Conversatorios 2009 El Librero

El próximo miércoles 27 de Mayo, a las 7 pm, continúa el ciclo de Conversatorios 2009 El Librero,

un espacio privilegiado para conversar abiertamente con escritores venezolanos.

En esta oportunidad, el encuentro será en torno a la Memoria de los inmigrantes, con la participación de Guadalupe Burelli, Alejandro Martínez Ubieda, y Susana Soto, tres de los entrevistadores de la serie 20 Testimonios de la Fundación para la Cultura Urbana.
El moderador de este encuentro será Harrys Salswach, editor y filósofo.

Los esperamos.

El Librero

Día: miércoles, 27 de mayo de 2009
Lugar: Centro Cultural Chacao, Avenida Tamanaco, El Rosal
Hora: 7 pm
Entrada libre

Piedras Pintadas, Venezuela

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Edda Armas y su programa Entreversos

ENTREVERSOS CON EDDA ARMAS
En el Canal i de la Televisión Venezolana

El único espacio dedicado a la Poesía y el Arte en la televisión …

El Estreno es los lunes a las 7 pm. y la Reposición domingos a las 9 pm.

El domingo 24 de mayo: «Cuando las palabras vuelan»

Entrevistas a: Alfonso Paolini, Arquitecto/ Ilustrador; Rubí Guerra, Escritor
Clip del poeta Ludovico Silva y Poemas de León Felipe, Fray Luis de León y José Hierro.
ABC de la Poesía: Palabras con eco

GUIÓN, TEXTOS y ENTREVISTAS: Edda Armas
PRODUCCIÓN Y EDICIÓN: Isaac Uzcategui

Canal i: SUPERCABLE 40; DIRECTV 105; INTERCABLE 18;
Nacional 53 y 55 (señal abierta); Maracaibo 53; Barquisimeto 63

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Un pisito justo encima del bar

Por Atanasio Alegre

Eso pide en su canción un cantante andaluz para su chica que, aunque no es virgen, él la tiene en un altar. El piso equivale al apartamento nuestro. Y diré que el piso y el bar son las dos obsesiones del español de hoy y de una buena parte del europeo contemporáneo. El piso es una obsesión antes de tenerlo y, una vez metido en la hipoteca, la obsesión se transforma en pesadilla a fin de cada mes. El bar, que viene siendo la segunda morada parcial de una buena parte de los españoles, es un amago de desplazamiento hacia otra parte distinta del hogar, preludio a su vez de otro mayor, el turismo vacacional. A lo de la vivienda se la ha llamado la burbuja inmobiliaria, que venía siendo el primer motor de la economía española hasta que explotó; el segundo motor es el turismo, hoy de capa caída.

Escribo esta crónica teniendo a la vista uno de los conjuntos urbanísticos modernos más apacibles vistos hasta ahora en mi recorrido europeo. Tengo delante el nuevo Museo de la ciudad de León, una gozosa jerigonza de color enmarcado en formas cuadriláteras que hacen sospechar que el arquitecto anda en la idea de que el color no sólo sirve para realce de la arquitectura, sino que podría ser la arquitectura misma. Detrás, frente al conjunto de edificaciones de gran modernidad futurista —el edificio de la Junta de León, entre ellas— de camino por una avenida bordeada de árboles que parece que hubieran estado allí siempre se yergue el viejo edificio de San Marcos convertido hoy en uno de los hoteles emblemáticos de Europa y, antaño, en la cárcel donde Quevedo pasó tres años de su vida que acabaron con su salud. No me resisto a transcribir en sus palabras la miseria de su prisión. Digamos antes, que ella se debió al contenido de un memorial que pasó camuflado en una servilleta al Rey Felipe IV para advertirle de las malandanzas de su valido y primer ministro, el Conde Duque de Olivares: «Fui traído en el rigor del invierno sin capa y sin camisa, de sesenta y un años, a este Convento Real de San Marcos donde he estado durante este tiempo en rigurosísima prisión, enfermo de tres heridas que con los fríos y la vecindad de un río que tengo por cabecera, se me han cancerado y por falta de cirujano, no sin piedad, me las han visto cauterizar con mis manos, tan pobre que de limosna me han abrigado y entretenido la vida. El horror de mis trabajos ha espantado a todos. Vivo en conversación con los difuntos y escucho con los ojos a los muertos.»

Vivir en conversación con los difuntos y escuchar con los ojos es tal vez uno de los recursos que le quedan al hombre de todos los tiempos cuando los gobernantes son víctimas del poder que un día soñaron conquistar, pero que, a la postre, fue el poder sin medida el que los conquistó a ellos.

El español de hoy que cobija su andar bajo los mismos cielos abiertos que lo hiciera el más grande prosista de la lengua castellana, pide hoy, en verso y en prosa, un piso y un lugar, tanto dentro como fuera de la ciudad donde desplazarse. La llamada burbuja inmobiliaria, empero, ha enturbiado el presente español, como comienza a enturbiar el del venezolano de a pie la llamada economía del sablazo, hija legítima de la exarcebación del poder por el que atraviesa la República.

Parodiando a Sartre, bien podría afirmarse que el mal gobernante es el ser a través del cual llega la nada a los países. El mal o la nada.

Y para que no queden dudas de qué va la cosa, la economía del sablazo es la antítesis de la del ahorro hecha sobre el esfuerzo, levantada, ladrillo a ladrillo, sobre el trabajo honrado y disciplinado.

& & &

Atanasio Alegre, Psicólogo Clínico, Novelista, Investigador, Ensayista. Vicepresidente del Círculo de Escritores de Venezuela. Director de la Revista ConcienciActiva 21.

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El Universo del Arte y la Palabra: Charlas 21 de mayo

EVENTO Jueves 21 de mayo de 2009 a las 6 pm:

& & & Charla a cargo de Álvaro Pérez Capiello sobre Giuseppe María Crespi, , pintor y dibujante del Barroco Italiano. «Y así ascender despacio en un inmenso amor / de la prisión terrestre / a la belleza del día» Arthur Rimbaud

& & & Charla a cargo de Carmen Cristina Wolf : Reflexión sobre la Palabra. «Algunas de nuestras palabras / son fuertes, francas , amarillas / otras redondas, lisas, de madera…» Eugenio Montejo.

