Pionero de la Aviación, Carlos Meyer Baldó

CARLOS MEYER BALDÓ:

PIONERO DE LA AVIACIÓN

*Luchó en la I Guerra Mundial al lado del Barón Rojo

*Fue uno de los forjadores de la aviación en Venezuela

Por Carlos Alarico Gómez

El lunes 27 de noviembre de 1933 Maracay amaneció con un sol intenso, un hecho totalmente inusual para esa época del año. El ambiente luminoso alegró el espíritu del grupo de pilotos que se había congregado en el galpón principal del aeródromo de Las Delicias en Maracay, adonde llegaron desde las seis de la mañana. Al teniente de aviación Carlos Meyer Baldó le correspondía pilotear el avión monomotor Stearman C3B adscrito a la Fuerza Aérea y antes de subir a su aeronave verificó que todo estuviera en orden para iniciar las actividades, pudiendo constatar que las aeronaves, los equipos y los paracaídas habían sido cuidadosamente revisados.

Le comentó entonces la situación al mecánico Héctor Arias, quien con entusiasmo le respondió que el viento era excelente para el vuelo que iban a realizar. Meyer le indicó que eran las siete de la mañana, hora de partir para cumplir con la práctica programada. Sorbieron un café y después de los saludos de rigor se colocaron los paracaídas, subieron a la aeronave y se ajustaron los cinturones de seguridad. Meyer tenía una gran experiencia como aviador. Había volado sobre los cielos europeos durante la Primera Guerra Mundial al lado del legendario “Barón Rojo”.

Antes de partir procedió a chequear los mandos, encendió el motor y con gran seguridad correteó la aeronave por la pista de taxeo, haciendo que el pequeño biplano de color verde-gris levantara vuelo, mientras el joven mecánico disfrutaba de la hermosa escena que se mostraba ante sus ojos. Mientras el avión ascendía su primo Lucio Baldó llegó a la pista para viajar con Meyer, pero no pudo hacerlo al no estar a tiempo en la cita convenida. No le quedó más remedio que observar las piruetas que el legendario piloto había programado, las cuales disfrutaba junto con sus otros compañeros de tierra. Todo el ejercicio iba saliendo a la perfección, pero de pronto se sintió un fuerte ruido, como si algo se hubiera roto en el aire.

El extenso público que se había congregado en las cercanías para observar el espectáculo gritó aterrado cuando observó que una de las alas se estaba desprendiendo de la nave, la cual se ladeó peligrosamente, pero lo más terrible ocurrió cuando se dirigió en picada hacia el sitio de La Soledad, donde segundos después se estrelló causando la muerte instantánea de los tripulantes.

Meyer en el ejército alemán

Al momento de su muerte Carlos Meyer Baldó tenía cuarenta y tres años, mientras que su compañero de infortunio apenas había alcanzado la mayoría de edad. Era marabino de nacimiento, de familia alemana por su padre y por el lado materno estaba emparentado con los Baldó del Táchira. Había viajado a Berlín en 1908 a completar su formación, registrándose en la Academia como estudiante alemán, ciudadanía a la que tenía pleno derecho.

Allí estaba cuando se inició la I Guerra Mundial, alistándose como voluntario en el ejército del II Reich, lo que alegró el corazón juvenil de Carlos Meyer, quien ansioso de mostrar su valor y destreza, solicitó ser destinado a la recién fundada Fuerza Aérea, que por primera vez en la historia sería usada como arma militar. Meyer peleó con singular bravura en los cielos de Alemania, Francia y Flandes, habiendo recibido su primera herida mientras piloteaba un Jasta 11 contra un Camel inglés. Durante el enfrentamiento su aeronave fue alcanzada por las balas de un piloto enemigo, que lo hizo entrar en barrena, cayendo desde gran altura, pero tuvo la buena suerte de enderezar su nave y aterrizar a salvo en un terreno ocupado por los alemanes. En otra de las numerosas batallas aéreas en las que participó, tuvo la oportunidad de salvarle la vida a Manfred von Richtofen, el legendario “Barón Rojo” y contribuir con efectividad a su victoria número sesenta y uno sobre el cielo de Flandes. Ese día lograron derribar cuatro aviones ingleses Sopwith-Pup y Meyer tuvo la oportunidad de proteger a su jefe con su avión, dándole la oportunidad de atacar sin mayores contratiempos a sus enemigos y lograr una nueva victoria.         

La brigada aérea que comandaba von Richtofen era muy eficaz. Su apodo se debía al color que usaba en el fuselaje de los aviones de su temible escuadrón. Meyer se destacó de tal manera que logró obtener la Cruz de Hierro en su primera clase, la Copa de Honor, la Cruz Hanseática y la insignia de Piloto de Caza. Había luchado con gran valor piloteando aviones de caza tipo Fokker D-VII dotados de veloces motores Mercedes-Benz.

Principio y fin de la hecatombe

El detonante de la primera conflagración mundial del siglo XX fue el asesinato de los príncipes austriacos Francisco Fernando y su esposa Sofía en la población eslava de Sarajevo, en junio de 1914, lo que provocó la declaración de guerra del Imperio Austro-Húngaro contra Serbia, con el respaldo de Alemania. Era el día 28 de julio de aquel fatídico año. Alemania ocupó casi de inmediato el territorio belga, mientras los austriacos ocupaban Belgrado. Rusia, Francia e Inglaterra entraron en la guerra a favor de Serbia, provocando un complejo movimiento en las cancillerías europeas, las cuales fueron alineándose en torno a cada uno de los ejes. El Imperio Otomano se alió con Alemania.

