un universo de personas, muy diferentes entre sí, cómo definirían a nuestra capital en solo siete palabras. Este número, nos conecta con la sabiduría, la intuición y la espiritualidad. Para muchas culturas y religiones, simboliza el fin de un ciclo y la renovación. Hay que recordar que Dios creó al mundo en seis días, según el texto bíblico, y al séptimo descansó. El simbolismo de la curación también está asociado al siete, así como la profecía del fin de los tiempos contenida en el Libro del Apocalipsis: siete sellos proféticos, siete iglesias, siete trompetas e igual número de ángeles que las tocan. Tiene especial importancia para el judaísmo (el candelabro de siete brazos de la Menorah), el hinduísmo, la numerología, y puede hallarse también en los antiguos mitos sumerios por su carácter de número primo.

Este experimento de Manuel Aranguren, lo lleva a componer un mapa de palabras, tal vez el cuaderno de bitácora de un capitán sobre el propio plano de nuestra ciudad capital. Allí, no puede darse nada por sentado. Cientos de palabras, algunas esperadas y otras extrañas, estimulan nuestra imaginación. El título de esta muestra: Metamorfosis de un propósito, alude a los cambios de vida a nivel personal o social, por lo cual la recomendamos sin reservas.

 

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EL SISTEMA Y JOSÉ ANTONIO ABREU, EL GRAN PROMOTOR CULTURAL

José Antonio Abreu

Por Jesús Peñalver

Más que músico o economista, José Antonio Abreu fue el gran promotor cultural de la música y muy temprano así lo entendió, que la música no puede ser cosa de élites:
“Que las escuelas básicas apliquen en su contenido curricular ordinario la enseñanza de las artes, desde el niño de dos años hasta el nivel universitario, ese día el país será otro: Venezuela será una gran empresa educativa y a través de una educación sabia, avanzada, profunda y consciente de sus principios y propósitos, el país encontrará su camino“.
De esa unión nació Ailie Anselmi Garbatti quien se casó con Melpómene Abreu, sus padres y de sus hermanos Dora, Jesús, Enrique, Beatriz y Ana Cecilia, siendo él el mayor.
Bachillerato lo cursaron en Barquisimeto, ciudad musical por excelencia, en el Liceo Lisandro Alvarado de actividad musical intensa porque había orquesta y orfeón, claves educativas para él, al tiempo que se formaba musicalmente con la gran educadora y pianista Doralisa Jiménez de Medina.
El bachiller Abreu se fue a Caracas donde compartió estudios musicales con universitarios de Economía, lo que le llevó a ser el emprendedor creador del sistema de orquestas con el respaldo oficial suficiente para su desarrollo, sin depender de los vaivenes de la política al incluir hábilmente su funcionamiento como parte del presupuesto nacional de donde nadie lo podrá sacar. Específicamente, en el sector social.
Conocido como El Sistema, replicado en todo el mundo, reconocido por instituciones y personalidades de distintas áreas de la cultura y del conocimiento, este año cumple su  quincuagésimo (50.º) aniversario de su creacion. Se dice fácil, pero más allá de los avatares y las circunstancias de diversa naturaleza vividas, son notoriamente mayores las razones para celebrar y aplaudir de pie y por largo rato, el hecho de que El Sistema haya tenido como cuna a Venezuela, y como promotor fundamental a José Antonio Abreu, quien al parecer y sin dudarlo, vino a este mundo a cumplir tan magnífica tarea, titánico esfuerzo digno de ser emulado por siempre.
El maestro José Antonio Abreu, director fundador del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, obtuvo en septiembre de 2004 el Premio Internacional por la Paz para el Arte y la Cultura, conferido por el Encuentro Mundial de las Culturas, promovido por la organización World Culture Open.
Por sus méritos, en 1998 la Unesco lo había nombrado embajador para la Paz, y en 2001 recibió el Premio Nobel Alternativo, cabalmente por la creación de El Sistema.
Alguna vez me dijo: “querido, la cultura no puede seguir siendo la cenicienta del presupuesto nacional. Algo ornamental, prescindible. No. La cultura debe contar con su cuota determinada y justa en el presupuesto de la Nación, y no esperar que surgida la necesidad, se le quite a otro sector para darle a ésta”.
Bastante plantón pagó –valga la frase- con paciencia de relojero ante la Comisión de Finanzas del extinto Congreso Nacional, en búsqueda y aprobación del presupuesto suficiente para la música, área a la que dedicó con tesón y ahínco toda su vida.
Antes, mucho antes, de inaugurarse el Teatro Teresa Carreño, hecho ocurrido el 19 de abril de 1983, ya el maestro Abreu, insistente, trabajador incansable, hormiga y ola persistente organizaba y montaba conciertos en la Sala José Felix Ribas del coso de Los Caobos.. ¡Admirable!
          En ejercicio de la Consultoría Jurídica de la Fundación Teresa Carreño, tuve en mis manos un oficio del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia, firmado por su titular, Carmelo Lauría Lesseur, en el cual se le asignaba a las orquestas juveniles el uso de la referida sala, llamada “la sala pequeña”. Con base en ese acto administrativo –seguramente- aunado a su afán por difundir la música, su enseñanza y metodología, daba uso a ese recinto, como adelanto de lo que sería en un futuro no muy lejano, el Complejo Cultural Teresa Carreño.
Como Ministro de Estado-Presidente del Conac, se conoce a cabalidad su meritoria gestión. Por cierto, toda su labor la cumplió desde las oficinas del citado teatro. Y aunque dejó de ser Ministro por los sucesos acaecidos en 1992, aquellas intentonas golpistas de ingrata recordación, Abreu siguió presidiendo el Consejo Nacional de la Cultura. Para sorpresa o asombro de muchos, no rendía cuentas al ministro de adscripción, sino directamente al propio presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Astuto y hábil, inteligente y metódico. Dicho de otro modo, no dejó de estar en el gabinete. La cultura siguió teniendo su silla en el consejo de ministros y al propio tiempo la concepción social que de El Sistema acompañó al maestro Abreu toda su vida.
Murió García Márquez, me quedé con su obra. Cerró sus ojos el maestro Abreu hace siete años, me quedo con El Sistema, del cual honrosamente soy embajador de buena voluntad. La miseria humana no va conmigo, tampoco la mezquindad.
 Dijo bien Robert Browning cuando afirmó: «El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla».
 Hoy celebro y aplaudo a El Sistema, le deseo un feliz cumpleaños, que sean muchos años más, muchísimos, cumpliendo la noble tarea, el sublime objetivo, el luminoso sueño del célebre promotor cultural larense, ese de cambiarle la vida y ofrecer un mejor futuro a tanta gente a través de la música. Y también me uno a quienes dedican una palabra sensible en recordación y elogio a José Antonio Abreu, una figura venezolana ineludible.
 Jesús Peñalver
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LENGUAJE Y PENSAMIENTO: UNA VIEJA CUESTIÓN, POR JERÓNIMO ALAYÓN

Jerónimo Alayón

Lenguaje y pensamiento, una vieja cuestión

Jerónimo Alayón

Desde Platón nos hemos planteado la cuestión de la relación entre pensamiento y lenguaje. Para aquel, el lenguaje era un vínculo entre la lengua y la cognición, puesto que las palabras eran signos de las ideas y estas, signos de las cosas. En la alegoría de La caverna, el filósofo de la Academia nos muestra el pensamiento como conformador del lenguaje. Solo quien ha ascendido al mundo inteligible, al conocimiento de las ideas y las formas, reveladas por la luz verdadera de la razón (regida por la idea de bien), puede regresar al mundo sensible para convencer a sus oprimidos habitantes de su falsa ideación, a riesgo de ser asesinado.

En dicha alegoría, por cierto, hay algo interesante. El filósofo, que en su ascenso al conocimiento ha pasado cerca de la hoguera y se ha percatado de que las sombras en la pared de la caverna no son la realidad, sino la sombra de esta, ha descubierto el error y ahora anhela hallar la verdad. Sin que explícitamente lo haya demarcado, Platón ha significado dos grados en el ascenso al conocimiento: de la doxa (‘opinión’) a la episteme (‘ciencia’), con su consecuente descenso al mundo sensible para dar testimonio de las ideas, todo lo cual nos lleva al desarrollo de la noción de afato en Ramón Llull a principios del s. XIV.

Tomando como punto de partida el pensamiento platónico, y a grandes rasgos, podemos definir tres corrientes filosóficas en la relación lenguaje-pensamiento: 1) tradición platónica, en la que el lenguaje, asimilado al pensamiento, es una facultad para conocer la realidad y expresar lo conocido; 2) tradición aristotélica, según la cual el lenguaje, asimilado a la expresión, es un sistema de signos; y 3) tradición saussureana, que planteando el lenguaje emancipado del pensamiento y la expresión, lo asume en cuanto que facultad de crear sistemas de signos.

Como se echará de ver, la concepción platónico-aristotélica dominó el pensamiento occidental en torno del lenguaje desde el siglo IV a. C. hasta mediados del siglo XIX, cuando Wilhelm von Humboldt planteara el lenguaje en tanto que vínculo entre el individuo y la sociedad, abriendo así el camino, de una parte, hacia la tradición saussureana y, de la otra, hacia la concepción moderna del lenguaje en cuanto que creador de realidades y modelador del pensamiento. Dicha evolución marcó el paso del filósofo lingüista al lingüista filósofo, que en Humboldt fue asumido en el marco de un proyecto lingüístico-antropológico.

Alcanzamos así la segunda mitad del siglo XX en la que podemos identificar, entre tantos lingüistas y sus propuestas, dos corrientes esenciales: una que considera el carácter modelador del lenguaje sobre el pensamiento y otra que asume el lenguaje como un síntoma de influencia social.

En la primera corriente destaca la hipótesis whorfiana, propuesta primero por Edward Sapir y más tarde por su discípulo Benjamin Whorf, ambos lingüistas estadounidenses, si bien la teoría no fue presentada hasta 1954 (13 años después de la muerte de Whorf) por otro discípulo de Sapir, Harry Hoijer.

La hipótesis whorfiana tiene dos vertientes. Una dura, conocida como determinismo lingüístico, según la cual el lenguaje y el pensamiento —si bien son independientes entre sí— son estructuras sincrónicas y, por consiguiente, la lengua condiciona el pensamiento y las categorías lingüísticas de aquella modelan las categorías cognitivas de este.

En otras palabras, la versión radical de dicha concepción asume que el sistema lingüístico (signos + estructuras gramaticales + reglas funcionales) que emplea determinada comunidad lingüística no solo moldea su forma de pensar, sino que condiciona sus modus intelligendi (maneras de comprender la realidad), para emplear un término caro a la escuela modista. Por cierto, lo mismo que esta, la hipótesis dura de Sapir-Whorf tiene el mérito de volver a apuntar hacia una gramática universal como la que poco después desarrollaría la escuela transformacional y generativa.

Por otra parte, la hipótesis whorfiana laxa, conocida como relativismo lingüístico, parte del principio de que lenguaje y pensamiento son estructuras asíncronas, de manera tal que el lenguaje antecede al pensamiento. En este sentido, tanto la lengua como sus categorías lingüísticas solo modificarían el pensamiento y, por extensión, la voluntad. Se asume, por consiguiente, que el lenguaje es un poderoso inductor de procesos culturales. En síntesis, la postura whorfiana de que el lenguaje modela el pensamiento abrió las puertas para que en el último cuarto de siglo se asumiera el lenguaje como el gran síntoma de la influencia social.

En este sentido, dos hitos fundamentales fueron, de una parte, la gramática generativa de Noam Chomsky y su planteamiento de la teoría lingüística de la competencia (1975) y, de la otra, la noción de campo social de Pierre Bourdieu (1991).

El paso de la competencia a la actuación lingüísticas supone, en términos chomskianos, la actualización de un conjunto de reglas inconscientes en otro conjunto de reglas gramaticales y sociales que establecen, correlativamente, tanto la gramaticalidad como la aceptabilidad del enunciado. En otras palabras, si bien Chomsky no plantea un determinismo lingüístico, la innata predisposición a adquirir el lenguaje a partir de una gramática universal implica que el lenguaje responde a una estructura subyacente común, grabada en nuestro cerebro desde el nacimiento.