Lugar: Sala Cabrujas CIRCULO DE ESCRITORES DE VENEZUELA INVITA
Centro Cultural Chacao, Centro Comercial El Parque, Nivel C 1. 3ª Avenida de Los Palos Grandes cruce con Avenida Francisco de Miranda.
Entrada por el lado derecho del Edificio.
(Al lado de Parque Cristal)

Mujeresescritoras

Literatura y Vida

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Heberto Gamero: Solitario

Solitario

Apenas había salido el sol. El hombre iba cabizbajo, caminando y hablando por la orilla de la playa. El olor de las algas marinas predominaba sobre el del mar y las gaviotas danzaban muy cerca de él. Sus pies descalzos dejaban sus huellas solas que la próxima ola se encargaría de borrar, y la próxima, y la próxima, huella tras huella, sólo eso se borraría de su corazón. Tenía cerca de sesenta, el pelo rayado de canas y la piel tostada por el sol.

La posición de su mano parecía tener tomada a la de alguien. De vez en cuando reía y volteaba hacia un lado, como si realmente ella lo estuviese escuchando y compartiera con él cualquiera de esas conversaciones tan peculiares que solían sostener.

Hoy caminaremos hasta las rocas —dijo él.

Sí, vamos, me encanta ver cómo el agua choca contra las piedras y luego se retira como si nada.

Si, es irrespetuosa, la golpea, la provoca, la reta, se va y luego vuelve con la misma fuerza a hacerlo de nuevo, sin temor alguno —dijo él. Así es. Y la piedra resiste estoicamente sus embates. Los resiste, pero el mar sabe que un día la vencerá y la hará polvo —dijo él.

Y…, ¿ella lo sabrá? ¿Sabrá que algún día el mar la destruirá?

Sí, debe saberlo —dijo él.

Entonces, ¿por qué lucha?

Es su naturaleza, mientras no se pulverice, tiene expectativas —dijo él.

¿Expectativas? Sí, expectativas —dijo él. Expectativas, ¿de qué? No sé, de seguir existiendo, me imagino —dijo él.

Es lo razonable. No olvides lo que has dicho —él sintió cómo ella chapoteaba los pies en el agua y la espuma se le desvanecía entre los dedos.

Qué hermoso amanecer.

Muy bello —dijo él. Las nubes huyeron. Quizá estén desayunando —dijo él, sonriendo. Es posible.

Y…, ¿qué estarán comiendo? —dijo él. A ver, a ver, ¿qué tal cereal de cactus con aire del desierto?

¡Hum, qué rico! —dijo él. Con bastante miel.

Si, con mucha miel —dijo él.

¿Y de tomar? ¿De tomar ?… No sé, pueden estar tomando jugo de sueños marinos —dijo él. Sin azúcar.

Sin azúcar, claro, para que no se pongan gordas y luego nos manden un diluvio de esos que nos quitan el sol por varios días —dijo él.

Entonces, sin azúcar. Hablas de las piedras como si pensaran —dijo él.

¿Quién dice que no? Bueno, obviamente no tienen cerebro para hacerlo —dijo él. Pero, tienen vida, ¿no? De alguna forma nacen, crecen, se desarrollan y mueren. El principio de la vida, ¿no es así? Sí —dijo él, pensativo.

Entonces, ¿ quién dice que en aquella maraña de átomos duros no se desarrollan algunas conexiones que hagan las veces de cerebro humano y den lugar a sensaciones como el amor, el miedo y tantas cosas más que nos afectan? No me imagino a una piedra llorando —dijo él. No como nosotros, claro, pero quizá tengan su propia forma de hacerlo, y nosotros, habitantes de este mundo, amos y señores de todo lo que nos rodea y también de lo que no entendemos, descartamos de plano cualquier otra forma de existencia, simplemente porque no concuerda con lo que llamamos lógica.

En conclusión, lo que quieres decir es que todo es posible —dijo él.

Eso creo. Ya estamos cerca de las rocas —dijo él. Sí, ya se escucha el ruido profundo de las piedras abatidas por el mar.

Suena doloroso, triste. Si los elementos o las cosas pudiesen sentir, ¿quien sufrirá más, el agua o la piedra? —dijo él

Ahora que lo preguntas, no sé. Me imagino que la piedra, que es la que recibe la embestida de las olas.

Parece lógico —dijo él. Pero, ¿y si lo vemos de otra forma, una más alegre, más positiva? Podemos hacerlo, podemos elegir cómo ver las cosas, ¿no crees? ¿Cuál? —dijo él. Qué pasaría si esa es la manera en que el mar demuestra su afecto hacia la roca y ese constante golpetear es su forma de abrazarla y de decirle que la ama.

Puede ser —dijo él. Y que además la roca recibe ese impacto no como algo que duele y que eventualmente la destruirá, sino como ese gesto de amor que sí, que terminará pulverizándola, pero con la intención de que un día la llevará a fundirse en una sola con su amada. Sí, prefiero pensar eso —dijo él.

Qué maravilla, viéndolo así ya no se sufre por la roca.

¿Y por el mar? —dijo él. Tampoco por el mar.

Mejor —dijo él. Sí, Mucho mejor, ya no hay dolor. Ya no hay lucha.

No, tampoco lucha —dijo él. Sólo una manera de amarse. Así es —dijo él. ¿Qué cambió, el mar o la roca? Sabes que ninguno de ellos —dijo él. ¿Qué, entonces? Quiero oírlo.

Nosotros cambiamos. Simplemente, ahora lo vemos diferente —dijo él. Sí…, de eso depende todo. Así parece, aunque no es tarea fácil —dijo él.

Pudimos habernos retirado antes de nuestra vida ajetreada en la ciudad, de los compromisos, del humo, de las cornetas y de tantas cosas que sin darnos cuenta nos agobiaban, nos desgastaban y nos impedían vivir de verdad y disfrutar de este sol, de esta brisa, de este mar, desde mucho antes. Qué tarde lo descubrimos.

Es cierto, apenas un año duró lo que pensábamos sería el resto de nuestras vidas. Muy poco. Fue el mejor de todos los que pasamos juntos. Pero, ¡oh Dios, fue tan corto! Lo lamento tanto. Lamento no haber apreciado lo valioso de aquellos momentos, que por alguna estupidez humana pensé que serían eternos y que no merecían la importancia de lo escaso, de lo que no abunda. En aquellos días que te tenía a ti, que lo tenía todo, no pensé… no pensé… te extraño tanto —dijo él.

También yo… Sentémonos un rato.

El sonido es imponente, se siente en el pecho. El mar se mete con fuerza debajo del peñasco y lo hace gritar de dolor —dijo él.

Quedamos en verlo como de alegría. Sí, lo siento, de alegría. Ya no sé, de verdad quisiera pensar eso, quisiera pensar que las piedras sienten, que el mar ama, que todo lo que duele uno puede cambiarlo sólo modificando el punto de vista…

Se está tan bien aquí… No quisiera hablar de ello, pero dime, dime por qué… —dijo él. No lo sé, yo también quisiera saberlo.

