ABIERTA CONVOCATORIA AL VIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA CIUDAD DE GRANADA FEDERICO GARCÍA LORCA.

Hasta el 30 de septiembre

El Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro, con el fin de mantener informados a nuestros escritores y escritoras y promover su participación en concursos y certámenes literarios nacionales e internacionales, invita a los interesados a participar en el VIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA CIUDAD DE GRANADA FEDERICO GARCÍA LORCA. Este galardón tiene por objeto premiar el conjunto de la obra poética de un autor/a vivo que, por su valor literario, constituya una aportación relevante al patrimonio cultural de la literatura hispánica. El Premio, que se concede todos los años sin posibilidad de declararlo desierto, consiste en: Diploma acreditativo, obra gráfica conmemorativa, 50.000 euros, Jornadas Académicas de estudio de la obra del/a galardonado/a, con la presencia del mismo, Acto literario, con la participación del/a poeta galardonado/a en la última edición del Premio, edición de una antología poética del premiado/a. A continuación suministramos las bases y los respectivos contactos:

BASES DE LA CONVOCATORIA

Primera.- Este galardón tiene por objeto premiar el conjunto de la obra poética de un autor/a vivo que, por su valor literario, constituya una aportación relevante al patrimonio cultural de la literatura hispánica.

Segunda.- El Premio, que se concede todos los años sin posibilidad de declararlo desierto, consiste en:
* Diploma acreditativo
* Obra gráfica conmemorativa
* 50.000 euros
* Jornadas Académicas de estudio de la obra del/a galardonado/a, con la presencia del mismo
* Acto literario, con la participación del/a poeta galardonado/a en la última edición del Premio.
* Edición de una antología poética del premiado/a.

Tercera.- Podrán proponer candidatos:
– Las Academias de la Lengua Española
– Las Academias Nacionales, Regionales o Locales que tengan sección de Literatura
– Las Instituciones que por su naturaleza, fines o contenidos, estén vinculadas a la literatura en lengua castellana
– Las Instituciones a las que representan los miembros del Jurado.

Cuarta.- Las candidaturas, debidamente motivadas, deberán recibirse en la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Granada antes del 30 de septiembre de 2011.

Quinta.- Las candidaturas presentadas y admitidas por el Jurado del Premio en la presente edición, excepto las galardonadas, serán consideradas candidaturas de las próximas convocatorias, salvo indicación expresa por parte de la Institución proponente.

Sexta.- El fallo del Jurado se producirá antes del 15 de octubre de 2011.

Séptima.- La entrega del Premio tendrá lugar en la ciudad de Granada con la presencia del Excmo. Sr. Alcalde.

Octava.- La aceptación del Premio lleva implícita la conformidad y el cumplimiento de las Bases.

Novena.- La no asistencia injustificada a la entrega del Premio, por parte del galardonado, supondrá la renuncia a los derechos económicos derivados de la concesión.

Décima.- El Jurado, bajo la Presidencia del Excmo. Sr. Alcalde de Granada, se constituirá con los siguientes miembros:
1.º Un representante de la Real Academia de las Buenas Letras de Granada.
2.º Un representante del Patronato Huerta San Vicente.
3.º Un catedrático de Literatura de la Universidad de Granada.
4º Un representante de la Fundación Federico García Lorca.
5º Un representante de la Residencia de Estudiantes.
6º Un representante del Centro Generación del 27.
7º Un representante de la Casa de América.
8.º Actuará como Secretario del Premio, con voz pero sin voto, el Concejal Delegado de Cultura.

Undécima.- En el Acto de Constitución el Jurado determinará el procedimiento de trabajo para efectuar la elección del autor/a premiado.

Duodécima.- El fallo del Jurado es inapelable.

Decimotercera.- La Secretaría del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca tiene su sede social en la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Granada.

Decimocuarta.- Información y envío de candidaturas:
Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Granada
Avenida de las Fuerzas Armadas s/n.
Complejo «Los Mondragones», 18071 Granada
Tfno.: 958 24 81 60 – Fax 958 24 81 95
(Aprobadas por acuerdo nº 348 de la Junta de Gobierno Local, de fecha 11 de marzo de 2011)

www.premiogarcialorca.es/premio_bases.php

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De mirada en mirada

Por Lidia Salas

Una lectura de Fugit Tempus, de Rubén Darío Otálvaro Sepúlveda

Cae en Caracas uno de esos aguaceros de verano, con relámpagos que tasajean las paredes con su brillo, y truenos que nos devuelven al terror de la infancia, allá, en la patria lejana. Afuera suena el estropicio de la lluvia, mientras leo en un susurro, las mini ficciones de este escritor de la comarca Sinuana, quien me los ha enviado a través del Cyber espacio.
La humedad, el sonido de las gotas al caer, el calor que persiste a pesar del agua que rueda, son los elementos mágicos que recrean el espacio donde han sido escritas: la vertiente legendaria del Sinú y sus afluentes cercanos a la costa Caribe.
Fiel a uno de los postulados de la retórica de este tipo de literatura, sus títulos anuncian y resumen la temática de los textos. Es el primer acierto que se advierte en su lectura: Bird, Ayer, Allí, Lovers, Anuncio, Lector, Eco, Epifanía, ¡Bésame!, en una sola palabra, destacan la esencia misma de la sinopsis, que constituye el relato.
El primer título citado corresponde a una de las páginas que más me conmovió. Como amante del jazz, considero a Charlie Parker, como uno de sus íconos memorables, por la profunda humanidad que arrastró durante su vida, pero sobre todo, por la elevada tesitura de su saxofón de cristal. La metáfora que el narrador emplea para sugerir el
estado al que eleva a los seguidores de su música, de cuyos aplausos salen palomas blancas, es una imagen poética de gran plasticidad.
En la intertextualidad de algunos de ellas, se recrean y celebran la vida y la obra de autores que han marcado y seguirán marcando a las generaciones de los nuevos escritores, por la tensión de sus vidas. Especial mención se hace de, Suicida I y Suicida II sobre la muerte de Ernest Hemingway y Virginia Woolf. En frases cortas, el autor condensa emociones y escenas postreras, que en palabras apenas sugeridas, establecen una original manera de decir lo ya conocido.

Rubén Darío versiona textos de la literatura clásica y resalta la vinculación de su escritura con poetas como Borges y Vallejo.
Esta misma recreación se manifiesta en Lovers. En esta historia, se recrea el final de la tragedia de los amantes de Verona. Siguiendo los postulados de Harold Bloom, en Angustia de la Influencias, el autor, a manera de mosaico, reescribe su relato con elementos sacados de fuentes literarias diversas, esto sucede en Apócrifo.
Destacado lugar tiene el tema del erotismo. La zona del Caribe, en donde se nutre la pluma del autor, es un lujurioso panorama, donde el paisaje, los sones, los colores y la manera relajada de afrontar la vida, predispone a relaciones donde la pasión, el despecho y la muerte tienen matices especiales. Estas páginas, reflejan de manera fidedigna, el fluir de la vida erótica de los habitantes de esas tierras mágicas. Sus personajes retratan en la sensualidad de las imágenes, en el deseo de los cuerpos y en los desencuentros, pasiones que no
tienen otra salida diferente a la muerte. Eros y Tánatos en la macabra danza de la tragedia humana.

Pero la muerte, tiene también su acento de testimonio. Colombia es una tierra que, a causa de su irremediable violencia, se ha desangrado por décadas. El texto titulado Allí, constituye en su marcada desesperanza, la denuncia de esa violencia cruel.

El humorismo presente en algunos de esos mini relatos, merece una reseña particular. En algunos casos es desacralizador, tal como sucede en, Milagro. En Otros relatos es profundamente tierno o con un guiño cruel, versiona otra realidad. Es en estas variaciones, donde la pluma de Rubén Darío Otálvaro, alcanza la dimensión de gran conocedor del alma humana.

En la extensa colección que constituye este libro, tiene también cabida la poesía, estrechamente vinculada a los temas, a las descripciones o a los contenidos afectivos de hondo significado. La reflexión filosófica palpita en contenidos conceptuales. Se citan: “Es el tiempo de la eternidad” y “Un hombre es todos los hombres.” Respuestas y frases que cierran sus historias respectivas, de manera magistral.

Las horas han pasado sin que el ritmo del discurso, suelte la atención de la lectura, que sigue descifrando mensajes. No ha
advertido que del chubasco de verano, queda apenas la apagada melodía de los grillos. Es noche cerrada.

Celebro, las miradas de este escritor colombiano de la costa Atlántica, con las que ha elaborado sus mini ficciones. En ellas se descubre, una especial inteligencia para cifrar códigos y para sugerir en una frase, contenidos extensos y profundos. Rinde en sus textos, un sentido homenaje a autores y a obras de la Literatura universal. Presenta también, su visión de un mundo actual donde la violencia, la soledad, el amor y la desesperanza sigue marcando la existencia de seres que viven bajo la egida de la muerte. Encuentra el ritmo de un discurso original, pleno de poesía, humor, pasión, En su lenguaje expresa en forma resumida, como flashes instantáneos, escenas de la existencia y de la angustia del final presentido.