Por su parte, Bourdieu plantea una suerte de determinismo social al establecer la noción de campo social, esto es, un espacio colectivo (llamado por el habitus) en el que el sujeto es condicionado por la sociedad. Dicho condicionamiento se refleja en su lenguaje, de modo que este se constituye en síntoma de aquel. Finalmente —y respondiendo a la tesis del relativismo lingüístico—, tal lenguaje sintomático termina afectando el pensamiento y la voluntad del individuo, reiniciándose el ciclo.

Es una pena que Bourdieu haya insistido —con cierta miopía filosófica— en una perspectiva marxista y antineoliberal tratando de expandir el conflicto de clases al del capital cultural y la violencia simbólica. Su concepción del campo social en cuanto que gran modelador del lenguaje —y este, a su vez, como potente escultor del pensamiento— no solo aplica a la lucha de clases, sino que merecía mayor amplitud, pues permite medir cómo sociedades enteras, durante décadas, dejan evidencia en su lenguaje de una recia esclavitud ideológica y, peor aún, de la palabra al servicio del adoctrinamiento… Un lenguaje que moldea un pensamiento lisiado.

Hay grupos humanos que consumen bienes materiales y otros a los que se obliga a consumir supuestos bienes ideológicos. ¿Cuál es la diferencia si, al cabo, unos y otros ofrecen en su discurso los mismos síntomas de dominación social? ¿Qué más da ser esclavo de una superestructura económica o ideológica si en el fondo se trata de un mismo tipo de sumisión?

 

@JeronimoAlayon

CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «Lenguaje y pensamiento, una vieja cuestión». El Nacional. 31 de enero de 2025. https://v.gd/Rwdflg

Fuente: Alayón, J. (2025, 31 de enero). Lenguaje y pensamiento, una vieja cuestión. El Nacionalhttps://v.gd/Rwdflg

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf en Instagram @literaturayvida en X (antes Twitter)

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A PATRICIA GUZMÁN, POR JESÚS PEÑALVER

Foto: Lizbeth Salas

 

Jeús Peñalver

Hoy somos menos, ha cerrado sus ojos la poeta Patricia Guzmán, voz esencial de la literatura venezolana.  Escritora, periodista, docente, editora, poeta y mejor persona. De allí el luto en las letras de nuestro país. Merece la honra de leerla y difundir su prolífica y valiosa obra.

Hoy acaso sí estoy triste… hoy quizá el raudo vuelo del pájaro anuncia el final descanso… hoy tal vez el ave tiene un ala de menos y hoy de verdad el cielo está rápido y gris.

Parafraseando al poeta León Felipe:
“¡Aquí no ha muerto nadie! A la que vamos a enterrar es una poeta.
Está tendida pero no está muerta. ¿Está muda? ¡No está muda!»                                                     Un muerto no habla ni canta… y esta  poeta sigue hablando y cantando.
Todo gran poeta sigue hablando y cantando, después del salto mortal ¡no está muerta!”
@jpenalver
#jesuspeñalver
Editora: @carmencristinawolf
#poetas venezolanas
Jesús Peñalver
Jesús Peñalver.
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Patricia Guzmán: la voz imperecedera de una poeta

Por Gisela Cappellin

Hoy la poesía venezolana se viste de luto ante la partida de Patricia Guzmán, una voz esencial en nuestro universo literario. Su palabra, siempre evocadora y sutil, nos enseñó a escuchar el alma de la naturaleza y a sumergirnos en la profundidad de lo cotidiano con una mirada poética única.
Sus versos, imbuidos de un lirismo que trasciende el tiempo, seguirán resonando en quienes han encontrado en su obra un refugio, un eco de belleza inagotable.
 Gisela Cappellin Ediciones se une al duelo  por su partida y enviamos nuestro más sentido pésame a sus familiares y amigos.
Su legado poético perdurará como esas voces invisibles que, aun en el silencio, seguirán cantando.
«Y yo permanezco absorta escuchando la tenue voz imperecedera de un pájaro invisible.»
  Patricia Guzmán, La Virgen del árbol seco , Gisela Cappellin ediciones 2024

Gisela Cappellin

@giselacappellinediciones

Gisela Cappellin, escritora. Fot0 Manuel Sardá El Nacional
#PatriciaGuzman #poesiavenezolana
Editora: @carmencristinawolf
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A Patricia Guzmán, por Edgar Vidaurre

El mundo literario está de duelo por la partida de la poeta y periodista Patricia Guzmán. Deja huellas imborrables en las personas de su entorno y en sus lectores (1960-2025)
Al saber del fallecimiento de la querida escritora venezolana   Edgar Vidaurre escribe:
Querida Patricia… el místico Thomas Merton, decía que «la muerte no es separarse del mundo…sino hundirse en él». Hoy te hundes en el mundo, en los cielos, en nosotros.
Te escribo esto, y elevo mi sentir hacia ese sitio imponderable que ahora te acoge y te contiene. Todavía perdura aquí tú dulzura, tu intensa suavidad, tu amor por el «Eterno Masculino» y el árbol poético de tu jardín. Tal vez para consolarme un poco, y sonreír en lugar de llorar, repito como una oración y una elegía en tu nombre lo que dijo San Agustín como despedida antes de morir:
«La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho. No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos. Recen, rían, piensen en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista? Os espero; no estoy lejos, sólo estoy al otro lado del camino.»
«Hoy amanecieron débiles los pájaros
Los ojos de amar no sé donde los puse
Rezo santo
Rezo santo
Todo sigue oculto aunque lo vea
Hay una flor flotando en mi vaso
Voy a colocarle una piedra en la boca a cada muerto
(Para que no olviden el peso de vivir)
Los ojos de amar no sé dónde los puse
Aletargados están mis animales
A qué alzar los ojos
A qué salir al jardín
Cada espiga alta trae consigo su propia vanidad
Obsequio y rendimiento brindo»  Patricia Guzmán
Caracas, 3 de febrero de 2025
Edgar Vidaurre, poeta ensayista, músico y editor. Presidente del Círculo de Escritores de venezuela
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Ernesto Marrero Ramírez: Fragmentos de impermanencia

Fragmentos de Impermanencia

La impermanencia es un concepto clave en diversas religiones y filosofías de vida. Nos dice que todo está en constante transformación, que nada es para siempre, ya sea en relación con nuestra realidad exterior como en la interna.

Fragmentos de impermanencia, del autor venezolano Ernesto Marrero Ramírez,  es un poemario que aborda este concepto de la temporalidad, la conciliación entre la vida y su final, un sentido profundo que, como humanos, podemos hallar de esta realidad inevitable. Es una selección de poemas que invitan al lector a adentrarse en un viaje introspectivo alentado por los momentos efímeros que componen nuestras vidas. Con su acostumbrada sencillez y sensibilidad, Ernesto Marrero combina elementos de la filosofía, la psicología y la literatura para ofrecer una obra que no solo inspira, sino que también incita a la reflexión y al autoconocimiento.

En palabras del autor: «Este libro es una invitación a abrazar la impermanencia como una parte esencial de la experiencia humana. A través de estos fragmentos, busco compartir una visión que nos permita encontrar belleza, profundidad y propósito en lo transitorio de nuestras vidas”.

Este poemario nos invita a contemplar la impermanencia con asombro filosófico, y a encontrarle sentido a nuestra fugacidad. Es un espejo donde podemos ver reflejada nuestra propia condición mortal y, a la vez, contemplar el abanico de oportunidades que la vida nos presenta para ser mejores personas. Al aceptar la transitoriedad de todo, podemos cultivar una mentalidad de desapego, equilibrio emocional y compasión. Asimismo, nos insta a abrazar el cambio como una parte inherente y natural de la vida, incentivándonos a vivirla con plenitud y agradecimiento.

Fragmentos de impermanencia es un libro que invita, a través de la poesía, a despertar de la rutina diaria y a desarrollarnos como individuos más genuinos, conscientes de nuestra finitud y de la libertad que en ella habita.

A continuación, presentamos tres poemas seleccionados de este poemario:

Un día sin poema

Hoy quise escribir un poema

y no pude…

se diluyó por los poros

de la nada eterna

o se detuvo a contemplar al mundo

mientras Cronos lo devoraba,

o tal vez se montó en un avión

o en una balsa

buscando una ilusoria libertad

o se fue a aconsejar algún corrupto

para que tomara el camino

de la virtud,

o a consolar al afligido

-golpeado por la roca del dolor-

o se escondió en mi mente

detrás del muro

de las dudas y los lamentos

 

…No lo sé

 

Tal vez se deprimió

en el suburbio de la indiferencia

o se quedó atrapado en las redes

esperando un like o un seguidor

 

Aunque yo creo que se fue

con las metáforas,

las elipsis y los símiles

a beberse mis versos en un bar

y se olvidó de visitarme

 

Mañana intentaré

invitarlo nuevamente

a reunirse con mis letras

y mi inspiración

…Ojalá y se acuerde

de este solitario poeta

 

 

Impermanencia

 

Pasan los años, y la ola del tiempo avanza

sobre el océano de la incertidumbre.

Pasan días, meses, años y centurias,

y la esfinge del destino se presenta indetenible.

Pasa la primavera, el verano, el otoño y el invierno,

brilla el sol y luego se oculta, las hojas se secan y caen,

y una brisa helada empaña nuestros corazones

 

Pasa un reloj y luego otro, las manecillas marchan

y nadie, nadie las puede detener.

Pasan los circos, pasan los desfiles carnavalescos

y las máscaras yerran lastimeras, desorientadas,

todas disfrazadas de confianza

…de mentirosa certeza

 

Pasan los pensamientos, los símbolos y las letras,

pasan las inspiraciones más profundas

y también los días estériles, inertes,

los días de lucha contra la tirana sociedad

que subyuga con sus tortuosas rutinas e injusticias

… también eso pasa

 

Pasan los días y las noches, las lunas y los insomnios,

las risas y las tormentas, las palabras y los silencios,

las mentiras y las verdades,

pasan las cosas… todo pasa

 

Pasa la infancia, la juventud y llega la vejez con sus dolencias,

llega la piel resquebrajada y las mejillas flácidas,

la visión nublada y la espalda encorvada,

llega el cansancio y los lamentos pretéritos

… llega el final de la jornada

 

Pasa una existencia, una vida que se extingue como una llama,

una vida que se desliza hacia el laberinto de la eternidad…

Y quedarán marcadas sus huellas en el polvo de la historia:

inseguras o firmes, ligeras o pesadas, falsas o sinceras.

Y quedará, tal vez, una imagen, un suspiro o un triste mausoleo

 

Todo, todo pasa en esta vida

…solo quedan los recuerdos

Sonambulismo

¡Cuánto agobia la estridente voz

del ojo miope que simula sapiencia!

De aquel que moldeado por la arcilla

repite los sinsentidos que el sistema

inculcó en su cavernario cerebro.

De aquel que asesinó

a la creatividad y a la cultura

con la daga de la indiferencia

 

Sus verbos son gemidos,

estruendosas lenguas

que carcomen mis tímpanos

y exacerban mi hastiado corazón

que anhela una expresión consciente.

Ellos son los sonámbulos del sendero,

aquellos caminantes errabundos

que bailan al ritmo de la danza cotidiana.

Sus palabras son vacías, pueriles,

mercantilistas o resentidas,

tan inestables como ruinas

que se desmoronan con el viento

 

Y como borrachos delirantes

se tambalean por las calles de la vida

hasta caer en la fosa sin retorno,

a la que llegarán sin haber contemplado

el horizonte existencial…

Donde emerge y muere el sol

… Donde late la conciencia

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

@circuloescritoresvenezuela

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Leonardo Torres Londoño, selección de poemas

 

Selección de poemas, Leonardo Torres Londoño

 

De abrevaderos

Ahuyentados por la larga sequía cotidiana

Mis sueños, uno tras otro

Van llegando hasta el estrecho abrevadero

Donde beben,           sedientos,

El agua que repite las rondas de tu nombre,

Los ecos de los ecos del viejo vecindario

Y el arco de tus ojos donde aún mendiga mi                                                                                                                                                    tristeza.

