Poemas de Rabindranath Tagore

Mis flores eran como leche, miel y vino.
Las até con una cinta dorada, en ramillete,
pero burlaron mi cuidado vijilante y huyeron lejos;
y solo me queda la cinta.
Mis canciones eran como leche, miel y vino.
Estaban presas en el ritmo de mi corazón palpitante,
pero tendieron sus alas y huyeron lejos, ¡tesoros de mis horas ociosas!,
y mi corazón late en silencio.
La hermosa que amé era como leche, miel y vino.
Sus labios, como el rosa del alba; sus ojos, negros como abeja.
Yo callaba mi corazón, no fuera a asustarla, pero ella se fue,
como mis flores y mis canciones; y me ha dejado mi amor solo.

& & &

Anoche, en el jardín, te ofrecí el vino espumeante
de mi juventud. Tu te llevaste la copa a los labios,
cerraste los ojos y sonreíste;
y mientras, yo alcé tu velo, solté tus trenzas y traje sobre mi pecho tu cara dulcemente silenciosa; anoche,
cuando el sueño de la luna rebosó el mundo del dormir.

Hoy, en la calma, refrescada de rocío, del alba, tú vas camino del templo de Dios, bañada y vestida de blanco,
con un cesto de flores en la mano. Yo, a la sombra del árbol, me aparto inclinando la cabeza; en la calma del alba,
junto al camino solitario del templo.

& & &

Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso…

Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso
suelta sus sombras por el río, arrastrando, lento, su luz vaga hacia el ocaso;
cuando lo que queda del día es ya demasiado poco para trabajar o jugar.
Te sentarás sola en el balcón que da al Sur, y yo me pondré a cantarte
en el cuarto oscuro. El olor de las hojas mojadas entrará por la ventana,
en el crepúsculo creciente, y los vientos tormentosos
clamorearán en los cocoteros.
Traerán la lámpara encendida al cuarto, y entonces me iré yo. Y tú, quizá, entonces, escucharás la noche,
y oirás mi canción cuando esté yo callado.

& & &

Soñé que estaba ella sentada a mi cabecera…

Soñé que estaba ella sentada a mi cabecera,
y alborotaba tiernamente mi cabello con sus dedos,
suscitando la melodía de su contacto.
La miré a la cara, luchando con mis lágrimas,
hasta que la angustia de las palabras no dichas
quebró mi sueño como una burbuja.
Me incorporé. La Vía Láctea se veía arder por mi ventana,
como un mundo de silencio inflamado.
Y me pregunté si en aquel momento estaría ella soñando
un sueño que viniera, bien con el mío.

& & &

Rabindranath Tagore, Calcuta, 1861-Santiniketan, 1941 Escritor indio. Es el más prestigioso escritor indio de comienzos del siglo XX. De origen noble, era el último de los catorce hijos de una familia consagrada a la renovación espiritual de Bengala, y se educó junto a su padre en el retiro que éste tenía en Santiniketan. En 1878 fue enviado a Gran Bretaña, donde estudió literatura y música.

Evocó este viaje en Cartas de un viajero (1881), que publicó en el periódico literario Bharati, fundado por dos de sus hermanos en 1876. De la misma época son los dramas musicales El genio de Valmiki (1882) y Los cantos del crepúsculo (1882), y la novela histórica La feria de la reina recién casada (1883).

En 1882, unas experiencias místicas le llevaron a escribir los Cantos de la aurora (1883). En este mismo año casó con una joven de 16 años, y a partir de entonces se dedicó a administrar los bienes de la familia de su esposa y a viajar por toda Bengala. En 1890 realizó un segundo viaje a Gran Bretaña. De este período son las colecciones poéticas Citra (1896) y El libro de los cumpleaños (1900).

En 1901 fundó una escuela en Santiniketan (Hogar de la Paz), en la que estructuró un sistema pedagógico que defendía la libertad intelectual del ser humano. En 1904 publicó el ensayo político El movimiento nacional en el que se pronuncia en favor de la independencia de su país. En 1910 apareció La ofrenda lírica, una de sus obras más conocidas.

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JUAN LUIS LANDAETA, JOVEN POETA VENEZOLANO

El jurado del reciente Premio de Poesía Eugenio Montejo, ha recomendado la publicación del poemario de Juan Luis Landaeta, un joven poeta venezolano. A continuación, una selección de tres de sus poemas:

Juan Luis Landaeta. Selección de poemas

A continuación el pasado

Sustrayendo ecos
permanecerá en la memoria

Sumará lentitud
al desasosiego prometido

Avanzará en el presente

No promoverá nuevos pasos

Huirá de nosotros

***

Habitar
es recorrer lo conocido

Ocupar despacio el ambiente

Distraer los pasos hacia ella
o cualquier otro rincón
que la pronuncie

Asumir próximo lo íntimo

Reconocer lo que se anima
a partir de ti

Las distancias propias

****

Mi lugar es otro tiempo

Otro movimiento
en el espacio de los giros

Un cuerpo en el ayuno

Una mirada en el quehacer

Algún sol en las intenciones

Un tacón en la ventana
o en el ruido del cielo

No saber distinguir

Parecerme a lo que dejé

Y que me nombre su abandono

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EL ESCRITOR GUSTAVO DÍAZ SOLÍS SE HA IDO

El escritor y amigo Gustavo Díaz Solís nos abandonó el 16 de enero. Fue durante muchos años integrante del Círculo de Escritores. Sobre él nos escribe un sentido mensaje, José Tomás Angola:

Hoy, en horas del mediodía, se nos fue Gustavo Díaz Solís. Llevaba días batallando contra una infección pulmonar seria. Hoy se despidió de esta vida. Para los que somos creyentes, no hay final con este adiós. Los que fuimos bendecidos con su amistad siempre recordaremos su caballerosidad, su rectitud a toda prueba, su cultura inmensa y su amabilidad. Lo conocí cuando fui su asistente en el Celarg y no recuerdo jefe más noble, sencillo y repetuoso. Un verdadero dandy de esos que ya no hay. En los últimos años, a pesar de su reclusión voluntaria, tuve la dicha de compartir mucho con él. En su casa de Bello Monte conversábamos de lo humano y lo divino. Extrañaré esas veladas. Venezuela pierde a uno de sus más grandes cuentistas y nosotros a un querido amigo.
Hasta siempre, capi.

En el 2008, el narrador y poeta venezolano Alejo Urdaneta escribió:

La obra literaria de Gustavo Díaz Solís
Por Alejo Urdaneta
SÍNTESIS: Gustavo Díaz Solís nació en Güiria, Estado Sucre, Venezuela, en 1920. Obtuvo el grado de Doctor en ciencias Políticas (1944) en la Universidad Central de Venezuela, y de profesor de inglés en el Instituto Pedagógico de Caracas, en 1949. Ha sido docente de Literatura Inglesa y norteamericana eola: n la Escuela de Letras de la misma Universidad Central y en el Departamento de Inglés del Instituto Pedagógico. OBRA NARRATIVA: Marejada (cuentos, Ed. Bolívar, 1940), Llueve sobre el mar (Cuadernos de la AEV, 1943, cuentos); Cuentos de dos tiempos (Gráficas Panamericanas, México, 1950); Cinco cuentos (Cuadernos de la AEV, 1963); Cuentos escogidos (Monte Ávila, 1997). Traducción de poetas ingleses y de los Estados Unidos de América, señalados en el presente ensayo.

