
HABLAR SOBRE ESCRIBIR
José Pulido
La obra fundamental de Andrés Bello: Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, es una siembra de voces inherentes al alma familiar, un tesoro que muy pocos aprovechan, pero ha sido y seguirá siendo la nave que lo lleva al futuro como un ser especial, como un investigador del idioma, como un intelectual que enorgullece a Venezuela, a Chile, a todo el continente americano.
En su gramática Andrés Bello escribió:
Un mismo verbo puede regir unas veces acusativo de persona, y otras acusativo de cosa: «Aristóteles enseñaba la filosofía” (la filosofía era enseñada). «Las madres enseñaban a sus hijos” (los hijos eran enseñados). «La naturaleza inspira al poeta” (el poeta es inspirado). «La noche inspira ideas tristes” (ideas tristes son inspiradas)
Andrés Bello conocía el castellano como muy pocos seres en el mundo entero. Bautizó su voz en la pila bautismal de Cervantes.
Y como acertadamente dijo el poeta Fernando Paz Castillo:
“El fondo clásico de Bello se halla bien preparado, por la meditación y el estudio, para recibir, sin mengua de la propia personalidad, las diversas corrientes de fines del siglo XVIII, ingenioso y erudito, como sus abates rebeldes; y las de comienzos del XIX, naturalista y sentimental”
Bello escribía de una manera tan correcta y preciosa que ha quedado fundado como un modelo a seguir. Sin embargo, lo que hizo que fuera más escritor que educador del idioma, más escritor que experto en lengua castellana, fue el hecho de haber sufrido tanto hasta tener una novela dentro de su vida: una cruda novela, un poema épico o trágico. Lástima que no escribió sobre su existencia, que no convirtió en poesía lo vivido. Eso seguramente lo habría perfeccionado como poeta. Pero en todo caso, el día del escritor está muy bien dedicado y unido a su nombre porque reconoce el valor de Andrés Bello, porque lo celebra como un padre de la escritura, de la moral escribidora.
BYRON Y BELLO
Andrés Bello escribió sobre el teatro, lo promovió. Fue un hacedor de revistas literarias, un iniciador de crítica teatral avanzada. Envejeció sin perder juventud.
Muchos persistieron en la equivocación de que Andrés Bello era un antirromántico cuando en realidad fluía en el romanticismo. Emir Rodríguez Monegal realizó un ensayo sólido al respecto. En uno de sus párrafos señala:
“El gusto natural que siempre manifestó por la literatura dramática española de la «edad de oro (tan desdeñosa de las reglas y verdadero antecedente de la libertad que los románticos proclamarían) habría de acendrar en Bello, por el conocimiento directo de la dramaturgia shakesperiana, otro de los grandes prototipos del romanticismo, y por la lectura de la mejor crítica prerromántica inglesa y alemana”
Byron surcaba el amor pero buscaba sufrir, vivió anhelando sufrimientos y escribió con esa pasión hasta fallecer en una aventura que pudo parecer grotesca pero su poesía la volvió sublime. Don Andrés Bello se encerraba en el amor y sufrió tanto como Byron pero no escribió sobre ese sufrimiento. Él prefirió enseñar siempre, convertir sus palabras en enseñanza. Bello leía a Byron, inclusive, tradujo una biografía y varios artículos sobre el poeta inglés. En cuanto a la poesía de Bello, aquí dejo un fragmento del poema Las ovejas, para quienes no han conocido su voz.
LAS OVEJAS
Líbranos de la fiera tiranía
de los humanos, Jove omnipotente
(una oveja decía,
entregando el vellón a la tijera);
que en nuestra pobre gente
hace el pastor más daño
en la semana, que en el mes o el año
la garra de los tigres nos hiciera
INVENTARIO Y RESPETO POR LA ESCRITURA
Nunca es mala idea dedicar un día para reconocer lo que alguien hace de modo específico. Para el escritor apegado a este oficio por vocación intensamente sentimental, el día puede servir como tiempo de inventario, como revisión a fondo del amor y el respeto por la escritura.
No todo el que escribe es escritor y no todo el que lee es lector. Hay gente que lee superficialmente y hay gente que escribe superficialmente. ¿Para qué ahondar en eso tan sabido? Porque todo el mundo tiene derecho a escribir si quiere, aunque lo haga mal. Pero no se debería esconder el deseo de señalar los defectos de una escritura.
SE PUEDE APRENDER UN POCO
Si alguien tiene el alma llena de bellezas y tragedias y sabe cantar con palabras sin desafinar demasiado, entonces puede comenzar a creer que está en capacidad de escribir una obra aceptable.
Si tiene la humildad suficiente para desechar algunas de las bellezas y de las tragedias que carga en el alma -porque carezcan de procesos diamantinos- puede empezar a creer que escribirá una obra aceptable.
Aceptable, de acuerdo a la elevada artesanía que han especificado como punto de partida las grandes obras de la literatura: si alguien va a escribir algo que no pueda convivir en elevación con una sola frase, por ejemplo, de Crimen y castigo, es mejor que se detenga hasta que pueda alcanzar el nivel que define al escritor.
Si el aspirante a escritor quiere decir algo que ya se ha dicho, debe hacerlo con una manera que le otorgue presencia y despierte deseos de ser leído y escuchado, aunque no todo el que lee y escucha tiene la sensibilidad y la sabiduría necesarias como para ser un buen espejo crítico. La familia y los amigos siempre nos dirán “qué texto tan bello escribiste”. La persona que insiste en abordar la escritura debería tener la responsabilidad de analizar cuánta verdad hay en ese tipo de afirmaciones.
