La oscuridad que florece: poesía de Joiner Bernavil en Lirios Negros

La oscuridad que florece: poesía de Joiner Bernavil en Lirios Negros

 

Joiner Bernavil es una voz joven y necesaria en la poesía contemporánea venezolana. Con una sensibilidad aguda y un lenguaje cargado de imágenes profundas, ha logrado construir una obra que invita a la contemplación, al desgarro y a la ternura. Su poemario Lirios negros se presenta como un viaje por los pasadizos íntimos del migrante, ese lugar etéreo entre el cerebro y el pecho donde habitan las emociones más hondas y donde cualquiera puede parecerse.

Poeta y editor, Bernavil no solo cultiva su propia palabra, sino que también abre caminos para las voces de otros, le importa la obra de otras personas que como él intentan respirar y mostrar sus historias o sus versos. Su mirada sobre la naturaleza, el amor, el desarraigo y la memoria se transforma en un canto nocturno que no teme a la oscuridad, sino que la convierte en materia poética.

Bernavil no teme abordar temas complejos ni explorar territorios emocionales difíciles. Su lenguaje, cuidado y preciso, se transforma en un puente que conecta al lector con las profundidades del alma humana, invitándolo a reflexionar, sentir y, sobre todo, a compartir la experiencia poética como un acto de vida y resistencia.

Palabras del poeta y periodista José Pulido sobre la obra de Joiner Bernavil

Prólogo Lirios Negros

Según el Diccionario de los símbolos, “El lirio es sinónimo de blancura y, en consecuencia, de pureza, inocencia y virginidad”. No significa que un lirio negro sea todo lo contrario. El lirio negro quizás alude a la tristeza, a la pesadumbre, al desencanto, a la ausencia del color. El mencionado diccionario también señala que “El lirio de los valles está relacionado con el árbol de la vida plantado en el paraíso”.

Leyendo el poemario de Joiner Bernavil: Lirios negros, he deambulado gustosamente por un laberinto de sentimientos, como si al recorrer sus párrafos, sus páginas, entrara no solo a la mente, no solo a la psique de un poeta, sino también a ese espacio que hay entre el cerebro y el pecho, generalmente llamado corazón, porque el corazón es la máquina que bombea el combustible de las emociones y, al parecer, también se presenta como un canto en los sueños. Un canto nocturno. Esperanzarse por la noche y sufrir la noche.

Joiner es un poeta que avanza por sus caminos sin perder detalles de lo que sus sentidos necesitan percibir. La naturaleza poderosa que bulle afuera con sonidos, colores, olores y mensajes nunca desgastados, entra como una premonición en su alma, lo llena de temores y bellezas, de vuelos y caídas. Y el poeta sobrevive transformando en frases todo lo que recibe. Entonces pasa a la etapa de compartir sus poemas y todo lo que han logrado guardar en recipientes no exentos de dulzura.

Paul Valéry escribió esto: “Lo que vale solo para nosotros no vale nada. Es la ley de la Literatura”.

Contiene tanta verdad que hasta podría ser una ley, una norma. Y, sin embargo, existe el margen de pensar en algo contrario: lo que puede valer para los demás quizás carezca de valor para nosotros.

El libro Lirios negros, que ha concebido Joiner Bernavil en este tiempo, abre una puerta de frescura desolada, de sensaciones que rebotan entre la tristeza y la fuerza vital de una estética cotidiana, de hombre joven haciendo equilibrios en las fronteras procelosas del amor.

Joiner Bernavil es poeta y es editor. En sus constantes quehaceres generosos, difunde libros de otros y libros suyos. Difunde sobriamente la poesía. Y busca de un modo permanente la máxima expresión que su existencia anhela.

Este poemario titulado Lirios negros es un libro que marcará el inicio de una nueva etapa en la escritura de Bernavil. La estancia en otra parte, el desarraigo que le hace amar a solas y callado su Maracaibo ardiente.

La poesía de Joiner Bernavil contenida en esta obra exige lectura y relectura, musitando las frases como si el alma tuviera idioma y boca para leer cada uno de sus versos.

7 Poemas del quinto libro de Joiner Bernavil, Lirios Negros

Duermen los pájaros en tu ausencia,

solo despiertan cuando escuchan mi llanto.

Llama de silencio interminable,

que, con el tiempo, propaga las nostalgias

como un gran incendio en medio de la nada, en el ser.

 El fuego roza la pulcritud de las nubes.

  • * * *

Así se vive en el espino, sin raíz, flotando en el río.

No pueden verse los dos mundos,

él desea que se detenga, las colinas en el fondo, viento de la tarde,

en algún momento se hundirá y será algo escondido,

extraviado,

podrá descansar mientras los lirios inalcanzables

crecen desde el interior,

sus ojos en perspectiva,

presencian el color carmín del corazón

que ha caído por la ventana.

     * * *

¿Quieres ir al bosque?

Hay un alma salvaje,

está de pie debajo del abedul. Forzando la luz hacia su interior,

signos de ausencias, surcos de luz amarilla,

hasta el crepúsculo que atraviesa la ventana para iluminarla,

y de pronto: la luz blanca.

Oscura mirada, detrás de ella la soledad, la describe una sombra,

el calor de sus manos se ha ido.

Logra ser millones de hojas que pasean por la vida

hasta convertirse en pasado.

     * * *

El pino está creciendo como hundiendo

 sus raíces detrás de la cerca, en un espacio cerrado,

encharcado con la soledad.

Frente al paisaje se yergue un cielo

que avanza con el tiempo,

y a unos metros se alcanza a ver el atardecer,

va soltando las palabras sin contar que desde mi postura de observador

el corazón se me pierde

en el instante que un pájaro trina,

se convierte en la voz de la tarde

y la noche es los ojos que se cierran.

     * * *

No te diré lo que escribo, mi voz conoce al silencio,

flores violetas que trazan el camino

hacia las heridas que aparecen entre estas cuatro

paredes, yo me entrego a la música en el tristísimo momento,

pero no te diré nada.

     * * *

Los pasos se alejan de una planta pisada

que recién descubre la hostilidad del mundo,

pero crece con el sol y llega a la ventana sobre la lisa

superficie de la pared blanca.

El hombre piensa en cortarla,

deja de existir después de un atardecer.

      * * *

Un pedazo de cielo incrustado

en las ramas finas del árbol, se sostienen algunos pájaros del tamaño de la luna.

Los cinco seres pasan

de un lado al otro del astro, se tambalean los tajos

que a veces acaricia el viento.

Editora: Carmen Cristina Wolf 

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En la ciudad al borde menos bardas y más verde, por Faitha Nahmens

Faitha Nahmens Larrazábal

En homenaje a los 458 años de Caracas, publicamos este artículo de la periodista venezolana Faitha Nahmens, amante fiel de nuestra ciudad.

En la ciudad al borde menos bardas y más verde

Faitha Nahmens Larrazábal

Democracia es florecer en el abismo

Verde terco, verde bandera posible, verde propuesta, en el verso de Cadenas que lo celebra y lo siembra, el color es pista que da fe de la persistencia. Enfocado en el cogollo que brota en el resquicio impensable y acaso dándonos aliento, con su verbo de increpar —¿qué hace la palabra amor colgada de un fusil?—, el poeta advierte dulcemente: florecemos en el abismo. Más que un guiño a la entraña nos da una clave.

Pese a no pocas contrariedades y desatinos, verbigracia el implante de palmeras en recalentado dorado de embuste, y pese al auge de la desconcertante misión leña —los árboles sin fronda, podados enjutos como un isopo según la analogía de la arquitecta María Eugenia Bacci, para liberarlos de la tiña o acaso para que por las ramas no se encarame el indeseado y nos sorprenda en el corredor—, nuestro destino edénico tan natural salta a la vista: es la vida. Cuando Damocles amenaza nuestras mollera con su espada, ojalá dar la vida sea, más que perderla en el compromiso que apremia, vivirla. Decidir por ella.

Con esencial contumacia, lo verde persevera en este valle de lágrimas, de silicona, de pasiones y de amos que se rotan en la narrativa de desmemoria y picota. De cerros y lomas, carros y maromas. De trampas urbanas y solapamientos al este, el hormigón que se deteste. Capital de retrechería histórica, tres intentos de conquista hasta Lozada, de epicentro extraviado y rota la calzada, de burbujas que narran variaciones de aromas y fachadas, mezcla a juro y con desgano de la ciudad desigual, y que vivan sus variaciones— Campo Alegre, Caricuao, La Floresta, La Pastora, El Paraíso, Petare, El Pedregal, La Florida, La Lagunita o Catia sin laguna—, Caracas tiene su tumbao. La clave es más verde que madura. La dice el mango tan a mano y a pedir de boca: man go, el hombre se va.

Vocación de verde, aun con menos habitantes de raíz, los hijos idos y los tantos árboles tronchados hasta convertirlos en tocones, el privilegio tropical alcanza su punto climático con el Ávila y su verde mutando de un minuto al otro según los designios de la luz gozona y correlona; con la montaña sinuosa y ambigua, un sultán o una mujer acostada, caderona y con su pezón coqueto asumiendo sensualidades, rosada en diciembre, y siempre verde que te quiero verde. Si Caracas es un clima, como decía Isaac Chocrón, estamos a salvo. El paisaje de brotes que se infiltran nos da un respiro. Cuando nuestro árbol genealógico se deshoja en lejanías, lo verde próximo nos resguarda. Un solo araguaney da oxígeno a 23 de la especie nuestra.

Venida a menos y desdentada, el miedo convirtiéndonos en rehenes sitiados tras las murallas que nos impiden ver los jardines y sentirnos a nuestras anchas, el verde exultante —agradecemos tanto a la lluvia—, es una promesa cumplida con tenacidad en cada resquicio de la caraqueñidad; se trata de una verdad que susurran no sólo sus habitantes de hojas. También lo proclaman las 450 especies de aves que conviven en operática coreografía, y lo anhelan algunos de pelaje resiliente que intentan rebuscarse a todo pulmón.

Bella y escarapelada, tierna y arisca, desarticulada y con voluntad de junco, acaso esta escenografía de brisa perfecta, de este a oeste, Caracas contiene las claves de lo que somos y podemos esperar: llueve y escampa. Cuando más tememos y extrañamos al ser amado o echamos de menos, ay, a las formas republicanas, más fogoso parece el sol que calienta sin distingos; y sale para todos, de Miseria a Porvenir y de Dolores a Gloria. Cuando las nubes lloran con nosotros y nos ahogan o nos besan, igual reconocemos en la carencia que todo aguacero comienza con una sola gota.

Ciudad a la que vamos por partes y que se va acercando poco a poco a sí misma, con aceras disparatadas que vencen por fuerza los jabillos y de eventuales y concurridas rumbas para el reencuentro en la calle tocando la Billos, de identidades en la trama haciendo contraste que los desalmados intentan dar al traste, de gastronomía que persiste, sazón hispana en La Candelaria, criolla profunda en El Hatillo y tanta variedad que aún existe —y qué importante el aún—, Caracas resiste y la clave está justamente ahí, en su naturaleza. Un río, ay, con sombrero —la autopista—, y que miramos con vista gorda, porque Guzmán lo decidió cloaca, y así botó toda su gracia por la borda, desde entonces es agua sin filtros ni purezas que pasa de largo; y nadie se hace cargo. El Guaire nuestro es vertedero de los desechos urbanos y humanos como si su falta de peces, no hablemos de heces, fuera un designio sin vuelta atrás como su ir al mar.

Pero también el río puede reverdecer. Corrijamos el decreto, y alrededor del concreto, sembremos y hagamos sombreadas las orillas, sembremos árboles y que aniden los cristofués y que correteen ardillas. Que la belleza haga su embrujo, no la saboteemos, no es un lujo. Celebremos la iniciativa de Elisa Silva y Cheo Carvajal, que proponen dos kilómetros de Las Mercedes a Colinas para andarnos a la vera del río que podremos ver limpio si usamos en casa purificadores a favor de la biosfera y un gentío. No digamos que la naturaleza se opone. Ni que hay que luchar contra ella, al revés.

Con verde, Caracas podría mantener, ojalá, esa mixtura de ciudad febril y ciudad fértil donde sembrarnos. Arbolada y pajarosa, respirable y con aspiraciones, debe seguir conteniendo espacios en el afuera para el reencuentro, donde darle cuerda al debate y al pensamiento. Obras que alberguen el arte y la cultura e instituciones y piezas arquitectónicas y paisajísticas para la contemplación, no perdamos por el hormigón y el aire acondicionado de las torres herméticas y sanforizadas la ventana abierta y el balcón, ese espacio intermedio de libertad y de la serenata antañona, donde estuvo oyendo su canción, enamorada perdida, Julieta. Asomado, el señor de reventona camiseta. Y recostada, aquella empecinada bicicleta.

Sala común, una ciudad, como órgano vivo que es, como espacio para conversar y con-besar, implica transformaciones, pero no tendrían que ser amputaciones. Caracas con sus 22 arroyos trazando un nuevo damero y flanqueados por bancos para la devoción ¿no sería el edén? ¿O es acaso muy bucólica la imagen? ¿Mejor con la torre británica o no cabe tal comparación? ¿Tal edificio de Altamira es una gracia, una arrogancia o una desproporción? Quisimos tener nuestra torre Eiffel, una jirafa como aquella dama de hierro de piernas largas y tan controversial como Madonna entaconada, de 300 metros del suelo al cielo o tres cuadras verticales, visitada por unos seis millones de personas al año. Pero el desdén le colgó telarañas al edificio de gran tamaño, qué daño.

Las ciudades, como modelo y estructura de vida organizada y efervescente, son indetenible predilección de la geodesia. A esa noción compleja que implica mucho más que la reunión de pobladores en un territorio acotado, que tuvo murallas —y aquí de nuevo y donde las haya—, en el mundo se ha sumado más de 60 por ciento de la población, y no se detiene la tendencia a favor: somos cada vez más urbanos y nos congregamos para establecernos, satisfacer nuestras necesidades, convivir, producir ideas, rezar o no, y crear, compitiendo con el dios abjurado. Colmena que variará según el clima y la geografía, y sin duda el sistema de creencias, una ciudad es reflejo del pensamiento de sus habitantes. Su espejo. ¿Somos conductores solo de automóviles? Nos viene bien repasar la hoja, releerla, voltearla.

