Concurso Cartas al Padre, Librería Ago 2024. Premios

Con motivo del Día del Padre, la Librería Ago de Caracas convocó a un Concurso de Cartas al Padre, cuya celebración es el tercer domingo del mes de junio.

El jurado, integrado por Mirco Ferri, Alfredo Jurado y Faitha Nahmens, anunció los premios. El Primer Premio se concedió a la escritora, periodista y poeta Raquel Markus-Finckler. El Segundo Premio se otorgó a Lidia Salas Rincón, escritora, poeta y ensayista. Se entregaron diplomas y la novela más reciente  de Sandy Juhasz, publicada por Kalathos Editores.

Estamos orgullosos y emocionados, porque ambas pertenecen al Círculo de Escritores de Venezuela. A continuación se publican ambas cartas.

CARTA AL PADRE DE RAQUEL MARKUS FINKLER

Querido padre:
15428 kilómetros es la distancia que hay entre Caracas, Venezuela y Brisbane, Australia. Cuatro vuelos diferentes son los que hay que tomar para llegar. 53 son las horas que amerita salir de la ciudad en la que nací para aterrizar en la ciudad en la que vives.
Conozco estos datos únicamente porque están disponibles en Internet. Jamás he estado en Brisbane. Por tu parte, desde que te fuiste hace 11 años, sólo has venido en una única oportunidad, al año de tu partida definitiva para instarte en tierras que no conocías ni amabas para huir de tierras que sí conocías y amabas.
Tengo 52 años y creo que he madurado lo suficiente para decirte que sigo sin entender las razones de tu partida. Sin embargo, me tocó ser una adulta desde los 13 años, cuando entendí que madurar es aceptar tu pasado, aprender de lo que te pasó y seguir adelante.
Realmente se trata de una forma poco ortodoxa o tradicional de iniciar la carta que te dedico por el Día del Padre. Pero deberás reconocer que hay pocas cosas ortodoxas o tradicionales en nuestra relación. Tal vez las hubo, en el pasado, cuando yo usaba dos trenzas a cada lado de mi cabeza, faldas cortas, curitas en las rodillas y todavía creía en los cuentos de hadas.
Tal vez en ese entonces sólo fuimos una niña pequeña que amaba y adoraba a su joven padre que la llevaba al cine, al parque del caballo blanco, obras de teatro infantiles, conciertos de música clásica, y hasta los circos itinerantes que pasaban por Caracas.
Pero luego, todo cambió y la burbuja de jabón en la que solía vivir explotó de un día al otro sin advertencia. Caí en picada y me estrellé con el piso. Nadie amortiguó mi golpe. Esos fueron los tres años más confusos de mi vida. Cuando pienso en ellos, sólo adivino neblina, mucho dolor, tristeza y soledad.
Te preguntarás por qué esperé tanto para escribirte esta carta. Es que la madurez me hizo valiente. Antes no sentí la valentía necesaria para sacar esto de mí y créeme que, aunque no lo parezca, no hay reclamo alguno en mis palabras. Esa es la realidad que me tocó vivir. Ese es el pasado que me convirtió en la persona que ahora soy. Y hoy esa madurez me permite escribir que la niña que fui ya te perdonó por haberte alejado.
Hoy la adulta que soy también debe aprender a perdonar estos 11 años en los que me has enseñado a amar las pantallas que nos permiten vernos, los micrófonos y los audífonos que nos permiten escucharnos, las redes sociales que nos permiten comunicarnos. Años en los que aprendí a amar a la distancia.
Hay mucho cariño, aceptación y respeto en esta poco ortodoxa o tradicional relación padre e hija que seguimos construyendo entre Caracas y Brisbane. ¡Gracias por eso!
¡Feliz día, padre en Australia!
Con amor, de tu hija que te extraña.
Raquel Markus – Finckler

CARTA AL PADRE DE LIDIA SALAS RINCÓN

Padre mío,
    Ayer domingo volví a recordarte. Al llegar en la mañana temprano a la playa solitaria de Caraballeda, ví unas huellas marcadas en la arena. No sé si fue el azul del mar que tienen nuestras costas o si el sortilegio de la belleza abrió portales secretos que me hicieron pensar que eran tus pasos, y comencé a seguirlos con la alegría del corazón que que tuve cuando niña. En aquellos momentos en los que caminé como suspendida en un sueño, decidí escribirte está carta. Tenía que hablarte sobre lo que ha marcado la diferencia en el sendero por dónde he encaminado la existencia.
    Ahora cuando mi edad casi te alcanza, celebro las memorias que tengo de tí. En ellas estás en una silla reclinada al muro del zaguán, leyendo ensimismado por horas largas. Yo suponía que eso que sostenían tus manos debía ser realmente maravilloso. Al aprender a descifrar mediante la lectura frases, párrafos y textos escritos por los seres humanos, para expresar experiencias, quimeras y conocimientos, guardados primero en piedras y papiros, luego en hojas elaboradas por escribientes, después impresas y finalmente digitalizadas, conformando el objeto mágico que se llama libro, me concedió un legado que nadie ha podido arrebatarme, pero también la manera de acercarme a tí desde el silencio.
   Ojalá al traspasar la frontera impalpable de la muerte no hayas olvidado los momentos cuando buscaba un pequeño banco para sentarme a tus pies, y leer las páginas de la Historia Sagrada, el primer libro que leí de corrido. En él aprendí las biografías de los hombres escogidos por Dios, entre todas amaba la de David, un pastor que llegó a ser rey.
Algunas veces, esperaba que hicieras una pausa para que nuestras miradas se encontrarán. En tu cercanía leí obras inolvidables como Los Miserables y también las de Agatha Christie, con mansiones dónde personajes de la nobleza planeaban crímenes, descubiertos por la mente ágil de una viejecita de mirada inocente. Tú me transferiste la pasión por la lectura, el instrumento para forjar la condición humana que me ha rescatado del egoísmo y de la  mediocridad. El libro se convirtió en una voz que se dirigía sólo a mí, enseñando a reconocer los elementos de la libertad e impulsándome  a buscar la luz del amor y de la  espiritualidad verdadera.
   Padre amado, tú forjaste con el ejemplo el país de las palabras donde ahora podemos reencontrarnos, tocaste las fibras del alma para que buscara la verdad y la belleza mediante la escritura. Deseo agradecerte porque te debo la vida que escogí. En este momento me haría muy feliz, el que juntos leyéramos los versos de uno de mis poemas:
PAGODA
    En la pagoda de la esquina,
solitario y presto
oficia su rito vespertino.
Convierte las burbujas de su jarro
en memoria de grullas y de alondras.
De la pagoda vuelve
pausado y cabizbajo
mi padre.
Con amor infinito,
     tu hija Lidia.
Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf en IG.
@literaturayvida en X

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