Todo fue tan rápido, tan fugaz… —dijo él. Sí, teníamos tantas conchas que lanzar al mar, tantas gaviotas que ver danzando sobre nuestras cabezas, tanta arena por pisar con nuestros pies descalzos, tanta agua fría que sentir, tanto sol naranja que ver… Pero l a gente enferma y muere… De eso se trata la vida. Pero… —dijo él. Pero…, no hay nada que hacer, lamentablemente. Debes aceptarlo, yo no podía ser la excepción de los mortales, aunque de verdad lo intenté; como esa piedra se resiste al mar, así lo intenté. No puedo aceptarlo, es algo más fuerte que yo —dijo él.

Tienes que hacerlo. A ti te toca vivir los años que yo no pude, no los desperdicies. ¿Cuál?

¿Bajo qué punto de vista se puede borrar este dolor? —dijo él.

Piensa en que todo esto es un experimento del cual somos parte. Piensa que el tiempo pasa muy rápido y que muy pronto nos encontraremos en otro sitio. Piensa que como la piedra y el mar en algún momento nos fundiremos en uno sólo y para siempre. Quiero que me lo prometas, quiero que dejes de hacer estas caminatas día a día y soñar que hablas conmigo, que todavía existo y que nada ha cambiado.

Pero … —dijo él, con sus ojos flotando en el agua que veía. Promételo. … Al día siguiente, al salir el sol.

Hoy caminaremos hasta las rocas… —dijo él. Sí, vamos…

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Qué sucede del 11 al 17 de mayo de 2009

Actividades y eventos que nos ofrece la Ciudad en esta Semana:

Martes 12

Círculo de Lectura con Eduardo Liendo y su novela El último fantasma (Alfaguara)
Lugar: Fundación Francisco Herrera Luque, Avenida San Juan Bosco, Centro Altamira, Mezanina Local 2, Altamira / Hora: 5:00 pm

Bibliotecas en la literatura en Radio Relecturas
Lugar: Emisora Cultural de Caracas 97.7 FM / Hora: 8:00 pm

Miércoles 13

Conferencia Dante Alighieri: aportes hebreos e islámicos en la Divina Comedia, dictada por el Prof. Giorgio Battistoni, organizada por el Instituto Italiano de Cultura en la Universidad Católica Andrés Bello
Lugar: Sala de usos múltiples. Edif. Cincuentenario, UCAB / Hora: 2:00 pm

Jueves 14

Recital de William Osuna, Beverly Pérez Rego y Víctor Alarcón, organizado por Monte Ávila Editores
Lugar: Estación del Metro El Valle / Hora: 4:00 pm

Presentación de los libros Sin partida de yacimiento, de Luis Barrera Linares, y El cantante asesinado, de Mario Amengual, editadas por BID&Co., con palabras de presntación a cargo de Carlos Sandoval.
Lugar: Librería Lectura, Centro Comercial Chacaito / Hora: 7:00 pm

Presentación del libro Penélope, de Ignacio Castillo Cottin, editado por Random House Mondadori, con palabras a cargo de Diego Rísquez y Rafael Arráiz Lucca
Lugar: Plaza Ávila del Centro San Ignacio / Hora: 7:30 pm

Sábado 16

Un libro para Miranda. Si lo leíste, pásalo, organizado por Relectura y el Iabim
Lugar: Plaza Alfredo Sadel, Av. Ppal. de Las Mercedes / Hora: 2:00-6:00 pm

Tertulia con Enrique Guillén: El corazón Vs. la razón
Lugar: Librería Libroria, Calle Madrid con Trinidad, Las Mercedes / Hora: 4:00 pm

Domingo 17

Presentación del poemario Viajes en la noche, de Aladár Temeshy, editado por la Editorial Diosa Blanca y el Círculo de Escritores de Venezuela
Lugar: Sala José Ignacio Cabrujas, Fundación Cultural Chacao, Centro Comercial El Parque, Los Palos Grandes / Hora: 10:30 am

Noticias

Presentada antología de jóvenes cuentistas venezolanos traducidos al chino. «Próximos; antología de la nueva narrativa venezolana», es el nombre del libro presentado el pasado jueves 24 de abril en la Biblioteca Pública Central Agustín Codazzi, de Maracay, en el marco de la Semana del Libro de Maracay, el cual reúne textos de trece jóvenes narradores venezolanos, en edades comprendidas entre los 25 y los 35 años, en una edición bilingüe español/chino compilada por el editor de Letralia, Gómez Jiménez la cual ya había sido publicada en diciembre de 2006 por la Embajada de Venezuela en China, bajo la responsabilidad editorial de Wilfredo Carrizales, entonces agregado cultural de esa entidad.
La traducción al chino de los textos de Próximos, fue realizada por el profesor Zhao Deming, catedrático de la Facultad de Español de la Universidad de Beijing, vicepresidente de la Sociedad China para el Estudio de las Literaturas Española, Portuguesa e Hispanoamericana y consejero de la Asociación de Hispanistas Chinos, y contiene textos de Javier Domínguez, Diana Garrido Sylvester, Eduardo Mariño, Roberto Martínez Bachrich, Jesús Nieves Montero, Luis Nouel Trenard, Carlos Padrón, Daniel Pradilla, Fedosy Santaella Kruk, Susana Sussmann, Leopoldo Tablante, Valentina Truneanu Castillo, y Orlando Verde.
La presentación fue realizada por Manuel Cabesa y el compilador, Jorge Gómez Jiménez, y contó con la presencia de tres de los autores incluidos: Susana Sussmann, Javier Domínguez y Leopoldo Tablante.

A fin de que pueda ser disfrutada por lectores de todo el mundo, en las próximas semanas Editorial Letralia publicará una edición digital que incluirá los relatos en ambos idiomas, según anunció Gómez Jiménez al cierre del acto.

Fuentes: http://www.ficcionbreve.org
http://literaturayvida.blogsome.com

Iglesia San José Puerto Cabello, Venezuela

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Donemos un libro a las bibliotecas mirandinas

Un libro para Miranda

Donación de libros en la Plaza Sadel de Las Mercedes.
Sábado 16 de mayo. De 2:00 pm a 6:00 pm.
Organizado por ReLectura y el IABIM

Hace aproximadamente un mes apareció en la prensa nacional la noticia de que 62.262 libros de las bibliotecas mirandinas habían sido desincorporados y, muchos de esos ejemplares, vendidos como pulpa de papel entre 2007 y 2008, en una operación ajena a las normas de descarte de material de la Biblioteca Nacional.