Una ciudad sobresaliente es más que su señalización inteligente aunque qué listos los que aprovechan la oportunidad para enraizar democracia: es el epítome de la democracia misma; su plataforma perfecta. Aun cuando tenga líneas de casas exactas como narrativa, contendrá la irremediable y fascinante diversidad humana de ideas bullentes y de perspectivas que garantiza la condición insoslayable y vital de pluralidad. Volvamos a lo verde y al enraizarnos: tenemos el mejor cacao del mundo porque ese arbusto de fruto autóctono, sí, es originario de nuestro país, en Chuao crece bajo el aromático cobijo de las matas de mango. En tiempos de váyanse de aquí y de no vengan más, cuánto simbolismo.

El salvador no tiene botas ni sables, sino hojas amables. Es el verde. Es la Naturaleza, donde estamos y vivimos: no es que vamos a ella. Convocados para la causa: el malojillo tan bueno que calma y sana todo karma e incluido el síndrome del sauce llorón y el mal de ojillo. El guayabo, más que para amores contrariados, para problemas digestivos; para que no sigamos tragando grueso, con la boca solo besos. La ruda, que no intenta la violencia, al contrario, ayuda a desinflamar. La menta, para el colon irritable, no pretende mentar, y vale como descongestionante nasal. La Yerba Caracas, también conocida como bledo, que nos importa muchísimo porque mejora la memoria, prohibido olvidar, por ahora. El helecho, mejor que resignación y a lo hecho pecho, persistencia, hacerle a la paz y a la democracia lecho. Y pongámosle cuidado a la enredadera. Es que Caracas se las trae. Sísmica y con sus dramas, la del tongoneo y aquella que tanto se ama, que el té quiero esté servido y el mango con su secreto ungido.

Seamos castores, en las aguas, y pájaros en la construcción de los nidos, escogiendo los materiales más amigables para cada obra, cada puente; invento que enlaza, hay que celebrar aquél que se alzó para uso de los ciervos que quedaron a ambos lados del camino luego que se construyó el viaducto excluyente. Es que como dice Claude Levy Strauss: “La ciudad da simultáneamente testimonio de la procreación biológica, de la evolución orgánica y de la creación estética, ella es, a la vez, objeto de natura y sujeto de cultura, individuo y grupo, lo vivido y soñado, la cosa humana por excelencia”. Si la ciudad es la cosa humana por excelencia y Caracas lo es por naturaleza, imaginemos aquí el maridaje mejor avenido entre ciudad y verde, porque es, ya lo dijimos, su destino. Londres, ciudad con su Támesis, por cierto recuperado como hábitat vivo, hizo un anuncio futurista y vital: promete convertirse en la primera ciudad verde del planeta. Donde haya un parque, quedará. Donde no lo haya, se sembrará.

Valle verde el nuestro, interceptado por demoliciones y el troche y el moche, podríamos ser los abanderados en eso establecer tal forma de convivencia (y todas las posibles) entre ciudad y naturaleza. Podría la arquitectura hacer un diálogo inclusivo, sensual, irremediable con el verde. No, no gallineros verticales en la Avenida Bolívar. Las paces con los árboles es adiós al aniquilamiento de bucares, acacias o mijaos de la entrada del establecimiento comercial, para que ingrese cómodo el automóvil al restaurante sin tropezar (y ya sin pizca de sombra). Está un parque previsto, el Simón Bolívar en la Carlota. Y otro a la vera del arroyo que bordea Vizcaya. Sumemos. Gocemos el verde palmo a palmo, como recomienda la arquitecta paisajista Diana Henríquez. Y no aceptemos restas. ¿Cómo que bicis y motos en el Ávila remontando la cuesta?

Es hora de reconstruirnos, hacer costura en la ruptura, ser comprensivos con los jabillos y asumir el amar Caracas, como estribillo: no solo en Amadores, también de Miseria a Peligro. La vida debería ser amarilla como el araguaney: amar y ya. Prefiramos antes que el miedo irnos por la calle del medio. Que el verde del abismo, constancia poética, paisajística y política sea el único barranco por el cual zumbarnos, ay, amén del amor. Repitamos como mantra a Shakespeare, en sintonía naturalista: “El amor alivia como la luz del sol tras la lluvia”. Reverdeceremos.

Faitha Nahmens Larrazábal. Reconocida periodista nacida en Caracas en 1958, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Es una gran investigadora. Recomendamos leer la entrevista que le hace José Pulido y ha sido publicada en Letralia:

https://letralia.com/entrevistas/2020/10/04/faitha-nahmens/

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

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Entrevista al escritor Ernesto Marrero Ramírez

A cargo de la periodista Acela Santamaría.

“CADA QUIEN, EN SU ESPACIO Y CON SU CAPACIDAD,
PUEDE AYUDAR A COLOCAR LOS LADRILLOS DE UN
MUNDO MEJOR”

“Me enfoco principalmente en una filosofía existencialista que reflexiona ante
la realidad de la impermanencia, la importancia del autoconocimiento, la
libertad del individuo y la responsabilidad con nuestro momento histórico.
Todo esto con la intención de llevar una vida con propósito y una visión
trascendental”, expresó el escritor Ernesto Marrero al definir la filosofía que
orienta su quehacer en el mundo de las letras.

¿Cómo puede definir su experiencia en este transitar por el mundo de las letras?

Ha sido una experiencia muy gratificante y, a la vez, exigente. Por un lado, he podido
transmitir mis ideas y reflexiones a muchas personas y me he llevado muchos comentarios
satisfactorios sobre mis libros. Por otro lado, he tenido que estudiar y reflexionar mucho
para seguir ahondando en mis pensamientos y mejorar mis estilos prosísticos y poéticos.

En su rol como conferencista, en los colegios y en diferentes espacios para los jóvenes, ¿qué misión se ha trazado?

Crear conciencia en los niños y jóvenes sobre la importancia de la lectura para el desarrollo
de un pensamiento crítico, y un lenguaje amplio que les permita expresarse con fluidez y
así puedan desarrollar ideas con argumentos sólidos en el futuro. Por otro lado, busco
difundir valores esenciales como el respeto, la responsabilidad, la gratitud, la tolerancia, la
justicia, la cooperación y la honestidad. Todo esto desde el principio del autoconocimiento.

¿Cuáles son los valores familiares que considera más importantes en la actualidad?

Pienso que hay muchos valores familiares que son importantes mantener dentro de la
familia, pero quisiera resaltar algunos que considero esenciales, como son el respeto, la
comunicación, el amor, la unión, la honestidad, la responsabilidad, la gratitud y la
tolerancia.

TRAYECTORIA A PULSO

Ernesto Marrero Ramírez es poeta, cuentista y ensayista venezolano.
Licenciado en Administración y Magister en Filosofía práctica de la
Universidad Católica Andrés Bello. También realizó estudios superiores de
Psicología Existencial en la Universidad de Winner en Lima, Perú y
Psicología Analítica en el Centro de Estudios Junguianos en Caracas, además
de Narrativa Contemporánea en la UCAB. Es director de cultura del Círculo
de Escritores de Venezuela y miembro de la Sociedad Venezolana de
Filosofía. Se ha desempeñado como profesor universitario, investigador,
conferencista, asesor gerencial, locutor, productor de micros radiales y
articulista sobre temas filosóficos, biográficos y existenciales.

¿Cuántos años lleva ya en este oficio de escribir y qué géneros literarios ha manejado durante ese tiempo?

Mi opera prima fue un poemario llamado Cantos de amor y reflexión, que publiqué en el
año 1996 con la Fundación Sypal (Servicios y Proyecciones para América Latina). En
septiembre de ese mismo año había ganado el concurso de El mes de la Poesía, del
programa “Descifra el enigma” en la emisora radial 88.9 de FM Center, donde participé con
el poema “Cuánto te quiero”, esa premiación me estimuló a la publicación de mi primer
libro. Si tomo como partida el año 1996, puedo decir que llevo 29 años en el oficio de
escribir, donde he experimentado diferentes géneros literarios como la poesía, los
aforismos, el cuento, la fábula, los apólogos, el ensayo y la novela. Ya son catorce libros
publicados y tengo en desarrollo un libro de ensayos y un cuento. Los dos más recientes,
publicados a finales de 2024, fueron Fragmentos de impermanencia y Entre dioses y
mortales, uno en el género de la poesía y el otro en el género del cuento, ambos con el
apoyo editorial del Círculo de Escritores de Venezuela.

¿Cuál de sus libros es el que más le gusta y por qué?

En realidad, es difícil decir cuál de tus hijos es el mejor, porque así considero a mis libros,
pero no puedo negar que mis últimos poemarios: El tiempo y su legado y Fragmentos de
impermanencia, tienen un magnetismo especial que me llevan a revisarlos con frecuencia.
También El Pececito que quería ser humano y La leyenda del sabio de la montaña, han sido
libros esenciales en mi carrera como escritor, ya que llegaron a ubicarse dentro de “los más
vendidos”, en las cadenas de librerías Nacho y Novedades que, en su momento, fueron de
las más prestigiosas de Venezuela. De hecho, El pececito que quería ser humano ya es
calificado, por muchos libreros y profesores, como un libro clásico dentro de la literatura
juvenil venezolana.

Es padre, administrador, contador, escritor y director de cultura del Círculo de Escritores de Venezuela, ¿qué le falta por hacer?

Lo que no dejo ni dejaré de hacer es continuar con mi proceso de autoconocimiento y,
seguramente, en ese proceso se irán destapando nuevas facetas en mi vida. He sido profesor
universitario y he trabajado la locución en algunos programas radiales, también estuve un
tiempo realizando algunos trabajos plásticos y he practicado ciertos deportes, aunque en
este momento me he avocado más al senderismo.
La búsqueda de un sentido en la vida y tratar de hacer consciente mi inconsciente, como
decía Jung, son metas que trato de colocarme a diario. Así como aportar un grano de arena
en la construcción de una sociedad mejor.

Sabemos que además de escribir y de asesorar empresas, se dedica a actividades muy amenas en familia, al aire libre, explorando la naturaleza con el senderismo. Háblenos un poco de esta faceta en su vida.

Sí, tenemos un grupo de senderismo que he llamado en las redes “Aventuras en Familia”
@aventurasenfamilia_vzla. Con este grupo he tratado de incentivar los valores familiares,
y que las personas entiendan que pueden salir con toda su familia a disfrutar las bellezas
naturales que tiene nuestro país. Además, desarrollar en las personas una conciencia más
ecológica, que busque conservar y rescatar nuestros espacios naturales. Conectar con la
energía de la Tierra, tener un día de cardio, conocer nuevos espacios naturales y aventuras
familiares, realmente nos recarga y nos recuerda que somos hijos de la madre naturaleza,
porque nuestro cuerpo proviene de ella y hacia ella regresará. Si nos conectamos
conscientemente con los espacios naturales comprendemos que somos parte de un todo
muy grande, que no solo abarca nuestra Tierra sino también el Universo. Ya lo decía Albert
Einstein: “Mira profundamente la naturaleza y entonces entenderás todo mejor”.

Entiendo que tiene una preocupación filosófica que le ha llevado a indagar sobre el sentido de la vida. Háblenos un poco de esto.

Me preocupa ver a esta sociedad del espectáculo que estamos viviendo, o como decía
Mario Vargas Llosa, esta “civilización del espectáculo”. Un vacío que arrastra a las
personas a la cotidianidad, mientras se duermen en la rutina del día a día. Esta es la era de
la posmodernidad donde prevalece la indiferencia, la inmediatez y muchas veces la
estupidez, aquella de la que hablaba el alemán Dietrich Bonhoeffer. Como escribí en mi
ensayo “Posmodernidad, absurdo y responsabilidad”, la cultura que vivimos en la
actualidad lo que busca es entretener a las masas, buscar seguidores y arrastrar a un público
que no quiere pensar ni leer mucho, que solo quiere distraerse de la cotidianidad que lo
sumerge en un sinsentido de vida. En la actualidad, hablar de una vida virtuosa suena
romántico, por eso estamos rodeados de tantos antivalores que van desmoronando la
sociedad y destruyendo familias. Podemos ver como los valores éticos se sustituyen por
aspectos prácticos, instrumentalizados, que benefician intereses particulares, mezquinos, y
no los de la sociedad como tal. Por lo tanto, es indispensable repensar el rumbo que lleva
esta sociedad y rescatar nuevamente los valores éticos y morales. Enfocarnos en conceptos
como el autoconocimiento, la conciencia y el aporte a nuestro momento histórico, como un
proceso de autotrascendencia y mejora social.

¿Tiene algunas palabras que quiera dejarle a sus lectores?

Quisiera decirles que continúen con la lectura para formarse un pensamiento crítico de
nuestro entorno, que aunado a un proceso constante de introspección y reflexión pude
llevarlos a un nivel de conciencia superior. También les quiero decir que, de alguna
manera, todos podemos aportarles algo positivo a nuestra sociedad, porque no todo es
entretenimiento, individualismo, mediocridad, espectáculo o tendencias. Cada quien, en su
espacio y con su capacidad, puede ayudar a colocar los ladrillos de un mundo mejor,
encaminado a la virtud. Ya lo decía la Madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo
que hacemos es tan solo una gota de agua en el mar, pero el mar sería menos si le faltara
esa gota”. Por otro lado, no podemos olvidar nuestra finitud, entender que estamos de paso
en este mundo, con la finalidad de conocer y, sobre todo, conocernos. recordar que al partir
de este plano solo dejaremos nuestro recuerdo. Así lo expresé en mi poema Impermanencia,
publicado en los poemarios El tiempo y su legado y Fragmentos de Impermanencia, del
cual transcribo un extracto:

Pasa una existencia, una vida que se extingue como una llama,
una vida que se desliza hacia el laberinto de la eternidad…
Y quedarán marcadas sus huellas en el polvo de la historia:
inseguras o firmes, ligeras o pesadas, falsas o sinceras.
Y quedará, tal vez, una imagen, un suspiro o un triste mausoleo
Todo, todo pasa en esta vida
… solo quedan los recuerdos

Entrevista realizada por Acela Santamaría

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

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LA OBRA LITERARIA DE ANA TERESA TORRES

 

Los invitamos a ingresar en la página oficial de la novelista y ensayista venezolana

ANA TERESA TORRES

Aquí pueden conocer su biografía, su extensa obra y  descargar sus libros:

https://www.anateresatorres.com/

Algunas de sus obras:

FICCIÓN:

novelas y cuentos

1.   El exilio del tiempo (1990, 1991, 1992,1993). Caracas: Monte Ávila Editores, Col. Continentes. 2ª edición corregida y aumentada en Dos novelas (2005). Mérida: Ediciones El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia. 3ª edición Caracas: Ediciones B Venezuela, 2017.