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Como vaya viniendo vamos viendo

COMO VAYA VINIENDO VAMOS VIENDO

Enrique Viloria Vera

Con el interés de quien ya había disfrutado y sufrido los capítulos de la telenovela Por estas Calles, fui al teatro a ver la obra Como vaya viniendo vamos viendo, en la que Ibsen Martínez vuelve a hacer de las suyas con la inmensa complicidad de Eudomar Santos, desdoblado a veces en Franklin Virguez.

Ibsen – histriónico – arranca la función – como un tercer hombre de negro – para contarnos los pormenores de las situaciones de pelazón que lo llevaron a convertirse en un becario de Marcel Granier para elaborar el libreto de una telenovela social que develó las podredumbres de una sociedad viciada en sus cimientos y que experimentaba sus últimos estertores.

Entrevista Ibsen a Eudomar Santos en un singular dialogo de creador con su creatura, de Geppetto con Pinocho, de padre con hijo, en el que Eudomar se libera – como Prometeo – de sus cadenas y en cancha propia, en barrio conocido, batea un jonrón con el que barre las bases de la hipocresía para contento del auditorio. Es que Eudomar una vez más se come la bola y denuncia los peligros de entender la vida a corto plazo, esa existencia precaria que no hay valores que la sustenten, porque de lo que se trata es de sobrevivir cotidianamente, de vivir como vaya viniendo.

La obra se transforma en un monologo en el que Eudomar hace y deshace, la emprende contra todos y todas, recuenta, rememora, sufre y se alegra, se reconoce militante político oportunista y saqueador por necesidad. Va y viene en un penoso discurso del marginal que sigue siendo para – paradójicamente – no arrancar lágrimas sino carcajadas.

De una vez por todas se aclara que no habrá parte 2 de la telenovela de marras, aunque el posible libreto es expuesto sobre la base de lo que los venezolanos padecemos todos los días en esta malhadada V República que dejo pequeña a la IV en lo que a podredumbre, corruptela, mentira, ineptitud e hipocresía se refiere.

Sostiene sabio Eudomar en confesión a Franklin, su otro yo, que no se enrola ni de vaina en un suicida Plan B para pasar a engrosar las filas de nuestros infelices exiliados y, con ardor de país, recita unos cuantos y apretados versos del desolador poema La Balada del Preso Insomne de Leoncio Martínez (1888 – 1941) que reproducimos completo, como un homenaje al poeta y como un agradecimiento profundo a Ibsen y Franklin por esa hora y media de alegría y rabia, de contento y desolación, de risa y lágrima que nos hicieron pasar a todos aquellos que queremos patria y no cuartel.

Estoy pensando en exilarme,
en irme lejos de aquí
a tierra extraña donde goce
las libertades de vivir:
sobre los fueros: hombre-humano
los derechos: hombre-civil.
Por adorar mis libertades
esclavo en cadenas caí:
aquí estoy cargado de hierros,
sucio, famélico, cerril,
enchiquerado como un puerco,
hirsuto como un puerco-espín.
Harto en el día de tinieblas
asomo fuera del cubil
bien la cabeza, bien un ojo,
bien la punta de la nariz;
temeroso de un escarmiento,
encorvado, convulso, ruin,
—como ladrón que se robase
sólo el reflejo de un rubí—
por mirar brillando en el patio
el claro sol de mi país.

II
¡Sol para iluminar ensueños
de vastos campos sin confín,
del cielo abierto a la esperanza
de las alas tendidas. Y
aquí alumbra torvas miserias,
venganzas crueles, odio vil
y un dolor que no acaba nunca
ante otro dolor por venir…
¡Oh la bendita tierra extraña
donde nadie sepa de mí!,
a donde llegue de atorrante
sin ambiciones de Rothschild
con la mediocre burguesía
de que me dejen existir!
Hablaré mal en otro idioma,
comeré bien otros menús,
y alguna tarde arrellanado
en mi sillón de marroquín,
viendo a través de los cristales
un cielo de invierno muy gris,
pensaré en los muertos amados,
en los amigos que perdí,
en aquella a quien quise tanto
con la vesania juvenil
de cuando iluminó mis sueños
¡ el claro sol de mi país!

III
Estoy pensando en exilarme,
me casaré con una miss
de crenchas color de mecate
y ojos de acuático zafir;
una descendiente romántica
de la muy dulce Annabel Lee,
evanescente en las caricias
y marimacho en el trajín,
y que me adore porque soy
tropical cual mono tití…
que me pregunte ingenuamente
— ¡y yo no la habré de desmentir!—
cómo es cierto que en Venezuela
los coches de la gente chic
los tiran parejas de tigres,
de tigres «tamaños así…»
(y la altura de un elefante
marcará su mano pueril).
¡Qué fantasías desarrolla
el claro sol de mi país!
IV
Mis hijos han de ser gimnastas
con el ímpetu varonil
de quien tiene libres los músculos
libres el pensar y el sentir,
pues nacerán en tierra extraña
y no en la tierra en que nací;
y mis nietos, gigantes rubios,
de cutis de cotoperiz,
bíceps y espíritus de atletas
con volubilidad infantil,
puede que sí se me parezcan,
tal vez tengan algo de mí:
la realidad de mis ensueños,
la mentira de mi sufrir.
¡Pero en vano entre sus cabellos
hundiré mi mano febril,
echaré hacia atrás sus cabezas
y buscaré, sin conseguir,
en el fondo de sus miradas
el claro sol de mi país.

V
Y cuando ya, siempre extranjero,
descanse más libre por fin,
y tenga lo que a mi me niegan:
la libertad del buen dormir,
en un cementerio evangélico,
cubierto por el cielo gris,
allá que no hay flores al año
sino una vez, mayo o abril,
a falta de la cruz de té,
del nardo, la rosa o el lys,
colocarán sobre mi tumba,
grabado a rasgos de buril,
un versículo de la Biblia
o algunas coronas de zinc.
Y ya muchos años más tarde,
muy cerca del año 2000,
mis nietos releyendo las fechas
de mi muerte y cuando nací,
repetirán lo que a sus padres
cien veces oyeron decir:
— ¡y le darán cierta importancia!—
«el abuelo no era de aquí,
»el abuelo era un exilado,
»el abuelo era un infeliz,
»el abuelo no tuvo patria,
»no tuvo patria… ¡Y ellos sí!

VI
¡Ay, quién sabe si para entonces,
ya cerca del año 2000,
esté alumbrando libertades
el claro sol de mi país!

*Enrique Viloria Vera, escritor venezolano, polígrafo, poeta, ensayista, humorista, crítico de arte. Recientemente recibió el Premio Internacional Lucila Palacios.

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Prólogo libro de Cuentos de FAEC, por Heberto Gamero

