Escritura femenina ante la violencia

Por Carmen Cristina Wolf

Di tu palabra. Si nadie te escucha, habla con los astros, con la sombra que pasa. Elige un sitio de resplandor oculto. Antonia Palacios

La poesía es la conciencia más fiel de las contradicciones humanas, porque es el martirio de la lucidez (…)
María Zambrano

Cuatrocientos años antes de Cristo, Aristófanes, maestro en el análisis del comportamiento humano, escribe la obra Lisístrata, cuyo nombre significa «la que dispersa los ejércitos». Ella es la mujer de un soldado ateniense, que agotada por las continuas guerras, reúne a las mujeres de distintos bandos y les propone iniciar una huelga de abstinencia sexual. En un principio las mujeres manifiestan su desacuerdo, pero ella logra convencerlas de que no tengan relaciones íntimas con sus esposos hasta que éstos firmen la paz. Los hombres, frustrados por la veda sexual, resuelven dejar la lucha, firman la paz y ponen fin a la huelga de sus mujeres. Esta obra es un ejemplo extraordinario del esfuerzo pacífico y organizado por oponerse a los desafueros de la guerra. Cabe advertir que no estoy de acuerdo en otorgar el poder a un solo grupo de la sociedad. Sobre un gobierno de mujeres con exclusión de los hombres es pertinente mencionar la obra El Parto, farsa en dos tiempos de Helena Sasssone. Esta obra dramática penetra en las contradicciones de una sociedad regida solo por mujeres, que por natural reacción ante los atropellos sufridos por la predominancia del varón, ha caído en los mismos vicios que conlleva el abuso del poder.

La violencia armada y los regímenes totalitarios son el peor azote de la humanidad, fuente inagotable de sufrimiento y de miseria. Aún hoy agobia a pueblos enteros, algunos de ellos por motivos religiosos, étnicos, culturales, económicos, generalmente a causa de la ambición de poder como razón fundamental. Y a propósito de las perversiones que acarrea el poder absoluto, deseo centrar este trabajo en tres libros recientes, que coinciden en una conciencia histórica notable acerca del drama del totalitarismo y la violencia.

Se trata de los poemarios Armadura de piedra de Edda Armas (Fondo editorial Pequeña Venecia, 2005), Cuerpos de resistencia de Magaly Salazar Sanabria (Círculo de Escritores de Venezuela, 2006) y Sangre de Anabelle Aguilar (Grupo Editorial Eclepsidra, 2002). Sin que así haya sido, estas mujeres venezolanas parece que hubieran llegado a un acuerdo para escribir estos libros. Es como si la sensibilidad ante los desmanes actuales del poder y la escalada de injusticias en el mundo que nos rodea, hubiese golpeado la sensibilidad de estas tres mujeres como el restallar de un latigazo.

1. Armadura de piedra

Volver al escalpelo / abrir el pecho del hombre / interrogarlo. Edda Armas

El poemario Armadura de piedra abre página con un epígrafe de Walt Whitman: «Dios maldiga las guerras, todas». En el poema I se escucha la voz de la poeta, Al descampado que dice: «Volverán, / Ahora son fantasmas, seres / inanimados, nombres apenas / La historia los destruye / les quema las alas / van con el alma desprovista / en la orfandad de una vigilia / encadenada sin día ni noche.» (…).

Sin querer evoco de inmediato una figura de carne y hueso, una mujer pálida, y exánime por la ausencia de amor y de cuidados. Se trata de Ingrid Betancourt, convertida junto con otros ciudadanos en escudo humano de una guerra perversa, de la cual tuve lejana noticia a través de la prensa hace ya tiempo, pero que ahora se me prende al alma en las madrugadas y la encomiendo a la Madre de Jesús de Nazaret, para que la guarde en su Amante Corazón. Ella junto a sus compañeros de cautiverio, es ciervo indefenso, objeto de canje para sus guardianes, esclavos de la sinrazón, capaces de jugar con las vidas humanas como si fuesen muñecos, por conservar sus posiciones de poder. Imagino también el frío, el miedo, las heridas de los jóvenes en Irak, en Gaza, en Kenia, en el Tibet, y las mujeres abandonadas en desesperación y soledad, sin saber donde están sus maridos o los hijos de sus entrañas. O el pueblo de Ruanda, a quien dejan morir de hambre los gobiernos mientras la gente tira las sobras de comida en la basura. Ante todos estos males, los versos de Edda Armas, de una terrible lucidez,, vienen a tocar a las puertas de los corazones de cada uno de los seres humanos que andan sin armadura, a pecho descubierto: Una desgarradura en la tiniebla : «(…) somos esta circunstancia /este cielo eclipsado / este olvido de lo humano / (…) /una inexactitud en el dolor / que nos aflige sin retorno.»