2.   Doña Inés contra el olvido (1992). Caracas: Monte Ávila Editores, Col. Continentes. 2ª edición, Monte Ávila 1999. 3ª edición (2008), Caracas: Editorial Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres  No 4.

3.   Vagas desapariciones (1995). Caracas: Grijalbo. 2ª edición (2011), Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No 7.

4.   Malena de cinco mundos (1997). Washington, DC: Literal Books. 2ª. Edición (2000, 2005), Caracas: Editorial Blanca Pantin, Col. Narrativa. 3ª. Edición (2008), Madrid: Editorial Veintisiete Letras, Col. Las eras imaginarias.

5.   Los últimos espectadores del acorazado Potemkin (1999). Caracas: Monte Ávila Latinoamericana, Col. Continentes. 2ª edición (2010), México: Fondo de Cultura Económica, Col. Aula atlántica (Julio Ortega, coordinador). Estudio preliminar, edición y notas de Miguel Gomes.

6.   La favorita del señor (2001). Caracas: Editorial Blanca Pantin y Fondo Editorial La Nave va. 2ª edición (2004), Caracas: Alfadil, Col. Letra Erecta. 3ª edición (2010), Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No. 6.

7.   Cuentos completos (1966-2001). (2002). Mérida: El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia.

8.   El corazón del otro (2005). Caracas: Alfadil, Col. Alfa 7.

9.   Me abrazó tan largamente. En Dos novelas (2005). Mérida: El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia. 2ª edición. Caracas: Editorial Blanca Pantin 2024. Novelas.

10.  Nocturama (2006). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No 1.

11.  La fascinación de la víctima (2008). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres. No 3.

12.  La escribana del viento (2013). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres. No. 9.

13. Diorama (2021). Caracas: Monroy editor.

De su extensa obra ensayística, destaca La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la revolución bolivariana. Ed. Alfa 2009
Editora: Carmen Cristina Wolf
                 @carmencristinawolf en Instagram
                 @literaturayvida en X
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La coma y sus usos (Parte II)

Jerónimo Alayón

La función delimitadora más común de la coma, sin duda, tiene lugar separando ciertos grupos sintácticos o sintagmas de la oración. En este sentido, algunos usos pueden ser considerados preceptivos y otros optativos, en cuyo caso rigen siempre el principio de la unidad sintáctica y el de la prelación de la información conocida. Esto último significa tratar de presentar antes la información conocida y luego la información nueva.

La coma y el complemento circunstancial

Como ya se dijo en el artículo pasado, si bien lo usual es no romper la unidad sintáctica entre el verbo y el complemento circunstancial, algunos de estos, conforme a la intención del hablante, pueden adquirir un carácter incidental y requerir su delimitación con comas. Sin embargo, el escenario de los circunstanciales es mucho más variopinto y complejo de lo que se piensa en virtud de su menor dependencia sintáctica del verbo, de modo que conviene mirarlos detenidamente, especialmente cuando anteceden al verbo.

Precedencia del complemento circunstancial respecto del verbo

De entrada,  conviene estar alerta respecto del vicio de escribir coma detrás de todo complemento circunstancial que anteceda al verbo, pues en contadas ocasiones regirá algún uso preceptivo. No existe en el español un orden canónico para la construcción sintáctica de la oración, de modo que esta obedece al principio de prelación informativa: información conocida + información nueva.

Supongamos la siguiente pregunta: ¿Cuándo enviaron la carta? Una posible respuesta sería esta: Hemos enviado la carta ayer por la mañana. Este orden respeta la secuencia información conocida + información nueva (subrayada). Otra posible respuesta sería esta: Ayer por la mañana, hemos enviado la carta. En este caso, se altera el orden prelativo de la información, razón por la cual el complemento circunstancial se separa del verbo con coma. Como se podrá intuir, no siempre será tan fácil determinar si se sigue o no dicho orden prelativo.

Una variante de la inversión del orden prelativo tiene lugar cuando, antecediendo al verbo, el complemento circunstancial es excesivamente largo, complejo y aporta información nueva (generalmente se trata de una subordinada): Siempre que puedas hacerlo, llama a tu tía [Llama con frecuencia a tu tía]. En este ejemplo, la subordinada adverbial es extensa y conviene separarla del verbo con coma.

Precedencia de adverbios y locuciones adverbiales

Se escribe coma detrás de los adverbios o locuciones adverbiales que preceden a una oración y fungen como complemento oracional modificándola en su totalidad: Con demasiada frecuencia, Carlos visita a María. Evidentemente, tú no estás en tu sano juicio. Francamente, no le creo ni una palabra. Por lo general, ella contesta cortésmente. Así mismo, si la construcción adverbial en función de complemento oracional se halla en posición medial o final, también irá delimitada por comas: Tú, evidentemente, no estás en tu sano juicio. Tú no estás en tu sano juicio, evidentemente. Ahora bien, cuando las construcciones adverbiales solo modifican a un componente oracional, no van separados con comas: Carlos visita con demasiada frecuencia a María. En este caso, «con demasiada frecuencia» solo afecta al verbo «visita».

Precedencia de construcciones introductorias

Como en el apartado anterior, si la oración es precedida y afectada en su totalidad por una construcción introductoria, esta se separa con coma del resto: En relación al caso de la tintorería, lo recomendable es hacer una auditoría a fondo. Con respecto a ti, creo que has hecho un magnífico trabajo. En cuanto al papel, compraremos más la semana próxima.

Precedencia del complemento no verbal

Se escribe coma detrás de los complementos no verbales que anteceden al grupo sintáctico con el cual están vinculados. El primer caso es el de los complementos preposicionales (regidos por la preposición «de») que anteceden a construcciones partitivas (subrayadas en los ejemplos). Estas se hallan conformadas por un cuantificador: mitadmayoríavariosrestoninguno, cualquier número cardinal o porcentaje. Ej.: De las ciudades que conozco, dos me gustan para vivir [Dos de las ciudades que conozco me gustan para vivir]. De los libros que compré, ninguno me ha parecido interesante. De los alumnos inscritos, el 25 % ha aplazado. De la gente del pueblo, la mayoría es honesta.

El segundo caso tiene lugar cuando el grupo cuantificativo precede al primer término de una comparación (subrayado en el ejemplo): Más que un obstáculo, yo veo una oportunidad [Yo veo una oportunidad más que un obstáculo]. Más que un premio, parece un castigo. La actuación del juez, más que un ejercicio de justicia, parece una venganza personal. Nótese en este último ejemplo que el grupo cuantificativo «más que un ejercicio de justicia» va entrecomado al quedar en posición medial en la oración, pues el orden de los términos comparativos habría sido el siguiente: La actuación del juez parece una venganza personal más que un ejercicio de justicia.


© Jerónimo Alayón y El Nacionalhttps://bit.ly/3KcYCYv

CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «La coma y sus usos (parte II)». El Nacional. 4 de julio de 2025. https://is.gd/IiewmZ

CITA APA:
Alayón, J. (2025, 4 de julio). La coma y sus usos (parte II). El Nacionalhttps://is.gd/IiewmZ

Fuente: El Nacional
Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf en Instagram
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La coma y sus usos (Parte IV)

 

La coma y sus usos (Parte IV)

Por Jerónimo Alayón

Definitivamente, el uso más complicado de la coma atañe al de delimitador de oraciones subordinadas. La subordinación es un tipo de grupo sintáctico en el que dos oraciones mantienen una relación de dependencia semántico-sintáctica: Creo que deberíamos pensarlo mejor. La subordinada «que deberíamos pensarlo mejor» depende semánticamente de «creo» para completar su sentido (y viceversa), y sintácticamente es complemento directo de «creo», elemento con el que forma un sintagma de predicado.

La subordinación se define como sustantiva cuando la subordinada desempeña funciones sintácticas propias de un sintagma nominal: Te dije que no manejaras así ? Te dije esto [en este caso, cumple función de complemento directo]. Adjetiva, si cumple funciones de sintagma adjetival: La casa que compró Luisa es cómoda ? La casa suya es cómoda [modificador adjetival]. Adverbial, cuando modifica circunstancialmente al verbo: Díselo de modo que no se enfade ? Díselo amablemente [complemento circunstancial].

Uso de la coma en la subordinación sustantiva

Las subordinadas sustantivas están encabezadas por las conjunciones quesi (en las interrogativas indirectas: No sé si recibió el mensaje) y los interrogativos quédóndecómo, etc. (¿Ya saben cómo ocurrió el accidente?). Estas subordinadas cumplen funciones de sujeto, complemento directo o término de un complemento preposicional: Que te quedes no es una opción [sujeto]. Pensó que era mejor así [complemento directo]. La causa de que renunciara no la conocemos [término del complemento preposicional].

En consecuencia, y no debiendo romperse la unidad sintáctica del verbo con el sujeto y el complemento directo, o de la preposición con su término, no debe escribirse coma para separar la subordinada de la oración principal. La excepción a esta norma, por supuesto, es cuando concurre entre la subordinada y la oración principal algún elemento periférico con valor incidental: Que te quedes, repito, no es una opción [sujeto]. Pensó, según dijo después, que era mejor así [complemento directo]. La causa, la real, de que renunciara no la conocemos [término del complemento preposicional].

La coma en las subordinadas adjetivas

Las subordinadas adjetivas están encabezadas por un pronombre (quequien cualcuanto, etc.), un adverbio (dondecomocuandocuanto, etc.) o el adjetivo posesivo cuyo. En todos los casos, estos elementos establecen una relación anafórica con el antecedente, es decir, funcionan como relativos que modifican a un sintagma nominal (un sustantivo o un grupo nominal): Compré una pluma Parker [antecedente] que [relativo] tiene un trazo excelente. En este caso, el pronombre «que» se refiere a «una pluma Parker», que es su antecedente. La subordinada funge como adjetivo: Compré una pluma Parker que tiene un trazo excelente ? Compré una pluma Parker magnífica.

En el ejemplo anterior, el antecedente (doble subrayado) está expresado en la oración, pero hay casos en los que es tácito: Los alumnos que presenten el examen deberán venir el viernes ? Quienes presenten el examen deberán venir el viernes. El antecedente de la subordinada «Los alumnos que presenten el examen» se suprime y pasa en el segundo ejemplo a ser tácito, pero señalado por el relativo «quienes». El uso de la coma como delimitadora en la subordinación adjetiva va a depender, por tanto, de si el antecedente es tácito o expreso y de otros factores. Veamos algunos casos de los que mayor dificultad ofrecen.

Entre las de antecedente expreso, tenemos dos clases: las subordinadas adjetivas explicativas y las subordinadas adjetivas especificativas. Las primeras constituyen un grupo sintáctico periférico, razón por la cual, siendo un inciso explicativo, deben delimitarse con coma: El auto, que tenía días fallando, se averió finalmente ayer. Por el contrario, las adjetivas especificativas no se delimitarán con coma: ¿Dónde colocaste las llaves que te di hace un rato? El criterio para saber si la subordinada ha de ir entrecomada o no es su carácter incidental, a cuyo fin ayuda mucho verificar si la información aportada es prescindible o no.

En este grupo valga destacar las subordinadas adjetivas de antecedente expreso construidas con el adjetivo posesivo cuyo, que tantas dudas ofrece al escribir, pues irá antecedido o no de coma según que la relativa sea explicativa o especificativa: Mi hermano, cuyo prestigio profesional tanto defendiste, te aprecia mucho [explicativa]. Aquí te dejo el libro cuyo prólogo escribiste [especificativa].

Un caso muy particular de las adjetivas explicativas es el de las subordinadas cuyo antecedente expreso es un pronombre personal. La Real Academia asegura de ellas, en su Ortografía de la lengua española (2010), que «aunque son siempre explicativas, se documentan frecuentemente sin la coma que debería separar el pronombre sujeto del relativo —se conserva, en cambio, la que marca el final de la relativa—», y da el siguiente ejemplo: Yo que probé las frutas más sabrosas de la tierra, me harto ahora de sombras y de barro. Justifica dicho uso porque «se entiende que las secuencias formadas por el pronombre y la relativa se delimitan de la misma manera que las construcciones concesivas o causales por las que pueden parafrasearse: Aunque probé las frutas más sabrosas de la tierra, me harto ahora de sombras y de barro.

Personalmente no comparto este criterio porque no son comparables ambas construcciones. El grado de vinculación de la subordinada con la oración principal en el primer caso —como en todo inciso explicativo— es muy débil e incidental, siendo incluso prescindible la información contenida en aquella, razón por la cual sugerimos entrecomar la subordinada, ya que hace las veces de un adjetivo explicativo: Yo, que probé las frutas más sabrosas de la tierra, me harto ahora… ? Yo, afortunado, me harto ahora… En las concesivas, la unidad sintáctica entre la conjunción («aunque») y la prótasis («probé las frutas más sabrosas de la tierra») es indisoluble.

Las subordinadas adjetivas de antecedente tácito rigen su uso de la coma por el principio de la unidad sintáctica, de modo tal que no se puede romper la unidad entre el verbo y las subordinadas en función de sujeto: Los que se inscribieron iniciarán clases el lunes [sujeto]. Aun cuando en la cadena hablada se haga naturalmente una pausa al terminar la subordinada en función de sujeto, esta no debe marcarse con coma: ?Los que se inscribieron, iniciarán clases el lunes [la bolaspa ? es un símbolo que indica una forma agramatical].

El mismo principio de unidad sintáctica aplica a las subordinadas adjetivas en función de complemento directo,  indirecto o de régimen verbal cuando precedan al verbo: De lo que hablamos tu tía y yo no puedo decirte nada [complemento de régimen]. A quienes preguntaron por la hora de llegada les digo que aún no sabemos [complemento indirecto]. Aun cuando entre la subordinada antepuesta y el verbo se haga una pausa oral, esta no se representa con coma, puesto que interrumpiría la unidad sintáctica.

