Entrevistador: Álvaro Pérez Capiello
1. ¿Cuándo descubrió su vena de escritor?
Creo que la inclinación hacia el arte no tiene un momento preciso para manifestarse. Todos hemos tratado de escribir un poema en la adolescencia, para celebrar la aparición del amor o por sentido patriótico. Recuerdo que tenía aproximadamente doce años cuando puse en el papel unas frases rimadas que querían ser poesía. Ya había leído a Andrés Eloy Blanco en «Canto a los Hijos», y me sentía llamado a decir como él la emoción a través de la palabra. Pero no creo que pueda decirse que eso era el descubrimiento de una pasión por escribir. Es que estábamos enamorados. Allí nace toda pasión.
2. ¿Tiene algún libro de cabecera?
He tenido siempre, desde que era niño, libros en la cabecera de la cama. Fueron las novelas de Rómulo Gallegos o de Uslar Pietri en la adolescencia. Con el tiempo ha cambiado el título de los libros que esperaban lectura. Leo siempre en la noche y al comienzo del día, pero es la lectura de obras que no tienen propósito de investigación. En el momento del descanso o al comienzo de la jornada de trabajo hay libros que esperan: una novela de Coetzee, el Premio Nobel surafricano, o un cuento de Julio Cortázar o de Carlos Fuentes. Me inclino por los cuentos o la poesía. Hay música en esos géneros literarios.
3. ¿El escritor nace o se hace?
El escritor no nace, va haciéndose progresivamente. Nada nace espontáneamente. Todos venimos a la vida con las mismas realidades y vamos adquiriendo en la formación que recibimos señales para lo que seremos en el futuro. Es verdad que hay algunas disposiciones en cada individuo para estar en el mundo. Se es realista o idealista, y eso determinará el modo de nuestro actuar en la vida. Tampoco se nace ingeniero o músico, pero en el fondo de la escogencia hay influencias, genéticas o sociales, que dirigen la elección.
4. ¿Cuál cree que debe ser el papel de los intelectuales en la sociedad contemporánea?
Cuando fui joven tenía la imagen del artista solitario que lucha con sus demonios. Era una visión romántica tomada de los autores que leía en esa época: Thomas Mann, Herman Hesee (¿Quién no leyó: «Demián» o «El lobo estepario?). Y en nuestro país eran en aquella primera juventud escritores como Julián Padrón o Guillermo Meneses los que atraían esa inquietud que llamábamos metafísica. El tiempo ha ido mostrando otra cara y la época nos exige expresar la realidad sin formas extrañas. No podemos cerrar los ojos ante la crudeza del modo de vivir de nuestra América adolorida, es un deber del escritor hacerlo. Ya Nietszche está en el nicho de nuestras ansiedades, lo mismo que Sartre y el existencialismo. Los leemos y tenemos en nuestra formación su actitud de protesta, pero el tiempo nos reclama otra manera de ver el mundo, para colaborar en su salvación con el arte como arma espiritual insustituible. Esa literatura que escribe y lee el siglo XXI es otra, y no obstante guardamos una reserva en aquellos autores que despertaron nuestra individualidad. Estoy firmemente del lado del individualismo y en contra de la visión totalitaria que nos quieren imponer del Estado como interés supremo. Siempre el hombre prevalecerá como humanismo personificado.
5 ¿Considera, de cara a las nuevas tecnologías, que el libro es un bien condenado a desaparecer?
Escribí un ensayo que he titulado: Forma e intenciones del lenguaje, todavía inédito, en el que defiendo al lenguaje y trato de su enfrentamiento con otras formas expresivas de la comunicación, como internet o las artes visuales de la tecnología. Me parece imposible que pueda abolirse la lectura de Rey Lear o de una novela de Virginia Woolf. ¿Has pensado cuán difícil es leer a pedazos a Virginia Woolf? La lectura de un libro es insustituible en la relación autor – lector (o auditor espectador, si es teatro). Exige tener ante los ojos la totalidad. Déjame leerte unas frases de Thomas Mann acerca del lenguaje, que puse como epígrafe al ensayo de que hablé: «Un arte que se sirve del lenguaje como instrumento producirá siempre creaciones extremadamente críticas, pues la lengua es en sí misma una crítica de la vida: la nombra, la toca, la designa y la juzga, en la medida en que le otorga vida». En ese ensayo tuve presente la obra de George Steiner: «Después de Babel», donde el ensayista defiende la diversidad de la lengua como elemento de expansión de la cultura.