 

Beben y al saciarse

Dan la espalda al agua turbia,

Cada uno tras el rastro de la terca caravana :

 

Oigo ya en mi pecho

La noche que retumba.

 

El muro

Levantad un muro aquí,

allí un empalizado;

cubrid con un penacho de acero la frontera,

capaz de cortar de raíz lo audaz de las falanges:

sólo la muerte ha de salvar el obstáculo;

Dejaréis en los cadáveres su gesto insolente

para que el pico de los buitres desentierre de ellos la esperanza.

 

Dejad de este lado el horizonte,

el manantial, el rumbo de los pájaros,

y ya que cortáis en dos las olas

dejad del otro lado los naufragios.

 

Puyan las puntas de las púas,

escrutan los catalejos,

haces de luz por el mar, por el desierto.

 

Un muro en cada calle,

el libro de un dios como muralla.

Ventanas no,

troneras

con tu miedo apuntando y, por pertrecho, tus vacilaciones,

la raza que está escrita en tu carné,

la historia patria, la más selecta.

 

Instalad una barrera en el camino,

una garita con un arma y un soldado;

que no quede del hombre un sólo rastro en sus pupilas:

un arma y un soldado,

los dos en ristre.

 

Al emisario

Exigidle siete sellos en su salvoconducto

y la firma de la infamia.

 

Orden será dada de no mirarle a la cara; no tienen cara o, peor, son nuestros semejantes.

Nunca han de cruzarse, nunca, si no es por desafío, las miradas.

De sus palabras sólo escucharéis su credo.

Acto seguido, con palabras altas, aceradas, levantad el nuestro.

 

Llegada

Un día sabes que has llegado

porque conocías el nombre de las cosas y

la sombra inerte de tus padres se confunde, en adelante, con la tuya.

¿Cuáles fueron tus hazañas, tus conquistas ?

Nada sabes de ti pero aun cuando los muebles han perdido su color

se horman en un instante a tus fatigas y

en cada punto cardinal hay algo como un viso de ti mismo,

la reliquia que fuiste tanto tiempo mientras fuiste ausencia,

atento a tu mirada.

No tienes por qué llamar a nadie, dar voces,

sólo es sentarte en la cocina y escuchar el canto cotidiano de las ollas sobre el fuego,

la leche derramándose,

sentir el olor del maíz crepitando en la parrilla como si quisiera

pronunciar un nombre que algún día supo decir  y ahora,

con la paciencia del calor, repite sus sílabas de repente familiares.

 

Y quisieras contar cómo es el mundo allá donde logran disiparse los caminos,

las orillas de esos ríos por donde subía antaño nuestro oro,

los palacios,

o jactarte de los labios que dejaron en los tuyos el sabor salino de las piedras viejas…

pero tu memoria ya lacró los cromos y las vistas,

no queda sino el rostro de otros hombres entre los cuales te perdiste,

viandantes sin penates y sin lengua,

y cómo contar el llanto si no es llorando,

porque es de veras lo que quieres, llorarlo todo de una vez,

vaciarte del viajero

para dejar que ocupe su lugar, por fin,

el hombre que había en ti cuando eras niño.

 

Poco importa entonces que hayan cambiado tu ciudad, que sea otra,

que en los patios rotos de las casas nacieran edificios de oficinas

por donde circula un aire sin traza alguna de tus muertos.

Poco importa que se halle a miles de distancias.

Lo que no sabías al partir el regreso te lo enseña

cuando dejas que los otros, también sobrevivientes,

también desconocidos,

se reconozcan en ese olor a herrumbre de herramientas que despides

a pesar de mares y Mistrales,

mientras van quitándote los antifaces, deshaciéndote los nudos, desnudándote,

abriéndote las puertas de sus ojos

para que veas en ellos, porque sólo en ellos se refleja,

la llegada a ti mismo que esperabas.

 

 

Orto

 

 

Salgo de la noche:

funámbulo del sueño a la mañana fría.

Descubro  a tientas mi cuerpo que lleno de sí mismo,

henchido por su propio vértigo reclama su alimento:

un cuerpo polifónico entre mil,

una flor: su cáliz regular de sílabas disímiles.

Es que sale de la noche,

funámbulo, él también, del sueño a la mañana fría,

y a tientas por tu cuerpo

va buscando el mismo confuso equilibrio,

su afanada,   diminuta florescencia…

y ya penetra, como por el aire hendido,

sólo sangre,

sin estrella,    olvido solo,

por la puerta inexorable de su abandono…

Adán efímero

en busca una vez más del Paraíso.

 

Elipse

Vamos a darle otra vuelta al sol y es necesario

echar a vuelo las campanas para impulsar la tierra.

Atados al Universo, a sus rituales,

lanzamos una vez más al azar las seis caras de la esperanza.

Un año ha pasado y regresamos al mismo punto en el espacio,

a la creencia.

Todo gira, los relojes, las galaxias,

Todo, salvo el tiempo de los hombres,

rectilíneo hasta la muerte.

Si la tierra repite y repite su elipse

alrededor de su estrella moribunda,

nosotros avanzamos día tras día :

el camino no espera, cada paso

abre una puerta, escoge un destino,

ganamos o perdemos.

Somos flecha que busca su blanco,

sed, azar, pasado, ímpetu.

No estamos hechos para esta tierra

esclava de la misteriosa redondez de sus leyes.

Por más que la vida se nos pase volviendo a casa cada noche,

bebiendo con la ilusión de ayer el religioso café de la mañana,

si miramos hacia atrás siempre veremos el comienzo,

las cosas que perdimos,

pero pronto, pronto,

seguimos afanados en la brecha,

hacia adelante,

Por la línea secante, irrepetible, de la vida.

 

Leonardo Torres Londoño

Nació en Bogotá, y desde hace varios años vive en Francia donde ejerció la docencia. Ha publicado «El beso del arcángel» (OT editores, Caracas, 2018) en coautoría con la poeta venezolana Ana María Hurtado y «Las brújulas rotas» (Taller de edición Rocca, Bogotá, 2022).

Los poemas aquí publicados son inéditos.

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ROSALINA GARCÍA, SELECCIÓN DE POEMAS INÉDITOS

 

Agradecemos a la escritora venezolana Rosalina García esta selección de poemas pertenecientes a su libro inédito que lleva por título Paraíso.  Nació en el estado Lara en 1946, egresó de la Universidad Pedagógica Libertador en Barquisimeto. Es magister en Letras, en la Universidad Central de Venezuela, cursó postgrado en Filosofía en la UCV. Es académica de número de la Academia Venezolana de la Lengua desde el 2015.  Es poeta, investigadora y biógrafa, con siete libros publicados.    

No son acaso fraternales

Tus peligros y los míos, oh, vergel hermano?

 Un mismo viento que de lejos llega

A ser tiernos y austeros nos obliga.

“Vergel”. Rainer María Rilke

Se quiebra el verde cristal de los jardines;

las vulgares rudezas

las  opacas palabras

lastiman su fulgor.

 

En estación tardía,sus frutos

los dioses redondean;

y nosotros, tristes o culpables,

tomamos a deshora su presea.

 

Y sabemos, en el aire al suspirar,

que solo el amor de un mundo nuevo,

a ellos y a nosotros, nos puede rescatar.

 

                             * * * * *

Al poeta Rafael Cadenas

Una vez

vi la rosa anegada de sobrenatural belleza al amanecer.

De inmediato,

el ojo cotidiano la llenó del fulgor ya conocido.

 

Pero ella sigue siendo en la memoria,

la rosa del edén que primero vimos,

y ya no percibimos.

 

En el alba, al despertar,

un bello ángel veo a mi lado,

por la injusticia disgustado.

 

Arde mi brasa-corazón,

y en mi oración enfebrecida

pido justicia

para esta Tierra de Gracia y de belleza

en pena y pobreza, por el mal sumida.

 

Como  vuelo raudo de pájaro silvestre,

lanza al cielo

el ángel distinto mi oración rebelde

junto a  hermanas preces;

y avizoramos

que un mundo de paz, pan y belleza,

incoercible en el futuro florece.

                           * * * * *

Rio veloz de mi atardecer

adonde me llevan tus aguas

Río veloz, Antonio Salvado. Traducción Alfredo Pérez Alencart

 

Aguas de la memoria,

inexorables días se llevaron mis rosas:

Fragant cloud, Queen Elizabeth, Ophélia,

los vuelos de los pájaros,

y el ubérrimo verano y sus esencias.

 

Aguas de la memoria,

no corran al abismo

con sus voces agraces lejanas de la dicha;

vamos al núbil jardín de la belleza,

al amor y al perfume de las rosas primeras

con la gracia perfecta de los antiguos dioses,

justo cuando los fulgores del sol comienzan.

 

Recorrimos los caminos de la tarde

embriagados con el canto del mar en el ocaso,

para decir adiós sin presentirlo,

 

y deshojar con la flor del agua, el sino.

 

Era grande el amor,

imposible para un día y una vida

¡oh amor en dos océanos peregrino!

Vencida por el fulgor entré en las ondas

sin derrotero alguno ni destino;

solo sombras.

 

Más, aún vuelve a la memoria

la canción del mar,

el viento fugitivo.

Y de la flor del agua deshojada entre mis dedos,

solo los pistilos.

                   * * * * * *

 

A la poeta Lesbia Quintero

Como se rompe en una casa,

con los años, la vajilla de fina porcelana,

todos se van.

 

Del vino amargo del adiós,

en el último abrazo en el portal,

de las voces, en requiebros o en reclamos,

del tránsito dorado de la infancia,

oímos el quebrar irremediable del cristal.

 

La primera estrella vespertina,

cierra las hojas del portón cedral,

adentro,

porcelana quebrada, rosas lejanas en la sombra,

soledad.

Solo se escucha en la casa

El sonido del mar.

                    * * * * *

Medianoche,

un gallo canta en lejanía,

al encenderse una roja llama

debajo de sus alas.

 

Canta,

y un arroyito de lágrimas corre por tu ausencia.

                * * * * * *

 

Cancioncilla

 

Adónde va tu alma, tu alma tan preciosa,

que el polvo del aire

no la manche,

que algún ruido disonante del mar

no la perturbe.

 

Oh, alma silenciosa,

ven a mí esta noche en calma,

ven a mí y consuélame,

ven y ámame otra vez.

 

                     * * * * *

 

Orquídeas de la noche,

inquietas mariposas

que se posan

en la mano dorada del bosque milenario

de la memoria.

 

¡Oh, sueños de la noche,

aromada placenta de nutricial recuerdo!

¿Traerán en su vuelo al amado de mi alma

cuando se acerque el alba, hasta mi lecho?

 

#RosalinaGarcía

#poesiavenezolana

Editora: Carmen Cristina Wolf   #carmencristinawolf

 

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ILDEMARO TORRES, CUSTODIO DEL HUMOR VENEZOLANO

Ildemaro Torres

Con gran pesar nos unimos al duelo que embarga a los familiares y amigos de Ildemaro Torres, quien fuera Director de Cultura de nuestra asociación. Falleció el 13 de enero de este año.  Hoy publicamos la semblanza que escribió su amigo Jesús Peñalver, a quien agradecemos.

ILDEMARO TORRES, CUSTODIO DEL HUMOR VENEZOLANO.

Jesús Peñalver

 

Estoy triste por la muerte de Ildemaro Torres, con quien tuve la extraordinaria oportunidad de trabajar en la Cinemateca Nacional (en su nueva etapa convertida en Fundación de Estado, 1 de octubre de 1991). No llegaba yo a los 3 años de graduado, cursaba entonces posgrado en derecho administrativo, cuando el doctor Torres, junto al profesor Óscar Lucién, me llamaron para ofrecerme el chance de ejercer como consultor jurídico en la Fundación Cinemateca Nacional, y allí estuve por 10 años. Confiaron en mí, de allí mi gratitud infinita.

Además de todo lo que se ha dicho, y se dirá de él de buena voluntad y con razón, en una suerte de síntesis curricular, añadiré lo que sigue.  Nacido en Cumaná (Sucre) en 1936, Ildemaro Torres, médico cirujano egresado de la Universidad Central de Venezuela, UCV (1960), y doctor en Filosofía de la Universidad de Birmingham, Inglaterra (1968). Fue profesor fundador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Oriente (UDO), junto a su esposa Sonia Hecker, el doctor Francisco Rojas Espinal, entre otros, y profesor titular de la Facultad de Medicina de la UCV.