Este tipo de subordinadas adjetivas con antecedente tácito son propias de la tradición oral en forma de refranes: A quien madruga Dios lo ayudaEl que no la debe no la temeQuien mucho abarca poco aprieta. En estos casos, es común ver que se escriba coma para delimitar una aparente estructura bimembre, pero es necesario recordar que no se debe emplear la coma optativa para crear cesuras en grupos que deben preservar su unidad sintáctica. Si deseamos reproducir la pausa propia de la oralidad, hay recursos —incluso tradicionales en la escritura— como la barra oblicua: A quien madruga / Dios lo ayudaEl que no la debe / no la temeQuien mucho abarca / poco aprieta.

En el caso de las subordinadas adjetivas con antecedente tácito, funcionando como complemento circunstancial de tiempo antepuestas al verbo, el uso de la coma dependerá de su extensión, en función de la cual puedan llegar a convertirse en elementos periféricos. Así pues, las subordinadas adjetivas muy largas suelen resultar explicativas y las breves especificativas. En ambos casos, irán encabezadas por el relativo cuando, los enlaces conjuntivos mientras o siempre que y por las locuciones adverbiales antes de quedespués de que. Por ejemplo: Cuando entraste a la oficina batiendo tu frondosa cabellera negra, me enamoré ? Cuando entraste me enamoré. En este ejemplo, el antecedente tácito es «en el momento»: En el momento en que entraste… Por ello es una subordinada adjetiva.

En conclusión, la puntuación de las subordinadas sustantivas y adjetivas es complicada —no tanto como la de las adverbiales, de las que nos ocuparemos próximamente—, pero en ambas rige una norma estable que es la de la unidad sintáctica. Ciertamente, un fallo cada vez mayor de la educación contemporánea es el abandono de la gramática, de modo que quedamos a expensas de una competencia lingüística y comunicacional precariamente entrenada en textos de dudosa corrección gramatical.sintáctica.


Fuente: El Nacional y Jerónimo Alayón

© Jerónimo Alayón y El Nacionalhttps://bit.ly/3KcYCYv

CITA CHICAGO:
Alayón, Jerónimo. «La coma y sus usos (parte IV)». El Nacional. 18 de julio de 2025. https://is.gd/zel1ey

CITA APA:
Alayón, J. (2025, 18 de julio). La coma y sus usos (parte IV). El Nacionalhttps://is.gd/zel1ey

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Un libro que logra cruzar el idioma es un puente entre culturas. Entrevista a Karina Miñano

Entrevista al cuidado de Joiner Villasmil

Karina Miñano: “Cada libro que logra cruzar el idioma y el contexto es un puente más entre culturas”

Karina Miñano es poeta, escritora, conferencista y experta en Márketing Digital. Máster en Escritura Creativa por la VIU de Valencia y Especialización en enseñanza de escritura creativa en la Universidad de Alcalá (España). Su obra abarca poesía, relatos y novelas, destacando Remolino de sueños (2021), que aborda la lucha por la educación de niñas refugiadas afganas. Su poema «Mutilada», sobre la MGF, fue premiado en España en 2019. Dirige el programa de poesía Por debajo de la pluma y publica en blogs y antologías. Mientras el roble cede a la noche es su primer libro de poesía, donde explora temas profundos desde la intimidad de su alma.

¿Qué te motivó a escribir el poema Mutilada, de qué trata?

Mutilada aborda la mutilación genital femenina (MGF) en niñas desde la infancia hasta la adolescencia. Surgió mientras escribía mi novela Remolino de sueños y me encontré, casi por azar, con una noticia sobre esta práctica. Investigué más, leí testimonios de mujeres que la habían sufrido y no pude permanecer indiferente. Aunque respeto las culturas distintas a la mía, no puedo ignorar el dolor que esto ha causado y sigue causando a miles de niñas y mujeres en el mundo. No ocurre solo en Medio Oriente; también sucede en América, Asia y Europa. Se estima que 600 mil mujeres que viven en Europa han sido sometidas a la MGF y 180 mil niñas corren ese riesgo. Muchas veces, desde el privilegio, desconocemos estas realidades. Yo no quise ser ajena.

¿Cómo fue el proceso de creación de Remolino de sueños y qué esperas que los lectores se lleven de esta historia?

El proceso comenzó sin que yo lo supiera en 2004, cuando llegué a Europa y me encontré con una fuerte presencia musulmana. Quise comprender más allá de los estereotipos, así que leí, observé y busqué testimonios de mujeres musulmanas sobre sus vidas, sus ambiciones y limitaciones. Años después, una charla TED de una médica afgana que desafiaba al Talibán para educar a niñas me impactó profundamente. Así nació Latifah, la protagonista de mi novela, y su lucha por llevar educación a las niñas de los refugios.

Remolino de sueños retrata el choque cultural desde la mirada de una mujer que, al volver a su país, ya no encaja del todo. A través de ella, exploro la relación entre identidad, cultura y educación. Ojalá los lectores se lleven una mayor empatía hacia las mujeres refugiadas y comprendan que la educación no solo abre puertas, también siembra sueños. Es una forma concreta de colaborar con el cambio.

Antes de dedicarte plenamente a la escritura, trabajaste en periodismo y comunicación. ¿De qué manera esas experiencias han influido en tu trabajo literario?

Desde niña tuve una relación íntima con las palabras. Recuerdo a mi abuelo leyendo el diario El Comercio, y yo, sin saber muy bien por qué, empezaba a escribir mis propias historias y reflexiones. Leía crónicas periodísticas que me atrapaban por su humanidad, por la forma en que convertían la realidad en relato. Esa fue mi primera escuela.

Luego, ya en el periodismo, la urgencia de los hechos me alejó un poco de lo artístico, pero me dejó algo valioso: la capacidad de observar, de escuchar, de captar lo esencial en medio del ruido. Al llegar a Europa, todo eso que había acumulado, las historias reales, el amor por las palabras, el deseo de entender lo que duele, encontró su cauce. Y escribí, por fin, desde ese lugar donde la vida y la literatura se tocan.

¿Qué significa para ti vivir y escribir en los Países Bajos, un contexto cultural tan distinto al de Perú?

Es una pregunta que me acompaña desde hace años. Cuando vivía en Perú, mi vida giraba en torno a lo inmediato: los hechos, la urgencia, la realidad sociopolítica. Al llegar a los Países Bajos, descubrí otro ritmo, otras formas de mirar el mundo. Encontré espacios de calma y oportunidades que tal vez no hubiera tenido en mi país en ese momento.

Vivir aquí me permitió transformar lo que era solo un pasatiempo en una vocación profunda. Claro que el contexto influye: el entorno se convierte en un personaje más, con sus silencios, sus paisajes y sus modos de ser. Pero nunca escribo desde el olvido. Llevo conmigo la mirada que se formó en Perú, y esa distancia me da una perspectiva valiosa: puedo comparar, comprender y relatar desde el cruce de dos mundos. Ese entrelugar es, también, mi voz.

Has participado en la traducción de literatura hispana al neerlandés. ¿Cuál consideras que es el mayor reto y el mayor aporte de esta labor?

Sí, te refieres a mi trabajo temporal como asesora del Fondo de Literatura Neerlandesa. En esta labor, leo y evalúo obras de autores hispanohablantes para determinar su calidad literaria y su potencial para ser traducidas al neerlandés. El mayor reto, sin duda, está en las particularidades lingüísticas y culturales. Recuerdo, por ejemplo, una novela muy atractiva escrita en un registro local tan marcado que resultaba casi ininteligible sin un contexto profundo o incluso un glosario. Para un traductor, eso representa un desafío enorme: trasladar no solo el significado, sino también el tono, la musicalidad y la intención del original.

El mayor aporte de este trabajo es abrir camino a voces hispanas en un mercado lector como el neerlandés, exigente pero receptivo. Cada libro que logra cruzar el idioma y el contexto es un puente más entre culturas.

¿Cómo ha sido tu experiencia con “Por debajo de la pluma” y la comunidad que has creado en “Cuéntame un libro”?

Le tengo un cariño especial a Por debajo de la pluma. Es un espacio que me permite conversar sobre mis poetas favoritos y descubrir nuevas voces junto a colegas del mundo literario y artístico. Es, sobre todo, un lugar de diálogo y aprendizaje.

Conocí a la comunidad de Cuéntame un libro a partir de una entrevista sobre mi primera novela, Remolino de sueños. A partir de ese encuentro, se formó una relación entrañable con sus fundadores, Claudia y Gonzalo. Pronto noté que la poesía tenía poco espacio dentro de las entrevistas, y así surgió la idea de crear un programa centrado en poesía.

Desde entonces, me he enfocado en autores que marcaron una ruptura estilística o renovaron el lenguaje poético. Conversar sobre sus trayectorias es también una forma de aprender y de compartir ese aprendizaje. El objetivo es doble: acercar la poesía a un público más amplio y, al mismo tiempo, inspirar a quienes están empezando a escribir.

Cada sábado compartes poesía en redes sociales. ¿Cómo ha cambiado tu relación con la poesía a través de estas plataformas digitales?

Lo que más valoro de las plataformas digitales es la posibilidad de compartir. Durante mucho tiempo leía poemas que me conmovían profundamente, pero no tenía con quién comentarlos. Empecé casi por intuición, publicando versos que me habían tocado, con la esperanza de que otros sintieran algo parecido.

Han pasado casi seis años desde ese primer intento, y hoy Sábados de poesía se ha convertido en un espacio íntimo pero abierto, donde la poesía circula, se escucha y se vuelve conversación. Mi relación con la poesía no ha cambiado en esencia, pero sí se ha vuelto más generosa: ya no solo leo para mí, también leo para los demás.

Tu primer libro de poesía Mientras el roble cede a la noche se publicó recientemente. ¿Qué temas o emociones predominan en esta obra?

Mientras el roble cede a la noche nace del cuerpo, pero también de lo que no se ve, como la sombra, el silencio, lo que quedó sin nombrar durante mucho tiempo. Habla del duelo, de la pérdida, de la reconstrucción lenta tras una etapa que se rompe. Sinceramente, son poemas que no busqué escribir; llegaron después de haber vivido lo que necesitaba ser dicho.

Siempre he sentido que la poesía aparece cuando ya no basta con explicar. Es un espacio donde lo vulnerable encuentra forma. Como decía Pizarnik, “la poesía es el lugar donde todo sucede”. En ese lugar escribí, no desde la certeza, sino desde el temblor. No busco respuestas, solo una voz que acompañe.

Mientras el roble cede a la noche habita esa fisura entre lo que se fue y lo que aún resiste. Ahí donde la palabra empieza a sanar, sin prometer alivio.

Además de la escritura, también eres profesora de escritura creativa. ¿Qué enseñanzas o consejos sueles destacar en tus talleres?

Sí, estoy convencida de que para enseñar escritura no basta con escribir: hace falta una estructura clara y una base pedagógica sólida. Por eso me formé como profesora de escritura creativa en la Universidad de Alcalá. Esa formación me permitió diseñar cursos bien estructurados y, sobre todo, ofrecer una retroalimentación respetuosa y útil, que ayude a cada persona a avanzar desde su voz y sus propias intuiciones.

En mis clases intento destacar siempre lo que funciona y lo que puede funcionar aún mejor. Actualmente tengo un curso activo en la plataforma Savia, Poesía para sanar, pensado para quienes buscan un primer acercamiento a la poesía o un espacio íntimo donde ponerle nombre a lo que duele. Escribir no cura, pero puede acompañar. Y a veces, eso basta.

El curso nace de mi propia experiencia, y como todo lo que me ha servido, decidí compartirlo. Pronto también ofreceré dos nuevos cursos: uno sobre construcción de personajes y otro centrado en narrar nuestra historia personal.

En tus conferencias has hablado sobre César Vallejo y su conexión con Hemingway. ¿Qué te atrae particularmente de esos dos autores?

Ambos, Vallejo y Hemingway, me interesan por razones distintas, pero complementarias. En Vallejo me conmueve su capacidad para nombrar el dolor humano desde una lengua reinventada, quebrada, profundamente suya. En Hemingway admiro su precisión, su economía expresiva, esa manera de decir tanto con tan poco.

Lo que me atrajo a explorarlos juntos fue el hecho de que, siendo tan distintos en estilo, compartieron una misma época convulsa, un mismo compromiso con el sufrimiento humano, y un cruce inesperado en la guerra civil española. Vallejo escribió España, aparta de mí este cáliz, y Hemingway Por quién doblan las campanas; dos obras que miran la misma tragedia desde ángulos distintos, pero con la misma urgencia ética.

Me interesa pensar ese cruce no solo como coincidencia histórica, sino como diálogo literario y humano. Debo mencionar que la conferencia Cuatro poetas con Hemingway es una iniciativa que llevamos cuatro escritoras. Son cuatro poetas y su relación con Hemingway.  Abordamos esta relación en las conferencias no para compararlos, sino para tender puentes: entre idiomas, entre estilos, entre visiones del mundo.

Tu formación en comunicación y marketing digital parece complementar muy bien tu carrera literaria. ¿Cómo aprovechas esas habilidades para difundir tu obra?

Para ser honesta, aún estoy aprendiendo a aplicar mis conocimientos en comunicación y marketing digital a mi propio camino literario. En el ámbito profesional, he trabajado en entornos muy estructurados y corporativos, con objetivos claros y equipos definidos. Pero cuando se trata de mi obra, esa estrategia se vuelve más personal, y a veces más difícil de ejecutar.

Lo que sí he hecho es concentrarme en crear contenido con sentido, más que en promocionar por promocionar. Creo que la difusión es importante, pero más importante aún es llegar a quienes realmente quieren escuchar. Estoy en ese proceso: buscando un equilibrio entre lo que deseo compartir y la mejor forma de hacerlo llegar, sin perder autenticidad.

¿Qué proyectos o sueños literarios tienes para el futuro que te gustaría compartir?

Tengo tres libros en marcha. Dos de poesía que ya están escritos y ahora descansan en ese tiempo necesario antes de volver a mirarlos con otros ojos. Y una novela que empecé en 2019 y que me espera para ser concluida con la calma que merece.

También espero seguir escribiendo artículos para Círculo de Lectores Perú, una casa que me permite reflexionar sobre poesía y literatura desde un lugar íntimo y libre. Estoy terminando mi sitio web, y sigo compartiendo relatos en los blogs literarios Liberemos las palabras Papeles encontrados. Más que proyectos, son hilos que siguen latiendo en mi día a día. Y mientras sigan latiendo, seguiré escribiendo.

Tres poemas de Kariña Miñano

Grito

Anónimas miradas rozaron a mi bebe.

¿Dónde está?

