Poesía zuliana: una forma poderosa de resistencia en Venezuela
Por Joiner Bernavil
En tiempos donde la difusión literaria en el Zulia enfrenta grandes obstáculos la misión del Grupo editorial y literario J. Bernavil es preservar y promover la poesía zuliana como una tarea esencial. La poesía de esta región guarda en sus versos la identidad, el sentir colectivo y la memoria cultural de su gente.
Difundir esta poesía es defender la cultura regional. Por ello, es urgente generar espacios que visibilicen estas voces con contenido auténtico y significativo.
Preservar la poesía zuliana no es solo conservar textos, sino también sembrar inspiración en nuevas generaciones de escritores. Aunque la conectividad, los recursos y los medios locales no siempre favorezcan la promoción literaria, la palabra sigue siendo una forma poderosa de resistencia.
Hoy más que nunca, es vital leer, compartir y escuchar a los poetas que desde el Zulia construyen belleza y conciencia con sus versos. Sus obras son faros que iluminan la historia y la sensibilidad de un pueblo que no se rinde. La poesía, entonces, se convierte en un puente entre el pasado, el presente y un futuro más esperanzador.
En este sentido presentamos de forma simbólica a través de esta publicación a la Sociedad de Escritores Zulianos. Un grupo literario que se encargará de propiciar espacios para la promoción del arte de la palabra en la región zuliana y en toda Venezuela.
Así mismo, te mostramos a 10 poetas zulianos pertenecientes a esta comunidad y compartimos un poema de cada uno.
«Habito en la sed» de Thalía Sanchez
No me nombran las aguas
no me arrastra de pronto su corriente
seré otra al abandonar mi sombra.
En la blancura de la noche persisto
sostengo mi sueño
y se deshace.
Habito en la sed.
Antiguos silencios trastocan mi morada
antiguas palabras se pronuncian,
sin reconocerme.
Infinitud en la memoria: ¿Existes?
no levantaré la voz
no elevaré este canto para salvarme.
Amanecer será cuestión de mi suerte.
Intento florecer sobre la grieta,
y la luz toca mis últimas palabras.
«El Desapego» de María Esperanza Rubiano
Trabaja el desapego
los iluminados te dicen,
hazlo duro y con esmero
y los maestros te bendicen.
Como puedo a alguien dejar
si debo matar el amor,
como sueltas sin dejar de amar,
¿Existe el desapego sin dolor?
Si el apego quieres definir,
yo diría que es querer algo sin medida,
sin lo cual no podrías existir,
por lo que darías la vida.
¿No es esa la definición de amor?
Si dejas lo que amas duele,
sientes que tu corazón muere
y te llenas de dolor.
Estoy de acuerdo si es material
el desapego trabajar,
pero si hablamos de familia o amigos,
el amor del desapego es el peor enemigo.
«Solo un Beso» de Jasmine M. Lizcano Gutiérrez
Un trueno a las Antípodas
fue el viaje de tu beso
y un elixir hecho sortilegio
fue el sabor que quedó
en mis labios
mi alma experimentó
un tránsito cuántico
desde el lucero hasta el alba
me sentí sabia
me sentí aprendiz
«Mi Alma» de Nelly Franco
Mi alma dormita entre
laureles de Oro
creadora de sueños
habitados en una
caracola de nácar
juraste acompañarme
hasta el fin de mi vida.
Con tus ojos miré el amor,
eran mi espejo.
Me enseñaste a amar
con la profundidad
del alma,
a caminar por tus sendas
llenos de vida
a buscar en los predios
del silencio los cantos
de las altivas olas.
A través de ti
he visto la vida, con sus
alegrías y tristezas.
He visto la magia de la
luna, reflejada en los mares, llorando de soledad.
«Abril» de Rosibel Millán
Tiene la vida un secreto
que va más allá del tiempo.
Procura no mirar las horas,
y halla la luz entre las flores.
Porque las flores son velos
que se esconden en los ojos,
y en su esplendor se iluminan
los sueños que tú mereces.