Hay quienes piensan que la poesía es más fácil que la narrativa o que el ensayo y deciden dedicarse a la poesía, como si fuera un oficio o más vergonzosamente: un hobby. Rompen las cercas y entran a formar parte de los muchos que deciden lo mismo. Inclusive, confunden poema con poesía.
Jorge Luis Borges confesó esto:
“Quizá la verdadera emoción que yo extraía de los versos de Keats radicaba en aquel lejano instante de mi niñez en Buenos Aires cuando por primera vez oí a mi padre leerlos en voz alta. Y cuando la poesía, el lenguaje, no era sólo un medio para la comunicación sino que también podía ser una pasión y un placer: cuando tuve esa revelación, no creo que comprendiera las palabras, pero sentí que algo me sucedía. Y no sólo afectaba a mi inteligencia sino a todo mi ser, a mi carne y a mi sangre”.
EL LENGUAJE Y EL POEMA
Se ha dicho que llamamos paraíso perdido a la pérdida obligatoria de la naturaleza.
Obligatoria porque debíamos irnos hacia el lenguaje para dejar de ser animales comunes. Necesitábamos seguir obteniendo conciencia de lo que estábamos destinados a ser. Por eso la poesía, como alta expresión del lenguaje me interesa tanto y la amo tanto: no es cosa que se hace sin ningún esfuerzo, necesita pasión, amor y respeto. Saber que uno nunca estará a su altura no deja de ser una magnífica frustración.
Creo que el poema no se piensa. Comienza siendo algo que se siente con la huella de la experiencia en la mente o en el alma; con la marca de lo leído y lo sentido en la mente o en el alma; con todo lo que el cuerpo ha estado atravesando desde el nacimiento: lluvias, hambres, placeres, dolores, satisfacciones, encuentros, miedos y etcétera y etcétera.
Lo que se piensa cuando comienza a darse el poema como objeto y como estructura, es en el lenguaje, en su composición, en su música y su ritmo; en la justificación de lo que se va a pronosticar, a inventar, a imaginar. Encontrar metáforas afortunadas, comparaciones afortunadas, es algo que se piensa si se lee con humildad lo que se ha escrito.
Si quien escribe tiene la mente llena de tonterías, de cursilerías, de ignorancias, de lugares comunes, de facilismos, la poesía no será posible. Se requiere de mucha humildad para reconocer lo que no se posee. Lo que se escribe es un retrato del nivel interior de quien escribe. Si la persona que escribe tiene ojos de sinceridad para mirar ese retrato y reconocer su forma y su estatura quizás pueda comprender y emprender los pasos siguientes.
Entonces resultará más natural entender que el poema es una estructura, un envase y que la poesía es lo que se busca con el poema. El poema es un vaso. La poesía es lo que debe llenar ese vaso.
UN EJEMPLO ATRAVESADO
¿Quieren saber cómo escribía un poema John Ashbery, uno de los más hondos y complejos poetas de los últimos cien años? Lean esto:
En algún sitio alguien viaja furiosamente hacia ti,
a una velocidad increíble, durante el día y la noche,
bajo la ventisca y el calor del desierto,
cruzando torrentes, atravesando angostos desfiladeros.
¿Pero sabrá dónde encontrarte, reconocerte cuando te vea,
darte lo que tiene para ti?
¿CÓMO LEERÍAS TU ALMA?
El escritor experimenta su mayor satisfacción al conseguir el texto que ha intuido, que ha deseado, que ha requerido el alma desde uno de sus extraños mandatos. La segunda satisfacción, tan difícil de lograr como la primera, es tener la suerte de ser bien leído, de encontrar un lector de los que ayudan a crecer en calidad y humanidad al escritor.
Si pudieras leer tu alma, ¿cómo la leerías? No la leerías como si se tratara de una información periodística. No la leerías como si se tratara de un récipe médico o de un manual para entender un artefacto doméstico. Es igual con la poesía. Es igual con el arte de la escritura. Y todo el arte. Debes aprender a leer el arte con otros ojos, con unos que también te sirvan para cuando necesites leer lo que hay en tu interior.
No es posible resistir la tentación de poner ahora, para finalizar este texto quizás estrambótico, un poema de nuestra admirada y recordada poeta Hanni Ossott, porque ella fue y seguirá siendo digna de hallar lectores de su talla:
POR SALIR DEL CHARCO
(A Washington con Manuel)
En algún lugar del mundo
una mujer se sentaba todas las mañanas
a contemplar un viejo edificio.
Y había ventanas, sí
plenas de sombras
hombres, mujeres, monstruos.
Esa casa estaba deshabitada
no había amantes, no.
Sólo aves que a veces cruzaban el horrendo paisaje.
En algún lugar del mundo
había una lámpara rota
que no era de ella.
También un diccionario.
Eso no podía resolver su soledad.
Había tres árboles, cuatro árboles
y ruidos, la calle, los automóviles.
En algún lugar del mundo ella
no pudo hablar con quien podría
ser su amante.
El placer estaba vedado.
Las ambulancias pasaban
El fastidio cundía.
En algún lugar del mundo
ella se detenía
a ver un enchufe
un sofá
una mesa repleta de libros y de centavos
y al marido: mustio, callado, leyendo…
También había pastillas, muchas pastillas
y un avión que pasaba.
Llevando a gente que sí tenía lugar.
En algún lugar del mundo
ella rezaba
por salir
por salir
del charco.
Gracias al maestro José Pulido por este magnífico texto, quien ha sido tan amable de escrbirlo para nosotros, con motivo del Día del Escritor que se celebra el 29 de noviembre en Venezuela. Poeta, narrador y periodista venezolano, nacido en Villa de Cura, el 1° de noviembre de 1945. Actualmente vive en Génova, Italia.
#JosePulido
#diadelescritor
Editora: Carmen Cristina Wolf