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La ruptura entre los géneros literarios se produjo en Venezuela con tardanza, si comparamos nuestra producción narrativa y poética con la que Europa propuso desde la primera década del siglo pasado. Se eliminaron las fronteras entre poesía y prosa, y la tendencia fue desde entonces disolver en unidad lenguaje-objeto-actor-paisaje, como si llegásemos a una dimensión expresiva en que la reflexión sobre el arte era más importante que el arte en sí mismo. El lenguaje asumió el papel de finalidad, por encima del contenido de la comunicación. La narración se inclinó hacia la forma poética: una oscura corriente de agua marina surge para mover el destino de los personajes: caras, movimientos, voces, gestos, sombra y luz, sueño, el rumbo indirecto del oleaje marino… Nada es fijo ni permanente, como el mar de Gustavo Díaz Solís.
Nuestro narrador nació frente al mar, y el océano ha sido polo de atracción en su obra literaria de cuentos antológicos en la narrativa venezolana: Llueve sobre el mar, el niño y el mar; y aparece como elemento fundamental, casi como personaje de otros cuentos para definir el curso narrativo. Baste nombrar su primer libro: Marejada, todavía situado en el criollismo del relato venezolano.
El desarrollo de la obra de Díaz Solís adquiere pronto formas nuevas en el estilo y la técnica de narrar. Su segundo libro de cuentos: Llueve sobre el mar, es una muestra de la aparición de la poesía dentro del género narrativo en el cuento de Díaz Solís:
“Noche grande, inmensa sobre el caserío. Arriba, muy arriba, la luna amarilla, redonda, brillando. La luna pinta las cosas con extrañas tonalidades. Cae sobre el mar y el mar brilla y suena de un modo distinto. Saca filos a las hojas de los cocoteros que relucen como cuchillos. Chorrea la luz friolenta sobre los ranchos destartalados y los ranchos brillan, parecen más blancos que de día. Clara, clara se ve la calle, Larga, desde el monte hasta el mar. Las dos hileras de ranchos blanquean; refulgen en la noche como una inmensa risa de negro.”
(Llueve sobre el mar. Capítulo X)
Nos quiere decir el narrador, en forma poética, que la exacta luna no está sola en sí misma, porque se hace forma en las montañas y el mar. La luna todo lo engrandece y otorga realidad nueva a la luz que infunde al mar y la playa; no es más ella misma. Después desaparece y se pierde en la sombra.
Llueve sobre el mar, como todos los cuentos de Díaz Solís, es el planteamiento de la adversidad del hombre ante el medio que lo rodea. José Kalasán habita en un pueblo de la costa y vive disipadamente, hasta que cae en desgracia al violar a una mujer. Es acosado por el pueblo y muere. Díaz Solís describe el suceso y nos pinta el cuadro trágico del negro muerto: “Tenía la cara casi hundida en el barro. Gotas de agua enlunada que se enredaban en la greña lanosa comunicaban a la cabeza un raro brillo». El negro sacrificado es también el paisaje, y su presencia resulta necesaria para mostrarnos la lucha del personaje, del hombre de un pueblo sin esperanza. La adversidad que nace de la ignorancia y la pobreza es tema de nuestra literatura hasta hoy, sea en la narrativa de la tierra o en la urbana.
Hay en todo cuento un propósito poético. Así como la poesía es un desbordamiento espontáneo en torno a una situación única que cierra su ciclo dentro del texto, así también en el cuento prevalece la situación única subyacente. Es decir: el personaje y su acción confieren importancia a la situación única narrada, que prevalece sobre el carácter de los personajes.
Los temas de la creación literaria son los del hombre como universo: la muerte, el amor, la pasión de vivir desplegada en líneas geométricas que se cruzan y dirigen hacia el infinito. Si el cuento perdurable quiere ser expresión redonda de un momento de quien narra, ha de dejar que fluya desde la profundidad del pozo la luz que dará sentido al texto. Sin decirlo todo, ha de ser amplio para que todo pueda estar contenido en sus límites.
La tensión interior que descubrimos en un cuento no expresa en un sentido único las pasiones o emociones unidas por lazos invisibles en el ámbito espiritual del autor: “El hombre interior es uno” (Coleridge). Es entonces un decir infuso dentro de un espacio preciso, la sugerencia de la intención que la palabra quiere delimitar pero que hasta al autor escapa. Lo narrado en el cuento remite siempre a referencias que están fuera del texto, a lo inexpresable que también dice el poema. Por el contrario, en la novela todo suceso o peripecia – exterior o no a la conciencia de los personajes – quedan siempre dentro de su ámbito. Al igual que en la poesía, en el cuento el autor ha querido decir algo más que tal vez ignora porque está en sus profundidades y nace de motivaciones oscuras. El hecho literario es la actitud consciente y las consecuencias que resultan de la intencionada utilización estética del lenguaje. La poesía y el cuento no tienen intencionalidad y parece que nacieran de un estado “otro”, más allá de la voluntad deliberada de hacer estética del lenguaje: están emparentados con la fantasía y el inconsciente. El cuento así concebido permanece en los márgenes de lo puramente literario, porque nace del deseo y el impulso desconocido de la conciencia, casi como el sueño. Es la exploración de lo que no es consciencia del narrador, la búsqueda del impulso alienante con el uso del lenguaje analógico.
Uno de los cuentos más notables de Díaz Solís es “El Niño y el Mar”, de 1968. Con una gran economía de recursos, nos narra una historia sencilla, natural, pero con un significado apenas insinuado en la literalidad de la narración. El niño solitario llega a la orilla del mar con simples utensilios de pesca: una lata alargada con un asa de alambre, desprevenido en su inocencia. Sin darse cuenta, lo va envolviendo la pleamar mientras está atento a su acción de pescar algo que no sabe qué es. En esa pequeña lucha con el animal que no ha visto lo acecha la muerte de la alta marea, y cuando ve el cangrejo, “enorme, rojizo con sombras azules, sintió el miedo y el impulso de salir del mar:
“Entonces advirtió que estaba pisando en agua, que el mar asaltaba el terraplén de las algas y avanzaba espumoso y vivo por todos lados, recobrando piedras y rocas y plantas marinas que vivían de nuevo en el ritmo del agua. El niño vio lejos la playa y la duna y el cielo detrás de la duna. Envuelto en el ruido del repunte corrió hacia la playa saltando y chapoteando en el agua tibia y clara del mar…”

Una oscura corriente de agua marina surge para mover el destino de los personajes, pero ha sido el ánimo del protagonista el que ha dirigido la acción que lo ha impulsado a escapar fuera del mar. Se conjuga en el episodio la presencia amenazadora del mar, que el niño no ha advertido, con el mecanismo interno de su pensamiento e instinto.
El desenlace nos descubre que fue el cangrejo alzado en sus patas espinosas el que atemorizó al niño y lo salvó de morir ahogado por la pleamar. El tema de este cuento puede decirse con la forma externa de un poema, pero, aun sin eso, su contenido está difuminado poéticamente en los trazos con los que se insinúa la acción del relato.
El narrador utiliza el lenguaje común: la palabra de la tribu, pero desplaza ese lenguaje hacia significados análogos y distintos que sugieren vivencias que no están en el texto del cuento. Sin embargo, no es necesario que se utilice la dicción poética para que se produzca el efecto de poesía en el cuento, y la palabra de la tribu sirve en el propósito. Las catedrales están hechas con las mismas piedras que pisamos en el camino.
La obra literaria de Gustavo Díaz Solís no se reduce a la cuentística. Habiendo hecho estudios en los Estados Unidos de la literatura inglesa y norteamericana, adquirió dominio sobre la lengua y la literatura inglesa y de los Estados Unidos de América. Ejerció la docencia de la literatura inglesa en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde también desempeñó cargos de dirección.
La traducción al castellano de los “Cuatro Cuartetos”, de Thomas Stearns Eliot (Monte Ávila Editores. Caracas, 1991) es un logro de nuestro autor, en el estilo lírico que capta del escritor norteamericano, y por el ejercicio de un lenguaje formal sujeto a las exigencias de cada poema de Eliot.
También trasladó al castellano la poesía romántica de los poetas ingleses William Wordsworth y Samuel Taylor Colerigde (Monte Ávila Editores, colección MEMORABILIA. Caracas, 1987). Con el título de “Baladas líricas”, Díaz Solís nos dejó su recreación de la obra de esos poetas ingleses.
Y no debe olvidarse la versión castellana de nuestro narrador, de Seis poemas de Robert Frost”.
En una entrevista realizada a Gustavo Díaz Solís, en 1969 (citada por José Balza en la edición del libro: OPHIDIA Y OTRAS PERSONAS. Monte Ávila Editores. Caracas, 1989), el narrador expresó: “Cuando uno escribe se está expresando; y la forma de hacerlo puede ser más o menos directa. Así, en vez de interesarse uno por una forma directa se siente más atraído por la forma indirecta. Es una tendencia a la indirección. Para mí resulta difícil practicar eso que hacen algunos poetas: no buscan un correlato sino que exponen sus sentimientos de una vez”.

Caracas, octubre de 2008.

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NERUDA: COMO VA Y VIENE EL OLVIDO

Por Carmen Cristina Wolf

En los años 60 y 80. Pablo Neruda fue “olvidado” por los intelectuales de vanguardia, tal vez por el éxito desmedido que tuvieron los XX poemas de amor, escritos para Matilde Urrutia, transformándolos en uno de los libros más leídos y comentados de la época. Los nuevos poetas buscaban otras formas de decir. Esta posición adversa, se debió a que muchos de ellos no conocían su obra entera.
Por ejemplo, La Barcarola, Cantos ceremoniales, Residencia en la tierra, Cantos Ceremoniales, Odas elementales, que son libros de inmensidad poética. Un pequeña parte de su obra, fue dedicada a personajes políticos controversiales, esto también le valió el rechazo de los demócratas del mundo. Estos “errores”, el poner a la poesía al servicio de posiciones ideológicas, es una minucia, cuando se aquilata la fuerza y la belleza impresionante de la mayor parte de la obra de Neruda. Hoy, selecciono un poema de Los versos del Capitán, y dos poemas de La Barcarola:

8 DE SEPTIEMBRE

Hoy, este día fue una copa plena,
hoy, este día fue la inmensa ola,
hoy, fue toda la tierra.

Hoy el mar tempestuoso
nos levantó en un beso
tan alto que temblamos
a la luz de un relámpago
y, atados, descendimos
a sumergirnos sin desenlazarnos.

Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos,
crecieron hasta el límite del mundo
y rodaron fundiéndose
en una sola gota
de cera o de meteoro.

Entre tú y yo se abrió una nueva puerta (…)

Pablo Neruda, Los versos del Capitán

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TE AMO
Amante, te amo y me amas y te amo:
son cortos los días, los meses, la lluvia, los trenes:
son altas las casas, los árboles, y somos más altos:
se acerca en la arena la espuma que quiere besarte:
transmigran las aves de los archipiélagos:
y crecen en mi corazón tus raíces de trigo.

No hay duda, amor mío, que la tempestad de Septiembre
cayó con su hierro oxidado sobre tu cabeza
y cuando, entre rachas de espinas te vi caminando indefensa,
tomé tu guitarra de ámbar, me puse a tu lado,
sintiendo que yo no podía cantar sin tu boca,
que yo me moría si no me mirabas llorando en la lluvia. ^

Porque los quebrantos de amor a la orilla del río,
porque la cantata que en pleno crepúsculo ardía en mi sombra,
por qué se encerraron en ti, chillaneja fragante,
y restituyeron el don y el aroma que necesitaba
mi traje gastado por tantas batallas de invierno?

La Barcarola, Pablo Neruda

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EN LAS CALLES DE PRAGA
Recuerdas las calles de Praga qué duras sonaban
como si tambores de piedra sonaran en la soledad
de aquel que a través de los mares buscó su recuerdo:
tu imagen encima del puente San Carlos era una naranja.

Entonces cruzamos la nieve entre siete fronteras
desde Budapest que agregaba rosales y pan a su estirpe
hasta que los amantes, tú y yo, perseguidos, sedientos
y hambrientos,
nos reconocimos hiriéndonos con dientes y besos y espadas.