Fundación Aprende a Escribir un Cuento

I Edición de Cuentos 2011
Prólogo
No quisiera hablar en primera persona, pero qué mejor
oportunidad para comentarles acerca del nacimiento de la
Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC) que ésta,
donde se presenta el trabajo de veintisiete destacados participantes quienes, como yo, han descubierto en el cuento no sólo una forma de expresarse sino también una manera más benigna de sobrellevar la vida. Veintisiete cuentos escogidos entre ciento noventa y tres estudiantes, elaborados a lo largo de trece talleres que la fundación ha impartido desde febrero de 2009 hasta marzo de 2011.
Todo comenzó cuando “Los zapatos de mi hermano”
obtuvo el premio del 63o Concurso de Cuentos de El Nacional en 2008. Lo había escrito en enero de ese año y durante varios meses, hasta que finalmente mi esposa lo llevó a las oficinas del periódico, lo estuve revisando, recortándolo por aquí y por allá, depurándolo en ripios como recomienda el maestro Horacio Quiroga. Tal vez fue en junio de ese mismo año cuando le puse el punto final, lo metí dentro de un sobre junto con un puñado de bendiciones y lo entregamos a El Nacional. Pocas semanas después me dieron la gran noticia.
Yo, que era nuevo en estas lides, que hasta finales de 2002
sólo había escrito cartas comerciales y memorandos internos en una fábrica de pantalones, que competía con más de doscientos cuentistas —muchos de ellos con mayor experiencia y más calificados que yo—, no podía creer que hubieran escogido mi cuento, que mi relato fuera —después me enteré— el único que figuraba entre los favoritos de los tres escritores que integraban el jurado. Un milagro, fue lo primero que pensé. Recuerdo que estaba en la sala de espera de un consultorio de la Clínica Metropolitana y no pude soltar el grito que me vino a la garganta sino hasta un rato después, cuando me metí al carro y con los vidrios cerrados di un alarido que hizo temblar los cristales. Un milagro, me dije una vez más. Y de inmediato sentí la imperiosa necesidad de agradecer esa bendición. No resultaba fácil. Podía hacer algún donativo a los viejitos del Asilo de San Antonio, regalar mis libros ya leídos a una biblioteca, sacar unos pantalones de la fábrica y dárselos a quien los necesitase… Pero no, eso no era suficiente. Me parecía una solución fácil y poco honesta para conmigo mismo y para con aquel que no vemos pero cuya presencia a veces nos abruma. Fuere lo que fuere debía ser algo más profundo, más comprometido, que involucrara un verdadero esfuerzo (aunque finalmente se convirtiera en una diversión) de mi parte. La solución llegó al día siguiente, muy temprano, al asomarme a la ventana; colgaba de un rayo de luz que irrumpía por el este de la cuidad: ¡Taller de Cuento!, decía el aviso luminoso en letras grandes que brillaba frente al Ávila. Pero, ¿cómo se da un taller de cuento sin nunca haber participado en uno, sin libros técnicos donde investigar, sin experiencia pedagógica, sin un sitio donde hacerlo…? En verdad no lo sabía, no conocía cómo llevar a
cabo aquella idea. Pero me gustaba, la idea me agradaba,
flirteaba con ella como lo hice una vez con mi primera
novia… Poco después, a finales de 2008 teníamos un viaje
programado a España. Una buena oportunidad para comprar libros sobre técnicas cuentísticas, dijo mi esposa. Claro, le contesté. Y pasamos buena parte de aquel viaje, entre tapas y copas de vino, museos y obras de teatro, en las librerías mejor surtidas de Madrid buscando y comprando libros cuyo tema fuera cómo escribir cuentos. Al final de las vacaciones ya teníamos más de una docena de estos libros y de muchos otros, siempre de narrativa: clásicos, actuales, premiados y diversas antologías comentadas que me podrían dar ideas sobre lo que pretendía hacer. Aparte de esto una amiga, que había hecho un taller de cuento en una importante escuela
de Madrid, al conocer mis intenciones, me hizo llegar las
guías que le habían dado en el transcurso de su taller. Ya me sentía en el camino.
Ya de regreso a casa, con nuestras maletas cargadas de
libros, mi sueño de armar un taller de cuento iba tomando
forma dentro de mi cabeza. En enero de 2009, apenas llegué a Caracas, comencé a investigar en las guías, en la cantidad de libros que había comprado, en otros de producción local, a revisar las opiniones de los expertos y, por decirlo de una forma quizás poco elegante pero muy esquemática, metí todo eso dentro de una licuadora, le di vueltas durante largo rato y luego lo vertí dentro de un fino colador por el que sólo podía pasar un delgado y sustancioso hilo de líquido o de técnicas literarias
sobre el género breve. Así nació Aprende a Escribir un
Cuento, un taller intensivo, concentrado, que en sólo cuatro
sesiones brinda al participante la posibilidad de iniciarse con
buen pie en el maravilloso mundo de la escritura de relatos.
Una vez concebido el taller sólo restaba ponerlo en práctica.
¡Qué nervios! Gracias a los amigos del Círculo de Escritores
de Venezuela y al apoyo de Cultura Chacao podíamos
disponer de cuatro sábados en la prestigiosa Sala Cabrujas.
Así, en febrero de 2009, se llevó a cabo el primer taller Aprende a Escribir un Cuento, gratuito. Fue todo un acontecimiento, una gran fiesta literaria para los que estábamos allí. Una vez analizadas las características fundamentales del género, y a lo largo de las cuatro sesiones, leímos cuentos considerados obras de arte, los participantes elaboraron sus propios relatos y los analizamos hasta verles las costuras; una explosión
de personajes, conflictos, escenarios y descripciones parecía inundar la sala en cada encuentro, los ojos de los talleristas se hacían más y más grandes cada vez que, en la pizarra, saltaba un error o destacaba un acierto; yo me emocionaba tanto como ellos, veía el resultado, aprendía de mi propia guía y de los participantes, me divertía, pasaba los mejores momentos de la semana… Pero esto no se podía quedar ahí
Había que continuar. En la última sesión, mientras celebrábamos el final del taller con una copa de vino, la idea de crear una fundación comenzó a hacer cosquillas en mi calva, una fundación que llevara el taller a la mayor cantidad de gente posible. Pero aquel agradecimiento que necesitaba hacer aún no lo sentía pleno. Faltaba algo. Claro que llevar el taller a mucha gente y hacerlo de forma gratuita significaba un esfuerzo, una buena labor desde todo punto de vista, pero todavía había algo que no terminaba de convencerme: la punta filosa de la etiqueta en el cuello de mi camisa, el mosquito a medianoche rozando mi oído; no lograba determinar qué era, de qué se trataba todo aquello. No pasó mucho tiempo antes de que lo descubriera, tal vez una de esas mañanas cuando muy temprano me asomo a la ventana y el sol en complicidad con el cerro me dice secretos que no puedo guardar: ¡el taller debe ir dirigido también a estudiantes de escasos recursos! Con esta premisa se registró FAEC el 18 de agosto de 2009.
Decidimos cobrar a los que pudieran pagar y con ello financiar a los muchachos de los liceos públicos del país cuyos directores quisieran sumarse a esta iniciativa, también con el objeto de recabar fondos para la presente publicación. Si bien es cierto que, por problemas que no viene al caso mencionar, hasta el momento ha sido mayor la cantidad de talleres dictados al público en general que a jóvenes liceístas, nuestro objetivo es revertir esta cifra y muy pronto, Dios mediante, lograr que la gran mayoría de nuestros talleres sean dirigidos a estos muchachos de escasos recursos, para así motivarlos a cambiar la cerveza por el lápiz y la droga por los libros. Para ello, con la meta de abarcar la mayor cantidad de liceos posible, incluso para impartir el taller de forma simultánea si es necesario, ya contamos con la colaboración del escritor Álvaro Pérez Capiello y de la periodista Alessandra Hernández (participante de aquel primer taller de febrero de 2009), instructores y miembros honorarios de FAEC, y comprometidos de corazón con la Misión y la Visión de nuestro pequeño grupo.
Qué bueno, ya desde hace un tiempo no siento el filo de
la etiqueta hincando mi cuello, ni al mosquito rondando mi
oreja mientras duermo.

HEBERTO GAMERO CONTÍN,
fundador de FAEC,
Caracas, mayo 2011.

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Maribel Proietti, «Buscando a Manuelita en este siglo»

Damos la bienvenida a la poeta venezolana Maribel Proietti, quien nos visita en Caracas, y la felicitamos por la excelente acogida que ha tenido su poemario «Buscando a Manuelita en este siglo», en Ecuador, donde se encuentra residenciada.

«Buscando a Manuelita en este siglo», fue presentado en el Salón de los Próceres de la Gobernación de Azuay, Ecuador, en la Casa de la Bienal de Cuenca. El libro fue publicado por la Editorial Publicarte, en el 2010.

Cada poema intenta mostrar a una Manuela que se adelantó a su tiempo, señala Proietti. Se refiere a ella como una mujer rebelde y luchadora, que hizo caso omiso a las duras críticas y a la maledicencia de la sociedad quiteña de su época. «Toda mujer lleva en sí una parte de Manuelita».

Asegura que este libro la identifica, por su constante lucha para sobrevivir con la poesía. Maribel es descrita por sus allegados como una persona carismática y apasionada. Actualmente, se dedica a fomentar la escritura en los Colegios de Cuenca.

La autora fue invitada a leer poemas en el Museo de Arte Moderno y en los Colegios J. Calle, Miguel Merchán, Benigno Malo, Corazón de Jesús y Colegio Ecuador.

El 23 de noviembre de 2011, en la ciudad de Quito, será presentado el poemario, en el marco de las actividades especiales con motivo del Aniversario de la muerte de Manuela Sáenz.

& & &

MANUELA EN EL SIGLO XXI
Con entusiasmo recibo de manos de su autora, el poemario Buscando a Manuelita en este siglo, de Maribel Proietti. Es una osadía poética muy femenina seguir las huellas de Manuela Sáenz, una mujer reconocida como heroína de la Independencia del Ecuador, Colombia y Perú. Importantes historiadores y biógrafos la consideran un ejemplo de inteligencia, valor y tenacidad. Destacada patriota ecuatoriana, despertó el interés y la pasión de Simón Bolívar, transformándose en su amante. En su época fue severamente criticada por enfrentarse a las costumbres de una sociedad que consideraba a las mujeres como seres inferiores, que sólo debían dedicarse a las labores del hogar, sin derechos políticos, sujetas al yugo de sus padres, hermanos y maridos. Manuela llegó a ejercer influencia política y colaboró siempre con la causa de Bolívar, lo cual consta en las cartas escritas por ambos y en las consideraciones de los biógrafos más reputados. Ello le valió el exilio y el destierro. Durante décadas, influyentes intelectuales e historiadores omitieron el papel que jugó Manuelita en la gesta libertadora, hasta que en la primera mitad del siglo XX, comenzó a otorgársele la preponderancia que merece. Para los movimientos feministas en un icono, una verdadera leyenda.

Con su estilo audaz y conciso, Maribel Proietti escribe:

Buscando a Manuelita
Mujer fastidiosa
convierte su piel
en hombre

no colocarlo
en jaula

comparte
la cama
como
otras
apasionada inútil

sobras
de
otros
platos

lucha
lucha
por la revolución
de su amante…

Buscando a Manuelita en este siglo, nuevamente pone de manifiesto los cambios históricos que pueden surgir de un gran amor unido al profundo anhelo de libertad individual y social. Manuela es un ejemplo a seguir para los pueblos oprimidos.

Carmen Cristina Wolf

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Inicio de inscripciones del Taller de Cuentos

La Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC) 
y el Círculo de Escritores de Venezuela,
invitan al Taller Aprende a Escribir un Cuento, con el Profesor  Heberto Gamero Contín.

