Farah Cisneros

Por Farah Cisneros

La vida rara vez se anuncia con trompetas. Sus grandes giros, los que marcan senderos invisibles, suelen llegar disfrazados de lo cotidiano: una conversación fortuita, un error cometido sin cálculo, un silencio que nos incomoda o una puerta que se cierra con un estruendo inesperado. Quien no afina la mirada podría jurar que nada especial ocurre, pero el ojo sensible sabe que en cada esquina palpita un llamado: la oportunidad.
Darse cuenta de ella es, quizá, uno de los más grandes actos de conciencia que podemos ejercitar. Porque las oportunidades no siempre se presentan como logros fáciles o como premios dorados. A menudo llegan envueltas en desafío, en contratiempo o en lo que llamamos pérdida. Y es allí donde el alma entrenada en la esperanza descubre un diamante escondido bajo la roca de lo incómodo.
La clave está en el enfoque: esa capacidad de dirigir la luz de nuestro pensamiento hacia lo que nos construye en vez de lo que nos derrumba. No se trata de negar las dificultades ni de cubrirlas con un manto ingenuo de optimismo, sino de transformar lo que nos ocurre en un aprendizaje que nos expanda. Cuando cambiamos la pregunta “¿Por qué a mí?” por “¿Para qué en mí?”, la vida se abre como un libro que revela un capítulo nuevo.
Cada evento, incluso el más árido, contiene semillas de transformación. El fracaso puede enseñar disciplina, la despedida puede despertar gratitud, la caída puede recordarnos la fortaleza de levantarnos. No existe acontecimiento que no ofrezca, de alguna manera, un puente hacia nuestra mejor versión, si nos atrevemos a cruzarlo con ojos abiertos y corazón disponible.
Así, cultivar un enfoque positivo no significa vivir en un espejismo de sonrisas forzadas, sino aprender a elegir la mirada que siembra futuro. Es decirle al dolor: “te escucho, pero no me detengo”; al error: “me enseñas, pero no me defines”; a la incertidumbre: “camino contigo, aunque no vea la meta”.
La vida se vuelve más ligera cuando entendemos que la suma de nuestros días no es otra cosa que la suma de las oportunidades reconocidas y aprovechadas. Quien sabe leer en las entrelíneas de sus experiencias descubre que nunca hubo pérdidas, sino transformaciones; nunca hubo finales, sino comienzos disfrazados.
Porque lo decisivo no es lo que sucede, sino lo que decidimos hacer con lo que sucede. Allí radica el arte de vivir: en volver positivo lo adverso, en esculpir sentido donde parecía no haberlo, en agradecer lo que llega y lo que se va. La oportunidad no es un suceso; es una actitud. Y esa actitud, cuando se cultiva, convierte la existencia en un terreno fértil donde florece la resiliencia, la fe y la alegría de estar vivos.
No tengas miedo
Por Farah Cisneros
Soy casa y camino, soy raíz y vuelo.
Soy memoria y promesa, herida y cicatriz hecha luz.
En mí habita la voz del universo que susurra:
eres suficiente, eres sagrada, eres amor.
Hoy florezco en la certeza de que mi lugar favorito
ha estado siempre aquí: dentro de mí.
@FARAH_CISNEROS en Instagram
Farah Cisneros

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf

@carmencristinawolf
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