La presencia dominante de la luz

LA PRESENCIA DOMINANTE DE LA LUZ EN LA OBRA DE LUIS BELTRÁN MAGO

Por Alejo Urdaneta

I Toda la poesía de Luís Beltrán Mago está iluminada, es hontanar de brillos y contrastes. Y puede explicarse: Si en el estilo de un poeta es posible captar los modos del Ethos que lo ha formado, cabe también rastrear los rasgos que definen su estética y sus visiones poéticas. El signo en Luís Beltrán Mago lo proporcionan el mar y la amplitud ilimitada del color y el movimiento; ellos definen las cualidades de la poesía de nuestro poeta. Su mundo está al borde del resplandor de las olas, en la ciudad que ha sido suya: Cumaná, lar marino en el Estado Sucre de nuestra Venezuela. Me detuve en un hermoso poemario cuyo nombre parece contradecir lo que he afirmado antes: ITINERARIO DE LA SOMBRA, y lo hice deliberadamente para descubrir en sus versos la presencia continua y dominante de la luz, no obstante el título de la obra. De esa lectura de indagación hallé a cada paso la irrupción de la luz en su alternado juego con la sombra pero siempre llevando el ritmo.

Después vendrá la oscuridad
Vencida,
La iluminada luz desvanecida

Y nos dice también cómo la sombra se desliza como un relámpago desnudo, porque las sombras nacen por el espejo de la luz, fulgor oculto entre los recovecos del silencio. Nos recuerda el paso del Hombre por Galilea, por donde iban las sandalias empolvadas, y nos dice: «Con Él iba la luz, regresaba la paz». Hallamos en la poesía de Luís Beltrán Mago fanales de lumbre, cantos de cristofué, amanecer de rosa y crepúsculos de fuego; danza en el brillo que cintila en el aire, como sucede en el albor de su mar tutelar; nos asombra el empuje de la luz desde la sombra de la tierra a la rama, para mostrarnos la existencia de la vida, un mínimo de universo en cada hoja iluminada.

II Ese es el primer aspecto a destacar en la poesía de Luís Beltrán Mago. El otro, quizás más importante, lo hallamos en el carácter de la obra del poeta. Él no persigue ni expresa la soledad del hombre; busca, por el contrario, fundirse en el objeto de su contemplación para comulgar con su esencia y ser uno. La religión y la poesía están yuxtapuestas en el orden de la necesidad humana. Ambas tratan de la actitud posesiva del ser humano, pero mientras en la religión el hombre suplica y ama, y su gesto cristaliza en el ruego y la oración para alcanzar el éxtasis místico, en la poesía hay un movimiento hacia la comunión con el mundo. El místico religioso quiere entregarse individualmente a lo absoluto y confundirse con Dios; en tanto el poeta siempre intenta expresar ese mismo absoluto y comulgar con la realidad, camina hacia lo desconocido para reunirse, en compañía de la humanidad, con el objeto de su contemplación.

Hay una extraña idea en el poema: la unión del hombre y el mundo, la revelación de su inocencia original, que se opone a la de la perdida inocencia por el pecado proclamada por la religión. ¿Y como lo hace el poeta? Mediante su recurso único: la palabra. Aristóteles dijo que el hombre es el ser de la palabra, porque es el único que posee ese don divino que lo acerca a Dios.

La poesía de Luís Beltrán Mago no pretende decir cosas bellas, idealizar lo que su palabra pronuncia. Es una poesía que sacraliza la relación humana con su entorno y, ante todo, con su semejante. Es creación privada y personal que susurra al oído su relación con lo absoluto. Y nos lo dice en acto de conciliación y amor: un abrazo al mundo entero.

No es discutible que los poemas de nuestro creador dan una cara de alegría interior y paz. Enciende el poeta la llama de la vela y el claror se extiende en sueños. Acude la meditación y el soñador toma el alimento que le da la vitalidad espiritual que quiere comunicar en acto de prodigalidad. En ese momento, Luís Beltrán Mago comulga con valores que se enfrentan y abre la luz de sus intuiciones para reunirlos, valores e intuiciones, en un solo haz de alto brillo que disipe la oscuridad y la lobreguez.

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