Oh días cortados por las cimitarras del fuego y la furia
sufriendo el amante y la amante sin tregua y sin llanto
como si el sentimiento se hubiera enterrado en un páramo
entre las ortigas
y cada expresión se turbara quemándose y volviéndose lava

La Barcarola, Pablo Neruda

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CHOPIN Y SU MOJA BIEDA: LA TRAGEDIA ABSOLUTA

Por Edgar Vidaurre

Chopin, nunca habló mucho de aquello que lo impulsaba, que lo animaba a componer y tampoco dejó constancia escrita en cartas o diarios sobre los orígenes del lirismo tan pleno y lleno de esa nostalgia tan suya, tan personal. Su música a mi sentir, es lo más acabado desde el punto de vista poético-metafísico. Es romanticismo si, pero con una calidad de abstracción indescriptible e intraducible, como no sea a través de ese aliento contenido, de esa música conectada y surgida de las evoluciones más internas y secretas del alma. Ahora que después de tantos años me he puesto a tocar sus nocturnos y bajo esta obsesión mía que me lleva a develar lo que está detrás de la música que estudio, me había sido imposible desentrañar los secretos de Chopin.

Su vida amorosa fue igual de reservada. Y digo reservada pues la publicitada relación con Aurora Dupin o George Sand no tuvo, (para Chopin por lo menos), el carácter ni la contextura de un amor con contenido total y trascendido. Este poeta, como buen romántico mantuvo la postura ideal de los tiempos y sus amores perfectos eran aquellos que cumplían con la máxima romántica del amor no dicho. De hecho se sabe que mantuvo durante muchos años una devoción sublime por Constanza, a quien le dedico el Adagio del concierto en Fa… y todo el mundo lo supo menos ella.

Sin embargo, por fin he podido entender de manera lenta y conmovedora su tragedia, aquello que se esconde envuelto en el sentir de su Nocturno para piano solo en Fa No 1 Op. 15. Aunque reservado e introspectivo, Chopin ya entrado dentro de un proceso de maduración espiritual y musical, había dejado de ser el joven de ojos tristes y de amor oculto por la joven Constanza para adquirir ese brillo especial que da la vivencia, la experiencia del contacto con su Elan Vital. En los años que duró la separación de su amada Polonia, de sus padres y de Constanza, se constituyó de manera definitiva el alma de este poeta. Fue sobre el año de 1834 que Chopín encuentra por última vez a su padre y a su familia en la ciudad de Karlsbad en los baños termales… donde encontraría también esta vez el verdadero e irresistible cuerpo del amor en la muchacha llamada Maria Wodzinska.

Ya de niños habían correteado y jugado en los jardines, pero ahora su reencuentro se producía en medio del proceso de maduración de ambos. En el transcurso de toda su vida, Chopin sólo fue feliz durante esos veinte días de crepúsculos y rosas, y toda esa felicidad podía caber en las manos ahuecadas de María. Los atardeceres en las terrazas de mayo, le hizo nombrar a su vínculo como El Crepúsculo. Así lo escribieron en las innumerables notas intercambiadas, en las miradas, en los silencios, en las palabras susurradas, en cada flor furtiva que era dejada secretamente en el momento de los adioses… y esta vez, ya no fue el piano de Federico el que habló, sino él, en propia e inteligible voz, a través de esos labios que María describe como los surtidores del aroma de las sombras…

Chopín le pide a María se case con él y ella acepta conmovida y le pide solo treinta días, para tener la aprobación de su padre. Poco sabemos de aquello que vivió Chopin durante ese mes de espera y de ansiedad, más en algunas de las cartas a su hermana de esos días deja ver su certeza en la felicidad inminente, su esperanza, su seguridad en las promesas recibidas por la vida.

La respuesta le llegó el último viernes de noviembre en una carta formal y seca de María en donde le pedía no verla más, haciendo énfasis en la imposibilidad de cualquier tipo de vínculo entre ellos.

El día de su muerte, en el escritorio de Chopin, fue encontrado un paquete hecho de papel especial y atado con cinta rosada en donde estaban envueltas como si fuera un pequeño ataúd, todas las cartas de María, cada pétalo de las rosas furtivas y sobre el mismo a manera de epitafio la palabra Moja Bieda, que en polaco quiere decir mi tragedia… pero tragedia en términos absolutos que abarcan tanto el ámbito físico y espiritual de manera devastadora.

En el maravilloso libro que el Maestro Alfred Cortot escribió sobre Chopin, pude enterarme que sobre la partitura original del Nocturno en Fa No 1 Op. 15 que estoy releyendo en estos días, está están escritas las palabras Moja Bieda….

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Fuente: www,edgarvidaurre.net. EL LUGAR MÁS SOSEGADO, página del escritor venezolano Edgar Vidaurre Miranda.
EDGAR VIDAURRE nació en Caracas el 5 de diciembre de 1953, iniciando sus estudios musicales en el año de 1958 en el conservatorio de música Juan Manuel Olivares y de piano con el profesor Jorge Farkas.

Posteriormente, estudió con las profesoras Gerty Haas y María Albino hasta 1976 año en el que obtiene el grado de pianista ejecutante, así como también estudios de teoría y solfeo, armonía, contrapunto e historia de la música con los profesores Alvaro Fernaud, Angel Sauce y R. Hernández López. En el mismo año de 1976 obtiene el título de Abogado de la Universidad Católica Andrés Bello, igualmente realiza estudios de filosofía en la misma universidad. En el año 1991 ingresa a los talleres de poesía del Conac en el Ateneo de Chuao y del Celarg a cargo del poeta Alfredo Silva Estrada de manera ininterrumpida hasta el año de 1995, siendo que paralelamente participa en los talleres libres con las poetisas Elizabeth Schön e Ida Gramcko.
Autor de los libros de poesía:
– La resurrección de los frutos (Mención de honor en la bienal 1993-1994 de poesía mística Antonio Rielo de España)
– Poemas de la tierra (1995)
– La fugitiva (ganador del premio único de Poesía Bienal Latinoamericana José Rafael Pocaterra (1994-1996). Editorial La Liebre libre. Venezuela
– La séptima Rosa (1996)
– El lugar más sosegado de la tierra (Mención de Honor en la bienal municipal de literatura Augusto Padrón, 1997). Colección de Poesía. Secretaría de Cultura del Estado Carabobo. Venezuela
– Panayía (1998-1999)
– El lamento de Ariadna (2002-2004)
Autor de numerosos ensayos sobre poesía, escritos especialmente para los talleres del Celarg, así como, de artículos para los periódicos El Siglo y el suplemento literario Verbigracia de El Universal, conferencista de la Dirección de Literatura del Conac (1996-1997) y del Ateneo de Maracay.
Desde el año de 1989, es colaborador y coeditor de la Editorial Vertiente Continua del Poeta Alfredo Silva Estrada, y director fundador del Fondo Editorial Diosa Blanca. Es Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela.

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MARISOL MARRERO, NOVELISTA VENEZOLANA

Marisol Marrero: Una venezolana canaria

Por Blanca Miosi
http://blancamiosiysumundo.blogspot.com

Esta primera entrada del año la quiero dedicar a una autora venezolana: Marisol Marrero.  Pocas veces he tenido oportunidad de leer a escritores venezolanos, no porque no los haya; hay muchos y muy buenos, según las críticas y los círculos literarios del país. Tal vez sea enteramente mi culpa el no buscarlos debido a la mala suerte que he tenido con las editoriales venezolanas.

Pero ahora no se trata de hablar de mí sino de Marisol Marrero, cuya primera novela: Lotte von Indien, La coloniera de Tovar, tuvo tal éxito que ahora publica por Planeta, y la saga continúa, pues es una trilogía de la que no me pienso perder la última, apenas salida del horno.

En Caracas existe un clima muy agradable, estamos a una altura de novecientos metros sobre el nivel del mar, de manera que pese a estar en una zona caribeña no existe un calor excesivo, pero si uno recorre por sus montañas, las cuales rodean productid=»la Gran» w:st=»on»la Gran Caracas, especialmente la cordillera que nos separa de la costa, encontraremos que el clima es tan frío como en cualquier lugar de Europa en otoño o principios de invierno.  

Lotte, diminutivo de Carlotte, es la protagonista de esta primera parte llamada Lotte von Indien.  Vino con su familia desde la Alemania de los años 1840, en un barco junto a un grupo de inmigrantes alemanes de productid=»la Selva» w:st=»on»la Selva Negra, atraídos por la propaganda que de la Venezuela de entonces se hacía.  Una niña soñadora, a la que le gustaba leer e inventar historias.  Sin embargo, Lotte es una protagonista dura, hermosa y muy apasionada, y es aquí donde la maestría de Marisol Marrero nos envuelve, pues transforma momentos álgidos en sueños sofocantes, y utiliza una prosa a la que pocas veces como lectora he tenido acceso.  

La novela que le sigue a la niñez y juventud de Lotte es Niebla de Pasiones. En ella va quedando atrás la niña de las preguntas sin respuestas, de los amores equivocados, para rendirse a la evidencia de que está enamorada, y se va descubriendo capa tras capa como si estuviéramos ante una cebolla, y con cada capa nos enfrentamos a situaciones que ni siquiera habían cruzado por nuestra mente, vamos descubriendo secretos, mentiras, infamias, amores, y tal como el título Niebla de pasiones,quedamos envueltos en una bruma que por momentos no es la que enturbia La Neblina, el lugar donde ocurren la mayoría de los hechos, allá en las sierras de productid=»la Colonia» w:st=»on»la Colonia Tovar, a solo treinta minutos de Caracas, la capital.  Es la de nuestros corazones. Entonces el tiempo se contaba de otra manera, no había caminos, ni existían las facilidades de transporte de hoy.  Por otro lado Venezuela estaba siempre convulsionada por alguna revuelta, un golpe de estado, un levantamiento o una guerra civil, de manera que los tranquilos colonos alemanes no comprendían dónde se hallaba aquel paraíso que les habían descrito cuando se animaron a mudarse de continente.

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Los datos históricos acerca de las revueltas y saqueos de Ezequiel Zamora, sus pleitos con Páez y la figura paciente y conciliadora de Guzmán Blanco se ven reflejados como si la autora hubiese conversado con ellos.  Lotte se ve envuelta en rebeliones y amores en viajes de regreso a Europa convertida ya en una hacendada que con sus propias manos levantó los cafetales que aprendió de un personaje que llegó a ser presidente de Venezuela por poco tiempo. Me encantaría poder develar más detalles pero entonces restaría el placer a los lectores, de encontrarlos.  Solo puedo decir que nada es lo que parece ni todo lo que brilla es oro. A veces es más que eso. El erotismo que se respira es profundo, deja huella, Marisol es una maestra describiendo la pasión, mientras juega con nuestra propia mente.