Heberto Gamero  ganó el Concurso de Cuentos de El Nacional en el 2008. Fue finalista en el VI Concurso de Cuentos 2007 de SACVEN. Este año obtuvo Mención especial también en el concurso de El Nacional. Actualmente está dedicado a dictar Talleres en donde se eligen los cuentos más destacados para posteriormente publicarlos.
Objetivo: Aprender a escribir cuentos 
 
CONTENIDO: Características del cuento, la estructura, la brevedad, los escenarios, el tiempo interno, los personajes, el conflicto, etc. Estudiaremos a los más importantes maestros del relato breve, leeremos y analizaremos algunos de sus cuentos. 27 participantes seleccionados de los 12 Talleres impartidos, ya han sido publicados en la Primera Edición de Cuentos FAEC.

FECHAS: Sábados 24 de septiembre / 01, 08 y 15 de octubre de 2011

HORARIO: 9 a 11 am

LUGAR: Sala de conferencias de Pantalones Marshal, calle Milán, Edificio Topoplast, piso 1. Los Ruices Sur (al lado de Baterías Duncan). Estacionamiento propio.
 

Cupo Limitado (12 participantes)
 
CONTACTO:
Carmen Cristina Wolf 0416-629.70.62

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Alfredo Pérez Alencart: El idioma del alma

Dentro de las acciones que, desde su modestia, viene haciendo el Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS) con la finalidad de difundir el trabajo de escritores de ambas orillas del castellano y el portugués, está el publicar o coeditar libros de autores valiosos por la decantación del idioma o por los mensajes profundos que legan para el bien común del espíritu.
Pues bien, acabo de llegar de un largo viaje por tierras peruanas y bolivianas (también di algunos pasos por suelo brasileño) y, entre la ingente correspondencia acumulada en mi apartado postal, florece reluciente un libro de aforismos llegado desde Caracas: “La llama incesante” (Coedición del Ceias y la editorial venezolana La diosa blanca), purísima obra tallada por la escritora Carmen Cristina Wolf, a quien mucho aprecio por su propia obra y por su desprendimiento y generosidad extrema ante la obra de los demás. Un espíritu sin mediocridades ni envidias merece ser reconocido, máxime en estos tiempos, pletóricos de egoísmo y avaricia hasta en el ámbito inmaterial.
Y es que mucho bien para el espíritu se puede obtener leyendo aforismos, máximas o sentencias. Leer a Confucio o a Eclesiastés nos pone en el camino correcto para saber lo que es la decantación del pensamiento y del sentimiento humano. La escritora caraqueña, seguidora de Jesucristo, no puede (ni quiere) aislarse de esa impronta marcada de forma indeleble por el Maestro. Así, podemos leer en la página 14: “Llevo sembrada en el alma la bandera de la esperanza”.
Y es que bastan pocas líneas, una o dos, para decir bastante. A ello se entrega con fervor: “El misterio tiembla en todas partes y sobre todo en lo más simple”; “Siento la eternidad en un instante. Pretendo asirla y se ha ido”; “No me alabes si vas a exigirme algo a cambio”; “Qué débil es aquel a quien los otros temen por causa de sus amenazas”; “Vivir sin miedo comienza por no aferrarse a las cosas”, “Al dejar de contemplarme veo al otro”; “Si vivo lo cotidiano como sagrado, lo transformo en sagrado”; “Eleva tu voz en nombre de los que no pueden defenderse”; “Somos los invitados a la comunión del Verbo: amar por el amor de amar y ser por la pasión de ser”. Magnífico libro de Carmen Cristina Wolf y acertado el prologo de Edgar Vidaurre.

Alfredo Pérez Alencart, poeta, ensayista y profesor de la Universidad de Salamanca

Publicado en EL ADELANTO DE SALAMANCA, 3-09-2011

Alfredo Pérez Alencart nació en Puerto Maldonado, Perú (1962). Poeta y ensayista peruano-español. Desde 1987 es profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca.

En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que anualmente organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura en colaboración con la Fundación Camino de la Lengua Castellana.

En el año 2010 recibió, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi”, otorgado en Caracas por el Círculo de Escritores de Venezuela; y también el Premio de Poesía “Juan de Baños” 2009, otorgado en Valladolid por los grupos literarios Sarmiento y Juan de Baños, en colaboración con la Obra Cultural del BBVA.

En poesía ha publicado La voluntad enhechizada (Verbum, 2001. Hay versión portuguesa: O feitiço da vontade , 2004, con traducción de António Salvado), Madre selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (Trilce, 2006, con el pintor Miguel Elías), Hombres trabajando (2007, con el pintor Luis Cabrera), Cristo del alma (Verbum, 2009), Estação das tormentas (2009, con traducción de Álvaro Alves de Faria), Savia de las Antípodas (Verbum, 2009, con el pintor Miguel Elías y traducciones de An Oshiro y Juan W. Bahk) y Oídme, mis Hermanos (Verbum, 2009, con traducciones de Herbert y Sigrid Becher). Hay un libro sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (Verbum, 2006) del escritor venezolano Enrique Viloria. Realizó la selección de los poemas del reciente libro El paisaje prometido, dedicado a la obra pictórica de José Carralero, con la participación de reconocidos poetas de numerosos países.

Su poesía ha sido traducida al portugués, alemán, inglés, ruso, japonés, italiano, árabe, serbio, francés, hebreo, búlgaro, estonio, vietnamita, indonesio, rumano y coreano.

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Hábitos del escritor

Por Carmen Cristina Wolf
En el oficio de la escritura, cada autor tiene sus hábitos y métodos. Pueden variar mucho de unos a otros, pero la mayoría de los escritores con una obra extensa y sostenida en el tiempo, por lo general dedican mucho tiempo al trabajo.
He aquí algunos consejos de la periodista Daphne Gray-Grant, muy sencillos, básicos, podemos estar o no de acuerdo con sus consejos, pero son un punto de partida, aunque sea para reflexionar sobre cómo es nuestro ritmo de escritura, nuestras costumbres, cuánto tiempo le dedicamos, y tal vez podamos hacer nuestro decálogo, muy personal, por supuesto. Será algo así como una confesión.

Estos son sus consejos:

1. Separar los procesos de redacción y edición. Cuando escriben, no se preocupan por cómo va la calidad del texto. La edición se hace después, cuando tengan tiempo para arreglar párrafos, jugar con la estructura, las palabras y revisar la puntuación.

2. Concentrarse en lo interesante. Los escritores (y oradores) efectivos siempre cuentan muchas historias. Si tienen que explicar algo teórico, usan ejemplos concretos.

3. Usar metáforas. La experta en metáforas Anne Miller opina que “una metáfora lleva al conocimiento instantáneo”.

4. Investigar. No hay nada más doloroso que escribir acerca de algo de lo que no tienes nada qué decir. Los escritores efectivos realizan un trabajo de investigación previo a la redacción en sí. Esto puede incluir revisar noticias, libros y hacer entrevistas.

5. Aprender de la escritura de otros. Los escritores efectivos saben que son aprendices de por vida. Aprenden constantemente de la lectura y prestan atención de las técnicas y recursos de otros escritores.

6. Escribir en tramos. La creatividad no requiere un montón de tiempo. Por eso, los escritores efectivos tratan de escribir un poco cada día, sin importar lo agotados o desenfrenados que estén. La edición, por otro lado, usualmente necesita tiempo y paciencia.

7. Leer su trabajo en voz alta. Los escritores efectivos se sientan frente a su teclado y susurran lo que han escrito. Sí, puede parecer extraño o puede que sean mal vistos. No importa, ellos saben que funciona.

Fuente: www.clasesdeperiodismo.com. Recomendaciones de la periodista Daphne Gray-Grant, que comparte estos siete hábitos

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Fernando Vallejo, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011

Fernando Vallejo, novelista, biógrafo y ensayista, el nuevo Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011

Artículo publicado en El Universal (México), escrito por Yanet Aguilar Sosa. A continuación un resumen:

¿De dónde es Fernando Vallejo? “Pongámoslo mexicano y colombiano porque yo soy de donde nací y de donde me voy a morir”. Ese escritor apasionado de la lengua, amante de los animales, enemigo de los políticos y de la iglesia católica, se convirtió ayer en el nuevo Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2011por ser “una de las voces más personales, controvertidas y exuberantes de la literatura actual en español”, de acuerdo con el jurado del galardón.

El escritor confirmó ayer mismo a EL UNIVERSAL que los 150 mil dólares que recibirá del premio los entregará inmediatamente a dos asociaciones mexicanas protectoras de animales. Se trata, dijo, de “Amigos de los Animales”, de la ciudad de Xalapa, que está a cargo de la señora Marta Alarcón; y de “Animales Desamparados”, del DF, a cargo de la señora Patricia Rico. “Conozco desde hace tiempo esas asociaciones, colaboro con ellas, las he seguido y está muy bien que se lo entregue a ellas. Son de la gente más generosa, de lo mejor que tiene México”.

En 2003, tras recibir el premio Rómulo Gallegos por su novela El desbarrancadero, el escritor también donó el monto del premio a una asociación defensora de los animales, en Caracas.
Contó que teme dejar huérfana a la perrita que lo acompaña y que recogió en la calle. Fue enfático en que detesta a los políticos porque son “granujas con poder” y sostuvo que “México se está colombianizando o ya se colombianizó y que Colombia ya se mexicanizó”.

