Carmen Mannarino
Aquella idea feliz de Octavio Paz: los poetas no tienen biografía, su obra es su biografía es aplicable con justeza a Beatriz Mendoza Sagarzazu, escritora discreta e indesprendida de la palabra, de su incansable cancelación. Ella lo ha dicho en dos breves versos: Me tientan las palabras / todo lo que ocultan. Y en un calmo moldear ha permanecido sin prescindir de engarzar aconteceres, sentimientos y emociones personales en el tejido de su obra poética. Y, como en todo verdadero poeta, al transmutar las referencias individuales en poesía, adquieren la dimensión que ésta demanda. Además, la belleza que siempre fluye de su obra, emana de la persona de manera visible e invisible. Y como todo en Beatriz es poesía, cuando debutó, sin proponérselo, en el ensayo, con el introductorio a La infancia en la poesía venezolana, en vez de un mero antecedente explicativo de la selección antológica, se detiene en lo indefinible de la poesía, y en especial de la escrita para niños y jóvenes, como venía al caso. Y, con madurado criterio, amplio y certero, moderno y permanente, sobre el mundo de la infancia y la adolescencia, en una prosa que delata a la poeta que nunca ha dejado de ser.
El mundo de sus creaciones literarias es uno solo, totalizante, sintetizable
en la fijación en la existencia humana en medio de satisfacciones y vicisitudes y
ante el acoso del tiempo y la irremediable finitud. Ella, sabiamente, lo ha
transmitido en alta poesía, la de todos y para siempre, y en la otra para niños y
adolescentes, ambas con indeclinable calidad artística. Consciente la poeta de que esta última sería lectura de quienes transitan hacia la adultez, les ofrece su mundo en progresivas dosis de sugerencias por medio de imágenes y metáforas al alcance de la aprehensión de las distintas edades, sin lacerar esos espiritus en evolución. Porque si algo distingue a BMS es este don, que no todos los humanos conservan durante su trayecto vital, de saber comunicar a edades lejanas el descubrimiento y la experiencia de la vida, sin que sus expresiones dejen de revelar una delicada sensibilidad en el tratamiento del detalle de lo inmediato, detenida en cosas del entorno (la casa, los árboles, la lluvia) y en pequeños y cotidianos seres (la rosa, la hormiga) y los engrandece al construir con ellos imágenes y metáforas que sugieren reflexiones sobre la existencia; pues ella, tras el logro de una difícil sencillez siempre va a la hondura
De su entrega a la palabra de su obra han emanado tres vertientes diferenciables. La más extensa de la poesía como cultivo durante casi medio siglo, desde los poemas de la juventud, casi secretos, luego, en parte reunidos en Cielo elemental, la primera publicación hecha en 1948 por el esposo- poeta Luis Pastori, en esmerada edición diminuta y de ejemplares numerados, portada de Ramón Martín Durbán y viñetas desprendibles de Marius Sznajdermans; hasta los poemas contenidos en la plaquette Elegía de febrero, de 1994, conjunto de poemas con sustancia de comienzos y declinaciones, de lo permanente y lo perecedero. Y entre los dos: Al sexto día (1957 ), el libro de la plenitud del amor, la espera y el milagro de la maternidad, conducidos en un cantar de versos breves y brevísimos entrelazados temáticamente y en sucesión de situaciones y momentos insustituibles en cada historia de vida de mujer. Concierto sin música (1965), reunión de sensaciones personales suscitadas por obras de los grandes músicos de preferencia de la autora, en sensible transmutación de los sonidos en palabras. Y Esta sombra creciente (1992), libro de la vida afectada por la oscuridad progresiva en el transcurrir vital y la certeza del final.
Otra vertiente, muy suya, identificable de individualidad, la de los dos libros desprendidos del surtidor de la vida dejada atrás iluminando recuerdos de origen y formación y despertando evocaciones y nostalgias. Libros integrados por fragmentos o estampas, como la vida, en prosa poética permeada de recuerdos, sorpresas y sentimientos aposentados en el reservorio de los individuales haberes que el tiempo va cubriendo con la magia de los primeros años y el asomo confuso a la ventana de la adultez. En la visión de personas, lugares, objetos, naturaleza, de una pretérita realidad están recogidas la frescura de los primeros años y la experiencia adulta en mirada retrospectiva que, en conjunto, ofrecen parte de una biografía espiritual poetizada. En Viaje en un barco de papel (1956, 1996 y 2007) cada página, finamente ilustrada por María Tallian, dice de la vida retenida en cada motivo, de las preguntas formuladas por el ser humano de siempre sin posibles respuestas; de las ausencias y su siembra de vacíos y soledades; de la valoración trascendente de momentos vividos con la sola sensación de cotidianidad o de natural costumbre. En La muerte niña (1974) una visión aún más madura recubre iguales lugares, personas, cosas y naturaleza, más otros añadidos a manera de completación del microcosmos del sitio de origen, mención escogida por la poeta en las palabras leídas en el408ºAniversario de la fundación de la ciudad de Valencia, su ciudad natal, en semejante expresión poética. Los veintidós años transcurridos entre uno y otro libro dicen de la sostenida inquietud motivacional y temática, requerida de una adecuada expresión de ese callado reservorio para ser compartido con sensibles receptores.
La tercera y no menos importante vertiente de los libros para niños y para jóvenes de BMS se presentan demarcados por la curiosidad y la sorpresa del descubrimiento del mundo y de la vida en Tarea de vacaciones (1977), y por el alborear del sentimiento amoroso con sus satisfacciones, desengaños y añoranzas en Casi abecedario (1996), motivo casi inédito en la poesía escrita para jóvenes y que la voz del hablante lírico lo hace desde la interioridad de ese ser desconcertado y cambiante del adolescente, al que poco han tomado en cuenta nuestros poetas. La brevedad de los dos libros implica concentración cualitativa, solidez de visión, distintivos de los que poco dicen los títulos, por el halo pedagógico que tanto y por largo tiempo ha cercado la poesía para niños y jóvenes y que Beatriz rechaza sin desprenderse de los altos valores percibibles en los poemas.
(Primera parte)
- Carmen Mannarino es narradora, ensayista, biógrafa, fundadora y directora de la Editorial Niebla. Es Miembro del Consejo Consultivo del Círculo de Escritores de Venezuela.
La distinguida escritora Carmen Mannarino ha homenajeado con su hermoso escrito a la talentosa y silenciosa poeta Beatriz Mendoza Sagarzazu. La ensayista se acerca al alma de la poesía de Beatriz tocando el temblor de las palabras, su sencillez y hondura. Felicito a la escritora Mannarino por destacar las tres vertientes literarias que conforman el inefable mundo de Beatriz y por recordar a esta distinguida mujer de la literatura