Por este motivo, ReLectura y el IABIM (Instituto Autónomo de Bibliotecas del Estado Miranda) han organizado el evento «Un libro para Miranda», una actividad de donación de libros, con la cual queremos compensar de alguna forma la pérdida sufrida por estos organismos educativos y culturales del Estado Miranda. Invitamos a todas las personas, editoriales, distribuidoras, empresas e instituciones a sumarse a este operativo de donación de libros que a todos nos beneficia.

Y les recordamos no llevar ejemplares en mal estado: deteriorados, rotos o incompletos. Y algo muy importante: sólo se recibirán libros pertenecientes a las siguientes áreas temáticas:

  1. Libros sobre la cultura, el folklore, la tradición y la historia del estado Miranda.
  2. Libros de referencia: diccionarios, enciclopedias, etc…
  3. Libros para niños.
  4. Literatura venezolana.
  5. Literatura clásica universal.

Pueden llevar el número de libros que deseen, siempre y cuando pertenezcan a las áreas temáticas antes mencionadas.

¡Corran la voz! Los esperamos con sus libros el sábado 16 de mayo en la Plaza Sadel de Las Mercedes, entre las 2:00 pm y las 6:00 pm.

www.relectura.org
Contactos: Luis Yslas. Cel. 04127195025 / luisyslas@yahoo.com

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En Memoria de Miguel Ángel Salas

«Vivo en tu misterio y permanezco en ti. Lleva mi ser al centro de tu Ser,
quema mi alma en el Fuego de tu Alma.»

Nos unimos a la tristeza que embarga a nuestra querida escritora y amiga
Lidia Salas Rincón, a su familia y amigos, por el fallecimiento de su hermano
Miguel Ángel Salas.

Círculo de Escritores de Venezuela

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Un paseo por la casa de Pablo Neruda en Santiago de Chile

Por Heberto Gamero

I

…Con el libro El cartero de Neruda, de Skármeta, bajo el brazo y después de una larga caminata llegamos al barrio Bella Vista en busca de la casa de Neruda —ahora una zona donde abundan restaurantes y terrazas cerveceras, muy cerca del Cerro San Cristóbal. Un hombre delgado, alto, de barba corta, como de setenta, suéter y boina negra que se cruzó en nuestro camino con mirada espectral nos indicó el sitio. Seguimos sus instrucciones y después de subir una calle con una leve cuesta nos encontramos con la casa del premio Nobel, el responsable de tantas reflexiones e inspirador de tantas almas. La Chascona (despeinada), la llamó el poeta en honor a su mujer, quien al parecer dejaba que el viento se hiciera cargo de su cabello; o quizás no era el viento sino los dedos abiertos del poeta que se paseaban apasionadamente sobre la cabellera de su amada. Su construcción comenzó en 1953 cuando el poeta era amante de Matilde Urrutia y la utilizaban como su refugio secreto. Un par de años después Neruda se separa formalmente de su segunda esposa y decidieron ampliarla y ocuparla definitivamente. La entrada es sólo una puerta de madera fijada en una gran pared sin mayores detalles, algo sencillo, sin porche externo ni portones imponentes, sólo una puerta de madera sobre una acera angosta de una calle cualquiera llena de vecinos cotidianos. Al traspasar dicha puerta un mundo de frescura se abre ante la vista en medio de un espacio tan singular como los versos del poeta. Y es que las dependencias están separadas, sólo unidas quizás por las escaleras al aire libre y los pasillos empedrados que llevan de un lugar a otro. Pero lo que más cautiva es el riachuelo que baja de la montaña y atraviesa la casa por debajo; para ello Neruda hizo construirla con cierta elevación precisamente para disfrutar del sonido del agua día y noche, como una lluvia continua, como las olas del mar, fuente de inspiración de la mayoría de sus obras.

La dependencia principal es más bien rústica, de dos pisos en forma de barco como la casa toda. De la planta baja, pintada de amarillo y con marcos, puertas y ventanas en blanco, sobresale un gran ventanal de piso a techo que como la punta de una proa mira hacia la ciudad como si fuese el vidrio que en los buques separa al capitán del amplio mar. Dentro, un sin fin de perifollos cubren la estancia como si de una tienda de adornos se tratara: floreros de variadas formas y colores, lámparas de barco, abanicos gigantes, fotos de poetas y escritores, cuadros sobre las paredes de piedra, botellas azules, verdes, grandes y pequeñas, sombreros, muñecos de madera, de plástico, mapas… El guía comentó que cuando alguien llamaba al poeta coleccionista, éste lo corregía y le decía que no, que él era sólo un cosista, porque cualquier cosa le parecía bella y digna de ser exhibida; y tenía tantas como para llenar un museo de considerables proporciones, sin exagerar.

En el segundo piso, pintado de un azul subido, también con marcos de puertas y ventanas en blanco, una terraza preside el templo del escritor, un pequeño cuarto con escritorio frente a la ventana que deja la mirada libre para llegar hasta las montañas nevadas, más allá de los árboles que rodean la casa y los edificios que limitan la ciudad; es el sitio donde Neruda se eleva con las musas y las hace suyas en medio de caricias vocales que ellas no pueden resistir. En el ambiente flotan las palabras del poeta, se siente el suave olor de aquéllas, se escuchan sus cánticos a través de sonido de las hojas y se toca el verso en cada cosa que por no sé qué impulso uno roza con los dedos al pasar. En esta habitación estuvimos largo rato. Mi piel se erizó al ver sus lápices verdes sobre el escritorio, la silla donde se sentaba frente a la ventana, las manos de Matilde acariciando sus hombros cansados.

Salimos de esta parte de la casa y fuimos a otra totalmente diferente de paredes blancas y tejas en el techo donde se ubica el comedor y otras áreas. Sobre la mesa de madera de araucaria, larga y robusta y el piso de piedra barbarita, está todo servido: la vajilla inglesa de vistosos estampados, las copas portuguesas verdes, rojas, azules y amarillas, de vidrio grueso y dibujos en relieve, los cubiertos de plata, las sillas de espaldar alto y los cuadros de patillas, o sandías, como se les conoce por estos lados. Sólo al entrar se pueden escuchar las voces y risas de los amigos que felicitan a Matilde por lo buena cocinera que es. En el aire se ven los brazos alzados de pintores, escultores, escritores y más poetas que ríen y el choque de las copas alegra el recuerdo y trae a los sentidos el efecto del vino que se mece con entusiasmo dentro del vidrio reluciente. De pronto los invitados callan para escuchar al poeta declamando una de sus obras. Todos escuchan atentos, los ojos brillan, los corazones suspiran y los aplausos aún se sienten rebotar en las ventanas y paredes de la estancia como ecos inmortales.