Además del ejercicio de su profesión en lo asistencial y como docente e investigador universitario, fue coordinador general de la Facultad de Medicina y director de Cultura de la UCV. Fue miembro principal del Consejo Directivo de la Fundación Celarg y presidente tanto de la Fundación Cinemateca Nacional como del Fondo de Fomento Cinematográfico (Foncine). Director general sectorial de cine y fotografía del extinto Conac.

 

Entre sus obras, aparte de varias publicaciones de corte científico, se encuentran los ensayos Chile, de Allende a la Junta Militar (1974), Zapata (1979), Ernesto Cardenal en Solentiname (1981), El humorismo gráfico en Venezuela (1982, 1989), Aquiles Nazoa inventor de mariposas (1998), Abilio, maestro no sólo del dibujo (2000), biografías de Aquiles Nazoa (2005) y Morella Muñoz (2006) y La magia del buen decir, antología de conferencias de Aquiles Nazoa (2009). Además, columnista de El Nacional. El conoció en Ciudad Bolívar a Constantino Maradei Donato, quien luego sería obispo en mi Barcelona natal, sobre quien hablábamos a menudo. El doctor Torres fue cabalmente un intelectual, un caballero, un estudioso del humor, y de las ciencias. Discreto y amable, reconocido gerente cultural. Custodio de la memoria del humor venezolano, como bien ha dicho Ana Black, escritor de fina pluma, termómetro de nuestro acontecer en sus atinados artículos en El Nacional, para mí, de ineludible lectura y referencia obligada, y que hoy echamos de menos.                      De hablar pausado y concreto en las ideas, de memoria prodigiosa, certero en sus afirmaciones y afable en el trato. Siempre colaborador, educado y caballero. Sempiterno sonriente, creo que no se carcajeaba nunca, pero sabemos y convencidos estamos de que de humor él sabía y mucho. Dispuesto a prologar, revisar obras ajenas para observaciones pertinentes y oportunas, dar conferencias, y en fin, intervenir en cualquier actividad cuando le fuera requerida su valiosa presencia, su necesaria y conveniente orientación. Conservo un dibujo de Zapata que él me regalara.

 

El lugar común «de luto la cultura» se enaltece y cobra fuerza, aunque nos duela su muerte. Arriba lo esperan, seguramente, Aquiles, Zapata, Cabrujas, Leo, Job Pim, Andrés Eloy, MOS y otros para una cátedra, quizá Las Celestiales, poner a correr un Morrocoy Azul, hacer sonreir humanamente a los Fantoches, hacer caminar al Cojo Ilustrado, y emprender con amor, humor, y sabiduría cualquier iniciativa que nos haga recordarlo siempre, releer su obra, y así ser mejores personas.

Descanse en paz, doctor Torres

#IldemaroTorres #circuloescritoresvenezuela

Foto: Mariana Gómez

Editora: Carmen Cristina Wolf

Asesor editorial: Jorge Gómez Jiménez Letralia

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Conversación entre Rodolfo Izaguirre y Jesús Peñalver

Como homenaje a Rodolfo Izaguirre en el día de su cumpleaños, reproducimos la entrevista que le hizo Jesús Peñalver y que tuvo la gentileza de enviarnos:

Conversar con Rodolfo siempre ha sido y será interesante, enriquecedor, sublime y, desde luego, placentero al oído y a la imaginación. Porque bien lo dice: “Soy un hombre de imágenes, así me expreso, con imágenes”. Yo que he tenido el privilegio de conocerlo desde los años ochenta, puedo gloriarme de contar con su amistad, de su afable trato, de su afecto y también de su sabiduría cuando me ha señalado el camino a la hora de asumir un tema para mi labor de opinador. Él, el maestro Izaguirre, ha tenido la gentileza de honrarme prologando un poemario mío, incluso más, tengo el privilegio  de que haya sido él quien le puso título, cambiando entonces aquel que había pensado yo originalmente. Evidentemente, mi gratitud será infinita.

Hoy, ya juvenilmente nonagenario, Rodolfo ha accedido a contestar algunas preguntas que se me ha ocurrido hacerle, en el entendido de que han sido muchas las entrevistas que ha dado. Pero él es una caja de sorpresas (frase nada nueva), de modo que algo tendrá que decirnos para beneplácito de los lectores, para la esperanza del país que queremos andar junto a él, como queriendo alcanzar el sol.

 

Rodolfo, ¿algún secreto para acumular tanta juventud, tanta brillantez… esa lucidez que nos arropa, enternece y también nos tambalea la conciencia de país?

Hace al menos más de setenta años, le di una bofetada a un compañero de liceo y todavía hoy me arrepiento. Entendí que en lugar de la violencia navega por mis venas una sorprendente sensibilidad que acaricia las artes. Desde entonces vivo sumergido en la poesía, es decir, en la música, el cine, las artes plásticas, la literatura. Al hacerlo, fui acumulando conciencia del país que me vio nacer (1931) cuando acababa de morir Juan Vicente Gómez y de crecer noventa años a la sombra de dos tiranías militares: la de Marcos Pérez Jiménez y la de la actual pandilla de delincuentes bolivarianos, y entre ambas, cuarenta años de vacilante alternabilidad democrática. Confirmé que soy una flor de loto porque al igual que ella nací en el pantano de un país esencialmente violento. No solamente yo. ¡Todos nosotros! Si hay un secreto que explique mi atolondrada “juventud” sería la de no tomar nada en serio.

 

Me vi obligado a aprender y dominar mi idioma, pulirlo, afinarlo, y me fui convirtiendo en escritor.

Dirigiste en televisión un programa referido al cine; has colaborado mucho para revistas vinculadas al séptimo arte, y tus testimonios forman parte de mucha literatura cinematográfica. Sin olvidar, por supuesto, que fuiste director de la Cinemateca Nacional durante muchos años. Dime algo, ¿crees que has sido lo suficientemente reconocido por tu gestión en la hoy Fundación Cinemateca Nacional?

¡Lamento decir que no lo he sido! Vivimos bajo un régimen excluyente que aborrece al ser sensible que soy. La Cinemateca bajó la cabeza y también gritó: “¡Ordene, comandante!”, y torció el rumbo y se convirtió en una institución mediocre, deprimida, burocrática y de vergonzoso andar patizambo y oficialista. No guarda ninguna semejanza con aquella Cinemateca que conocí y que se iluminaba con las más gloriosas obras del cine mundial.

 

Crítico, escritor, gerente, docente, conferencista de cine, entre otros desempeños vinculados al área cinematográfica. ¿Te hubiera gustado ser actor, director, productor? ¿Te han pedido alguna vez colaboración para realizar un guion de cine, te ha tocado revisar alguno?

Con el cine me ocurrió algo inesperado: ¡me hice escritor! Para expresar con palabras a los lectores mi júbilo por la gloria visual de las películas de Akira Kurosawa, para poner un ejemplo, me vi obligado a aprender y dominar mi idioma, pulirlo, afinarlo, y me fui convirtiendo en escritor. Supe que finalmente lo era cuando descubrí la misteriosa música que se oculta detrás de las palabras.

¡Pero sí! Recibo guiones para que opine sobre ellos; invitaciones para el estreno de alguna película. Una vez, un muchacho me abordó en Sabana Grande: Maestro, ¿no tiene alguna ideíta como para hacer un guion?

 

El 30 de agosto de este año escribiste en El Nacional: “La patria en mi propia sombra”. ¿Cuánto hay de oscuridad en esa frase?

No hay oscuridad. La sombra es nuestra propia alma, una parte vital de uno mismo, nuestro alter ego. Una extensión de nuestro cuerpo. Allí donde vayamos ella va; y con ella, el país que también somos. Y nosotros, los afligidos, los perseguidos por los desafueros militares, somos la luz que ofrece claridad cada vez que el país se hunde en la oscuridad, y es entonces cuando la sombra reina iluminando mi espíritu y el tuyo.

 

La soledad se llena de rumores, cantos y voces que no parecen ser de este mundo.

Últimamente has escrito —eso creo— verdaderos poemas largos, tratados sociopolíticos, teñidos de historia, del consabido dominio del idioma, de imágenes impactantes pero, sobre todo, de un dolor de país, sin abandonar la esperanza. ¿Sabes bien que nos hace falta, nos hace bien ese estremecimiento dominical de tus letras?

Lo que apenas alcanzo a entender es que mis artículos son la expresión política de un hombre de la cultura y no necesariamente de un político de profesión y mucho menos de un aprendiz. Al mismo tiempo, me esfuerzo por mejorar cada vez más mi escritura, mi manera de decir con elegante mordacidad cosas que desagradan. Quiero que no sean ellas las que estremezcan a los lectores dominicales sino la manera de decirlas. Vislumbré que la manera más eficaz de opinar políticamente es refiriendo pequeñas historias personales llenas de vida porque en ellas persiste algo del país que somos.

 

De Belén, el amor de tu vida (nuestra recordada y siempre querida Belén), has dicho que hoy la soledad, tu soledad, se llama Belén. Y que por esa magia no estás solo. ¿De qué hablas con tu soledad?

Un tema se hace recurrente en mis frecuentes y mudas conversaciones con Soledad: el edénico y maravillado estupor del pas de deux. [No olvidemos que Belén Lobo fue bailarina clásica y luego abrazó la Danza Moderna o Contemporánea liberándose del rigor académico del Ballet; n. del r.]. El pas de deux nos acerca, enlaza nuestros cuerpos, susurra palabras de amor. Y la soledad se llena de rumores, cantos y voces que no parecen ser de este mundo. Y Belén vuelve a decir lo que me dijo dos días antes de morir: “¡No olvides que hice de ti un águila y un relámpago! ¡No permitas que estos chavistas acaben con el país!”.

De eso hablamos. De la danza y del país. Y me pregunta por los hijos. Y cuando soy yo el que le pregunto cómo es el lugar donde ahora vive, me contesta diciendo que, justamente, es más bello que el águila y el relámpago que soy.Fotografía: Jesús Peñalver

En tiempos de pandemia, de Covid-19 o de virus chino (aunque hay cierta reticencia a llamarlo así), ¿te imaginas una conversación con Salvador Garmendia, Adriano González León, Perán Erminy, Caupolicán Ovalles, entre otros tantos intelectuales con quienes compartiste en El Techo de la Ballena o los del Grupo Sardio?

Dejaron de ser nombres privilegiados para convertirse en los mejores apoyos de mi propia vida y son ellos los que lograron que yo fuese un tanto díscolo y encontrara fuerzas para decir lo que tuviese que decir. Oírlos discurrir sobre la pandemia que nos agobia sería como escalar una alta montaña de historias que convocarían a Bocaccio y su Decamerón y a pestes y agonías pero también a graciosos e inteligentes desafueros literarios y humanos.

 

Soy de naturaleza humilde y le caigo a correazos a mi ego cuando trata de alzarse o envanecerse.

¿Qué estás leyendo ahora mismo? Tú que has dicho y has hablado tanto —con sobrada razón— acerca de la necesidad de leer para poder escribir. Y al propio tiempo pregunto: ¿estás escribiendo algún libro ahora mismo?

Más que lector soy relector, y me cautiva hoy la lectura de los clásicos que me obligaron a leer cuando no tenía edad ni suficiencia. Libros de Homero, Horacio, Dante, Balzac, Stendhal y tantos otros.

Pero acabo de terminar el libro que le prometí a Belén. Un libro sobre ella. No sobre el ballet sino sobre Belén. Mi hija Valentina desde Los Ángeles me ayudó a estructurarlo. Dice que merece ser publicado por una editorial de prestigio. El libro se titula Lo que queda en el aire. Es una frase tomada de una bella definición del ballet: “Es lo que queda en el aire después que el bailarín pasó por él”.

Tomaré un tiempo y luego me pondré a escribir uno sobre mi propia vida. Noventa años pueden significar todo un siglo en la riesgosa aventura de vivir en un país como el venezolano.