El escritor trabaja en la biografía del filólogo colombiano Rufino José Cuervo, de quien este año se conmemora el centenario de su muerte, y, además, ya planea su siguiente libro: “Como ya me siento al final de la vida quiero escribir un libro dejando en claro las conclusiones a las que he llegado”.

El novelista escribió de violencia y narcotráfico en «La virgen de los sicarios», una de sus obras más leídas, llevada al cine bajo la dirección de Barbet Schroeder, pero ese es un tema que, dijo ayer, no volverá a abordar. Cuando escribió esa novela en 1993, entonces la palabra sicario, que viene de la palabra daga, puñal, no se usaba en el idioma pero estaba en el diccionario.

“Aquí en México nadie la conocía, después un buen día empecé a ver que la palabra entraba en los periódicos y de pronto la empecé a ver en las primeras páginas de aquí, de Argentina y de España. ¿Qué quería decir eso?, que estos países se estaban colombianizando; es decir, que si Colombia era la punta del desastre, la Argentina iban siendo todos ellos”, señaló el narrador.

Los caminos de dos países

“El camino que recorrió el PRI, el de la corrupción política, el de la injusticia y el del cinismo más descarado y más ladrón de la clase dirigente, de la clase política, de estos servidores públicos. ¿Qué quiere decir esto?, que México se está colombianizando o ya se colombianizó y que Colombia ya se mexicanizó. Nos repartimos los males, somos países hermanos”.

“Yo vi desaparecer el Estado de Colombia primero, desapareció del campo, quedó a merced de la cuadrilla de bandoleros, luego desapareció de las afueras de la ciudad, luego de la ciudad, después todos los negocios tenían que pagar extorsiones, como ahora en negocios del norte de México. Extorsión doble, del gobierno para sostener burócratas impúdicos, más la extorsión de la policía y luego de las mafias del lugar. Es la desaparición del Estado y la entronización de la ley de la jungla. A ver cómo nos defendemos y cómo nos va”.
Pasión por la literatura y la música

“Me gusta más José Alfredo que Mozart y Chavela Vargas más que cualquier cantante de ópera, quitando a la Callas… a mí la música que más me llega el alma es la música latinoamericana que ya nadie oye, las rancheras, los tangos, las milongas, los boleros, esa es música del pasado, música de fantasmas, eso ya no le interesa a nadie, esa es la música mía, la que me llega al corazón, la oigo muy de vez en cuando y siempre es una experiencia muy profunda, muy intensa, siempre me remite a mi pasado, a mi niñez y a mi juventud, me ayuda como a no desintegrarme, como a seguir sosteniendo el espejismo del yo, de que yo soy el que fui, la música tiene esa virtud”.
Definió su literatura como cargada de datos personales, como biografías. “Decidí siempre escribir en primera persona mis novelas, escribí también unas biografías y estoy presente en ellas, escribo biografías noveladas o novelas biográficas, de todas maneras la biografía es un género menor de la literatura”.

Su obra literaria nada tiene que ver con las novelas fáciles que se escriben hoy en día, en tercera persona y con narrador omnisciente. “Nunca quise escribir novelas así, esas son las novelas fáciles y las que tienen las fórmulas que ya conocemos, las formulas choteadas, manidas, los lugares comunes”.

Vallejo planea dos libros pero tiene claro que pasan rápido, que pueden estar una semana, unos meses y se olvidan porque la realidad los deja atrás, “Ahora se necesita un léxico con sus notas a pie de página para explicar las palabras. El mundo va muy rápido y todo lo deja atrás, libros, películas y granujas con poder”

Fuente: www.prodavinci.com

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Víacrucis, por Saikazí

En los lagos de papel basura
a la orilla del rayado
decrecen
los objetos amados &
los espectros

atraviesan los muros ciegos en detrimento
de la imprenta & el Guaire
excremento abajo
se desliza
hasta el cuello del cafeto mirandino

De súbito
la muerte plana
está a punto de verse
en tercera dimensión sonora

Si es que
por la taquilla enredada
el príncipe verruga
descuelga los verdes dóllares
a los desenterrados
monocromos de corazón

Mickey Mouse

Firma: Saikazí

Inédito del poeta venezolano Frank Ziccarelli (Saikazí)

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La voz poética de Aladar Temeshy: El Libro de las decepciones

Por Carmen Cristina Wolf

Abra las páginas suavemente
como quien ya sabe que los libros
no son para hablar de ellos
y ha aprendido a hacerles el amor
Adalber Salas

La voz poética de Aladar Temeshy está ligada íntimamente a su manera de comprender la existencia y al pensamiento reflexivo. El trasfondo de su escritura es una recia batalla entre la exuberante policromía de la creación y el demoledor paso del tiempo, que todo lo destruye. De sensibilidad contemplativa, tal vez por su profesión de arquitecto y por su dedicación a la docencia, Temeshy conduce al lector, desde la más sublime hermosura de la naturaleza y de las ciudades, hasta el dolor y el desaliento por la pérdida de los afectos y de los lugares más entrañables.

Aladar es un romántico a la manera de Rilke. No se reconcilia con la creencia en Dios y en la inmortalidad del alma, no obstante, medita sobre estos temas con la angustia del que se asoma al abismo. Como si hubiera escuchado la voz del poeta alemán, su poesía transcurre entre luces y sombras, dejándonos caminar, detenernos a nuestro antojo, sin rumbo fijo, a veces por senderos que conducen a un mismo lugar, para que el lector elija quedarse entre el bosque pleno de vida, y no obstante cruzada de laberintos, y la negrura de lo desconocido. Recordemos lo que dice Rilke:
Vivo mi vida en círculos que se abren
sobre las cosas, anchos.
Tal vez no lograré cerrar el último
pero quiero intentarlo.

Aladar escribe en su poema Mediodía:
El sol derrite los rostros errantes
escondidos entre las moradas lavandas
los laberintos se abrieron
el mundo es caliente, vertical
el mediodía se comparte
entre el hombre y su inercia
el sueño devoró ya su sombra

En “El libro de las decepciones” de Aladar Temeshy, editado en el 2008 por Diosa Blanca, el prologuista y editor, Edgar Vidaurre, escribe: “En el corazón de la palabra decepción, convergen tres de los aspectos más reveladores de nuestra humanidad a saber: el dolor, la desesperanza (o más bien, la esperanza herida) y la conciencia del engaño y la verdad”… Ante la decepción, se abren dos sendas: o el hombre sucumbe en la maraña intrascendente su propio existir, o trasciende el sufrimiento a través de la transformación existencial.
Y es el camino que toma Aladar ante tal disyuntiva. Trascender, mediante la escritura, a través de palabras que desgarran las páginas de sus libros, especialmente de este poemario “Al margen de la tarde”, que nos deja con el deseo de leerlo una y otra vez, escrito con la entereza y la precisión del oficiante que se aferra a la poesía como “una forma de existencia, de elevación de la existencia, de la presencia fuerte de la existencia”, como escribió el maestro Alfredo Silva Estrada, amigo personal de Aladar.

Al margen de la tarde está dividido en dos partes: 40 poemas que corresponden al capítulo que lleva el título del libro, y un capítulo de 9 poemas, cuyo título es Cuentas del Tiempo. La exquisita belleza del primer poema del libro, nos lleva al “encanto de un universo ensoñado / en un aljibe virgen / sin fondo y sin rimas”:
Es una tarde larga
del encanto de Schumann
en el policromado otoño
surgido de las blanquinegras
teclas del piano grande
en la tamizada luz dorada
de una eternidad.

LA MUERTE. ESE ALFILER DE ORO TAN CERCA

Luego aparecen las amargas dudas rebeldes / sobre razones del estar / o del ser y su justa existencia. Es el alfiler de oro en el pecho, que hiere en las sombras de las letras, al margen de la vida del autor. La muerte, es la última dignidad del vencido, es la trascendencia y la liberación del ser prisionero de esta vida mortal.

No obstante, el gozo de existir y la espera de instantes felices no deja de rondar los versos de este amado libro, como cuando escribe: “Sentado en la silla ajada / ajada / del pasillo / frente a la panadería / en la mesa / mi silente café / y espero / un no sé qué.”
Su poema En el pasillo, rememora a Rimbaud, el poeta que una vez escribió:
Y así ascender despacio
en un inmenso amor
de la prisión terrestre
a la belleza del día.
Y Aladar se pregunta a quién espera, respondiendo, con el saber del poeta que conoce las figuras literarias, como las dislocadas oposiciones del oximoron: “Yo, no vendré / compraré un pan canilla / … me iré a esperar / afuera de antes / ya fuera de después.” Imagina cómo su espíritu, o su recuerdo, vendrá de nuevo a los lugares de siempre, a sentarse, a esperar. No deja de sorprender el descreído poeta, cuando escribe: “el pan o es todo / fe, devoción, plegaria, es hablar con Dios / … canto del trigo / pan caliente.” Sólo un poeta de la talla de Aladar puede escribir, cuando pregunta quién vendrá, que no será él, pero que sí, que vendrá, de alguna manera imaginada, a la cafetería de siempre, a sentarse, a sentarse cerca de las figuras enmudecidas por la noche del tiempo, “ya fuera de después”.

