Por Hugo Álvarez Pifano
Teresa Carreño, hasta la fecha, el más extraordinario artista venezolano, que logró conjugar para la historia universal, su condición de mujer y de músico. Algo verdaderamente difícil para su época
1.- La lucha por la dignidad de la mujer
Teresa Carreño irrumpió con una impactante presencia artística, inusitada por parte de una mujer, en el universo musical del siglo XIX. No eran todavía los tiempos en que la gente estuviera dispuesta a reivindicar para las mujeres la capacidad y los derechos que tradicionalmente se habían reservado a los hombres. Pero fue precisamente Teresa, con su fuerte y decidida personalidad musical, con el magnetismo atractivo de sus interpretaciones y con su impresionante virtuosismo en la ejecución del piano, quien tuvo que demostrar que efectivamente las mujeres se ganaban el derecho a reclamar el mismo sitial que los hombres en la vida musical del novecientos y en el futuro.
Su tarea no fue para nada fácil. Los derechos del hombre y del ciudadano, que habían constituido el ideario en que se inspiraron los revolucionarios liberares para luchar contra el despotismo de las monarquías absolutistas, en Europa y América durante los siglos XVIII y XIX, estuvieron restringidos al hombre blanco de sexo masculino, valga la redundancia. En tiempos de Teresa existían en todo el mundo profundas diferencias raciales, de credos políticos y religiosos, de condición social y económica, edad, nacionalidad, y sobre todo de sexo. A las mujeres no les estaba permitido, en ningún lugar, votar en elecciones políticas o desempeñar cargos públicos. Menos aún, lo que se llama en la moderna teoría política los derechos de “procura existencial,” esto es, educación, trabajo, salud, seguridad social, vivienda, protección de la familia, del matrimonio etc. Todo esto significaba para una mujer de talento e inmensos dotes artísticos, como Teresa Carreño, escasas posibilidades de presentarse en los grandes escenarios internacionales reservados tradicionalmente a los concertistas de sexo masculino.
Su lucha fue por la dignidad humana, específicamente por la dignidad de la mujer (un tema todavía muy actual en nuestro tiempo) y ella fue una de las primeras en lanzarse a escala universal en esta empresa: el reconocimiento a ser tratada social y artísticamente de acuerdo a su conducta, talento y méritos profesionales, y no según factores, que si bien son esenciales a la condición humana, son aleatorios, como el sexo, raza, clase social, etc.
Al principio, cuando era una adolescente, le solían decir la “belle virtuose”, para destacar su belleza física por encima de sus cualidades musicales, lo que se hacía muy a menudo con las cantantes de ópera, las únicas mujeres admitidas en el mundo musical del siglo XVIII, de seguidas a la desaparición de los castrados. A ella le tocó vivir en un momento en que los hombres “de buen gusto” se inclinaban ante las mujeres de gran belleza, pero manifestaban un desprecio absoluto frente al talento artístico de las mismas. Después, la llamaron con sarcasmo evidente “Paganini con faldas”. Más tarde, “la Walkiria del piano”, tal vez para destacar el carácter generalmente tempestuoso de sus ejecuciones, comparándola con esas formidables divinidades de la mitología germana, que escogían a los héroes que debían morir en los campos de batalla. También le decían “la leona del piano”, quizás para resaltar su entrega y la fuerza interior que imprimía a sus ejecuciones. O bien, “la mamá de Berlín”, un mote cariñoso que indicaba el afecto de su público en aquella exigente capital musical. Finalmente, para el momento de su muerte acaecida en Nueva York el 12 de junio de 1917, se le solía presentar como “The World’s Greatest Woman Pianist”. Pero, más allá de todos estos cognomentos, lo que se debe poner de relieve al referirnos a Teresa Carreño como un fenómeno artístico que alcanza la magnitud de la grandeza, es que en el ámbito de la interpretación de la música para piano, ella despuntó como la figura femenina de mayor presencia universal de toda una época.