No todo era seriedad; en aquellos encuentros de copas y anécdotas también el vate gustaba bromear a sus invitados. Por ejemplo, el salero de la vajilla dice marihuana y el pimentero morfina, y celebraba con gruesas risas cada vez que alguien las vertía sobre la comida. A veces se despedía por un rato y cuando todos se preguntaban dónde se había ido, aparecía por una puerta secreta que había cerca del comedor disfrazado de pirata, capitán de barco o mesonero. En una de las estancias, justo al abrir la puerta por lo que es difícil no mirarlo, hay un kaba kaba (figura representada por un muñeco con expresión malévola; tiene los ojos brotados sin párpados ni pestañas, ni labios que cubran sus dientes; sus pómulos sobresalen como pelotas al igual que su nariz y cejas forman un puente que dibuja una cruz en su rostro. Está hecho en una madera oscura, ya extinta, proveniente de la Isla de Pascua). La posición del kaba kaba debe ser, en cualquier casa, cerca de la puerta y mirando hacia ella, donde todo el que llegue lo pueda ver, ya que se cuenta que si alguien entra con malas intenciones a una casa donde esté uno de estos centinelas de aspecto alienígena y lo mira directo a los ojos, entonces quedará maldito para siempre y sus intenciones quedaran sin efecto y se le devolverán multiplicadas a quien las gestó.

Pasando el jardín y subiendo por una estrecha escalera, sombreada por altos árboles, se encuentra otra pequeña habitación donde está el salón de lectura y biblioteca. Allí reposan sus diplomas, discursos, fotos, condecoraciones y la medalla del Premio Nobel de Literatura que le fuera otorgado en 1971 de manos del Rey de Suecia. También una versión de los Versos del Capitán, un libro de poemas de amor que dedicó a Matilde cuando eran amantes. Lo hizo bajo seudónimo y aún así fue un éxito. La gente comentaba que se trataba de un libro escrito por algún comunista en mala situación y que por eso escondía su nombre. No fue sino hasta que se hubo casado que develó el secreto de quién lo había escrito. La foto de Matilde está por todos lados. Una delgada mano de bronce destaca sobre su escritorio. El poeta decía que era la mano de Matilde que lo inspiraba a escribir.

El famoso pintor mejicano Diego Rivera, dado que la relación del poeta con su amante aún no era pública, le regaló un cuadro de Matilde con dos caras; una era la de Matilde, claro, y la otra era la del poeta, cuyo perfil estaba genialmente silueteado en el cabello de la mujer, el cual se aprecia sólo después de observar con detenimiento su roja cabellera. En el estudio previo del cuadro, que Neruda tuvo oportunidad de apreciar, no aparecía esta travesura del pintor sobre el pelo de Matilde, chanza que el poeta no pudo ver ni aún terminada la obra hasta que Rivera se la señalara con cara traviesa, causando de pronto una alegre sorpresa en el vate que vio emerger su papada, calva y nariz, entre los cabellos de su amada. El cuadro lleva fecha de 1953. En la dedicatoria dice: «Para Rosario y Pablo». Curiosamente el libro Los versos del capitán, de supuesto autor anónimo, está dedicado a Rosario de la Cerda, y el nombre completo de Matilde era Matilde Rosario Urrutia de la Cerda.

Una placa de mármol destaca el nombre del poeta Jan Neruda, nacido en Praga (1834- 1891), de quien Neftalí Reyes Basoalto tomó como seudónimo su apellido. El cambio de nombre del poeta no obedece a un simple capricho, en cierta forma se vio obligado a hacerlo ya que su padre, autoritario y estricto, no quería que él fuera poeta, por lo que aún muy joven se inventa el seudónimo para poder realizar sus primeras publicaciones. En 1946 cuando ya era senador de la república, adopta el nombre de Neruda oficialmente.

En una parte de la habitación está una foto de los que más influenciaron su poesía: el ruso Vladimir Mayakof, el peruano Cesar Vallejo, el nicaragüense Rubén Darío; los americanos Edgar Allan Poe y Withman, los franceses Rambuw y Badelir; los chilenos Alberto Rojas Jiménez, Rubén Azocar, Juvencio Valles. En una esquina, entre tantos adornos y figuras, está la mesa de un café parisino donde muchos escritores famosos apoyaron sus brazos y dejaron sus prosas; la trajo en uno de sus viajes y de vez en cuando apoyaba sus codos en ella y hacía parodias sobre lo que allí se pudo haber escrito. La sala de lectura tiene el piso ligeramente inclinado, lo cual hizo a propósito para tener la sensación de movimiento de barco bajo sus pies al caminar. Con respecto a las cartas de navegación que con celo guardaba, les decía a los amigos que las tenía para no perderse. En una de las paredes hay un cuadro hecho en colores oscuros con una mujer entrada en años, realmente fea, de cara inflada, muy seria y con bigotes. El poeta decía que lo compró y lo puso en ese sitio, frente a su silla de lectura, para cuando estuviera leyendo y por cualquier cosa se distrajera y levantara la vista, y mirara a la señora del bigote, de inmediato retomar la lectura.

Al salir nos sentamos un rato en una pequeña plazoleta frente a la casa del poeta. Una fuente plana recibe un brazo del riachuelo que baja de la montaña y por gravedad lo conduce a través de un laberinto de pequeños canales que distribuye el agua de forma tal que nunca lo rebasa. Mirarlo es quedar hipnotizado. En unas columnas de granito se recuerdan algunos versos del poeta y más allá, sobre las paredes de la calle, unos graffitis dibujan su retrato y otros poemas recuerdan al escritor.

El día aún era claro y la brisa del Cerro San Cristóbal llegaba fresca y pura. Y pensar que todo está reconstruido me dijo la copiloto mientras miraba la colorida y ahora impecable casa del poeta. Así es, le respondí. Fue en septiembre de 1973 cuando, aún Neruda vivo y poco después del golpe de estado que acabó con la vida del presidente Allende, los militares la inundaron rompiendo sus cañerías, saqueando y también quemando parte de ella, que de no haber sido por los árboles cercanos que tomaron fuego y alertaron a los vecinos se habría destruido por completo.

Tomamos una cerveza en una de aquellas terrazas cerveceras cerca de la casa. Todavía las voces venían a mi cabeza y el ruido de las copas al chocar en el aire, las risas, las atenciones de Matilde y el susurro de los poemas de Neruda se acrecentaban a cada trago. Ya en el hotel, el libro de Skármeta y la dulce historia del pescador que se hizo cartero para atender la localidad chilena de Isla Negra, casa de playa donde Neruda pasó sus últimos días y donde la única persona que enviaba y recibía cartas era precisamente el poeta, me distrajo un poco de los recuerdos de La Chascona. Creo que me quedé dormido cuando el cartero, ya amigo del escritor, en su intento de también ser poeta, le pregunta a Neruda qué son las metáforas. Le explica con breves palabras, pero el cartero le pide un ejemplo. Entonces Neruda le declama un bello poema rebosante de metáforas que hace alusión al mar. Cuando el poeta le pregunta qué le había parecido, aquél le dijo que un poco raro, no el poema, sino lo que sintió mientras lo escuchaba, algo así como un mareo, como si navegara en «un barco temblando en sus palabras». El poeta asombrado le dijo: «¿sabes lo que has hecho, Mario? Una metáfora».

