Adela Zamudio: Una guerrera de las letras y las ideas Latinoamericanas
Por Ernesto Marrero Ramírez
¡La idea! Sentimiento sublimado
Que en el cerebro la razón condensa
Y en el claro raudal de la palabra
Brota llenando páginas excelsas.
Adela Zamudio
Adela Zamudio es la musa inconmensurable de Cochabamba, y su vida nos lleva a recorrer un viaje de ideas, conciencia, sentimientos y rebeldía. En su corazón boliviano, arde el fuego de la justicia y la igualdad, que ilumina los senderos oscuros con su poesía y su prosa. Como un ave en vuelo, su pluma revolotea entre los cielos de la opresión y la libertad, dejando a su paso una estela de esperanza y desafío.
Hay mucho que hablar de esta guerrera que se destacó por sus duras letras, su voluntad y talante, pero en el presente ensayo solo realizaré una pequeña reseña de su vida y hablaré un poco sobre algunos poemas que considero importante resaltar.
El 11 de octubre de 1854, nace en Cochabamba, Bolivia, esta insigne mujer, bajo el nombre de Paz Juana Plácida Adela Rafaela Zamudio Ribero. Hija del ingeniero Adolfo Zamudio de nacionalidad argentina y de Modesta Rivero, oriunda de Corocoro, Bolivia, capital de la provincia de Pacajes del departamento de La Paz. Tuvo tres hermanos, Mauro, Arturo y Amadís.
Zamudio es una de las figuras más importantes en la literatura boliviana y latinoamericana, además de ser una pionera en la lucha por los derechos de las mujeres. A lo largo de su vida, no solo dejó un legado literario impresionante, sino que también se convirtió en un símbolo de la emancipación femenina en una sociedad profundamente machista. Su alma indomable logró atravesar las altas montañas de la adversidad, labrado caminos de esperanzas y de posibilidades infinitas.
Desde temprana edad, Adela mostró una inclinación natural por la lectura y la escritura. Para el año 1869 Cochabamba contaba con un noventa por ciento de analfabetismo y las mujeres solo podían contar con tres años de formación inicial, en la escuela del Beaterío de San Alberto, donde ella estudió. Pero esto no la desanimó, y devoró todos los libros que llegaron a sus manos. A finales del siglo XIX, empezó a trabajar como profesora en esta misma escuela y, posteriormente, ya para el año 1905, con cincuenta y cuatro años de edad, es nombrada directora de la Escuela Fiscal de Señoritas, donde realiza una labor entusiasta como educadora, junto a un excelente grupo de docentes. Cargo que ostentó hasta 1920.
Su primer poema, titulado Dos rosas, fue publicado en el «El Heraldo» de Cochabamba, bajo el seudónimo de “Soledad”, cuando aún era una adolescente de 15 años; nombre artístico que ya vaticinaba su futura melancolía y la forma en que llevaría su vida. Motivo por el cual fue apodada la «Alondra Solitaria».
En 1887, editó su primer libro «Ensayos Poéticos» que mereció elogios de la crítica. También escribió artículos en los que desarrollaban sus ideas progresistas, laicas y a favor de la igualdad de la mujer, que publicó en este mismo periódico. Y para el año 1914, publica «Ráfagas«.
En sus versos encontramos la cadencia de la lucha ante las injusticias, la sinfonía de sus anhelos más profundos y la melodía de una voz que no se doblega ante los convencionalismos sociales de su época. Sus ideas llaman al despertar de la conciencia, son como un eco que resuena en los corazones de quienes buscan igualdad en un mundo desigual. A nivel literario, su poesía conserva los rasgos del romanticismo, aunque algunas obras ya palpan las corrientes de vanguardia como el modernismo.
En su poema “Poeta” exhibe una poesía filosófica, no son simples letras ‘floridas’ agrupadas de forma armónica o que juegan a la mejor estética, son letras profundas que dejan huellas en sus mensajes y reflexiones:
Cuando describe a ese maravillosos ser llamado ‘Poeta’, nos dice:
En la ruidosa fiesta del trabajo
De nuestro siglo en la grandiosa escena,
En medio de ese caos que se llama
“Lucha por la existencia”
Un personaje exótico aparece
Extraño a los negocios de la tierra.
Más adelante define en su poema el concepto de «Idea», que maneja el poeta que ella concibe:
Hay en su pecho un fuego misterioso:
El fuego de la idea.
¡La idea! Sentimiento sublimado
Que en el cerebro la razón condensa
Y en el claro raudal de la palabra
Brota llenando páginas excelsas.
Mas, para que esa llama sacrosanta
En su potente corazón se encienda,
Es preciso que apure de la vida
Las heces más acerbas;
Que conozca del horrido infortunio
Las escabrosas sendas;
Que sus riscos y abrojos le lastimen,
Que sus choques y obstáculos le hieran.