La lectura de estas dos primeras partes me ha dejado una niebla en el alma, y eso solo es posible cuando la comunión entre lector-escritor se da por completo.

*Marisol Marrero vino a Venezuela muy pequeña procedente de las Islas Canarias. Es socióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela, tiene una maestría en Psicología Social y ha sido profesora universitaria. Ha publicado doce libros de poesía y dos ensayos. En narrativa: Las brujas modernas vuelan en la red, y Alonso e Isabel, además de esta trilogía,
Es Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela y del Pen Club de Venezuela.

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Canto al Amor Divino, Selección de poemas

Carmen Cristina Wolf

I

Miles de hojas caídas desde el Génesis
me acercan a tus pasos.

Voy por la senda de llegar a ser
y sólo llegaré a ser
si soy Contigo

Y seré Contigo en tu alegría.

* * *
II
Te imagino
pescando en las orillas del mar de Galilea,
tallando la madera
con tus manos de bosque repartido
y un halo de aserrín en los cabellos.

Cristo
de la cosecha y de la siembra.

Cristo
del pensamiento y la batalla.

Cristo
del vino y la vendimia.

Cristo
del ideal y la palabra.

Cristo
de la esperanza y de los sueños.
* * *

III
Hay un instante
entre el atardecer y la ternura
en que el tiempo se va lejos de mí
y doy gracias al tiempo
por haberse marchado
y dejarme
en la eternidad
por algunos momentos.

Así
me voy acostumbrando.

Quiero vivir
prisionera de tu Libertad,
hoy dejo el libro abierto.

Voy a buscarte
lo inmortal me llama.

* * *

IV
Para hablar Contigo
no necesito más que la claridad
de una voz que atraviese el universo
y te cante.

Deseo aprender de Ti
el lenguaje del alma

Yo quiero escribir cantos para Ti.
que echen a andar por el mundo
escritos con palabras de cristal, de madera
de fuego transitivo

* * *

Selección del libro Canto al Amor Divino, Editorial Cármina, Caracas 1998. Autora: Carmen Cristina Wolf, poeta venezolana

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Acerca de unos buenos cuentos

 
Por Magaly Salazar Sanabria

Comenzaremos diciendo que el libro I Edición de Cuentos de la Fundación Aprende a Escribir un Cuento, es una publicación muy bien cuidada, con un diseño de portada y diseño gráfico de la colección elegantes y creativos, asimismo, la edición de los textos, que producen agrado a la vista e invitan a la lectura de unos cuentos sorprendentes.

Un soñador de honorable acción, sincero en sus palabras, generoso con la comunidad, es Heberto Gamero Contín, que al lado de su diligente y gentil esposa, Iris Verastegui de Gamero, se han dedicado a llevar adelante este proyecto que, en principio se pareció a un sueño pero , que sin lugar a dudas, es bendecido por Dios porque su energía proviene de un ejercicio de gratitud: devolver con creces a los otros la distinción de que fue objeto cuando se ganó el Primer Premio en la Edición 63 de los Cuentos de El Nacional de 2008 con “Los zapatos de mi hermano”. En principio, Heberto Gamero Contín y su Fundación se animan con la búsqueda de un contento que sólo llega cuando el trabajo y las palabras benefician así mismo y a los demás.

Los que tuvimos la dicha de asistir a un Taller dictado por Heberto nos percatamos de la sencillez y claridad llevada a cabo en la transmisión de los conocimientos ofrecidos. Los grupos participantes estaban conformados por personas de distintas profesiones e inquietudes. Heberto expresó sus ideas con un lenguaje accesible para que todos entendieran y esa enseñanza-aprendizaje se demuestra en los interesantísimos cuentos recogidos en este valioso libro. Además, el ambiente creado entre facilitador y asistentes se caracterizó por la cordialidad, que permitió escribir creativamente, sin prejuicios y con libertad.

Para entrar en materia diremos que el cuento se plantea como un juego narrativo entre el autor y el lector, atenidos ambos a su especificidad: brevedad, condensación, personaje generalmente único, que impone a la historia un conflicto que se tensa como un arco hasta el final. Así el lector fija su atención para participar con agudeza en el descubrimiento de “aquello” que muchas veces no se dice pero se sugiere y es allí donde la inteligencia y perspicacia del lector descubre la propuesta porque los cuentos son señales vigorosas de lo imaginario.
Entretanto, la “Fundación Aprende a Escribir un Cuento” ha realizado varios talleres en diferentes lugares de Caracas y el interior: En octubre de 2009, en la  Sala Cabrujas de la Fundación Chacao, en ICREA y Taller Juventud Prolongada. En 2010, los participantes se reunieron en: el Taller Marshal (dos oportunidades).2 talleres en  Sucre,  ICREA, Sala Cabrujas. En 2011, la Fundación dictó los talleres: ICREA, Sala Cabrujas  y Casa de la Cultura Ramón Vásquez Brito de Porlamar. Estos encuentros han sido catalogados por los asistentes como muy fructíferos.

Con la finalidad de aportar una modesta opinión acerca del  libro I Edición de Cuentos de la Fundación Aprende a Escribir un Cuento, hemos releído con placer los textos dela publicación y aunque todos son muy buenos, comentaremos algunos escogidos al azar: “Un cuento del cuento”, de Néstor Hugo Cardoso Alvarez, es una historia de aduanas aeroportuarias, libros, y como todo viaje en avión, las conjeturas, dudas o “rollos”, y hasta lo bueno, “pasan volando” de acuerdo con una antigua propaganda de una aerolínea venezolana y lo que parecía ser, no es tal cosa. El autor crea hábilmente una atmósfera de suposiciones.  “La esperanza” de Elizabeth Conde Pinto, sugiere, con buena pluma y de manera sorpresiva, el viaje frustrado de unos balseros detenidos por los aullidos de patrullas de marina isleña. Limpidez, sencillez del lenguaje y precisión del rayo, contribuyen a dar personalidad a este cuento.

Con cierta picardía cotidiana, la historia de Loly García, “De difuntos” nos revela entretelones de vidas íntimas más allá de la muerte con cierto humor sarcástico y buen manejo del tiempo. Un amor que se presta a confusiones es “El amor de mi vida”, de Alessandra Hernández, gran habilidad para crear el ambiente  y un secreto hilo temático que se desnuda al final.

Julio César Marcano Simoza, escribe “Autorretrato con los ojos abiertos”, introduce un elemento importante: una superstición de alguna abuela y sus significaciones mágicas; aquella de cerrar los ojos ante las cámaras fotográficas porque ésta se “roba el alma” del fotografiado. Estupendo el manejo de la variante anecdótica y el conflicto Excelente manejo del lenguaje: límpido, preciso. Una historia de hábil resolución. Y si de locos se trata, la historia de Gladis Poletti, “La otredad de Julia”, aguza la capacidad de investigación del lector. Muy bien planteada la terrible orilla de la locura. 
Javi de Rodez, escribe un cuento largo: “Cuando algo grande muere, algo aún más grande nace”. Es la historia de Xavi y Orianna”. Se trata de una serie de vericuetos narrativos que apuntan a un conflicto de mentiras, malandros, coqueteos, frivolidades y muerte con un tinte político. Sorprendentes exigencias anecdóticas y buena  narración .“Cuentos de buseta” de Jorge F. Muskus Rodríguez, es un relato de la solidaridad y el respeto por el prójimo. Lo cotidiano, lo citadino  caraqueño, están presentes en este ambiente de calle y de espíritu. Lo interior en lucha con los “mandatos” de la sobrevivencia.
En “El tren bajo la lluvia”, de Magaly Salazar Sanabria, la elocuencia de los sentidos, el soliloquio misterioso de un anillo, el traqueteo del tren que viaja de Carmona a Sevilla bajo la lluvia, la soledad de mujer, conducen al que lee  a partir de un ritmo fluido a un suspenso con un final inusitado a través de estrategias narrativas novedosas y entretejimiento de los planos cronológicos. Otra temática como la policíaca caracteriza el cuento “Joaquín”, de Mario Schiavelli. Un envenenamiento lento perpetrado a un marido déspota durante 38 años, 11 meses y 18 días, demuestra la capacidad de fabulación del autor que nos revela al final toda una dulce venganza. Una manera de colocar la historia ante el espejo de la realidad. Sorpresivo el desenlace.

Todos los cuentos del libro de la Fundación Faec son verdaderos hallazgos merecedores de comentarios por la belleza del lenguaje, sus significaciones simbólicas, por la justeza de la acción y los argumentos, extensión, la tensión, el manejo del tiempo, la estructura, la temática, la creación del conflicto, la constitución de los personajes, diseño de los escenarios, el punto de vista del narrador, relación hombre naturaleza y por sus  correlaciones entre los textos. Hemos comentado  algunos como una muestra significativa de la excelencia de este I Edición de Cuentos de FAEC. Invitamos a los lectores a entrar en estos entramados sibilinos, quemantes como las luces de fuegos artificiales que son los cuentos FAEC. Bienvenida esta publicación.

