Tal vez demasiado solos, por Raquel Markus-Finckler y Ernesto Kahan, Premio Nobel de la Paz

Foto: Raquel Markus-Fincler

Tal vez demasiado solos


Texto escrito por Raquel Markus – Finckler en colaboración con el Doctor Ernesto Kahan (Premio Nobel de la Paz, 1985)
 

Estamos solos, tal vez demasiado solos

En memoria de Shiri, Ariel y Kfir Bibas Z´L. Dedicado al Doctor Ernesto Kahan

Cada cincuenta años
y en cada generación
seremos elegidos para el juicio.
Cada cincuenta años
y en cada generación
hay quien nos exige sacrificio.

¿Elegidos para qué?
No para vencer
¿Elegidos para qué?
Si ya no nos queda la piel.
¿Elegidos para qué?
Si ya nos ponemos de pie.
¿Elegidos para qué?
Si ya nos colgamos la fe.

Herederos de la rabia de Caín
y de la suerte de Abel.
Siempre en el altar sin ángel ni cordero.
Seguimos ardiendo en el desierto,
Seguimos desafiando el desconcierto.

Estamos solos, tal vez, demasiado solos.
¿Alguien escucha nuestros rezos?
Estamos solos, tal vez, demasiado solos.
¿Alguien atiende nuestros ruegos?
Estamos solos, tal vez, demasiado solos.
¿A partir de qué edad merecernos piedad?

Aunque hoy las redes se vistan de naranja
en nuestro centro, hoy dos niños siguen muertos.
¿Acaso un like los salvará?
¿Acaso una mención los liberará?
Porque hoy ya es muy tarde para ellos,
nuestros niños siguen muertos, tal vez demasiado muertos.

Cada cincuenta años y en cada generación
seremos el pueblo elegido para probar el odio.
Cada cincuenta años y en cada generación
seremos el pueblo elegido para sentir la ira.
¿Para qué molestarse en cosernos las heridas?
¿Para qué molestarse en clamar por empatía?

Siempre en agonía.
Sin llegar a morir del todo.
Siempre en agonía.
Sin dejar de sufrir por todo.
Sería más fácil terminar de caer.

Siempre seremos los extraños.
Siempre seremos los vencidos.
Somos Holocausto. Somos sacrificio.
Somos los culpables, pues seguimos vivos.

Este crudo poema que hoy me atrevo a publicar (y a dedicar), por muy fuerte que pueda llegar a sonar, surgió en mi alma durante una de las profundas e inspiradoras conversaciones (vía chat) que he tenido la suerte y el privilegio de mantener con el Doctor Ernesto Kahan, a quien llegué a conocer gracias a la intervención de dos amistades que valoro y respeto, la que me ha unido por años a Samy Yecutieli, y la que he ido creando, más recientemente, con Cristina Olivera Chávez, una verdadera gigante en el mundo de la literatura y un ser humano inspirador.

El nombre del Doctor Ernesto Kahan se presenta por sí solo, aunque para quienes no lo conozcan, puedo ir adelantándoles que entre muchos otros de sus grandes méritos fue galardonado con el premio Nobel de la Paz, del año 1985, en su figura de vicepresidente regional de la asociación Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear y el Premio Albert Schweitzer de Paz. Es médico, poeta, profesor universitario, académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores y Doctor Honorario en Literatura, judío nacido en argentina que, debido a la dictadura de la Junta Militar, emigró a Israel en 1976. También ha encontrado tiempo para expresar su alma por medio de la poesía y el arte, y es un ferviente activista en la búsqueda de una paz verdadera y sustentable para toda la humanidad.

Nuestra amistad se inició a raíz de la invitación que recibí para participar en el Concurso Internacional de Trovas Clásicas de la Organización Mundial de Trovadores (OMT), un certamen promovido desde Israel por el doctor Kahan, quien actualmente se desempeña como Presidente Honorario de este ente. La edición de febrero, centrada en dos temas: pobreza y liberación, estuvo dedicada a honrar al ilustre poeta Jaim Najman Bialik, considerado el poeta nacional de Israel y una de las figuras más influyentes de la poesía hebrea moderna.

Aunque nunca había realizado trova y estaba muy poco familiarizada con su estricta métrica y estructura, tuve la suerte o el mérito (como quiera que se desee interpretar) de conseguir el tercer lugar en la Categoría Vencedores entre los Nuevos Trovadores premiados por este certamen, el cual llegó a convocar a más de trescientos participantes entre Asia, Europa, América e, incluso, África.

A partir de este mes, es para mí un honor y un privilegio contar en mi currículo con un diploma que contiene la firma de la Presidenta de la OMT: Cristina Olivera Chávez y de su Presidente Honorario, el Doctor Ernesto Kahan. Espero que mi relación con la trova siga in crescendo, pues se trata de un género muy retador que exige condensar un poema completo en solo cuatro versos octosílabos, con rima consonante y en esquema abab.

Estoy segura de que mi reciente amistad con el Doctor Kahan seguirá adelante, nos une el amor por la poesía y el arte, un profundo sentido de conciencia sobre nuestra condición humana y un doloroso amor, pero amor al fin, hacia el pueblo y el Estado de Israel. Puede que le resulte sorprendente, y espero que sea para bien, que haya decidido dedicarle este poema, aunque estoy segura de que si revisa nuestras conversaciones encontrará el detonante. Es una sentencia que me dijo y que se me quedó grabada en el alma a sangre y fuego: “en este mundo los judíos estamos demasiado solos”.