Al leer estos versos es difícil no evocar a María Zambrano, en su libro Filosofía y Poesía, que nos señala. «Ninguna guerra tiene justificación porque se paga en tortura, esclavitud y muerte. (…) La poesía es la conciencia más fiel de las contradicciones humanas, porque es el martirio de la lucidez.» Este verso de Edda revela la amarga realidad detrás del escenario: «Llegó el hombre accionando la palabra guerra. / Náusea demencial. Disputa eterna, trono del Rey». Los mercaderes esgrimen toda clase de «motivos» para fomentar la masacre entre hermanos o en contra de otros pueblos, pero estos «dementores» de la guerra no arriesgan ni una pestaña. Ellos están en el trono o cerca del trono, bien comidos y bebidos, alimentándose de la sangre de los otros, enviando a los jóvenes a morir por sus supuestos «ideales». La obra de Aristófanes es clarividente en cuanto a la posición de las mujeres con respecto a la guerra. Lo femenino no sólo engendra, su naturaleza es cuidar, proteger. Por eso escribe una obra en la que las mujeres se rebelan ante la barbarie. Edda Armas, como una nueva Lisístrata, anhela un mundo diferente: «¿Dónde un trozo de tierra sin violencia?, leemos en el poema VI. (…) «Ante la barbarie / quedas a la intemperie / Solo. Desnudo. Cortado / ante la jauría.» La diferencia de Edda con Lisístrata es que aquella no se niega al amor para lograr que los hombres dejen de ensangrentar a la humanidad. Al contrario, apela a la belleza y la ternura: «Alguien trae vendajes, miel y flores de azahar / para aliviar las heridas, pero no basta»

¿Hasta cuándo, hombres hiena, hombres rapiña, hasta cuándo esta campaña eterna de desolación? Líderes que azuzan a hermanos contra hermanos para lograr sus ambiciones de preservarse en el poder. Comerciantes de armas que acarician sus maletines de billetes, y un grupo de títeres que celebran los improperios en contra de los más débiles. Entonces, la palabra poética eleva su voz de protesta que viene a ser conjuro para ahuyentar el mal: «Alguien trae vendajes, miel y flores de azahar / para aliviar las heridas, pero no basta.» Seres humanos indefensos esperan una paz que no llega, mientras «duele la llaga, la marca, la verdad que esperamos / La paz que ninguna civilización alcanza.»

La tercera parte del poemario de Edda Armas lleva por título «Alas que sólo tiene el pájaro que arde». La mujer poeta pregunta: «¿Bandera, qué te has hecho, dónde te clavan / en qué orificio muerto? / Llama viva entre papeles cóncavos / donde no cabe el poema.» Sí, el poema está allí, se clava en el pecho de todos, erguido, vital, aunque escondido entre las páginas del libro Armadura de piedra, y aunque la serpiente trate de enroscarse en nuestros tobillos con su vaho de mentiras, estos poemas nos convocan a continuar sembrando y protegiendo. No nos convencerán los argumentos que defienden motivos y supuestas bondades futuras después de la masacre: «El ojo insomne / acopia lucidez / atento a la eclosión / a la diáspora / a lo que espera por Ser / narrado», se lee en el penúltimo poema de Armadura de piedra. Así, la mirada poética no duerme, aguarda la irrupción de un territorio iluminado y da cuenta de la experiencia de lo que «es». Esta mujer nos recuerda que no se puede abandonar a los heridos en el campo de batalla. Su voz poética no los abandona.