*MAGALY SALAZAR SANABRIA, venezolana, poeta, ensayista, con postgrado en Literatura, con una amplia obra publicada. Directora de Relacones Institucionales del Círculo de Escritores de Venezuela

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XVIII Bienal Literaria “José Antonio Ramos Sucre” 2011

Los escritores venezolanos Ramón Ordaz, Magaly Salazar Sanabria y Alberto Hernández, fueron los Jurados de la XVIII Bienal Literaria “José Antonio Ramos Sucre”. Los tres pertenecen al Círculo de Escritores de Venezuela, privilegio que nos honra. A continuación, transcribimos el Veredicto:

VEREDICTO

Nosotros, Magaly Salazar, Alberto Hernández y Ramón Ordaz,
constituidos como Jurado de la XVIII Bienal Literaria “José Antonio
Ramos Sucre”, después de las debidas lecturas, confrontaciones y
deliberaciones acerca de los libros participantes, hemos decidido
otorgar por unanimidad el premio al poemario Putas metamórficas,
firmado por Galatea, libro que destaca por un cultivado lenguaje de la
desmesura, obra que, audaz y transgresora, transita con soltura y
eficacia de la poesía a la prosa para exhibir fulminante, a todo
riesgo, dolorosas y cáusticas imágenes de la sexualidad
circunstanciada por una insólita exacerbación de los sentidos, por un
asedio al cuerpo en sus transfusiones, excrecencias, descomposiciones
y desmembramientos, todo bajo el espectro alucinante de un erotismo
que, lejos de hacer concesiones a lo vulgar, con magistral lirismo
revierte la atormentada intimidad en un prodigio verbal. Abierta la
plica, el seudónimo Galatea correspondió a la escritora MARÍA DE LOS
ÁNGELES RUIZ GARCÍA.

Del conjunto de libros concursantes, el jurado estimó justo conceder
dos menciones: La primera para Cuidados intensivos, firmado por
Catulo; la segunda, para Espesuras, firmado por Reynaldo Sassia,
poemarios que con sobrias y decantadas expresiones poéticas dialogan
con el acontecer y lo cotidiano del tiempo presente. Abiertas las
plicas, resultaron favorecidos los escritores ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA y HÉCTOR ANTONIO ESPINOZA respectivamente. En Cumaná a los veintiséis días del mes de noviembre de dosmil once.

Alberto Hernández Magaly Salazar Ramón Ordaz

Cumaná,8 de Diciembre de 2011

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VENEZUELA, POEMA DE ALFREDO PÉREZ ALENCART

Nuestro agradecimiento al escritor Poema Alfredo Pérez Alencart, Miembro Correspondiente del Círculo de Escritores, por enviarnos desde Salamanca su reciente poema «Venezuela»

VENEZUELA
Alfredo Pérez Alencart

Tierra escogida,
brisa respirada lejos del álgebra del fracaso
y de las bengalas malditas:
un río serpentea o galopa entre los Andes
y yo estoy arriba, por el páramo merideño, poniendo
piedras que faltan a la capilla de Mucuchíes, Juan Félix
abrazado del doctor Contramaestre, en alma
los dos bajando de otros firmamentos en un diáfano arcoiris,
serafines que luego la niebla no desvanece en mi retina,
tahúres celestiales como el librero Caupolicán
que muere y se agiganta en Salamanca
donde antes hablamos de ronquidos presidenciales,
enfermo ya, como doliéndole su nascencia en la negra boina
junto al tanatorio: cháchara gustosa que ungimos
con grasa de ballena y vino tinto de viejas tabernas.
Pero estoy por Maracaibo, en casa de los Crespo
o al habla con César David, mientras corporalmente
me criogenizo y sensible bulle mi corazón
la madrugada que transito al encuentro de Ramón, del Viejo Lobo,
del Capitán que lagrimea, como yo, por aquel
cuyo fantasma fue avistado en una esquina de Tovar.

Voy con mis muertos venezolanos, inquilinos
del sentimiento incandescente: atrás de todo, su tierra
y sus zapatos negros, las uñas que siguen
creciendo, la cicatriz del abrazo de sus historias inverosímiles
que suceden allá por La Hechicera, otra vez en Mérida
igual a sí misma donde bebo unas cervezas con Pepe Barroeta
y Salvador Garmendia una noche que se abre a la muerte,
como uno más de los misterios.

Entonces alguien llama: “¡Alfredo, Alfredo”, y yo
reconozco a Jesús Serra en cuya casa pernocté
antes de subir al páramo. Y luego otra voz:
“Ayúdame, hermano”, y llego a vislumbrar cómo disparan
contra Giandomenico, allá por la Pedregosa Alta.

Pero voy por Caracas con el viejo Adriano exacerbado,
acompañándolo porque no soporta la soledad
de sus huesos portátiles; pero voy con Domingo Miliani
para que me cuente sus historias; pero voy con Eugenio,
tan magno en la anunciación de su terredad,
hermano que al centro de la palabra había llegado.

Voy por ahí sabiendo que hay nieblas y tinieblas,
que hay señales furiosas. Pero sigo adelante,
vendándome la cabeza.
Sigo la pista de mis amigos muertos, pálidos diamantes
que desentumezco para la resurrección. Ellos están conmigo
porque vuelven desde la garganta del infinito y porque
yo sé darles un ánimo salvaje.

Venezuela,
¡préstame un poco de tus muertos
y deja que los frote adentro de mi corazón!

(A Enrique Viloria Vera)

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Palabras de Heberto Gamero sobre el escritor José Heriberto García de Quevedo

Palabras de Heberto Gamero Contín en ocasión del bautizo del libro sobre José Heriberto García de Quevedo, «Un poeta venezolano en la Casa Real Española» (El amor sublime de Isabel II), escrito por Carlos Alarico Gómez.
Caracas, 29 de noviembre de 2011. Centro Cultural Chacao.

Todo comenzó cuando Jesús, uno de mis hermanos, aficionado a la genealogía, fue al Archivo Principal de Coro, Estado Falcón, a buscar documentos ?partidas de nacimiento, básicamente que revelaran los orígenes de la familia. Conociendo la meticulosidad y el rigor con el que Jesús desempeña su afición, me imagino que se metió de lleno en el archivo, tal vez las ocho horas laborables que tiene el día, sacó copias de cuanto documento revelador encontró y armó unas voluminosas carpetas con todo aquel tesoro familiar. Días después recibí una llamada suya donde con cierta emoción me decía que había dado con un poeta entre nuestros ancestros, un escritor de nombre José Heriberto García de Quevedo, nacido en Coro en 1819 y fallecido en París en 1879. Cuando le pregunté qué parentesco teníamos me dijo que nuestros abuelos sextos, María de la Paz Valdés Quevedo y Bravo y Diego García de Quevedo eran también los bisabuelos del poeta, por lo que José Heriberto, quien no tuvo hijos, venía siendo nuestro primo colateral en sexto grado, primo segundo de nuestra tatarabuela Clemencia García de Quevedo y Bravo. Muy interesante, le dije, y qué se sabe de su vida. Poca cosa, respondió mi hermano…

La verdad es que Jesús no había encontrado ninguna biografía del escritor, apenas una breve reseña donde señalaba que José Heriberto García de Quevedo había sido embajador de España en Perú y en Venezuela, que había representado a España en China y en otros países, que había sido un buen amigo de la reina Isabel II, tanto, que se batió a duelo por ella y le perdonó la vida a su adversario y, finalmente, que le había escrito un poema que fue premiado por la Real Academia Española en 1865. La vida del primo entonces comenzaba a lucir muy interesante. Le dije a mi hermano que si no existía una biografía de José Heriberto en Venezuela tal vez en España conseguiríamos una. Casualmente para esas fechas tenía planeado un viaje a éste país y en enero de 2008 me presenté con mi esposa en la Biblioteca Nacional de Madrid. Allí pudimos encontrar varias de las obras de José Heriberto, pero como parte de otros libros… también una foto suya, que es la que figura en la portada del libro, pero ninguno que hablara a fondo de su vida; preguntamos al empleado y nos dijo que no, que al menos en España no se había escrito ninguna biografía sobre nuestro personaje. Entonces, si no existía una biografía suya en España, y tampoco en Venezuela, no había dudas de que nadie en el planeta había escrito sobre el poeta coriano. Un poco decepcionado salimos del lugar con la certeza de que ya habíamos hecho todo cuanto podíamos por averiguar algo más sobre la vida del vate. Pero no, me dije, todavía podemos indagar un poco más.

Mientras caminábamos hacia el hotel, en la calle San Bernardo de Madrid, nos encontramos con una pequeña librería especializada en libros antiguos. Entramos. Al fondo había un hombre de lentes sentado frente a un escritorio repleto de libros viejos; parecía verificarlos en una larga lista. Lo saludamos y le preguntamos si tenía algún libro del poeta José Heriberto García de Quevedo. Me suena, dijo, déjeme consultar la lista. Al poco rato nos dijo que sí, que había algo del poeta, pero que no era una biografía si no un poema. Me gustaría verlo, le dije de inmediato. El hombre se levantó de la silla con la lista en la mano, fue hasta el fondo de la librería, se subió en una larga escalera y empezó a escudriñar los lomos de los libros que estaban en el último stand. El olor a papel viejo inundaba el salón. Luego arrimó la escalera un poco más, se rascó la cabeza, su mirada fija sobre los lomos, hasta que por fin sacó un delgado folleto color verdoso. Era el poema premiado de José Heriberto García de Quevedo. No lo podía creer. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Un milagro, pensé. Aún sin creer lo que veía le pregunté el precio. Doce euros con dos centavos, me dijo. Sorprendido por el precio tan bajo de semejante joya saqué el dinero, le pagué y nos fuimos con nuestro folleto bajo el brazo, felices por las calles de Madrid.

Esto tiene que ser una señal, le dije a mi esposa, una señal del poeta para que rescatemos su nombre, para que desenterremos su literatura. Primero el hallazgo de mi hermano, luego éste: encontrar un original, el poema premiado por la Real Academia Española en 1865, en la primera librería en la que entramos, en una ciudad donde en cada esquina hay una venta de libros, algo increíble…

Fue el momento cuando, ya que no existía una biografía del pariente, decidí escribir una yo mismo. Pero al paso de los días y pensándolo mejor me dije que yo no era especialista en biografías, mucho menos en novelas históricas, que lo más sensato era buscar a un historiador experimentado y encargarle el trabajo. Así fue que un día, y también por casualidad, en una reunión en casa de nuestra común amiga, la periodista y escritora Nery Russo, conocimos personalmente al historiador Carlos Alarico Gómez. Este es el hombre, me dije apenas nos estrechamos las manos. Poco después le propuse el proyecto y lo aceptó encantado. Finalmente, luego de dos años de espera, el libro Un poeta venezolano en la Casa Real Española (el amor sublime de Isabel II) ya está publicado.

