En Rosh Hashaná mi pueblo pide dulzura, futuro y vida.

Pero también carga memorias, dolores y la herencia de odios que pesan como lápidas.

Este poema no busca ni da consuelo fácil, no está lleno de miel, no huele a manzanas.

Este poema es mi protesta, mi memoria y mi respuesta a una herencia que no acepto ni para mí ni para los míos.

Estamos celebrando la creación de un mundo en el que cabemos todos. El pueblo judío lleva más de 3500 años sobre la faz del mundo, y seguiremos existiendo por miles de años más.

Shaná Tová Umetuká por el año 5786 y brindemos por la vida, siempre por la vida.

Heredad

Dios está perdido — y yo heredo la culpa.

No corre sangre por mis venas;

hierve una mezcla de miel y arcilla,

materia prima con que hago templos

que tú conviertes en cementerios.

Tu incomprensión es mi silencio,

la sangre fría que sacrificas

sin más pretextos que tus ancestros.

Dios es señalado — y yo llevo la marca.

Soy enredadera entre tus columnas,

mármol oscuro sobre mil tumbas.

Mi agonía, tu estupidez.

Nunca has sabido de mi estrechez.

Agonizo ante tu desprecio.

Tus pesadillas marcan mis sueños,

y soy culpable hasta cuando rezo.

Dios está perdido — y yo me pierdo con Él.

Soy la caja de Pandora 

que no resguarda la esperanza.

Cero ilusiones, cincuenta plagas.

Tú haces trizas mis filacterias.

Mis cenizas son tu codicia.

Mis vidrieras siempre han vendido

artificios de la desgracia.

Dios está callado — y yo escucho sus gritos.

Mi silencio suena a lamento.

Tú lanzas piedras; yo erijo lápidas.

Apagas lámparas, destruyes libros

y no me permites cuidar mi casa.

Mi agonía, sonrisa turbia.

Montas altares con mis palabras;

enciendo incienso que huele a trampa.

Dios está cansado — y yo me canso con Él.

Soy la venganza con piel humana,

la más terrible de las sirenas,

pues siempre encallas entre mis piedras.

Toco tu alma con mis bacterias,

yo esparzo vicios con mis profetas.

Y tu etiqueta, cómo me pesa;

guardo un demonio bajo la mesa.

Dios es un prófugo — y yo me escapo con Él.

Corre espantado, salva tu vida;

guarda tu odio bajo mi herida.

Mi sangre vieja siempre te aterra,

pues mi bandera alza una estrella

y lleva dos franjas que me desvelan.

Nuestra simiente protestará 

este mundo absurdo que es tu heredad.

Raquel Markus – Finckler

Periodista . Escritora . Poeta . Editora

@escritora.creativa

 

Editora: Carmen Cristina Wolf

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