2. Cuerpos de Resistencia

En el bosque, la savia es degollada,/ sin embargo, los ríos se empeñan / en la resurrección. Magaly Salazar

Sobre el poemario Cuerpos de resistencia de Magaly Salazar Sanabria, la escritora Lidia Salas afirma que este libro se constituye en afluente que va por cauces de rebeldía y denuncia. Salas recuerda a otras voces latinoamericanas que «se han atrevido a denunciar las injusticias, discriminaciones y manipulaciones del poder al servicio del totalitarismo». Y al referirse a los versos de Salazar escribe: «Con sencillez denuncia la invasión de nuestros territorios más caros (…) sugiere, con la seducción de un ritmo fino en las frases, la alternativa por y para una vida más cierta. Su acción, como la de aquellos pioneros de la segunda guerra mundial, es clandestina, es subversiva, valiente y decidida. ¿Existe algo más clandestino que los códigos poéticos?»

Leamos algunos versos de Cuerpos de resistencia: «El país cae a pedazos / mientras te desconectas / mojando la ética en cerveza / y aderezando los bolsillos / con plata y lisonja. / Entretanto la poesía / no encuentra paño que la vista.» El drama que hoy vive Venezuela y otros países donde no se respeta el estado de derecho es reiterativo y doloroso. Así, dice la poeta sobre lo que percibe a su alrededor: «Estos días padecen lo triste / la rabia y el fulgor.» Pero no todo es desesperanza: «En este país todo es posible / mientras tengamos la oportunidad / de encontrarnos.»

El testimonio de Magaly Salazar está preñado de sentido histórico cuando escribe: «puede ser que la esperanza se prohíba; / las letras en voz alta anuncian la caída, / cuando los afectos no vuelan parapente, / cuando los pensamientos se envilecen / cuando las ideas se lavan con cualquier detergente / y hay asma y ahogo en la información.» Esta revelación reclama por la amenaza permanente a la libertad de pensar y disentir de los discursos del poder. Y frente a los gobiernos que esgrimen la fuerza para amedrentar a los ciudadanos: «vino con su máscara y sus botas / y más allá su lágrima, /¡Cocodrilo de marras! …Por eso, no eres un héroe / sino un escamoteador de libertad … Quién hereda mi corazón en este país saqueado?»

Acogiéndome a las enseñanzas de Gandhi, afirmo que la opresión armada solo puede combatirse a través de la no violencia y de la resistencia pacífica. Y mediante una voz poética como la de Magali Salazar. La soberbia y el narcisismo es fustigada con el verbo lúcido de Salazar: «Los labios enredaron al narciso / porque su boca no bebió buen vino / y su lengua extravió todas las transparencias». Salvarnos de la violencia y el odio pasa por el ejercicio del amor: «Entretanto tú y yo andamos / con el arrebato del amor … / Sólo en tu pecho se descubre / la irreverencia de sus amarillos / y el sonar de la verdad. … / Y tú oloroso a nosotros /nómbrame la intemperie, haré una habitación / en la mitad del cuerpo /… Juntémonos, amor / y hagamos gentío. / Me reclama tu herida / y la plegaria por todas las heridas.» No hay indiferencia posible en la poética de Salazar, que confía en los abrazos para iluminar la tiniebla del depredador y abrir un «espacio para la libertad.»

3. Sangre

Ese día descubrí / que las banderas / no sólo sirven para enarbolarlas / cubren también / rostros de muertos jóvenes / pero no / sus zapatos deportivos amarrados por la mañana / con la inocencia / de que la patria se defiende / con la paz Anabelle Aguilar

En el 2002 se publica el poemario Sangre de Anabelle Aguilar (Grupo Editorial Eclepsidra). La nota editorial de la contraportada reseña: «Sangre conmueve el lector desde el primer poema. Algunos reconocerán la «escena» del crimen, la anécdota está detrás como pretexto; si eso es así se reconocerá también la inteligencia de su autora para sortear el panfleto.»

El escritor venezolano Alejo Urdaneta, en su libro «El Arte, una apreciación personal», escribe: «Existe una conciencia histórica que obra en la actividad humana y que también está presente en el arte, el impulso radical que brota de lo más intransferible de la existencia, constituye la morada espiritual en que se había instalado originariamente el hombre: Ethos; y ese aliento espiritual forma el modo de vivir y percibir el entorno social.» Me refiero a este aspecto porque a medida que se leen los versos de Anabelle Aguilar, unido al goce del encuentro con un lenguaje depurado y original, encontramos una profunda conciencia labrada en el dolor por la violencia que acecha a la humanidad, tanto en Venezuela como en los más apartados confines de la tierra. Pareciera que el desencadenante de estos versos es la masacre de un grupo de manifestantes indefensos que se encontraban cerca del Puente Llaguno en la ciudad de Caracas el día 11 de abril del 2002. Aunque el primer poema es universal porque arropa a las víctimas de épocas distintas: «No sólo la sangre es roja / oigan / tulipanes africanos / rosas de Pentecostés / plumas de zorzal» (…)