20-02-2007

II

Isla Negra

Aún poseído por las casas de Neruda, como si un embrujo se hubiese apoderado de mí, le comenté a la copiloto que no podía irme de esta parte de Chile sin conocer su otra casa, la de Isla Negra, donde pasó sus últimos años, donde está enterrado junto a su amada Matilde; le dije que se me apareció anoche entre sueños, que lo vi escribiendo versos y arrojándolos al mar dentro de caracoles y que de ese mar, entre la espuma blanca y bailarina, brotaban las manos de Matilde que los aprisionaban entre sus dedos para luego hundirse con ellos en el azul profundo.

Así que muy temprano tomamos la autopista hacia Isla Negra -que no es realmente una isla, sino el nombre que el poeta le dio a su casa por lo aislado que estaba y por la cantidad de rocas negras que hay a un extremo de la playa-. Siguiendo por la misma vía que en el autobús habíamos tomado hacia Valparaíso y doblando un poco antes unos kilómetros hacia el sur, atravesando varios simpáticos pueblitos de playa, llegamos a la famosa Isla Negra, según los entendidos la casa más querida del poeta y, como las otras, convertida en museo años después de su muerte. Los avisos anunciándola comienzan a aparecer desde mucho antes de llegar. A nuestra izquierda, entre casa y casa, entre pueblo y pueblo, nos sigue el Pacífico con su capa azul rey faralá y chispas brillantes que cabalgan sobre ellas como un halo interminable. Un aviso final anuncia la entrada al estacionamiento desde donde luego, a pie, se atraviesa un pequeño bosque y otras casas de aspecto acogedor para finalmente arribar a Isla Negra, un sitio mágico, místico, con el magnetismo de un castillo Medieval sin serlo, de un templo sin serlo, de un monasterio sin sus paredes frías. Lo primero que se ve en el jardín es el vagón de una locomotora antigua pintada de negro y rojo, un bote y una campana sujeta por una estructura de madera. Acerca del bote, el poeta decía que como amaba tanto al mar y no podía navegar en él porque se mareaba como ninguno, decidió poner ese bote en tierra para montarse en él las veces que quisiera y mirar al mar sin temor a enfermarse. Sobre la campana se dice que la utilizaba cuando regresaba de viaje para avisarles a los vecinos, a las garzas, al viento y al mar que había llegado, también a su amigo el cartero.

Después de hacer una pequeña cola para comprar el tique entramos a la casa. De nuevo esa sensación de ahogo, esa cuerda de horca apretando mi cuello, esas ganas de convertirme en parte de las paredes de piedra, de los mascarones de proa, de la vajilla inglesa, de las copas portuguesas, de las lámparas de barco, de las botellas de vidrio, de las mesas marinas, de los timones, de los caballos, de la rueda de carreta, de las múltiples miniaturas, de los barcos de madera, del astrolabio, de la brújula, de los bustos, de las fotos, de los cuadros, de los materos, de la chimenea, de las anclas, de las mariposas, de los kaba-kaba, de los cofres, de los tambores, de los barriles, de las lupas, de los candelabros, de los caracoles, de las campanas, de los retablos, de las máscaras, de las cerámicas, de las jarras, de los relojes, de los pisos de madera, de los de piedra, de las esculturas, de los mosaicos, de las manos, de los vitrales, de las vitrinas, de las conchas incrustadas en el piso, de los botellones de colores: azul hacia el mar y verdes y marrones hacia la tierra, y de la vista, ¡ah, esa vista!, que hace que el mar bañe con su vaho hasta el último centímetro de la casa.

Caminamos pausadamente por cada estancia. El gusto del poeta y Matilde por las ventanas de piso a techo, como en las otras casas, se mantiene en la sala, el comedor, el bar y en cada habitación. En la sala amplia, de mullidos muebles y piedra en paredes y pisos, destacan los mascarones de proa que en su tamaño original cuelgan del techo mirando hacia el centro de la estancia, y otros hacia el mar. El poeta los fue coleccionando a lo largo de su vida, por lo que en cualquier puerto, en cualquier muelle paraba a preguntar, a ver, si algún barco de los de antes había sido desmantelado y algún mascarón quizás había sido arrumado a la bahía. Muchos los trajo de Europa con su pintura descascarada y sabor a sal, algunos tuvo que restaurarlos; había mujeres, niños, piratas, marineros, reyes y reinas en actitud serena, con sus pechos erguidos, confiados en que el mar los favorecería en sus incontables viajes. En otro salón destaca la chimenea hecha toda en lapislázuli; un diseño de su amiga escultora Maria Marner, quien fue su vecina en La Sebastiana y decoró varios espacios en sus casas. Se dice al respecto que la gran cantidad de lapislázuli que se necesitó para construir la inmensa fachada de la chimenea perteneció a un minero que cuando murió le dejó a su esposa varios sacos de esta extraña piedra azul y ésta, habiéndose enterado del gusto del poeta por cualquier cosa elaborada u obtenida en condiciones especiales, se las ofreció, a lo que Neruda dijo sí de inmediato.

También abundan las fotos con sus amigos, con Matilde y su hermana Laura. Ninguna de su papá, o de su mamá, que (como ya se dijo) falleció apenas el poeta tenía un mes de nacido, tampoco de la pequeña hija que perdió el vate de su primer matrimonio. Los nombres de sus amigos muertos están grabados en la madera del techo del bar; decía que así nunca se olvidaría de ellos, tampoco los que visitaran la casa. Entre las rocas negras cercanas donde se estrella el mar, y la campana y el barco que están en el jardín, sobresale la tumba de piedra del poeta. A su lado yace Matilde. Ambos miran al mar como siempre lo quisieron. Todo acabó, por lo menos por esta vida. Con sus libros nos dejó parte de su espíritu que ahora, seguramente convertido en musa, merodea sobre las cabezas de otros poetas. Arriba, en el estudio del vate hay una mesa sobre la que solía escribir. La había recogido de la orilla de la playa después de esperar durante horas que por fin el mar la depositara en la arena. La tomó, la llevó al carpintero y se hizo fabricar la mesa. Sobre ella, como pisapapeles y al lado de sus cuadernos y plumas de tinta verde, reposan las manos de Matilde esculpidas en bronce.