Duerme en el capullo de la oruga entre

sueños que el olvido desteje.

Pintaron miedo en mi niña.

¿Descansa?

Enroscada en la crisálida,

a punto de despertar.

Alimentaron amargura a mi niña adolescente.

¿Qué hace?

Contempla sus escamas frente

al espejo que guarda su muda.

La arrojaron al abismo de joven

¿Volvió?

Emergiendo, bate sus colores del estómago al corazón.

¿Dónde está la mujer?

Sosteniendo la puerta para que salgamos todas.

Y juntas, en su garganta, desatar el recuerdo.

Nos nacemos del crujido de las alas,

desde la cuna, hasta la herida.

Amalgama desnuda

Lentitud.

Me perderé

entre la desnudez de los árboles de invierno,

despacio hasta el centro,

dedos, talón, talón, dedos.

Será el rastro un camino de blusas, abrigos, dermis

sobre ramas, hojas secas, barro, charcos de agua.

El esternón despojado, como ellos.

Inmersión.

Injerida en medio de los troncos

el silencio dará la señal,

viento reposado, silbidos desde las copas.

Aceptada,

pisaré firme los pétalos descompuestos

que alfombran el suelo

endurecido por el frío.

De mis pies brotarán

raíces para incrustarse en la tierra 

tocar las perpetuas cepas de los demás,

absorber sus virtudes.

Amalgama.

Por fin, me quedaré inmóvil

los brazos desplegados,

la cara en el cielo, el azul en los ojos.

Corteza somera me envolverá tres veces.

No sentiré algidez.

Seré albura joven.

Percibiré la médula empujando energía por mi cuerpo

Transformaré una nueva yo,

mi pecho quemará de satisfacción

mientras mis piernas se llenan del vigor lozano.

Calma.

Respiro.

Será un día soleado de invierno,

en febrero.

Un día que ya empiezo a recordar.

Impalpable (del libro Mientras el roble cede a la noche)

qué ganas de acariciar su rostro

hacerle la vida una burbuja

ya no me mira

ya no se mira

qué ganas de llorar con ella

secar su llanto de sombras 

ya no me sonríe

ya no se sonríe

qué ganas de alumbrar sus noches

dibujarle sueños eternos

ya no me habla

ya no se habla

qué ganas de apreciar su sonrisa

reflejársela llena de luz

ya no se arregla

ya no se importa

ya no la veo 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf en Instagram

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Entrevista al cuidado de: Joiner Villasmil

 

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Carlos Benito Losada, selección de poemas

Carlos Benito Losada Pérez nació en Caracas, donde se formó como ingeniero electrónico. Ha recorrido distintas geografías —Reading, Santiago de Chile, Basingstoke— llevando consigo la memoria de los afectos, los gestos heredados y la búsqueda de sentido en cada pausa. Desde muchacho cultiva la escritura de relatos y poesía como un acto de permanencia, una forma de nombrar lo que se muere y lo que queda. La fotografía y la cocina lo acompañan como otros lenguajes del reencuentro, conectando sabores con recuerdos. Los cinco poemas que ofrece en esta publicación, entre ellos Aquí sigo, son testimonio de esa mirada que enlaza raíces y presente. En ellos, Carlos Benito se convierte en verbo, en presencia y en posibilidad: un canto sereno que dialoga con la historia familiar y con el tiempo que insiste en permanecer.

El lugar que aún les pertenece 

Hay días en que las ilusiones parecen delgadas como el vapor del café.

Antes se encendían como faroles: señalaban viajes, cenas con amigos, llamadas por hacer.

Tenían ritmo, urgencia, incluso un poco de vanidad. Se creían imprescindibles.

Ahora caminan en puntillas.

Se esconden en un correo cualquiera, en un saludo inesperado,

en un verso que se aparece sin llamar la atención.

Las reconozco por su perfume discreto,

ese que mezcla promesa con duda sin pedir respuestas.

Las escucho cuando abro la ventana y el aire me trae

una memoria que ni siquiera sabía que extrañaba.

Ya no hacen fila en mis mañanas,

pero se deslizan por los costados, como gatos que aún reclaman

su rincón en la casa, aunque nadie les dé permiso.

Las ilusiones siguen ahí.

Solo que ahora no necesitan protagonismo para quedarse.

Las cuentas del tiempo

Los días pasan,

sigilosos como hojas sueltas

en un calendario gastado.

La entrega fue un río constante,

lento, persistente,

como quien riega un jardín

sin esperar la flor.

El eco de lo dado

se pierde en el viento,

se disuelve en palabras que no llegan,

en silencios que pesan

más que el oro.

No importa cuánto se dio,

ni cuántos inviernos quedaron atrás,

al final,

el valor es moneda ajena,

y la memoria,

un libro sin firma.

Inventario en voz baja

No nací sabiendo

pero nací buscando,

con un par de dudas bien puestas

y un puñado de asombros mal disimulados.

Fui outsider por vocación,

testigo curioso de mis propias decisiones,

de mis tropiezos también,

aunque a veces me gustaría

un descanso del espejo.

Me enamoré como se debe,

a ratos con premura,

a ratos con el alma

y encontré compañía duradera,

no promesa: presencia.

Dos hijos prestados por la vida,

uno allá en Chile

donde una nietita, la Victorita,

pinta con risas mi nostalgia

el otro en Alicante,

donde la distancia tiene nombre propio.

A veces extraño lo que no supe nombrar:

mi juventud en llamas,

el cuero firme y la espalda erguida,

las reuniones en PDVSA

donde gerenciar tenía sentido,

porque escuchábamos de verdad.

Y cómo extraño Venezuela,

con su olor a mango maduro,

con su acento que nunca me dejó,

con mi mamá,

que todavía me habla de cosas sencillas,

como cuando pico la cebolla, el pimentón,

o le pongo la tapa a la olla del arroz.

Cocino bien, sí,

aunque a veces creo

que la mesa ya no espera mi sazón,

pero igual sirvo el plato

por si un día se sientan

y miran.

Porque aún me siento solo,

pero sé que no estoy vacío.

Mientras haya palabras

y tiempo para decirlas,

todavía me quedo

a contemplar

cómo la vida

sigue saliendo al sol,

muy a pesar de nosotros.

Dos patrias, un corazón 

Migré con el viento al otro lado,

con los bolsillos llenos de memoria,

con la patria doblada en la maleta

y el corazón partido en dos fronteras.

Aquí el sol me calienta distinto,

las calles me nombran sin conocerme,

el pan tiene otro aroma

y el idioma se acomoda entre mis sueños.

Allá, en la otra orilla,

quedan voces que envejecen sin promesas,

quedan amigos contando los días,

y quedan luchas que parecen eternas.

No reniego de mi suerte,

del refugio que me dio otro suelo,

pero es extraño celebrar victorias

sabiendo que otros pelean por migajas.

Así es la distancia:

un puente que no cruza del todo,

una sombra que a veces pesa,

una raíz que, aun lejos, sigue creciendo.

Aquí sigo

Aquí sigo

como quien encuentra en el caos

una nota amable

y la guarda como amuleto

entre e-mails revueltos.

El olor de la torta de queso en el horno —

esa que me ha gustado desde la universidad —

todavía me trae recuerdos claros,

de manos que construyen,

de caminos que no se olvidan.

El cansancio persiste,

pero ya no como carga,

sino como señal de que cada paso deja rastro,

de que el exceso de foco

también marca la piel del día.

Aquí sigo,

con una esperanza que no hace ruido,

pero se enciende en la mirada de los que me rodean.

Con recuerdos de mi mamá cocinando palabras reconfortantes,

con amigos que aparecen sin ser llamados,

como tregua.

Con versos que logran

lo que ningún plan consigue:

dar sentido a lo que no tiene manual.

Aquí sigo,

y si el camino no está claro,

mi faro se vuelve poema.

Porque como dice mi poeta preferido:

“aunque el alma tenga manchas, puede hacerse tinta nueva…”

Bueno, ya no usamos mucho la tinta,

solo teclas que se repiten hoy y mañana,

y estos dedos míos,

que hoy también se niegan a rendirse.

Y sigo,

como quien confía

en la bondad de los días que aún no han llegado.

Como quien pone una palabra en remojo,

esperando que florezca poema.

La ruta no siempre se dibuja con líneas rectas,

a veces se revela en curvas,

en olores compartidos,

en teclas que suenan como un corazón sincero.

Porque el futuro también se escribe

con el cansancio que se convierte en fuerza,

y con la certeza serena

de que seguir —solo seguir—

ya es un gesto de magia.

Gracias a Carlos Benito Losada Pérez

 

 

Editora: Carmen Cristina Wolf

 

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LA EDAD DEL FUEGO SERENO, POR FARAH CISNEROS

Farah Cisneros

La edad del fuego sereno
Por Farah Cisneros
Hacerse viejo es una conquista.
No un accidente del tiempo, no un descuido de los años, sino un privilegio, un rito, un fuego que no se apaga: se transforma.
A cierta altura de la vida, cuando el cuerpo empieza a murmurar sus quejas, cuando los nombres se nos escapan como mariposas veloces, cuando el calendario ya no impresiona, algo profundo se enciende en lo invisible.
Una lucidez nueva. Una fidelidad hacia lo esencial. Una paz que antes no sabíamos nombrar.
Porque no se trata solo de sumar años, sino de habitar el tiempo. De volverlo carne, conciencia, plenitud.
Y para eso hace falta coraje.
Coraje para despedir lo que ya no vuelve.
Coraje para sostener el espejo sin disfraz.
Coraje para abrazar el presente sin resentimiento, sin melancolía, sin esa nostalgia que a veces nos roba el ahora.
La vejez no es un ocaso. Es otro tipo de luz.
No más tibia, sino más íntima.
No menos intensa, sino más sabia.
No menos viva, sino más libre.
Ahora los días ya no se desgastan en la urgencia, sino que se cultivan.
Se amasa el tiempo como un pan sagrado: con manos lentas, con hambre verdadera.
Y se agradece —¡cómo se agradece!— lo que antes se daba por hecho: una mañana sin dolor, una charla larga, el sol en la cara, la risa que brota sin explicaciones.
Ya no se corre detrás de nada.
Porque lo que importa, ya está.
Y lo que aún no llegó, tampoco apura.
Porque hacerse viejo también es aprender a esperar con amor.
Es saber que hay frutos que solo maduran en la estación justa.
La vejez, si se la habita con dignidad, es una maestra generosa.
Nos enseña a soltar sin perder.
A recordar sin anclarse.
A amar sin condición.
A vivir con menos, pero sentirlo todo más.
Y el legado, ese misterio que tantos persiguen, no está en lo que dejamos, sino en cómo nos quedamos en quienes amamos.
Un gesto, una frase, una mirada limpia, pueden marcar una vida más que cualquier herencia.
El verdadero legado es una forma de estar.
Es la paz que sembramos, la alegría que sostenemos, la libertad que irradiamos.
Hacerse viejo es, quizás, el mayor acto de presencia.
Porque todo lo vivido se condensa en un solo punto: este instante.
Y quien lo honra, quien lo mira con ojos despiertos, con gratitud ardiente,
quien lo vive sin miedo ni negación, es ya eterno.
Farah Cisneros. Nació en Caracas. Escritora, pinealista y mentora.

Facilitadora en Procesos de Cambio y Transformación Personal
Master Coach Neuro-Linguistic Programming PNL
Certified Heal Your Life Teacher Philosophy Louise Hay
Fundadora y Directora de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores
Autora del libro ¡Haz lo que te dé la gana!
Produce, coordina y desarrolla el Programa de Entrenamiento y Desarrollo Integral
Personalizado-PEDIP de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores
Directora de Relaciones Institucionales del Círculo de Escritores de Venezuela.

@FARAH_CISNEROS farahcisneros@hotmail.com –
escueladegerenciaypensadores@gmail.com
http://egpvenezuela.wix.com/egpvenezuela
http://egpvenezuela.wixsite.com/farahcisneros

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Se lee como una película

Se lee como una película 

Por Edinson Martínez

 

Las notas que por fin han conquistado estas páginas son el resultado de reiterados intentos por centrar las ideas sobre un contenido asaltado a cada rato por el asombro de las casualidades. 

Culminando de leer El afgano y, contrario a mi costumbre, me tomé una fotografía con el libro en las manos para inmediatamente postearla en mis redes sociales. Al margen, se me ocurrió enviar la misma foto a unos pocos amigos recomendándoles al pie de la imagen la lectura de la novela. El caso es que, mientras la leía, en varios instantes me sentí como si estuviera viéndola en una película, por eso, cuando le escribí a mis amigos sobre ella, simplemente les remití la foto con la leyenda “Se lee como una película. Te la recomiendo”.

En el curso de su lectura pensaba en ocasiones sobre sí aquellos hechos que se contaban en la obra habían efectivamente ocurrido. Y, al propio tiempo, me preguntaba sobre si la novela no habría sido llevada ya al cine, pues no sería nada raro que así hubiera ocurrido en virtud de la pluma que firma el libro.

The Afghan, fue publicada en el Reino Unido por Frederick Forsyth en 2006, bajo el sello editorial Random House Mondadori, la misma casa editorial que lo edita en español recién comenzando el invierno del mismo año. 

El célebre autor británico tiene en su haber varias novelas llevadas al cine – El día del Chacal. (1971), Los perros de la guerra. (1974), El expediente Odessa. (1972)–. Su estilo asombra por la admirable compenetración entre una narrativa escrita como un novelista, al propio tiempo que despliega la historia con la rigurosidad de un periodista acucioso. Al final, el lector podría concluir perfectamente que aquello que ha leído o visto en el cine es una historia verídica y no un texto de ficción. 

En sus libros no hay espacio para la prosa poética que observamos en otros novelistas de su mismo género, o en aquellos colindantes con el tipo de narrativa donde el suspenso, la ansiedad, la intriga, el misterio y la incertidumbre son las emociones predominantes en el desarrollo de la trama. Frederick Forsyth destaca por su trabajo donde amalgama realidad con ficción, escudriñando en la vida real sobre acontecimiento históricos para luego desarrollarlos con maestría como una ficción que pareciera suplantar la realidad. No hay campo para la subjetividad narrativa en sus obras, es lo que percibo al leerlas, y por eso creo que es su sello particular al momento de abordar su creación. Quizás sea eso –se me ocurre pensar sin mucho análisis–  lo que allana el camino para que los guiones cinematográficos basados en sus textos hayan alcanzado el éxito que han obtenido inmediatamente de proyectarse en las salas de cine. Podría afirmar que, esa es su singular alquimia, puede gustar o no, y hasta desagradar a quienes buscan en el texto de un escritor un cierto vuelo intimista en una especie de embelesado placer con las palabras reproduciendo una realidad. 