¡Eso es la inspiración! Flor misteriosa
Que sólo exhala su divina esencia
Después de las terribles sacudidas
De tempestad violenta…
Esa es la obra de Arte: sacro fuego
Que devorando crea;
Crepitación de un alma hecha pedazos
Sangre del corazón –¡eso es la idea!
En esta misma línea de pensamientos, el poema “Fragmento” nos revela la figura del ‘escritor’, quien encarna el compromiso inquebrantable de transmitir, a través de sus obras, ideales nobles como la verdad y el bien:
Buzo audaz que ha probado los embates
Del oleaje social, el escritor,
Sabe hallar esa perla de las almas,
Escondido en la concha del dolor.
Él muestra al mundo esa preciosa joya,
Noble corona de la sien,
Engastado en el oro de su ingenio
El ideal de verdad y el bien.
En la época de Adela, se implanta la libertad de culto para las escuelas, esto provoca desagrado en muchos grupos conservadores, y Adela apoya firmemente esta visón laica de la educación. En este sentido el padre Pierini forma la llamada ‘Liga de Señoras Católicas’, para enfrentarse con el sistema laico de enseñanzas. Su molestia es dirigida especialmente hacia esta llamada ‘poetisa’, que se mostraba como libre pensadora y feminista radical. No era ella la más adecuada para formar a las niñas de Cochabamba, y menos después de haber escrito ese poema sacrílego en contra de la Iglesia, llamado “Quo vadis”. Un poema por el que merecería ser expulsada de Bolivia y hasta excomulgarla.
En este poema recrea una escena donde, al estar envuelta en su dolor y soledad, se consigue con Jesús y le dice llena de indignación:
–La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que los Césares quisieron:
Emporios de elegancia y de placer.
Allí está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.
Feroz imitador de los paganos,
El Santo Inquisidor
Ha quemado en tu nombre a sus Hermanos…
¿A dónde vas, Señor?
Allá en tus templos donde el culto impera,
¿Qué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
¡Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!
Y le habla al buen Jesús sobre las injusticias de este mundo:
El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hoy más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.
Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de idea, la juventud
Contra el amor del alma se conjura
Proclamando el placer como virtud.
Las antiguas barbaries, que subsisten,
Solo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen,
Y es mentira grosera la igualdad.
¡Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad… hoy como ayer.
Hoy como ayer, los pueblos de la Tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.
Ciega, falta, la humanidad se abisma
En los antros del vicio y del error,
Y duda, horrorizada de sí misma…
¿A dónde vas señor?
Uno de sus poemas más conocido fue “Nacer hombre”, que es una protesta contra la discriminación del género femenino, que tanto se acentuó en sus tiempos, y un llamado a la igualdad de derechos. Con una dura pluma alza su voz contra el machismo:
Ella ¡que trabajos pasa
por corregir la torpeza
de su esposo! y en la casa,
(Permitidme que me asombre)
tan inepto como fatuo
sigue él siendo la cabeza,
porque es hombre.
Luego exige los derechos al voto de la mujer, y continúa explicado lo absurdo de esta desigualdad humana:
Una mujer superior
en elecciones no vota,
y vota el pillo peor;
(Permitidme que me asombre)
con solo saber firmar
puede votar un idiota,
porque es hombre.
Él se abate y bebe o juega
en un revés de la suerte;
sufre, lucha y ruega;
ella se llama “ser débil”
y él se apellida “ser fuerte”
porque es hombre
Ella debe perdonar
si su esposo le es infiel;
mas, él se puede vengar;
(Permitidme que me asombre)
en un caso semejante
hasta puede matar él,
porque es hombre
¡Oh mortal!
¡Oh mortal privilegiado,
que por defecto y cabal
gozas seguros renombres!
para ello ¿qué te ha bastado?
Nacer hombre
Terminaba el siglo XIX y empezaba el nuevo siglo XX, y Adela comenzaba a vislumbrar los problemas de valores que acarrearían a las nuevas generaciones. En su poema “Fin de siglo” nos dice:
¡Avanza humanidad! tu vasto imperio
Explica la razón del optimismo,
No te espanta, en el borde del abismo,
De terribles problemas el misterio.
Del dolor bajo el rudo cautiverio
Tiene como refugio el alcoholismo;
Sus tragedias te brinda el anarquismo,
Sus romances de amor el adulterio.
En este mismo poema, critica la visión materialista de la ciencia, que niega la existencia del espíritu.
Y la ciencia admirable y bendecida
Te da, tras los tormentos de la vida,
El horrible consuelo de la nada…
Nos indica Cicerón que filosofar no es otra cosa que prepararse para la muerte. De igual forma, Sócrates le explica a su discípulo Simias que los filósofos deben ejercitarse en el morir, y que el estar muertos es para ellos mínimamente temible. Pero para un gran número de personas, este tema se convierte en un tabú, en algo oscuro y triste, en una palabra maligna, un mal augurio que atrae la mala suerte e, incluso, a la misma muerte y por eso prefieren evitarla. No obstante, Adela Zamudio enfrenta esta ineludible realidad en sus poemas, con un verso diáfano y certero.