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EDUARDO LIENDO: EN TORNO AL OFICIO DEL ESCRITOR

EN TORNO AL OFICIO DE ESCRITOR
Ensayo leído por el escritor venezolano Eduardo Liendo, el 27 fe noviembre de 2011, día en que le fue conferida la Medalla Internacional “Lucila Palacios” por obra de vida, en la Sala Cabrujas de Caracas, por el Círculo de Escritores de Venezuela.

“Deleitar con el lenguaje y asombrar con la invención” Miguel de Cervantes

“Nada es real si no lo escribo” Virginia Woolf

¿UN OFICIO SINGULAR?
Es algo aventurada la tarea de incurrir en generalizaciones para explicar una actividad como la del escritor, en la cual apreciamos el talento del individuo y la singularidad de la obra en un lugar predominante. ¿No es acaso la personalidad artística de un autor lo que más admiramos en su condición? Seguramente, son valores singulares los que confirman la genuina importancia de los autores de excepción. Pensamos ahora en Shakespeare y Cervantes, Flaubert y Kafka, Twain y Faulkner, Dostoievski y Tolstoi, Cortázar y Rulfo; para nombrar algunos imprescindibles.
La naturaleza individual de la obra permite dudar de la pertinencia de utilizar una caracterización denominada El oficio de escritor. ¿Sería el mismo oficio el que permitió la creación de Madame Bovary y de Pedro Paramo? ¿De Guerra y Paz y El viejo y el mar? Igualmente sería innumerable la diversidad de las obras considerando el idioma original en que fueron escritas, temas, géneros, escuelas, épocas, estéticas y un extenso etcétera, para intentar idealmente someterlas al modelo de un oficio único. No obstante, pretender esta generalización es un atractivo ejercicio intelectual, de hecho, son numerosos los libros de entrevistas a creadores literarios donde se alude como asunto al así considerado oficio de escritor.
Estas páginas que ahora escribo sin ninguna pretensión letrada, ni mucho menos academicista, -soy un narrador y no propiamente un literato- persiguen ordenar lo que pienso al respecto, apuntalándolo con algunas opiniones que considero válidas e ilustrativas de varios autores. Muchas de ellas contradictorias entre sí.

LA CONDICIÓN DEL LECTOR
La primera cualidad indispensable para el escritor parece ser, o haber sido en una época de su vida, la de un lector muy especial. Un lector interesado, acucioso, voraz, y no pocas veces empedernido. Seguramente en el origen de toda vocación literaria se encuentra una grande y a veces temprana admiración por los libros y sus autores, y luego una intensa necesidad de emularlos.
La escritura literaria, como el canto, se aprende en principio por imitación. Los escritores suelen vanagloriarse de sus lecturas al igual que un atleta con sus pruebas deportivas. Es memorable, al respecto, el testimonio de Jorge Luis Borges: «Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”. Por su parte, el filósofo Juan Nuño expresa un juicio categórico: «La clave de todo buen escritor es la buena lectura. Sin lectura, mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible. Creer que escribir es esperar a que salgan las setas, por generación espontánea, es equivocarse de medio a medio. Escribir es lo que sobrevive después de muchísimas lecturas. Y de continuarlas sin cesar» (Escritores y escribidores).
La literatura se nutre en buena medida de la misma literatura, por tal motivo, para un escritor (o un autor potencial) leer no es nunca un acto completamente gratuito, puesto que en esa obra leída con particular interés, puede encontrarse un germen de la propia obra. Creo que fue Dostoievski, el autor ruso que pensando en la herencia literaria recibida por su generación afirmó: «Todos hemos salido debajo del capote de Gogol». Y está claro que sin libros de caballería, y su lectura cervantina no existiría Don Quijote como lo conocemos. Ese parece ser el fundamento primordial de todo oficio de escritor: ser un excelente lector. No serlo, por el contrario, implica una seria limitación.
La lectura ilumina al escritor sobre un sin número de posibilidades temáticas y formales; en este sentido, la originalidad debería entenderse como una mezcla personal de múltiples influencias, algunas de las cuales podrían ser no totalmente conscientes para el mismo escritor considerado. Muy frecuentemente los escritores dan a conocer largas listas de aquellas obras y autores que aprecian como fundamentales en su formación, y hasta tratados sobre el tema, a la manera de Los libros en mi vida de Henry Miller. En buena medida se puede afirmar que para un escritor de oficio leer es releer.
En mi propia experiencia de lector me aventuro a mencionar veinte títulos que me resultan sumamente entrañables: Cuentos de hadas chinos, Las aventuras de Tom Sawyer (leídos en mi niñez) Las confesiones, de Rousseau, La madre, Rojo y Negro, Crimen y Castigo, Ana Karenina, Don Quijote, Juan Cristóbal, El Conde de Montecristo, Balzac, de Stefan Zweig, Las ilusiones perdidas, Hamlet, Canto a mí mismo, Muerte en Venecia, Madame Bovary, El lobo estepario, Cuadernos del destierro, Los novelistas y la novela, de Miriam Alott, Pedro Páramo, Nueva antología personal de J. L. Borges, y pienso por lo menos en un centenar de libros más, que me han acompañado largo rato en la travesía de ese extraordinario y apasionante laberinto construido de palabras.
La lectura se constituye en una actividad creativa, al leer en cierto modo recreamos el texto, no exagera demasiado Joseph Conrad cuando sostiene que: “El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector”. Lo que también puede significar un fuerte estimulo para la propia escritura. Cada texto presupone de modo explícito o implícito los textos anteriores. Lectura y escritura son actividades íntimamente interrelacionadas y complementarias.

LA VOLUNTAD DE CREACIÓN
Al precisar cuál sería la cualidad fundamental de un soldado, el escritor prusiano Karl Clausewich (famoso por su concepción de la guerra como la política librada por otros medios) señaló al valor personal en primer término, puesto que, careciendo del mismo, las otras cualidades del soldado quedarían anuladas. Parece lógico, un soldado cobarde tendría muchas dificultades, sobre todo en tiempos de enfrentamiento armado. Si nos hiciéramos la misma pregunta con respecto a la cualidad fundamental del escritor, supuesto el talento, posiblemente resultaría ser la voluntad, puesto que otras cualidades importantes como la experiencia, la capacidad de observación o el dominio del lenguaje, pierden significación o quedan anuladas si no existe la firme voluntad de crear la obra. Sin voluntad no hay obra. Todos podemos recordar algún personaje, con muchas supuestas potencialidades para la escritura: algo de gracia, no poco ingenio y mucha verbosidad, anunciando siempre, durante años el poemario, el libro de ensayos y sobre todo la novela que según él se encuentra a punto de cuajar. Por supuesto que ya tiene título, epígrafe, apéndice y hasta padrino de la obra, pero pasan los días, los meses y los años y no ocurre el anunciado parto. Casi siempre sucede que las ensoñaciones del frustrado autor no fueron secundadas por una firme voluntad de hacer.
El proceso de la creación según lo refieren muchos autores es complejo y exigente, y puede transitar o transcurrir por diversos estados de ánimo: Ideas, intuiciones, dudas, desánimos, motivaciones, aflicciones, despechos, alegrías y otras manifestaciones, de acuerdo con el temperamento y la experiencia de cada autor. Cada obra es única y, por lo tanto, sujeta a imponderables, si no fuese así, no valdría la pena escribirla. Seguramente un paradigma de la voluntad de creación difícil de superar fue el terco Gustavo Flaubert. Asomémonos a una página de su correspondencia:
“No sé si es la primavera, pero estoy de un humor de perros. Tengo los nervios tensos como hilos de alambre. Estoy irascible sin saber por qué. Quizás la causa sea mi novela. No va, no funciona. Estoy más cansado que si empujase montañas. De repente me entran ganas de llorar. Hace falta una voluntad sobrehumana para escribir, y yo sólo soy un hombre. A veces me parece que necesito dormir durante seis meses seguidos. ¡Ay, con qué desesperación veo las cumbres de esas montañas adonde quería subir mi deseo! ¿Sabes cuántas páginas habré escrito dentro de ocho días, y desde que regresé de París? Veinte. ¡Veinte páginas en un mes y trabajando siete horas diarias por lo menos! ¿Y la finalidad de todo esto? ¿El resultado? Amarguras, humillaciones, nada que me sostenga, si no la ferocidad de una ilusión indomable. Pero envejezco, y la vida es corta”. (A Louise Colet. Croisset, sábado noche, 24 de abril de 1852)
No obstante, se sabe que el régimen de disciplina de los escritores es muy variable. Los hay rigurosos, que confiesan responder a un estricto horario. Se fijan puntuales tareas y hasta un número determinado de palabras escritas. Son los «jornaleros», los que piensan como Miguel Ángel Asturias que el novelista es «la araña de la literatura», aquellos que «no creen en la inspiración sino en las nalgas», o sea, en el trabajo forzado, según decir de Carlos Fuentes. Y también existe la raza de los lentos, de los morosos que presumen de ser «holgazanes», aunque son persistentes en el cumplimiento cabal de la obra emprendida, como los cuentistas Julio Garmendia y Augusto Monterroso.
En cierta ocasión, en “Calicanto” la acogedora casa de la escritora Antonia Palacios, pregunté a Alejo Carpentier por su régimen de escritura, habiendo sido, como se sabe, un autor prolífico de obras extensas. «El único secreto es la página diaria -me dijo- una página diaria son 365 páginas al año. Más que suficiente. Pero hay que tener la disciplina necesaria para cumplir cada día con la tarea pautada».
Es obvio que se trata de posturas y ritmos de actividad distintos, pero, tanto en «forzados» como en «holgazanes», la constante es la firme voluntad de creación. Aquí vendría al caso como ligero comentario mordaz, el juicio de Raymond Chandler: “Leo constantemente como los autores dicen que jamás esperan que llegue la inspiración; lo que ellos hacen es sentarse en sus escritorios todas las mañanas a las ocho, con lluvia o sol, con los restos de una borrachera, un brazo roto, o lo que sea, y vomitan su pequeña cuota. No importa cuán en blanco estén sus mentes o cuán agarrotados sus cerebros, nada de absurda inspiración con ellos. A ellos entrego mi admiración y mi cuidado de evitar sus libros”.
Sin voluntad de creación no hay obra concluida, y cada autor verá de qué manera acomete su tarea, por lo menos para el gran narrador William Faulkner lograr la obra se sobrepone a cualquier otra consideración: “El artista es responsable sólo ante su obra. Si es un buen artista, será completamente despiadado. Tiene un sueño y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Mientras no se libra no tiene paz. Arroja todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo con tal de escribir su libro”. (William Faulkner, The Paris Review)