Sin embargo, a pesar de que se veía inminente una victoria alemana, en 1917 las cosas se complicaron. Rusia cayó en manos de los bolcheviques y los Estados Unidos entraron en la guerra, debido a que submarinos alemanes hundieron el barco mercante Lusitania. La I Guerra Mundial causó la muerte a más de quince millones de personas, incluyendo la del valiente Barón Rojo. Cuando concluyó, los poderosos imperios Otomano, Ruso, Alemán y Austro-Húngaro habían dejado de existir.

La derrota no fue una buena noticia para Meyer, quien destruyó su avión D-VII antes que entregárselo al enemigo y luego regresó a su casa en Wansbeck para ayudar a la familia en el cultivo del café. Eran malos tiempos para Alemania. La economía estaba totalmente destruida, la moral por el suelo y el nuevo gobierno de la recién nacida República de Weimar no lograba consolidarse. Después del Putsch de Munich en 1923 y la consiguiente prisión de Adolfo Hitler, Meyer comenzó a pensar que había llegado la hora de regresar a su país natal.

El regreso a la patria

Meyer tomó el barco en Hamburgo vía La Guaira donde fue recibido por su primo Lucio Baldó, que más que un primo era un verdadero hermano para él. Al regresar a su patria observó que el país había cambiado durante los años en que estuvo ausente, como el caso de la economía que había pasado a ser dominada por el petróleo, lo que no era así cuando él se marchó en 1908. Dos años después de su regreso vio a Venezuela convertirse en el primer exportador mundial de petróleo, con un gobierno dictatorial regido por la mano férrea de Juan Vicente Gómez, tachirense como su familia. A su regreso se hospedó en la casa de sus parientes Baldó, ubicada en El Paraíso.

Es en esa época cuando conoce a Florencio Gómez Núñez, forjador principal de la Fuerza Aérea Venezolana. Este contacto le es sumamente útil, ya que Gómez conoce muy bien la hoja de servicios de Meyer y trata de captarlo para que se incorpore al cuerpo de entrenadores de la aviación militar fundada en 1920. Sin embargo, lo que deseaba hacer era volver a volar, pero Gómez le explica que el rígido reglamento de la Fuerza Aérea no permite volar aviones de guerra a personas de su edad, pero ya en 1930 se ponen de acuerdo. Las requerimientos del Gobierno fueron los siguientes: Sería incorporado a la Fuerza Aérea, pero a condición de que hiciera un curso de actualización en Estados Unidos. Por supuesto, Meyer acepta e ingresa a la FAV en 1931, partiendo de inmediato para la Academia de Aviación Militar de Mitchell Field, en Long Island. Allí renovó sus conocimientos y readquirió la habilidad perdida después de diez años sin volar. Al terminar el curso básico fue enviado al campo de entrenamiento de Kelly Field, cerca de San Antonio, Texas. En 1933 regresa a Venezuela residenciándose en Maracay, donde actúa como instructor de la FAV. No obstante, Florencio Gómez le insiste en que no vuele, pero su pasión por la aviación puede más que los sanos consejos de su amigo y a la larga lo convence de que lo deje volar en aviones de turismo. Meyer no solo voló este tipo de aviones, sino que valiéndose de su simpatía y merecida fama logró que sus superiores se hicieran los desentendidos y lo dejaran satisfacer sus deseos de pilotear aviones militares, aunque solo fuese de cuando en cuando.

Su muerte fue muy sentida en el mundo de la aviación, así como en el sector social en el que se movía. El coronel Florencio Gómez expresó: “Murió Carlos Meyer cuando todos esperábamos más de su temple, de sus conocimientos y experiencias ya manifestadas desde su entrada a nuestra aviación… Aún conservo el recuerdo de este oficial con el pecho cargado de extranjeras glorias…”. Su sepelio se efectuó en Caracas, en el panteón familiar de los Baldó ubicado en el Cementerio General del Sur. Asistieron las autoridades militares venezolanas y el Embajador de Alemania, conde Franz von Tattembach. El Agregado Militar alemán, Wilhelm Birtner Baldó, habló en nombre del Comandante de la Luftwaffe. Era pariente cercano de Carlos Meyer Baldó, de quien expresó: “Por unirme al caído lazos estrechos de amistad y sangre, cumplo agradecido este honroso encargo y os pido, señores, que me acompañen inclinándose conmigo ante quien cumplió siempre con valor su deber de soldado, acudiendo valerosamente a defender su patria alemana y muriendo ahora al servicio de su patria venezolana”.

BIBLIOGRAFÍA:

-Balladares, Clemente (2006). El teniente Carlos Meyer Baldó. Caracas: FP.

-Gómez, Florencio (1970). Mis apuntes sobre la aviación venezolana. Caracas: Edit. Moranduzzo.  

  • Carlos Alarico Gómez es magister en comunicación y doctor en Historia. Obtuvo sus títulos en Venezuela, Italia y Estados Unidos. Es profesor universitario categoría titular y autor de más de treinta obras de investigación académica.

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