un lamento en la subida, huerto
la más obscura subida
el día en que lastimada,
gemía y se agitaba la tierra
un hecho rapaz
que enturbia el agudizado grito
en un cuerpo que sólo anhelaba
abastecer con pan
llevándote a los abismos
derribaron sordos
tu mansedumbre de niño
tu medida de lucero
y trasegaron tu cuerpo
a la gran casa de lo abyecto
donde pulula el levantisco hedor
de aquellos que no deseaban
perder la moneda
así derramaron lo turbio
de su ceguera
dejando al odio nacer
como una chispa
a la que el viento mueve
donde quiere
trasluciendo las más feroces intenciones,
de quienes somos
y todo lo que podemos hacer.
La colina verde, el huerto apacible
te esperan para escuchar
tu voz de azucena, que vierte
verdaderas y reales promesas
como el fulgor de un trueno,
el ala del cielo sobre él, baja
¿y quién ora?
sin devolver su oración
a ninguna parte
Cristo, el hijo del hombre
tumbado sobre sí desgrana
su plegaria:
_Abba, Padre, aparta de mí este cáliz
pero que se haga tu voluntad, no la mía_
vestida de sangre y agua
la noche de oración
mis ojos, tus ojos
los de todos, coronando el mundo
el cielo refleja ya
este huerto
medio verde, mitad negro
con sus estrellas
blancas, azules, metálicas
la agonía de las piedras
acogiendo los brazos
que se extienden sobre ellas
¿y quién habla, si todos duermen?
los ha rendido el sueño
aúlla la soledad, su hierro frío
obscura, sobre los cedros
los olivos
la grama húmeda
la túnica se descuelga
de los hombros
como se descuelga el sueño
se desvanece el calor
refulgente, tiembla
estertor de sombras
sobre el cielo
se proyecta
está sorda
la madrugada
no existen palabras aparte de las suyas
en el horizonte del cosmos
verde aire, verdes jardines
cien heridas.
Ahora hay un silencio
de noche
junto a mí cae el trigo amarillo
densamente aplastado
tu pesar me atraviesa
en el lento pasar de los siglos.
Tú, que eres la conjunción
del amor sin límites
has derramado también
tus lágrimas
para blanquear
nuestro desamparo.
Verde aire, verdes jardines
cien heridas
en el Getsemaní que está sólo.
Maite Ayala Brandt
2004/2005
Gracias a Maite Ayala, integrante del Círculo de Escritores de Venezuela