Hace pocos días se llevó a cabo en Israel el entierro de los restos de Kfir, Ariel y Shiri Bibas (que su recuerdo sea una bendición). Los tres permanecen sepultados en un mismo ataúd. Lo que la ignominia separó, permanecerá unido para toda la eternidad. Y no hay forma de describir el sentimiento, la emoción, la desolación que hoy embarga a todo el pueblo judío, por separado y en conjunto.

Sé que escribir no cambia nada, al menos nada realmente importante. Sé que no hay verso que le devuelva la vida a Kfir, Ariel y Shiri. Sé que no hay edificio iluminado de naranja, que no hay ninguna cantidad de likes en una publicación que les restituya todo el futuro que les fue arrancado a la fuerza solo por ser judíos, solo por ser israelíes. Pensar en ellos me hace cuestionarme… tal vez la poesía no siempre tenga una respuesta para todo o, tal vez, la poesía no siempre encuentre la forma adecuada para expresarlo todo. Aun así, no puedo dejar de ver, entender y sentir al mundo (no tanto a su gente) a través del cristal de la poesía que vive dentro de mí… aunque ella no siempre logre salvarme de mi misma o de los demás.

Para que mis lectores no se queden con la curiosidad sobre la trova que me permitió conseguir el tercer lugar entre los veinte ganadores elegidos por la OMT para la edición de febrero 2025 (en idioma español), aquí les dejo mis versos:

¡Si pudiera condensar
en un beso al Universo;
yo podría compensar
la pobreza de mi verso!

Quiero terminar esta entrega citando el Doctor Kahan, quien ha encontrado en el arte y la literatura (y también en la trova) una manera de entender y procesar el mundo en el que vive, aunque algunas veces este mundo por el que tanto ha trabajado lo haga sentir demasiado solo.

Palabras del Doctor Ernesto Kahan

A la reconocida y superior poeta Raquel Markus, que enternece al corazón de los lectores, la conocí cuando se presentó al concurso de Trovas Clásicas que organicé en la OMT (Organización Mundial de Trovadores) desde Israel en homenaje a su poeta nacional Jaim Najman Bialik.

La familia que heredé de mis padres tiene raíces muy profundas, por el lado de Catalina, mi madre, que siempre me inició y llevó, por el camino del arte; la literatura hispanoamericana y la pintura, llegó a fines de los años del 1.800 desde Kishinau, entonces provincia de la Rusia Zarista y hoy día Moldavia, donde sufrían crímenes y persecuciones. En Argentina se transformaron en los “gauchos judíos”. El gran escritor Bialik escribió un poema que en mi infancia me desgarró y también por eso lo elegí para el concurso que hice.

(Fragmento de su poema sobre el pogromo de Kishinau)

¨Levántate y marcha hacia la ciudad de la matanza.
Ve a sus plazas,
observa con tus propios ojos,
palpa con tus propias manos
las cercas, los árboles, las rocas.
Mira: sobre la cal del muro
la sangre coagulada,
los sesos endurecidos de las víctimas.

Encaminate hacia las ruinas,
salta por encima de los desechos,
atraviesa las paredes rotas
y las cocinas incendiadas
en donde la piqueta ha perforado quiebres
y agrandado, ensanchado vacíos,
donde la negra piedra se descubre,
la desnudez del ladrillo calcinado,
abiertas, desesperadas bocas de heridas negras”
[…]

Mis abuelos llegaron a Argentina escapando de la Rusia Zarista, de los pogromos y de la miseria y el terror. A finales del siglo XIX e inicios del XX, antes de las Revoluciones de Abril y de Octubre (Noviembre) de 1917, en todo el territorio ruso el antisemitismo fue una política casi oficial por el Gobierno del Zar, algo que no sucedía de forma tan abierta en Europa Central, Occidental y menos en los Estados Unidos, México o Argentina.
Ahora en los pogromos de Hamás en las poblaciones agrarias de Israel y en mi casa, me encuentro con Raquel y en su hombro y el mío escribimos poesía y yo me declaro culpable.

Me declaro culpable. Un acto de palabra y cicatriz.
Por Ernesto Kahan © febrero 2025

Me declaro culpable
por haber desbordado mi herida
sobre la vasta llaga del mundo,
y por haber sembrado mi sangre
en la tierra ya calcinada
que arrastra siglos de puñaladas y donde
el odio se amasa con la arcilla
y el nombre de Dios es filo y fiebre.
Perdón —
no debí regar mi hiel fuera de mi pecho,
no debí manchar con mi fiebre
la fiebre ancestral,
ni desnudar mi duelo
sobre los cadáveres que todavía
gritan en lenguas de ceniza.
Pero me dolió el viento
que trae con él las voces de mis muertos,
me dolió la sombra que atraviesa el exilio
como un perro sin patria,
me dolió la historia enterrada
y la historia que no deja de nacer
con la misma hemorragia.
Me declaro culpable
por no haber podido contener mi lágrima
en la cárcel de mi ojo.
Por haber dejado que mi rabia
se hiciera río e inundara las manchas.
Perdón —
Yo también soy escombro de Babel,
también cargo la culpa
de los que lloran con la boca apretada,
de los que mueren en los márgenes
porque nacieron con la estrella de David
bordada en la piel.
Me declaro culpable
de haber dicho lo que arde,
de haber amado lo que el mundo
ha condenado a llamas.
Culpable por recordar,
por no haber dejado que la costra
cierre la herida.
Culpable —
porque dentro de mí
se sigue escribiendo la historia
que otros quisieron borrar.
Y aunque pida perdón,
y aunque suplique silencio,
no sé si puedo evitar
seguir sangrando.

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#raquelmarkusfinckler
#ernestokahan
Editora de la web: @carmencristinawolf
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