 

Entre 1976 y 1977 tuve la ocasión de ver el film El Día del Chacal. Era muy joven, entonces, y me limité a verlo como una buena película. Esta producción cinematográfica se había estrenado en 1973 fuera de Venezuela, pero más o menos para le fecha que indiqué antes, llegó al cine de mi ciudad; una proyección inusual en una sala de cine acostumbrada a filmes comerciales algo más del consumo masivo, en este caso, por ejemplo, Rocky y La profecía, casualmente del mismo periodo.

El guión de El Día del Chacal es de Kenneth Ross basado en la novela de nombre similar de Frederick Forsyth que había sido editada en 1971. La publicación, una vez en manos de los lectores, al poquísimo tiempo se convirtió en un best seller, calculándose por algunas fuentes el umbral de ventas en unos 75 millones de ejemplares hasta el presente. En la pantalla grande fue asimismo un exitazo en taquilla durante varios años, pero el caso es que, entonces, no se me ocurrió escudriñar sobre los hechos que se presentaban en el film. Y no es sino mucho después, cuando leí Los Centuriones. (1960), de Jean Lartéguy, un escritor y periodista francés que, a mi juicio, es quien mejor guarda similitud con el estilo de Frederick Forsyth, cuando decido investigar sobre el asunto de fondo en El Día del Chacal. La curiosidad me llevó en aquel tiempo a buscar la novela y leerla, posteriormente a indagar y descubrir que los hechos narrados en realidad tenían un sustento histórico de clara inspiración para la obra. Como igualmente sucede con Los Centuriones.  

Así, pues, en realidad, el intento de magnicidio para acabar con la vida del presidente francés Charles de Gaulle, nudo de la trama fílmica y por derivación del libro de Frederick Forsyth, había ocurrido efectivamente el 22 de agosto de 1962. Desde luego que los hechos no se desarrollaron exactamente como se cuentan en la historia, porque en este caso, dejaría de ser una novela, una obra de ficción, como en realidad lo es, para convertirse en su lugar en una crónica o en un documento periodístico.  Pero, ciertamente, el atentado, en efecto, ocurrió, y para más señas, fue una operación que involucró francotiradores para, con una precisión milimétrica, conseguir que el gobernante no escapara con vida, como bien se plasma en la película. En la novela, asimismo, se relata todo el proceso de planificación y la ejecución del atentado haciendo uso de la ficción histórica. 

Por cierto, y a propósito del Chacal, no puedo dejar pasar la oportunidad para señalar lo que se cuenta sobre el terrorista venezolano Carlos Ilich Ramírez, quien alcanzó notoriedad internacional entre las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado como el hombre más buscado por sus atentados y secuestros a nombre de la causa palestina. Justamente para la fecha en que se estrena el film comentado. 

El caso es que, durante su persecución por varios países, sin tener clara todavía la identidad del terrorista, en Londres, se produce el allanamiento a una residencia donde se presumía su ubicación, al llegar las autoridades no lo encuentran y, en su lugar, entre todas las evidencias levantadas se consiguen con un ejemplar del libro de Frederick Forsyth, El Día del Chacal, a partir de ese momento, entonces, para la prensa mundial y para las agencias de seguridad europeas, el sujeto que más tarde identificarían, se conocería como el Chacal, mote con el que aún se le nombra.  

Pues bien, retomando el caso de El Afgano, debo señalar que, admirado por la abundancia de detalles encontrados en su lectura, la manera como se estructura la obra, por otra parte, y la diversidad de contraste y contextos geográficos presentes en ella, en ciertos momentos me parecía estar sentado en una sala de cine viendo su proyección, mientras que, al propio tiempo, me interrogaba sobre si esta novela no habría sido llevada al cine, me asaltaba, asimismo, la idea sobre el fundamento real de la historia escrita, algo similar al caso de El Día del Chacal. La verdad no puedo asegurar que se haya filmado una película basada en el libro, es muy probable, en cuanto lo determine, si es que la hay, la veré, y lo haré con la natural expectativa para apreciar su fidelidad al texto escrito por Forsyth. 

En El Afgano la secuencia narrativa, el manejo de los tiempos, la voz del autor, los diálogos, y todo el ámbito contextual donde se desarrolla la trama, es casi, de hecho, una película. Este es un mérito innegable del autor británico cuando escribe sus novelas, como en igual sentido podría decirse de las novelas de Morris West, autor australiano quien también posee una destacada cantidad de obras llevadas al cine.  

El telón de fondo de la obra objeto de estas líneas es el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2011, sin ese hecho histórico no habría podido concebirse El Afgano. Sin embargo, la trama gira alrededor de la lucha contra la amenaza global del terrorismo islámico en periodo posterior a los ataques. Es, por tanto, una publicación que tercia de manera excepcional sobre un tema de palpitante actualidad. Así, entonces, la novela se inicia con un, si se quiere, desprevenido incidente que pone al descubierto toda una operación terrorista a gran escala a punto de llevarse a cabo, de allí que su narrativa se desarrolle bajo el dominio del suspenso, de la intriga, en el que, por cierto, el autor no busca presentarnos el prototipo de un protagonista al estilo de las obras de Ian Fleming, ni las disyuntivas morales de los personajes involucrados en conspiraciones como en las obras de Morris West, ese otro de los grandes del género del suspenso y la intriga. Ni una ficción cercana a la de John Katzenbach cuyos textos, ciertamente, plenos del suspenso, no alcanzan las proporciones de la documentación, del soporte y de la perspectiva, si se quiere, política, que encontramos en la creación literaria de Forsyth y en la de Jean Lartéguy, que, si me obligara a compararlos, concluiría que sus trabajos fusionan admirablemente, como dije antes, la ficción con un abordaje periodístico que sobresale por su pesquisa para armar con una lógica coherencia la verosimilitud de la trama. A ambos les inspira la historia, los conflictos reales, en especial aquellos que por su calibre conmocionan a colectividades mundiales, es la vena periodística, en ese sentido, el nervio vital que los impulsa, y lo hacen sin ceder un milímetro en beneficio de cualquier forma de prosa poética, intimista, o de identidad narrativa marcada por una reflexión personal, a diferencia, por ejemplo, de Michael Ondaatje, quien explora sucesos históricos del mismo orden, pero incorporando en este caso y a contrapelo de los citados, su voz reflexiva y emotiva amalgamada subjetivamente con la objetividad que aprecia. 

En El Afgano, entre otros aspectos, por ejemplo, me llamó mucho la atención la mención que en alguna parte de la obra se hace sobre el asesinato de dos marineros venezolanos en Puerto España, Trinidad, tripulantes de una embarcación de nombre Doña María bajo el mando de un capitán, también venezolano, de nombre Pablo Montalbán. Este hecho se inscribe en el contexto del plan terrorista que fraguaban unos extremistas desde el otro lado del mundo. Cuando se lee la obra, y se pasea uno por sus detalles, no hay más opción que la de calificar al escritor como alguien dotado de una mente ingeniosa, sumamente cuidadoso, al extremo, podría decirse, para no dejar cabos sueltos en los detalles de la historia. 

 

“En un sórdido bar junto al muelle en Puerto España, Trinidad, dos marineros mercantes fueron asaltados y asesinados por una banda del lugar. Las puñaladas se las habían asestado manos expertas. 

Cuando llegó la policía, los testigos se vieron súbitamente aquejados de amnesia y solo recordaban que cinco asaltantes habían provocado la pelea y que estos eran isleños. […]  

[…] No habían tratado de robar las carteras de los hombres muertos, así que la policía de Puerto España los pudo identificar de inmediato: eran ciudadanos venezolanos y miembros de la tripulación de un barco del mismo país, que seguía en el puerto.

Los detalles del envío de los cuerpos de vuelta a Caracas recayeron sobre la embajada y el consulado venezolanos, mientras el capitán Montalbán se ponía en contacto con su agente local para sustituir a los marineros. El hombre fue dando voces y tuvo suerte. Encontró a dos jóvenes y educados indios de Kerala ansiosos por embarcar que se habían pagado una travesía alrededor del mundo con su trabajo y que, aunque carecieran de la carta de ciudadanía, tenían billetes de buenos marineros perfectamente válidos.

Embarcaron, se unieron a los otros cuatro marineros que componían la tripulación y el Doña María zarpó tan solo un día después de lo previsto.

El capitán Montalbán sabia vagamente que la mayor parte de la población de la India es hindú, pero no tenía ni la más remota idea de que también hay ciento cincuenta millones de musulmanes.”

    El Afgano. (2006). Frederick Forsyth

 

Frederick Forsyth falleció a los 86 años el pasado 9 de junio, muy probablemente cuando ya culminaba de leer El Afgano, y como en una conjunción precisa y misteriosa de ribetes cuánticos, me tomaba la fotografía para enviársela a mis conocidos para su lectura. Así, que, reitero ahora lo comentado en aquel momento. Lean la novela. Se lee como una película. 

 

Edinson Martínez. Escritor, economista, editor y radiodifusor.  Miembro activo del Círculo de Escritores de Venezuela. Es autor de la novela «Vidas paralelas» (2014) y es un destacado articulista de conocidos diarios.

 

Editora: Carmrn Cristina Wolf

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Selección de poemas de Aurelio García Martínez

¡ALGO SE AVECINA!

¡Algo se avecina!

Quizá un cambio importante,

como augura la mayoría.

¿Realidad o ficción?

Mera incertidumbre.

 

Cruje la calle,

ecos de renovación trae el viento,

anhelo y temor se contraponen.

Cae la desesperanza como lluvia

humedeciendo almas a su paso.

Con fe las secan y ocultan razones.

 

Cuando la turbulencia arropa,

avezados exploradores o marinos,

jamás pierden de vista el norte.

Garantía segura de arribo a puerto.

 

¿Sucederá?

Hay indicios, pero…

Nadie sabe cuándo,

nadie sabe cómo,

nadie cree en los pronósticos.

 

Pero hoy,

la sapiencia popular,

intuye un cambio.

 

CARACAS Y SUS ARISTAS

 Caracas la irreverente…

 

¡De gente como su clima!

Capaz de pasar con rapidez,

de un impoluto cielo añil

a un tempestuoso gris plomizo…

Sin perder jamás la compostura.

 

Donde la algarabía de las aves

se suma al bullicio del tráfico.

El insondable murmullo citadino.

Guacharacas, loros y guacamayas

alegran el valle caraqueño.

 

Caracas la utópica…

 

Sus modernas edificaciones

relegan la herencia colonial,

aunque de Galipán a Macarao

y del Junquito al Hatillo

aun se perciba nostalgia por el campo.

 

Caracas la histórica…

 

Semillero de héroes, pensadores y poetas.

Colmena de renovadoras ideas.

Baluarte de la soberanía

y de abrir caminos sin chaperón.

Faro de la libertad.

 

Por los recovecos de sus calles,

la imaginación descubre espectros.

Enigmáticos personajes

con cuyo nombre o acción,

quizás se bautizó alguna esquina.

 

Caracas la obra de arte…

 

Delineada por la naturaleza

entre imponentes montañas,

la engalana un verdor primaveral,

su impredecible arquitectura

y la envidiable belleza de sus mujeres.

 

Caracas la ausente…

 

Atada al corazón y nostalgia

de sus emigrantes.

Recordada por el Gabo e Isabel Allende.

Evocación de olores y sabores.

¡Amores imposibles de olvidar!

 

ME NIEGO A LEER CIERTOS POEMAS

 

¡Me niego a leer ciertos poemas!

 

En el texto de un poema,

siempre espero encontrar lo sublime:

belleza, sentimientos y emociones.

Cosa difícil de disfrutar en algunos,

ante la sombría conducta de sus autores.

 

Al tener a la vista sus atrocidades,

¿cómo podría leer composiciones de:

Hitler, Stalin, Mao o Karadzic,

cuando fungían ayer de “poetas”;

o… de quienes hoy siguen sus pasos?

 

No sé si para ellos es una forma de escape,

de huir a la seducción del poder,

una idea para congraciarse con el ego

o se trata de aparentar lo inocultable.

 

Muestras de luz tenue,

frente a una inmensa oscuridad.

 

¡Me niego a leer ciertos poemas!

 

De quienes enarbolan el dolor y el sufrimiento,

y a la par,

tratan de escribir hermosos versos.

Pero en vez de tinta y pluma,

parecieran usar sangre y balas.

 

 

¡BENDICIÓN MAMÁ!

En recuerdo de mi madre: Pilar

 

Me invade la añoranza.

Vislumbro a mi madre arreglada

siempre impecable,

aun recién levantada

(parecía acostarse vestida).

Sonriente y bella,

laborando y pendiente de todo.

No había detalle capaz de escapársele.

 

Me veo muy pequeño,

jugando en el piso,

carrito en mano a su alrededor.

Ella bordando un vestido de novia.

 

Gran costurera y mi padre ebanista.

Formaron familia en simbiosis perfecta

a través del hilo invisible del amor,

del cual salió este escritor y su hermana.

 

Dura con los hijos,

consentidora con sus nietos,

maravillosa esposa,

alcahueta del yerno y la nuera

y fiel amiga.

 

Hoy brindaré por ti.

¡Bendición mamá!

 

 

TE FUISTE TARAREANDO UNA MELODÍA

 

En recuerdo a Sali Salcedo

 Ahora,

fiestas y encuentros

serán termómetro de su ausencia.

En medio del vacío,

cuando la música nos impregne

y resuenen aquellas piezas,

deleite de su repertorio,

en el fondo,

al agudizar el oído,

escucharemos su rumor inmaterial.

 

Cómo olvidar su sonrisa,

los comentarios irónicos

y esa melodiosa voz.

Atrás quedan las tertulias

sobre política y cultura.

Conversaciones de altura

y respeto a toda opinión.

 

Estar por Cocorote, Calabozo y Caracas,

se alargó a otros países

y al español de sus canciones

se sumó el italiano.

 

 

Libre como el viento,

narraba anécdotas de sus viajes,

una de sus pasiones.

Planificaba una nueva ruta,

no lo mencionó,

y cuando menos lo esperábamos

cogió camino.