Podría referirse a cualquier pueblo, a cualquier calle en cualquier lugar. Cuántas veces las armas de fuego rugen más fuerte que la voz de los inocentes: «No era sangre menstrual / era de munición 308 / aguafuerte en media calle / (…) imposible /(…) lamerla / como la de los santos / imposible / ni siquiera llorarla. » No piso las arenas del análisis sociopolítico para juzgar este o aquel suceso, me quedo con la daga del verbo que brota de las heridas de los ofendidos del mundo. Estos versos van dejando en la tierra un hilo ensangrentado que no es de un solo color, porque «en púrpura y matiz de rosa / se convirtió la espalda de mi hombre / con olor inhumano / de olor a pólvora / y a hierro despavorido / desperdicio de color entre la humareda agónica». Sangre no es un simple poemario, en él están sembradas las voces de millares de hombres, mujeres y niños cuyo derecho a vivir o a una existencia preservada de violencia ha sido cercenado con la cimitarra retorcida y oxidada del odio. Es un canto a la paz, un grito por los oprimidos. No es un escrito de «compromiso político» al servicio de una ideología. Lleva grabado el tatuaje de lo auténtico, la pureza del vino transformado en sangre de todos los Cristos anónimos. Las palomas huyen cuando los fusiles se apoderan de las naciones: «Nunca vi tanta sangre / en el Calvario / (…) huía de la piel / de los Ghandhis / que llevaban crisantemos y banderas.»

Corina Yoris señala en una entrevista para el diario El Nacional (03-02-08): «El gobernante recurre al miedo como una estrategia para someter a la masa.» Señala que el gobernante ilegítimo siente miedo porque sabe que ha violado un principio de legitimidad. «En su fuero interno está consciente de ello. Él teme que esa sociedad a la que él está subyugando se pueda rebelar en algún momento». En mi país se escuchan miles de voces clamando por la libertad, con manos blancas alzadas hacia la redoma azul. Se dice por allí que algunos pretorianos están bajando sus armas, porque piensan en lo que sentirán mañana sus hijos si arrasan con los tulipanes.

Leamos este verso de Anabelle Aguilar: «nada tan hermoso / como la libertad del pez espada.»

A manera de conclusión.-

El hecho de que las autoras de estos poemas sean tres mujeres venezolanas no es un dato a ser desestimado. Los versos a que se ha hecho referencia, profanos y sublimes, fueron escritos por mujeres de vasta cultura literaria, reflexivas y atentas a los signos de los tiempos, acostumbradas a la delicadeza de maneras, pero de extraordinario carácter. No solo su poesía, sino su historia personal, son un testimonio para el mundo en contra de toda violencia, bien sea física o psíquica, venga de donde venga.

La libertad siempre conlleva el riesgo de tener que elegir el camino a seguir. Mas preferible es asumir la responsabilidad de ser libres a permitir que sea un hombre que se cree superior o mejor que los demás el que trate de conducir nuestras vidas como si fuéramos un rebaño de su propiedad. La esencia del hombre es ser libre, no podemos sentirnos íntegros sin la libertad, aunque nos ofrezcan alimentos, seguridad física, lo que sea. Y si nos es arrebatada a la fuerza, la integridad de nuestro ser no nos deja doblegarnos y seguimos pensando y luchando y añorándola hasta el último latido. Debo concluir estas notas con unas palabras de Gandhi, mejores que las mías: «La historia nos enseña que nos vemos agobiados por los males que sufren los vencidos cuando son oprimidos brutalmente, aun con las mejores intenciones, cuando se encuentran bajo el fardo de la miseria… La verdadera libertad no vendrá de la toma del poder por parte de algunos, sino del poder que todos tendrán algún día para oponerse a los abusos de la autoridad»

Ponencia presentada en el 8º Encuentro Internacional de Escritoras «Elizabeth Schön», abril del 2008

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