El final de este libro nos brinda la clave del enigma. Cuál es la razón, el propósito, la pasión que se encierra en la escritura de Aladar Temeshy. El lo proclama suavemente, sin estridencias:

Escribo
Para sentir el verbo
Para palpar la soledad
Para entender a Dios
Para comprender quién soy
Para aprender la muerte

Carmen Cristina Wolf
Caracas, julio de 2011

*Texto leído el 27 de julio de 2011, en la Librería Alejandría I, Las Mercedes, Caracas. Presentación de El libro de las decepciones, organizado por el Círculo de Escritores de Venezuela.

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Taller Aprende a Escribir un Cuento

La Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC) 
y el Círculo de Escritores de Venezuela,
invitan al Taller Aprende a Escribir un Cuento, con el Profesor  Heberto Gamero Contín.

Heberto Gamero  ganó el Concurso de Cuentos de El Nacional en el 2008. Fue finalista en el VI Concurso de Cuentos 2007 de SACVEN. Este año obtuvo Mención especial también en el concurso de El Nacional. Actualmente está dedicado a dictar Talleres en donde se eligen los cuentos más destacados para posteriormente publicarlos.
Objetivo: Aprender a escribir cuentos 
 
CONTENIDO: Características del cuento, la estructura, la brevedad, los escenarios, el tiempo interno, los personajes, el conflicto, etc. Estudiaremos a los más importantes maestros del relato breve, leeremos y analizaremos algunos de sus cuentos. 
FECHAS: Sábados 24 de septiembre / 01, 08 y 15 de octubre de 2011

HORARIO: 9 a 11 am

LUGAR: Sala de conferencias de pantalones Marshal, calle Milán, Edificio Topoplast, piso 1. Los Ruices Sur (al lado de Baterías Duncan). Estacionamiento propio. Autopista sentido oeste-este, entrada California Sur. Primera calle a la derecha. Primera entrada después de pasar el puente.
 
Costo: 500,oo 

Cupo Limitado (12 participantes)
 

CONTACTO:
Carmen Cristina Wolf 0416-629.70.62

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Primera Edición del libro de Cuentos 2011, FAEC. Prólogo

A continuación, se transcribe el prólogo del libro I EDICION DE CUENTOS 2011, publicado por la Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC), que contiene el trabajo de veintisiete destacados participantes de los Talleres que imparte dicha Fundación. Es una experiencia venezolana muy valiosa, que pone de manifiesto una visión de formación y crecimiento del ser humano a través del estudio y la aplicación a la escritura de los conocimientos adquiridos. La Fundación está impartiendo talleres a jóvenes de escasos recursos a través de becas y a adultos interesados en aprender a escribir relatos.

I Edición de Cuentos 2011
Prólogo, por Heberto Gamero

No quisiera hablar en primera persona, pero qué mejor oportunidad para comentarles acerca del nacimiento de la
Fundación Aprende a Escribir un Cuento (FAEC) que ésta, donde se presenta el trabajo de veintisiete destacados participantes quienes, como yo, han descubierto en el cuento no sólo una forma de expresarse sino también una manera más benigna de sobrellevar la vida. Veintisiete cuentos escogidos entre ciento noventa y tres estudiantes, elaborados a lo largo de trece talleres que la fundación ha impartido desde febrero de 2009 hasta marzo de 2011.

Todo comenzó cuando “Los zapatos de mi hermano” obtuvo el premio del 63o Concurso de Cuentos de El Nacional en 2008. Lo había escrito en enero de ese año y durante varios meses, hasta que finalmente mi esposa lo llevó a las oficinas del periódico, lo estuve revisando, recortándolo por aquí y por allá, depurándolo en ripios como recomienda el maestro Horacio Quiroga. Tal vez fue en junio de ese mismo año cuando le puse el punto final, lo metí dentro de un sobre junto con un puñado de bendiciones y lo entregamos a El Nacional. Pocas semanas después me dieron la gran noticia.

Yo, que era nuevo en estas lides, que hasta finales de 2002
sólo había escrito cartas comerciales y memorandos internos en una fábrica de pantalones, que competía con más de doscientos cuentistas —muchos de ellos con mayor experiencia y más calificados que yo—, no podía creer que hubieran escogido mi cuento, que mi relato fuera —después me enteré— el único que figuraba entre los favoritos de los tres escritores que integraban el jurado. Un milagro, fue lo primero que pensé. Recuerdo que estaba en la sala de espera de un consultorio de la Clínica Metropolitana y no pude soltar el grito que me vino a la garganta sino hasta un rato después, cuando me metí al carro y con los vidrios cerrados di un alarido que hizo temblar los cristales. Un milagro, me dije una vez más. Y de inmediato sentí la imperiosa necesidad de agradecer esa bendición. No resultaba fácil. Podía hacer algún donativo a los viejitos del Asilo de San Antonio, regalar mis libros ya leídos a una biblioteca, sacar unos pantalones de la fábrica y dárselos a quien los necesitase… Pero no, eso no era suficiente. Me parecía una solución fácil y poco honesta para conmigo mismo y para con aquel que no vemos pero cuya presencia a veces nos abruma. Fuere lo que fuere debía ser algo más profundo, más comprometido, que involucrara un verdadero esfuerzo (aunque finalmente se convirtiera en una diversión) de mi parte. La solución llegó al día siguiente, muy temprano, al asomarme a la ventana; colgaba de un rayo de luz que irrumpía por el este de la cuidad: ¡Taller de Cuento!, decía el aviso luminoso en letras grandes que brillaba frente al Ávila. Pero, ¿cómo se da un taller de cuento sin nunca haber participado en uno, sin libros técnicos donde investigar, sin experiencia pedagógica, sin un sitio donde hacerlo…? En verdad no lo sabía, no conocía cómo llevar a cabo aquella idea. Pero me gustaba, la idea me agradaba, flirteaba con ella como lo hice una vez con mi primera novia… Poco después, a finales de 2008 teníamos un viaje programado a España. Una buena oportunidad para comprar libros sobre técnicas cuentísticas, dijo mi esposa. Claro, le contesté. Y pasamos buena parte de aquel viaje, entre tapas y copas de vino, museos y obras de teatro, en las librerías mejor surtidas de Madrid buscando y comprando libros cuyo tema fuera cómo escribir cuentos. Al final de las vacaciones ya teníamos más de una docena de estos libros y de muchos otros, siempre de narrativa: clásicos, actuales, premiados y diversas antologías comentadas que me podrían dar ideas sobre lo que pretendía hacer. Aparte de esto una amiga, que había hecho un taller de cuento en una importante escuela de Madrid, al conocer mis intenciones, me hizo llegar las guías que le habían dado en el transcurso de su taller. Ya me sentía en el camino.

Ya de regreso a casa, con nuestras maletas cargadas de libros, mi sueño de armar un taller de cuento iba tomando
forma dentro de mi cabeza. En enero de 2009, apenas llegué a Caracas, comencé a investigar en las guías, en la cantidad de libros que había comprado, en otros de producción local, a revisar las opiniones de los expertos y, por decirlo de una forma quizás poco elegante pero muy esquemática, metí todo eso dentro de una licuadora, le di vueltas durante largo rato y luego lo vertí dentro de un fino colador por el que sólo podía pasar un delgado y sustancioso hilo de líquido o de técnicas literarias
sobre el género breve. Así nació Aprende a Escribir un Cuento, un taller intensivo, concentrado, que en sólo cuatro sesiones brinda al participante la posibilidad de iniciarse con buen pie en el maravilloso mundo de la escritura de relatos.
Una vez concebido el taller sólo restaba ponerlo en práctica.

¡Qué nervios! Gracias a los amigos del Círculo de Escritores de Venezuela y al apoyo de Cultura Chacao podíamos
disponer de cuatro sábados en la prestigiosa Sala Cabrujas. Así, en febrero de 2009, se llevó a cabo el primer taller Aprende a Escribir un Cuento, gratuito. Fue todo un acontecimiento, una gran fiesta literaria para los que estábamos allí. Una vez analizadas las características fundamentales del género, y a lo largo de las cuatro sesiones, leímos cuentos considerados obras de arte, los participantes elaboraron sus propios relatos y los analizamos hasta verles las costuras; una explosión
de personajes, conflictos, escenarios y descripciones parecía inundar la sala en cada encuentro, los ojos de los talleristas se hacían más y más grandes cada vez que, en la pizarra, saltaba un error o destacaba un acierto; yo me emocionaba tanto como ellos, veía el resultado, aprendía de mi propia guía y de los participantes, me divertía, pasaba los mejores momentos de la semana… Pero esto no se podía quedar ahí.

Había que continuar. En la última sesión, mientras celebrábamos el final del taller con una copa de vino, la idea de crear una fundación comenzó a hacer cosquillas en mi calva, una fundación que llevara el taller a la mayor cantidad de gente posible. Pero aquel agradecimiento que necesitaba hacer aún no lo sentía pleno. Faltaba algo. Claro que llevar el taller a mucha gente y hacerlo de forma gratuita significaba un esfuerzo, una buena labor desde todo punto de vista, pero todavía había algo que no terminaba de convencerme: la punta filosa de la etiqueta en el cuello de mi camisa, el mosquito a medianoche rozando mi oído; no lograba determinar qué era, de qué se trataba todo aquello. No pasó mucho tiempo antes de que lo descubriera, tal vez una de esas mañanas cuando muy temprano me asomo a la ventana y el sol en complicidad con el cerro me dice secretos que no puedo guardar: ¡el taller debe ir dirigido también a estudiantes de escasos recursos! Con esta premisa se registró FAEC el 18 de agosto de 2009.