 

Eterno despistado,

olvidó el cuatro, las maracas

e iba alegre,

tarareando canciones de los años sesenta.

Aurelio García  Martínez. Poeta, ensayista y educador. Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela.

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf

 

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MARIELA CORDERO, SELECCIÓN DE POEMAS

Cuatro Poemas de Mariela Cordero

 Frágil como lo absoluto

 Frágil

como lo absoluto

así

emerge

la caricia

 

La levedad que estalla

 

Asciende

nadie la vio venir

con su paso vacilante

y todo aquel temor enrarecido

bebiendo su sudor

cerrando su boca con el beso de la angustia.

 

Otro escalón

y se zafa de la mordaza.

 

Grita debajo de la piel,

lo que era un suave síntoma

acaricia hasta estallar.

 

El principio del cielo

 

La radiación  es una tiránica ama

que desea  lamer con su incendio

a todos los cuerpos

que se mueven, vibran o se arrastran

sobre la tierra.

Persigue la saciedad de estallidos ardientes

o el goce  sanguinario del mediodía.

Al mismo tiempo, debajo  de  lo absoluto

las  bocas  se enrojecen

al pronunciar la palabra

sed.

 

La liturgia del sol

 

Nos creímos dueños

de la liturgia del sol

de la ceremonia

tan pura

de la entrega.

 

Pero solo tenemos

una única posesión:

La imagen

que no cesa de cambiar.

(Inédito)

Mariela Cordero. (Valencia, Venezuela) es abogada, poeta, escritora, traductora y artista visual. Su poesía ha sido publicada en varias antologías internacionales.Ha recibido algunas distinciones entre ellas:Tercer Premio de Poesía Alejandra Pizarnik Argentina (2014). Primer Premio del II Concurso Iberoamericano de Poesía Euler Granda, Ecuador (2015). Segundo Premio de Poesía Concorso Letterario Internazionale Bilingüe Tracceperlameta Edizioni, Italia (2015) Premio Micropoemas en español del III concurso TRANSPalabr@RTE 2015.Primer Lugar en Concurso Internacional de Poesía #AniversarioPoetasHispanos mención calidad literaria, España (2016). Finalista Premio Internacional de Poesía Aco Karamanow, Macedonia (2022) Premio Mundial de Literatura Rahim Karim (2022). Premio Mundial César Vallejo. Ha participado en numerosos recitales dentro y fuera de Venezuela.

Ha publicado los poemarios: El cuerpo de la duda Editorial Publicarte, Caracas,Venezuela(2013) Transfigurar es un país que amas (Editorial Dos Islas, Miami,Estados Unidos (2020). La larga noche de las jaurías Editorial Nautilus, España (2023)

 

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf, poeta, ensayista y gestora cultural

 

 

 

 

Mariela Cordero. Valencia, Venezuela. Es abogada, poeta, escritora, traductora y artista visual. Su poesía ha sido publicada en varias antologías internacionales .Ha recibido algunas distinciones entre ellas: Tercer Premio de Poesía Alejandra Pizarnik Argentina (2014). Primer Premio del II Concurso Iberoamericano de Poesía Euler Granda, Ecuador (2015). Segundo Premio de Poesía Concorso Letterario Internazionale Bilingüe Tracceperlameta Edizioni, Italia (2015) Premio Micropoemas en español del III concurso TRANSPalabr@RTE (2015) .Primer Lugar en Concurso Internacional de Poesía #AniversarioPoetasHispanos mención calidad literaria, España (2016). Finalista Premio Internacional de Poesía Aco Karamanow, Macedonia (2022)) Premio Internacional Sahitto a la Excelencia Literaria (2023). Premio Literario Naji Naaman, Líbano (2025). Ha publicado los poemarios: El cuerpo de la duda Editorial Publicarte, Caracas, Venezuela (2013) Transfigurar es un país que amas (Editorial Dos Islas, Miami, Estados Unidos (2020). La larga noche de las jaurías Editorial Nautilus, España (2023) Sus poemas han sido traducidos al hindi, checo, estonio, serbio, shona, uzbeko, rumano, macedonio, coreano, hebreo, bengalí, inglés, árabe, francés, chino, ruso y polaco. Actualmente coordina las secciones #PoesíaVenezolana y #PoetasdelMundo en la Revista de Poesía Poémame (España). Asesor Editorial de la revista del Instituto de Simbología (Corea del Sur).

 

 

 

 

 

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GALLEGOS Y DOÑA BÁRBARA

Jesús Peñalver
Jesús Peñalver

Gallegos y Doña Bárbara

Jesús Peñalver

Doña Bárbara, la obra cumbre de Rómulo Gallegos, apareció el 15 de febrero de 1929, hace 96 años.
Se sabe que Rómulo Gallegos fue político, maestro, presidente y, desde luego, un grande escritor. Por eso el homenaje hoy a propósito de Doña Bárbara, su obra cumbre publicada por Editorial Araluce el 15 de febrero de 1929, en Barcelona, España. Y la mención de su excelsa figura en razón de una nueva edición del premio que lleva su nombre, y otrora tendría una importancia de fama y valiosa significación mundiales.
Me he propuesto recoger algunas breves referencias sobre esta obra y el escritor. Veamos:
La novela comenzaba (había escrito el autor): “Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen meridional”, pero Gallegos decidió modificarla de esta forma —se dice que a sugerencia del poeta Andrés Eloy Blanco—: “Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha”.
 El poeta Andrés Eloy Blanco fue abogado de Doña Bárbara. El poeta, que también fue un eminente hombre de leyes, ejerció su profesión de abogado en Apure, y fue contratado para defender a doña Francisca Vásquez de Carrillo (la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos). De modo que fue el poeta quien le presentó a Gallegos a la mujer que sería su personaje, conocida en vida como Pancha Vázquez en las sabanas del bajo Apure.
Fue Andrés Eloy quien le comentó las características de esta mujer al escritor Rómulo Gallegos. Era toda una mujer que se parecía a un hombre para jinetear caballos, y enlazar cimarrones, codiciosa, supersticiosa, sin grimas para quitarse de por delante a quien le estorbase.
 El Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos fue creado en honor al novelista y político venezolano el 6 de agosto de 1964, mediante un decreto promulgado por el entonces presidente de Venezuela, Raúl Leoni. Los primeros tres ganadores fueron Vargas Llosa con La casa verde, 1967; García Márquez con Cien años de soledad, 1972, y Carlos Fuentes, con Terra Nostra, 1977.
La actriz mexicana María Félix como Doña Bárbara en el filme de 1943 dirigido por Fernando de Fuentes. Se cuenta que cuando Rómulo Gallegos vio por vez primera a María Félix, exclamó: “Allí está mi Doña Bárbara”.
 Muchos se preguntan por qué Rómulo Gallegos no está en el Panteón Nacional.
Por decisión propia. En vida el escritor manifestó su voluntad de ser sepultado al lado de su “amada Teotiste”. Hoy sus restos —los de ambos— reposan en el Cementerio General del Sur.
Finalmente, este soneto que el poeta Andrés Eloy escribiera a Gallegos, estando ambos en el exilio, en México:
Rómulo, ya la patria está muy lejos;
la escucho ya en canciones y relatos,
la busco ya en sus cartas y retratos,
la encuentro ya como al amor los viejos.
No digo aquella de los cien reflejos
en el machete de sus arrebatos,
sino la sin maldad y sin zapatos,
de pie y de agua, como los espejos.
Ya no queda no más la que escribiste;
en tus libros su olor y su cadencia,
su azul remoto en tu camino triste,
su rumbo y su paisaje en tu conciencia,
lo demás es tu pálida Teotiste,
la mitad gloria y la mitad ausencia.
Andrés Eloy Blanco. Cuernavaca, 1954
Por mi parte, y en esta hora de angustia, ojalá desaparezca El Miedo, todo vuelva a ser Altamira y la barbarie se vaya “más lejos que más
Jesús Peñalver. Escritor venezolano (Barcelona, Anzoátegui, 1964). Abogado de la Universidad Santa María (USM, 1988) y especialista en derecho administrativo (USM, 1988). Profesor en la Universidad José María Vargas (UJMV). Tallerista del Consejo Nacional de la Cultura (Conac) en materia de legislación cultural y descentralización del sector cultura. Asesor de la Comisión de Ambiente de la Cámara de Diputados del Congreso de Venezuela. Asesor de la Comisión de Cultura del Colegio de Abogados del Distrito Federal. Consultor jurídico adjunto y adjunto al director general de la Fundación Teresa Carreño. Asesor jurídico de Clada-Danzahoy, Fundación Artistas por la Vida y de Fundavisual Latina. Abogado de varias empresas e instituciones privadas. Agente de la propiedad intelectual. Consultor jurídico de la Fundación Cinemateca Nacional y de la Fundación de la Diversidad Cultural. Actualmente columnista de varios diarios en Venezuela, Miami y Suramérica, así como en páginas de Internet.

Editor de la web: Carmen Cristina Wolf

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SELECCIÓN DE POEMAS DE MARGARITA BELANDRIA

Margarita Belandria

 

 Sublevación

Has hecho mis ojos para mirar la nada,

mi lengua incapaz de pronunciarte,

mis oídos sordos a la sinfonía de las esferas.

Abro la puerta por donde salió la ausencia:

los árboles gritan su caída;

las piedras, su silencio.

Los corazones golpean furiosos en los pechos afanados,

y un alcatraz vigila el eco de su corazón dormido.

Mi alma delgada de tristeza se subleva.

Clama en el áspero color  de los desiertos,

en el grueso sabor  de la tiniebla.

Como yo aquel día

has puesto un silbido en el roto corazón de la calandria,

y un nidal secreto en cada bosque de la Tierra.

Desde esta tierra querida de la muerte

lenguaradas  se alzan en busca de tu nombre.

Callado el cielo  oscurece  herbolarios tropicales,

borrando de tristeza ciertas tardes,

aquella esquina no mirada.

Por ti los lirios cayeron de rodillas

y una barca ligera se arriesga en profundidades marinas.

En la tarde postrera regresas una nube

a la niña que juega con  zafiros.

 

La yerba de las rosas

Despido sin duelo los festines.

Un aplauso sacude los huesos de  mis manos,

las  que retiran la yerba de las rosas

que tiemblan  al rumor de los clamores

maldiciendo al  colmillo  enrojecido

que muerde el dolor de los corderos.

Manos para  siembras afanadas,

para tantear oleadas de palomas

que olvidadas de nidos y algodones

muy lejos se alejan arrullando.

 

 Cuando la tarde muera

Mañana cuando llueva miraré a la araucaria con sus viejos temblores.

Cantaré aquella canción mañana mismo cuando la tarde muera.

Entonces, ¿quién estará en la puerta  cuando  el invierno venga?,

¿quién  en la sala para  escuchar del viento  su gemido?

Pienso en qué harás con la delgada huella que dejé en tus manos,

con esa lágrima que saltó al lugar por donde tu alma se levanta.

Recuerdo  en tus ojos el revoloteo de golondrinas

y en tu boca  el susurro quedo de las abejas errantes.

Voy soñando  tus manos imposibles,

y tus pies enrumbados por lugares que ignoro.


Margarita Belandria nació en Canaguá, capital del municipio Arzobispo Chacón del estado Mérida , Venezuela.Escribe ensayo, cuento, novela y poesía, es jurista y magíster en Filosofía y profesora titular de la Universidad de Los Andes (ULA) en el área de Filosofía, Lógica y Hermenéutica. Autora de libros y numerosos ensayos publicados en revistas impresas y electrónicas. Es miembro activo de la Sociedad Venezolana de Filosofía, Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes, Red Iberoamericana de Kant: Ética, Política y Sociedad (RIKEPS). Colegio de Abogados del Estado Mérida. Asociación de Escritores de Mérida. Círculo de Escritores de Venezuela.
Algunas de sus publicaciones:

Qué bien suena este llanto (Coedición del CENAL y la Asociación de Escritores de Mérida. Mérida, 2006), novela  que recibió Mención Honorífica en el I Concurso de Narrativa «Antonio Márquez Salas», convocado por la Asociación de Escritores de Mérida, septiembre de 2004. Esta novela fue objeto de estudio en el Seminario sobre Escritoras Iberoamericanas, en la Maestría de Literatura de la Universidad de Los Andes y ha sido reseñada por distintos autores españoles y venezolanos, entre ellos José Calvo González, Eduardo Casanova Sucre, Ricardo Gil Otaiza y Gladys Portuondo.

Segunda edición de la novela Qué bien suena este llanto. Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes (ULA). Mérida-Venezuela, 2016.

Libro de poemas Otros puntos cardinales (Coedición del CENAL y la Asociación de Escritores de Mérida. Mérida, 2006). Este poemario obtuvo Mención de Honor en el II Concurso de Poesía «Simón Darío Ramírez», convocado por la AEM en el año 2005.

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf

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ARMANDO ROJAS GUARDIA Y LA PATRIA DE SU POESÍA

Armando Rojas Guardia

                       Fotofrafía: Mariam Krasner

Por Alberto Hernández

1

Desde el mismo instante del poema, el autor designa su patria. La de Armado Rojas Guardia comenzó cuando trazó el primer verso que lo consagraría  como uno de los poetas más importantes de nuestro país. Su dedicación a la escritura poética lo elevó al respeto que varias generaciones sienten por él y por su indagación acerca del pensamiento filosófico, reunido en los títulos “El dios de la intemperie” (1985), “El calidoscopio de Hermes” (1989) y “Diario merideño” (1991), publicados por las editoriales “Equinoccio”, de la Universidad Simón Bolívar, y “el otro el mismo” de la ciudad de Mérida.

El poema para pensarlo, entonces, encontró cauce en estos volúmenes que revelaron el carácter reflexivo de un hombre que no dejó de escribir mientras hablaba.

Su bibliografía, concentrada en “Del mismo amor ardiendo” (1967-1975), “Yo que supe de la vieja herida” (1985), “Poemas de Quebrada de la Virgen” (1985), “Hacia la noche viva” (1985-1988), “La nada vigilante” (1996), “El esplendor y la espera” (2000), “El principio de la incertidumbre” (1994), “Crónicas de la memoria” (1999), entre otros trabajos, da pie para afirmar que la patria de Armando Rojas Guardia estaba y está radicada en la poesía, y que la poesía es la patria que alberga la memoria de este autor venezolano, quien por gracia de su bondad fue quien me propuso como miembro de esta honorable Academia de la Lengua en representación del estado Aragua.