 

Te has convertido en un termómetro de la opinión pública, con tus acertadísimos y muy leídos artículos dominicales. Lo sé porque me lo comentan, porque te leo con asiduidad y en las redes sociales se replican religiosamente. ¿Sabías eso?

La verdad es que nunca imaginé que esos artículos iban a suscitar tanta atención. Soy de naturaleza muy humilde y le caigo a correazos a mi ego cuando trata de alzarse o envanecerse. ¡Con estos frecuentes elogios que recibo termino agotado con la correa en la mano!

 

También se observa tu chispa humorística. Tienes buen humor y en eso coinciden prestigiosos y muy experimentados humoristas venezolanos. Según Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, “hay muchos motivos para reírse, hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato y hay muchos motivos para celebrar la inteligencia, la sonrisa, la imaginación y la sutileza de nuestras palabras”. Rodolfo, ¿qué es para ti el humor?

Salté de alegría cuando alguien me dijo que yo era un humorista. Sí, de alegría, porque era como si me hubiera dicho que soy un ser inteligente. El humorista, no me refiero al chistoso que se enorgullece cuando se le aplaude con risotadas, es aquel capaz de expresar algo terriblemente grave pero provocando sonrisas en lugar de lágrimas de desconsuelo. El humor grueso, la astracanada brutal, ocupa lugar sólo en las mesas del bar de mala muerte. El verdadero humor apenas si logra producir sonrisas. El humor sería lo que se desvanece en la profundidad de su intención. ¡Además, tiende a ser subversivo! Lo dijo Chaplin: “No reímos cuando vemos caer a un niño o a un anciano. Pero sí cuando alguien imbuido de autoridad resbala y cae”. Es una manera de vengarnos porque los pobres somos más numerosos que los ricos.

 

Finalmente, ¿crees que he dejado de preguntar algo en especial? ¿Esperabas alguna pregunta que no he formulado y que quieras responder ahora?

Me alivia saber que no me has preguntado quién soy, realmente, porque aún no lo sé.

 

 

 

 

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LOS RECUERDOS SON LA MELODÍA DEL ALMA

                                                                                       Foto: Carmen Cristina Wolf, archivo personal

Los recuerdos son la melodía del alma

Vivir consiste en construir futuros recuerdos

Ernesto Sábato

En unos días concluiremos el año, y es propio de estas fechas recordar lo que hemos hecho durante aquel, incluso antes. San Agustín, en el libro XI de las Confesiones, decía que pasado y futuro no existen más que como intuiciones actuales de las cosas pasadas y futuras, de modo, pues, que al primero llegamos por vía de la memoria y al segundo por medio de la expectación. Me gusta esta definición del tiempo porque pone el acento en el presentismo heraclíteo de los recuerdos, de manera tal que no hay dos remembranzas idénticas de un mismo acontecimiento, puesto que aquellas ocurrirían en presentes diferentes.

Los revuerdos son la melodía del ayer, que quizás termine siendo deformada por la imaginación productiva.Los recuerdos son la melodía del alma. Como notas en una partitura, conforman la base melódica de nuestra evocación. Así pues, el pasado tendrá la melodía, ritmo y armonía que cada cual decida. Hoy estamos construyendo las remembranzas que mañana evocaremos. ¿Lo entendemos a cabalidad? Me lo pregunto porque con frecuencia observo a mucha gente desatenta a su presente. Vivir distraída y superficialmente es condenar la memoria a una intuición pobre

Es más frecuente de lo deseable encontrarse a personas atrapadas en los calabozos del pasado y del futuro. Con sobrada razón Víctor Hugo hallaba los recuerdos y el remordimiento parientes entre sí. Yo diría que la progenie de aquellos alcanza incluso al dolor y el odio. Hay para quien el pasado es una pesada elegía. Por otra parte, la normal futurición de la condición humana hace de esta presa fácil de los futuribles. No son pocos los que viven (y mueren) atormentados por lo que pueda suceder. Para estos, el futuro es un acorde oscuro. En ambos casos, el cuello del presente descansa bajo la hoja de una guillotina impredecible.

Lo que soy hoy lo he construido ayer. En eso gasté los preciados dones de la razón, la voluntad y la pasión. Solo yo soy responsable de ello. Si la música que soy al recordar no me gusta, ya no puedo hacer nada al respecto, salvo asumirlo y comenzar a trabajar en los futuros recuerdos. Hay algo en lo que poco reparamos, y volvemos a san Agustín: el tiempo solo existe en el alma, que es donde reside la conciencia de su paso, pero ¿cómo sentimos pasar el tiempo? Cuando el presente deja de serlo y nos percatamos de que un acontecimiento tuvo lugar hace horas o días, entendemos que apenas podemos presentificarlo por medio de la memoria.

¿Somos conscientes de que hoy estamos orquestando una parte primordial del mañana? Nosotros, que vivimos aturdidos por el futuro, paradójicamente despreciamos la tesitura de la voz con la que el presente entonará posteriormente, bajo la forma de recuerdos, lo que hoy descuidadamente hemos sido. Si nuestra preocupación por el futuro fuese mínimamente decente y honesta, honraríamos cada instante presente.

Quizás porque soy poeta me preocupe la concepción estética de toda creación. Por tanto, hay que pensar el presente como una obra de arte, hecha de recuerdos y expectativas, ciertamente, pero sobre todo de una mirada sublimatoria del mundo y sus circunstancias, puesto que la mayoría de estas son absurdas. O hallamos la belleza de la humanidad en medio del absurdo de la vida o sucumbiremos a este. Nada, sin embargo, será posible sin un corazón generoso, sin otorgar a los demás la importancia que se merecen por estar en nuestras vidas.

He conocido a personas que parecieran estar bajo riesgo de ser tapiadas por su pasado. La memoria tiene un componente moral ineludible: todo recuerdo pasa por el escrutinio de la conciencia, y cuando en esta pesa el absurdo más de lo soportable, sobreviene la amargura. Perdonar y perdonarse suelen ser buenos remedios, pero no suficientes. En estos casos, la decisión de actuar sobre cada presente para humanizarlo es esencial si deseamos sobreponernos a la ausencia de sentido que empeñosamente causan la modernidad líquida y su racionalidad procesal, de la que forma parte, entre otras taras, la de la prisa.

Llenar el presente de humanidad es impregnarlo de razón (que incluye la imaginación trascendental del idealismo alemán), voluntad, memoria y pasión, pero especialmente de amor. En este punto pareciera que hemos perdido seriedad estropeando el discurso filosófico con cursilerías, pero somos la única especie capaz de amar conscientemente y de preguntarse por ello. Vale la pena hacerse preguntas sobre el amor… no para responderlas, sino para conseguir cada vez mejores interrogantes, pues estas son el indicio de una racionalidad centrada en la existencia.

Vivimos aturdidos por decenas de demandas simultáneas, y corremos el riesgo de creer que atenderlas todas de manera expedita es vivir en el presente, pero no, no hay presente sin conciencia del uso de nuestra libertad, sin capacidad de elegir, lo cual implica también estar conscientes de nuestra responsabilidad. Mucho me temo que cada vez somos menos libres para decidir. Claro, eso nos tranquiliza porque supone evadir la angustia del dilema. La racionalidad procesal establece que todo viene dado por un protocolo, un formato, una directriz, y ante ello solo nos resta obedecer de modo acomodaticio.

Vivir con conciencia existencialista implica saber que no podemos eludir la angustia de decidir, que la moral acomodaticia apenas es una trampa que se convertirá más tarde en un recuerdo cacofónico —hay que temer las disonancias ontológicas—. Elegir no solo compromete la propia libertad, sino que involucra al otro. Cada elección humana es, en profundidad, una opción preferencial por alguien, incluso cuando no lo parezca.

Si hay un modo de superar el absurdo vital, me parece, es desde lo que he llamado existencialismo líquido, la conciencia de que somos evanescencia entre dos vacíos, el prodigio de una continua generación de existencia entre dos inexistencias (pasado y futuro). Ahora bien, en el seno de ese chispazo existencial se halla latente un pulso tanático, pues inexorablemente moriremos y, sin embargo, tenemos la potestad de elegir darle un sentido a esa —en apariencia— absurda finitud: ser un recuerdo productivo, una memoria generatriz de amor que diga a quienes nos sigan que una buena razón de ser (logos) de la existencia está en hacer del presente una obra de arte, gastarse el tiempo amando concreta y presencialmente a los que elegimos tener en nuestra vida.

Diciembre 2024

@JeronimoAlayon

 

CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «Los recuerdos son la melodía del alma». El Nacional. 27 de diciembre de 2024. https://tny.im/RyoVb

 

CITA APA:
Alayón, J. (2024, 27 de diciembre). Los recuerdos son la melodía del alma. El Nacional. https://tny.im/RyoVb

Jerónimo Alayón

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JOHNNY GAVLOVSKI: LAS RAÍCES DEL MIEDO

Johnny Gavlovski

Las raíces del miedo

Johnny Gavlovski E.

 

Hay un cuadro en la Galería Nacional de Berlín. Se trata de Autorretrato con la Muerte que toca la viola  de Arnold Bocklin. Allí el artista se pinta, sublima su relación con lo inefable en un hecho artístico de extrema belleza. Sin embargo, ¿cómo puede decirse bello la representación de algo que evoca la propia muerte? De solo pensar en el momento en que Bocklin lo pintó, e imaginar su fatum presente, podría inducir miedo. Kant diría incluso “que la fealdad que provoca repulsión no puede ser representada sin destruir cualquier clase de placer estético[2] Con la entrada del periodo romántico en la historia, la afirmación del filósofo alemán  enmudece, pues los límites quedaron superados.

Quién mejor lo define es uno de los grandes escritores de la literatura fantástica y de terror Guy de Maupassant, cuando escribe[3]:

No tengo miedo de un peligro. Si entrase un hombre, lo mataría sin que me temblara ni un músculo. No tengo miedo de los fantasmas; no creo en lo sobrenatural. No tengo miedo de los muertos; creo en la aniquilación definitiva de todo ser que desaparece. ¿Entonces?… si, ¿entonces?… ¡Pues bien! Tengo miedo de mi mismo! Tengo miedo del miedo; miedo de la angustia de la mente que se extravía, miedo de esa horrible sensación de que es el terror incomprensible (…)

Maupassant, como buen artista, guía los pasos para la comprensión del miedo. Miedo a la locura, miedo a la pérdida de la razón, miedo a la pérdida del control de si, y por último, miedo a la propia muerte. Y no será ese miedo, lo que hace que Bocklin la incluya en su autorretrato anunciando su llegada a partir de las nostálgicas notas de la viola.

Freud diría que la sublimación era llevar al más alto nivel lo más primitivo de nuestras pulsiones, y Brocklin pareciera sublimar su angustia de muerte en dicho autorretrato. Como una suerte de preparación para el inevitable destino.

Una paciente me dijo recientemente: Tengo miedo del miedo que pueda tener. Ella decía de temerle a su propia dimensión de su miedo. Temor que converge con la última línea que leímos de Maupassant: miedo de esa horrible sensación de que es el terror incomprensible (…)” Frase que, más allá de la literatura, todos los que trabajamos en clínica la hemos escuchado una y otra vez: en las crisis de los llamados, estados de pánico.

 

      El psicoanalista francés Jacques Lacan diría que la angustia es el único afecto verdadero que emerge desde lo Real; pero no entendiendo ésto como la realidad, sino lo Real como ese espacio imposible de definir con palabras, que está más allá de lo inconsciente. Es propio, particular del sujeto. Particular de cada quien. Y desde éste, la angustia, más auténtica que el miedo, puesto que viene desde nuestras mismas profundidades, a diferencia del miedo que lo sentimos desde el peligro que se anuncia desde afuera.

El miedo como emoción, podría incluso ubicarse en la  amígdala cerebral “encargada de recibir las señales del peligro potencial y comienza a desencadenar una serie de reacciones que ayudan a la auto-protección[4] Sin embargo, este dato no resulta suficiente frente al fenómeno humano y su reacción subjetiva frente al miedo, o más allá, su posible vínculo con lo Real,  ese espacio que escapa de toda definición psicológica del miedo como una emoción, pues es lo imposible de verbalizar. Es un vacío constitutivo del sujeto mismo. Imposible de calmar como lo intenta la neuropsicología ubicando la raíz del miedo en la amígdala cerebral.