Comimos en el pequeño restaurante del museo y compramos en la tienda su libro Odas Elementales, también un ancla. Al salir de la casa vi a Mario Jiménez despidiéndose del poeta cuando éste fue trasladado hacia la clínica en Santiago. Lloraba aferrado a su bulto vacío de cartas, sabiendo que jamás lo volvería a ver y que quizás no ganaría el premio de poesía porque el poeta no tuvo tiempo de aderezar su poema.

24-02-07

Heberto Gamero. Narrador venezolano, Premio de Cuentos del diario El Nacional 2008.


Pablo Neruda y uno de sus Mascarones de Proa

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Rinoceritis, por Atanasio Alegre

Por Atanasio Alegre

Cuando la mujer entró en el bar diciendo que un rinoceronte había aplastado al gato que llevaba en los brazos, uno de los parroquianos de nombre Botard, militante de izquierda, dijo que no existían tales paquidermos en el poblado y que eso correspondía a una conspiración inventada por «cierta» prensa». Su compañero de oficina, un hombre diplomado, no negó la evidencia, pero alegó que en ninguna parte los rinocerontes son tan numerosos como para alarmarse ni resultan tan peligrosos, lo que hace falta es no cruzarse en su camino.

(El lector se habrá dado cuenta que estoy glosando la obra Rinoceronte de Ionesco, uno de los maestros del absurdo).

Que se hubieran visto dos rinocerontes, uno de un cuerno y otro de dos —lo que obligó al profesor de lógica a concluir que se traba de dos ejemplares distintos, uno de raza africana y el otro asiática— fue parte del tema que se comentó un domingo a eso del mediodía en el bar de la plaza de la iglesia.

Pero la sorpresa de lo evidente, como si se tratara de una lista de presencia, la experimentó un tal Berenguer cuando la secretaria Daisy le comunicó, días después, que el ruido y los aullidos que llegaban sin sordina hasta el cuarto donde discutían provenían de una manada de rinocerontes. «El del sombrerito de paja ladeado sobre unos de los cuernos, es el lógico», dijo entonces Daisy, el profesor que habló el domingo de rinocerontes africanos y asiáticos. Por lo visto él mismo ha sido victima, de la rinoceritis a la que eufemísticamente llaman ahora la transformación.

Más tarde, a esa hora de las discusiones entre amantes, de si yo te quiero por encima de todo y ella, que eso ya lo había dicho, y él que no le gustaba lo que estaba oyendo, y como volviera a dejarse sentir el ruido de los paquidermos, Daisy se lanzó despechada escaleras abajo para incorporarse a la manada. Y no hubo manera de que Berenguer, el amante impidiera la transformación de la muchacha. ¡Pobre chiquilla abandonada en este universo de monstruos!

«Lo que pasa es que a mí no me brotaron cuernos ni se me volvió rugosa la piel y de color verde oscuro… y a lo mejor son ellos los que tienen razón».

Y de esta forma, por una razón o por otra, solamente Berenguer, el bohemio, no resultó víctima de la rinoceritis que afectó a toda una población convertida en rinocerontes sin que nadie supiera por gracia de qué.

Y ya lo ven, así son las cosas de la literatura. José Ortega y Gasset en otro contexto completamente diferente, había clamado, treinta años antes, en un artículo titulado: El error de Berenguer por la vuelta de España —entonces en dictadura— a la democracia. El artículo, de marras, el de Ortega, digo, concluía con estas palabras: Españoles, vuestro estado no existe. ¡Reconstruidlo!

Atanasio Alegre: Novelista, investigador, psicólogo clínico. Vicepresidente del Círculo de Escritores de Venezuela. Director de la Revista ConcienciActiva 21.

& & &

Comentario de la Editora: No pareciera casual que la afilada ironía de Atanasio Alegre escriba esta narración tan peculiar en un país que, como Venezuela, se va poblando de «rinocerontes» y otros especímenes foráneos que nos están robando nuestra democracia.

Hago mías las palabras de Ortega y Gasset y le respondo a Alegre: Venezolanos, vuestro estado no existe. ¡Reconstruidlo!

Carmen Cristina Wolf

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En memoria de Omar Cadenas González

«Si ya no queda nada
a donde uno debiera ir,
es venturoso el regreso.»

I Ching
Hexagrama 40, La Liberación

Nos unimos al pesar del poeta Rafael Cadenas, de su familia y amigos, por el fallecimiento de su hermano Omar Cadenas González. Que su espíritu se una a la Conciencia del Gozo Insondable.

Sólo queda a los nobles de espíritu transitar el misterio de retorno hacia el lugar de origen con la mayor templanza.

Círculo de Escritores de Venezuela

Caracas, 27 de abril de 2009

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Una decisión inteligente

Por Simón Alberto Consalvi

Domingo, 26 de abril de 2009
El Nacional

Los periódicos de la ciudad han informado que el busto de Rómulo Gallegos colocado en los exteriores del Palacio de Miraflores fue removido, enviado al desván, y en su lugar colocado el del general Cipriano Castro. Me parece una decisión inteligente y, ruego que la palabra no suscite extrañezas. Quizás no sea un agravio al novelista, quizás sea una consideración especial. Créalo o no.

Gallegos, fundido en bronce, era un símbolo ajeno al paisaje palaciego de los tiempos que corren. Los símbolos son cuestión de épocas, de creencias y de principios. Son símbolos también de respeto, de coincidencias profundas, de ejemplo. Como tal, Rómulo Gallegos no solo era ajeno al paisaje, sino adverso, incómodo, indeseable. ¿Qué hacía allí el novelista, solitario, mal visto, incompatible, considerado como un intruso? Enhorabuena. El bronce de su retrato probablemente haya sido fundido para otros destinos, como hacer balas, por ejemplo.

Gallegos es el símbolo venezolano de la civilidad. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la inteligencia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la tolerancia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la creación. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Gallegos es el símbolo venezolano de la concordia. Por consiguiente, su lugar no estaba en el Palacio de Miraflores.