Estas palabras, las que dejo al arbitrio de ustedes, estimados oyentes, son un homenaje a este poeta caraqueño que también formó parte de esta casa y ahora forma parte de la casa universal.

2

De toda su obra se ha hablado mucho. Se ha navegado en el mar de sus imágenes. Su verbo, anclado en la belleza, reunido en los libros ya mencionados, conforma un estado de ánimo, un élan vital que ha enriquecido nuestro paisaje poético.

Armando Rojas Guardia es todos sus libros, pero me quiero referir específicamente a “Patria y otros poemas” (Editorial Equinoccio, Caracas, 2008) porque es el poemario del dolor de un país que no ha terminado de emerger de la sombra.

Es un libro que define al Armando Rojas Guardia apegado a la historia de su país, a los dolores de una Nación que fue pasado y que ahora es el pasado de un presente aturdido.

Para no dejar duda de esa afirmación, al final de este trabajo mostraré algunos poemas que hacen parte de este libro que debe ser leído con todos los sentidos. Un autor que es lengua viva, castellano de nuestro inmenso patio español americano, castellano doliente. Idioma consagrado a decir lo que la poesía siempre ha sido capaz de decir.

La poesía de quien hablo entra en Dios y abarca un mundo que va más allá del diario devenir. Rojas Guardia es el poeta de la divinidad. Entregado a su fe, hizo de la palabra verbo mayúsculo.

Cada uno de sus libros anda en los pasos que su creencia favoreció en imágenes íntimas, sagradas y carnales.

Dicho queda con estas palabras recogidas en su ensayo “Los dos polos de Antígona”, nuestro autor resume su paso por el mundo, por el pensamiento que lo definió:

“La única manera de que la tragedia, la que enmarca perennemente nuestras vidas individuales dentro de la comunidad política, no degenere en melodrama, y por eso mismo se haga incapaz de elevación y grandeza, consiste en mantener irreductiblemente la necesidad binaria de ambos espacios antagónicos y sin embargo hermanados: el de la conciencia personal y el de la vida en común que no convoca y reúne”.

Así queda el calco de su tránsito vital. El de su tránsito poético, dueño de una lengua que nos autoriza a nombrarlo con todas sus letras, con toda la fuerza de su talento.

3

La tierra, “la de otros muertos”, como confiesa Marguerite Duras en La mar escrita, consigue lugar en algunos de los versos que se agitan en Patria y otros poemas de Armando Rojas Guardia (Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 2008). Y lo afirmo con el rigor que podría conferirme una lectura donde el presente, éste que escuece y enferma, es el más desaforado compañero. Admito que la poeta francesa tiene en la muerte una tumba clausurada, con los datos de los enterrados, asunto que no toca la poesía de Rojas Guardia, quien recorre la carne viva de hombres vivos —ellos llevan la tumba a cuestas—, que morían a diario sin epitafio alguno o escondidos en los sótanos y catacumbas de nuestras dictaduras. O de otras ajenas, que se nos hicieron cercanas y propias.

 

Marguerite Duras pregunta: “Quiénes son ustedes, sin ese anonimato, esa patria reciente, moderna, la de otros muertos, la de esa infancia muerta en combate con su cuerpo”. Y deja el tema pendiente, para luego entrar de nuevo en la muerte hasta el punto final, “perfecto”, del poema. La narrativa de este texto configura la “catástrofe” que una vez anunció Lacan —citado por Jacqueline Goldberg— a propósito de la desaparición de quien escribe, para darle paso a quien lee: una muerte, un nacimiento. Así, en Rojas Guardia tanto escritor como lector se hacen una sola tragedia, un momento del lugar y del sentir por una tierra, por una gente, por una particularidad de los afectos: el padre, el loco, el insomne, el que estuvo preso, el que ya murió y ha quedado como una gota de ácido sobre la conciencia de un país.

Este libro de Rojas Guardia, con once presencias cuya fuerza y densidad forman parte de una conmoción que une a poeta y lector en una suerte de lucha por deshacerse del niño que una vez fue testigo o víctima de esa experiencia, la de haber vivido en un territorio donde la maldad política, la tortura y la prisión eran los platos fuertes de la existencia. Digo, este libro del autor caraqueño muda el tiempo: nos trae el pasado y lo coloca sobre la horma de este presente que agobia, que desfigura la palabra patria y la convierte en un ahogo.

4

“El cuerpo que se desvanece para dar realidad a la mirada”, así lo dice Guillermo Sucre en el ensayo de su imprescindible La máscara, la transparencia, el titulado “La última lectura”, y con el que cierra con una pregunta de Lezama Lima que queda colgando en la línea final del voluminoso tomo: “¿Leer es poseer el libro de la vida, donde tiene que leerse nuestro nombre, y ya, no somos poseídos?”. Podría parecer exagerado, pero estas dos reflexiones animan la lectura, la hacen más renuente a ocultarse con el escritor, con el que escribe y se abandona al sonido lejano de las imágenes. Dos pronunciamientos, uno toca la llaga, la herida, los pies hinchados por los grillos. Otro define la fuerza de una “realidad”, para muchos desvaída, que aún late en la memoria, en la vida de quienes la regresan en versos y la hacen de nuevo vida. Poseído por la vitalidad de la memoria, Rojas Guardia rescribe el país, la patria que le ahonda, que lo subsume, que lo desfallece. “Patria” —entonces— es el poema de “había una vez” y el poema de “hoy te quedas, quizá mañana”. Son dos tiempos en dos cuerpos, en dos países que terminan en un uno. En un solo instante que hizo escribir a Gabriela Kizer: “Patria” es imagen y, como tal, revela y oculta, permite el destello de la oscura clave —el cuerpo ajeno, ávido, otro— que somos”. En efecto, esa “patria” hemos sido todos revelados o escondidos, libres o presos, pero más, un hombre, cualquiera, sometido al escarnio de cadenas alrededor de los tobillos, al ring, a la piqueta, a la electricidad en el escroto, a la burla, a la humillación en nombre de un nombre, en nombre de algún héroe, de una bandera, en nombre de la patria de quienes humillan.

 

El poema se lee y se duele: “Alguna vez amamos, o dijimos amar, / la terquedad sombría de su fuerza. / La voz del padre enronquecida / al evocar calabozos, muchedumbres, / hombres desnudos vadeando el pantano, / llanto de mujer, un hijo / y más arriba (¿dónde arriba?) / el trapo contumaz de una bandera. / Supimos, lenta y vagamente, / que lo imposible te buscaba / extraviándote los pies…”.

 

La “patria”, la del poema, la de aquel país del padre torturado, tiene el mismo miedo y el sudor de ésta en la que alguien arrastra el presente y lo hace pasado.

5

El libro viaja en su interior. Una apuesta, un naufragio de quien lee y luego escribe: el libro comienza con “Patria” y termina con “La desnudez del loco”. Son los extremos de un mismo tema, de un mismo golpe. Y afirmo apuesta y naufragio porque quien busca en el resto de las páginas la continuación de la ofrenda, queda suspendido, en equilibrio, en vilo, en las imágenes del “Retén judicial” (“La soldadesca ríe y las antorchas / iluminan mi frente, señalándome. / Ustedes somos todos, somos él / llevado a declarar, fotografiado / en todos los archivos, los prontuarios, / las actas judiciales de Judea”). Otra instancia de la tortura. Se trata de aquel hijo en uno de los versos del texto que le da nombre al libro, que es testigo del “paseo” que hace el padre a los tribunales. Pero después Rojas Guardia nos saca del lugar y nos lleva, una vez oído el canto del gallo, seguramente el mismo que anunció las negaciones de Pedro, a la luz, a un poema conceptual, muy del adentro, y nos deja un momento en oración musical con “el acorde” de Nuestra Señora, en pregunta a Dios por ese sonido, por ese profundo sonido de la memoria. Busca una canción, la de la despedida, pero continúa en la esencia de los objetos, de “Las cosas”, en una indagación que anuncia “la utopía / inscrita en esa santidad / constantemente maculada / de la amnesia fragante de las cosas”. ¿Querrá decirnos el autor de la cercanía entre el Dios de los hombres y los mismos hombres, víctimas de los mismos hombres? Otros textos pasan por el alma del lector, que ansía llegar al último donde se mirará sin ropa, en ruinas, sucio de miedo, moribundo, aquejado por la perversión, por la maldad de otros hombres que también son una patria, un estadio, un lugar en la conciencia, en la muerte y en la carne aporreada.

6

No se desvanecen los presos de Guasina, los de Palenque, los que viajaron en el mismo avión o remolcados en un camión mientras el ojo de Otero Silva los asilaba en La muerte de Honorio. No se quedan rezagados los condenados que el lector acumula en la memoria de la que nos dotó José Vicente Abreu en Se llamaba SN. Nada se pierde: “La desnudez del loco” es nuestra desnudez, la de aquellos padres que pasaron la prueba y emergieron vivos o cadáveres. Es la misma cárcel, el mismo campo de concentración, la misma tortura, la misma muerte: la de Auschwitz o Dachau, la del Retén de Catia, la misma muerte siempre, con el mismo nombre, con todos los nombres.

 

“La desnudez del loco” es un poema hermosamente doloroso, musicalmente doloroso. Escrito con una tensión envidiable, el texto se pasea por la lengua, por los ojos, por las imágenes que van y vienen, con la piel agitada. Es un poema para dolerse en él. Hay que decirlo: somos ese poema, somos en ese poema. Rojas Guardia lo maneja con destreza, con magistral destreza. Desde la experiencia de la historia, desde los campos de la muerte de Hitler, desde la simulación del mundo, desde la desnudez de un grupo de hombres que se desvanece en “la solar ingrimitud de ser un cuerpo / parado allí frente a los ojos / del escrutinio ajeno”. Son seres disminuidos, castigados “en la pulpa del hombre”, en medio del “asco de tanto desamparo genital”. Son hombres en un poema, pero fueron hombres reales, mutilados, cegados, asfixiados, desnudados, ofendidos, medidos para la muerte y para el sufrimiento.

La anécdota bíblica, la parábola o la historia de quien sigue al Padre arropado por una sábana, auspiciado por el amor que siente por el Hijo del Hombre. Y así sigue, desnudo, polvoriento, alucinado, amado, pero también los otros, los que sucumben o sobreviven en las ergástulas de Hitler, Mussolini, Gómez, Pérez Jiménez, Pinochet, Castro u otros pervertidos que se solazan “en cada bocado masticando el pánico”·

Desnudo está el poema. Musicalmente desnudo, aterido por el clima en un muchacho que se niega a bañarse a las doce. Entonces aparece otro crimen: “Otra desnudez, distinta a la / buscada para lavar el propio cuerpo en el agua lustral, / bajo la ducha, le era ahora ofrecida dentro de aquel / calabozo: la de estar sin abrigo en la gélida humedad, / y la de estar excluido, siendo un réprobo”.

Los presos son uno solo. Un grupo de hombres con un nombre común. Muchos en uno solo. O uno solo en muchos. Así, “éramos y aún somos aquel hombre”… “Nosotros todos éramos y somos / aquel evangélico muchacho”. La lectura nos deja desnudos, apocados frente al mismo texto y frente a quien nos mira leernos. Al leerlos. Rojas Guardia se desnuda en él y muere en él. Vuelve desde la desnudez de esos hombres y cierra el poemario: “la libertad desnuda de Adán en el jardín / y esa misma desnudez ya avergonzada”. Dos patrias, la primera del Génesis; la segunda de un Apocalipsis que amenaza y se trajea frente a todos con la desnudez de quien se atreva a desafiarlo.

 

7

En el prólogo a este libro Gabriela Kízer  destaca:

“…si la tensión interna que enlaza este conjunto de poemas está en la polaridad que vade la “luna insalubre” de “Retén judicial” al sol de agosto, al mediodía del loco, su movimiento, su rqieuza figurativa y cromática, se va trazando en “una mínima llama”, en la penumbra, en “la luz aun tímida del alba”. Se va trazando con un tono confidencial, “pasito”, casi un susurro. El corazón de lo sagrado va envolviéndolo todo” de puntillas”…”

El miedo, la muerte, la no razón: “las historias que nos importan y que vuelven…”, como afirma Kízer.

Y así: el poema:

PATRIA

Alguna vez amamos, o dijimos amar,

la terquedad sombría de tu fuerza.

La voz del padre enronquecía

al evocar calabozos, muchedumbres,

hombres desnudos , vadeando el pantano,

llanto de mujer, un hijo

y más arriba (¿dónde arriba?)

el trapo contumaz de una bandera.

Supimos, lenta y vagamente,

que lo imposible te buscaba

extraviándote los pies

-aquellos pies de Hilda obsesionaron

a mis ojos de niño: su corteza

terrosa, vegetal, desconcertada

sobre la pulitura del granito.

 

Tal vez una tarde, entre los campos,

la música te deletreó de pronto

al lado de algún bosque, una colina,

un lago triste que se te parece:

la misma terquedad al revelarse

ávida no precisamente de nosotros

(los efímeros, los quizá, los transeúntes)

Sino de tu pátina absurda de grandeza

-esos sueños opulentos de la historia

que son más bien su horror, su pesadilla.

 

Ahora que te conoces vil, prostibularia,

porque tanta voluntad ecuestre

se apeó bajo el sol a regatear

y el héroe mercadeó con su bronces

y el oro solemne del sarcófago

adornó dentaduras, fijó réditos,

y no hay toga ni charretera ni sotana

que te oculten cuadrúpeda, obsequiosa

por treinta monedas ancestrales,

yo me atrevo a cubrir tu desnudez.

No es verdad que te vendiste. Tú anhelabas

dilapidarte brusca, totalmente:

Un lujoso imposible.

Lo sabías,

siempre lo has sabido y como siempre

aras en el mar. Te concibieron

con voluntad precisa de fracaso.

 

Cómo afirmar, pasito, que hoy te quedas

en la dificultad de sonreírte

levantando los hombros, desganado,

y diciéndote con sorna, con ternura,

mañana sí tal vez. Quizá mañana…”

 

Gracias, Armando Rojas, Guardia. Gracias, poeta.

Alberto Hernández.

Alberto Hernández. Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano. En 2020 fue designado miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua. Tiene un posgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar y fue fundador de la revista Umbra.

 

 

 

 

 

 

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