2.- Orígenes de Teresa Carreño
María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena, mejor conocida como Teresa Carreño, nació en Caracas el 22 de diciembre de 1853. Hija de Manuel Antonio Carreño, educador y político, quien desempeñó los cargos de Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno del Presidente Manuel Felipe Tovar y Ministro de Hacienda con Pedro Gual. Ha sido muy famoso en Venezuela como autor del Manual de Urbanidad y buenas maneras(Manual de Carreño) y como hermano del celebre pensador y formador de juventudes de avanzada, Simón Rodríguez. Fue también músico y autor de un método de 500 ejercicios para el estudio del piano, especialmente elaborado para uso de su hija. La madre de Teresa, Clorinda García de Sena y Toro, fue una dama de gran moderación y espíritu reservado, totalmente en contraste con el carácter y el temperamento vanguardista de su hija. Ya hemos tenido oportunidad de asomar, que Teresa en sus actitudes audaces y en sus ideas fue una mujer que se anticipó a su propio tiempo. Así por ejemplo, en una sociedad donde el divorcio no era bien visto y mucho menos tolerado para las mujeres, ella se casó cuatro veces. Más aún, cuando le tocó reclamar la patria potestad sobre sus hijas, en las situaciones más adversas e inverosímiles, mantuvo firmeza de carácter en consonancia con una actitud feminista muy moderna.
3.- La vida musical en la Venezuela del siglo XIX
La Venezuela en que transcurrió la infancia de Teresita Carreño era una nación que ofrecía un cuadro económico, político, social y cultural desolador. Un país articulado, a duras penas, en la misma economía colonial del Siglo XVIII. Con una población inferior a los dos millones de habitantes, concentrados en la zona norte, costera y montañosa, de un territorio que para esa época contaba con más de un millón de kilómetros cuadrados. Con un comercio internacional dependiente de dos rubros, café y cacao, que exigían escasos requerimientos tecnológicos para su producción. Ganadería en situación muy precaria, atendida por una mano de obra diezmada por el paludismo que asolaba las tierras de cría. No existían obras importantes de infraestructura. La participación política estaba reducida a un grupo en torno al caudillo de turno, generalmente un militar que cambiaba al compás de una sucesión de interminables guerras civiles. La hacienda pública no alcanzaba a distribuir adecuadamente sus escasas rentas. Las pocas escuelas no podían dar la educación que se requería para la construcción de un nuevo país, ni elevar la condición de sus habitantes. La cultura se encontraba completamente rezagada.
A edad temprana Teresita comenzó sus estudios de piano con su padre. Sin duda, fue un caso de precocidad musical, a los cinco años tocaba piezas sencillas e improvisaba sobre las mismas. Abordó entonces un diario trajinar con los 500 ejercicios para el estudio del piano, que cubrían prácticamente todas las dificultades, técnicas y rítmicas, que un pianista puede encontrar en la ejecución de las obras dedicadas a este instrumento. Cuando a la edad de siete años los progresos de Teresita sobrepasaron las posibilidades pedagógicas de su padre, éste contrató a Julio Hohené, un pianista alemán residenciado en Caracas. Con este maestro la niña adquirió destreza y técnica para mover sus dedos en el teclado, al mismo tiempo que se introducía en el conocimiento de la obra de Johann Sebastián Bach, Félix Mendelssohn y Frédéric Chopin. Por su parte, Teresita mostraba el resultado de sus estudios en presentaciones que tenían lugar en veladas y reuniones familiares. Más allá de este pequeño mundo, rodeada del cariño de sus padres, del cuidado de su maestro y la atención de sus amigos, no existían otros horizontes para una carrera musical. En Caracas funcionaba como escuela de música la Academia de Bellas Artes (fundada en 1850), dirigida por Atanasio Moreno, quien recogía contribuciones para comprar un piano destinado a sus alumnos. Como posible lugar de trabajo, existían las bandas de música de la ciudad y los pequeños conjuntos y coros de las iglesias.
Estas limitaciones a la formación profesional y al desarrollo artístico de su hija no podían pasar desapercibidas a Manuel A. Carreño. La llegada de la guerra civil denominada Guerra Federal lo empujó a tomar la decisión de abandonar el país y viajar con su familia a los Estados Unidos de América. El 1° de agosto de 1862, con solo nueve años de edad Teresita Carreño parte para Nueva York, dando inicio así a una de las carreras artísticas más fascinantes que haya llevado a cabo músico venezolano alguno en toda nuestra historia. Desde el diario El Independiente, en un ardoroso artículo titulado “Tributo al merito”, Felipe Larrazábal le rindió un homenaje de despedida, al reseñar los dos últimos conciertos que celebró antes de su partida. El primero, en honor a Cecilio Acosta y el otro, ofrecido el 30 de julio en Puerto Cabello. En ambos Teresita Carreño viene conceptuada como una niña prodigio.
Primera parte. Fuente: www.literanova.net
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CONTINUARÁ …