Decidimos cobrar a los que pudieran pagar y con ello financiar a los muchachos de los liceos públicos del país cuyos directores quisieran sumarse a esta iniciativa, también con el objeto de recabar fondos para la presente publicación. Si bien es cierto que, por problemas que no viene al caso mencionar, hasta el momento ha sido mayor la cantidad de talleres dictados al público en general que a jóvenes liceístas, nuestro objetivo es revertir esta cifra y muy pronto, Dios mediante, lograr que la gran mayoría de nuestros talleres sean dirigidos a estos muchachos de escasos recursos, para así motivarlos a cambiar la cerveza por el lápiz y la droga por los libros. Para ello, con la meta de abarcar la mayor cantidad de liceos posible, incluso para impartir el taller de forma simultánea si es necesario, ya contamos con la colaboración del escritor Álvaro Pérez Capiello y de la periodista Alessandra Hernández (participante de aquel primer taller de febrero de 2009), instructores y miembros honorarios de FAEC, y comprometidos de corazón con la Misión y la Visión de nuestro pequeño grupo.
Qué bueno, ya desde hace un tiempo no siento el filo de
la etiqueta hincando mi cuello, ni al mosquito rondando mi
oreja mientras duermo.

HEBERTO GAMERO CONTÍN,
fundador de FAEC,
Caracas, mayo 2011.

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El pulso de una ciudad

Por Álvaro Pérez Capiello

En homenaje a la fundación de la ciudad de Caracas

Un buen día nos acercamos a la ventana y lanzamos una mirada, cargada de asombros, sobre los techos de las casas, las esquinas trajinadas de viento, las aceras recorridas de angustias, y los postes de luz que inevitablemente danzan entre los edificios acompañando las historias de aparecidos y de brujas. Tal vez, algunos minutos de reflexión puedan dar al traste con las máximas incubadas desde los primeros años de la educación formal, ideas que muestran a la ciudad como un nuevo leviatán capaz de tragarse, de un golpe y para siempre, los sueños del hombre común. La vida moderna, con sus códigos de vida y de muerte, parece empeñada en teñir de negro a las más osadas fantasías del urbanismo. Así, las calles se muestran mudas e indiferentes frente al tic-tac amenazante de los relojes, de cara a los semáforos averiados, y las interminables hileras de coches que no le encuentran explicación a su necia permanencia en el mundo. ¿Acaso a esta Caracas de concreto y de cristal templado le está vetada la posibilidad de imaginar, o de cultivar la sorpresa? El enigma que gravita alrededor de las grandes ciudades nos hace suponer que nos hallamos frente a entidades con vida propia, horadadas por venas y arterias que irrigan de sangre los distintos tejidos del cuerpo social. Cada día constituye, pues, una aventura, una singular apuesta que advierte la belleza oculta en los portales de los almacenes, en los parques, en las formas arquitectónicas que pretenden acercarse tímidamente a lo natural. Está allí, en una cadena de encuentros y desencuentros, de ruidos, de caminos que van y vienen, de sombras huidizas que construyen personajes de fábula, de éxitos y fracasos gloriosos, la posibilidad teórica que tiene toda ciudad de ser recordada, y entonces sobrevivir a quienes la edificaron y le dieron un nombre.

*Álvaro Pérez Capiello es venezolano, economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello con postgrado en Barcelona, España. Sus novelas son: Guardatinajas, Sombras bajo el Sol, Laberinto de Ilusiones, El Bar de Luso, que recibió la Mención de Honor del Premio de Novela Enrique Bernardo Núñez. Y la novela El desván de lo oculto. Ha publicado un libro de relatos, Entre la verdad y el engaño. Su obra aparece en numerosas antologías locales y foráneas.

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Boceto de Vicente Gerbasi, por Benito Raúl Losada

En conmemoración al poeta Vicente Gerbasi, publicamos este ensayo, del escritor venezolano Benito Raúl Losada, leído en la Asociación de Escritores de Venezuela en junio de 1983, con motivo del homenaje a Vicente Gerbasi al cumplir 70 años de edad, y publicado por primera vez en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias, el 17-06-83.

