“Cuidado con nuestras palabras, el alma acostumbra mostrarse en ellas”
“Vivo en el mundo creado por mi propio lenguaje”
Carmen Cristina Wolf
En el Museo del Hombre de París, trabajó por mucho tiempo una mente brillante: Paul Broca. Su mayor descubrimiento fue una pequeña zona cerebral, situada en la tercera circunvalación del lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral, conocida como “ ÁREA DE BROCA”. Esta área controla la forma articulada del lenguaje, algo tan esencial para un poeta, para el ser de palabra que es el poeta.
La zona de Broca es el asiento de la característica fundamental del ser humano inteligente: la posibilidad del lenguaje. Broca, también puso de manifiesto la separación de funciones entre ambos hemisferios cerebrales y las zonas específicas de la actividad de procesos de pensamiento. También hizo profundos estudios sobre lo que denominó AFASIA.
La afasia se traduce como un menoscabo y, en extremos, una incapacidad de articular ideas. Una incoherencia en el uso del lenguaje. Afecta la selección adecuada de las palabras, así como su uso, tono y concatenación. Acarrea distorsión en los procesos de comprensión, reducción de la calidad del lenguaje y del vocabulario, simplificación de la sintáxis y dificultad para aprender de la información recibida.
“El Acto de pensamiento es Vida”, decía Aristóteles.
Se sabe que toda materia responde a luz y sonido y en ese hecho, la materia, se va configurando en su estructura de cierta forma. Nuestra corporeidad, nuestra materia, tamb ién responde a esa ley física. En ese responder genera movimiento evolutivo o no, es decir su lenguaje le hace responsable de su propio devenir. Así podríamos decir que una persona “es” su pensamiento materializado, Que el mundo que nos rodea es el lenguaje que emitimos. Somos lo que pensamos, sería otra forma de decirlo.
¿Somos lo que escribimos? O ¿escribimos lo que somos?
¿Nuestras obras dependen de nuestro nivel interior?
¿Nuestra vida, su poética, depende de nuestros sistemas de pensamiento?
Sería éste, quizá, uno de los matices de lo que se conoce como el poder creador de la palabra?
¿Así como tener un ala diferente podría dar lugar a una nueva especie de pájaros, tener una consciencia de la palabra creadora diferente y ejercerla con Belleza y con Bien, con Virtud, podría dar lugar a cambios celulares hacia una nueva especie de hombres?
Es posible que la poesía donde la palabra es sustancial permita en otros que se genere respuesta hacia algo más claro en nosotros. Con lo cual la responsabilidad del escritor sería una especie de compromiso, de promesa. Pero , ya se dijo: “que sólo los Hombres Verdaderos son capaces de prometer…”
¿Qué energía mediadora, qué plano puente, debería asistirlo, guiarlo?
Nos dice el poeta Rafael Cadenas: el Arte, es ofrenda o vanidad.
Para alguien que viva la Poesía como una forma de entrega consciente a un propósito superior para el devenir propio y el de otros seres de humanidad , ¿cómo encontrar la forma de entrar en la luz de lo que se dice?
Cito a Armando Rojas Guardia:
Si yo fuera capaz de entrar por fin
en esa pulcritud del aire inmóvil
que he llamado silencio en el poema.
si yo fuera capaz de nombrar árbol
como esta tarde el árbol se mostraba
a sí mismo en la quietud del parque;
si yo fuera capaz de parecerme
al objeto real de mi escritura
(al agua misma cuando escribo agua,
al vaso limpio cuando escribo vaso);
Y si fuera posible merecerte,
cosa que ultrajo en tu mudez precisa
al hacerte sonar en mi palabra,
yo entraría en la luz de lo que digo.
Hay diferencia, hay profundas diferencias, entre los que viven al amparo de la poesía y los que se establecen en su misterio.
¿Qué asiste innombrable, como el Tao, a ciertos poemas, a lo que se ha llamado silencio en el poema. Ese más allá de las palabras, ese significado que, suponemos, una forma de lenguaje puramente espiritual, y que puede modificar el corazón de un lector, tocar sus íntimos filamentos y grabar, allí, como en cera virgen, como en lámina de cobre pulida para el Arte?
Esa tela en blanco entre el poeta y el lector que permite que lo no escrito, el pensamiento silencioso, entre como un rayo…. Rayo que al alcanzarme…. decía Juan Liscano. Donde hay esa fuerza hay un poema con magnetismo tácito que trabaja, opera, obra, en quien lo recibe. Puede que por mucho tiempo ciertos escritos sean un mensaje en una botella hasta que encuentran su decodificador. Su receptor real.
Pero, hay pocos receptores reales. Dado que vivimos en un sistema de referenciales –y no sólo de referenciales de lenguaje- erróneos. Como un mal sueño, en que los códigos originales se encontraran infiltrados y nos moviéramos con una pérdida de los referenciales creativos correctos. Todo en su mayoría enajenado, claudicado a la mentira, a una esfera ajena. Esfera enajenante que devora los pensamientos y hace pasto de sus intereses . Una forma de domesticación de la verdadera creatividad.
¿Cómo dejar de ser personajes y llegar a la mínima fuerza de pureza necesaria? A ese Verbo, el del principio.
No confundir lenguaje y verbo, dijo Mallarmé.
Es propicio recordar los escritos de José Angel Valente sobre las palabras sustanciales. Aquéllas que van siempre con nosotros, aún cuando callamos, especialmente cuando callamos. Las que operan, como en un recóndito laboratorio en nosotros, y en ocasiones, pocas, se trasladan al decir.
Quizá en nosotros , como materia creada, que responde por ley a la Ley del Universo se encuentre instaurado otro lenguaje, tal el anhelo aquél de quienes buscaban en el Esperanto, un cifrado de unión comunicadora entre los humanos. Quizá a nivel íntimo, celular, hay otras informaciones en semilla en nosotros, que esperan una cierta luz y calor interiores , un sol, para comenzar a germinar .
Sería Belleza y Bien ponderar las palabras, las muchas no dichas, de un hombre que mucho miró al cielo: Nicolás Copérnico.
“ Mi tiempo en esta vida ha sido guíado por la fidelidad. Sólo el Sol me recordaba el significado de otro orden de ideas, de pensamientos, que emanando de su esfera, pueda transmutar todo lo que aquí se nos impone, como a esclavos. Escribir todo eso ha requerido un esfuerzo de cierta clase. Prefiero el silencio de las estrellas. Temo la enfermedad de lo dicho, ver cómo las personas se dañan unas a otras, se son letales por la intención de sus voces. Aquí nos guía la imaginación ciega, pues los espejos giran y se da vueltas en un círculo que se repite siempre. Gente imaginaria hablando de gente imaginaria ¿Cómo despertar? “
Así, y como pareciera que mirar largo al cielo aclara las ideas, finalizo con las palabras de alguien que, mucho tiempo después, escribió algo muy cercano: Albert Einstein
“Sólo me interesan los pensamientos de Dios. Lo demás son detalles.”
Maria Isabel Novillo. Poeta y ensayista venezolana. residenciada en Mérida. Su último libro publicado, Memoria del Caballero de la Isla, bid & co editor. Miembro del Círculo de Escritores de Venezuela