Por Maite Ayala
Ese concepto que llamamos libertad en nuestro país Venezuela ha sido muy mal entendido, convirtiéndose en su mal hijo, el libertinaje, es decir, el hacer lo que a cada quien le viene en gana, traspasando en su búsqueda derechos que son y pertenecen a otros.
La generación actual padece de un egocentrismo elevado a enésimas potencias, ellos comprenden el concepto de libertad en tanto y en cuanto significa todo lo que les otorga placer y huída de la realidad, de sus propias responsabilidades.
En suma, una generación obsesionada con la apariencia y la comodidad que se mira a sí misma como poderosa, pero en el fondo está sumergida en la inmadurez crónica y el cinismo.
Se ha venido afianzando dicho mal arrastrado desde pasadas generaciones, sin colocarse los correctivos necesarios para salvaguardar el futuro de la sociedad en su entera complejidad y totalidad; uno de estos factores fue sin duda el ya mencionado egoísmo, pero hay otros no menos importantes, como lo son el empobrecimiento del individuo en todos los órdenes de su existencia.
Al no haber utilizado el tiempo libre para mejorar la educación y con ello también la herramienta primera de comunicación que tenemos como lo es el lenguaje, hemos perdido una porción invaluable de calidad de vida.
NO DEFENDIMOS EL LENGUAJE, ya sabemos que quien no defiende y amplía lo que le es dado corre el riesgo de perderlo y a veces lo pierde irremisiblemente.
La dignidad que le ha conferido Dios al ser humano,anthropos, confiriéndole no sólo el don de la lengua, el valiosísimo poder de la palabra que lo separa del resto de los animales, sino que también le dió la capacidad de estar erguido para que pueda obtener perspectiva de su entorno y dominar para el bien de todos la creación, a diferencia del mono o del antropoide que no puede comunicarse sino con gestos y sonidos guturales, pero que además no puede erguirse y dominar el entorno en el cual vive, sino que es dominado por este, y su vida se desliza enteramente a merced de los embates de la naturaleza.
Esta dignidad de estar y mantenerse erguido, en pie, que nos ha sido dada como un don precioso y gratuito del creador, debe entenderse también como sinónimo de dignidad espiritual que en nuestro bello país también se ha ido perdiendo junto con el lenguaje y, como consecuencia la sociedad está sometida no sólo al hampa y a un lenguaje de la más baja calidad posible, sino a un peor sometimiento: el de la mediocridad generalizada que, en consecuencia, es otro modo de esclavitud.
Dime como hablas, dime qué lees, con que alimentas tu espíritu y te diré quién eres…
Maite Ayala de Baldó
Poeta venezolana
23/01/2011