José Tomás Angola: Desde una esquina de mi corazón

«Y le he dicho a Jesús: -Hoy haces falta,
mucho trabajo tienes esta noche;
no hay que morir este año, viejo mío;
¿qué importa un año sin Viernes Santo?
para el año que viene, tal vez se arregle esto
y entonces, ya te podrás morir
y estar bien a tus anchas, uno o dos meses muerto.»

Andrés Eloy Blanco del poema «Jueves Santo»
Viernes 28 de marzo de 1929, preso en La Rotunda.

El domingo 7 de octubre, decidimos el camino por venir. No la existencia de ese camino. Escogeremos entre la sanidad y la enfermedad. No entre la vida y la muerte. Es una cita de enorme importancia, pero no la última. Los paises transitan siempre tiempos lentos. ¿Cuánto tardó el mundo para levantarse y salir de los Hitler, los Stalin, los Lenin, los Tito, los Mao?, ¿cuántos años tardó en caer el muro de Berlín? Debemos tener la tranquilidad de que habitamos los espacios iluminados, la honestidad, la moral. Somos cultores del talento, de la responsabilidad, de la solidaridad. Formamos parte de una iglesia hoy muy atacada pero siempre establecida en la verdad, en la hermandad, en el respeto, en el amor al desvalido, en la humildad, en la ayuda al débil, en la creencia de que no hay muerte real, en la seguridad de que Dios nos protege y que siendo mansos su infinita bondad nos guía. Digo todo esto para reencontrarnos en lo valioso que nos toca protagonizar el domingo. Si acaso no sale como lo soñamos, tengamos la fe de que es designio de Dios, para prepararnos, para enseñarnos, para perseverar en su sendero. Nadie puede suponer lo que él ha decidido para Venezuela. Sólo nos queda luchar, desde los argumentos de la paz, de la justicia, del perdón.

Defendiendo lo justo, y siendo valientes si acaso la maldad desea instalarse ilegalmente. Pero serenos y nobles si la voz del pueblo, aunque esté equivocada, se expresa incuestionablemente. Si ganamos, porque hicimos todo lo que debimos hacer, que la soberbia no nos secuestre, que la venganza no nos ahogue.
Tengo una gran confianza en Henrique. Lo conozco desde que era un joven que se asomaba a la política. Iba a mi casa y pasábamos algunas noches de los viernes jugando Pictonary, él, su novia de entonces, mi esposa de entonces, y algunos amigos que pueden dar testimonio de esas veladas. Allí se reconoció como un joven limpio, tranquilo, siempre atento para aprender de los que más sabían. Juntos entonces hasta inventamos proyectos de programas de televisión que nunca se dieron y en los que nos propusimos estimular la democracia en el país. Hablé con él en algunos almuerzos. Allí entendí que jamás lo animó el lucro, siempre se mostró entregado a una misión de servir, entendía la política, entonces y ahora, como un sacerdocio. Es un chamo valiente, no temió ni teme ofrecerse en sacrificio defendiendo la verdad, está dispuesto a inmolarse por el país si es necesario. Aunque le perdí la pista en estos últimos años, su discurso me confirma que no ha cambiado. Se ha crecido y a esa valentía y convicción suma ahora madurez y firmeza. Lo mejor que le puede pasar a Venezuela es que Henrique sea el presidente de todos los venezolanos. Es lo mejor que le puede pasar al pueblo chavista. Él los respetará, trabajará por ellos como por sus seguidores. La cruzada que lleva adelante es de inspiración divina. Lo ha dicho muchas veces y le creo. Henrique entiende como nadie que el adversario no es un simple hombre en sus últimos días, es una idea destructiva, una ideología del mal, una fuerza alimentada por las sombras. Vivimos en este sótano del odio al que nos dejamos llevar. Pero no todos los venezolanos lo entienden. Aún hay personas, hermanos, que viven entrampados en la manipulación. Son gentes buenas pero atrapadas en la envidia, en la retaliación como forma de salir de las adversidades que no han superado, ni superarán nunca con esta revolución. No comprenden que muchos de sus problemas dependen de ellos mismos, nadie les ha quitado lo que deberían disfrutar porque sencillamente sólo el trabajo, la educación, el esfuerzo, la disciplina y la superación es lo que nos brinda oportunidades para crecer. No es un gobierno extraviado, ni una ideología demagógica, ni un despropósito de destruirlo todo, no es quitarle a unos para darles a otros como un país repartirá sus riquezas y hallará la felicidad. Es brindándole chances a todos por igual como saldremos de esta pesadilla que vivimos. Henrique tiene el tenor moral para hacerlo y además tiene el plan para lograrlo.

Todo esto que escribo no son más que palabras de aliento que quiero comunicar para sentirnos serenos y confiados en que si nos esforzamos, si nos resteamos por nuestras convicciones, el país en pleno se beneficiará. No tengamos miedo, pero no agredamos. No nos amilanemos, pero tampoco seamos apáticos. Gandhi es una muestra palpable de que con la no violencia, con la sinderésis, manteniéndonos en la esfera de la paz podremos forjar un camino hacia la esperanza, la igualdad y el porvenir. No existe manera de que el mal venza al bien. Es tan poderoso el bien que deja espacio hasta para que los equivocados recapaciten y transiten los senderos de la verdad. Nada es más hermoso que cuando un errado reflexiona y voluntariamente, sin amenazas, sin maltrato, desanda sus pasos y retorna al camino cierto.

Pase lo que pase el domingo, la luz ha vuelto a nuestros corazones. Alguien, y ese fue Henrique, prendió esa linterna. Quizá no sea tan grande como para vencer todas las sombras, pero ahora tenemos ese rayo. Nadie podrá negar que no hay luz para ver el camino. Dios quiera que el domingo sea suficiente para iluminar a muchos y tender esa línea recta hacia el mañana. Igual ya ganamos. La esperanza renació. Y sus administradores somos todos. Pase lo que Dios haya decidido para Venezuela, ahora tenemos una linterna que nunca dejará de alumbrarnos.

Lo digo desde una esquina de mi corazón. La que se mantiene pura, la que nada ha podido ensuciar. La que espero conservar hasta que Dios decida mi existencia. Yo saldré el domingo a votar por Henrique, estaré dispuesto a defender todo lo que sea justo y honesto, todo lo que por ley corresponda. Y que sea Dios el que dicte lo que ocurrirá. Amén.
Humildemente

José Tomás Angola Heredia, escritor.

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