BOCETO DE VICENTE GERBASI
Por Benito Raúl Losada

Cuando se trata de homenajear a un poeta de la categoría de Vicente Gerbasi, surge la tentación de hacer elucubraciones sobre la poesía en sí, sobre lo que significa esa suprema vibración espiritual que encuentra su instrumento en la palabra, pero cuya esencia se hace inasible y por tanto indefinible. Difícil intento repetido una y otra vez por filósofos, estetas, críticos y aun por los poetas mismos y cuyo resultado deja siempre una insatisfacción,una sensación como de que algo queda inexpresado o fallido. No queremos, sin embargo, que un cordial momento como el presente deje de ser lo que pretendemos; un justo y sencillo reconocimiento a una alta calidad poética y a una extraordinaria condición humana en el momento en que arriba a los setenta años de una vida plena de logros y de amistad muliplicada.
Recordando la antigua sección de una revista en donde distintos autores describían su personaje inolvidable, estoy seguro de que, para un paréntesis semejante, muchos de los aquí presentes escogerían a este gran alfarero de sueños o pescador de insomnios, quien en esa larga trayectoria no ha dejado de ser por un momento una voz imantada en cuyo resplandor un niño desliza sus asombros. y si intentáramos hacer los recuentos, posiblemente nos encontraríamos ante la dificultad de recordar quién cruzó primero el límite de las vivencias, si el hombre o el poeta. Para terminar sin resolver la disyuntiva ya que se hace imposible desligar a ambos y destruir su simbiosis de noche y de relámpago.
En efecto, como el mismo Vicente lo ha afirmado muchas veces, él nació poeta. Y para fortuna de él y de la poesía, en ese Canoabo en cuyos pavos reales «la tarde inicia una tristeza solar» y que ha universalizado como aldea mágica en donde el trópico logró concentrar unos secretos de infancia que se proyectan en recuerdos míticos. Esos recuerdos se magnifican bellamente en una obsesión de tiempo y metales melancólicos a través de vértigos nocturnos donde todo empieza y concluye, donde se encuentra el hombre con sus orígenes y con su destino luego de fusionar los mostos de las culturas y el entrecruce de las edades.
Podemos imaginar una infancia de asombros. El niño que al desarrollar los sentidos ve las cosas de la naturaleza como descubrimientos maravillosos, que se extasía ante ellos hasta hacerlos partes de sí mismo, se detiene en sus detalles, inventados o reales, y los graba junto a experiencias, rostros, costumbres, frases, consejas, temores, en una madera de esencias que es su secreta intimidad. El mundo rural que recoge y refleja más tarde, sin dejar de ser cierto y corresponder a una circunstancia y un tiempo históricos, lleva impreso el choque imaginativo, venero de paisajes, hombres, fauna, flora, transfigurada materia poética.
Esos asombros continuarán cuando sus padres lo envían a Europa a estudiar junto con su hermano Chepino. Puerlo Cabello, su primera impresión de ciudad, el mar, las Islas Canarias, Italia. Novedad tras novedad, destello tras destello, horadando los sentidos con sensaciones y contrastes. Contemplativo, lleva como una cámara interior fotografiando seres y paisajes, tal vez no tanto ellos como el aura de ellos, porque Gerbasi es adicto a lo fantasmagórico. Cree a pie juntillas en los fantasmas de su niñez, en el jinete sin cabeza galopando entre sombras, en todos los que le inculcaron luego lecturas nocturnas, y en los que él mismo inventa en sus momentos de soledad. Esa experiencia europea, plena de historia, de luces mediterráneas, de cuadros de Fra Angélico, de inmensas catedrales, de ovejas y encinares, nutrirá positivamente las vertientes de su poesía, estimulará la afición por el arte y la literatura que ampliarán su formación y anclarán la plataforma de esa cultura de la que no hace gala pero que se manifiesta en su obra y que muchos le hemos conocido en charlas cordiales reforzadas con gratas libaciones.
Regresado al país, Vicente irá a sus primeros lares. Vuelve a su mundo de infancia que mira ahora desde otros asombros, en una dimensión distinta ciertamente, pero en donde no se han perdido los rasgos primigenios, los otros, los secretamente guardados. Los mismos helechos, cafetales; cacaotales, tigres, búhos, alacranes; ciempiés, lagunas y por encima de todo, esa nocturnidad de sombras melancólicas y metafisicas donde los huesos reviven los fantasmas.
Después será el trabajo y la movilización a caballo, el traslado de talegas de dinero como empleado de un banco, la llegada a Caracas en donde afianzará y ampliará contactos poéticos que ya había iniciado en Valencia, particularmente con su entrañable amigo el poeta Otto De Sola. La muerte del dictador Gómez en 1935 hace propicia las renovaciones. La cultura, junto a la política y a la lucha social, comienza a estremecerse. La poesía no se queda atrás y poco a poco se irán encontrando y reuniendo quienes manteniendo inquietudes afines en la expresión lírica, novedosas en nuestro ambiente, integrarán el Grupo Viernes y abrirán nuevas ventanas al lenguaje poético.
Los de Viernes pugnan por abrir surcos renovadores. La generación del 18 con Andrés Eloy Blanco, Paz Castillo, Fombona Pachano, Planchart, Mármol, Sotillo, Moleiro, Barrios Cruz, Carnevali y otros también valiosos había dado grandes logros postmodernistas y simbolistas a nuestra poesía; Ramos Sucre, el solitario, había sembrado gemas para un reconocúniento creciente; Antonio Arraiz había desnudado y endurecido el aliento creador; los del 28 con Luis Castro, Otero Silva, Gabaldón Márquez, Rojas Guardia y otros habían aprovechado la iconoclasta instrumentación de la vanguardia europea; Arvelo Torrealba, Morales Lara, Carlos Augusto León en distintas secuencias y otras señeras voces de Caracas y el interior de la República habían iniciado sus aportes dentro de diferentes búsquedas.
Viernes es una confluencia de poetas de distintas edades y formación, algunos ya conocidos como Queremel, Alvarez, Rojas Guardia o José Ramón Heredia, por no citar a otros que colaboraron con el Grupo sin que se les pueda considerar viernistas y no giran en torno a un solo credo poético. Ellos por su cuenta y con el influjo de importantes presencias extranjeras como la de Humberto Díaz Casanueva, divulgan entre nosotros la voz de los grandes alemanes de fines del siglo XIX y comienzos del XX, los simbolistas y vanguardistas europeos, particularmente los franceses, los españoles del 25 y las poderosas voces que emergían del Sur del continente. Lo onírico, el apego a las sombras la multiplicidad y superposición de imágenes creadoras de ambiente, alejadas de lo argumental, la ruptura con rimas y con el ritmo exterior y tantas otras características de los movimientos extranjeros de las dos décadas anteriores signaron estas experiencias no siempre bien acogidas entonces. En algunos eran evidentes las huellas de Novalis, Holderlin, Rilke, de algunos surrealistas franceses, de Huidobro, Neruda, Cruchaga o Rosamel del Valle. Gerbasi, uno de los más jóvenes -con De Sola y VenegasFilardo- no podía escapar a estas influencias como se nota en sus primeros libros Vigilia del Náufrago y Bosque Doliente; allí no había definido lo que sería su inconfundible personalidad poética, pero estaba presente un poeta auténtico en proceso de búsquedas y ya en el segundo de los libros asoman los atisbos embrionarios de su poesía consagratoria.
Por la misma época de su vigencia viernista, el poeta, desdoblado en periodista y en funcionario municipal, no puede escapar a las inquietudes políticas y sociales que saturaban el ambiente y se une a quienes en el PDN inicial luchaban por aperturas democráticas por encima de los tímidos ensayos del gobierno del General López Contreras. De allí viene su amistad con grandes dirigentes políticos y, particularmente, con Rómulo Betancourt, con quien tuvo nexos estrechos y a quien escondió en las andanzas clandestinas de este último, cuando el poeta se había recién casado con esa extraordinaria Consuelo, su inseparable compañera de siempre. Aun cuando después se desligó de esa incursión política y se fue hacia los predios diplomáticost, nunca ha dejado de exhibir una noble ciudadanía y una indeclinable vocación democrática. En un momento crucial de su vida se inscribió en el partido, en el cual milita, Acción Democrática, fundado entre otros por su dilecto Andrés Eloy Blanco, el gran poeta de la esencia venezolana. La itinerancia diplomática le abrió nuevas perspectivas. Amistades. literarias de primer orden en ColombIa, Chile y varios otros países, oportunidad para divulgar la poesía venezolana en el exterior, tiempo para seguir labrando una obra que incluye hoy numerosos volúmenes y que, afortunadamente, no cesa. El anecdotario de Vicente en estos menesteres es riquísimo, sin que falten esos famosos olvidos que han contribuido a adobar su personalidad con facetas muy gratas a sus amigos y útiles para el análisis de su poesía.
Después de los dos libros mencionados la obra fue creciendo. Poemas de la Noche y de la Tierra, en 1943, que como bien lo dice Francisco Pérez Perdomo, ya anuncia a Mi Padre el lnmigrante. Como nota rara en su trayectoria literaria, empujado tal vez por la tendencia postviernista que, con los poetas que inician sus publicaciones en 1942 y sus proximidades, pretende reivindicar formas tradicionales de poesía e introducir una cierta transparencia. Vicente sorprende con Liras, libro bien facturado, de clásica estirpe española, con el que obtiene el Premio Municipal de Poesía. Después, en 1945, la obra consagratoria, Mi Padre el lnmigrante, que si bien gira en torno a un tema biográfico y en cierta forma autobiográfico, encierra tanta fuerza telúrica, compenetración con la naturaleza, nocturnidad mágica, misterio, soledad, nostalgia, interrogantes metafísicos y un lenguaje tan subyugante y sugerente, que se ha señalado como uno de los mayores logros poéticos de nuestra literatura.

La lista luego es larga: Tres Nocturnos, Los Espacios Cálidos, considerado éste por algunos críticos como superior a Mi Padre el Inmigrante por su mayor sobriedad de expresión, Círculos del Trueno, Tirano de Sombra y Fuego, Por Arte de Sol, Olivos de Eternidad, Poesía de Viaje, Retumba como un sótano del cielo, Edades Perdidas.
Sobre la poesía de Vicente Gerbasi se ha escrito mucho dentro y fuera del país. Sabemos que es objeto de estudio en colegios y universidades. Nada que pueda decir añadiría a enjundiosos estudios como los de Ignacio Iribarren Borges, Ludovico Silva, Juan Liscano y varios otros. Apenas podría anotar a manera de síntesis que se trata de una poesía de ráfaga, de misterios nocturnos, de soledades que se impregnan en la eternidad, en los recuerdos, en los olvidos, poesía de nostálgicas vivencias sensoriales, de un mundo perdido, de una melancolía subyacente en una naturaleza anímica. Poesía llena de plasticidad que penetra por todos los sentidos en la conjunción de los sentidos, o la comunión del hombre y los elementos, del ser y la tristeza, de un cosmos maravilloso y maravillado que se manifiesta como dotado de alma en nuestros ríos, nuestros ancestros, nuestros sueños. Poesía en fin, que es la suma de interrogantes, de búsqueda de una inquietante perennidad: «¿no somos un secreto guardado por las horas?» o «¿cuándo sale de ti mi oscuro andar?» o «¿escondo acaso el mundo en mis sentidos?» o «¿conozco acaso el rumbo de mis pasos ? «. Esta especie de sonambulismo; de vitral alucinante, esta mezcla de relámpagos, truenos, escarabajos, tigres, mendigos, conejos, huesos, esta ronda en torno a la muerte acechante, rondante, temida y lejana, religiosamente ubicua, constituyen un desdoblamiento y una concentración, una especie de panteísmo que rescata al tiempo de la infancia del mundo y a la infancia de un tiempo mágico, creciente, inmediato e infinito como un espacio cálido.
Basta para apreciar varios de esos elementos recordar el fragmento final del poema Nacimiento de la Melancolía:
Yo iniciaba la era de las puertas,
Había puertas para los hombres y puertas para los caballos,
Y puertas para los muertos,
Y vi que las hormigas abrían puertas en la tierra
Y que las aves abrían puertas en los árboles
Y que la noche cerraba las puertas de las casas.

Quienes tenemos el privilegio de conocer a Vicente Gerbasi, lo hemos apreciado y admirado en su vasta dimensión poética y su humanidad bondadosa cultivadora de amigos sin distingo de generación, latitudes ni ideologías.
¿Se podrían olvidar esos rasgos gratamente ingenuos que lo hacen disfrazarse de árabe en la intimidad del hogar, e inventar canciones chinas o tararear con voz ronca una antigua tonada de pastores o dibujar a dedo con vino y cenizas de cigarrillo siluetas y rostros, o recoger insectos confundiéndolos con adornos mágicos o invocar en sus noches fantasmas e interpelar a Hamlet? Dificil dejar de imaginarse relatando aquél » cada quien vive su propia vida y vive su propia muerte » de María Grubbe, o la añoranza por Neruda de su antiguo rival Huidobro cuando mirando, lejana, la casa de éste en un atardecer sureño, le dice en confidencias «Vicente, Vicente, allí vivió el más grande poeta de Chile»; o aun escucharle esos sueños como el del viaje que imagina en buque de chapaletas por el Mississipi departiendo con sus grandes amigos fallecidos Mariano Picón Salas y Eddie Morales Crespo, repartiendo, en fin, sus asombros entre los amigos, que es la mejor forma de vivir su vida, esa que de tanto amar le hace olvidar a veces su temor a la muerte.
Todo esto y mucho más es Vicente Gerbasi, un poeta del Trópico y del mundo cuya vigencia perdurará mientras haya «un relámpago extasiado entre dos noches» o se pueda despertar «lentamente en una luz de conejos.» ?
(Palabras pronunciadas en la AEV el 15-06-83 en el homenaje a Vicente Gerbasi al cumplir 70 años de edad, y publicado por primera vez en el Suplemnto Cultural de Últimas Noticias el 17-06-83).
Publicado en el portal http://www.vicentegerbasi.net/otros/boceto.htm

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