En su poema “Peregrinando” nos revela:
Ya se apaga la luz y el sol se esconde;
La noche se aproxima.
Quiero llamar la temida puerta
Donde solo el Silencio nos responde
¡Tengo una horrible sed que me devora!
Mi espíritu se baña desde ahora
En esa melancólica frescura;
Estoy ansiosa de tu reposo,
¡Oh! ¡lecho delicioso!
¡Callada sepultura!
En el poema “La primera noche en el paraíso”, nos habla sobre la llegada inevitable de la muerte:
¡En vano tiembla el hombre a tu llegada!
Tú abres al alma luminosa senda.
Tú eres revelación del infinito
¡Oh muerte! ¡oh noche misteriosa y bella!
En “El viaje de la vida”, nos recuerda la ‘finitud’ de nuestra existencia, la cual debemos tener presente para llevar una vida más consciente y reflexiva:
¿Qué es la vida, hermana mía
Qué tan bella nos parece?
Flor que se agosta un día
Leve soplo de ambrosía
Que pronto desaparece.
Por un áspero sendero
Es el viaje de la vida:
Infeliz de aquel viajero
Que en momento lastimero
De su término se olvida.
Convencida de la existencia de una vida posterior a esta vida material, donde el alma continúa su misterioso camino, le dice “A un suicida”:
¡Pobre loco! pensaste en tus quimeras
que, apagando la luz de tu pupila,
te lanzabas al fondo del abismo
para dormir en lobreguez tranquila.
¿Dónde está el fondo de ese abismo, dónde?
¿quién el confín del infinito alcanza?
¡Mentira! El alma sigue su destino
por la ruta inmortal de la esperanza.
Te sedujo la calma engañadora
de ese lecho de hielo de la tumba
en que, del fatigado peregrino,
la envoltura de polvo se derrumba;
Pero morir no es detener la marcha;
solo es dejar el terrenal ropaje;
hundirse en los espacios invisibles
seguir, seguir el misterioso viaje.
Ya a sabiendas de su cercana muerte, escribe su poema Mi epitafio, el cual quedaría reposando sobre su tumba:
Vuelo a morar en ignorada estrella
Libre ya del suplicio de la vida,
Allá os espero; hasta seguir mi huella
Lloradme ausente pero no perdida.
Adela no solo se limitó a la poesía; también incursionó en la novela, el cuento y el ensayo. Su novela “Íntimas”, publicada en 1913, es una obra que examina las restricciones sociales impuestas a las mujeres y la lucha interna por la liberación personal. En sus ensayos, Zamudio criticó abiertamente las injusticias y los convencionalismos de su época, denunciando la falta de acceso a la educación y las oportunidades laborales para las mujeres. Sus cuentos fueron publicados de manera póstuma, en el año 1943.
El 28 de marzo de 1926, el presidente de Bolivia, Hernando Siles, decide coronarla en Cochabamba como excelsa pensadora y poetisa de Bolivia y América. Cuando Siles le colocó la corona dorada de laureles expresó con satisfacción: “¡Adela Zamudio está glorificada!”.
Doña Adela Zamudio continuó escribiendo y luchando por las causas que consideró justas, hasta el final de su sendero, que acaeció un 2 de junio de 1928, en Cochabamba. El legado de Zamudio trasciende su obra literaria y educativa. Fue una de las primeras voces en Bolivia en abogar por el voto femenino, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en combatir los rituales hipócritas de su época y en elevar los valores morales de la sociedad. Su activismo y su valentía la convirtieron en una figura venerada y en un referente para las generaciones futuras.
El 11 de octubre se celebra en Bolivia el Día de la Mujer Boliviana en honor a su nacimiento, una fecha que sirve para reflexionar sobre los avances y los desafíos en la lucha por la igualdad de género. En la misma ciudad de Cochabamba, se erigió un monumento en su nombre, ubicado al norte de El Prado, que dice: “La comunidad cochabambina, en gratitud a Doña Adela Zamudio, ejemplo de la mujer valluna”.
En conclusión, Zamudio fue un alma muy avanzada para su tiempo, además de ser una voz inquebrantable y firme en la literatura latinoamericana. Con una pluma filosófica y justiciera que desafió muchos problemas sociales, en especial los que afectaban a la mujer, por lo cual es considerada como una pionera en el feminismo de su tiempo. Su obra y su activismo siguen siendo una fuente de inspiración y un recordatorio de la importancia de aportar ideas a su momento histórico y de luchar por la igualdad y la justicia.
Por eso podemos decir que allí, en el vasto lienzo de la literatura, Adela Zamudio pintó su legado con colores de verdad, coraje y justicia, dejando una obra maestra que aún inspira y desafía. Su vida y obra nos invita a soñar con un mundo mejor, donde la libertad no sea solo un anhelo sino una realidad palpable, y donde la igualdad florezca en cada rincón del pensamiento humano.
#ernestomarreroramirez
Editora: Carmen Cristina Wolf