Desde el lugar donde esté, no en el bronce simbólico sino en el espíritu, el escritor no debe alarmarse con las jugadas de Ño Pernalete. En el hato de El miedo conspiran Pernalete y Melquiades Gamarra, los Mondragones y Balbino Paiva. Estos personajes eran otra clase de símbolos, no los de la emulación y del ejemplo, como el modestísimo busto de bronce de Miraflores, sino sus antípodas. Los símbolos negativos. El escritor lo definió en su conferencia «La pura mujer sobre la tierra», dictada en la ciudad de La Habana, en 1949, antes de que el golpe de Estado de «un sargento llamado Batista» lo lanzara a otro exilio. Dijo:

«¿Símbolo? Sí. De cuanto entonces era predominio de barbarie y de violencia de mi país. La codicia y la crueldad campando por sus fueros; el espaldero siniestro, y no uno sino todo un ejército que otra función no tenía; los Mondragones… que hacían ceder los principios ante el empuje de apetitos arbitrarios y ponía las limitaciones de las leyes donde lo quisieran las ganas del poderoso; el Balbino bribón, el Míster Danger aprovechador; el Pernalete autoritario y bruto y el infeliz Mujiquita, encargado de prestarle intelectualidad a todas las apetencias del Jefe: Sí, mi general. Sí, mi general».

Doña Bárbara fue editada en España en 1929. El ensayista Mariano Picón- Salas escribió: «Es el libro en que mejor cabe, hecho símbolo, la tragedia que vivía Venezuela. Doña Bárbara es el instinto puro y devorador que consume toda construcción, todo orden de la inteligencia y de la cultura. Ella se yergue ardorosa y terrible en su voluntad de barbarie». Al cabo de 80 años, Pernalete y Melquiades Gamarra, los Mondragones y Balbino Paiva confabulan contra el novelista, y Mujiquita vuelve a prestar «su intelectualidad».

No cabe duda, ¿qué mejor celebración de los 80 años de Doña Bárbara que ésta de enviar su busto palaciego al desván o fundido su bronce para otros apremios? Bien estará allá don Cipriano que también es un símbolo, el que representa de manera fiel a quienes así lo exaltan. En su espejo se miran, y en sus arrebatos se inspiran. Poco después del derrocamiento de Castro por su compadre Gómez, el joven Rómulo Gallegos escribió en la revista La Alborada, en marzo de 1909, lo siguiente en un artículo llamado «Los poderes». Leamos:

«La experiencia nos acaba de enseñar otra vez, cómo fue de fatales consecuencias para el país, aquella atribución omnímoda que se arrogó el ex presidente Castro, de legislador y juez supremo, creando leyes que a él solo le favorecieran, administrando justicia según su propia conveniencia. Y Castros habrá mientras el presidente de la República no vea en torno suyo más que hombres dispuestos a todas las transacciones… (…) y, -es necesario decirlo-, bondad será de quien ejerza el Ejecutivo reconocer en los otros una soberanía que hasta ahora no han tenido».

La revista La Alborada fue clausurada poco después por órdenes tal vez no de Gómez sino de los Mujiquitas que ya le prestaban «su intelectualidad», y vislumbraban en los escritores veinteañeros una amenaza para la dictadura naciente. Un siglo después, Rómulo Gallegos vuelve a ser prohibido. Saludemos la decisión inteligente, sagaz, precavida, de expulsarlo del palacio de Miraflores. Era el más incómodo de los testigos.

«Y Castros habrá…»

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Congreso Internacional de Literatura Contemporánea

Andrea Zurlo presenta ponencia

En las Universidades de Bérgamo (Italia) y Da Coruña (España), se celebrará el Congreso Internacional de Literatura Contemporánea cuyo tema centra es la Mujer en la Literatura. La escritora Andrea Zurlo (Argentina / Italia), apreciada Miembro Correspondiente del Círculo de Escritores de Venezuela, presentará la ponencia «La independencia del yo a través de la Palabra». Participarán voces relevantes de Europa y América y la sede será Bérgamo, del 18 al 20 de mayo y La Coruña, el 25 y 26 de mayo. Esperamos sus conclusiones y la publicación de las ponencias.

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Caracas festeja el día de San Jordi


Un libro y una rosa en Caracas

La Embajada de España y el Centro de Cultura Chacao iniciaron por todo lo alto los eventos del Día de San Jordi, este jueves 23 de abril de 2009 en la Plaza Francia de Altamira, en Caracas. La Plaza estaba preciosa con sus toldos blancos como palomas habitados de libros. La gente iba de un lado al otro revisando los títulos, con la curiosidad ávida de quien persigue un tesoro.

El Señor Embajador de España Don Dámaso Lario y sus amables colaboradores entre los cuales se encuentran Anna Monge, Eloimar Bonilla y Mariveni Rodríguez, organizaron una lectura de poemas dedicada a Pablo Neruda. El Embajador inició con la la Oda al Libro y una cálidas palabras de bienvenida. Leyeron Alberto Soria, Atanasio Alegre, Javier Vidal, Carmen Cristina Wolf, Alberto Barrera, Bettsimar Díaz, Leonardo Padrón, Anastasia Mazzone, Aymara Lorenzo, Albinson Linares, Mariela Casal, Jean Paul Leroux, Albi Abreu, Sonia González, Simona Chirinos y algunos otros personajes del mundo cultural.

La costumbre dice que los hombres han de regalar una rosa a la mujer y estas corresponderles con un libro. Cuenta la leyenda que San Jordi, convertido en caballero salva a una princesa de las garras de un dragón, este dragón tenia atemorizada a toda una población y les exigía cada día dos corderos para alimentarse, evidentemente el pueblo se quedo sin ovejas y para satisfacer al dragón se decidió que sacrificarían a una persona del pueblo que seria escogida por sorteo, la princesa fue la elegida y ese mismo día el dragón vino a devorarla, cuando estaba a punto de devorarla apareció San Jordi el cual la salvó clavando su espada en el corazón del dragón. La sangre del dragón al caer en la tierra hizo brotar una rosa la cual Sant Jordi ofreció a su princesa y de hay viene la tradición.

En conmemoración de este día las calles se llenan de puestos donde venden rosas y libros. Les invitamos a acercarse a la Plaza Francia. La festividad de San Jordi será hasta el lunes 27 de abril.

Recordemos a nuestro poeta Eugenio Montejo, Premio de Poesía Octavio Paz

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Alfredo Pérez Alencart: Mi Castellano

Mi Castellano

Distintamente, en otros tiempos, el acento peruano suavizando los músculos del idioma. Hoy, donde estuvo el mismísimo Nebrija, descifro ciertos mensajes que me dejaron aquellos sonreídos por la Poesía de Dios (Luis de León, Juan de Yepes y Miguel de Unamuno). Para mi castellano, soy un eslabón de sílabas sanguíneas anunciando que su corazón sigue vivo, nutriéndose de savias de todas las provincias… Lo aprendí con sus cadencias amazónicas y, desde hace casi cinco lustros, voy mestizándolo en la pétrea Salamanca. No sé si el mañana lo deshaga, pero sepan que a diario yo le pongo una semilla.

Alfredo Pérez Alencart
Para el Día del Idioma

Salamanca, España

Miembro Correspondiente del Círculo de Escritores de Venezuela.

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