Estoy dentro en el afuera
escuchando su canto
Creo que me vigila o siente mi silencio,
en la fugaz mirada de la claraboya.
El pájaro tiene vocación de ventana,
abre sus alas y me lleva
hacia un lugar de lejos innombrable.
Siento su vuelo para conocer de la muerte
Luego vuelvo y canto frente a una ventana:
de tu ventana abierta.
Conejos
siempre he querido leer
un blanco poema de conejos
sólo su luz
me atisba en cada amanecer
sus orejas
como brújulas de una lejana pradera
su cuerpo desnudo
en la carnicería
aquí corre el conejo
es la Liebre de Marzo
tomando té
con el Sombrero loco
un ocaso en sus ojos
que brilla
en una venta de animales
un niño se divierte en el parque
junto a sus padres
mueve su nariz
como un conejo
yo entiendo
que ya leí el poema:
el blanco de la espera.
Mariposas
Las descubro a veces detenidas
en el capó de un auto o al lado de una lámpara
donde mueren para venir después
en un ciclo de un viaje interminable
Ellas viven del viento y de la luz
como el relámpago
En este espacio en blanco me visitan
Yo también soy su vuelo
y enfilo mis alas
hacia la llama de una vela
que me espera,
inadvertidamente.
Gallo
El infinito canta en las ramas de adentro.
Su lluvia enseña que lo interminable
advierte un acento de luz.
Yo lo escucho florecer
como la sombra de una tarde
su acento inabarcable de un río
que inventa la alborada.
Es su canto un haiku que retumba:
atiendo su lluvia
en un dilatado eco de la noche,
entonces desconozco que soy.
Lleva en su plumaje los nombres de la lejanía:
Un horizonte que se repite
una espuela de la memoria.
Es una piedra que rueda por la noche,
los sueños reciben su pasión desvelada
el aire en el cauce de nuestro despertar.
El gallo es un todo que canta:
También un toro constelado
como un cuadro de Abreu:
oigo de rojo su cresta de colores
otro vuelo sideral y remoto:
El gallo es un verso que no termina,
un poema que se quiere escribir.
Hormigas
Esas líneas blancas en el patio
su caminar nervioso
Avanzan laboriosas
y reconocen bien nuestras miradas
Van escogiendo los diminutos frutos
y nosotros a veces ayudándolas
Mientras cargan sus hojas,
como la cruz del nazareno
uno imagina sus oscuros socavones de luz
en un reinado de otro mundo
en un reinado subterráneo.
Ellas, sigilosas, siguen la marcha,
hacia la infancia.
Grillos
Solitarios
en los oscuros rincones
de las cerraduras
van abriendo las puertas
que no terminan finitas de vigilia
Si abrimos los ojos
desaparecen como duendes diminutos y dulces
y surgen haciendo largas reverencias
infinitos de ensueño.
Efrén Barazarte. Poeta, narrador ensayista investigador y fotógrafo. Nació en Maracay en 1964. Profesor de Castellano y literatura egresado del Instituto Pedagógico Experimental Libertador (Maracay). Es docente de esta universidad y coordinador de la Maestría en Literatura Latinoamericana.
Me parecen fabulosos los textos, en especial «Ponte para la foto» es cruel, sublime y hermoso el cuadro que se perfila tras este poema.
Gracias.