 Es interesante notar como para la Real Academia Española, la palabra miedo va ligada a la angustia. Así lo define: Miedo, “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”. Aquí vemos que no es solo la angustia juega un rol importante en esta definición, sino la subjetividad de la persona que tiene el miedo al admitir que este puede ser producto de la realidad o de su imaginación. Si este es muy intenso, deja entonces de llamarse miedo y la Real Academia le da un nuevo nombre “Terror”.

Como vemos, el factor cuantitativo está de por medio. Miedo es la reacción ante un peligro. Si es intenso se denomina terror y si es más fuerte aún “Horror”. Tres acepciones depara esto el diccionario: 1.- Sentimiento intenso causado por algo terrible y espantoso. 2.-. Aversión profunda hacia alguien o algo. 3.- Atrocidad, monstruosidad, enormidad.

 Es interesante como en algunos trabajos se destaca la función adaptativa del miedo, de forma que ayudaría a un sujeto a reaccionar frente a un peligro inminente; aunque las reacciones que se pueden observar desmienten un tanto esta función. Freud al distinguir entre  el miedo y la angustia, hablaba del  Schreck, a saber, del estado de terror en que un sujeto cae al verse sorprendido por un peligro. Este factor sorpresa será determinante en el comentario que hace Lacan cuando dijo:

“…resulta claro que la insistencia sobre el hecho de que los efectos del miedo poseen en cierto modo un carácter de adecuación de principio, a saber, que el miedo desencadena la huida, queda suficientemente comprometida por algo que es preciso remarcar: que en muchos casos el miedo paralizante se manifiesta como acción inhibidora y hasta plenamente desorganizante, y hasta puede arrojar al sujeto en el desconcierto menos adaptado a la respuesta, menos adaptado a la finalidad considerada como la forma subjetiva adecuada”.[5]

Que mejor ejemplo que la descripción que hace el texto sagrado de la India, el Bhagavadgîtâ cuando describe la reacción de un gran héroe Arjuna, cuando en la gran batalla entre los justos los malvados, ve en el bando contrario muchos seres queridos y dignos de veneración y cae en un estado de abatimiento que se describe en los capítulos 1 y 2 del poema. Lleno de compasión y desalentado (vishîdat) dijo: «Viendo a los míos reunidos aquí dispuestos a combatir / mis miembros desfallecen, se me seca la boca, me tiembla el cuerpo y el pelo se me eriza. / El arco se me cae de las manos, me arde la piel. No puedo mantenerme en pie y la cabeza parece darme vueltas» (1.28b-30)”[6].

Traigo este ejemplo a colación, no sólo por la extraordinaria ejemplificación de las reacciones que el miedo puede suscitar descritas con la belleza del Bhagavadgîtâ, sino por un dato curioso que en relación a ello Lacan nos aporta. Buscando las raíces de la palabra miedo Lacan se topa con el significante  “Aterrado”, sorprendiéndose ante éste pues “»aterrado» no tiene originalmente y en muchos de sus empleos el sentido de impresionado de terror, sino el de caído en tierra”[7] recordándonos así que etimológicamente “no es otra cosa que volver a la tierra, que hacer tocar tierra, o que poner tan bajo como tierra” viendo así, en el uso corriente del término, lo que de ello implica este trasfondo de terror.

Así Lacan demostrará el vínculo entre aterrado y abatido, en tanto sustitución metafórica. Al decir: “un guerrero fue abatido”, es lo mismo que decir, “fue echado a tierra”.

 También demostrara que, desde nuestra subjetividad, cuando topamos con el significante aterrado, no lo asociamos directamente con tierra. De inmediato la asociación parte de la raíz terque tiene el mismo fonema que está en «terror». Es por la vía significante, es por la vía del equivoco, es por la vía de la homonimia, es decir de la cosa más sin sentido que pueda haber, que viene a engendrar este matiz de sentido, que va a introducir, que va a inyectar, en el sentido ya metafórico de »abatido», este matiz de terror”.[8]

El Bhagavadgîtâ lo ejemplifica en el terror de Arjuna de verse en dicha situación: “¿Cómo voy a atacar a mis mayores dignos de veneración? Más me valdría vivir de limosnas, o morir  Es por ello que Arjuna «…se sentó en el asiento de su carro dejando caer el arco y las flechas con la mente sumida en el dolor»  Estaba «abrumado por la compasión, con los ojos llenos de lágrimas y totalmente abatido (vishîdat)»[9]

Otra interesante relación es la del miedo con el pánico. Nos dice la Real Academia que pánico viene del latín panicus en referencia al dios Pan. Pánico procede del griego Panikós. En realidad, la expresión completa es «terror pánico». Inspirado en ésta faceta de Pan, debida a su “naturaleza salvaje… se le atribuía la generación del miedo enloquecedor”.

La referencia a la mitología nos ayuda a comprender como muchos de estos mitos servían para explicar fenómenos a la masa humana, o fomentar reglas de convivencia. Freud y Jung, insistieron en la de analizar los peligros que para el hombre suscitaron ciertos estímulos conformando así la base del miedo en la historia humana. Por ejemplo, al principio de nuestra historia, el pánico era «el temor masivo que sufrían manadas y rebaños ante el tronar y la caída de rayos«. ¿Como se le explicaba a la gente este fenómeno natural? En Grecia se decía que era la molestia de Pan si se le despertaba de sus siestas, de allí que “los habitantes de la Arcadia tenían la creencia de que, cuando una persona hacía la siesta, no se la podía despertar bajo ningún concepto, ya que, de esa forma, se interrumpía el sueño del dios Pan. En este caso, Pan se aproxima a la noción de Demonium Meridianum (Demonio del Mediodía)”.

 Otro interesante ejemplo en la mitología lo encontramos en la Hidra de Lerna. Sabemos que alrededor del año 600 d.C, Isidoro de Sevilla se dedicó en su libro Etimologías a desmitificar a los monstruos paganos para liberar del miedo de ellos a los cristianos. Con la pluma de la razón escribió, entre muchos ejemplos: “Dicen que la Hidra era una serpiente con nueve cabezas con nueve cabezas llamada en latín excetra… porque al cortar una cabeza nacían tres. No obstante consta que Hidra era un lugar que vomitaba aguas que devastaban una ciudad vecina: al cerrar una de las bocas se abrían otras muchas. Hércules al ver esto cerró esos lugares cerrando así las bocas de las que brotaba el agua. De hecho la Hidra tomó el nombre de agua…[10]

La religión dio otro manejo del miedo. Si bien eruditos cristianos como el recién mencionado Isidoro de Sevilla o Clemente de Alejandría se encargaron de desmitificar las creencias paganas, otros personajes supieron servirse del miedo para lograr otros fines.

Había caído el Imperio Romano. La muerte estaba a la orden el día. Las guerras. La peste. La hambruna. En sus versos de la muerte el poeta Hélinand de Froidmont canta:

La muerte en una hora lo destruye todo. ¿De qué sirve la belleza, de qué sirve la riqueza? ¿De qué sirven los honores, de qué sirve la nobleza?

Pero de dónde venía la inspiración para esos poemas? Dejemos que el semiólogo y escritor Humberto Eco nos lo explique:

 “Si el santo esperaba la muerte con alegría, no puede decirse lo mismo de las grandes masas de pecadores; en este caso, no se trataba tanto de invitarles a aceptar serenamente el momento de la muerte como de recordarles la inminencia del paso, de modo que pudieran arrepentirse a tiempo. Por consiguiente, la predicación oral y las imágenes estaban destinadas no solo a recordar la inminencia e inevitabilidad de la muerte sino a cultivar el terror a las penas infernales”[11]

El triunfo de la muerte se vuelve el eje de las representaciones, al punto que “en Roma cuando se celebraba el triunfo de los caudillos victoriosos, un siervo que iba en el carro junto al aclamado le repetía sin cesar: recuerda que eres un hombre[12]

En los lugares sagrados y en los cementerios se comienzan a celebrar las Danzas de la muerte o Danza macabra. Si bien la Real Academia nos dice que  macabro significa:Que participa de la fealdad de la muerte y de la repulsión que esta suele causar”[13]. La idea no apunta a causar miedo sino a calmar a la gente. Eco lo precisa cuando escribe que la palabra macabro nace “no tanto para aumentar el terror de la espera como para ahuyentar el miedo y familiarizarse con el momento final”[14]

Si bien el momento cumbre del triunfo de la muerte llega en la obra homónima de Bruegel, sin embargo, su más curiosa repercusión la vemos en el siglo XVII en la obra Los Embajadores de Holbein. Aquí dos figuras nobles se nos muestran en su esplendor empero la irrupción de una figura misteriosa rompe la simetría del cuadro. Vista de lado descubrimos un cráneo humano. El fenómeno se llama  anamorfosis, nos recuerda nuevamente que nada es perecedero. La repercusión ominosa, temible de esta obra, aún nos sacude en la actualidad.

Los conocidos como los antipapas vieron en en el miedo una fuente de poder y riquezas. Así se olvidaron de las enseñanzas del Nazareno y con la amenaza del infierno para inculcar temor a los creyentes, sin darse cuenta hacen del demonio su mejor cliente. Se desempolvan antiguas leyendas que yacían dormidas en lo profundo de la psique humana. Y la iglesia del antipapa comenzó a cobrar dividendos con la venta de indulgencias y de reliquias (sean astillas de la cruz donde murió Jesús, partes de los cuerpos de santos y mártires, o alguna de sus pertenencias). El problema es que hubo más de un santo que de acuerdo a la mercancía expuesta tenía más de 10 dedos, o dos piernas, etc.

Cuenta Paolo Segneri que en el panegírico de San Ignacio de Loyola el santo cuenta los más dolorosos tormentos que se infligía buscando dominar su cuerpo. Al punto que recomienda: “Escuchadme y luego, si podéis, no os horroricéis” ayunos de hasta ocho días, flagelaciones  cinco veces entre noche y día hasta sacarse sangre… pasar de rodillas siete horas al días en profunda contemplación, no parar nunca de llorar” [15].

Las penitencias a las que se sometió Santa Rosa de Lima no se quedaban atrás, al punto que la propia Iglesia debió llamarle la atención. Es curioso que la vía del martirio como forma de acceso al Reino de los cielos, se mantuviera durante tanto tiempo vigente, a pesar de la propuesta psicoterapéutica, que hiciera San Agustín, en tanto el uso de la confesión como forma de liberar lo angustiante en el alma.. El peso del pecado, y la fuerza de nuestras pulsiones eran mucho más fuertes. Y de una u otra manera había que aniquilarlos, prescindiendo del cuerpo.

Cabría preguntarse el vínculo de ello con la actual adicción al gimnasio, a las cirugías estéticas y dietas, con los implantes con silicón, hilos búlgaros que suben la piel que baja, botox y pastillas quemadoras de grasa; con trastornos alimenticios tales como la anorexia y la bulimia; o con prácticas, que erotizan el cuerpo con marcas de tatuajes o perforándolo con piercings.

No son más que formas de hacer existir a un cuerpo que se evanece. De hacer frente a las amenazas del día a día, que se nos han ido de las manos al punto de torcer el eje terrestre. El recalentamiento global, los tsunamis, la explosión de bombas nucleares en los océanos, nuestros océanos, y que lo único que hacen es preanunciar la devastación de nuestra propia esencia. La segunda muerte la llamaría Lacan parafraseando a marqués de Sade.

Ahora la Danza de la muerte está pintada en cada uno de los periódicos que leemos a diario o que escuchamos en radio o TV. Y nosotros la negamos en nuestro cuerpo, bajo el lema de culto a la belleza.

En tiempos donde todo es fast, ready made, donde lo nuevo caduca pronto en pro del mercado de la tecnología, vemos en la transitoriedad de nuestros cuerpos, el presagio de su fin. Y para hacer frente a ello, tecnología y estética se suman para brindar una fantasía de vida, cerrando nuestros ojos ante el inefable destino. Las prótesis vienen a darle a nuestra psique una ilusión de eterna juventud y vigorosidad. Veamos al menos las estadísticas en nuestra región.

