En La Maison de L´ Amerique Latine, Paris, se presentó el poemario «agua que corre lenta» de Coromoto Renaud, el pasado 7 de mayo. Publicamos las palabras que pronunció José Pulido con motivo de la presentación:
PALABRAS PARA COROMOTO RENAUD Y SU LIBRO
AGUA QUE CORRE LENTA
José Pulido
Quienes estamos dedicados día y noche al asunto de buscar poesía a través de la estructura del poema, casi podríamos compararnos a los perros truferos, quizás nos comportamos como un Lagotto Romagnolo oliendo a larga distancia las trufas negras.
Queremos encontrar la poesía. Queremos encontrarla y compartirla. No la queremos para nosotros solos. Pero es el gran tesoro que tenemos. Es una llaga de tesoro, es una dolorosa posesión de tesoro, es una alegría de todas maneras, que sobrepasa y desafía infiernos.
Porque la amamos como algo vital, esa búsqueda difícil de la poesía nos convierte en seres que aspiramos con cierta desesperación que aparezcan lectores capaces de integrarse a la fascinación de retornar al origen. Porque somos hechos de lenguaje. Ya Octavio Paz habló de eso de esta manera:
“La palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento: lo primero que hace el hombre frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla. Lo que ignoramos es lo innombrado. Todo aprendizaje principia como enseñanza de los verdaderos nombres de las cosas y termina con la revelación de la palabra-llave que nos abrirá las puertas del saber. O con la confesión de ignorancia: el silencio. Y aun el silencio dice algo, pues está preñado de signos. No podemos escapar del lenguaje”
Cada palabra es una memoria. No solo contiene lo que significa, lo que nombra. También refleja su origen, el tiempo en que surgió como lenguaje. Con lo que una sola palabra lleva en sus misteriosas entrañas, se puede generar una biblioteca como la de Alejandría.
Sintetizo lo que don Ramón del Valle Inclán escribió: “Toda palabra encierra un oculto poder cabalístico… El pensamiento toma su forma en las palabras como el agua en la vasija”
Imaginen ahora lo que ocurre cuando el poeta escribe un poema, elabora una estructura hecha de palabras, destinada a permanecer en el tiempo como un objeto indestructible. Hablo de un objeto capaz de penetrar en la mente y en los sentimientos. Algo que desata un proceso y cambia la interioridad del ser humano. Y después de realizar tal prodigio, el poema surge con más fuerza porque seguirá siendo nombrado, sentido y meditado.
A veces uso ejemplos fáciles de atravesar como puertas abiertas hacia la poesía. Como este verso de Nikos Gatsos que me impresionó en cierto momento:
Y si tienes sed exprimiremos una nube
Y si tienes hambre mataremos un ruiseñor
Puedo citar otros más poderosos por su contenido poético:
En un cementerio, ante las cenizas de varias cremaciones, la poeta Emily Dickinson se quedó pensativa largo rato y cuando estuvo en su casa comenzó a escribir un poema que dice así:
Este callado Polvo fue Damas y Caballeros
Muchachos y Muchachas
Fue risa y habilidad y fue Suspiros
Y Vestidos y Bucles.
Ann Carson, una poeta fabulosa escribe versos como este:
Una herida despide su propia luz
dicen los cirujanos.
Si todas las lámparas de la casa se apagaran
podrías vendar esta herida
con el resplandor que de ella surge.
Quien no sienta la poesía, quien no reconozca todavía la poesía, pasará de largo y se irá lejos de esos versos y ocurrirá lo mismo si alguien lee superficialmente una línea de Rimbaud, como esta:
¡Ha reaparecido! ¿Qué? La eternidad.
Por eso la poesía seguirá siendo interesante como un misterio inabordable, y continuaremos teniendo este tipo de reuniones que nos llenan de amor por esas palabras que de repente se juntan y hacen que todos nuestros sentidos florezcan con más ganas de vivir y de apreciar la ampliación de la sensibilidad. Vivir intensamente con solo leer y pronunciar las palabras de un modo más consciente.
Quiero leerles un poema del libro Agua que corre lenta. El libro que nos ha traído hasta este recinto emocionante. Este poemario forma parte de la Colección Patrimonio de la Biblioteca Digital Banesco y de la Colección OT Poesía de Oscar Todtmann Editores.