Observa, por ejemplo, de qué modo el inglés que se habla en todo el mundo ha simplificado la sintaxis de la lengua, para convertirla en fórmulas abstractas y simbólicas limitadas en el uso, y nos vemos llevados a una uniformidad de la cultura. El angloamericano se ha constituido en una lengua predominante, quizás por el sustrato político que lo sustenta, enlazado estrechamente con la idea de progreso. Puede verse cómo la electrónica en el medio masivo de comunicación en las computadoras utiliza de modo exclusivo ese inglés concreto y unívoco para su manejo (aunque leamos después en otras lenguas el producto), y no nos deja más que la opción de formas limitadas de expresión, y debemos acatarlas si deseamos convivir adecuadamente en el nuevo estadio de las relaciones interpersonales.
6. ¿En un texto literario, es más importante el fondo o la forma?
El arte es ante todo forma. ¿Hay alguna relación orgánica entre estilo, que es la forma, y el fondo o contenido de una obra? El estilo es el valor expresivo de la obra y precede al contenido. Octavio Paz dijo unas palabras muy elocuentes en relación con el fondo y la forma en la poesía. Permíteme leerlo: «»Las verdaderas ideas de un poema no son las que se le ocurren al poeta antes de escribir el poema sino las que después, con o sin su voluntad, se desprenden naturalmente de la obra. El fondo brota de la forma y no a la inversa. O mejor dicho: cada forma secreta su idea, su visión del mundo. La forma significa; y más: en arte sólo las formas poseen significación. La significación no es aquello que quiere decir el poeta sino lo que efectivamente dice el poema. Una cosa es lo que creemos decir y otra lo que realmente decimos».
Cuando leemos un poema, la satisfacción que nos procura no se debe al contenido sino a la energía o expresividad encarnadas como forma en él. El arte literario no tiene un uso posterior, no hay una finalidad en el arte. Al leer la Divina Comedia no buscamos una historia: la investigación de los hechos que laten en su texto. El arte es «algo», una cosa en el mundo, no una exégesis del mundo. Y por eso digo que es forma antes que contenido.
7. ¿Qué condiciones, según su criterio, debe reunir un buen cuentista?
Horacio Quiroga nos dejó lo que él llamó: El decálogo del perfecto cuentista. Allí nos expone los requisitos que debe reunir un autor de cuentos. Quizás lo dijo en broma. Creo que la mejor manera de expresarlo la hizo Julio Cortázar cuando dijo que el cuento venía al autor como una sensación que lo impulsaba a convertir un episodio concreto de la vida en un cuento. Y digo que en resumen el cuento es un episodio determinado que nace como un latido y toma forma desde adentro. Se abre al autor una realidad inesperada que puede o no tener desenlace. Es igual que la poesía, que vamos construyendo de retazos que salen por su cuenta para darle forma al poema. Es una repentina aparición.
El cuentista no escribe deliberadamente el cuento, es el mismo cuento el que surge ante él como necesidad y, como un taumaturgo, el escritor va dándole salida al impulso para crearlo.
No sé si hay algunas condiciones que debe tener un cuentista para serlo realmente. Tampoco se le exigen al poeta. La única pudiera ser una atención inconsciente al movimiento de la vida, estar con las antenas desplegadas para captar el movimiento de un suceso en su aparición instantánea, y luego dejarlo al juego de la invención.
El cuentista de verdad es un poeta.
8. ¿En qué proyectos trabaja en la actualidad?
He terminado dos libros: El primero es de cuentos, con el título: «Follaje inmenso de rumores». Son cuentos no muy diferentes a los que he escrito hasta ahora, en los que prevalece el sentido poético. El otro libro es un ensayo que ya he nombrado antes: «Forma e intenciones del lenguaje». Un estudio acerca del lenguaje, de sus limitaciones y los riesgos que debe enfrentar en el mundo de hoy.
Escribo constantemente, algunas veces poesía (por cierto, nunca he publicado poesía en libro), otras veces ensayo o cuentos. Todo eso está en reposo, esperando su maduración. Saldrán esas obras cuando ya no me llamen ellas mismas a revisarlas.
Fuente: El Diario de Caracas, 16 de octubre de 2008
Aejo Urdaneta, abogado, narrador, poeta y ensayista.
Álvaro Pérez Capiello, novelista, ensayista, crítico de arte, editor, Presidente del Consejo Consultivo del C. E. V.