Salvando las distancias entre San Ignacio y nuestras mises, sus martirios para cumplir con las exigencias estéticas del certamen no son de desestimar (lijarse las caderas, quitarse costillas) Orlan, artista del performance, de la vanguardia del Body Art decidió hacer frente a esto en un acto de rebeldía contra los estándares del mercadeo de la moda. Entonces decidió modificar su propio cuerpo, retando a Dios y al ADN. Para ello se buscó un “esteticista quirúrgico, con el fin de hacerse colocar la barbilla de la Venus de Botticelli, la frente de Mona Lisa, la boca de Europa de Boucher y los ojos de Psique de Gérome. El esteticista quirúrgico, le sugiere que si desea hacer algo trasgresor debía ponerse ambos ojos a un lado de la cabeza, a lo que ella respondió colocándose implantes de mejilla por encima de las cejas. Y Orlan lo logró, con la tecnología propia de nuestro tiempo, lo logró.

 Es fácil exclamar “que loca”. Al menos Orlan tomó su decisión sobre su cuerpo en actitud de resistencia y advertir. Pero no podemos decimos lo mismo de las modelos. A nadie se le ocurre denunciar a los organizadores de los concursos de belleza. A ellas se admiran e imitan, con anorexia incluida. Y que decir de la proliferación de programas sobre resolución de crímenes o de películas de terror donde, con más frecuencia,  aparecen más escenas truculentas de torturas y descuartizamiento de cuerpos. Hay un implícito placer perverso en ello…

El poeta Schiller definió esto como una “disposición natural” a lo horrendo.  En todas las épocas las ejecuciones han sido parte del entretenimiento público. El Marqués de Sade lo subrayó con una pregunta en su libro Justine: “¿Acaso nuestros lugares públicos no se llenan de gente cada vez que se asesina a alguien conforme a la ley?”, Callot denunció como los suplicios de los ahorcados se convertían en espectáculos públicos.

Eco nos señala que si hoy en día nos sentimos más civilizados es porque el cine con las mencionadas películas, asumió colocar esas escenas sobre la pantalla, presentándolas como ficticias.

Lacan, basado en Freud, nos muestra en lo que llamó el goce esa tendencia tan humana a repetir lo que más le duele. Verbigracias el consumo de cigarros, alcohol, las adicciones o los deportes extremos. Repetimos y repetimos, encontrando un placer en lo que tanto daño nos hace, equivalentes suicidas. Decir frente a un deporte extremo “me gusta la adrenalina” es metáfora del placer frente al miedo que produce el riesgo.

Y nos apaciguamos pensando que la muerte le sucede a otro. No a uno. La imagen del paso inexorable del tiempo queramos o no, nos afecta pues nos confronta con nuestro fin. Es la historia de Cronos (el tiempo) comiéndose a sus hijos, o el poema del Gita:

“Me estremezco, pierdo la paz y no distingo las direcciones del espacio. Ten piedad.  Los guerreros entran en tus terribles bocas, los masticas y mueren. Devoras a todos los seres ¿Quién eres tú, de forma terrible (ugrarûpa)? El Señor respondió: «Yo soy kâla (el tiempo, es decir, la muerte)»

Freud lo trabajó en extenso en su texto Lo Siniestro.  Allí señaló el efecto de imán de dejarse atraer por visiones angustiantes. A Freud le llamó la atención como la palabra siniestro en alemán se escribe “unheimlich” pero cuando se le quita el prefijo un, leemos la palabra «heimlich» (íntimo, secreto, y familiar, doméstico), imponiéndose en consecuencia la deducción de que lo siniestro causa espanto precisamente por su carácter familiar para el sujeto. Descubrió así como en esas visiones, hay un renacer de nuestras terribles vivencias  más primitivas cuando nuestro cuerpo aun no lograba el control de todas sus partes, en todos esos momentos cuando nuestra fragilidad nos hizo creer que podíamos morir. Atracción y temor ante lo desconocido- conocido.

Hoy día las diversas formas del mercadeo y la industria farmacéutica se mueven veloces para ayudarnos a sobrevivir: gadgets y prótesis. Directrices sobre la medicina para especializar y sub especializar al profesional, recreando así una nueva anatomía sobre nuestros cuerpos ahora fragmentados. Acaso lo pudo imaginar Boiffard cuando en 1929 impactó a los asistentes a su exposición fotográfica para ver su foto Pulgar de hombre de treinta años. Presagio de nuestros tiempos de cuerpos fragmentados, en nuestras diversiones, en las especializaciones de la medicina, la estética, la farmacia.

Comercialización del miedo. Traten de entrar en cualquiera de nuestras grandes farmacias en la noche, o un fin de semana donde incluso verán gente que van allí a pasear y ver que necesitan por si acaso…

Comercialización del miedo. Pero ahora el infierno no está más allá de la muerte ubicado en oscuras profundidades, sino en nuestra piel, frente al espejo, o al otro lado de la ventana.

Y nuevamente el arte, haciendo frente y denunciando. El artista chipriota Sterlac, eleva su protesta: se presenta conectado a un computador para que el publico pueda moverlo como a un objeto, o anunciando el implante de una oreja en su brazo porque el sentido de la audición natural del cuerpo no es suficiente.

El cuerpo es obsoleto, anuncian los artistas del movimiento Post Humano, y nosotros nos reímos y de nuevo decimos “están locos”… Pero Terminador (Terminator) no es solo una serie del alcalde de California. Con seriedad  se está pensando en la sustitución de nuestros miembros por otros más perecederos, máquinas por hombres, o… no se si es peor aun, la manipulación genética. Y todo ¿para qué? Freud lo llamaba “temor a la castración”. Lacan lo explicó: a nuestro miedo a sabernos que no estamos completos.

Después de éste recorrido esperamos demostrar que el mínimo común denominador de todos nuestros miedos es la muerte, el miedo a la muerte.

Jhonny Gavlovski, psicoanalista, poeta, docente y dramaturgo venezolano

[1] Psicólogo clínico. Psicoanalista. Escritor. Docente UNIMET. Escuela de Psicología. Director académico Cultura Mundis.

[2] Eco, Umberto. Historia de la Belleza. Barcelona, Ediciones Lumen, 2004, pg. 282

[3] Op cit., pág 320

[4] Brain Briefings El miedo y la amígdala. Marzo, 1998  Disponible en: http://www.genaltruista.com/notas/00000289.htm

 

 

[5] Lacan, J. Seminario X La Angustia. Clase 13. Buenos Aires, Editorial Paidós, 2006

[6] Ruiz Calderón, Javier. Miedo y Religión. Simposio realizado del 3 al 6 de febrero de 2000 en el Campus de Guajara de la Universidad de La Laguna. Universidad Pontificia de Comillas. Disponible en: http://:www2.ull.es/congresos/conmirel/calderon1.html pág 2

[7] Lacan, J. Seminario V. Las formaciones del Inconsciente (1999) Editorial Paidós. Buenos Aires.

[8] Ruiz Calderón, Javier. Op cit. 2

[9] Ruiz Calderón, Javier. Op cit.3

[10] Ecco, U. Op cit  pág 98

[11] Op cit pág 66

[12] Op cit. Pág 67

[13] Disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/

[14] Ecco, U. Op cit. Pág 60

 

[15] Ecco, U.  Op cit., pág 61

 

Editora de la web: @carmencristinawolf

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ELISA LERNER: EL MANTEL ES LA BANDERA