LA VOLUNTAD DE ESTILO
Por ser la palabra la forma expresiva fundamental del escritor, es desde el lenguaje y con el lenguaje como este realiza la obra literaria. En cierto modo este hecho hace al escritor más «común y terrestre» que los creadores de otras disciplinas artísticas, quienes cuentan con recursos e instrumentos exclusivos, cuyo funcionamiento no es conocido o dominado por la mayoría de los individuos. La lectura de partituras musicales y el uso de instrumentos que requieren de largo aprendizaje es propio de los músicos; así como el dominio de los materiales y herramientas es indispensable para el escultor; las pinturas, telas y otros variados elementos son manipulados por el pintor, y el cineasta cuenta con un equipo sofisticado, todo lo cual determina que sus creaciones sean productos algo distanciados del conocimiento del común de los individuos, en tanto hacedores. El lenguaje, por el contrario, es patrimonio y vehículo de comunicación permanente de casi la totalidad de los individuos de una específica comunidad idiomática. Es con esas mismas palabras de su lengua y no con otras, con las que el escritor debe pretender la excelencia expresiva. El encanto de una escritura de alto valor estético. Crear belleza, con la misma lengua que gasta, manipula utilitariamente y muchas veces degrada (aunque, paradójicamente, también modifica y enriquece) el común de sus hablantes. De allí la importancia de la voluntad de estilo en el oficio de escritor, por lo cual, como afirmara Jean Paul Sartre: «Nadie es escritor por haber decidido decir ciertas cosas, sino por haber decidido decirlas de cierta manera». En esa «cierta manera» radica el estilo y, por lo tanto, el valor de la prosa y, por supuesto, en mayor grado en la poesía como logro estético.
Es conocido que a la excelencia del texto se llega casi siempre mediante un riguroso proceso de elaboración y decantación. De atención a la armonía de la forma, de despojo del lugar común, de limpieza de gazapos y ripios, de arduo perfeccionamiento. Tal vez considerando este proceso de revisión crítica, una de las maneras más certeras y permanentes para su estimación ha sido la utilizada por el conde de Buffon científico, humanista y escritor francés, que en el ya lejano siglo XVIII consideró al estilo como «una larga paciencia».
Indagando acerca de una posible definición conceptual más o menos sucinta tropiezo con el siguiente juicio: “El estilo es un concepto que puede definirse desde distintas perspectivas, pero por lo general se caracteriza por una serie de elecciones condicionadas por la intención y la situación. En el caso de los textos literarios, la intención es artística, y la función producir placer estético en el lector al tiempo que se le estimula intelectualmente”. Nina Melero (Letralia). Esta reflexión sobre el estilo encaja perfectamente con lo que afirma sobre su actitud escritural la gran escritora Margarite Yourcenar:”Escribir es una elección perpetua entre mil expresiones ninguna me satisface, y sobre todo no me satisface sin las demás”.
La clave es elección perpetua, el escritor, por ejemplo, en cierto momento, tiene que optar entre las palabras rabia, ira, cólera, furia, furor, arrechera, iracundia, bravata, balandronada y otras, para expresar un estado de ánimo irritable. Esa combinatoria particular de las palabras va conformando el texto y estilo del mismo. El narrador y poeta Cesare Pavese apunta lejos en esa dirección cuando afirma que:”Una vez escrita la primera línea de un relato ya todo está elegido, el estilo, el tono y el cariz de los hechos. Dada la primera línea, es cuestión de paciencia: todo el resto debe y puede salir de ella”. Por nuestra parte, pensamos que el tema y el tono influyen decisivamente en el estilo.
Atendiendo a la cualidad siempre perfectible del estilo, podría afirmarse que, en literatura, escribir es reescribir. El escritor realizaría tantas versiones como fuesen necesarias hasta alcanzar, según su subjetividad, el acabado de su obra: «Un poema es el último borrador que llevamos a la imprenta», sentenció Baudelaire. Son numerosos los escritores que aluden a este arduo proceso de reescritura. Por ejemplo, un testimonio de Flaubert da cuenta de nueve versiones de Madame Bovary, hasta llegar a la definitiva; también García Márquez refiere haber escrito ese mismo número de versiones de El Coronel no tiene quien le escriba: «Hasta que la sentí como hablaba mi abuela», comenta. Por mi parte, con la modestia del caso, puedo asegurar que nunca hago menos de tres versiones de mis novelas o cuentos, el primer borrador manuscrito, luego el texto transcrito antes por la máquina de escribir, ahora por la computadora, y una nueva reescritura con ajustes y correcciones de estilo antes de la entrega al editor. Los escritores suelen hacer otras correcciones finales durante el proceso de revisión de las pruebas de imprenta. El notable poeta José Emilio Pacheco al ser interrogado:
¿Y cuándo sabe si un texto es bueno o malo?
Responde: “Eso me costará decirlo. Tal vez uno si tiene la intuición de lo que está bien. El problema es que es una intuición provisional, porque después de que sale el libro sigo corrigiendo… Soy un horror para los editores”.
Son pocos los autores que hablan de una única y definitiva versión de sus textos literarios, publicados prácticamente sin alteraciones. Representan la excepción. Por supuesto, no tomamos en consideración aquí a los que, careciendo de exigencia en el ejercicio escritural, no procuran obtener un producto literario formalmente logrado.
Es muy aleccionadora la forma en la que el escritor y periodista Gay Talese nos da a conocer su método y estilo de trabajo:
“Siempre sigo dándole vueltas a una frase hasta que llego a la conclusión de que carezco de la voluntad o la habilidad para mejorarla, y entonces paso a la siguiente. Al final –eso puede tomar días, una semana entera- reúno suficientes frases escritas a mano como para formar un párrafo y suficientes párrafos como para llenar tres o cuatro páginas de la libreta amarilla. Ahí es cuando por lo general hago a un lado el lápiz y me paso al teclado de mi Olivetti, o de la IBM, o del Macintosh LLci, y comienzo a transcribir lo que he escrito a mano”.
“Mi curiosidad me lleva en distintas direcciones, pero hasta que no invierto mucho tiempo –meses, años- no tengo certeza de que el tema elegido es capaz de mantener mi interés. Algunas veces arrojo a la basura varios borradores de lo que he escrito, mientras que otras veces los conservo, los archivo, los vuelvo a leer uno o dos años después, los reescribo y tal vez vuelvo a archivarlos, o decido que después de todo no valen la pena, así que los rompo y me deshago de ellos para siempre”.“Con frecuencia, escribir es como conducir un camión por la noche sin luces, perderse en medio de la carretera y pasar una década en una zanja”. (G.T. Vida de un escritor)

LA MUSICALIDAD:
En el texto existe un ritmo y un tono, es la respiración de las palabras, más bien de la escritura. Se escribe con el oído. En algunas grandes obras se siente, de trasfondo, algo sonoro y poderoso como el oleaje del mar. En este sentido sólo aspiro ser un decoroso músico. Un turpial, si no se es un canario cardenal o un ruiseñor gentil.
La deuda:
Sin los libros que me señalaron, el escritor no existiría. Si de golpe, me quitaran todo lo que la lectura me ha dado, sería el hombre más pobre del mundo. El más indigente.
Responsabilidad y destino:
Proceder como una conciencia libre es un alto valor que el escritor debe reivindicar, la capacidad de disentir, de no subordinar dogmáticamente su inteligencia ante ningún poder. Cuando el escritor enajena su conciencia, deja de ser propiamente un escritor. Deja de ejercer la soberanía personal, y su palabra pierde resonancia.
La mejor literatura es el más hermoso espejismo de permanencia, eso experimentamos después de leer Don Quijote, Hamlet, Madame Bovary, El canto a mí mismo, La metamorfosis, Pedro Páramo. Mi padre el inmigrante.
El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás, aunque lo niegue, su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra. La muerte tiene brazos de molinos de viento.

(Texto parcial del trabajo titulado En torno al oficio de Escritor. 2011)

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Día Internacional de la Paz: haz que tu voz se oiga

Paz y Democracia en Venezuela y en el mundo: haz que tu voz se oiga

El Círculo de Escritores de Venezuela se une a la celebración del Día Internacional de la Paz. El 21 de septiembre se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Paz. Las Naciones Unidas invitan a todas las naciones y a todos los pueblos a respetar ese Día la cesación de hostilidades y a observar también el Día con actividades de educación y concienciación del público respecto de asuntos relacionados con la paz.

La Asamblea General ha declarado que este es un día dedicado a fortalecer los ideales de la paz, tanto en el seno de todos los pueblos y naciones como entre ellos.

Este año, en que el Día se celebra por trigésima vez, el tema es “Paz y democracia: haz que tu voz se oiga”.

En el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas se afirma que la Organización se fundó para prevenir y resolver los conflictos internacionales y ayudar a crear en el mundo una cultura de paz.
La paz y la democracia están vinculadas íntimamente. Juntas constituyen una alianza que promueve el bienestar de todos. La democracia, consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sustenta un entorno propicio para el disfrute de innumerables derechos políticos y libertades civiles.