Sentirán cómo fluyen esas palabras, esas frases de un poema creando imágenes, despertando sentimientos, ahondando sin cesar en lo que llamamos alma, en lo que llamamos psiquis, en lo que llamamos corazón. Escuchen este poema de Coromoto Renaud. Saldrán fortalecidos aprovechando su poder y a la vez sentirán que hay una buena razón para amar la poesía:
Somos tiempo –se ha dicho–
somos árboles de raíces milenarias
desnudos a veces
a veces florecidos
siempre a la intemperie
cortezas goteando
somos capas de fango tierra arena
sedimentadas
somos memoria recobrada
presente extendido
hecho a retazos sin bordes
niños jugando a ser eternos
cuerpos retornando a un origen
que ya no existe
voces
que serán susurros incomprensibles
esperando el olvido
El libro «agua que corre lenta», de Coromoto Renaud, es un perfecto ejemplo de poesía llevada al tope de su pureza.
Cuando ella escribe que somos tiempo, de una vez lo dice todo y coloca en un espejo muy antiguo la imagen del ser humano intentando conocer el inicio de los inicios, el momento en el que se pierde el paraíso de la naturaleza para poder obtener la transformación de la especie con el lenguaje.
Y en ese proceso no solamente nació el ser humano como es hoy, portador de un lenguaje y por ende de un mensaje necesario y constante: también surgió la sospecha divina de que algo llamado poesía balbuceaba su función como lengua del alma.
Todos los versos y toda la música son promesas de la tierra prometida, la cual no existe. Eso decía Marina Tsvietáieva, una de las poetas que he leído con más fervor.
La poesía es la certeza de que somos algo más que un recipiente del lenguaje: somos una hechura del lenguaje. Y la poesía es la manera en que el lenguaje trata de abrirnos los ojos, pero no estos ojos solamente. También los ojos que tenemos instalados en el pasado más remoto, los ojos de la piel, los ojos de la misericordia, los ojos de la humildad, los ojos principales del sueño.
Antes de terminar para que Coromoto lea sus poemas, debo leer este poema de su libro, porque ella logra juntar las dos funciones básicas del poema: decir algo conmovedor, significativo y al mismo tiempo emanar una especie de música que no es posible -ni deseable- separar del sentimiento:
Llévame a ver el mar
dicen que el movimiento de las olas
es una música que dura para siempre
la voz sonora más antigua
antiquísima cuna
también he escuchado
que las huellas sobre la arena son transitorias
el oleaje disuelve la materia más sólida
es cuestión de tiempo
que se puede navegar hacia el infinito
aunque nunca llegues
quiero pasar la prueba del salitre
saber de quién es esta voz que me despierta
Es una persona que le pide a otra o a una entidad invisible que la lleve al mar; quizás no es otra persona sino la aceptación de un ser poético que cobra vida al ser invocado por los deseos de una poeta que busca respuestas, aunque ya las conoce, pero eso genera una música en donde el mar también ejecuta su instrumento.
En este poema, la poeta que no ha ido al mar, lo conoce gracias a todas las características vertidas por el coro humano.
La poeta logra, en el poema, que sintamos el mar moviéndose, cantando, mostrando su extensión y una cercanía casi sanguínea con nosotros. El mar infinito, ir hacia allá y mirar hacia atrás desafiando la sal porque vale la pena saber de dónde viene la voz que te despierta para que no te conviertas en estatua.
Harold Bloom decía:
“La mente siempre retorna a su necesidad de belleza, verdad, discernimiento”. Creo que compartimos ese modo de pensar.
La poesía no tiene dueños. Tampoco tiene esclavos. Ni preferidos. La poesía es como los picos Himalayas: los subes o los contemplas. La poesía tiene su propia vida y quienes pueden sentirla cuando palpita, son testigos de un hecho permanente pero invisible. Este hecho podría definirse como el sonido y bullir del ámbito donde se forma lo humano, la metalurgia gramática, el espíritu. Todo lector es una posibilidad de sentir la poesía. Es muy interesante cuando se forman lectores de sensibilidad idónea, capaces de sobrepasar las opiniones interesadas y de tener un criterio propio y libre respecto a la lectura.
Y por supuesto: la poesía es más importante que el poeta, porque lo que el poeta desea con más pasión es que sus poemas pasen a formar parte del sentimiento ajeno, de las almas y los corazones que quieran leerlos.
Muchas gracias.
José Pulido
Foto cortesía de El Universal
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