Elisa Lerner
EL MANTEL ES LA BANDERA
Rodolfo Izaguirre
¡Murió mi amiga Elisa Lerner y estoy muy triste! Escribí alguna vez este texto sobre ella y en su honor me permito publicarlo nuevamente.
Siendo adolescente, Elisa Lerner gustaba de mirar hacia el Sur porque allí encontraba un lujoso resplandor que entonces le era difícil vislumbrar en ninguna otra región del espíritu literario ya que era en la zona austral del continente donde reinaban las imágenes y las palabras de las hermanas Silvina y Victoria Ocampo, y la Revista Sur, en Buenos Aires, se erigía como emblema del pensar denso y del escribir con elegancia. El Sur devino años más tarde en un Norte brumoso y cautivador cuyo camino llegaba hasta Londres, hasta el centro mismo del grupo Bloombsbury y al corazón de Virginia Woolf, una mujer que escribía en los años veinte y treinta del siglo XX sobre las dificultades que encontraba en un mundo regido por los hombres.
Elisa Lerner cumplió entonces dos proezas. Una vez egresada de la Universidad, en leyes, viajó a Nueva York. (Acaso ya en este primer viaje sus propios sueños hicieron posible que se volvieran azules las aguas del Hudson y grises las del East River y comenzara a amar y a odiar el vasto silencio de Manhattan que años después iba a convertirse en una sólida pieza teatral).
Desde allí, desde Nueva York, pudo considerarse entonces como una mujer del Sur toda vez que veía, desde un paralelo todavía más alto, el siempre encrespado, atrabiliario y caribeño norte o septentrión venezolano: ¡Soy una niña del Sur!
Más tarde, cuando tiene lugar en Caracas el milagro de «Sardio» y su irrupción en la vida y en la literatura del país, Elisa, que integraba el comité de redacción de la Revista junto a Adriano González León, Luis García Morales, Guillermo Sucre, Gonzalo Castellanos, Rómulo Aranguibel, Ramón Palomares y Rodolfo Izaguirre, hizo de su propio ámbito el «Room of One’s Own» que al igual que el de Virginia Woolf le pertenecía por derecho propio puesto que no es fácil encontrar en la literatura nacional una obra tan personal, exquisita y al mismo tiempo tan precisa, mordaz e incisiva como la de Elisa en la que el país venezolano, regido tradicionalmente por autoritarios caudillos civiles o militares, surge no como un simple decorado sino como una razón de ser, y la palabra se desliza sobre él en un permanente destello de inteligencia y de afirmación mientras las mujeres, siempre en tiempos de depresión, tratan desesperadamente de llenar sus vientres de cosas reales, mostrar anillos de boda y escapar de alienantes costureros y sedalinas; torpes mujeres que como la Rosie Davis de «El vasto silencio de Manhattan» se aturden con el charleston, quiebran sus tacones como copas de champaña y dejan sus pasos marcados en un tiempo sin victoria.
Hubo un momento en el que Elisa escribía crónicas cinematográficas decididamente novedosas dentro del panorama venezolano porque muchas de ellas se referían a actrices de Hollywood que, habiendo cruzado el infierno de la hecatombe y del holocausto convertidas por el cine en novias o viudas de guerra, retornaban al mundo del «glamour» arrastrando la sonrisa triunfal de Katharine Hepburn. Aquellas crónicas publicadas muchas de ellas en la Revista «Mi Film», podrían ser el prestigioso antecedente de «Una sonrisa detrás de la metáfora» publicado por Monte Avila Editores, en 1969 y, más aun, de «La envidia o La añoranza de los mesoneros».
Fue en la revista Sardio (Nº 7. Abril-Mayo de 1960) donde Elisa publicó por primera vez «Una entrevista de prensa o La bella de inteligencia» montada posteriormente por Guillermo Montiel en el teatro La Quimera. Con esta pieza asomaba una visión teatral personalísima que cimentaba la estructura de su dramaturgia sobre la presencia apenas de dos personajes, salvo en «El vasto silencio de Manhattan» donde se despliega un elenco apreciable. En «La Bella de inteligencia», es la Bella y el periodista; es la madre y la hija en «Vida con mamá»; la mujer y la muchacha en «El país odontológico», el hombre y la mujer en «La envidia o La añoranza de los mesoneros» y una mujer sola, sentada en la fuente de soda de un supermercado, en lo que pudiera considerarse como un brillante monólogo dispuesto en cualquier momento a transformarse en una pieza teatral de mucho dinamismo.
Pero en todas ellas, puede observarse al país venezolano como una presencia constante: inexplicable a veces y en otras, trágica y dolorosa. El país como un telón de fondo que pareciera disolverse de pronto para hacerse personaje activo de diálogos chispeantes e ingeniosos.
Pero la proeza mayor se encuentra no sólo en esta nueva cualidad del acontecimiento dramatúrgico sino en el modo como logra Elisa aprehender en un par de frases el rostro de ese país, sus gestos, las maneras de moverse y de amar; sus traiciones e infidelidades.
La Bella es una mujer de muebles victorianos, divanes azules, calas en los floreros; un elegante traje negro de Dior y un collar de perlas. Recibe en su salón al periodista «un tanto intelectual» y aspecto de desparpajo que pretende entrevistarla. Ella habla, se mueve, se escandaliza, se sorprende, se encrespa, ríe; es sarcástica, autoritaria, ingenua y confiada. ¡Una dama intelectual! Pero más que una dama intelectual, la Bella configura el ideal de escritora que una mujer venezolana desearía para sí; la Virginia Woolf del «Room of One’s Own» instalada bajo el sol y el calor del trópico.
En «La Bella de inteligencia», Elisa se deleita en la ironía y, utilizándola como arma de mujer, no deja títere con cabeza: «No soy del ala negra de ningún partido. No. (hace un gesto casi displicente) ni siquiera en el Partido Comunista. Soy solo este desamparo». Todo lo revisa y lo cuestiona. Se refiere al periodismo, a los sindicatos, a los políticos, al absurdo; diserta sobre los zapatos de tacón como un apasionante tema de la democracia y se desplaza constantemente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda del escenario mientras dice: «No soy, yo tampoco, militante ni simpatizante aunque hay un poeta marxista que dice que soy muy simpática..!» Y prosigue la burla, la irónica ferocidad hacia un país que sin embargo confiesa amar.
¡Y menciona por primera vez al mantel! Un mantel blanco, menos patético que el que veremos años más tarde en la casa de Rosie Davis, en Nueva Rochelle, no lejos del vasto silencio de Manhattan con sus mecanógrafas, un Departamento de Cables y una avenida Lexington en la que, además de los irrepetibles e inventados colores de sus semáforos, se escurre el alma como una pequeña piedra gris que sólo ciertos días se hace bondadosa y azul. «…Los vinos rojo y amarillo encienden la mesa, el blanco mantel, también, como avisos luminosos, como esas luces que crecen en la noche del Este y en mí».
Muchos años más tarde, a comienzos de este siglo XXI venezolano ya atormentado y chavista, volvió a repetirse algo aproximado a una variante de esta obra iniciática cuando Elisa e Isaac Chocrón sostuvieron sobre el escenario de un auditorio de la comunidad judía de Venezuela una suerte de diálogo o encuentro entre sefardíes y eskenazis. Isaac, con astuta elegancia, permaneció en un discreto segundo plano y permitió que Elisa llevara el peso de la «obra» que, de alguna manera, estaban escenificando. Entonces volví a ver a la Bella de inteligencia. Reconocí, nuevamente, la exquisita sensibilidad de mi amiga, y junto a ella, al igual que en la pieza teatral, Isaac podría haber estado tomando notas, en silencio, tal como alguna vez lo hizo el periodista de las gruesas gafas de carey en el texto de Sardio o en el montaje del teatro La Quimera.
¡Y de nuevo el mantel! «La única y verdadera bandera del pueblo judío es el mantel», dijo Elisa refiriéndose a las numerosas oportunidades que una familia judía encuentra para comer, reunirse, festejar o condolerse. El pueblo judío no tiene bandera. La tiene Israel. La bandera judía es el mantel.
Este es el secreto de Elisa Lerner como escritora y dramaturga: expresar en pocas y certeras palabras ecos, resonancias y significaciones; reflexiones de asombrosa densidad y alcance capaces de envolver al universo, de marcar el destino y el estupor de un pueblo, el desamparo de una nación, la lucidez de los muertos o las desvanecidas ilusiones del amor imperfecto. La frase buscada – diálogos que cruzan iluminados espacios intelectuales convertidos en dardos, flechas, saetas -; la ironía y la mordacidad como estilete y un total regocijo en la palabra que nombra y adjetiva; que se enseñorea sobre seres y cosas lamiendo, saboreando, gustando el privilegio de la literatura y manteniendo intacta la convicción de vivir sin alardes ni envanecimientos. En «Vida con mamá», por ejemplo, la simple preparacIón de una receta de cocina activa el devenir histórico: mientras la madre enumera y mezcla los ingredientes, la hija va elaborando una insólita reflexión sobre el éxtasis erótico y el paso de la historia.
Como se sabe, el espejo es una de las puertas por donde entra y sale la muerte, pero en la misma pieza es también el secreto pasadizo por donde se asoma la nostalgia porque la Madre, al mirarse con melancolía en él, se desconsuela: «ver la desaparición de la ciudad fue como si el espejo que ha acompañado a mi rostro desde su infancia, hubiera saltado hecho pedazos».
Pudo haber añadido que también fue derribado el Ángel que sonaba la trompeta desde lo alto del Hotel Majestic cuando el afán de modernidad que sobrevino, tumultuosamente, después de la muerte de Juan Vicente Gómez precipitó el desarrollo urbanístico de la ciudad a partir de los años cuarenta. Un feroz oleaje de nostalgia y melancolía habrían invadido, seguramente, el espacio teatral de «Vida con mamá» porque con aquel Ángel abatido terminaban para Elisa y para mí nuestras primeras adolescencias.
«Vida con mamá» es la pieza teatral más fascinante, madura y envolvente de su autora. Además del aturdido y desordenado país venezolano que vemos entrar y salir constantemente del escenario hay en ella una mordaz alusión a la televisión; referencias al carácter efímero de la gloria cinematográfica a través de los candelabros que la escenografía exige sobre una cómoda; menciones a las divorciadas del cine; preguntas sobre dónde puede estar la muerte del tiempo; estimaciones sobre los consultorios sentimentales como ejemplos de la perfidia burocrática femenina y una mordiente comparación de la democracia con una joyería por su desmedido afán por las condecoraciones.
Siempre estaremos viendo a Elisa Lerner agitando un blanco mantel desde el espacio iluminado que comenzó a hacer suyo cuando por querer ser una niña del Sur terminó descubriendo que todas las orientaciones del tiempo y de la historia se encuentran en su propio corazón y en su mente esclarecida.
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LA ARMONÍA NO MANIFIESTA

La armonía no manifiesta

Jerónimo Alayón

La primera vez que sucedió tenía yo 14 y regresaba del entierro de mi padre. Miré por el balcón el atardecer y de pronto experimenté esa rara sensación de que pasado y futuro se unieran, como si aquel presente fuera absoluto. La segunda vez ocurrió en la buhardilla del hotel Alta Baviera, en Colonia Tovar. Un cuarteto interpretaba el Aria, de Bach, y la estancia era cruzada de lado a lado por la niebla que fluía de una ventana a otra, creando una suerte de cortina vaporosa entre los músicos y la audiencia. Entonces volví a sentir esa extraña unicidad del tiempo. La tercera vez fue el día en el que me casé. Transitaba la avenida Sanz de El Marqués, a la altura del parque Sanz, cuando sentí lo mismo mientras reparaba en la peculiar forma de las copas de los árboles, y más tarde durante la ceremonia mirando a la que sería mi esposa. La penúltima vez fue hace unos años contemplando desde un risco un paisaje selvático, tan propio del bosque nublado de estas montañas en las que habito, y la última fue viendo recientemente a mi hija tocar el contrabajo a la par que la orquesta ejecutaba La gran puerta de Kiev, de Mussorgsky.

No resulta fácil para mí explicar la tesitura de esa rara sensación, pero sí tengo claras dos cosas: sobreviene en presencia de un espectáculo de sobrecogedora belleza y guarda relación con estados de mi alma en los que me hallo íntimamente unido a mí.

Muchas veces he pensado que la belleza me ha salvado de la mezquindad humana, no porque me haya librado de sufrirla, sino porque ha significado para mí una fortaleza inexpugnable. Puesto que un rasgo sine qua non de la condición humana es damnificar obstinadamente la existencia ajena, pensar la belleza como un refugio es casi un asunto de supervivencia.

En su fragmento 54, Heráclito decía que «la armonía no manifiesta es superior a la manifiesta». Como el resto de los Fragmentos, Heráclito no deja de ser misterioso en este. Por algo se lo llama el Oscuro de Éfeso. Está claro que la belleza ostensible —como afirmaba Diels— depende de los sentidos y que la oculta es el logos alzándose por encima de aquella. A la explícita le han dedicado los pensadores centenares de libros, y hasta la filosofía tiene una rama, la estética, dedicada a ella, así que hablaremos de la armonía no manifiesta.

¿Quién ha visto el amor? Nadie. Lo que vemos son sus efectos. Podríamos decir que estos son el signo de aquel. Así pues, un signo está compuesto de una parte material y otra eidética. Cuando escribo la palabra casa, en nuestra mente se invoca el concepto de casa, muy básico y esencial, acompañado de ciertas sensaciones adosadas a dicha idea. La estructura física, que pertenece a la realidad material, es el referente. Significante (parte material del signo), significado (parte eidética) y referente (objeto significado, real o ideal) conforman lo que los lingüistas llamamos triángulo semiótico. Del mismo modo, un gesto material como dar un beso o un abrazo invoca en la sensibilidad de las personas cierto estado de benignidad que refiere al amor.

Ahora bien, cuando contemplamos El Puente de los Suspiros, de Turner, se reproduce en nuestra alma un estado de sublimidad que remite a la belleza. Hay belleza en el contraste del cielo azul con el blancor de las edificaciones, ciertamente, y se aprecia una clara armonía entre los dos tercios de cielo y el tercio de las edificaciones, pero en estos signos no radica la sola belleza del cuadro. Hay algo más, y eso es único en cada espectador: la armonía no manifiesta.

En La catedral de Salisbury, Constable pudo avanzar unos metros más hasta tener un punto de mira desde el cual la catedral fuese el único sujeto del cuadro, pero eligió sacrificar parte de la edificación para que la aguja de la torre emergiera triunfal entre la fronda. Al verla, casi podríamos sentir que estamos allí… en 1825. Sin embargo, siempre habrá algo más allá de los signos, en ocasiones inefable, que se perderá en la noche del alma.

La armonía no manifiesta, decía Heráclito, es superior a la ostensible. ¿Por qué si sabemos tan poco de ella? Volviendo al triángulo semiótico, ¿qué fue primero?: ¿el significante, el significado o el referente? Sin duda que este. Primero vimos el objeto, después surgió la idea de él en su ausencia y, por último, sobrevino la necesidad de nombrarlo. Nombrar es —podríamos decir— un conjuro contra el olvido. El arte, también. De algún modo —quizás fuera aquello que Kant denominó noúmenos—, hemos conocido la armonía oculta mucho antes de significarla en el arte…

Lo cierto es que todo cuanto hay de bello en el mundo se sostiene sobre esta armonía no manifiesta. Pocos esfuerzos espirituales son tan válidos como su intuición. El artista que conecta con ella nunca más estará vacío. Personalmente estoy convencido de que al intuirla entramos a una dimensión temporal distinta, la del tiempo kairós, una tal que en ella el ser discurre en una temporalidad plural, pues lo que será ya fue y apenas sigue siendo… un auténtico origami del tiempo.

Cuando se vive en el tiempo de la armonía no manifiesta, el tiempo cronológico no importa. Lo creado hoy podría alcanzar a su audiencia al cabo de un siglo de la temporalidad material. ¿Qué importa ello si desde siempre nuestra creación ya habitó en el seno del tiempo del arte?, ¿qué importa que llegue aparentemente tarde a los hombres? Esa fue la maravilla que un poeta llamado José Antonio Ramos Sucre intuyó.

La armonía no manifiesta es superior a la ostensible, en definitiva, porque da cuerpo a esta en su intermitencia, del mismo modo que la diástole hace posible el pulso de la vida. En cada ausencia de la belleza la evocamos. En la caída de una flor cuyos pétalos se desparraman por el suelo ya esperamos el botón de otra inflorescencia. Si la belleza fuese un continuum, jamás la extrañaríamos. Quizás por ello hay silencio en la música, espacio en la pintura, quietud en la danza y vacío en la escultura. Quizás por ello también existe la muerte… para nombrar y no olvidar que somos signo de una obra de arte inagotable.

 

@JeronimoAlayon

 

CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «La armonía no manifiesta».

Fuente: El Nacional. 22 de noviembre de 2024

 

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Jerónimo Alayón

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