Una flor marca el comienzo
cuando anhelas alcanzar;
y un capullo fue el intento
que nunca podrás olvidar.
las ilusiones despiertan
en la densa madrugada,
y su olor se derrama
por el lánguido jardín.
Mira mujer, busca el alma
no dejes de sonreír;
que valiosas son las flores
que colman tu corazón.
Toma en tus manos el ramo,
deléitate en la belleza,
y al sentir su suave encanto
comprenderás su mensaje.
Haz el gran descubrimiento,
que la sonrisa corone
cada instante de tu vida,
cuando te acuerdes de mí.
«Apüna/Camino» de Adriana Fernández
Estoy en la calle de mis memorias.
En un lugar de colores que se esconden entre las piedras y los cujíes, entre la memoria del hombre que extiende sus pasos a la precisa mezcla de luz y agua.
Enigma de mi niñez.
Rayos dibujados entre risas y los recuerdos que zarpan en las nubes claras del que es otro cielo aunque sea el mismo.
«Bramido viento» de María Esthela Martínez
En el borde del abismo el viento recita versos
lejana voz se escucha, resucita al amor.
Sublimes vozarrones mezclados y dispersos
en el bramido de un susurro floreciendo.
Siento un dulce eco en mis latidos
subiendo de tono en cada temblor
rozando las mejillas
rodeando las costillas
y los huesos del amor.
«Ciudadano» de Diego Osechas
A mí no me arrancaron,
yo me arranqué
cuando lo precisaba.
Cuánta mi pena inconsciente,
hoy lo veo al saberme lejano
anhelando lo que he sido
(¿qué he sido?)
Nadie me robó nada
porque tuve cosa alguna.
Abracé a mi madre con distancia
y no supe ver a mi padre;
golpeé a mis hermanos en el rostro
dos o tres veces
y apenas pude disculpar lo que fui.
A mí no me arrancaron.
Nací así, desmembrado.
No tengo tierra, ni patria,
ni he sentido el peso terrible
de una forma precisa.
Y si muero por causas perdidas
lo hago en tanto están muertas
si esta pereza terrible me impide
amar lo que esté vivo.
(sólo palabras, esta leve fugacidad)
A mí no me arrancaron
porque no sentí nada
cuando vi la piel abrazar el hueso
de un padre angustiado.
No estuve ahí. Juro que no estuve ahí.
A mí no me arrancaron,
yo me arranqué de todo
con mis zapatos agujereados
llenos de agua sucia.
No me arrancaron nada,
porque no se pudo: huí de mí mismo,
justo a tiempo,
cuando vi a mi madre llorando en la piedra solar
y parecía una niña,
¿no habrá escondido -decía-
algún trozo de pan?
A mí no me arrancaron.
A mí no me arrancaron.
A mí no me arrancaron.
¿Y cómo?
No me di cuenta
desde el día que maldije la tierra pisada
por ser pisada.
Si vieran la pérfida creatura
que ha devenido
y si supieran
que siempre he sido,
también,
culpable.
«Era una noche de plenilunio» de Saredil Machado
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
Federico García Lorca
Cuando los amantes
observaban
aquella majestuosidad
mensura y fulgor
el sol le brindaba su amorosa luz
y ella sólo deseaba
que la abrazara,
inamovible, atrapada.
El aire caprichoso
con voluptuosa danza
magia envolvente,
se adentra a la escena
acariciando su redondez.
Ahora, la luna en éxtasis,
olvida aquel deseo
e ignora al astro rey
que ilusionado,
entiende su pretensión.
¡Oh, aire seductor!
Cuánta pena invadía al sol, retirándose lentamente
mientras se apagaba su luz.
La luna menguaba y con tenue luminosidad,
mitigando el fuego que ardía en pasión,
mutaba su forma
trémula aún.
Vibrando abandonada,
acercándose le propuso:
¿aún deseas abrazarme?
Del poemario «Serenidad» de Joiner Bernavil
Hay una nube gris que se adentra en mi interior.
Mi piel seca quiere que caiga
mientras camino sobre una cicatriz inmensa.
Si me buscas en la noche será muy tarde,
solo verás algunas partes de mí
que estuvieron en tu ausencia.
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