En armonía con el tema del Día se está produciendo en el mundo un fenómeno extraordinario. En todas partes, las jóvenes y los jóvenes están demostrando el poder de la solidaridad acercándose unos a otros y manifestándose unidos en favor del objetivo común de la dignidad y los derechos humanos. Este impulso poderoso trae consigo la posibilidad de crear un futuro en paz y democracia. Une tu voz a la de ellos.
Hay muchas formas de participar en las prácticas democráticas, por ejemplo, interviniendo en un diálogo sobre los procesos constitucionales, promoviendo el empoderamiento de la sociedad civil, contribuyendo a la lucha por la igualdad entre los géneros y contra la discriminación, coadyuvando a la educación cívica y fomentando la inscripción de votantes.

El Día Internacional de la Paz ofrece a todos los pueblos del mundo una fecha común para organizar acontecimientos y emprender actividades que pongan de relieve la importancia de la paz y la democracia en forma útil y realista.

El Día Internacional de la Paz fue proclamado en 1981 en la resolución 36/677 de la Asamblea General de las Naciones Unidas para que coincidiera con la apertura del período de sesiones de la Asamblea, el tercer martes de septiembre de cada año.

La primera observancia del Día de la Paz tuvo lugar en septiembre de 1982. En 2001, la Asamblea General aprobó por unanimidad la resolución 55/282 , por la que declaró que el 21 de septiembre sería un día anual de cesación del fuego y de no violencia.

Resumen de la fuente: http://www.un.org

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Redescubrimiento de la lectura de Doña Bárbara.La imagen del cine reinventando la palabra

Magaly Salazar Sanabria

La novela latinoamericana se ha destacado en el mundo entero por su excelente narrativa y sus propuestas ficcionales. Estas características han hecho de ella un cultivo propicio para la imagen del cine. No sólo el boom latinoamericano ha estimulado la producción cinematográfica. En América, personaje como la Doña Bárbara, novela del mismo nombre de Rómulo Gallegos, se afianzó en el mundo de la cinematografía.
Doña Bárbara, novela tan importante de nuestra literatura traspasa las fronteras de un libro para apoderarse de la imagen visual. Se trata de proyectarla al lenguaje del cine para que sea más conocida su belleza artística y su trascendencia- También, se propone distinguir los canales de información de un film: (el habla, texto escrito o guión, banda sonora, imagen visual, efectos sonoros o especiales).interpretar el mensaje de la película y su importancia, reconocer el guión, y la imagen , el punto de vista del crítico y del narrador, el montaje, la fotografía, el encuadre de la película.

En la película observaremos:1)En qué corriente cinematográfica latinoamericana se inserta la obra.2)Estructura de las películas y su funcionamiento:-Coherencia y organización -Ordenación de las secuencia 3) Los canales de información: Texto escrito, el habla, la imagen visual, banda sonora, efectos sonoros4) La puesta en escena del guión 5) La importancia de la imagen como elemento de sugerencia 6)Punto de vista del narrador y del crítico. 7) Qué dice el Director (Elementos estudiados en una investigación más prolija)
Doña Bárbara (1943):
Director Fernando de Fuentes Reparto Principal: Guión: Rómulo Gallegos y Fernando de Fuentes, Co-director: Miguel Delgado, Música: Francisco Domínguez, Fotografía: Alex Phillips. Reparto Principal: María Félix: Doña Bárbara, Julián Soler: Santos Luzardo, María Elena Marqués: Marisela, Andrés Soler: Lorenzo Barquero, Agustín Isunza: Juan Primito.
Doña Bárbara fue la revelación de un gran escritor: don Rómulo Gallegos y también la entrada magistral de Venezuela en el escenario mundial y continental. Gracias a esta obra, se hizo acreedora de un mayor prestigio literario e intelectual.

Esta novela originó, en 1943, la película de su mismo nombre. Dirigida por Fernando de Fuentes e interpretada, en el papel estelar, por la mítica María Félix. Cuenta la película que Santos Luzardo, un hombre de la ciudad, regresa al llano a recuperar sus tierras. Se tropieza con la fuerza dominadora de Doña Bárbara y la de un Juez corrupto que no le importa la justicia. El Hato de Santos es Altamira y él quiere vender su propiedad pero dos fuerzas antagónicas se oponen: su sed de justicia y la barbarie y la arbitrariedad de la Doña. En todo este entorno vive Marisela, la hija abandonada de Doña Bárbara. La Doña es la devoradora de hombres, se enamora de ellos y después los destruye y Santos Luzardo no es la excepción, pero esa batalla la pierde la “dañera” porque Santos se enamora de Marisela y se casan. Al final de sus tropelías y cuando se ve perdida, la hija de los ríos se pierde en el tremedal, entre fantasmas ,sombras y espantos de la sabana.
El viaje en el bongo de Santos Luzardo, el recuerdo de Asdrúbal, un hombre a quien la Doña amó, el espectro de la Barquereña, la tierra maldita, los acontecimientos insólitos de la aplicación de la ley, las tolvaneras, los amansadores, las supersticiones, son cuadros interesantes de los referentes geográficos y humanos de la película.
Es importante resaltar el medio físico y humano. El llano venezolano, sus paisajes y lugares, ancho, de inmensidad bravía,“praderas sin límites, hondos, mudos y solitarios ríos.” Por supuesto, que la película no puede detallar la inmensidad de árboles, pájaros y animales que describe la novela pero trata de amoldarse a los ritmos de la obra escrita. La fotografía y la imagen como metáfora de la realidad física y espiritual están muy presentes en el film. Los personajes principales se definen muy bien, pues fueron escogidos los mejores actores del cine mexicano. Doña Bárbara, Santos Luzardo, Pajarote, el Brujeador, Juan Primito, Mister Dánger, Lorenzo Barquero, entre otros peronajes, han sido bien tratados. Los habitantes del llano, francos, rudos, crédulos, desconfiados y supersticiosos, sobrios, maliciosos, trabajadores e indómitos, recelosos y leales, “humildes a pie y soberbios a caballo”, son trasladados al cine con cierta fidelidad.

Al definir categorías y pautas de observación y valoración de un relato literario, se producen vacíos y ausencias inevitables, sobre todo al trasladar de una novela de la densidad de Doña Bárbara, que se explican porque en este tipo de trabajo se pretende poner punto final a un tema. Sería inútil y presuntuoso querer llevar la inmensidad de la obra literaria al lenguaje fílmico. La aspiración es hacer un análisis pertinente y viable en un área que se caracteriza por ser interdisciplinario.

La película posee muchos cuadros, retratos, sugerencias, es un mundo físico y un mundo psicológico, es folklore y es símbolo; es una historia social y política, es una propuesta de reivindicación y superación. Es también crítica de un presente triste y lleno de porvenir. La película guarda un mensaje profundamente humano: la confianza en el progreso, en un futuro mejor, en la redención, en el triunfo de la civilización sobre la barbarie. Pero como toda película que proviene de una obra literaria resulta difícil, en ciertos casos, llevar a cabo una adaptación convincente a los ojos de los espectadores y que no traicione las bondades de la literatura en la opinión de los lectores. Así que el film Doña Bárbara no puede asumir la novela como tal, es otra cosa.

BIBLIOGRAFÍA
Cabrera, G. (1997) Cine o sardina. Madrid: Alfaguara
Casetti, F y Di Chío, F (1996). Cómo analizar un film.Barcelona: Paidós
Feldman, S.(1994) La realización cinematografica. Barcelona: Gedisa.
Geduld, H. (1997). Los escritores frente al cine. Madrid: Fundamentos
Martín, M. (1996).El lenguaje del cine .Barcelona: Gedisa
Schbckers, S. (1995) De la novela al cine. Análisis narratológico-comparativo. En: Revista
Iberoamericana Lateinamerika Spain. No 60. pags. 20-47

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Traemos a colación un asunto que nos parece de suma importancia, planteado en esta editorial de Analítica Premium, sobre un tema que nos concierne a todos, un mal que arrastramos en Venezuela: “Una de las facetas más negativas que tenemos es la creencia generalizada de que las leyes están allí para que las cumplan otros; eso es la característica principal de la mal llamada viveza criolla”.
Fuente: www.analitica.com. Gracias por permitirnos publicarla

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Venezuela necesita personas que crean en la reconciliación, pero eso si, con una disposición cierta a vencer los males que caracterizan la vida en nuestra sociedad
No va a ser fácil pasar la página después de tantos desaguisados. Nunca en la breve historia de nuestro país habíamos alcanzado el grado de polarización que hoy existe, y lo más grave es que la raíz del odio se expande como un tumor maligno en nuestra sociedad.
Venezuela necesita personas que crean en la reconciliación, pero eso si, con una disposición cierta a vencer los males que caracterizan la vida en nuestra sociedad. Estos no son solo el producto exacerbado de estos últimos doce años sino que vienen desde mucho más atrás en nuestra historia republicana.
Una de las facetas más negativas que tenemos es la creencia generalizada de que las leyes están allí para que las cumplan otros; eso es la característica principal de la mal llamada viveza criolla. Por eso, sin importar el color político que nos defina, nos coleamos en el tráfico, en las filas que se forman en los bancos y si somos motorizados no tenemos porque respetar otra norma que la de llegar primero.
Una de las primeras lecciones que tendremos que aprender, si de verdad deseamos vivir en un mejor país, es acatar las normas esenciales para vivir en sociedad. No sirve molestarse cuando alguien abusa de su poder y viola las normas si no pensamos con honestidad, si en otras ocasiones y quizás a diferente escala no hemos hecho lo mismo.
La siembra de valores debe ser tarea de todos, en la casa, en la escuela y en la vida. Sin moral y cívica no hay sociedad que funcione y necesariamente para poner el orden que no hemos sabido crear tendremos que someternos a las veleidades del caudillo de turno que impondrá el orden que más le convenga y le favorezca.
La solución a la crisis existencial de nuestra nación no está en un nuevo Mesías sino en la toma de conciencia de que los cambios nos corresponden hacerlos todos en nuestra cotidianidad.
La solución.

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